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“SABER ELEGIR, SABER DECIDIR”

APORTE 1º

LA ORIENTACIÓN FUNDAMENTAL

San Ignacio nos propone, al comenzar todo buen discernimiento, que nos preguntemos acerca del principio y
fundamento de nuestra vida. ¿Qué sostiene nuestro obrar? ¿Sobre qué fundamentos queremos apoyar nuestras
decisiones? ¿Qué es lo fundamental en nuestra vida y qué es lo accesorio? ¿Cuál es el principio orientador de
nuestro existir?... Son las grandes preguntas de sentido, y es fundamental que nos pongamos frente a ellas al
comenzar un discernimiento espiritual. Porque esto será lo que nos dará una pauta sobre dónde queremos ir,
nos dará una referencia sobre dónde están los anhelos de nuestro corazón. El principio y fundamento será ese
proyecto de vida orientador, que sirve de parámetro para elegir y decidir correctamente, y que más tarde, con
el discernimiento, se tendrá que ajustar. ¿En base a qué criterios elegimos en nuestra vida y acción? ¿dónde
está puesto el norte de nuestra vida? ¿por dónde pasa, para mí, el proyecto del Reino de Dios?

San Ignacio nos propone hacer un acto de sinceridad y preguntarnos frente a Dios y nosotros mismos dónde
está puesto nuestro fundamento, cuál es nuestro principio de vida. Aquello que rige nuestro hacer y nuestro
ser. El sentido de nuestra vida es algo invisible, pero cuando falta se hace visible: aparecen confusiones,
elecciones erróneas y desorbitadas, experimentamos malestar interior, vacío... Cuando falta este sentido
orientador nos desestabilizamos, nos confundimos, nos perdemos... Es importante saber cuál es nuestro fin, el
fin para el que fuimos creados por Dios, no para suprimir los medios ni los pasos que voy poniendo en mi
vida, sino para orientar esos pasos y esas decisiones concretas hacia allí y darles coherencia. Vivimos en un
tiempo en que somos juguetes de los medios sin importarnos el fin. Vivimos sin saber hacia dónde vamos y
sin saber por qué hacemos lo que hacemos. Estamos fragmentados, todo lo queremos y saltamos de una cosa
a otra, quedamos insatisfechos, desordenados, sin rumbo… ¿Cuáles son nuestras metas orientadoras? ¿Cuál
es nuestro principio de vida? Si clarificamos nuestro principio y fundamento ganaremos libertad, podremos
discernir en base a algo, nos sentiremos unificados, integrados, viviendo cada cosa con sentido y con
trascendencia.

Aun cuando elegimos no optar, cuando no decidamos nada, estamos optando. Es importante darnos cuenta de
los criterios en base a los cuales optamos. Esto significa darnos cuenta en base a qué valores reales optamos
en nuestra vida diaria, ellos son como los cimientos sobre los que luego construiremos nuestra casa. Es
importante, entonces, ir descubriendo dónde está puesto nuestro corazón, cuál es nuestra orientación
fundamental, dónde queremos poner nuestras raíces para crecer mejor, es decir, debemos conocer y explicitar
aquella orientación-base de la cual brotarán luego las decisiones concretas. Debemos ser conscientes de
aquello que está orientando nuestra acción.

Considerando la relación estrecha entre la orientación fundamental con nuestra libertad, es bueno tener en
cuenta, desde ya, algunos elementos que debemos aceptar en forma previa:
1. Debemos aceptar situaciones que son producto de decisiones u opciones de otros: p.ej. lugar donde vivo,
realidad cultural y social, contexto en el que nací…
2. Aceptar situaciones sobre las que ni yo ni otros han tenido opinión o decisión: p.ej. la constitución
biológica, la herencia genética, carácter, salud, etc.
3. Aceptar y asumir mi responsabilidad por las elecciones ya hechas, son parte de lo que ya soy, no puedo
volver para atrás, por eso, para decidir y elegir en más, las tengo que tener en cuenta con realismo.

