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Estructura Económica Argentina: Primer parcial

❖ Aldo Ferrer: El futuro de nuestro pasado: La economía argentina en su segundo centenario

o Introducción
El crecimiento económico de Argentina fue muy pobre e inestable a lo largo del segundo siglo de la Independencia,
durante el cual el producto bruto interno (PBI) total creció a menos del 3% anual y el per cápita a menos del 1%. La
inestabilidad predominó la mayor parte del tiempo. El ejemplo más elocuente fue la inflación, que se instaló a partir de
1945, y le confirió a Argentina el lamentable récord del país, con la más alta y prolongada inflación del mundo, con varias
hiperinflaciones incluidas. Las cosas fueron de mal en peor. En el tramo final tuvo lugar el pésimo período 1975-2002, el
más negativo de la historia económica argentina.
Estos hechos se reflejaron en la pérdida de posición relativa del país en la economía mundial y en el inevitable deterioro
de su respetabilidad internacional.
La experiencia de este segundo centenario contrasta con la del primero. En aquel entonces la economía argentina
registraba aún el impulso de la expansión de sus exportaciones agropecuarias, que en la segunda mitad del período (1860-
1910) le habían permitido crecer en el PBI total al 5,5% anual, en el per cápita al 3,3% y en la población al 3,2%; es decir,
tenía uno de los más altos indicadores de crecimiento del mundo.
¿Por qué tanto contraste entre el primer centenario y el segundo? En parte, porque la visión que predominaba en 1910 y
todavía comparten los que idealizan aquella época, el orden económico, era vulnerable y no tenía futuro. Pero también
es cierto que el país no logró, en su segundo siglo de existencia independiente, reparar los errores del pasado y responder
con eficacia a los nuevos desafíos del orden mundial, que incluyeron dos guerras mundiales, la gran crisis de la década de
1930 y la radical transformación productiva y de las relaciones internacionales impuesta por la revolución científico-
tecnológica.
Las transformaciones del orden mundial, a lo largo de los doscientos años transcurridos desde mayo de 1810 hasta ahora,
no han cambiado los factores determinantes del desarrollo económico argentino. Desde los tiempos inaugurales de la
Independencia el mundo cambió incesantemente y también Argentina. El contrapunto entre los cambios del contexto
externo y la realidad interior conformó nuestra densidad nacional.
La globalización es el espacio del ejercicio del poder dentro del cual las potencias dominantes establecen las reglas del
juego que articulan el sistema global de comercio, finanzas, inversiones y circulación de conocimientos.
Pero la forma de inserción del país en su contexto externo dependió, depende y dependerá, en primer lugar, de factores
endógenos propios de nuestra realidad interna. Puede decirse, entonces, que Argentina tuvo y tiene la globalización que
se merece en virtud de la débil consistencia de su densidad nacional.
Argentina es todavía una nación en construcción, inconclusa. Para consumar la tarea iniciada hace dos siglos es preciso
fortalecer la densidad nacional en todos los planos; es decir, la cohesión social, la calidad de los liderazgos, las instituciones
y el pensamiento crítico. En primer lugar, es necesario reforzar la equidad mediante la protección de los sectores
vulnerables, la educación, la salud, la vivienda, el espacio público, la cultura y, como condición necesaria, el empleo.
La densidad nacional es esencial para el desarrollo, porque los países se construyen desde adentro hacia afuera y no a la
inversa. En definitiva, cada país tiene la globalización que se merece, precisamente en virtud de la fortaleza de su densidad
nacional.

o El desarrollo en el orden global

El stock de tecnologías existentes aumenta incesantemente a partir de la ampliación del saber científico y de las
innovaciones en el empleo de los recursos materiales y humanos. Como la tecnología es una expresión del conocimiento,
el desarrollo depende, en definitiva, de la capacidad de gestionarlo y de su ampliación por medio de la innovación.
La primera Revolución Industrial se fundó en el vapor y la industria textil; luego aparecieron el acero, la electricidad y los
productos químicos; más tarde, el dominio del átomo y de la genética, finalmente, la electrónica, la informática y las
comunicaciones. Cada una de esas grandes oleadas de nuevos conocimientos planteó nuevos desafíos a la gestión del
saber, amplió las fronteras del desarrollo y transformó las relacionales internacionales.
La gestión del conocimiento es un proceso dinámico, en permanente transformación, por medio del cual los países dan
respuestas a las cambiantes demandas de la producción de bienes y servicios, y a su organización, derivada del progreso
técnico, en el marco de los cambios en las relaciones internacionales y la distribución del poder.
En resumen, el desarrollo económico implica un proceso de transformación de la economía y la sociedad fundado en la
acumulación de capital, tecnología, capacidad de organización de recursos, educación y madurez de las instituciones, en
las cuales se procesan los conflictos y se utiliza el potencial de recursos. En este sentido amplio el desarrollo es
acumulación, y ésta se realiza, en primer lugar, dentro de un espacio nacional en el cual el Estado y la sociedad ejercen el
poder suficiente para organizar los recursos, gestionar el conocimiento y apropiarse de sus frutos. A su vez, la acumulación
sólo es posible en una estructura productiva diversificada y compleja que incorpore los sectores portadores del
conocimiento y guarde, respecto del resto del mundo, una relación simétrica y no subordinada en la división internacional
del trabajo y el dominio de los recursos.
No existe economía avanzada alguna en la cual el desarrollo económico se haya alcanzado, esencialmente, por el juego
espontáneo de las fuerzas del mercado o por la organización de recursos determinada exógenamente, es decir, por centros
de decisión ajenos al propio espacio nacional. La experiencia histórica revela, por lo tanto, que el desarrollo de un país
requiere mantener, frente a los centros de poder foráneos que operan en el sistema global, suficiente capacidad de
maniobra para poner en marcha procesos de acumulación en sentido amplio. Dichos procesos son indelegables en factores
exógenos.
Un país puede crecer, aumentar la producción, el empleo y la productividad de los factores impulsado por agentes
exógenos, como sucedió con Argentina en la etapa de la economía primaria exportadora. Pero puede crecer sin desarrollo,
es decir, sin crear una organización de la economía y la sociedad capaz de movilizar los procesos inherentes al desarrollo
o, dicho de otro modo, sin incorporar los conocimientos científicos y sus aplicaciones tecnológicas en el conjunto de su
actividad económica y social.
Nuestros países conquistaron su independencia en los albores de la Revolución Industrial a principios el siglo XIX. Sin
embargo, desde entonces hasta ahora no lograron erradicar el atraso y generar respuestas a los desafíos y las
oportunidades de la globalización consistentes con su propio desarrollo.

o El progreso técnico: relaciones internacionales y poder


La irrupción del progreso técnico trasformó las bases del poder y su despliegue en las relaciones internacionales. Hasta
entonces, el poder de los países y su proyección externa estaban determinados por su contenido tangible, a saber, la
dimensión del territorio y la población bajo control del mismo soberano.

