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La Nacio Imaginada Ensayos Sobre Los Proyectos de Nacio en Colombia y America Latina en El Siglo Xix - Compress
La Nacio Imaginada Ensayos Sobre Los Proyectos de Nacio en Colombia y America Latina en El Siglo Xix - Compress
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Introducción . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 9
Capítulo 1
Fabio Wasserman
La nación como concepto fundamental en los
procesos de independencia hispanoamericana
(1780-1830) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 19
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Índice . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 321
INTRODUCCIÓN
1
Anderson, Benedict. Comunidades imaginadas. Reflexiones sobre el origen y la difusión del
nacionalismo. México: Fondo de Cultura Económica, 1993. Primera edición, 1983.
2
Palti, Elías. La nación como problema. Los historiadores y la “cuestión nacional”. México: Fondo de
Cultura Económica, 2003.
3
Ibíd. p. 35.
4
Sobre las reflexiones de método en la obra de Koselleck, Reinhart. Futuro pasado. Para una
semántica de los tiempos históricos. Barcelona: Paidós, 1993.
10
Introducción
11
Humberto Quiceno Castrillón
12
Introducción
5
Sobre la “democracia capacitaria” en el siglo XIX, ver Rosanvallon, Pierre. Le moment Guizot. París:
Gallimard, 1983. Sobre el criollo letrado y los valores que representaba: Castro-Gómez, Santiago.
La Hybris del Punto Cero. Ciencia, raza e ilustración en la Nueva Granada (1750-1810). Bogotá:
Universidad Javeriana, 2010.
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Humberto Quiceno Castrillón
Queda una razón más para dejar su ensayo en la apertura del libro: su exa-
men del concepto intenta brindar una visión de conjunto que abarca a Espa-
ña. Y la última digna de destacar: su ensayo prepara el tono casi general del
libro, porque, como lo advirtió, se restringe a lo que las élites pudieron decir
en aquel tiempo.
El ensayo de Juan José Saldaña, concentrado en el caso mexicano, es explí-
cito en el examen de lo que fue la incidencia política e intelectual de una élite
más o menos específica. Aquí, el personaje central es el criollo ilustrado para
quien la ciencia y la técnica modernas debían acompañar la nación nueva
que emergía de la separación del dominio español. Hacer ciencia era hacer
Estado y nación, pero agreguemos que también era formar y consolidar una
élite consagrada a esos menesteres. El personal del Estado debía ser un per-
sonal científico capacitado, por medio de los dispositivos de la ciencia, para
garantizar “la felicidad pública”. El proceso independentista y la asunción del
sistema político republicano impulsaron a una élite criolla, antes margina-
da, a ocupar en el nombre de la ciencia un lugar primordial en la dirección
del Estado. En este punto hallamos coincidencias en el comportamiento y
devenir de esa élite en el ámbito hispanoamericano; sin embargo, la parti-
cularidad mexicana, que expresa una diferencia ostensible con la situación
neogranadina, es que aquella tuvo una más temprana y cohesionada inten-
ción de institucionalizar la nueva condición intelectual y política mediante
el proyecto de organizar una comunidad científica. Según explica Saldaña,
hubo primero una discusión acerca de las coordenadas monárquicas o repu-
blicanas que debían orientar el ejercicio autorizado de lo científico y luego
hubo una resuelta intención de agrupar a los hombres de ciencia en institu-
tos; aunque varias de esas iniciativas surgieron del ámbito privado, sirvieron
para promover políticas estatales al respecto. Ya en su libro Las revoluciones
políticas y la ciencia en México6, Saldaña señalaba resueltamente que muchos
de esos hombres de ciencia eran, a la vez, prominentes políticos —es el caso
de Lucas Alamán— que hallaban un vínculo inmediato entre la erección del
Estado republicano y la creación de una comunidad científica que sirviera
de apoyo ilustrado a las labores cohesionadoras de las nuevas formas de go-
bierno. Estos estertores de la ciencia republicana fueron, por demás, la reali-
zación de un aplazado ideal de corte netamente ilustrado. El criollo se sentía,
por fin, conduciendo racional y legítimamente a la sociedad.
Bien, con estas dos contribuciones preliminares, podemos ahora sí hacer
semblanza de los ensayos concentrados, de diversa manera, en la situación
colombiana del siglo XIX. Empieza el ensayo de Humberto Quiceno, quien
6
México, Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología, 2010.
14
Introducción
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Humberto Quiceno Castrillón
la adopción del sistema métrico decimal a lo largo del siglo XIX tuvo que
negociar su viabilidad con prácticas de medición arraigadas en las comuni-
dades locales y provinciales, las cuales obedecían a diferentes patrones mo-
narquicos españoles y franceses, e incluso prehispánicos. A eso se agrega,
como lo afirma en su ensayo, que la nación moderna parecía ser un princi-
pio estándar de definición del territorio; aceptar ese principio estándar no
fue sencillo para las propias élites. Si la homología es válida, adoptar princi-
pios universales para “metrizar” el territorio equivalía a aceptar principios
universales en la organización administrativa del Estado; el legado español
fue, en ambas situaciones, en los inicios del siglo XIX, una fuerza de inercia
difícil de sacudir. Como bien lo destaca Arboleda, fue inevitable, como con-
secuencia, que hubiese un momento híbrido en que se mezclaron criterios
de medición del viejo y del nuevo orden. Quizás el mayor acierto de este en-
sayo sea el de haber demostrado que no estamos ante un asunto meramente
técnico o matemático; las élites neogranadinas estaban, más bien, ante el
dilema de definir la nación según coordenadas de medición que borraban
costumbres, identidades locales, formas tradicionales de vínculo con el te-
rritorio, formas tradicionales de intercambio de mercancías.
Natalia Suárez Bonilla decidió examinar un episodio emblemático en los
orígenes del partido liberal y colombiano y, principalmente, en la irrupción
del pueblo en la política. Apegada a algunos postulados de Pierre Rosan-
vallon en su Démocratie inachevée, Suárez Bonilla analiza las tensiones en-
tre los postulados de la democracia representativa y los de la democracia
directa. Esta emergencia activa del pueblo, en un procedimiento de perfec-
cionamiento de unas elecciones presidenciales, le sirve a la autora para pre-
sentar aspectos del debate acerca de los alcances de la soberanía del pueblo.
Según Suárez Bonilla, dos soberanías debaten en aquel episodio; aquella ba-
sada en el pueblo, pero que se vuelve discutible y peligrosa porque implica
la participación de un pueblo levantisco que apela a las emociones y aquella
soberanía que evoca la nación como un principio abstracto y racional, y
que sólo puede ser correctamente ejercida por los representantes del pueblo.
En fin, la autora cree que en ese trance del 7 de marzo de 1849 han esta-
do en juego dos nociones de democracia según el principio de soberanía al
que se apeló. Para unos, una soberanía del pueblo concreto compuesto de
una fuerza tumultuaria que ocupó un espacio público de discusión e incidió
categóricamente en un proceso eleccionario; para otros, una soberanía de
la razón plasmada en un notablato, en un personal cuasi-profesional de la
política que, dicho sea de paso, desde mucho antes de este evento ya tenía
la costumbre de cuestionar la presencia activa de gentes del pueblo en la
esfera pública y argumentaba a favor de una democracia capacitaria.
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Introducción
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Capítulo 1
Fabio Wasserman1
Introducción
1
Investigador del Conicet en el Instituto Ravignani y Profesor de Historia Argentina en la
Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires. Doctor en historia por la
Universidad de Buenos Aires. Coordinador del grupo de investigación Experiencias de
tiempo en los siglos XVIII y XIX que integra la Red de Investigación trasnacional Iberconceptos.
Publicaciones recientes: Entre Clio y la Polis. Conocimiento histórico y representaciones del
pasado en el Río de la Plata (1830-1860). Buenos Aires: Editorial Teseo, 2008; Juan José Castelli.
De súbdito de la corona a líder revolucionario. Buenos Aires: Edhasa, 2011; “Entre la moral y
la política. Las transformaciones conceptuales de liberal en el Río de la Plata (1780-1850)” en
Javier Fernández Sebastián, coord., Albores de la libertad. Los primeros liberalismos en el mundo
iberoamericano. Madrid: Marcial Pons, 2012, pp. 37-73; “Orden (Argentina)” y “Revolución
(Argentina)” en Javier Fernández Sebastián, Dir., Diccionario político y social del mundo
iberoamericano. Conceptos políticos en la era de las independencias, 1770-1870. Madrid: Centro
de Estudios Políticos y Constitucionales, 2013.
Fabio Wasserman
2
Resulta imposible hacer una lista aunque más no sea breve de los trabajos dedicados a estos temas,
por lo que me permito citar un volumen colectivo en el que se plasmaron algunas de las líneas que
renovaron los enfoques sobre la historia del período: Annino, Antonio y Guerra, François-Xavier
coords. Inventando la nación. Iberoamérica. Siglo XIX. México: Fondo de Cultura Económica, 2003.
20
La nación como concepto fundamental en los procesos de independencia hispanoamericana
Ahora bien, esto no implica en modo alguno que en esos años no exis-
tiera el concepto de nación o que éste careciera de toda importancia. Muy
por el contrario, si consideramos a las revoluciones de independencia en
un arco temporal más amplio, bien podría afirmarse que el concepto tuvo
un rol decisivo en el proceso de transición entre el orden colonial y el re-
publicano.
En el presente trabajo me propongo desarrollar esta afirmación toman-
do como objeto de análisis los usos y significados del concepto nación en
Hispanoamérica entre 1780 y 18303. Este propósito lo distingue de buena
parte de los estudios sobre las naciones que hacen foco en los nacionalismos
y en los procesos de formación y consolidación de los Estados nacionales4.
Las principales divergencias radican en el objeto de estudio y en el enfoque
empleado, pues muchos de estos trabajos parten de definiciones apriorísti-
cas sobre qué es una nación, ya sea por tener un carácter normativo o por
utilizarla como categoría de análisis, mientras que mi intención es dilucidar
las concepciones de nación que tenían los actores del período y cómo éstas
delimitaban, ordenaban u orientaban cursos de acción posibles. Para ello,
y siguiendo algunos de los lineamientos desarrollados por la historia con-
ceptual, consideraré la función referencial del concepto en tanto indicador
y modelador de estados de cosas, experiencias y expectativas, pero también
como un factor del movimiento histórico. Mi hipótesis en ese sentido es
que en esos años nación se fue constituyendo en un “concepto histórico
3
Para ello reformulé un trabajo previo realizado en el marco de un proyecto de historia concep-
tual iberoamericana: Wasserman, Fabio “El concepto de nación y las transformaciones del or-
den político en Iberoamérica (1750-1850)”. Jahrbuch für Geschichte Lateinamerikas, 45, 2008: pp.
197-220, también publicado en Fernández Sebastián, Javier dir. Diccionario político y social del
mundo iberoamericano. La era de las revoluciones, 1750-1850 [Iberconceptos-I]. Madrid: Fundación
Carolina – Centro de Estudios Políticos y Constitucionales-Sociedad Estatal de Conmemoracio-
nes Culturales, 2009, pp. 851-869 [http://www.iberconceptos.net/wp-content/uploads/2012/10/
DPSMI-I-bloque-NACION.pdf]. El trabajo recogió aportes de José María Portillo Valdés (Espa-
ña); Hans-Joachim König (Nueva Granada/Colombia); Elisa Cárdenas (México); Isabel Torres
Dujisin (Chile); Marcel Velázquez Castro (Perú); Marco Antonio Pamplona (Brasil); Sérgio Cam-
pos Matos (Portugal); Veronique Hebrard (Venezuela); Nora Souto y Fabio Wasserman (Río de la
Plata/Argentina). Cabe señalar que si bien algunas de las ideas y citas las tomé de estos estudios,
todas las afirmaciones son de mi entera responsabilidad.
4
Un repaso de los diversos enfoques y teorías en Delanoi, Gil y Taguieff, Pierre-Andre comps.
Teorías del nacionalismo. Barcelona: Paidós, 1993, y Smith, Anthony D. The nation in history.
Historiographical debates about ethnicity and nationalism. Hanover: University Press of New
England, 2000. Para Iberoamérica Hans-Joachim König “Nacionalismo y Nación en la historia de
Iberoamérica”. Cuadernos de Historia Latinoamericana nº 8, 2000: pp. 7-47 y Pérez Vejo, Tomás.
“La construcción de las naciones como problema historiográfico: el caso del mundo hispánico”.
Historia Mexicana, LIII, 2, 2003: pp. 275-311.
21
Fabio Wasserman
fundamental”, vale decir, aquel que “en combinación con varias docenas de
otros conceptos de similar importancia, dirige e informa por entero el con-
tenido político y social de una lengua” en tanto actúan como “conceptos-
guía del movimiento histórico”5.
Antes de iniciar el examen quisiera realizar algunas aclaraciones que per-
mitirán calibrar los alcances y los límites del trabajo. La primera es que si
bien el sentido de los conceptos no puede captarse plenamente cuando se
los examina en forma aislada ya que forman parte de una trama conceptual
y discursiva, por razones de espacio y de claridad expositiva me concentré
en nación y sólo haré breves alusiones de otros con los que estaba vincula-
do6. La segunda es que me restrinjo a las elites pues son escasos los estudios
sobre las clases subalternas que utilicen una perspectiva conceptual y que
puedan ser aprovechados en un trabajo de síntesis como el presente. La ter-
cera es que también incluyo a España, pues la historia de la metrópoli y sus
colonias estuvo estrechamente interrelacionada, además de compartir un
mismo universo político y cultural. La cuarta es que dado el muy desparejo
tratamiento que desde una perspectiva conceptual han merecido los distin-
tos espacios, momentos y actores, resulta inevitable que algunos casos están
mejor tratados que otros. El lector advertirá, por ejemplo, que no hay nin-
guna referencia sobre Centroamérica y las Antillas, mientras que otras áreas
como México y el Río de la Plata, y en especial sus ciudades más importan-
tes, pueden estar o parecer sobrerrepresentadas. A fin de mitigar este déficit,
procuré que los ejemplos citados sean lo más representativos posibles más
allá de quienes hayan sido sus autores.
5
Koselleck, Reinhart.“Historia de los conceptos y conceptos de historia”. Ayer 53, nº 1, 2004: p. 35;
“Un texto fundacional de Reinhart Koselleck. Introducción al Diccionario histórico de conceptos
político-sociales básicos en lengua alemana”. Anthropos 223, 2009: p. 93.
6
De ahí el valor de proyectos como Iberconceptos que permitió desarrollar un estudio comparativo
de alcance iberoamericano en el que se trataron sistemáticamente un conjunto de conceptos
fundamentales. En el primer tomo I ya citado en la nota 3 se analizaron América, ciudadano,
constitución, federalismo, historia, liberalismo, nación, opinión pública, pueblo y república.
El tomo II, al que también incorporaron equipos que trabajan sobre Uruguay, Centroamérica,
el Caribe y las Antillas Hispanas, incluye estudios sobre civilización, democracia, Estado,
independencia, libertad, orden, partido, patria, revolución y soberanía. Fernández Sebastián,
Javier dir. Diccionario político y social del mundo iberoamericano. Conceptos políticos en la era
de las independencias, 1770-1870 [Iberconceptos II]. Madrid: Centro de Estudios Políticos y
Constitucionales, 2013.
22
La nación como concepto fundamental en los procesos de independencia hispanoamericana
La línea metodológica que guía esta indagación sostiene que los concep-
tos se caracterizan por su polisemia, pues para poder ser así considerados
deben condensar diversos contenidos significativos, ya sean referidos a ex-
periencias, estados de cosas o expectativas. De ese modo, y a diferencia de
las palabras que pueden tener significados diversos pero definibles de modo
más o menos inequívoco, los conceptos sólo pueden aprehenderse a través
de una interpretación histórica y lingüística que reconstruya esa diversidad
en forma sincrónica y diacrónica7.
Ahora bien, aunque los conceptos no son reductibles a los términos con
los que suelen ser designados, suele ser útil comenzar su análisis recurrien-
do a una aproximación lexicográfica que pueda dar cuenta de sus defini-
ciones. En ese sentido cabe destacar que a mediados del siglo XVIII la voz
nación tenía acepciones de distinta naturaleza y, por lo tanto, también eran
diversos sus usos.
En primer lugar, y tal como lo consignaba el Diccionario de la Real Aca-
demia, el término era utilizado como sinónimo del acto de nacer, por lo que
podía indicar alguna cualidad como la de ser “ciego de nación”. Más impor-
tante aún era su empleo para dar cuenta del origen o lugar de nacimiento
de alguna persona o grupo, tal como se lo hacía desde la baja edad media
para distinguir a los miembros de las naciones universitarias, mercantiles o
conciliares8. Por eso en ese mismo diccionario se añadía esta otra definición
cuyo uso social estaba muy extendido: “La colección de los habitadores en
alguna Provincia, País o Reino”9.
7
La referencia principal es la obra Reinhart Koselleck. Además de los textos citados en la nota
5, puede consultarse Futuro pasado. Para una semántica de los tiempos históricos. Barcelona:
Paidós, 1993.
8
Una síntesis de los significados y usos premodernos del término en Campi, Alessandro. Nación.
Léxico de política. Buenos Aires: Nueva Visión, 2006; Kemiläinen, Aira. Nationalism. Problems
concerning the word, the concept and classification. Jyväskylä: Kustantajat Publishers, 1964; Gallego,
José Andrés. “Los tres conceptos de nación en el mundo hispano”. Cinta Cantarela ed. Nación
y constitución: De la Ilustración al liberalismo. Sevilla: Universidad Pablo de Olavide y Sociedad
Española de Estudios del Siglo XVIII, 2006, pp. 123-146.
9
Real Academia Española, Diccionario de la lengua castellana, en que se explica el verdadero sentido
de las voces, su naturaleza y calidad, con las phrases o modos de hablar, los proverbios o refranes, y
otras cosas convenientes al uso de la lengua […] Compuesto por la Real Academia Española. Tomo
quarto. Que contiene las letras G.H.I.J.K.L.M.N. Madrid: Imprenta de la Real Academia Española,
1734, p. 644.
23
Fabio Wasserman
10
De Terreros y Pando, Esteban. Diccionario castellano con las voces de ciencias y artes y sus
correspondientes de las tres lenguas francesa, latina e italiana. Madrid: Imprenta de la viuda de
Ibarra, hijos y compañía, 1786, t. II, p. 645. El destacado en el original. En ésta y en todas las citas
se actualizó la ortografía.
11
Cárdenas Acosta, Pablo E. El movimiento comunal de 1781 en el Nuevo Reino de Granada. Bogotá:
Editorial Kelly, 1960, t. II, pp. 127.
12
De Azara, Félix. Descripción e historia del Paraguay y del Río de la Plata. Buenos Aires: Editorial
Bajel 1943, p. 100 [el texto se escribió en 1790 y se editó en forma póstuma en Madrid, 1847].
24
La nación como concepto fundamental en los procesos de independencia hispanoamericana
13
Valcárcel, Carlos Daniel ed. Colección documental de la Independencia del Perú. Tomo 2:
La Rebelión de Túpac Amaru. Lima: Comisión Nacional del Sesquicentenario de la Independencia
del Perú, 1971, vol. 2, p. 346.
14
Terreros y Pando, Diccionario Castellano, t. II, 645. Definiciones similares se pueden encontrar
en otras lenguas que comparten la misma raíz como el portugués y el francés (que incorporaba
también un componente lingüístico): “Nome colectivo, que se diz da Gente, que vive em alguma
grande região, ou Reino, debaixo do mesmo Senhorio”; “Tous les habitants d’un mesme Estat, d’un
mesme pays, qui vivent sous mesmes loix, & usent de mesme langage”. Bluteau, Rafael. Vocabulário
Portuguez & Latino. Lisboa: Oficcina de Pascoal da Sylva, 1716, vol. V, p. 568; Dictionnaire de
l’Académie français, 1694, p. 110.
15
du Vattel, Emmer. Le droit de gens ou principes de la loi naturelle apliques a la conduite et aux
affaires des nations et des souveaines. Leyden, 1758, citado en Chiaramonte, José C. Nación y
Estado en Iberoamérica. Los lenguajes políticos en tiempos de las independencias. Buenos Aires:
Sudamericana, 2004, p. 34.
25
Fabio Wasserman
16
Así, al comentar una cita extensa de Christian Wolff en la que aparece la voz nación, Vattel
aclaraba que “Une nation este ici un État souverain, une société politique indépendente” citado en
Chiaramonte, José C. Nación y Estado, p. 34.
17
de Finestrad, Joaquín. El Vasallo instruido en el estado del Nuevo Reino de Granada y en sus
respectivas obligaciones. Trad. Margarita González. Bogotá: Facultad de Ciencias Humanas,
Universidad Nacional de Colombia, 2000, pp. 224 y 321.
26
La nación como concepto fundamental en los procesos de independencia hispanoamericana
Uno es el piadoso Monarca que a todos nos gobierna, unos mismos somos
sus vasallos, unas son sus justas leyes; ellas no distinguen para el premio y el
castigo a los que nacen a los cuatro y medio grados de latitud, de los que na-
cen a los cuarenta, abrazan toda la extensión de la Monarquía y su influencia
benéfica debe comprender igualmente a toda la nación19.
Las menciones sin más a la nación aludían entonces a España pero en-
tendida como el conjunto de la Monarquía cuyos dominios se extendían por
varios continentes. Sin embargo, también podía considerarse que en su seno
convivían naciones de otra índole: provincias y reinos americanos o penin-
sulares que se distinguían por su densidad demográfica, social y cultural, o
por su desarrollo económico, político e institucional.
18
Ibíd. p. 343.
19
Nariño, Antonio. “Apología”. Comp. José Manuel Pérez Sarmiento. Causas Célebres a los precursores.
Bogotá: Imprenta Nacional, 1939, t. I, p. 129.
27
Fabio Wasserman
20
Cadalso, José. Defensa de la nación española contra la Carta persiana LXXVIII de Montesquieu.
Toulouse: France-Iberie Recherche, 1970.
21
Portillo Valdés, José María. La vida atlántica de Victorián de Villava. Madrid: Fundación MAPFRE,
2009.
22
El debate sobre la pertinencia de considerar a las Indias como colonias fue retomado hace pocos
años en “Para seguir con el debate en torno al colonialismo…”. Nuevo Mundo Mundos Nuevos,
Puesto en línea el 08 febrero 2005, consultado el 08 julio 2013. http://nuevomundo.revues.org/430.
Un análisis que aborda el problema desde una perspectiva conceptual en Ortega, Francisco “Ni
nación ni parte integral. Colonia, de vocablo a concepto en el siglo XVIII iberoamericano”. Prismas.
Revista de Historia Intelectual, 2011 n° 15, pp. 11-29.
28
La nación como concepto fundamental en los procesos de independencia hispanoamericana
Este trato no hizo más que reforzar la reacción de los letrados criollos
que desde hacía décadas procuraban hacer frente a los prejuicios que tenían
algunos autores europeos sobre el continente y sus habitantes, muchos
de los cuales eran compartidos y difundidos por los propios españoles23.
De ese modo comenzaron a destacar sus atributos morales y materiales, en
un movimiento que en algunos casos derivó en la identificación de sus reinos
o provincias como naciones. Así, en respuesta al desdén con el que Manuel
Martí se había referido al desarrollo intelectual de Nueva España en sus
Cartas latinas de 1735, el Obispo de Yucatán y ex Rector de la Universidad
de México, Juan José Eguiara y Eguren, propuso “convertir en aire y humo
la calumnia levantada a nuestra nación”. Para ello decidió publicar una
Biblioteca Mexicana que debía dar cabida a la vasta obra realizada por los
escritores “de nación mexicana” en la que incluía producciones de criollos,
españoles e indios, destacando en más de un pasaje el desarrollo cultural y
las cualidades de los antiguos pobladores de México y sus descendientes24.
Esto permite entender su decisión, entonces inusual, de designar como
mexicanos al vasto y heterogéneo grupo de autores cuya obra aspiraba a
reseñar.
La apelación a este calificativo sería de gran importancia, pues uno de
los elementos que se pusieron en juego a la hora de considerar a algunos
reinos o provincias como naciones, era la posible reivindicación de una
población nativa que permitiera particularizarlas, darles espesor histórico
e identificarlas. De ahí el valor e interés que adquirieron las obras escritas
o publicadas por algunos jesuitas tras su expulsión en 1767, pues muchas
asociaban el territorio de un reino o una provincia con un pueblo indio
poseedor de cierta identidad u homogeneidad étnica. Francisco Javier
Clavijero, por ejemplo, utilizaba en su Historia Antigua de México la voz
nación para enumerar a cada uno de los pueblos que poblaban el Anáhuac
(toltecas, chichimecas, acolhuas, olmecas, otomíes, etc.), pero terminaba
identificando sus rasgos físicos y morales con uno de ellos: “los mexicanos”25.
Del mismo modo, pero haciendo referencia a un reino ubicado en el otro
extremo del continente, para Juan Ignacio Molina “Parece que en los primeros
23
Un exhaustivo análisis de las consideraciones que se hacían sobre el continente americano en
Gerbi, Antonello. La disputa del nuevo mundo. Historia de una polémica 1750-1900. México:
Fondo de Cultura Económica, 1982.
24
Eguiara y Eguren, Juan José. Bibliotheca Mexicana. Trad. del Latín Benjamín Fernández Valenzuela.
Coord. Ernesto de la Torre Villar. México: Universidad Nacional Autónoma de México, 1986, pp.
53 y 175.
25
Clavijero, Francisco Javier. Historia Antigua de México. México: Editorial Porrúa, 1991. Primera
edición en italiano, 1780. pp. 5 y 44.
29
Fabio Wasserman
tiempos no se hubiese establecido en Chile más que una sola nación; todas
las tribus indígenas que habitan allí, aunque independientes las unas de las
otras, hablan el mismo lenguaje, y tienen la misma fisonomía”26.
Aunque no hubiera sido necesariamente el propósito de sus autores, estas
consideraciones fueron utilizadas en más de un caso por las elites criollas
a la hora de reconocerse o imaginarse miembros de una nación. Chile, por
ejemplo, si bien no tenía el mismo desarrollo económico, sociocultural e
institucional que México, contaba con una producción discursiva sobre los
araucanos que, sumada a otras condiciones como su relativo aislamiento
y su organización como Capitanía General, crearon condiciones favorables
para que fuera considerada como una nación. Ahora bien, la reivindicación
de estas particularidades, u otras como podía ser la veneración de la Vir-
gen de Guadalupe en México y la de Santa Rosa en Perú que alentaban lo
que algunos autores dieron en llamar “patriotismo criollo”27, no implicaba
una traducción política ni un afán independentista: a fines del siglo XVIII
la nación entendida como un Estado o como poblaciones sometidas a un
mismo gobierno, seguía teniendo como referente a la Monarquía. Por eso
podía plantearse la existencia de naciones consideradas en clave étnica, so-
ciocultural o territorial que, a su vez, formaban parte de la nación española
definida por el hecho de compartir la lealtad a la Corona y a las leyes de la
monarquía.
Considerada desde una perspectiva conceptual, lo más destacable de esta
pluralidad de referencias de nación es su baja densidad, y el hecho de que en
general remitiera a estados de cosas más que a la apertura de nuevos hori-
zontes o cursos de acción posibles. Si bien su acepción en clave contractual
permitía que se concibiera la creación de una nueva nación o que alguna ya
existente se proclamara soberana, eran posibilidades que recién comenza-
ron a plantearse en el marco de la crisis desencadenada por las Abdicaciones
de Bayona en mayo de 1808 y la resistencia a la coronación de José I, el her-
mano de Napoleón Bonaparte. Es que a pesar de las innovaciones introdu-
cidas por los ilustrados durante la segunda mitad del siglo XVIII, siguió pre-
valeciendo la idea de que la existencia de la nación, ya sea entendida como
cuerpo político o como sociedad, dependía de su subordinación al Rey.
Y si algo resultaba entonces inimaginable era precisamente eso, la ausencia
del Monarca.
26
Molina, Juan Ignacio. Compendio de la Historia Civil del Reino de Chile. Ed. y Trad. del italiano
Nicolás de la Cruz y Bahamonde. Madrid: Imprenta de Sancha, 1795, p. 12.
27
Brading, David. Los orígenes del nacionalismo mexicano. México: Era, 1997, p. 25.
30
La nación como concepto fundamental en los procesos de independencia hispanoamericana
28
Elías Palti realizó una interpretación de este complejo proceso destacando los problemas que
acarreaba concebir la soberanía nacional uniendo dos conceptos que hasta entonces eran
antagónicos, en Palti, Elías. El tiempo de la política. El siglo XIX reconsiderado. Buenos Aires: Siglo
XXI, 2007, cap. 2.
