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TEMA 5. MORFOLOGÍA FLEXIVA DEL ESPAÑOL.

El género en español.
El género no es una categoría universal, puesto que no todas las lenguas cuentan con la categoría del género. Esto
supone un problema, que en la lingüística alemana se denomina: forma interior del lenguaje, aludiendo a la
identidad establecida entre lengua y nación (distinción entre ser y estar propia del español).

Las lenguas que cuentan con la categoría del género manifiestan el género de dos maneras distintas:
1. De forma encubierta. Carecen de marcas formales para diferenciar el género. Además, en ciertas categorías
no hay género. Esto sucede con el inglés: no hay nombres masculinos ni femeninos, lo que no quiere decir que
carezca de género, ello se ve reflejado en los pronombres (he, she).
2. De forma explícita. Cuentan con marcas formales para distinguir el género. Ejemplo: -a / -o
Ejemplos en otras lenguas:
 En las lenguas hamíticas, el concepto fundamental que se asocia a los nombres es el del tamaño. Es decir, los
nombres cuentan dos marcas para distinguir objetos o seres vivos que sean grandes o pequeños . Normalmente,
el rasgo de grande se asocia a lo masculino, sin embargo, el pecho femenino tiene el rasgo de grande que
normalmente se asocia a los machos, y viceversa.
 El húngaro, por ejemplo, no distingue sexo, y o es el pronombre tanto de él como ella.

La división natural entre machos y hembras es una clasificación zoológica, no gramatical. Es diferente de lo que
llamamos masculino y femenino, que es una distinción puramente gramatical. Esto quiere decir, por ejemplo, que la
palabra mujer no es femenino por designar a la hembra, sino por contraer un tipo de relaciones sintácticas con otros
elementos de la oración como categoría gramatical.

La función gramatical del género es establecer la cohesión oracional. Esto puede quedar matizado por el hecho de
que, a veces, se establece una conexión entre género masculino y femenino y la clasificación natural de las cosas
(tierra es femenino en la mayor parte de lugares que cuentan con género porque los individuos han analizado este
término como madre de todas las cosas, y, así, se asocia a la hembra).
- Es cierto que el género es una categoría gramatical, pero algunas palabras han adquirido su género por una
conexión con la naturaleza.
- Salvo estos casos, se afirma que en los nombres que designan cosas el género es una categoría arbitraria 
esto se observa comparando el género de los mismos nombres en lenguas distintas. (alemánsol femenino)

En cuanto a los nombres que significan seres vivos suele haber una conexión entre el masculino y el sexo macho y
entre el femenino y el sexo hembra, aunque no se produce de manera regular (jirafa=femenino, xro puede designar también a un
macho).

Esta arbitrariedad se ve matizada por algunas reglas  En español, en algunas ocasiones, encontramos la regla formal
de carácter general de que los nombres de cosa acabados en “o” son masculino y acabados en “a” son femenino.
De esta manera, comprobamos que no hay reglas seguras en la atribución del género a los nombres, ni a los que
designan seres vivos ni a los que designan cosas.

Neutro y la oposición animado-inanimado.


Las lenguas indoeuropeas distinguen tres géneros: masculino, femenino y neutro. Esta oposición es posterior a otra
oposición más primitiva o básica que establecía dos tipos de género: el animado frente al inanimado. Pertenecerían al
grupo de los animados aquellos nombres de seres que son capaces de ser sujetos de acciones verbales y los
inanimados designan lo inerte. Más tarde, se distingue dentro de los nombres animados el masculino y el femenino.
Hoy día, el español carece de neutro. Aunque se han señalado ciertos restos de esta primitiva distinción entre lo
animado e inanimado: distinción entre quién (seres animados) y qué (inanimados). También, las formas del
pronombre “lo” y “le” (periódico  lo he visto y Juan  le he visto).

Varias hipótesis sobre la atribución del género.


