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Los 21 Concilios Ecuménicos


El presenta artículo trata principalmente de los asuntos teológicos y canónicos relativos a
los concilios que son ecuménicos en el sentido estricto del término. Artículos especiales dan la
historia de cada sínodo importante bajo el título de ciudad o la sede en la que se celebró. Pero para
dar al lector una base para la discusión de los principios que seguirán, se adjunta una lista de los
veintiún concilios ecuménicos con unos breves párrafos sobre cada uno.

Primer Concilio Ecuménico: Primer Concilio de Nicea (325). El concilio de Nicea duró dos meses y
doce días. Contó con la asistencia de trescientos dieciocho obispos. Hosio, obispo de Córdoba,
asistió como legado del Papa San Silvestre I. El emperador Constantino también estaba presente. A
este concilio le debemos el Credo (Symbolum) de Nicea, que definió
contra Arrio la verdadera divinidad del Hijo de Dios (homoousion), así como la fijación de la fecha
para celebrar la Pascua de Resurrección (contra los cuartodecimanos)

Segundo Concilio Ecuménico: Primer Concilio Ecuménico de Constantinopla (381). A este


concilio, bajo el Papa Dámaso y el emperador Teodosio I, asistieron 150 obispos. Se dirigía contra
los macedonios, los cuales impugnaban la divinidad del Espíritu Santo. Añadió al Credo de Nicea las
cláusulas que se refieren al Espíritu Santo (qui simul adoratur) y todo lo que sigue hasta el final.

Tercer Concilio Ecuménico: El Concilio de Éfeso (431), con más de doscientos obispos, fue
presidido por San Cirilo de Alejandría representando al Papa San Celestino I, definió la verdadera
unidad personal de Jesucristo, declaró a María la Madre de Dios (theotokos) contra Nestorio, obispo
de Constantinopla y renovó la condena de Pelagio.

Cuarto Concilio Ecuménico: En el Concilio de Calcedonia (451) doscientos cincuenta obispos,


bajo el Papa San León I Magno y el emperador Marciano, definió las dos naturalezas (Divina y
humana) en Cristo contra Eutiques, quien fue excomulgado.

Quinto Concilio Ecuménico: El Segundo Concilio Ecuménico de Constantinopla (553), de 615


obispos bajo el Papa Vigilio y el emperador Justiniano I, condenó los errores de Orígenes y ciertos
escritos (los Tres Capítulos) de Teodoreto, de Teodoreto, obispo de Mopsuestia y de Ibas, obispo
de Edesa. Confirmó los cuatro primeros concilios generales, especialmente el de Calcedonia, cuya
autorizad era discutida por algunos herejes.

Sexto Concilio Ecuménico: Al Tercer Concilio Ecuménico de Constantinopla (680-681), bajo


el Papa Agatón y el emperador Constantino Pogonato, asistieron los patriarcas de Constantinopla y
Antioquía, 174 obispos y el emperador. Puso fin al monotelismo definiendo las dos voluntades en
Cristo, la divina y la humana, como dos principios distintos de operación. Anatematizó a Sergio,
Pirro, Pablo, Macario y a todos sus seguidores.

Séptimo Concilio Ecuménico: Nicea II (787). El Segundo Concilio de Nicea (787) fue convocado
por el emperador Constantino VI y su madre Irene, bajo el Papa Adriano I; presidido por
los legados del Papa Adriano; reguló la veneración de imágenes sagradas. Asistieron entre 300 y
367 obispos.

Octavo Concilio Ecuménico: IV (869). El Cuarto Concilio Ecuménico de Constantinopla (869), bajo


el Papa Adriano II y el emperador Basilio, contó 102 obispos, 3 legados Papales y 4 patriarcas,
arrojó a las llamas las Actas de un concilio irregular (conciliabulum) reunido por Focio contra el Papa
San Nicolás I e Ignacio, el patriarca legítimo de Constantinopla. Condenó a Focio, que se había
apoderado ilegalmente de la dignidad patriarcal. El cisma de Focio, sin embargo, triunfó en la Iglesia
Griega y ya no volvió a celebrarse en Oriente ningún otro concilio general.

Noveno Concilio Ecuménico: El Primer Concilio de Letrán (1123), el primero celebrado en Roma,


se reunió bajo el Papa Calixto II. Asistieron alrededor de 900 obispos y abades. Abolió
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el derecho que reclamaban los príncipes laicos de la investidura con un anillo y báculo de


los beneficios eclesiásticos y trató de la disciplina de la Iglesia y de la recuperación de Tierra
Santa de manos de los infieles.

