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Riemann-Weyl en el bergsonismo de Deleuze y la constitución del

espacio físico-matemático contemporáneo

Martin Calamari, Universidad de Verona

Traducción por Daniela Céspedes y Joaquín Morales, Colectivo Pliegue*.

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ABSTRACT

En los últimos años, las ideas del matemático Bernhard Riemann (1826-66) han pasado a primer
plano como una de las principales fuentes de inspiración de Deleuze, en lo que respecta a su
compromiso con las matemáticas y la historia de las matemáticas. No obstante, algunos
aspectos e implicaciones relevantes de la recepción y apropiación filosófica del pensamiento de
Riemann por parte de Deleuze siguen sin explorarse. En la primera parte del artículo comenzaré
por reconsiderar la primera mención explícita de Riemann en la obra de Deleuze, a saber, en el
segundo capítulo del Bergsonismo (1966). En este contexto, como pretendo mostrar en primer
lugar, la síntesis de Deleuze de algunos rasgos clave de la teoría riemanniana de las variedades
depende por completo, tanto textual como conceptualmente, de su lectura de otra figura
prominente de la historia de las matemáticas: Hermann Weyl (1885-1955).

Este aspecto se ha subestimado en gran medida, si no se ha descuidado por completo. Sin


embargo, como intento poner de manifiesto en la segunda parte del artículo, replantear la
comprensión del compromiso filosófico de Deleuze con la matemática de Riemann a través de
la conjunción Riemann-Weyl puede permitirnos develar algunos aspectos inexplorados de la
posterior elaboración por Deleuze de su teoría de las multiplicidades1 (multiplicidades
rizomáticas, espacios lisos) y de su profunda confrontación con la ciencia contemporánea
(topología de haces fibrados y la teoría de campos de gauge). Esto permite finalmente delinear

1
[N. de la T.] En español, Riemann manifold ha sido traducido como “variedad de Riemann” o “espacio de Riemann”, pero
también en este texto hay que entenderlo como sinónimo de “multiplicidad de Riemann” (que es el concepto que ocupa
Deleuze sobre la variedad de Riemann).
una correlación entre el plano de inmanencia de Deleuze y el espacio físico- matemático
contemporáneo de las interacciones fundamentales.

Palabras clave: Bernhard Riemann, Hermann Weyl, física matemática, Gilles Châtelet,
interacción, conexión, haz de fibras, teoría gauge, plano de inmanencia.

Bernhard Riemann (1826-66) constituye una de las principales figuras del compromiso de
Deleuze con las matemáticas. La conjunción de las matemáticas de Riemann y la filosofía de
Deleuze", escribe Arkady Plotnitsky, "es un acontecimiento notable en la historia de la filosofía
del siglo XX, y tiene importantes implicaciones para nuestra comprensión de las relaciones entre
las matemáticas y el pensamiento de Deleuze, y entre las matemáticas y la filosofía en general"
(Plotnitsky 2009: 190). Sin embargo, permanece aún en gran parte inexplorada, empezando por
la relación entre Riemann y el propio Deleuze (1). Como es bien sabido, la primera referencia de
Deleuze a Riemann se encuentra en el segundo capítulo del Bergsonismo (1966). La cuestión
subyacente radica en la distinción que hace Bergson entre multiplicidades (cuantitativas y
cualitativas), y en el intento de superar la dicotomía clásica entre lo Uno y lo Múltiple afirmando
una multiplicidad sustantiva. Detrás de este problema filosófico, Deleuze sintetiza, en un pasaje
particularmente denso, uno de los aspectos clave de la teoría de las “multiplicidades”
(variedades) de Riemann:
“De hecho, este problema se remonta a un erudito genio, Riemann, un físico y matemático. Riemann definió
como ´multiplicidades´ aquellas cosas (les choses) que podían determinarse en función de sus dimensiones o
de sus variables independientes. Distinguió entre multiplicidades discretas y multiplicidades continuas. Las
primeras contienen el principio de su propia métrica (“portaient le principe de leur métrique”) (la medida de
una de sus partes viene dada por el número de elementos que contiene) (la mesure d’une de leurs parties
etant donné par le nombre des éléments qu’elles contenaient). Las otras, encontraban un principio no métrico
en otra cosa, aunque fuera sólo en fenómenos que se desarrollan en ellos o en las fuerzas que actúan sobre
ellos (ne fût-ce que dans les phénomènes se déroulant en elles ou dans les forces agissant en elles). (Deleuze
1988: 39/31-2) (2).

A este pasaje Deleuze añade una nota a pie de página muy importante. En primer lugar, se
refiere a la famosa conferencia de Habilitación de Riemann "Sobre las hipótesis que constituyen
el fundamento de la geometría", de 1854 (pero publicada póstumamente en 1868). Como es
sabido, es en esta conferencia donde Riemann introduce por primera vez el concepto de
variedad o variedades (Mannigfaltigkeit). En segundo lugar, se refiere a una de las principales
obras de la física matemática de principios del siglo XX: Espacio, Tiempo, Materia (1918) del
matemático Hermann Weyl (1885-1955). El libro de Weyl constituye la primera exposición
detallada de la teoría general de la relatividad de Albert Einstein; así como, a partir de ediciones
posteriores- en las que se basa la traducción francesa adoptada por Deleuze, la elaboración
original de Weyl de la primera teoría del campo unificado (3). Por último, Deleuze sugiere que
incluso Husserl, aunque de forma diferente que Bergson, se vio influido por la teoría de
Riemann. Ahora bien, aunque la importancia filosofía de Riemann para Bergson y Husserl se
repetirá con frecuencia en las obras de Deleuze, salvo por una mención de pasada (que
encontraremos), Deleuze nunca volvió a referirse a Weyl. Así, en la mayoría de las
investigaciones que apelan a la significación de Riemann para la teoría de las multiplicidades del
propio Deleuze, la relevancia de Weyl ha quedado en gran medida eclipsada (excepto para
Plotnitsky, que indicó esta relevancia), si no totalmente descuidada. No obstante, como me
gustaría mostrar, replantear la reconstrucción y comprensión de la relación entre Deleuze y
Riemann en torno a la conjunción Riemann-Weyl no sólo nos permite reconsiderar toda la
recepción deleuziana de la figura y la obra de Riemann, sino también extrapolar algunos nuevos
aspectos e implicaciones del compromiso de Deleuze con Riemann en sus obras tardías. En la
primera parte del trabajo (secciones I-III), propongo un análisis detallado del pasaje del
Bergsonismo, en primer lugar para establecer su dependencia de la explicación de las variedades
riemannianas y de la teoría espacial de Weyl, encontrada en “Espacio, Tiempo, Materia” de Weyl.
En la segunda parte (secciones IV-VII) trata sobre cómo la ulterior teoría de las multiplicidades
de Deleuze- dentro de su intento de superar el universo monadológico cerrado de Leibniz hacia
un “caosmos” abierto y nomadológico- implica una confrontación íntima con importantes
evoluciones de la geometría riemanniana del siglo XX, que se pueden rastrear con precisión en
la obra de Weyl y sus posteriores, como la topología de haces fibrados y la teoría de campos de
gauge. Por último, estos desarrollos nos permiten poner de relieve cómo la última elaboración
filosófica del pensamiento de Riemann encuentra una profunda correlación entre el concepto de
“plano de inmanencia” y el espacio físico-matemático de las interacciones fundamentales
descritas por la ciencia contemporánea.

I. Riemann entre las Matemáticas y la Física

El pasaje del Bergsonismo se abre con la presentación que hace Deleuze de Riemann como físico
y matemático. Esta caracterización es menos obvia de lo que podría parecer a primera vista. La
importancia de la figura y la obra de Riemann ha sido siempre primariamente reconocida por
sus aportaciones fundamentales a las matemáticas (análisis real y complejo, teoría de números,
geometría diferencial, topología), mientras que sólo después de su empleo en la teoría de la
relatividad general de Einstein, se ha convertido en parte integrante de la física matemática
moderna. Además, el hecho que Riemann fuera considerado ante todo un físico, dista mucho de
ser evidente o incluso común. La afirmación de Deleuze requiere, por tanto, una consideración
más atenta.

Para empezar, aunque Deleuze a lo largo de su obra, a veces se refiere a Riemann simplemente
como “matemático” (Deleuze y Guattari 1987: 482), es de nuevo a “la física y las matemáticas” a
las que relaciona con lo que define como la “máquina abstracta de Riemann” (142). Asimismo,
aunque se refiere a los espacios o variedades riemannianas, Deleuze las relaciona con “las
matemáticas y la física” (Deleuze 1995:30), en otro lugar reafirma su relación con el “campo de la
física y las matemática” (Deleuze 2006a:13). Por último -y aún más significativo- Deleuze recurre
a la expresión compacta "el matemático y físico Riemann (le mathématicien-physicien Riemann)"
(Deleuze y Guattari 1987: 32/46), y con motivo de la traducción al inglés del Bergsonismo,
escribe que el término "multiplicidad" es de origen "fisicomatemático (Riemann)" (Deleuze
2006b: 337). La caracterización de Riemann en el Bergsonismo no es, pues, accidental, por el
contrario, refleja la recepción y comprensión deleuzianas de la obra de Riemann como tal.

