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PROGRAMA INTERUNIVERSITARIO de HISTORIA POLITICA INES PEREZ El hogar tecnificado FAMILIAS, GENERO Y VIDA COTIDIANA 1940-1970 Editorial Bibles oo 108 EL hogar teenifendo acentuando la distancit entre unos hogares y otros, ya invisibi- ando el trabajo doméstico, Ya reforzando su identificacion eon las mujeres. ‘Los modelos de cocina son conceptos anganizadores de los sis ras de objetos que a ella se ineorporan. Silos objetos se consumen die acuerdo con tradiciones y usos vigentes, si los nuevos artefactos se domestican de aewerde con las imagenes del hogar aceptadas, las transformaciones en las conceptualizaciones de la coeina dan wna ‘buena perspectiva para analizar la incorporacién de las nuevas tec- nologias y artefactos ala vida eotidiana, en particular eon rolacién al trabajo doméstico. gEn qué medida la presencia de estos artefactos ‘modifié los tiempos y modos de realizarlo? ;Cémo la recuerdan va- tones y mujeres de distintas generaciones? ;Cémo jugaron las pecu- liaridades regioncles y, en particular, las del caso aqui analizado, en Ja forma en que se introdujeron dichos bienes a los hogares? Para el ceaco de Mar del Plata, esta incorporacién comenzé entre las familias de mayores recursos en los aos 40 y 50, para legar a Tos hoga- res eon prosupuestas mas restringidos recién entrada la década de 1960. Si para ese entonces la clase media mostraha crecientes 55~ de estratifieaeién, cedmo se produjo esa incorporacién en hogares de distintos ingresos? Sobre estas preguntas volveré en el capitlla siguiente Carirvzo 3* Las reinas del hogar y sus eléctricos servidores' El trabajo doméstico y la tecnificacién del hogar lustracién 1, Para Ti, 17 de julio de 1986. Los modos de habitar modernos esti earucterizados por In inser~ ccién del hogar en redes sanitarias asi como por la provision de eom- bustibles limpios, como la eleciricidad y el gas. Estas novedades no « Algunos de os topeostrabalados en est capitulo han side dessrollados en Pérwe (2010 1.81 bie bloom el titulo de“léctricos servidres”en este capitulo analiza ain ‘otros artefacts vinculadoe al erbaje domestic suo Funconanf fentes een ‘no humana, como el gos 0 el quersecn. La expres “dornaticos seridores™ est tomada de na publicidad do Casa Ameren que fuera publica en laevis Pars To ‘los aos 0.y que es reprodusida bale (209 no El hogar teeifendo sélo transformaron la estruetura de la vivienda sino que habilitaron ‘otros usos de los espacios y dieron Iugar a uns nueva imagen del ho- zzar asociado al progreso téenico. Si la cocina suede eoneehirse como sinéedoque del hogar moderno, las nuevas maquinas domésticas implicaron que la promesa de modernidad se extendiera al ambito prosaico, rutinario y femenino de las tareas ée la easa, Las novedo- sas aplicaciones cientificas utilizadas en objetos domésticos prome- tian la extensién de un mayor nivel de vida z sectores mas amplios de la sociedad. Como ha senalado Denise Lawrence-Ziaiga (2004), “el potencial de la miquina fue eseneial para la transformacion del hhogar, antes estrueturado como un centro de produceién, en un en- torno de consumo” (53-54). Las transformaciores en la estructura de la vivienda y en la provision de servicios, asi como la introduceién de nuevos artefaetas al hogar (cocinas, heladeras, lavarropas, ete.) marearon profundas transformaciones en las formas, el tiempo y el cesfucrzo implicados en el trabajo doméstico asi como en las expecta tivas a partir de Ins quo se lo realiznha, También marcaron cambios en las representaciones vinculadas a su ejecicién ty a sus ejecuto- ras): Ia estética del confort y la imagen del ama de casa moderna jugaron un papel eentral en la promocién de las nuevas teenologias 'y artefactos para el hogar. ‘La ineorporacion de Tas nuevas teenologias supnso un esfuer70 menos duro, realizado en circunstancias mds confortables rasser, 1982), La Hamada ‘industrializadién del hogar” estuvo enies no humana y por su perteneneia aun sistema econémico mas amplio, del que requeriria a partir de entonces productos y he- rramientas que ya no podian fubricarse en el mundo doméstieo. En este sentido, v considerando el proceso de trabajo en su conjunto, mientras algunas tareas se mercantilizaran —la producetén de ali- ‘mentos 0 vestimenta~ o se eonvirticron en jurisdiecién de distintas instituciones pablieas como la salud o la educacién-, otras, sin em= argo, permanecieron en Ia érbita doméstiea como la eoceidn de los alimentos-, ¢ incluso algunas recién entonces devinieron parte del mundo familiar -en el contexto americano, Ruth Schwartz Cowan (1983) sefiala el transporte de personas y bienes como una de la nuevas tareas del ama de easa-. Esta es una de las razones que el bajo impacto que las maquinas domésticas tuvieron s0- bre el tiempo destinado al trabajo del hogar (Vanek, 1974). Por otra parte, la incorporacidn de las nuevas tecnolagias al hogar también fue acompaiada de un refuerzo de In desigualdad social y de género (Roberts, 1991; De Vault, 1991). Las rlnae dl hogar ys eldtecos serves ut En América Latina, el trabajo doméstico y la figura del ama de casa han recibido escasa atencién por parte de la historiografia (Prench-Fuller, 2006: 79). Los estudios disponibles han mostrado fuertes correspondencias eon las transformaciones observadas en Estados Unidos y Europa, pero también -y centralmente- han pues- to de relieve una serie de peculiaridades en la adopcidn de las tee- nologias y los artefactos vinculados a Ia tecnifieacién del hogar y a Jas transformaciones en el trabajo doméstico. En este sentido, se ha senalado que el consumo de artefactos que mecanizaban las tareas de la casa fue menos central que el observade en otras latitudes, mientras que las recomendaciones para las amas de easa estaban centradas en el logro de un gasto racional de los recursos del hogar (Weinstein, 1996; French-Fuller, 2004). EI tdpico de la profesionslizacién del ama de casa gané popula ridad en distintos discursos de cireulacién masiva desde los afios 20. Sin embargo, el consumo de artefacts que mecanizaban Ins ta- reas de domésticas sélo se transformé en un elemento central de ese discurso décadas después, en consonancia con una polities de industrializacién “liviana’”, sostenida en el consumo de hienes du- ables de origen nacional (Bontempo, 2006), Las maquinas para el hogar (desde los electrodoméstieos a Tos artefuctos a gas) tavieron un lugar eentral en tos discursos que prometian la “Liberacién” de las amas de casa. Sin embargo, esa “liberacién” fue més problematica de lo que podria suponerse: si los artefaetos domésticos disminuye- ron el esfuerzo implicado en las tareas que realizaban diariamente, tuvieron, en cambio, un efecto relativamente menor sobre el tiempo que invertian en ellas (Pérez, 2010c). De qué manera, entonces, la tecnificacion del hogar supuso cambios en el trabajo doméstico?® En este capitulo abordo Ia cuestién, centrdndome en un periodo en que nuevas teenologias, combustibles y artefactos legaron a buena parte de los hogares del pais, aunque con diferencias regionales notables. Siel cambio en la provisién servicios, asi como las transformacio- nes en la estructura de la vivienda y de los espacias urbanos, mar- caron los tiempos y las formas de las transformaciones en el trabajo doméstico de un modo més directo, sostendré, en cambio, que la his toria de su mecanizacién presenta multiplicidades de usos, tiempos y formas que sélo cobran sentido a la luz de tradiciones'y usos socia- ies. En particular, sostendré que la reduecisn del tiempo del trabajo doméstico estuvo mas estrechamente vinculada a los eambios en los. 2. Algunos de est problemas fueron tratados en Péres (20106), tecnica a2 estdndares a partir de lus que se lo evaluaba, y a la posibilidad de compartirlo con atras personas ~en general, otras mujeros-, que a Ja presencia de nuevas tecnologias. La provisién de distintos bienes y servicios mareé profundas desigualdades en las condiciones mate Yiales de ese trabajo, en especial en el esfuerzo requerido de mujeres de distintos seetores sociales. 1. Cireulacién y usos de los artefactos domésticos {8 Deacsto con Arana Marsh 1981), sn embara, ta tendensn tea es me Jorexplcada por laintcrvenccn del Eee Guntoa mosimiento favorable os alarins ‘rales que pt fetes ma etietamentecemmmien (emo Tos sts peo [Ls relnas dl hogar y sus eldctscossorvidores us de importancia fue cl de las cocinas y ealefones, que-ya en 1950 mos- traba una produceién de 310,000 unidades anuales, que legarian a ser 718,000 en 1978.‘ Durante el perfode 1950-1975 también es posi- ble ohservar una importante produeeién de televisores, calefactores ¥ miiquinas de coser.