Luego, el progreso técnico, al principio basado en el armamento y en la organización y el desplazamiento de las fuerzas
por mar y tierra, incorporó una fuente de poder intangible que resultó decisiva en la resolución de las conflictos
internacionales.
Las relaciones internacionales de la época y los conflictos por la distribución del territorio y los recursos tenían lugar en
espacios contiguos. Allí los contendientes confrontaban su poder relativo fundado en los datos tangibles de la dimensión
de la población y del territorio. En las precarias condiciones tecnológicas de la época era imposible la extensión de la
influencia y la dominación a larga distancia y a escala planetaria.
Por razones complejas, hace alrededor de quinientos años, los pueblos cristianos de Europa comenzaron a ampliar el
conocimiento científico y, sobre estas bases, innovaron en la forma de producir alimentos, manufacturas y de hacer la
guerra, crearon nuevos medios de transporte y extendieron las redes de intercambio. A partir de entonces, el dominio de
la ciencia y la tecnología, junto con la capacidad de gestionar ese conocimiento y aplicarlo a la producción y la organización
social, se constituyeron en el motor fundamental de la aceleración del desarrollo. La influencia de las naciones en el orden
mundial emergente pasó a depender de las fuentes intangibles del poder, es decir, de su capacidad de innovar y gestionar
el conocimiento.
Antes de que los avances científicos y tecnológicos comenzaran a acelerar el aumento de la productividad del trabajo, las
relaciones con el resto del mundo eran irrelevantes para el desarrollo económico de cada país. Hasta entonces las
relaciones internacionales consistían en el intercambio de bienes o la conquista, por lo tanto, en la ocupación territorial y
la extracción compulsiva de riquezas de pueblos sometidos.
La situación cambió con la progresiva irrupción del progreso técnico y la capacidad de gestión del conocimiento como
determinantes del aumento de la productividad y del desarrollo económico; porque, entonces, el estilo de las relaciones
internaciones pasó a ejercer una influencia creciente en el progreso técnico y la capacidad de gestión. La división del
trabajo implícita en el comercio internacional comenzó a determinar quién y qué producía, y por lo tanto, quién se
apropiaba de las actividades portadores del progreso técnico y demandantes de niveles más sofisticados de capacidad de
gestión.

o La densidad nacional
Desde el siglo XV y hasta la actualidad, el despliegue del avance tecnológico y la capacidad de gestión en cada país tuvieron
lugar en un escenario de múltiples potencias, colonias y periferias, y de sus relaciones recíprocas. En ese escenario
surgieron, para cada uno de los actores del sistema global, oportunidades y desafíos para ampliar o restringir las
oportunidades de desarrollo. Su capacidad de aprovechar las oportunidades y preservarse de los desafíos dependió,
principalmente, de un conjunto de condiciones inherentes a cada espacio nacional y su organización social y política.
La historia del desarrollo de cada país y del mismo sistema global abarca el conjunto de circunstancias, internas y externas,
que prevalecen en cada espacio nacional y son determinantes de su realización y ubicación en la economía mundial.
El análisis comparado de países que cuentan con capacidad de gestión del conocimiento y de aquellos que no han
incorporado esta condición inmanente del desarrollo revela que la exitosa administración del saber requiere la existencia
de una suficiente densidad nacional. Ésta abarca la cohesión social, la calidad de los liderazgos, la estabilidad institucional
y política, la existencia de un pensamiento crítico y propio sobre la interpretación de la realidad, y, como culminación,
políticas propicias al desarrollo económico.
En los países exitosos prevalecen reglas institucionales del juego político capaces de negociar los conflictos inherentes a
una sociedad en crecimiento y transformación. El ejercicio del poder estuvo respaldado en la aceptación de las reglas del
juego por todos los actores sociales y políticos involucrados. En las sociedades de esos países, predomina un sentido de
pertenencia y de destino compartido.
Las ideas económicas fundantes de la política económica de los países exitosos nunca estuvieron subordinadas al liderazgo
intelectual de países más adelantados y poderosos que ellos mismos. Respondieron siempre a visiones autocentradas del
comportamiento del sistema internacional y del desarrollo nacional.

o El reparto del poder: la hegemonía eurocéntrica


En las vísperas de la epopeya de los navegantes portuguesas en el siglo XV y del descubrimiento del Nuevo Mundo, las
civilizaciones más avanzadas del mundo eran todavía India y China. Estaban más adelantados que los pueblos cristianos
de Europa Occidental en metalurgia, construcción de navíos, producción de textiles, entre otras tecnologías avanzadas de
la época.
Alrededor del siglo XV, en coincidencia con el Renacimiento europeo, comenzó a cambiar la historia. Los pueblos cristianos
de Europa Occidental experimentaron profundas transformaciones sociales y políticas que crearon las condiciones para
el progresivo avance de las fronteras de la ciencia y de las tecnologías disponibles. El avance se reflejó en el armamento,
la organización de las fuerzas y las artes de navegación que posibilitaron la expansión de ultramar de los pueblos cristianos
de Europa. En el transcurso de dos siglos tuvo lugar una revolución científica y la ampliación del conocimiento del mundo
físico y de la vida.
Simultáneamente con el avance de la ciencia y la tecnología surgieron emprendedores capaces de gestionar el
conocimiento en escenarios políticos y sociales propicios a la acumulación de ganancias y su reinversión en la ampliación
de la capacidad productiva.
En resumen, la civilización occidental y cristiana amplió las tecnologías disponibles y, simultáneamente, su capacidad de
gestionar el conocimiento a los fines del desarrollo económico. Nada semejante ocurrió en el resto del mundo. Las grandes
civilizaciones de Extremo y Medio Oriente quedaron estancadas en el pensamiento tradicional, en el inmovilismo religioso
y en organizaciones sociopolíticas impermeables a la transformación desencadenada por el avance de la ciencia y las
nuevas tecnologías. A medida que se amplió la brecha en este terreno, la gestión del conocimiento pasó a ser un
monopolio de los pueblos mas avanzados de Europa y el desarrollo se convirtió en asunto estrictamente occidental y
cristiano.
Esta fractura en la capacidad de crear y de gestionar el conocimiento se reflejó en una disparidad creciente de la
productividad y los niveles de vida, y en la acumulación y el reparto del poder en el emergente sistema global. Esto
posibilitó que las primeras potencias atlánticas (Portugal, España, Gran Bretaña, Francia y Holanda), con un poder tangible
relativamente menor, lograran someter a las grandes civilizaciones de Medio y Extremo Oriente al dominio europeo. Esto
permitió que un reducido grupo de personas conquistara y sometiera a un territorio gigantesco y a las grandes
civilizaciones mesoamericanas y del macizo andino.
La revolución Industrial iniciada en Gran Bretaña a fines del siglo VXIII y desplegada a lo largo de todo en XIX, hasta concluir
en la Primera Mundial Guerra Mundial (1914-1918), introdujo un nuevo y gigantesco impulso al protagonismo del
conocimiento científico y la tecnología.
Hasta mediados del siglo XX Estados Unidos y las naciones industriales de Europa ejercieron el monopolio de la generación
de conocimiento científico y tecnologías y su aplicación a los fines del desarrollo económico. En el resto del mundo (Asia,
África y Amérinca Latina), a excepción de Japón, el avance de la ciencia fue muy escaso y el progreso técnico penetró
selectivamente en los sectores destinados a abastecer a los países industriales y las actividades conexas. De este modo,
aumentó incesantemente la brecha en los niveles de vida entre los países industriales y el resto del mundo, configurando
un sistema global definido como l modelo centro-periferia. El centro ejerció el dominio de las redes de la globalización en
el comercio internaciones, las inversiones productivas, las corrientes financieras y la circulación de la información y el
conocimiento. Este estilo de relaciones internacionales agravó los factores de atraso que, dentro de los países de la
periferia, impidieron o limitaron el protagonismo del conocimiento en su desarrollo económico.
La posición dominante de los países industriales quedó configurada durante el período del imperialismo (1880-1914). El
resto del mundo, particularmente América Latina, cuya mayor parte correspondía a naciones independientes desde
principios del siglo XIX, fue incorporado en el sistema como exportador de productos primarios e importador de
manufacturas, créditos e inversiones privadas directas. De este modo, el subdesarrollo tendió a reproducirse y a prolongar
en el tiempo el atraso relativo y la dependencia.
La caída en la subordinación dependió generalmente, y en última instancia, de la ausencia de suficiente densidad nacional
para preservar la integridad territorial y el poder soberano de decisión.
El sistema económico mundial, hasta finales del siglo XX, era un orden organizado bajo la hegemonía de las naciones
industriales de Occidente. En esos cinco siglos, Occidente tuvo un monopolio casi absoluto de la ciencia, la tecnología y la
capacidad de gestión del conocimiento. Esto tuvo dos consecuencias principales. Por una parte, generó una brecha de
bienestar creciente entre las naciones occidentales desarrolladas y el resto del planeta, con el 80% de la población
mundial, integrado por las antiguas grandes civilizaciones. Por la otra, los países avanzados extendieron su dominación a
escala planetaria y establecieron un orden mundial que privilegió sus intereses y contribuyó a reproducir las causas
originarias de la brecha, es decir, a mantener el resto del mundo al margen de la capacidad de gestionar el conocimiento.
En el Nuevo Mundo se repitió la misma fractura que en el resto del planeta.

