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Lección 7 para el 13 de mayo de 2023

Lee el mensaje completo del primer ángel (Ap. 14:6-7).


¿Qué relación hay entre el evangelio eterno, la predicación
mundial, el temor y la gloria de Dios, el juicio, y la adoración?
Piénsalo detenidamente. Si nuestro mundo surgió del azar y de
la lucha por la supervivencia, ¿qué sentido tiene este mensaje?
Sin embargo, si nuestro mundo es fruto de un acto de amor del
Creador, todo cobra sentido. ¡Adora al Creador!
Por negarse a adorarlo, el emperador Domiciano exilió a Juan a
Patmos, una pequeña isla griega.
Allí, rodeado por criminales y tratado como
tal, el anciano apóstol fue visitado por el único
digno de su adoración: Jesús (Ap. 1:17-18).
En medio de su tribulación, recibió
visiones de esperanza, de advertencia y
de ánimo. Mensajes que nos preparan
hoy en día para enfrentar la gran
tribulación final (Ap. 3:10).
La verdadera adoración, la adoración al
Creador, nos da algo por lo que vivir y, si
es necesario, soportar tribulaciones.
Nuestro sol podría contener más de un millón de
planetas como el nuestro. Pero es solo uno de los cien
mil millones de soles (estrellas) de nuestra galaxia. Y
ésta es solo una de las dos billones de galaxias
observables. ¡Y todo esto es creación de Dios!
Cuando Apocalipsis nos invita a adorar al
Creador, nos invita a adorar a un Ser
impresionante e ilimitado. Aún en las cosas
más pequeñas podemos ver su mano
maestra, su sabiduría y su originalidad.
Desde el primer versículo de la Biblia, Dios
se presenta como el Creador, el único
Nieve vista en microscopio Creador (Gn. 1:1; Is. 44:24).
Nuestro Creador no es Dios lejano. Él está cerca de cada uno de
nosotros (Hch. 17:27); nos cuida y sustenta (Sal. 3:5; Col. 1:17);
se preocupa por todos (1P. 5:7).
Dios, “el Alto y Sublime”, que habita “en la altura y la santidad”,
también está al lado del “quebrantado y humilde de espíritu”
(Isaías 57:15).
No se contenta con crearnos y sustentarnos,
sino que hace de nosotros “nuevas
criaturas” (2Co. 5:17). Quiere
transformarnos y moldearnos a su imagen.
Anhela fervientemente que le abramos
nuestro corazón, para habitar en nuestro
corazón (Ap. 3:20).
La mayor parte de las personas piensan que este mundo llegó a la
existencia por un proceso evolutivo. Un proceso basado en la muerte y
en la supervivencia del más apto. Aun aceptando que Dios estuviese
presente en ese proceso, tenemos un problema grave.
Si la muerte es un proceso inherente a la vida, no pudo entrar en el
mundo por el pecado de Adán (Ro. 5:12).
Entonces ¿para qué murió Jesús? ¿Para librarnos de la muerte, que Él
mismo habría creado para darnos la vida?
Aceptar la evolución (incluso la “teísta”), es
negar abiertamente lo que la Biblia enseña;
es anular el sacrificio de Jesús; es dejarnos
sin esperanza ni sentido alguno.
Por eso, el mensaje es trascendente: Adora al Creador
“Así dice el SEÑOR, tu Redentor, quien te formó en el
seno materno: Yo soy el SEÑOR, que ha hecho todas
las cosas, yo solo desplegué los cielos y expandí la
tierra. ¿Quién estaba conmigo?” (Isaías 44:24)
El Creador se presenta ante Somos llamados a adorar al
nosotros con otro título: el que “hizo los cielos y la tierra”,
Redentor. al mismo que “se humilló a sí
mismo, haciéndose obediente
Dios no abandonó a sus criaturas
hasta la muerte, y muerte de
cuando éstas se rebelaron contra
cruz” (Flp. 2:8).
Él. Al contrario, descendió a este
pequeño planeta y se hizo
hombre como nosotros. Cargó
sobre Él nuestro pecado y murió
en la cruz para redimirnos de la
condenación del pecado (Is. 53:6;
Tit. 2:13-14).
“La naturaleza atestigua que un Ser infinito en poder,
grande en bondad, misericordia y amor, creó la tierra y la
llenó de vida y de alegría. Aunque ajadas, todas las cosas
manifiestan la obra de la mano del gran Artista y Maestro.
Por doquiera que nos volvamos, podemos oír la voz de Dios,
y ver pruebas evidentes de su bondad. […]
Todas las cosas hablan de su tierno cuidado paternal y de su
deseo de hacer felices a sus hijos”
E. G. W. (El ministerio de curación, pg. 319-320)

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