De hecho, Deleuze capta el núcleo de la “filosofía de la ciencia” de Riemann, es decir, la


interrelación fundamental entre las matemáticas y la física (4). Al igual que Leibniz, sostiene
Detlef Laugwitz, “Riemann pensaba que las matemáticas y la física están estrechamente unidas”
(Laugwitz 2008:333). Varios puntos de vista confirman esta estrecha relación. Riemann dedicó
durante su breve carrera y vida, una investigación constante y activa a muchos temas de la física
matemática, como la electroquímica, electromagnetismo, teoría del calor y la hidrodinámica.
Gran parte de sus escritos y actividades docentes se centró en los métodos de aplicación del
cálculo diferencial a la física, en la línea de Leibniz y Newton y sus grandes maestros, Gauss,
Dirichlet y Weber, así como en el trasfondo de la tradición francesa de Laplace, Fourier, Poisson
y Cauchy. Además, varios de sus escritos dan fe de sus intentos de elaborar una teoría unificada
de las fuerzas físicas, como la gravedad, la electricidad, el magnetismo y la luz. Pero la
corroboración más importante de la concepción fisicomatemática de Riemann reside en la
propia Conferencia de Habilitación de 1854. Puesto que es en este contexto, como se ha
mencionado, donde Riemann por primera vez introduce el concepto de variedad (n-
dimensional), siendo este punto de importancia decisiva. De hecho, si la conferencia de Riemann
establece los nuevos fundamentos matemáticos de la geometría moderna (definida por la
topología o, como se le llamaba entonces, “analysis situs” y geometría diferencial), su punto
central, sin embargo, reside en la cuestión de las aplicaciones físicas del concepto de variedad.
En otras palabras, lo que está en juego en la conferencia de Riemann es la relación entre la
geometría y la física.

De hecho, la profunda originalidad de la nueva perspectiva de Riemann sobre la geometría


deriva del hecho que, teniendo determinadas las condiciones matemáticas para la construcción
de espacios infinitos, o n-dimensiones de variedades, él demuestra la posibilidad de construir
infinitas geometrías (ver Gray 2010: 201), yendo así “mucho más allá del esquema intelectual de
la geometría euclidiana y no euclidiana” (Laugwitz 2008:225). Las llamadas geometrías no
euclidianas son, de hecho, sólo casos especiales de la geometría diferencial de Riemann. Sin
embargo, la posibilidad de construir infinitos espacios y geometrías impone la cuestión física
más apremiante de cuál es la geometría propia del espacio real de los fenómenos. Lo que en
última instancia interesaba a Riemann, en otras palabras, era el problema de la geometría del
espacio físico. Como subraya Edhard Scholz: “El objetivo principal de la conferencia inaugural de
Riemann… era una reformulación de los fundamentos conceptuales de la geometría física (Scholz
1992: 29; énfasis en el original). En consecuencia, el problema de Riemann es, una vez más, la
relación entre las matemáticas y la física.

Esta relación constituye el enfoque epistemológico de toda la llamada Tradición Göttingen (ver
Mehra 2001). Dentro de ella hay una orientación común del pensamiento que va de Riemann a
Félix Klein, David Hilbert, Hermann Minkowski y, no menos importante, a Hermann Weyl.
“Ningún matemático de la primera mitad del siglo XX”, escribe Laugwitz, ´se preocupó tanto
como Weyl por una mayor profundidad de pensamiento en el análisis, geometría, física
matemática y la filosofía´ (Laugwitz 2008:274). Y de hecho, fue Weyl quien introdujo la teoría de
Riemann (superficies de Riemann) en las matemáticas del siglo XX, tanto desde el punto de vista
puramente matemático (topológico), como por las implicaciones físico-matemáticas de la
geometría de Riemann. No es de extrañar pues, que Weyl en Espacio, Tiempo, Materia presente
las ideas de Riemann como la anticipación “profética” (Weyl 1952:102/88) de la física
matemática moderna, como lo demuestra la teoría general de la relatividad de Einstein.

Es en esta perspectiva en la que Deleuze subraya la dependencia de la teoría de Einstein con la


teoría de las variedades de Riemann, sugiriendo además una hipótesis para fundar sobre esta
base una posible confrontación entre Einstein y Bergson (véase Deleuze 1988: 39). Si para
Deleuze, por tanto, Riemann es inseparablemente un físico y un matemático, así como su teoría
de los espacios o variedades es inseparablemente tanto física como matemática, es por el hecho
de que dentro del linaje Riemann-Weyl, la concepción radicalmente nueva de Riemann fue
reconocida en su inherente correlación físico-matemática.

II. “Cosa” y Multiplicidad: De Riemann a Deleuze

Para Riemann, afirma Deleuze, las “cosas” son multiplicidades. Lo que las define como tales son
los parámetros (dimensiones, variables independientes) que las determinan o de las que
dependen. Con esta caracterización general, Deleuze parece en primer lugar centrar la idea
clave de Riemann, a saber, la irreductibilidad del concepto de variedad a cualquier dominio
específico de aplicación, de la que deriva su poder de determinación. En otras palabras, según
Deleuze, todo “objeto” es, para Riemann, determinable como multiplicidad,
independientemente de que sea una entidad geométrica, un objeto empírico, un fenómeno
físico o un estado de cosas. La forma en que Weyl presenta las variedades riemannianas podría
confirmar que Deleuze puede haber tenido algo parecido en mente.

Al presentar los principios en los que se basa la “geometría infinitesimal” (geometría diferencial)
de Riemann, Weyl ejemplifica el variado uso del concepto de variedad desde las matemáticas
hasta las ciencias naturales (véase Weyl 1952:84/72-3). Estos ejemplos muestran que el concepto
de variedad permite definir entidades geométricas (por ejemplo, un espacio tridimensional),
fenómenos o estados de cosas (el espacio de estados de un gas ideal, por ejemplo), objetos
sensibles (como sonidos y colores puros), las posiciones de un cuerpo o un sistema físico (por
ejemplo, el espacio de configuración de un cuerpo rígido o el espacio de fase de un sistema
mecánico). Weyl explica que estos “espacios” matemáticos y/o físicos como variedades n-
dimensionales, están definidos precisamente por los valores de los parámetros que los
determinan, es decir, “las coordenadas o variables de las que dependen y que caracterizan sus
n-dimensiones Por ejemplo, el espacio de estados de un gas ideal es una variedad
bidimensional porque puede determinarse “por dos variables independientes, como la presión y
la temperatura”; “los colores forman una variedad tridimensional con respecto a la calidad y la
intensidad”, etc.
Como sugeriría, algunos aspectos clave de la ulterior elaboración filosófica de Idea como pura
multiplicidad en Diferencia y Repetición, se basan en su interpretación de Riemann-Weyl, no
obstante, la lectura de las obras de Albert Lautman sigue siendo, como es sabido, su fuente
primaria. A su vez, tales aspectos pueden aclarar la afirmación de Deleuze en el pasaje del
Bergsonismo que se está analizando. Al respaldar el “uso riemanniano de la palabra
“multiplicidad””, en Diferencia y Repetición Deleuze escribe: “Todo (chaque chose) es una
multiplicidad en la medida que encarna una Idea” (Deleuze 1994:182/236). Este estado muestra
el doble sentido de la apropiación del pensamiento de Riemann por parte de Deleuze.

En primer lugar, el concepto de multiplicidad (como sustantivo) se eleva al campo trascendental


de las Ideas virtuales, ganando su autonomía e irreductibilidad. Sin embargo, al mismo tiempo
está inseparablemente relacionado con la determinación empírica (o actualización, como
proceso de diferenciación y génesis) de “relaciones [espacio-temporales] reales y términos
actuales” (Deleuze 1994:183), lo que implica su inmanencia fundamental. La descripción de Weyl
de las variedades de Riemann ejemplifica en el campo de la física y las matemáticas este sentido
de irreductibilidad y complementariedad del concepto de variedad. Así como para Deleuze la
Idea es un universal concreto, una variedad riemanniana es una Idea fisicomatemática,
irreductible a, sin dejar de ser inseparable de cualquier efectuación empírica.

