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CAMPAÑA DE LA BREÑA

10º A-B 18/06/2020


Apellidos y Nombres Grado Sección Fecha Duración
Lic. Nilo Mendoza Gómez

LA CAMPAÑA DE LIMA
Hacia enero de 1881, luego de la expedición de Patricio Lynch destinada a la destrucción de
nuestros principales recursos económicos en la costa, el objetivo chileno fue la toma de la capital.
El Jefe Supremo Nicolás de Piérola asumió la organización de la defensa militar de Lima y desoyó
los consejos de algunos militares. Decidió establecer dos líneas defensivas, una en San Juan y
otra en Miraflores, pero éstas no resultaron operativas por ser demasiado extensas. A esto se
sumó la deficiente provisión de armamento, la cual precipitó los desastres del 13 y del 15 de
enero.
La derrota de San Juan permitió el ingreso de las fuerzas chilenas a Chorrillos, balneario
incendiado y saqueado por la soldadesca invasora, y movió a las representaciones extranjeras a
mediar para la firma de un armisticio, que debió durar hasta la medianoche del día 15. Alrededor
de las 2 de la tarde, inesperadamente, se escucharon disparos y se produjo la batalla de
Miraflores.

LA DESTRUCCIÓN DE CHORRILLOS
Tras ser vencida la primera línea defensiva de Lima en la batalla de San Juan, y tomado el Morro
solar, el ejército chileno se lanzó al saqueo del balneario de Chorrillos, que había sido defendido
casa por casa por la resistencia peruana. El 14 de enero de 1881, después de asaltar tiendas y
bodegas de vino, la soldadesca chilena embriagada perdió todo freno: mató civiles inocentes,
violó mujeres, destruyó con saña casas, muebles y cuanto objeto encontraba a su paso. Fue tal
es descontrol que los soldados invasores terminaron peleando entre ellos. Según publicó el diario
El Mercurio de Santiago el 24 de marzo de 1881, en estos incidentes hubo entre 300 y 400 bajas
en la tropa chilena. La borrachera de los chilenos dio pie a que Andrés Avelino Cáceres y el
coronel Canevaro solicitaran a Nicolás de Piérola que adelantara a las tropas peruanas apostadas
en Miraflores para atacar por sorpresa, esa misma noche, a los invasores. El pedido fue negado.
El balneario de Chorrillos fue afectado por un incendio que se prolongó tres días.

Percy Cayo Córdova, “Enciclopedia temática del Perú, República”

LOS DESMANES CHILENOS


Si bien Lima se salvó de la destrucción y del pillaje inicial, no hay que olvidar la promesa del
saqueo hecha a la tropa chilena para incentivarla a participar en esta guerra.
Durante los tres años y seis meses que duró la ocupación, no fueron solo los soldados quienes
atentaron contra la propiedad privada y contra la población. Fue principalmente el alto mando
chileno el que, a través de los cupos y con el afán de desarticular al país, intentó destruir todas
aquellas instituciones representativas de la cultura nacional. Así, convirtieron los centros
educativos en cuarteles y lo mismo hicieron el la Biblioteca Nacional, cuyos fondos fueron
trasladados casi en su totalidad a la capital chilena.
Obras de arte, colecciones científicas, instrumentos para las ciencias experimentales, el famoso
reloj hecho por el inventor peruano Pedro Ruiz Gallo (que no lograron hacer funcionar) y
modernas imprentas fueron trasladadas a Santiago. Se salvaron algunas colecciones de plantas
que hombres amantes del país como el italiano Antonio Raimondi conservaron en sus propias
casas. Lo mismo ocurrió con los archivos públicos, que fueron resguardados por el celo de los
encargados.
FORMACIÓN DEL EJÉRCITO DEL PERÚ