o El ocaso de la hegemonía de Occidente


El primer país que rompió el monopolio del conocimiento de las naciones industriales de Occidente fue Japón. Después
de su derrota, a partir de 1945, registró un crecimiento vertiginoso hasta la década de 1970, fundado en el desarrollo de
las actividades industriales tecnológicas de frontera. Poco después otros dos países asiáticos de reducido territorio (la
República de Corea y Taiwán) y dos ciudades Estado (Hong Kong y Singapur) transitaron rápidamente desde el
subdesarrollo hacia la formación de economías industriales avanzadas.
Estos “tigres asiáticos”, incluyendo Japón, generaron ventajas competitivas dinámicas fundadas en el desarrollo de las
industrias de tecnología avanzada, la educación, la capacitación científica y técnica de sus recursos humanos, y el respaldo
del protagonismo de sus empresas nacionales, procesos todos sustentados por la intervención del Estado y las políticas
públicas. Esto fue posible porque esos países consolidaron su densidad nacional fundada en la cohesión social, los
liderazgos nacionales que retuvieron el dominio de los recursos y el proceso de acumulación, la estabilidad institucional y
las ideologías funcionales al desarrollo nacional.
La incorporación de China e India a la gestión del conocimiento está provocando la fractura del dominio ejercido por las
economías avanzadas occidentales. Este proceso había sido iniciado por Japón y los “tigres asiáticos”, pero recién alcanzó
un impulso transformador con la incorporación de centenares de millones de personas de aquellas dos grandes
civilizaciones orientales. La consecuente transformación de las redes de la globalización insinúa la apertura de un nuevo
orden mundial, con un reparto distinto del poder y nuevos protagonistas.
Las escalas de la dimensión poblacional plantean una diferencia importante entre los “tigres asiáticos”, por una parte, y
China e India, por la otra. En los primeros fue posible la incorporación de la mayor parte de su población al proceso de
transformación y la elevación generalizada de los niveles de bienestar. En China e India el desafío es mayor debido a que
el principal problema es cómo incorporar centenares de millones de seres humanos al desarrollo y evitar la ampliación de
la brecha entre los sectores productivos y humanos vinculados a la gestión del conocimiento y aquellos que sobreviven
dentro de las estructuras tradicionales.
El monopolio del conocimiento ejercido por las nacionales occidentales avanzadas se reflejó en su predominio absoluto
en la producción industrial mundial hasta finales del siglo XX.
Somos contemporáneos de una transformación de vasto alcance del sistema internacional que está inaugurando un nuevo
orden mundial, una nueva fase de la globalización de las relaciones entre países y sociedades.
o Las etapas de la globalización
La trayectoria de la globalización desde fines del siglo XV hasta la actualidad reconoce la existencia de varias etapas. Los
puntos de inflexión de las etapas de la globalización fueron los siguientes:
1) La ampliación del conocimiento y la generación de nuevas tecnologías en Europa Occidental a partir del
Renacimiento, junto con la formación del primer sistema planetario con el descubrimiento del Nuevo Mundo y la
llegada de los navegantes portuguesas a Oriente.
2) La revolución Industrial iniciada en Inglaterra en el transcurso del siglo XVIII y su progresiva difusión a una parte
del resto del mundo
3) El colapso del orden económico y político mundial entre la Primera y la Segunda Guerra Mundial durante el
transcurso del siglo XX
4) La difusión de las nuevas tecnologías de la información, la biotecnología y el dominio nuclear, posterior a 1945
Entre esos acontecimientos tuvieron lugar las diversas etapas de la globalización, el desarrollo y la densidad nacional.

3 órdenes mundiales (no hay órdenes mundiales durante las guerras)

- 1º: Surge en el siglo XV hasta el siglo XVIII


- 2º: Surge en el siglo XVIII hasta inicio de 1914
- 3: Surge a partir de 1945 hasta fines del siglo XX

Primer Orden Mundial (1500-finales del siglo XVIII): abarca desde el inicio de la expansión de ultramar de las potencias
atlánticas europeas hasta las vísperas de la Primera Revolución Industrial. El acontecimiento mas importante del período
fue el descubrimiento y la conquista del Nuevo Mundo, complementado con la apertura de la comunicación marítima de
Europa con Extremo Oriente, para constituir el primer sistema mundial de alcance planetario. En esta etapa predominó el
capitalismo mercantil, durante el cual las principales fuentes de ganancias y acumulación de capital dependieron
principalmente del dominio en las corrientes comerciales. El período registra una influencia todavía débil del progreso
técnico en el aumento de la productividad pero revela la creciente capacidad de los pueblos cristianos mas avanzados de
Europa de crear y gestar el conocimiento, incluso en las artes de la guerra y la navegación, que fueron decisivas en el
despliegue de los intereses europeos sobre el resto del mundo. La etapa conforma los primeros pasos del monopolio de
los pueblos cristianos mas avanzados de Europa sobre la ciencia, el progreso técnico y la gestión del conocimiento. Este
monopolio se extendió hasta finales del siglo XX.
Profe: 1er orden mundial: En el año 1420 el descubrimiento de América da lugar al primer orden mundial porque afecta a
toda la estructura económica (aumenta la mano de obra,la dotación de recursos y surgen nuevos mercados). Las potencias
de primer orden mundial son España y Portugal y luego surgen Holanda y Gran Bretaña. Estos acontecimientos dan lugar
a que surjan nuevos pensadores y esto da lugar a que surjan las escuelas. La primera que surge en el siglo XV es el
mercantilismo hasta el siglo XVIII que surge la escuela clásica. El mercantilismo sostenía que la riqueza del país está dada
por el atesoramiento de metales preciosos. Para esto hay dos vías de obtención:
1) Saldo positivo de la balanza comercial
2) Extracción de metales preciosos de sus colonias
En el mercantilismo surge el sistema proteccionista y se determinaron medidas para desalentar las importaciones
(aranceles, cuotas) y fomentar las exportaciones (subsidios). El proceso globalizador está dominado por las potencias
vigentes (España y Portular. Luego Holanda y Gran Bretaña)

Segundo Orden Mundial (finales del siglo XVIII-Primera Guerra Mundial, 1914-1918): incluye las transformaciones
extraordinarias desencadenadas por la Primera Revolución Industrial, bajo el liderazgo inicial de Gran Bretaña. Durante
este período, el progreso técnico fue el principal factor determinante del aumento de la productividad, las ganancias y la
acumulación de capital. La incorporación de nuevos protagonistas al proceso de industrialización configuró, al final de esta
etapa, un escenario donde Gran Bretaña compartió el liderazgo del sistema, principalmente con Estados Unidos y
Alemania, mientras que en Extremo oriente surgía Japón como la primera potencia no occidental capaz de gestionar el
conocimiento e industrializarse. La etapa incluye el período del imperialismo, con el reparto de África y la creciente
dominación de las grandes potencias en Medio y Extremo Oriente. Las disputas en el espacio europeo y las rivalidades
imperialistas culminaron con el estallido de la Primera Guerra Mundial, que clausuró el Segundo Orden Mundial.

