LA HECHICERA
Fernanda Ronzoni
Romero
s yo fuera una hechicera, jsdlvese
quien pueda! Aprenderia los trucos
de una y mil maneras.
Viajaria en una escoba o en alfombra
voladora, por los cielos de mi barrio has-
ta llegar a mi alcoba.
Tendria un gatito negro de mirada
misteriosa. Prepararia mis pociones con
Pétalos de rosas.
Con un toque de varita, haria muchas
Picardias, El sol saldria de noche y la luna,
de dia,
Si yo fuese una hechicera haria lo que
quisiera: comeria dulces todo el dia y fal-
taria a la escuela.
‘Ordenaria mi cuarto con un chasquido
de dedos. jMiren, alli va la ropa, dobladi-
ta hacia el roperal
uentero
Me convertiria en princesa, valiente
y aventurera. Jamas besaria a un sapo,
aunque muy apuesto fuera,
Tendria cientos de juguetes, vestides
y cosas bellas. Subiria hasta el espacio de
la mano de una estrella
Si yo fuera una hechicera, en un abrir
y cerrar de ojos, jugaria con los colores y
los cambiaria a mi antojo.
Los conejos, turquesas; los arboles,
amarillos; rojas, las nubes, y celestes, los
grillos.
jQué divertido seria jugar a las escondi-
das! Podria hacerme invisible y nadie me
encontraria.
Entre hechizos y conjuros, magia y en-
cantamientos, me gustaria vivir en el pais
de los cuentos.jQUE DESORDEN!
Fernanda Ronzoni
| hada Maravilla perdié sus zapatillas.
Hoy tiene su primera clase de danza y
sin sus zapatillas de punta no podra bai-
lar. En la Aldea Encantada todos saben
que Maravilla es muy desordenada. Su
casita del hongo esta siempre patas para
arriba.
—{Dénde estaran mis zapatillas? —se
pregunta el hada, mientras busca deses-
peradamente debajo de su cama, entre
las almohadones jy hasta en la bafiera!
Una vez, perdié su gorro floreado y jzsa~
ben dénde lo encontré?! [Dentro de la
heladera! Otra vez, la mermelada de zar-
zamoras aparecié en uno de los cajones
de su armario, :pueden creerlo?
Su amigo, el duende Cascabel, siempre.
la ayuda a ordenar.
Cuando todo queda impecable, el hada
Promete que empezara a guardar cada
cosa en su lugar. Pero nuevamente falta
a su promesa.
RomeroCuentero
—jEsta vez tendras que arreglartelas ta
solal Debes ser mas responsable —re-
zonga el duende.
El hada, ofendida, corre a la casa de
Iris, la mariposa. Luego visita a Benito, el
caracol, y por tltimo a Chicha, la cigarra,
pero ninguno quiere ayudarla. Asi que
Maravilla pierde su clase de baile.
Furiosa, el hada entra como un torbelli-
no a su casa. Respira hondo, muy hondo,
y sé dispone a ordenar aquel desastre.
—jUfl ;Cuanto trabajo! —resopla Maravi-
lla, que comienza por la mafiana, al salir el
sol, y termina por la noche, cuando asoma
laluna. Ya exhausta, se acuesta a descansar.
Al dia siguiente, cuando despierta, su casa
luce grande y hermosa. Entonces grita:
—jPor fin! jAhi estaban!
‘Todos sus amigos se acercan para ver lo
que sucede. ;Y adivinen qué? Las zapati-
las de baile de Maravilla estan justo don-
de deben estar, dentro de su armario.LA MAGIA DE LAS PLANTAS
Laura Junowicz
ara Pedro, ir a visitar a sus abuelos al
Pavnpo era el mejor plan del verano.
Le encantaba andar a caballo, ordefiar a
las vacas; todo lo que en la ciudad no po-
dia hacer. Pero ese verano, su abuela tenia
pensado algo nueva para él. Algo especial.
—Ahora que estas mas grande, jpodrias
ocuparte de la huerta! —le propuso entu-
siasmada. Aunque a Pedro no le entusias-
mé tanto como a ella,
—En la huerta nunca pasa nada, abue, es
lo. mas aburrido del planeta...
—i,Cémo que no pasa nada? En la huerta
pasan cosas bastante magicas —le respon-
did, y de un cajoncito sacé unas semillas—.
Estas semillas se volverén planta, y de la
planta saldran frutos, que son los alimen-
tos que después comemos en casa. Eso es
algo bastante magico, gno?
Pedrose acordé de un cuento que le leia su
mama, de un nene que plantaba una semilla
y-después llegaba al cielo y habia un gigante.
"Eso sf es magia —pensé—. Pero solo pasa
en los cuentos”. Finalmente, le hizo caso a
su abuela y fue con ella a la huerta.
Pedro regé las hortalizas, corté los yuyos
y planté las semillas. Y ahora?
—Ahora, paciencia —dijo la abuela, y se
fue a dormir la siesta.
“Esto es lo més aburrido del planeta”,
volvié a pensar Pedro. Se senté en el suelo
y se quedé mirande el montoncito de tierra
donde habia dejado las semillas.
Mientras imaginaba cuanto mejor seria
estar andando a caballo por el campo, lo
que acababa de plantar empez6 a germi-
nar. En unos segundos, tuvo tallo, hojas y
tomates redondos y jugosos colgando.
"ZY si ahora baja un gigante del cielo?”,
pensd.
Pedro corrié a la casa a buscar mas semi.
las, Velvié rapide a la huerta, hizo el poci-
to, dejé las semillas, tapo, regé y se sent.
No pasaba nada. Los tomates seguian
ahi, pero de las semillas nuevas, ni noticias.
Desilusionado, Pedro se imaginé: jugan-
do con las vacas 0 los chanchos. Entonces
sucedié otra vez: una planta de maiz crecié
de golpe frente a sus narices.
Esa tarde, Pedro fue y volvié de la huerta
a la casa y de la casa a la huerta plantando
semillas sin parar. Las plantas no llegaron al
cielo ni trajeron gigantes, pero todo lo que
Pedro dejaba en la tierra, crecia.
La huerta terminé tan repleta que ya nada
tenia lugar ni para respirar. Debia arreglar
ese lio antes de que su abuela lo viera. Bus-
¢6 canastos y carretillas y recogid todo lo
que pudo. Corté, podé y junté. Terminé
molido de tanto trabajo.
—=iY todo esto, Pedrito? —dijo la
abuela cuando vio los montones
de cosecha, y Pedro le respondié:
—Es como dijiste, abue. En la
huerta pasan cosas bastante ma-
gicas.HIPO DE DRAGON
Femanda Ronzoni
RomeroCuentero
p“. ‘el dragén, era muy glotén. Siem-
pre tenia hambre. Nunca quedaba sa-
tisfecho,
—Mmm, jdeliciosas frambuesas para
mi pancita! —se relamia Puf. Pero no
comia diez o veinte... jse comia la planta
entera!
