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TABLA 3.

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Plantas de actuación previas al tratamiento (Fuente: Martin y Pear, 1999)

1. ¿El motivo último de la consulta es beneficiar al paciente, al niño? ¿El problema que plantea el adulto constituye
también un problema para el niño?
La búsqueda de respuestas a estas preguntas conducen al planteamiento por parte del terapeuta de las siguientes cuestiones:
— Reflexiones éticas sobre el control del comportamiento infantil por parte de los adultos.
— Análisis coste-beneficio de la intervención.
— En caso de duda o dificultad por encontrar una respuesta favorable es aconsejable detener el proceso y obtener
información relevante a través de otras fuentes.
2. ¿El problema objeto de consulta es relevante para el ajuste social y académico del niño?
Esta pregunta sugiere, a su vez, nuevas cuestiones, más precisas y relacionadas:
— ¿Cómo se ven afectados el desarrollo físico, la adaptación escolar y social y estabilidad emocional del menor?
— ¿La solución del problema infantil traería consecuencias positivas para el niño y/o para los adultos?
— ¿Es probable que la solución del problema traiga consigo la mejora de otras conductas alteradas o estimule la
aparición de comportamientos deseables?
3. ¿Se ha excluido la posibilidad de factores médicos y psicológicos que pudieran estar en el origen problema y necesitar,
por tanto, remitir el problema a otro especialista?
Esta cuestión conlleva implícitamente un ejercicio personal de reflexión sobre autoconocimiento profesional, es decir:
— ¿Es usted el profesional indicado para el tratamiento de dicho problema?
— ¿Dispone de las habilidades y formación requerida para llevar a cabo eficazmente el tratamiento en este caso?
4. ¿Puede especificarse y describirse el problema infantil?
El terapeuta de conducta, a propósito de estas cuestiones, ha de responder a:
— ¿Se trata de conducta/s observable/s?
— ¿Se trata de una conducta o clase de conducta que puede ser medida y registrada?
— ¿El comportamiento alterado está bajo la influencia de personas o acontecimientos sobre las que no podemos influir?
5. Si se estima necesario el tratamiento ¿existe el apoyo familiar, escolar y social idóneo para ponerlo en práctica?
O, lo que es igual, cabe preguntarse en estos momentos acerca de las posibles condiciones de aplicación del tratamiento.
— ¿Puede ser abordado el problema infantil en el medio natural?
— ¿Existen posibilidades de llevar a cabo un entrenamiento conductual a los adultos implicados con ciertas garantías de éxito?
— ¿Se dispone de recursos personales y materiales para aplicar el tratamiento?
— ¿Ha pensado usted cómo resolver posibles obstáculos y limitaciones derivados de la puesta en práctica de la terapia?
— En el caso de que algunas personas puedan obstaculizar la intervención, ¿es posible neutralizar su interferencia y
efectos adversos?
6. Si se lleva a cabo el tramiento y se logra el objetivo esperado, ¿cuáles son las posibilidades de asegurar el mantenimiento
y generalización de la mejoría conductual lograda?
Al diseñar y programar la intervención, el terapeuta ha de procurar la consolidación y generalización de los cambios
logrados, lo que explica el interés por prever en qué medida puede lograrse este propósito. Algunas de las cuestiones
relacionadas se refieren a:
— ¿Cabe esperar que los cambios en el comportamiento infantil sean reforzados y mantenidos de forma natural una
vez concluida la terapia?
— ¿Es factible que otras personas significativas, aunque con menor implicación en la aplicación de las técnicas
seleccionadas, faciliten la consolidación de los cambios obtenidos tras el tratamiento?
— Una vez observada la mejoría en el comportamiento del niño, ¿podrían extenderse y ampliarse las condiciones
terapéuticas a otras situaciones?

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