You are on page 1of 24
Hume Investigacion sobre los principios de la moral Edicion de Enrique Ujaldén OH Ad RNS PS OS. COLECCION CORE CURRICULUM UAI: CIVILIZACION CONTEMPORANEA Scanned with CamScanner SECCION TERCERA Acerca de la justicia PARTE I 145. Serfa una empresa superflua probar que la justi- cia es titil a la sociedad y que, consecuentemente, al menos parte de su mérito debe surgir de esa considera- “a Proposicién de que la utilidad piblica es elsinico origen de la justicia, y que las reflexiones sobre las conse- cuencias beneficiosas de esta virtud son el inico funda- mento de su mérito, al ser mds curiosa e importante, sera mas digna de nuestro examen e investigaci6n. Supongamos que la naturaleza hubiese otorgado a la raza humana tal prédiga de todas las necesi- dades externas que, Sin ninguna incertidumbre sobre el futuro, sin ningun cuidado o trabajo por nuestra parte, todo individuo se encontrase provisto con To que quiera que sus mas voraces apetitos pudiesen necesitar, 0 con lo que ie A Ae ee ene ea desease una imaginacién amante del lujo. Su b Sc ee mentos artificiales; Ta clemencia perpetua de las estacio- nes convierte en inttiles toda ropa y abrigo; la vegetacion le ofrece Ia mas deliciosa cami la fuente clara, la mas rica bebida. No se requiere ninguna ocupacién laboriosa: ni cultivar, ni navegar. Musica, poesfa y_contemplacion constituyen sus tinicas ocupaciones; la conversaci6n, la alegria, y Ta amistad; sus Unicos eniretenimientos. ce evidente que, en tan feliz estado, florecerfan el resto de las virtudes sociales y se multiplicarfan por diez; pero nunca se sofiarfa con la precavida y suspicaz virtud de la justicia. ¢Para qué dividir los bienes donde todos tie- nen ya mas de lo nec ? éPor qué dar lugar a la pro- piedad donde es imposible que nadie salga perjudicado? ae Scanned with CamScanner ¢Por qué llamar a este objeto mfo cuando otro se apodera de él si solaniente necesito extender mi mano para alcan- zar lo que tiene el mismo valor? En este caso, la justicia, al ser totalmente indi, serfa un ceremonial vano y posi- blemente nunca podrfa tener un lugar en el catdlogo de las virtudes. Incluso en la presente condicién de necesidad de la humanidad, vemos que cualquier recurso que la naturale- za proporcione con ilimitada abundancia lo dejamos siempre en comtn para toda la raza humana, y no hace- mos subdivisiones de derecho y propiedad. El agua y el aire, aunque son Jas mas necesarias de todas las cosas, no se reclaman como propiedad individual; ningtin hombre puede cometer injusticia por el uso y el disfrute més libe- ral de estas bendiciones. En pafses grandes y fértiles, con pocos habitantes,.la tierra se considera del mismo modo. Y sobre ningtin tema insisten mds aquellos que defienden la libertad de los mares que en el caracter inagotable de su uso para la navegaci6n. Si las ventajas que procura la navegaci6n fuesen tan inagotables, los que razonan asf nunca habrian tenido ningtin adversario que refutar, ni nunca se hubiesen suscitado pretensiones de un dominio separado y exclusivo sobre el océano. En algunos pafses y en determinados perfodos, puede suceder que se establezca la propiedad sobre el agua y no sobre la tierra?3, si la segunda abunda mis de lo que pue- de ser usado por sus habitantes y la primera se encuentra con dificultad y en cantidades muy pequeiias. 146. Supongamos de nuevo que, aunque las necesida- des de la raza humana siguiesen siendo las mismas que en el presente, la mente estuviese tan abierta y tan repleta de amistad y generosidad que Todos Jos hombres sintresen la mayor fernura hacia Ios demas y no se preocupasen mds Por su propio interés que por el de sus semejantes. Parece evident > 0 dé Ta jus- ticia a Causa de Tan gran benevolencia y nunca se pensa- rfa eh las divisiones y barreras de Ia propiedad y de la ley. 2 Génesis, capttulos 13 y 21, —94— Scanned with CamScanner ¢Por qué obligar a otro a hacerme algin buen oficio por medio de una escritura o una promesa cuando sé que est4 ya predispuesto por la inclinacién més fuerte a buscar mi felicidad y que llevar4 a cabo por propia iniciativa el servi- cio que deseo excepto cuando el dafio que sufra por ello sea mayor que el beneficio que yo obtuviese; en cuyo caso sabe que a causa de mi humanidad y amistad innata seria el primero en oponerme a su imprudente generosidad? ¢Por qué establecer Ifmites entre el campo de mi vecino y el mio cuando mi coraz6n no ha istinguido entre nues- tros_intereses, sino que comparte todas sus alegrias y penas con la misma fuerza y vivacidad como si fuesen ori- ginalmente las mfas propias? Bajo este supuesto, todo hombre, al ser un segundo yo de los demas, confiarfa todos sus intereses a la discrecién de los demés, sin rece- los, sin divisiones, sin distinciones. Y toda la raza huma- na formarfa una Unica familia donde todo estarfa en comin y serfa usado libremente, sin considera de propiedad; pero también cautelosamente, con un respeto tan completo a las necesidades de cada uno de los indivi- duos, como si nuestros propios intereses estuviesen invo- lucrados de la manera mas estrecha. En la presente disposicién del corazén humano serfa quizas dificil encontrar ejemplos perfectos de tan extendi- dos afectos; con todo podemos observar que el caso de las familias se aproxima a ello: cuanto mAs fuerte es la bene- volencia mutua entre los individuos tanto mds se aproxi- man a ello, hasta que, en gran medida, se pierde y con- funde toda distincién_de propiedad entre lds mismos. Entre personas casadas el cemento de Ja amistad es con- siderado tan fuerte por las leyes como para abolir toda divisién de las posesiones y, en realidad, frecuentemente tiene la fuerza que se le adscribe. Y es observable que mientras dura el ardor de nuevos fanatismos, cuando todo principio se inflama hasta la extravagancia, frecuente- mente se ha intentado crear la comunidad de bienes y nada sino la experiencia de sus inconvenientes, ya por la vuelta al egofsmo de los hombres o ya porque éste se ocul- taba bajo un disfraz, pudo hacer que los fanaticos impru- dentes adoptasen de nuevo las ideas de justicia y de pro- piedad separada. Hasta tal punto es verdad que esta virtud deriva su existencia enteramente de que su uso es necesa- —95 Scanned with CamScanner rio para las relaciones entre los hombres y para la organi- zacién en sociedad de la humanidad. . 