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Durante la campaña del sur (noviembre de 1879-junio de 1880) estuvo presente el ejército de
línea, al cual se agregaron contingentes integrados por voluntarios. En ambos casos, los sectores
subalternos procedían, en gran parte, de quienes hacían el servicio militar, todavía no bien
reglamentado. Así, los componentes de tales cuadros eran naturales de las provincias, comuneros
o peones, en general campesinos.
En cuanto a los voluntarios, muchas veces fueron los hacendados o los mineros quienes armaron
batallones con sus trabajadores y se incorporaron a la lucha. Paralelamente, muchas
comunidades formaron además sus propios contingentes y también estuvieron presentes a lo
largo de la guerra. En forma específica se puede anotar que en la campaña del sur tuvieron
presencia corporativa dos batallones de procedencia andina: el Zepita, integrado por cusqueños, y
el Dos de Mayo, por ayacuchanos.
No hay referencias a la participación grupal de hombres de la sierra central, aunque como
integrantes del ejército de línea debió haberlos. En general los nombres que aparecen en los
documentos son más de personas de cierta notoriedad en la localidad, como Jacinto Salvatierra,
quien intervino desde Arica hasta la campaña de la Breña.

La defensa de Lima constituyó la piedra angular de la guerra para la dictadura pierolista y


concentró todas sus expectativas en conseguir el mejor ejército. Sin embargo, no confió la
conducción de la campaña a mandos militares con experiencia.
Piérola reiteró el llamamiento "a todos los ciudadanos de la República hábiles en el manejo de
armas". Esta vez la respuesta llegó específicamente del centro del país: "varios hacendados de la
región central organizaron contingentes con gente de su servicio o con voluntarios para enviarlos
a la capital".

El resultado de estos trabajos fue la bajada a la capital de alrededor de tres mil hombres (junio de
1880). Algunos de los hacendados que se encargaron de este reclutamiento fueron: Luis Milón
Duarte1, de Concepción, quien formó los batallones de Tarija, Tarma y Manco Cápac; Juan
Enrique Valladares, de Concepción, quien no sólo organizó sino que asumió los gastos del
batallón Concepción número 27 con mil hombres, y Teodoro Peñaloza Arauco2, de Chupaca,
cuyo batallón se integró al segundo cuerpo, al mando de Belisario Suárez.
Aparte de los hacendados, respondieron también las comunidades del valle del Mantaro que,
como bien se ha señalado, formaban organizaciones de gran importancia. Entre éstas fueron
numerosos los chupaquinos que se sumaron en Huancayo al batallón de Arica y vinieron a Lima.
Algunos incluso, fueron rechazados por límite de edad, pero insistieron en su participación, como
Manuel Larrea y el maestro Marcelino Núñez.

En carta que publicó la prensa de Lima, fechada en Ayacucho el 31 de diciembre de 1883, el


general Andrés Avelino Cáceres señaló la falta de carácter como grave problema nacional.
Reconoció que esa carencia era la razón por la que el Perú proyectaba ante el mundo la imagen
de ser un pueblo despreciable, vil y prostituido, incapaz de salvar su propia dignidad, cualidad ésta
última que en opinión del Héroe de la Breña una nación nunca debería perder (Ahumada 1891,
VIII: 464).

Cáceres afirmó qué se necesitaba carácter para poner a salvo la honra nacional y la verdadera
autonomía del Perú: “carácter para perseverar, carácter para no transigir con el cálculo y la
cobardía, carácter para sobreponerse a todo, inclusive las derrotas, carácter y siempre carácter”
(Ahumada 1891, VIII: 465).

1 Considerado “traidor a la patria” por su apoyo en varias oportunidades a Chile y que fue designado por Lynch
2 Teodoro Peñaloza. Tercer jefe del Batallón Concepción Nº 27 en San Juan y Miraflores. Herido, se retiró a su hogar
con el propósito de recuperarse y trabajar la tierra. Sus restos se encontraban en el cuartel de Santa Ana del
cementerio Presbítero Maestro de Lima, donde hay una lápida con esta inscripción "Aquí yacen los restos de
Teodoro Peñaloza, muerto alevosamente el 19 de abril de 1882"

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ACTIVIDAD 01: Sobre el presente mapa (recortar o dibujar) una infografía con información
relevante de la campaña de Lima. (Entrega 18-06-2020), en el cuaderno.