* Para 1969, de acuerdo con el Consejo Técnico de Inversiones, el 80% de las viviendas electrifieadas posefan una hheladera eléetrica. Otros artefuctos ganaban espacio: grabadores, tocadiseos y turbocireuladores de aire (aparatos de aire acondicio. nado), ademas de la vedette de In década: el televisor. Hacia fines de los aos 70, los artefactos importados comenzaron a tener un peso ‘mayor en el mercado naeional (Dorfman, 1983), Las cifras citadas no debieran llevar a suponer un consumo gene ralizado de este tipo de artefacts. Por una parte, las diferencias de clase recultaban snmamente sigiifcalivis: os obreros solo se incor poraron masivamente al mercado de algunos bienes durables (como heladeras y televisores) entre 1963 y 1969 (Marshall, 1981), Por otra parte, las diferencias regionales no deben menospreciarse. En 1960, el distrito del pais con una mayor proporcién de viviendas equipadas con este tipo de bienes era la Capital Federal, seguido por los pat dos que conforman el Gran Buenos Aires. Aun asi, de las 1.630.973 viviendas censadas en la provincia de Buenos Aires en ese ano, sélo €1 42 % poseia una heladera eléctriea, casi el 28% posefa una cocina gas (de red 0 envasado) y el 33% contaba con un lavarropas. Em buena medida, estos nimeros se vinculan a la desigual estructura de provisidn de servicios que se detallara més adelante.* Asimismo, si en 1954 en la provincia de Buenos Aires habia 315 establecimientos de comercio minorista dedieados a la venta de heladeras, lavarropas, licuadoras, ote., para 1963 se habrian multiplicado easi cuatro veces.” En la ciudad de Mar del Plata, dis- 4. Com relacon ala produced de be leraseldtrcas. se pasé de 40,000 unidadee ales en 1950 130,000 en 1955, ya 206,000 en 1960, Elcreiiemto en la produc im do otros artefacts amin fas intense: de lo 18,00 lavaeropas que se Libre ‘wa en 1950 Fe pass 8 10.000 en 1960 (Dorfman, 1989), 5, De seuerd con ol Conca Téenfco de Inversones, la produecién do lvarropae leana6 su msioo nivel del perio en 2074, a ial que ln de evinas. que par ‘ra fecha habriaaleanzado ls 62% 000 tnidades. La ecoomia argentina T960. 1085, Buenos Aires, Consejo Tesnien de inversones, 1986, 6. Conso Naciona de Vieienla 1960, nstituto Nacional de Estoistica y Conse, 7, Censy Nacional de Comercio, 194, Direesion Nacional de Estadtstien y Censor Censo Nacional Beondmice, 1963, Institto Nacional de Eetadttieny Concas, Rk | na Et hopnr tenon tintas tiendas que habian side fundadas en Ia primera déc! del siglo xs, y que se dedicaban mayormente a la venta de articulos para Ia eonstruecién, earpinte-in y ferreteria (como José Tiribelli, fundada en 1905, 0 Casa Fava, fundada en 1909), incorporaron en esos anos la venta de electrodomésticos, cocinas y calefones a gas. Al mismo tiempo, se abrian algunas de las que serian Ias easas de clectrodomésticos mas importantes de la ciudad, aquellas en Ins que buena parte de mis entrevistadas adquirieron sus pro} eleetrodomésticos (Roberto Miliff, Jasé Fazio, Casa Radar, Fran- cisco P. Uriaguereea, Montecchia, ete.). Sdlo entonees, comenza- ron a observarse publicidades de electrodomésticos que podian comprarse en la ciudad: hasta los anos 40 predominahan las de tiendas de Buenos Aires, alas que se solicitaban los productos por eatélogo. Los artefactas mis requeridos eran heladeras, lavarropas ¥ co- cinas a gas. Los vineulados con el trabajo doméstico, sin embargo, eran desplazados por los asociados al entretenimiento: en los 60, primeros televisores; en los 80, los televisores a color ¥ los equi- pos de andio. Para quienes vendfan estos objetos, los clientes mis esperados eran los constructores que buseaban equipar edificivs de departamentos enteros, que serian tego vendidos o alquilados como residencias de veraneo para turistas, El ineremento del eonsumo de ‘estos produetos tuvo un fuerte impulso inicial en la construccién para aquellos turistas que, en sus vacaciones, buscaban reproducir el confort doméstico al que estaban acostumbrados. En estos aos ¥ aun hasta entrada la década de 1980, ol pago en cuotas, a través de cuentas corrientes finaneiadas por In propia casa de artiewlos del hogar, era el medio més habitual para In co: ‘mercializacién de estos objetos. En 1954, por ejemplo, los ingresos provenientes del comercio al por menor de articulos para el hogar aleanzarem Ta eifra de 2.959.434 de pesos en la provineia de Bue- nos Aires, cifra compuesta en partes iguales por ventas al contado y ventas en cuotas.' Las relaciores personales jugaban wn papel im- portante en la elecciéin del comercio donde adquirir estos artefactos ‘que, aunque accesibles, no dejaban de ser eostasos. En las relatos de los entrevistados, suele dostaearse el vineulo eon una persona del comercio en el que se efectud una compra importante, vinculo al que se prosenta come fimndamento de favores y faeilidades recibidos en la transaccidn (obviar requisitos Fabitualmente solicitados, otorgar un 8. Censo Naciona! de Comercio de 1964, Dirsckin Nacional de tadietien y Contos, nae del hogar ous eleticos servidoros 16 deseuento, ote.). Los vendedores entrevistados tamb de las redes personales que su trabajo permitia Lejer ‘A pesar de que el peso de las rolaciones personales parece haber sido similar en los comereios dirigidos a publicos de distintos secto- res sociales, los requisitos para la venta a erédito no eran los mismos: Jos comereios que se dirigian a personas de mayor poder adquisitivo, como Fazio, solian solicitar un titulo de propiedad inmueble para vender a erédito; aquellas que apelaban a un publica de menores recursos econémicos, como Radar, requerian cnieamente un reeibo de sueldo, Esta diferencia se tradueia en intereses mas altos en las cuotas cobradas por los comercins con eréditos mais accesibles. Las relaciones personales fueron también centrales en el cireuito de artefuctos usados. Buena parte de mis entrevistados compraron alguno de los primeros artefactos doméetionr a un vecino, lo inter cambiaron por un favor o por zlgtin otro bien. Se trata en general de quienes posefan una posicién econémiea mas ajustada. Sin em- argo, la importancia de estos citcuitos debe considerarse a la luz de lo descripto por algunos vendedores de articulos para el hogar que recuerdan que, en Mar del Plata, todavia en los anos 60, para comprar una heladera habia que inseribirse en una lista y esperar alrededor de tres semanas. Encontrar otra via no solo podla impliear un precio mas bajo -o incluso la ausencia de dinero en el inteream- bio sino tambien la posibilidad de adquirir el bien en euestién max ipidamente. ‘Aunque los discursos que premovian el consumo de estos artefae: tos fortalecieron tanto la divisin sexual del trabajo como el impera- tivo de que tales tareas se desa-rollaran en el marco del hogar ut familiar (Nolan, 1990), los relatos de los entrevistades dan cuenta de practicas que no se acomodan tan ficilmente a ellas, condicionadas por las diversas temporalidades en el acceso a estos artefactos. Su incorporacién al hogar implied periods mas 0 menos prolongados de 1usos compartidos con personas ajenas a la familia nuelear, fueran otros parientes o vecinos, Si tadavia en los aos 10 era frecuente compartir artefactos como la cacina a earbén, ya para los afios 50 st uso familiar era el mas habitual, Sin embargo, algunos artefuctos todavia se compartian, Algunos de esos usos perduran incluso hasta el presente, entre hogares emparentados y cereanos en el espacio. Las estrategias de localizacin de las viviendas observadas en el capitulo 1, que indican la presercia de redes de intereambio con al- sgunos miembros de la familia extensa, jugaron tn papel importante cn la resolueién de distintas nezesidades eotidianas. El viaje de los artefactos pequefios entre estos hogares es una de las instancias en hacen gala ne El har teniiendo donde la pervivencia de dichas redes es visible. La organizacién del ‘espacio en el que se sitsian también es significativa en otros sentidos. Por una parte, el hecho de que algunas familias ya poseyeran ciertos artefactos podia incentivar su adquisieiin por parte de otros vecinos (Douglas e Isherwood, 1979). Aleanzar ciertos bienes con anterio~ idad a los otros era un signo de distincién, marea de la distancia social entre unos y otros. En palabras de Porla, “venfan todos a ver fo que te habias comprado...” (Mar del Plata, septiembre de 2009). Quint el ejemplo mis extromo de estos isos eompartidos sea cl dol alguiler de lavarropas. Si bien no se trata de una préetica oxten- dida, el hecho de que existiera da cuenta de que las logicas a partir de las que estos artefactos se introdujeron en la vida cotidiana no ex- cluian usos intensamente alejados de los preseriptas en aquellos dis- eursos quo promovian su consumo. Uno de mis ontrovislados, Julio, vivia en Navarro, provincia