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7 de Marzo del 321: El Día en que el «Sol oscureció al Shabat»

Desde el análisis objetivo de muchos historiadores modernos, el emperador Constantino marcó


con sus decisiones políticas el tránsito del mundo antiguo al mundo medieval.

Recordemos que Constantino gobernó el Impero Romano durante treinta años, hasta su muerte
en Nicomedia (actual Izmir, Turquía) el 22 de mayo de 337. Fue el Fundador de Constantinopla en
lo que era la antigua ciudad griega de Bizancio. Lamentablemente, en la Iglesia ortodoxa hoy se lo
venera como santo, y la Iglesia Católica, lo considera como su gran benefactor, ya que permitió la
fundación del cristianismo, religión del Estado romano adaptada a las necesidades del Imperio, y
bajo la apariencia de una nueva Iglesia institucionalizada, que más tarde terminaría llamándose
Católica Apostólica Romana. Esta religión, Constantino la legalizó promulgando un edicto de
tolerancia en el año 313. Al mismo se lo conoce como el Edicto de Milán. De este modo, los desde
entonces denominados cristianos, no sólo deberían obediencia a Dios, representado en el obispo
de Roma, sino al Emperador. Paradójicamente, con el devenir de los siglos, acabaron siendo los
monarcas cristianos quienes tuvieron que rendir obediencia a los papas, herederos de los antiguos
césares, y someterse a su voluntad.

Lo cierto de todo es que el emperador Constantino (280-337 E.C.), notó que el poder político de
Roma estaba debilitándose, por la división de estas dos grandes espiritualidades: los paganos
adoradores del sol, y sus cultos esotérico-místicos; y los «cristianos», según los denominaban sus
detractores y perseguidores, los paganos. La historia confirma que se propuso unir estas dos
grandes corrientes ideológicas; volviendo a los «cristianos», a la religión pagana; y a los paganos
cristianizarlos por medio de la ética que practicaban los «cristianos».

Así fue como lo más fuerte de todas estas artimañas babilónicas desencadenó que el 7 de marzo
del año 321 el emperador Constantino I el Grande decretó mediante edicto la llamada «Ley del
Dies Solis«, con la que establecía “el día del Sol” como festividad pública (en latin dies festus) en el
calendario oficial romano. Esta medida tendría un carácter revolucionario, pues hacía claramente
referencia al domingo cristiano, día que convertiría en la jornada más importante de la nueva
religión romana. El principal propósito de Constantino era reforzar la autoridad imperial a efectos
administrativos, adoptando una política religiosa distinta. Así fue infiltrándose gradualmente en
las tradiciones de la Iglesia, sustituyendo definitivamente al día sábado, hasta entonces el más
sagrado por los seguidores de Cristo en todo el mundo.

En las costumbres primitivas, los sábados eran el día sagrado tanto para los judíos, como también
de los discípulos de Cristo, pero el edicto de Constantino modificaría esto, estableciendo que el
domingo será el último día de la semana y el dedicado especialmente al culto solar del Cristo
eterno, copia romana del verdadero Mesías hasta entonces proclamado por los discípulos de
Yeshúa. Esta decisión será un enorme guiño de Constantino a los líderes cristianos de Roma,
dándoles el gusto de acomodar el calendario anual en torno a las festividades cristianas y
abandonando el domingo como un día dedicado al sol (como se celebraba en tiempos paganos).

El cardenal John Henry Newman, en su libro «The Development of Christian Doctrine«, pág. 373,
declara:

«Eusebio nos dice de diferentes maneras que Constantino, a fin de recomendar la nueva religión a
los paganos, transfirió a ella los ornamentos exteriores a los cuales ellos estaban acostumbrados
en la suya… El uso de templos, los dedicados a santos particulares, los ornamentos hechos, en
ocasiones con ramas de árboles; el incienso, las lámparas y velas; las ofrendas votivas para el
restablecimiento de enfermedades; el agua bendita, los asilos, las fiestas y estaciones; el uso de
calendarios, las procesiones, las bendiciones de los campos; las vestiduras sacerdotales, la tonsura,
el anillo de casamiento, el volverse hacia el este, más tarde las imágenes, tal vez el canto
eclesiástico y el Kyrie Eleison, son de origen pagano y santificados por haber sido adoptados en la
iglesia”.

