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“SABER ELEGIR, SABER DECIDIR”


APORTE 2

AUTOBIOGAFIA DE SAN IGNACIO DE LOYOLA

5. Y cortada la carne y el hueso que allí sobraba, se procuró usar remedios para que la pierna no quedase tan
corta. Y me pusieron muchas "unturas" y la estiraron continuamente con instrumentos, los que por muchos
días me martirizaron. Pero Nuestro Señor fue dándome salud, y fuí sintiéndome muy bien, estando sano en
todo lo demás, solo no pudiendo sostenerme bien sobre la pierna; por eso estaba obligado a quedarme en el
lecho. Y porque era muy dado a leer libros mundanos y falsos, que suelen llamar de "caballerías", al sentirme
bien, pedí que me dieran algunos para pasar el tiempo. Pero en esa casa no se halló ninguno de los que yo
solía leer. Así, me dieron una "Vita Christi" -Vida de Cristo-, y un libro de la vida de los santos.
6. Leyéndolos muchas veces, algún tiempo me aficionaba a lo que allí estaba escrito; pero dejándolos de leer,
algunas veces me detenía a pensar en las cosas que había leído, y otras veces en las cosas del mundo en que
antes solía pensar. Y de muchas vanidades que se me ofrecían, una se apoderaba tanto de mi corazón que
después me quedaba embelesado pensando en ella dos, tres y cuatro horas sin sentirlo, imaginando lo que
tendría que hacer en servicio de una dama; los medios que tomaría para poder ir al lugar donde ella estaba, los
piropos y las palabras que le diría, los hechos de armas que haría en su servicio. Y estaba con esto tan
envanecido que no miraba lo imposible que era poder lograrlo, porque la tal dama no era de una vulgar nobleza,
como condesa o duquesa, sino que de un estado mucho más elevado que ninguno de esos.
7. A pesar de todo, Nuestro Señor me socorría haciendo que a estos pensamientos sucedieran otros que nacían
de las cosas que leía. Porque, leyendo la vida de Nuestro Señor y de los santos, me detenía a pensar, razonando
conmigo mismo: ¿qué sería si yo hiciese esto que hizo San Francisco y esto que hizo Santo Domingo? Y así
discurría por muchas cosas que hallaba buenas, proponiéndome siempre a mí mismo cosas dificultosas y
graves; las cuales, cuando me las proponía, me parecía hallar en mí facilidad para ponerlas en obra. Mi modo
de discurrir era decirme: "Santo Domingo hizo esto, pues yo lo tengo que hacer; San Francisco hizo esto, pues
yo lo tengo que hacer". Estos pensamientos también duraban un buen rato y, después de interpuestas otras
cosas, me volvían los pensamientos del mundo antes descritos, y en ellos también me detenía largo tiempo. Y
esta sucesión de pensamientos tan diversos me duró harto, deteniéndome siempre en el pensamiento que
tornaba; fuese de aquellas hazañas mundanas que deseaba hacer, o de estas obras de Dios que se presentaban
a mi fantasía, hasta que, ya cansado, lo dejaba y atendía otras cosas.
8. Había todavía esta diferencia: que cuando pensaba en aquello del mundo, me deleitaba mucho; pero cuando
ya cansado, lo dejaba, hallábame seco y descontento; y cuando pensaba en ir a Jerusalén, descalzo, y no comer
sino hierbas y en hacer todos los demás rigores que veía que habían hecho los santos, no solamente me
consolaba cuando estaba en tales pensamientos sino que aún después de dejarlos quedaba contento y alegre.
Pero no me fijaba en eso ni me detenía a ponderar tal diferencia, hasta el momento en que una vez se me
abrieron un poco los ojos y empecé a maravillarme de esta diferencia y a reflexionar sobre ella, comprendiendo
por experiencia que unos pensamientos me dejaban triste y otros alegre, y poco a poco llegando a conocer la
diversidad de los espíritus que me agitaban: uno del demonio y otro de Dios.