LA CAMPAÑA DE LA RESISTENCIA O DE LA BREÑA


La ocupación de la capital desplazó el centro de la lucha al interior del país, pues aunque el
ejército regular estaba diezmado, los jefes, oficiales y soldados sobrevivientes lo mismo que la
población civil no estaban dispuestos a rendirse definitivamente, ya que no aceptaban todas las
condiciones de paz que querían imponer los invasores.
La última etapa de la guerra tomó el nombre de "La Breña" por el territorio donde se desarrollaron
las principales acciones. Esta tierra accidentada y hostil a los invasores, ubicada en la sierra
central entre Ayacucho y Junín, ha pasado a la historia como "La Breña" y los luchadores fueron
conocidos como "Los Breñeros". Los Breñeros fueron la base para la constitución del ejército del
centro. Ellos permitieron la recomposición de las fuerzas nacionales, luego de la campaña de
Lima, y también fueron los que alentaron la esperanza de Cáceres después de la derrota de
Huamachuco.

El jefe supremo Nicolás de Piérola, al retirarse hacia la sierra central, se estableció, inicialmente,
en Jauja, de donde pasaría a Ayacucho. Designó tres jefaturas para el ejército: la del norte, a
cargo de Lizardo Montero, la del centro, que puso en manos del coronel Juan Martín Echenique, y
la del sur, que desde hacía algún tiempo ejercía Pedro Alejandro del Solar. La idea de estas
jefaturas era continuar la guerra, al no ofrecer condiciones propicias para la paz. Sin embargo, fue
Andrés Avelino Cáceres quien encabezó la resistencia. A su llegada a Jauja y, luego de su

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entrevista con Piérola, éste le encargó la dirección de la guerra en el centro (26 de abril de 1881).
El nuevo jefe militar del centro demoró en la formación del nuevo ejército, dado que no disponía
de los recursos indispensables para ello, pero consiguió crear una mística en la mayoría de los
pueblos a su cargo, de los cuales poco a poco consiguió hombres, vituallas, dinero y algunas
armas.
PARTICIPACIÓN INDÍGENA EN LA GUERRA CON CHILE
LA CONVOCATORIA NACIONAL A LA DEFENSA
Ante la declaratoria de guerra de Chile, se apeló al patriotismo de los peruanos y el presidente
Prado lanzó la primera convocatoria a todos los hombres hábiles para empuñar un arma, entre los
18 y los 60 años. Más adelante, el límite de edad se ampliaría a los adolescentes. Este primer
llamado fue atendido y pronto se incorporaron para las primeras maniobras hombres de toda
condición y procedencia. Entre éstos, cabe hacer especial mención a los indígenas, puesto que
desde los primeros días de la independencia fueron ellos quienes mayoritariamente formaron la
tropa. Durante las guerras caudillistas también se recurrió a ellos para apoyar a las facciones.
Ahora, cuando el país entero era escenario del conflicto, serían nuevamente los indígenas uno de
los principales actores de los hechos.