En segundo lugar, la Idea, para Deleuze, como una multiplicidad sustantiva (virtual), y la
producción inmanente de objetos reales (actuales), implica el complejo proceso de
determinación de los elementos (dx, dy) de la multiplicidad (principio de determinabilidad), de
sus relaciones diferenciales (dy/dx) o sus grados de variación (principio de determinación
recíproca) y de los valores de dichas relaciones (valores de dy/dx) o grados (principio de
determinación completa), a los que corresponde una distribución de puntos singulares (véase
Deleuze 1994: 171,175). Este proceso de determinación, que muestra la interpretación filosófico-
matemática del cálculo diferencial de Deleuze en la constitución de la Idea y su poder genético
interno (inmanente) está en consonancia con los ejemplos de Weyl. Los “espacios” físico
matemáticos n-dimensionales como variedades) implican la extensión del cálculo diferencial a
la física (así como a la geometría), a través de los cuales los objetos actuales, fenómenos,
transiciones de fase (en las que los puntos singulares o críticos desempeñan un papel crucial) o
estados de cosas son determinados. Visto desde la perspectiva de Riemann-Weyl, algunos
aspectos importantes de la conocida definición deleuziana de Idea en Diferencia y Repetición,
emergen así:

Una Idea es una multiplicidad n-dimensional, continua, definida. El color -o, mejor dicho, la Idea
del color- es una multiplicidad tridimensional. Por dimensiones entendemos las variables o
coordenadas de las que depende un fenómeno; por continuidad entendemos el conjunto de
relaciones entre los cambios de esas variables- por ejemplo, una forma cuadrática de las
diferenciales de las coordenadas; por definición, los elementos recíprocamente determinados por
estas relaciones, elementos que no pueden cambiar a menos que la multiplicidad cambie su
orden y su métrica” (Deleuze 1994: 182-3).
La inspiración weyliana y riemanniana de este pasaje es inequívoca, como atestigua el ejemplo
del color como multiplicidad tridimensional (5) o la afirmación de que los fenómenos dependen
de los parámetros (variables, coordenadas) que determinan la dimensión de la multiplicidad
correspondiente. En cuanto al ejemplo de la continuidad de una multiplicidad, se hace
referencia a la forma diferencial cuadrática (es decir, la expresión diferencial del cuadrado de la
distancia ds o elemento de línea, entre puntos infinitesimalmente vecinos) que define
adecuadamente una variedad (o espacio) Riemanniana (6). La afirmación de Deleuze en el
Bergsonismo significa, por tanto, que toda “cosa”, “objeto”, “espacio”, o “fenómeno” es una
multiplicidad en tanto que actualiza Idea continua n-dimensional. Las “cosas” son
multiplicidades reales (un color, por ejemplo) dependientes de la multiplicidad virtual (la Idea de
color) de relaciones diferenciales (y puntos singulares) que encarnan. A su vez, la multiplicidad
virtual es irreductible al estado real de las cosas. “Toda “cosa”” afirmará más tarde Deleuze, “está
constituida así (Toute “chose” est ainsi faite)” (Deleuze 2006b: 305/284-5; traducción modificada).

III. Multiplicidades Discretas y Continuas: El Problema del Espacio

Como me gustaría mostrar, Deleuze deriva la distinción de Riemann entre multiplicidades


discretas y multiplicidades continuas de una lectura atenta de un fragmento de Espacio, Tiempo,
Materia de Weyl. Curiosamente, dicho extracto consiste en una superposición de texto entre la
explicación de Weyl de la distinción riemanniana y una cita de la conferencia de Habilitación de
Riemann. Como veremos, el significado de esta intersección Riemann-Weyl será decisivo para la
elaboración deleuziana.

Habiendo puesto de relieve que tanto las geometrías euclidianas como las no euclidianas no
son más que casos especiales dentro de las infinitas geometrías de Riemann, Weyl subraya el
punto crucial de la conferencia de Habilitación de Riemann, que se encuentra, según él, en su
parte final (véase Weyl 1952: 97/83). Según Weyl, la cuestión central que se desprende de la
concepción de Riemann -una cuestión que sólo podía surgir adecuadamente y encontrar
respuesta adecuada con la teoría de relatividad general- radica en la conexión entre la
geometría (infinitesimal), del espacio y el mundo físico. Más concretamente, una vez que todas
las propiedades matemáticas y geométricas de un espacio riemanniano se han determinado
local e intrínsecamente (es decir, en la distancia infinitesimal entre puntos y sin suponer un
espacio de incrustación de dimensiones superiores), se plantea la cuestión de su compatibilidad
con el espacio “real”. Sin embargo, como ya se ha dicho, en tanto Riemann esboza las
condiciones para construir infinitos espacios y geometrías, la cuestión pasa a ser la relación
entre la geometría y la propia física, lo que concierte entonces a la naturaleza misma del espacio
físico. Para Weyl, se trata del problema del espacio, que representa la cuestión última de
Riemann.

Es con el propósito de explicar un punto tan crucial que Weyl introduce la distinción
riemanniana entre variedades discretas y variedades continuas:
Debo comenzar señalando que Riemann contrasta las variedades discretas, es decir, las compuestas por
elementos aislados, con las continuas. La medida de cada parte de tal variedad discreta viene determinada
por el número de elementos que le pertenecen (La mesure d’une partie quelconque d’une multiplicité discrète
est donnée par le nombre des éléments qu'elle contient). Por lo tanto, tal como lo expresa Riemann, una
multiplicidad discreta tiene el principio de sus relaciones métricas en sí mismo (une multiplicité discrète porte
le principe de sa métrique), a priori, como consecuencia del concepto de número. En palabras del propio
Riemann: La cuestión de la validez de la geometría en lo infinitamente pequeño está ligada a la cuestión de
las relaciones métricas del espacio. En esta cuestión, que todavía podemos considerar perteneciente a la
doctrina de espacio, se encuentra la aplicación de la observación realizada más arriba; que en una variedad
discreta, el principio o carácter de sus relaciones métricas está ya dado en la noción de variedad, mientras
que en una variedad continua esta base debe encontrarse en otra parte, es decir, tiene que venir de afuera
(dans une variété continue, ce principe doit venir d'ailleurs). Por lo tanto, o bien la realidad que subyace al
espacio debe formar una variedad discreta, o hay que buscar el fundamento de sus relaciones métricas
(condiciones de medida) fuera de él, en las fuerzas de enlace que actúan sobre él (dans les forces de liaison
qui agissent en lui). Una respuesta decisiva a estas cuestiones sólo puede obtenerse partiendo de la
concepción de los fenómenos hasta ahora justificada por la experiencia, a la que Newton puso los cimientos
y luego haciendo en esta concepción los cambios sucesivos requeridos por los hechos que no admiten
explicación en la antigua teoría… Esto nos lleva a la esfera de otra ciencia, la física” (Weyl 1952: 97/83-4).

Aunque Weyl señala que la mecánica cuántica podría obligarnos a suponer que la respuesta al
problema del espacio podría ser la primera hipótesis, es decir, que el espacio físico constituye
una variedad discreta, considera que la segunda -que el espacio físico forma una variedad
continua- es más consistente con el pensamiento de Riemann (y con el continuo espacio-tiempo
de la relatividad general). Su conclusión es la siguiente (véase también Plotnitsky 2009: 203):
Riemann rechaza la opinión que había prevalecido hasta su época, a saber, que la estructura métrica del
espacio era fija e inherentemente independiente de los fenómenos físicos a los que sirve de fondo
(indépendante des phénomènes physiques qui se déroulent dans son sein) y que el contenido real toma
posesión de él, como ocurre con los pisos residenciales. Afirma, por el contrario, que el espacio en sí mismo
no es más que una variedad tridimensional desprovista de toda forma (une multiplicité tridimensionnelle
amorphe); y que sólo adquiere una forma definida mediante la aparición del contenido material que lo llena
y determina sus relaciones métricas (Weyl 1952: 98/94).

Ahora bien, comparado con el pasaje del Bergsonismo, es evidente que Deleuze sintetiza la
distinción riemanniana extrapolando casi literalmente de este largo fragmento de Weyl, en el
que cabe señalar, se inserta una cita de Riemann. Se trata de una de las citas más célebres de
Riemann, tomada de la parte final de su Conferencia de Habilitación (ver Riemann 2007: 661). La
síntesis ideada por Deleuze deriva por tanto de esta intersección entre Weyl y Riemann de la
que resulta -como prueba de los argumentos esbozados más arriba- la propia comprensión
deleuziana del pensamiento de Riemann.

En efecto, si bien dedicó la primera y la segunda parte de su conferencia a la definición del


concepto matemático de “variedad adimensional y a la geometría diferencial local e intrínseca
que es posible construir sobre ella, Riemann dedica la tercera y última parte, de la que cita
Weyl- a abordar la cuestión de sus aplicaciones al espacio (véase Riemann 2007: 659): ¿qué
geometría del espacio es coherente con el mundo empírico? Es en relación con esta pregunta
que la distinción de Riemann entre variedades discretas y continuas de Riemann -
correspondiente a la distinción entre magnitudes numéricas o cuantitativas y magnitudes
espaciales o topológicas- (7) adquiere su relevancia decisiva. Contrariamente al espacio (y
tiempo) absoluto newtoniano y a la geometría euclidiana que la funda, la respuesta de Riemann
es que la geometría del espacio físico no puede determinarse a priori. El espacio “real” no es
más que un caso especial de variedad (tridimensional sólo por “hipótesis”), que es puramente
informal (topológico) en sí mismo (“desprovisto de toda forma”, como dice Weyl) (8) antes de
cualquier determinación métrica (es decir, antes de la introducción de la forma ds2). Por tanto,
en el pasaje citado por Weyl, Riemann implica que, en cuanto a las relaciones métricas del
espacio con respecto a la validez de la geometría diferencial, el problema sigue siendo
geométrico y, por tanto, indecidible. A partir de las propiedades métricas determinadas en una
variedad, es imposible deducir a priori qué variedad corresponde al espacio físico. En
consecuencia, la geometría del espacio sólo puede determinarse en relación con las fuerzas
físicas. La cuestión de la naturaleza discreta o continua del espacio físico debe, por tanto,
plantearse necesariamente a otra ciencia, a saber, la física. En consecuencia, el espacio (y el
tiempo) dejan de ser axiomáticamente entendidos como la arena homogénea (euclidianos),
estáticos (invariables) e indiferente a la materia (absolutos), en el que se situarían los cuerpos
materiales, sino que se convierten en la expresión dinámica (variable) de las propias
interacciones físicas fundamentales.