147, Para hacer esta verdad mas evidente, invirtamos las suposiciones anteriores y, Ilevando todo al éxtremo opuesto, consideremos cudl serfa el efecto de esta nueva situagiOn: Supongamos una sociedad que tiene tal le todo lo necesario que ni la mayor frugalidad y Iaborio- sidad pueden preservar a la mayorfa de la seat ni al conjunto de la mas extrema miseria; creo que se admitira enseguida que las estrictas Ieyes de la justicia se suspen- derfan ante una situacién tan angustiosa, dejando su lugar a razones mas poderosas de necesidad y autoconserva- cién, ¢Es un crimen, después de un naufragio, apoderar- nos de cualquier medio u objeto seguro al que uno pueda mantenerse asido, sin considerar las limitaciones previas de propiedad? O si una ciudad sitiada se estuviese murien- do de hambre, gpodemos imaginar que los hombres ten- gan ante s{ cualquier medio para sobrevivir y pierdan sus vidas por una consideracién escrupulosa a lo que en otras situaciones serfan las reglas de la equidad y de la justicia? El uso > ¢-inclinacién de esta virtud es procurar felicidad y seguridad al preservar el orden en la sociedad; pero cuan- do la Sociedad esta a punto de perecer por extrema nece- sidad no puede temerse un dafio mayor de la violencia y de la injusticia; en ese caso cada hombre puede proveerse por todos los medios que la prudencia pueda dictarle o su humanidad le permita. La gente, incluso con necesidades menos apremiantes, abre los graneros sin el consenti- miento de los propietarios ya que supone con raz6n que la autoridad de los magistrados puede extenderse tan lejos y ser consistente con la equidad. Si un grupo de hombres, reunidos sin el amparo de las leyes o de la jurisdiccién civil, procediese a una divisién equitativa del pan durante un perfodo de carestfa, ¢podrfa considerarse como crimi- nal o nocivo aunque se efectuase por medio de la fuerza e incluso de la violencia? 148. Supongamos igualmente cual serfa el destino de un hombre virtuoso en una sociedad de rufianes, lejos de la proteccion de las leyes y del gobierno. ¢Qué conducta debe adoptar en esa triste situacién? Ve que prevalece tal 6s Scanned with CamScanner desesperada rapacidad, tal falta de consideraci6n a la equidad, tal desprecio por el orden y tan estipida ceguera a las consecuencias futuras, que debe tener inmediata- mente el final mds tragico, terminando con la muerte de la mayorfa y con la disolucién total del resto de la socie- dad. Mientras tanto, a él no le queda més alternativa que armarse y no importa a quién pertenezca la espada o el escudo de los que se apodere al hacer provisién de todos Jos medios de defensa y seguridad. Puesto que su _particu- Jar respeto por la justicia no es util para su propia seguri- dado oirde demas: debe consultar sdlo los Gictados le su autoconservacién, sin preocuparse por aquellos que no merecen su Cuidado y atencién. Cuando cualquier hombre, incluso en la sociedad poli- tica, se vuelve detestable al ptiblico a causa de sus crime- nes, es castigado por las leyes en sus bienes y persona; esto es, las reglas ordinarias de la justicia son suspendidas por un momento en lo que a él se refiere, y llega a ser jus- to imponerle, en beneficio de la sociedad, lo que de otro modo no podria sufrir sin error 0 agravio. ¢Qué es el furor y la violencia de Ja guerra sino una sus- pensi6n de la justicia entre las facciones en lucha, que comprenden que esta virtud no tiene ninguna utilidad ni les proporciona ninguna ventaja? Las |; a, que sustituyen entonces a las de la e justicia, son reglas calculadas para obtener ventaja y utilidad en esa situacién concreta en la que los hor s sé hallan ahora situados. Y si una naci6n civilizada luchase contra barba- ros que ni siquiera observasen las leyes de la guerra, la pri- mera debe suspender también su observancia pues no le sirven a ningtin propésito, y debe hacer que cada accién 0 encuentro resulte tan sangriento y pernicioso para sus agresores como sea posible. ee P adver 149. De este modo, las reglas de equida justicia dependen totalment ici los que los hombres se encuentren, y deben su existencia ala utilidad que se deriva para la comunidad de su obser- vancia estricta y constante. Invirtamos en cualquier aspecto importante la condicién de los hombres: produz- camos extrema abundancia o extrema necesidad, implan- temos en el corazén humano perfecta moderacién y 97. Scanned with CamScanner humanidad o pe: men evdes rt situacion_normal_de la sociedad_es_un_término medio entre todos estos extremos. Somos por naturaleza parciales con nosotros mismos y con nuestros amigos, pero somos capaces de aprender la ventaja resultante de una conducta mds equitativa. Pocos placeres_nos_ son dados por la mano liberal y abierta d@ Ja natura eZ de Ta naturaleza, pero mediante la técnica, el trabajo y Ia Iaboriosidad podemos extraerlos en gran abundancia. Por ello Ia idea de Biopig é convierte en necesaria en toda sociedad ci le lo deriva la justicia su utilidad para el publico, y sdlo de ello surge su mérito y obligatoriedad moral. 150. Estas conclusiones son tan naturales y obvias que no han escapado ni siquiera a los poetas en sus descrip- ciones de la felicidad presente en la edad de oro 0 en el rei- no de Saturno. Si damos crédito a estas agradables ficcio- nes, las estaciones en ese primer perfodo de la naturaleza fueron tan moderadas que los hombres no necesitaban proveerse con ropas y casas como proteccién contra la violencia del calor y del frio; los rfos flufan con vino y leche; los robles manaban miel y la naturaleza producia espontaneamente los mds exquisitos manjares. Pero no fueron éstas las principales ventajas de esa feliz edad. No s6lo hab{an desaparecido las tempestades de la naturale- za, sino que esas tempestades atin mas furiosas que ahora nos causan tal alboroto y engendran tal confusién fueron desconocidas por los corazones humanos. Nunca se oy6 hablar de la avaricia, la ambicién, la crueldad o el egois- mo; el afecto cordial, la compasion, la simpatia, fueron las tnicas pasiones con los que la mente estaba Tamiliarizada. Incluso Ta puntillosa distincién entre mfo y tuyo estaba desterrada de la raza de los mortales, habiéndose llevado con ella la noci6n de propiedad y compromiso legal, justi- cia e injusticia. 