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Universidad de Guanajuato

Campus Celaya - Salvatierra


División de Ciencias Sociales y Administrativas
Licenciatura en Contador Público
Materia: Metodología y Elaboración de Protocolos
Resumen del capítulo clásicos modernos, del libro
“Aristóteles, Leonardo, Einstein y compañía”
Alumna: Galilea Hannelory Gutiérrez Castillo
Fecha: 07/03/2023
Michael Faraday o el humilde encuadernador

Michael Faraday impresiona no tanto por la multitud de sus descubrimientos científicos, a los
que, a pequeña escala, debemos la jaula de Faraday y, a otra mayo , la industria de la energía
eléctrica (gracias a , por ejemplo , los generadores), sino ante todo por su humildad, su
predisposición a la renuncia y su constante rechazo a convertirse en objeto de veneración, lo cual
no quiere decir que no supiera apreciar el valor de sus descubrimientos: cuando en 1831 un
político le preguntó para qué podrían utilizarse realmente sus aparatos, respondió sin vacilar: “en
este momento todavía no lo sé, pero un día podrán gravarlos con impuestos”.

La modestia de Faraday no se centraba en sus trabajos científicos, sino en su persona. Llegó a


renunciar a un salario para entregarse libremente a la ciencia, rechazó el ofrecimiento de ser
ascendido a la nobleza e incluso rehusó en dos ocasiones ser nombrado presidente de la Royal
Society de Londres, pues consideraba absurdo recibir recompensas o distinciones por ideas o
descubrimientos: “ Siempre he sentido que hay algo degradante en el hecho de ofrecer
recompensas a la actividad intelectual, y que sociedades o academias, o incluso reyes y
emperadores intervengan en el asunto no anula la degradación.

Faraday procedía de un medio muy modesto, lo cual hace todavía más admirable el hecho de que
lograse abrirse camino dentro de la ciencia. A pesar de este comienzo, Faraday siguió trabajando
como encuadernador hasta que un libro muy particular dio un giro decisivo a su vida. En 1812
tuvo la oportunidad de asistir en Londres a las conferencias que dictaba entonces célebre
electroquímico Sir Humphry Davy sobre sus trabajos científicos. Faraday apuntaba con atención
todo lo dicho por Davy, completaba luego sus notas en su casa y finalmente las encuadernaba
haciendo con ellas un pequeño libro que le trajo suerte, pues poco después, a causa de un
pequeño incidente en el laboratorio, Davy decidió contratar a un ayudante. Oyó hablar de
Faraday y de su libro de notas y en 1813 lo contrató. El joven había alcanzado su meta, toda su
carrera se desarrolló en el Royal Institute, donde ingresó como ayudante de laboratorio a los
veintidós años de edad. Aunque con el paso del tiempo hizo una brillante carrera, ascendiendo
pronto al puesto de asistente y luego de superintendente (1825) hasta alcanzar finalmente el cargo
de director, su sueldo siguió siendo bajo y las actividades paralelas, como las conferencias ya
mencionadas estuvieron en esos años a la orden del día.
Faraday comenzó su propio trabajo científico como químico, porque esta ciencia se ocupa
directamente de la transformación de las sustancias, por ejemplo, mediante la cocción o la mezcla
el gran tema que le apasionará durante toda su vida. En su primer intento con la destilación de
aceite craso descubrió el famoso benceno, aunque no pudo determinar correctamente su
composición. Poco después logró licuar a altas temperaturas el gas de cloro, hecho que
impresionó a sus contemporáneos porque muchos de ellos creían aún que los gases eran una
sustancia inalterable y, en consecuencia, algo parecido a un elemento básico más de la naturaleza.

La idea de que fenómenos físicos como el calor, el magnetismo o la luz podían entenderse como
fluidos estaba muy generalizada en la época de Faraday y constituía algo parecido a un
paradigma. Los fluidos como modelo explicativo no sólo formaban parte de la física, sino
también de la biología y la medicina, lo que nos resulta familiar por este último arte, que
pretendía curar enfermedades practicando sangrías o enemas en los pacientes para que
desapareciese el veneno que provocaba la enfermedad y que seguía siendo entendido como una
especie de humor o jugo.

El 29 de agosto de 1831 sus intentos se vieron coronados por el éxito. Faraday había construido
un anillo de hierro en el que había enrolla do dos bobinas de cobre. Unió una de estas bobinas a
un aparato de medición de corriente (un galvanómetro) y conectó la otra a una fuente de
corriente. Su idea era construir un campo magnético a través de esta corriente que luego se
encargaría de generar también otra, esta vez eléctrica, en la primera bobina. Primero constató
como siempre que en el caso estacionario no se obtenía ningún resultado. Pero luego notó que al
encender y apagar la corriente de la segunda bobina el galvanómetro reaccionaba mostrando la
presencia de corriente eléctrica en la primera bobina, y que esto sólo ocurría en ese caso.