A través de la síntesis de Riemann-Weyl en el Bergsonismo, Deleuze capta así el doble sentido


de la teoría físico-matemática de Riemann: el carácter puramente informal (topológico) y la
autonomía de la Idea de multiplicidad, y su correlación esencial con la geometría del espacio
(tiempo) y las fuerzas físicas. Desarrollando sus multiplicidades rizomáticas y espacios lisos en
Mil Mesetas, Deleuze reafirma este carácter doble, retomando precisamente a Riemann y Weyl.
Como un espacio riemanniano (o más bien, su espacio topológico subyacente), un espacio liso
es un “espacio amorfo”, no formal (informel) (Deleuze y Guattari 1987: 477/595). Al mismo
tiempo, el “principio métrico” de las multiplicidades rizomáticas “no se encuentra en un medio
homogéneo sino que reside en otra parte, en las fuerzas que actúan en ellos, en los fenómenos
físicos que los habitan (dans les forces qui agissent en elles, dans les phénomènes physiques qui
les occupent)” (31/44).

IV. La revolución de Riemann en la línea de Leibniz

A través de la idea de “variedad n-dimensional (continua), entonces, Riemann encontró tanto el


espacio matemático como el espacio físico, estableciendo también su necesaria interrelación.
Éste fue el punto de partida del proceso de geometrización de la física que será cumplido por la
teoría de Einstein y que está en el núcleo de la física matemática contemporánea, sobre todo en
lo que se ha llamado “el programa del campo de gauge” para las interacciones fundamentales
(véase Cao 1997: cap.9-11). El linaje Riemann-Weyl nos permite poner de manifiesto algunos
aspectos importantes y mostrar la elaboración filosófica que Deleuze hace de ellos.
Para Riemann, escribe Laugwitz, "las verdaderas leyes de la naturaleza son inherentes a lo
infinitamente pequeño" (Laugwitz 2008: 261). Esta afirmación, para nuestros propósitos tiene
dos significados físico-matemáticos interrelacionados, que revelan la profunda relación de
Riemann con Leibniz (9). En primer lugar, significa que las leyes físicas son fundamentalmente
expresables a través de ecuaciones diferenciales, es decir, mediante el cálculo diferencial, del
que Leibniz (junto con Newton) es, como es sabido, el fundador. Para Riemann, en otras
palabras, la verdadera matemática para la física es indiscutiblemente el cálculo diferencial. El
análisis (complejo y real) tiene para él la preeminencia en todas las matemáticas, e incluso su
concepto de variedad, de ahí el “analysis situs” y la geometría diferencial, surgen como una
extensión del cálculo. Así, según Riemann, las leyes naturales deben buscarse en una estricta
interrelación entre análisis, geometría y física, por lo tanto se describen intrínsecamente
mediante ecuaciones diferenciales.

En segundo lugar, la afirmación anterior implica la idea, ya subrayada por Leibniz, de que las
fuerzas naturales sólo pueden actuar por acción continua; es decir, por contacto local
(infinitesimal), y por su transmisión progresiva a través del espacio circundante. Por esta razón,
como especifica Riemann las leyes naturales son "en general ecuaciones diferenciales parciales"
(citado en Laugwitz 2008: 260), ya que implican un cambio en las cantidades físicas
dependientes de varias variables, y no sólo de una, como en las ecuaciones diferenciales
ordinarias de la mecánica clásica (cuyo modelo son las leyes del movimiento de Newton). Este
punto de vista demuestra que, a diferencia de la mecánica newtoniana de acción a distancia
entre cuerpos (partículas o puntos materiales), a saber, la idea de fuerzas que actúan
instantáneamente independientemente de la distancia, Riemann concibió de la física
matemática como una física de campos (véase Laugwitz 2008: 257), aunque no llegó al concepto
de campo propiamente dicho, que fue introducido más tarde por Faraday y Maxwell.

Ahora bien, ambos aspectos de la visión de Riemann de las leyes naturales en el linaje de Leibniz
son cruciales para la elaboración filosófica de Deleuze. En cuanto al primero, es en este punto
donde nos encontramos con la segunda (y por lo demás única) mención explícita que Deleuze
hace de Weyl en sus obras posteriores. En El Pliegue. Leibniz y el Barroco Deleuze atribuye a
Weyl la afirmación de que "una ley de la naturaleza es necesariamente una ecuación diferencial"
(Deleuze 1993: 47). Sin embargo, como se acaba de ver, tal formulación puede remontarse
precisamente a Riemann, revelando así su sentido físico-matemático. En efecto, en uno de sus
seminarios sobre Leibniz, Deleuze afirmó que "no se puede entender nada del análisis
infinitesimal si no se ve que todas las ecuaciones físicas son por naturaleza ecuaciones
diferenciales" (Deleuze 1980b). Por lo tanto, como sugeriría es de nuevo dentro del linaje
Riemann-Weyl que Deleuze mantiene que el cálculo diferencial (a través de la relación
diferencial, dy/dx) es lo que "hizo posible este tipo de co-penetración de la realidad física y el
cálculo matemático" (Deleuze 1980a). En consecuencia, lo que Deleuze parece captar
rigurosamente de Riemann y Weyl es que las leyes naturales se conciben "necesariamente"
como ecuaciones diferenciales y, por tanto inherentemente infinitesimales (diferenciales),
porque en el linaje de Leibniz el análisis moderno, la geometría y la física se han convertido en
la 'razón suficiente' de la física matemática, es decir, de la explicación fisicomatemática de la
Naturaleza.

Esto nos lleva al segundo aspecto de la concepción de Riemann de las leyes de la naturaleza.
Como señaló el propio Weyl (véase Weyl 1952: 66), la afinidad de Riemann con la visión
continua e infinitesimal de Leibniz implica una clara oposición al modelo mecánico newtoniano
de las interacciones físicas y, a la inversa, una profunda proximidad, al campo teórico de Faraday
y Maxwell: "El principio de obtener conocimiento del mundo exterior a partir del
comportamiento de sus partes infinitesimales es el resorte de la teoría del conocimiento en
física infinitesimal (la physique des actions de contact) como en la geometría de Riemann" (Weyl
1952: 92/79). En este sentido, prosigue Weyl, "el paso de la geometría Euclidiana a la de
Riemann se basa en principio en la misma idea que la que llevó de la física basada en la acción a
distancia a la física de la acción infinitamente próxima" (91). En otras palabras, mientras que la
geometría euclidiana y la mecánica newtoniana se basan en axiomas globales e interacción
instantánea a distancia (como la ley de gravitación universal de Newton), la geometría
Riemanniana y la física de campos de Faraday y Maxwell se basan en la construcción local e
intrínseca del espacio y en interacciones de contacto progresivas, que se propagan por el
espacio (como las “líneas de fuerza” de Faraday, o mejor dicho, líneas de campo, y en las
ecuaciones de Maxwell) (10).

El rechazo de Riemann de la acción a distancia en favor de un enfoque a favor de un


planteamiento teórico de campo en la línea de Leibniz, demuestra que el problema de las
interacciones (fuerzas) se desplaza de los cuerpos y su relación biunívoca (véase Deleuze y
Guattari 1987:370), al espacio continuo (campo) entre los cuerpos. Este desplazamiento
fundamental revela la dicotomía “continuo-discontinuo”, que se remonta en su esquema básico
a Leibniz y Newton, que caracterizó la ciencia del siglo XIX, así como sus tendencias
reduccionistas (véase Deleuze y Guattari 1987: 370), convirtiéndose finalmente, como es sabido,
en uno de los principales problemas de la física del siglo XX tras la revolución cuántica de
Einstein: la dualidad onda-partícula. En última instancia, con su teoría de las variedades
continuas, Riemann pretendía superar el marco euclidiano-newtoniano del espacio, el tiempo y
la materia, y proveer una descripción completamente nueva del espacio físico de las
interacciones fundamentales.

V. Más allá de Leibniz: La exigencia de apertura de Riemann

A pesar de la profunda afinidad entre Leibniz y Riemann, existe sin embargo un punto crucial de
divergencia. En Mil Mesetas y El Pliegue, Deleuze argumenta que la concepción de Riemann, tal
como es como es formulada y desarrollada en la física y matemáticas contemporáneas, implica
un cambio fundamental del pensamiento de Leibniz, que es consonante con la exigencia de la
filosofía contemporánea (por Whitehead, por ejemplo, pero aún más en la propia filosofía de
Deleuze) de superar la metafísica “monadológica” de Leibniz. Con el fin de subrayar la
contribución de Riemann a estas tendencias neo-leibnizianas, y así mostrar el distanciamiento de
Riemann con respecto a Leibniz, Deleuze recurre en gran medida al matemático y filosofo Gilles
Châtelet (1944-99). Para comprender las últimas elaboraciones filosóficas que Deleuze realiza de
las ideas de Riemann, es necesario considerar algunos aspectos de los escritos de Châtelet.