de Buenos Aires, eusndo ides este nego cio que funeion6 algunos afios. Junto con su socio, reeibian eneargos de las amas de casa, a quienes alquilavan los lavarropas por hora, Hevsndolos hasta su domicilio en un carrito tirado por uns Micleta, Tal éxito tuvo el emprendimiento, que los dos lavarropas iniciales Tegaron a ser seis. Historias como ésta sélo son comprensibles por Jas ansias que generaban Ios nuevos art podian comprarlos. Lit masifieacién de su consumo acabaria pronto con el negocio. En Navarro, por un tiempo breve, sin embargo, el glamour de los nuevos artefactos ¥ la promesa de “Iiberacion” estu vieron en alquiler. Nosotros ya tentamos ef pedo que ponele a las cuatro de la tarde se fo Hevdbames a Futana de Tal, Por una hora. Por tuna hora lo alquilibamos. ¥ ellas tentan preparada ta rep, digamoe en un fuentér, on remojo. En remajo la tenian, Clare, Ja mujer acostumbrada a fregar... Porque eran los tacarropas simples. Redondo, un tambor, ya costado fa turbina, Ponta el agua nade més, no secaban ni nada. (Entrevista a Julio y Perla, Mar del Plata, septiembre de 2009) Los artefactos no sélo circulaban a partir de los préstamos; tam- bien eran vendidos y regalados, Un eircuito que resulta relevante ppara observar los sentidos eon los que fueron investidos es aquel que incluye a empleadores y empleadas doméstieas. Como se dijo en ot capitulo anterior, en Ia Argentina, a pesar de la disminucion en la ccanticad de empleados domésticos por hogar y el desarrollo de otras ‘opciones para quienes antes ge empleaban en estas acupaciones (cl Las rina del hogar y sus letras ervidores ut trabajo en las fabricas, por ejemplo), In préetica de contar eon tna ‘empleada doméstica siguid siendo habitual entre los hogares de sec- tores medios durante la segunda mitad del siglo xx (Nazar, mimeo) Los regalos de distintos objetos, entre ellos artefactos domésticos (Rollins, 1985; Brites, 2003), pueden también observarse en el en- torno local. Como se dijo en el capitulo anterior, Rita nacié en Necochea en 1940, y al ano de vida su familia ya se habia mudado a Mar del Plata, ciudad en In que ella viviria hasta el presente, Comenzi a ‘trabajar como empleada doméstiea después de su segunda sopara- cidn, en Ia ultima mitad de Ios 70. También fue a partir de esa se- paracién que se mudé a una vivienda que en su propia percepeidn era muy precaria, El eontraste con las easas donde trabajabs era muy intenso tanto en términos de Ia plinta de la vivienda como de In infracstructura de servicios y de los artefactos utilizados en el ‘trabajo doméstico, Sin embargo, en distintos momentos, enfuatiza su relacidn con este estilo de vida, del que destaca especialmente una capacidad de consumo en la que el aecoso a los artefactos domésticos tiene notable relevancia. Las privaciones materiales que vivid en el tiempo que trabajaba como ompleada doméstica ~algunas de las que se mantienen en el presente son presentadas como accidente, no camo esencia ("30 no naet siendo una sirvienta”). La posibilidad de comprar un freezer aparece como condicin de humanidad, garentia de la igualdad entre empleadora y empleada, Yono nact siendo una sireienta; no fins potentados, pero fen mi casa se compraba hasta las eajones de fruta. Venia el verdulero a la puerta. Se compraba todo por mayor. Fbamos «los mereados, eamprabanios eomo tado ser hurtano. Parque ‘mi papé gana bien |... Porgue-yo, apart, cuando tenia mi primer marido, no digamos que teniamos ah, pera se tenia ‘Se tenéa una eseina a gas... No yo...en cast demi mamd te ‘nian heladera, no tentan freezer. Yo tampoco tengo actualmen: te, Mis hijos si, pero yo no. Bueno, algiin dia lo vey a tener, ‘por qué no. Por qué no voy a poder toner un froecer. Si, Mio. (Entrevista a Rita, Mar del Plata, marzo de 2010) La distancia entre el estilo do vida del hogar de la trabajadera y €1 de aquel donde se desempenaba laboralmente, observada en ctros easos, no desaparece en el relato de Rita, aunque adquicre matices peculiares. El contraste entre el mundo propio y el de los empleado- res observado en los casos de empleadas domésticas migrantos que estaban transitando sus primeros afios en el mundo urbano no es ne EI hogar teenificado central en au ea ln, 176; Caney 200) cai, aden ‘quad mas que la diferencia ent elementa medilar. Los ser ‘iciosy lo artefucton con lov qu ostaban equipadas las cacas de eus tmpleadoras son una marea de lb que ella tuvo y perdi, de Yo que snaia volver a tener. Ma que hecramientas de trabajo, son presen tados coma materiairacin den ert estas socal como marcas de un estilo de vd a que lr needer (y dl que fe oxluida) Rita: -No tentamos agua edentro en aquel tiempo. Hasta ‘que mi hijo vino a vivir ean nosotros que lo instalé ty qiue s¢ pu... No tentamas baitoadentro tampoca. Era tn goraje. rtida cocina, bao. Bh, ne. Cocina, habitecin. revistadora: ~i¥ cocina st tenfant Digo, el artefact. Rs Bin aque! momento teniantos un calentador Bram Metal...) Exwi¥ en las casas donde usted trabajaba? Cimo era ta var en su casa yen las otras? ;Cimo era la diferencia? Re~iLa diferencia era mil wees porque yo notenta nie! (Bntrevieta a Rita, Mar del Plata, marzo de 2010) Como se desprende del relato de Rita, las desigualdades mas pro- fundas, en términos de las faeilidades materiales para In ejeeueién de este trabajo, no estin en la prosencia o ausencia de distintos ar- tefactos, sino en la presencia o ausencia de ciertos servicios. 2. Tiempo y esfuerzo, bienes y servicios Entrevistadora: 1. Jy en sirminos de loe artefactos de ta ‘eas? ;Cuando usted se muds rata ease Wt..? “liens —Tenta gas. (Entvevista a Pelisa, Nav del Plata, nie de 2008) Observando las entrevistas, se detecta un desplazamiento re- wrrente que resulta significative, La pregunta por los artefactos domésticos da lugar a una respuesta inesperada. Fin ella, mserme los aparatos, se describen los eombustibles necesarios para ha: cerlos funcionar; mas que los bienes, los servicios. Este desplaza- miento indiea que ante la pregunta por los artefactos de la casa. muchas entrevistadas ponderan la informacién acerca de los ser- vivios como una respuesta mas pertinente que la propia enumera- clon 0 deseripcion de diehos artefactos, La provision de servic aparece como un elemento central en la deseripeién de las trans- ‘Lag reina hogar y sus eléetreos sorvores no formaciones en el trabajo doméstico. Lo limpio que resulta el uso del gas frente a otros combustibles, In eomodidad de abrir una canilla y tener agua caliente son, en este sentido, elementos de una transformacién en el trabajo de la casa tan ~o quiza incluso mas— importante como la “generada” por la introduccién de los distintos artefactos domésticos. 1 cambio de combustibles es in elemento central en el reeuerdo de las mujeres. En este sentido, Csear Traversa (1997) ha sefialado ue el cambio del carbén o la lefa al querasén o al gas era intensa ‘mente recuperado en el recuerdo de amas de easa que estuvieron activas entre 1935 y 1960. De acuerdo con este autor, incluso, “el ‘uso de la helndera eléctrica y los eambios en la eomercializacién de alimentos —Ins otras modificaciones de téeniea “fuerles”-, si bien im- portantes, no gozan para las entrevistadas de In misma impronta dramatiea” (13). Los tiempos de coceidn, el encendido del fuego y especialmente, las cuestiones vinzuladas a Ia higiene son los ele. ‘mentos sobre los que las mujeres centran sus relatos Los recuerdos de infancia de Junna y Norma, que transcurrieran tentre los afios 30 y 40, vuelven sobre unas eoeinas a lena y carhin {que estaban en su casa pero que eran también usadas por las vecinas ue llevaban un peceto o un pastel de papas para hacer en el horno mientras se daba algtin otro uso a las hornallas, Juana y Norma provienen de familias de sectores populares, residentes en distinins zonas de Ja ciudad: la familia de Norma vivia en tna vivienda colec tiva en el centro de Mar del Plata; ‘a de Juana, on un barrio cereano @ la estacidn de trenes, en una vivienda modesta, Ambas describes aquellas cocinas coma unos aparejos de hierro enormes, que se ene suciaban muchisimo por el earhén y la grasa y que, invariablemente, ellas (las hijus) debfan limpiar hasta dejar relucientes. Aqui se ob serva no solo la referencia a los combustibles y a Ia diferencia que, por sf mismos, supusieron en términos del trabajo doméstico, sino 4 los usos eompartidos de ciertos artefuetos resefhados. La misma 6gica se us6 también, en muchos casos, eon relacidn a los servicios, En el capitulo 1 se senalé que la censtruccion de una segunda ¥ hasta una tercera vivienda en el terreno de la easa propia era una estrategia habitual entre las familias de sectores medios marplaten- ses. Ya fueran alquiladas o prestadas a algin miembro de la familia, ‘en