*** w03 1/9 págs. 21-22 Alabemos a Jehová “en medio de la
congregación” *** El hermano que dirige la reunión tiene la seria responsabilidad de animar a los presentes. En vez de estar ocupado con otros asuntos, debe manifestar interés sincero escuchando cada comentario con atención, sin dejar de mantener el contacto visual con la persona que lo da. No estaría bien que por no prestar atención repitiera innecesariamente lo que se acaba de decir o planteara una pregunta que se acaba de contestar. Resulta también desanimador que la persona que dirige tenga la costumbre de repetir con otras palabras el comentario que se ha dado, como si insinuara de alguna manera que no estuvo bien. Sin embargo, el efecto es muy positivo cuando el auditorio contribuye a analizar los diversos aspectos de un punto importante. Preguntas del tipo: “¿Cómo podemos ponerlo en práctica en nuestra congregación?” o “¿Qué texto bíblico del párrafo apoya este comentario?” servirán para fomentar buenas y valiosas aportaciones. Huelga decir que, sobre todo, los nuevos y los tímidos merecen encomio por sus comentarios. Si se les anima personalmente después del estudio, se evitará que tal vez se abochornen, y al mismo tiempo permitirá al conductor ofrecer alguna recomendación de ser necesario. Normalmente, la persona que domina una conversación no fomenta la comunicación, pues sus interlocutores no ven la necesidad de expresarse, sino que, en el mejor de los casos, se resignan a escucharlo. Algo parecido ocurre cuando el que dirige la reunión monopoliza el estudio haciendo comentarios muy a menudo. Sin embargo, puede plantear de vez en cuando preguntas suplementarias —si bien con moderación— para hacer que el auditorio se exprese y reflexione sobre el tema que se está tratando. No es necesario que se asigne el comentario a la primera persona que levante la mano, pues esto pudiera desanimar a quienes necesitan un poco más de tiempo para poner en orden sus ideas. Si el conductor espera unos segundos, permitirá a quienes aún no han participado que también lo hagan. Además, debe ejercer buen juicio para no dejar que niños respondan preguntas que ni siquiera entienden. ¿Qué puede hacerse si la respuesta es errónea? No hay por qué avergonzar a la persona que contestó. Los comentarios, aunque no sean perfectos, encierran alguna verdad. De modo que el conductor puede corregir el asunto sin incomodar al hermano puntualizando con tacto alguna idea acertada, volviendo a formular la pregunta o planteando otra diferente. Quienes dirigen las reuniones deben evitar preguntas vagas como: “¿Alguien más tiene un comentario?”. Seguramente con toda la buena intención se dice: “¡Esta es la última oportunidad para los que no han comentado todavía!”. Sin embargo, con frases así no se logra que una persona se sienta motivada a expresarse sin reservas. No se debe hacer sentir culpables a los hermanos por no haber participado antes en el estudio, sino animarlos a compartir sus conocimientos con los demás porque es una expresión de amor. Además, tras conceder a alguien la palabra, no debería decirse algo así como: “Después escucharemos al hermano fulanito y también a la hermana menganita”. El conductor de la reunión tiene que escuchar primero el comentario y luego decidir si se precisa añadir algo más