Profe: Modelo agroexportador. Sigo VXIII. La primera revolución industrail da lugar al segundo orden mundial. Ésta surge
en Gran Bretaña. Este se posiciona como poder hegemónico durante todo el segundo orden mundial y este
acontecimiento modifica la economía conocida hasta ese momento. Surge la escuela clásica. Smith fue el principal
exponente y David Ricardo. En Gran Bretaña se dan los avances tecnológicos. Smith desarrolla la teoría de las ventas
absolutas. En la escuela clásica surge el libre cambio, el libre comercio. La tendencia de este orden es 2/3 son bienes
primarios y 1/3 bienes industriales.
Teoría de las ventajas absolutas: Todos los países se benefician del libre comercio en la medida que cada país se
especialice, produzca y exporte aquel bien en el cual posee una ventaja absolute e importe aquel bien en el cual posee
una ventaja absoluta. En el siglo XIX David Ricardo retorna esta teoría cuestionandose que pasa si un país tiene ventaja
absoluta en todos los bienes. Entonces desarrollo la:
Teoría de las ventajas comparativas en el siglo XVIII: Aún cuando un país sea mas eficiente en la producción de todos los
bienes sostiene que el libre comercio es beneficio para ambos en la medida que aprovechen sus ventajas comparativas
donde cada país se especialice, produzca e importe aquel bien en el que tiene su ventaja comparativa e importe aquel
bien en el cual posee una desventaja.

La breve interrupción (1914-1945): durante un brece período de apenas treinta años se registraron dos guerras mundiales
y en la década de 1930, la peor crisis de la historia del capitalismo. En esta etapa se debilitaron las redes de la globalización.
Durante la crisis, se desmoronaron el régimen multilateral de comercio y pagos, el libre comercio y el patrón oro. Las dos
guerras perturbaron la actividad comercial, las finanzas y las inversiones internacionales. El orden político fue también
alterado por el surgimiento de Estados totalitarios en Alemania, Italia y Rusia. El período, en cambio, fue
extraordinariamente fecundo en el avance de la ciencia en el campo de la física y la biología, lo que provocaría una nueva
ola de innovaciones luego de la Segunda Guerra Mundial.

Tercer Orden Mundial (1945-fines del siglo XX): Las redes de la globalización crecieron a mayor ritmo que la producción
mundial, reflejando una creciente interdependencia de las economías nacionales por medio del comercio, las inversiones
de las corporaciones transnacionales y las finanzas internacionales. El vertiginoso aumento de la liquidez, esencialmente
alimento por el déficit de Estados Unidos, promovió la influencia creciente de los intereses financieros en el
comportamiento de los países centrales. Consecuentemente, a partir de la década de 1970, la sustitución del paradigma
keynesiano pro crecimiento y pleno empleo por el neoliberal promovió la desregulación indiscriminada, funciones a la
expansión de la especulación financiera. Esta transformación debilitó el crecimiento de las antiguas economías industriales
de Occidente e imprimió una fuerte inestabilidad al sistema global. La economía de Estados Unidos cumplió el papel
hegemónico en todo el período. El acuerdo entre los principales países industriales estableció las reglas del juego del
sistema global. En el período se independizaron las posesiones coloniales en Asia, Medio Oriente y África. El monopolio
en la creación del conocimiento y su gestión ejercido durante cinco siglos por las economías avanzadas de Occidente,
comenzó a dar lugar a la aparición de nuevos actores en el espacio Asia Pacífico. Sin embargo, se amplió la brecha en los
niveles de vida entre los países capaces de gestionar el conocimiento y el resto del mundo. Lo mismo sucedió con las
agresiones al medio ambiente.
Profe: Modelo ISI Surge a partir de 1845 hasta fines del siglo XX. El poder hegemónico es Estados Unidos. Surge la 3ra
guerra mundial en la década del 60/70. El plan Marshal ayuda a Europa y Japón luego de la guerra. Surgen los lineamientos
hacia el resto de los países de cómo van a ser las políticas económicas a implementarse. La escuela keynesiana surge en
la década del 30 (la profesora lo ubica en 1945) hasta los años 70. Luego a partir de los años 70 surge la escuela neoliberal.

Concluida la confrontación Este-Oeste con la implosión de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, las tenciones
internacionales se focalizaron en Medio Oriente. El rechazo a la dominación histórica ejercida por los países avanzados de
Occidente tuvo dos manifestaciones: por un lado, la de las economías emergentes del espacio Asia Pacífico, las cuales
iniciaron un rápido proceso de transformación, fundado en la consolidación de su densidad nacional y su capacidad de
gestión del conocimiento dentro de las reglas capitalistas; por otro lado, la protesta violenta y el terrorismo, fuertemente
asociados a las expresiones contestatarias de islam.