151, Esta flccion poética de la edad de ora es. en_algu- nos sspectoe, idéntica a la ficcién filosdfica del estado de naturaleza; solo que a Ta primera se la presenta como la condicién més atractiva y pacffica que posiblemente pue- —98— Scanned with CamScanner da imaginarse, mientras que la segunda se describe como un estado de guerra y violencia acompafiado de la mds extrema necesidad. Nos han contado que en el origen de la humanidad prevalecié la ignorancia y la naturaleza sal- vaje hasta el extremo de que los hombres no podian otor- garse confianza mutuamente sino que cada uno deb{a depender de sf mismo y de su propia fuerza y astucia para su proteccién y seguridad. No se sabfa de ninguna ley, ni se conocfa ninguna norma de justicia, ni se respetaba dis- tincién de propiedad alguna. El poder era la inica medi- da del derecho y una guerra perpetua de todos contra todos era el resultado del salvaje egofsmo y de la barbarie de los hombres*4, 24 No fue Mr. Hobbes quien comenz6, como normalmente se ima- gina, esta ficcion de un estado de naturaleza como un estado de gue- rra. Plat6n intenta refutar una hipétesis muy similar en los libros Segundo, Tercero y Cuarto de La Repiiblica. Ciceron, por el contrario, supone que es cierta y universalmente reconocida en el siguiente pasa- je: «Quis enim vestrium, judices, ignorat, ita naturam rerum tulisse, ut quodam tempore homines, nondum neque naturali, neque civil iure des- cripto, fusi per agros ac dispersi vagarentur tantumgue haberent, quan- tum manu ac viribus, per caedem ac vulnera, aut eripere aut retinere potuissent? Qui igitur primi virtute et consilio praestanti exstinterunt, ii perspecto genere humanae docilitatis atque ingenii, dissipatos unum in locum congregarunt, eosque ex feritate illa ad justitiam atque mansuetu- dinem transduxerunt. Tum res ad communen utilitatem, quas publicas appellamus, tum conventicula hominum, quae postea civitates nomina- tae sunt, tum domicilia conjuncta, quas urbes dicimus, invento et divino et humano jure, moenibus sepserunt. Atque inter hanc vitam perpolitam humanitate, et illam immanem, nihil tam interest, quam JUS aique VIS. Horum utro uti nolimus, altero est utendum. Vim volumus extingui? Jus valeat necesse est, id est, judicia, quibus omne jus continetur. Judicia dis- plicent, aut nulla sunt? Vis dominetur necesse est? Haec vident omnes». Pro Sest., 42. [«gPues quién de entre vosotros, oh jueces, ignora que existié un estado de cosas tal que en cierto tiempo, cuando no se habfa estableci- do atin ni el derecho natural ni el civil, los hombres vagaban desperdi- gados y dispersos por los campos y posefan s6lo aquello que con su mano y por la fuerza, asesinando e hiriendo, pudiesen arrebatar o rete- ner? Asf pues, los primeros que destacaron por su virtud y buen conse- jo, tras examinar la naturaleza del aprendizaje y del ingenio humanos, reunieron en un solo lugar a los que se hallaban dispersos y a éstos los condujeron desde aquel estado salvaje a la justicia y a los modales sua- ves, Entonces, una vez encontrado un derecho divino y humano, las cosas para uso comin que llamamos ptiblicas, las pequeiias asociacio- 99-4 Scanned with CamScanner Puede dudarse con raz6n de que haya podido existir alguna vez tal condicién de la naturaleza humana o, si existi6, de que pudiera durar tanto como para que merez- ca ser considerada como un estado. Los hombres nacen necesariamente en una sociedad formada al menos por una familia y son educados por sus padres en algunas reglas de conducta y comportamiento. Pero debe admitir- se que si existié alguna vez un estado tal de guerra y vio- lencia, la suspensién de todas las leyes de justicia fue una consecuencia necesaria e infalible a causa de su absoluta inutilidad. 152. Cuanto més variemos nuestros puntos de vista sobre la vida humana y cuanto mds nuevas e inusuales sean las perspectivas bajo las que la examinemos, estare- mos més convencidos de que el origen aqui asignado a la virtud de la justicia es verdadero y satisfactorio. Si hubiese una especie de criaturas entremezcladas con los hombres que, aunque racionales, poseyesen una fuerza fisica y mental tan inferior que fuesen incapaces de toda resistencia y nunca pudiesen, a pesar de las mayores rovocaciones, hacernos sentir los efectos de su! ti- creo que la consecuencia necesaria es que estar{- amos obligados por las leyes de la humanidad a dar un trato dulce a estas criaturas; sin embargo, hablando con propiedad, no estarfamos sometidos a ninguna restriccién nes de hombres que después fueron lamadas ciudades, los hogares reunidos a los que denominaron urbes, fueron rodeadas con murallas. Y entre esta vida refinada por la civilizacién y aquella otra salvaje nada marca la diferencia tan claramente como el Derecho y la Violencia. Si no queremos usar uno de ellos, tendremos que usar el otro. Si preten- demos extinguir la violencia, entonces es necesario que el derecho pre- valezca, esto es, los juicios en los cuales todo el derecho est4 conteni- do. Si desagradan las decisiones de los jueces 0 no son tenidas en nada, es necesario que domine la violencia, Estas cosas las ven todos». En las ediciones de la G a la N, justo antes de comenzar la cita en latin, afiade: «Que es la tinica fuente de autoridad que citaré para estos razonamientos; y no imitaré en esto a Pufendorf ni incluso a Grocio, quienes creen que un verso de Ovidio, Platén o Petronio es una garan- tfa necesaria de toda verdad moral; o el ejemplo del Sr. Woollaston, quien recurre constantemente a autores hebreos 0 drabes con el mismo Ppropésito.»] —100— Scanned with CamScanner de la justicia en relacién con ellas, ni ellas podrfan poseer ningtin derecho o propiedad, exclusivos de tan arbitrarios sefiores. Nuestra_relacién con ellas no podrfa llamarse sociedad, la cual supone un grado de igualdad, sino abso- luto dominio por un lado y servil obedliencla por el otro. Deberfan renunciar instant4éneamente a Io que quiera que codiciemos. Nuestro permiso serfa el tinico derecho por el cual mantuviesen sus posesiones. Nuestra compasién y bondad serfan el tinico freno por el que limitasen nuestra voluntad sin ley. Y, como ningun inconveniente resulta del ejercicio de un poder tan firmemente establecido en la naturaleza, las restricciones de la justicia y de la propie- dad nunca tendrfan lugar en una asociacién tan desigual, pues serfan totalmente invitiles. sta es claramente la situacién de los hombres con res- pecto a los animales; y dejo a los demas que determinen en qué medida puede decirse que poseen raz6n. La gran superioridad de los civilizados europeos sobre los barba- ros indios nos tento_a medirlos con el mismo pie y nos hizo prescindir de to s_ deta justicia y de la humanidad en nuestro trato con ellos. En muchas nacio- y sé féra incapaz de toda propiedad, situaci6n opuesta a la de sus amos S. Pero aunque los varo- nes, cuando est4n unidos, tienen en todos los pafses sufi- ciente fuerza fisica para mantener esta severa tiranfa, son tales las insinuaciones, habilidades y encantos de sus bellas compafieras que normalmente las mujeres son capaces de romper su alianza y compartir con el otro sexo todos los derechos y privilegios de la sociedad. 