Nombre alumno: Martín Escobedo Durante las últimas décadas el ser humano ha cambiado su forma de relacionarse y eso todos lo sabemos, sin embargo, lo que no hacemos es asimilar los efectos que estos cambios trajeron consigo. En esa línea, con la constante aparición de plataformas o aplicaciones “amorosas” a la orden del usuario, los consumidores han aumentado y este tipo de relaciones cada vez se vuelven más comunes. Sin embargo, estas relaciones resultantes de plataformas digitales son un arma de doble filo que con certeza dañará al usuario de algún lado. En primer lugar, Zeyda y Tania Rodríguez dejan en claro que las relaciones amorosas de por sí conllevan requerimientos de expectativa recíprocos idealizados por la sociedad (amar a una persona única, sin condiciones ni limites, con alta tasa de unidad, presencia y confianza) para alcanzar el “amor romántico”, sin embargo, esto tiende a aumentar en relaciones online especialmente en jóvenes, puesto que la misma plataforma brinda herramientas que en ciertas relaciones facilita las practicas coloquialmente denominadas “tóxicas”, entre esas herramientas se encuentra, por ejemplo, los “likes” y comentarios, de esta forma, se concluye que en las plataformas digitales se vieron reforzados estos requerimientos que ya existían antes de estas plataformas, pero que con ellas se incrementó en gran medida por el cambio del significado de presencia (antes era físico, ahora es la última conexión) y del “tiempo para el otro”. Con lo anterior en mente, es más fácil comprender el doble filo de estas relaciones online, en primer lugar, está el grupo de personas que gracias a estas plataformas les es más sencillo enlazar relaciones amorosas (de cualquier tipo) “ampliando el espectro de parejas potenciales, diversificando y ampliando los encuentros y el emparejamiento” (Rodríguez & Rodríguez, p.2) mientras que el otro sector (al usar estas redes sociales) tiende a las restricciones y el control bajo el incremento de sospechas, supervisión y vigilancia. En resumen, hay un dos grupos que utilizan las plataformas amorosas de formas muy diferentes, unos que se sienten en su “zona de confort” mientras el otro está en estado de alerta. Lo anterior, no quiere decir que el primer grupo no se vea influenciada sus relaciones amorosas por las plataformas digitales, ya que los requerimientos previos esperados (esto es lo que ha ido cambiando este último tiempo, dejando de normalizar estas conductas) por una pareja aumentan. Por otro lado, esto no quiere decir que el primer grupo no falle en su búsqueda amorosa (a pesar de ser del grupo en confianza), y dentro de la palabra “fallo” viene incluido un posibles fraudes de identidad, perdida de privacidad y mayor exposición de ser “monitoreado”. En conclusión, podemos afirmar que hay dos posibles posturas de un usuario frente al uso de las plataformas digitales con intenciones amorosas (o otras netamente creadas con ese fin, como Tinder) el de seguridad o el de alerta y desconfianza. Sin embargo, a pesar de pertenecer al primer grupo, estas plataformas terminan influyendo igual en las relaciones, ya que al estar inmerso en ellas nos abrimos a un sinfín de posibilidades que condicionan el conocer a una persona, primero de manera virtual y posteriormente en la realidad. Bibliografía:
Rodríguez, T. & Rodríguez, Z (2016). El amor y las nuevas tecnologías: experiencias de
comunicación y conflictos (1°ed). México. Respecto al seminario de Ciudadanía digital, rescato esta cita dicha por la subsecretaria de la niñez: “el mundo digital, que, si uno lo piensa, hoy día es básicamente una extensión del espacio público al espacio digital”. Esta frase fue la que llamó mi atención ya que si bien se refería a otro contexto (violencia escolar) es muy verdadero y consecuente a las plataformas de carácter (o con herramientas) amorosas.