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Desarrollo:

Podemos encontrar rastros concretos de actividades de patrocinio de los intereses de


otros ante los poderosos de cada sociedad desde las épocas más remotas. Sin duda, la
simple asistencia, tal vez la ayuda a exponer las razones de las partes ante el poderoso, el
uso, en definitiva, de la palabra para argumentar y convencer, se da ya en toda
comunidad por simple y primitiva que sea, y por ello cabe deducir que, durante los
milenios anteriores al alborear de la historia como registro escrito en el área medio-
oriental del denominado impropiamente “Creciente fértil”, también se iría perfilando la
práctica de amparo al necesitado o incapaz de expresarse con persuasión en sus
dificultades de la convivencia, porque la complejidad social que representa el Derecho no
pudo aparecer en el teatro de la historia sin una paciente acumulación de experiencia
social, desde que la revolución neolítica impuso el asentamiento estable de grupos
humanos, cuya convivencia, obviamente, estaba aderezada de conflictos, que exigían una
resolución, todo lo simple y expeditiva que fuese, que el grupo estimase legítima, ésto es,
funcional a su supervivencia como tal.

Es por esto que nace el deseo de estudiar el sistema jurídico Hitita, el cual era una
monarquía absoluta, y el soberano detentaba el poder político, militar religioso y
jurídico. La Corona se transmitía, por lo general, de padre a hijo; se ha conservado un
edicto del rey Telepinu en el que se establecen las normas de sucesión al trono y, en
concreto, que debía ser coronado el hijo de la reina (primero en la línea sucesoria) y, en
caso de ausencia de hijo varón, el hijo de una de las concubinas del rey (segundo en la
línea sucesoria). Con estas palabras da comienzo este artículo en el que se sintetizan las
características principales de la sociedad e instituciones hititas.

Las leyes reflejan las actitudes y creencias de la sociedad que las crea y regulan lo que
está permitido y lo que no, de ahí la importancia de los textos legales ya que nos
permiten conocer la vida del pueblo. Las leyes de cada sociedad llevan a cabo una doble
tarea: reflejan las actitudes y las creencias de la comunidad, y al mismo tiempo influyen y
regulan estas actitudes mediante la definición de los límites de lo que está permitido y lo
que no.

Entre las innovaciones legislativas que diferencian las leyes hititas del resto de códigos
del Próximo Oriente Antiguo destaca que, desde el rey Telipinu, último rey del Imperio
Antiguo, se supera la ley del talión, los actos infamantes como correctivos, las
mutilaciones y castigos corporales, primando la responsabilidad individual frente a la
colectiva o familiar3 y reservándose la pena de muerte a la jurisdicción real y para delitos
muy concretos: traición al Estado,4 bestialismo, brujería, adulterio, violación y
desobediencia grave de los esclavos. Así, las anteriores penas fueron sustituidas por un
concepto de sanción basado en la idea de resarcimiento del daño causado, en forma de
compensación económica o en especie.

Además, y sin perder de vista que el derecho cambia al compás del tiempo, y que las
leyes se adaptan a la sociedad que las crea, aunque las principales funciones de las
mujeres hititas eran el matrimonio, la familia y la administración del hogar, tuvieron
prerrogativas más amplias que sus contemporáneas babilónicas, hebreas, asirias o
mesopotámicas, mejorando el concepto que a estas se les asignaba de simple mercancía
de carácter fungible, es decir, un objeto reemplazable por otro “de igual calidad”.
Para la mejor comprensión de la situación de las mujeres en las leyes hititas se ha de
tener en cuenta que la investigación tropieza con dos problemas básicos:

 El primero se refiere a las características propias del texto del Código que no es un
corpus detallado y completo, sino un cuerpo legal de principios jurisprudenciales en
forma de supuestos y sus consecuencias.

El segundo problema es que a veces no queda claro el sexo de la persona jurídica sobre
la que se legisla, pues su lengua “no distingue género gramatical, de modo que las
indicaciones referidas al sexo de las personas mencionadas en la ley sólo pueden hacerse
por procedimientos léxicos o por el uso de sumerogramas o acadogramas que distingan
género”.

El segundo problema es que a veces no queda claro el sexo de la persona jurídica sobre
la que se legisla, pues su lengua “no distingue género gramatical, de modo que las
indicaciones referidas al sexo de las personas mencionadas en la ley sólo pueden hacerse
por procedimientos léxicos o por el uso de sumerogramas o acadogramas que distingan
género”.

Mujeres y hombres tenían la misma responsabilidad legal y en razón de la indemnización


civil por daños o muerte, siendo las diferencias en relación a la clase social, valiendo el
doble la mujer libre que la esclava.

Lo espeluznante es el mantenimiento, en la actualidad, de algunos de los preceptos de


las leyes hititas, asirias o mesopotámicas del Próximo Oriente Antiguo en el II milenio
aC.: la pena de muerte de la mujer que escapa a la sexualidad permitida, la prohibición
de moverse en el espacio público sin custodia masculina, imposibilidad de ejercer
derechos de ciudadanía, obligación de llevar o no un tipo de vestimenta, desigualdad
salarial y profesional, matrimonios concertados, y el valor de la vida de una mujer
correspondiente a la mitad de la de un hombre, entre otros. Queda la esperanza de que
en un futuro cercano esas situaciones desaparezcan en todo el planeta.

Barcia Lago, M. (2007). Los destellos del mundo antiguo. Los destellos del mundo
antiguo, 1000-1026.

De Martino, S. (2018). El sistema imperial hitita. Desperta Ferro: Antigua y medieval,


(48), 54-57.

Balanza, M. O. (2014). Propietarios de cuerpos femeninos: las mujeres en las leyes hititas.
Historiae, (11), 49-71.

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