muchos easos los servicios no estaban separados, Esa situacién ‘generaba numorosos canflietos, Entrovistadora: ~¥ esta parte que construyeron adems es tune vivienda independiente, 120 Exhogarteniieado Perla: “St, sh Juntas pero independiontes. ¥ a to largo de {os arto se le fueron haciendo comodidades y divisiones por: ‘que por sjemplo al prineipio era todo un probleman porque se Compartia el gas, los tuboa de gas. Eso de los tubos de gas e8 ‘tra. Porque tos tentas,.. Vos imaginate que las casos com: partiamos los tubos de gas. Estaba ta que no cocinaba nada 5 la que cocina tedo. La que fe gastaba tudo. Entonces er, ‘mind, un drama el dia que hectas una torta de més porque {a otra estaba sacando Ia cuenta de que vor estebas gastando [oo Hesta que ving el gas natural y entonces sa pudimas divi dir. ¥se le fueron haciendo mejoras hasta que hoy tienen todos los servicios neoeanrins, (Entrevista a Perla, Mar del Plata, septiembre dle 2009) Incluso dentro de una misma ciudad, el acceso a los servicios se produjo en tiempos distintos. El centro ¥ los barrios de clase media tuvieron electricidad mas tempranamente, Las familias que habita- bban zonas populares o barrios que se desarrollaron mas tardiamente tuvieron cleetricidad ya ontrados los afios 60, aunque la continua expansién de la ciudad implieé que durante tado e! perfodo trabaja- do existioran zonas no cubiertas por este servicio. Lo mismo sucedi6 con el agua corriente. El gas de red y las cloaeas, on cambio, legaron sélo déeadas més tarde a In mayor parte de Ins hogares marplaten- ste crecimiento se enmarea en procesos de orden nacional de mis largo plazo. En términos generales, podemos seftalar que entre 1950 y 1980 el consumo residencial de energia cléctrica crecis soste- nnidamente en el conjunto del pais, duplicéndose eada diez aiios.* La intensificacién del uso de energia eléctriea puede rastrearse desde décadas anteriores y es explieada, al menos en parte, por la dismi- nucién relativa de su precio con relacién al indice general de costo de vida. En este sentido, mientras que entre 1943 y 1953 el costo de In energia eléctrica se habia duplicado, el nivel general del costo de vida se habia easi sextuplieado.” Para 1960, easi el 78% de las viviendas de la provineia de Buenos Aires contaba con iluminacidn eléetriea, superando al 69% corres- pondiente al total del pafs. El servicio de agua potable pasé de cubrir 9, Anuario Bstaditico dela Repiblien Argentina 1950, Buenos Aiees, Instituto Naw ‘onal de Estatisticasy Censos, 1981-1082 10, AnwarioEstolstio de ie Replica Argentina 1957, Buenos Aire, Dieecién Na- onal de Estadsetien y Cents, 1957 {Ln rlnas dl hogar yo ldtroos serves 44 300.000 personas en 1940 a 3.526.800 en 1979. A pesar de este cre- cimiento sostenido, las desigualdades regionales eran notables. Si para 1960 casi ol 100% de las viviendas de In Capital Federal esta- bun provistas de agua por el servicio publico, solo el 46% de aquellas situadas en Jas dreas urbanas de la provincia contaban eon él El servicio cloncal, por su parte, so mantuvo en niveles muy infariores durante todo el periodo, aleanzando en términos generales la mitad de la poblacin eubierta por el servieio de agua de red."2 Para 1980, casi la mitad de la poblacién de la provincia (exeluidos los partidos del Gran Buenos Aires) contaba con agua corriente y solo el 21% tenia gas de red, mientras que casi el 73% se abastecia con gas en= vasado. Notese que otros combustibles utilizados para o embargo, habfan perdido précticamente importancia: aper do la poblacién utilizaba uno distinto del gos." Mar del Plata, sin embargo, tuvo un aeceso més temprano a estos servicios en relacion al resto de Ia provincia." Para 1960, el 93% de las viviendas de Ja zona urbana del partido de General Pueyrredén contaba con iluminacion eléctrica y el 57% disponfa de agua corrien- te, Sia eso se aiiade el casi el 26% que tenfan una bomba a motor, se observa que mas del 82%% de las viviendas se abastecian de agua por medios que ya no demandaban un esfuerzo considerable (bomba ‘manual, pozo u otras fuentes).* Las déendas de 1960 y 1970 mostra- ron un importante erecimiento del consumo de electricidad y agua potable, tanto por la extension de las redes como por el ineremento de lo demandado por cada hogar. A partir de los anos 60, por otra parte, el consumo de gas en garrafas eomenzé a sustituir el de que- rosén, yen los 70, la red de gas natural empez6 a cubrir a un porcen- 11 Bato dato os, de todos modos,impreic, puseto que eet ealeulado sobre e otal se poblacion dela provinela en 1980 yl teal dol pblacion con astern ase servicio fen 1979 Hlo que dael 32,4. De tadox modos, es un inicio baste sprosimado dl five de eobertr del servicio pa esta ta fecha, 12, Anuar Betadtin de a Republiea Argentine 1980, 1. Conso Nacional de Poblaiin y Vivienda 1980, Serie C. Visenda,t. 1. Pals por provinens, Institute Nacional de Estalistca y Conson. 1H. Bn Mar del Plata ya 0a 19040 io una compra privada de let «ida, cuga Usina fe comprada por la Compasta de Flats te ln Provide [Buenos Aires en 1910 fel resto de las instalacionesy motores fueron agus por ‘esta compania en 1912)(Corn, 1985, 15. Censo Nacional de Vivienda de 1960, 2, Istituto Nacional de Estadistica y Consos. m2 tog tecniendo taje cada ver mayor de la poblacién local Para 1980, mas del 95% de las viviendas contaban con servicio de eleetrieidad, ol 65% tenfa ‘agua corriente, mas de la mitad ostaban incorporadas al sistema piiblieo de cloacas y el 36% disponia de gas de red. La diferencia temporal en el acceso a estos servicios no sélo ie neré profundas diferencias regionales sino que implies fuertes des- igualdades entre diferentes sectores sociales (Roberts, 1991), Asi, en el tiempo en que Felisa tenfa su propia bomba de agua a motor. agna caliente gracias a un calefin a gas y un lavarropas Martinco, la madre de Adriana debia utilizar una bomba manual para obtener el agua que después debia ealentar en un fuentén para bailar a sus hijos 0 para lavar la ropa. Felisa tuvo todos esos artefactos va desde inicios de los atios 50 y la madre de Adriana recién en los 70: estos casos dan cuenta de que las transformaciones en el trabajo doméstico se dieron de modos diferentes, eon ritmos y formas desiguales y simultineas, Iu que of tema del lavarropas. Mird, te euento, Primero rat bomba. Bombear para sacar el agten. ¥ mi mand que tenia te casa siempre... Yo la admiraba por ecm trabajaba.- la ayuddbamos to que podtiamee.. La lenshanvos fo que po- ‘iamos. ¥ después, ealentarta en wn furnton bien grande pare poder bantarnos. Uno por uno. Esa era ile chiquitos. Despuca, al calefin a alcohol. Eso st, pontas aleahol, prendias un fos Foro, con esocatentabas y selia el ogue calentita, Todo eso era ara bananas |... La bomba, después el motor. que en tugar de bombcar, habia un motor que tirabay Henaba el tangue. ¥ después imoginate el agua corriente lo que fue. ¥ despucs ef ‘axflto. El asfalto pasa cuando 3o tents easi dieciscte aos, (Entrevista a Adriana, Mar del Plata, junio de 2008) Estaba bien diagramada la casa y yo no tenta que salir ‘afera para nada... Entonces yo tenta todo adentro, Yo no ne. cesitaba salir. Porque el motobombeado” estaba metido donde ern mi favadero,., Bstabu bien diagramede te cagn, (Bintrovis: ta. Felisa, Mar del Plat, junia de 2008) Las transformaciones en Ia provisiin de servieios piblicos ha- bilitaron distintos eambios en el tiempo y el esfucrzo invertides en el trabajo doméstico, Los artefactos, en cambio, parecen haber te- nido un efecto menor en ol tiempo total destinado a este trabajo, 16, Vianse los Anuarios Btadtien de Ia Municipal de General Pueyredn, [Ls reinas dl hogar y so elictuos serves 13 En muchos easos, slo mecanizaban uno de los uspectos de la tarea ‘en cuestin. En un tiempo donde los estaindares de acuerdo con los ‘que se las evaluaba eran mas exigentes, las tareas segufan teniendo tuna serie de pasos que no podian obviarse y sélo algunas de ellas eran simplificadas por las maquinas domésticas, Habja un “saber hhacer” Jas tareas de la casa que no podia ser meeanizado y que era, ademas, una marca de distineién. Saber euidar un parquet era, tam. bién, mostraree dictinto de aquellos que lo habian quemudo ¥ que le habfan dejado marcas de botellas de vino. Mas alld de que los nuevos bienes eran una marea de estatus (el piso, primero, ¥ luego la lustradora), tener un hogar bien cuidado era una marea central de Ia respetabilidad familiar, quiz incluso mayor que Ia de poder ostentar algunos bienes (cuyas complejas jerarquias enalizaré en el préximo apartado). Ello demandaba que una serie de tareas se reali- zaran manualmente, La distineién no provensa solo de los artefactos © bienes que se posefan sino del modo en que se