R. Lenz  En una época primitiva, en el indoeuropeo, las voces acabadas en a, adquieren un tinte femenino y sirven
para designar a la hembra, y, por contraste, se designa la vocal incolora –o como masculino. ¿Por qué la vocal a se tiñe
de carácter femenino? Encontramos tres tipos de seres que acaban en a que marcan hembras a lo femenino: mama,
gena, vaca.
Grimm y sus discípulos Bopp y Pott.  Sostenían que las voces que indican continente tienden a ser femeninos,
mientras que las voces que indican el contenido tienden a ser masculino (la tinaja y el agua).
Meillet  Sostenía la influencia de palabras sobre otras para la determinación del género (noche-día, sol-luna).
Manifestación del género en los nombres que designan seres vivos.
Tiene la particularidad de que se manifiesta de modo muy diverso. A esas formas diversas de manifestarse se les llama
de distinto modo:
1. NOMBRES VARIABLES.
Son aquellos que establecen la oposición de género en la proporción –o/ –a (gato/gata).
Solo en este tipo de nombres cabe hablar de un proceso flexivo de género (son morfemas flexivos) y cumplen dos
propiedades:
a. [-o] y [-a] son conmutables
b. Esa conmutación implica un cambio de significado para distinguir el macho de la hembra.

Esta oposición no es regular: puesto que a veces el masculino acaba en “e” (jefe) o en consonante (león).
 Otros lingüistas consideran la -e como un alomorfo de –o.
 Cuando acaba en consonante, otros lingüistas suponen un morfema de cero gramatical.

El morfema del género masculino está constituido por tres alomorfos: -o, -e y ø, mientras que el femenino siempre es
con “a”.
En algunos manuales se señala, que el femenino también presenta alguna irregularidad : los nombres acabados en –esa
(duquesa), en –isa (poetisa) y los acabados en –triz (actriz).

Frente a estas irregularidades del femenino podemos adoptar dos posturas que no son antagónicas:
1. Afirmar que se trata de morfemas flexivos (postura estrictamente sincrónica).
2. Todas estas voces son de procedencia latina, por lo que no se trataría de un morfema flexivo. A favor de esta
opinión, el español nunca ha usado –esa, -isa o –triz para formar el femenino, siempre lo ha formado con –a.

Oposición término marcado –a / término no marcado –o

Las unidades de la lengua se oponen siempre en una oposición binaria en la que una de ellos está marcada y otra no.
El término no marcado no significa lo contrario que el término marcado, significa simplemente que no tiene la marca
de género, en este caso.

En la morfología funcional moderna se establece que –a es el término marcado porque, en los nombres variables,
todos los que acaban en –a designan a una mujer.

Así, el término no marcado es la –o, que no significa hombre, sino que el masculino carece de marca de sexo. De
esta manera, puede aludir indistintamente a los hombres y a las mujeres. Esto está al servicio de la economía del
lenguaje.
Para que el masculino, de manera inequívoca, se refiera a hombres, lo tiene que marcar el contexto.

El término no marcado es el único que puede recibir una interpretación abarcadora de los dos sexos y, por ello, en el
lenguaje público ciertos colectivos feministas ven cierta ocultación de la mujer en el uso del masculino genérico. Para
combatirla, se están haciendo bastantes propuestas:
1. Una de ellas sería hacer referencia explícita a los dos sexos.
2. La eliminación de la oposición –o / -a. Su propuesta es que el genérico sea –e: Les niñes son guapes.
3. También está difundido la “@”: alumn@s, compañer@s, o una “x”: alumnxs, compañerxs.

Desde la gramática, es un error considerar que hay ocultación de la mujer en ese empleo del género masculino . La
gramática es una descripción, a través de modelos distintos, de una lengua. Los mecanismos son ajenos a la ideología.
A diferencia del léxico, que sí está impregnado de valores ideológicos, donde podemos encontrar fenómenos
machistas, (mujer pública (prostituta) / hombre público).

En la misma línea de los nombres variables encontramos los nombres que significan profesiones.
En este tipo de nombres el género presenta una gran inestabilidad. Ejemplo: “médico”, hace 50 años era únicamente
masculina, porque no había mujeres que ejercieran esa profesión. El femenino de estos nombres siempre designaba a
la esposa. Con el paso de los años, “médico” se caracteriza por ser un nombre común, y la marca de sexo se marca a
través del artículo (el médico, la médico). Sin embargo, en los últimos años, pasa a ser un nombre variable: médico,
médica. Cada paso que se ha ido dando, no ha desterrado el anterior, y es completamente posible decir: médico, la
médico o médica.
Portavoz  no puede feminizarse porque es un compuesto. Porta + voz. No se puede pasar voz a femenino.
Enfermero/enfermera  está bien asentado. Las palabras que acababan en “o” masculina se convierten fácilmente en
femenino sustituyendo la “o” por la “a”.
Matrona  auxiliares de parto.