Décimo Concilio Ecuménico: El Segundo Concilio de Letrán (1139) se celebró en Roma bajo


el Papa Inocencio II, con la asistencia de unos mil prelados y el emperador Conrado. Su objetivo fue
poner fin a los errores de Arnoldo de Brescia.

Undécimo Concilio Ecuménico: El Tercer Concilio de Letrán (1179) se efectuó bajo el Papa


Alejandro III y el emperador Federico I. Hubo trescientos dos obispos presentes. Condenó a
los albigenses y valdenses y emitió numerosos decretos para la reforma de la moral.

Duodécimo Concilio Ecuménico: El Cuarto Concilio de Letrán (1215) se realizó bajo


el pontificado del Papa Inocencio III. Estuvieron presentes los patriarcas de Constantinopla y
Jerusalén, 71 arzobispos, 412 obispos y 800 abades, el primado de los maronitas y Santo Domingo
Guzmán. Emitió un credo ampliado (símbolo) contra los albigenses (Firmiter credimus), condenó los
errores trinitarios del abad Joaquín y publicó setenta importantes decretos reformatorios. Es el más
importante concilio de la Edad Media y marca el punto culminante de la vida eclesiástica y del poder
Papal.

Décimo Tercer Concilio Ecuménico: El Primer Concilio General de Lyons (1245) fue presidido por
el Papa Inocencio IV, los patriarcas de Constantinopla, Antioquía y Aquilea (Venecia), 140 obispos,
el emperador de oriente Balduino II. Asistió San Luis rey de Francia. Excomulgó y depuso al
emperador Federico II y dirigió una nueva cruzada, bajo el mando de San Luis contra
los sarracenos y mongoles.

Decimocuarto Concilio Ecuménico: El Segundo Concilio General de Lyons (1274) fue realizado


por el Papa Gregorio X, los patriarcas de Constantinopla y Antioquía, 15 cardenales, 500 obispos y
más de 1000 otros dignatarios. Logró una reunión temporal de la Iglesia Griega con Roma. Se
añadió al símbolo de Constantinopla la palabra Filioque y se intentó encontrar medios para
recuperar Palestina de los turcos. Se establecieron reglas para las elecciones Papales.

Decimoquinto Concilio Ecuménico: El Concilio de Vienne (1311-1313) fue celebrado en esa


ciudad francesa por orden del Papa Clemente V, el primero de los Papas de Aviñón. Asistieron los
patriarcas de Alejandría y Antioquía, 300 obispos (114 según algunas autoridades) y 3 reyes---
Felipe IV de Francia, Eduardo II de Inglaterra y Jaime II de Aragón. El sínodo trató sobre los
crímenes y errores atribuidos a los Caballeros Templarios, los Fraticelli y los begardos y las
beguinas, proyectando una nueva cruzada, la reforma del clero y la enseñanza de idiomas
orientales en las universidades.

Decimosexto Concilio Ecuménico: El Concilio de Constanza (1414-1418) se celebró durante el


Gran Cisma de Occidente con el objeto de terminar con las divisiones dentro de la Iglesia.
Solamente se convirtió en legítimo cuando el Papa Gregorio XI lo convocó formalmente, y por ello
logró poner fin al cisma eligiendo al Papa Martín V, lo que el Concilio de Pisa (1403) no había
logrado conseguir por su ilegalidad. El Papa legítimo confirmó los decretos anteriores del sínodo
contra John Wyclif y Jan Hus. Así pues este concilio es ecuménico sólo en sus últimas sesiones
(XLII - XLV inclusive) y respecto a los decretos de las sesiones anteriores aprobados por Martín V.

Decimoséptimo Concilio Ecuménico: Basilea-Ferrara-Florencia (1431-1439). El Concilio de


Basilea se reunió primero en esa ciudad, siendo bajo el pontificado de Eugenio IV y Segismundo
emperador del Sacro Imperio Romano. Su objetivo fue lograr la pacificación religiosa de Bohemia.
Surgieron dificultades con el Papa y el concilio se trasladó primero a Ferrara (1438), y después a
Florencia (1439), donde se logró una unión breve con la Iglesia Griega, habiendo aceptado los
griegos las definiciones de los puntos controvertidos del concilio El Concilio de Basilea es sólo
ecuménico hasta el final de la vigésimo quinta sesión y de sus decretos, Eugenio IV aprobó
solamente los que trataban de la extirpación de la herejía, la paz en la cristiandad y la reforma de la
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Iglesia y los que al mismo tiempo no derogaban los derechos de la Santa Sede. ( Ver
también Concilio de Florencia.)