haefan las tareas de a (De Vault, 1991), LI piso de parquet se pasaba primero una virute gruese fodo a mano, yo recuerdo que te pontas wna viruta en un pie ‘com tin pie thas rasqueteando en el sentido de las maderas. Les rmaderas estaban puestas como espiges, primero en ua sentido > después en ol otro. Después de eso, salia ewalquier eantidad de. de poluilia. so se barria, se limpiaba y después sete p- suba cera. Al otro dia se le pasaba cera, et fe volvta a pasar, ¥ después ewando ya estaba seco se le pusaba tn trapo seco porque después vino le lustradore. Que ya fue tambien otro ‘adelanto, (Entrevista a Perla, septiembre de 2009)" Carina: Los pisos que tiene en ta habitacisin son parquet Los pisos que tiene en la habitacion de efta, es un coloretarito. Muy lindo piso. Con una viruta, asi, porque estaban ubicedos fast y ast. ¥ les daba ust al que es ast y asf al que ex ast. ¥ ‘hora ya no to puede hacer, porgue no lo puede hacer. Tiene tres by-pass hechos,.. Pero si puiera, fo hari. Entrevistadorn: “Ahora, cuando usted era chiea, yo tenia (a lustratora, no tanta lavarropias, na tonto tn bation, Ci=No tenia esos pisos tampoco. EI parquet. Ese es el tema, (Entrevista a Carina, Mar del Plata, ayosto de 2008) 17, BL padre de Perla mis tarde trabai6 como vendedor por cuenta propa. Su madre, fn ose tiempo, abr una panaderia, a2 ET hogar teenifendo Por otro ladlo, como se desprende del fragmento anterior, en mu- chas ocasiones Ia incorporacién de uno de estos artefaetos al hoxar fue simultanea dle la creacién de una nueva tarea, En algunos casos, poner parquet slo tenfa sentido si se podia comprar la lustradora para mantenerlo adecuadamente. La mecanizacién del hogar habria dado lugar al surgimiento de toda una serie de muovas tareas que, aa pesar de ser fisicamente menos demandantes, consuméan igual cantidad de tiempo (Wajeman, 1995). Esas nuevas tareas estaban implicitas muchas veces en la puesta en funcionamiento o en el ‘mantenimiento do los artefaetos. El prestigio vineulado al “saber hacer" ciertas tareas domésticas, sin embargo, no es el mismo para todas las mujeres. Los clivajes generacionales tienen, en este senti- do, cierta importaneia. Asi, Carina ~que, como se reeordara, nacié en 1959- presenta ese saber hacer como propio de la generacién de st madre, que impliea un esfuerzo que ella ya no quiso hacer, Felisa, en cambio, que contrajo matrimonio en 1949, todavia hoy To tiene como, tna fuente de argulle Porque como nosotros somos de familia extranjora.. las expaiiofas son may limpias. [..] son metiealosas haste para limpiar...colgar la ropa. Yo soy ast. Mi nuere es un desastre Vos t tavaste alguna ves wna cow? Lo negro se tends del re tes, pura que no te lo devolory te lo estiria el sol. Elta fo tiende todo ilet derveho, todo como te viene. ¥ yo fe digo: "Pero te larruinds toda la ropa!", “Ah, dejame, no importa.” Yo para tender la ropa hay cosas que Ins tienda en parchas, Ahora que la ropa trav toda algo de acrilieo, algo ast, yo la tiondo det rovés, si es algtin pulover 0 algo x0 lo tiendo det revés, em una percha, le pongo dos brochecitos wed para que no te me estire, ‘que no se me eaiga,.. ntrovista a Felisa, Mor del Pata, junio de 2008), Ese euidado que Ins hijas (o las nueras) ya no tienen no parece jerse perdido por In ineorporacidn de los distintos artefactos do- 'mésticos sino por las transformaciones en To esperado de las amas Esta transformacién no es lineal ni univoca. Algunas de las tadas mis j6venes reivindican el sabet transmitide por sus madres como una marca de estatus, un saber del que hoy la mayor parte de las mujeres carceen. Es el caso de Nilda, que nacié en 1948 y vivid hasta su casamiento en San Genaro Norte, un pueblo de Ia provineia de Santa Fe, Nilda plantea esta oposicién en términos del saber de la gente del campo y el de la de la ein [Lvs rinas dl hogar ysis létrcosservideres 135 Otra gente, yo lo veo en mis amigos, gente conoetda, que comen bien quince dias al mes y después ya estan a sandit- chitos o salchichitas. En cambio aed se come, se comia, del I at 30 era siempre iguat. Pero porgue yo tenia exa ensehianzo, esa ‘utura. La gente de ta eiudad no la tiene porque no pasé esas necesidades. Aun tenfendo plata, sino iban al pueblo, vos no odias ira comprarta (la comida} ...] Yo siempre digo que las ‘miserias que yo he vivido en estos tiempos, ai no hubiera sido or fa enseranza que tuve cuando era cha, yo me hubiera Imuerto die hambre. Yo hubiera tenida que salir a pedir @ la calle. Porque @ vos en el campo te ensean todo [1 Yo to veo on mis primas de Santa Fe. Les chicas que se ham eriado en 4 ciudad no we saben desenolver, gastan més, o tienen que tr @ cursos de cocina, cursos de esto, cursos de aqui, que nose {os ya la haciamas mas por razonamiento que por olrt ox (Entrevista a Nilda, Mar dol Plata, marzo de 2010) El trabajo doméstico se expande hasta oeupar todo el tiempo dispo- nible (Schwartz Cowan, 1994). Muchas veces era “necesaric” realizar luna misma tarea mas de una vez a To largo de wn mismo dia. Las ta- reas domésticas ocupan todo el tiempo disponible, en buena medida, porque sus resultados son efimeros. Rsta peculiar earacteristica del trabajo doméstico es tambien explieada por la devoeién hacia el hogar ‘que fue requerida al ama de easa en la modernidad (Miller, 1999), Caanta mayor dedicacidn se pusiera en la ejecucion de las tarens do- ‘méstieas, mayor seria el amor expresudo haefa la familia; cuanto me- nos euidado el “detalle”, mayor el “fraeaso” de la duefia de casa. El encuentro de ellas (las mujeres de la generacién de su madre] era fa visita. A las tres, tres y media de la tarde, la visita, Hasta las cinco y media, sis. La visita no se anunectaba orque no habfa telgfonos, o habia pocos. O sea que la visita te cata de sorpresa, cosa que ahora eso na se eatila. "Vas a estar, tellamo.” Antes vos ibas a una casa porgue sabias que el ma dde casa estaba. Quién iba a salir, salvo que tuvierts gue fr al ‘médico (el Yo de atrds me acuerdo un dia que vino una ta {que era re charlatana, entonces mi mamd me hizo wna sea» soe atras orden¢ el bari, puse toallas, qué s6yo.. porgue era ‘80, ef que dindn, “Te imaginds que s llega a venir fa tha Cor. ‘men y nos ve ques.” |] Se euidaba mucho ese detalle porque ra como un fracaso de ta mujer. (Entrevista a Perla, Mar del Plata, septiembre de 2009), Una easa limpia, ordenada, presentable, era relevante en la sub: Jetividad de muchas mujeres, Bl centro de esas consideraciones, sin 126 Bl hogar teenlendo embargo, no estaba sélo en Ios resultados que podfan mostrarse sino cen el saber realizar el trabajo doméstieo de un modo particular. El “fracaso” implfeito en eer deseubierta con In casa desprolija 0 sucia no era exclusivamente para el ama de casa en cuestién. El hogar focupaba un lugar importante en la adquisicién y confirmacién de un estatus social de elase media, Los artefactos domésticos tam! cen este perfodo oeuparon un sitio relevante en esa confirmacién. Al hacerlo, perdieron lu euunolacidn de “lerransieutas de trabajo” para ganar el estatus de “bienes de confort”. Herramientas de trabajo 0 bienes de confort?" Entrevistadora:~2¥ con la heladera nueva cdma cambi {el trabajo de la casa? Beatris:Y era grande, linda, moderna ta heladera que me compris, (Entrevista a Beatriz, agosto de 2008) En distintas entrevistas, la heladera aparece como una conquista de la que se destaean sus cualidades estétieas mas que funcionales. Fn algunos easos incluso se la situaba en el comedor y se Ia adarnaba con distintas objetos: desde carpotas de encaje a poquefias estatuillas {que se ubicaban sobre ella. En el fragmenta que se transeribe, esto ‘resulta especialmente significativo por el contexto en el que aparece In deseripeidn: se ofrece como respuesta pertinente para una pre- sunta sobre Tos eambios en el trabajo de la easa. En efecto, a lo largo {de todo el periodo aqut analizado, en el diseurso publicitario los arte- factos doméstins eran presentados como bienes de confort mas que como bienes de trabajo. Se ha sugerido, en este sentido, que el estilo dlc los artefactos domésticos induce la imagen de que el trabajo det hogar no es realmente “trabajo” a partir de las referencias a la total automatizacién de las tareas de la casa, que ya no requerirfan que se les dedienra tiempo (Forty, 1986), La imagen de los “domésticos ser- vidores? se repite ineansablemente en los avisos que promocionan su consumo, Los artefactos se presentan como sustitutos del trabajo humano, como “empleados domésticos’ mas eficientes y constantes para el ama de casa que, “iberada” de los quehaceres, podia enton- ces destinar mis tiempo a los suyos. 