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Tengo una práctica entre la actividad profesional independiente y la docencia en universidades

públicas, y desde esos lugares hay 3 ejes que me preocupan de cara al futuro que me gustaría
compartir.

Desde mi rol de docente, en la universidad pública y en las instituciones en general, creo que
tenemos el desafío de construir una universidad inclusiva, donde las mujeres podamos ocupar
cada vez más espacios. Tenemos una mayoría femenina de estudiantes, sabemos que ingresan a la
universidad un 60% de mujeres, también hay mayoría de ayudantes pero hay un bajísimo
porcentaje de mujeres en los rangos altos, en el área de proyecto no hay mujeres titulares y hay
solo 2 adjuntas regulares, en la historia de la Fadu tuvimos una sola decana. Sin dudas es la mayor
deuda sobre la que tenemos que trabajar.

Necesitamos discutir el rol de la mujer incluyendo también la maternidad en la profesión, como se


articula con una profesión independiente donde no hay licencias contempladas por la ley. Creo
que es necesario visibilizar e incluir en el debate como integramos la maternidad en la profesión
sin que ello impida el desarrollo personal.

Desde mi práctica profesional

Creo que el desafío que tenemos y sobre todo representando a una generación de arquitectos y
arquitectas jóvenes, es construirnos como una voz relevante en el debate público de la ciudad.
Hay pocos arquitectos y arquitectas ocupando espacios de poder en la esfera pública. Se promulgo
un nuevo código de la ciudad con muy poco debate entre todos los actores y desde el gobierno se
convocó a participar a conversaciones con arquitectos y arquitectas jóvenes cuando la mayor
parte de la normativa ya estaba jugada.

A veces los arquitectos quedamos reducidos al rol del diseñador, siendo funcionales para legitimar
programas que se debaten en otros ámbitos, muchas veces a través de la herramienta del
concurso, que defiendo profundamente, pero a veces parece quedar en un lugar banal, donde el
debate que se da en el ámbito del concurso no es el debate de fondo sino la resolución con un
alcance acotado de una decisión política previa. Como sucedió recientemente en el caso de costa
salguero, pienso, qué hubiera pasado si el debate con arquitectos y urbanistas sobre el destino del
suelo público hubiese sido previo al concurso, ¿podría haberse llegado a una propuesta
consensuada y superadora?

Y finalmente, sin dudas el problema más grande al que nos enfrentamos como colectivo y como
sociedad es el enorme déficit habitacional de nuestra ciudad, que profundiza aún más la
desigualdad.

Nos dedicamos en la universidad a estudiar estos problemas con mucha intensidad y en ese
sentido creo que la producción de la vivienda de gestión pública, mal llamada vivienda social, ha
sido a lo largo de la historia de nuestra disciplina la que ha empujado los límites y ha producido
infinidad de buenos ejemplos a distintas escalas, creo en ese sentido que es el estado el que
puede tomar esta iniciativa, desde la normativa, desde los programas públicos y los concursos, el
estado tiene que ser el que marque la agenda y levante la vara para que no quede en manos de la
especulación inmobiliaria la decisión sobre las formas de habitar.

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