Preguntas al texto:
¿Cuáles son los dos grandes movimientos interiores que se suceden y alternan en S. Ignacio?
¿Qué sentimientos y pensamientos acompañan a cada uno de estos dos estados?
¿Cuál movimiento es de Dios (BE) y cuál no lo es (ME)?

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SENTIMIENTOS PENSAMIENTOS
Son subjetivos, personales y originales Son racionales y más objetivos
Son espontáneos Son más elaborados
Son el “eco” de la realidad, mi reacción frente a ella Intentan explicar la realidad, no se confunde con ella
No son verdaderos ni falsos, sino válidos en mí Su verdad está en su proximidad o no de la realidad
No son universales sino particulares Son más objetivos y universales que los sentimientos

ORIENTACIONES PARA EL MANEJO DE LOS SENTIMIENTOS

1. Los sentimientos o emociones no entran en el terreno de la moral. No son buenos o malos en sí mismos, no hacen de
mí una buena o mala persona.
2. Los sentimientos no tienen origen en mi libertad y tampoco depende de mi libertad el que existan o no; simplemente
existen. Los sentimientos son “avisos” frente a determinados hechos internos y externos; sería absurdo sentirnos
culpables de nuestros sentimientos ya que no tenemos responsabilidad sobre ellos, sino que me vienen. Yo puedo, eso
sí, “alimentarlos” o no, “echar leña al fuego” o no, puedo seguirlos con mi acción o no.
3. Los sentimientos deben ser integrados con el intelecto y la voluntad. En la persona integrada las emociones ni están
reprimidas ni ejercen el control sobre la persona. La persona plenamente tal, en cuanto de ella depende, no reprime sus
sentimientos, sino que permite que salgan a la superficie para poder reconocerlos, nombrarlos y ordenarlos.
4. Los sentimientos pueden tener dos "salidas": o los verbalizamos o los somatizamos. Si se guardan dentro, en algún
momento, querrán expresarse y salir de una manera u otra.
5. El reconocer, nombrar y aceptar mis sentimientos ayuda a mi crecimiento personal y a la construcción de mi propia
identidad; me ayuda a responder a la pregunta: ¿quién soy yo? Me ayudará a reconocer mi yo auténtico, el más real, el
que soy y no el que quisiera o debería ser.
6. Las pautas de mis reacciones emocionales pueden ser cambiadas, ya que no son determinantes. No estamos
“condenados” a reaccionar emocionalmente siempre de la misma manera, los pensamientos con su racionalidad pueden
educar y cambiar los sentimientos. Con la gracia de Dios también pueden ser purificados, ordenados y bien encausados.

IMPORTANTE:
Los sentimientos "nos hablan" acerca de nuestra situación y de nuestra persona, “nos indican” qué es lo que queremos
y deseamos, y también nos ayudarán a elegir y a decidir según la voluntad de Dios. Siguiendo la pista a nuestros sentimientos
descubriremos por dónde quiere Dios que nos movamos o conduzcamos. De alguna manera, los sentimientos son “la
materia prima con la que voy a hacer un discernimiento espiritual”.

A partir de ahora hablaremos de MOCIONES ESPIRITUALES, son esos movimientos interiores, esas inclinaciones
afectivas involuntarias pero que producen efectos, y que son más que una emoción, porque unen el afecto con el efecto,
vinculan la emoción con una dirección. Las mociones espirituales es lo que nosotros vamos a discernir para conocer cuál es
la voluntad de Dios para con nosotros. A nosotros nos interesarán, por lo tanto, esos sentimientos que tienen una dirección,
un sentido, esas que transforman al sentimiento o la emoción en moción espiritual, y que no se quedan solo en lo psicológico
de la persona, sino que expresan una orientación teologal, indican la voluntad de Dios, señalan un camino a seguir en el
acercamiento hacia el amor, la verdad y el bien. Estas mociones pueden conducir a Dios (se guían por el Buen
Espíritu) y nos traen consolación espiritual, pero también pueden conducirnos hacia el mal (se guían por el
Mal Espíritu) y nos traen desolación espiritual. Por eso es muy importante sentirlas y conocerlas,
examinarlas, distinguirlas, interpretarlas, tomarlas o lanzarlas. Es decir, discernirlas. La consolación espiritual
será el estado interior que me señalará a mí que el camino que estoy tomando es de Dios.