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4. Aceptar la ambigüedad presente en muchas de mis opciones personales, y que siguen influyendo en mi
presente. Debemos partir de lo que somos, con realismo, trigo y cizaña a la vez; todo lo que hicimos y
hagamos estará marcado por esa naturaleza caída (corrompida) que somos.
5. Debemos aceptar que el futuro no está escrito ni determinado por mi pasado. Tal vez sólo condicionado.
Así como hay cosas que asumir con realismo y resignación, también hay cosas que sí podemos revertir,
transformar, ordenar, purificar, sublimar, trascender…
6. Nunca demos por sentada la orientación fundamental, como si automáticamente yo actuara siempre en
coherencia con ella. Cada tanto es bueno preguntarnos sobre ella, como lo vamos hacer ahora, porque si no
tenemos claro dónde estamos y a dónde queremos ir, no tendremos ningún parámetro para comenzar a
discernir.

***

Dios me invita y me llama a realizar con Él, en este mundo, su proyecto de amor inscrito en mí. Porque cada
uno de nosotros tiene un lugar único en esta empresa que se concreta allí donde Dios me crea ahora con todo
lo que soy, y a partir de los deseos inscritos en lo más profundo de mi ser y que tienen su fuente en Él, porque
es Él quien está en el origen de mi identidad profunda y pone en mí estos deseos profundos. El sentido de mi
vida es cumplir, realizar estos deseos, suscitados por su Espíritu, que son signos de su voluntad de amor en
mí. De este modo construyo con Él, en mi puesto, su Reino de amor.

Si es así, se ve la importancia de nuestros deseos y cómo tenemos que estar atentos para discernir cuáles son
los verdaderos, los que están arraigados en Dios. Porque nuestros deseos pueden ser múltiples, y a veces
contradictorios. Más artificiales o más profundos, más inmediatos o más fundamentales, más ordenados y
auténticos, o más desordenados. También pueden tener la apariencia del bien, y sin embargo, no ser bueno
para mí. Además, a menudo deseamos un montón de cosas: bienes de consumo, seguridad económica, una
posición cómoda, relaciones, salud, cultura, viajes, etc., y todas estas cosas son buenas en sí mismas. Porque
todas estas cosas sobre la tierra son creadas por Dios. Y todo es creado para nosotros, los seres humanos, es
decir, para ayudarnos a crecer en la vida, a realizar la finalidad de nuestra existencia.

Ahora bien, hay algunas cosas que nos atraen, las deseamos. Otras no nos interesan, nos repugnan o tenemos
miedo de ellas. ¿Cómo conocer las que son buenas para mí? ¿Cuáles van a ayudarme a realizar el sentido de
mi vida? ¿Qué elecciones debo hacer, entre todas estas cosas buenas, sin dejarme conducir por mis antojos,
mis deseos demasiado superficiales o ilusorios, ni dejarme frenar por mis miedos? Se ve, por tanto, la
importancia de las “cosas creadas” en nuestra relación con Dios. A veces sentimos la tentación de creer que
nuestra relación con Dios se realiza y se vive únicamente en nuestra oración, en nuestra relación íntima,
personal con él. ¡No! Ésta se realiza también en nuestra relación con las “cosas”, es decir con las personas con
las que vivo, con mi familia, mi comunidad, mi profesión, mis bienes, mi cuerpo, mis proyectos, etc. Todas
estas “cosas” son el medio donde se realiza mi relación con Dios; a través de ellas lo buscamos, lo
encontramos, y se realiza su designio de amor en nosotros. Para vivir esta orientación, esta actitud
fundamental, hace falta una libertad interior frente a las cosas creadas y a mis deseos o mis miedos; Ignacio
dirá que “es menester hacernos indiferentes”.

Porque, de hecho, no soy libre espontáneamente con respecto a todos mis deseos o mis miedos, ni a todas “las
cosas” que forman mi entorno, las situaciones de mi existencia. Así pues, será imprescindible reajustar
nuestros deseos y nuestro apego a las cosas. Tenemos que realizar un cierto desprendimiento cuando se tratar
de hacer elecciones que afectan de algún modo a nuestra existencia. A veces siento la tentación de elegir según
la moda o siguiendo mi inclinación natural, según lo que me gusta instintivamente, o para realizar mis
proyectos, mis ambiciones. Hay en nosotros pulsiones o resistencias, torpezas, miedos que hacen difícil una

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elección plenamente conforme a la realización de nuestra vida y de nuestros deseos según el designio de amor
de Dios por nosotros y en nosotros. Tenemos que hacer una larga peregrinación que nos exige liberarnos
interiormente de los condicionamientos que nos estorban, y no dejarnos guiar simplemente por nuestra
espontaneidad instintiva. En este sentido, tenemos que hacernos libres y, por lo tanto, indiferentes.