Por su parte, la Enciclopedia Británica, novena edición, en el artículo “domingo” dice:

“La más antigua documentación de la observancia del domingo como imposición legal es el edicto
de Constantino, en el año 321 DC. (7 de marzo), que decreta que las cortes de justicia, los
habitantes de las ciudades y el comercio en general, deben reposar en domingo (venerabili die
Solis) exceptuándose apenas los que se empeñaban en trabajos agrícolas”.

Tiempo después, el 3 de noviembre de 383, otro emperador, Teodosio I, establecerá que el día de
descanso, el «dies solis» (Día del dios Sol), pasará llamarse «dies dominicus» (Día del Señor),
quedando ya oficialmente reconocido como el último día de la semana, tal y como lo conocemos
hoy en día. De esta manera surgió la palabra española domingo.

Para que podamos apreciar los lineamientos babilónicos establecidos por la La ley dada por
Constantino relativa al día de descanso, los invito a leer y considerar los siguientes estratos de la
misma:

“Que todos los jueces, y todos los habitantes de la ciudad, y todos los mercaderes y artesanos
descansen el venerable día del sol. Empero que los labradores atiendan con plena libertad al
cultivo de los campos; ya que acontece a menudo que ningún otro día es tan adecuado para la
siembra del grano o para plantar la viña; de aquí que no se deba dejar pasar el tiempo favorable
concedido por el cielo.
[Codex Justinianus, lib. 3, tít. 12, párr. 2 (3).]

“Descansen todos los jueces, la plebe de las ciudades, y los oficios de todas las artes el venerable
día del sol. Pero trabajen libre y lícitamente en las faenas agrícolas los establecidos en los campos,
pues acontece con frecuencia, que en ningún otro día se echa el grano a los surcos y se plantan
vides en los hoyos más convenientemente, a fin de que con ocasión del momento no se pierda el
beneficio concedido por la celestial

providencia.”

–Código de Justiniano, [lib. 3, tít. 12, párr. 2 (3) (en la edición, en Latín y castellano, por García

del Corral, del Cuerpo del derecho civil romano, tomo 4, pág. 333, Barcelona, 1892). El original en
latín se halla además en J. L. v. Mosheim: Institutionem Historia Ecclesiastica antiquioris et

recensioris, sig. 4, parte 2, cap. 4, sec. 5, y en otras muchas obras.]

El Diccionario Enciclopédico Hisp.- Amer., art. Domingo, dice:

“El emperador Constantino, en el año 321, fue el primero que ordenó una rigurosa observación del
domingo, prohibiendo toda clase de negocios jurídicos, ocupaciones y trabajos; únicamente se
permitía a los labradores que trabajaran los domingos en faenas agrícolas, si el tiempo era
favorable. Una ley posterior del año 425 prohibió la celebración de toda clase de representaciones
teatrales, y finalmente en el siglo VIII se aplicaron en todo su rigor al domingo cristiano las
prohibiciones del Sábado judaico.”

Por medio de esta anécdota histórica los romanos, tomaron la cabeza de la nueva religión,
obligando al mundo entero a adoptar la semana de siete días que había heredado de la tradición
mesopotámica (sede de Babel) mucho antes de nuestra era. Así pues dedicaron cada uno de los
días a los astros o planetas de nuestro sistema solar visibles desde la tierra, surgiedon las
denominaciones:

Dies lunae: ‘día de la luna’, hoy lunes.

Dies Martis: ‘día de marte’, hoy martes.

Dies Mercurii: ‘día de mercurio’, hoy miércoles.

Dies Iovis: ‘día de júpiter’, hoy jueves.


Dies Veneris: ‘día de venus’, hoy viernes.

Dies Saturni ‘día de saturno’

Dies Solis: ‘día del sol’

Habrá dos cambios generados por la ley de Constantino: dies Saturni por Sabbatum (del hebreo
Shábbath) y dies Solis por dies Dominicus (del latín Dominus ‘señor’). Como rezago de esta historia
basta con notar que en otras lenguas el domingo sigue estando dedicado al Sol, por ejemplo, el
inglés donde se dice Sunday, y en alemán «Sontag«, es decir, ‘día del Sol’.

El Eterno aborreció siempre esta falsa adoración.