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ORIENTACIONES PARA EL MANEJO DE LOS SENTIMIENTOS

Los sentimientos no entran en el terreno de la moral, es decir, no son ni buenos ni malos en sí mismos.
En teoría, la mayoría de nosotros admitiría que las emociones no son ni meritorias ni pecaminosas. El
sentirse frustrado, el estar enojado, el tener miedo o el encolerizarse no hacen que una persona sea buena o
mala. Pero en la práctica, un buen número de nosotros no admite lo que decimos. Si nuestra “conciencia
sensora” no admite determinados sentimientos, los reprimimos en nuestra subconsciente. Parece cierto que
hay emociones que no estamos dispuestos a reconocer. Sentimos vergüenza de nuestros miedos, o nos
sentimos culpables de nuestra ira o de nuestros deseos físico-afectivos.
Para poder ir discerniendo en nuestra vida lo más verdaderamente posible, debemos estar convencidos
de que las emociones no son una realidad moral sino fáctica. Mis envidias, mis iras, mis deseos sexuales, mis
temores, etc., no hacen de mí una buena o mala persona. Por supuesto, esas reacciones emocionales deben ser
integradas mental y afectivamente; pero antes de que pueda ser integradas, antes de que yo decida si deseo
seguir esas orientaciones o no, debo permitirles que se expresen y debo oír con toda claridad lo que están
diciéndome. Debo ser capaz de decir, sin el más mínimo de represión moral, que estoy enojado, o que estoy
avergonzado, o que estoy sexualmente excitado.

Los sentimientos no tienen origen en mi libertad; simplemente existen.


Muchas veces caemos en sentimientos de culpa por determinados sentimientos que experimentamos,
diciéndonos algo así como: “yo no debería sentir o experimentar este sentimiento”.
Es importante recordar que los sentimientos son nuestro modo de reaccionar frente a determinados
hechos o pensamientos, pero son un modo no libre de reacción (otra cosa será si los seguimos o no, como
veremos después). La función de los sentimientos es comparable con la función de las terminaciones nerviosas
que tenemos en toda la superficie de nuestro cuerpo: estas son las encargadas de trasmitirnos determinados
mensajes que nos indican que algo nos está afectando en buena o mala forma. La sensación de dolor que yo
sienta en determinado lugar de mi piel, solamente me está indicando que un agente externo está actuando
sobre mí, es un “aviso” o reacción del organismo. Del mismo modo, los sentimientos son “avisos” frente a
determinados hechos internos o externos. Así como sería absurdo sentirse “culpable” de sentir calor o frío en
nuestra piel, también debemos convencernos de lo absurdo de sentirnos “culpables” de los sentimientos que
podamos experimentar. Sólo podemos hablar de responsabilidad, y por tanto de culpa, cuando media la
libertad y es claro que no es el caso con los sentimientos. Evidentemente, y sin contradicción con lo dicho, sí
hay un papel que la libertad puede y debe jugar con respecto a los sentimientos: yo puedo “alimentarlos” o
no, puedo “echar leña al fuego” o no, puedo seguirlos en mi acción o no.

Los sentimientos deben ser integrados con el intelecto y la voluntad.