153. Sila especie humana estuviese ideada por la natu- raleza de modo que cada individuo poseyese todas las facultades necesarias para su propia preservacién y para la propagacién de la especie, si la intencién primaria del Supremo Creador hubiese sido impedir toda sociedad y relacion entre los hombres, parece evidente que un ser tan solitario serfa tan incapaz de justicia como de mostrar habilidades sociales. Cuando el respeto mutuo y el_auto- control no sirven a ningtin propésite no dirigen la con- ducta dé ningun hombre razonable. recipitado curso de las pasiones no serfa control fado por la rellexion sobre —101— Scanned with CamScanner las consecuencias futuras. Y como se supone que aquf cada hombre se ama sdlo a sf mismo, tinicamente depen- de de él mismo y de su propia actividad para su seguridad y felicidad, en todas las ocasiones se impondrfa con todo su poder sobre los demés seres, a ninguno de los cuales estarfa atado por lazo alguno de naturaleza o de interés, Pero supongamos que se establece la colaboracién de los sexos en la naturaleza, entonces surge de modo inme- diato una familia y se adoptan al instante reglas particu- lares que se consideran necesarias para su subsistencia, aunque sin incluir al resto de la humanidad dentro de sus prescripciones. Supongamos que varias familias se unen en una sociedad que est totalmente separada de todas las demés: las reglas que preservan la paz y el orden se extien- den hasta el tiltimo lugar de esa sociedad, pero si conti- nian un paso mas pierden su fuerza y carecen por com- pleto de utilidad. Mas supongamos de nuevo que varias sociedades distintas mantienen algtin tipo de relacién para su conveniencia y ventaja mutuas: los limites de la justicia se extienden en proporcién a la amplitud de miras de los hombres y a la fuerza de sus interrelaciones. La his- toria, la experiencia y la raz6n nos instruyen_suficiente- mente acerca de este progreso natural de los humanos y de la ampliacion gradual de nuestras concep- ciones de la justicia en proporcién a nuestro conocimien- to directo de la alt@aakgencral de esta virtud. PARTE I 154, Si examinamos las leyes particulares por las que se rigen la justicia y se determina Ja propiedad aun estare- mos ante la misma conclusi6n: el bien de la humanidad es el nico objeto de todas estas leyes y regulaciones. No sélo es un requisito para la paz y el interés de la sociedad que las posesiones de los hombres estén separadas sino tam- bién-que las reglas que seguimos al hacer la separacién sean las que mejor contribuyan al servicio de los intereses de la sociedad. Supongamos que una criatura poseedora de raz6n pero que no conoce la naturaleza humana, medita sobre qué reglas de justicia y propiedad promoverfan mejor el —102— Scanned with CamScanner interés ptiblico y establecerfan la paz y la seguridad entre los hombres. Su pensamiento mas obvio serfa asignar las posesiones mds grandes a los de mayor virtud y dar a cada uno el poder de hacer el bien en proporci6n a su inclina- cién. En una teocracia perfecta, donde un ser infinita- mente inteligente gobierna por voliciones particulares, esta regla tendrfa ciertamente un lugar y podrfa servir a los propésitos més sabios. Pero, si la humanidad pusiese en practica tal ley, es tan grande la incertidumbre de su mérito por su oscuridad intrinseca y por el autoengafio de cada individuo que nunca resultarfa de ella ninguna regla de conducta determinada y la consecuencia inmediata seria la disolucién total de la sociedad. Los fanaticos pue- den suponer que la dominacion estd fundada en la gracia y ue sdlo los santos heredardn la tierra”, pero el magistra- lo civil justamente mide a estos sublimes teorizadores con el mismo patrén que a los ladrones comunes y les ensefia, mediante la disciplina mds severa, que una regla que puede parecer en teorfa muy ventajosa para la socie- dad, no obstante puede ser totalmente perniciosa y des- tructiva en la practica. Sabemos por la historia que durante las guerras civiles hubo fandticos religiosos de esta clase en Inglaterra; aun- que es probable que la tendenciosidad obvia de estos prin- cipios causara tal horror en la humanidad que pronto obligara a los peligrosos entusiastas a renunciar a sus objetivos, o al menos a ocultarlos. Quiza los niveladores”*, que surgieron de las ideas religiosas y que pretendfan una distribucién igualitaria de la propiedad, fueran el tipo de fandticos politicos que reconocieron mds abiertamente 25 (Cir, «Pues el pecado no tendré dominio sobre vosotros, ya que no estdis en régimen de Ley sino en régimen de gracia». Romanos, 6, 14, «Los honrados poseeran la tierra, la habitaran por siempre jamds.» Salmos, 37, 29. Las traducciones han sido tomadas de La nueva Biblia espaitola, Madrid, Ediciones Cristiandad, 1975.) 26 [Los niveladores (Levellers) fueron un influyente partido puritano hostil a la monarqufa que surgié en 1647. Sus reivi nes solicitando un Parlamento mds representativo que condujese a la eliminacién de todos los rangos y distinciones sociales habfan inquie- tado a los dirigentes ingleses que no tardaron en reprimirlos duramen- te a través de Ja Fairfax-y Cromwell.] —103— Scanned with CamScanner sus pretensiones, pues presentaban ‘una apariencia mds plausible de ser practicables en sf mismas as{ como tam- ién de ser utiles a la sociedad. 