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‘Aaiqirv. Revista de Flosofia 13, Julio Diciembre 1996, 129-140, Teologia politica y excepcién JORGE E. DOT Universidad de Buenos Aires “Sila meta EPTERRMLitye a partic dela pregunla;por qué el ser y no la nada? a teologi pol ‘ica lo hace a partir de :por qué el orden y no el caos? Su respuesta es: por Ia decisién excepcional sobre Jo excepcional. La noci6n que condiciona la idea de soberanfa en Carl Schmitt, tema expreso de su Politische Theologie, es, entonces, la de excepcidn, la cual adquicre asi una sighificacién central en su pensi- ‘miento. Ya en la proposicién que abre el famoso texto de 1922, y que anticipa con la fuerza de un apo- tegma la Logica y las conclusiones del mismo, esto es evidente: “Soberano es quien decide sobre el esta- do de excepcién’” (11). Actuar soberanamente equivale a categorizar como excepeional un estado de cosas reacio someterse alas pautas normalizadoras habituales;y, simulténeamente, a ponerle fin al ‘mismo con medidas que resultan también excepcionales si comparadas con las previstas por el sistema legal vigente y apto para las condiciones de normaliad, La soberania es un tipo especifico de accién, esto es, de conducta del hombre considerado como sujeto ético, libre y responsable, en circunstancias precisas, “Soberano”, més que un sustantivo, es una adjetivaciOn, que calfica a quien acta de una manera conflictivamente irreductible a (aunque no con- tradictoria con) los comportamientos mercantiles, y a la conexa pretensién de hacer del do ut des el ‘inico criterio de racionalidad de la préctica. Fl discurso schmitiano, al elevar Ia excepeién a condicién de posibilidad de la accién soberana, apunta a legitimar en términos aparentemente antimodernos, pero significativos sdlo si contextualizados desde la modemidad, la primacta de lo politico sobre las abs- tracciones de! normativismo racionalistay el utlitarismo de la economia liberal, Intentaremos analizar ahora algunas connotaciones del concepto de excepcidn, importancia en la teologia politica schmittiana, ara destacar su 1. Observamos, ante todo, que no cabe justificar la decisién sobre la situacién excepcional ‘mediante el recurso al proceder cognoscitivo, como si aquélla dependiera fundamentalmente de una acertada observacién empirica, compatible a la manera de cualquier perspectiva neutral, La decisién soberana pertenece al universo de la praxis, no del conocimiento, y no recaba legitimidad de su some timiento a una opinién cientifica, sino de su funcién politica. Independientemente de que las partes que ccontienden en y sobre el estado de excepcién coincidan en calificarlo como tal, el juicio que importa es 1 del soberano, 0 sea el de quien impone su interpretacién y un modo de resolver la crisis, sin que su criterio sea definible por los requisitos gnoseo-epistemolégicos. En todo caso, si una situacién es reco- nocida como excepcional por todas las partes interesadas y antagénicas, es porque cllas se hallan 130 Jorge E. Dost cemarcodas en la Tucha por ejecer la potestad soberana de (rerear el orden a partir de los proyectos e vida respectivos. La objeividad de lo politico es la peculiar al dmbito de la prdetica: es un cons- ‘ructun de la voluntad, el resultado de un acto de libertad. Esta desactivacin del cénon gnoseol6gico en lo que hace ala excepcién como “objet 0 estado de cosas “objetivo”, es menos expresa que inevitable en Schmitt. Lo cual no significa, por supuesto, excluirel rigor y la cientificidad del discurso schmitiano. Mis bien buscamos mostrar que la decisién soberana que caracteriza una situacin como excepcional no se justifica en un proceder cognoscitivo 4e verficaci6n y corroboracién, sino por el desplazamiento dela justficacién hacia el dmbito que lees 'ms propio y primordial, el dela metafisica, por ser aguél desde el cual lo politico adquiere su sentido esencial. Concretamente: la problematica de la excepcin presupone una antropologia de cot flos6- fico 0 metaffsico, una imagen de lo que el hombre “es” en su “naturaleza” mds profunda, imagen que ¢s proritaria respecto de cualquier observacin y/o ejemplificacin empiries, pues determina Ia inter- pretacién de 10s “hechos”. Yel soberano schmittiano es quien, hobbesianamente,detenta el monopo- lio hermeneiitico de los casos excepeionales. ‘No altera el nervio conceptual de este planteo asumir este ser del hombre como una verdad onto- 1gice, 0 bien como una ficcién inevitable; no cabe tampoco atender en esta ocasiOn a la actitud de ‘Schmitt, como persona, al