La no-represión de nuestras emociones significa que debemos experimentar, reconocer y aceptar
plenamente nuestros sentimientos. Lo cual no implica en modo alguno que debamos actuar siempre de acuerdo
a ellos. Sería trágico y demostraría la más absoluta inmadurez el que una persona permitiera que sus
sentimientos o emociones rigieran su vida (actuar por el “yo siento que...”, como criterio absoluto). Una cosa
es sentir y reconocer ante uno mismo y ante los demás que uno tiene miedo, y otra cosa es permitir que ese
miedo le venza a uno. Una cosa es que yo sienta y reconozca que estoy enojado, y otra cosa es que te aplaste
la nariz de un golpe.
Debemos integrar las tres facultades humanas básicas, es decir, debemos aunarlas en un conjunto
armónico. Ellas son: el intelecto o razón, la voluntad y los sentimientos o emociones. Si el significado de esta
integración está claro, resulta obvio que la mente juzga si es necesario o deseable seguir determinadas
emociones o sentimientos que han sido experimentadas plenamente, y la voluntad hace efectivo dicho juicio.
Por ejemplo, puede que a mí me dé mucho miedo decirte la verdad sobre determinado asunto. El hecho es –y
ello no es ni bueno ni malo en sí mismo– que estoy sintiendo miedo. Yo me permito sentir ese miedo y
reconocerlo. Mi mente elabora un juicio según el cual yo no debería obrar de acuerdo con dicho miedo, sino
a pesar de él, y debería decirte la verdad. Consiguientemente, la voluntad ejecuta el juicio de la mente y te
digo la verdad.
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En síntesis, en la persona integrada las emociones o sentimientos ni están reprimidas ni ejercen el


control sobre la persona. Sencillamente, son reconocidas (¿Qué es lo que siento?) e integradas (¿Deseo obrar
de acuerdo con este sentimiento o no?).

Los sentimientos pueden tener dos “salidas”: o los verbalizamos a los somatizamos.
Se ha dicho con razón que o verbalizamos nuestros sentimientos o los somatizamos. Los sentimientos
son como el vapor que se acumula en una olla: si se guardan dentro y se permite que acumulen intensidad
pueden terminar haciendo saltar la “tapa” humana que los reprime, lo mismo que el vapor puede hacer saltar
por los aires la tapa de la olla.
La somatización consiste en que determinadas emociones o sentimientos encuentran salida en dolores
de cabeza, resfríos, diarreas, subidas de presión, dolores reumáticos, úlceras, etc., (demás está decir que no
siempre estos síntomas son somatizaciones), pero también pueden somatizarse en tensiones musculares, en
violentos portazos, en apretar los puños o los dientes, en llantos, rabietas y en todo tipo de actos de violencia.
Cuando enterramos nuestras emociones, no han muerto, sino que siguen vivas en nuestro inconsciente y en
nuestras vísceras, lastimándonos y afligiéndonos. El explicitar nuestros sentimientos es esencial para nuestra
salud física, psíquica y espiritual.
Es importante recordar que, aún cuando no verbalicemos con otra persona nuestros sentimientos, es
básico e imperioso que los verbalicemos con nosotros mismos. Es decir, decirme a mí mismo en voz alta qué
estoy sintiendo, sin miedo a ponerle nombre a ese sentimiento, por desagradable o rechazable que me parezca.
Aquí es bueno recordar la diferencia entre “verbalizar”, que significa “poner nombre”, y “manifestar” que –
en este contexto–, lo entendemos como manifestar a otro lo que sentimos. En el primer caso es hacernos
conscientes nosotros mismos de lo que sentimos, en el segundo caso implica hacer público (aun cuando sea a
una sola persona) lo que sentimos. Puede ser que muchas veces no sea conveniente (o incluso francamente
desaconsejable) el “manifestar” nuestros sentimientos, mientras que siempre y en todo caso es conveniente y
aconsejable “verbalizar” lo que sentimos. Hay aquí que tener en cuenta no solamente el bien personal sino
también el bien del otro.

Reconocer, nombrar y aceptar mis sentimientos ayuda a mi crecimiento personal.