155. Ciertamente hay que confesar que Ja naturaleza es tan liberal con la humanidad que si todos sus dones se dividiesen equitativamente entre la especie y se mejorasen mediante las artes y el trabajo, cada individuo satisfarfa todas sus necesidades e incluso la mayor parte de las comodidades de la vida, y no estarfa sujeto a més enfer- medades que aquellas que pudieran surgir accidental- mente de la estructura y constitucién enfermizas de su cuerpo. Y hay que confesar también que dondequiera que nos apartemos de esta igualdad robamos al pobre mds gratificacién de Ja que afiadimos al rico; y que, con fre- cuencia, la leve satisfaccién de la frivola vanidad de un individuo cuesta mds que el pan de muchas familias e incluso provincias. Puede parecer, ademas, que la regla de igualdad, que serfa muy «itil, no es del todo impracticable, dado que ha existido al menos en grado imperfecto en algunas republicas, particularmente en Esparta, donde se dice a era puesta en practica con las consecuencias mds beneficiosas. Por no mencionar que las Leyes Agrarias, tan frecuentemente reclamadas en Roma, y que fueron puestas en prdctica en muchas ciudades griegas, proced{- an todas ellas de la aceptacién general dela utilidad de este principio. Pero los historiadores, e incluso el sentido comtin, pue- den informarnos de que, a pesar del atractivo que puedan poseer estas ideas de una igualdad perfecta, en el fondo son realmente impracticables; y, aunque no lo fuesen, serf- an extremadamente perniciosas para la sociedad humana. Entregad posesiones iguales, y los hombres con diferentes grados de habilidad, dedicaci6n y trabajo romperdn inme- diatamente esa igualdad. O si se limitan estas virtudes, se reduce la sociedad a la indigencia mas extrema y, en vez de librar de la necesidad y la mendicidad a unos pocos, se convierten en inevitables para el conjunto de la comuni- dad. Se requiere también la investigacién mas rigurosa Para ser conscientes de cada desigualdad en cuanto apa- rezca y la autoridad mds severa para castigarla y reparar- la. Pero ademas de que tanta autoridad pronto degenera- —104— Scanned with CamScanner rfa en tiranfa y serfa ejercida de modo muy parcial, ¢quién la podrfa poseer en una situaci6n como te aqui propues- ta? La perfecta igualdad de posesiones, al destruir toda jerarquia, debilita extremadamente la autoridad del magistrado y debe reducir todo poder casi a un mismo nivel, al igual que sucede con la propiedad. 156. Por consiguiente, podemos concluir que debemos estar familiarizados con la naturaleza y situacién del hombre en orden a establecer leyes para la regulacién de la propiedad; que debemos rechazar las apariencias que pueden ser falsas, aunque especiosas; y que debemos bus- car aquellas normas que sean, en conjunto, las mAs uitiles y beneficiosas. Cuando los hombres no se dejan llevar por un egofsmo demasiado dvido o por un fanatismo excesivo, el sentido comtn y una ligera experiencia son suficientes para este propésito. ¢Quién no ve, por ejemplo, que aquello que se produce o mejora por medio de la habilidad o del trabajo de un hombre debe garantizarsele siempre con el fin de estimu- lar tales habitos y cualidades titiles?; que la propiedad también debe transmitirse a los hijos y parientes con el mismo propésito de utilidad?; que debe poder enajenar- se por consentimiento para producir ese comercio e inter- cambio que tan beneficioso resulta para la sociedad huma- na?; ¢y que deben cumplirse escrupulosamente todos los contratos y promesas para asegurar la veracidad y con- fianza mutuas por las que se promueve el interés general de la humanidad? Examine a los que escriben sobre las leyes de la natu- raleza y siempre encontrard que cualesquiera que sean los principios de los que partan, seguro que al final termina- ran aqui y designardn a la conveniencia y a las necesida- des de la humanidad como la raz6n Ultima de cada norma que establecen. Un derecho obtenido por esta raz6n tiene mas autoridad que si es producto del desarrollo de uno de los sistemas de pensamiento existentes. ¢Qué otra raz6n, de hecho, podrfan dar los escritores de por qué esto debe ser mfo y eso tuyo si seguramente la ignorante naturaleza nunca establecié tal distinci6n? Los objetos que reciben esas denominaciones nos son por si mismos ajenos; estén totalmente desligados y separados —105— Scanned with CamScanner de nosotros y nada puede establecer la conexién salvo el interés general de la sociedad. 157. Algunas veces los intereses de la sociedad pueden requerir que haya una regla de justicia para un caso con- creto, pero puede que no determinen ninguna regla parti- cular entre varias que sean igualmente beneficiosas. En ese caso se recurre a las analogias mas débiles para preve- nir esa indeterminacién y ambigtiedad que seria fuente de constante disensién, De este modo, se supone que la pose- sion en solitario, la primera posesién, confiere la propie- dad cuando nadie mas tiene derechos y pretensiones ante- riores. Muchos de los razonamientos de los abogados son de esta naturaleza analégica y dependen de muy débiles conexiones de la imaginaci6n. @Es inmoral, en casos extraordinarios, violar toda con- sideracién a la propiedad privada de los individuos y sacrificar al interés ptiblico una distincién que ha sido establecida a causa de ese interés? La seguridad del pue- plo es la ley suprema?”: todas las demas leyes particulares Je estén subordinadas y dependen de ella. Y, si en el curso normal de las cosas, se siguen y cumplen es s6lo porque la seguridad y el interés publico exigen normalmente una administraci6n tan equitativa como imparcial. Algunas veces fallan la utilidad y la analogia y dejan a Jas leyes de la justicia en una incertidumbre total. De este modo es muy necesario que la prescripcién’® o la posesi6n efectiva durante mucho tiempo conduzcan a la propiedad; sin embargo es imposible determinar, solo con la razén, qué ntimero de dfas, meses 0 afios serfa suficiente para ese propésito. Las leyes civiles ocupan aqui el lugar del cddigo natural y asignan plazos diferentes a la prescripcién de acuerdo con las diferentes utilidades propuestas por el legislador. Letras de cambio y pagarés, segtin las leyes de la mayorfa de los pafses, prescriben antes que los tftulos 27 [Hume traduce aqut el dictum latino: «Salus populi suprema lex est» gue Cicer6n cita en De Legibus, IH, 3.) 28 TBI acceso a la propiedad por prescripcién hace referencia a la pérdida de un derecho por su falta de ejercicio, La larga ocupacién pasa a ser, en sf misma, fuente de derecho.] —106— Scanned with CamScanner de deuda, hipotecas y contratos de una naturaleza mds formal. 158. En general, podemos observar que todas las cues- tiones de propiedad estan subordinadas a la autoridad de Jas leyes civiles que extienden, restringen, modifican y alteran las leyes de la justicia natural segén lo que convie- ne a cada comunidad. Las leyes hacen, o deberfan hacer, referencia constante a la constitucién del gobierno, a las costumbres, al clima, a la religién, al comercio y a la situa- cién de cada sociedad. Un reciente autor, con tanto genio como erudicién”, ha investigado este tema a fondo y ha establecido, desde estos principios, un sistema de conoci- miento polftico que abunda en pensamientos ingeniosos y brillantes, y que no carece de solidez®?. 