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LOS CASI CRISTIANOS

Por: J. C. Ryle.

Hay muchos a quienes debo llamar «casi cristianos», porque no conozco otra
expresión en la Biblia que describa exactamente su estado. Hay en ellos muchas
cosas rectas, buenas y dignas de alabanza a la vista de Dios. Sus vidas son morales
y correctas. Se hallan libres de pecados burdos y evidentes. Tienen hábitos
decentes y apropiados. Son diligentes en el uso de los medios de gracia. Parecen
amar la predicación del Evangelio. No se ofenden al oír hablar de Jesús, aunque se
diga de Él la verdad claramente. No objetan a la compañía religiosa. Están de
acuerdo cuando se les habla de su alma con todo lo que se les dice. Y todo esto
está bien.
Con todo no hay movimiento en su corazón, por lo menos que se pueda descubrir sin
un microscopio. Dan la impresión de estar parados. Semana tras semana, los años van
pasando y siempre están en el mismo sitio. Se sientan bajo el púlpito. Aprueban los
sermones, pero no les sirve para mejorar. Siempre regulares y constantes, haciendo
uso de los medios de gracia, la misma conversación sobre religión, pero nada más.
No hay progreso en su cristianismo. No hay vida, ni corazón ni autenticidad en él.
Sus almas están estancadas. Y todo esto deja mucho de estar bien.
Lector, ¿eres uno de éstos? Hay millares de ellos en nuestras iglesias. ¿Es éste el
estado de tu alma a la vista de Dios? Responde con franqueza. Si lo es, tu
condición no es satisfactoria. Como el apóstol dijo a los gálatas, digo yo también:
«Tengo dudas acerca de vosotros.»
¿Cómo podría ser distinto? Hay dos campos opuestos en este mundo, el de Cristo y el
del diablo; y no se ve claro a qué lado perteneces. No puedo decir que seas
descuidado sobre la religión, pero no puedo considerarte decidido. Te apartas de
los infieles, pero no puedo colocarte entre los hijos de Dios. Tienes algo de luz,
pero ¿es conocimiento que salva? Tienes algún sentimiento, pero, ¿es gracia? No
eres un descreído, pero ¿perteneces a Dios? Es posible que seas del pueblo de Dios;
pero vives tan cerca de la frontera, que es difícil discernir a qué nación
perteneces. Puede que no estés espiritualmente muerto, pero eres como un árbol en
invierno. Y así vives sin dar ninguna evidencia satisfactoria. No puedo por menos
de dudar sobre ti. Y sin duda hay causa.

Tomado del folleto “La Cruz de Cristo” de J. C. Ryle

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