MODELO AGROEXPORTADOR

o De la colonia a la economía primaria exportadora


La conquista y la ocupación espacio de la futura República Argentina formó parte de la incorporación del Nuevo Mundo
al primer sistema global creado por los pueblos cristianos de Europa bajo el liderazgo inicial de España y Portugal. Después
del descubrimiento se sumaron Francia, Gran Bretaña y Holanda.
En ese Primer Orden Mundial (1500-1800) los objetivos económicos de los conquistadores fueron explotar las minas de
metales y piedras preciosas y las tierras aptas para cultivos tropicales (azúcar).
En ese orden mundial, el actual territorio argentino fue absolutamente marginal, porque no disponía de ninguno de los
recursos buscados por los conquistadores. Los pueblos originarios de este espacio no habían acumulado grandes riquezas
de metales y piedras preciosas. Eran etnias de un nivel civilizatorio inferior.
Por estos motivos no existían producciones aptas para la explotación con mano de obra esclava y nunca se instaló una
economía esclavista en este territorio. Esta es una de las principales diferencias con otras regiones del Nuevo Mundo, y
del poblamiento y las raíces étnicas de sus habitantes. Sin embargo, los esclavos tuvieron una participación relativa
significativa. A partir de la segunda mitad del siglo XIX, el aluvión de inmigrantes europeos redujo el componente afro de
la población argentina.
Esto provocó que durante todo el periodo colonial y después de la Independencia, hasta la presidencia de Nicolás
Avellaneda, 2/3 partes del territorio permanezcan despobladas u ocupadas por los pueblos originarios.
Desde fines del siglo XVIII surgió en el hinterland del puerto de Bs As un polo dinámico asociado a la producción y
exportación de productos de ganadería. Así comenzó el conflicto entre la provincia de Bs As (mejores tierras y con el
control del puerto) y la Confederación Argentina de las provincias del interior.
Finalmente, las oligarquías provinciales se acomodaron al nuevo modus vivendi con el centro hegemónico pampeano.
Mitre fue electo presidente en 1862 y organizó el país bajo la Constitución Nacional de 1853.
La densidad nacional de la nueva República surgió con profundas insuficiencias, como la desigualdad social, la exclusión
de las mayorías y la inestabilidad institucional política. Esto impidió la acumulación para aumentar la producción y el
empleo, agregar valor a la producción primaria y el proceso de transformación. Estos procesos sucedían en otros “espacios
abiertos”, países “periféricos” que, como Argentina, también contaban con amplia tierra fértil: EEUU, Canadá y Australia.
En el transcurso del siglo XIX tuvieron lugar dos acontecimientos, uno externo y otro interno, cuya convergencia agregaría
nuevas vulnerabilidades a la densidad nacional. El externo fue la Revolución Industrial y el interno la apropiación
territorial.
La revolución industrial: La avalancha de innovaciones impulsó la globalización bajo el liderazgo de la primera potencia
industrial y tecnológica de la historia, Gran Bretaña. El acontecimiento inauguró el Segundo Orden Mundial (c. 1800-1914)
y transformó radicalmente el comportamiento de la economía mundial y las relaciones internacionales. Esta revolución
mundial, transformó radicalmente el contexto externo de la nueva República Argentina. La ampliación de la demanda de
alimentos y materias primas en las emergentes naciones industriales, la rebaja espectacular del costo de los fletes, las
comunicaciones en tiempo real convirtieron a Argentina en un importante punto de interés para el nuevo orden mundial.
La revolución industrial descubrió una nueva Argentina, importante productora y exportadora potencial de lanas, cereales
y carnes e importadora de manufacturas y capitales.
La apropiación territorial: El segundo acontecimiento fue la extensión de las tierras explotables, necesarias para participar
de la expansión del comercio mundial. Los pueblos originarios fueron desalojados y las mejores tierras de la región
pampeana apropiadas por pocas manos. Los antiguos grupos dominantes del periodo colonial y las primeras décadas de
la Independencia renovaron y ampliaron su posición hegemónica con el control del recurso que seria la plataforma de un
rápido proceso de crecimiento y fuerte inserción del país en el orden mundial.
Este hecho marca una diferencia fundamental con el proceso de ampliación de la frontera y poblamiento en EEUU, Canadá
y Australia, los cuales se integraron al mercado mundial como exportadores de alimentos y materias primas, donde los
nuevos colonos fueron los que expandieron la frontera y retuvieron el dominio de la tierra. Se conformó entonces un
sistema agrario con fuerte presencia de medianos y pequeños productores, que contribuyeron a la construcción de la
democracia de esos países y de una visión autocentrada del desarrollo.
En Argentina, cuando llegaron las corrientes inmigratorias desde Europa (a partir de la segunda mitad del XIX) las tierras
más fértiles y cercanas al puerto tenían dueño, por lo que esta falta de oportunidades de progreso hicieron que parte de
los inmigrantes volvieran a sus países de origen, y otros se radicaran en los centros urbanos. Los que se afincaron en zonas
rurales no tuvieron acceso a la propiedad de la tierra y se convirtieron en peones y arrendatarios.
De esta forma, la economía agraria se organizó en grandes latifundios y explotaciones bajo arrendamiento.
Esto provocó una fuerte concentración de la riqueza y el ingreso, y un sistema político controlado por los intereses
dominantes. El aumento de la renta de la tierra y de la producción agraria (en el marco de la inserción de la economía
argentina en la división internacional del trabajo, comandada por Gran Bretaña) consolidó la coalición de intereses entre
la potencia dominante (Gran Bretaña) y la oligarquía terrateniente vernácula.
La convergencia de estos dos acontecimientos agravó las debilidades heredadas de la densidad nacional. Los grupos
locales imperantes adoptaron la ideología del libre cambio, el pensamiento “céntrico”. La temprana simplificación de la
estructura productiva basada en la actividad primaria, el consecuente subdesarrollo industrial y la creciente concentración
de la población y la producción alrededor del puerto impidieron la emergencia, a escala federal, de actores sociales,
económicos y políticos asociados a la transformación de la producción y el empleo. Esto también frustró los procesos de
acumulación fundados en la gestión del conocimiento y debilitó la construcción democrática desde las mismas bases del
sistema económico.
La insuficiencia de sectores generadores de rentabilidad y empleo, distintos de la producción primaria y las actividades
conexas, impidió el surgimiento de empresarios, clases medias y trabajadores asociados a una estructura diversificada y
compleja, portadora de un proyecto de desarrollo nacional.
Argentina padeció de tipos de cambio compatibles con la rentabilidad de la producción primaria, pero insuficientes para
el desarrollo de las otras actividades sujetas a la competencia internacional.
En un sistema subindustrializado las variaciones de la paridad de la moneda repercutían directamente sobre la distribución
del ingreso entre los productores y exportadores de bienes agropecuarios y el resto de la sociedad. En esas condiciones,
la devaluación del peso no abría espacios de rentabilidad propicios a la inversión en la industria, sino que sólo transfería
ingresos al sector exportador y encarecía los precios de los alimentos vendidos en el mercado interno.
En 1930 colapsó el componente institucional de la densidad nacional, a causa de una sociedad dividida y sin raíces en la
participación de la estructura productiva y sin un proyecto de desarrollo. El régimen conservador controlo la situación y
dotó al país de instituciones republicanas y la división de poderes, para afianzar la seguridad interior y preservar la unidad
del territorio nacional. Pero el Estado Nacional y el sistema federal no lograron impulsar las transformaciones que trajo la
Revolución Industrial. El alto nivel de ingreso por la expansión rural permitió sostener políticas públicas, que contribuyeron
a la formación de clases medias y un mejor nivel cultural.
La estructura económica argentina quedó determinada por la convergencia de los acontecimientos externos e internos
mencionados.
Hacia 1914 se exportaba + del 50% de la producción primaria y el capital extranjero fue decisivo en el financiamiento
público y en las cadenas de valor.
Mientras que
- la producción de las estancias y chacras provenía de emprendedores locales
- el transporte por los ferrocarriles, el comercio internacional, la banca, los frigoríficos y gran parte de la infraestructura
de servicios públicos, pertenecían a empresas extranjeras.
En esa época, Argentina fue uno de los países más extranjerizados del mundo (como en 1990), por lo que el nivel de
producción, el ingreso y el empleo quedaron determinados por la evolución de la economía mundial.
Estos hechos impidieron que se endogenizaran las fuerzas transformadoras del cambio tecnológico, marcando gran
diferencia con Canadá y Australia, que lograron la integración de sus estructuras productivas, con un desarrollo simultáneo
del agro y la industria. La principal causa de estas diferencias, es la fortaleza de las densidades nacionales.
A comienzos del siglo XX comenzó a agotarse la fase expansiva de la economía Argentina desencadenada por la Rev. Ind.
El auge de la economía primaria exportadora se inició alrededor de 1860 y concluyó con el inicio de la 1era Guerra mundial
1914.
La declinación entre ambos sub periodos obedece a dos motivos principales:
Uno interno: dada la tecnología empleada se estaba agotando la expansión de la frontera agraria pampeana con la
puesta en producción de las tierras más fértiles de la misma. De allí en más debía aumentar por la incorporación de
tecnología para el incremento de los rendimientos vinculados y/o la puesta en producción de tierras marginales

Externo: en el escenario internacional, estallaba la guerra en 1914 y era evidente el comienzo del fin de la hegemonía
británica. El 2do orden mundial llegó a su culminación en ese entonces, dando lugar a un período de apenas 3 décadas
(1914-1945) que abarcó la 1era y 2da Guerra mundial.
En estos 30 años todos los indicadores de la globalización retrocedieron. Declinó la importancia del comercio
internacional respecto del producto mundial, se generalizaron los casos de insolvencia y default en las finanzas
internacionales y se deprimieron las corrientes de inversiones privadas directas.