29 [En las ediciones G y K puede leerse una referencia atin mas elo- giosa: «autor de tan gran genio como erudicién..., el mejor sistema de egnocimiento politico que, quiz4s, haya sido nunca comunicado al mundo.» 30 E] autor de L'Esprit des Loix [sic]. [Charles de Secondat, barén de la Bréde y de Montesquieu 1689-1755]. Este ilustre escritor, sin embar- go, expone una teoria diferente y supone que todo derecho est4 funda- do en ciertos rapports o relaciones, que es un sistema que, en mi opi- nién, nunca se reconciliaré con la verdadera filosoffa. El pa¢ Malebranche, por lo que sé, fue el primero que formulé esta teoria abs- tracta de la moral que fue después adoptada por Cudworth, Clarke y otros; y como exclave todo sentimiento y pretende fundarlo todo en la raz6n, no ha carecido de seguidores en este perfodo de la filosoffa. Véa- se secci6n I, apéndice I. Con relacién a la justicia, la virtud sobre la que aquf hablamos, los argumentos contra esta teorfa parecen expeditivos concluyentes. Se admite que la propiedad depende de las leyes civi- les; se admite que las leyes civiles no tienen otro objeto que el interés de la sociedad: por consiguiente debe admitirse que es el tinico funda- mento de la propiedad y de la justicia. Por no mencionar que nuestra misma obligacién de obedecer a los magistrados y sus leyes no se fun- damenta en nada sino en los intereses de la sociedad. Si bien las ideas de justicia no se adecuan algunas veces a las nece- sidades de la ley civil, estos casos, en vez de objeciones, son confirma- ciones de la teorfa expuesta mds arriba. Donde una ley civil es tan per- versa como para oponerse a los intereses de la sociedad pierde toda su autoridad, y los hombres juzgan por medio de las ideas de justicia natural que se ajustan a esos intereses, Algunas veces las leyes civiles requieren alguna ceremonia o firmar alguna escritura para ser ‘Aitiles; y —107— Scanned with CamScanner Qué es la propiedad de un hombre? Cualquier cosa cuyo uso es legal para él y solo para él. ¢Pero qué regla tenemos por la que distingamos estos objetos? Aqui debe- mos recurrir a estatutos, costumbres, precedentes, analo- gfas, y a otro centenar de circunstancias, algunas de las cuales son constantes e inflexibles y otras variables y arbi- trarias. Pero el tiltimo punto al que todas manifiestamen- te abocan es al interés y felicidad de la sociedad humana, Cuando éstos no entran en consideracién nada puede parecer ms caprichoso e incluso supersticioso que todas © la mayor parte de las leyes de la justicia y de la propie- Tienen una tarea facil aquellos que ridiculizan las supersticiones vulgares y exponen la locura del respeto a comidas, dias, lugares, posturas, y vestiduras. Aunque consideren todas las cualidades y relaciones de los obje- tos, no descubrirdn una causa adecuada para ese afecto o antipatfa, veneraci6n u horror que tiene una influencia tan poderosa sobre una parte considerable de la humani- dad. Un sirio morirfa de hambre antes que probar una paloma; un egipcio no se aproximarfa al tocino; pero si se examinasen esta clase de comidas por los sentidos de la vista, olfato o gusto y se analizasen por la quimica, medi- cina o fisica, no se encontrarfa ninguna diferencia entre un tipo y otro, ni puede descubrirse qué precisa circuns- tancia proporciona fundamentos adecuados para la pasi6n religiosa. Un ave de corral es comida Ifcita en jue- donde falta ésta, sus decretos avanzan en direccién opuesta al tenor usual de la justicia, si bien no se considera normalmente un hombre. honesto a quien se aproveche de tales argucias. De este modo, los inte- reses de la sociedad requieren que los contratos sean cumplidos y no hay un artfculo mas importante que éste en la justicia natural o civil. Aunque, legalmente, la omisién de una circunstancia sin importancia invalide frecuentemente un contrato, in foro humano [en un tribunal de justicia], no lo har in foro conscientiae [en el tribunal de nuestra conciencia], como se expresan los telogos. En estos casos se supone que el magistrado renunciard tinicamente a su poder de hacer lo que es justo, no que habré modificado lo que es justo. Si su propésito es exten- der el derecho y conformarlo a los intereses de la sociedad, nunca deja- ré de modificar el derecho; una clara prueba del origen de la justicia de la propiedad, como fue seftalado mas arriba, [La referencia a Cud- worth fue afiadida en la edicién 0.) —108— — Scanned with CamScanner ves, en viernes abominable; en esta casa y en esta didcesis se permiten los huevos durante la Cuaresma y un centenar de pasos més alla comerlos es un pecado detestable. Esta tierra o edificio era ayer profano; hoy, por la murmura- cién de ciertas palabras, se convierte en santo y sagrado. Se puede decir que reflexiones como éstas, en la boca de un filésofo, son demasiado obvias para tener alguna influencia porque siempre deben ocurrirseles a todos los hombres a primera vista y, donde no prevalecen por si mismas, seguramente son obstaculizadas por la educa- cién, el prejuicio y la pasién, no por ignorancia o error. 159. Una mirada poco cuidadosa 0, mas bien, una refle- xién demasiado abstracta podria detectar una supersticién similar en todos los sentimientos de justicia; y que si un hombre expone sus objetos, lo que nosotros llamamos pro- piedad, al mismo escrutinio de los sentidos y de la ciencia, no encontrarfamos, pese a la mds minuciosa investigaci6n, ningtin fundamento para la diferencia establecida por el sentimiento moral. Puedo alimentarme legitimamente de este Arbol, pero es un delito tocar la fruta de otro de la mis- ma clase diez pasos més all4. Si hace una hora hubiese usado estas ropas habrfa merecido el castigo ms severo, pero un hombre, pronunciando unas pocas sflabas mégi- cas, me las ha entregado adecuadas a mi uso y servicio. Si esta casa estuviese situada en el territorio vecino habria sido inmoral gue habitase en ella; pero al estar construida en este lado del rfo est4 sujeta a una ley municipal dife- rente y al hacerla mfa3! no incurro en falta o censura. Pue- de pensarse que la misma clase de razonamiento, que tan exitosamente utiliza la superstici6n, es también aplicable a la justicia y que no es posible, en un caso més que en el otro, sefialar