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EL AMOR EN LOS TIEMPOS DEL TÓXICO

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¿CÓMO AM@MOS HOY?

INTRODUCCIÓN

Para emplazar algunas de las variaciones del amor en el siglo XXI procederé a distinguir cuatro formas
de su manifestación, según el empuje de precisas fuerzas concurrentes:

1. El amor vertiginoso
2. El amor pánico
3. El amor químico
4. El amor tóxico

1. EL AMOR VERTIGINOSO

El vértigo de lo efímero
Si la identificación fue considerada por Sigmund Freud en los tiempos inaugurales del psicoanálisis
como el “primer enlace afectivo al objeto”, las formas de la identificación varían según las épocas, sus
vestiduras adquieren diversas manifestaciones cubriendo el vacío estructural de la falta de relación
entre los sexos. La nuestra, época de la cultura de mercado, se caracteriza por lazos efímeros,
líquidos, que se oponen a la densidad de las relaciones elementales de parentesco centradas en el
nombre del padre.

Hoy el vértigo de lo efímero, la búsqueda de las soluciones urgentes sin necesidad de esfuerzos
prolongados; el predominio de la “comida rápida”; los movimientos tendientes a la satisfacción
instantánea muestran el fondo pulsional que sienta las bases de las identificaciones contemporáneas:
seres ofrecidos a la mirada que se alimentan de la pasión por lo efímero –enlazado con la pretensión
de lo instantáneo–, nuevo ideal del mercado del consumo, uno de los nuevos nombres del padre que
organiza las identificaciones en la cultura híper-moderna.

“Los expertos están dispuestos a asesorar, seguros de que la demanda de asesoramiento jamás se
agotará, ya que no hay consejo posible que pueda hacer que un círculo se vuelva cuadradoSus
consejos abundan, aunque con frecuencia apenas logran que las prácticas comunes asciendan al
2
nivel del conocimiento generalizado, y éste a su vez a la categoría de teoría erudita y autorizada.”

1
Trabajo para ser presentado el 13 de Abril de 2012 en el XIV Congreso Argentino de Psicología - SALTA
2
Bauman, Zygmunt: Amor líquido –acerca de la fragilidad de los vínculos humanos, FCE, pg. 9.

1
Por supuesto, también los psicoanalistas podrían convertirse en tales expertos consultores –por
ejemplo, en toxicomanías– ya que la tentación está ahí, al alcance de la demanda del mercado: la
canallada de servirse de la no-relación de los sexos para encarnar allí una promesa de consistencia,
identificándose con el supuesto-saber-hacer-con-lo-perecedero (es decir, para renegar de lo
perecedero).

Zygmunt Bauman caracteriza con su concepto de amor líquido la tendencia a evitar las relaciones
duraderas, reemplazándolas por conexiones de fácil acceso y salida. Con exquisita ironía él identifica
a los individuos consumido(re)s del mercado con ratas de laboratorio.

Nosotros agregaremos que tales inhibiciones motrices y procrastinaciones son el precio que pagan los
individuos por el desconcierto promovido por las relaciones entre los sexos, causa real del horror al
acto.

Mientras Sigmund Freud establecía hace ya casi un siglo que el secreto de lo perecedero consistía en
que confronta al parlêtre con el duelo a realizar por el objeto perdido, dos expertos contemporáneos
aconsejan respecto de las elecciones amorosas:

“al comprometerse, por más que sea a medias, usted debe recordar que tal vez esté
cerrándole la puerta a otras posibilidades amorosas que podrían ser más satisfactorias y gratificantes”.
Otro experto es aún más directo: “Las promesas de compromiso a largo plazo no tienen sentido Al
igual que otras inversiones, primero rinden y luego declinan”. Y entonces, si usted quiere “relacionarse”
será mejor que se mantenga a distancia; si quiere que su relación sea plena, no se comprometa ni
3
exija compromiso. Mantenga todas sus puertas abiertas permanentemente.”

Las relaciones promovidas por tales expertos son cortoplacistas para asegurar que la inversión sea
redituable, el largo plazo es considerado anti-económico –podríamos decir: desaconsejado por
perecedero, ya que las relaciones efímeras, y a repetición, ofrecen la ilusión de que el tiempo no
transcurre: la promoción del instante congela la duración y anula lo perecedero.

