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04 Kept From You - Nashoda Rose
04 Kept From You - Nashoda Rose
Traducción:
Mina Oceanosdetiempo
Revisión y Formato:
Kasta Diva
Sostenido
por Tí
LIBRO CUATRO: ROTO EN PEDAZOS
NASHODA ROSE
Sostenido por Tí
Publicado por Nashoda Rose
Copyright © 2016 por Nashoda Rose
Toronto, Canadá
ISBN: 978-1-987953-08-4
Copyright © 2015 Diseño de portada por Kari Ayasha, Cover to Cover Designs
Foto de la portada por Wander Aguiar Photography (http://wanderaguiar.com/)
Modelo: Nick Bennett (https://www.facebook.com/nickbennett6/)
Contenido Editado por Kristin Anders, The Romantic Editor
Editado por Hot Tree Editing
Formateado por Formatos de Champagne
*Todos los temas de edición son míos. Soy canadiense y en ocasiones puedo usar la
ortografía canadiense en lugar de la estadounidense.
Los personajes y los acontecimientos retratados en este libro son ficticios. Cualquier
similitud con personas reales, vivas o muertas, es una coincidencia y no es la intención
del autor.
Todos los derechos reservados. Este libro no puede ser reproducido, escaneado o
distribuido en ninguna forma impresa o electrónica sin el permiso del autor, excepto en
el caso de citas breves incorporadas en artículos y reseñas críticas.
A excepción del material original escrito por el autor, todas las canciones, marcas y
artistas mencionados en la novela Shattered by You son propiedad de sus respectivos
dueños y titulares de derechos de autor. Las marcas mencionadas no respaldan ni
patrocinan este libro de ninguna manera.
TABLA DE CONTENIDO
Página de título
Derechos de autor
Prólogo
Advertencia
Una nota de Haven
Capítulo Uno
Capítulo Dos
Capítulo Tres
Capítulo Cuatro
Capítulo Cinco
Capítulo Seis
Capítulo Siete
Capítulo Ocho
Capítulo Nueve
Capítulo Diez
Capítulo Once
Capítulo Doce
Capítulo Trece
Capítulo Catorce
Capítulo Quince
Capítulo Dieciséis
Capítulo Diecisiete
Capítulo Dieciocho
Capítulo Diecinueve
Capítulo Veinte
Capítulo Veintiuno
Capítulo Veintidós
Capítulo Veintitrés
Capítulo Veinticuatro
Capítulo Veinticinco
Capítulo Veintiséis
Capítulo Veintisiete
Capítulo Veintiocho
Epílogo
PRÓLOGO
Toronto
Savvy
KILLIAN
Savvy
Dios, esto fue una mala idea. Pero estaba desesperada. Seis meses sin
trabajo, mi reputación arruinada y mis ahorros menguando, mis opciones
eran limitadas.
Me aferré al permiso falso de Trevor, el tipo del otro lado del pasillo en
mi edificio, y me obligé a pasar la seguridad del concierto. Irónico que la
última vez que hice algo ilegal fue hace once años cuando fui a la lucha
clandestina a la que él me había advertido que no fuera. Ahora me escabullía
entre bastidores a su concierto para pedirle un favor.
Es sólo un hombre, me lo repetí por centésima vez. No era Zeus. Era
‘educado’. Al menos eso fue lo que leí en los medios sociales. Pero la
mayoría de los artículos sobre la banda de rock Tear Asunder trataban sobre
el cantante principal, Sculpt, y Crisis, uno de los guitarristas.
Me acerqué al tipo enorme y voluminoso que llevaba pantalones cargo
negros y una camiseta y que estaba de pie frente a la puerta. Sus brazos
estaban cruzados sobre su ancho pecho, y sus muslos de tronco de árbol
estaban abiertos, pero lo que no me gustó fue el feroz ceño fruncido de su
cara.
—¿Tienes un pase?—, preguntó, brazos cayendo a su lado.
Le ofrecí una sonrisa temblorosa y alargué mi pase. —Uh, sí.— Mierda,
necesitaba sonar más segura. —Primer día de trabajo. Estoy un poco
abrumada.
Examinó el pase y me lo devolvió, y yo me lo pasé por el cuello. —
Bueno, llegas tarde. El espectáculo casi ha terminado.
Mierda. Cierto. —Soy del equipo de limpieza, pero esperaba conocer a
la banda.
Dudó, y no estaba segura de que me iba a dejar entrar cuando dijo: —
Son buenos tipos—. Se hizo a un lado y abrió la puerta hacia un largo pasillo.
—Adelante.
—Gracias.— Me apresuré a entrar antes de que cambiara de opinión e
inmediatamente fui bombardeada con el sonido de la música vibrando a
través del edificio. Una emoción mezclada con nervios pasó a través de mí.
La música me hacía eso. Era como si todo lo demás hubiera
desaparecido, el alquiler atrasado, la pila de facturas, el miedo de haber
perdido la única oportunidad de conseguir mi sueño.
Pero por eso estaba aquí. No estaba renunciando al baile. Era todo lo que
me quedaba. La única cosa que me acompañó durante la pérdida de mi padre,
mi madre, y luego los cuatro hogares de acogida por los que había pasando
hasta que terminé con la dulce Sra. Evert, con su invernadero y sus flores.
La multitud rugió al terminar la canción, y sonó como si el techo se fuera
a caer mientras vitoreaban y aplaudian. Tear Asunder eran increíbles, pero
no sólo porque tenían buena música, sino también por los conciertos
benéficos que hicieron como éste para un centro infantil. Descubrí que el
centro fue fundado por Tristan Mason de Mason Enterprise. Había sido uno
de los solteros más codiciados de Toronto junto con Brett Westhill, un
magnate de bienes raíces comerciales, entre otras cosas. Y las otras cosas era
por lo que estaba aquí.
Tristan Mason estaba ahora fuera de la lista de solteros desde que estaba
con Chess, una chica de la que los medios de comunicación todavía no
habían conseguido obtener ninguna información, pero ciertamente había
rumores. Uno de ellos, era que Chess, había estado en la cárcel durante los
últimos diez años, y por eso nadie la conocía. Otra es que era una novia por
correo. Por supuesto, todos eran rumores y mentiras probables, muy
parecidas a las que se refieren a mí en la comunidad de baile.
Caminé por el pasillo, mirando las señales en las puertas al pasar. Pasé
toneladas de gente, pero nadie me hizo caso. No tenía ni idea de lo que
ocurría entre bastidores de un concierto, pero era caótico, aunque se trataba
de un caos organizado, ya que parecía que todo el mundo sabía lo que estaba
haciendo.
El sonido de la multitud se calmó, y era más que probable que la banda
regresara al escenario en cualquier momento.
Mierda, esperaba encontrar su vestuario antes de eso. ¿Pero tal vez no
tenía una habitación específica? ¿Quizás la banda compartía uno?
¿Cómo diablos me convenció Trevor de hacer esto? En ese momento,
sonaba sencillo. Al menos lo hizo después de unas copas y de ver los billetes
sin abrir en la mesa de mi cocina. Pero lo que me asustaba no era entrar a
hurtadillas en la parte de atrás del concierto, sino enfrentarme a Killian Kane.
Doblé la esquina y me golpeé contra un pecho ancho y duro.
—Lo siento—, murmuré manteniendo la cabeza agachada y pasando al
tipo.
Pero sólo di un paso antes de que su mano me agarrara el brazo y me
detuviera. Uh-oh. —¿Quién eres?—, preguntó.
Mierda. Mierda. Mierda. —Soy del equipo de limpieza—. ¿Se llamaban
equipo?
Levanté mi identificación falsa mientras lo miraba. Inmediatamente supe
que estaba en problemas porque había visto a este tipo en el fondo de las
fotos de la banda en los medios sociales. Era de seguridad para Tear Asunder,
y si era bueno en su trabajo, que yo sospechaba que lo era, sabría que yo no
pertenecía aquí. Ni siquiera miró mi identificación.
—¿Equipo de limpieza? ¿Para quién?—, preguntó.
—Este lugar—. Oh, Dios, eso fue patético. —Para Richard.
Él resopló. —El único Richard que conozco es el manager de la banda.
Y conozco todos los nombres de todos los que están aquí esta noche—. Sus
dedos apretaron mi brazo. —Vamos. Te vas de aquí.
Me arrastró por el pasillo hacia la puerta trasera. Vale, tendría que ir con
honestidad. —Por favor, sólo necesito hablar con Killian Kane un minuto.
El tipo se detuvo tan rápido que lo golpeé y le pisé el talón. Pero no
pareció darse cuenta, o si lo hizo, no le importó. —¿Cómo conoces ese
nombre?
Sus dedos se clavaron en mi brazo. —¿Te importaría soltarme? No voy
a huir. Además, siempre puedes dispararme en la pierna si lo hago—.
Respiró, pero su ceño fruncido se relajó al soltarme.
Cruzó los brazos sobre su ancho pecho. —No tengo mucho tiempo
aquí...—miró mi identificación falsa y su ceño fruncido—Sara Smith.
Idea de Trevor. Un nombre genérico que no llamaría la atención. —No
es realmente Sara Smith.
—Me lo imaginaba—, contestó. —Y necesito una respuesta.
—Éramos amigos en el instituto—. Una gran exageración considerando
que Killian y yo sólo tuvimos unas pocas conversaciones, la mayoría de las
cuales no fueron amistosas. Bueno, excepto por el beso. Eso fue amistoso.
No, eso fue derretidor de bragas.
—¿Nombre?— Él bajó la voz y dijo: —¿Tu verdadero nombre?
—Savannah Grady—. Hubo un sutil parpadeo de algo en sus ojos como
si hubiera oído mi nombre antes, pero eso era muy improbable teniendo en
cuenta que no había visto a Killian desde que tenía quince años.
Hubo un fuerte alboroto en el pasillo, y miré por encima de mi hombro.
Fue entonces cuando lo vi.
Fue como ser golpeada en el pecho con un mazo.