en el objeto. qué precisa cualidad o circuns- tancia es el fundamento diel sentimiento. Pero hay una diferencia fundamental entre supersti- cién y justicia: la primera es frivola, inutil y opresiva; la segunda €s un requisito absolutamente necesario ara el bienestar de Ta humanidad y para Ia existencia de Ta socie- 3! [La expresién «al hacerla mfa» fue afiadida en la edicién O.] —109— Scanned with CamScanner dad. Cuando hacemos abstraccién de esta circunstancia (pues estd demasiado clara como para pasarla por alto), debe confesarse que toda consideracién al derecho y a la propiedad parece tan sin fundamento como la supersti. cién més grosera y vulgar. Si los intereses de la sociedad no estén directamente involucrados, es tan ininteligible por qué, cuando alguien articula ciertos sonidos impli- cando consentimiento, debo cambiar la naturaleza de mis acciones con respecto a un objeto particular como por qué, cuando un sacerdote recita una liturgia con unos determinados habitos y ademanes dirigidos a un montén de ladrillos y madera, ibs convierte en sagrados desde ese momento y para siempre??, 32 Es evidente que el consentimiento 0 la voluntad por sf solos nun- ca transfieren la propiedad ni obligan a cumplir una promesa (pues el mismo razonamiento es plicable ‘a ambos), sino que la voluntad debe expresarse mediante palabras o signos para imponer una obligacién sobre cualquier hombre. Una vez. que introducimos la expresién verbal como subordinada a la voluntad, pronto se convierte en el principal componente de la promesa. Ningtin hombre estaré menos atado por su eure ‘aunque secretamente otorgue una direccién diferente a su intencién y niegue el asentimiento de su mente. Y aunque en la mayo- rfa de las ocasiones la expresi6n es el todo de la promesa, no siempre ¢s asf; alguien que haga uso de una expresién de la que no conoce su significado y la use sin ninguna conciencia de sus consecuencias, cier- tamente no esta obligado por ella. Y aunque supiese su significado, si Ta usa s6lo en broma y con signos que evidencian que no tenfa inten- cién seria de comprometerse, no estaré obligado a cumplirla. Pero es necesario que las palabras sean una perfecta expresion de la voluntad, sin sombra de duda, Lo que no debe, sin embargo, llevarnos tan lejos como a imaginar que alguien no esté obligado por la expresi6n verbal de su promesa, en el caso de que la aceptemos, si, gracias a nuestra agudeza mental, conjeturamos a partir de ciertos signos que tiene intencién de engaiiarnos; esta conclusién debe limitarse a esos casos donde los signos sean de una naturaleza diferente a la del engaiio. Todas estas contradicciones se explican facilmente si la justicia surge enteramente de su utilidad a la sociedad, pero nunca se explicaran por ninguna otra hipétesis. [Una exposicién ms detallada de la concep- cin humeana de las promesas puede encontrarse en el Tratado Lib. TI, Parte II, Secc. V,] Es observable que las decisiones morales de los jesuitas y de otros casuistas poco exigentes, se formaban normalmente en persecucién de algunas de tales sutilezas del razonamiento como las que son aqui sefialadas y procedfan tanto del habito del refinamiento escoléstico como de la corrupcién del corazén, si podemos seguir la autoridad de —110— Scanned with CamScanner Estas reflexiones estan lejos de debilitar las prescrip- ciones de la justicia o de mitigar en algo el mds sagrado respeto a la propiedad. Por el contrario, tales sentimientos deben adquirir nueva fuerza del razonamiento presente. Pues, gpuede desearse o concebirse un fundamento mds fuerte para cualquier deber que constatar que la sociedad, o incluso la naturaleza humana, no podria subsistir sin su establecimiento y que siempre alcanzaremos un mayor grado de felicidad y perfecci6n cuanto mds inviolable sea el respeto que se le rinda a ese deber? 160. 33E] dilema parece obvio: como la justicia tiende de manera evidente a promover la utilidad publica y a sos- Mons. Bayle. Véase su Diccionario, articulo «Loyola». ¢¥ por qué se ha indignado tanto la humanidad contra esos casuistas, si no porque todos perciben que la sociedad humana no podria subsistir si tales practicas fuesen autorizadas, y que la moral debe ir siempre de la mano del interés publico mAs que de la regularidad filoséfica? Si la secreta direcci6n de la intencién pudiese invalidar un contrato, ¢dénde queda- rfa nuestra dignidad?, se preguntaria cualquier hombre con sentido comin, Y no obstante, un metaffsico puede pensar que donde se supo- nfa que una intencién era necesaria, si la intencién no tiene realmente lugar, no se sigue ninguna consecuencia y no se impone ninguna ob! gacion. Las sutilezas casu{sticas no pueden ser mayores que las sutile- zas de los abogados, indicadas mds arriba; pero las primeras son per- niciosas, y las segundas son inocentes, e incluso necesarias, ésta es la razén de la recepcién muy diferente que encuentran en el mundo. (El siguiente pérrafo fue afiadido en la edici6n O:] Es una doctrina de la Iglesia de Roma que el sacerdote, mediante una direccién secre- ta de su intencién, puede invalidar cualquier sacramento. Esta posi- cién se deriva de la aplicacién rigurosa y constante de una verdad obvia: que las palabras, por sf solas, sin ninguna intencién y significa- doen el hablante, no pueden nunca conseguir ningtin efecto, El que no se admita la misma conclusién en los razonamientos concernientes a contratos civiles, donde se acepta que el asunto tiene muchas menos consecuencias que la salvacién eterna de miles de almas, se debe ente- ramente a la conciencia de los hombres del peligro y de los inconve- nientes de la doctrina citada. Por ello, podemos observar que a pesar de lo definitiva, arrogante y dogmdatica que pueda parecer cualquier supersticién, nunca puede persuadir de la realidad de sus objetos, 0 ponerlos, en algiin grado, en una balanza con los incidentes normales de la vida, que aprendemos de la observacién diaria y el razonamiento experimental. 33 [La edicién Q omite desde este parrafo hasta el final de la sec- cién.] —ll— Scanned with CamScanner tener la sociedad civil, el sentimiento de justicia 0 bien se deriva de nuestra reflexi6n sobre esa tendencia o bien como el hambre, la sed y otros apetitos, el resentimiento, el amor a la vida, el carifio a los descendientes y otras pasiones, surge de un simple instinto original en el cora- z6n humano donde la naturaleza lo ha implantado con parecidos propésitos saludables**. Si lo tiltimo es el caso, se sigue que la propiedad, que es el objeto de la justicia, se distingue también por un simple instinto original y no se determina por ningtin argumento o reflexién. ¢Pero quién hay que haya ofdo hablar alguna vez de un instinto seme- jante? 