Una vez, mama dragona prepard pan-
queques para su té con amigas. Fue hasta
la alacena por un poco de miel y, cuando
regreso, jla bandeja estaba vacia!
—jPuuuuuf! —grité mama dragona
enojadisima.
Sin embargo, a Puf no parecia impor-
tarle. Comia todo lo que encontraba
en su camino: frutas, dulces, pasteles.
iY nunca queria convidar! Su panza crecia
mas y mas. Se sentia muy pesado. Ya casi
no podia volar, ni jugar al rocafutbol con
los demas dragones. ¥ como si esto fuera
poco, sucedié algo mucho peor...
A Puf le dio hipo. jzSe imaginan lo que
sucede cuando un dragén tiene hipo?!
—Hip, hip, hip —sonaba el hipo de Puf.
Y después de cada “hip”, juna enorme
llamarada salia de su becota! Era incon-
trolable, Nadie queria acercarsele por te-
mor a quedar rostizado.
Mama dragona intenté quitarle el hipo
con un susto, pero no funciond. Papa dra-
gén probé con cosquillas y, cuando esta-
ban a punto de festejar...
Hip, hip, hip —el dragoncito incen-
dié su sillén preferido.
Puf se marché solo y triste, hasta llegar
a uno de los volcanes que rodeaba la al-
dea. Sentado sobre la cima, entre hipos,
lagrimas y chispas, se puso a pensar.
—Daria lo que fuera por quitarme este
hipo de encima —murmuré el dragon.
Entonces el voledn comenzé a tronar.
—Soy el Voledn de los Deseos —dijo
una voz desde lo mds profundo de la tie-
tra—. Si prometes controlar tu apetito,
te libraré del molesto hipo.
Puf lanzé una piedrita al volcdn para
sellar su promesa y, por fin, su hipo des-
aparecié. Desde ese dia, Puf dejé de ser
un dragén glotén. Empezo a convidar
y volvié @ ser un dragon goleador.UN OGRO DE
VACACIONES
Laura Junowicz
RomeroCuentero
uando los ogros estan de vacaciones
¢ no tienen que asustar a nadie, se le-
vantan temprano, hacen las valijas y sa-
len de viaje.
Si van a la montafia, suben a los saltos
y se tiran rodando desde la cima has-
ta abajo. Después se bajian en el lago y
salen relucientes y perfumados. A ellos no
les gusta estar empantanados, llenos de
barro y moscas revoloteando, pero es
el traje que les toca usar para hacer su
trabajo. Por eso, en vacaciones, también
disfrutan de lucir camisas, jeans, mofios,
vestidos floreados y zapatillas,
Otras veces los ogros eligen ir a la playa
y construir cuevas de arena con baldecitos y
palas. Les gusta meterse al mar y barrenar,
Pero siempre llevan flotadores, porque los
ogros no son buenos nadadores. También
disfrutan de tomar sol para cambiar de co-
lor. Es que la piel verde con escamas no
combina mucho con la malla.
Cuando no trabajan, los ogros aprove-
chan para cambiar su dieta: sandwiches,
fideos, helados; estan cansados de los
gusanos y escarabajos que comen todo
el afio. Siestan en la ciudad, van a un res-
taurante y se sientan en una mesa, pero
en cuanto entran, todos huyen despavo-
ridos, no saben que son ogros de vaca-
ciones y que les gustaria hacerse amigos.
Ala vuelta de su viaje, un agro siempre
trae regalos: de la montafia, una cabra;
de la playa, palmera, y de la ciudad, un
farol y una camiseta. En el pantano, lo
recibe su mamé con un gruiido de feli-
cidad. Lo espera con el fango listo par
que vuelva bien sucio a trabajar.EL GATO ESTUDIOSO
Marco Manazzone.
G uille queria tener un gatito, y les pidié a
los padres que le compraran uno. Era un
hermoso, con rayas anaranjadas. Lo lla-
ito", porque al principio le decia "gati-
to”. Y lo hacia dormir junto a su cama, en una
canasta de mimbre con un almohadén.
Pero claro, a las mascotas hay que cuidar-
las. Un dia, Tito se lastimé una pata saltan-
do por la casa. El veterinario le puso una
venda y dijo:
—Hay que cambiarle la venda tres veces
por dia. Y evitar que ande saltando por ahi
hasta que se cure.
Guille era muy cuidadoso con el animal,
asi que los primeros dias no hubo proble-
mas. Pero antes de las vacaciones de invier-
no, a Guille le anunciaron un examen en la
escuela. ;¥ justo era la materia que mas le
costaba: historia!
Normalmente, Guille iba a la casa de al-
gun compajiero a estudiar, pero ahora tenia
que quedarse con Tito. Asi que se puso a
leer el manual de Historia en su cuarto. Ya
medida que iba pasando las paginas se an-
gustiaba cada vez més con todas las fechas
que habia memerizar.
#RomeroCuentero
Tito lo miraba desde su canasta y se lamia
el pelaje, sin tocarse la patita lastimada.
—Eso no puede ser tan dificil —dijo el
gato, de pronto.
Guille se quedé paralizado por la sorpresa
y mird a su mascota.
—Un chico inteligente no puede tener
problemas con ese examen —continus Tito.
Guille se agaché y lo acaricié (le gustaba
mucho acariciar el lomo anaranjado del ani-
mal).
—Pero... Los gatos no hablan! —excla-
mo.
—Yo si. Y mas atin: sé mucho de Historia.
El manual de Historia esta desde hace varios
dias sobre tu escritario, y lo estuve leyendo.
Guille se rio, muy contento, jSu gato sabia
leer y hablar!
—Y sé que te quedaste en casa por mi
culpa, asi que voy a ayudarte. ,Por qué no
anipezs mos por repasar las fechas principa-
les?
Tito se subié despacio al escritorio, cul-
dando no golpearse la pata vendada, y se
senté junto al manual, Entusiasmado, Guille
puso manos a la obra. Nunca le habia resul-
tado tan facil y entretenido estudiar,
Esa tarde se pasé volando, mientras él lela
y el gato lo iba ayudando a comprender y
resumir. Y en la noche, como agradecimien-
to, Guille lo dejé dormir sobre la cama (por
que a Tito le gustaba mas que dormir en su
canasta).