¿GUERRILLEROS O MONTONEROS?
Los indígenas tomaron parte no sólo en calidad de soldados, sino también como guerrilleros,
debido a que no se contaba con las armas necesarias para formar un ejército regular
suficientemente equipado. Además, porque el territorio era favorable para el hostigamiento a las
fuerzas enemigas y porque no se disponía del dinero necesario para mantener un ejército de línea
permanente demasiado numeroso.
Cáceres trabajó en Ayacucho por el levantamiento del ejército regular, pero mientras lo entrenaba,
la guerra seguía su curso y quienes debieron hacer frente al enemigo en la sierra central fueron,
precisamente, los guerrilleros del Mantaro.
Las guerrillas se constituyeron en partes espontáneamente y en parte, por la convocatoria
cacerista. La prensa y los jefes chilenos calificaron a estos luchadores simplemente como
"montoneros", en forma despectiva; no obstante, posteriormente tendrían que admitir que estos
indígenas de los que hablaban tan peyorativamente, fueron capaces de hacer fracasar las
expediciones que realizaron en la región central del Perú.
La participación indígena en la campaña del centro no se dio como simples montoneros, porque
no fueron fuerzas totalmente improvisadas que atacaban desordenadamente, "en montón", sino
que llegaron a formar verdaderos cuerpos auxiliares que respondían a la dirección de jefes del
ejército regular mientras éste se consolidaba. Asimismo, formaron las fuerzas auxiliares que
apoyaron al ejército de línea, sea entrando a rematar una acción o realizando acciones de
hostigamiento para debilitar sicológicamente o moralmente al enemigo antes de que se produjese
algún encuentro.
Es difícil calcular el número aproximado de guerrilleros que participaron en todo este tiempo, dado
que no existió (ni podía existir) un empadronamiento, pero puede afirmarse que fueron varios
miles los integrantes de las guerrillas y que entre ellos hubo mujeres. Así mismo, tuvieron
procedencia muy diversa de la zona andina, algunos pueblos participantes fueron: Canta,
Huarochirí, Santa Eulalia, Tarma, Jauja, Concepción, Huancayo, Cerro de Pasco, Ayacucho,
Chicla, Matucana, Huayucachi, Huamanmarca, Huancané, Achipampa, Chupaca, Acoria,
Colcabamba, Huando, Acostambo, Pillichaca, Huaribamba, Tongos, etc.

LAS MONTONERAS EN LA SIERRA CENTRAL


“Al menos inicialmente, la alianza pareció funcionar mejor en los centros urbanos. Cuando los
chilenos invadieron por primera vez la sierra central en mayo de 1881, Cáceres gozó del apoyo de
diversos sectores en las ciudades de Jauja, Concepción y Huancayo, incluyendo varios grandes
terratenientes (…). Pero en enero de 1882, con la llegada del coronel chileno Estanislao del Canto
a la cabeza de lo que probó ser un ejército de ocupación, la situación empezó a cambiar.
Conforme los destacamentos chilenos buscaban en las aldeas de la zona provisiones para
sostener a tres mil soladados enemigos, los campesinos empezaron a sentir lo que significaba

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mantener un ejército hostil. Asumiendo más favorablemente la idea de organizar montoneras, las
autoridades de las comunidades campesinas de la región respondieron convocando a la
población a asambleas y formando bandas guerrilleras. Al no poder contar con el ejército regular
de Cáceres, (…), entre febrro y junio las montoneras recien organizadas enfrentaron
autónomamente a los chilenos, a menudo combatiendo hasta el último hombre.
Cuando el ejército regular de Cáceres fue capaz de reiniciar el combate en la zona, en julio de
1882, la composición de la alianza nacionalista que lo respaldaba se había alterado notablemente.
El campesinado de la región, organizado en bandas guerrilleras crecientemente autónomas,
combatía entusiasta y exitosamente en apoyo de los caceristas. […][Sin embargo] en tanto la
región sur soportó la peor parte de la ocupación de del Canto, terratenientes y comerciantes
sufrieron exacciones y contribuciones forzadas de los comandantes chilenos (…). Para complicar
más las cosas, fue también en el sur que las montoneras campesinas se organizaron más exitosa
y militarmente, anotándose importantes victorias parciales contra el ejército chileno. De este
modo, fue en la parte sur del valle que los miembros de la élite regional empezaron a preguntarse
seriamente si continuar la resistencia podría resultar no solo inútil, sino también peligroso. Con la
esperanza de proteger los bienes que les quedaban, tanto del propio campesinado armado y
movilizado como de las represalias chilenas, algunos colaboraron abiertamente con los invasores.
Otros permanecieron neutrales. En ambos casos, se retiraron de la alianza cacerista, forzando a
los jefes de la campaña de la Breña a depender todavía más fuertemente del apoyo campesino. Al
calor de la batalla, esta dependencia, al combinarse con confrontaciones cada vez más directas
entre campesinos nacionalistas y terratenientes colaboracionistas, generaría una mayor
independencia y radicalización entre las montoneras campesinas”3.