En su artículo llamado Sur une petite phrase de Riemann (Sobre una pequeña frase Riemann)
(11), Châtelet focaliza el punto crucial planteado por Riemann en la conclusión de su
conferencia de Habilitación, cuya relevancia para Weyl y Deleuze ya hemos visto (12).
Entrelazando la dicotomía entre “continuo-discontinuo” implícita en el texto de Riemann con el
concepto de monada de Leibniz, Châtelet observa:
¿Cómo fundar la métrica del espacio físico? Si este espacio fuera discreto, se impondría inmediatamente una
clase natural de métricas, ya que lo discreto sólo tolera una proximidad limitada para cada uno de los
elementos. Pero el espacio está dado por una variedad continua en la física matemática, si se admite la
posibilidad de comunicación entre mónadas, comunicación proporcionada por la transmisión de señales que
siguen el camino de mayor proximidad. (Châtelet 2010: 91; énfasis en el original en la palabra “continua”)

Con este argumento, Châtelet subraya un problema decisivo. Una vez aceptada la hipótesis de
Riemann según la cual el espacio es una variedad continua indiscernible de los fenómenos
físicos, se vuelve necesario admitir interacciones locales (o “comunicaciones”, en términos de
Châtelet), que pueden transmitirse a través del espacio. Châtelet piensa aquí claramente en las
teorías de Maxwell y Einstein. “La Relatividad general”, escribe, proporciona en efecto “una
respuesta al cuestionamiento de Riemann” (Châtelet 2010: 92).

Pero el problema reside en otro lugar. Tal como hemos visto, la admisión de interacciones
locales corresponde al enfoque teórico de campos de Riemann de la física matemática. Esto
implica la idea de acción por contacto, contraria a la idea de acción a distancia que supone la
mecánica newtoniana. Sin embargo, y aquí está la cuestión, admitir interacciones locales implica
al mismo tiempo una crítica dirigida a una de las condiciones fundamentales de la monadología
de Leibniz: la condición de cierre absoluto que define las mónadas (véase Deleuze 1993: 22-26,
81-2). Contrariamente a Newton (o más prudentemente, a los newtonianos), Leibniz defendía la
idea de la acción por contacto, como algo que expresa el mecanismo físico del movimiento
extrínseco. Sin embargo, puesto que cada mónada, en su cierre, incluye integralmente la
totalidad del mundo, toda acción debe ser necesariamente interna a la mónada. En
consecuencia, en la metafísica de Leibniz no hay en absoluto, en sentido estricto, una idea
propia de interacción entre mónadas.

De ello se desprende que la hipótesis de Riemann, recuperada y demostrada en la física


moderna, obliga a rechazar la condición de cierre que define a las mónadas leibnizianas,
exigiendo por el contrario una condición de apertura. Esta "apertura" implica, según Châtelet,
"comunicación" y "coexistencia", fundadas en la proximidad infinitesimal (diferencial) de las
interacciones. En otras palabras, y en términos retomados más tarde por Deleuze (véase Deleuze
y Guattari 1987: 485, 493, 574), la "diferenciación", escribe Châtelet, "se propaga paso a paso (de
proche en proche) en esta comunidad de mónadas que implican relaciones táctiles descritas por
una especie de tensión que podría llamarse conexión" (Châtelet 2010: 90; énfasis en el original).
Ahora bien, sin entrar en detalles técnicos, es importante comprender el origen y el significado
del término "conexión" tal y como lo utiliza Châtelet para describir las interacciones.

VI. La génesis de la topología de haces fibrados y la teoría de campos de gauge

En su artículo sobre Riemann, Châtelet emplea la noción de la matemática y física modernas de


"conexión" en su acepción usual -tal como se entiende en la teoría matemática de "haces
fibrados" (conexión de haces) y en las teorías físicas de campos de gauge (conexión gauge) (13).
A pesar del desarrollo independiente de estas teorías (al menos hasta cierto punto, como
veremos), quiero subrayar en primer lugar que su génesis histórica se remonta precisamente a
los trabajos de Weyl y, en concreto, a sus extensiones de la geometría de Riemann y de la teoría
general de la relatividad de Einstein.

La noción original de "conexión", introducida por primera vez en 1917 por Levi Civita en su
trabajo sobre el transporte paralelo de vectores en la geometría de Riemann, fue desarrollada
posteriormente por Weyl -y también en los trabajos fundamentales del matemático francés Élie
Cartan (1869-1951)- en su "geometría puramente infinitesimal" (véase Scholz 2001). Weyl
empezó liberando la noción de transporte paralelo de Levi-Civita de su dependencia de una
métrica y de la incrustación de la variedad riemanniana en la que se define el paralelismo en un
espacio tangente euclidiano externo. El paralelismo de Levi-Civita era, de hecho, una noción
extrínseca, en conflicto con la concepción de la geometría de Riemann. En efecto, como subraya
Lautman, uno de los aspectos decisivos de la geometría riemanniana es que se trata de una
geometría diferencial intrínseca. El espacio (como variedad) y sus propiedades (la curvatura, por
ejemplo) se definen sin referencia alguna a un espacio ambiente externo, un "contenedor
universal" (Lautman 2011: 112), como el espacio absoluto de Newton. Siguiendo a Cartan,
Lautman muestra cómo la noción de paralelismo de Levi-Civita (que Cartan denominó "conexión
euclidiana") en las variedades riemannianas implicaba en cambio la introducción del punto de
vista extrínseco y externo considerando la variedad "como incrustada en un espacio euclidiano
hasta un número suficiente de dimensiones" (113). En efecto, señala Lautman, "los planos
tangentes exteriores, las proyecciones y las rotaciones implicadas por el paralelismo de Levi-
Civita sólo tienen sentido con respecto al espacio en el que está incrustada la variedad" (115).

A Weyl se le atribuye haber logrado la primera formulación intrínseca del paralelismo


elaborando el concepto de "conexión afín" (ahora denominada "conexión lineal") en variedades
(diferenciables), posteriormente ampliado a los casos "proyectivo" y "conforme". El concepto de
"conexión afín" se concibió para la descripción matemática (geométrica) de desplazamientos
infinitesimales (continuos) de vectores en espacios tangentes (afines) sobre variedades. Sin
embargo, en los principales objetivos de Weyl, dicho concepto tenía ante todo un significado
físico en el marco de su intento de formular una teoría de campo unificada de las interacciones
fundamentales conocidas en aquel momento (gravedad y electromagnetismo), incorporando así
también la teoría de la relatividad general de Einstein (14).
En este contexto, según Weyl, para alcanzar una geometría infinitesimal "puramente" local e
intrínseca era necesario, en primer lugar, eliminar de la geometría riemanniana la presencia de lo
que él entendía como un último vestigio de la "geometría a distancia" euclidiana (Weyl 1952:
102), algo también presente en la teoría de Einstein, a saber, la posibilidad de una comparación
directa de longitudes (concretamente, la longitud de los vectores) situadas en puntos distantes.
La consecuencia más importante del planteamiento de Weyl fue que implicaba una dependencia
de la trayectoria de las longitudes espaciales y temporales; es decir, un cambio local de la escala
de longitud de un punto a otro del espacio-tiempo. Esta localidad implicaba una relatividad del
patrón de longitud (o unidad de escala) y, por tanto, la existencia de factores de escala variables.
Esto es lo que Weyl expresó introduciendo la idea de un sistema gauge (véase Cao 1997: 105-6,
271-73), para el que exigió una invariancia gauge necesaria, es decir, una independencia con
respecto a cualquier elección particular de la unidad de longitud (o gauge). De este modo, la
teoría del campo unificado de Weyl representa la primera formulación de una teoría gauge
local.

Sin embargo, aunque la teoría de Weyl fue aplaudida en un primer momento, sobre todo por el
propio Einstein, éste realizó poco después algunas críticas contundentes, mostrando que
entraba en conflicto con las observaciones físicas, lo que revelaba su fracaso. Hacia finales de los
años veinte, las investigaciones ulteriores de Weyl, en parte exigidas por el descubrimiento de
dos nuevas interacciones fundamentales (la débil y la fuerte), le convencieron de utilizar la idea
gauge en el contexto de la mecánica cuántica, aunque de forma convenientemente modificada
(precisamente, no como factor de escala, sino como factor de fase de la función de onda de las
partículas cuánticas). Esta reformulación es la base del significado moderno del principio de
gauge (véase Cao 1997: 271-5, 332-8), que estimuló nuevos programas de unificación para las
interacciones fundamentales en el marco de la teoría cuántica de campos. A partir de estos
desarrollos, en la década de 1950 se dio un paso decisivo con la elaboración de las modernas
teorías de campos gauge (las llamadas teorías de Yang-Mills) que constituyen hoy el núcleo del
Modelo Estándar de la física de partículas elementales.

Desde el punto de vista matemático, a partir de los años treinta, el concepto general de
"conexión" de Weyl (y Cartan) en las variedades se amplió y reelaboró en la teoría de los
espacios topológicos fibrados, gracias a las importantes contribuciones a la topología algebraica
y diferencial de matemáticos como Hopf, Seifert, Whitney, Serre y Ehresmann (15). Este último
había introducido a mediados de los años cuarenta el concepto de "conexión infinitesimal" en
los espacios fibrados, dando lugar a la primera "teoría global de las conexiones". Por último,
Norman Steenrod publicó en 1951 la primera monografía sobre la topología de los haces
fibrados (véase Steenrod 1951), proporcionando lo que desde entonces se ha convertido en el
significado moderno de este campo de las matemáticas (16).