Decimoctavo Concilio Ecuménico: (1512-1517). El Quinto Concilio de Letrán (1512–1517), bajo


los Papas Julio II y León X, siendo emperador Maximiliano I. Asistieron 15 cardenales y alrededor de
80 arzobispos y obispos. Sus decretos son principalmente disciplinarios. Se planteó también una
nueva cruzada contra los turcos, que quedó en nada, debido al cataclismo religioso
en Alemania causado por Martín Lutero.

Decimonoveno Concilio Ecuménico: El Concilio de Trento duró 18 años (1545-1563), bajo


cinco Papas, Paulo III, Julio III, Marcelo II, Paulo IV y Pío IV, y bajo los emperadores Carlos V y
Fernando. Estuvieron presentes 5 cardenales legados de la Santa Sede, 3 patriarcas, 33
arzobispos, 235 obispos, 7 abades, 7 generales de órdenes monásticas y 160 doctores en teología.
Se convocó para examinar y condenar los errores promulgados por Lutero y otros reformadores y
para reformar la disciplina eclesiástica. Es el concilio de más larga duración, publicó la mayor
cantidad de decretos dogmáticos y reformatorios y produjo los resultados más benéficos.

Vigésimo Concilio Ecuménico: El Concilio Vaticano I (1869-1870) fue convocado por el Papa Pío
IX. Se reunió el 8 de diciembre de 1869 y duró hasta el 18 de julio de 1870, y no terminó sino que
fue interrumpido por la invasión de los Estados Pontificios por las tropas piamontesas. El 20 de
octubre el Papa publicó la bula Postquam Dei munere", la cual prorrogaba el concilio
indefinidamente. Estaban presentes 49 cardenales, 11 patriarcas, 680 arzobispos y obispos, 28
abades, 29 generales de órdenes religiosas; 803 en total. Además de importantes cánones sobre
la fe y la constitución de la Iglesia, el concilio decretó la infalibilidad del Papa cuando habla ex
cátedra, es decir, cuando como pastor y maestro de todos los cristianos define una doctrina sobre la
fe o moral que ha de observar toda la Iglesia.

Vigésimo Primer Concilio Ecuménico: Concilio Vaticano II (1962-1965). (N. del T.). El artículo es
de principios del siglo XX., por lo que añado provisionalmente una breve nota sobre este concilio:
fue convocado por el Papa Juan XXIII, tuvo cuatro sesiones; la primera la presidió en 1962, Juan
XXIII que murió el 3 de junio de 1963. Las otras tres etapas fueron convocadas y presididas por su
sucesor, Papa Paulo VI, hasta su clausura en 1965. Ha sido el concilio más representativo de todos;
asistieron alrededor de mil padres conciliares de todo el mundo y miembros de otras confesiones
cristianas. La finalidad del concilio fue el "aggiornamento" o puesta al día de la Iglesia, renovando lo
viejo, revisando el fondo y la forma de su acción, en un diálogo con el mundo moderno. No hubo
definiciones dogmáticas.
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Primer Concilio de Nicea


Es el Primer Concilio Ecuménico de la Iglesia Católica, celebrado en el año 325 con
motivo de la herejía de Arrio (vea arrianismo). Tan temprano como en los años 320 ó
321, el obispo San Alejandro de Alejandría, convocó un concilio en dicha ciudad en el
cual más de cien obispos de Egipto y Libia anatematizaron a Arrio. Pero éste continuó
oficiando en su iglesia y reclutando adeptos. Cuando, finalmente, fue expulsado, se
dirigió a Palestina y de allí a Nicomedia. Durante este tiempo San Alejandro publicó su
"Epistola encyclica", que fue contestada por Arrio; a partir de este momento fue
evidente que la polémica había llegado más allá de la posibilidad del control
humano. Sozomen menciona un Concilio de Bitinia el cual dirigió una encíclica a todos
los obispos solicitándoles que recibieran a los arrianos en la comunión de la Iglesia.
Esta disputa, junto con la guerra que pronto estalló entre Constantino y Licinio, complicó
la situación y explica parcialmente el avance del conflicto religioso durante los años
322-323. Finalmente, después de haber vencido a Licinio y haberse convertido en
emperador único, Constantino se ocupó de restablecer la paz religiosa y el orden civil.
Envió cartas a San Alejandro y a Arrio censurando sus acaloradas controversias
relativas a asuntos sin importancia práctica y aconsejándoles que se pusieran de
acuerdo sin demora. Era evidente que el emperador no se percataba entonces de la
importancia de la controversia de Arrio. Hosio de Córdoba, su consejero en asuntos
religiosos, llevó la carta imperial a Alejandría, pero fracasó en su misión conciliatoria.
Ante esto, el emperador, aconsejado tal vez por Hosio, pensó que no había mejor
solución para restaurar la paz en la Iglesia que convocar un concilio ecuménico.