2O es éste un tema en el que se pueden realizar nue- vos descubrimientos? También podrfamos esperar a des- cubrir nuevos sentidos en el cuerpo que hubiesen escapado antes a la observacién de toda la humanidad. 161. Ademds, aunque parece simplista afirmar que la naturaleza distingue la propiedad por un sentimiento ins- tintivo, no obstante encontraremos que en realidad se requieren para ese propésito diez mil instintos diferentes y éstos emplearlos sobre objetos de la mayor complejidad y con la mayor capacidad de discernimiento. Porque, cuan- do se requiere una definicién de la propiedad, esa misma relacién se descompone en la posesién adquirida por ocu- pacién, por el esfuerzo, por prescripcién, por herencia, por contrato, etc. ¢Podemos pensar que la naturaleza nos instruye mediante un instinto original en todos estos modos de adquisici6n?3> Las palabras herencia y contrato también estan por ideas infinitamente complicadas; y para definirlas exactamente no han sido suficientes un centenar de voltimenes de leyes y un millar de voltimenes de comentadores. La naturale- za, cuyos instintos en los hombres son todos simples, 4 [La edicién N omite esta frase, y en su lugar puede leerse: «Si la justicia surge de un simple in: 0 en el corazén humano, sin reflexi6n alguna, incluso sobre los obvios intereses de la sociedad que requieren absolutamente de esa virtud, se sigue...».] _ 38 (Hume considera, y finalmente rechaza, una explicacién de la justicia como un mero instinto natural. La justicia no es un sentimien- to que surja de nuestro corazén sino que aquf la naturaleza debe dejar Tuga las complejas relaciones y necesidades de la vida social —1l2— Scanned with CamScanner gincluye objetos tan complicados y artificiales y crea una criatura racional sin confiar nada a la operacién de su razon? Pero, aunque se admitiese todo esto, atin asf no serfa satisfactorio. Las leyes positivas ciertamente pueden transferir la propiedad. ¢Es por otro instinto original por lo que reconocemos la autoridad de reyes y senados y establecemos todos los Ifmites de su jurisdiccién? Tam- bién debe permitirsele que los jueces —en aras de la paz y el orden—, tengan autoridad decisoria y que, en dltimo término, determinen la propiedad, aunque su sentencia sea errénea e ilegal. ¢Tenemos ideas innatas de pretores, cancilleres y jurados? ;Quién no ve que todas estas insti- tuciones surgen meramente de las necesidades de la socie- dad humana? Todos los pdjaros de la misma especie construyen los nidos de la misma manera en cualquier época o pafs: en esto vemos la fuerza del instinto. Los hombres construyen sus casas de forma diferente en distintas épocas y lugares: aqu{ percibimos la influencia de la raz6n y las costum- bres. Puede establecerse una inferencia semejante compa- rando el instinto de procreacién y la instituci6n de la pro- piedad. Por grande que sea la variedad de las leyes, debe reco- nocerse que sus principales directrices coinciden con bas- tante regularidad, porque los propésitos a los que tienden son muy similares. De igual manera, todas las casas tienen techo y paredes, ventanas y chimeneas, aunque diversifi- cadas en su forma, apariencia y materiales. Los propési- tos de las segundas, dirigidos al bienestar de la vida huma- na, no descubren més claramente su origen en la raz6n y en Ja reflexi6n que los de las primeras, pues apuntan todos aun mismo fin. % No necesito mencionar las variaciones que todas las normas de propiedad reciben de las disposiciones y cone- xiones més delicadas de la imaginacién y de las sutilezas i, abstracciones de tépicos y razonamientos legales. No ay posibilidad de reconciliar esta observacién con la nocién de instintos originales. 162. Lo unico que suscitarfa alguna duda en relacién con la teorfa en la que insisto es la influencia de la educa- —113— Scanned with CamScanner cién y de los habitos adquiridos por los que estamos tan acostumbrados a condenar la injusticia que no somos, en todos los casos, conscientes de ninguna reflexién inme. diata sobre sus consecuencias perniciosas. Por esa misma raz6n, los puntos de vista que nos son mas familiares tien. den a pasar inadvertidos; y tendemos a seguir haciendo del mismo modo y de forma mecénica lo que hemos rea- lizado frecuentemente impulsados por motivos de los que estamos seguros, sin recabar, en cada ocasi6n, las decisio- nes que determinaron nuestra actuacién la primera vez. La conveniencia, 0 mas bien la necesidad, que guia a la justicia es tan universal, y sefiala a las mismas reglas en todos los lugares, que el habito ocupa su lugar en todas las sociedades; y no es sin algiin examen que somos capaces de determinar su verdadero origen. El asunto, sin embar- &o, no es tan oscuro puesto que, incluso en la vida diaria, recurrimos en todo momento al principio de utilidad publica y a preguntar: ¢en qué se convertirta el mundo si prevaleciesen tales practicas? ¢Cémo podria subsistir la sociedad bajo tales desdrdenes? Si la distincién o separa- cién de las posesiones fuese enteramente initil, :puede concebitse que hubiese triunfado alguna vez en la socie- lad? 163. De este modo, parece que en general hemos obte- nido un conocimiento de la fuerza del principio sobre el esto que ninguna excelencia da, podemos concluir que y el mAs fi ies en be, por consiguiente, ser la fuente de una par- considerable del mérito adscrito a la humanidad, a la enevolencia, a la amistad, al espiritu civico y a las demas virtudes sociales de este curio, asf como es la tinica fuente de aprobacién moral que se otorga a la fidelidad, justicia, veracidad, integridad, y esas otras cualidades y principios estimables y titiles. Es enteramente agradable a las reglas de la filosoffa, e incluso de la raz6n comtn, cuando se o =114— Scanned with CamScanner encuentra algtin principio que tiene una gran fuerza y energfa en un caso, adseribirle una energfa igual en todos los casos semejantes**, Esta es de hecho la principal regla de la filosoffa de Newton?’. 36 [Esta oracién aparecfa como una nota en las ediciones de la G a la P; y también la llaman la «segunda regla».] *T Principia [Mathematica.] Libro TI. —115s— Scanned with CamScanner

You might also like