Intuitivamente, un haz fibrado puede considerarse como una especie de espacio topológico
"ampliado" compuesto por un espacio base B (una variedad n-dimensional) y un espacio total E
(o espacio del haz) "por encima" del espacio base (generalmente, el espacio total está dotado
de una estructura de grupo, en cuyo caso el haz fibrado define lo que se conoce como haz
fibrado principal). El espacio total está compuesto por las fibras F, en correspondencia con cada
punto x del espacio base. El ejemplo más sencillo de haz fibrado es el llamado espacio producto
(siendo E igual al producto de B por F), que es un haz fibrado trivial; por ejemplo, un cilindro,
con un círculo como espacio base y un segmento de recta como fibra. En cambio, un ejemplo
clásico de haz de fibras no trivial es la banda de Möbius, que se parece al espacio producto
localmente, pero no globalmente (está "retorcida"). En primer lugar, es importante señalar que
cada fibra es en sí misma una variedad m-dimensional. Por tanto, un haz de fibras no es
simplemente un espacio multidimensional, como suelen ser los espacios riemannianos u otros
espacios topológicos, sino un espacio (n+m)-dimensional. En segundo lugar, y lo que es más
importante, el espacio total está en contacto con la base, a través de la proyección del haz (un
mapa continuo) -el tercer componente básico del haz fibrado- que actúa desde el espacio total
E al espacio base B (π: E → B). Esto significa que el espacio total es extrínseco, en el sentido de
Lautman, al espacio base, pero no externo a él. En otras palabras, el espacio total es
formalmente distinto e irreductible al espacio base, pero esto no implica que el espacio total
tenga que concebirse como un espacio ambiente de dimensiones superiores en el que estaría
embebido el espacio base. Por el contrario, cada fibra del espacio total es un espacio interno,
constituyendo las dimensiones internas del haz fibrado, aunque sean las dimensiones extra del
mismo. Por último, una conexión de haces es una estructura geométrica adicional que permite
comparar infinitesimalmente fibras vecinas y describir las trayectorias que las conectan.

La topología de los haces fibrados supone una renovación teórica de la geometría riemanniana.
Sin embargo, hay que señalar que durante la década de 1950, cuando la teoría del haz fibrado y
la teoría del campo gauge habían alcanzado su formulación moderna, dichas teorías eran
completamente independientes y no guardaban relación entre sí a pesar de sus orígenes
comunes (geometría riemanniana, relatividad general de Einstein y teorías del campo unificado).
Por este motivo, lo que es más importante destacar aquí es que, a mediados de los años
setenta, los físicos T. T. Wu y C. N. Yang se asombraron al darse cuenta de que las teorías gauge
podían replantearse y formularse precisamente a través de las matemáticas de la topología de
haces fibrados; volveremos sobre ello con más detalle. Además, esta profunda relación entre las
teorías físicas y las estructuras topológico-geométricas permitió comprender una similitud entre
las teorías gauge y la propia teoría de la relatividad general (véase Cao 1997: 334). En definitiva,
estos extraordinarios resultados han conducido finalmente a una nueva y más profunda
comprensión de la interdependencia entre las matemáticas y la física.

VII. El espacio físico-matemático contemporáneo y el plano de inmanencia


de Deleuze

Precisamente estos desarrollos subyacen a la interpretación de Châtelet y a la última


elaboración filosófica del pensamiento de Riemann realizada por Deleuze. La interrelación entre
matemáticas y física prevista por la geometría diferencial de Riemann y el enfoque teórico de
campos de la física es entendida por Châtelet estando en profunda continuidad con la física
matemática contemporánea, como es evidenciado por la topología de haces fibrados, las teorías
de campos de gauge y las interpretaciones modernas de la relatividad general (17).

En su artículo Le potentiel demoniaque. Aspects philosophiques et physiques de la theorie de Jauge


(18), Châtelet propone una interpretación de la teoría gauge en su formulación de haces
fibrados mostrando cómo rompe definitivamente el modelo "idealizado" del espacio, el tiempo
y la materia de Euclides-Newton, estableciendo, por el contrario, el espacio "efectivo" de lo que
él llama, evocadoramente, “mónadas fibradas" (también "partículas fibradas"). El aspecto
revolucionario de la teoría gauge, sugiere Châtelet, reside en el abandono definitivo de la
representación "pura" (es decir, absoluta) de la geometría y la física clásicas (pre-riemannianas y
pre-einsteinianas), afirmando en su lugar el "acoplamiento" inseparable de las estructuras
matemáticas y la realidad física. De este modo, escribe Châtelet en un pasaje crucial, "mediante
la disolución simultánea de las categorías de "puramente geométrico" y "puramente físico", [la
teoría gauge] establece un espacio físico-matemático propio" (Châtelet 2010: 95; énfasis en el
original). Entonces, ¿cómo consigue este "espacio" la teoría gauge de la física de partículas
elementales y la topología de haces de fibras?

“Cada mónada [i.e., partícula]", escribe Châtelet, "ensayando un recorrido en el universo B [es
decir, en el espacio base del haz fibrado] establece una especie de síntesis asociada a cada
trayectoria" (Châtelet 2010: 100). Este pasaje extremadamente sucinto -que, como veremos, será
retomado por Deleuze- condensa algunos aspectos clave de cómo opera realmente la
estructura topológico-geométrica de los haces fibrados en el seno de la teoría gauge. Para
comprenderlo, empecemos por resumir brevemente algunas de las características básicas de la
teoría de campos gauge (19).

De acuerdo con el Modelo Estándar de la física de partículas, cuyo marco teórico son las teorías
gauge, las partículas elementales (cuánticas) son cuantos indisolublemente acoplados a campos
cuánticos. Esto significa que todas las partículas cuánticas son cuantos de campo. Los campos
cuánticos se dividen en dos tipos principales: campos de materia (fermiónicos) y sus partículas
asociadas (fermiones), como los electrones y los quarks; campos de fuerza (bosónicos) y sus
partículas asociadas (bosones), como los fotones y gluones. En la teoría gauge, los campos de
fuerza se conocen como campos gauge. Puesto que son los campos cuánticos que describen las
interacciones fundamentales (no gravitatorias), a saber, las fuerzas electromagnética, débil y
fuerte, los campos gauge también se definen como campos de interacción. Mientras que los
fermiones son cuantos actuales de materia (es decir, los constituyentes de la materia
"ordinaria"), los bosones se conciben como cuantos virtuales de fuerza (interacción), y se
denominan bosones gauge. Los bosones gauge son partículas virtuales responsables de la
transmisión de interacciones. Por ejemplo, los fotones son los bosones gauge que median en las
interacciones electromagnéticas. En pocas palabras, la teoría gauge puede considerarse la teoría
cuántica de campos de materia (campos de materia) y fuerza (campos de fuerza).

Sin embargo, más importantes son las interacciones entre materia y fuerza. De hecho, uno de
los aspectos clave que revela la teoría cuántica de campos es que, para que una partícula
cuántica exista, debe interactuar con algún campo cuántico. En otras palabras, un universo sin
interacciones no puede existir en absoluto. Por consiguiente, dado que las partículas cuánticas
son manifestaciones de campos cuánticos en interacción, la teoría gauge es la teoría que
describe los procesos dinámicos de interacción entre la materia (campos de materia) y la fuerza
(campos de fuerza).

Una partícula cuántica (como un cuanto de campo de materia) que interactúa con un campo
gauge (campo de fuerza) se ve afectada por él. El efecto resultante es observable como un
cambio en los estados internos de la partícula (por ejemplo, un cambio de fase en la función de
onda). ¿Cuál es la causa efectiva de este cambio? En las teorías de campo clásicas (la teoría del
electromagnetismo de Maxwell, por ejemplo), los cambios se atribuían por completo a la
influencia del campo (electromagnético), o mejor dicho, a su fuerza, es decir, a la intensidad del
campo. Matemáticamente, sin embargo, el problema es que para calcular la intensidad del
campo hay que introducir algún potencial (por ejemplo, el potencial eléctrico escalar y el
potencial magnético vectorial en el caso del electromagnetismo) en forma de funciones de
potencial, lo que permite representar la "tensión" (por utilizar la expresión de Châtelet en un
pasaje citado anteriormente) del campo. Los potenciales fundamentales de la teoría gauge se
denominan potenciales gauge. ¿Cuál es su función más precisa y por qué son problemáticos?

La cuestión es que los potenciales siempre han tenido un estatus ambiguo dentro de la física,
empezando por su conocida "arbitrariedad". Los potenciales eléctrico y magnético de las
ecuaciones de Maxwell, por ejemplo, son invariantes bajo una transformación gauge, es decir,
dejan los campos eléctrico y magnético completamente inalterados. Por tanto, ¿son los
potenciales entidades físicas reales, como lo son los campos, o son simplemente dispositivos
matemáticos útiles, pero convencionales y arbitrarios, que permiten cálculos para derivar
campos? Para nuestros propósitos es suficiente destacar que durante los últimos cincuenta años
importantes experimentos han establecido la realidad física de los potenciales, afirmando el
hecho de que determinan efectos observables no totalmente atribuibles a la intensidad de
campo (el ejemplo más importante aquí es el llamado efecto Aharonov-Bohm) (20). En
resumen, tales experimentos han demostrado que las diferencias de fase de las partículas
cuánticas que interactúan con campos gauge están físicamente determinadas precisamente por
los potenciales gauge. Por lo tanto, no son meras herramientas matemáticas, sino que la
intensidad de campo, o intensidad de campo gauge, es una cantidad derivada de ellos. Por lo
tanto, los potenciales de campo gauge son la causa efectiva de los cambios en los estados
internos de los campos de materia.