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Fabio Wasserman
32
La nación como concepto fundamental en los procesos de independencia hispanoamericana
29
Guerra, Francois Xavier. Modernidad e Independencias. Ensayo sobre las revoluciones hispánicas.
Madrid: MAPFRE, 1992, p. 157.
30
De Capmany, Antonio. Centinela contra franceses. Madrid: Gómez Fuentenebro y Compañía,
1808, p. 94 [http://alfama.sim.ucm.es/dioscorides/consulta_libro.asp?ref=B23851636&idioma=0].
33
Fabio Wasserman
31
Constitución política de la Monarquía Española: promulgada en Cádiz a 19 de marzo de 1812.
Precedida de un discurso preliminar leído en las Cortes al presentar la Comisión de Constitución
el proyecto de ella. Madrid: Imprenta que fue de García; Imprenta Nacional, 1820, p. 4. Tanto la
Constitución como una selección significativa de los documentos institucionales producidos a
partir de 1808 pueden consultarse en el portal http://www.cervantesvirtual.com/portal/1812.
34
La nación como concepto fundamental en los procesos de independencia hispanoamericana
32
“Decreto dado en Valencia a 4 de mayo de 1814 firmado por Yo, El Rey” citado en Juan Ángel de
Santa Teresa. Sumario de injusticias, fraguadas por el liberalismo impío, contra la religión católica é
inocencia cristiana de España. Zaragoza: Imprenta de Andrés Sebastián, 1823, p. 10.
33
Ibíd., p. 11.
35
Fabio Wasserman
Establecer pues una diferencia en esta parte, entre América y España, sería
destruir el concepto de provincias independientes, y de partes esenciales y
constituyentes de la monarquía, y sería suponer un principio de degrada-
ción. Las Américas, señor, no están compuestas de extranjeros a la nación
española. Somos hijos, somos descendientes de los que han derramado su
sangre por adquirir estos nuevos dominios de la corona de España […]
Tan españoles somos como los descendientes de Don Pelayo y tan acree-
dores por esta razón, a las distinciones, privilegios y prerrogativas del resto
de la nación35.
34
La mayor apelación a la patria en situaciones bélicas fue señalada hace varias décadas por Pierre
Vilar en Vilar, Pierre. “Patria y nación en el vocabulario de la guerra de la independencia española”.
Hidalgos, amotinados y guerrilleros. Pueblos y poderes en la historia de España. Barcelona: Crítica,
1982, p. 237. Sobre la tríada puede consultarse de di Meglio, Gabriel “Patria”. Ed. Noemí Goldman.
Lenguaje y revolución. Conceptos políticos clave en el Río de la Plata, 1780-1850. Buenos Aires,
Prometeo, 2008, pp. 115-130.
35
Torres, Camilo.“Representación del Cabildo de Santafé (Memorial de agravios)”. Comps. José
Luis Romero y Luis A. Romero. Pensamiento político de la emancipación (1790-1825). Caracas:
Biblioteca Ayacucho, 1977, t. I, p. 29.
36
La nación como concepto fundamental en los procesos de independencia hispanoamericana
36
La Gazeta de Buenos Ayres, n° 18, 4/X/1810, p. 288.
37
Fabio Wasserman
demás, sus intereses son tan diversos de estos, que realmente puede con-
siderarse como una nación separada de las demás, y apenas unido por los
vínculos de la sangre y por las relaciones de familia; este reino, digo, puede y
debe organizarse por sí solo37.
Los derechos del Trono transmitidos a él por los Pueblos son sagrados, y
perpetuos, y el vasallaje de estos es necesario y perdurable. La persona del
Rey que es el Magistrado Supremo reúne las obligaciones de todos los ciuda-
danos a la Nación, y cualesquiera que intente separarse de ésta, o negarle sus
derechos o disputar sus deliberaciones, es un reo de lesa Majestad o, lo que es
lo mismo, de la Nación38
37
Proceso histórico del 20 de Julio de 1810. Documentos, (Bogotá: Banco de la República, 1960), 66.
El documento ha sido citado en numerosas ocasiones, aunque a veces se lo fecha en mayo de
1809, cuando Torres hace referencia a hechos producidos posteriormente como la batalla de Ocaña.
Estimo que el error se debe al afán por dotar de una conciencia nacional a los protagonistas de las
revolucionares.
38
Gazeta de Montevideo n° 33, 14/VIII/1811. Montevideo: Imprenta de la Ciudad de Montevideo,
p. 283.
39
El Peruano. Lima: 1812, p. 425.
38
La nación como concepto fundamental en los procesos de independencia hispanoamericana
40
De Cosio, D. D. Mateo Joaquín. Elogio Fúnebre del señor D. José Gabriel Moscoso, Teniente Coronel
de los Reales Ejércitos, Gobernador Intendente de Arequipa. En las exequias que el ilustre Cabildo
justicia y regimiento de dicha ciudad hizo en honor y sufragio de tan benemérito jefe el día 9 de mayo
de 1815. Lima: Bernardino Ruiz, 1815, p. 47.
41
Hidalgo, Miguel. “Proclama del cura Hidalgo a la Nación Americana” Ed. Haydeé Miranda
Bastidas y Hasdrúbal Becerra. La Independencia de Hispanoamérica. Declaraciones y Actas.
Caracas: Biblioteca Ayacucho, 2005, p. 38.
42
Hidalgo, Miguel. “Abolición de la esclavitud y otras medidas decretadas por Hidalgo” en Carlos
Herrerón Peredo, Hidalgo. Razones de la insurgencia y biografía documental. México: SEP, 1986,
pp. 242.
43
De Miranda, Francisco. “Bosquejo de Gobierno provisorio”. Ed. Romero y Romero. Pensamiento
político, t. I, pp. 13-19
39
Fabio Wasserman
44
“Sobre el Congreso convocado y Constitución del Estado”. Gaceta de Buenos Aires nº 27, 6/
XII/1810.
45
Si bien no es el tema de este trabajo, quisiera llamar la atención sobre la necesidad de poner en
cuestión la división tajante que suele hacerse entre las guerras de independencia y las guerras
civiles, que no es más que una de las tantas consecuencias provocadas por el hecho de considerar a
las naciones americanas como entidades preexistentes o destinadas a constituirse tal como hoy las
conocemos.
40
La nación como concepto fundamental en los procesos de independencia hispanoamericana
46
“A la Regencia de España, 3 de mayo de 1810”. Actas del 19 de Abril. Documentos de la Suprema
Junta de Caracas. Caracas: Concejo Municipal, 1960, p. 99.
47
Gazeta de Caracas, 27/VII/1810.
48
Gazeta de Buenos Ayres, 27/V/1815.
41
Fabio Wasserman
más o menos precisas que en algunos puntos podían ser divergentes y por
eso dieron lugar a debates y polémicas. Pero la mayor fuente de conflictos
era su resolución práctica, es decir, política, ya que a través de esas concep-
ciones se expresaban y buscaban imponerse posiciones e intereses políticos,
sociales, económicos, territoriales o jurisdiccionales.
En mayo de 1825 el Congreso Constituyente de las Provincias del Río
de la Plata, discutió la posibilidad de crear un ejército nacional ante la in-
minente disputa con Brasil por la Banda Oriental (conflicto cuyo desenlace
sería la creación de la República de Uruguay como nueva nación soberana).
Uno de los animadores de ese debate fue el canónigo salteño Juan Ignacio
Gorriti, quien se opuso a la creación de ese ejército alegando que la nación
era inexistente. Si bien acordaba con la creación de una nación que centra-
lizara el poder y gobernara el territorio rioplatense, también entendía que
hasta que no se sancionase una Constitución las provincias seguían sien-
do soberanas. Al ponerse en cuestión su postura, se vio obligado a preci-
sar que “De dos modos puede considerarse la nación, o como gentes que
tienen un mismo idioma, aunque de ellas se formen diferentes estados, o
como una sociedad ya constituida bajo el régimen de un solo gobierno”.
El primer caso sería el de la antigua Grecia o Italia, pero también Suda-
mérica, que a su juicio podía considerarse como una nación aunque tuvie-
ra Estados diferentes, “mas no bajo el sentido de una nación, que se rige
por una misma ley, que tiene un mismo gobierno” que es al que se estaba
refiriendo49.
Gorriti sintetizaba así los dos sentidos del concepto nación que a me-
diados de la década de 1820, y tras haberse declarado la independencia de
casi todo el continente, seguían circulando por carriles separados. Si bien
su acepción como una población que posee rasgos idiosincrásicos seguía
siendo utilizada, la que primó en esos años fue la de carácter político que
la distinguía por ser el resultado de un acto voluntario de sus miembros
para constituir una comunidad regida por unas mismas leyes y un mismo
gobierno.
Este acto voluntario se puso de manifiesto pocas semanas más tarde,
cuando los representantes de los pueblos altoperuanos declararon su inde-
pendencia desechando la posibilidad de unirse a Perú o a las Provincias del
Río de la Plata. En ese sentido sostuvieron que “La representación Soberana
de las Provincias del Alto Perú” había decidido erigirse
49
Sesión del 4/V/1825 en Emilio Ravignani ed. Asambleas Constituyentes Argentinas, 1813-1898.
Buenos Aires: Peuser, 1937), t. I, p. 1325.
42
La nación como concepto fundamental en los procesos de independencia hispanoamericana
Del mismo modo, en el Derecho de Gentes publicado diez años más tarde
en Chile, Andrés Bello sostenía que “Nación o Estado es una sociedad de
hombres que tiene por objeto la conservación y felicidad de los asociados;
que se gobierna por las leyes positivas emanadas de ella misma y es dueña
de una porción de territorio”52. De la perduración de esta concepción y
de su extensa difusión en Hispanoamérica dan cuenta sus numerosas
reediciones corregidas que siguieron publicándose durante décadas en
50
“Declaración del 6 de agosto de 1825”. Colección oficial de leyes, decretos y órdenes de la República
Boliviana. Años 1825 y 1826. La Paz: Imprenta Artística, 1826, p. 17.
51
Sáenz, Antonio. Instituciones elementales sobre el derecho natural y de gentes. Buenos Aires:
Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires, 1939, p. 61.
52
Bello, Andrés. Principios de Derecho de Gentes. Santiago de Chile: Imprenta de la Opinión, 1832,
p. 10.
43
Fabio Wasserman
53
Bello, Andrés. Principios de Derecho Internacional. Segunda edición corregida y aumentada.
Valparaíso: Imprenta del Mercurio, 1844.
54
Chiaramonte, José Carlos et al., comps. Crear la nación. Los nombres de los países de América
Latina. Buenos Aires: Editorial Sudamericana, 2008.
55
Henríquez, Camilo. “Sermón en la instalación de Primer Congreso Nacional”. En Raúl Silva,
Castro. Escritos Políticos de Camilo Henríquez. Santiago de Chile: Ediciones de la Universidad de
Chile, 1960, pp. 50-59.
56
“Acta de Independencia del Imperio Mexicano pronunciada por su Junta Soberana, congregada en
la capital de él, en 28 de septiembre de 1821”. En Bastidas y Becerra, La Independencia, p. 42.
44
La nación como concepto fundamental en los procesos de independencia hispanoamericana
57
La abeja republicana (Lima: Imprenta de José Masias, 22/IX/1822).
58
Ibíd.
59
Constitución de 1823. Consultado en : http://bib.cervantesvirtual.com/servlet/SirveO-
bras/01482074789055978540035/index.htm
60
Constitución Vitalicia de 1826. Consultado en: http://bib.cervantesvirtual.com/servlet/Sirve-
Obras/01479514433725784232268/index.htm
61
Constitución de 1828. Consultado en: http://bib.cervantesvirtual.com/servlet/SirveO-
bras/02450576436134496754491/index.htm.
45
Fabio Wasserman
Esta última cuestión remite al lugar que en las distintas propuestas de na-
ción se les asignaba a las clases subalternas, cuyos miembros podían ser con-
siderados o no como ciudadanos plenos. Los pueblos de indios, por ejemplo,
solían ser excluidos de la ciudadanía política, alejándose así la normativa
de algunos de los discursos y proyectos planteados en el marco del proceso
revolucionario que aspiraban a su integración social y política ya sea como
individuos o como comunidades. Esta distancia fue hecha explícita en más
de una ocasión, como lo hizo Juan B. Alberdi a mediados de siglo, cuan-
do al repasar las constituciones que se habían sancionado en el continente
para dar con el diseño más adecuado para la nación argentina, se permitió
afirmar con total crudeza que “el indígena no figura ni compone mundo en
nuestra sociedad política y civil”62.
La composición social y étnica no era el único motivo de debate en torno
a la erección de la nación. Mucho más álgida aún fue la disputa relacionada
con la soberanía de los pueblos y a su integración o no en la nación que, en
buena medida, animó los conflictos entre autonomistas o federales y cen-
tralistas. Mientras que los primeros tendían a utilizar el concepto de nación
haciendo énfasis en la voluntad de los pueblos para constituirla, los segun-
dos solían sumarle como requisito una suerte de criterio informal y prag-
mático: contar con capacidad suficiente para poder sostener su soberanía e
independencia63.
A comienzos de 1822, y ante la resistencia de Guayaquil para incorpo-
rarse a la República de Colombia, Simón Bolívar le escribió una carta a José
Joaquín Olmedo que presidía la Junta de Gobierno local, afirmando en ese
sentido que “una ciudad con un río no puede formar una nación” y que la
propia naturaleza hacía que la ciudad y su región formaran parte de Colom-
bia por lo que le reconocía a ese pueblo “la completa y libre representación
en la Asamblea Nacional”64. Esta misma concepción había animado dos años
antes la intervención de Francisco Zea al presidir las sesiones del Congreso
de la recién creada República de Colombia. Zea planteaba que ese extenso
territorio pródigo en riquezas, sólo podía “entrar en el mundo político” por
expresa voluntad de sus miembros. Sin embargo, también advertía que era
una condición insuficiente al sostener que
62
Alberdi, Juan B. Bases y puntos de partida para la organización política de la República Argentina.
Buenos Aires: Plus Ultra, 1982, p. 82 [Valparaíso, 1852].
63
Este criterio se asemeja al “principio del umbral” esgrimido a mediados de siglo por los
nacionalistas europeos como Giuseppe Mazzini. Hobsbawm, Eric. Naciones y nacionalismo desde
1780. Barcelona, Crítica, 2000, pp. 39-48.
64
Cali, 2/1/1822 Bolívar, Simón. Doctrina del Libertador. Comp. Manuel Pérez Vila. Caracas:
Fundación Biblioteca Ayacucho, 1992, pp. 8 y 137.
46
La nación como concepto fundamental en los procesos de independencia hispanoamericana
65
Correo del Orinoco n° 50, Angostura, 29/I/1820.
66
Mora, José María Luis. “Discurso sobre la independencia del Imperio Mejicano” [21/XI/1821].
Obras sueltas de José María Luis Mora, ciudadano mejicano, t. II. París: Librería de Rosa, 1837, p. 11.
47
Fabio Wasserman
67
Bastidas y Becerra. La Independencia. p. 84.
68
Pinilla, Norberto. La polémica del romanticismo. Buenos Aires: Americalee, 1943.
48
La nación como concepto fundamental en los procesos de independencia hispanoamericana
69
Real Academia Española. Diccionario de la lengua castellana. Undécima edición. Madrid: Imprenta
de Don Manuel Rivadeneyra, 1869, p. 631.
49
Fabio Wasserman
50
La nación como concepto fundamental en los procesos de independencia hispanoamericana
Ahora bien, aunque para ese entonces el nuevo sentido de nación estaba
disponible y puede encontrarse en las producciones intelectuales y en
los debates públicos, lo cierto es que tardó mucho tiempo en imponerse.
En efecto, hasta avanzada la segunda mitad del siglo XIX siguió prevaleciendo
la concepción pactista de nación cuya legitimidad radicaba en la voluntad
o en el libre consentimiento de sus miembros tal como se había ido afirmando
al calor de las revoluciones de independencia. Las innovaciones que tendían a
fundir su sentido étnico y político, recién terminarían de cuajar y mostrarían
toda su potencialidad décadas más tarde cuando lograron consolidarse los
Estados nacionales que buscaron fundarse y legitimarse en el principio de
las nacionalidades. Claro que para ese entonces el panorama social, político
e intelectual había sido radicalmente transformado y el mundo en el que
había sido concebido ya era inevitablemente otro.
71
“Nacionalidad” en El Nacional nº 137. Buenos Aires: Imprenta Argentina, 27/10/1852.
51
Fabio Wasserman
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55
Fabio Wasserman
56
Capítulo 2
1
Doctor en Filosofía e Historia de las Ciencias por la Universidad de París. Profesor de la
Universidad Nacional Autónoma de México. Su campo de estudio es la historia de la ciencia en
México y América Latina. Dentro de sus últimas publicaciones se destacan La casa de Salomón
en México: estudios sobre la institucionalización de la docencia y la investigación científica editado
por Universidad Nacional Autónoma de México, Las revoluciones políticas y la ciencia en México
editado por el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología, Ciudad de México, Metrópoli Científica.
Una historia de la ciencia en situación editado por Ediciones Amatl/Instituto de Ciencia y
Tecnología.
2
Pareto, Wilfrido. Forma y equilibrio sociales (extracto del tratado de Sociología General. Madrid:
Alianza Editorial, 1967, parágrafo 2146.
Juan José Saldaña
3
Véase Saldaña, Juan José.“Introducción: Revoluciones, ciencia y política”. Las revoluciones políticas
y la ciencia en México, t. I, México: CONACYT, 2010, pp. 9-33.
58
La ciencia en la conformación de la nación: el caso de México
4
Olmos Sánchez, Isabel. La sociedad mexicana en vísperas de la Independencia (1787-1821). Murcia:
Universidad de Murcia, 1989; De Estrada, Dorothy Tanck y Marichal, Carlos. “¿Reino o colonia?
Nueva España, 1750-1804”. Nueva historia general de México. México: el Colegio de México, 2010,
pp. 307-354.
5
Lozoya, Xavier. Plantas y luces en México. La Real Expedición Científica a Nueva España (18787-
1803). Madrid: Ediciones del Serbal, 1984.
6
Saldaña, Juan José. “The Failed Search of ‘Useful Knowledge’: Elightened Scientific and
Technological Policies in New Spain”. Cross Cultural Diffusion of Science: Latin America. Colección
Cuadernos de Quipu 2. México: Sociedad Latinoamericana de Historia de las Ciencias y la
Tecnología, 1987, pp. 33-58.
7
Brading, David. Mineros y comerciantes en el México borbónico (1763-18109). México: Fondo
de Cultura Económica, 1975; Izquierdo, José Joaquín. La primera casa de las ciencias en México.
El Real Seminario de Minería (1792-1811). México: Ediciones Ciencia, 1958.
59
Juan José Saldaña
60
La ciencia en la conformación de la nación: el caso de México
Esos fueron los hechos históricos producto del dinamismo social y polí-
tico que se había creado en la sociedad novohispana como expresión de su
propio desarrollo. Este desarrollo era visible en la economía que tenía en el
mercado interno, diversificado y en crecimiento, a su principal motor (como
era el abastecimiento a la minería, por ejemplo). Desde la segunda mitad del
siglo XVIII para un segmento de la élite criolla era evidente que la ciencia y
la técnica modernas estaban llamadas a desempeñar un papel fundamental
en la estructuración de la sociedad. La ciencia constituía para este grupo
la visión anticipada de lo que habría de ser la nueva sociedad e influía en
la conformación de la ideología del progreso propia de la modernidad del
mundo occidental a la que se aspiraba8.
Entre los primeros proyectos concebidos por los criollos para lograr una
explotación racional y sistemática de la riqueza minera del país con el empleo
de la ciencia y la técnica está el que propuso el criollo Francisco Xavier de
Gamboa. En 1761 publicó “un Comentario general y comprehensivo” sobre
las ordenanzas de minería que se aplicaban a esta industria9 analizándolas
desde el punto de vista tecnológico, jurídico y económico. Las propuestas que
hizo no fueron aceptadas aunque si influyeron en los planes reformistas que
el gobierno puso en marcha más tarde para rentabilizar a la actividad minera.
En 1774 los también criollos Juan Lucas Lassaga y el profesor de mate-
máticas Joaquín Velázquez de León, dirigieron al Rey un memorial sobre
la minería con un conjunto de propuestas para reformarla10. Pero, luego de
constatar que la minería era conducida por lo que llamaron “una práctica
ciega y desnuda de todo principio científico”, y que su ejercicio se apren-
día “por imitación”11, concibieron una escuela para ofrecer enseñanza de
las ciencias modernas aplicables a los trabajos mineros y metalúrgicos. En
el programa de estudios que proponen al Rey se mencionan a la física ex-
8
Griffin, Charles C.“The Enlightenment and the Latin American Independence”. The Origins of
Latin American Revolutions 1808-1826. Ed. R. A. Humphreys y J. Lynch. New York: Alfred A.
Knopf, 1965, p. 51.
9
de Gamboa, Francisco Xavier. Comentarios a las Ordenanzas de Minería, edición facsimilar.
México: Casa de Moneda, 1986. Véase igualmente el estudio introductorio a esta obra en Trabulse,
Elías. “Francisco Xavier Gamboa y sus Comentarios a las Ordenanzas de Minas de 1761”,
pp. 19-52.
10
Lassaga, Juan Lucas y Velázquez de León, Joaquín. Representación que a nombre de la Minería
de esta Nueva España. Edición facsimilar. México: Sociedad de Ex-Alumnos de la Facultad de
Ingeniería, 1979.
11
Ibíd. pp. 37-38.
61
Juan José Saldaña
12
Ibíd., p. 68.
13
Ramírez, Santiago. Datos para la Historia del Colegio de Minería. Edición facsimilar de la original
de 1890, México: SEFI, 1982, p. 208; sobre la enseñanza de las ciencias en el Seminario de Minería,
véase: Izquierdo, José Joaquín. La primera casa de las ciencias en México: el Real Seminario de
Minería (1792-1811) caps. IV-XI.
62
La ciencia en la conformación de la nación: el caso de México
14
Comunicación de Elhúyar al Virrey Iturrigaray del 28 de julio de 1808, Archivo Histórico del
Palacio de Minería, Exp. 1808-III, 143, d 3; véase Saldaña, Juan José. Las revoluciones políticas y la
ciencia en México. t. I, capítulo III.
15
De Bustamante, Carlos María. Cuadro Histórico de la Revolución Mexicana. Edición facsimilar de
la de 1848, t. I, México: Fondo de Cultura Económica, p. 76; Sobre el costo de la fabricación de los
cañones, ver: “Libro de cajas de cuentas de cargo y data pertenecientes a la ejecución de cañones de
campaña…”, 9 de marzo de 1814, Archivo Histórico del Palacio de Minería, Exp. 1808-III/143 d.3.
16
En 1807 la escuela logró poner en funcionamiento una ferrería en Coalcomán (la primera que
hubo en el país), para abastecer de fierro y acero al ejército y a las minas. Su creador fue el profesor
Andrés Manuel del Río contando para ello con la colaboración de varios estudiantes. Véase:
“Discurso sobre la ferrería de Coalcomán, leído en los actos de Minería por D. Andrés del Río”.
Suplemento al Diario de México. 18 de marzo de 1810, número 1629, t. XII.
63
Juan José Saldaña
17
“Causa instruida contra el generalísimo D. Ignacio Allende”. En Genaro García. Documentos
históricos mexicano. tomo VII, México: Museo Nacional de Arqueología, Historia y Etnología,
1910, p. 21.
18
Ibíd., p. 33.
19
Entre ellos se encontraban los antiguos estudiantes de la escuela de Minas Casimiro Chovell,
Mariano Jiménez, Rafael Dávalos y Ramón Fabié.
20
Ramírez, Santiago. Datos para la historia del Colegio de Minería. México: SEFI, 1982, p. 247.
21
Llamado por del Río “Eritronio”. Sobre el descubrimiento del elemento número 23 y las
circunstancias por las qué no le fue reconocido este descubrimiento a del Río, véase: Rubinovich,
64
La ciencia en la conformación de la nación: el caso de México
quien mantuvo todo el tiempo una abierta simpatía por la lucha indepen-
dentista misma que infundía a sus alumnos al considerar que la libertad
habría de crear las mejores condiciones para el cultivo de la ciencia. En 1820
fue electo diputado por México a las Cortes de Cádiz con motivo de la res-
tauración liberal que se produjo en España, sosteniendo ahí la causa de la
Independencia junto con otros científicos y algunos egresados del seminario
que actuaban como diputados igualmente. En vísperas de la independencia
Del Río escribía al mineralogista francés René-Just Haüy expresándole su
confianza en el futuro científico que se avecinaba para México: “en tiempos
de servidumbre estaba nuestra ilustración atrasada respecto a la de Europa;
mas ahora por fortuna pronto nos pondremos de nivel”22.
La convicción de que la libertad impulsaría a la ciencia como factor de go-
bernabilidad del nuevo Estado la expresaron nítidamente Pablo de la Llave y
Juan José Martínez de Lejarza en una obra botánica de 1824. La obra se titula
“Descripciones de nuevos vegetales”23 y cuenta con una significativa dedica-
toria a los héroes de la Independencia y también la designación con sus nom-
bres de las nuevas especies vegetales que identificaron. Por ser esto último
inusual, en el prefacio del libro argumentan su decisión diciendo que también
se deben emplear para las nuevas especies vegetales los nombres de “los jefes
inmortales de nuestra nación, a pesar de que para nada hayan sido instruidos
en el conocimiento de las plantas”, pues no parece que tengan que ser despre-
ciados, quienes cautivados e impulsados por el amor a la verdad, o cultivan las
ciencias, o impulsan con la simpatía y con la humanidad a su cultivo.
Es decir, que quienes desde el Estado nacional impulsan el cultivo de las
ciencias, y el Estado mismo, realizan en la nueva sociedad independiente
una función que es esencial y decisiva para las ciencias también, y por ello
afirman:
Raúl. “Andrés Manuel del Río y sus Elementos de Oritognosia de 1795-1805”. Elementos de
Oritognosia. 1795-1805. Edición facsimilar, Andrés Manuel del Río. México: Universidad Nacional
Autónoma de México, 1992, pp. 20-29.
22
“Carta dirigida al señor Abate Haüy… por Don Andrés Manuel del Río…”. Semanario político y
literario. 20 de diciembre de 1820 y 10 de enero de 1821.
23
Paulli de la Llave et Ioanis Lexarza, Novorum Vegetabilium Descriptiones, Mexici, Apud Martinum
Riveram, MDCCCXXIV.
24
Ibíd., “prólogo”, trad. José Tapia Zúñiga.
65
Juan José Saldaña
La dinámica histórica
Al triunfo de la revolución, en septiembre de 1821, se estableció un
gobierno provisional y un congreso para elaborar la constitución del país.
En mayo de 1822 mediante un golpe de estado Agustín de Iturbide se pro-
clamó Emperador de México. Iturbide era un militar criollo que había
sido el artífice principal del acuerdo político que condujo a la Indepen-
dencia. Pero para marzo de 1823 ya no contaba con el consenso político
que había alcanzado antes y un levantamiento armado, reclamando el res-
tablecimiento del congreso, precipitó su caída. El nuevo congreso consti-
tuyente contaba con un nuevo consenso político e influido por las ideas
republicanas aprobó en 1824 una constitución federal para el país, con
régimen presidencial y estados soberanos. El primer presidente constitu-
cional de la República fue el antiguo revolucionario Guadalupe Victoria
quien gobernó por un periodo de cuatro años. El país se encontraba con
una economía muy afectada por la desastrosa Guerra de Independencia
de diez años de duración y para remediar la situación se tomaron dos em-
préstitos de Inglaterra. A partir de la elección de Vicente Guerrero como
presidente, un viejo revolucionario de origen mestizo y con fuerte arraigo
popular, la situación política se volvió inestable y la crisis se agudizó por
la deuda pública. Guerrero tuvo que enfrentar a enemigos internos y a una
expedición española de reconquista a la que logró vencer. En 1829 Gue-
rrero fue desplazado del poder por un levantamiento encabezado por el
Vicepresidente Anastasio Bustamante. Éste, contando con la participación
de Lucas Alamán como ministro, gobernó para favorecer a la aristocracia
conservadora y para disminuir el poder de los estados fortaleciendo al
gobierno federal. Bustamante, a su vez, fue también relevado del poder al
finalizar 1832 por la presión que ejercieron levantamientos armados de
varios estados que reclamaban un regreso al federalismo. Al iniciarse el
año de 1833 fue electo un nuevo gobierno con Antonio López de Santa
Anna como presidente y el médico Valentín Gómez Farías como vicepre-
sidente. El Vicepresidente estuvo al frente del gobierno parte de ese año y
los primeros meses del siguiente, lapso durante el cual puso en práctica un
conjunto de reformas económicas y sociales radicales (como la desamorti-
zación de los bienes de la Iglesia) demandadas por los ahora denominados
“liberales”.