Al dia siguiente, a Guille le fue muy bien
en la prueba de Historia, Y desde entonces,
a veces estudia con sus compaferos, y a ve-
ces estudia en casa, con el gato. Solo tiene
que prestarle el libro antes, para que lo lea.LOS TRES DESEOS
Laura Junowic2,
—E: el sétano de su casa, Zaira encontrd
una vieja lSmpara, de esas que se utiliza-
ban mucho tiempo atrés para iluminar. Como
estaba sucia, la froté para limpiarla, sin ima-
ginar que pasaria lo que pasé: de la lampara
salié un espeso humo de colores, luego, un
genio de turbante, barba y bigotes.
—jTe cumpliré tres deseos! —anuncié el
genio, y Zaira le pidié lo primero que se le
ocurrid:
—jQuiero ser rica! —dijo, entusiasmada.
—jDeseo concedido! —sentencié el ge-
nio con los brazos cruzados, y la habitacién
se volvié a llenar de humo de colores,
‘Cuando la nube se esfums, Zaira miré al-
rededor pero no encontré ni oro, ni joyas,
ni ninguna riqueza. Sin embargo, se sen-
tia un poco extrafia, Se miré al espej
cuerpo ya no era de carne y hueso, jsi
de comida!: las brazos, de chocolate; las
piemas, de queso; el pelo, de fideos.
—jQué me has hecho? —le pregunté
desesperada al genio, que se agarraba la
panza y reia a carcajadas.
—Solo cumpli tu deseo. Eres tan rica jque
cualquiera querria comerte! —le respondid.
el genio entre risas—. Ahora, te quedan
dos deseos, muchacha.
Zaira volvid a mirarse al espejo. Se veia
tan horrible, tan transformada, que solo se
le ocurria una cosa, Entonces, pidio:
—Quiero ser la mas bella del reino.
Deseo concedido! —volvié a senten-
ciar el genio con los brazos cruzades.
Cuando el humo de colores se disolvid,
Zaira se mird répido al espejo: jseguia
exactamente igual!, con el cuerpo hecho
de alimentos,
El genio se refa a mas no poder.
—jDije que queria ser la mas bella, no la
#RomeroCuentero
més fea! —reclamé Zaira.
—Muchacha, en un reino de sapos, crée-
me, eres la mas bella.
Zaira miré por la ventana y comprobé lo
que decia el genio: afuera ya no habia per-
‘sonas, jtodos eran sapos!
—Ahora solo te queda un deseo —dijo el
genio con tone burlén.
—Pensé que los genios eran buenos,
pero estaba equivocada: eres muy malva-
do —dijo Zaira, y al genio le cambié la cara.
—No soy malvado... —respondié con
‘tone tristén—. Llevo muchos afos espe-
rando que alguien encuentre la lampara, ¥
alli adentro estoy tan sole y aburrido...
—Entonces ya tengo mi tercer deseo:
jdeseo que ya no seas el genio de la lam-
para! —exclamé la muchacha, y el humo
de colores no solo inundé la habitacion,
‘también el reino entero. Cuando se eva-
pord, Zaira era otra vez de came y hueso.
Afuera, ya no habia sapos, sino humanos.
Yal lado de la muchacha, parado, un sefior
de turbante y bigotes.
El genio se habia convertido en hombre
y, con él, su magia se habia disuelto. Asi co-
nocié la amistad, sin engafios ni trampas. ¥
tuvo verdaderos amigos, come Zaira.CAPERUCITA ROJA
Aidé Andreone
H bia una vez una nifia llamada Caperu-
ita Roja. Su mamé le encargé que le
llevara unos pasteles a su abuela, que es-
taba enferma. Como debia cruzar el bos-
que, su madre le dijo:
—No te distraigas ni hables con extrajios.
Pero Caperucita vio unas flores tan lin-
das junto al camino que se detuvo a armar
un ramo para su abuela. Entonces apare-
cid el lobo que, con astutas preguntas,
averigué adénde iba.
De inmediato, este corrid ala casa de la
abuelita por un atajo.
—jAbre la puerta, abuelita! Soy Cape-
rucita Roja y te traje unos pasteles— min-
tid el lobo.
—Pasa, querida, la puerta esta sin llave.
Veloz como un rayo, el feroz animal en-
cerro a la anciana en el armario. El lobo
se disfrazo con el camisén de la abuela
y se metié en la cama a esperar a la nifia.
Enseguida, llamaron a la puerta:
—Abreme, abuelita! Soy Caperucita
Roje y te traje unos pasteles y unas flores.
El lobo respondié con voz femenina:
—Pasa, querida, la puerta esta sin llave.
Caperucita, al verlo, se sorprendié.
—Abuelita, jqué ojos tan grandes tienes!
Y el lobo contest
—Para mirarte mejor.
Siguié Caperucita:
—Abuelita, jqué orejas tan grandes!
—Para oirte mejor —contesté el animal.
Por fin, Caperucita, extrafiada, exclamé:
—Abuelita, jqué dientes tan grandes
tienes!
—jjjPara comerte mejor!!! le grito el
lobo y se abalanzo sobre ella.
Caperucita coria y gritaba pidiendo
ayuda. El guardabosque, que estaba cer-
ca, la escuché y acudid a la cabafia. Con
su escopeta, disparé unos tiros.
El lobo huyé despavorido, pero la nifia
estaba preocupada por su abuela. De
pronto, escuchd que la llamaba:
—jAbreme, Caperucita! Soy la abuela y
estoy en el armario.
La abuela y la nieta se abrazaron y feste-
jaron junto al quardabosque. jLos pasteles
estaban deliciosos!
Desde entonces, Caperucita escucho muy
atenta los consejos de su mama y nunca
mas se distrajo en el bosque.
RomeroCuenteroEL FANTASMA DEL HOTEL
Marce Manazzone
E Thotel era enorme y estaba ubicado cer-
ca de una hermosa playa. Pero cada vez
se alojaba menos gente en él, porque de-
cian que de noche habia un fantasma. Asi
que para tranquilizar a los clientes, el duefio
contraté a un guardia nocturno, que se ins-
talé a vivir en el edificio con su hijita.
—A veces, hasta yo mismo escucho rui-
dos en las habitaciones vacias —le conté el
duefio al guardia, mientras lo llevaba a ha-
cer una recorrida por todo el lugar—. Yo no
creo en los fantasmas, pero ya no sé qué
pensar...
El que si creia en los fantasmas era el guar-
dia, que pronto comenzé a hacer las rondas
nocturnas. A veces lo acompafiaba su hija,
que estaba maravillada con todas las habi-
taciones, pasillos y salas que tenia el hotel.
—Si ves un fantasma, no te asustes le
decia el padre, que estaba convencido de
que los fantasmas eran buenos.
¥ la nena se alegraba con la advertencia,
porque nada la entusiasmaba tanto como
ver un fantasma. Habia leido muchisimas
historias de fantasmas, pero nunca habia
conecido a uno personalmente.