Mi respiración se detuvo.
Mi corazón latía con fuerza. Mi barriga dio un vuelco.
Killian ya no era un niño. Era un hombre. Quiero decir, lo sabía. Había
visto fotos de él, pero nada podría haberme preparado para verlo en persona
a seis metros de distancia.
Un hormigueo de familiaridad se filtró a través de mí y luego una cálida
oleada de calor.
Me eché hacia atrás para recostarme contra la pared y la usé como apoyo
mientras lo miraba fijamente charlando con el guitarrista rubio, Crisis.
Había hombres, y luego había hombres, y estos últimos eran de los que
rezumaban sensualidad. No tenían que ser atractivos físicamente, aunque
Killian lo era totalmente; era cómo se comportaban, cómo se paraban, cómo
vestían sus ropas.
Era el factor inexpugnable. La confianza. La indiferencia ante lo que los
demás pensaban de ellos. Y Killian era todo eso, igual que en la secundaria,
pero aún más.
Sí, Killian Kane definía al dios griego.
No era perfecto. No era precioso. No era impresionante.
Era terroso. Crudo. Fuerte.
Jesús, las fotos no le hicieron justicia. Bueno, lo hicieron, pero en
persona, mi cuerpo reaccionó totalmente a él cuando la piel de gallina se
disparó y mis nervios se estremecieron.
Los tatuajes cubrían sus musculosos antebrazos y estaban marcados
contra su camiseta blanca. Llevaba vaqueros ajustados y llevaba sus baquetas
en la mano derecha con una botella de agua.
Como si supiera que lo miraba fijamente, su mirada pasó de Crisis a mí,
y me encontré con los cautivadores ojos verdes de Killian Kane.
—Tienes que irte.— La voz profunda me golpeó, y mi cabeza se giró
hacia el tipo de seguridad.
—Ahora—, interrumpió. Se agarró a mi antebrazo y me apartó de la
pared. Vi cómo se me escapaba la oportunidad mientras me llevaba por el
pasillo lejos de la banda y de Killian.
—Luke.
Mi aliento se aceleró mientras la voz de Killian se filtraba a través de mí.
Lo reconocería en cualquier parte. Ese acento irlandés que era suave como
la mantequilla, pero que tenía una firmeza distintiva.
Luke se detuvo, y tanto si yo quería como si no, yo también lo hice. —
Kite. Me desharé de ella.
Vaya, ¿deshacerse de...? Como si yo fuera un pedazo de basura que él
estaba llevando al callejón trasero. Me erguí, levanté la barbilla y traté de
sacudir mi brazo de él, pero él se mantuvo firme.
Pasos se acercaron y dejé de respirar mientras observaba las largas y
fuertes piernas de Killian acercándose hacia nosotros. Dios, era lo mismo
que en la escuela secundaria cuando caminaba por los pasillos, esa confianza
inconmensurable en cada paso.
—Déjala ir—, ordenó.
La mano de Luke me soltó, y yo me alejé del espantoso tipo de seguridad.
Mis ojos se fijaron en Sculpt, que siguió a Killian, y luego en los otros
dos chicos de la banda, Ream y Crisis, que me miraron con curiosidad.
Killian se detuvo frente a mí, y cualquier aplomo que yo pudiera tener
salió disparado de mi cabeza. Yo era un tazón de gelatina cuando mis rodillas
se debilitaron y mi corazón se estrelló contra mis costillas.
—Killian—, me las arreglé para susurrar.
Once años. Once años desde que estuve tan cerca de él, escuché su voz
y respiré su aroma.
—Savvy Grady—. Sus ojos se fijaron en mi identificación falsa, y el
piercing de barra en su frente derecha se levantó. —¿O debería decir Sara
Smith?
Sentí el calor en mis mejillas, y como era de piel clara, el calor
significaba dos manchas rosadas en lo alto de mis mejillas. Mierda. —Bueno,
no conseguí las entradas a tiempo y no me ofreciste pases para los camerinos.
—Así que, hiciste el tuyo propio.
No era una pregunta. —Más o menos.— Me mordí el labio cuando miré
nerviosamente a los otros tipos y luego a Killian. —No lo hice yo misma
porque no tengo ni idea de cómo, pero un amigo mío sí, y hace cosas así todo
el tiempo para la gente, pero lo hizo gratis porque no tenía dinero para venir
al concierto de todos modos y...— Oh, Dios mío. Demasiada información.
Estaba divagando. —Bueno, voy a donar a la caridad cuando tenga el dinero.
La boca de Killian se movió y oí una risita de Crisis que estaba detrás de
él a la derecha. Ream frunció el ceño y Sculpt pareció curioso, pero su cuerpo
era una pared de ladrillo con su postura ancha y brazos cruzados.
—¿Qué amigo?— preguntó Killian.
—No lo conoces.
—¿Novio?
—No.
—¿Quién?
—Un tipo en mi edificio.— Y eso era todo lo que le estaba dando porque
no quería que Trevor se metiera en problemas.
Sus ojos se entrecerraron y sus labios se fruncieron, pareciendo molesto.
No tenía ni idea de lo que era ser famoso, pero supuse que era irritante
cuando la gente al azar hacía cosas como esta, y probablemente pasaba lo
suficientemente a menudo con todos sus fans.
Pero yo no era un fan. Yo era una chica que apenas conocía de la
secundaria, y aquí estaba yo, en el concierto benéfico de la banda, para
pedirle un favor. Dios, eso sonó estúpido y loco. Pero la desesperación te
hace hacer cosas que normalmente no harías, y yo estaba desesperada.
—¿Tienes a un tipo en tu edificio haciendo identificaciones falsas para
conciertos?
Trevor hizo mucho más que identificaciones falsas para los conciertos,
pero decidí que era mejor permanecer callada sobre el tema.
—¿Quién eres exactamente?— Esto era de Crisis, que ahora estaba
apoyado contra la pared, con los tobillos cruzados y observándonos
intensamente a mí y a Killian.
—Una chica del instituto—, dijo Sculpt.
—¿Cómo es que no la conocemos?— preguntó Ream.
—Porque se fue de la ciudad—, contestó Killian.
—¿Así que te hiciste una identificación falsa para ir a ver a este imbécil
entre bastidores?— Crisis dijo. —Podría haber sido más fácil enviar un
correo electrónico o incluso un mensaje de Facebook.
—¿Por qué haría eso? Ni siquiera tú miras esas cosas. Jolie lo hace,—
dijo Ream.
—Me deslizo a través de ellos—, argumentó Crisis.
—¿Cuándo?— Ream era todo lo contrario de Crisis en el sentido de que
tenía el pelo oscuro y una intensidad sobre él mientras Crisis era juguetón.
Crisis se encogió de hombros. —Hemos estado ocupados con este
concierto y trabajando en el álbum.
—Envié un e-mail.— Hace dos semanas, al correo general de consultas.
No había sido específica, sólo que era una conocida de Kite desde la escuela
secundaria y quería hablar con él. Era una posibilidad remota y, como
esperaba, nunca me habían respondido.
—Deberíamos darles un minuto—, sugirió Sculpt, quien descubrí, a
partir de la investigación de Trevor sobre la banda, que su nombre realmente
era Logan. —Me alegro de verte de nuevo, Savvy.— Ofreció una sutil
sonrisa y una inclinación de cabeza y luego se dirigió de nuevo en la
dirección en la que habían venido.
Ream también me asintió con la cabeza, pero Crisis se quedó apoyado
en la pared, sonriendo. Hasta que Killian lo miró con ira. —Bien. Pero quiero
detalles—. Me miró y me guiñó un ojo. —Savvy, ven a mi casa para la fiesta.
Es casual y no hay necesidad de una identificación falsa. Te dejaremos
entrar.
Sonreí. —Gracias.— Pero no estaba aquí para ir a una fiesta. Estaba aquí
para conseguir una recomendación para un trabajo. Uno que quería y
necesitaba.
—Vamos—, dijo Killian, y antes de que me diera cuenta de lo que estaba
haciendo, deslizó su mano sobre la mía y me llevó por el pasillo hasta una
puerta y me tiró hacia adentro. La puerta se cerró detrás de mí con un fuerte
golpe, al menos sonaba como un golpe, pero probablemente era más como
un clic. A pesar de todo, mi corazón saltó al oír el sonido.
Y ahora, estaba sola en una habitación con el tipo que me besó hace once
años. Mi primer beso. Un beso que he comparado con cada beso desde
entonces.
La luz se encendió y estábamos en una oficina grande con un escritorio
de caoba, una silla de cuero y un archivador plateado, pero eso era todo.
Él sonrió con suficiencia. —Srta. Smith, ¿a qué debo el placer de esta
operación encubierta?
Killian con sentido del humor era inesperado, y caliente. Sólo lo conocía
como un adolescente enojado con una actitud que había sido realmente
aterradora. Todavía daba miedo, pero había disminuido un poco, tal vez
porque yo ya no tenía quince años. —Eres diferente.
Su frente se levantó. —Mmm, han pasado once años. Han pasado
muchas cosas.
Me reí y luego me encogí de hombros cuando oí el obvio nerviosismo.
—Sí, eres una famosa estrella de rock.— Que tenía un piercing en la lengua,
tatuajes y un cuerpo caliente.
—¿Tiene eso algo que ver con la razón por la que estás aquí?
—No. Pero me alegro por ti y por la banda. Ustedes son realmente
buenos y merecen el éxito.
—Gracias.— Se apoyó contra la puerta, bloqueando cualquier ruta de
escape. —Decir que me sorprende verte es quedarse corto, Savvy. Y que te
hayas tomado la molestia de entrar ilegalmente es aún más una sorpresa
viniendo de ti, y yo no me sorprendo a menudo—. Sus ojos se entrecerraron.
—¿Estás en algún tipo de problema?
—No.— No era un problema del tipo en que tenía traficantes de drogas
detrás de mí o a la policía. —Quería pedirte un favor.