66
La ciencia en la conformación de la nación: el caso de México
25
Ortiz de Ayala, Tadeo. México considerado como nación independiente y libre. Edición facsimilar.
México: Instituto de Estudios Históricos de la Revolución Mexicana, 1987; Barquera, Juan
Wenceslao. Lecciones de política y derecho público para instrucción del pueblo mexicano. Edición
facsimilar. México: UNAM, 1991.
26
A diferencia de otras regiones de la América española en la Nueva España no existieron sociedades
patrióticas o de amigos del País
27
Muñoz, José Miguel. Memoria Histórica en la que se refieren el origen, progresos y el estado de
brillantez actual de la ciencia del hombre físico entre los extranjeros, y el empirismo con que se ejerce
entre nosotros por falta de colegios especiales donde se estudie teórica y prácticamente. México: 1823.
67
Juan José Saldaña
28
Severo Maldonado, Francisco. Contrato de Asociación para la República de los Estados Unidos de
Anáhuac por un ciudadano del Estado de Jalisco. Guadalajara, 1823. Véase el Capítulo IV “De la
Instrucción Nacional”.
29
Memoria que el Secretario de Estado y de Despacho de Relaciones Exteriores é Interiores presenta al
Soberano Congreso Constituyente. México: 1823, p. 36.
30
Saldaña, Juan José. “Science and Freedom: Science and Technology as a Policy of the New
American States”. Science in Latin America. A History. Ed. Juan José Saldaña. Austin: University of
Texas Press, 2006, pp. 151-162.
31
Memorias del Instituto de Ciencias, Literatura y Artes. México, 1826.
68
La ciencia en la conformación de la nación: el caso de México
32
Reyes Heroles, Jesús. El liberalismo mexicano. t, 2. México: Fondo de Cultura Económica, 1988.
69
Juan José Saldaña
70
La ciencia en la conformación de la nación: el caso de México
33
Potash, Robert A. El Banco de Avío de México. México: Fondo de Cultura Económica, 1986, p. 90.
71
Juan José Saldaña
Era de esa manera como Gómez Farías daba cuenta de lo realizado por su
gobierno en materia de instrucción pública en la ciudad de México usando
para ello las facultades legislativas que le fueron concedidas por el Congreso
el 19 de octubre de 1833. Estas facultades eran para: a) “arreglar la enseñan-
za pública en todos sus ramos en el distrito y territorios”, lo que significaba
hacer de la educación un asunto de la incumbencia del gobierno; y, b) for-
mar “un fondo de todos los que tienen los establecimientos de enseñanza ac-
tualmente existentes, pudiendo además invertir en este objeto las cantidades
necesarias”36, lo que venía significar que el financiamiento de la educación
en lo sucesivo sería público.
34
Quien en varias ocasiones entre ese año y el siguiente dejó el cargo, permitiendo que Gómez Farías
gobernara en forma intermitente por espacio de unos diez meses.
35
“El Sr. Gómez Farías, al cerrar las sesiones extraordinarias, el 31 de diciembre de 1833”. Gómez Farías,
Valentín. Informes y Disposiciones Legislativas. México: Edición del Comité de Actos Conmemorativos
del Bicentenario del Natalicio del Dr. Valentín Gómez Farías. 2. Subrayado nuestro.
36
Ibíd., p. 134.
72
La ciencia en la conformación de la nación: el caso de México
Fue sobre la base de estas dos autorizaciones del congreso que el gobierno
procedió en decretar como actividad pública y de interés general la docencia
e investigación científicas (además de otro tipo de estudios también) en la
ciudad de México y los territorios federales, lo que constituyó, por sí solo,
un hecho histórico de gran trascendencia en la historia de las instituciones
científicas. En lo sucesivo, y a pesar de avatares históricos, esta fórmula es la
que habría de imponerse en México.
El criterio seguido por el gobierno para esta trascendental decisión es
doctrinario y legal pues es conforme con lo dispuesto en el artículo 50 de la
Constitución para promover la ilustración y crear establecimientos educati-
vos y científicos. Es interesante el realismo del gobierno que con los medios
disponibles se propone atender a las necesidades sociales más inmediatas
de una “sociedad naciente”, como son las de ampliar la educación a toda la
población y según sus necesidades específicas (las de las diversas profesiones
y oficios). No se busca desarrollar “un vano aparato de ilustración” en obvia
referencia a las pretensiones que habían embargado al Instituto de Ciencias,
Literatura y Artes. Y, de esa manera, al menos “por ahora” como se dice en
el decreto del 23 de octubre, se apoyará la ciencia que la sociedad puede
sostener. Se trata de una frugalidad republicana que actúa entre lo que se
quiere y lo que se puede hacer. Por ello, en el decreto de esa misma fecha se
estipula la creación de seis establecimientos con los elementos provenientes
de las instituciones que ya existían, y limitándose a introducir unas pocas
innovaciones.
En un decreto anterior, el del día 19 de octubre, se había procedido a
suprimir la Universidad de México y a establecer una Dirección General de
Instrucción Pública. (art. 1º) para el distrito y territorio federales. En estas
disposiciones se observa el criterio republicano al eliminarse a la universi-
dad por ser una institución privada y anacrónica, incapaz de conformarse
con los objetivos de las reformas iniciadas37. El establecimiento de un con-
trol gubernamental y una administración central sobre el funcionamiento
de los nuevos establecimientos responde también al carácter público de los
mismos. Por ello, la Dirección General quedó a cargo de “todos los esta-
blecimientos públicos de enseñanza, los depósitos de los monumentos de
artes, antigüedades é historia natural, los fondos públicos consignados á la
enseñanza y todo lo perteneciente á la instrucción pública pagada por el
gobierno” (art. 3).
37
J. M. L. Mora señaló que “La universidad se declaró inútil, irreformable y perniciosa” en la Revista
política de las diversas administraciones que ha tenido la república hasta 1837. Edición facsimilar.
México: UNAM-Grupo Editorial Porrúa, 1986, p. 199.
73
Juan José Saldaña
74
La ciencia en la conformación de la nación: el caso de México
38
Decreto del 24 de octubre de 1833.
39
Decreto del 24 de octubre de 1824.
40
En lo relativo al Establecimiento de Ciencias Físicas y Matemáticas, véase Díaz y de Ovando,
Clementina. Los veneros de la ciencia…, t. I, pp. 648-667; y en lo que se refiere al de Ciencias
Médicas, Academia Nacional de Medicina. Centenario de la fundación del Establecimiento de
Ciencias Médicas. México, 1933.
41
Valentín Gómez Farías en su carácter de Vicepresidente se hizo cargo del Poder Ejecutivo cuatro
veces por ausencia del Presidente Antonio López de Santa Anna entre el 1º de abril de 1833 y el 24
de abril de 1834, sumando un total de 308 días al frente de la Presidencia de la República.
75
Juan José Saldaña
76
La ciencia en la conformación de la nación: el caso de México
42
Alamán, Lucas. Historia de México desde los primeros movimientos que prepararon su independencia
en el año de 1808 hasta la época presente. 1852. Edición facsimilar, t. 5. México: Fondo de Cultura
Económica, 1985, p. 863; igualmente siguiendo a Alamán, Francisco de Paula de Arragoniz.
México desde 1808 hasta 1867. Segunda edición. México: Editorial Porrúa, 1968, p. 366.
43
Sobre los miembros del instituto y sus primeras actividades véase: Meza, María Lozano. “El
Instituto Nacional de Geografía y Estadística y su sucesora la Comisión de Estadística Militar”. Ed.
J. J. Saldaña. Los orígenes de la ciencia nacional. México: Sociedad Latinoamericana de Historia de
la Ciencia y la Tecnología, 1992, pp. 187-233.
44
García Bocanegra, Carlos. Memoria de la Secretaría de Estado y del Despacho de Relaciones
Interiores y Esteriores. México, Imprenta del Águila, 1833, Anexo, Iniciativa número tres.
77
Juan José Saldaña
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su independencia en el año de 1808 hasta la época presente, 1852. Edición facsi-
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Río, 20-29. Edición facsimilar México: Universidad Nacional Autónoma de Mé-
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Saldaña, Juan José. “The Failed Search of ‘Useful Knowledge’: Elightened Scientific
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Latin America, Colección Cuadernos de Quipu 2, 33-58. México: Sociedad La-
tinoamericana de Historia de las Ciencias y la Tecnología, 1987.
80
La ciencia en la conformación de la nación: el caso de México
81
Capítulo 3
Resumen
1
Profesor del Instituto de Educación y Pedagogía de la Universidad del Valle. Miembro del
Grupo de Investigación “Historia de la Práctica Pedagógica”. Coordinador del énfasis doctoral
en historia de la educación y la pedagogía en la Universidad del Valle, autor, entre otros, de
los libros Epistemología de la pedagogía (2011, 2014), Crónicas históricas de la educación en
Colombia (2005).
Humberto Quiceno Castrillón
Introducción
2
Esta es la tesis que defiende Foucault; a ella dedica una gran parte de su investigación. Véase
Foucault, Michel. Seguridad, territorio, población. Bogotá: FCE, 2006, p. 295; Foucault, Michel.
Nacimiento de la biopolítica. Bogotá: FCE, 2007, p. 217; y Foucault, Michel. Voluntad de saber.
Buenos Aires: Siglo XXI, 2005, p. 63 (El anexo “Derecho de muerte y poder sobre la vida”).
3
Desde la expulsión de los jesuitas en 1767, la corona empieza a establecer una legislación que busca
hacer una escuela accesible, así como la intención de regularizar la labor del maestro como alguien
distinto al religioso; no obstante, esto no significó una salida del poder religioso de las escuelas,
pues su influencia estaría garantizada por los planes que estos formulaban, su lugar en la elección
del maestro y sus iniciativas de fundar escuelas. Véase Martínez Boom, Alberto y Silva, Renán. Dos
estudios sobre la educación en la Colonia. Bogotá: Universidad Pedagógica Nacional, 1984.
84
Escuela y nación en la Colonia y en la República
estrategia porque con ello era posible construir una nación para todos y para
cada uno. La escuela cumpliría este papel si lograba romper las barreras y
los límites de la Regla y de la cultura oral que impedía cualquier apertura
hacia las ciencias útiles4. Un tercer punto tiene que ver con las categorías
de nación. Es fundamental saber dónde se aprenden. La Iglesia quería en-
señarlas en su compañía, en su comunidad y su casa espiritual. A la clase le
daban el sentido de gobierno, a la lección el sentido de lecciones para toda la
vida. Con ello pretendían que la gente, los hombres, entendieran la nación
desde su espacio de nación. Los reglamentos administrativos y jurídicos
producidos desde el Estado y por fuera de las comunidades, pretendían que
los niños entendieran la casa y la escuela como la patria, como la nación.
La república, en su lucha por construir la nación republicana debía construir
la nación desde una racionalidad que emergiera del afuera de la comunidad
y del reglamento y que se anclara en la ciencia, el trabajo y la productividad.
Ello llevó a que la población, como entidad política, se volviera objeto del
poder disciplinario, en la escuela.
I
Nación y soberanía: principios generales
4
Ese interés de los criollos por las ciencias útiles toma su forma más contundente con el plan
de estudios del fiscal Antonio Moreno y Escandón en 1774, la crítica hacia la escolástica y su
propuesta anterior de fundar una universidad pública, evidencia la intención por parte de algunos
criollos de introducir en los estudios superiores las ciencias útiles y quitar el control que hasta
ahora los religiosos habían ejercido sobre las universidades. Por esta misma línea iría la propuesta
del virrey Caballero y Góngora en 1789. Al respecto véase Moreno y Escandón, Antonio. “Método
provisional e interino de los estudios que han de observar los colegios de Santafé por ahora y
hasta tanto que se erige universidad pública o su majestad dispone otra cosa”. Documentos para
la historia de la educación en Colombia, tomo IV 1767-1776. Comp. Guillermo Hernández de
Alba, pp. 195-227. Bogotá: Kelly, 1980. Caballero y Góngora, Antonio. “Relación del Estado del
Nuevo Reino de Granada, que hace el Arzobispo Obispo de Córdoba a su sucesor el Excmo. Sr.
D. Francisco Gil Lemos”. Relaciones e informes de los gobernantes de la Nueva Granada. Comp.
German Colmenares. Tomo I. Bogotá: Biblioteca Banco Popular, 1989.
85
Humberto Quiceno Castrillón
5
Vease Castro-Gómez, Santiago. La hybris del punto cero. Ciencia, raza e ilustración en la Nueva
Granada. Bogotá: Universidad Javeriana, 2010, p. 118.
6
Véase sobre este tema del oikos a Agamben, Giorgio. El reino y la gloria: una genealogía teológica de
la economía y el gobierno. Buenos Aires: Adriana Hidalgo, 2008, pp. 41-98.
7
Es menester anotar aquí la relación intrínseca entre nación y patria a finales de la Colonia, la
patria era el lugar simbólico y territorial en donde las acciones de los criollos se dirigían hacia su
prosperidad y progreso. Al respecto véase König, Hans-Joachim. En el camino hacia la nación:
nacionalismo en el proceso de formación del Estado y de la Nación de la Nueva Granada 1750 a 1856.
Bogotá: Banco de la República, 1994.
8
Esta versión de nación no la vemos en las leyes, en los esquemas de administración, tampoco en la
regla, e incluso no hace parte completamente del Plan. Su enunciación tiene la forma del discurso,
de la reflexión y de las lecciones, tal como aparecen el Semanario, en las disputas de cátedra y en el
método, como lo demostraremos más adelante.
9
Foucault, Seguridad, Op. cit. p. 327
86
Escuela y nación en la Colonia y en la República
87
Humberto Quiceno Castrillón
15
Expresiones comunes, clásicas y generalizadas en el Semanario del Nuevo reyno de Granada que
han sido analizadas en Colombia. Véase Nieto Olarte, Mauricio. Orden natural y orden social.
Ciencia y política en el Semanario del Nuevo reyno de Granada. Bogotá: Uniandes, 2007. Silva,
Renán. Los ilustrados de Nueva Granada 1760.1808. Medellín: EAFIT, 2008.
16
“El amigo de los niños”. “Discurso sobre la educación”. En Semanario del Nuevo Reino de Granada.
Ed. Francisco José de Caldas. Bogotá: Biblioteca, Minerva, 1942, pp. 69-106.
88
Escuela y nación en la Colonia y en la República
II
Educación pública, escuela y lenguaje
17
Agamben, Giorgio, Op. cit. Referencias claras sobre oikos y escuela y oikos y educación las vemos
en el nacimiento de los colegios y de los cursos escolares. Ariès, Philippe. El niño y la vida familiar
en el antiguo régimen. Madrid: Taurus, 1987, pp. 216 y 256.
89
Humberto Quiceno Castrillón
18
Véase García Sánchez, Bárbara. De la educación doméstica a la educación pública en Colombia:
transiciones de la Colonia a la República. Bogotá: Universidad Francisco José de Caldas, 2007.
19
Sobre el latín las corporaciones de saber y la enseñanza véase Silva, Renán. Saber, cultura y sociedad
en el Nuevo reino de Granada. Siglos XVII y XVIII. Medellín: La Carreta, 2004, p. 56.
20
Muy pocas fueron las disputas sobre la gramática, que no pueden confundirse con las que se daban
sobre la jerga o sobre el peripato. En general se aceptó el dominio gramatical sobre el lenguaje, que
significaba partir de la oración como unidad lingüística. Véase Castro-Gómez, Op. cit.
90
Escuela y nación en la Colonia y en la República
21
Enseñar no es sólo leer, el leer era lo que exigía para ser maestro, para educar en la casa. La clase
como forma de instrucción partía del saber leer. Leer era igual a clase, lección y escuela. Véase
Martínez, Alberto. Escuela, maestro y métodos en la sociedad colonial. Bogotá: Universidad Peda-
gógica Nacional, 1983.
22
Vilar Rey, Itziar. Ratio studiorum. España: Universitat de València, 2001.
91
Humberto Quiceno Castrillón
“dar escuela”, “dar clase”, “dar cátedra”, “dar lecciones”. Esto quiere decir:
“haga, actúe, obedezca, porque está en una comunidad, y debe obedecer la
regla que lo manda”.
23
Silva, Renán trans. y notas. Historia de un congreso tenido en Parnaso por lo tocante al imperio de
Aristóteles. Medellín: La Carreta, 2011.
24
Duquesne de la Madrid, Domingo.“Método que deben seguir los maestros del pueblo de
Lenguasaque formado por su cura el Doctor Don Domingo Duquesne de la Madrid”. Memorias
de la escuela pública: Expedientes y planes de escuela en Colombia y Venezuela 1774-1821. Comp.
Alberto Martínez Boom. Bucaramanga: Universidad Industrial de Santander, 2011, pp. 79-85.
25
“Instrucción práctica para el gobierno económico de las escuelas de Maracaibo, con arreglo a las
92
Escuela y nación en la Colonia y en la República
plan y el método para una escuela de Ubaté (1792) tiene como reglamento el
siguiente orden: que los vecinos deben mandar los niños a la escuela, que el
niño no puede cambiar de escuela, habla del costo de la escuela, de las horas
para el rosario y los exámenes26.
El reglamento no tiene la forma de un método racional, como el que se
creará en 1826 con la escuela mutua, no vemos una razón organizada que
cree otra forma de conciencia en los niños, pero no tiene la regla, no se
orienta por la regla, sino por el texto jurídico y administrativo, que establece
una conexión clara de la escuela con la población, con el Estado virreinal,
con el castellano y con la literatura no sagrada. En este reglamento si bien
no hay método de enseñanza definido, pues se toman cosas al azar para
hacerlas entrar en el método, considera que el maestro es aquel personaje,
aquella figura o aquel sujeto que debe poseer el método de enseñanza. Otro
aspecto a tener en cuenta es que la escuela se mantiene como una casa, to-
davía no es escuela pública, sin embargo no es la casa de la comunidad, no
es la casa espiritual, es la casa del aprender a leer y a escribir. Enseñar no es
leer, a pesar de no haber método, enseñar es escribir, rezar, salir del sitio,
castigar, darle importancia al libro, y leer no es igual a cantar, leer y cantar
se separan, lo que va a llevar a dos formas de cultura, el arte y la escritura.
En estas escuelas, si bien no hay predominio de la escritura y sus formas de
enseñanza, el dibujo, el moldeo del cuerpo y la repetición mecánica, se trata
de “instruir los niños en la vida civil y política. En la edad más crítica para
el hombre” (79).
La regla crea la conciencia como si éste ente, sustancia, o cosa, fuera
el alma de una comunidad regida por reglas de conducta. El reglamento
crea, por su parte, la conciencia como un lugar para grabar las impresiones
que deja el maestro, que no son otras que aquellas que lleven al niño a ser
un hombre, un ser cívico y un ser político. El concepto de gobierno que
era exclusivo de la casa espiritual y paterna, aparece en los textos de estos
reglamentos, intentando ser arte de ellos. Con todo ello, podemos decir
que estamos ante dos representaciones de nación, una, la creada desde el
fondo de la compañía y la comunidad, que ve la nación paralela a la del
reino y la patria y la otra, que ve la nación como aquella que se construye
en la escuela por virtud del maestro, que es ejemplo de virtud ciudadana
circunstancias del lugar y demás que debe tenerse presente para el mejor método y orden que debe
de observarse a fin de hacer más fácil la enseñanza”, Ibíd., pp. 109-116.
26
de Miranda, Fray Antonio.“Plan y método que se ha de observar en la escuela, que según
establecido por las leyes, ordenado novissimamente por nuestros catholicos, monarcas y mandado
observar por la Real Audiencia, y superior Gobierno de este Reyno; se establece en este pueblo de
San Diego de Ubate” Ibíd., pp. 121-125.
93
Humberto Quiceno Castrillón
27
La creación de esta universidad pública si bien era concebida como un beneficio que el rey conce-
dería al territorio de Santafé, generaría polémica con las órdenes religiosas pues era una amenaza
al poder que éstas ejercían sobre la educación superior. El fiscal protector de indios elabora dos
memoriales en defensa de su proyecto ante los constantes ataques de las órdenes religiosas, en
especial la orden de Santo Domingo. Al respecto véase: Moreno y Escandón. “Proyecto del fiscal
Moreno y Escandón para la erección de Universidad Pública en el Virreinato de la Nueva Granada
con sede en la Ciudad de Santa Fé de Bogotá”. Thesaurus XVI, Nº. 2, 1961, pp. 471-485, transc.,
Guillermo Hernández de Alba.
94
Escuela y nación en la Colonia y en la República
estudios superiores, todo ello en latín; la sociedad de la regla que lleva a una
disciplina del encierro piadoso, de las obligaciones y deberes como forma de
gobierno y de estilo de vida. A estas tres sociedades había que oponer con
todas las letras y signos, la multiplicidad de escrituras. Hacer entonces de la
sociedad, una racionalidad escrita y una nación que pueda extender a toda
la población y no solo a la elegida por su color, su idioma, su raza y su poder
de clase, el saber y las letras.
Las lecciones de Restrepo, por supuesto que son una copia de textos ex-
tranjeros, que hablan otras lenguas, distintas al latín. He ahí su valor, son co-
pias extrañas, que vienen de afuera, que son un nuevo aire. Que no repiten la
jerga, la cantinela, la canción, el rezo, el comentario. La lección se calla y deja
hablar el extranjero. Enseñar no es leer, enseñar no es comentar, enseñar es
copiar, es decir, escribir y más, enseñar, es que copien los alumnos, enseñar
es que se lleven esas copias y que las hagan circular, como si todos fueran
sus escritores. Mucho más, enseñar es la impresión de la copia hecha a mano
por una imprenta, que produzca miles de copias y llene el mundo de la co-
pia, porque el fin y al cabo, esa copia es el original. Restrepo con su desacato
a la cátedra del San Bartolomé, con su retiro de la Cátedra de filosofía, lanzó
una consigna: en la universidad, lo que hay que hacer es copiar. La escuela va
repetir por un siglo esta consigna: ¡copiar! Y en esta consigna está el secreto
de la nueva sociedad: el valor de la escritura28.
El periódico es la tercera superficie de expresión de micro-poderes que se
oponen a ese gran poder de la soberanía y que propugnan por otra nación29.
Más que en el contenido de los periódicos, el asunto está en la emergencia
de múltiples superficies de escrituras. El Semanario es una superficie para
escribir, que no tiene como centro la oración, sino los textos de muchos “es-
critores”. Se podría decir que los escritores se oponen a la oración, al lengua-
je oral, al habla. Los escritores crean la sociedad de escritores: el periódico.
La escritura se coloca en otro lugar que el lenguaje y el sometimiento a su
regla mayor, la gramática. La escritura está hecha de discursos, reflexiones,
críticas, cartas, oposiciones, descripciones y memorias. Cada uno de estos
textos tiene su propio sentido y su forma. Como si el texto (la textualidad)
fuera la materia que se quisiera hacer valer. El Semanario puede ser leído en
28
La revolución de Nariño fue el copiar los Derechos humanos, traducirlos y luego hacerlos copiar
a mano y en imprenta. La copia es un acto de escritura de lo extraño, de lo extranjero, de lo que se
escribe en otro idioma que no sea el latín y bajo otra unidad del lenguaje, que no sea la oración:
el signo. Se trataba de copiar un signo que simbolizara otra cosa. Un más allá que no fuera eterno
sino extranjero.
29
Sobre la prensa en general véase Silva, Saber, cultura y sociedad en el Nuevo reino de Granada. Op.
cit. p. 185.
95
Humberto Quiceno Castrillón
96
Escuela y nación en la Colonia y en la República
III
Enseñanza, escuela y nación
La escuela ayuda a construir la nación, pero antes debe pasar por la ense-
ñanza, las leyes y la administración, que son los dispositivos que forman el
aparato, el sujeto y los discursos educativos, para que los niños se conviertan
en adultos, luego en hombres y en este proceso, adquieran un saber, un ofi-
cio y una conciencia, que haga posible crear la nación como un ente produc-
tivo, para el Estado y para los propios hombres, es decir, para la sociedad. En
la Colonia, la educación, por medio de la instrucción y la enseñanza inevi-
tablemente debía enseñar a vivir en la Colonia. Enseñar a vivir en el medio
Colonial, a aprender a vivir con el rey y con la Iglesia. Nos preguntamos
¿Qué cosa del hombre, qué debía ser lo importante para poder hacer que el
hombre del siglo XVIII, se reconociera en un medio colonial y que sintiera
qué era vivir en la Colonia? La respuesta recorre la Colonia en sus diferentes
niveles, instituciones y discursos. Vamos a centrarnos en la relación escuela
y colonia, escuela y modo de vida, escuela y enseñanza. El punto de cruce
de esta estrategia colonial en términos de la escuela, es la disciplina y en ella,
el método y el papel del maestro y los discursos sobre el cuerpo y el alma.
Debemos decir que esta estrategia no se convirtió en un modelo hege-
mónico para toda la sociedad no sólo en sus fines sino también en sus dis-
posiciones. Si bien la iglesia procuraba hacer vivir en la Colonia, desde el
Estado y sobre todo, desde la cultura letrada de los criollos, vemos en no
aceptar este modo de vida o esta disposición a aceptar este modo de vida.
Este es para nosotros el rasgo que quizás mejor define los letrados criollos
como ilustrados. Un letrado, que haya estudiado en el seminario de una co-
munidad es ilustrado si lucha o se opone a vivir en la colonia, si se opone a
vivir según este modo de vida. Es decir, que acepta ser gobernado de la for-
ma colonial y propone otra forma, que no sea estar en una Colonia, sino en
una república y regirse por el modo de vida de la república. Es evidente que
el problema es de gobierno, de aceptar el gobierno colonial o por contrario
rechazarlo. Este problema del gobierno tiene un modo de resolverse en la
escuela y es través de la enseñanza y la disciplina.
97
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98
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30
Distintas investigaciones han dado cuenta de estas escuelas: Martínez, Alberto y Silva, Renán. Dos
estudios sobre la educación en la Colonia. Santiago Castro hace referencia al hospital colonial, lo
mismo que Estela Restrepo. Véase del primero Castro, Santiago. “Biopolíticas imperiales: nuevos
significados de la salud y la enfermedad en la Nueva Granada”. Pensar el siglo XIX, ed. Santiago
Castro-Gómez. Pisttburgh: Biblioteca de América, 2004; Restrepo, Estela. La historia del hospital
San Juan de Dios. Bogotá: UN, 2011.
99
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31
Véase Hernández de Alba, comp. Documentos para la historia de la educación en Colombia. Tomo
VII. Bogotá: Editorial Kelly, 1986, p. 27.
32
A. Rey, dir., Dictionnaires Le Robert. París: 1992, p. 865.
100
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33
Hernández de Alba, Op. cit. p. 8.
101
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34
Balzátegui, Manuel. Usos y Costumbres de esta Provincia de el Nuevo Reyno y especialmente de este
Colegio Mayor de Santa Fe, aora nuevamente arreglado por su reverencia el Padre Provincial Manuel
Balzátegui según el orden de el Muy Reverendo Padre General Lorenzo Ricci [manuscrito]. 1765.
35
La adopción del Estado Absolutista por parte de la Corona española deja de lado el pactismo que
existía entre el rey y sus súbditos, ahora será la única autoridad cuya autoridad es de origen divino,
los súbditos legaran al rey sus derechos a cambio de protección. Véase Koselleck, Reinhart. Crítica
y crisis. Un estudio sobre la patogénesis del mundo burgués. Madrid: Trotta, 2007.
102
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36
Véase Eugenio Díaz Castro, Manuela. (Cali: Carvajal, 1967), 16. “En las caídas de la gran Sabana
de Bogotá, se encuentran algunos caseríos con nombres de ciudades, villas o distritos, de los
cuales uno, que ha conservado en sus habitantes el grato nombre de parroquia, es el teatro de esta
narración”.
103
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37
Castro-Gómez, La hybris del punto cero. Ciencia, raza e ilustración en la Nueva Granada. Op. cit.
pp.156-166.
104
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105
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38
Sobre la discusión del término ilustrados véase Silva, Renán. Los ilustrados de la Nueva Granada.
1760-1808. Colombia: Eafit, 2008, pp. 19-30.