Una anécdota de mi niñez ilustra este punto: mi vecino, desde niño, tuvo durante varias décadas un
perro, Laqui, al que cualquier desprevenido visitante podía identificar con un cuerpo canino; pero no
era así: cada dos años el padre reemplazaba el animal por otro más joven, exactamente de la misma
edad, siempre. “Laqui” siempre perduraba, aunque varios Laqui hayan muerto sin inscripción.
Comprobamos hasta qué punto la identificación que promueve el significante puede renegar de lo real
de la muerte.

Este texto constituye la referencia central de las presentes elaboraciones


3
Ibíd, pg. 11

2
Las conexiones en red: nuevo tipo de relaciones

Veamos hasta qué punto el “enlace afectivo a un objeto” del que se extrae la identificación puede
variar sus vestiduras según las épocas:

“Un hombre de Bath, de 28 años, entrevistado en relación con la creciente popularidad de las
citas por Internet en desmedro de los bares de solas y solos y las columnas de corazones solitarios,
4
señaló una ventaja decisiva de la relación electrónica: “uno siempre puede oprimir la tecla ‘delete’ ”

Al par que las relaciones entre hombres y mujeres se realizan en “red”, en este juego de lenguaje se
reemplaza el encuentro de los cuerpos por la conexión virtual, hasta que las garantías estén dadas
para identificar del modo más inequívoco al partenaire (lo que no ocurre en todos los casos): sólo
entonces se correría el riesgo del encuentro, luego de minorizar con la mediación de la computadora y
sus gadgets adicionales (chateo para levantar el perfil del candidato, cámara web para asegurarse del
valor de la imagen corporal) el impacto que la contingencia ofrece a lo inesperado, a lo ignorado. Con
un saber tecnológico se sutura la contingencia, renegando de la castración: se supone, antes de
efectivizar el encuentro, que se sabe quién es el otro, qué quiere el Otro. Se buscan garantías para el
encuentro, adecuación para el perfil que satisfaga a cada individuo: identificar al partenaire. Pero lo
real sigue ahí, bajo el modo de la angustia esperando la ocasión de hacer saber lo que no marcha
entre hombres y mujeres, más allá de los trucos tecnológicos.

2. EL AMOR PÁNICO

Con el nombre de toxicomanía generalizada propuse referir el empuje al goce autista que recae sobre
los individuos –objeto real del consumo– reunidos con sus gadgets en soledad globalizada.

Sintetizo esos desarrollos: Toxicomanía generalizada-soledad globalizada.


Con el concepto de toxicomanía generalizada he situado el eje político de la hiper-modernidad con los
cócteles infinitos de drogas ofrecidos a la medida del consumidor; la multiplicación exponencial de las
adicciones que impulsan los manuales clasificatorios: al trabajo, al juego, al sexo, a la obesidad, a la
anorexia... Los teóricos del mercado evaluativo pretenden así hacernos olvidar que la toxicidad real es
la de la pulsión de muerte que anida en cada individuo al devenir objeto del consumo (y no ya: sujeto).
La soledad globalizada, como tercer eje orientador, ofrece un instrumento epistémico para considerar
una de las consecuencias mayores de la actualidad: el sentimiento global de soledad que involucra y
reúne a los individuos de las más heteróclitas nacionalidades, paradójicamente acompañados por sus
objetos de consumo, gadgets fabricados para situarse en el punto exacto de la insuficiencia de un
goce a la medida de todos.

4
Ibíd, pg.13

3
Pero entonces, ya que los fenómenos que caracterizan a las patologías actuales llevan la marca de
ese goce autista, ¿qué lugar para el amor?

Hoy el amor -el encuentro con el Otro sexo- verdaderamente suele dar miedo, un miedo pánico.
Saben ustedes que el ataque de pánico constituye un fenómeno que es destacado por el Manual de
Diagnóstico en Salud Mental (DSM) en un lugar relevante, vamos a precisar ahora por qué.

La sociología contemporánea caracteriza a la época actual por el pasaje de la sociedad tradicional a la


5
sociedad de riesgo y describe las transformaciones sociales producidas a partir de este pasaje .

El desprendimiento de la tradición por parte de la sociedad moderna deja a los ciudadanos solos frente
al porvenir; el encadenamiento del pasado con el futuro advino precario pues la tradición ya no
asegura con sus normas y rituales un futuro predecible; en la modernidad tardía la conexión de lo
pasado y lo futuro adviene contingente, ya no necesaria. Por todo eso, para nosotros el pánico junto
con el consumo de drogas y la depresión constituyen paradigmas de nuestro tiempo.