—¿Un favor?— Asentí con la cabeza. —Parece mucho problema por un
favor. ¿Qué necesitas?
—Una recomendación.
Sus cejas se levantaron. —No te he visto en once años. No creo que yo
sea la persona indicada para una recomendación. ¿Para qué es?
—Un trabajo. Me inscribí, pero me preguntaba si podrías hablar bien de
mí. Sé que es mucho pedir ya que no me has visto en... bueno, hace mucho
tiempo.
—Once años.
—Sí, pero nunca te lo pediría si fuera a hacerte quedar mal. ¿Podrías
echarle un vistazo a mi currículum? ¿O darme una entrevista? Soy mejor en
persona para este tipo de cosas, y entiendo que es amigo tuyo. Dios, sé que
es mucho pedir y no lo habría hecho si no fuera importante pero...
—¿Con quién?
—Brett Westhill.
Permaneció callado un minuto, con los ojos clavados en mí. No tenía ni
idea de lo que pasaba por su cabeza ya que su expresión era ilegible. Me
moví intranquilamente mientras esperaba a que dijera algo.
Hice mi investigación y descubrí que Brett Westhill era amigo de la
banda. Según los artículos de Tear Asunder, la banda empezó en el bar
Avalanche, en el que Brett había sido camarero. No por el dinero,
obviamente, ya que tenía más que suficiente para jubilarse cien veces. Brett
dijo en un artículo que lo hizo porque: ‘fue un castigo’.
Brett abrió un exclusivo club nocturno en Toronto hace unos meses. Un
club que tenía bailarines gogó que eran los mejor pagados de la ciudad. El
problema era que se trataba de un club nuevo y conseguir un trabajo como
bailarina era casi imposible. Sobre todo porque mi experiencia bailando no
era en un club nocturno, sino enseñando danza moderna en un estudio.
Pero Compass era la discoteca más caliente de la ciudad y no era fácil
entrar en ella especialmente como bailarina en una de sus jaulas. Trevor fue
el que me sugirió que me presentara ya que había oído que las propinas eran
las mejores de la ciudad. Podía trabajar allí mientras esperaba que los
chismes que mi ex infiel difundía sobre mí se extinguieran. Eventualmente,
esperaba ahorrar suficiente dinero para comenzar mi propio estudio de baile.
Cuando me presenté, el tipo de la puerta se llevó mi currículum pero me
dijo que no era el tipo de persona que buscaban. Sabía que no era la chica
más sexy de la alineación y no ayudó que me negara a mostrar más piel que
ropa cuando dejé mi currículum.
—¿Quieres trabajar para Brett?
—Sí.
Metió sus baquetas en el bolsillo trasero y luego rompió el sello de la
botella de agua. Él me la ofreció a mí primero, pero yo la rechacé, moviendo
la cabeza. Luego observé cómo bebía, su nuez de Adán moviéndose hacia
arriba y hacia abajo mientras tragaba el líquido frío. ¿Cómo es posible que
una nuez de Adán se viera sexy?
Tragué, tratando de no mirar fijamente, pero no pude evitarlo. Colocó la
tapa de nuevo en la botella y me miró a los ojos de nuevo. Me mordí el labio
inferior nerviosamente porque, a pesar de tener bastante confianza, Killian
siempre había sido muy intimidante, y a medida que pasaban los segundos,
me sentía más incómoda.
Dios, esto fue una locura. No debería estar aquí. Había otros clubes
nocturnos en los que podía inscribirme, pero Trevor me aconsejó que no
trabajara en ellos, ya que no eran seguros y pasaban muchas drogas por ellos.
Se decía que a las chicas tampoco las trataban muy bien. Compass tenía una
estricta regla de no drogas. Cualquiera que fuera atrapado con ellas, ya fuera
un encargado o un miembro del personal, estaba despedido.
La puerta crujió mientras él cambiaba posición, ojos verdes mirándome
y yo me sentía como si estuviera de vuelta en la escuela secundaria sin poder
moverme.
—Lo siento. Fue una idea horrible. No debí haber venido.
—Probablemente. Pero ahora estás aquí.
Había una baja vibración saliendo de su bolsillo, probablemente de su
teléfono, pero la ignoró. Se detuvo y luego volvió a empezar. —¿Necesitas
atender eso?
—No.
Oh. Tragué, mi garganta repentinamente seca como el infierno, y quise
cogerle el agua que tenía en la mano, pero no tuve el valor de pedirle un
sorbo.
Su teléfono sonó de nuevo.
—Alguien tiene muchas ganas de hablar contigo.
—Savvy, estoy hablando contigo en este momento. Quienquiera que esté
llamando puede esperar.
Estaba tranquilo, y su voz profunda envió una ola de escalofríos a través
de mí. Sabía a quién venía a ver cuando tomé la decisión. Pero había
incertidumbre en él. Tuve dificultades para leerlo. En el instituto era fácil
porque siempre estaba enfadado, pero ahora... no lo entendía.
Lo que me trastornó fue que incluso después de once años, todavía me
sentía atraída por él. Mi estómago tenía mariposas borrachas revoloteando
por todas partes, negándome a tomar una decisión sobre si debía estar
excitada o asustada o si simplemente me sentía estúpida por estar aquí.
Se alejó de la puerta, y su agarre de la botella de agua debe haberse
apretado porque el plástico crujió, haciéndome saltar. Dios, nunca estuve tan
nerviosa.
Le tomó tres pasos antes de que estuviera justo frente a mí, y el olor a
jabón, sudor y colonia se deslizó hacia mí. Fue sutil y agradable. Realmente
agradable. Killian siempre había olido bien, así que no debería haberme
sorprendido. Y no lo hizo. Fue más bien un despertar a las emociones que
era mejor estar enterrado bajo una carga de cemento.
—Hablaré con Brett por ti.
—¿Lo harás?
Asintió con la cabeza. —Supongo que sabes algo sobre bienes raíces
comerciales.
—Bueno, no.
Se rió, y casi me caigo porque nunca había oído a Killian reírse, y fue
hermoso. Y sí, la risa de un hombre podía ser hermosa cuando sonaba suave,
áspera, y tenía un sonido perfecto. —Savvy, no creo que mi recomendación
para ti sirva de nada si no tienes experiencia.
—Tengo experiencia para el trabajo que quiero, pero no está en su
oficina. Es para su club nocturno, Compass.
Por un segundo pareció sorprendido mientras levantaba las cejas, y luego
se puso rígido y frunció el ceño. Cualquier diversión se esfumó rápidamente.
Mierda, parecía enojado.
—No—, dijo.
—Pero acabas de decir...
—No trabajaras en Compass.
—¿Por qué no?
—Es un club nocturno.
—Sí, lo sé.
Endureció la mandíbula. —No trabajarás en un club nocturno.
—He estado bailando desde que tenía seis años y...
Se sacudió. —¿Bailar? ¿Quieres bailar en Compass?
—Bueno, sí. Soy bailarina. Trabajé para uno de los mejores bailarines
modernos de la industria—. Nunca sería famosa como David, pero lo amaba
más que a nada. La danza moderna era como contar una historia. No había
reglas, sólo movimiento a la emoción de la historia y la música. El baile me
había ayudado en los momentos difíciles de mi vida, y no me daba por
vencida. Puede que no tenga experiencia en bailar en un club nocturno, pero
era más que capaz.
—Brett no te está contratando—, Killian se retiró. —Y no encajas en la
descripción del trabajo.
Wow. Eso me hizo sentir como un bicho que acababa de pisotear. —
Puedes decirlo, Killian. No encajo en la apariencia estándar de una bailarina.
—Savvy, no saques conclusiones precipitadas. Sabes que no soy así.
—En realidad, no lo sé. Lo siento mucho. Esta fue una idea estúpida—.
Me apresuré a pasar junto a él y me dirigí a la puerta.
—Savvy.
Puse mi mano en el pomo de la puerta para abrirla cuando su palma
golpeó la puerta por encima de mi cabeza, y la cerró de nuevo con un clic.
—Savvy, para.
No podía mirarlo. Sabía que mis mejillas tenían que ser del mismo color
que mis rizos rojos brillantes y sólo quería escapar antes de que viera lo
mortificada que estaba.
—No tiene nada que ver con tu aspecto—, dijo en voz baja. —
Exactamente lo contrario.
Antes de darme cuenta de mi error, me volví para enfrentarme a él.
Ahora, yo tenía mi espalda contra la puerta con su pecho ancho y duro
delante de mí y su brazo sobre la parte superior mientras bajaba la cabeza
para mirarme. A pesar de que no había ninguna parte de él que me tocara,
seguro que se sentía así.
—Savvy—. La forma en que dijo mi nombre en un gruñido bajo y sexy....
—Te ayudaré en todo lo que pueda, pero tú bailando en Compass no puede
ser. ¿Necesitas un lugar donde quedarte por un tiempo?
—No, tengo un lugar.— No era el apartamento más bonito y nada como
el que había compartido con David en Yorkville, pero tenía un techo sobre
mi cabeza. Aunque, no estaba segura de cuánto tiempo más ya que debía el
alquiler de dos meses.
—¿Dinero?—, preguntó.
Me sentía mal del estómago. Literalmente, enferma. Puede que esté aquí
pidiéndole una recomendación con el dueño del club, pero tenía mi orgullo
y había trabajado duro toda mi vida. Una variedad de trabajos para pagar
clases de baile mientras me mudaba de casa de acogida a casa de acogida
durante casi tres años.
No vine a Killian porque era famoso y tenía dinero.
—No quiero tu dinero.— Tiré de la puerta. Por supuesto, estaba molesta
y giré la manija de la puerta pero no se abría, y luego entré en pánico y tiré
con más fuerza.
Suspiró, su mano dejando la parte superior de la puerta para que se
abriera y yo fui catapultada de nuevo a su pecho. Sus manos se posaron
instantáneamente sobre mis hombros para estabilizarme, y el pulso entre mis
muslos se sacudió.
—Savvy, espera.