¿Qué relación puede haber entre estos aspectos de la teoría de campos gauge y la topología de
haces fibrados? Como ya se ha mencionado, esto es precisamente lo que demostraron Wu y
Yang a mediados de la década de 1970. Los haces fibrados proporcionan la estructura
topológico-geométrica que describe la dinámica de las interacciones de los campos cuánticos
(campos de materia y campos gauge). Lo que Wu y Yang demostraron fue que los campos
gauge son haces fibrados principales (con un grupo de Lie como grupo de simetría), en los que
el espacio base es la variedad espacio-tiempo, mientras que el espacio total describe la
dinámica de los estados internos de los campos cuánticos de materia y fuerza interactuantes
(donde los campos de fuerza son haces de fibras principales y los campos de materia son los
llamados haces vectoriales asociados). Así, cada fibra en cualquier punto del espacio-tiempo
corresponde a la dimensión interna (extra) (el espacio de simetría interna) de los campos
cuánticos. En otras palabras, el espacio total del haz fibrado puede considerarse como el
"espacio de fases" de una partícula cuántica que se desplaza por el espacio base (el espacio-
tiempo) e interactúa con un campo cuántico (un campo electromagnético, por ejemplo). Como
hemos visto, las diferencias de fase vienen determinadas físicamente por los potenciales gauge
del campo gauge. En la formulación de haz fibrado, los potenciales gauge se identifican con la
conexión del haz, que describe los cambios de fase (que equivalen a una especie de "torsión" de
las fibras) a lo largo de una trayectoria en diferentes puntos del espacio-tiempo. La intensidad
del campo gauge correspondiente se asocia a la curvatura de la conexión. Dado que los
cambios de fase implican que la curvatura de la conexión es distinta de cero (es decir, no es
"plana"), la topología del haz fibrado en las teorías gauge es, en general, "retorcida", es decir, no
trivial (21).

Esto es lo que encierra el pasaje de Châtelet citado anteriormente. Las trayectorias


espaciotemporales de las "mónadas" (partículas) en el espacio base están correlacionadas con
las fibras en las dimensiones internas (extra) del espacio total (el "espacio de fases"). Este
espacio, a través de la conexión (el potencial gauge) y su curvatura (la intensidad del campo
gauge), "sintetiza" la dinámica de las interacciones fundamentales. El potencial, asociado a la
conexión, "crea los cuantos del campo de fuerza" (Châtelet 2010: 106), a saber, las partículas
virtuales (bosones gauge) del campo de interacción (campo gauge), mientras que por la
curvatura no nula de la conexión "la mónada experimenta la rebelión del espacio a toda captura
a través de una cuadrícula cartesiana (cuadrilátero)" (106), es decir, a través de un haz fibrado
trivial. La curvatura distinta de cero indica así la naturaleza no trivial ("retorcida") del espacio, o,
como subraya Châtelet, la "heterogeneidad del espacio" (105; énfasis en el original). La
formulación del haz fibrado de la teoría gauge describe entonces, sugiere Châtelet, el espacio
abierto de las "potencialidades" e "intensidades" virtuales de la materia, donde las "mónadas"
(partículas) están necesariamente acopladas a las "fibras" (campos cuánticos), que a su vez están
"afectadas por la exterioridad indomable de las otras" (100). En resumen, las "fibras-mónadas"
se ven necesariamente modificadas por los procesos de interacción de la materia y la fuerza. En
última instancia, mediante la identificación de la conexión (una noción topológico-geométrica)
con el potencial (una entidad física constatada experimentalmente), la física matemática de la
topología de haces fibrados y la teoría de campos gauge cumple la condición de apertura
exigida originalmente por Riemann, y alcanza la perspectiva neo-leibniziana del espacio físico-
matemático contemporáneo.

Esto es exactamente lo que Deleuze deduce de Châtelet, condensando en un breve pero


esclarecedor pasaje de El pliegue lo que define como "la nueva monadología en matemáticas
desde Riemann" (Deleuze 1993: 154, n.16):
Las matemáticas modernas han podido desarrollar una concepción fibrada según la cual las "mónadas"
prueban los caminos del universo y entran en síntesis asociadas a cada camino. Es un mundo de capturas en
lugar de cierres. (Deleuze 1993: 81)

Lo importante para Deleuze aquí es que tales aspectos de la ciencia contemporánea le permiten
señalar uno de los principales límites de la metafísica de Leibniz, es decir, la condición de cierre
absoluto que fundamenta su monadología, y por tanto mostrar la diferencia con lo que él define
como el neo-leibnizianismo que caracteriza a la filosofía contemporánea. En efecto,
contrariamente al cierre monádico de Leibniz, y a los requisitos de convergencia y
composibilidad, el universo contemporáneo, sostiene Deleuze, es un "caosmos", un mundo
abierto en devenir, en el que "los seres se apartan, se mantienen abiertos a través de series
divergentes y totalidades incomposibles que los empujan afuera" (Deleuze 1993: 81). Sin
embargo, este afuera, como veremos, no es una dimensión externa, suplementaria, sino la
apertura intrínseca al campo de las interacciones, a las "capturas cambiantes" (81), en las que
"las mónadas se penetran mutuamente, se modifican" (137).

Como consecuencia de esta afirmación de apertura e interacción, de acuerdo con la ciencia


contemporánea, la metafísica "monadológica" de Leibniz, como ya había subrayado Deleuze en
Mil Mesetas, debe ser sustituida por una nueva perspectiva "nomadológica" (véase también
Plotnitsky 2009: 206):
Aunque ya no se piensa que las "mónadas" estén cerradas sobre sí mismas, y se postula que mantienen
relaciones locales directas, paso a paso (de proche en proche), el punto de vista puramente monadológico
resulta inadecuado y debería ser sustituido por una "nomadología" (la idealidad del espacio estriado frente
al realismo del espacio liso). (Deleuze y Guattari 1987: 574, n.27/616, n.26)

La "idealidad" clásica del espacio, el tiempo y la materia de Euclides-Newton, así como las
condiciones de cierre, convergencia y composibilidad de la monadología de Leibniz, son
rechazadas en favor del realismo nomadológico del espacio físico-matemático contemporáneo.

La elaboración filosófica de Deleuze en sus últimas obras encuentra, por tanto, una profunda
correlación con la física matemática contemporánea. La teoría de Deleuze de las multiplicidades
rizomáticas y los espacios lisos revela el campo de las interacciones y, por tanto, la conexión y
heterogeneidad de las multiplicidades (véase Deleuze y Guattari 1987: 7). La famosa descripción
de Deleuze de un espacio riemanniano a modo de "patchwork" encuentra aquí su sentido
original: una "colección amorfa" heterogénea de "parches" de espacio infinitesimalmente
vecinos, cuyas conexiones no están predeterminadas y "no implican un espacio ambiente en el
que la multiplicidad estaría inmersa" (493). Al igual que las dimensiones internas (extra) de los
espacios fibrosos de la teoría gauge que "capturan" las interacciones fundamentales, el campo
de interacciones de Deleuze caracteriza el espacio abierto de la "coexistencia extrínseca", el
plano o "medio de exterioridad" de las conexiones, como "relaciones extrínsecas" (435,353).

Sin embargo, este campo extrínseco de interacciones y conexiones no debe confundirse con una
dimensión externa que podría englobar las multiplicidades. Al contrario, al igual que las
dimensiones internas de un haz fibrado, como hemos visto, son extrínsecas sin ser externas, las
multiplicidades de Deleuze (al igual que las variedades riemannianas) tampoco tienen
dimensiones suplementarias de incrustación (véase Deleuze y Guattari 1987: 9). Por esta razón,
Deleuze, siguiendo a Lautman, se opone a la conexión de los espacios riemannianos
("acumulación"), o espacios lisos, con lo que él denomina "conjunción euclidiana" (486, 573,
n.19). En efecto, esta última consiste, según Deleuze, en superponer "a cada punto del espacio
liso un espacio euclidiano tangente dotado de un número suficiente de dimensiones" y en
reintroducir a continuación "el paralelismo entre dos vectores, tratando la multiplicidad como si
estuviera inmersa en este espacio homogéneo y estriado" (373, 556, n.39). La "conjunción
euclidiana" a la que se refiere Deleuze no corresponde, pues, a otra cosa que al transporte
paralelo de vectores sobre variedades riemannianas de Levi-Civita (es decir, a una "conexión
euclidiana" en la terminología de Cartan), que, como hemos visto, implicaba precisamente un
punto de vista extrínseco y externo, opuesto a la geometría diferencial intrínseca de Riemann
(23). Así pues, yo sugeriría que el campo de interacciones (y conexiones) de Deleuze y las
multiplicidades podrían concebirse más adecuadamente como un haz fibrado (no trivial), en el
que el espacio base correspondería a las multiplicidades y el espacio total a las dimensiones
internas (extra) de las interacciones y conexiones, un campo virtual de "potenciales e
intensidades heterogéneos" (Deleuze 1994: 50).