Un problema clínico se desprende y es acuciante: cómo transformar el pánico en angustia señal en


cada caso de urgencia subjetiva para posibilitar la intervención analítica.

El trabajo analítico en esta dirección intentará resituar las coordenadas singulares de cada individuo
6
para que advenga sujeto del inconsciente . La operación transferencial, por la vía del amor al saber
ofrecerá la coartada para dar tratamiento al goce des-localizado, pero derramado en el organismo.

Por ello se trata para nosotros de una decisión, trazada en nombre del deseo del analista y no en la
espera tradicional y nostálgica de un padre que responda ¿Por qué decimos esto? Porque no se trata
tan sólo de acostumbrar a que alguien sepa prevenirse de los ataques de pánico, a evitar que se
produzcan, para después aconsejar respecto de lo que hay que hacer y lo que no hay que hacer en
cada caso. No se trata –al menos no para nosotros- de imponerle al individuo un aprendizaje pautado
(como rata de laboratorio) haciéndole saber -en nombre de las urgencias, de su bien- qué tiene que
hacer y qué no tiene que hacer.

Ese padre, el de la tradición, el de las pretendidas garantías infinitas, él ya no existe y no podremos


revivirlo.

5
A. Giddens, Z. Bauman, N. Luhmann, U. Beck: Las consecuencias perversas de la modernidad; Anthropos
Editora
6
Según las fórmulas ya desarrolladas anteriormente: 1) Y = F (X) - 2) D = F (T) - 3) D =F ($) - 4)
ௗ ୀ ௙ ($) → ($ ◊ ௔)
F($)→ φX - 5) ⇔ 6) ܽ → $
φ௫

4
Hacer función de objeto para el analista es no dejarse tomar por el representante representativo del
amo de turno, rehusar a transformarse en ‘agente del marketing de la industria’.

Hacer función de objeto para cada analista es nuestra vía para responder a la urgencia de las neurosis
de masas, para no hacer nosotros, a su vez, masa con las neurosis en el nombre del padre.
Responderemos así a la presión urgente del mercado que intenta que consumamos sus
medicamentos, que usemos de un modo a-crítico sus instituciones normativizantes, que acatemos
ciegamente sus diagnósticos automáticos. Sabemos que lo primero que se espera de la norma que se
aplica es que a ella se obedezca, pues el goce de su aplicación siempre es acumulación de poder,
7
aunque aquél que la aplique no tenga de ello ni la menor idea .

Queremos analistas advertidos –junto a psiquiatras decididos– para respetar la subjetividad cada vez
más amenazada por la urgencia del mercado que empuja al consumo, intoxicándonos.

Pero ¿y el amor -más allá de su localización en Internet, al que ya hicimos referencia- donde
encontrarlo hoy?

3. EL AMOR QUÍMICO

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Con el empleo de fármacos se intenta, una vez más, hacernos ‘tragar la píldora’ . La originalidad del
discurso capitalista hace posible esta torsión del discurso del amo a partir del ‘Todos consumidores’:
ciencia y tecnología de punta amalgamados forcluyen al sujeto en nombre del universal promovido por
el mercado.

Lo que vamos a considerar ahora constituye un tratamiento de lo real del goce que tiene precisas
consecuencias sobre la subjetividad al operar en nombre de la ciencia. Desde una neo-disciplina, la
neuro-economía (audaz cruce de la neurobiología con la economía) se ha arribado a la invención de
un nuevo amor. Se trata aquí de una nueva promesa de felicidad, producto y combinación de las más
sofisticadas técnicas del mercadeo: el amor químico.

Con substancias de la producción industrial combinadas con otras producidas por el organismo, la
ciencia intenta hacer posible –suturando la no-relación sexual– lo que se consideraba imposible hasta
hace un momento nomás: con el tapón del amor químico se nos ofrece la promesa de una felicidad
por vía del mercado.

Nuestra hipótesis de base es que con esta intervención del mercado sobre los cuerpos se pretende
colocar en el lugar vacío del Dios-padre-occidental al Dios químico como causa de lo humano. Se trata

7
LAURENT, Eric; Conferencia en el ICBA (Instituto Clínico de Buenos Aires); 2007
8
Como mencionaba Eric Laurent en su conferencia

5
de un nuevo intento de rediseñar lo real del goce a partir de la proliferación de semblantes
cientificistas producidos en torno de un programa universal de localización de lo real neuronal,
supuesto etiológico del comportamiento humano.