39
Sobre el método, véase Silva, Renán. Los ilustrados de la Nueva Granada, pp. 145 y ss.
106
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40
Comenio, Jan Amos. Didáctica magna. México: Porrúa, 1995.
41
Ibíd., p. 155.
42
Ibíd., p. 52.
43
De Calasanz, J. Su obra. Escritos. Madrid: editorial católica, 1956, pp. 739 y ss.
107
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44
Quiceno, Humberto. Crónicas históricas de la educación en Colombia. Bogotá: Magisterio, 2003.
45
Son innumerables y repetidos los textos coloniales sobre el estado de los niños en las escuelas, su
entrega al maestro, su estadía en la escuela, sobre la prohibición de cambiar de escuela, de sitio o
de maestro. Caldas es muy específico sobre este control del espacio en la educación de niños. Véase
De Caldas, Francisco José. “El doctor Francisco José de Caldas, padre general de menores, del
cabildo de Popayán, propone al gobernador y comandante general de la provincia, se promueva
el estudio de artes y oficios, bajo la dirección de maestros artesanos idóneos, para salvar de la
ociosidad y de la perdición a los jóvenes nobles y plebeyo de la ciudad”, en De Miranda, Op. cit.,
p. 64. Duquesne, Op. cit., p. 79. “Expediente sobre la aprobación de una escuela de primeras letras
para la enseñanza de los pardos en la ciudad de Caracas”, en Duquesne Op. cit., p. 86.
108
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46
Duquesne, Op. cit., p. 83.
47
Martínez Boom, Alberto comp. Memorias de la escuela pública: Expedientes y planes de escuela en
Colombia y Venezuela. Bucaramanga: Universidad Industrial de Santander, 2011.
109
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IV
Escuela y nación: aprender a vivir en la República
48
Sobre el poder del maestro en la Colonia véase Martínez, Escuela, maestro y métodos en la sociedad
colonial, Op. cit.
49
Sobre la escuela mutua en Colombia y en el continente existen varios estudios. En Colombia
véase Zuluaga, Olga Lucía. El maestro y el saber pedagógico. 1821-1844. Medellín: U de A, 1984. Y
también véase Caruso, M. “independencias latinoamericanas y escuelas mutuas. Un análisis desde
la perspectiva de la historia global (1815-1850)”. Educación y emancipación. Ed. C. Alves. Río de
Janeiro: Ueri, 2010.
110
Escuela y nación en la Colonia y en la República
111
Humberto Quiceno Castrillón
cambio de lugar, ir y venir, y sin embargo nada se alteraba, todo se veía per-
fecto, pues se lograba la imagen perfecta. Sin duda, esta escuela estaba hecha
para ser observada y no para ser medida y evaluada. Vista desde hoy, no se
vería ninguna perfección ni en su imagen ni en su espectáculo. En su tiempo
fue una maravilla su visión. La metáfora del reloj, de la máquina, del aparato,
cuadra muy bien con esta visión, y así fue descrita en su tiempo.
La escuela mutua50
Las escuelas mutuas nacen en Colombia con la República. Se crean de
modo oficial en 1821 y todavía funcionan en 184451. Luego desaparecen,
más por su imposibilidad de dotarlas, que por un análisis de sus discursos,
aunque Triana, logró ahondar en sus defectos más notables52. Lo curioso es
que estas escuelas también fueron acogidas por la Monarquía. En España,
todavía Reino, su importancia, desde 1819, fue grande. En la Francia, en su
República singular jugaron un gran papel. En Londres, fue el lugar que más
las difundió. Fue allí en donde se escribió su método y se popularizaron para
todo el mundo, gracias al apoyo de la comunidad anglicana, pues dos de sus
escritores, fueron anglicanos, Bell y Lancaster.
En el 2021 estas escuelas van a cumplir doscientos años. La coincidencia,
que no deja de extrañar, es la semejanza en estas escuelas y los colegios de
ahora. Las escuelas mutuas fueron el fenómeno extraordinario de educar
mil niños al mismo tiempo y en un mismo espacio. En el 2010, en Colombia,
la educación se vio sorprendida por la construcción de cientos de mega-
escuelas que son escuelas para cinco y diez mil niños. En 1810, en Europa,
la escuela mutua llegó a tener, en un mismo espacio, un gran salón, para mil
niños. En Colombia, parece ser, que se llegó a tener 200 niños53. Comparar
estos dos proyectos escolares es importante. Lo que más llamaba la atención
del mundo frente a las escuelas mutuas, era el espectáculo que ofrecía a la
visión, el ver en su interior mil niños en silencio y en quietud, no obstante a
la implementación de un movimiento continuo entre los niños. Un silencio
50
Sobre lo que sigue nos apoyamos en distintos manuales de escuela mutua. Sobre todo en el manual
reproducido en la Nueva Granada en 1826. Véase Manual del sistema de enseñanza mutua:
aplicado a las escuelas primarias de los niños. Bogotá: impreso por S.S. Fox, 1826. A partir de
esta fecha circularon manuales de diversos países: Cuba, España, Francia, Venezuela. Casi todos
estos manuales tienen la misma estructura narrativa estos manuales circularon hasta la mitad
del s. XIX (veinticinco años aproximadamente) hasta que fueron reemplazados por los manuales
pestalozzianos, hechos con el método de Pestalozzi, de lecciones de cosas y centros de interés.
51
Véase Zuluaga, Op. cit. p. 71.
52
Zuluaga, Op. cit. p. 89.
53
Ospina Rodríguez, Mariano. Informe del ministro del interior 1842.
112
Escuela y nación en la Colonia y en la República
54
Todos los manuales de la escuela mutua repetirán lo que Triana había escrito en el último manual
en la primera página: “Siendo el objeto de la enseñanza mutua, generalizar los conocimientos,
más indispensables en todas las clases sociales, se aplica principalmente a la lectura, escritura,
aritmética, dibujo y doctrina cristiana”. Véase Triana, Manual de enseñanza… (sin página).
55
Véase Caruso, Op. cit. Para Colombia, esta perspectiva de la escuela mutua fue descrita por Safford.
Véase Safford, Frank. El ideal de lo práctico. Bogotá: UN, Ancora, 1989, pp. 166 y ss.
113
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56
Sobre lo mutuo como un modelo disciplinario véase Foucault, Michel. Vigilar y castigar. México:
Siglo XXI, 1978, p. 150
57
Véase Zuluaga, Op. cit. p. 77.
114
Escuela y nación en la Colonia y en la República
58
Véase Manual de enseñanza mutual 1826. Los diferentes apartados del manual hacen referencia a
las divisiones y clasificaciones de la escuela, del ejercicio, del cuerpo, del tiempo y del espacio.
115
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116
Escuela y nación en la Colonia y en la República
59
Los distintos manuales repiten esta disposición en la estructura escrita y en la disposición real de
la enseñanza. Véase: Manual de enseñanza mutua 1826; Triana, José María. Manual de enseñanza
mutua para las escuelas de primeras letras. Bogotá: Imprenta de J. A. Cualla, 1845.
117
Humberto Quiceno Castrillón
60
Existen infinidad de manuales sobre escuela o método mutuo. Este dato demuestra que era un
instrumento fundamental para establecer la escuela. Era un saber, una unidad organizativa, un sis-
tema de poder y un sistema público de enseñanza. Hemos consultado los manuales que se usaron
en el norte de Sur américa. En Colombia el de Triana, sobre todo. Véase Triana, Op. cit.
61
El primer manual que se conoce en la Nueva Granada, que es el impreso por SS Fox en 1826 es una
copia de un manual londinense. Como es copia no se conoce el autor. El último manual que es el
de Triana de 1826, también es copia de otros manuales. Copiar no es error de la cultura Granadi-
na, sino un principio de escritura. Con este principio, la escritura en la escuela es copia, es decir,
imprenta y ya sabemos lo que significó la imprenta en América.
118
Escuela y nación en la Colonia y en la República
62
Todos los manuales tienen la misma estructura interior, en su orden: el espacio, luego, los objetos;
la enseñanza y sus objetos, las lecciones y las materias; la instrucción y sus objetos. El maestros
y sus objetos, deberes, conducta, corrección. Todo manual tiene los dibujos de lo que los niños
hacen en el salón de clase y de los objetos, incluso la forma de cada uno. La estructura es de forma
y contenido. De unidad con sus elementos. De espacio y objetos. El adentro y el afuera. El niño y
sus superiores.
119
Humberto Quiceno Castrillón
El gobierno escolar
La escuela mutua, que empieza a construirse en 1821, rompe la represen-
tación que vemos en la Colonia sobre la escuela, rompe la relación existente
entre lo general y lo particular, rompe, finalmente, la representación de la
escuela en donde caben todos los extremos y las singularidades. Decíamos
que escuela se ordena de modo incompleto sobre el maestro de escuela, las
prácticas dispersas del cura párroco, la regularidad conventual y los planes
de estudio del rey. Las críticas y resistencias hechas desde del Plan general
de estudios y desde planes locales. La escuela mutua, por el contrario, es
una representación particular, local y concreta desde la cual se levanta y
asciende lo general. Aquí la representación no es horizontal, común y vá-
lida para todos los sujetos, sino que se impone la verticalidad en la forma
de la representación. Esta forma de representación local, y no general, hace
posible pensar que la escuela es una singularidad, un hecho y una realidad.
Con esta representación se hace posible crear escuelas, poco a poco, según
condiciones reales, materiales, físicas y jurídicas, en serie. Esta estrategia de
construir escuelas es una estrategia de pensarla, pues así como se construye
desde lo real, también significa pensarla, de igual forma. La escuela mutua
no admite elaborar un discurso general sobre la escuela, donde quepan to-
das las representaciones posibles.
Si bien la diferencia, podía decirse, que es epistemológica, puesto que
son dos formas de presentarse la realidad, una, general y abstracta y la otra,
concreta y real, esta representación nos plantea una forma de gobernar y de
representarse del sistema de poder del estado sobre la escuela. La escuela
mutua se construye en el acto, por medio de iniciativas del poder local, de la
comunidad local y de su fuerza. La escuela común de la Colonia, que es para
pocos, no es posible crearse y pensarse sino es a través de la representación
120
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63
La nación, pensar la nación, tiene que ver con el sentido que se le da al concepto de común, mutuo,
a la educación de grupos de sangre, a la educación de obreros, de iguales o de distintos. Véase
Catanzaro, G. La nación entre la naturaleza y la historia. Buenos Aires: FCE, 2001.
123
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125
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64
En términos históricos la escuela propiamente republicana tal y como la conoció Europa sería
aquella que introduce las ciencias humanas y la ciencia de la educación.
126
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129
Humberto Quiceno Castrillón
130
Capítulo 4
LA NACIÓN EN NOVELAS
(ENSAYO HISTÓRICO SOBRE LAS NOVELAS MANUELA Y MARÍA.
COLOMBIA, SEGUNDA MITAD DEL SIGLO XIX)
Resumen
Abstract
1
Profesor titular del departamento de Historia, Universidad del Valle. Doctor en Sociología de la
Universidad Paris III-Iheal-Sorbonne Nouvelle. Premio Ciencias Sociales Humanas, Fundación
Alejandro Ángel Escobar, 2012. Responsable de la línea de investigación Historia intelectual de
Colombia, siglos XIX y XX, adscrita al grupo de investigación Nación-Cultura-Memoria.
Gilberto Loaiza Cano
132
La nación en novelas
4
Recordemos la definición de nación de Anderson: “Una comunidad política imaginada como
inherentemente limitada y soberana”. Anderson, Benedict. Comunidades imaginadas. México:
Fondo de Cultura Económica, 1997. Primera edición, 1983, p. 23.
133
Gilberto Loaiza Cano
134
La nación en novelas
Historiadores y novelas
5
Es inevitable evocar el estudio de Mijail Bajtín sobre Rabelais: Bajtín, Mijail. La cultura popular en
la Edad Media y en el Renacimiento. El contexto de Francois Rabelais. Madrid: Alianza Universidad,
1987; más lejano, poco citado pero inspirador, sobre todo porque enseña a escribir historia a
partir de un texto literario, Febvre, Lucien. Amour sacré, amour profane. París: Gallimard, 1944. Y
más próximo, aunque parezca un estudio restringido a la historia del campo literario en Francia,
Bourdieu, Pierre. Les régles de l´art. Genèse et structure de champ littéraire. París: Seuil, 1992.
6
Ginzburg, Carlo. El hilo y las huellas. Lo verdadero, lo falso, lo ficticio. México: Fondo de Cultura
Económica, 2010. Véase especialmente su ensayo “París, 1647: un diálogo acerca de ficción e
historia”, pp. 109-132.
7
Palacios, Marco. “Caballero sin reposo: Jorge Isaacs en el siglo XIX colombiano”. Historia mexicana
LXII, Nº. 2, 2012, pp. 675-748. Para ser justos, otro historiador ya había señalado, en varios ensayos,
el vínculo indisoluble que hay entre historia y ficción, se trata, por supuesto, de Germán Colmenares
que, entre otras cosas, escribió un ensayo, no muy afortunado, sobre la novela Manuela. Véanse
de este autor: Colmenares, Germán. Partidos políticos y clases sociales en Colombia. Bogotá: Tercer
Mundo, 1997. Primera edición, 1968; Colmenares, Germán. Las convenciones contra la cultura.
Bogotá: Tercer Mundo, 1997. Primera edición. 1986.
135
Gilberto Loaiza Cano
8
Ver al final listado bibliográfico.
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Nadie pone en duda hoy que María (1867) se impuso como el canon de la
novela nacional en la Colombia de la segunda mitad del siglo XIX; no nos in-
teresa cuestionar la relativa calidad intrínseca del relato ni el éxito editorial
137
Gilberto Loaiza Cano
que tuvo en América latina. Sin embargo, se ha hecho poco examen de las
condiciones políticas y culturales que hicieron posible que María existiera y
se impusiera sobre otras novelas. Las condiciones que propiciaron su éxito
y evitaron que otras novelas gozaran de los mismos honores publicitarios son
poco conocidas y, en consecuencia, parecen excluidas o innecesarias para
cualquier valoración acerca de cómo una obra y un autor adquirieron una
notoriedad y, sobre todo, cómo logró imponerse como el modelo de escritura
de ficción que podía condensar un ideal de orden republicano en Colombia.
Y al mismo tiempo que ignoramos las condiciones de enunciación que
hicieron posible María, desconocemos las condiciones que impidieron
que la novela Manuela (1858), escrita y parcialmente publicada una década
antes que María, no hubiese gozado de los privilegios de circulación ma-
siva que tuvo la novela de Jorge Isaacs. La novela de Eugenio Díaz Castro
fue recibida, al inicio, con entusiasmo por quienes ostentaban la calidad de
“jueces en materia literaria” y hasta sirvió de buen pretexto para fundar el
primer gran periódico literario del siglo XIX, en 1858, El Mosaico; pero pron-
to la novela dejó de ser publicada por entregas, llegó hasta el octavo capítulo,
y quedó guardada por tres décadas hasta que por fin, en 1889, fue publicada
como libro en París por la Librería Garnier9.
El propósito de este ensayo se vuelve, entonces, evidente y quizás simple:
explicar por qué María sí y Manuela no. Examinar las condiciones del mun-
do político y letrado de parte de la segunda mitad del siglo XIX, en Colombia,
que hicieron posible el triunfo de María y el relativo desprecio de Manuela10.
Para ese examen voy a partir de varias afrimaciones; la primera tiene que
ver con la necesidad de situar esas novelas y otras formas de escritura en un
momento discursivo que nos permitiría entender su génesis, su emergencia.
9
En 1985, fueron publicados en dos tomos Novelas y cuadros de costumbres de Eugenio Díaz Castro
(Bogotá: Procultura), con una interesante nota crítico-biográfica de Elisa Mújica. Sin embargo, tal
edición no incluyó a Manuela. Mújica se detiene a examinar las posibles razones del desprecio al
que fueron sometidos tanto la novela como el autor. En la obra mencionada, páginas 13-16.
10
Debo admitir que hay una tesis doctoral que asumió prolijamente una pregunta semejante a la
que yo hago en este ensayo ante las dos novelas de marras; se trata de Escobar, Sergio. Manuela,
by Eugenio Díaz Castro, the Novel about the Colombian Foundational Impasse. Tesis de Doctorado,
University of Michigan, 2009. Sin embargo, la caracterización de Manuela no la comparto ple-
namente, sobre todo cuando considera que en la novela “aflora el modelo de un Estado-nación
popular liberal” (p. 9). En lo que estamos de acuerdo es en que “la canonización de María como la
marginación de Manuela fueron acontecimientos, que, de forma homóloga y combinada le dieron
expresión en el campo cultural a las presiones estructurales del campo político y del campo social,
en el momento histórico en el que distintas fuerzas y sectores estaban chocando por consolidar
diversos modelos de Estado nacional” (p. 9). También estamos de acuerdo en la significativa poli-
fonía de la obra.
138
La nación en novelas
11
Para mayor detalle en la interpretación de ese momento, sugiero este ensayo: Loaiza Cano, Gilberto.
“El pueblo en la república de los ilustrados”. Conceptos fundamentales de la cultura política de la
independencia. Eds. Francisco Ortega y Yobenj Aucardo Chicangana. Universidad de Helsinki,
2011, pp. 221-258.
139
Gilberto Loaiza Cano
12
No es tanto el golpe de Melo del 17 de abril de 1854, que lo vemos, mejor, como un corolario de
una situación de ruptura que se estaba viviendo desde años antes. El golpe artesano-militar fue
una consecuencia, una resultante de un acumulado de elementos que venían exponiéndose, por
lo menos, desde la guerra civil de Los Supremos y que luego, con la expansión de los clubes polí-
ticos liberales, puso en evidencia a los agentes políticos y sus proyectos de orden republicano. Era
la irrupción política del pueblo que, para muchos dirigentes, era una “plebe” intrusa que, como
sucedió en los acontecimientos del 7 de marzo de 1849, transgredió las normas de la democracia
representativa e incidió en la elección del presidente de la república, en este caso el triunfo del libe-
ral José Hilario López. Un análisis de esa coyuntura que vale la pena ser evocado: Gutiérrez Sanín,
Francisco. Curso y discurso del movimiento plebeyo, 1849-1854. Bogotá, Áncora Editores, 1995.
140
La nación en novelas
llano para un auditorio compuesto por sus cofrades, como supo advertirlo
uno de esos periódicos publicado por los artesanos de Cartagena: “Vamos
a tomar parte en la discusión de los negocios públicos hasta donde lo per-
mitan nuestra inteligencia y nuestros medios”13; reivindicaron la necesidad
de asociarse y defender sus oficios, exaltaron la participación ciudadana, la
inserción en ese mundo hostil pero indispensable de la representación po-
lítica. En esos años, el régimen liberal de José Hilario López hizo aprobar
gran parte de sus reformas que constituyeron, en América latina, la primera
gran ofensiva contra el tradicional poder de la Iglesia católica; pero, además,
hubo un embate reformador contra lo que el liberalismo de la época podía
considerar como vestigios de una sociedad tradicional, se aprobaron las le-
yes sobre abolición de la esclavitud, eliminación de los resguardos indígenas,
libertad absoluta de imprenta, descentralización administrativa, supresión
del fuero eclesiástico, expulsión de los jesuitas. Varias de esas medidas justi-
ficaron la rebelión de hacendados esclavistas en el suroccidente colombiano
y, también, alentaron las expresiones igualitarias de esclavos negros que tu-
vieron situación propicia para arremeter contra sus antiguos expoliadores. Y
fue en 1851, mientras el suroccidente era escenario de una guerra civil, que
el Estado dio inicio a una tarea científica aplazada, la de recorrer y conocer el
territorio y la población. La de medir, la de representar en mapas, en dibujos
y en un informe escrito oficial los rasgos de la población y el territorio; ese
informe escrito, Peregrinación de Alpha, iba a convertirse, entre otras cosas,
en paradigma de la escritura de costumbres.
En fin, entre 1850 y 1851 hubo una definición de agentes políticos histó-
ricos enfrentados, cada cual apelando a dispositivos de escritura, difundien-
do ideales de orden en el mundo republicano. El pueblo había irrumpido en
la política e hizo emerger un variado espectro de escrituras para controlarlo,
para contenerlo, también para conocerlo. De la idea de nación restringida al
cuerpo político que ejercía la representación, se había pasado, no sin violen-
cia, a una idea de nación que vislumbraba todo aquello que estaba por fuera
del universo predecible de los políticos letrados; comenzaba a percibirse que
la nación era un territorio y una población variados, inmensos y descono-
cidos que era necesario ir a conocer in situ. Era un Otro que estaba afuera
del círculo político-letrado. Las expediciones de la Comisión Corográfica
parecían admitir la existencia de un mundo desconocido y recomendaban
un método de solución: la premisa científica de conocer la nación para go-
bernarla; la necesidad de representar la nación a medida que dejaba de ser
un objeto lejano o ausente. El círculo letrado organizado en la estructura
13
El Artesano, Cartagena, 1º de febrero de 1850, p. 1.
141
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Un intermediario cultural
14
Vergara y Vergara, José María. “El señor ‘Eujenio’ Díaz”. El Mosaico, Bogotá, 15 de abril de 1865,
pp. 89-91. Sobre los orígenes y el carácter de esa publicación periódica: Loaiza Cano, Gilberto.“La
búsqueda de autonomía del campo literario. El Mosaico, Bogotá, 1858-1872”. Boletín Cultural y
Bibliográfico. Nº. 67, 2004, pp. 3-20.
142
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15
Vergara y Vergara, José María. “Prólogo” a Manuela. El Mosaico, Bogotá, Nº. 2, 1º. de enero, 1859,
p. 16.
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16
Díaz Castro, Eugenio. “La variedad de los gustos”. El Mosaico. Bogotá, Nº. 43, octubre 29, 1859,
p. 348.
17
Además de la tesis doctoral ya mencionada, debo destacar entre los estudios antecedentes sobre
Manuela, los ensayos reunidos en la revista Lingüística y literatura, de la Universidad de Antioquia,
Nº. 59, 2011, en el número dedicado a la novela de Eugenio Díaz Castro; varios de ellos hacen
parte de un proyecto de investigación dirigido por Flor María Rodríguez Arenas, Colorado State
University, sobre literatura y sociedad en Hispanoamérica.
18
A propósito, Rodríguez Arenas, Flor María. “El realismo de medio siglo en Manuela (1858) de
Eugenio Díaz Castro: revisiones de la historia y de la crítica literarias colombianas”. Lingüística y
literatura. Nº. 59, 2012, pp. 21-46.
145
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19
Los posibles lugares son: San Juan de Rioseco, Quipile, en todo caso al oeste del actual departamento
de Cundinamarca, entre los ríos Seco y Magdalena; para la época, zona de influencia política
directa de Bogotá.
146
La nación en novelas
20
La novela reproduce un mensaje que uno de los ideólogos del catolicismo igualitario había
pregonado a favor de la medicina homeopática; se trata de Manuel María Madiedo, uno de los
ideólogos conservadores más cercano de los círculos artesanales y oficiante de la homeopatía.
Véase, por ejemplo, Madiedo, Manuel María. Homeopatía: un eco de Hahnemann en los Andes.
Bogotá: imprenta de Nicolás Pontón, 1863. Pieza 4, Miscelánea José Asunción Silva 115, Biblioteca
Nacional de Colombia.
21
La novela ha tenido múltiples ediciones; hemos preferido utilizar la edición de lujo de la colección,
muy bien ilustrada, que alguna vez preparó la Fundación Carvajal, en Cali, cuando la dirigencia
política y económica del Valle del Cauca, una de las regiones más ricas del suroccidente de
Colombia, tenía ánimo, dinero y buen gusto para invertir en asuntos culturales. Uso esa edición
para rememorar buenos tiempos, que se van yendo, de la producción de impresos en Colombia.
Díaz Castro, Eugenio. Manuela. Cali: Fundación Carvajal, 1967, p. 27.
22
Ibíd., p. 29.
23
Ibíd., p. 19.
147
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24
Ibíd., p. 37.
25
Ibíd., p. 38.
26
Ibíd., cap. 11.
148
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27
Ibíd., p. 85.
28
Ibíd., pp. 270 y 271.
149
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[…] ¿Y por qué los dueños de tierras nos mandan como a sus criados? ¿Y
por qué los de botas dominan a los descalzos? ¿Y por qué un estanciero no
puede demandar a los dueños de tierras? ¿Y por qué no amarran a los de
botas que viven en la cabecera del cantón para reclutas, como me amarraron
a yo en una ocasión, y como amarraron a mi hijo y se lo llevaron? ¿Y por qué
29
Ibíd., p. 97.
30
Ibíd.
150
La nación en novelas
los que saben leer y escribir, y entienden de las leyendas han de tener más
priminencias que los que no sabemos? […] ¿Y por qué los blancos le dicen a
un novio que no iguala con la hija, cuando es indio o negro?31.
31
Ibíd., pp. 219 y 220. El subrayado priminencias es del original que puede corresponder a eminencias
o preeminencias. Nótese en el autor de la novela el deseo de subrayar términos que pueden ser
propios del habla popular de la época; pero la elección de los términos dignos de ser destacados
es a veces arbitraria. En este mismo extracto podría haberse subrayado, también, “como me
amarraron a yo”, por ejemplo, o “leyendas” que, sin duda, se refiere a leyes.
32
Otra vez el autor se ha ocupado de ser fiel con el habla popular, Ibíd., p. 233.
33
Ibíd.
34
Ibíd., p. 133.
151
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35
Ibíd., p. 143.
152
La nación en novelas
buena parte de aquel distrito visitado por un notable del partido liberal de
la época. Los dos capítulos finales exponen la claudicación ante el embate
del gamonal; Demóstenes decide regresar a Bogotá, convencido de su muy
débil influencia en aquel lugar y el cura párroco se despide pidiéndole que
abogue por la instauración de una “república cristiana”. Al día siguiente, 19
de julio, fecha de la boda de Manuela, ocurren los sucesos aciagos por mano
del funesto gamonal; encerrados en la iglesia, Manuela y sus amigos son
víctimas de un incendio provocado; ella muere y en su agonía alcanza a ser
casada por el cura. El día siguiente, por tanto, fecha que comenzaba a ser el
día conmemorativo del sistema republicano en Colombia, era para aquella
aldea el día de luto, del sepelio de Manuela. Su muerte, entonces, parece, era
una manera de cuestionar la supuesta perfección de la república.
La novela de Díaz Castro exhibe de principio a fin un atributo que para
nosotros, hoy, es dato nada despreciable: es una novela polifónica; hablan
múltiples voces quizás reelaborando un viejo código de comunicación popu-
lar, el de los reclamos y representaciones, muy frecuente en los tiempos del
dominio colonial español. El patricio liberal, en vez de ilustrar a las gentes del
pueblo, recibe en la aldea una lección que ha consistido en la enunciación,
colectiva, de la distopía de la república. Al final, Demóstenes, símbolo quizás
de la demagogia liberal que, a mitad de siglo, hizo añicos la relación con el
artesanado, queda expuesto como alguien que ha ido, en plena campaña para
la elección presidencial, a buscar apoyo electoral para el dirigente radical Ma-
nuel Murillo Toro36. En efecto, el personaje admite en los capítulos finales que
“tengo intenciones de ir al congreso” y que ha creído, como otros políticos de
su tiempo, que el “estudio de costumbres” sirve como condición para atribuir-
se el derecho a ser representante del pueblo37. Esa polifonía popular ha sido,
sin duda, retóricamente superior al político radical inserto coyunturalmente
en la rutina de una aldea cercana a la capital de la entonces Nueva Granada.
Pero eso que puede ser atributo para un lector de hoy, pudo ser todo lo
contrario para los lectores del manuscrito de la novela en aquella época; ese
lenguaje popular de la política exponía las vicisitudes del orden republicano
e, incluso, los factores de su aniquilación: ni la Iglesia Católica ni la constitu-
ción política ni el prestigio de los hacendados lograban establecer un orden
libre de arbitrariedades. El universo político rural era desapacible y violento.
36
Manuel Murillo Toro fue quizás el principal dirigente del liberalismo radical en la segunda mitad del
siglo XIX; fue, como secretario del Interior, durante la presidencia de José Hilario López, el artífice
ideológico de la fundación de más de un centenar de clubes políticos que permitieron expandir
nacionalmente del partido liberal; fue presidente de los Estados Unidos de Colombia, 1864-1866.
37
Demóstenes ya había vivido una experiencia electoral adversa como “representante por un pueblo
de la costa, en donde los electores no me conocían ni aun por mi retrato”. Díaz Castro, Op. cit. p. 270.