Faraday alcanzó a ver muy lejos sin utilizar recursos matemáticos y ya en 1850 buscó
experimentalmente el campo de fuerza unificado que un siglo más tarde Albert Einstein tampoco
pudo encontrar bajo la forma de una teoría unificada de los campos. Ni Einstein ni Faraday se
dejaron influenciar por los fracasos científicos. Tenían otra cosa en mente, esa firme certeza
inducida por sentimientos religiosos o de índole semejante.

Charles Darwin o el naturalista enfermo como filósofo


Con excepción de los primeros veinte años de su vida, Charles Darwin siempre estuvo enfermo y
no pudo encontrarse ninguna terapia efectiva para sus dolencias, porque a pesar de todo su
empeño, los médicos no lograron determinar ningún daño orgánico, ni cerebral ni cardíaco, así
como de ninguna otra parte del cuerpo. Darwin sufrió especialmente durante y después de la
preparación de su obra monumental, Sobre el origen de las especies por medio de la selección
natural, publicada en 1859, con la cual la idea de la evolución de la vida se convirtió en el
concepto central de las ciencias biológicas y que por esta misma razón su frieron una revolución
casi completa. Por lo demás, Darwin había previsto claramente esta revolución de su ciencia,
como lo prueban estas palabras que escribió al final de su libro: “si las opiniones consideradas en
este volumen sobre el origen de las especies [ a través de la selección natural] o si opiniones
análogas son admitidas de forma general, podemos prever vagamente que habrá una revolución
considerable en la historia natural”.

El viaje alrededor del mundo lo transformó. El aún joven Darwin regresó de su viaje alrededor
del mundo lleno de ideas sobre las posibilidades de transformación de las formas de vida, pero
primero organizó el resto de su vida y se mudó a Down, en Kent, donde permaneció por el resto
de su vida (con excepción de los rápidos viajes a Londres). En 1837 comenzó con su primer libro
de notas sobre la transformación de las especies, poco después de la visita del ornitólogo John
Gould, quien quiso ayudarlo a clasificar la colección de tordos, que Darwin había reunido en tres
islas distintas del archipiélago Galápagos. Con la ayuda de Gould, obtuvo además una clara idea
del proceso de especiación geográfica que ya hemos mencionado.

Cuando Darwin hubo juntado estas ideas alrededor de 1840, no pensó de ningún modo en
publicarlas. Aunque redactó hasta el año 1842 un resumen, lo mantuvo oculto de la curiosidad de
los extraños. Se ha reflexionado y especulado mucho sobre las razones de esta larga demora, pero
a la vez resulta obvio que Darwin temía revelar a sus contemporáneos el hecho de que se
equivocaban al considerarse el resultado de un plan de creación divino. Todos los seres vivos
incluidos los seres humanos no estaban en el mundo con un propósito, sino como resulta do de un
proceso aparentemente azaroso y ciertamente errático llama do evolución. Es importante señalar
además que la concepción del mundo imperante era la del cosmos bosquejado por Newton, que
funcionaba como un mecanismo de relojería en el que, gracias a sus leyes deterministas, había
seguridad y previsibilidad. Y era precisamente esta imagen del mundo la que sacudiría la idea de
Darwin, pues su teoría del origen de las especies planteaba una concepción que tal vez pudiese
explicar el pasado, pero que no podía realizar ninguna predicción sobre el futuro. Nadie podía ni
puede aún hoy decir cómo se desarrollará la evolución en el futuro.

Lo que en realidad lo hizo ser tan cuidadoso tenía que ver con el hecho de que, aunque Darwin
había comprendido que con la idea de la selección natural había hallado un importante principio
explicativo, sabía a la vez con mayor claridad que en la biología, a diferencia de en la física, no
se trata de lo general sino de lo particular, y que en ese terreno había muchos más fenómenos
particulares sin explicar que hechos generales comprendidos. Darwin sabía perfectamente que
sólo había encontrado la dirección en la que debía avanzarse, pero que de ningún modo disponía
de los me dios para superar todos los obstáculos. Una «auténtica dificultad» consistía, por
ejemplo, en el hecho de poder explicar la cuestión de qué utilidad podría ofrecer media ala o un
ojo atrofiado, como parar ser conservados y ulteriormente desarrollados por la evolución.