Una noche, mientras recorian un pasillo
del piso mas alto, padre e hija oyeron ruidos
raros en una habitacién. El padre se detu-
vo y con un gesto indicé que se quedaran
quietos.
—En esta habitacién se supone que no
hay nadie le dijo a la nifia, en voz baja.
De golpe, alumbrando con la linterna, el
guardia abrié la puerta y... jahi estaba el
fantasma, saltando en la cama! La nena en-
tr6 detrés de su padre y lo vio: era un fan-
tasma muy pequefito, mas o menos de su
tamafio.
El fantasma se avergonz6 de que lo des-
L)
#RomeroCuentero
cubrieran (porque lo normal es que los
fantasmas asusten a la gente, no que sean
sorprendidos por ella). Y casi que se puso 2
llorar.
—Yo no quiero asustar a nadie —les
confesé, mientras alisaba las mantas de la
cama—. Pasa que me aburro: estoy solo en
este hotel gigantesco, y no tengo nadie con
quien jugar.
Padre ¢ hija se apiadaron del pobre fan-
tasma solitario, que parecia muy bueno. La
nifia se acercé y le convidé un caramelo.
—Yo tampoco tengo amigos en este lu-
gar. Podriamos jugar juntos —le dijo, mien-
tras el otro tomaba el caramelo.
Al fantasma se le iluminaron los ojos del en-
tusiasmo. El guardia consideré la situacién.
—Les propongo algo —dijo finalmente—-
Mientras yo hago la primera ronda de cada
noche, ustedes pueden jugar en las habita-
ciones desocupadas.
El fantasma y la nifia se miraron y saltaron
de alegria.
Desde entonces, el fantasma y la hija del
guardia juegan todas las noches en cistin-
tas habitaciones de ese enorme hotel. ¥ el
duefio y sus huéspedes duermen trang
los, pensando que los fantasmas se fueron
para siempre. Claramente, se equivocan-EL SALTO
DEL ELEFANTE
Uza Porcelli Piussi
E! tigre, la jirafa, el elefante y el mono
caminaban en fila buscando un rio,
—Si no me revuelco en barro, me pican los
mosquitos —contaba el elefante.
——Me muero de sed... —decia la jirafa.
—¢Se callan? —se quejaba el tigre.
Asi anduvieron un buen rato. Hasta que
la jirafa se pardé de golpe.
—jAgua a la vistal —grité.
Los cuatro apuraron el paso, pero esta
vez fue el tigre el que de golpe paré: la
tierra delante de él estaba quebrada. De
un lado a otro, una profunda grieta la re-
corria. El tigre miré el precipicio que se
abria debajo, pego un salto y como una fle-
cha, cayé del otro lado.
La jirafa tomé envidn y salté hasta el otro
lado. Luego, estird su cuello, lo transformé en
un puente y el mono cruzé a pie. El elefante
enseguida intenté seguirlo.... a
— {Quieres aplastarme? —pregunté la jirafa.
—Salta asi sequimos —le dijo el tigre.
—Mejor yo me quedo de este lado, va-
yan ustedes —exclamé el elefante.
—jPero de qué estds hablando? —le
dijo la jirafa—. Si fuiste el primero en de-
cir que necesitébamos agua. jVamos, salta!
Entonces el elefante se dejé caer al piso,
Se tapé la cara con la trompa y grito:
—iLos elefantes no saltan!
La jirafa, el leén y el mono se miraron.
—Si, es verdad —dijo el mono—. Me ha-
bia olvidado: los elefantes nosaben saltar...
—i.Qué hacemos? —pregunté el tigre.
Dos drboles crecian en el borde de la
grieta, el mono los miré y se le ocurrid
Una idea: llamar a las arafias.
Al ratito, un ejército de arafias dimini
tas formaba fila al lado de los drboles.
El mono hizo algunas sefias y las ara-
fias se pusieron a tejer. A los minutos, una
gran tela unia los dos arboles.
—Ahora si vas a saltar—le dijo el mono.
El elefante apoyd su cola en la tela de
arafia y caminé para atras todo lo que
pudo. Cerré los ojosy... solo le faltaba le-
vantar sus cuatro patas al mismo tiempo.
El mono les hizo un guifie a las arahas.
Ellas le pincharen las cuatro patas al ele-
fante que vold por los aires.
El tigre, la jirafa y el mono salieron co-
triendo preocupadisimos.
Pero el elefante volé con tan buena pun-
teria que cayé justo en el rio que busca-
ban. Los elefantes no sabran saltar, pero
nadar, nadan como una ballena. Y asi lo
encontraron: haciendo la plancha y tiran-
do agua por la trompa.
RomeroCuenteroEL ARBOL DE LIBROS
Marco Manazzone
osé tiene un arbol especial en el fondo.
de la casa. Los drboles comunes tienen
hojas, que salen de las ramas. Pero el ar
bol de José tiene hojas... jde libros! Si, de
las ramas brotan libros, y no hojas verdes y
gruesas, como en un olmo, u hojas finitas,
como en un pino. Es un drbol que en vez
de dar flores o frutos, da libros, aunque pa-
rezca raro.
Por eso, muchos chicos del barrio lo visi-
tan. José los deja pasary ellos, con una es-
calerita, descuelgan un libro y se lo llevan
para leer en la casa. José les pone una tini-
ca condicién: que se lleven y lean el libro
que les toca, sin quejas ni devoluciones.
Porque tados los libros son dlivertidos si se
los lee con ganas.
Lo que nadie en el barrio sabe es cémo
logré José tener ese arbol. Es un secreto.
Resulta que, hace afios, José estaba
leyendo en el fondo de su casa, en
una reposera, y se habia llevado
dos libros. De pronto se nublé y
empez6 a llover, por lo que él
salié corriendo con el libro que
estaba leyendo... jy se olvidé el
otro en el pasto! Ese dia llovid muchi-
simo, y siguid lloviendo al dia siguiente,
y al otro dia. Cuando al fin paré de lover,
José fue a rescatar el pobre libro que habia
dejado a la intemperie, pero no lo encon-
6: solo vio un agujero en el suelo, como si
el libro se hubiera hundido. José se sintié
‘uy mal por haberse olvidado el libro en
medio del aguacero, y se prometié no ha-
cer nunca mas una cosa asi.
Lo cierto es que tiempo después, alli mis-
me, en ese agujero, germind un brote ver
de. Asombrado, José lo empezé a regar
todos los dias, a ver qué planta era. ¥ final-
mente, era el drbol... que en vez de hojas,
flores o frutos, tiene libros!