153
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Mientras la vida y la obra de Eugenio Díaz Castro han sido muy débil-
mente ponderadas, la vida y la obra de Jorge Isaacs han sido motivo de un
voluminoso desparrame de críticos de aquí y de acullá38. Saturación, lugares
comunes y diversidad en la modulación crítica son algunos rasgos previsi-
bles de la abundante bibliografía acerca de María y su autor. Sin embargo, a
pesar de la abundancia, es muy reciente la compilación rigurosa de su obra
con notas críticas y precedida de una laboriosa indagación que ha culminado
en los tomos publicados por la Universidad Externado de Colombia, bajo el
cuidado de la profesora María Teresa Cristina, la investigadora más juiciosa
sobre la obra de Isaacs; por eso la edición de María que hemos preferido uti-
lizar es aquella amparada en la edición crítica que acabamos de mencionar
y que nos devuelve la versión original legada por Isaacs que había sido ol-
vidada por los descuidos y omisiones de las ediciones sucesivas39. Tampoco
existe, a pesar de los intentos tan variados, una biografía confiable y hemos
decidido aferrarnos a los datos escuetos que acoge y reproduce la investiga-
dora Cristina. Digamos, para empezar, que el autor de María nació en 1837
y murió en 1895; hijo de un comerciante inglés de origen judío que llegó a la
entonces Gran Colombia, cuando hubo una estrecha relación económica y
política entre la naciente república y el imperio británico. La fortuna inicial
de su familia provino de la explotación de minas de oro en el suroccidente
de la Nueva Granada en el decenio 1820. Luego se estableció en el valle del
gran Cauca donde compró dos haciendas, una de ellas aún hoy famosa por
haber devenido un próspero ingenio azucarero40. En la biografía de Isaacs
38
Aun así, no podemos afirmar que exista una biografía confiable sobre Jorge Isaacs y que es reciente
una compilación exhaustiva de su obra. Eso hace parte de la juventud de la disciplina histórica en
Colombia y del interés, más bien reciente, por el siglo XIX.
39
Anunciamos que nuestra lectura de María se apoya en la edición preparada por la Universidad
Externado de Colombia, bajo el cuidado de María Teresa Cristina, de las Obras completas de Jorge
Isaacs, vol. 1, María. Bogotá, 2005.
40
Se trata de la hacienda Manuelita, adquirida hacia 1840; la otra hacienda, famosa por ser el
principal escenario de la novela María, llamada hacienda El Paraíso, fue propiedad de la familia
Isaacs entre 1855 y 1858.
154
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41
En una solemne velada, se hizo la presentación del “nuevo literato”, quien leyó treinta de sus
composiciones y luego “se determinó que los versos del señor Isaacs salieran a luz en un tomo
costeado por las trece personas que lo oyeron”, “Novedad literaria”. El Mosaico. Bogotá, Nº. 21, 4 de
junio, 1864, p. 163.
155
Gilberto Loaiza Cano
que sumaba varios años de existencia y cuando José María Vergara y Ver-
gara, escribiendo principalmente en El Mosaico, se había erigido en el con-
ductor del canon literario. En las páginas de aquel periódico, el dirigente
conservador dictaminaba con sistema acerca de obras que debían o no ser
leídas según los criterios moralizantes del dogma católico y según, sobre
todo, el ascenso de los lemas de un catolicismo intransigente. En suma, Jorge
Isaacs va a presentar su María, en 1867, cuando ya era un escritor conocido
y aceptado por el círculo letrado legitimador anclado en Bogotá; es más,
cuando ya acumulaba una trayectoria de hombre público que, incluso, había
tenido participación muy activa en la guerra civil de 1860 en contra de los
liberales. Por tanto, era en el momento de poner a circular su novela un dis-
tinguido escritor y un reconocido dirigente del conservatismo colombiano.
Pero, precisemos: la génesis de la novela, según los datos biográficos, po-
demos situarla en un momento liminar de las adhesiones políticas y de la
situación económica del autor; entre la guerra civil de 1860, en que había
luchado contra el general Mosquera, y 1867, año de la primera edición de
la exitosa novela, hubo mutaciones en su vida personal muy ostensibles y, a
nuestro modo de ver, determinantes. Una de ellas fue la muerte de su padre,
el 16 de marzo de 1861, algo que lo obligó a encargarse de los negocios fami-
liares que iban, en ese momento, en inminente decadencia; la dedicación a
las actividades comerciales y principalmente a resolver las deudas que dejó
su padre, le impidió continuar con sus estudios auto-didactas de medicina
y botánica. Poco después de la muerte de su padre, su familia perdió dos
haciendas; para 1864, el entonces presidente Tomás Cipriano de Mosquera
lo nombró inspector de caminos para el trayecto entre Cali y Buenaventura,
puerto sobre el océano Pacífico; se supone que en el desempeño de ese car-
go, en condiciones climáticas muy adversas, inició la redacción de María.
La escritura de la novela siguió en Bogotá, en 1865, mientras atendía una
tienda de mercancías importadas. Es decir, María fue escrita en un momen-
to crítico para el autor; un padre recién fallecido, una ruina económica plas-
mada en la pérdida de las haciendas, un cargo oficial obtenido del gobierno
radical presidido por su otrora enemigo político, el general Mosquera, y una
dedicación a las actividades de comercio que debieron permitirle e incen-
tivarle la escritura de una obra que tuvo, de inmediato, un éxito en ventas.
En fin, la escritura y aparición de la novela debemos situarla en el umbral de
su salida del partido conservador y de su adhesión al partido liberal, oficia-
lizada en 1869, cuando ya preparaba la segunda edición de María.
La novela fue escrita, no lo perdamos de vista, por alguien que estaba cer-
ca de volverse un dirigente liberal y que tenía algún conocimiento de los rit-
mos comerciales de la época; no podemos despreciar, en cualquier análisis,
156
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42
Isaacs, Op. cit. p. 3. Véase en esa página la nota crítica de la editora al respecto.
157
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158
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en alta sintonía con su medio, de una élite letrada cercana a los ritmos de
la vida provinciana43.
Pero, sin duda, la base del relato es la narración de una tragedia amorosa;
el presentimiento de una pérdida emocional; un amor frustrado por la
muerte temprana de la mujer que le da título a la novela. De principio a fin,
el relato fundamental es la relación amorosa entre Efraín y María. Ese yo
masculino, blanco, rico, culto y católico del personaje narrador es el punto
de partida; él sostiene el proceso de los afectos que circundan la obra; son sus
recuerdos los que le dan sustento al relato. Y a través de él se filtran algunos
matices auto-biográficos que no son despreciables en la comprensión de
la obra; varias son las transposiciones auto-biográficas que le dan sentido
a la novela y entre ellas destacamos la figura del padre asociada con el
origen judío de la familia de Isaacs y con la posterior ruina económica44.
A partir de este tono intimista y autobiográfico, la novela restituye unos
mundos conexos o paralelos que dotan de riqueza simbólica el relato; por
ejemplo, como ya lo han percibido otros estudiosos, alrededor del romance
entre María y Efraín hay otras cinco parejas que gravitan con sus expectativas
y sentimientos45. Algunas de esas parejas amorosas constituyen digresiones
narrativas de enorme significado; y también hay que agregar las constantes
alusiones a un ambiente intelectual, a ciertas formas de recepción de la
literatura romántica que fue, en muchos casos, inspiración para el mismo
autor; esa alusión a autores y obras, esas semejanzas con ciertos pasajes de
otras novelas no son solamente un bagaje erudito que contribuye a explicar
la filiación de María con tal o cual corriente literaria, sino, y sobre todo,
nos restituye un ambiente de simpatías y gustos literarios, una sensibilidad
alimentada por ciertas formas de escritura, unos paradigmas acerca de las
relaciones amorosas y, además, acerca de las relaciones de esos individuos
con formas de trascendencia divina.
En María hay una riqueza de recursos narrativos que no encontramos
en Manuela; la última es novela rústica si se compara con la variedad de
recursos desplegados en aquella. Puede decirse que el autor se preocupó por
crear un clima moral romántico y, principalmente, por repartir una simbo-
logía del presentimiento fúnebre y del amor casto. El destino trágico aparece
43
La aguda editora de la novela nos recuerda, además, que el propio Jorge Isaacs fue un laborioso
colector de coplas populares. Fue una afortunada decisión de la editora anexar, al final de la novela,
un inventario de los provincialismos desplegados en la narración.
44
Por ejemplo, en relación con el origen judío de la familia de Isaacs, los capítulos VII y XXXVIII; con
la ruina de su padre, los capítulos XXXIII y XXXVI.
45
Esto lo explica en detalle Gustavo Mejía en su prólogo a la edición de la novela preparada por
Biblioteca Ayacucho, Caracas, 1988, pp. IX-XXXII.
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anunciado desde las primeras líneas; al inicio y al final los cabellos aparecen
como signo ambiguo de vida y muerte. Así aparece la rápida divagación
acerca de la vida y la muerte en el primer capítulo, cuando el niño Efraín
tiene que separarse de la casa paterna para comenzar estudios en Bogotá:
Me dormí llorando y experimenté como un vago presentimiento de muchos
pesares que debía sufrir después. Esos cabellos quitados a una cabeza infantil;
aquella precaución del amor contra la muerte delante de tanta vida, hicieron
que durante el sueño vagase mi alma por todos los sitios donde había pasado,
sin comprenderlo, las horas más felices de mi existencia46.
46
Isaacs, Op. cit. p. 3.
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47
Isaacs, Op. cit. cap. XVI, pp. 51 y 54.
48
“Algo oscuro como la cabellera de María”, al referirse de nuevo a la “ave negra”; Isaacs, Op. cit. cap.
XLVII, p. 249.
49
Isaacs, Op. cit. cap. VII, p. 22.
50
Lo que hace Efraín es referirnos una historia que, en la infancia, le había contado la esclava
Feliciana.
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51
La Caridad. Bogotá, n° 1, 24 de septiembre, p. 1.
52
El Catolicismo. Bogotá, n° 291, 10 de noviembre, 1857, p. 361.
53
Todos estos datos sobre la prensa y el mundo lector de la segunda mitad de siglo provienen de mi
tesis doctoral Sociabilité et définition de l´État nation en Colombie, 1845-1886. Tesis de doctorado,
Iheal-Sorbonne Nouvelle, 2006; pero, también, puede verse: Acosta, Carmen Elisa. Lectura y nación:
novela por entregas en Colombia, 1840-1880. Bogotá: Universidad Nacional de Colombia, 2009.
167
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54
Langlois, Claude. “Féminisation du catholicisme”. Histoire de la France religieuse. t. 3, Ed. Jacques
Le Goff. París: Seuil, 1996, p. 146
55
“La caridad”. La Caridad. Bogotá, n° 2, 30 de septiembre, 1864, p. 19.
56
“Filosofía religiosa. De la caridad y de la filantropía”. El Catolicismo. Bogotá, n° 58, 1° de agosto,
1852, pp. 498-499.
57
“La misión de caridad de la mujer”. La Caridad. Bogotá, n° 22, 17 de febrero, 1865, p. 367
58
Cholvy, Gérard y Hillaire, Yves-Marie. Histoire religieuse de la France contemporaine (1800-1880).
Toulouse: Editions Privat, 1985, pp. 171-176.
59
Anales de la Sociedad de San Vicente de Paúl. Bogotá, n° 15, 20 de marzo de 1870, p. 252.
168
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60
Vergara y Vergara, J. M. “María”. La Caridad. Bogotá, Nº. 41, 5 de julio, 1867, pp. 649-651.
169
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61
Madiedo, Op. cit.
170
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del yo, que es la verdadera teoría cristiana, rechaza esas formas toscas de
una comunidad de mujeres, de propiedades”62. El propósito más evidente de
Madiedo fue tratar de alejar a los artesanos de la dirigencia liberal radical,
a la que consideró enemiga de los principios cristianos; en La ciencia social
o el socialismo filosófico. Derivación de las grandes armonías morales del
cristianismo y El catolicismo y la libertad (aprox. 1868), Madiedo presentó lo
que él consideraba las bases científicas de una “política social” que encontraba
sus fundamentos, entre otros autores, en el pensamiento de Lamennais
y su exaltación de las virtudes del pueblo laborioso; por eso afirmaba
que “las masas populares son el cimiento del orden social” y, agregaba,
“los verdaderos patriotas son los hombres que cultivan los campos, que
animan los talleres, que surcan los mares”63. En el segundo libro, publicado
cuando la polémica entre la Iglesia católica y el proyecto educativo laico del
liberalismo radical comenzaba a agitarse, Madiedo pedía un alinderamiento
decisivo a favor de la defensa del catolicismo como la auténtica doctrina
de origen social popular y, por tanto, esencialmente democrática; alertando
sobre los peligros del protestantismo —al que tanto se le temió en Colombia
en el siglo XIX a pesar de su presencia tan débil— el ideólogo colombiano
puso en contraste el presunto origen aristocrático del protestantismo con
un catolicismo “democrático en su origen, en su culto al alcance de todos,
por sus símbolos, imágenes y pompas festivas”. Su discurso anti-liberal y
anti-protestante sintonizó bien con la tradición católica del artesanado que,
sobre todo en Bogotá, reprodujo con entusiasmo una obra que exaltó la
igualdad de todos los seres humanos ante Dios y le adjudicó un papel central
y modelador al sacerdote católico. Como sucedió con otros pensadores del
catolicismo en Colombia, Madiedo le dio cimiento a una armonía entre
religión católica y sistema republicano: “La República está sentada sobre una
base más ancha y más sólida que la aristocracia y la monarquía; esta base
es la opinión del mayor número. Por otra parte, ese sistema de gobierno
rechaza los méritos tradicionales de la herencia, y llama a todos los hombres
aptos al ejercicio del poder público”64. La gran virtud de este autor fue darle
apariencia de teoría o ciencia de la sociedad —he ahí su positivismo— a la
propuesta de un orden político en que el catolicismo ocupara el lugar de una
doctrina capaz de reunir, por su esencia presuntamente igualitaria, a todos
los hombres considerados como individuos iguales ante un ser supremo.
62
Madiedo, Manuel María. Teoría social. Bogotá: Imprenta de Francisco Torres Amaya, 1855, p. 25.
63
Madiedo, Manuel María. La ciencia social o el socialismo filosófico. Derivación de las grandes
armonías morales del cristianismo. Bogotá: Imprenta de Nicolás Pontón, 1865, p. 296.
64
Madiedo, Op. cit. pp. 222-223.
171
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174
La nación en novelas
175
Capítulo 5
Introducción
178
Élites, medidas y Estado en Colombia en la primera mitad del siglo XIX
No solo lo hizo personalmente sino que aconsejó a los criollos que impor-
taran copias del patrón del metro, para lo cual les ofreció asesoría e inter-
mediación con sus amistades científicas en Francia. Esta iniciativa temprana
de apropiación y uso del metro fracasó, como posteriormente ocurriría con
otras en el mismo sentido. Las circunstancias históricas de estos fracasos
están relacionadas grosso modo con las vicisitudes de la empresa de orga-
nizar un estado republicano, dotado de los medios técnicos y políticos para
introducir e imponer un nuevo orden de medida en un entorno social regi-
do por los órdenes tradicionales de medición, fueran estos prehispánicos o
monárquicos, de signo francés o español.
A Caldas y a otros criollos ilustrados de la elite no les era desde luego
ajena la importancia de las metrizaciones. Lo sabían por su relación con
exploradores europeos como Humboldt y por la lectura de obras científicas
dentro del nuevo paradigma como la aritmética de Lacroix o la física de
Haüy. Pero el sello característico de su oficio de ingenieros y naturalistas, su
habitus, y el entorno en el que lo ejercían habían sido moldeados para repro-
ducir la tradición de las medidas francesas (toesas y pies). Más recientemen-
te, en la segunda mitad del siglo XVIII, habían adoptado el sistema unificado
de medidas castellanas (vara de Burgos) siguiendo el mandato de la Corona,
pero sobre todo por las evidencias técnicas de su aplicación en nuestro te-
rritorio que encontraron en observaciones científicas y relaciones de viajes
como las de Jorge Juan. El cambio cultural en dirección de las nuevas medi-
das francesas empezará a manifestarse en la generación siguiente de letrados
que estaban destinados a fungir como ingenieros, políticos y dirigentes de la
república a partir de los años 1830.
El caso más notable es la ardorosa defensa que hizo el joven Lino de Pom-
bo de la importancia del metro como patrón de medida universal en una so-
ciedad que empezaba a considerar la manera de organizarse como república
independiente. Este punto de vista aparece en sus conclusiones de geografía
y astronomía del Colegio del Rosario en un momento en que la Suprema
Junta de Santafé de 1810 se planteaba la organización del estado naciente de
Cundinamarca. No obstante esta idea de unificación de medidas alrededor
del metro una vez más se reveló prematura. El orden de medida que resultó
viable para la república, según la ley de 1821, no fue el SMD, sino un siste-
ma hibrido de medidas antiguas y medidas castellanas que preservaban las
prácticas de la población en las regiones.
Esta determinación política no obedeció a un prurito meramente conser-
vador de los dirigentes políticos o a su desconocimiento de lo que represen-
taba para el nuevo régimen metrizar la nación. Existen evidencias de que por
entonces el tema era objeto de estudio a distintos niveles y que las prácticas
179
Luis Carlos Arboleda
180
Élites, medidas y Estado en Colombia en la primera mitad del siglo XIX
181
Luis Carlos Arboleda
4
Von Humboldt, Alexander. “Geografía de las Plantas o Quadro físico de los Andes Equinoxiales,
y de los países vecinos; levantado sobre las observaciones y medidas hechas sobre los mismos
lugares desde 1799 hasta 1803”. Semanario del Nuevo Reino de Granada. Trad. Jorge Tadeo Lozano,
Pref. y notas Francisco José de Caldas, nos. 16 al 25 (1809)
5
Von Humboldt, Alexander. “Quadro físico de las regiones ecuatoriales”. Semanario del Nuevo Reino
de Granada. Memorias 8 y 9 (1810). Trad. del francés y anotado por Francisco José de Caldas.
6
Para ésta y otras cuestiones relacionadas con la traducción y anotación de las publicaciones de
Humboldt en el Semanario, ver: Nieto Olarte, Mauricio. Orden natural y orden social. Ciencia y
política en el Semanario del Nuevo Reyno de Granada. Bogotá: Uniandes-CESO, 2008, pp. 229-235.
7
Sin duda Humboldt estaba al tanto que el prototipo estándar del metro patrón elaborado en
platino, fue adoptado el 22 de junio de 1799 por el legislativo y estaba depositado en los Archivos
nacionales de Francia.
8
Entre los instrumentos de la lista aparece “un metro (la nueva medida francesa) en cobre o hierro,
en su caja”. Igualmente “una toesa de París dividida en pies, pulgadas y líneas, en hierro o cobre”.
Ver: Arias de Greiff, J. “Algo más sobre Caldas y Humboldt. El documento inédito de una lista
de instrumentos”. Boletín de la Sociedad Geográfica de Colombia 27, nº 101, 1970, consultado 31
agosto, 2013, http://www.sogeocol.edu.co/documentos/101_alg_mas_sob_cald_y_humb.pdf
182
Élites, medidas y Estado en Colombia en la primera mitad del siglo XIX
9
Musée des Arts et Métiers. “La Boussole et l’Orchidée”. Le Petit Journal. Dossier de l’enseignant.
París, 2007, pp. 1-7, consultado 31 agosto, 2013, http://2007.artsetmetiers.net/pdf/ DEPJ-Boussole-
orchidee1.pdf.
10
Hamy, E. T. ed. Lettres américaines d’Alexandre de Humboldt (1798-1807). París: E. Guilmoto,
1905?, pp. 2-3. Consultar a este respecto: Vera, Op. cit. p. 314. Ver igualmente: Leitner, U. “Los
diarios de Alexander von Humboldt: un mosaico de su conocimiento” en Alexander Von
Humboldt: estancia en España y viaje americano. Eds. Mariano Cuesta Domingo y Sandra Rebok.
Madrid: Real sociedad geográfica, consejo superior de investigaciones científicas, 2008, p. 165.
183
Luis Carlos Arboleda
11
Von Humboldt, Alexander. Essai sur la géographie. p. 47.
184
Élites, medidas y Estado en Colombia en la primera mitad del siglo XIX
Caldas prefiere, por su parte, tomar como unidad de referencia las varas
castellanas, tanto en sus propios trabajos como en las anotaciones suyas a la
Geografía y el Cuadro13. Para Caldas, la altura de Santafé es de 3216 varas;
la del Observatorio Astronómico es de 1352, 7 toesas con su equivalente de
3156, 3 varas de Burgos; la del salto de Tequendama es de 219, 9 varas, dato
éste que le parece una mejor aproximación comparado con el propuesto por
Humboldt de 600 pies ingleses y que Caldas traduce en 212 varas.
Entre más relevante el objeto de medida, mayor parece ser el apego de
Caldas al antiguo sistema. Esto se constata, por ejemplo, cuando discute
los cálculos de Humboldt para precisar los límites altitudinales mínimos
y máximos de las regiones en donde se cultivaban la quinas, el género de
mediciones quizás más representativo del programa de ciencia utilitaria
12
Von Humboldt, Alexander. Ensayo político sobre Nueva España, Suplemento. Tercera edición.
Tomo V. Barcelona: Librería de Juan Oliveres, 1836, pp. 168-169. El original fue publicado por
Buret en 1811 en París.
13
De Caldas, Francisco José. Semanario de la Nueva Granada. Miscelánea de ciencias, literatura,
artes e industria. París: Librería Castellana, 1849. Nueva edición corregida y aumentada con varios
opúsculos inéditos de Caldas bajo el cuidado de Acosta. Contiene modificaciones al texto original
y cambios en la traducción de la Geografía autorizados por von Humboldt. Consultado el 31
agosto, 2013 en el sitio web de Google Books. En las notas de Acosta las medidas ya vienen dadas
en el sistema métrico decimal.
185
Luis Carlos Arboleda
(Una vez) establecida la magnitud del grado en toesas del pie de Rey de París
(en itálicas en el original, LCA), será bien que la arreglemos a varas castellanas
a fin de que sean igualmente partícipes de esta determinación de grado aque-
llos que carecieren del pie. Para ello nos valdremos de la razón que dimos en la
14
De Caldas, Francisco José. “Del influjo del clima sobre los seres organizados”. Semanario del nuevo
reino, pp. 155-156. Publicado originalmente en el nº 22 del Semanario.
15
De Caldas, Francisco José. Observaciones sobre la verdadera altura del cerro de Guadalupe que
domina esta ciudad, dirigidas a los editores del “Correo Curioso”. Obras completas, Francisco José
de Caldas. Bogotá: Imprenta nacional, 1966, pp. 365-374.
16
Juan, J. Observaciones astronómicas y físicas hechas de orden se S. M en los reinos del Perú… de la cua-
les se deduce la figura y magnitud de la tierra y se aplica a la navegación. (Madrid: Impreso por Juan
de Zúñiga, 1747). Se anota como hecho curioso, que la versión digital en Google Books contiene en
la contra carátula una anotación manuscrita con la razón aritmética para convertir toesas en varas.
186
Élites, medidas y Estado en Colombia en la primera mitad del siglo XIX
p. 101 de dicho pie a vara, la cual siendo como 144 a 371, las 56.767, 788 toesas
que se asignaron al grado de meridiano contiguo al Ecuador equivaldrán a
132.203 varas castellanas, que son las que comprenderá el mismo grado17.
17
Juan, Op. cit. pp. 296-297
18
Nieto Olarte, Op. cit. p. 238.
19
Burriel, A. M. Informe de la Imperial Ciudad de Toledo al Real y Supremo Consejo de Castilla
sobre Igualación de Pesos y Medidas en todos los Reynos y Señoríos de Su Magestad según las Leyes.
Madrid: M. Martín, 1758, p. 3, consultado 31 agosto, 2013. www.googlebooks.com
20
Ibíd., p. 4.
187
Luis Carlos Arboleda
21
Ibíd., p. 156.
22
Martínez, M. S. Librería de jueces utilísima y universal. Para alcaldes, corregidores, intendentes,
jueces, eclesiásticos, subdelegados y administradores de rentas, cruzada, espolios y excusado,
escribanos y notarios, regidores, síndicos, personeros y diputados del común de todos los pueblos
de España, 4 volúmenes, Madrid: Imprenta de Eliseo Sánchez, 1768, consultado 31 agosto, 2013,
www.googlebooks.com.
23
Aznar García, J. V. “La unificación de los pesos y medidas. El sistema métrico decimal”. Técnica
e ingeniería en España. Tomo VI: El ochocientos. De los lenguajes al patrimonio. Ed. Manuel
Silva Suárez. Zaragoza: Real Academia de Ingeniería, Institución “Fernando Católico” Prensas
universitarias de Zaragoza, 2011, pp. 345-379.
24
Ibíd., p. 348.
188
Élites, medidas y Estado en Colombia en la primera mitad del siglo XIX
189
Luis Carlos Arboleda
27
De Caldas, Francisco José. Obras completas, 140. Se trata de: R. J. Haüy, Traité élémentaire de
physique, 2v. París: Courcier, 1803-1806, consultado 31 agosto, 2013, http://archive.org/stream/
traitlmentaired02hagoog#page/n77/mode /2up. Tiene la siguiente indicación en la portada: “Obra
destinada a la enseñanza en los liceos nacionales”.
28
Haüy, René. Traité élémentaire de physique. vol. 1, pp. 39-40.
190
Élites, medidas y Estado en Colombia en la primera mitad del siglo XIX
29
Ibíd., p. 39
191
Luis Carlos Arboleda
30
De Pombo, Lino. “Discurso pronunciado por D. Lino de Pombo O’Donnell en el Colegio Mayor del
Rosario de Santafé, dedicando varias tesis de geografía astronómica y descriptiva al Marqués de Selva-
alegre y demás patriotas que emprendieron la libertad de Quito el 10 de agosto de 1809”. El ingeniero
don Lino de Pombo O’Donnell. Ed. J. M. Mier. Bogotá: Sociedad Colombiana de Matemáticos, 2003.
31
De Pombo, Lino. “Discurso pronunciado por el colegial Lino de Pombo en la capilla del Colegio
del Rosario, dedicando unas conclusiones de Aritmética y Geometría a Santo Tomás”. Confidencias
de un estadista. Epistolario de Lino de Pombo con su hermano Cenón 1834-1877. Eds. Santiago
Díaz-Piedrahita y Luis Guillermo Valencia Santana. Bucaramanga: UIS, 2010, pp. 23-30.
192
Élites, medidas y Estado en Colombia en la primera mitad del siglo XIX
32
Valencia Llano, Alonso. “Élites, burocracia, clero y sectores populares en la independencia quiteña
(1809-1812)”. Procesos, Revista Ecuatoriana de Historia, nº 3, 1992.
193
Luis Carlos Arboleda
33
Mier, Op. cit., p. 67.
34
Ibíd.
35
Ordoñez, J. “Utopía y distopía en el XIX español”. Utopías, quimeras, y desencantos: el universo
utópico en la España liberal. Coord. M. Suárez Cortina. Santander: Ediciones de la Universidad de
Cantabria, 2008.
194
Élites, medidas y Estado en Colombia en la primera mitad del siglo XIX
en uno y otro caso, es posible hacer dos consideraciones sobre las caracterís-
ticas de este pensamiento: una sobre la crítica a la subjetividad de las medi-
das tradicionales con respecto al metro, otra sobre la ruptura que presupone
la adopción del metro como patrón de medida y organización social, frente
a los discursos reificadores del orden matemático clásico.
En primer lugar, las conclusiones de Pombo critican las unidades antiguas
de medida porque se fundamentan en el peso de la costumbre, y porque
son subjetivas, en cuanto no responden a problemas de indagación sobre la
naturaleza ni se adoptaron, como el metro, a través de procedimientos de
rigor geométrico y astronómico. La toesa, la yarda, la vara de Burgos… son
productos de la barbarie y de la arbitrariedad, mientras que el metro es una
medida de carácter universal y dictada por la naturaleza.
A nivel discursivo la aparición de estas ideas se traduce en una toma de
distancia con respecto a las posiciones de Caldas y los criollos neogranadi-
nos de años anteriores. Ya no se trata de convertir, por ejemplo, toesas de
Francia en varas de Burgos para aplicar un sistema unificado de medidas
en los territorios de la Corona, de acuerdo con la práctica de conversiones
iniciada en las Observaciones de Jorge Juan, adoptada luego en el informe
Burriel de 1758 y convertida en política de la monarquía a partir de enton-
ces. Ahora se invita a aplicar el sistema universal de medidas (de alguna
manera asociado en las conclusiones con el carácter republicano del régi-
men de procedencia), por oposición a cualquiera de los sistemas antiguos
(de naturaleza feudal o monárquica). En particular contra la vara de Burgos,
unidad de medida que el alumno del Colegio del Rosario en el ambiente
político de 1811, ya no se representa como aquella que era necesario aplicar
en acuerdo con el mandato de la corona para todos sus dominios, sino como
una medida “arbitraria” de la época de la “barbarie goda”36.
