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En Costa Rica los huracanes que se forman en la Cuenca del Atlántico y, en

particular, sobre el Mar Caribe afectan generalmente la vertiente del Pacífico


(provincias de Guanacaste, Puntarenas y San José).

Un huracán es un fenómeno meteorológico de tipo tormentoso, englobado


dentro de la denominación 'ciclón tropical', a la que también pertenecen
tormentas tropicales, depresiones tropicales o los tifones. El sobrenombre
'tropical' guarda relación con la localización geográfica en la que suelen darse,
normalmente entre latitudes comprendidas entre los 8 y los 15º del hemisferio
norte y sur. La diferencia entre huracanes y tifones es más bien geográfica
(huracanes en América y tifones en Asia).

Los huracanes se originan fundamentalmente por las altas temperaturas de la


superficie del mar que calienta las capas inferiores del aire y crea una
inestabilidad, que se traduce en una depresión (una especie de borrasca).
Ésta, se desplaza hacia el oeste debido a los vientos alisios (por ejemplo en el
Atlántico los huracanes se crean en Cabo Verde, frente a las costas de África y
se desplazan hacia el golfo de México) y por último, dan un giro en su
trayectoria hasta que se disipan.

La borrasca tiene unas dimensiones anormales (entre 150 y 500km de


diámetro), con una exagerada disminución de la presión en su interior y
derivado de ello, unos vientos anormalmente altos, que superan 120 km/h y a
veces mayores de 250 km/h. Otra característica muy llamativa en los
huracanes es la zona del ojo, una zona central que ejerce como eje de giro de
la tormenta, donde las nubes se mueven en espiral y el aire desciende. En el
ojo prevalece la calma en los vientos, aunque eso no signifique que
permanezca estático, de hecho se desplazan a velocidades muy elevadas.

Los vientos van a ser uno de los criterios para diferencias las categorías de
huracanes, otros criterios son las presiones en el eje central, el nivel de subida
mareal y los efectos y daños generados. Hay varias escalas para clasificarlos,
una de las más seguidas es la de Saffir-Simpson, que los categoriza entre la
clase 1 y la clase 5, con valores, por ejemplo se de los vientos de:

 Tormenta tropical: 63–117 km/h


 Clase 1: Vientos peligrosos, algunos daños, 119–153 km/h
 Clase 2: Daños extensos, 154–177 km/h
 Clase 3: Daños devastadores, 178–209 km/h
 Clase 4: Daño catastrófico, 210–249 km/h
 Clase 5: Daño catastrófico, son los más peligrosos, ≥250 km/h

Generalmente los huracanes comienzan como simples depresiones tropicales


(tormentas fuertes), que se van alimentando de humedad en función de las
temperaturas del aire y del mar, alcanzando diferentes grados de desarrollo,
siendo progresivamente más dañinos, hasta que se disipan. Normalmente esto
ocurre de forma natural al llegar a la costa, donde el motor se para por falta de
combustible, esto es, humedad. Es en estas zonas donde desciende su
categoría y disipación final. Pero también pueden disiparse en el océano por
enfriamiento de su superficie, si el huracán permanece estático mucho tiempo
sobre un lugar, o también por ejemplo si se desplaza hacia aguas más frías,
que lo debilitan.

La temporada de huracanes es variable según el lugar del mundo donde se


den, con un máximo durante los meses de agosto, septiembre y octubre en el
Atlántico norte, bastante similar al Pacífico, cuando el contraste de
temperaturas es mayor y las aguas están más calientes. En el hemisferio sur,
sin embargo la temporada comienza en octubre y finaliza en mayo.

Los huracanes reciben un nombre de persona para su identificación (puede


haber varios al mismo tiempo, asignación de daños por parte de los seguros,
avisos a la población...), su asignación tiene unas reglas fijas, como por
ejemplo que se van alternando los nombres masculinos y femeninos -por
ejemplo ahora que están activos al mismo tiempo los huracanes Irma y José-,
otras reglas son por ejemplo, que la primera tormenta de un año impar recibe
un nombre femenino y la de año par es masculino.

Pese a que lo más llamativo de un huracán son los elevados vientos, su


peligrosidad sobre todo viene determinada por las lluvias que deja (el último
Huracán en Houston, EE.UU. dejó lluvias superiores a los 1.000mm en pocos
días, ¡la misma cantidad que las lluvias de todo el año en muchas zonas de
montaña de la Sierra de Madrid!), éstas lluvias generan enormes inundaciones
(que en EE.UU. suponen hasta el 25% de las muertes debidas a huracanes), y
la elevación del nivel de las aguas del mar, que combinado con las mareas,
puede generar marejadas costeras mortíferas (hasta el 50% de las muertes por
huracán), mientras que los vientos solo suponen un 5% de las muertes totales.

Un ejemplo, en 2005 el huracán Katrina generó unos daños personales de


1.200 víctimas mortales y 108.000 millones de dólares en pérdidas económicas
por estas marejadas costeras. Los tornados son otro de los efectos, que suelen
producir sobre todo daños económicos.

Las temperaturas del mar y de la atmósfera son uno de los motores más
importantes que condiciona el tipo y clase de huracán que se esté formando,
por esto, en un contexto de cambio climático favorecido por la acción humana -
el calentamiento global está produciendo un aumento de la temperatura del
mar-, tiene tanta importancia las observaciones recientes que apuntan a un
agravamiento del potencial destructivo de los huracanes (mayor duración y más
frecuentes; Emanuel, 2005). Otros autores han visto como el número de
huracanes con categoría superior (clases 4 y 5) está aumentando en la última
década (Webster et al., 2005) aunque parece disminuir el número de
huracanes de las clases 1 a 3. Como indica Trenberth (2005), "la influencia de
los cambios ambientales en las zonas de huracanes son claras, en ellas es
esperable modificaciones en la cantidad de lluvia e intensidad de los
huracanes, y aunque su efecto en el número y trayectoria de los huracanes no
esté aun claro, sí que lo es que se está produciendo un cambio en ellos"

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