‘Ahora, cada vez que esté por largarse
allover, José va corriendo al fondo de su
casa y arranca del érbol los libros que cuel-
gan, para que no se mojen. Y se los daa
los primers que lo vienen a visitar al dia
siguiente. Y a los que llegan més tarde, los
deja pasar y les da la escalera para que se
agarren uno, porque seguro que del érbol
ya brotaron libros nuevos.
#RomeroCuenteroUN GOL AL CIELO
Laura Junowie2
ra lahora de la siesta: el mejor momen- co", pensé Pablo. Tenian que inventer algo
to para salir a jugar. El barrio duerme rapido, debian arreglarlo antes de que sus
y la calle es un estadio con las tribunas re-
pletas alentando con papelitos de colores
y cantitos de olé, olé. Manuel y Pablo, que
eran vecinos, y sobre todo amigos, corrian
de esquina a esquina. Pase va, pase viene y
igocooll, y el estadio temblaba de emocién.
Todos los dias metian golazos en la ve-
reda de su casa. Pero hubo uno que fue
inolvidable, insuperable: cuando Pablo le
hizo un gol al mismisimo cielo.
Pase va, pase viene, Pablo sacé la lengua
para el costado y pated para hacer el me-
jor gol de su vida. Pated como nunca. Con
un estilo, con una pasién, con una poten-
que la pelota salio disparada para el
cielo, y siguié subiendo, y siguid, y siguid,
y cuando parecia que se iba a perder en el
espacio... jjjcrashi!!, unmontén de pedaci-
tos de cielo cayeron en la vereda.
Los dos miraron para arriba. Aunque pa-
tecla mentira, en el cielo, justo justo encima
de la casa de Pablo, habia un agujero. Se
quedaron mudos. Sabian que hablan meti-
do la pata, hasta el fondo, mucho mas que
a vez que le rompieron un vidrio a
la vecina. "Al cielo no se llega con
una escalerita”, pensé Manuel.
“No se puede comprar un cielo
de repuesto para tapar ese hue-
padres se levantaran de le siesta.
Entonces a Manuel se le ocurrié ir a bus-
car a su tio Antonio, que era piloto y tenia
una avioneta, y a Pablo se le ocurrio tapar
el agujero con algodén, que era lo que su
mama usaba cuando él se lastimaba. Que-
daria como una nube mis, estancada justo
justo arriba de su case.
Volaron hasta el hueco en la avioneta, y
entre Manuel y Pablo lo taparon. El plan
fue un éxito, aunque tuvieron que usar mu-
chos paquetes de algodén, como cien.
Los dos sabian que ese habia sido el gol
més increible de la historia, pero tuvieron
que prometerse que nunca se lo contarian
anadie. El tio Antonio también.
Asi que ya saben, si descubren una nube
muy muy quieta, tanto que no se va ni en
los dias de sol, estaran viendo un secreto:
un poco de algedén tapando un hueco de
gol en el cielo. Pero no se lo digan a nadie.
#RomeroCuenteroEL ESPEJO ABURRIDO
‘Laura Junowicz
E: una casa de un reino no tan lejano,
ocurrié que una mafiana, cuando la se-
fiora fue al bafio a lavarse la cara, se miré al
espejo y se vio con un sombrero. Como no
recordaba haberse dormide con un som-
brero puesto, se tac la cabeza. Y aunque
el reflejo decia lo contrario, no tocé nada
més que un peinado despeinado.
Llamé a su esposo, y cuando él se mir6,
se encontré con una nariz roja de payaso.
La sefiora se rio tanto que le empezé a do-
ler la panza. Sin embargo, al mirarlo a él
directamente a la cara, no veia nada extra-
fio (adem de la misma nariz de siempre,
finita y respingada).
Descolgaron el espejo y observaron por
detrés, pero no habia nadie haciéndoles
una broma. Limpiaron un poco el vidrio y se
volvieron a mirar: de pronto, los dos tenfan
bigote y en el medio de la frente, un lunar.
Como ya ninguno sabia qué mds hacer,
decidieron buscar a un especialista en es-
Pejos.
Al llegar, el sefior Giovanni descalgé el
espejo y lo revisé por los cuatro costados.
Le tomé las medidas, el pulso y le hizo
pruebas de reflejo. Cuando termind, diag-
nostic6:
—Lo que tiene este espejo es un terrible
aburrimiento.
—iY céme lo curamos, sefior Giovanni’
—preguntaron la sefiora y su esposo a coro.
—jEs ldgico! jLo tienen que divertir! —res-
pondié, como si fuera obvio.
A partir de ese dia, si querian verse en
el espejo del bafio sin ser burlados, debfan
hacer una morisqueta o contar un chiste
agraciado.
Cuando recibian visitas, al lado del es-
pejo, la sefiora colgaba un cartelito: “Por
favor, ayidenos a mantener al espejo con-
tento: ponga cara de chancho”.
#RomeroCuenteroCUANDO LOS DRAGONES
SE ENAMORAN
‘Laura Junowic2
~@
°
e
#RomeroCuentero
omo muches dragones de cuentos,
Flavio era un villano; capturaba prince-
sas, desafiaba caballeros y asediaba aldeas
y reinos. A veces hacia maldades mas pe-
quefias: pisar hormigas, arrancar las flores
de los caminos, lamer el relleno de las ga-
lletitas y devolverlas al frasco.
Un dia muy soleado, de esos que a Flavio
lo ponian mas malvado, caminaba por ahi
planeando alguna fechoria. De repente vio
que a lo lejos se levantaba una llamarada
que llegaba hasta el cielo. “Esa no es una
llama cualquiera —se dijo—, jes fuego de
dragén!",
Flavio se enfurecié, porque pensé que
‘otro dragén habia venido a quitarle su
puesto come villano del reino. Pero luego,
entre el humo negro de las llamas, se as0-
Maron unas pestajias larquisimas, y debajo
aparecieron los ojos pequefios y furiosos
de una hermosa dragona. En ese momen-
to, a Flavio se le encendié el pecho (pero
No con fuego}, Nunca antes habia visto a
una dragona.
Flavio se acercé a los saltitos, como hacen
los dragones cuando se enamoran, y cuan-
do estuvo frente a ella, lanz6 una llama al
aire en forma de flor. Asi llamé la atencién
de Ia dragona, que venia persiguiendo a
‘un grupo de duendes por el bosque. Al ver
a Flavio, ella solté a los duendes y se puso
colorada, porque tampoco habia conocido
nunca a un dragon. Luego, se presente:
—Mi nombre es Bernarda.
Y yo soy Fla-fla-flavwv-vio...
Flavio apenas pudo decir su nombre. jPa-
recia un dragon tartamudo!
Los duendes acechados por Bemarda ob-
servaban con la boca abierta el espectéculo:
losdragones se miraban como hipnotizades.