El instrumento distintivo de la nueva organización social por la que pro-
pugnaban los criollos en esos momentos en Santafé y otros lugares de Amé-
rica, era por consiguiente el metro y no la vara de Burgos. Al menos era el
propósito que el distinguido colegial formulaba al final de sus conclusiones
delante de las autoridades, catedráticos y demás asistentes del acto público
en los siguientes términos:
36
La alusión remonta a la introducción en la península ibérica de las medidas de longitud de origen
romano en la época de las invasiones de los godos y vándalos. Pero la estandarización de su uso
data de la gran unificación de los estados españoles con el advenimiento al poder de Fernando
e Isabel en el siglo XIV. La adopción formal como “vara de Burgos” aparece en la pragmática de
Felipe II del 24 de junio de 1568. Ver, por ejemplo: Bowman, J. N. “The Vara de Burgos”. Pacific
Historical Review. 30, nº 1, feb. 1961, pp. 7-21.
195
Luis Carlos Arboleda
¡Ojalá que conforme al voto general de los sabios, nuestro Estado naciente de
Cundinamarca, y todos los demás de América adopten esta medida sabia, y
olviden para siempre la vara de Burgos, que tal vez hemos heredado de la bar-
barie goda! La confusion y la incertidumbre de las medidas presentes forman
el sello de nuestras divisiones y de nuestra antigua ignorancia.
37
Anónimo. “Discurso sobre la organización de los poderes en la Suprema Junta de esta capital de
Santafé”. Diario Político de Santafé de Bogotá. nº 19, 26 octubre, 1810.
196
Élites, medidas y Estado en Colombia en la primera mitad del siglo XIX
38
Boussingault, J. B. Mémoires. Chamerot et Tenouard, 5 vols. París, 1985, consultado 31 agosto,
2013 en el sitio web de Gallica - Bibliotèque Nationale de France (BNF): http://gallica.bnf.fr/.
La edición original Boussingault (1892-1903) contiene una advertencia del editor aclarando que la
obra fue redactada por el autor al final de su vida con base en sus recuerdos y notas.
197
Luis Carlos Arboleda
1. ata 6. ta
2. bosa 7. ghupeca
3. misca 8. suhuzo
4. mughica 9. aca
5. hisca 10. ubchihica
También observa que este modelo decimal es cíclico y que cuando el conteo
anterior termina en los dedos de la mano se repite con los dedos de los pies,
para anteponiendo el morfema “quihicha” (pie) a la sucesión de los anteriores
numerales. Con la salvedad del numeral veinte para el cual el pensamiento
muisca prefirió especializar el morfema “gueta” con el fin de continuar el
conteo por veintenas, gueta ata, etc., hasta formar veinte veintenas.
Aunque Boussingault no se refiere al modelo de morfemas que le per-
mitía a los muiscas realizar operaciones aritméticas con estos numerales, lo
cierto es que es capaz de identificar y explicar algunos de los procesos lógi-
cos de pensamiento que dentro de la cosmovisión muisca eran portadores
198
Élites, medidas y Estado en Colombia en la primera mitad del siglo XIX
199
Luis Carlos Arboleda
Los habitantes de estos valles, y sobre todo los indios, tienen veneración por
el Samán de Güere, al que parecen haber hallado los primeros conquistadores
poco más o menos en el mismo estado en que hoy lo vimos… El aspecto de
los árboles vetustos es en cierto modo imponente y majestuoso; así es que la
violación de estos monumentos de la naturaleza se castiga severamente en los
países que carecen de los monumentos de arte39.
200
Élites, medidas y Estado en Colombia en la primera mitad del siglo XIX
201
Luis Carlos Arboleda
44
Aún a finales de los años 1830 el libro de Nollet seguiría teniendo una fuerte incidencia en la
enseñanza de la física en las regiones más pobres de Colombia; ver Safford, F. The Ideal of the
Practical. Colombia’s Struggle to form a Technical Elite. Austin: University of Texas, 1976, p.105.
45
El estudio más completo sobre la historia de ambas instituciones, su organización académica y plan de
estudios es Rodríguez Prada, M. P. “Investigación y Museo: Museo de Historia Natural de Colombia,
1822-1830”. Cuadernos de Música, Artes Visuales y Artes Escénicas. 5, nº1, 2010, pp. 87-108.
202
Élites, medidas y Estado en Colombia en la primera mitad del siglo XIX
203
Luis Carlos Arboleda
204
Élites, medidas y Estado en Colombia en la primera mitad del siglo XIX
50
Galindo, A. Recuerdos históricos: 1840-1895. Bogotá: Imprenta de la luz, 1900, consultado 1
noviembre, 2013, http://www.lablaa.org
51
Ver la nota 34 sobre la dedicatoria de von Humboldt a Laplace en tanto “ilustre autor de la Mecánica
Celeste”.
52
Laplace, P. S. “De la variation de la pesanteur à sa surface, quelques mots sur la mesure qui en a
été faite par les académiciens français, et du système des poids et mesures qui en résulte”. Revue
scientifique et industrielle 1, 1840, pp. 139-149. La novena lección de Laplace fue publicada con notas
del editor en J. Dhombres, L’École Normal de l’An III. Leçons de Mathématiques. Laplace, Lagrange,
Monge. París: Dunod, 1992, pp. 117-124. Originalmente apareció como “cinquante-unième séance
(en) Mathématiques (de) Laplace, Professeur” Séances des Écoles Normales 5, pp. 201-219.
205
Luis Carlos Arboleda
206
Élites, medidas y Estado en Colombia en la primera mitad del siglo XIX
55
Galindo, Op. cit.
56
Sobre la participación del general Laplace en la elaboración de los informes sobre esta ley y su sus-
tentación ante la Cámara de Diputados y la Cámara de Pares, ver: Bigourdan, G. Le système métri-
que des poids et mesures. Son établissement et sa propagation graduelle, avec l’histoire des opérations
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tencia de un manuscrito de Emile Laplace titulado “Notice sur le système métrique décimal des
poids et mesures”, circa 1864. Sería interesante estudiar la probable conexión de este manuscrito
con los mencionados informes.
207
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58
Kalmanovitz, Op. cit. p. 36.
59
Cuerpo de Leyes, Op. cit. pp. 103-105.
208
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ed. Meisel Roca, et al. Bogotá, Banco de la República, 1990, consultado 1 septiembre, 2012, http://
www.banrepcultural.org/blaavirtual/economia/banrep1/indice.htm
65
Además de Secretario de Hacienda, Pombo se desempeñó como director de tres despachos
estratégicos para la implementación del SMD durante la primera administración de Mosquera: el
Crédito Nacional, la Oficina General de Cuentas y la Casa de la Moneda.
210
Élites, medidas y Estado en Colombia en la primera mitad del siglo XIX
sector del Estado, pues además de permitirle fijar estándares de calidad para
acuñar el metálico, su nomenclatura transparente y uniforme introducía un
orden en la babelización monetaria y dotaba a los intercambios económicos
de una base segura.
Sin embargo, la aplicación de esta reforma se dio en el marco de luchas
de resistencias de los mineros y comerciantes que se oponían al monopolio
del nuevo orden de estado. Como lo ha documentado Helguera, los mine-
ros antioqueños liderados por el gobernador Mariano Ospina Rodríguez se
opusieron a la reforma al considerar que su propia fuente en la ley de 1836
(la decimalización) la hacía inaplicable66. Sus prácticas y transacciones habi-
tuales en polvo de oro se basaban en las viejas unidades de pesas y medidas.
En la Nueva Granada no había copias de los nuevos patrones asequibles
para los mineros sin costos onerosos. Al mantenerse como plazo el 1º de
septiembre de 1846 para adoptar la decimalización en las medidas, “estas
innovaciones darían lugar a disturbios ya que (los miembros de) el pueblo
de Antioquia no eran matemáticos”.
En editoriales del Antioqueño constitucional de 1846 y 1847, citados por
Helguera, se ponen en cuestión las nuevas medidas argumentando que la
nación no estaba preparada para su uso; incluso se pregunta por qué debería
la Nueva Granada imitar en todo a Francia. Ante la fuerza de su imposición
legal y dados sus beneficios indiscutibles en las prácticas de agricultura, estos
sectores refractarios al uso del SMD lo irán aceptando poco a poco con la
condición de que el Estado les permita seguir utilizando las antiguas medidas
coloniales. Esta situación era representativa de lo que ocurría en otras
provincias, en particular en Santa Marta en donde los poderosos comerciantes
criticaban, por los mismos años, al gobierno en el Semanario por cambiar las
medidas tradicionales. De manera que en los meses de agosto y septiembre de
1847, al tomar otras disposiciones dirigidas a los gobernadores ordenándoles
promover el uso del SMD como base del sistema nacional unificado de pesos y
medidas, la administración central se vio obligada a distribuir en las provincias
tablas de las medidas vigentes con sus equivalentes tanto en unidades francesas
como españolas67. Este régimen de hibridación de medidas será finalmente
sancionado como política pública en la ley de 1853 que adopta el metro como
unidad para la unificación del sistema nacional de pesos y medidas.
66
Helguera, Op. cit. p. 125.
67
Helguera, Op. cit. p. 128. La información de Helguera no ha sido suficientemente aprovechada
por los autores que se han ocupado de la decimalización monetaria en el gobierno de Mosquera
y sus acciones en pro del establecimiento del SMD en Colombia. Ver, en particular, V. M. Patiño,
Historia de la cultura material en la América Equinoccial, tomo VI: Comercio, (Bogotá: Biblioteca
científica de la Presidencia de la República, 1984).
211
Luis Carlos Arboleda
68
Circular del 22 de septiembre del Secretario de Gobierno a los Gobernadores publicada en: Gaceta
de la Nueva Granada (GNG), no 916, 30 septiembre, 1847, p. 647.
69
GNG, Nº. 902, 12 de agosto de 1847, p. 526.
70
GNG, Nº. 903, 15 de agosto de 1847, p. 529.
212
Élites, medidas y Estado en Colombia en la primera mitad del siglo XIX
71
Kalmanovitz, Op. cit. p. 37.
213
Luis Carlos Arboleda
72
Ley del 8 de junio de 1853. Gaceta Oficial, Nº. 1548, 16 junio, 1853, p. 501. Ver el folleto: Sistema
Métrico Decimal de la Nueva Granada. 1853 que contiene la ley del 8 de junio de 1853, el Decreto
orgánico del sistema métrico decimal del 1º de julio de 1853, la circular relativa al decreto anterior
de la misma fecha, un par de “Cuadros métricos” con las equivalencias de pesos y medidas
granadinas en el SMD francés y una sección con ejemplos de aplicación de estas conversiones a
situaciones prácticas.
214
Élites, medidas y Estado en Colombia en la primera mitad del siglo XIX
1791 fue precisamente porque por años “había experimentado todos los in-
convenientes de un régimen complicado y arbitrario” como el que derogó la
ley de 1853 y su decreto orgánico. La circular explica mediante una tabla que
la escala de múltiplos y submúltiplos, y la nomenclatura de la metrización
decimal eran más armónicas y uniformes que las medidas anteriores. En fin,
frente a la crítica de las provincias de que el gobierno no estaba preparado
para hacer operativa la ley al no poder garantizar la distribución oportuna
de copias de los nuevos prototipos sin costos excesivos para los usuarios, la
circular del 1º de julio firmada por el Secretario de gobierno Rafael Núñez
concluía con una promesa de dudoso cumplimiento:
El poder ejecutivo dispondrá cuanto antes la fabricación de las correspon-
dientes pesas y medidas; y tan luego como esto se verifique esta Secretaría
hará de ellas la conveniente distribución, a fin de que desde el día 1º de enero
próximo comience a regir, en todas sus partes, el decreto orgánico del sistema
métrico nacional.
Con todo y ello, esta argumentación en pro del nuevo sistema no pasaba
de ser un discurso probablemente razonable pero nada práctico, pues la ley
abría la puerta para que se mantuvieran las costumbres de aplicar las medi-
das vigentes y para que el SMD no fuera adoptado como un imperativo en
todos los actos públicos y privados de la república. Es cierto que la circular
hablaba en términos del “sistema métrico nacional”, pero el artículo 4º de
la ley relativizaba el alcance de la metrización de medidas como política de
Estado, y permitía que el metro fuera tenido en cuenta solo como referente
para las equivalencias con las medidas granadinas de uso consuetudinario.
La ley no se proponía crear condiciones para garantizar la “nacionalización”
del sistema francés, propiciando por ejemplo la búsqueda de un estado de
equilibrio en la uniformidad y universalidad del uso de la nueva unidad en
las prácticas de medida en los territorios y comunidades. Por ello tal vez era
más apropiado el concepto de “sistema métrico oficial de la República” em-
pleado en el artículo 1º del Decreto orgánico.
No hay nada en este proceder que resulte extraño. La historia de la difu-
sión y apropiación de teorías científicas en los siglos XVIII y XIX nos mues-
tra que la nueva opción teórica representada por ejemplo en un texto de
física de newtoniana (o el SMD basado en la aritmética decimal) tuvo que
interactuar con condiciones específicas del medio local (intermediaciones
con otros sistemas teóricos o reinterpretaciones), para poder conquistar un
mínimo consenso favorable. Luego tuvo que recorrer un largo trecho para
convertirse en opinión paradigmática estable y consistente, capaz de funcio-
nar como pensamiento vivo en la sociedad. Es por ello que la explicación
215
Luis Carlos Arboleda
73
Arboleda, Acerca del problema de la difusión científica en la periferia. Op. cit.
74
Lacroix, Silvestre-François. Traité élémentaire d’Arithmétique. París: Courcier, 1797. Hasta 1848
se reportan al menos veinte ediciones revisadas y corregidas en francés. Es el primer volumen
del Cours élémentaire de Mathématiques pures, que incluyó otros volúmenes en Álgebra (1800),
Geometría (1799), Trigonometría rectilínea y esférica, y aplicaciones del Álgebra a la Geometría
(1798). El análisis de cada uno de estos volúmenes se encuentra en: Lacroix, Essai sur l’enseignement
en général et sur celui des mathématiques en particulier. París: Courvier, 1805.
75
El más reciente de los autores que comentan la divulgación en Colombia de Lacroix a lo largo del
siglo XIX y hasta el primer tercio del siglo XX es Poveda Ramos, 2012, pp. 31-42, 281-283.
216
Élites, medidas y Estado en Colombia en la primera mitad del siglo XIX
217
Luis Carlos Arboleda
80
Lacroix, Essais sur l’enseignement en général et sur celui des mathématiques en particulier. París:
Bachelier, 1816, pp. 236-237, consultado 1 septiembre, 2013, sitio web de Gallica - BNF. http://
gallica.bnf.fr/ark:/12148/bpt6k107598s
81
Ibíd. (1805).
82
Helguera, The First Mosquera. Op. cit. p. 71. Según Helguera el número de “ciudadanos” en todo el
país (la designación corresponde a la Constitución de 1843 elaborada por Mosquera) no habría sido
mayor de diez mil si se tiene en cuenta la participación política anual en la década 1843-1853. De
manera que un término tal vez más apropiado para referirse a los miembros de la élite no monárqui-
ca neogranadina era el de “patricios”, en un sentido parecido a la ciudadanía en la república romana.
218
Élites, medidas y Estado en Colombia en la primera mitad del siglo XIX
83
Lacroix, Essais sur l’enseignement. Op. cit. p. 240.
84
Bergeron, Op. cit. pp. 42-43.
85
Pombo, Lecciones de aritmética. Op. cit.
219
Luis Carlos Arboleda
86
Mora Sánchez, T. Elementos de Aritmética integral, decimal y comercial escritos según el método ma-
temático para el uso de la juventud granadina. Con noticia y tablas de todas las medidas de Francia,
Inglaterra y España. Bogotá: José A. Cualla, 1834. La obra tuvo una edición en París, Mora Sánchez
(1859), en la cual la presentación de la aritmética no estaba restringida al uso de la juventud gra-
nadina. Ver: Hidalgo, D. Diccionario general de bibliografía española, v. 5. Madrid: Imprenta de las
escuelas pías, 1862-1881, p. 298.
87
Estos datos se encuentran sin mayor soporte documental en la noticia biográfica de Mora Sánchez
en: Mesanza, A. y Ariza, A. Bibliografía de la Provincia Dominicana de Colombia. Caracas: Uni-
versidad Católica Andrés Bello, 1981. En la página 96 los autores afirman: “No sabemos su lugar
de nacimiento. Era conventual de Cartagena en 1816, donde fue procesado por Morillo como
patriota. En 1828 vivía en casa particular en Santa Fe, y allí ocultó a (Pedro) Carujo después de la
nefanda noche septembrina (25 de septiembre de 1828). En 1829 estaba en Cartagena. Al tomar el
Convento (1832) el obispo para su curia, el P. Mora continuó viviendo en Corozal, donde fundó y
regentó un Colegio, hasta su muerte (27 de noviembre de 1845)”.
220
Élites, medidas y Estado en Colombia en la primera mitad del siglo XIX
221
Luis Carlos Arboleda
88
Liévano, Indalecio. Tratado Elemental de Aritmética. Bogotá, Imprenta de Echeverría, 1856.
89
de Pombo, Lino. Lecciones de geometría analítica. Bogotá: Imprenta de El Día, 1850.
90
de Pombo, Lino. Lecciones de aritmética y álgebra. Bogotá: Imprenta de la Nación, 1858.
222
Élites, medidas y Estado en Colombia en la primera mitad del siglo XIX
223
Luis Carlos Arboleda
del Estado91. Pero también lo diferencia del propio enfoque del SMD empleado
por Pombo en las Lecciones de 1858. Dentro de un estilo “lacónico” y simple,
la presentación de Liévano expresa un pensamiento dual caracterizado, en
primer lugar, por el rigor conceptual: El sistema debe derivarse lógicamente
de su teoría de los números. Pero también por un pensamiento operatorio:
El saber conceptual del SMD debe en todo caso sintetizarse en una regla o
algoritmo que permita su aplicación en situaciones significativas del mundo
de la cantidad. Esta escogencia epistemológica de Liévano comporta la
afirmación en un principio de autonomía corporativa como miembro de
la élite de ingenieros matemáticos: el Estado es advertido que a partir de ese
momento la enseñanza de saberes útiles para garantizar el monopolio de su
régimen de poder, tenía además que ajustarse a ciertas exigencias intelectuales
y académicas.
La afirmación de autonomía corporativa de la élite que expresa Liévano
en su aritmética parece alinearse medio siglo después con las declaraciones
de los primeros científicos republicanos en pro de la universalización del
metro. En la primera parte de este ensayo nos referimos a los argumentos de
Haüy para convencer a sus lectores del tratado de física sobre las ventajas del
nuevo sistema: su naturaleza objetiva y uniforme, su aplicabilidad en los más
variados contextos y, en materia política, el rasgo que permitía distinguir al
SMD del orden de medida monárquico: el hecho de haber sido adoptado en
el marco de una alianza de nuevo tipo del Estado con los científicos en tanto
comunidad. Metrizar la sociedad, contribuir a su manejo en la organización
del Estado republicano, implicaba en buena medida para estos científicos
avanzar en la profesionalización de su estatus en un sentido diferente al del
savant de la corte del rey.
91
Entre los numerosos folletos y manuales de este tipo se distingue Obregón (1856). El carácter
oficial de la edición ordenada por el Poder Ejecutivo queda manifiesto en la siguiente autorización
que lleva la firma del secretario de hacienda Rafael Núñez: “Siendo, como es, dicha obra de indu-
dable utilidad para las Oficinas de Hacienda, y muy particularmente para las Aduanas, publíquese
y circúlese oficialmente.”
224
Élites, medidas y Estado en Colombia en la primera mitad del siglo XIX
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228
Élites, medidas y Estado en Colombia en la primera mitad del siglo XIX
229
Luis Carlos Arboleda
230
Capítulo 6
Introducción
3
Ibíd., p. 25.
4
Ibíd.
5
Dupuis-Déri, Francis. “Qui a peur du peuple?”. Variations, n 15, 2011, consultado 22 octubre,
2013, http://variations.revues.org/93.
6
Kantorowicz, E.H. The King’s two bodies. A study in mediaeval political theology, vol. 8. Princeton
University Press, 1975, p. 568.
232
La soberanía de la nación a la prueba de “los puñales del 7 de marzo de 1849”
7
Smagghe, Laurent. “Représentations, usages et pouvoirs de l’émotion dans le discours politique des
ducs de Bourgogne (XIVe-XVe siècles)”. Position de thèse. 5 décembre 2010.
8
Saada-Gendron, J. “L’analyse des passions dans la dissolution du coprs politique: Espinoza et
Hobbes”, Asterion. 3, 2005.
9
Esquenazi, Jean-Pierre “Vers la citoyenneté: l’étape de l’émotion. Mots”. Les langages du Politique, n
75, 2004, Émotion dans les medias.
10
Baczko, Bronislaw . “Démocratie rationnelle et enthousiasme révolutionnaire”. Mélanges de l’Ecole
française de Rome. Italie et Méditerranée T. 108, n 2, 1996, pp. 583-599.
233
Natalia Suarez Bonilla
11
Dupuis-Déri, Op. cit.
12
Annino, A. y Guerra, F. X. Inventando la nación. Iberoamérica XIX. México: Fondo de Cultura
Económica, 2003.
13
Dupuis-Déri, Op. cit.
14
Uribe de Hincapié, María Teresa y López Lopera, Liliana María. Las palabras de la guerra: metáfora,
narraciones y lenguajes políticos. Un estudio sobre las memorias de las guerras civiles en Colombia.
Colombia: La Carreta Editores, 2006.
234
La soberanía de la nación a la prueba de “los puñales del 7 de marzo de 1849”
15
Según David Bushnell, el uso de las armas en los procesos electorales no fue un hecho aislado
en la Nueva Granada durante el siglo XIX. Bushnell, David. Las elecciones en Colombia: siglo XIX.
Colombia: Edición en la biblioteca virtual del Banco de la República, 1994.
235
Natalia Suarez Bonilla
16
Acta Congreso. En Gazeta oficial (1020 al 1093). Tomado de: https://play.google.com/books/reade
r?id=fLszAQAAMAAJ&printsec=frontcover&output=reader&hl=es&pg=GBS.PA1
236
La soberanía de la nación a la prueba de “los puñales del 7 de marzo de 1849”
237
Natalia Suarez Bonilla
que buscan los medios para hacer decir y hacer creer que los hechos en cues-
tión son efectivamente escandalosos.
Sin embargo, dicha denuncia produce la reacción inmediata de la parte
denunciada, es decir de los simpatizantes de la candidatura de López, lo
que conlleva a que el escándalo alrededor del 7 de marzo tome la forma
de un acontecimiento (affaire). En efecto, la unanimidad de la denuncia
inicial se rompe cuando los acusados comienzan a su vez a denunciar
públicamente los argumentos utilizados por el denunciante. Esto genera una
indeterminación en las posiciones iniciales del culpable y de la víctima, ya
que los simpatizantes liberales realizan un trabajo de defensa frente a las
acusaciones de los conservadores que hace emerger los problemas políticos
de fondo que se generaron durante los gobiernos precedentes, de los cuales
éstos no participaron, y que condujeron a que no solamente la victima fuera
el régimen democrático sino también la nación entera.
17
Posada Gutiérrez, J. Memorias Histórico Políticas de Joaquín Posada Gutiérrez. Bogotá: Imprenta
Foción Mantilla, 1865, consultado en http://www.banrepcultural.org/blaavirtual/historia/
memhist/indice.htm
238
La soberanía de la nación a la prueba de “los puñales del 7 de marzo de 1849”
una presencia que ejerce presión sobre los delegados provinciales encargados
de elegir el presidente de la república.
Con el propósito de argumentar su crítica, el autor hace referencia a la
forma como históricamente se ha transformado la participación del pueblo
en el proceso de elección de sus gobernantes dejando ver de esta manera
representaciones compartidas que trascienden el espacio nacional alrededor
de este tema. Inicia así un recuento de lo que es la democracia directa en
la Grecia antigua, enseguida explica el funcionamiento de la república en
Roma antigua y finalmente hace referencia a la democracia representativa, la
cual es interpretada por el autor como ese régimen “en el que el pueblo pro-
piamente dicho, no el populacho, ejerce la soberanía, por un medio único,
que consiste en elegir por sufragio sus representantes y mandatarios (…)”.
Lo interesante de este trabajo argumentativo es que se pone en evidencia las
ambigüedades constitutivas que están al origen de la democracia representa-
tiva y más específicamente la difícil conjugación entre la soberanía del pue-
blo implícita en el concepto de democracia directa con un tipo de régimen
representativo.
El autor muestra como en el proceso evolutivo que caracteriza la instau-
ración de la democracia representativa, la participación directa del pueblo,
es decir la proximidad de éste en el proceso de selección de los altos manda-
tarios, se va perdiendo en favor de una distancia la cual es promovida por un
dispositivo jurídico que autoriza la mediación entre la voluntad de la mayo-
ría y la forma como esta voluntad toma forma políticamente. El eje central
alrededor del cual se organiza dicho dispositivo es la figura del diputado el
cual es elegido por voto popular con el propósito de representar la volun-
tad de sus electores. Este se presenta, por lo tanto, como el mediador entre
la voluntad de todos y la voluntad del gobernante. Para el autor el sistema
representativo es, pues, la forma ordenada y correcta en la que se manifiesta
la soberanía de la nación siendo “(…) cualquiera otro modo por donde se
pretenda ejercer la omnipotencia, anárquico, subversivo del orden público,
criminal (…)”
Como en el viejo continente, el significado de este rechazo frente a la
democracia directa encuentra aquí su fundamento en un pensamiento ago-
rafóbico que se organiza alrededor de unas representaciones discriminato-
rias del pueblo en las que éste aparece como incapacitado para gobernar.
Esta incapacidad está en general asociada a una idea del pueblo como un
grupo social que está por naturaleza determinado por sus emociones y sus
deseos más que por la razón. La irracionalidad se manifiesta a la hora de
la toma de decisiones las cuales se hacen de una manera impulsiva, lo que
conlleva a que éstas muchas veces se presenten de forma contradictoria.
239
Natalia Suarez Bonilla
18
El Sufragante, Nº. 7, 24 de mayo, 1849.
240
La soberanía de la nación a la prueba de “los puñales del 7 de marzo de 1849”
españoles tuvieran que hacer uso de sus armas para libertar a él i a sus com-
pañeros de los insultos i ultrajes de aquella turba infame”.
El caso de Neira, libertador de la capital de las lanzas de los llaneros, el
cual ve por sus mismos compañeros ultrajada su memoria condenando sus
hechos y “(…) haciéndose cooperadores del atentado proditorio del 7 de
marzo”. El autor prosigue argumentando cómo esta ambigüedad que carac-
teriza la movilización de las masas y la violencia que éstas pueden ejercer
frente a la frustración es lo que será aprovechado estratégicamente por los
liberales en las elecciones del 7 de marzo, quienes tildados de “hopalantas
y ruanetas armados de puñal” buscarán, por medio del enfrentamiento san-
griento, alcanzar el poder. Desde esta visión de la arena pública como sinó-
nimo de guerra civil, como un espacio en que se enfrentan las facciones que
nacen de intereses individuales irreconciliables, el autor cuestiona la capaci-
dad de representatividad del público que presenció el escrutinio ya que “(…)
no solo no representa al pueblo de la Nueva Granada, pero ni siquiera a la
inmensa mayoría del pueblo moral y sensato de la capital”.
241
Natalia Suarez Bonilla
19
Rosanvallon, Op. cit.
20
La Democracia. 1 abril, 1849.
242
La soberanía de la nación a la prueba de “los puñales del 7 de marzo de 1849”
21
El Fanal. Nº. 4, 1 mayo, 1849.
22
El Censor. Nº. 41-43, 1849.
243
Natalia Suarez Bonilla
23
La Democracia, Nº. 3, 20 abril, 1849.
24
Ibíd.
244
La soberanía de la nación a la prueba de “los puñales del 7 de marzo de 1849”
a frente “preparados para medir sus fuerzas”. Según el artículo, esta situación
de rivalidad favorece la relación conflictiva que los diferentes actores tejen
con el Congreso ya que éste se ve atrapado en las intrigas y maquinaciones
fabricadas por los diferentes partidos con el fin de imponer, por medio de la
mayoría, sus intereses particulares.