Es claro que no se trata de rechazar el programa de investigación en sí mismo (sería una tontería),
sino de designar las precisas consecuencias de aplastamiento subjetivo que se promueven en su
aplicación, ya que con el fundamento neuro-biológico del comportamiento se intenta desplazar la
función real del acto como eje de la elección subjetiva promoviendo una ideología del consumo que
rechaza la responsabilidad como fundamento ético de la acción humana.

Comprobemos algunos de esas consecuencias en algunos casos ejemplares.

Lo efímero de la pasión y su tratamiento


¿Cuánto dura la atracción sexual en una pareja, cuánto tarda en extinguirse la pasión? Como bien
saben –o se imaginan– los que se formulan esta pregunta ya saben la respuesta: la pasión ya los ha
abandonado. Por eso cuando la interrogación es re-introducida por la ciencia en nombre de la química
sexual debemos suponer que la neuro-economía y sus técnicas de mercadeo están vislumbrando
alguna aplicación redituable.

El principio de partida consistió en afirmar que las investigaciones realizadas demuestran que la
atracción sexual por el ser amado se debe a la coexistencia de tres neuro-transmisores: dopamina,
noradrenalina y serotonina. La primera conclusión llevaría a afirmar que la pasión de una pareja dura
entre uno y tres años (los dejo que cada uno haga sus cuentas). Y la conclusión propiciatoria del
remedio que vendrá es muy simple: Para extender la durabilidad de una relación pasionalNhace falta
confianza. Ahora bien, ¿cómo y dónde se consigue confianza?

La industria de la economía del comportamiento nos hará inhalar confianza


Hoy sería posible, a partir de la neuro-economía que la ciencia ‘mire’ el cerebro como quien mira lo
que sucede en una empresa. ¿Para qué? La respuesta es obvia: por supuesto, para identificar las
conductas de los consumidores e incidir sobre sus hábitos. ¿Y de qué manera? Veamos el primer
efecto de la industria aplicada a la economía del comportamiento. Se dice que se ha comprobado que
9.
la substancia de la confianza es producto de una hormona: la oxitocina Por ello se ha llegado a idear
un spray nasal que aumentaría ‘la confianza en los otros’ (sic.), al par que disminuiría ‘el sentimiento
de peligrosidad causado por los extraños’. Al respecto no sabemos si de un modo irónico o asertivo,
Antonio Damasio ha propuesto tranquilizar a las masas con un rocío atmosférico lanzado a escala
masiva, para inocular la confianza que la argumentación política no pudo o no supo administrar

9
Oxitocina: hormona producida por el hipotálamo en el cerebro. Produce la contracción del útero en el
parto y, también, en el orgasmo. En los hombres facilita la movilidad de los espermatozoides, y en ambos
sexos es la responsable de gran parte de la vía por donde transcurre el placer sexual. Tanto que ya se están
estudiando sus posibles aplicaciones farmacológicas para mejorar el placer sexual femenino.

6
(supongo que algunos de uds. podría estar pensando que tendríamos de este modo resuelto el
problema del lazo asociativo, no sólo en la tensión campo-gobierno, sino -también- en nuestra
Escuela, ya que bastaría con rociar la sala con oxitocina para distender las tensiones especulares y
promover la confianza en el colega).

La oxitocina, hormona empleada como técnica de mercadeo serviría para ‘aceptar riesgos sociales
que surjan de las interacciones personales’ (sic.). En una palabra, la aplicación de esta substancia
contribuiría a la confianza –por ejemplo– del inversor, es decir, del consumidor; mientras que si
generalizáramos este principio, nos encontraríamos, nada más ni nada menos, con un fundamento
hormonal del lazo asociativo. El instinto gregario freudiano no tendría por causa la indefensión natural
de la cría humana que conduciría a una nostálgica dirección al padre y a elaborar sus complejas
relaciones con él, sino que el simple y automático empleo de una hormona nos ligaría al semejante,
sin más ni menos.

Comprueben que ya podemos extraer de aquí un fundamento químico del amor sin manifestación
alguna de subjetividad: con el empleo de la oxitocina resolveríamos el problema social y sexual de un
solo golpe (perdón, de una sola aplicación).