En la medida que yo soy capaz de reconocer qué siento en cada circunstancia voy construyendo mi
identidad (aunque, evidentemente, no es éste el único ingrediente en esta construcción), ya que me voy
encontrando con el yo auténtico y real, con el que soy y no con el que sueño o creo que debería ser. La
identidad se basa en la realidad de lo que soy; de aquí la importancia de la aceptación de los sentimientos que
experimentamos.
Por otra parte, al observar las pautas de nuestras reacciones en el campo de los sentimientos podremos
también avanzar en el camino del conocimiento propio. Y si a la vez confrontamos con otro estas
observaciones, podremos obtener mayor provecho para nuestro crecimiento. Si, por ejemplo, yo explicito más
o menos regularmente el sentimiento de “sentirme ofendido” por cosas intrascendentes, iré cayendo en la
cuenta de la hipersensibilidad que en buena medida me domina. En el momento en que yo sea consciente de
esto, podré optar por cambiar ciertas conductas.

Mis reacciones emocionales pueden ser cambiadas, ya que no son un puro impulso biológico.
Es importante caer en la cuenta de que “no estamos condenados” a reaccionar emocionalmente siempre
de la misma manera cuando hemos visto que determinadas reacciones son inmaduras o hacen mal a otros. Una
cosa es que yo sienta determinado sentimiento y otra es que yo actúe movido por el mismo.
Cuando yo explicito mis pautas, las verbalizo, las confronto con mis ideales o con las reacciones que
yo considero como deseables, yo puedo ir cambiando las mismas. Evidentemente no es un acto instantáneo,
es un proceso y que como tal llevará inevitablemente un período de tiempo y esfuerzo. En la medida en que
me convenza de que es posible cambiar mis pautas de reacciones y de la irracionalidad de muchas de ellas,
podré reaccionar de manera diversa.
Ahora bien, pueden presentarse en nosotros sentimientos como reacción frente a personas o hechos y
que no logramos cambiar, al menos al ritmo que desearíamos. ¿Qué hacer? En primer lugar, la aceptación
humilde y paciente de que reaccionamos de una forma que no nos parece apropiada y que nos gustaría cambiar.
En segundo lugar, debemos explicitar el sentimiento, decírnoslo a nosotros mismos por su nombre. En tercer
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lugar, debemos tenernos paciencia a nosotros mismos en el camino del cambio y aceptar también que no todo
está en mis manos en cuanto a los hechos que provocan mis sentimientos. Hay ocasiones en que debemos
honestamente plantearnos la necesidad de convivir lo más sanamente posible con sentimientos que no
desearíamos experimentar. Volviendo sobre algo ya dicho, no está en nuestras manos el experimentarlo o no,
pero sí está en nuestras manos el seguir o no una determinada conducta. La persona no es un puro sentimiento.

Síntesis.
La persona plenamente tal, en cuanto de ella depende, no reprime sus emociones, sino que permite que
salgan a la superficie para poder reconocerlas y nombrarlas. Las emociones o sentimientos “nos hablan” acerca
de nuestra situación y de nuestra persona. Por otra parte, es importante recordar que esto no supone
“abandonarse” a las emociones o sentimientos como si los mismos fuesen pautas obligatorias de conducta.
Las emociones o sentimientos deben ser integrados armónicamente en el conjunto de la persona, interactuando
con la razón y la voluntad.
Podríamos sintetizar el proceso de hacernos conscientes de nuestros sentimientos y de su integración en los
siguientes pasos:
1. Toma conciencia de tus emociones. ¿Qué estoy sintiendo?
2. Ponles nombre. Envidia, celos, ternura, afecto, ira…
3. Investiga el origen de tus sentimientos. ¿Por qué estoy reaccionando así? ¿Puedo rastrear en qué se origina
esta reacción o estos sentimientos?
4. Integra tus sentimientos al conjunto de tu persona. No lo reprimas, acéptalo, pero no te dejes controlar por
ellos.
5. Investiga hacia dónde te lleva ese sentimiento. ¿Me ilumina en algo sobre mis metas o situación futura?
6. Verbaliza o manifiesta tus sentimientos. Reconoce explícitamente ante ti mismo y quizá también ante otro
lo que sientes, sin miedos ni vergüenzas.