18, Alzunos de los aspects trabajados on este apartado han sda desarolldas ini dalmenta en Pore 2 Lex rimas dl hogar ys eltrcossoreidores wi Enel relato de varones y mujeres de mis edad, migrantos desde zonas rurales, la heladera es un simbolo de bienestar, que trascien- de los usos que de ella pudieran hacorse. Este es el caso de Beatriz, (osposa de un trabajador de la construccién), cuyo relato se cita al ‘comienzo del apartado, que nacié en un pequeno pueblo de la pro- vineia de Buenos Aires en 1922 y llegd a Mar del Plata en 1953. Es tambien el caso de Antonio, que naeié en 1925 en un pequetio pueblo italiano y Hogé a la Argentina en 1950, para emplearse en diferentes trabajos, mas 0 menos estables. Antonio habla de la heladera como simbolo de aquello alcanzado a través del sacrificio. Retomando una acociacién frecuente en las publicidades de la época, Ia heladera era un sinénimo de comida, de lo necesavio, Antonio:-Y sacrifcio, sacrificio. Uno dice, ustedes que eon LJovenes, algunos dicen que era mas fei, pero habia que ram bperse. Habia que romperse. ¥ yo el tnica el tnieo que no me Drive ws la heladera. Como la ves ahora siempre la ture. Eso era sagrado. Pero otros gustos,ottox, nada. La verdad 23 que luno ae privaba casi de todo. Vestirge y camer st pero todo lo demas se privaba. divertimento,excursiones, nada, nada. Entrevistadara:-2¥ despuss otras cosas como batidora, li enor? “Si, es i, siempre. Cuando empezaron a salir, mi sero ru siempre, era coan de ella, sf, todo tiene, todo tuetmos, Esta cose ewando ella la quiso siempre la tuvimos. Yo no ture pro blema, Esas comodidades ast, esas coses, nunca nos falls, mo lijo, perovesas cosas nuriea nos falte nada. Entrevista m Antor rio, Mar del Plata, julio de 2009) Simbolo de estatus, estos artefactos también marearon un salto ccualitativo en Ia vida cotidiana de hombres y las mujeres de la edad ya trayeetoria social de Beatriz y Antonio: ia comida abundante, en duen estado, de mayor complejidad en su preparacién, era impen- sable sin una heladera donde mantenerla efieazmente: la heladera a hielo tenia resultados muy inferiores a la eléetrica, La heludera aparece en el relato de Antonio como fruto de un desplazamiento de sentido que la identifica con la coraida, uma comida sustaneialmente distinta de la del tiempo anterior a ella, En cambio, ottos artefactos son presentados como “comodidades” para la mujer de la easa, no como herramientas de trabajo sino como articules de confort, “Era cose de ella” es una expresién que Antonio sélo usa euando se le pre- gunta por algunos artefactos (la batidora, la Hicuadora), ‘Ahora hien, no todos los artefuctos gozaron de In misma valora- cién, En general, en los relatos de las entrevistados todos connotan el confort y la comodidad propios de un estilo de vida de clase media, pero hay algunos de ellos que ganan mayor relevaneia. Bl caso de la heladera es particularmente relevante. En contraste, el lavarropas tenia un estatus mas ambiguo: si para algunas mujeres era “libera- dor’, para otras, en eambio, era sinénimo de vagancia: Al principio comprarse un tavarropas ora como decir: “Esta ‘rtd en ta casa todo ol dia y se compra un lavarropas..”(risas] ‘Parque aparte era una euestiin de sacar el cuero, tiste. que ro ‘se sera envidia o decir, bueno... “Sista toda et dla en la casa, que necesita lavarropas si no tiene nada gute hacer.” eisxs] (Entrevista a Estela, Mar del Plata, agosto de 2008) Adriana: -Yo me acuerdo cuando salié of lavarropas: me acuerdo una vecina que dijo: “Las mujeres de ahora", viste esas eosas que fe quedan, “no quieren trabajar més, son todas unas heraganes, jean tx laverropas te Tear coma ta. como nna mujer eon fa mano!" qué sé so, fue Ia primera que te tavarropus. nirvvistadora:—{Quitn, su mamd? As-No, eva vecita... (visas) (Entrevista @ Adriana, Mar fel Plata, junio de 2008) Estela y Adriana tienen aproximadamente la misma edad. Este- Ja nacié en 1953; Adriana, en 1954. En los fragmentos citados, am- bas recuerdan su infancia, mas precisamente, recuerdan algunas de ‘ns vecinas del tiempo en que ellas eran mifias. La infancia de Estela irangeurrié en un barvio de familias de clase media, La de Adriana, en cambio, en uno popular. En ambos relatos, sin embargo, la rete reneia es la misma. Para muchas mujeres, mais alld incluso del sec- tor social del que provinieran y, en ese sentido, de la posibilidad de aceeder mis o menos tempranamente a uno de estos artefactos, los electrodomésticos eran un artilugio de amas de easa poco dedicadas. Incluso en ef marco de una deseripeidn positiva de su uso, la calidad del “producto” obtenido utilizindolos es valorada como inferior a la obtenida en cl trabajo realizado manualmente. Sila heladera aparece como materializaetén del estatus familiar, sinéedoque del bienestar aleanzado, el lavarropas posee un estatus ‘mas problemitico, en buena medida por las mismas razones que permiten que se lo presente como “liberador”. De hecho, para mu: cchas mujeres Ia idea de que permitia ahorrar tiempo en las tareas domeésticas (fuera 0 no efectivamente verificada en su experiencia) podfa ser perturbador mitquina Tas reemplazaba, gen qué lu- [Las rinas del gar yes eetricosseridores 29 gar quedaban ellas? Sin embargo, como se desprende del recuerdo de las entrevistadas, tanto el lavarropas como otros artefactos iden. tificados como exclusivamente “fomeninos" no lograron mecanizar 1 conjunto de las acciones implicadas en tna determinada tarca & implicaron nuevas labores vinculadas a st mantenimiento, Los fragmentos eitados a continuacién pertenecen a entrevistas realizadas a dos mujeres que Hegaron a la adultez en momentos di {intos. Felisa, que eontrajo matrimonio en 1949, recuerda en este fragmento el primer lavarropas que tuvo, a mediados de la década de 1950. Carina, por su parte, nacié en 1959 y contrajo matrimonio fen 1983, BI tiompo del que habla es un presente que se inicia all por los tempranos 80, cuando comenzé a comprar muchos de los ar- tefactos que hoy va no utiliza con frecuencia, Ambas seflalan que el uso de estos artefactos generaba nuevas tareas, a veces tan numero ss como para evitarlo, incluso teniéndolos a mano, Yeentonces fo primero que hizo fue me compré la Martinco ‘que era te primera maquina de lavar que valid en la Argent. nin.. Martineo, era enorme, graniota. Lo que tenta les gute se secaba la ropa por un roto. Que yo numa lo ustba porqtc ora como si fuera wn rol viste esos de pasta, Ruene, vos hactas ‘ant: tenias que acomodar st habia botoncs, Yo digo: “Me st ‘pare qué tanto Uo.” si aed se secaba la ropa tan bien que no {era necesariol mi bien ta sacaba ¥ ta tendia (visas) Enteevieta a Felisa, Mar del Plata, junio de 2008) Mir, el primer tiempo ex coma que querts user todo, que ris tener tado... Desputs, onl tiempo, vas ao prictieo, Tens Que picar una eebolla, qué me vay a poner a. Si tenis una cocina muy amplia en la que vos podés tener todo puesto y ‘buen, que lo metés y ya esti. Pero 90 tenia que sacarto de {a cova, armarlo, enchufarto.. Ast que después quedaron ahi Ll Hoy en dia, no soy de usar meicho lax cosas L} Ahore, ef lavarropas para mt es fundamental. Me puede falter de comer zero no ef lavarropas. (Entrevista a Carina, Mar del Plate ‘agosto de 2008) De los fragmentos antes citados se desprenden distintas valor ciones del lava:ropas, que cambian de acuerdo con la edad de la entrevistada pero también del tipo de lavarropas que se tiviera a disposicién, Si Carina habla del lavarropas automatico, que recicn sanaria difusién en Jos afos 70, 1a puesta en funcionamiento de los anteriores, com> se vio en el relato de Felisa, implicaba una serie de numerosas tareas, complicadas aun mis por su simultancidad es 10 i hogar tenitiondo ‘con otras, que es una de las earacteristicas peculiares del trabajo doméstico. Fuera que se los presentara como liberadores 0 como ardid de amas de casa “vagas", la asoeiacién que se propone entre esos ob jetos y Ia idea del confort os fuerte y generalizada. Sin embargo, al tiempo que dilusan el trabajo doméstico en una imagen de confort, log discursos a partir de los que se promovian estos bienes otorgaron ‘una nueva centralidad al ama de casa como consumidora. Los arte- factos domésticos eambiaron el rézimen de visibifidad del trabajo doméstico: el ama de casa ayudada por sus “eléetricos ser podia permanecer siempre descansada, bella y elegante, encarnando ‘lla misma la imagen del éxito social de su marido, y garantizando ‘con ¢] tiempo “liberado” mayor bienestar a su familia. “Ahora bien, en el periodo analizado, buena parte de los hogares de Ja ciudad de Mar det Plata tenfan no sélo artefactos vineulados con el trabajo doméstico sino también artefactos con el trabajo usualmente considerado “productive” pero realizado en el espacio del hogar, en ical, de maquinas de eoser y de tejer. En efecto, muchas mujeres in o cosfan “para afuera”, en tiempos en Tos que la industria tex- til en desarrollo necesitaha mano de obra extra."