Los duendes festejaban en ronda cantan-
do:
—jDragones enamorados, se acabaron
los villanos! ;Dragones enamorados, esta-
mos salvades!
Sin embargo, los dragones, aun enamo-
rados, no dejan de ser malvados. Después
de un rato de suspiros melosos, Flavio y
Bernarda escucharon la cancién de los
duendes y, ya sin mirarse, lanzaron sus fue-
gos malévolos al mismo tiempo. Los duen-
des echaron a correr otra vez, mientras los
enamorados los perseguian tomados de
las manos.
Flavio y Bernarda compartieron sus fe-
chorias desde entonces y para siempre.
Asi, los dragones vivieron malvadamente
felices, y comieron duendes y perdices.EL HADA MELINDA
Femanda Ronzoni
Pia le encantan los animales. Su ami-
ga se llama Iris, y es una tortuga muy
especial: su caparazén es multicolor y los
dias de sol refleja un hermoso arcoiris.
Una tarde, Pia llamé a su tortuga para
ofrecerle algunas sabrosas verduras. Pero
Iris no aparecia.
—gDénde estard Iris? le pregunto a Si-
mn, el sapo que vive en un agujero en el
jardin.
—iCroad Hoy no la he visto —respon-
did Simén.
Pia vio a la paloma Pilar posada sobre
una rama.
—éla ves a Iris en algun lado? —pre-
gunté Pia.
—iNo! Quizds Olivia, la oruga, sepa
donde buscarla —sugirié la paloma.
Olivia descansaba entre las hojas de un
arbusto. Cuando vio a Pia le pregunté por
qué estaba tan triste.
—Porque extrafio a mi tortuga —expli-
cé Pia—, Hace dias que no pasea por el
jardin.
De pronto se levanté una brisa fresca y
se arremolinaron algunos pétalos de co-
lores, Las flores del jazmin, que son como
estrellitas blancas, se prendieron en el ca-
bello de Pia, Después de peinarse, abrié
los ojos, y entonces la vio: jera una criatu-
rade lo més extrafia! Parecia ser una nena
de su edad, jpero era diminuta! Tenia el
tamafio de una mariposa, volaba con unas
alitas transparentes y estaba vestida con
hojas y pétalos de rosa.
—Me llamo Melinda, soy el hada de las
cosas perdidas —dijo, Y enseguida solté
una risa tan contagiosa que Pia no pudo
evitar reirse con ella.
El hada Melinda le dijo a Pia que, con
paciencia, encontrarian a Iris.
Luego, agité su varita y de inmediato
cientos de mariposas exploradoras acu-
dieron en su ayuda.
—jAdivina, adivinador, dénde estara la
tortuga multicolor?
Con esas palabras magicas, se levantd
un resplandor de colores. Pia y Melinda
siguieron el haz de luz, hasta que llegaron
a una montaria de hojas secas. jLa luz ve-
nia del caparaz6n de Iris! Estaba durmiendo
muy tranquila, porque habia comenzado a
hibemar,
El hada Melinda le explicd a Pia que du-
rante el invierno muchos animales duer-
men para recuperar fuerzas. Desde ese
dia, Pia espera ansiosa la llegada de la pri-
mavera, para volver a jugar con su amiga.
RomeroCuenteroMAS RAPLDO QUE EL VIENTO
Laura Junowic2
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RomeroCuentero
Ds: lo alto de un Arbol, un gato mi-
raba como el viento se llevaba las ho-
jas amarillas caidas en el pasto. Las hojas
parecian evaporarse en el aire: el viento
corria a toda velocidad.
—Existira algiin animal tan veloz como
el viento...? —pens6 el gato en voz alta,
Enseguida, alguien respondié:
—Per supuesto: jyo! —dijo un mono
muy convencido desde el arbol de al lado.
El gato se rio burlén, y lo desafia:
—Te juego una carrera hasta el ultime ar
bol del camino, a ver quién llega primero.
—Sefiores, no pierdan su tiempo, yo
soy més veloz que el viento —aseguré de
Pronto una voz ronca desde el suelo: un
sapo redondo, inmenso, como un globo a
punto de estallar. Inmediatamente, se oyd:
—WNo canten victoria, amigos, yo fui tres
‘veces campeona, ni el viento me puede ven-
cer —fanfarroneé una hormiga que pasaba
por ahi recolectando migas y hojitas.
—jCuénto palabrerio! —intervino una le-
chuza en fa discusién—. Que camience la
carrera, yo seré el juez —propuso y volé has-
ta la meta. Al canto de "jlistos, preparados,
yal", los corredores salieron disparados.
Pero la carrera fue un mamarracho. De
inmediato, el mono quedé descalificado,
porque en lugar de correr, fue pasando
de arbol en arbal. El sapo, por otra parte,
era muy perseverante. Corria a toda ma-
quina, saltito. a salto, pero al rato se que-
do sin aire, come un globo desinflado. La
hormiga iba ganando la carrera hasta que
en el camino se encontré una cereza. “jEl
hormiguero estd primero!”, pensé y llamo
asus hermanas, para que la ayudaran a le-
vantarla. El gato también se distrajo. Al-
guien lo salpicé con barro y, muy coqueto,
como tado gato auténtico, no pudo seguir
corriendo: se queds a un costado, bafian-
dose a lengiietazos.
Mientras tanto, el viento sequia corriendo,
y la lechuza, en el drbol al final del camino,
seguia esperando que los competidores
llegaran a la meta. Nunca se dio cuenta de
que no hubo ganador, Se distrajo obser-
vando cémo el viento se llevaba las hojas
amarillas a toda velocidad. Parecia que
volaban 0 se evaporaban, como por arte
de magia. Entonces la lechuza pensé en
la velocidad del viento, y remonté vuelo.
En una de esas, le ganaba una carrera.CUANDO TODO DUERME
Laura Junowicz
I grillo Jacinto amaba el silencio, por-
que podia escuchar mejor sus pensa-
mientos.
Jacinto decia que no habia silencio mas
hondo que el de los humanos durmien-
do. Las personas pasaban de ir y venir a
toda velocidad, a quedarse placidas, se-
renas como las plantas o los objetos. Por
eso, durante las noches, cuando todos
ya dormian, Jacinto se escabullia en los
cuartos de las casas y se escondia cerca
de las camas. A veces le gustaba jugar a
adivinar con qué estaria sofiando la per-
sona que tenfa al lado,
Cuando ya no se ofa ni el vuelo de un
mosquito, Jacinto se ponia a meditar.
Juntaba sus patitas y las hacia sonar:
“cricricri, cricri”. Ese sonido lo ayudaba
@ entrar en concentracién, Y cuanto mas
cencentrado estaba, mas fuerte grillaba.