LOS CAMPESINOS DEL MANTARO Y LA GUERRA

“Así como es celoso conservador de sus antiguas instituciones, el campesinado es también


secular depositario y creador de los auténticos valores culturales de nuestra nacionalidad. Como
ningún otro grupo social, ha perennizado en su arte la conquista del Tahuantinsuyo por los
españoles; como ningún otro grupo y a su propia manera atesora los acontecimientos de la guerra
de la resistencia contra la invasión chilena, en una multiplicidad de expresiones populares, más
conocidas como hechos folklóricos […].

Chileno Chayaikuyamun.- En el folklore Huanca hay una extraordinaria cantera de


manifestaciones populares, tanto en la poética, en la música, la danza y la coreografía. Una
composición Huanca compuesta en plena ocupación chilena del valle del Mantaro es esta canción
que reproduce Aquilino Castro.
Versión castellana:
Dicen que viene el chileno,
dicen que viene el bandido;
¿qué cosa haremos?
¡forjaremos rifles de palo!
¡haremos balas de piedras!
¡haremos cañones de sujush!

Este canto popular es (…) anónimo. (…) Por sugerencia de Adolfo Bravo Guzmán, parece ser una
composición jaujina. Pero tampoco puede asegurarse que sea realmente compuesto en Jauja. La
proximidad de los pueblos del valle, la rápida difusión de las ideas, costumbres y acciones
comúnes, y la situación común vivida en todo el valle durante la guerra de resistencia, hace
pensar que esta composición puede haber sido escrita en cualquiera de los pueblos del valle […].
La traducción del poema quechua al castellano, hecha por Bravo no parece ajustarse a la
verdadera intención del compositor, por lo menos en los tres últimos versos. Este autor traduce
dichos versos con signos de interrogación y el último verso aparece como una oración indefinida
cuando agrega el término “acaso”. En una atenta lectura de la versión quechua se constata que el
único verso interrogativo y por tanto expresión de desesperación inmediata es el tercer verso
3. Florencia M. (2012), “Coaliciones nacionalistas y antiestatales en la guerra del Pacífico: Junín
y Cajamarca, 1879 – 1902”.

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“¿qué cosa haremos?”. Los tres versos siguientes del sexteto son expresiones de afirmaciones
rotundas y por tanto de una inmediata toma de decisiones del espíritu Huanca: ¡forjaremos rifles
de palo! ¡haremos balas de piedras! ¡haremos cañones de sujush!”. Este modo de expresiones se
ajustan al espíritu indomable de la sociedad huanca, demostrada a través de su historia y
reafirmada en la resistencia contra la invasión chilena. Por todo esto, el poema anónimo que
comentamos resulta a la luz de la historia una joya de la literatura oral andina”4.

LA PAZ DE ANCÓN
Así, el 20 de octubre de 1883 se firmó el tratado de Ancón entre el Perú y Chile. Los firmantes por
el Perú fueron Mariano Castro Zaldivar y José Antonio de Lavalle, en representación del gobierno
de Iglesias, y Jovino Novoa en representación de Chile. En 1884, se produjo la ratificación por el
congreso, pero quedaron proposiciones pendientes derivadas de las condiciones que se
establecían en el convenio. Ejemplo de estas fue la tercera cláusula sobre el destino de Tacna y
Arica y las referidas al pago de la deuda del guano a Gran Bretaña. Lo definitivo era la pérdida de
Tarapacá y la consagración del derecho de conquista territorial en América.