Me volví para mirarlo por encima de mi hombro, y mi barriga se hundió
cuando sus labios estaban a centímetros de los míos.
—Jesús, no sabes lo que me estás pidiendo.
—Lo siento. No creí que fuera gran cosa. No te preocupes por eso.
Encontraré otra forma de conseguir una entrevista.
Sus ojos se entrecerraron y apretó la mandíbula. —Compass está fuera
de los límites—. No sabía por qué era tan inflexible, pero tal vez no le
gustaba el club. —Y no deberías haber venido a verme.
Dios, nunca esperé que dijera eso. Pensé que quizás diría que no conocía
a Brett lo suficiente como para preguntarle o que no se sentía cómodo
preguntándole, ¿pero que no podía trabajar allí? ¿Y que no debería haber
venido aquí?
Bueno, parecía que me estaba postulando en otros clubes o que estaba
buscando otra forma de entrar en Compass.
Levanté la barbilla y me encontré con sus ojos endurecidos. —Siento
haberme colado en tu concierto. Cuídate, Killian—. Y al igual que ese día
que me besó, me fui corriendo antes de que pudiera decir algo más. Pero esta
vez, cometí el error de mirarlo por encima del hombro mientras empujaba la
barra metálica de la puerta de salida de incendios.
No debí hacerlo. Debería haber seguido adelante. Antes de que nuestras
miradas chocaran, supe que sus ojos estaban sobre mí porque tenía un
pequeño hormigueo caliente.
Estaba de pie en la entrada, sus manos agarrando el marco por encima de
su cabeza con la familiar mirada enfadada. Pero ahora era diferente, más
suave. No, no más suave, más tranquilo. Controlado.
Killian Kane puede engañar a los medios de comunicación para que
piensen que es un buen tipo, pero yo no estaba tan segura.
CAPÍTULO 2
Killian
Savvy
Killian
—Entonces, ¿qué pasó con esa chica Savvy? ¿La estás viendo de
nuevo?— preguntó Crisis al salir al patio de Logan y Emily, con dos cervezas
en la mano. Le pasó una a Ream y luego le abrió la tapa y la botella siseó.
—¿Hablaste con Brett sobre contratarla?
Sabía muy bien que yo no lo había hecho, pero a Crisis le encantaba
apretar botones, y había encontrado mi botón-Savvy. La otra noche fui a
Compass y hablé con Brett sobre ella, pero seguro que no era para
contratarla.
Había llegado justo cuando Brett estaba discutiendo con Frankie sobre
una chica con un llamativo traje azul que había bailado en una de las jaulas
cuando los bailarines pagados se tomaron un descanso. Frankie no estaba
contenta, pero Brett era más indulgente y quería que la encontraran para
poder hablar con ella.
Supongo que quería hacer mucho más que hablar. Vi a Greg escoltando
a la chica fuera del club y decidí terminar la discusión pidiéndole a Greg que
llevara a la chica arriba.
Pero nunca sucedió. Greg me llamó y me dijo que se había ido. Fue
cuando juré que vi a Savvy en la pista de baile. Pero entre la multitud y la
luz tenue, no podía estar seguro. Antes de que pudiera hacer algo, ella se
había ido.
Crisis tragó su cerveza y luego la puso en la mesa del patio. —¿Cuál es
la historia con ella?
—No hay historia—. Pero había una historia.
Cuando pensaba en Savvy, era como mirar a través de una vidriera. Una
multitud de colores bellamente adornados que no me permitían ver al otro
lado. Nada estaba claro y definido cuando se trataba de mis emociones con
ella. Pero joder, era precioso.
El tema era que me gustaba claro y definido, y ella jodió con eso. Y por
eso era mejor que se mantuviera alejada de mí.
—Hay una historia—, dijo Ream en voz baja.
—La historia es que tenemos que decidir sobre nuestra próxima gira—,
dije.
Estábamos en la reunión de la banda de Logan. Richard estaba en mi caso
con respecto a las giras, y nunca decidíamos nada hasta que lo discutiamos
como grupo.
Eso significaba que todos teníamos que estar de acuerdo o era un no ir.
Esto enfurecia a nuestro manager, Richard, ya que pensaba que debíamos
hacer todo lo que él creía que era una buena idea.
—Tenemos que decidir esto hoy—, dije, mirando a cada uno de los
chicos. —Hacemos otro concierto benéfico en octubre. ¿Todos estamos de
acuerdo en eso?
Todos asintieron con la cabeza, excepto Logan que no estaba prestando
atención. En vez de eso, miró a la superficie de la piscina. Tear, el pastor
alemán de Emily y Logan, yacía a sus pies roncando, pero un ojo se abría de
vez en cuando como para asegurarse de que Logan seguía allí.
Yo continué, —Terminamos el álbum en los próximos ocho meses y nos
vamos de gira.
—Joder, tío. Prefiero hablar de esa chica que te interesa—, dijo Crisis.
—Y ya hemos hecho suficientes giras por un tiempo.
Crisis no quería dejar a Haven, especialmente porque estaba embarazada
y para cuando salieramos de gira, ya habría tenido el bebé. Pero salir de gira
después del lanzamiento de un disco era un buen negocio, y a los fans les
gustaba vernos en concierto.
Ream giró lentamente su cerveza sobre la mesa. —La galería de arte de
Kat se expandirá el próximo año. Me gustaría estar aquí para ayudarla, y
estamos tratando de tener un bebé.
Crisis movió su silla, y el metal raspó las piedras del patio. —Richard
puede irse a la mierda. Necesitamos un descanso de las giras.
Sentado en mi silla, con la pierna apoyada sobre la otra, me dirigí a
Logan. —¿Qué te parece?
No dijo nada y seguía mirando la piscina, con las cejas fruncidas. Logan
era la banda, y significaba todo para él. Originalmente fue él quien nos
empujó a ir de gira. La lucha clandestina que había llevado a cabo era para
ganar dinero para que pudiéramos hacer una gira en primer lugar.
Puedo ocuparme de los negocios de la banda, pero Logan era el
pegamento. Nos mantuvo a todos en la misma página.
También tenía un pasado de mierda, y un padre que era cien veces peor
que el mío. Había sufrido mucho emocionalmente y físicamente para salvar
a Emily, de la enferma red de tráfico sexual del bastardo.
No había nada en este mundo que Logan no haría por ella. No había nada
que no hubiera hecho. Y por la mirada de sus ojos oscuros y angustiados, lo
que le molestaba tenía que ver con Emily.
—¿Logan?— Éste fue Ream.
Logan arrastró su mirada fuera de la piscina y nos miró a cada uno de
nosotros.
Mierda. Era malo. —¿Qué pasa?— Le pregunté.
Crisis y Ream me miraron a los ojos y se dieron cuenta de que no se
trataba de la gira.
—Eme tuvo un aborto espontáneo—, dijo Logan.
—Cristo—, dije.
—Mierda. ¿Está bien?— preguntó Ream.
Logan asintió. —Fue hace un par de semanas, pero...— Me puse rígido,
no me gustaba que esperara tanto tiempo para mencionarlo. Su mandíbula se
endureció y sus ojos se oscurecíeron. —Me asustó muchísimo—. Estábamos
en silencio mientras se inclinaba hacia adelante, con los codos en las rodillas
y la cabeza en las manos. —La encontré en el granero en el suelo y... la
sangre.— Logan cerró los ojos. —Mierda, pensé que iba a perderla.
Jesús. —¿Qué dijo el doctor?
Logan suspiró. —El doctor quiere hacer pruebas, pero...—levantó la
cabeza-—No arriesgaré su vida por un bebé.
Si algo le pasara a Emily, lo destruiría, y sospeché que nunca volvería de
eso. No después de lo que habían luchado para estar juntos.
Hubo silencio durante unos segundos, solo el sonido de Tear mientras se
levantaba y caminaba hacia la piscina y se lanzaba al agua.
Dejé mi cerveza a un lado. —La familia primero. No habrá gira el año
que viene. Escribiremos canciones. Grabaremos. Algunos conciertos
benéficos locales.
Crisis asintió. —Suena bien.
—Sí—, dijo Ream.
—Gracias, chicos—, dijo Logan. —Podemos hablar con Matt y hacer
algunos shows en Avalanche a lo largo del año. Y en el Anfiteatro Molson.
El Anfiteatro Molson estaba en el centro de Toronto. Era un lugar al aire
libre con asientos baratos en una colina de césped enorme. Cuando
estábamos en la adolescencia y éramos una banda en apuros, habíamos
estado allí innumerables veces para ver conciertos.
—De acuerdo—, dije. —Le diré a Richard las noticias. Mañana. No
tengo ganas de lidiar con su mierda hoy.
Crisis dio una palmada en la mesa. —Entonces, ¿vamos a hablar de ti
viendo a esa chica?
Me puse rígido, no me gustaba que llamara a Savvy una chica. Mierda,
no era una chica.
Nunca había sido una chica.
—No.
—¿Por qué no?— preguntó Ream.
—Porque no la quiero cerca.— Pero era todo lo contrario. La quería
cerca, y eso me estaba jodiendo la cabeza.
—¿Ha estado en tu mazmorra?— preguntó Crisis, sonriendo.
—No. Y no lo hará.— Se refería a mi almacén. Cuando me mudé del
ático que compartí con Crisis y Haven, compré un almacén en los muelles.
Gran espacio vacío con un saco de boxeo, una batería y algunos elementos
esenciales. Era desechable. Así como todo lo que había en él, que no era
mucho. Podría arder mañana, y nada cambiaría porque no tenía nada que
perder.
Privado. Simple. Despejado.
Había tanto desorden en mi cabeza mientras crecía que constantemente
sentía como si fuera a explotar, y lo había hecho. Había estallado al pelear
con otros niños. Los matones. Los niños que atormentaban a otros. Pero fue
más que eso. Cada vez que me peleaba, le pegaba a mi padre.
Fue su sangre la que derramé.
Los comentarios de mi puto padre. Las fotos de mi hermano siendo
empujadas en mi cara mientras me gritaba.