Esta situación que desdibuja el carácter neutral y objetivo de la función
deliberativa de este órgano, trae como resultado la estigmatización a la vez
del Congreso y del Candidato electo. En efecto, cualquiera que sea el vence-
dor de la contienda, el proceso por medio del cual se obtiene su elección es
cuestionado ya sea bajo los argumentos de coerción o aquellos de coacción
y, por consiguiente, el candidato elegido es inevitablemente objeto de acoso
por parte de los vencidos. Para el autor, el problema de la violencia reside en-
tonces, allí donde va a decidirse en cinco minutos acerca de las esperanzas,
de los trabajos, de los cálculos, de las maquinaciones de mucho tiempo. Allí
donde un partido oye pronunciar su sentencia de muerte por un voto contra
una inmensa mayoría, allí es donde será siempre muy difícil que enconados
partidos se sometan repentinamente al yugo de la razón y de la ley.
Sin embargo, para el autor, esta actitud no proviene únicamente de los
nacientes partidos, sino también de las masas. La figura de la representación
encarnada en el Congreso puede llevar a que la voluntad de las provincias,
expresada en las elecciones primarias no sea respetada por el diputado que
la representa; igualmente este dispositivo de mediación se presta para que el
pueblo manipulado por demagogos crea no solo que puede hacer valer di-
rectamente la voluntad a la asamblea nacional sino que además piense que,
porque no se elige el candidato de su preferencia, la voluntad de unos pocos
se está suplantando a la voluntad de la mayoría.
Para el redactor de este artículo, esta situación genera una reacción
violenta la cual puede terminar en una guerra civil. Por eso es de la idea
que la mejor solución se encuentra en el dispositivo jurídico que promueve
la elección directa del presidente, y esto a pesar de que éste sostiene que
los procesos electorales seguirán, por naturaleza, produciendo intrigas y
efervescencias. Sin embargo, la forma que pueden tomar dichas intrigas no
conducirán al enfrentamiento violento, ya que este nuevo dispositivo obliga
a los partidos a ocuparse de la publicidad de los méritos de su candidato
entre sus potenciales votantes, al igual que a instruir a estos últimos en sus
derechos como votantes, de manera que ejerzan con consciencia el derecho
al voto. Este nuevo dispositivo presupone igualmente un cambio en las
funciones del Congreso, las cuales sin comprometer su dignidad, se reducen
al conteo de los sufragios, a la verificación que los criterios que garantizan
los derechos del electorado sean cumplidos así como el reglamento que
245
Natalia Suarez Bonilla
246
La soberanía de la nación a la prueba de “los puñales del 7 de marzo de 1849”
25
El Censor. Nº. 42, 1849.
26
Cordovez Moure, José María. Reminiscencias de Santafé y Bogotá. tomos III y IV. Bogotá: Librería
Americana, 1899.
27
Camacho Roldán, S. “Los puñales del 7 de marzo”. El Siglo, 22 abril, 1849.
247
Natalia Suarez Bonilla
28
Ibíd.
29
Ibíd.
30
Ibíd.
31
Cordovez Moure, Op. cit.
248
La soberanía de la nación a la prueba de “los puñales del 7 de marzo de 1849”
32
Posada Gutiérrez, Op. cit.
33
Baczko, Op. cit.
249
Natalia Suarez Bonilla
250
La soberanía de la nación a la prueba de “los puñales del 7 de marzo de 1849”
[…] En la cuenta que se hacía de los votos que se proclamaban, cada vez
que los favorables al señor Cuervo se adelantaban a los del general López,
las filas que pecho con espalda cercaban a los senadores y representantes,
prorrumpían en insultos y frases desvergonzadas e insolentes, con ademanes
amenazadores, anuncio todo de mayores excesos […].
251
Natalia Suarez Bonilla
252
La soberanía de la nación a la prueba de “los puñales del 7 de marzo de 1849”
al uso grupal de la fuerza, igualmente su único apoyo eran los artesanos que
se reunían de manera pacífica. Las sociedades democráticas actuaban más
bien en respeto de la representación nacional y en adhesión con la voluntad
del Congreso en su elección del presidente. A pesar del rumor que circulaba
a propósito de los actos anárquicos de estas asociaciones, varias comisiones
de la sociedad democrática fueron enviadas al recinto donde se realizaban
las elecciones con la tarea de reafirmarle al presidente del Congreso, los pro-
pósitos que estas perseguían y que no eran otros que el de instruir y mora-
lizar al pueblo, respetar las leyes y sostener la libertad del Congreso en ese
día de las elecciones:
Una comisión en su seno (sociedad de artesanos) fue encargada de felici-
tar el señor Pradilla por su nombramiento como gobernador en tan críticas
circunstancias y de ofrecerle la colaboración de sus miembros en el soste-
nimiento del orden y de la libertad en el acto solemne de la emisión de sus
votos como primer magistrado.
253
Natalia Suarez Bonilla
254
La soberanía de la nación a la prueba de “los puñales del 7 de marzo de 1849”
Conclusión
255
Natalia Suarez Bonilla
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257
Capítulo 7
Introducción
3
D’Allemand, Patricia. José María Samper, Nación y cultura en el siglo XIX colombiano. Suiza: Peter
Lang, 2012, 4.
4
Charry Samper, Héctor. “La transición ideológica de José María Samper Agudelo”. Boletín de
Historia y Antigüedades, Órgano de la Academia Colombiana de Historia. Nº. 800, 1878.
260
Definiciones de nación en la investigación jurídica de José María Samper (1873-1886)
5
Sierra Mejía, Rubén. “José María Samper: la decepción del Radicalismo”. El Radicalismo colombiano
del Siglo XIX. Bogotá: Universidad Nacional de Colombia, 2006.
6
Jaramillo Uribe, Jaime. El pensamiento colombiano en el siglo XIX. Bogotá: Alfaomega, 2001, p. 174
7
Sierra Mejía, Op. cit. p. 65.
261
Eric Rodríguez Woroniuk
8
Rossolillo, Francesco. “Nación”. Diccionario de ciencia política, ed. Norberto Bobbio. México:
Fondo de cultura económica, 2005, pp. 1022-1023.
9
Ibíd., p. 1024.
10
Samper en El programa de un liberal era enfático al sostener la importancia de la unidad nacional
como trasfondo en la integración política de los Estados federales. Para él “la existencia le toda nación
tiene la condición implícita y necesaria de la perpetuidad, o mejor dicho, de lo indefinido, por la muy
sencilla razón que el pueblo es una entidad permanente, un ser que se compone de las generaciones
que fueron, que son y que serán, encadenadas por intereses perdurables como son los de la naturaleza
humana. Si alguna vez la guerra puede romper la asociación federal, momentáneamente, es solo
como un medio coercitivo de obtener justicia; sin que por eso deba desaparecer la unidad social o
popular”. José María Samper, El programa de un liberal a la convención constituyente de los Estados
Unidos de Nueva Granada. París: Imprenta de E. Thunot y C, 1861, pp. 15-16.
11
Ibíd., p. 13.
262
Definiciones de nación en la investigación jurídica de José María Samper (1873-1886)
12
Palacios, Marco. “La Regeneración ante el espejo liberal y su importancia en el siglo XX”, en Marco
Palacios La clase más ruidosa y otros ensayos. Bogotá: Norma, 2002, p. 144.
13
Samper, José María. Derecho público interno de Colombia, t. I. Bogotá: Biblioteca Popular de
Cultura Colombiana, 1951, p. 2.
14
Ibíd., p. 7.
263
Eric Rodríguez Woroniuk
15
Samper, José María. Historia de un Alma. Bogotá, Imprenta Zalamea Hermanos, 1881, p. 332.
264
Definiciones de nación en la investigación jurídica de José María Samper (1873-1886)
16
D’Allemand, Op. cit. p. 10.
17
Samper, José María. “Crónica interior”. El Neogranadino. Marzo 12, 1857.
18
Samper, José María. Proyecto de lei sobre fomento de la instrucción pública.Bogotá, 1864.
265
Eric Rodríguez Woroniuk
19
Deas, Malcolm. “Miguel Antonio Caro y amigos: gramática y poder en Colombia”. Del poder y
la gramática y otros ensayos sobre historia, política y literatura colombianas. Ed. Malcolm Deas.
Bogotá, Tercer Mundo, 1993, pp. 31-32.
20
Samper, “Discurso de recepción”. Op. cit. p. 184.
21
Ibíd., p. 191-192.
22
Ibíd., p. 192.
23
Para Santiago Díaz Piedrahita “La más antigua entre las academias creadas mediante la ley y que
actúan como órganos consultivos del gobierno nacional es la Academia Colombiana de la Lengua,
entidad que, con base en un acuerdo de la Real Academia Española (aprobado el 24 de noviembre
de 1870 y que la declaraba entidad filial), inició labores el 10 de mayo de 1871. Con posterioridad
fueron creadas la Academia Nacional de Medicina (febrero 9 de 1873), la Academia Colombiana
de Jurisprudencia (9 de septiembre de 1894), la Academia Colombiana de Historia (9 de mayo
de 1902), la Sociedad Geográfica de Colombia (20 de agosto de 1903), la Academia Colombiana
de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales (28 de mayo de 1936) y la Academia Colombiana de
Ciencias Económicas (3de mayo de 1984). Otros organismos consultivos del gobierno, como la
Sociedad Colombiana de Ingenieros y su homóloga la Sociedad de Arquitectos, fueron fundados,
respectivamente, el 29 de mayo de 1887 y el 6 de junio de 1934,en tanto que el Instituto Caro y
Cuervo inició labores el 25 de agosto de 1942. El Colegio Máximo de las Academias de Colombia,
organismo que agrupa a las citadas academias y sociedades, inició actividades el 2 de octubre de
1989”, en Santiago Díaz Piedrahita, “La organización en 1871 de la Academia Nacional de Ciencias
Naturales y sus reglamentos”, Boletín de Historia y Antigüedades XCII, Nº. 829, junio, 2005.
266
Definiciones de nación en la investigación jurídica de José María Samper (1873-1886)
24
Deas, Op. cit. p. 28.
25
Samper, “Discurso de recepción”, Op. cit. pp. 182-183.
267
Eric Rodríguez Woroniuk
26
Samper, José María. Curso elemental de ciencia de legislación, dictado en clases orales. Bogotá:
Imprenta de Gaitán, 1873. XVI.
27
Ibíd., p. XX.
28
Ibíd., p. 106.
29
Ibíd., p. 8.
30
Su adhesión a esta entidad académica se produjo a instancias de Edme François Jomard, Director
del Depósito de Mapas de la Biblioteca Imperial y miembro además de la Academia de Inscripciones
y Bellas Letras. Samper, José María. Historia de un alma. Op. cit. pp. 398-399.
31
Rodríguez Woroniuk, Eric. “Política y Civilización en el pensamiento de José María Samper”.
Miradas críticas de la cultura. Eds. Gilberto Loaiza Cano y Humberto Quiceno Castrillón. Cali:
Universidad del Valle, Facultad de Humanidades, 2011, p. 129.
268
Definiciones de nación en la investigación jurídica de José María Samper (1873-1886)
Sin embargo José María Samper permaneció fiel a las ideas básicas ex-
puestas en el Curso elemental de ciencias de la legislación, según Jaime Ja-
ramillo Uribe su inspiración continuó “durante años como profesor de
derecho constitucional, las que defendió como legislador y en su obra
de madurez el Derecho público interno de Colombia”32. Este tratado fue diri-
gido por Samper “a exponer lealmente a la juventud estudiosa el resultado
de una investigación que, guiada por el patriotismo y el amor a la ciencia,
no debe conducir a ninguna denigración ni glorificación de personas o par-
tido, sino poner de manifiesto la verdad científica, tal como la historia y la
experimentación colectiva y de largos años la presentan”33. El primer tomo
contiene la crítica histórica ajustada al estudio de los hechos, el segundo
tomo referido al estudio de la carta política de 1886 comprende un análisis
particularizado de “los principios de la Ciencia constitucional, a la verdad de
los hechos parlamentarios, y a una sana hermenéutica”34.
Tal vez su método complejo tuvo desarrollos especiales en la concepción
clásica del constitucionalismo liberal presente en el Derecho público interno
de Colombia. Según Jaime Jaramillo Uribe la composición de este tratado
aparece “notablemente mezclada con elementos históricos, y por lo tanto,
desprovista de su primitiva rigidez teórica”35. Pareció acomodarse a la
disposición narrativa de los intelectuales de su generación, según lo reconoce
en su “Discurso de recepción en la Academia Colombiana”, la cual dota “el
espíritu observador y el aticismo y agudeza que predominan en Bogotá,
predisponían a muchos de nuestros hombres a en ensayar sus fuerzas en
la descripción y critica de las costumbres nacionales”36. Su mirada sobre
el desenvolvimiento histórico fue acomodándose a los acontecimientos
observados para repensar de manera crítica desde nuevos puntos de vista
valorativos la disciplina jurídica y social, con el propósito de proveer una
la nueva forma institucional en Colombia. José María Samper aclara su
posición metodológica al iniciar su tratado, para él los pueblos
32
Jaramillo Uribe, Op. cit.., p. 179.
33
Samper, Derecho público. Op. cit.., p. 7-8.
34
Ibíd., p. 355.
35
Ibíd., p. 188.
36
Samper, “Discurso de recepción”, Op. cit.., p. 178.
269
Eric Rodríguez Woroniuk
prolongadas, fácil les es darse cuenta, por infortunios que han sufrido, y por el
encadenamiento lógico de estos, de los errores y faltas en que han ocurrido37.
Ilustrados y regeneración
Sin duda alguna los desarrollos intelectuales de José María Samper como
producto de la modernidad paradójicamente lo condujeron a sustentar po-
siciones tradicionales. En alguna manera hizo plenamente consciente la hi-
bridez reconocida por François-Xavier Guerra de los “actores modernos”
en Latinoamérica en el siglo XIX en sus aspiraciones políticas. Éstos al te-
ner comportamientos privados profundamente tradicionales, ya sea por ser
estimados como notables, o terratenientes, o prestigiosos administradores,
entre otros, tuvieron dificultades para sus realizaciones públicas de acuerdo
con las exigencias de la modernidad. Por ello destaca “desde este punto de
vista, su influencia política resulta más de su capacidad de acción antigua
que de la adhesión a la política moderna que formulan”40.
37
Samper, Derecho Público…, Op. cit.., p. 1.
38
Jaramillo Uribe, Op. cit.., p. 188.
39
Samper, Derecho Público…, Op. cit.., p. 7.
40
Guerra, François-Xavier. “Hacia una nueva historia política: actores sociales y actores políticos”.
Figuras de la modernidad hispanoamericana siglos XIX y XX. Comp. Annick Lempérière y Georges
Lomné. Bogotá: Universidad Externado de Colombia y Taurus, 2012, p. 38.
270
Definiciones de nación en la investigación jurídica de José María Samper (1873-1886)
41
Ibíd., pp. 366-367.
42
Samper, Derecho Público…, Op. cit.., p. 367.
43
Jaramillo Uribe, Op. cit.., p. 183
271
Eric Rodríguez Woroniuk
44
Botana, Natalio. El orden conservador. Buenos Aires: Hyspamerica, 1985, p. 45.
45
Samper, “Discurso de recepción”, Op. cit.., p. 188.
272
Definiciones de nación en la investigación jurídica de José María Samper (1873-1886)
acerca de las “virtudes” requeridas para tales fines: “la eliminación del amor,
del odio y de todos los elementos sensibles puramente personales, de todos
los elementos irracionales que se sustraen del cálculo”46; en su caso, produc-
to de sus aspiraciones científicas para definición de un nuevo ordenamiento
constitucional como lo fue su experiencia de 1886. Sus aserciones no dejan
de tener algo de conformidad ante la presunción de la presencia de una “rea-
lidad” inmodificable “lo artificial no puede vivir, y las naciones han de tener
vida natural como los hombres o los pueblos que la componen”47.
Retomando la interpretación de François-Xavier Guerra acerca de los
“actores modernos” en Latinoamérica en el siglo XIX encontramos en José
María Samper una situación paradójica. Por medios modernos como lo es la
investigación, o al menos lo que se estimaba como investigación en su épo-
ca, culmina por formular un tratado de Derecho Constitucional que pasa a
convertirse en parte de la formula política donde finalmente se legitiman las
concepciones parroquiales del Antiguo Régimen propias del orden colonial.
Es elocuente su desdeño en las conclusiones del tomo I de su Derecho público
interno de Colombia, al sostener:
Ha sido una quimera, —quimera generosa inspirada por los más filantró-
picos anhelos, pero siempre quimera—, la pretensión de hacer andar súbi-
tamente por los amplios y luminosos senderos de la libertad democrática, a
unas poblaciones profundamente ignorantes, incomunicadas, perdidas y dis-
persas en inmensos y complicados territorios, educadas conforme a las ideas
e instituciones del siglo XV, y arrancadas, por los esfuerzos de un heroísmo
portentoso, pero rudo y desordenado, a la quietud, el silencio y las tinieblas
del régimen colonial48.
46
Weber, Max. Economía y sociedad. México: Fondo de cultura económica, 1977, p. 732.
47
Samper, Derecho Público…, Op. cit.., p. 359.
48
Ibíd., p. 368.
49
Mosca, Gaetano. La clase política. México: Fondo de cultura económica, 2004, p. 91
273
Eric Rodríguez Woroniuk
50
Melo, Jorge Orlando. “La constitución de 1886”. Nueva historia de Colombia, vol. III. Bogotá:
Planeta, 1989, consultado en www.jorgeorlandomelo.com.
51
Samper, Derecho Público…, Op. cit.., p. 373.
52
Ibíd., p. 366.
274
Definiciones de nación en la investigación jurídica de José María Samper (1873-1886)
53
Ibíd., p. 369.
54
Samper, José María Chile y su presidente. Bogotá: Imprenta de vapor de Zalamea Hermanos, 1881,
p. 34.
55
Valderrama Adrade, Carlos. “Miguel Antonio Caro y los personajes políticos de su época”. Núñez
y Caro, Jaime Jaramillo Uribe et al. Bogotá: Banco de la República, 1986, p. 95.
56
Samper, Derecho público…, Op. cit.., pp. 12-13.
57
Samper, Curso elemental… Op. cit.., p. 330.
275
Eric Rodríguez Woroniuk
Así en realidad la soberanía es un hecho complejo: no puede existir sin los in-
dividuos que componen la sociedad y son poseedores del derecho individual;
no tiene por fundamento, sino la necesidad de proteger este derecho de cada
uno; sin embargo, no reside separadamente en cada uno, sino en todos; es el
derecho, la fuerza, la autoridad de todos61.
58
Ibíd., p. 330.
59
José María Samper. Apuntamientos para la historia política i social de la Nueva Granada. Bogotá:
Imprenta Neogranadina, 1853, p. 46.
60
Samper, Curso elemental…, Op. cit.., p. 331.
61
Ibíd., p. 331.
276
Definiciones de nación en la investigación jurídica de José María Samper (1873-1886)
62
Ibíd., p. 11.
63
Ibíd., p. 12
277
Eric Rodríguez Woroniuk
64
En el mencionado texto de su juventud establece: “En resumen, la ciencia constitucional está
reducida a nueve principios universales cuyo lógico desarrollo conduce a la solución de todas las
cuestiones que puede suscitarse; tales son: 1. “la universalidad de la soberanía, que hace necesaria
la universalidad del sufragio; 2. El derecho común de todos i de cada uno de os individuos al goce
perfecto de la vida, la libertad i la igualdad legal, de la propiedad i la seguridad para obtener el fin
de la reunión social, cual es el bienestar; 3. El derecho exclusivo de las mayorías al ejercicio del
poder; 4. El origen popular de toda autoridad o mandatario; 5. La independencia de los poderes
públicos como garantía de las libertades i derechos de todos; 6. La alternación de los ciudadanos
en los puestos públicos; 7. La responsabilidad de todos los gobernantes en el ejercicio de sus
funciones; 8. La existencia de la soberanía, respectivamente, donde quiera que existe el pueblo;
i 9. La negación de toda restricción opuesta a la voluntad soberana del pueblo”. En Samper, José
María. Cuaderno que contiene la explicación de los principios cardinales de la ciencia constitucional,
trabajo para el servicio de los cursantes de Ciencia Constitucional en el Colegio Nacional de Bogotá,
Bogotá, 1852.
65
Samper, El programa de un liberal…, Op. cit. p. 13.
66
Samper, Derecho público…, Op. cit. p. 367.
67
Ibíd., p. 366.
68
Ibíd., p. 369.
69
Ibíd., p. 371.
278
Definiciones de nación en la investigación jurídica de José María Samper (1873-1886)
279
Eric Rodríguez Woroniuk
75
Lamaitre, Eduardo. “Cómo nació la Constitución de 1886”. Núñez y Caro, Jaime Jaramillo Uribe et
al, Bogotá: Banco de la República, 1986, p. 53.
76
Samper, Derecho público…, t. I, Op. cit. p. 2.
77
Ibíd., p. 14.
78
Ibíd., pp.17-18.
79
Carlos Valderrama Andrade en su exposición acerca de las dificultades en la definición de los
términos Estado y nación, extrae una glosa acerca de las discusiones de la época, la misma
dice lo siguiente: “El concepto de Estado es sinónimo de Nación y sólo se aplica a naciones
independientes o a aquellos cuerpos políticos que forman una federación, se rigen por leyes
propias y en rigor son repúblicas aliadas. Los Estados colombianos eran soberanos. Hoy se ha
reconocido que la república es unitaria, o de otro modo, que la soberanía reside únicamente en
la nación. El nombre de Estado, por lo tanto, en esta nueva Constitución, nada significaría en
hecho de verdad” Anónimo, Antecedentes de la Constitución de 1886 y debates del proyecto en
el Consejo Nacional Constituyente, (Bogotá: Librería Americana, Bogotá 1913), 47. Citado por
Valderrama Andrade, Carlos. “Miguel Antonio Caro y los personajes políticos de su época”.
Núñez y Caro, p. 95.
280
Definiciones de nación en la investigación jurídica de José María Samper (1873-1886)
80
Samper, José María. Filosofía en cartera. Bogotá: Imprenta de La Luz, 1887, p. 152.
81
Ibíd., p. 152.
82
Samper, El programa de un liberal…, Op. cit. p. 13
281
Eric Rodríguez Woroniuk
83
Caro, Miguel Antonio. “La religión de la nación”. Estudios Constitucionales y Jurídicos. Bogotá:
Instituto Caro y Cuervo, 1986, p. 176.
84
Jaramillo Uribe, Op. cit. p. 172.
85
Samper, José María. El clero ultramontano. Bogotá: Imprenta de El neo-granadino, 1857, p. 6.
86
De Chateaubriand, François-René. Memorias de ultratumba II. Barcelona: Folio, 1999, p. 497
87
El Arzobispo de Bogotá se refiere de esta manera: “Se aumentaban entretanto los males; los
clamores de las Iglesias de Colombia se repetían sin cesar en la Corte de Roma, hasta que movido
282
Definiciones de nación en la investigación jurídica de José María Samper (1873-1886)
de todo esto el Padre Universal de los fieles, considerándose, no como un político a quien podían
detener respetos humanos, sino como un Pastor y Padre de la Iglesia de Jesucristo y como Vicario
suyo en la tierra, rompió las ataduras que se lo impedían, y en 21 de Mayo de 1827 firmó el decreto
de nombramiento y preconización de los Arzobispos destinados para las Iglesias Metropolitanas
de Santafé de Bogotá y de Caracas, y de cuatro Obispos para Santa Marta, Antioquia, Quito y
Cuenca, cuyo nombramiento re cayó en los mismos sujetos que le había propuesto nuestro
Gobierno de Colombia: mandó librar a cada uno sus bulas, y a los Arzobispos las suyas con sus
correspondientes Palios”. Caycedo, Fernando y Flórez, Fernando. Nos el Dr Fernando Caycedo y
Flórez por la gracia de Dios y de la Santa sede Apostólica Arzobispo de la Iglesia Metropolitina de
Santa Fe de Bogotá. Bogotá: Imprenta Bruno Espinoza, 1828.
88
Chateaubriand, Op. cit. p. 505.
89
Dussel, Enrique. Historia general de la Iglesia en América Latina. Tomo I: introducción general a la
historia de la Iglesia en América Latina. Salamanca: Editorial Sígueme, 1983, pp. 32-33.
90
François-Xavier Guerra destaca las referencias bíblicas y teológicas como algo relativamente
habitual en los debates políticos del XIX latinoamericano. Guerra, François-Xavier “‘Políticas
sacadas de las Sagradas Escrituras’ la referencia a la Biblia en el debate político (Siglos XVII al XIX)”.
En: Guerra, Figuras de la modernidad, Op. cit.
283
Eric Rodríguez Woroniuk
91
El martes 9 de septiembre de 1856, en su columna titulada “Elecciones” José María Samper
arremete contra el apoyo de sacerdotes católicos a la campaña de Mariano Ospina Rodríguez: “La
tradición nacional ha demostrado que toda la fuerza del partido conservador o tartufo de estas
provincias andinas, donde el espíritu fecundo de la libertad no ha penetrado sino entre las clases
elevadas, permaneciendo como antes estúpidas i sumisas las turbas complacientes de indígenas
estarán por mucho tiempo al servicio del partido tartufo, porque sus falanjes obedecen al impulso
que les da el primer menguado sacristán o presbítero que se les presenta como un santo-cristo en
la mano para hacerles en nombre de Dios contra la libertad, en nombre de la Relijion contra los
intereses populares, en nombre de del Infierno contra los principios de la democracia, i en nombre
del Purgatorio i del Evangelio contra las doctrinas cristiana de la fraternidad i la igualdad”. María
Samper, José. “Elecciones”. El Neogranadino. 9 septiembre, 1856.
92
González, Fernán. “Reflexiones sobre las relaciones entre identidad nacional, bipartidismo e
Iglesia Católica”. Para leer la política. Ed. Fernán Gonzales. Bogotá: Cinep, 1997.
93
Heer, Friedich. Europa madre de revoluciones, t. II. Madrid: Alianza, 1980, p. 707.
94
Lamennais, El dogma de los hombres libres. Palabras de un creyente. Madrid: Imprenta de Don
José María Repulles, 1836, pp. XVII-XVIII. El pensamiento de José María Samper no era lejano a
las concepciones de Lamennais, a propósito en su manuscrito de 1848 titulado Examen filosófico
de las Constituciones de Colombia y la Nueva Granada, es elocuente al señalar: “Es evidente,
incuestionable que los progresos actuales de las leyes, el espíritu de adelanto que se desarrolla
en el mundo son una consecuencia del desarrollo del principio democrático; del conocimiento
profundo i filosófico de las máximas del cristianismo donde existe la igualdad erigida en dogma,
284
Definiciones de nación en la investigación jurídica de José María Samper (1873-1886)
la libertad protegida por el nombre de Dios, la fraternidad predicada en todas las palabras
evangélicas, la dignidad de los seres humanos defendida en los ejemplos de la virtud divina; en una
palabra la democracia sancionada por Dios… Los pueblos aman y desean practicar las ideas del
Cristianismo, y como la democracia es el cristianismo aplicado a la política, los pueblos se afanan
por el establecimiento de la democracia” [los subrayados corresponden al manuscrito original].
José María Samper, Examen filosófico de las Constituciones de Colombia y la Nueva Granada.
Manuscrito, 1848, Biblioteca Nacional de Colombia.
95
Consecuencias previstas por José María Samper al anunciar el inicio de sus publicaciones
periódicas sobre el catolicismo en El Neogranadino en septiembre 9 de 1856: “Que llueva sobre
nosotros las escomuniones; que el clero ultramontano nos maldiga; que sus escritores nos lancen
una tempestad de censura i ataques; que la chusma fanática nos amenace i reniegue; que los
tartufos nos detesten un poco mas, si es posible. Eso no importa: nosotros lo aceptamos todo,
i resueltos a las consecuencias, i dominados por el sentimiento patriótico, recogemos el guante.
La campaña está abierta; i como hemos tenido el valor para decir toda la verdad, para combatir al
ejercito, a los monopolistas, a los enemigos de la paz pública, combatiremos también con energía
a esos explotadores de la República que a la sombra de la sotana trabajan para conseguir la ruina
de la libertad!” Samper, “Elecciones”.