TRAIDORES PERUANOS A LA GUERRA. Traidores peruanos en la Guerra del Salitre que


sirvieron a Chile como vendepatrias, ideólogos de la derrota, alcahuetes del Tratado de Ancón,
espías, guías de las tropas enemigas, acopiadores de ganado y víveres, proveedores de
vestuario, organizadores de grupos armados colaboracionistas: Miguel Iglesias Pino de Arce,
Mariano Castro Zaldívar Iglesias, Vidal García y García, Lorenzo y Joaquín Iglesias Pino de Arce,
Luis Milón Duarte Ramos, Manuel de la Encarnación Vento, Mariano Vargas Quintanilla, Teodoro
Simón Antay, Julio Santiago Hernández, Maximiliano Frías
La pérdida de territorio peruano, de vidas, de recursos y la venta del Perúa a los chilenos se hace
constar la falta de unión y carácter para enfrentar la guerra tal como lo señala; Cáceres afirmó
qué se necesitaba carácter para poner a salvo la honra nacional y la verdadera autonomía del
Perú: “carácter para perseverar, carácter para no transigir con el cálculo y la cobardía, carácter
para sobreponerse a todo, inclusive las derrotas, carácter y siempre carácter” (Ahumada 1891,
VIII: 465).

Explicó también que no se debería tener el temor pueril a la efusión de sangre debido a que una
ley social, enseñada por la historia, recordaba que “las grandes causas demandan grandes
martirios y que la reorganización de un pueblo no es sino el resultado de sangrientos sacrificios”
(Ahumada 1891, VIII: 465).

Nicolás de Piérola, el gran traidor de la patria. Nicolás de Piérola debe ser uno de los
personajes que más daño ha causado al Perú y sin embargo, a través del tiempo se le ha rendido
pleitesía y hasta la principal avenida de Lima lleva su nombre.
La huida de Prado significó el momento preciso que buscaba Piérola para hacerse del poder y así
al frente de una montonera entró en Lima, para derrocar al gobierno que estaba a cargo del
vicepresidente, general La Puerta, hombre entrado en años y de poco carácter, que no opuso
mayor resistencia; además las tropas acantonadas en Lima, a través de sus jefes anunciaron que
no se batirían contra peruanos en un momento tan difícil para el Perú, por lo que aceptaban el
gobierno de Piérola, para no causar mas males a la nación.
Apenas Piérola tomo las riendas del país, empezó un monstruoso plan contra su propio país, el
Perú. Este hombre conocido como vanidoso, engreído y egocentrista, comenzó a dar los pasos
par hundir a nuestro Perú, esta claro que todo lo que hizo, fue cumpliendo consignas de sus
amigos chilenos, de quienes él fue siempre un especial huésped.

4. Román Robles, “La resistencia campesina y el folklore”.

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Lo primero que hizo fue cortar todo apoyo y abastecimiento al ejército del sur acantonado en
Tacna, sitio donde se llevaría la segunda etapa de la guerra con Chile. condenó a estas fuerzas
peruanas al más absoluto abandono, en momentos en que se jugaba el destino del país.
Segundo. Piérola reacio a todo consejo, permaneció inmóvil permitiendo que los chilenos
tranquilamente desembarcaran y se trasladaran a Lurín. En el fondo no quería delegar a nadie el
mando del ejército, tampoco quería dejar palacio de gobierno; por eso decidió esperar al ejército
de Chile, en las puertas de Lima. Despues de la ocupación en Lima. En la noche, mientras el
fuego consumía las casas y residencias y los chilenos se mataban entre si y otros dormían en las
calles o deambulaban totalmente embriagados por el alcohol, se presentó ante el dictador peruano
el Coronel Cáceres para pedirle permiso y atacar con su batallón de dos mil hombres a los
chilenos en la absoluta convicción que con esa acción terminaría con el ejército chileno que se
hallaba desbandado y borracho y con ello se ganaría la guerra. Naturalmente Piérola le negó el
permiso, aduciendo que le había dado su palabra al comandante chileno de que no atacaría,