Hasta que en un momento el ruido era tal
que hacia despertar al que se encontraba
durmiendo:
—iiDénde esta ese grillo que me sacé
de mi sueiio?! —protestaba la gente.
RomeroCuentero
Entonces a Jacinto no le quedaba otra,
tenia que salir donde el silencio no es tan
silencioso porque las hojas de los érboles
tiritan, los perros ladran y algunos autos
todavia pasan.
La historia fue diferente cuando Jacin-
to conociéd a Muriel, una nena muy sit
patica que dormia con su mufieca Pepa.
Cuando Muriel se desperté por el grillar
de Jacinto, no grité ni se enojd.
— comenz6 a reirse de su ab-
surdo miedo.
4 Por fin llegé el dia de zar-
par. Orfeo bebié las seis
gotas del brebaje y... ja
buscar el tesoro! El galeon
atravesd grandes tormen-
tas, hasta que uno de los tripulantes
ierra a la vista!
Desembarearon, siguieron el mapa du-
rante horas y... jalli estaban las monedas
de oro!
Orfeo ya no era “el pirata con mareos".
jAhora era el pirata mas valiente del mun-
do entero!EL CABALLO DE ADELA
Laura Junewiez
Cnn su abuela la llevaba al carrusel,
‘Adela subia siempre al mismo lugar: al
caballo. Ni al auto, ni al banquito, ni a la
nave. Y si no, no se subia. Porque el caba-
llo era el Unico que ademas de girar con el
carrusel, se movia: subia y bajaba. Si Adela
cerraba los ojos, sentia que el caballo galo-
paba por toda la plaza y su pelo flameaba
en el aire.
Una vez, al bajar del carrusel, Adela le
dijo a su abuela que le gustaria tener un
caballo en su casa y salir a pasear por to-
das las plazas. La abuela le explicé que los
caballos no son como los perros 0 los ga-
tos, porque necesitan otros cuidades, otro
espacio mas grande y verde que el que
hay en una casa. Adela se quedé callada,
pensando en esos paseos y en lo mucho
que cuidaria a su caballo.
Al dia siguiente, volvié a la plaza con su
abuela y lo primero que hizo fue correr al
carrusel y subirse al caballo. Adela giraba
y subfa y bajaba con los ojos cerradas, s0-
fiando que cabalgaban por las calles de la
ciudad. La nifia volvié a pensar cuanto le
gustaria tener un caballo —no de madera,
de verdad—, pero recordé las palabras de
su abuela. Entonces decidié que ese seria
su caballo y le puso un nombre: “Evaristo”,
pensé.
De pronto, Adela sintié que el caballo era
mas suave, Ya no parecia madera, sino pe-
Iaje. Abrié los ojos y lo comprobé: Evaristo
se habia soltado del carrusel. Ahora, galo-
#RomeroCuentero
us
paban por la plaza con el pelo flameando
al viento, como tantas veces se habia ima-
ginado,
Los nifios corrian detras del caballo y de
Adela, y los grandes les abrian paso. Su
abuela, parada sobre un banco, la saluda-
ba con un pafiuelo.
Evaristo dio unas cuantas vueltas a la pla-
za y después eché a andar por una calle.
‘Adela estaba tan feliz que sentia que aden-
tro del pecho también tenia un caballito
que galopaba.
Cuando el sol empezé a caer, Evaristo se
detuvo en una esquina. Era la esquina de
la casa de Adela. La nifia se bajo del ca-
ballo y lo saludé con un beso y un abrazo.
Evaristo hizo una reverencia y luego siguid
andando, calle arriba. Cerca del horizonte
se escuché un relincho fuerte, y Adela en-
tr a su casa muy contenta: por fin tenia
un caballo. Se Ilamaba Evaristo y era libre
como el viento,UN CONCIERTO
INOLVIDABLE
Laura Sunowiez
a mamé queria dormir la siesta, el her:
mano, ver televisisn, y el papa decia que
era imposible leer con ese ruido. Manuela
estaba aprendiendo a tocar el violin, pero
en esa casa nunca podia practicar tranquila.
Asi fue que decidié ir a ensayar al parque,
donde las palomas seguro ne se quejarian.
Por suerte, el parque estaba vacio. A la
hora de la siesta, la gente estaba en las ca-
sas, como su familia. Manuela encontré un
buen lugar a la sombra de un arbol y se
senté en el pasto. Acomodé sus partituras
alrededor, afiné el violin y empezé a prac-
ticar muy concentrada. jAl fin podria tocar
sin interrupciones!
Cuando terminé el primer tema, Manue-
la se llevé una gran sorpresa. $i bien en el
parque no habia nadie, de pronto se
dio cuenta de que tenia miles de es «_»
pectadores: una cantidad infinita de hormi-
gas la rodeaban. jNunca habia visto tantas
hormigas juntas en su vida! Manuela se,sin-
tié como una estrella dando un recital en
un estadio repleto, y eso le dio risa.
Entregada a su pubblico, Manuela se puso
a tocar otra cancién y entonces noté que
las hormigas se movian al compas, come si
estuvieran bailando. Manuela se paré y co-
menz6 a bailar también por todo el parque,
sin dejar de tocar el violin. Las hormigas no
se quedaron quietas en el lugar, enseguida
formaron una fila y fueron atras de Manue-
la. Parecien hipnotizadas por la musica de
su violin. Adonde ella iba, las hormigas la
seguian.
Si Manuela pasaba por encima de una
roca, las hormigas, atrés, subian y bajaban
por la misma piedra. Si bailaba alrededor
de un arbol, ellas le daban wueltas tam-
bién. Manuela saltaba al ritmo del violin,
y la interminable fila de hormigas pegaba
Un saltito. Desde los ojos de Manuela las
hormigas en movimiento se veian como un
dibujo con vida.
‘Cuando termind fa cancién, Manuela sin-
tid un pequefio temblor en el suelo. Eran
las hormigas, que aplaudian golpeando la
tierra con las patitas, pidiendo otra.
Ese fue el primer concierto de Manuela.
Y aunque el puiblico no se parecia en nada
al que ella se hubiera imaginado, fue,
dudas, fue el mas inolvidable de su vida.EL DESTINO DE OLIMPIA
Laura Junewicz
| suefio de Olimpia era trabajar en un
circo. Cuando era chiquitita y le decian
“Algin dia vasa ser una gran arafia tejedo-
ra, como tuabuelay tu mamé”, ella contes-
taba “Para nada, cuando sea grande seré
Olimpia, la Grandiosa Maga Arafia”.
Olimpia crecié y armé su equipaje de
maga: galera, varita, cartas, unos cuantos
pafiuelos de colores y algunos conejos,
entre otras cosas médgicas. En el Circo
Limén, la esperaba el payaso Calabaza
para hacerle una entrevista.