*ZQué sentidos eran atribuidos a estas tareas? ¢En qué medida el uso de artefactos que Tas mecanizaban cambis la forma en que se las coneebia? ¢Cambia el modo en que se las representa de acuerdo al género de quien las tusaba? Para muchas mujeres de familias trabajadoras, coser, bordar © tejer fie tna manera de tener un ingreso propio desde la adolescen- cia o temprana juventud, Para muchas, sin embargo, la maquina de coser o de tejer fue una posibilidad sélo aftos mas tarde, paralela al acceso de las maquinas asociadas al trabajo doméstico y a los eam bios en el hogar fruto de la migracién de espacios rurales a urbanos, Bse es, entre otros, el caso de Beatriz: 19. La industria de teido. en particular el sector do tefidos de punto, surgi en Mar del Plata en la década de 1990, apovanda en el trabajo artesanal de migrantes ita fanor yen un aumento de la domanda generad pore turismo, Para 1874, habla lrededor de 180 empresas textiles opietradas en la ciudad. Se trataba de un sector {onattuido por empresas de distintos tamaon, Benn part de las cuales oran muy eens. Ea 18, por eel el 7a de Tas empresa do confeeciones yl 44" de Insde tides de punto no superaban lot ceo emploaos. Esto se vineulaba eon an to ive do setvidades no rogers, hema parte de Ine qe eran trabajo dori Tiare AAV, 2002), Las rena del hogar y sus oléteeos soridre am ilnen de venir aca Mar del Poa, habia una wcin acd enfrene, eruzando Ia calle, que la primera vecina que vino a lofrecerse que cualquier cosa que yo precisaba, si necesitaba, ‘que me acompariara al eentro, que ella me iba a acompartr siempre... Bueno, yo al mes le pel xi no podia eonseguirme una projesora para bordar @ maquina. (..] aed aprenid, que alla en ‘etcamporno habia. No, no, no, Aprendé aed. En Esparia y Ani fuertel..JAst que aprendi en dies meses, me recibi de profesor con diploma [~.JA los seés meses 30 ya trubyjaba pare afer. Entrevista a Beatriz, Mar del Plata, enero de 2007) De joven, en Juarez, Beatriz también cosfa y hacia distintos tra- bajos a partir de los cuales podia comprarse una prenda o alg accesorio. Su iniciativa es presentada como elemento distintivo res- peeto de sus hermanas mds “quedadas”. Aun asi, 1a mudanza a la ciudad marea un quiebre. gQué es lo que “no habia” en el campo en ese entonees? Miiquinas: 1a méquina con la que aprendié a bordar en Mar dol Plata era parte de las novedades del espacio urbano al que Hegé en 1953. El manejo de estos artefactos le brinds otra dis- tineién: haberse recibido, es decir ser una profesora (que sabia mas que otros, que podia ensenarles), con un diploma que aereditaba sus conocimientos téenicos. La identidad que Beatriz construye en su relato es la de una mujer que trabaja, que trabajé siempre, a quien le “gusta” trabajar. Ese trabajo le permite, por otra parte, situarse como havedera ~a la par de su marido- del progreso de su farnilia, de Ia casa que constrayeron, asi como de los anexos ¥ las mejoras que fueron incorpordindole. La distinguia, entoner hermanas que se quedaron en Judrez, sino también de sus veeinas marplatenses que “se ponian de visitas” y perdian el tiempo, Ant, vas « venir @ mi casa ¥ nunca me vas a encontrar, Me gusta trabajar brisas| {1 Yo, mird, todo el dia trabajo, Tortoeldia. Yo, mird, si tengo una hore o das horas para cose, Io hago. A mi mie gusta trabajar |... Yo visitas no tengo, 0 [1 Algun da. Yo trabajo todo el dia, que voy a poner de vistas (Entrevista a Beatriz, Mar del Plata, enero do 2007) Toit cualquier cantidad de afios. Para sostener muchas cosas. Querian television, euando fa compré avudando @ mi expos [..] ef telovisor to habia comprado yo para los chicos. Habla comprado un televisor porque ast se quedaban mas tranguilos 9 me dejaban trabajar. VV radion xt Une rt. ita terta ini esposo. Porque no era emprendedor. Eve era el problema. No era emprendedor, Muy querido aed en el barrio. SNUROIIDRINNNNNINNAMR ii | i Edgar teniieado ern no era emprencector, ast de querer progresar. Bap... como quedado, Habia que empuiarlo siempre. (Entrevista a Mari Mar del Plata, junio de 2007) [En otros casos, e} trabajo realizado eon estas miquinas desde dentro de la casa supuso la posibilidad de aleanzar bienes “de Injo", como el televisor, en momentos de relativo apremio econsmico. Mae ria nacié en Mar del Plata en 1930 y ya tejia (a maquina) “para af ra’ de soltera, Se casé en 1954 y siguis tejiondo durante mucho tiemn- po para “ayudar” a su espose. En el caso de Maria, en el trabajo con la miquina de tejer reposa la construcciéin de una identidad como “emprendedora”, que eonteasta con la figura de su marido. También ella construye una identidad como trabajadora: compro el primer televisor no para ella sino para sus hijos, no para mirar television, sino para que la “dejaran trabajar”. * La autonomfa lograda a partir de este trabajo es todavia mas evidente y mas fuerte en cl easo de Nilda, quien gracias a él sostuvo su hogar después de divorciarse en 1988, ya teniendo sus dos hijos. Entre las ventajas que adjudica a este trabajo, Nilda senala la po: sibilidad de manejar los horarios mas libremente que en un empleo fuera de su casa y, de esa manera, coneiliar la tarea remunerada con 1 trabajo doméstieo, Nilda es mas joven que Beatriz. y Maria. Como ‘ya se indicara, nacié en 1948 y vivi6 en San Genaro Norte, provincia de Santa Fe, hasta 1974, cuando se caso con un médico. Ya casadn, ‘vivie un tiempo en la ciudad de Cordoba, donde tuvo su primer hijo, y mas tarde en la Capital Federal, donde nacio su hija menor. Uno de los elementos de su relato que resulta mas interesante es el lugar fen que situa sus saberes vinculados al ser una buena ama de ca: sdquiridos en la infancia, A diferencia de lo planteado por Beatriz, para quien el uso de la maquina de bordar fue un aprendizaje que la distaneié respecto del mundo de su juventud en Judrez; en el caso de Nilda, tejer a maquina formaba parte de aquellos saberes aprendi- dos de su madre como parte de las labores del hogar. ‘De todos modos, el de Nilda parece haber sido un caso exeepeional. ‘Mas general, en eambio, parece haber sido la necesidad de incorporar nuevos saberes para el tso adecuado de estos artefuctos, Perla, quien trabajé como vendedora de la easa Neechi (que no sélo comercializaba ino también fabricaba de mviquinas de coser y de tejer), recuerda ‘que se offeefan cursos gratuites y demostraciones organizadas por el propio comereio con la intencidn de aumentar las ventas. Otros ven~ dedores confirman el recuerdo de Perla, tanto con relacién a los eur~ sos y demostraciones impartidas (no s6lo de éstas, sino también de Tas roinas del hogar ys teens servidoros 1 otros artefactos) como con el uso estrictamente doméstico ~es decir, destinado a la propia familia~ por parte de quienes las eompraban. Sin embargo, se trataba de un saber que ge aprendia como doméstic, como parte de las labores del ama de easa, pero que, leyadlo el easo, podia transformarse a partir desu uso destinado al mereadb. a existencia de cursos en los que se enseiiaba el uso “eorreeto” de los artefactos (tanto méquinas de easer o de tejer eomo liewado- ras) habla, en cambio, de la necesidad de un saber “extra” para la incorporaeién de nueva teenologia, ya para el trabajo doméstico, ya para el domiciliari. Sin embargo, a diferencia de lo oeurrido con artefuctos dirigidos de manera més especifica a un piblico maseu- lino (que serdn trabajados en el préximo capitulo), las indicaciones de los cursos, los manuales de instrueciones y las publicidades de aquellos destinados al trabajo tipieamente femenino no tenian un contenido eminentemente téenieo en el que se considerara su fun namiento, sus partes, los modos de repararlos. Volvian, en eambio, sobre saberes tradicionales del ama de casa, a los que imprimian un ruevo ses: Tos manuales de instruceiones de licuadoras y olla @ presion eran reeetarios “modernos”, los de maiquinas de tejer. in caban como hacer los puntos de moda Bl estatuto de las maquinas de eoser y tejer era més bien am- biguo. Por una parte, eran fuente de remuneracién y, en tanto ta de independencia para las mujeres que las utilizaban para produeit bienes para el mercado. Por otra, tanto desde Tos discursos que pro- rmovian su consumo como desde los saberes requeridos para su Us se las situaba en un continuo de sentido con los artefaetos destina dos al trabajo doméstico. De esta ambigtedad también da euenta el relato de Antoni: Antonio: ~Yo la verdad no tengo un oficio fio, fo. Pero hice de todo. [.] Varios tnviernas trabajé en el frigorticn del pes: ‘ado, ah, 30 no le mesquinaba al trabajo, trabajaba de pedn de oso, ¥ después se. me