Comprendamos bien la expresión “hacerme indiferente”. Ésta no significa que no podemos sentir preferencia,
apego o miedo, o que ya no tengamos deseos; pero hay una manera de estar apegado a las cosas, a las
relaciones, a los proyectos, a una carrera...que envenena mi libertad. Corro el riesgo de identificarme con las
cosas, de apegarme a ellas. Las cosas pueden seducirnos y nos convertimos en esclavos suyos. Las cosas se
convierten en un absoluto. Necesitamos, pues, trabajar con la gracia del Señor sobre este apego desordenado,
o este miedo instintivo. Por un desprendimiento en nuestro corazón, llegamos a ser libres interiormente y
podemos hacer una elección justa. Esto es hacernos indiferentes. En la libertad interior reencontrada de esta
manera podremos acceder a nuestro verdadero deseo más profundo, que coincide con el deseo de Dios sobre
nosotros. Entonces reconoceremos lo que en nuestros apegos se une a este deseo fundamental y podremos
“desear y elegir lo que más nos conduce para el fin que somos criados” (Ej 23).

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ORACIÓN: La Escritura nos invita de muchas maneras a que conozcamos y tengamos en cuenta nuestra
orientación fundamental:
→ Mt 13, 44, parábola del tesoro escondido. ¿Dónde está tu tesoro? ¿Dónde está tu corazón?
→ Lc 6, 46-49, la parábola de la casa construida sobre roca firme. ¿Cuál es esa roca firme sobre la que quieres
construir tu casa?
→ Salmo 1, el árbol con raíces bien plantadas no se seca. ¿Dónde están puestas tus raíces? ¿Dónde quieres
poner tus raíces para que el árbol de tu vida nunca se seque?
→ Jer 18, 1-6 y Is 64, 1-9, somos barro en manos del alfarero. ¿Cuál es tu barro? ¿De qué estás hecho? ¿En
qué pieza te quieres transformar?

Te invitamos a que mires estos textos bíblicos, los medites con un poco de tiempo, dejando que resuenen en
tu interior… Te ayudarán a conectar con tu propia orientación fundamental. Encontrarás varias imágenes y
símbolos (tesoro escondido, casa sobre roca, raíz bien plantada, barro en manos del alfarero) que le darán más
amplitud al fin para el que fuiste creado. Aprópiate de esos símbolos, siéntelos y gústales en tu interior.
En la siguiente página de este documento encontrarás, también, otros ejercicios complementarios para seguir
trabajando el principio y fundamento de tu vida.

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DISCERNIMIENTO E INTELIGENCIA ESPIRITUAL

Para discernir es necesario poner en funcionamiento lo que hoy llamamos inteligencia espiritual. Al igual que
todas las demás inteligencias, la espiritual, nos ofrece la capacidad de adaptación a contextos nuevos,
complejos, nos permite sobrevivir a los cambios que se producen, cambios de eras, crisis… nos capacita para
resolver problemas nuevos, dificultades, elegir caminos nuevos, encontrar la mejor alternativa. Pero también
somos inteligentes cuando sabemos leer la realidad, penetrarla, profundizarla… y no nos quedamos en la
exterioridad, sino que vamos más allá de la apariencia, leemos dentro, la trascendemos, cuestionamos lo que
se lee y lo ponemos en tela de juicio. La inteligencia espiritual nos permite ir al fondo, ir al corazón del ser
humano, al núcleo. Nos posibilita saber elegir bien, optar inteligentemente, con discernimiento. La persona
inteligente se caracteriza por cómo ha elegido o decidido.