El propio emperador, en unas cartas muy respetuosas, rogó a los obispos de los
distintos países que acudieran sin demora a Nicea. Asistieron al Concilio varios obispos
de fuera del Imperio Romano (por ejemplo, de Persia). No se sabe históricamente si el
emperador, al convocar el Concilio, actuó por su cuenta y en su propio nombre o si lo
hizo de acuerdo con el Papa; sin embargo, es probable que Constantino y el Papa San
Silvestre I hubiesen llegado a un acuerdo. Para acelerar la organización del Concilio, el
emperador puso a disposición de los obispos los medios de transporte públicos y las
postas del imperio; incluso, aportó provisiones abundantes para el mantenimiento de los
asistentes durante el Concilio. La elección de Nicea fue positiva para facilitar la
agrupación de un considerable número de obispos. Era fácilmente accesible para los
obispos de casi todas las provincias, pero especialmente para los de Asia, Siria,
Palestina, Egipto, Grecia y Tracia. Las sesiones se celebraron en el templo principal y
en el salón principal del palacio imperial. Verdaderamente, era necesario un gran
espacio para recibir a una asamblea tan numerosa, aunque el número exacto de
asistentes no se conoce con certeza. Eusebio de Cesarea habla de más de 250
obispos, y manuscritos árabes posteriores elevan la cifra a dos mil, una evidente
exageración que imposibilita conocer el número total aproximado de obispos, así como
el de sacerdotes, diáconos y acólitos, que, según se dice, también estaban presentes
en gran número. San Atanasio, miembro del Concilio, habla de 300 y en su carta "Ad
Afros" menciona explícitamente 318. Esta cifra está aceptada casi universalmente y no
parece que haya razón alguna para rechazarla. La mayor parte de los obispos
presentes eran griegos; entre los latinos solamente conocemos a Hosio de Córdoba,
Cecilio de Cartago, Marcos de Calabria, Nicasio de Dijon, Dono de Estridón, en
Panonia, y los dos sacerdotes de Roma, Víctor y Vincencio, que representaban al Papa.
La asamblea contaba entre sus miembros más famosos a San Alejandro de Alejandría,
Eustasio de Antioquía, Macario de Jerusalén, Eusebio de Nicomedia, Eusebio de
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Cesarea y Nicolás de Mira. Algunos habían padecido durante la última persecución;


otros no estaban suficientemente familiarizados con la teología cristiana. Entre los
miembros figuraba un joven diácono, Atanasio de Alejandría, para quien este Concilio
fue el preludio de una vida de conflictos y de gloria (ver San Atanasio).

El año 325 es aceptado, sin duda, como el del Primer Concilio de Nicea. Hay poco
acuerdo entre nuestras autoridades primitivas respecto al mes y al día de la apertura.
Para poder conciliar las indicaciones suministradas por Sócrates y por las Actas
del Concilio de Calcedonia, la fecha puede tal vez situarse en el 20 de mayo, y la de la
redacción del símbolo en el 19 de junio. Se puede asumir sin muy grande audacia que
el sínodo, que se había convocado para el 20 de mayo, celebró reuniones menos
solemnes en ausencia del emperador hasta el 14 de junio, fecha en la que, tras la
llegada de éste, comenzaron las sesiones propiamente dichas, y se formuló el símbolo
el 19 de junio, después de lo cual se trataron diversas cuestiones---la controversia
pascual, etc.---y las sesiones concluyeron el 25 de agosto. Constantino realizó la
apertura del Concilio con gran solemnidad. Antes de entrar, el emperador esperó a que
todos los obispos hubiesen ocupado sus lugares. Estaba ataviado en oro y cubierto con
piedras preciosas, a la usanza de los soberanos orientales. Se le preparó un trono
dorado y los obispos tomaron asiento sólo después que el emperador había ocupado su
lugar. Después de ser saludado en una apresurada alocución, el emperador pronunció
un discurso en latín, expresando su deseo de que se restableciera la paz religiosa. El
abrió la sesión como presidente honorífico y, además, asistió a las sesiones
posteriores, pero dejó la dirección de las discusiones teológicas, como era adecuado,
en manos de los líderes eclesiásticas del Concilio. Parece que el presidente fue,
realmente, Hosio de Córdoba, asistido por los legados papales , Víctor y Vincencio.