Esto implica que la condición de apertura afirmada por Deleuze no implica que el campo de
interacciones (y conexiones) constituya un espacio exterior con respecto a las multiplicidades, al
tiempo que define un "medio" propio e irreductible. Para comprender mejor este punto,
volvamos brevemente a la interpretación que Deleuze hace de la estructura monádica de
Leibniz. A pesar de la condición de cierre, Deleuze muestra que incluso la mónada de Leibniz
posee "un mínimo de exterior", sin embargo, como él afirma, "una forma estrictamente
complementaria de exterior" (Deleuze 1993: 111). Lo que nos interesa es que, al elucidar este
tipo de complementariedad, Deleuze se refiere a la propiedad topológica de "unilateralidad" de
la mónada, que implica "una torsión del mundo, un pliegue infinito, que sólo puede ser
desenvuelto (se deplier) conforme a la condición [de cierre] recuperando el otro lado, no como
exterior a la mónada, sino como exterior o afuera de su propia interioridad" (111/149). La
topología que Deleuze tiene aquí en mente es, por tanto, precisamente la de una banda de
Möbius (véase también Deleuze 1990: 20, n.10, 337), que, como hemos visto, es en sí misma un
haz fibrado no trivial. De hecho, en La Lógica del Sentido Deleuze, siguiendo a Lautman, ya
había subrayado que para captar el carácter unilateral de la banda de Möbius es necesario
dividirla "desplegándola en su longitud (en le depliant dans sa longueur), desenrollándola (en le
detordant)" (Deleuze 1990: 20/31; traducción modificada). Según Lautman, esto prueba que la
unilateralidad es una propiedad extrínseca (o "relacional") "ya que, es necesario dividir el anillo y
desenroscarlo, lo que implica una rotación alrededor de un eje exterior a la superficie del anillo"
(Lautman 2011: 117). Por esta razón, Deleuze sostiene que sólo al "desplegar" la superficie "la
dimensión del sentido [es decir, el exterior] aparece por sí misma, en su irreductibilidad, así
como en su poder genético" (Deleuze 1990: 20). Sin embargo, se puede demostrar que la
unilateralidad es reducible a la propiedad intrínseca de la banda de Möbius de ser no orientable,
es decir, "plegada" y "retorcida" (no trivial) en sí misma (véase Lautman 2011: 117-8). Por lo
tanto, el afuera es estrictamente complementario (no exterior, o mejor dicho, no externo) a la
mónada porque, como ocurre con una banda de Möbius, la propiedad extrínseca de
unilateralidad es equivalente a la propiedad intrínseca de no orientabilidad. Al mismo tiempo,
sin embargo, esta equivalencia no elimina la diferencia y la heterogeneidad (irreductibilidad) del
exterior con respecto a la mónada.

Deleuze concibe del mismo modo la relación entre el campo de interacciones (y conexiones) y
las multiplicidades. Si existe entre ellos una irreductibilidad recíproca, que asegura una
dimensión extrínseca (exterior) de apertura, al mismo tiempo, poseen también una
complementariedad estricta que impide cualquier tipo de trascendencia. El campo de
interacciones (y conexiones) corresponde entonces a lo que Deleuze llama el "plano de
consistencia" de las multiplicidades, que define precisamente su exterioridad interna; es decir, su
pura inmanencia. En efecto, el plano de consistencia constituye el "exterior de todas las
multiplicidades", cuyas dimensiones "aumentan con el número de conexiones que se realizan en
él" (Deleuze y Guattari 1987: 9), sin dejar de ser un único y puro plano de inmanencia: el "afuera
no exterior y el adentro no interior", o simplemente, el "exterior absoluto" (Deleuze y Guattari
1994: 59-60). En última instancia, la topología del plano de inmanencia de Deleuze, como
campo de interacciones y conexiones, y las multiplicidades que lo llenan, parece ser la de una
especie de haz fibrado plegado y retorcido (no trivial), que encuentra su correlato en el espacio
físico- matemático de la ciencia contemporánea.

Notas

1. Los estudios más importantes sobre Deleuze y Riemann son Plotnitsky 2006 y 2009. En
general, sobre el compromiso de Deleuze con las matemáticas y la ciencia, véase De Landa
2002; Duffy 2006; Marks 2006.

2. Todas las referencias a las páginas de la obra de Deleuze se distinguen por el uso de la barra
oblicua, que se refiere en primer lugar a la versión inglesa y en segundo lugar a la francesa. Esto
es cierto en general para todos los autores citados.

3. La edición francesa de 1922, así como la edición inglesa de 1952, corresponden a la cuarta
edición alemana ampliada de 1921 del libro de Weyl, publicado originalmente en 1918. Para un
análisis detallado de la obra maestra de Weyl, véase Scholz y Coleman 2001.

4. En general, véase Laugwitz 2008; en concreto, Boi 1992; Scholz 1992; Monastyrsky 2008.

5. El ejemplo del color, como variedad continua, ya está presente en la conferencia de Riemann
(véase Riemann 2007: 653). La otra fuente de Deleuze para este punto (como en general para la
teoría de Riemann) es sin duda Jules Vuillemin, que se refiere a Helmholtz (véase Vuillemin 1962:
409, n.2)
6. La fuente de Deleuze para la forma cuadrática diferencial de un espacio riemanniano es
Lautman (2011:97-8) que depende de Cartan y Weyl. Véase Weyl 1952:90.

7. Para una discusión sobre la distinción de Riemann véase, por ejemplo, Laugwitz 2008:305-8, y
en relación con Deleuze, Plotnitsky 2006.

8. El término francés “amorphe” se convertiría en una caracterización deleuzeana típica de las


variedades riemannianas, así como de los espacios lisos (véase Deleuze y Guattari 1987: 476,
477, 485, 488). Véase también Lautman 2011: 98 y para un análisis, Plotnisky 2006.

9. Sobre Riemann y Leibniz véase Laugwitz 2008, pero también, en relación a Deleuze, véase
Plotnisky 2009.

10. Esta correlación establecida por Weyl entre geometría riemanniana y la teoría del campo de
Faraday-Maxwell es también analizada por Charles Alunni (2006), mostrando su relevancia para
Bachelard.

11. Publicado originalmente en 1979, este trabajo se incluye ahora en la nueva edición de
Châtelet (véase Châtelet 2010: 85-94). Todas las citas de Châtelet son mis traducciones.

12. Obsérvese que la frase de Riemann a la que se refiere el título "troustiano" del trabajo de
Châtelet es precisamente a la que encontramos en Weyl y que Deleuze sintetiza en el
Bergsonismo.

13. Para una introducción al haz fibrado y a las conexiones de haces, véase, por ejemplo, Isham
2001: cap. 5, 6; Penrose 2005: cap. 15. Para una reseña histórica, véase Bourguignon 1992.

14. Para todos estos aspectos, véase Coleman y Korté 2001. Para una reconstrucción histórica de
la teoría de Weyl en el marco de los intentos de las teorías del campo unificado a principios del
siglo XX, véase el excelente estudio de P. V. Vizgin 2011.

15. Obsérvese, de paso, que Ehresmann, el primer gran estudioso de Cartan, era amigo íntimo
de Lautman. Sobre la importancia de esta amistad para la filosofía matemática de Lautman,
véanse las desafiantes observaciones que Fernando Zalamea expone en su introducción a la
obra de Lautman (Lautman 2011: xxxv, 267, n. 14).

16. Para los desarrollos históricos de la topología de haces de fibras desde el punto de vista
estrictamente matemático (algebraico y topológico), véase Dieudonné 2009.

17. Como observa el propio Châtelet, "las presentaciones modernas de la relatividad general
por los físicos matemáticos utilizan siempre más el lenguaje de los "espacios fibrados" ("fibras")"
(Châtelet 2010: 290, n.15).

18. Para indicaciones sobre las diversas versiones y formas publicadas de este trabajo, véase
Châtelet 2010: 302.
19. Queda claramente fuera del alcance del presente trabajo proporcionar una discusión
detallada de la teoría gauge. Para una descripción detallada, véase Zeidler 2011, y para análisis
filosóficos, Brading y Castellani 2003; Healey 2007.

20. Nótese que, en otro artículo importante, Châtelet también discute el efecto Aharonov-Bohm,
considerándolo como un ejemplo convincente del nuevo espacio físico-matemático introducido
por la teoría gauge (véase Châtelet 2010:109-31).

21. El haz fibrado es trivial en el caso abeliano de la electrodinámica cuántica (en la ausencia de
monopolos magnéticos), mientras que es no trivial en el caso más general no abelianas de
Yang-Mills para las interacciones débil y fuerte.

22. Obsérvese que Deleuze se refiere siempre al artículo de Châtelet sobre Riemann, aunque el
pasaje de El pliegue citado aquí está claramente extrapolado del segundo de Châtelet que
hemos considerado. Esto demuestra, dada su relación de colegas y amigos, que Deleuze debió
leer el artículo de Châtelet sobre la teoría de Châtelet, al menos en una de sus versiones.

23. Obsérvese el sutil desplazamiento conceptual de Deleuze entre "conexión euclidiana y


'conjunción euclidiana' para indicar el paralelismo de Levi-Civita, y la la oposición entre esta
última y la "conexión" propia de los espacios riemannianos ('acumulación'); véase Deleuze y
Guattari 1987: 486, 510

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