respecto. Lo importante es que, para la Iégica de su argumentacién, el juicio sobre el ser humano es una asuncidn éticafundacional de toda actitud (teérica y prictica) ante lo pol- tivo, un posicionamiento metaisico a prior acerca de I intrinseca capacidad o incapacidad de! hom- bre para convivir pactficamente con sus semejants, y, consecuentemente, de la necesidad ~o no- de {que se someta a un régimen de mandato/obediencia, “oda idea politica toma posiciGn, de alguna mane- 1, frente ala ‘naturaleza humana’ y presopone que el hombre es ‘por naturaleza bueno’ o “por natura Jeza malo”” (72). Se trata de una oposicién existencial bésica, que no puede diferirse ni ignorarse, entiende Schmitt invocando mediaciones pedag6gicas (como la confianzailuminista en que Ia educa- ign extirpard del hombre Ia fuente de sus errres morales) 0 economicistas (como la ereencia liberal, yy también marxista,en que el sistema de relaciones productivas ydistibutivas configura el locus desde ‘onde se condiciona el progreso del género humano). Una opcisn que se plantca en la dimensién meta- fisica, dela cual el univers juridico es deudor de sentido, pese a su pretendida autosufciencia ‘Ante el dilema, Schmitt opta por su lado negativo. La ineliminabiidad del mal opera como el axioms fundacional de lo politico, todo concepto de autoridad debe presuponeso para que el nexo ‘mandato/obediencia tenga significado estrictamentejuriico, yno el de una relacién de mera fuerza. Su teologia politica estéenimada por una visin negativa de la “naturaleza humana”, y de aqut sv polémi- acon la creencia liberal, pero también hegeliano-marxista y anérquica,en una componibilidad dima 4e Ios conflicts, o sea, en la ealizacién terenal de una sociabiidad armvinica y conciliada, si se eli ‘minan (ya sea iberando e] mercado, ya sea derrumbando revolucionariamente ls vias instituciones) Jos mecanismos de intervenci6n autoritaria,alienacién © dominio con que el hombre ha sofocado su “natraleza”. Para Schmitt, por el contrario, tal armonta es imposible porque e] ser humano estéafectado por ‘una falla 0 falta entoldgicamente constitutiva, por una carencia metafisica que lo costinge a someter sus acciones a un modelo de orden vertical, donde sus conductas son Jo bajo condicionado por lo aio, por la autoridad soberana. Esta es el punto de emanaciGn dela decisién que la situacién excepeional ha ‘uelio impostergable, siendo -por as{ deci secundario el contenido de lo deciido, siempre discutible apenas se lo abstraiga del caso concreto y de las exigencias que ésteimpone: “en la mera existencia de ‘una autoridad" ~escribe Schmit ilutrando el pensamiento de De Maistre, que comparte~ “esté conte- nda una decisiGn, y la decisién en cuanto tal es valiosa, pues en los asuntos mas importantes, ms Toologia poltica y xcepcisn 131 importante que cémo se decide es que se decida” (71). Este formalismo schmittiano, tan moderno en sw antimodernidad, ¢s ta conclusi6n rigurosa del vaciamiento de la legitimidad por parte de la razén secularizada y secularizante; una conclusién que 1d del esfuerzo te6rico de Schmitt al recepcionar y releer la metafisica en clave de politicidad abismal, agriindig, sin fundamentos. La génesis conceptual de lo politico schmitiano resi- de en ese juicio trascendental sobre el hombre como ser irremediablemente afectado por una imperfee- ceidn ontol6gica; Ia cual es asumida, desde la ética, como irradicable tendencia al mal. ‘Consecuentemente,en la maldad natural del hombre esté Ia matriz de los desequilibrios y rupturas que los humanos no dejan de ensayar contra toda estructura ordenativa, presuntamente cerrada y acabada cen si misma. Y, mis especfficamente, es a partir de este déficit tico-metafisico que se generan tanto el ‘caso de excepcién, como también la decisién excepcional que lo enfrenta. “Ambos polos de la conflictividad existencial (Ausnahime y Entscheidung) remiten a un hontanar trascendental comin: la inevitable irrupcién del mal en una realidad provisoriamente normal/normati- vizada, En este punto, cabe sefialar aunque sucintamente- uno de nuestros ejes de lectura: la Politische ‘Theologie es un texto clave para una doble comprobacién. Primero, lade lafascinacién schmittiana por ‘el vanguardismo, la atracciGn-repulsién por los momentos de ruptura, precisamente porque la quiebra de lo institucional es la condicidn de la creacién de un orden ex novo. En segundo lugar, la de que el ‘mal ético-metafisico, el mal como expresisn ética de la imperfeccidn o finitud metafisica del hombre, ‘es cl reaseguro