James Clerk Maxwell o la primera unificación de las fuerzas

James Clerk Maxwell era un hombre bastante pequeño cuya mayor conquista radicó en el hecho
de haber encontrado y establecido las cuatro ecuaciones actualmente denominadas en su honor
ecuaciones de Maxwell, que predije ron por escrito las ondas ( electromagnéticas ) con las que
hoy en día podemos recibir las emisiones de televisión. Estas ecuaciones, que hallaron su forma
definitiva aproximadamente en la época en que Darwin comenzaba a escribir sus ideas sobre la
adaptación y la evolución de las especies, no sólo fueron útiles de la manera ya señala da, sino
que además resultaron para la mayor parte de los físicos una auténtica maravilla.

En efecto, las ecuaciones de Maxwell establecen de manera maravillosa los vínculos que existen
entre los fenómenos eléctricos y los magnéticos. Expresan, por ejemplo, con la exactitud que les
es característica, el hecho de que una corriente eléctrica puede ser la fuente de un campo
magnético. Pero no dicen sólo eso, porque también explican, por ejemplo, que un campo
magnético que varía puede generar una corriente eléctrica y que un campo eléctrico que varía no
produce una corriente magnética, sino un campo magnético. Evidentemente, la electricidad y el
magnetismo no son totalmente intercambiables no existe, por ejemplo, un único polo en el
magnetismo, así como existe una carga eléctrica bipolar, si bien en el fondo están relacionados,
de ahí que Maxwell, con sus ecuaciones, unificarse en una sola dos fuerzas consideradas en un
principio como totalmente distintas.
Maxwell logró superar las concepciones mecánicas de Newton sobre los fenómenos lumínicos,
según las cuales las partículas de luz debían moverse y propagarse, para reemplazarlas por
campos que se configuran y se disuelven alternativa mente. Por otro, Einstein transformará las
ecuaciones de la dinámica de los cuerpos de forma tal que éstas cumplan las mismas simetrías
que el cuarteto de Maxwell. Cuando en 1905 logró comprender correctamente “la
electrodinámica de los cuerpos en movimiento”, se llegó a la gran revolución de la física clásica,
que se conoce con el nombre de relatividad y que traerá consigo una nueva imagen del mundo.

Sigue resultando un gran misterio cómo pudo encontrar Maxwell sus ecuaciones. El físico
escocés se había fijado una tarea bastante concreta: revestir de un ropaje matemático las ideas de
campos eléctricos y magnéticos que Michael Faraday como se explica en su respectivo capítulo
había desarrollado de forma intuitiva. En un determinado momento debió de aflorar de algún
modo en la cabeza de Maxwell, tras una intensa reflexión sobre las simetrías de los dos
fenómenos

La visión estadística de las cosas practicada con la ayuda de Maxwell desde 1859 está tan
arraigada actualmente en nuestra vida diaria, que nos resulta por completo imposible imaginar
cómo se las arreglaban an tes para resolver sin ella un sinfín de problemas. Cuando se presentan
encuestas de opinión o se hacen cálculos sobre los resultados de una elección, tomamos
enteramente por hecho el carácter estadístico de la información y pensamos que siempre se
razonó o se planeó de este modo. Sin embargo, esta visión primero tuvo que ser descubierta, y
fue Maxwell quien lo hizo. Antes de él, los físicos pensaban que todas las moléculas de un gas
tendrían la misma velocidad. La idea de la distribución se remonta a él, quien de ese modo
atribuye a cada molécula un comportamiento inconfundible.

Gregor Mendel o el maestro de física en el jardín

Gregor Mendel se tomó mucho tiempo para escribir sus Experimentos sobre híbridos de plantas,
obra final mente publicada en 1866, de la cual se extrajeron las leyes de la herencia que tiempo
después permitieron una revolución de la biología. Sin embargo, la posteridad se tomó muchos
años para conocer los resultados de los trabajos de Mendel y aplicarlos. En realidad, el auge de la
teoría de la herencia, o genética, se inicia en el siglo xx. Su historia comienza en 1901, fecha en
la que con treinta años de retraso se desarrollan las reglas de la transmisión hereditaria, que los
manuales hacen remontar a Mendel y por esa razón llevan su nombre. Las leyes de la herencia
que enunció siguen siendo tan válidas hoy como ayer, por eso es razonable que se las enseñe en
las escuelas, pues todos deberíamos tenerlas presentes al menos en su forma más simple y ser
capaces de enunciarlas.