El odio que ardía en sus ojos.
Quería lastimarme. Quería luchar y sentir el dolor. Porque de alguna
manera, había sido mi culpa.
Siempre lo cuidé. Hasta que no lo hice.
—¿La estás viendo de nuevo?— preguntó Logan.
Levanté la cabeza. —No.
Crisis saltó sobre eso. —¿Por qué no? Nunca te ha importado una mierda
una chica. ¿Qué le pasa a ella? ¿Y por qué te importa si baila en Compass?
— Déjalo, imbécil.
Levantó las manos, pero sus ojos estaban llenos de maldad. —Oye, es mi
turno, amigo. Estabas encima de mi por lo de Haven.
—Eso es porque le enviabas mensajes a espaldas de Ream.— Y la
venganza era una perra. —¿No estabas en la cama con Haven cuando su
hermano entró en la habitación antes de que estuvieran juntos?— Me volví
hacia Ream. —Me dijo que te sentaste en la cama mientras él estaba entre
sus piernas bajo las sábanas, y nunca lo supiste.
Las sienes de Ream palpitaban. —¿Qué mierda?— Miró a Crisis, quien
sabiamente empujó hacia atrás su silla listo para huir. —¿Le hacías esa
mierda a mi hermana mientras yo estaba en la habitación?
—Mierda, no. No fue así—, dijo Crisis. —Eres un imbécil—, me dijo.
—Debiste dejar la conversación de Savvy en paz—, le dije.
—Sí, bueno, que empiece el juego—, dijo.
Estos tipos me habían ayudado a salvarme. La banda. Me senté, me reí y
jugueteé con ellos porque de eso se trataba. Me dieron una familia cuando
perdí la mía. Cuando estaba tan enfadado con el mundo, incluyéndome a mí
mismo, no me habían juzgado ni cuestionado. En vez de eso, me dejaban
lidiar con lo que fuera que me estaba jodiendo hasta que me recomponía.
De repente, Ream se lanzó en busca de Crisis, y las cervezas y las sillas
se derrumbaron mientras Crisis salía corriendo.
El perro saltó a la conmoción, ladrando a Ream y Crisis.
Pasaron dos segundos antes de que Ream abordara Crisis, sobre todo
porque Crisis se estaba riendo tanto que no podía correr, y ambos cayeron a
la piscina.
Este era un evento regular entre ellos. No eran hermanos de sangre, pero
eran hermanos en todos los demás aspectos.
Se sumergieron luchando mientras el perro estaba de pie en el borde de
la piscina, moviendo la cola observando. Luego, aparentemente, después de
haber tenido suficiente de mirar, se metió en la piscina y se unió a la
diversión.
—Ella es importante para ti. Lo vi entonces. Lo veo ahora—, dijo Logan.
—Sí.
—¿Vas a hacer algo al respecto?
—No. No sería bueno para ella o para mí.
—¿Estás seguro de eso, Kite?
Me quedé callado. No, no estaba seguro. Yo no lo estaba en ese entonces,
pero ahora...
Mierda, no podía dejar de pensar en ella.
Había estado incrustada en mí desde la primera vez que la vi ese día en
la enfermería de la escuela. Nunca había mirado ahí. No me importaba quién
estaba ahí ni por qué.
Pero sus largos rizos rojos habían sido un faro y yo había sido el barco
perdido en busca de una salida del mar de emociones enojado y tormentoso.
Así que, miré, dejé de caminar y la miré fijamente. Ella había estado
sentada en el borde de una silla, sus manos descansando tranquilamente en
las de Daniel Hennessey mientras las lágrimas caían por su cara. Había un
pañuelo en su regazo con sangre y una mancha aún visible bajo sus fosas
nasales.
Savvy le hablaba en voz baja, pero no podía oírla. No había necesitado
oírla. Lo había visto en su cara. La compasión. No era lástima. No, no tenía
los ojos tristes de cachorrito. En vez de eso, había habido determinación en
su rostro mezclada con comprensión.
Daniel era nuevo en la escuela, como Savvy, aunque en ese momento yo
no sabía su nombre. Daniel tartamudeaba, oí hablar de él a unos niños. Yo
sabía lo que le esperaba a Daniel como yo sabía mejor que nadie lo crueles
que podían ser los niños.
Mientras los miraba, ella sacó un pañuelo nuevo de la caja y se lo dio. Él
se había enjugado las lágrimas y luego ella lo había arrastrado a sus brazos,
y era como si toda la tensión se le hubiera escapado del cuerpo a Daniel
mientras él caía dentro de su capullo de calidez y amabilidad.
No había podido apartar la mirada de ella. Esta chica con los rizos rojos
y el calor que irradia de ella.
Cuando se retiró, no había tristeza en sus ojos, había fuerza y se la había
ofrecido a Daniel.
Noté que él luchaba por sacar sus palabras, y ella escuchaba, asintiendo
con la cabeza. No había frustración. Sin interrupciones. Ella no intentaba
terminar las frases por él.
Ella sólo había escuchado.
Mi pecho se había hinchado.
Cuando finalmente me separé de la escena, no fui a la clase a donde me
dirigía en un principio. En vez de eso, caminé hacia el río y hice saltar
guijarros sobre la superficie lisa.
No sabía su nombre. Pero era la primera vez que quería saber más sobre
alguien desde la muerte de mi hermano.
Y fue entonces cuando empecé a mirarla. No me había llevado mucho
tiempo darme cuenta de que su silencio calmante aliviaba mi ira.
A medida que las semanas se convertían en meses, me gustaba aún más.
No se esforzó por encajar con las otras chicas. Ella simplemente era ella
misma. Había habido perdón en ella. Amabilidad y simpatía.
Se convirtió en esa hermosa y codiciada orquídea que yo nunca podría
tener.
Logan me dio una palmada en el hombro. —Oye. Si necesitas pelear,
házmelo saber.
Sabía que tocar la batería me ayudaba con mi enojo, pero aún me ayudaba
más el saco de boxeo o cuando peleábamos juntos. La vez más reciente,
después de que mi padre llamara.
Asentí con la cabeza. —Gracias. Podría tomarte la palabra.
Normalmente, yo tenía el control. Firme. Fácil de llevar. Nada me
inquietaba. Pero esta mierda con mi padre y ahora Savvy me trajo de vuelta
todo lo que había enterrado hace mucho tiempo.
El perro nadó detrás de Ream, con las patas rascándole la espalda
mientras se alejaba de él. —Mierda. Tear. La maldita Kat me romperá las
pelotas si me ve arañazos en la espalda.
Logan se rió.
No lo hice. Estaba pensando en la nota de agradecimiento que Savvy
había dejado en los escalones para mí bajo la roca. Algunas de las palabras
se habían manchado por la lluvia, y estaba arrugada y rasgada, pero todavía
la tenía. La única cosa personal que había evitado en ese entonces. Ahora,
estaba en el cajón de la mesita de noche con la misma piedra.
CAPÍTULO 5
Savvy
—¿Nombre?
—Savvy—. Bree, una de las bailarinas, me dijo que viera a Frankie, pero
nunca le dije mi nombre.
El tipo de seguridad sonrió. —Correcto. Secuestro.
—¿Secuestro?
—Secuestraste la jaula.
Le ofrecí una sonrisa tentativa. —Esa sería yo.
—Soy Jacob.— Abrió la puerta del club. —Un consejo—, dijo antes de
que yo entrara. Me volví para mirar al tipo voluminoso. Parecía tener unos
veinte años y tenía tatuajes que cubrían cada pulgada visible de piel, excepto
su cara. —No dejes que Greg te vea. Todavía está enojado porque te
deshiciste de él el sábado por la noche—. Se rió. —No ayuda el hecho de
que lo hayamos acosado con eso. Pero el jefe no estaba muy contento con él.
Me sentí mal por eso. No quería que Greg se metiera en problemas.
Tendría que disculparme.
—Gracias por el consejo, Jacob.
—Claro que sí—, contestó y cerró la puerta tras de mí.
Me paré en el vestíbulo del club, esperando que estuviera sucio y poco
atractivo sin el brillo nocturno de todas las luces de colores. Pero el lugar
estaba impecable, con pisos de piedra limpios y paredes de color gris carbón
que tenían un efecto resplandeciente en ellos. Cuando entré al bar y a la pista
de baile, vi las cuatro columnas, iban del suelo al techo en una exhibición
circular alrededor de la pista de baile, me recordaban a un estadio griego. Las
jaulas estaban al lado de cada columna sobre pedestales y mi piel se calentó
pensando en bailar ahí dentro.
Oí voces y mi mirada se dirigió hacia las escaleras hasta la sección VIP.
Tres mujeres descendian mientras charlaban, y yo me detuve.
—Frankie, vamos.— Fue Bree. —Un sábado. Es importante.
—Todo es importante para ti—, contestó la mujer. Era la hermosa mujer
que había visto hablando con Killian, la que adiviné que era Frankie, la mujer
que contrataba a las bailarinas. —Tuviste el sábado pasado libre.
—Y otro en mayo—, canturreó la tercera chica mientras bajaba la
escalera.
Bree se mofó y agitó la cabeza, imitándola al pronunciar las palabras.
Sonreí al ver que Bree me gustaba de inmediato. Me recordó un poco a Mars.
No parecía que aceptara mucha mierda de nadie.
—Dios, le va a dar un ataque de mierda—, murmuró Bree.
Frankie tenía la mano en la barandilla cuando se giró para mirar a Bree.
—Tienes que dejar a ese imbécil. Es un pedazo de mierda inútil que no hace
nada más que alimentarse de ti.
Los hombros de Bree se desplomaron. —Lo sé. Lo sé. Pero es divertido.
—Es divertido porque no está estresado. Porque él no trabaja y vive de
su novia...tú. —Frankie puso su mano en el brazo de Bree, y su cara se
suavizó...—patealo a la acera, nena. Entonces podemos salir a celebrarlo. Yo
invito a los tragos.