Extracto de “Soplos del Espíritu”


Horacio Carrau sj
Cuadernos de Espiritualidad, N° 103 – Chile, 1997

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ORACIÓN: La escritura nos invita a tener siempre una actitud de discernimiento:


→ Rm 12, 2: “No se acomoden al mundo presente antes bien, transfórmense mediante la renovación de su
mente, de forma que puedan distinguir cuál es la voluntad de Dios: lo bueno, lo agradable, lo perfecto”.
→ Ef. 5, 8 – 10: “Porque en otro tiempo ustedes eran tinieblas; más ahora ustedes son luz en el Señor.
Vivan como hijos de la luz, pues el fruto de la luz consiste en: toda bondad, justicia y verdad. Examinen
qué es lo que agrada al Señor”.
→ Heb. 5, 14: “A los adultos se les da el alimento sólido, pues ha adquirido una sensibilidad interior y son
capaces de distinguir lo bueno y lo malo”.
→ 1Jn 4, 1: “Queridos hijos, no se confíen de cualquier espíritu, sino examinen los espíritus que vienen de
Dios, pues muchos falsos profetas han salido al mundo”

Te invitamos a meditar detenidamente estos textos bíblicos, para que avives tu deseo de discernir. Pide a
Dios la gracia de distinguir su voluntad, examinar tu vida y separar lo bueno de lo malo.
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EJERCICIO 2 – CONOCER SENTIMIENTOS, PENSAMIENTOS Y MI ESTADO ESPIRITUAL

ESCRIBE EN CADA CUADRO


PENSAMIENTOS SENTIMIENTOS DETECTA SI
1- TU ESTADO DE VIDA ACTUAL,
QUE ACOMPAÑEN A QUE SURJAN CON SON DE BE / ME,
2- ALGÚN DILEMA PERSONAL,
CADA UNO DE CADA UNO DE SI TE DEJAN
3- UN ANHELO QUE TE ORIENTE,
ESTOS ESTADOS ESTOS ESTADOS Y CONSOLADO O
4- ALGUNA DIFICULTAD EN TU
PENSAMIENTOS DESOLADO
ELECCIÓN CON LIBERTAD
1- ESTADO DE VIDA ACTUAL

2- ALGÚN DILEMA PERSONAL

3- ANHELO ORIENTADOR O META

4- DIFICULTAD EN TU ELECCIÓN
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Esta lista de sentimientos puede ayudarte cada vez que quieras concientizar o darle nombre a
los sentimientos que vas experimentando.

A gusto Complicado Escuchado Podrido


Abrumado Comunicado Esponjado Prejuiciado
Aburrido Con bronca Estable Preocupado
Acelerado Confiado Feliz Quejumbroso
Admirado Conforme Frío Rabioso
Agitado Contento Furioso Rebelde
Agradable Contrariado Histérico Relegado
Agradecido Copado Impávido Resentido
Agresivo Cordial Impotente Saturado
Ahogado Cuestionado Indiferente Seco
Airado Culpable Indigente Seguro
Ajeno Delirante Indignado Sentimental
Alegre Deprimido Inepto Serio
Amable Desalentado Inseguro Sin remedio
Amargado Desamorado Jovial Solemne
Amenazado Desamparado Jubiloso Solidario
Amigable Desbordado Lleno Solo
Angustiado Descompuesto Malhumorado Tembloroso
Ansioso Desconcertado Mareado Temeroso
Aprisionado Descontento Melancólico Tenso
Aprobado Desahogado Metido Tibio
Áspero Desencantado Miedoso Tierno
Asustado Desencuadrado Nervioso Tranquilo
Aterrado Desesperado Notable Triste
Aterrorizado Desesperanzado Nostálgico Ufano
Bajoneado Dudoso Obsesionado Unido
Basura Electrizado Ofuscado Urgido
Caliente En comunión Ofendido Vacío
Callado Encantado Pacificado Volado
Cariñoso Enchufado Pensativo
Celoso Enjuiciado Perezoso
Cerrado Enojado Periférico
Cómodo Envidioso Perjudicado

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