El emperador comenzó haciéndole comprender a los obispos que tenían entre manos
un asunto más importante y de más envergadura que las rencillas personales y las
interminables recriminaciones. Sin embargo, tuvo que resignarse al castigo de escuchar
las últimas palabras de los debates que habían tenido lugar previamente a su
llegada. Eusebio de Cesarea y sus dos abreviadores, Sócrates y Sozomen, así como
Rufino y Gelasio de Cízico, no proporcionan detalles de las discusiones teológicas.
Rufino nos dice tan sólo que se celebraron sesiones diarias y que Arrio era citado a
menudo ante la asamblea; sus opiniones se discutían seriamente y se consideraba
atentamente los argumentos en contra. La mayoría, especialmente quienes eran
confesores de la fe, se declararon enérgicamente contra las impías doctrinas de Arrio.
(Respecto a las actuaciones del tercer partido eusebiano, vea Eusebio de Nicomedia.
Respecto al Credo de Eusebio, ver Eusebio de Cesarea. San Atanasio nos asegura que
las actividades del Concilio no se vieron, de ninguna manera, perturbadas por la
presencia de Constantino. En aquella época el emperador había escapado de la
influencia de Eusebio de Nicomedia y estaba bajo la de Hosio, a quien, junto con San
Atanasio, se puede atribuir una influencia preponderante en la formulación del símbolo
del Primer Concilio Ecuménico, del cual se presenta a continuación una traducción
literal:

Creemos en un solo Dios, Padre Todopoderoso, Creador de todas las cosas visibles e


invisibles; y en un solo Señor Jesucristo, el unigénito del Padre, esto es, de la sustancia
[‘’ek tes ousias’’] del Padre, Dios de Dios, Luz de Luz, Dios verdadero de Dios
verdadero, engendrado, no creado, de la misma naturaleza del Padre [‘’homoousion to
patri’’], por quien todo fue hecho, en el cielo y en la tierra; que por nosotros, los
hombres, y por nuestra salvación bajó del cielo, se encarnó y se hizo hombre, padeció y
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resucitó al tercer día, subió a los cielos y volverá para juzgar a vivos y a muertos. Y en
el Espíritu Santo. Aquellos que dicen: hubo un tiempo en el que Él no existía, y Él no
existía antes de ser engendrado; y que Él fue creado de la nada (‘’ex ouk onton’’); o
quienes mantienen que Él es de otra naturaleza o de otra sustancia [que el Padre], o
que el Hijo de Dios es creado, o mudable, o sujeto a cambios, [a ellos] la Iglesia
Católica los anatematiza.

La adhesión fue general y entusiasta. Todos los obispos, excepto cinco, se declararon
prestos a suscribir dicha fórmula, convencidos de que contenía la antigua fe de la
Iglesia Apostólica. Los oponentes quedaron pronto reducidos a dos, Teonas de
Marmárica y Segundo de Tolemaida, quienes fueron exilados y anatematizados. Arrio y
sus escritos fueron también marcados con el anatema, sus libros fueron quemados y él
fue exiliado a Iliria. Las listas de los firmantes han llegado hasta nosotros muy
mutiladas, desfiguradas por los errores de los copistas. Sin embargo, dichas listas
pueden ser consideradas auténticas. Su estudio es un problema que ha sido abordado
repetidamente en la actualidad, en Alemania e Inglaterra, a través de las ediciones
críticas de H. Gelzer, H. Hilgenfeld, y O. Contz, por una parte, y C. H. Turner, por otra.
Las listas así reconstruidas contienen respectivamente 220 y 218 nombres. Con la
información derivada de una u otra fuente, se puede construir una relación de 232 ó 237
padres que se sabe estuvieron presentes.

