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En vísperas de las que podrían ser las elecciones nacionales más

dramáticas de la Historia contemporánea, son infinitos los interrogantes


que germinan en el pueblo argentino, pero hay uno especialmente muy
complejo: ¿Tiene arreglo la democracia argentina, castigada por propios
y ajenos y hoy representada por dirigencias cuestionables, cuando no
traidoras? ¿Qué se necesita para ser presidente, hoy, y reorientar la
tantas veces incalificable situación política, económica y sobre todo
social?

Es claro que hacen falta Patriotismo y valor, tanto como decencia y


coraje: eso que hay que tener, como se dice vulgarmente y mirando
hacia abajo. Y hay que tener sincero amor a la Patria –es básico– y
cero egoismo, y conocimiento del mundo y las relaciones
internacionales, y un 100% de sentido de Justicia. Y cabría sumar
todavía, a esas cualidades, talento y pasión por el fascinante trabajo de
conducir al pueblo y ayudarlo a crecer. Y como si eso fuera poco, desde
el vamos hay que tener bien reposicionado el sincero amor a los
símbolos de la Soberanía, que son el Himno y la Bandera, y el Escudo y
la moneda nacionales, ésta última hoy cautiva de perversos poderes
mundiales y de una miserable caterva de cipayos locales.

Así, de modos irregulares y cuestionables se han venido apoder

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