compré una.n cuando empecd e tf do en Mar del Plata, en Mar del Plata {interrupeion} Cuando empecs a época del tei. Yo he sido parte del tjido. Yo me compré una méquina, empeeé @ trabajar wna temporade en tun restaurant, Ambos mundos, que esté en Rivadavia entre Cordoba y San Luis, siempre me acuerdo los duerios, euardo termina fa temporada estaba sin trabajo. ¥ era una época que se trabajaba mucho on al tjido. Entonces eompré una maqui nna de Textilana, esta todavia camino a Batén Testilena, que tenia una venta de maguinas en el centro y se lo pagabas con tgjido. ¥ de ahi fui a una academia a aprender a tejer. Todo 1a Ethogarteenfendo ‘2 mano, odo @ méquina eh, ahora todo eso que ponen compu tadoras, no, no, existian pero tenias que hacerio todo de acd {se sonala la cabeza), Por ejemplo vos dabas dies vuellas con teste color, si querias hacer de werios colores, después tenias ‘que dar otras dies eueltas 0 cinco oweltas eon atro color. todo f@ mano, todo mentalmente tenias que hacerlo {..l. También fhabia que trabajar todo a mano, todo y te rendia. Tenias que techarle muchas horas, Trabajé muchos aris, pero igualmente fen elinvierno, trabajaba de, con la maquina. Entreeistadtora:[~]~z¥ su seniorn también trabajaba? ‘As-Si ela me ayndaba, Ele pobrecita siempre me aytudé siempre ‘Trabajaba adentra de su case 0 satis? ‘Az -No, 10, siempré aed conmigo. Siempre conmigo, gme omtonclés? Inclusive enol verano euando ella venéa a ayiudarme tris feniamvos-a mi stega, ml suegra venta noe ewidabe a Tos ‘chicos. Yo iba temprano 9 ella venta mas tarde, (Entrevista a ‘Antonio, Mar del Plata, julio de 2009) En el relato de Antonio, en el que los artefactos vinculados al trabajo doméstico eran presentados como las “comodidades” para la mujer, la maquina de tejer aparece, en cambio, como una herr: mienta de trabajo que é1 mismo us6, que tuvo que aprender a usar fon una aeademiia y que exigia “usar la eaboza” y trabajar con las ma- nos (elemento que ganar importancia en el capitulo siguiente), La mencién del tejer a maquina aparece en el contexto de la respuesta ‘la pregunta por el trabajo, enmareada en una serie de oposiciones. En primer lugar, se lo contrapone a las mquinas de tejer actuales, cen las que las computadoras resuelven todo. Mas tarde, el eontraste se estableee entre sit “trabajo” y la “ayuda” de sw esposa -una nota fal margen: en el diseurso de Antonio, “en casa” es “acd conmigo” independientemente de si el “aca” es adentro o afuera del hogar-. El tejido a maquina forma parte, ademas, de la enumeracién de los distintos trabajos que desempond a lo largo de su vida. Aparece in- ‘mediatamente después de Ia frase "yo no fe mezquinaba al trabajo”. El valor biograifico del relate de Antonio esta en el progreso material ios realizados para aleanzarlo.” Bl trabajo en el te- 20, Tomo la idea del valor biogréfico de Leonor Ah (2002), quien ute para flav cuenta del tno com el gue las biografias (en este caso los relatos de vida) estan Inarradow loo ve laste y las neerea aottos giteros teraios. Bl exfuerzo que ‘ona ef ugar del heroism j que permite justifinr las acionesaeneea el reat de dade Antonio la pie ‘Las reinas del hogar y ss elstrico srvidores 135 jido es un ejemplo, quiz el mais intenso por el lugar en el que se lo ubica diseursivamente y por su cereania al mundo femenino, de los esfuerzos implicados en obtenerlo, En todos los casos ~de varones y mujeres de distintas generacio- nes y vinculados con diferentes tradiciones— el trabajo con las mii- quinas de coser y tejer es fuente de orgullo en la medida en que es tuna estrategia para obtener dinero en circunstancias dificiles. Para las mujeres, especfficamente, permitia tener un ingreso econémico sin salir del hogar, utilizando “tiempos muertos” del trabajo domés tico o tiempos que se quitaban al deseanso, pera que no impedian evar adelante las obligaciones diatias vinculadas a la easa y a los hijos. El lugar de estos artofactos ex ambiguo, Si por un lado pa- reciera reforzar Ia identificacion de las mujeres can lo doméstico, por otro da pie a que tambicn varones lo reivindiquen como espacio, propio y como trabajo califiendo, ealifiencién que, noteriamente, no se reconoce cuando la ejecutante es una mujer porque forma parte de su saber “natural”, go de In segunda mitad del siglo xx y en el marco de la mecanizacion del hogar, el trabajo doméstieo cambié de modo sus- tancial. Nuevos combustibles y artefactos aligeraron el esfuerzo re- querido aunque, por sf mismos, tuvieron un efecto menor sobre Tos tiempos de ese trabajo. En buena medida, esto obedecié al aumento de los estiindares a partir de lo que se lo evaluaba, que fueron en sintonia con Ia reedieién del modelo de mujer doméstica analizada fen el capitulo anterior. La disminucién en el tiempo dedieado a este trabajo habilitada por la incorporacién de tecnologia al hostar depen- dis, para ser efectiva, de los cambios en dichos estandares que se observan en Ia generacién de entrevistadas més jovenes, asi como en la posibilidad de distribuirle con otras personas. En la medida fen que la division sexual del trabajo no fue puesta en euestidn, esa distribucion fue mayormente entre mujeres. Los tiempos del acceso a los distintos artefactos ¥ servicios ana- lizados aqui marearon profundas desigualdades en las condiciones materiales de vida de distintos sectores sociales. En particular, Ia provision de electricidad, gas y agua corriente, asi como la posibili- dad de comprar una heladera eléctrica o un lavarropas automético, son elementos a partir de los que apareeen fuertes distancias entre Ja cotidianeiddad de quienes los tuvieron antes y después. Si por sus fdades Mar del Plata fue un escenario propicio para la ric 138 Elgar tecniied pida apropiacién de unos modos de habitar modernos y asociados « la elase media, también fue un espacio en que la desigualdad entre quienes podian adoptarlos més o menos rapidamente fueron vividas mis intensamente. El mundo del barrio en el que se eruzaban fami- lias y sujetos de distinto poder adquisitivo, en el que se exhibian (y también se impugnaban) los nuevos signos de estat cio donde la proximidad fisica acentuaba la distancia s ‘Las desigualdades sociales fueron reforzadas por otras de cars ter regional, que enfatizaron la diversidad de modos de aproximar- se a productos ¢ imaginarios potencialmente homogeneizadores de organizar lo doméstico, Las limitaciones en el consumo de distintos bienes asf camo en cl acceso a diferentes servicios implicaron unas pauitas particulares de apropiacién de aquel modelo, enmareadas en redes de relaciones personals, en ol aceaco a distintor objetos y sor- vcios, en los usos compartidos de los artefactos, y en los eireuitos de consumo de bienes usados. Los artefactos también fueron investidos de distintos sentidas de acuerdo a los usos que de ellos se hicieran, ‘Varones ¥ mujeres recuerdan estos objetos de forma diferente. Entre los varones, se los presenta como objetos de estatus, como lujos o bie znes de confort, Si esas imagenes también ocupan un lugar relevante fon los relatos de las mujeres, en ellos también aparecen otros ele ‘mentos: las tareas que generaban, los trabajos realizados con ellos, su problemético lugar como “liberadares”, son sélo algunos ejemplos. Las representaciones de estas teenologias como bienes de contort ~que se observan tanto en los relatos de los entrevistades como en. los discursos que promovian su consumo- eambiaron el régimen de visibilidad del trabajo doméstico, Si por una parte otorgaron cen- tralidad al ama de casa como consumidora, por otra reforzaron las desigualdades del trabajo doméstico, on la medida en que diluyeron, su condieién de trabajo, disminuyendo su valor y desalentando, asi, gue los varones se involueraran en él. En este sentido, su compar racién con otras “miquinas domésticas” puede contribuir a escla- recer los caminos a través de los que se instalaron ciertos usos que reforzaron la divisién sexual del trabajo. {Qué artefactos presentes ten el hogar fueron identifieados como masculinos? ;Qué diferencias presentaban respecto de los trabajados aqui? En el préximo capitulo abordaré estos interrogantes. Cariruno 4 ¢Retorno del esposo al hogar? Hogar, tecnologias y masculinidades domésticas ustracién 1, Foto de Julién, Archivo personal La fotografia propuesta como inicio de este capitulo es una picza del acervo personal de Julién, uno de mis entrevistados. Forma parte de un album en el que su madre organizé un eonjunto de imigenes de los primeros anios de su vida de easada, No son slo fotografias; aparecen también otros elementos, como los pasajes del viaje de no- vios o las figuritas con Ins que se adornan las priginas dediendas cast ee

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