Otros asuntos que se trataron en el Concilio fueron la controversia sobre la época de la


celebración de la Pascua y el cisma de Melecio. El primero de ambos se encuentra
tratado como Controversia Pascual; el segundo, como Melecio de Licópolis.

De todas las actas del Concilio, que, según se ha afirmado, fueron numerosas, sólo han
llegado hasta nosotros tres fragmentos: el credo, o símbolo, reproducido más arriba (ver
también Credo de Nicea); los cánones; y el decreto sinodal. En realidad nunca hubo
ningunas actas oficiales aparte de éstas. Pero las declaraciones de Eusebio de
Cesarea, Sócrates, Sozomen, Teodoreto y Rufino, pueden ser consideradas como
importantes fuentes de información histórica, junto con alguna información conservada
por San Atanasio, y una historia del Concilio de Nicea escrita en griego en el siglo V
por Gelasio de Cyzicus. Por mucho tiempo ha existido una controversia sobre el
número de los cánones del Primer Concilio de Nicea. Todas las colecciones de
cánones, tanto en latín como en griego, compuestas en los siglos IV y V coinciden en
atribuir a este Concilio solamente los 20 cánones que conocemos actualmente. A
continuación figura un breve resumen de los mismos:

 Canon 1: Sobre la admisión, ayuda o expulsión de los clérigos mutilados voluntaria


o violentamente.
 Canon 2: Reglas a observarse para la ordenación, la evasión de prisa indebida y la
deposición de aquéllos culpables de faltas graves.
 Canon 3: Se prohíbe a todos los miembros del clero residir con cualquier mujer,
excepto con su madre, una hermana o una tía.
 Canon 4: Relativo a las elecciones episcopales.
 Canon 5: Relativo a la excomunión.
 Canon 6: Relativo a los patriarcas y su jurisdicción.
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 Canon 7: Confirma el derecho de los obispos de Jerusalén a disfrutar de


determinados honores.
 Canon 8: Respecto de los novacianos.
 Canon 9: Ciertos pecados conocidos después de la ordenación implican su invalidez.
 Canon 10: Los lapsi que hayan sido ordenados con conocimiento o subrepticiamente
deben ser excluidos tan pronto como se conozca su irregularidad.
 Canon 11: Penitencia que debe ser impuesta a los apóstatas en la persecución de
Licinio.
 Canon 12: Penitencia que debe ser impuesta a quienes apoyaron a Licinio en su
guerra contra los cristianos.
 Canon 13: Indulgencia a ser concedida a las personas excomulgadas que se
encuentran en peligro de muerte.
 Canon 14: Penitencia que debe ser impuesta a los catecúmenos que flaquearon
durante la persecución.
 Canon 15: Obispos, sacerdotes y diáconos no pueden pasar de una iglesia a otra.
 Canon 16: Se prohíbe a todos los clérigos abandonar su iglesia. Se prohíbe
formalmente a los obispos que ordenen para su diócesis a un clérigo perteneciente a
otra diócesis.
 Canon 17: Se prohíbe a los clérigos que presten con interés.
 Canon 18: Se recuerda a los diáconos su posición subordinada respecto a los
sacerdotes.
 Canon 19: Reglas a observarse respecto de los partidarios de Pablo de Samosata que
deseaban retornar a la Iglesia.
 Canon 20: Los domingos y durante la temporada Pascua las oraciones deben rezarse
de pie.

Una vez concluidos los trabajos del Concilio, Constantino celebró el vigésimo
aniversario de su ascensión al imperio e invitó a los obispos a un espléndido banquete,
al final del cual cada uno recibió ricos presentes. Varios días después el emperador
ordenó que se celebrara una sesión final, a la cual asistió para exhortar a los obispos a
que trabajaran para el mantenimiento de la paz; se encomendó a sus oraciones y
autorizó a los padres a regresar a sus diócesis. La gran mayoría se apresuró a tomar
ventaja de esto y a llevar las resoluciones del Concilio al conocimiento de sus
provincias.

Fuente: Leclercq, Henri. "The First Council of Nicaea." The Catholic Encyclopedia. Vol.
11. New York: Robert Appleton Company, 1911.
<http://www.newadvent.org/cathen/11044a.htm>.

Traducido por Juan Ramón Martínez Maurica. L H M


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