schmittiano de la libertad y creatividad humanas, en la medida en que la excepcién y la decision representan la irupcién de lo nuevo, de lo no sometible a la previstbilidad ni « ninguna tpi ‘caci6n o clasificacién predeterminante. Al sostener la absolutez de la excepci6n (sea como caso 0 esta- do de cosas, sea como decisi6n soberana), Schmitt -sin tematizarlo expresamente en los términos que le adscribimos ahora- reivindica una idea de liberiad que, si bien es deudora de la tradicién cristiana del libre albedrio, también incorpora las marcas modemas de formalismo, creatividad vanguardista y ‘aun de relativismo. Con lo cual su planteo queda contextualizado en conformidad al clima cultural de ‘entreguerras y acrecienta su funcién polémica con la concepcién liberal, 0, al menos, con lo que ésta tiene de privatista y de neutralizacién de lo politico. En este punto cabe que hagamos un epilogo de lo ya expuesto, para proseguir el hilo central de nnuestras consideraciones. 'Al remitira la dimensién metafisica como al prius del derecho, Schmitt evita la desactivacién cientificista de un dilema existencial, y politiza la problemética del nexo entre la excepeién y lo uni- ‘versal la cual, siplanteada en términos gnoseo-epistemolégicos exclusivamente, se diluye en disquisi- ‘ciones sobre la “naturaleza” como objeto del conocer ylo sobre las facultades cognoscitivas de un hom- bre abstracto. Para Schmitt no se trata de atender a fo que escapa a la regla o acontece fuera de ella, para cuestionarse si lo excepcional es simplemente ¢1 nombre provisorio de lo que es normal, pero res- pecto de una ley atin no vigente; ni, por ende, si el conocimiento de la naturaleza debe admitir 0 no ‘gg tipo de emergencia espontnea, fortuta 0 azarosa. Cuando la reflexidn se circunscribe a una pro- ‘blematica cognosctiva, deja en sombras el sentido ético-existencial de la puesta en crisis de un orden legal ante su incapacidad para regular la convivencia entre seres que obran motivados por la voluntad ¥y acuciados por su responsabilidad en tanto que libres ‘La dindmica de ruptura y recomienzo del orden, que lo excepcional lleva consigo, tiene, entonces, ‘una raiz metafisica:esafalla ontol6gica de lo humano, que se manifiesta en Ja tensiGn insuprimible entre la rebeldfa ante normas y universeles (que se pretenden definitivamente vélidos s6lo porque ignoran lo ‘que los cuestiona, esto ¢s, la excepcién), por tn lado; y, por otro, la también ineliminalble necesidad de censayar continuamente reconstituciones del orden y la regularidad a partir de la nada de la crisis. 132 Jorge E. Dow 2.Analicemos més en detalle la cetegoria schmittiana de excepcién. Asumir como premisa de un planteo juridico-poltico una fuente extraempirica de desequilibrio de lo normativizado (precisamente: el mat como apriori trascendental), implica no poder conceptualizar lo excepcional més que negativa- mente, de lo contrasio se caerfaen la contradiccién de ofrecer la regularidad que lo explica y lo vuel- ve previsible. De aqui que Schmitt tematice el easo de excepcidn slo partir de lo que él no es, de su contraposicin a lo normal y regular. La excepcién schmittiana es, asf, imreduetible a cualquiera de las categorias con que un orden juridico tipfica las situaciones que amenazan su eficacia, y con las que espera, de este modo, prever la eliminacin de las mismas mediante el normal funcionamiento consti tucional. El caso de excepcién, entonces, noes identificable con las habituales “prerrogativas extraor- dinarias, [.. medidas policiales de emergencia u ordenamientos de urgencia” (18); ni es asimilable tampoco a “cualquier estado de necesidad” 0 “estado de sitio” (19), pues ello equivaldrfa a pautarlo y mnular su noveded irrumpente, El racionalismo, segtin Schmitt, teme a la excepcién y procura desdibu- jjarla, con lo cual cae tanto en el desconocimicnto de Ia metafisica del mal, sobre la que se asienta 1o «excepcional, como también en Ta jgnorancia de la personalidad juridica o intrinseca juriicidad de la ‘excepeién, que en absotuto queda desmentida por el conflicto que ella abre con e] orden normativo Vigente. El racionalismo, entonces, parte de una ética diferente: la del hombre bueno. Un punto en el que Schmit insiste expresamente, para no ceder terreno ante las posiciones doc- trinarias que combate (en especial, el kelsenianismo), es que la dupla excepcién/decisién pertenece al Derecho, tomado éste no ya como mero sistema de Ia legalidad (sea en abstracto, objeto de una cien-

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