Profe: En la segunda mitad del siglo XIX (1860/1880) hasta 1914 en Argentina se aplica el modelo agroexportador
(modelo de crecimiento liderado por las exportaciones). El modelo se sostiene en base a la teoría de las ventajas
comparativas. Argentina tiene ventajas en la elaboración de bienes primarios (exporta bienes primarios e importa
bienes industriales).
Los primeros años del modelo la balanza de Argentina es deficitaria. A partir de 1890 la balanza comercial comienza a
dar valor positivo, comienza a tener superávit y desde la última década del siglo XIX (1901 a 1913) es el apogeo del
modelo agroexportador. Hasta 1890 el modelo sufre ciertas crisis monetarias, inflacionarias, de deuda (hasta 1881
cada banco podía emitir su propia moneda y para ello tenían que tener el respaldo en oro y se endeudaban en el
exterior para poder realizar las emisiones. Se endeuda el sector público y privado hasta que se renegocia la deuda con
plazos de gracia y bonos).
Si bien la primer revolución industrial surge en Inglaterra, Argentina es uno de los países que mas se favorece sin haber
participado en ella porque comienza a tener inversiones extranjeras directas de Gran Bretaña (ferrocarriles, friorígicos,
sistema bancario). Las inversiones extranjeras directas son inversiones productivas (actúan como polo de desarrollo).
Gran Bretaña elige a Argentina para las inversiones porque obtiene los bienes primarios que necesita. Invierte en todas
las áreas claves para asegurarse que Argentina le va a exportar los bienes primarios e importar bienes industriales.
También recibió Inversiones Extranjeras Directas de Alemania y Bélgica. Durante la primera década del siglo XX
Argentina tiene un ingreso per cápita similar a la Europa Desarrollada.
El modelo agroexportador se sustenta en las exportaciones. Al exportar se genera un saldo positivo de la balanza
comercial y eso hace que ingresen reservas internacionales. Aumenta la producción por lo tanto aumenta el nivel de
empleo. Al aumentar el empleo aumenta el consumo porque aumenta el ingreso disponible de las personas. También
aumenta el ahorro y la inversión. Aumenta el gasto público.

Auge del modelo: Fue en la década del siglo XX donde la balanza era superavitaria. El componente mas fuerte de las
exportaciones fue la ganadería (vacuna y ovina). El modelo es exitoso recién en esta fecha (conquista del desierto)
porque era necesario extender los territorios para expandir la producción. La idea original era que las tierras se
distribuyeran pero la mayor parte fueron a la oligarquía (expandieron su poder). No se cumplió el proyecto de que las
tierras se distribuyan equitativamente. La industria era muy débil en Argentina. Se desarrolló el comercio y el sector
financiero. El sector agrícola era trigo, maíz y alfalfa. El primer destino comercial era Gran Bretaña.

En el auge del modelo Estados Unidos comienza a hacer inversiones extranjeras directas en Argentina. Uno de los
frigoríficos mas importante va a ser de capitales norteamericanos. EE UU trata de negociar acuerdos especiales en
Argentina pero Argentina prefiere tener negocios con Gran Bretaña y no tanto con EE UU. Habían preferencias
comerciales en Gran Bretaña.

Cuando el modelo agroexportador se agota, 1/3 de lo que se comercializa son bienes primarios y 2/3 de lo que se
comercializa bienes industriales. Al no desarrollar el sector industrial, nuestros términos de intercambio se
deterioraron y provocó que el modelo se agote.

Fallas del modelo: No se pudo aprovechar las ventajas del modelo, no hubo inversión en gestión de conocimiento, en
capacitación de recursos humanos que desarrollen tecnología. No se desarrolló industria, no se mejoró la calidad de
vida de la población. El modelo solo se basó en la economía primarizada y no se volcó en los otros sectores.
TEMA: MODELO ISI

o El nuevo orden mundial emergente después de la crisis


La economía de Estados Unidos genera alrededor del 20% del producto mundial y es protagonista principal del
comercio internacional, las inversiones privadas directas y la circulación de información. Además, tiene el privilegio de
que su moneda nacional sea reconocida como el principal medio de pago internacional y de formación de reservas en
el resto del mundo.
A partir de 1945 y en el contexto de la Guerra Fría, Estados Unidos cumplió un papel decisivo en la reconstrucción de
las naciones que participaron en la Segunda Guerra Mundial, principalmente de las economías de Europa Occidental
y Japón. Inicialmente, los déficits de pagos de esos países con Estados Unidos fueron cubiertos con programas
estadounidenses de ayuda (Plan Marshall) y medidas proteccionistas y de control de cambio delos países deficitarios.
Hacia finales de la década de 1950 la rápida recuperación de Europa y Japón permitió la progresiva liberalización del
comercio y el abandono de las restricciones a los pagos internacionales. Sobre estas bases, a partir de la década de
1960, Estados Unidos pudo mantener y financiar en su propia moneda un nivel de gasto que excede el ingreso
generado por la producción nacional de bienes y servicios más los ingresos por los capitales estadounidenses
invertidos en el resto del mundo. A partir de entonces, se produjo una transformación radical en el comportamiento
de los pagos internacionales de la potencia hegemónica y de la economía mundial. La economía estadounidense
comenzó a generar crecientes déficits en su balance comercial y en la cuenta corriente del balance de pagos. En
definitiva, el país no se vio forzado a ajustar su gasto al ingreso debido a la posición hegemónica de su moneda y su
economía en el mercado mundial.
En la década de 1960 varios países cambiaron sus tenencias de dólares por las reservas de oro estadounidenses. El 15
de agosto de 1971 el presidente Nixon suspendió las ventas de las reservas oficiales de oro. Ése fue el final del régimen
de tipos de cambio con paridades fijas referidas al oro, inaugurado con los Acuerdos de Bretton Woods. En diciembre
del mismo año los gobiernos del Grupo de los Diez establecieron el nuevo régimen de paridades flotantes.
La consecuente expansión de la liquidez internacional posibilitó la emergencia de nuevas operaciones denominadas
en dólares en el resto del mundo. Otra fuente adicional de liquidez surgió con el aumento de los precios del petróleo
a fines de 1973 y los petrodólares en manos de los miembros de la Organización de Países Exportadores de Petróleo
(OPEP). Este proceso de aumento de la liquidez a un ritmo que multiplicaba el crecimiento de las transacciones reales
convergió en la cada vez más profunda globalización de la economía mundial. El sistema global y la ideología
dominante se articularon en torno a los intereses del mundo del dinero. Los países centrales, bajo el liderazgo
estadounidense, desregularon los mercados financieros y las transacciones internacionales para los mismos fines.
¿Cómo se explica la disposición del resto del mundo a financiar el déficit de Estados Unidos, absorbiendo papeles de
deuda estadounidenses y constituyendo reservas internacionales en dólares? La respuesta radica en que el déficit
estadounidense expande la demanda agregada e impulsa la producción y la acumulación de capital del resto del
mundo. Esto permitió sostener la expansión de la economía mundial a pesar de que algunos de las economías más
dinámicas tengan una capacidad de generación de ahorro que no es totalmente absorbida por la inversión
determinada por la demanda interna. Además, el ingreso en los mercados mundiales de bienes producidos en
economías emergentes de bajos costos y salarios contribuyó a moderar las presiones inflacionarias en las economías
avanzadas. En definitiva, todos se beneficiaron con la situación. En resumen, el déficit estadounidense cumplió una
típica función keynesiana de expansión de la demanda agregada, que estimuló el crecimiento de las economías
superavitarias y la economía mundial en conjunto.

o La brecha ahorro-inversión en la economía global


A la brecha ahorro-inversión en la economía mundial contemporánea contó, desde la década de 1960, con la
comentada “respuesta” fada por el déficit de los Estados Unidos. El dilema ahorro-inversión subsiste porque los países
superavitarios, incluyendo los emergentes de Asia, cuentan con un ahorro excedente, y ahora, como consecuencia de
la crisis, los estadounidenses también comienzan a ahorrar.
Los países superavitarios generan mas ahorro del que pueden invertir en virtud de su demanda interna. La brecha se
expresa en el superávit de sus pagos internacionales. En contrapartida, países atrasados que tienen necesidades, que
demandarían inversiones masivas, no generan ahorro suficiente para hacerles frente. La teoría suponía que el capital
iría de los países ricos a los países subdesarrollados, pero la realidad resultó distinta: el dinero fue a la economía mas
desarrollada del mundo y el casino planetario. Los países subdesarrollados no absorbieron los excedentes de ahorro,
como prevería la teoría. En muchos de ellos, en cambio, las condiciones de inestabilidad provocaron la fuga de su
propio ahorro interno, con el mismo destino.
En resumen, la brecha ahorro-inversión en la economía mundial puede cerrarse empleando los excedentes de los
países superavitarios en programas de desarrollo de los países y las regiones atrasadas del planeta y de preservación
del medio ambiente. Sin embargo, es poco probable que los países centrales saquen conclusiones de estos hechos y
observen que, con esfuerzos muchos menores que los empleados para rescatar al sistema de sus propios problemas,
sería posible poner en marcha programas de cooperación internacional. Los países centrales siguen enfrascados en la
resolución de sus propios problemas.