Traidor al Perú Miguel Iglesias Pino de Arce (1830-1909) fue Secretario de Guerra de Piérola y
por ende el segundo gran responsable de los desastres defensivos de enero de 1881. Colocado al
servicio del invasor chileno, Iglesias persiguió y puso fuera de la ley a Andrés Avelino Cáceres y a
los montoneros. Autodeclarado “presidente regenerador de la República” - entiéndase títere
chileno– el traidor Miguel Iglesias Pino de Arce firmó la “ley” poniendo en vigencia el denominado
“Tratado” de Ancón, entregando a los genocidas del sur los territorios peruanos de Tarapacá,
Tacna y Arica.

LA CAMPAÑA DE LA BREÑA Y ANDRÉS AVELINO CÁCERES

La resistencia ante el invasor fue ardua y prolongada. En ella se dieron múltiples expresiones de
heroísmo, la mayor parte en el anonimato. No hay en el Perú un monumento al soldado
desconocido de aquella lucha tenaz que, por haberse realizado entre las quebradas andinas,
pobladas de peñas y maleza, ha recibido el nombre de Campaña de la Breña.
La historia, que busca personificar a sus actores, identifica a Andrés Avelino Cáceres como el
héroe epónimo de ella, pues fue su mejor conductor. Sin nombramiento alguno, los pueblos lo
ungieron como tal. Si fue así se debió a que resultaba hombre representativo de su tiempo: no era
de los mayores ni de los más jóvenes (nacido en 1836, por decisión del calendario Cáceres
ocupaba una posición media). Además, geográficamente, de entre los que tuvieron una
participación estelar en la guerra, es de los de más tierra adentro. José Joaquín Inclán y Justo
Arias Aragüez eran tacneños; Alfonso Ugarte, tarapaqueño; Miguel Grau, piurano, como Lizardo
Montero; Juan Guillermo More y Sánchez Lagomarcino, así como Francisco Bolognesi, limeños;
Francisco García Calderón y Nicolás de Piérola, arequipeños. En el espectro geográfico, resulta
Cáceres –nacido en Ayacucho- único entre las mayores figuras guerreras de la contienda. Es
hombre de tierra adentro.
Por Cáceres y tantos otros, el enemigo invasor, a pesar de su enorme superioridad, nunca pudo
sentirse seguro en el terreno que ocupó, ni decir que tenía dominado el territorio. La pasión
ilimitada de Cáceres –y de los hombres que lo acompañaron fielmente- nos permite a los
peruanos proclamar que aquí no hubo rendición incondicional. No hubo batalla que no se diera: el
enemigo venció en muchas de ellas, pero jamás logró el sometimiento del país, porque Cáceres
“inventó” su propia forma de lucha. Para ello fue fundamental que el Brujo de los Andes fuera hijo
de Ayacucho, del interior; hombre que sabía hablar con el lenguaje de las viejas generaciones al
poblador del mundo andino.
¡Cuánto representaron los pocos que lo siguieron con fidelidad! Andrés Avelino Cáceres, que
personifica toda aquella etapa de la guerra, brinda la paradoja de que la época más triste de
nuestro acontecer republicano tiene como telón de fondo la página cimera de nuestra historia
militar. A este héroe, al que tantas cosas le faltaron en la guerra, nunca le faltó el coraje, el que
produjo en el enemigo –tan superior- temor y admiración. Lo primero llevó a que muchos
desertaran, como lo muestran los propios testimonios oficiales del ocupante; otros se fingieron

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enfermos, para evitar participar en las incursiones en nuestras serranías; todos le brindaban
admiración y respeto. El mismo enemigo supo reconocer lo singular de su personalidad
sobresaliente.

Actividade 02

Lea detenidamente y desarrolle su apreciación crítica a modo de ensayo sobre la participación de


las montoneras y la mujer en la campaña de la breña. (entrega próximo 25 de Junio)

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