—j{Qué numero le gustaria representar,
sefiorita Olimpia? ;Malabares, domadora de
leones, acaso la arafia barbuda? le pregun-
t6 el payaso.
—Un nimero de magia, sefior Calabaza, se
llama “Olimpia, la Grandiosa Maga Arafia”.
Y Olimpia comenzd su show. En sus ocho
patas sujetaba todos los elementos que
necesitaba. Pero al decir la palabra magica
“imacanindala!" y dar un golpe de varita en
la galera, se le escaparon los conejos.
Cuando Olimpia quiso detenerlos con
la pata que le quedaba libre, las cartas y
los pafuelos que sostenia para el proxi-
mo truco, también se le fueron. Intentd
hacer malabares en el aire para volver
a ordenarse, pero Olimpia no era malabaris-
ta. Las ocho patas le quedaron enredadas
y el payaso Calabaza dio la entrevista por
terminada,
—Yo creja que con tantas patas me se-
ria muy facil hacer magia —se lamentaba
Olimpia sentadita en un banco con su va-
lija preparada para regresar a casa.
—No estés triste —quiso consolarla el
hipopétamo bailarin, y se senté en la otra
punta del banco. Pero era tan pesado que
ni bien apoyé la cola, Olimpia salié dispa-
rada al techo.
Cuando empez6 a descender, y pare-
cia que se estrellaba en el suelo, Olimpia
cay parada en la cuerda del equilibrista
que atravesaba la carpa. Acostumbrada a
hacer equilibrio en las telarafias, Olim-
pia caminé por la cuerda muy campante,
como una brillante estrella de circo.
El payaso, que vio todo desde abajo, supe
que no podia perderse semejante artista, Y
la contraté. Olimpia no se habia equivoce-
do, su destino estaba en el circo, solo que
con otro titulo: “Olimpia, la Grandiosa Are-
fia Equilibrista”,
RomeroCuenteroLA CAJITA
DE MUSICA
Marco Manazzone.
| objeto favorito de Olivia era su cajita
de musica. Al abrirla, se escuchaba una
encantadora melodia de piano, y se reve-
laba una bailarina hermosa, que giraba sin
cesar con los brazos extendidos. Todas las
noches, Olivia daba cuerda a la cajita por un
buen rato, la colocaba sobre el escritorio, y
se dormia escuchando la suave musiquita.
Una noche, le parecié que la melodia so-
naba rara. Dejaba de escucharse, y unos
segundos después regresaba, pero
con un ritmo extrafio. Olivia
pensé que, probablemente,
Ie habia dado poca cuerda y,
sin preocuparse demasiado,
se durmié.
Algunas noches después, al
rato de haber comenzado, la
miisica se detuvo por comple-
to. Olivia se acercé a la cajita,
para ver qué habia ocurrido, y
‘tuvo que contener un grito de
asombro. Sentados en el fon-
do de la cajita, descubrié a la
bailarina y a un hombrecito de
traje. Estaban tomados de la #Romero
mano y se miraban con temnura.
—{Qué esté ocurriendo? —pregunté
Olivia, entre curiesa y preocupada.
—iSefiorita, usted aqui! —exclamé el
hombrecito al notar la presencia de Oli-
via—. Disciilpenos, por favor. Pensamos
que ya dormia...
—Bueno, no pasa nada... —contestd Oli-
via, que seguia sin comprender la situa-
cién—. Pero gquién es usted?
—Yo soy el pianista, desde luego —dijo el
hombrecito, sorprendido ante la pregunta
iE! pianista...?
—jEl pianista de la cajita de misical jNo
pensara que la melodia suena sola!
—No, no, claro —contesté Olivia, cada
ver mas confundida—. Es solo que hasta
ahora nunca habia notado...
—Con Rogelio nos conocimos en la ca-
jita y nos enamorames —la interrumpié
la bailarina—. Todas las noches, él
‘toca la cancién hasta que ests
dormida y entonces sale de
su escondite y viene a ver-
me —agregé, sonriéndole
al hombrecito.
—A veces, me distraigo un
poco pensando en la hermo-
sa Katerina bailando sobre
la cajita y se me confunden
algunas notas —explicé el
Pianista—. Le pido mil dis-
culpas, sefiorita.
—iNo hay ningin pro-
blema, sefior! ~—conteste
entero Olivia, que queria ser tan
educada como el hombrecito—. Me alegr@
que sean felices. Su cancién es hermosa,
sefior, lo felicito.
Sin tener mucho mas que decir, regresd 8
la cama. La dulce melodia volvié a empe-
zar. Mientras se le iban cerrando los 9j0S,
Olivia recordaba el amor con el que se mi
raban Rogelio y Katerina. ¥ ya en la tierr®
de los suefios, pensé que al fin compren-
dia por qué la misica era tan hermosa.ee
’ TO Y SU LUPA
Analgne
Seemente, sivan a la plaza a buscar
la Antonio, seguro no lo encuentran
facilmente. El siempre esta cerquita de
los arboles, escondido entre los arbustos,
con la cara muy pegads al suelo.
Antonio tiene cinco afios, ojitos curio-
sos y una lupa enorme para encontrar las
hormigas de la plaza. Le fascinan sus es-
condites secretos, sus colores y sus patas
veloces.
Sus hermanos lo llaman para que vaya
a jugar con ellos. Su perro Tobias le ladra
moviendo la cola, contento. Pero Anto-
nio esta muy concentrado,
haciendo crecer con su alll
lupa las pequefias ma- y
ravillas de la natu- = \
raleza.
—Shh, Tobias,
vas a espantar
amis amigas
—susurra.
jAlld a lo lejos
viene el tren de las
hormigas! jUn tren
cargado de hojitas
verdes! {Qué secretos
se dicen al ofdo unas a
otras? gQuién les prepara
la ensalada? gDe qué colores
la corona de la hormiga reina?
Todas estas cosas se pregun-
ta Antonio, mientras corre de un
lado a otro en busca de nuevos
hormigueros.
Pero esta tarde sucedi6 algo inesperado:
jAntonio perdié su lupa! Tantos rincones
visité, tantos escondites descubrid, que
no sabe donde puede haberla olvidado...
Sus hermanos lo ayudan a buscarla.
Tobias olfatea y olfatea por todos lados
sin poder encontrarla. Antonio se
sienta en el pasto, con ganas de
llorar.
jAlla a lo lejos viene el tren de
las hormigas! {Un tren cargado
de hojitas verdes! Un tren car-
gado de... ;;Qué es eso?! ; Pue-
den creerlo? Las hormigas estén
trayendo... jla lupa de Antonio!