Lo más curioso es que Mendel quedaría perplejo si se enterase de que lo honramos como el padre
de la investigación genética, porque la herencia, en realidad, no le interesaba en lo más mínimo.
Al menos a primera vista. El término sólo aparece en su trabajo sobre los híbridos una vez, en el
postulado, en el que nos enteramos de que « una coloración verde » no se hereda. Lo que Mendel
tenía en mente con sus experimentos, que llevaba a cabo en el jardín del convento, queda
revelado por un informe aparecido el 9 de febrero de 1865 en el Brünner Tageblatt que contenía
las novedades que habían de comunicarse un día antes en la asamblea de la Sociedad Naturalista
de Brünn. Los experimentos de Mendel mostraban que las plantas que surgen mediante
cruzamiento no permanecen constantes en su forma durante el transcurso de las generaciones y
tienden a regresar al punto de partida de sus progenitores.

Para un lector contemporáneo todo esto suena muy semejante al concepto de evolución, y si bien
es cierto que un análisis minucioso también debería preguntar si Mendel habla aquí del desarrollo
individual de un único organismo o si ya tiene en mente una historia sobre el origen de las
especies al estilo de Darwin. No obstante, es fácil suponer que Mendel buscaba una explicación
para la labor del jardinero y del criador que lograban con tanto éxito producir nuevas formas de
plantas y animales. Practicaban la selección artificial y Mendel buscaba una explicación teórica
para esa práctica eficaz.

Si hacia el final de su vida Mendel hubiese dispuesto del tiempo que tuvo antes de ser nombrado
abad, tal vez con el conocimiento de las ideas de Darwin, hubiese podido concebir la idea de que
los genes deben ser al mismo tiempo estables y fluctuantes, aunque en un principio esto pueda
parecer paradójico. Los genes deben ser estables para conferir a un individuo las propiedades que
necesita para hallar su camino en el mundo, pero también fluctuantes para permitir adaptaciones
que garanticen la supervivencia.

Albert Einstein o la agradable actividad de pensar

El camino hacia la era atómica se inicia con una pequeña fórmula que en 1905 el joven Einstein,
de veintiséis años, envía, como un apéndice a un trabajo suyo anterior, a la revista especializada
Annalen der Physik. Este apéndice es incluido en la publicación el 27 de octubre. En él, Einstein
quiere añadir algunas notas a su trabajo de ese verano, en el que había tratado Zur
Electrodynamik bewegter Körper, sobre la energía de la radiación que estos cuerpos emiten. Al
considerar por segunda vez su fórmula, de pronto, se le ocurrió que la energía se relacionaba con
la masa -y por consiguiente con la inercia- del cuerpo de la siguiente manera: « si un cuerpo
emite la energía E en forma de radiación notó Einstein, su masa se reduce en E / c² » . La letra c
representaba la velocidad de la luz, y agregó además el siguiente comenta rio general: « la masa
de un cuerpo es una medida de su contenido de energía ».

En otras palabras, Einstein relacionó entre sí dos magnitudes que hasta entonces habían sido
manejadas de manera independiente, y lo hizo con la ecuación que luego se convertiría en la
fórmula más famosa del mundo:

E = mc²

Naturalmente, esta ecuación se hizo famosa porque se convirtió en el punto de partida de la


bomba atómica y los proyectos de energía nuclear, que actualmente nos traen más dolores de
cabeza que alivio. Cuando Einstein la escribió por primera vez era imposible sospechar nada de
todos esos desarrollos futuros, y aún tres décadas más tarde los expertos respondieron a la
pregunta de si se podía utilizar la energía nuclear, diciendo que sucedía exactamente como con la
champaña. Aunque es posible bañarse en ella, es muy caro.

Tal como mencionamos, la equivalencia entre masa y energía fue sólo un suplemento a uno de
cuatro trabajos que Einstein había entrega do en su annus mirabilis, y al principio el mundo
científico no había tenido tiempo de reparar en este maravilloso hallazgo. Había muchas otras
cosas de Einstein para digerir pues la verdadera maravilla del año 1905 eran los cuatro textos que
había producido antes. Éstos trataban de las hipótesis cuánticas de la luz, del tamaño de los
átomos, del así llamado movimiento browniano y de la electrodinámica de los cuerpos en
movimiento, concepto que enumeramos aquí sin agregar ninguna aclaración.

No cabe la menor duda: se trata de un milagro de la creatividad del que el mundo aún no se ha
recuperado, y sobre el que nos abstendremos aquí de intentar cualquier explicación. Lo tomamos
por lo que es, al igual que el hecho de que no fue un profesor universitario de grandes dotes quien
llevó a cabo este milagro, sino alguien que trabajaba como empleado ( experto técnico de tercera
clase ) en la oficina de patentes de Berna , y que se alegraba de tener ese puesto.

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