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El «interregno»: el viaje de José I a París (abril-julio de 1811)

La noticia del nacimiento del hijo del emperador, que recibió el título de Rey de Roma,560 le
proporcionó a José I la excusa que necesitaba para viajar a París e intentar convencer
personalmente a su hermano de que rectificara ―Napoleón le había manifestado en varias
cartas que su deber era permanecer en España, reiterándole la amenaza de apoderarse
de todas las plazas y territorios españoles que considerara estratégicos para Francia si
abdicaba, lo que José I se estaba planteando muy seriamente; el 2 de diciembre le había
escrito a su esposa: «Abandonaré España en cuanto pueda hacerlo con honor»—. Salió
de Madrid el 23 de abril de 1811 acompañado por el ministro de la Guerra, Gonzalo
O'Farrill, el de Negocios Extranjeros, marqués de Campo Alange, y el ministro-secretario
de Estado, Mariano Luis de Urquijo. También marcharon con él sus confidentes Miot de
Mélito y el conde de San Anastasio. En la capital dejó constituido una especie de consejo
de ministros bajo la presidencia de Azanza que se reuniría, al menos, una vez por semana
en la Sala de Palacio Real, destinada a las sesiones del Consejo de Estado. 561562563564565 El
embajador La Forest escribió a su gobierno: «Cree que regresará fortalecido; revestido, a
los ojos de los españoles y de las autoridades militares francesas, de la consideración de
que carece... Se muestra convencido de que únicamente él puede hacer palpable al
Emperador la situación de los asuntos españoles y concertar con él los remedios». 566 En
una proclama José I explicó las razones de su viaje:567568569570571
Mi actual viaje a París no tiene otro objeto que conferenciar con el Emperador, mi hermano, acerca
de la felicidad de España. Voy a garantizar su integridad e independencia, sin las cuales no quiero
reinar... Los gobiernos militares son momentáneos y el resultado de una medida que el Emperador
ha considerado necesaria en vista de las circunstancias... A mi regreso convocaré las Cortes
Generales de la nación en Madrid. Los pueblos las elegirán libremente entre los hombres íntegros
en que España abunda... Haremos una constitución, aboliendo la de Bayona, como provisional.
Enviaremos circulares a las provincias no sometidas para convocarlas a Cortes. Si quieren venir a
someterse, las tropas imperiales no entrarán en ellas, y evitarán su ruina. Avisaremos igualmente a
las Cortes insurrectas y al Gobierno de Cádiz para que cooperen a esta gran obra.

Retrato de la esposa de José I Julia Clary y de sus dos hijas, Zenaida y Carlota por François Gerard.


José I se encontró con ellas en su Château de Mortefontaine donde vivían, ya que no le habían
acompañado a España.

Nada más cruzar el 10 de mayo la frontera franco-española bordeando Bayona572 recibió


una nueva orden del emperador de que no saliera de España. 573 Pero José I no hizo caso
—le escribió a Louis Alexandre Berthier, príncipe de Neuchâtel, jefe del Estado Mayor del
Ejército imperial: «Estaré en París lo más pronto posible. Quiero ver al Emperador... le
debo la verdad que ignora y no puede adivinar; su espíritu hará lo demás»— 573 y el 15 de
mayo llegaba a la capital francesa, «donde esperaba hallar la solución de todos sus
problemas y tribulaciones», comenta Juan Mercader Riba.567574575
Al día siguiente se entrevistó en el palacio de Rambouillet con Napoleón,571576 pero este,
alegando que salía de inmediato para Normandía acompañado de la emperatriz María
Luisa de Austria donde pasaría dos semanas, no atendió su petición, ya formulada por sus
enviados Azanza y Almenara, de poder actuar realmente como rey de España sin
interferencias por parte de París ―«la entrevista debió ser borrascosa», comenta Juan
Mercader Riba; «paradójicamente, las reuniones fueron cordiales y la conversación en
apariencia positiva», comenta, por el contrario, Thierry Lentz―.577574571 José I se retiró a
su Château de Mortefontaine, donde se encontraban su esposa Julia y sus dos hijas. 578579
Allí recibió al cabo de diez días al príncipe de Neuchâtel que le traía la respuesta de su
hermano en términos muy vagos —incumpliendo parte de las promesas que le había
hecho durante la entrevista del 16 de mayo—. Se le reconocía como general en jefe de las
tropas desplegadas en España —y se le autorizaba a destituir al general Belliard—, pero
sin especificar si estaban incluidas las que se encontraban en los gobiernos militares de la
izquierda del Ebro. Tampoco se concretaban sus prerrogativas como rey de su propio
reino.580581582571 Los gobiernos militares se mantendrían y se le asignaban quinientos mil
francos al mes para los gatos de su Casa Real y otros quinientos mil para las tropas. 580583
José I le replicó:5

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