La química del amor femenino


¿Por qué los hombres son como son? era un libro en el que intenté situar los ejes de la sexualidad
masculina que determinan el malentendido de los sexos a partir del ensañamiento autoerótico de los
hombres con el falo (elemento central de los desajustes con el Otro sexo, pivote del rechazo al goce
femenino). Pero nunca imaginé que esa pregunta –encarnada tradicionalmente como queja por las
mujeres- encontraría su respuesta desde las neurociencias.

A través de una resonancia magnética nuclear se habría detectado que la amígdala del cerebro es
uno de los centros primarios de la actividad emocional; no es éste el problema, sino que a partir de
aquí se afirma que las emociones tendrían género. Se habría corroborado que la mayor presencia de
oxitocina en las mujeres que en los hombres las encausa a ellas decididamente hacia el amor
(especialmente a las madres, ya que es una hormona más activa en ese estado). Deberíamos
entonces responder que los hombres ‘son como son’ a causa del predominio de testosterona y –aquí
viene la novedad– especialmente por su escasa capacidad para emplear la otra hormona de
referencia, la oxitocina, abanderada química de la liberación química femenina del nuevo siglo. A los
hombres les faltaría lo que las mujeres producen sin inhibición (como sí lo harían los hombres con la
oxitocina, inhibida por la testosterona).

Hace algunos meses los periódicos han publicado, alarmados, índices crecientes de daños cardíacos
en las mujeres de nuestro país a causa de su agitado nivel de vida. Al mismo tiempo, algunas
experimentaciones dicen haber comprobado que ‘las caricias y los abrazos cumplen una función
terapéutica en el corazón de la mujer’, literalmente.

7
Aquí también –como no imaginarlo– es la oxitocina la encargada de bajar la presión sanguínea y el
ritmo cardíaco. Ergo, hay que abrazarse más, lo que lleva a una indicación orientada desde la industria
del comportamiento: conseguir partenaires (masculinos o no) que las abracen más.

Ahora comprobemos otras cualidades terapéuticas y funcionales atribuidas a la nueva panacea


química, supuesta base real de la industria del amor aplicadas al género femenino: ‘estrechan el
vínculo entre madres e hijos’; nos hace ‘mejores personas, más confiadas y confiables; pero, atención,
sobre todo ayudaría a que las mujeres logren partenaires estables, ya que esta hormona: lograría
‘determinar el partenaire sexual por su capacidad de estimular a las mujeres para formar vínculos
emocionales fuertes’.

Se desprende una ideología del amor, reintroducida por la química del sexo: desde influir en la
elección del partenaire, hasta controlar el amor-pasional limitando sus efectos contingentes (ya que se
sabe que la durabilidad es pautada).

Pero aún hay algo más, salida especialmente dedicada para aquellas mujeres que no han tenido
demasiado éxito en la elección del partenaire sexuado, ya sea por desinterés o por neurosis: se habría
demostrado que ‘shopping y sexo dan la misma satisfacción’. Mis queridas señoras, señoritas, por si
no lo entendieron aun: si no tienen partenaire tienen tarjeta de crédito. El shopping las espera; y -él sí-
no las va a defraudar.

Pero por esta vía volvemos a encontrarnos, nuevamente, en el reino de los semblantes, deslizándonos
–ahora de un modo canallesco– en una nueva pantomima de lo real.

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4. EL AMOR TÓXICO

Las drogas entre hombres y mujeres

Si ‘es la falta de amor la que llena los bares’, las mujeres ¿consumen tanto como los hombres? De la
condición erotómana de la mujer podemos inferir que ella sufriría más que el hombre los fracasos
amorosos. Es un dato clínico que las desavenencias de las mujeres con sus parejas –no sólo
heterosexuales– pueden empujarlas a las drogas.

En el caso de los hombres parece tratarse más de la búsqueda inmediata de una satisfacción. Para
ambos sexos el empleo de drogas suele encauzar las relaciones sexuales: uso tradicional del alcohol
para dar coraje; drogas para potenciar las relaciones o incluso hacerlas posibles (destaquemos la
notoriedad de una droga legal popularizada por un significante: enviagrado)

10
Trabajo presentado para el Encuentro Americano 2009; Bs. As.

8
Arriesguemos que los infortunios en el amor empujan más al consumo de drogas en mujeres mientras
que la búsqueda del goce lo determina más en los hombres, sin olvidar que la sexuación no obedece
necesariamente a la distribución de los cuerpos y que más allá de la partición amor/goce el tóxico
cumple siempre una función precisa entre hombres y mujeres.