Bree abrazó a Frankie. Cuando se alejó, se fijó en mí de pie en la entrada.
—Secuestro. Apareciste. Ven a conocer a Frankie—. Se detuvo y dijo sin
entusiasmo: —Y Tabitha.
—Tab—, corrigió la otra chica.
Caminé sobre la pista de baile, mis tacones que me obligaba a usar todos
los días, haciendo clic sobre los pisos de piedra pulida.
Todos los ojos estaban puestos en mí y mi pulso se aceleró mientras
sentía que mis mejillas se ruborizaban. Fue desconcertante ser escudriñada
porque Frankie me estaba mirando de arriba a abajo probablemente
decidiendo si me veía lo suficientemente bien para bailar, mientras que Tab
estaba escudriñando, sin duda evaluando la posible competencia.
—Hola.— Saludé cuando me acerqué. —Soy Savvy.
Bree saltó y me abrazó. —Frankie, esta es la chica del sábado por la
noche.
Frankie se acercó, y yo estaba un poco intimidada, vale, muy intimidada.
Cuando caminaba, era con presencia, los hombros hacia atrás, la barbilla
hacia arriba, no demasiado, sólo lo suficiente para que una persona supiera
que no debía joder con ella. Este era el tipo de mujer que Killian preferiría,
segura de sí misma, como él.
Ella extendió su mano. —No estoy segura si esto es un placer o no
considerando que bailaste en una de nuestras jaulas y luego te escapaste de
Greg.
Había debatido un millón de veces sobre si venir, pero no tenía nada que
perder. Al menos al aparecer, había una posibilidad de que tuviera el trabajo.
—Lo siento mucho—. No quería mentir y contarles lo de Killian, así que lo
evité. —Sé que rompí una regla del club, pero sólo quería una oportunidad.
Un pedazo de papel no muestra lo que puedo hacer.
—Las reglas del club no deben romperse nunca. ¿Lo tienes?— dijo
Frankie, frunciendo el ceño.
Tragué, asintiendo.
Bree se rió. —No te preocupes. No vas a ser arrestada o expulsada del
club ni nada. A Frankie le gusta ser un tipo duro. Además, Brett no lo
permitiría. Se las arregla con su propia mierda. La única vez que dejaría
entrar a la policía en el club es si hubiera un asesinato, y eso no pasaría
porque...— Se encogió de hombros. —Bueno, no harías esa mierda en
Compass. Por eso me gusta trabajar aquí. El club más seguro de la ciudad.
—¿El Sr. Westhill me vio bailar?— Pregunté tímidamente.
—Llámalo Brett, él lo prefiere—, dijo Frankie. —Y sí, brevemente. Eres
buena, pero demasiado técnica para este lugar.
Mi corazón palpitó cuando el pánico se apoderó de mí. Mierda, no podía
perder esta oportunidad. El casero llamó a mi puerta esta mañana mientras
me escondía bajo las sábanas fingiendo que no estaba allí. Fue Trevor quien
me salvó.
Lo oí en el pasillo diciéndole al casero que había salido de la ciudad por
unos días.
Invité a Trevor a desayunar después de que el casero se fue.
—Puedo hacerlo mejor. Era mi primera vez y estaba nerviosa.
Frankie caminó hacia el bar. —No hay espacio para los nervios en la
jaula. Y tengo miles de chicas que se han inscrito y pueden bailar como tú.
Corrí detrás de ella. —Sí, pero no una chica que quiera el trabajo tanto
como yo.— Me detuve a unos metros de ella mientras escribía algo en su
portátil que estaba abierto en la parte superior de la barra. —Realmente
quiero el trabajo. Necesito el trabajo. Por favor.
Frankie cerró la tapa de su portátil y se giró sobre el taburete. —¿Por
qué?
Fui con total honestidad; Frankie parecía que respetaba eso. —Mi ex me
engañó hace seis meses. Tuve que mudarme y dejar mi trabajo porque él era
mi jefe—. Oí a Tab resoplar detrás de mí. —Difundió rumores desagradables
sobre mí y ahora no puedo conseguir un trabajo enseñando danza. No he
trabajado en meses, y necesito bailar. Quiero bailar.
Me miró de arriba a abajo, con ojos curiosos. —¿Tienes un nuevo
novio?— No tenía ni idea de por qué lo preguntaba, pero rápidamente agité
la cabeza. —¿Un tipo como tu ex que no te querría en un club nocturno
bailando?
—No.— No había hablado con David en meses. Pero había un baterista
estrella de rock que era amigo de los dueños y que no quería que yo bailara
aquí.
Miró por encima de su hombro. —Bree, acabas de tener tu noche de
sábado libre. Savvy ocupará tu lugar por una noche—. Ella me miró. —Una
noche. Una prueba. Brett estará aquí. Puede tener la última palabra, pero por
nuestra discusión de la otra noche, le gustaste.
Quería saltar de arriba a abajo. En vez de eso, sonreí. —Gracias. No te
arrepentirás.
—Y lleva los tacones las 24 horas del día, los 7 días de la semana. En la
ducha si es necesario. Tienes que aprender a bailar con ellos. Era obvio que
no estás acostumbrada a ellos.
Mierda, la máscara. Quería poder usar la máscara en caso de que Killian
apareciera. —Entonces, ¿lo que llevaba puesto la otra noche con la máscara?
¿Estaría bien eso?
Se puso a mi lado. —Es bueno. Me gusta la máscara. Misterioso.
Quédatela, pero el azul se va. Todas las chicas visten de blanco o negro. Bree
te encontrará algo.— Ella aplaudió con las manos juntas. —Vamos a la jaula.
Suelta la bolsa, Savvy. Necesitas aprender algunas cosas antes del sábado
por la noche.
Estaba empapada mientras me sentaba en el suelo, con las rodillas
dobladas, los codos posados sobre ellas, la cabeza colgando hacia adelante y
la botella de agua entre las piernas.
Frankie era dura. Como más dura que la Sra. Perch, mi profesora de baile
cuando tenía diecisiete años y vivía en Waterloo con la Sra. Evert. A la Sra.
Perch la llamaban, a sus espaldas, por supuesto, ‘la capataz’. Siempre hubo
otra tarea que dominar antes de que se nos permitiera salir de clase.
Bree se sentó a mi lado, la chica Tammy, que descubrí que siempre
llegaba tarde y que compartía el coche con Shari, lo que significa que ambas
siempre llegaban tarde, se sentó a mi otro lado. Shari estaba a su lado,
acostada boca arriba con el brazo sobre los ojos. Eran agradables,
obviamente buenas amigas y eran bailarinas increíbles.
Frankie apagó la música. —Buen trabajo, señoritas. Bree, ¿repasas las
reglas de Compass con Savvy?
—Claro que sí—, cantó Bree.
—No salir con los clientes—, dijo Tammy. Tenía una voz aguda que
chillaba un poco, y grandes cantidades de cabello rubio rizado que estaba
encrespado y sobresalía en todas las direcciones. Pero tenía unos rasgos
suaves y bonitos, y por alguna razón, el pelo loco iba bien con su cara
redondeada y dulce.
—O con alguien del personal—, añadió Bree y se volvió hacia Tab, que
nos ignoraba a todos y ponía su agua y su chaqueta en su bolso.
Tab se enderezó y levantó sus delgadas cejas hacia Bree. —Puedo hacer
lo que quiera fuera de las instalaciones.
—Sí. Claro que puedes. Hasta que Frankie descubra que te estás tirando
a uno de los de seguridad—, murmuró Shari sin quitarse la mano de la cara.
Bree bajó la voz, apoyándose en mí. —Tab está viendo a Greg—. Oh.
Huh. No lo vi venir. Greg era tan directo y feroz, y me lo imaginaba con
una... bueno, una chica más suave que Tab.
Tammy escuchó por casualidad y resopló. —¿Ver? No, follan cuando no
tiene nada más que follar.
—Eres una perra, Tammy.— Tab cogió el bolso del suelo y se lo puso
sobre el hombro mientras salía.
Oí que la puerta se abrió y se cerró de golpe detrás de ella.
Todas se rieron. Sonreí, sintiéndome ya como parte del grupo.
—No salgas del club sin escolta—. Bree se puso de pie, extendió su
mano, que con gratitud tomé, y me arrastró a su lado. —Y si tienes algún
problema, ve con Greg. Lo arreglará.
Me mordí el labio. —Greg está enojado conmigo ahora mismo.
Bree se inclinó, cogió su bolsa y el agua. —No, no lo está. Está enojado
consigo mismo por dejarte escapar y tiene el ego herido. Pero el ego de Greg
necesita un pequeño moretón de vez en cuando. No te preocupes por eso.—
Señaló hacia las escaleras. —Vestuario para bailarines. Primera puerta
después del bar y luego segunda puerta a la izquierda. Hay un montón de
ropa, nada demasiado arriesgado. El lema de Brett, 'clase, no basura'. ¿Cuál
es tu número de móvil?— preguntó Bree.
—No tengo uno en este momento.— Si conseguía el trabajo, después de
pagar el agua y el alquiler, compraría tarjetas prepagadas para mi teléfono.
—¿Hablas en serio?— Sus ojos se abrieron de par en par. —Necesitas
un móvil. Si te contratan, lo que harán, Derek te conseguirá uno. Es el gerente
aquí.— Bree se dirigió a la puerta y yo la seguí. —Hasta luego, chicas—.
Saludó por encima de su hombro.
—Adiós—, le dije a Tammy y Shari.
Ella abrió la puerta y el aire cálido del verano se abalanzó sobre mí
mientras caminábamos afuera. —No necesito un móvil.
—Lo harás si te contratan. Regla de Compass. Las chicas mandan
mensajes a Greg cuando están listas para dejar el club. Sin excepciones.
Todas las chicas. Camareras, camareros, bailarines. No está disponible,
entonces envía a uno de los otros para que te acompañe a un taxi, coche, lo
que sea.
—Un poco exagerado, ¿no?