o El orden mundial futuro


El nuevo orden mundial emergente tiene lugar en un contexto muy distinto al que predominó hasta fines del siglo XX.
El surgimiento del espacio Asia Pacífico, como un nuevo centro dinámico del desarrollo de la economía mundial, está
transformando el orden mundial en tres cuestiones principales, que son de especial importancia para Argentina y toda
América Latina. A saber: primero, la valorización de los recursos naturales y el consecuente aumento de los precios de
los alimentos y las materias primeras; segundo, el surgimiento de un nuevo polo financiero constituido por los grandes
excedentes en los pagos internaciones de las principales economías asiáticas; tercero, la incorporación de
corporaciones transnacionales asiáticas a las inversiones internacionales y la formación de cadenas de valor a escala
global. El dilema que deben resolver Argentina y los países hermanos de América Latina es si el impulso que
actualmente vuelve a venir de afuera, por la valorización de los recursos naturales, va a quedar en los límites de la
producción primaria, la semi industrialización y las sociedades socialmente fragmentadas; o si, por el contrario, va a
constituir una plataforma para el desarrollo integrado y la formación de economías industriales avanzadas.

o La crisis de los años treinta y la segunda guerra mundial

La gran crisis económica mundial de la década de 1930 terminó de demoler las reglas del juego del sistema global
incluyendo el patrón oro, el régimen multilateral de comercio y pagos y la fluidez en el movimiento de capitales.
La gran crisis económica mundial de la década de 1930 transformó radicalmente el contexto internacional dentro del
cual se había desarrollado la economía Argentina. Los mercados mundiales de alimentos y materias primas se
desplomaron, y las corrientes de capitales cambiaron de dirección cuando los países inversores comenzaron a rescatar
sus colocaciones en el resto del mundo.
Tanto Gran Bretaña como EEUU sustituyeron el credo librecambista por la intervención del estado y se instalaron las
políticas públicas. Desde la crisis, EEUU sustituyó a Gran Bretaña como centro ordenador del sistema. Con los
británicos, la economía argentina era complementaria, asociada a intercambios de productos primarios por
manufacturas, inversiones y financiamiento público. Por el contrario, respecto a la economía estadounidense, la
nuestra era competitiva en la exportación de productos primarios, pero deficitaria en la importación de manufacturas,
inversiones y créditos. De esta forma, se formó una relación triangular de los superávits de las relaciones con GB, que
financiaban el déficit con EUU. Este modelo prevaleció en la etapa de la economía primaria exportadora, la década de
1930 y la Segunda Guerra Mundial.
En 1930 se le derrumbaron a Argentina: el mercado mundial, el centro hegemónico de referencia y la ideología
dominante. Este cambio de contexto y la debilidad del sistema político del país provocaron en septiembre la instalación
de las Fuerzas Armadas como árbitro de las tensiones que el sistema político no podía resolver.
La densidad nacional siguió acumulando problemas, y junto con el desempleo y la caída del nivel de vida se agravaron
las desigualdades y las tensiones del orden social.
Desde mediados de la década de 1930, Argentina comenzó a crear instrumentos de intervención, como las juntas
reguladoras, el control de cambios, el Banco Central y el Impuesto a las gcias. La política económica fue eficaz en
administrar el impacto de la crisis sobre la actividad económica interna y los pagos internacionales del país. Pero esto
distaba de constituir una estrategia de transformación productiva e industrialización, o sea, gestión del conocimiento.
El régimen se limitó a sostener las bases del modelo anterior y entrar en un proceso industrial de sustitución de
importaciones, impulsado por la insuficiencia de la capacidad de pagos externa para sostener los abastecimientos
importados. La capacidad de mano de obra y de gestión empresaria estaba disponible para abordar el rápido desarrollo
de las industrias livianas (textiles y mecánica ligera).
La industria ganó participación en la generación del producto y del ingreso. Hacia 1945 ya superaba la posición relativa
de la actividad agropecuaria. La economía se volcó más hacia adentro, el mercado interno ganó posición como destino
de la producción, mientras disminuía la participación de las importaciones en el PBI.
El país comenzó a vivir más con lo suyo, pero seguía lejos de ser un sistema autocentrado realmente dinámico, con
una inserción en el mundo simétrica y no subordinada.
El despliegue de la actividad económica en el territorio reforzó el centralismo en torno del puerto de BsAs y la región
pampeana. Las nuevas industrias y los servicios tendieron a instalarse donde estaban el mercado y la fuente de
abastecimientos (puerto de BsAs y su zona de influencia). La industrialización promovió el desplazamiento de
población desde las zonas rurales hacia las ciudades. Al finalizar el periodo, Argentina tenía una sociedad
esencialmente urbana.
o El primer peronismo
Durante gobierno de facto, instalado por el Golpe de Estado de 1943, surge Juan Domingo Perón quien puso en marcha
diversas medidas de protección al trabajador en el marco de un discurso nacionalista y de voluntad popular.
Comprendió los reclamos populares contra la injusticia social, el fraude y la subordinación a la potencia imperial.
El gobierno de Perón adopto prácticas antidemocráticas que profundizaron la fractura entre sectores populares y
finalmente determinaron su caída en 1955.
El 1er gobierno de Perón se inició recién concluida la 2da Guerra Mundial.
Desde 1945 hubo grandes avances en el conocimiento científico e informático, lo que se transfirió al comercio
internacional, desplazando a los productos primarios por manufacturas portadoras de nuevas tecnologías.
De esta forma, el primer peronismo enfrento el proceso de transformación en un nuevo escenario mundial. Para
sustentar el cambio y la inclusión social sobre bases sólidas de largo plazo era necesario expandir las exportaciones de
productos primarios y manufacturas, superando los límites del modelo primario exportador y sustituyendo las
importaciones. También se debía apoyar a las empresas nacionales para que hagan frente a las filiales de empresas
transnacionales y fortalecer el sistema nacional de ciencia y tecnología, vinculándolo al sistema productivo. Se debía
fortalecer el sistema financiero para expandir el capital y el credito a las empresas asi como el desarrollo de la
infraestructura.
Es decir, que la nueva etapa reclamaba una estrategia de desarrollo nacional para gestionar el conocimiento sobre la
base de una estructura industrial integrada y abierta, complementada con una avanzada cadena agroindustrial. En
este escenario se desplegó la densidad nacional.
La inclusión social fue notable, el fortalecimiento de los sindicatos, el aumento del empleo y los salarios reales,
derivados del proceso de industrialización, contribuyeron a reparar agravios del pasado.
Las políticas del gobierno de Perón impulsaron la industrialización y una redistribución progresiva del ingreso, que
fueron sus aportes más notables.
La presencia del Estado fue decisiva en la administración de los resortes fiscales, monetarios y de pagos
internacionales. La nacionalización de los servicios públicos redujo la participación del capital extranjero a un mínimo
histórico. Con una masiva intervención del Estado, Argentina no era ajena a lo que sucedía en el resto del mundo. Perp
el gobierno prolongó el protagonismo del Estado, cuando ya hacían falta otras políticas para atender a las nuevas
tendencias.
El gobierno no logró sostener los equilibrios macroeconómicos del sistema, es decir, la solvencia fiscal y externa. La
sustitución de importaciones promovió una industria manufacturera, cuyas importaciones de equipos y materias
primas se pagaban con pobres superávits del comercio de productos primarios. Agotadas las reservas acumuladas
durante la guerra (a fines de 1940), la insuficiencia de divisas instaló el estrangulamiento externo como un problema
recurrente, determinante del proceso de contención y arranque ( stop-go), modelo de comportamiento de la
economía argentina hasta la introducción, en 1976, de la hegemonía financiera de la deuda externa.
El crecimiento y la transformación productiva en la década del primer peronismo (1945-1955) fueron importantes. El
aumento del PBI per cápita en el período, alrededor del 20% fue comparable al de Australia y Canadá, PERO el sistema
soportaba la debilidad de la densidad nacional y fue acumulando desequilibrios que llevaron a la inflación.
La inflación como problema crónico era desconocido en la economía argentina hasta 1945. Se instaló con el primer
peronismo y alcanzó su mayor aumento en 1952 (con el 39%). Desde entonces nunca cedió, hubo varias
hiperinflaciones, hasta la breve interrupción de la ficticia estabilidad de la convertibilidad en la década de 1990. Las
medidas prudenciales y políticas de ingresos contribuyeron a reducir el aumento de precios in 1953 y 1954, pero no
alcanzaron para resolver el problema.
El primer gobierno peronista careció de una estrategia eficaz para sustentar la industrialización y el progreso social
sobre la base de equilibrios macroeconómicos sólidos y un fuerte impulso exportador de productos primarios y
manufacturas, indispensable para remover la restricción externa.
El acceso al crédito externo concluyó, a partir de 1976, por instalar la deuda externa como otro factor estructural del
desequilibrio de los pagos internacionales.
Con la crisis de 1952, el gobierno intentó (sin éxito) recomponer su relación con el sector agropecuario, que había
soportado la crisis mundial, la guerra y el manejo en su contra de los precios relativos.
No pueden construirse procesos profundos de transformación y de acumulación de largo plazo, sobre la base del
desorden y la dependencia del financiamiento externo.
En el período no se establecieron las condiciones necesarias para consolidar, sobre bases sólidas, las transformaciones
en marcha. La acumulación de problemas económicos y tensiones políticas se reavivaron con brotes de violencia. En
este escenario se gestó el nuevo Golpe de Estado en 1955.