96
Samper, Historia de…, Op. cit. pp. 342-355. En carta pública escrita al Arzobispo de Bogotá
Antonio Herrán fechada el 20 de abril de 1857 a propósito del atentado sufrido comunica: “Yo
sabía que me asechaban i perseguían muchos fanáticos, i que podía ser asesinado públicamente,
sin que ninguna autoriad, ni influencia lo impidiera; pero sabía también la indignación de mis
copartidarios i amigos, muchos de ellos armados, harían despues que mi sangre costaría mui caro
285
Eric Rodríguez Woroniuk
286
Definiciones de nación en la investigación jurídica de José María Samper (1873-1886)
101
Samper, José María. “La libertad y el Catolicismo”. Orígenes de los partidos políticos en Colombia.
Comp. Jorge Orlando Melo. Bogotá: Instituto Colombiano de Cultura, 1978.
102
Samper, Derecho público…, t. II, Op. cit. pp.114-115.
103
El Concilio Vaticano I en su sesión del IV de julio 18 de 1870 dice: “Que el Romano Pontífice,
cuando habla ex cathedra esto es, cuando cumpliendo su cargo de pastor y doctor de todos los
cristianos, define por su suprema autoridad apostólica que una doctrina sobre la fe y costumbres
debe ser sostenida por la Iglesia universal, por la asistencia divina que le fue prometida en la
persona del bienaventurado Pedro, goza de aquella infalibilidad de que el Redentor divino quiso
que estuviera provista su Iglesia en la definición de la doctrina sobre la fe y las costumbres; y,
por tanto, que las definiciones del Romano Pontífice son irreformables por sí mismas y no por el
consentimiento de la Iglesia. [Canon.] Y si alguno tuviere la osadía, lo que Dios no permita, de
contradecir a esta nuestra definición, sea anatema”.
104
Samper, “La libertad y el Catolicismo”, Op. cit. p. 181.
105
Anónimo, “Parte política”. El Investigador Católico, Nº. 2, 25 marzo, 1838.
287
Eric Rodríguez Woroniuk
106
Samper, Derecho público…, t.. II, Op. cit. p. 88. Es interesante anotar la diferencia de los desarrollos
constitucionales en Colombia en relación con los de Argentina en materia de Educación. Domingo
Faustino Sarmiento en su Comentario a la Constitución de la Confederación Argentina (1852), hace
especial énfasis en la obligatoriedad de la enseñanza primaria establecida en el artículo 5°. A pro-
pósito traen en su comentario el Artículo 8 de la Constitución de Indiana, donde define: “Siendo
los conocimientos y el saber difundidos por toda una comunidad necesarios para la conserva-
ción de un gobierno libre, será del deber de la Asamblea General fomentar, por todos los medios
convenientes, el progreso moral, intelectual científico y agrícola, y proveer por medio de una ley
un sistema general y uniforme de escuelas comunes, donde se dará gratuitamente la enseñanza
y estarán abiertas para todos” Faustino Sarmiento, Domingo. Comentario a la Constitución de la
Confederación Argentina (1852). Constitución y política. Ed. Natalio Botana. Buenos Aires: Hydra,
2012. En 1882 el congreso argentino sanción la Ley 1420 de Educación Común, donde establecía
la educación laica, gratuita y obligatoria.
107
González, Fernán. Partidos políticos y poder eclesiástico. Bogotá: Cinep, 1997, pp. 152-153.
108
Samper, Derecho público…, t. II, Op. cit. p. 118.
109
Ospina Rodríguez, Mariano. “Instrucción del clero”. Escritos sobre economía y política. Mariano
Ospina Rodríguez, Bogotá: Universidad Nacional de Colombia, 1969. Este artículo fue publicado
en La Sociedad de Medellín, Nº. 3, 1872.
288
Definiciones de nación en la investigación jurídica de José María Samper (1873-1886)
matrimonio válido para los católicos el canónico, con sus respectivos efectos
civiles110. José María Samper muere poco menos de un mes después de pu-
blicada la carta Encíclica Libertas Praestantissimum de León XIII sellada el 20
de junio de 1888. En ella el Sumo Pontífice en la línea integrista de sus pre-
decesores desde Gregorio XVI, es categórico al sostener que: “es totalmente
ilícito pedir, defender, conceder la libertad de pensamiento, de imprenta, de
enseñanza, de cultos, como otros tantos derechos dados por la naturaleza al
hombre. Porque si el hombre hubiera recibido realmente estos derechos de
la naturaleza, tendría derecho a rechazar la autoridad de Dios y la libertad
humana no podría ser limitada por ley alguna”111.
En virtud de la infalibilidad del Papa y al reconocimiento del imperio de
la Iglesia en el campo de desarrollo espiritual y educativo del pueblo colom-
biano, la libertad quedó limitada como constitutiva de la nación. Al final
parecen haber triunfado en la Regeneración los propósitos políticos del inte-
grista Miguel Antonio Caro; para quien, según Rubén Sierra Mejía, estaba el
restaurar “la cultura española que se había implantado en América a partir
del Conquista, de restaurar la cultura colonial con sus costumbres, su reli-
giosidad y sus maneras literarias y de su pensamiento”112.
Conclusión
110
Gonzales, Partidos políticos…, Op. cit. pp. 156-157.
111
León XIII, Libertas Praestantissimum, 1888. www.vatican.va.
112
Sierra Mejía, Rubén. “Miguel Antonio Caro: religión, moral y autoridad”. Miguel Antonio Caro y la
cultura de su época. Ed. Rubén Sierra Mejía. Bogotá: Universidad Nacional de Colombia, 2002, p. 31.
289
Eric Rodríguez Woroniuk
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293
Capítulo 8
Resumen
1
Grupo Nación/Cultura/Memoria de la Universidad del Valle. Doctor en Estudio Ibéricos e Ibe-
roamericanos, Université Bordeaux 3-Michel de Montaigne. Profesor titular de la Escuela de
Estudios Literarios, Universidad del Valle. Especialidad en literatura colombiana y hermenéu-
tica literaria. Libros publicados en 2015: Novela histórica colombiana e historiografía teleológica
a finales del siglo XX y Transculturación narrativa: la clave wayúu en Gabriel García Márquez,
Programa Editorial de la Universidad del Valle, Cali, Colombiana.
Juan Moreno Blanco
296
Del Viaje a las regiones equinocciales…
… poco a poco los indígenas serán otros hombres bajo el imperio de la liber-
tad y de las instituciones republicanas […] No hay leyes algunas que puedan
tener tan vasta influencia sobre los futuros destinos de Colombia, como la
que declaró libres a los partos de las esclavas, y la del 4 de octubre del año 21
que hizo iguales a los indígenas con el resto de los ciudadanos. Dentro de cin-
cuenta a sesenta años á los más tarde, Colombia será habitada solamente por
hombres libres, los indios se habrán mezclado con la raza europea y con la
africana, resultando una tercera, que según la esperiencia no tiene los defec-
tos de los indígenas; finalmente las castas irán desapareciendo poco a poco de
nuestro suelo. Esta perspectiva sin duda es halagüeña y muy consoladora…6.
4
Bruner, Jerome. “Los usos del relato”. La fábrica de historias. Derecho, literatura, vida. México:
Fondo de Cultura Económica, 2002, p. 33.
5
Ibíd., p. 22.
6
Citado por König, Hans-Joachim. En el camino hacia la nación. Nacionalismo en el proceso
de formación del Estado y de la Nación de la Nueva Granada, 1750-1856. Bogotá: Banco de la
República, 1994, p. 351
297
Juan Moreno Blanco
7
Bolívar, Simón. “Carta de Jamaica”. Tres documentos de Nuestra América. Ed. Roberto Zurbano. La
Habana: Casa de las Américas, 1979, p. 26.
8
Serje, Margarita. El revés de la nación. Territorios salvajes, fronteras y tierras de nadie. Bogotá:
Uniandes-CESO, 2005, p. 118.
9
Martínez Pinzón, Felipe. “Leer a Silva a contrapelo: De sobremesa como novela tropical”. Antípoda.
Revista de antropología y arqueología, Nº. 15, julio-diciembre 2012, pp. 91-92.
298
Del Viaje a las regiones equinocciales…
10
Said, Edward. Orientalismo. Barcelona: Mondadori, 2002, p. 428
11
Rose, Nikolas. “Identidad, genealogía, historia”. Cuestiones de identidad cultural. Comps. Stuard
Hall y Paul du Gay. Buenos Aires: Amorrortu, 2003, pp. 218-219.
299
Juan Moreno Blanco
La lectura del “Otro” como signo […] se limita a una serie cerrada y reitera-
tiva de significados […] la cual, a su vez, depende mecánicamente de otras
representaciones en un sistema “totalizador” que, a la manera de un atlas,
representa el mundo según el “nosotros”. Este sistema (o “atlas”) está surcado
por fronteras que definen a los diversos “otros”, más o menos significativos,
aunque la frontera principal sería, como lo expresaba Lotman, la de la prime-
ra persona plural, pues a través de la misma se marca una línea de inclusión
y exclusión del “nosotros” y los “otros”13.
12
Véase Pratt, Mary Louise. Ojos imperiales. Literatura de viajes y transculturación. México: Fondo de
Cultura Económica, 2010.
13
Gustafsson, Jan. “El cronotopo cultural, el estereotipo y la frontera del tiempo: la preterización
como estrategia de representación del “Otro”. Cultura, lenguaje y representación. Revista de Estudios
Culturales de la Universidad Jaume I, Nº. 1, mayo 2004, p. 141.
14
Bartra, Roger. El mito del salvaje. México: Fondo de Cultura Económica, 2011, p. 156.
300
Del Viaje a las regiones equinocciales…
15
Park, Mungo. Voyage dans l’intérieur de l’Afrique fait en 1795, 1796 et 1797, t. I. Trad. J. Castéra.
París: Chez Tavernier, 1799, p. 43.
16
Ibíd., p. 14.
301
Juan Moreno Blanco
… e hice algunas salidas a fin de examinar esas montañas, que parecían cu-
biertas de muchas plantas raras, aunque uno esté sin cesar expuesto al peligro
de encontrar bestias feroces o Boshmens que bajan con frecuencia y buscan
la ocasión de robarle a los habitantes sus animales. Los Boshiesneas […] son
enemigos jurados de la vida pastoral. Una de sus máximas es vivir de la caza
y del pillaje y nunca conservar con ellos un animal vivo durante el espacio
de una noche. Por ese medio se hacen odiosos al resto de los hombres y son
en todos lados perseguidos y exterminados tan vivamente como las bestias
feroces, de las que han cogido los usos y costumbres […] Un fiero animal
como el león no está al abrigo de su alcance [de las flechas hotentotes envene-
nadas]. Ese fiero animal cae herido […] mientras que el hotentote escondido
[…] seguro del efecto de su veneno, del que pone el más virulento que le sea
posible, contempla con un bárbaro placer a la bestia que él ha herido para
verla languidecer y morir casi en el mismo instante18.
17
Sparmann, André. Voyage au Cap de Bonne-Espérance, et autour du monde avec le capitaine Cook,
et principalement dans le pays des hottentots et des caffres. Trad., M. Le Tourneur. Francia: Chez
Buisson 1787, p. 232.
18
Patterson, Guillaume. Relation de quatre voyages dans le pays des hottentots et dans la caffrerrie,
pendant les années 1777, 1778 & 1779. Trad. M. T. M. París: Chez Letellier, 1790, pp. 30-31, 55-56.
302
Del Viaje a las regiones equinocciales…
19
Hay que señalar otra diferencia de la narrativa de Humboldt con la narrativa sobre América que le
ha precedido: en la introducción de Viaje a las regiones equinocciales… anuncia que su “itinerario”
es distinto al de Mungo Park, “hombre emprendedor que con la fuerza de su entusiasmo penetra
solo en el centro de África para descubrir allí, en el seno de la barbarie de los pueblos, los vestigios de
una antigua civilización”, pues en el Nuevo Mundo no hay civilización sino naturaleza: “En el viejo
mundo son los pueblos y los matices de su civilización los que dan al cuadro su principal carácter;
en el nuevo, el hombre y sus producciones desaparecen por decirlo así en medio de una gigantesca
y salvaje naturaleza. El género humano allí sólo exhibe algunos restos de hordas indígenas poco
adelantadas en cultura o una uniformidad de costumbres e instituciones trasplantadas a playas
extranjeras por los colonos europeos”. De Humboldt, Alejandro. Viaje a las regiones equinocciales
del nuevo continente, t. I. Caracas: Monte Ávila Editores, 1991, pp. 27-29.
20
Serje, Op. cit., pp. 125 y 133.
303
Juan Moreno Blanco
21
De Humboldt, Alejandro. Del Orinoco al amazonas. Barcelona: Labor, 1962, pp. 274-275.
22
Rose, Op. cit. p. 239.
23
De Humboldt, Op. cit. p. 30.
24
Ibíd., pp. 28-29.
304
Del Viaje a las regiones equinocciales…
… y más allá de estas elevaciones vive un pueblo que hasta hace poco era
aún nómada, apenas salido del estado de la naturaleza, salvaje, pero no
bárbaro, de limitada inteligencia, no porque haya vivido mucho tiempo
abandonado, sino, simplemente, porque conoce pocas cosas26.
25
Ibíd., pp. 25-26.
26
Ibíd., p. 54
305
Juan Moreno Blanco
Pero los pliegues de la trama imaginaria del viajero no sólo ordenan las
dos partes del atlas en el espacio. Desde el supuesto teleológico de que la
parte del Uno va a determinar el futuro de la parte del Otro, ésta es sig-
nificada en su potencialidad futura: “Encontramos en ella [misión de San
Borja] seis casas habitadas por guaibos, aún no catequizados que en nada se
27
Bachelard, Gaston. La poétique de l’espace. París: Presse Universitaires de France, 1957, p. 17.
28
Humboldt, Del Orinoco…, Op. cit. p. 222
306
Del Viaje a las regiones equinocciales…
29
Ibíd., p. 218
30
Humboldt, Viaje a las regiones…, Op. cit. p. 33.
31
Humboldt, Del Orinoco…, Op. cit. pp. 189, 245.
307
Juan Moreno Blanco
308
Del Viaje a las regiones equinocciales…
35
Es el método de análisis para la comprensión del sentido profundo de los relatos y las narrativas
que preconiza Gilbert Durand: “La mitocrítica evidencia, en un autor, en la obra de una época y
de un entorno determinados, los mitos directores y sus transformaciones significativas. Permite
demostrar cómo un rasgo de carácter personal del autor contribuye a la transformación de la
mitología dominante o, al contrario, acentúa uno u otro mito dominante. Tiende a extrapolar el
texto o el documento estudiado, a abarcar, más allá de la obra, la situación biográfica del autor,
pero también a alcanzar las preocupaciones socio o históricoculturales. La mitocrítica reclama,
pues, un “mitoanálisis” que sea, a un momento cultural y a un conjunto social determinado, lo que
el psicoanálisis es la psique individual”. Durand, Gilbert. De la mitocrítica al mitoanálisis. Figuras
míticas y aspectos de la obra. Barcelona: Anthropos, 1993, p. 347.
36
Humboldt, Del Orinoco…, Op. cit. p. 66.
309
Juan Moreno Blanco
…un indio […] había sido mordido por una serpiente venenosa […] Mu-
chos indios corrieron a la choza del enfermo y le administraron raíz de mato.
No podemos decir de manera precisa de qué mata se extrae este contravene-
no. El botánico viajero tiene que pasar con harta frecuencia por el disgusto
de no ver las flores ni los frutos de las plantas más útiles…37
Pero lo más frecuente es que el narrador niegue ese saber: “…pero como
en estas selvas crecen, entremezcladas, especies de familias distintas, y cada
árbol de halla cubierto de plantas trepadoras, nos parecía dudoso fiarnos de
las afirmaciones de los indios cuando nos aseguraban que tales flores eran
de tal o cual árbol”38.
¿Cómo resuelve el narrador la situación de buscar un saber pero no ad-
mitir que el Otro del mundo americano lo tenga? De una manera que no
fisura su lógica narrativa: poniendo a Europa como la única fuente posible
de ese saber:
Habrá un gran trabajo químico y fisiológico que hacer, en Europa, acerca de
la acción de los tóxicos del Nuevo Mundo […] En cuanto a nuestros cono-
cimientos botánicos acerca de los vegetales empleados para hacer venenos,
no podrán aclararse sino muy lentamente. La mayor parte de los indios que
se entregan a la fabricación de las flechas envenenadas, ignoran totalmente la
naturaleza de las sustancias venenosas que otros pueblos les traen39.
37
Ibíd., p. 261.
38
Ibíd., p. 258.
39
Humboldt, Viaje a las regiones…, t. IV, Op. cit. p. 359.
40
Ibíd., p. 359.
310
Del Viaje a las regiones equinocciales…
estado del mundo de la teleología del civilizado. En eso, Humboldt está aún
muy cerca del Colón:
La descalificación por parte de Colón de la información concreta que le po-
dían dar los indígenas se completa dentro de su discurso con la descalifica-
ción global de los mismos como hablantes de sus propias lenguas (…) De
cuestionar la capacidad de los habitantes de América de pronunciar sus pro-
pias lenguas a cuestionar la capacidad indígena de hablar no hay más que un
paso. Y Colón lo da con una facilidad asombrosa. Dice Colón en su Diario
del primer viaje que a su regreso a España llevará consigo una partida de
indios. La razón que esgrime para explicar tal decisión es que lo hace “para
que desprendan fablar”41.
41
Pastor, Op. cit. pp. 79-80.
42
Humboldt, Viaje a las regiones…, t. V, Op. cit. pp. 17-18.
311
Juan Moreno Blanco
43
Humboldt, Viaje a las regiones…, t. IV, Op. cit. p. 339.
44
Ibíd., pp. 348-349.
45
Humboldt, Del Orinoco…, Op. cit. p. 93.
46
Kérenyi, Karl. “Hombre primitivo y misterio”. Arquetipos y símbolos colectivos: Círculo de Eranus, t,
I. Barcelona: Anthropos, 2004, pp. 35-36.
312
Del Viaje a las regiones equinocciales…
47
Ibíd., p. 43.
48
Ya otras lecturas críticas de la escritura de Humboldt han señalado esta perspectiva sintética y, al
mismo tiempo, homogenizadora: “El método comparativo abre aquí un espacio cultural común
de creatividad humana dentro de la cual se abandonan los desarrollos particulares a favor de las
ideas de una marche uniforme. La experimentada heterogeneidad del espacio cultural americano
es absorbida por una homogeneidad construida del espacio cultural global, cuyo meridiano pasa
definitivamente —tanto para Humboldt como para Goethe— a través de la antigua Grecia”. Ette,
Omar. “Tres fines de siglo: colonialismo/poscolonialismo/posmodernidad. Espacios culturales
entre lo homogéneo y lo heterogéneo”. De Colón a Humboldt. Ed. Leopoldo Zea. México: Instituto
Panamericano de Geografía e Historia / FCE, 1999, pp. 98-99.
313
Juan Moreno Blanco
49
Bartra, Roger. “El salvaje europeo”. Culturas líquidas en la tierra baldía. Madrid: Kats, 2008, p. 37.
50
Durand, Gilbert. Les structures anthropologiques de l’imaginaire. París: Dunod, 1992, pp. 162-163.
51
De Caldas, Francisco José. “Carta de Don Francisco José de Caldas a Don Santiago Arroyo”.
Documento de Del Orinoco al Amazonas. Viaje a las regiones equinocciales del nuevo continente.
Alejandro de Humboldt. Barcelona: Labor, 1962, p. 426.
314
Del Viaje a las regiones equinocciales…
del Nuevo Reyno de Granada en 1808), actualiza con sus propios matices
narrativos esa trama. Los signos quieren separar los cuerpos y atravesar el
mundo americano con la frontera; en una parte los titanes de la luz y en la
otra los semi-humanos de la oscuridad:
El amor, esta zona tórrida del corazón humano, no tiene esos furores, esas
crueldades, ese carácter sanguinario y feroz del mulato de la costa. Aquí [en
los Andes] se ha puesto en equilibrio con el clima, aquí las perfidias se lloran,
se cantan, y toman el idioma sublime y patético de la poesía. Los halagos, las
ternuras, los obsequios, las humillaciones, los sacrificios, son los que hacen
los ataques. Los celos, tan terribles en otra parte, y que más de una vez han
empapado en sangre la base de los Andes, aquí han producido odas, cancio-
nes, lágrimas y desengaños. Pocas veces se ha honrado la belleza con la espa-
da, con la carnicería y con la muerte. Las castas todas han cedido a la benigna
influencia del clima, y el morador de nuestras cordilleras se distingue del que
está a sus pies por caracteres brillantes y decididos”52.
52
De Caldas, Francisco José. “Del influjo del clima sobre los seres organizados”. Obras completas de
Francisco José de Caldas. Bogotá: Universidad Nacional de Colombia, Imprenta Nacional, 1966,
p. 100.
53
Moreno Blanco, Juan. Las crónicas de Indias y la Expresión americana. Cali, Gobernación del Valle
del Cauca, 1998.
315
Juan Moreno Blanco
Colón:
…su cuna, modesta, si bien se le ha querido señalar alto linaje, olvidando que
honra más llegar a la cima gloriosa que deparan la virtud y la labor perseve-
rante, cuando hay que ascender paso a paso…
…Y al levantarse el sol alumbró una isla plana de rica vegetación; la marine-
ría de la Pinta entonó el Te Deum […] la imagen del Redentor y el estandarte
regio levantados en alto, dominaban aquella escena imponderable…
…y entró, por último, en extensas consideraciones sobre el vasto campo que
al celo cristiano se ofrecía para esparcir la luz del evangelio…56.
Ojeda:
… una celada […] en la que fue herido en un muslo con flecha envenenada,
pero se salvó debido a su energía y valor, pues se hizo aplicar hierros enroje-
cidos sobre la fresca herida57.
Núñez de Balboa:
…tomó solemne posesión del mar que se llamó del sur […] empuñando una
bandera que tenía la imagen de la virgen con el Niño y las armas de Castilla
y de León, entró en el agua, tiró de la espada, echóse a la espalda el escudo y,
haciendo tremolar el estandarte, aclamó a los Reyes58.
54
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II, Bogotá: Procultura, Planeta, 1988.
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Juan Moreno Blanco
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319
Juan Moreno Blanco
320
ÍNDICE
322
L Montesquieu 28, 68
Montufar, Juan Pío 192, 193
La Condamine 186 Mora, J. M. L. 73
Lacroix, Silvestre-François 179, 201, 216, 218, Mora Sánchez, Fray Tomás 220, 221
219 Morelos, José María 60
Lagrange 205 Moreno Blanco, Juan 17, 295
Lalande 182, 183, 218 Moreno, Mariano 40
Lamaitre, Eduardo 280 Moreno y Escandón, Francisco A. 85, 94, 106
Lamennais, Félicité de 170, 171, 285 Mosca, Gaetano 273
Lancaster 110, 112 Moscoso, Gabriel 38, 39
Laplace, Charles Émile 200, 205, 219 Mosquera, Tomás Cipriano de 156, 180, 212,
Laplace, Pierre Simon 205, 207 214, 217, 218, 247, 252, 253
Larra, Mariano José de 284 Múnera, Alfonso 296
Lasalle 102 Muñoz, José Miguel 67
Lassaga, Juan Lucas 61 Murillo Toro, Manuel 146, 153, 254, 284
Leitner, U. 183 Mutis, José Celestino 181, 182, 189, 203
León XIII 289
Liévano, Indalecio 181, 217, 222, 224 N
Llave, Pablo de la 65
Lleras, Lorenzo María 157 Napoleón, Simón 206
Loaiza Cano, Gilberto 15, 131, 139, 142, 268 Nariño, Antonio 27, 95, 106
López, José Hilario 236, 237, 238, 240, 242, 243, Neira 241
246, 247, 249, 252 Nieto Olarte, Mauricio 88, 182, 187
López Lopera, Liliana María 234 Nollet 202
Lotman 300 Núñez de Balboa 316
Loyola 102 Núñez, Rafael 215, 224, 244, 267, 273, 280
Lozada, Vicente 221 O
Lozano 187
Luis Mora, José María 47 Obregón 224
Ojeda, Alonso 316
M Olmedo, Joaquín 46
Madiedo, Manuel María 147, 166, 170, 171 Ordoñez, J. 194
Mantilla, José María 253 Ortiz, José Joaquín 166, 170, 285
Marat 194 Ospina Pérez, Mariano 169, 247, 248
María Henao, Jesús 316 Ospina Rodríguez, Mariano 112, 143, 146, 165,
Marroquín, José Manuel 170 170, 172, 211, 254, 283, 284, 288
Martí, Manuel 29 P
Martínez Boom, Alberto 84, 87, 91, 92, 99, 109,
110, 118 Padilla Chasing, Iván 136
Martínez de Lejarza, Juan José 65 Palacios, Marco 135, 263, 274
Martínez, M. S. 188 Palti, Elías 10, 31, 87, 132, 136
Méchain 183 Pareto, Wilfrido 57
Melo, Jorge Orlando 274, 287, 316 Park, Mungo 301, 303
Melo, José María 140, 151, 152 Pastor, Beatriz 308, 311
Mesanza, A. 220 Patterson, Guillaume 302
Mier, J. M. 192, 194 Pestalozzi 111, 112
Miguel Antonio Caro 172 Pio IX 172
Miranda, Francisco de 37, 39 Pio VIII 283
Miranda, Fray Antonio de 93 Pombo 224
Mitre, Bartolomé 51 Pombo, Lino de 179, 180, 191, 192, 193, 194, 196,
Molina, Juan Ignacio 29 216, 217, 218, 219, 220, 222, 254
Monge 205 Posada Gutiérrez, J. 238
323
Posada, Joaquín 238, 247, 249, 250 Santander, francisco de paula 208
Poveda Ramos 216 Santo Domingo 102
Pratt, Mary Louise 295, 300, 301 Sarmiento, Domingo Faustino 275
Prometeo 312, 313 Serje, Margarita 303, 317
Q Severo Maldonado, Francisco 68
Sierra Mejía, Rubén 260, 261, 289
Quiceno Castrillón, Humberto 14, 15, 83, 108, Silva, José Asunción 147
268 Silva, Renán 84, 88, 90, 92, 95, 99, 106
R Silva Suárez, Manuel 188
Simon Laplace, Pierre 205, 206
Rama, Ángel 136 Smagghe, Laurent 233
Ramos, Julio 136 Smith, A. D. 178
Restrepo, Estela 99 Sommer, Doris 136
Restrepo, José Félix de 89, 94, 95, 96, 106, 201, Sparmann, André 301, 302
202, 203
Suárez Bonilla, Natalia 16, 231
Restrepo, José Manuel 297
Suárez Cortina, M. 194
Rey de España 41
Reyna, M. S. 201 Sue, Eugène de 146, 167
Rico, Gaspar 38 T
Río, Andrés Manuel del 63, 64, 65, 68
Río, D. Andrés del 63 Tolsá, Manuel 63
Rivadeo, Ana María 87 Torres, Camilo 36, 37
Robert de Lamennais, Huges Felicité 284 Triana, José María 113, 117, 118
Robespierre 194 Tucídides 135
Rodríguez Arenas, Flor María 136, 145
Túpac Amaru 25
Rodríguez, José María 136
Rodríguez Woroniuk, Eric 17, 259, 268 U
Rosanvallon, Pierre 13, 231, 242
Rosas, Juan Manuel de 48 Uribe de Hincapié, María Teresa 234
Rose, Nikolas 299
Rossolillo, Francesco 261, 262 V
Rousseau, J. J. 233
Valderrama Andrade, Carlos 275
S Valencia Llano, Alonso 193
Varnhagen, Mitre 50
Saada-Gendron, J. 233 Vattel, Emmer de 25
Sáenz, Antonio 43
Velázquez de León, Joaquín 61, 64
Safford, Frank 113
Vera, H. 178
Said, Edward 295, 296, 299, 318
Sainte-Fox, Charles 168 Vergara y Vergara, José María 142, 143, 144, 155,
Saldaña, Juan José 13, 14, 57, 58, 59, 68, 77 157, 163, 169, 170, 172
Salvador Camacho 252, 253
W
Samper, José María 17, 259, 260, 261, 262, 263,
264, 265, 266, 267, 268, 269, 270, 271, Wasserman, Fabio 13, 19, 21, 50
272, 273, 274, 275, 276, 277, 278, 279, Weber, Max 273
280, 281, 282, 283, 284, 285, 286, 287,
288, 289 Z
San Martín, José de 44
San Pedro Claver 317 Zach 183
Santa Anna, Antonio López de 66, 72, 75 Zea, Francisco 46, 106, 202
Santa María, Domingo 275 Zea, Leopoldo 313
Santamaría, Raimundo 247 Zuluaga, Olga Lucía 110, 112, 114
324