Para lograr llegar a una sabia conclusión, comenzaré citando lo que el cardenal Gibbons en su obra
«Faith of our Fathers» [«La Fe de Nuestros Padres»], dice:

“Usted puede leer la Biblia desde el Génesis hasta el Apocalipsis, y no encontrará una simple linea
autorizando la santificación del domingo. Las Escrituras refuerzan la observancia religiosa del
sábado, un día que nunca santificamos”.

(edición 92ª, p.89)

Y es tal cual este clérigo lo dice, en todas las líneas de las Sagradas Escrituras está totalmente
ausente la idea del día domingo como día del Señor. Sin embargo, si encontramos testimonio que
cada vez que Israel se apartaba del Camino revelado por la Instrucción (Torah) divina, una de las
prácticas abominables que buscaba era la espiritualidad del primer día de la semana.

Vemos a Manasés, uno de los reyes de Israel, apartándose de Yahvéh y, seducido por el espíritu
babilónico-cananeo, oficializando el culto al Sol (2 Reyes 21:3).

También podemos notar que en los primeros quince versículos del capítulo ocho de Ezequiel se
nos muestran una creciente apostasía en el pueblo de Israel (Casa de Judá) que se jactaba de ser el
Pueblo del Eterno. Ellos habían caído en la práctica de la adoración al dios sol.

El profeta Ezequiel vio en el templo de Yahvéh “como veinticinco varones… sus rostros hacia el
oriente, y adoraban al sol...” (Ezequiel 8:16).

Yahvéh expresó una dura sentencia sobre aquel culto (Ezequiel 6:4-6).
Los documentos históricos del primer siglo de nuestra Era Común demuestran como los discípulos
de las primeras comunidades resistieron la tentación constante de adorar al sol. Es más, durante
los dos primeros siglos fueron perseguidos obsesiva y atrozmente por los emperadores romanos,
por causa de esta supuesta rebelión al sistema, muriendo unos cuatro millones de redimidos. A
pesar de eso, aumentaban en número, y aquellos que se iban convirtiendo del paganismo, recibían
con alegría el diseño del Shabat o séptimo día.

Entendiendo que el Eterno es siempre el mismo tal y como lo proclamaba el profeta Malaquías:

«Porque yo Yahvéh no cambio»

(Malaquías 3:6)

También entendemos que el accionar de Yahvéh no se parece en nada al actuar sentimental del
ser humano:

«Dios no es hombre para que mienta, ni hijo de hombre para que se arrepienta»

(Números 23:19)

«He entendido que todo lo que Dios hace, eso será perpetuo; sobre ello no se añadirá, ni de ello
se disminuirá…»

(Eclesiastés 3:14)

Por esto mismo, nuestro amado Mesías manifestó que la intensión primordial de su propósito en
la Tierra, era dar plenitud al día que la Torah revelaba, quedando claro para sus discípulos que Él
no venía a anular ni cambiar nada:

«No penséis que he venido a abrogar la Torah… sino para cumplir. Porque de cierto os digo que
hasta que pasen el cielo y la tierra, ni una jota ni una tilde pasarán de la Torah…»

(Mateo 5:17-18)

«Pero más fácil es que pasen el cielo y la tierra, que se frustre una tilde de la Torah»

(Lucas 16:17)
Y si «Jesucristo es el mismo ayer, y hoy, y por los siglos» (Hebreos 13:8), tenemos que aceptar que
los cambios de calendario que se dieron en el siglo IV de nuestra Era Común (E.C.) fueron la
manifestación caprichosa del egotismo de hombres hambrientos del poder materialista que la
Gran Ramera siempre ofrece en su copa llena de abominaciones. El domingo no fue colocado por
Yahvéh, nuestro Dios, como día de reposo pero sí el sábado (Shabat) que nos recuerda a la
creación, a la salvación, a la paz que tenemos en Yeshúa HaMashiaj y es un pre-anuncio semanal
del reposo feliz en el Mundo Venidero, el Milenio.

Por eso, para finalizar debemos aceptar que que para guardar el sábado (Shabat) existen en
muchas luchas, ya que las cosas del sistema reptiliano imperante marcha en otra dirección. Pero el
Eterno promete a los fieles que nunca les faltará el pan (Salmos 37:25), y que tendremos
prosperidad:

«¡Quién diera que tuviesen tal corazón, que me temiesen y guardasen todos los días todos mis
mandamientos, para que a ellos y a sus hijos les fuese bien para siempre!»

7 de Marzo del 321: El Día en que el «Sol oscureció al Shabat» – David Nesher Blog

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