3. HETERÓNIMOS EN CUANTO AL GÉNERO.


Son aquellos que expresan la variación sexual a través de parejas de nombres distintos. Son las conocidas oposiciones:
padre o madre, hombre o mujer, yerno o nuera, oveja o carnero, toro o vaca, caballo o yegua… El hecho de que
acaben en [-o] o en [-a] es irrelevante, es decir no marca el género.
En los nombres variables, la oposición término no marcado – término marcado establece que el masculino es el
término no marcado, es decir, puede hacer referencia a los dos sexos. Sin embargo, dentro de los heterónimos,
podemos encontrar casos en los que el término no marcado sea el femenino o en que sea tanto el masculino como el
femenino.
- Por ejemplo, si decimos, en la oposición paloma – palomo, Mira cuántos palomos, se entiende que son
machos. Si decimos Mira cuántas palomas, entendemos que son de ambos sexos. Es decir, el término no
marcado es el femenino.
- En la oposición yerno-nuera son los dos términos marcados. La palabra yerno nunca comprende a nuera.

4. NOMBRES COMUNES EN CUANTO AL GÉNERO.


Estos nombres son invariables y solo la concordancia permite saber si aludimos al macho o a la hembra, por
ejemplo, con el artículo.
En este tipo de nombres los masculinos son los no marcados y designan, normalmente, personas.

Muchos de estos nombres que en principio eran comunes, en la actualidad, han pasado a ser variables , sobre todo los
que designan profesión (el/la médico, fue común, y hoy en día se puede decir de dos formas médico o médica).

Una gran parte de los comunes son los sustantivos formados con el sufijo –ista (excepto el caso de modisto-modista),
con el sufijo –ante (estudiante) y con el sufijo –ente (combatiente).
- Otros son adjetivos sustantivados en [e] o en consonante (ejemplo: salvaje, intelectual, joven).
- Otros son cultismos en [a]: aristócrata, atleta, patriota.
- Hay otros de diferente ideología y procedencia: mártir, testigo.
- Los que están marcados por un sufijo muestran mayor resistencia para convertirse en variables.

Hay algunos casos en los que el femenino es homónimo de un nombre que significa otra cosa:
- policía (común)  el policía y la policía. A veces se tiene que añadir una perífrasis para marcar el género 
la mujer policía.

5. LOS NOMBRES EPICENOS.

Son nombres invariables, gramaticalmente masculinos o femeninos. Designan indistintamente al macho, a la hembra o
a los dos.
En general, son nombres de animales (pantera, sardina, cuervo, serpiente…), aunque hay algunos casos de epicenos
que se refieren a humanos (criatura o bebé).

Se han convertido en variables los nombres de animales que son del entorno humano, para diferenciar el macho
de la hembra: lobo – loba, gato – gata, perro – perra... es una relación extralingüística.
(Nos interesa distinguir el género de los animales que están en nuestro entorno: no nos interesa el género de una jirafa o de una sardina, pero sí
nos interesa el género de un perro o perra).

6. LOS NOMBRES PROPIOS.

Hay nombres propios variables (Fernando o Fernanda).


Aunque son más numerosos los nombres que sirven solo para un sexo (Ana).
En este tipo de nombres también es irrelevante si terminan en [-o] o en [-a].
Finalmente, están los nombres que sirven indistintamente a los hombres o mujeres  Trinidad, Chus.
Manifestación del género en nombres que designan cosas.

Los nombres que designan cosas en español son mono-morfemáticos  Son palabras primarias simples que no se
pueden analizar porque solo están compuestas de un morfema.
En ellos, el género es un rasgo inherente; no hay marca de género y el género es arbitrario.

Sin embargo, hay dos tipos de parejas de nombres que pondría en duda esto: libro-libra, ventano-ventana.

- En cuanto a libro-libra, sabemos que la procedencia de ambas es completamente distinta, pero la evolución
que tuvo cada una de ellas dio palabras similares. No se oponen por el género, sino por significar cosas
distintas.
- En cuanto a ventano-ventana se trata de la misma palabra; provienen del mismo lexema. Lo que encontramos
es una oposición –o/ –a. En este caso, –o y –a son morfemas derivativos que aumentan el stock de la lengua
partiendo de la misma palabra para significar objetos más grandes-objetos más pequeños.

