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(universal, latín, francés, vietnamita... Llevo siempre conmigo la bolsita que contiene
el Santísimo Sacramento; «Tú en mí, y yo en Ti». Han sido las misas m ás
bellas de mi vida (...)
diocesana, En la Eucaristía anunciamos la muerte de Jesús y proclamamos su resu -
rrección. Hay momentos de tristeza infinita. ¿Qué hacer entonces? Mirar a
parroquial, de la Jesús crucificado y abandonado en la cruz. A los ojos húndanos, la vida de
Jesús fracasó, fue inútil, frustrada, pero a los ojos de Dios, Jesús en la
instituciones y cruz cumplió la obra más importante de su vida, porque derramó su
sangre para salvar al mundo. ¡Qué unido está Jesús a Dios en la cruz, sin'
de cada poder predicar, curar enfermos, visitar a la gente y hacer milagros, sino en
inmovilidad absoluta! X. N. van Thuan, Cinco panes y dos peces)
cristiano
LASANTA MISA NOS HACE VIVIR LO QUE CELEBRAMOS EN
SEMANA SANTA Y EN LA PASCUA
A la comunidad En una carta a su confesor, el P. Michel, la Madre Teresa de
cristiana no la Calcuta nos habla de la Eucaristía
preside la muerte.
“Estaré en St. Louis el 21 de abril para los encuentros sobre «La Vida
La preside la vida. Religiosa».—Me gustaría que usted estuviese allí. Quizá podríamos tener
adoración [eucarística] cada día y así llevar y entretejer nuestras vidas con
el Pan de Vida. —Ni siquiera Dios podría ofrecer un amor más grande que
dándose Él mismo como Pan de Vida— para ser partido, para ser comido a
fin de que usted y yo podamos comer y vivir—podamos comer y satisfacer
así nuestra hambre de amor.—Y aún así Él no parecía satisfecho porque Él
también estuvo hambriento de amor.— Así que Él se hizo a Sí mismo el
Hambriento, el Sediento, el Desnudo, el Sin Hogar y no cesó de decir—tuve
hambre, estaba desnudo, sin hogar. A Mí Me lo hicisteis. El Pan de vidá y el
Hambriento—pero un único amor—sólo Jesús. Su humildad es tan
maravillosa. Puedo entender Su majestad, Su grandeza porque Él es Dios—
pero Su humildad sobrepasa mi comprensión, porque Él Se hace Pan de
Vida, de modo que incluso alguien tan pequeño como yo puede comerle y
vivir.—Días atrás— cuando daba la Santa Comunión a nuestras Hermanas
en la Casa Madre, de repente me di cuenta de que tenía a Dios entre mis
dedos. La grandeza de [la] humildad de Dios. Realmente no hay un amor
más grande—no hay amor más grande que el amor de Cristo.— Usted debe
sentirse a menudo así, estoy segura, cuando por su palabra, en sus
manos—el pan se convierte en el Cuerpo de Cristo, el vino se convierte en la
Sangre de Cristo.—Qué grande debe ser su amor a Cristo”