A veces la inteligencia espiritual queda como una semilla sin cultivar, sin desarrollarse, por eso habría que
estimularla, está en todos, pero desarrollada de forma diferente. Todos podemos desarrollarla, porque es un
recurso inherente a todos. Depende del cultivo, desarrollo que le demos.
¿Qué podemos hacer con la inteligencia espiritual? Es una herramienta que nos permite distintas operaciones.
- Nos permite interrogarnos por el sentido de la vida. La inteligencia espiritual nos permite hacernos preguntas,
que llevan respuestas y encienden otras preguntas. Nos permite preguntarnos por las preguntas últimas,
fundamentales, no por la fachada, ni por lo que se ve, sino por todo lo que está detrás, o al final. Preguntas de
tipo existencial, que nos implican emocional y existencialmente. ¿Qué puedo esperar de mi vida?, ¿qué
colmará mi felicidad?, ¿cómo ser libre? En estas preguntas se nos va la vida, se verán implicadas todas las
decisiones vitales.
- También la inteligencia espiritual nos permite vivir el instante que estamos viviendo, es lo que llamamos
conciencia plena. Nos permite estar plenamente presentes, estar receptivos a lo que nos sucede, dilatando
todos los sentidos, todas las percepciones, con atención plena. En una actitud de receptáculo, atento, viviendo
con mayor profundidad.

Es importante diferenciar el “yo trascendental” del “yo inmanente”. Éste último está sumergido en la
espontaneidad de la experiencia, está inmerso en los afectos y pensamientos, muchas veces falsos; por lo tanto,
necesitará de aquel otro yo, el yo trascendental, para pensar mejor los propios pensares y sentires. El yo
trascendental es crítico e intérprete de lo que va pasando en nuestra interioridad (analiza, distingue, juzga y
nombra). Es la instancia de la persona que lo vuelve espectador atento y vigilante de sí mismo, observador
distante de los propios procesos internos. Es el protagonista de toda búsqueda y discernimiento, capaz de
advertir sin prejuicios todas las tramas emocionales y conocer sus lógicas internas. Por lo tanto, aquello que
experimentamos a través del yo inmanente, necesitará objetivarse con el yo trascendental, mirando en
perspectiva, criticando y analizando. En definitiva: discerniendo.

Si la inteligencia espiritual nos permite tomar distancia de lo que nos pasa e interpretar esa vivencia personal,
desarrollará también una buena inteligencia emocional. Nos permitirá no ser poseído por las emociones, no
nos dejará invadir tóxicamente por los sentimientos. Así no vendrá la confusión ni el desorden, ni el
envenenamiento del alma. Podremos filtrar mejor lo que nos pasa, examinarlo, discernirlo, podremos evitar
que nos invadan los estados de ánimo, entendiendo de dónde vienen y a dónde nos llevan los sentimientos.

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EJERCICIO 1: ¿DÓNDE ESTOY? ¿A DÓNDE VOY?
Este ejercicio te ayudará a tomar conciencia plena de dónde te encuentras hoy existencialmente, pretende ser
una especie de pausa lúcida para que puedas conectarte contigo mismo y encontrarte internamente. Intenta
hacerlo en el lugar adecuado, en clima de recogimiento, silencio y como oración personal. No lo hagas todo
de una vez, toma tu tiempo, hazlo poco a poco, dedicando algunos días al mismo ejercicio.

1- DESCRIBE CON 2- NOMBRA ALGÚN 3- VISUALIZA TUS 4- DETECTA ALGUNA


ALGUNA PALABRA Ó DILEMA QUE VIVAS GRANDES ANHELOS, COSA QUE NO TE
CON UNA IMAGEN EN ESTE TIEMPO. TU PRINCIPIO DE DEJA ELEGIR BIEN,
SIMBÓLICA TU ¿TIENES ALGO PARA VIDA, ESAS METAS AQUELLO QUE
SITUACIÓN DE VIDA ELEGIR, DECIDIR O ORIENTADORAS QUE ENTORPECE O
ACTUAL. ¿CÓMO ME DISCERNIR? IMPULSAN TU OBRAR. CONTAMINA TU
ENCUENTRO? ¿QUÉ ES? NÓMBRALAS LIBERTAD

Suponte que estás delante de alguna persona que quieres, puedes ubicarla, imaginativamente, en una silla vacía
frente a ti, exprésale cuál es el fundamento de tu vida, tu orientación fundamental, es decir, aquello que mueve
tu obrar, tu norte, lo que más te motiva, lo que te apasiona y quieres alcanzar o desarrollar en toda su plenitud.
¿Qué le dirías a esa persona? ¡Exprésaselo!

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