Una paradoja: el goce femenino y las toxicomanías


Existe una paradoja en el goce femenino. Por un lado es un obstáculo para ambos sexos: para los
hombres es la angustia de castración la que se activa en la hora de la verdad, es decir cuando se trata
de acceder a una mujer (recordemos la función prototípica del fantasma masculino que considerara a
la mujer ‘un hombre castrado’: de ahí el rechazo de la femineidad); para una mujer no es menos
complicado, ya que se trata de llegar allí a ser Otra para sí misma, lo que muestra los embrollos de las
mujeres no sólo con el sexo sino además con la Otra mujer; por ello no sólo la problemática del
orgasmo es un problema para cada mujer sino que además lo es la elección de los semblantes con los
que se vestirá para alcanzar el goce (con el falo, pero más allá de él mostrando la duplicidad de la
posición femenina)

La paradoja se potencia con la toxicomanía, ya que si bien –como veíamos– la defensa contra el goce
femenino actúa en ambos sexos y las drogas con su fuerte impulso auto-erótico cortan al sujeto del
partenaire evitando la apuesta sexual, también es cierto que con el uso de ciertas drogas parecería
alcanzarse una sensación extática que podría identificarse con el goce femenino. Así, el uso de ciertas
drogas sería tanto un rechazo del goce femenino como una coartada para acceder a él sin pasar por
el hombre como relais: orgasmos auto-eróticos con la droga como partenaire.

Una mujer histérica ‘cansada de los hombres’, ‘eterna anorgásmica’ comprobó en el análisis la causa
de su adicción: llegó al consumo luego de un desencuentro con su ‘enésimo’ partenaire (del que no
paraba de quejarse); interrogada por las drogas empleadas indicó que eran las mismas del susodicho.
Siguiendo las vías de la identificación, por despecho, había conservado la substancia y –nuevamente–
perdido el partenaire. Es de destacar que esta solución le producía un goce ‘poderoso, ¡lo más
parecido a un orgasmo que tuve en mi vida!’.

De la falta de amor al goce (¿femenino?) prescindiendo del partenaire, empleando la plasticidad


identificatoria femenina moldeada sobre la droga arrancada al hombre.

Las nuevas drogas: más allá del amor


Tal vez no se han extraído lo suficiente las consecuencias de la aseveración de Jacques Lacan de que
las reglas del capitalismo no son proclives al amor.

Las novedades en el consumo indican la producción cada vez más sofisticada de drogas de diseño (a
la medida del consumidor) y una polarización: el éxtasis es a los ricos lo que el paco a los pobres.

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La euforia del flash no deja de ser un lenitivo contra la tristeza, hoy incrementada por la aplastante
insatisfacción que alimentan la pobreza y el hambre, y si bien siempre se trata de actos omitidos en la
orientación del deseo más allá de las diferencias sociales y económicas, el vértigo del
envenenamiento adictivo de la inmediata disforia del paco establece una diferencia mortal: los
individuos afectados por la pobreza (que intensifica la soledad a niveles infinitos) están más expuestos
a la destrucción por tener una menor red social de contención.

Con el paco las narco-ciencias han logrado lo imposible: reintroducir el resto de la producción de la
cocaína nuevamente en el mercado; ideal del consumo: no se trata ya de eliminar el resto del proceso
de producción, sino de venderlo.

Operación canallesca, paradigmática del estado actual de la civilización: a los individuos –resto y
objeto real del consumo– se les destina ahora lo que ese mismo mercado desechó como resto de la
más alta tecnología convertido ahora en nueva mercancía.

El paco es a la producción lo que los individuos al mercado del consumo: el resto de la operación. Y
ese consumo es cada vez más veloz y más voraz (identificando el vértigo de lo efímero de la hiper-
modernidad)

La función de las drogas continúa siendo la misma –a pesar de la variedad de sus empleos, de la
novedad de sus diseños, de las diferencias subjetivas–: olvidar la soledad real que afecta las
condiciones íntimas de cada individuo para acceder a otro estado de satisfacción más allá de las
desgracias del ser, ya que el amor siempre es tóxico por la inadecuación del sexo que cubren sus
semblantes.

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