—Te lo dije. El club más seguro de la ciudad. Por eso no tenemos
problemas. Compass está bien, y si Greg descubre que te fuiste sin escolta,
hará que te despidan. Y no importará lo buena bailarina que seas.
Me hizo sentir mejor, salir a las dos de la madrugada en el distrito de los
clubes, especialmente los viernes y sábados por la noche podría traer
problemas. Era una parte de la ciudad que la policía montada patrullaba a
menudo.
Jacob, que me había dejado entrar en el club, estaba apoyado contra la
pared fumando un cigarrillo cuando Bree y yo salimos. —¿Te contrataron,
Secuestro?
Puse los ojos en blanco ante el apodo. Parece que me quedaría con él si
me contrataran. —Tengo una prueba el sábado por la noche.
Tiró su cigarrillo en el callejón. —Bien. Nos vemos entonces.
Bree metió la mano en su bolso mientras se detenía en un coche deportivo
plateado. Con vidrios polarizados y líneas elegantes, parecía que costaba una
fortuna. La bocina sonó mientras ella pulsaba el mando a distancia. —
¿Necesitas que te lleve?
Todavía estaba mirando el coche, intentando averiguar cómo podía
permitírselo. Ella se rió.
—Mis padres me lo compraron. Por mis veintiún años. No podía
negarme porque...—pasó su mano por el borde del tejado...—Bueno, es
dulce como el infierno.— Se deslizó en el asiento de cuero y lo puso en
marcha. —¿Necesitas que te lleve?
Agité la cabeza. —Tengo mi coche.— Aunque siempre corría el riesgo
de que no llegara a su destino. —Gracias por tu ayuda. Diviértete el sábado
por la noche.
—Gracias —dijo Bree, cerró la puerta y se marchó.
Me puse mis gafas de sol, caminé hasta mi auto y me subí cuando un
auto deportivo negro se estacionó en el callejón. Eché un breve vistazo y...
Mierda. Era Killian en el asiento del conductor.
¿Qué demonios...?
Cerré la puerta de golpe y me agaché tan rápido que me golpeé la cabeza
con la palanca de cambios. Froté el lugar mientras me quedaba escondida
junto al volante. ¿Por qué estaría aquí un miércoles por la tarde? El club ni
siquiera estaba abierto. Pero había alguien en el coche con él, aunque no tuve
oportunidad de ver quién era.
La pierna me dio un calambre y el coche era sofocante con las ventanillas
cerradas por haber estado al sol durante dos horas. Pero no me atreví a
levantar la cabeza. ¿Cuánto tiempo había pasado? ¿Fue lo suficientemente
largo para aparcar y entrar en el club?
Miré por encima del salpicadero.
Mierda. Estaba parado al lado de su coche hablando por teléfono, su largo
y alto cuerpo, apoyado en el costado del mismo. Y Cristo, llevaba un par de
vaqueros gastados, cinturón negro y una camisa de vestir blanca con las
mangas parcialmente arremangadas, revelando sus brazos tatuados.
Sus ropas colgaban en líneas limpias y nítidas, definiendo su físico
delgado. Pura clase.
Tenía problemas para respirar mientras el sol ardía a través de las
ventanas, el vinilo también me quemaba el trasero. Mierda, me iba a
desmayar si no hacía algo.
Mantuve la cabeza agachada y moví la llave de mi bolsillo, luego la
inserté en la ignición y la giré una vez para que el auto no arrancara, pero el
aire se encendió. No tenía aire acondicionado, no tenía eso, pero sí
ventilador.
Desafortunadamente, la música también explotó.
Mierda.
Busqué la perilla del volumen y la apagué y luego miré por encima del
borde de la puerta.
Todavía estaba al teléfono, pero ya no se apoyaba en su coche. Me
miraba a mí y también Crisis, el guitarrista de la banda que estaba en la puerta
del club hablando con Jacob.
No podía arriesgarme a quedarme aquí.
Tenía que irme antes de que me reconociera, y el único camino era dar
marcha atrás hasta salir del callejón porque no podía pasar por delante de él.
Volví a levantar la vista justo cuando colgaba y ponía su celular en su
bolsillo trasero.
Luego se dirigió a mi auto.
Mierda.
Pulsando el embrague, giré la llave y puse el cambio de marchas en
marcha atrás. Miré hacia atrás a través de los asientos y salí del callejón.
Cuando salí a la calle, miré por la ventana lateral y lo vi parado en medio
del callejón, mirando mi auto.
CAPÍTULO 6
Pasado, Irlanda
Killian
Savvy
Savvy
Killian
—Míralo.
Cerré los ojos y giré la cabeza. Yo no quería hacerlo. Odiaba mirar las
fotos.
Papá retorció mi brazo detrás de mi espalda, sus dedos clavados en mi
piel. Aspiré aire al sentir el dolor y luego caí de rodillas.
—Mira, maldita sea.
Lo hice. Miré la foto que estaba en el suelo del dormitorio. El dormitorio
de mi hermano.
Vacío. No se escuchaba el sonido de su risa. No había ningún tren
circulando por las vías de juguete. Ningún superhéroe volaba por el aire
mientras corría por la habitación haciendo un sonido de zoom.
Dios, el quería ser un superhéroe. Para volar lejos cuando quisiera. Para
perforar acero. Ser invisible.
Y ahora sabía por qué. Para que la gente no lo mirara con compasión y
los niños no se burlaran de él.
—Esto es culpa tuya. Lo mataron, ¿y dónde estabas tú? ¿Dónde diablos
estabas? Besando a una maldita chica—. Mi papá soltó mi brazo y me dio
una patada en la espalda, así que aterricé boca abajo, a unos centímetros de
la foto de la cara sonriente de mi hermano mientras se sentaba en su nueva
bicicleta roja.
—Rómpela.
Era estúpido luchar contra lo inevitable. Me obligaba, y si luchaba, me
lo ponía más difícil.
—Recógela, Kill—, ordenó. Le encantaba llamarme así. Irónico, dijo.
Miré fijamente la cara sonriente de Emmitt, y una lágrima se me escapó
del ojo y aterrizó en la foto. Sólo tenía once años.
No lo protegí. Estaba muy ocupado hablando con Keeva Campbell en la
sala de ciencias.
Emmitt. Lo siento mucho.
—Si no haces lo que te digo, esta vez será más largo. ¿Quieres eso?
¿Quieres lastimar a tu mamá de esa manera?
No. No lo hacía. Odiaba ver a mi madre llorando todo el tiempo.
Rogándole a mi padre que me dejara salir de mi habitación. Nunca lo hizo.
No soportaba mirarme. Pero siempre había sido así. Me odió desde el día en
que nací. Emmitt era su único hijo, según él. Y ahora se había ido.
El odio le ardía en los ojos mientras escupía: —Debiste haber sido tú.
Tuvo la oportunidad de triunfar en el fútbol. Le quitaste eso.
Ya no me importaba lo que me dijera. Pero lo que más odiaba era la
puerta cerrada. Encerrado. El enojo que se acumulaba cada día.
—Rómpela—, ladró.
Estiré la mano y tomé la foto, sosteniéndola entre mis manos
temblorosas.
Cerré los ojos y rompí la foto por la mitad. Pero sabía que eso no sería
suficiente para él. La quería en pedazos.
La rompí una y otra vez hasta que los pequeños trozos se quedaron en la
palma de mi mano. Entonces cerré mi puño alrededor de ellos.
Los pasos de mi madre subieron apresuradamente por las escaleras y
luego apareció en la puerta, un sollozo ahogado surgiendo cuando me vio de
rodillas.
Pero no era nada nuevo. Este era su mantra.
Habían pasado ocho semanas desde que Emmitt murió y su habitación
permaneció intacta. La mía, sin embargo, estaba vacía.
Mi padre se lo había llevado todo después del funeral. Era como si
quisiera borrar todo lo que tenía que ver conmigo.
Habíamos entrado en mi habitación, y él me obligó a romper, arruinar,
destruir todo lo que podía, y lo que no podía, él lo hizo. Dijo que si Emmitt
no estaba aquí para disfrutar de sus cosas, yo tampoco lo haría.
Luego se llevó todo lo que había en mi habitación, excepto mi cama, y
eso fue sólo por culpa de mi madre. Hubiera preferido que durmiera en el
suelo sin nada.
—Ve a tu habitación—, dijo mi padre cuando mi madre se acercó.
Me estaba saliendo fácil esta noche.
Me puse en pie y pasé junto a él. Mi madre tenía la mano en el brazo de
mi padre, y las lágrimas manchaban sus mejillas. Pero era raro que no lo
hicieran. Siempre estaba llorando.
Y ya no comía.
—Sólo tiene doce años—. La oí decir mientras caminaba por el pasillo.
Ya no dijo que no era mi culpa.
—No empieces, Cora. No se merece estar aquí. Debería ser Emmitt. Era
mi maldito hijo e iba a ser algo.
No oí su respuesta, si la había, cuando entré en mi habitación y cerré la
puerta. Un minuto después oí el clic de la cerradura, abrí la palma de la mano
y dejé que las piezas de la foto revolotearan hacia el suelo con el resto de
ellas. Cientos de fotos destrozadas por todo el suelo como una alfombra de
recuerdos. Una alfombra de Emmitt.
Odiaba a mi padre más que a nada por lo que me hizo hacer, pero tenía
razón.
Debería haber salvado a Emmitt. Debí haber caminado a casa con él
después de la escuela.
Sentado en el suelo, me apoyé contra la pared y miré por la ventana y vi
cómo el sol se hundía lentamente, dejándome en la oscuridad total.
Sólo entonces me levanté y empecé a entrenar como todas las noches.
Cuando mi padre me dejara volver a la escuela, encontraría a los
torturadores de mi hermano.
Y les haría pagar por lo que hicieron.
CAPÍTULO 10
Savvy
Killian
Savvy
No estaba lista para hablar con él. Mi mente no había dejado de girar con
pensamientos de Killian, y aún no estaba segura de qué hacer al respecto.
