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MARXISMO

Una respuesta rápida a la pregunta de ¿qué es el marxismo?, diría que es una filosofía de la
historia que, sin embargo, tiene aplicaciones sociales, económicas y políticas. Pero es
importante notar que, en principio, estas aplicaciones son separables; es decir, uno podría
aceptar algunas y no otras.

Carlos Marx (1818-1883) fue un hijo del siglo XIX que, como otros pensadores de aquella época,
lamentaba que las ciencias sociales no hubieran progresado tanto como las naturales. Por eso, se
propuso desarrollar una ciencia que explicara el comportamiento humano de la misma manera
como las ciencias naturales lo hacen con la realidad física, esto es, encontrando las leyes que
muestran por qué las sociedades se comportan como lo hacen y haciendo predicciones a partir de
esas leyes.

La ciencia que Marx creyó haber elaborado es el materialismo dialéctico, que describiría las
estructuras económicas que gobiernan la historia, así como el comportamiento de las sociedades
y, en ocasiones, incluso la conducta de las personas a partir de su pertenencia a una clase social.

Para muchos expertos, el pensamiento y la obra de Karl Marx sigue siendo muy relevante en pleno
siglo XXI. (Getty Images).

Modos de producción

Según Marx, la historia está gobernada por regularidades socioeconómicas que se instancian de
maneras semejantes en las diversas sociedades, pues dependen de ciertos modos de producción.
Él pensaba que hubo un comunismo primitivo desde el que apareció la propiedad privada, dado
que las necesidades eran mayores que los productos que la naturaleza nos podía dar. La propiedad
privada dio origen a clases sociales y estas a relaciones de dominación y explotación; así apareció
la esclavitud.
Cuando las relaciones sociales propias de la esclavitud fueron incompatibles con el desarrollo de
las fuerzas económicas de producción, se produjo una revolución que dio lugar a la sociedad
burguesa. Nuevas tensiones posibilitaron el capitalismo y, según las predicciones de Marx, a este
le seguiría el socialismo y luego el comunismo. Cada uno de estos modos de producción sería
consecuencia de un enfrentamiento entre clases sociales con intereses antagónicos, por lo que
Marx afirmaba que la lucha de clases era inevitable, constituyéndose en “la partera de la historia”.

El socialismo estaría caracterizado por un fortalecimiento del Estado en que la propiedad de los
medios de producción (industrias, tierra cultivable, etc.) no estaría en manos privadas sino en las
del proletariado, en forma de cooperativas o asociaciones gremiales. El comunismo, por su parte,
sería una radicalización del socialismo e implicaría la desaparición casi total de la propiedad
privada y, en última instancia, incluso la desaparición del Estado. Es importante notar, entonces,
que algunos marxistas pueden ser socialistas y no comunistas. También se puede ser socialista y
no marxista. Las posiciones de izquierda, como las de derecha, tienen matices que hay que
conocer.

Karl Marx, padre del comunismo, falleció en 1883 (AP).

El yerro de Marx

Lenin (1870-1924) aplicó el modelo marxista a Rusia, constituyendo la Unión Soviética, de la


misma manera como Mao (1893-1976) lo hizo en China y Fidel Castro (1926-2016) en Cuba. En el
Perú, José Carlos Mariátegui (1894-1930), en sus 7 ensayos de interpretación de la realidad
peruana, sostuvo que Marx yerra al sostener que la historia se despliega de la misma manera en
todas las sociedades y, en particular, que las características de la sociedad peruana no hacen
factible un calco del marxismo-leninismo.

El control del Estado

Marx analizó el capitalismo propio de la sociedad industrial inglesa del siglo XIX, y en alguna
medida, lo extrapoló a otros. Constató relaciones de desigualdad y explotación, y sugirió que en
esas condiciones la libertad es inexistente. Otra idea importante que desarrolló, elaborada a partir
de Hegel, es el concepto de ideología. Para Marx, las relaciones de explotación en una
determinada sociedad van acompañadas de la justificación que hace la clase dominante de su rol.
Esta justificación se expresa en cierto tipo de filosofía, religión, arte e incluso ciencia.

Por eso las aplicaciones del marxismo en diversos países implicaron el control del Estado de estas
actividades. Una curiosa paradoja, sin embargo, es que en esas sociedades el marxismo terminó
por convertirse en una forma de ideología para justificar nuevas relaciones de dominación con que
los miembros del partido comunista tenían sometida a la población.

Algunas de las intuiciones de Marx siguen siendo valiosas, a pesar que muchos autores consideran
que presuponen una epistemología positivista obsoleta y una concepción de la historia con visos
deterministas. También consideran que los diversos intentos por llevar a la práctica modelos
marxistas terminaron en fracaso económico. La prueba de ello sería que casi ya no existen países
comunistas en el mundo y que los pocos que sobreviven pronto dejarán de serlo.

Sin embargo, el marxismo sigue siendo un instrumento útil, entre otros, para interpretar la
historia. Por eso quizá ha llegado el momento de ver a Marx con menos apasionamiento. No como
el autor que descifra todos los enigmas ni tampoco como la encrucijada de todos los errores sino,
más bien, como un pensador que tuvo yerros y aciertos, y a quien hay que conocer. No se
comprende el siglo XX si no se entiende a Marx y, para bien o para mal, toda propuesta política del
siglo XXI tendrá que reflexionar creativamente sobre él.

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