En la morfología moderna, J.M. Anderson sostiene que, en el español, no hay nombres mono-morfemáticos y en
todos los nombres habría unos marcadores de género obligatorios:
- Anderson, establece que en nombres como “tío” o “tía”, está claro que [o] y [a] son morfemas flexivos de
género y ello se prueba porque son conmutables y están en el mismo paradigma.
- Por el contrario, en otros lexemas, como jef-e/a, -o adopta otra forma –e, que puede considerarse como un
alomorfo de –o.
- Existen otros nombres en que el alomorfo de masculino es simplemente Ø  francés/a

Según Anderson, el femenino siempre es [a], mientras que el masculino puede ser –o, -e y –ø. Esto se comprueba a
través de una prueba de carácter sintagmático con el diminutivo  jef- e + c + it (tenemos la opción –o y –a), si
usamos jefecito indica masculino. Lo que indica que –e y –ø son alomorfos de o. Cuando jefe pasa a jefecito, el
alomorfo –e que indicaba el masculino, ahora ya no lo indica, sino que lo señala el morfema flexivo –o.

Para hacer patente la existencia de morfemas flexivos de género en todos los nombres del español, Anderson
distingue entre:
1. Nombres variables. Son aquellos en los cuales el morfema de género masculino y femenino se oponen
paradigmáticamente y se dividen en flexivos o derivacionales.
- Los flexivos son aquellos en los que el morfema de genero se añade directamente a la base (ti-o/-a)
Presentan algunas subclases según los alomorfos de masculino o femenino que incorporen. (tabla del
cuaderno). - Los derivacionales expresan el género no solo a través del morfema flexivo sino también a través
de un morfema derivativo (abad-es-a).
Presentan también distintas formas de acuerdo con el alomorfo del masculino. Si el masculino es –o, el
morfema derivacional es –in  gall-o/gall-in-a.

2. Nombres invariables. Formados por una raíz más un morfema ligado. Al contrario que los variables, este
morfema ligado no es conmutable, es invariablemente masculino o femenino (libr-o, cas-a), pero tiene estatuto de
morfema.
También, la presencia de los morfemas de género en los invariables se demuestra por su análisis en formas en
diminutivo o aumentativo.
Ejemplos: hombr-e  hombr-e + cito.
Presentan las siguientes posibilidades: (tabla 2 cuaderno).
Por lo tanto, no hay nombres mono-morfemáticos, todos tienen una marca de género.
El número.
Es una capacidad de variación del nombre que informa si éste se refiere a una unidad o a varias. Se expresa mediante
la oposición singular/plural.
A diferencia del género, el número no es un rasgo inherente del nombre y contribuye a la coherencia dentro de la
oración porque el número del sujeto debe coordinar con el número de los determinantes y del verbo.
El plural se forma con –s y –es, aunque hay nombres que terminan en –s y están en singular (caries, crisis)

El número distingue entre los nombres propios y comunes: en los comunes significa [1 + 1 + 1 + 1…] pero en los
propios solo puede ser plural (Madrid, España) o singular (los Andes). Ciertos nombres propios que en principio son
singulares se convierten en plurales, pero esto no tiene nada que ver con que signifique [1+1+1+1]. Yo puedo poner en
plural unos nombres que solo son singulares para marcar puntos de vista de un todo: « distingo dos Andalucías, la
marítima y la del interior», «conozco a 5 Manolos», «en mi despacho cuelgan dos Picassos». Por tanto, hay que ir
subcategorizando el nombre e ir viendo cómo funciona el número en estas subcategorizaciones. [-S] puede adquirir
otros valores atendiendo a la subcategorización del nombre, por ejemplo, para marcar énfasis (las aguas) o en los
nombres propios para darle otros significados (tengo dos Picassos).
Formación del plural: -v  -s // -consonante  -es // -vocal tónica  -es. La única regla segura es la primera, pues
las otras dos son más problemáticas. Así, hay un gran número de voces extranjeras con las que formamos el plural de
forma ortodoxa (clubes, estándares, etc.) o no (slips, tops). Dentro de los extranjerismos encontramos los procedentes
del latín: Curriculum (latín), currículum (español) / plural: currícula, currículums, currículos.Máster (español), palabra
latina que nos viene a través del inglés, plural “másteres”. Ha sido un plural muy gramatical que ha nacido en la
universidad. Referéndum / referenda (plural latino), referendos, referéndums (plural de la calle). Hay otros términos
que conviene dejarlos en singular:déficit / los déficit. Hay nombres que solo pueden ser singular y nombres que solo
pueden ser plural, «singularia tantum, pluralia tantum»: sed, vejez / víveres, achares (celos), gafas...

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