Entre dos golpes de estado: 1955-1976


La revolución cubana triunfó en 1958 y tuvo gran repercusión en América Latina. Abrió la expectativa del cambio social
por la vía armada en sectores contestatarios del orden preestablecido.
El resultado de la amenaza revolucionaria en la Guerra Fría, fue el triunfo de la alianza de los sectores conservadores
con los establishments militares, fundada en la doctrina de la seguridad nacional y respaldada x EEUU.
En esa época había concluido la reconstrucción de Europa y Japón y comenzaba un proceso de liberalización de las
relaciones económicas internacionales.
Surgieron nuevas actividades basadas en la electrónica, biotecnología, energía nuclear, que impactaron en la
transformación de las estructuras productivas y del comercio internacional. La revolución en las comunicaciones, el
procesamiento y circulación de datos en tiempo real contribuyeron a estrechar las relaciones internacionales e
impulsar la globalización.
Hacia finales de 1950 Argentina enfrentaba amenazas a su seguridad nacional, una nueva fractura del sistema político
con la proscripción del peronismo y la represión violenta de la protesta; en este escenario, necesitaba transformar su
estructura productiva para acomodarse a las nuevas tendencias del desarrollo y del mercado mundial. La globalización
penetraba el espacio argentino por la vía de la expansión y transformación del comercio mundial, la presencia de
filiales de empresas extranjeras, las restricciones de acceso al conocimiento por los regímenes de propiedad intelectual
y la incipiente presencia de la especulación financiera, que comenzaba entonces su despegue.
Seguían los desafíos que enfrentó el primer peronismo, agravados por la renovada evidencia de la vulnerabilidad de
la densidad nacional.
Era preciso, entonces, afirmar los equilibrios macroeconómicos, remover la vulnerabilidad externa, incorporar las
nuevas actividades portadoras del conocimiento y ampliar el perfil exportador con productos de creciente valor
agregado y tecnología. La cadena agroindustrial debía integrarse con un desarrollo industrial de amplia base y
diversificar y expandir las exportaciones.
Entre los golpes de estado de 1955 y 1976 la economía registró un considerable proceso de crecimiento y
transformación, en el marco de una volatilidad recurrente. El proceso de acumulación volvió a sufrir trastornos graves.
La inestabilidad política y de la macroeconomía desalentó la inversión y promovió la fuga de capitales. Las filiales de
empresas extranjeras comenzaron a ganar espacio respecto de las empresas de capital nacional, desalentando la
acumulación de poder económico en el empresariado local. Sin embargo, se registraron algunos avances tecnológicos
significativos en áreas como las biociencias y las biotecnologías.
El punto más grave de la fractura de la densidad nacional se asocia al plano institucional y político. La proscripción del
peronismo envenenó las relaciones políticas. Los retornos efímeros a la democracia y los Golpes de Estado se
sucedieron en 1958, 1962, 1963 y 1966. Desde finales de la década de 1960, los alzamientos armados amenazaron la
seguridad del Estado y crearon un clima de violencia.
Las Fuerzas Armadas mantuvieron su función de arbitraje de las tensiones que el sistema político no pudo resolver, y
sostuvieron políticas de desarrollo nacional. En otros momentos, sostuvieron ideas y políticas de filiación liberal.
La inestabilidad política y de la macroeconomía desalentó la inversión y promovió la fuga de capitales. La capacidad
de respuesta frente a los nuevos desafíos y las oportunidades de la globalización fue muy débil.
Las filiales extranjeras ganaron espacio respecto de las empresas de capital nacional. Sin embargo, se registraron
avances tecnológicos en áreas de biociencias y biotecnologías.
Los sucesivos golpes de Estado fueron la evidencia de la incapacidad del sistema político de acumular tradición y
práctica democrática en el marco de las normas constitucionales.
Un hecho grave de ruptura de la acumulación fue la intervención de las universidades en 1966. La agresión provocó el
desmantelamiento de institutos y equipos de investigación en las ciencias duras y en otras áreas, y produjo un grave
daño en el acervo científico y tecnológico del país.
La inestabilidad del escenario político se manifestó en el problema crónico de la inflación y la recurrente crisis en los
pagos internacionales. La inflación promedio se mantuvo en el 20% anual (picos superiores al 100% entre 1959-1975).
Teniendo en cuenta las condiciones extremas de conflictividad social y política, y consecuentemente la inestabilidad
macroeconómica, un hecho notable es que la economía registró un considerable crecimiento en el período. El PBI per
cápita se elevó en esas dos décadas al 2% anual, acelerándose en la 2da mitad (1964-1974) al 3% superior al de la larga
fase de expansión de la economía primaria exportadora.
Ciertas condiciones necesarias para el desarrollo industrial se mantuvieron y permitieron que la industria
manufacturera argentina alcanzara un considerable grado de madurez y capacidad competitiva, mientras que la
actividad agropecuaria había comenzado a repuntar.
Sin embargo, el regreso de Perón al poder en 1973 (en el marco de la violencia desatada por los terrorismos de
izquierda y de derecha) impuso nuevos desafíos que el caudillo y sus sucesores no pudieron resolver. Hasta ese
momento, el país tenía una población de 30 millones de habitantes, con un nivel cultural y capacidad de gestionar
conocimientos de frontera respetable, pero inició un periodo trágico de su existencia política y la peor etapa de su
desempeño en todos los planos.

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