Por eso Mars y yo salimos a cenar y a tomar algo. Ella insistió en que
fuera su regalo de cumpleaños anticipado, diciendo que necesitaba esto
ahora, no en dos meses cuando era mi cumpleaños real.
—¿Es él otra vez?— preguntó Mars.
—Sí.— Apagué mi teléfono y lo puse en mi bolso. Hablaría con él
mañana cuando estuviera sobria. Los mensajes de texto borrachos eran una
mala idea. Probablemente terminaría invitándolo y acostándome con él.
Estábamos en el patio de un restaurante italiano en King Street donde
habíamos cenado y compartido un par de botellas de vino mientras yo le
contaba a Mars todo sobre el acuerdo con Killian. Por supuesto, tuvo que
jurar por su vida que no le diría a nadie sobre las citas falsas.
Y al principio pensé que era una gran idea salir a tomar unas copas.
Ahora que estaba borracha, no estaba tan segura. No tenía fuerza de voluntad
para bloquearlo.
Estaba pensando en cuando me cogió de la mano mientras volvíamos a
su coche después de despedirnos de Emily y Logan. Y aunque sabía que era
para el espectáculo, se sentía bien.
Cómo estaba tan relajado con ellos y cómo él y Logan estaban
entusiasmados con el nuevo álbum en el que estaban trabajando. Su lado
intenso siempre me había atraído hacia él, pero el verlo tan despreocupado,
estaba en otro nivel y no sabía si podía resistirme a él.
—Oh, sólo fóllatelo y sácalo de tu sistema ya—, dijo Mars.
Mi sexo se alteró con el pensamiento. Dios, quería hacerlo. Nunca hubo
ninguna duda. Quería sentir sus manos sobre mí, saborear cada centímetro
de su cuerpo, que se hundiera dentro de mí.
Bebí mi vino sacudiendo la cabeza. —No. No puedo.
—¿Por qué no?— Mars llevaba esa pequeña sonrisa traviesa donde el
lado derecho de su boca temblaba.
—Me paga para que salga con él, por eso—. Aunque todavía no había
cobrado el cheque. No sabía por qué, pero aún así estaba en el fondo de mi
bolso.
—¿Alguna vez pensaste por qué te paga para que salgas con él? Quiero
decir que no necesita pagarle a una chica. Le pagarían para que saliera con
ellas.
Cierto, pero Killian no salía con nadie. —No quiere las molestias de las
citas.
—Pero nunca ha salido con nadie. ¿Por qué ahora?
Me encogí de hombros. —Dijo que es bueno para su reputación.
Mars se rió. —Savvy, a ese hombre no le importa una mierda lo que los
demás digan de él. No, creo que sólo quiere salir contigo, y así no puedes
decir que no. Al tipo le gustabas en el instituto, y le gustas ahora.
—Eso es ridículo—, murmuré.
—Te quiere a ti, así que fóllatelo y diviértete durante todo el mes. Y,
nena, si alguna vez sales con él de verdad, no se parece en nada al imbécil
de David.
No, no se parecía en nada a David. Killian convirtió mi cuerpo en un
charco de mantequilla derretida. David nunca hizo eso. —Nunca haría lo que
David hizo. Eso es indigno de él.
—Así que llámalo. Dile que venga y te folle y luego dime si tiene un
piercing en la polla.
—Oh, Dios mío. No te voy a decir eso.
—Pero estás pensando en ello.
—No.— Cambié de tema porque su idea sonaba cada vez mejor. Al
menos mi cuerpo estaba segura como el infierno lo creía. —¿Qué hay del
tipo que conociste en el gimnasio?
—¿Matt?
—Sí.
Se encogió de hombros. —No. ¿Sabes que me dijo que mi ropa era
demasiado reveladora y les daba a los chicos una impresión equivocada?—
Ella agitó la cabeza. —Estoy haciendo ejercicio. ¿Qué espera que me ponga?
¿Un traje de nieve?
Las dos nos reímos, y ella le hizo señas al camarero y ordenó otra botella
de vino, que consumimos mientras nos reíamos de las cosas más tontas como
de cómo su jefe Dwight caminaba como si hubiera sido azotado la noche
anterior.
Era casi medianoche para cuando salimos tropezando, aún riendo, y por
suerte había borrado a Killian de mi mente con el dichoso adormecimiento
del alcohol.
El taxi me dejó primero, y me tropecé, casi me caigo cuando mi pie no
se levantó lo suficientemente alto como para subir a la acera. Mars se rió a
carcajadas, y yo le di el dedo. El taxista esperó hasta que yo estaba en la
puerta principal de mi edificio y luego se fue.
Miré los tres tramos de escaleras que tenía que subir. Mierda.
Agarré la barandilla con ambas manos. —Maldita sea, esto apesta—,
murmuré mientras empezaba, lentamente, subía cada escalón que aparecía
como si se estuviera balanceando o era yo quien se balanceaba?
—¿Qué mierda?
Eso sonó como la voz áspera de Killian. ¿Estaba tan arraigado en mí que
lo escuchaba en todas partes?
Me concentré en el siguiente escalón y no en los pasos que bajaban por
las escaleras hacia mí o en las maldiciones que acompañaban a los pasos.
—Jesús—. Entonces él le dijo: —Ella está aquí. Y por lo que parece, se
rompió.
—Maldita sea. Nunca la he visto borracha.
¿Era Trevor?
Levanté la vista y una visión borrosa de Killian estaba en el escalón que
estaba sobre mí. Me balanceé hacia atrás porque era muy alto y tuve que
estirar mucho el cuello para verle la cara.
Su brazo se disparó para engancharme en la cintura e impidió que cayera
por las escaleras.
—¿Estás... aquí?
Killian estaba aquí. En mi edificio. ¿Cómo estaba en mi edificio? ¿Por
qué estaba en mi edificio en medio de la noche?
—Mmm—, murmuró.
Se inclinó y me tomó en sus brazos. Mis brazos engancharon su cuello,
y mi cabeza se inclinó hacia un lado para descansar contra su pecho.
Cerré los ojos y suspiré. Se sentía bien estar en sus brazos. A salvo.
Caliente. Protegida.
Nunca me había sentido protegida. Siempre había tenido que confiar en
mí misma, pero con Killian... me sentía como si no estuviera sola. Pero lo
que más me asustaba era que sentía que había vuelto a casa.
Un hogar que nunca antes había tenido. Al menos, ninguno que pudiera
recordar antes de que mi padre muriera.
—Estoy en casa—, susurré.
—Sí.
Pero no me refería a eso.
Killian me llevó a mi habitación y luego me bajó a la cama. —Suéltame,
bebé.
¿Bebé? ¿Acaba de llamarme bebé? Dios, no podía decir esas cosas.
Desenrollé mis brazos de su cuello y me apoyé en la almohada, cerrando
los ojos. —Gracias.
—No me lo agradecerás por la mañana—, dijo.
—¿Por qué no?
Sus manos estaban en mi pie derecho, y mi zapato se resbaló y chocó
contra el suelo. —No vamos a hablar de ello mientras estás borracha como
una cuba.
—No estoy... borracha.
—Lo estás.— Sus dedos rodearon mi tobillo mientras levantaba mi pie
izquierdo y tiraba del otro zapato.
—Mmm, tal vez. Un poco—, murmuré, cerrando los ojos y acurrucando
mi mejilla en la almohada.
—Levanta tu trasero.
Sus manos estaban a cada lado de mi cintura, y suspiré cuando la punta
de su dedo rozó mi piel desnuda.
Gruñó.
Mantuve los ojos cerrados, imaginándolo trepando a la cama y a
horcajadas sobre mí. Luego la sensación de su cuerpo duro sobre el mío, sus
caderas chocando contra mí.
—Jesucristo. Detente—, ladró.
Mis ojos se abrieron, y gemí mientras la habitación giraba. —¿Detener
qué?
—Los suspiros y los gemidos.— Me levanté y me arrancó la falda. —
¿Dónde está tu pijama?
Observé cómo doblaba mi falda y la colocaba en el banco de la parte
inferior de mi cama. Dios, se veía increíble de pie en mi habitación. Bíceps
abultados, tatuajes vibrantes y su imponente estructura de pie junto a mi
cama.
—¿Tienes un piercing en la polla?
Su cabeza se sacudió y sus ojos se dirigieron a los míos. Esperaba que
no respondiera o cambiara de tema porque me estaba frunciendo el ceño y
no parecía contento con la pregunta.
—Sí—, contestó. Mis ojos se abrieron de par en par y mi sexo se retorció,
a pesar de la cantidad de alcohol que había bebido. Caminó de regreso a la
cabecera de la cama donde sus dedos desabrocharon los pequeños botones
de mi blusa.
Mi aliento se enganchó cuando sus nudillos rozaron mi pecho. —
Killian—. Era el alcohol hablando, las inhibiciones desaparecidas por el vino
tinto. —No me gustan las mariposas borrachas. Me haces eso a mí.
Fue como si no hubiera dicho nada mientras él desabrochaba el último
botón. Luego puso su mano sobre mi hombro y me alzó mientras me pasaba
la blusa sobre la cabeza.
—Bajo las sábanas—. Las arrancó de debajo de mí y me tapó hasta la
barbilla.
—¿Está bien?
—¿Trevor?— Murmuré.
—Sí. Vine a ver cómo estabas —respondió.
Traté de sentarme, pero Killian puso su mano en mi hombro. —
Acuéstate.
—De acuerdo—. Cerré los ojos y mi cabeza dejó de girar. Oí hablar bajo,
pero no pude descifrar lo que Trevor y Killian decían. —Tienes partes
buenas, Killian Kane. Muchas de ellas.
Oí un gruñido seguido de pasos antes de que la luz se apagara.
Entonces me desmayé.
Killian
Odiaba el club.
Quería golpear mi bolsa en mi almacén en lugar de sentarme aquí con un
trago mientras Savvy bailaba en una jaula con tipos mirándola.
Observarla duró un total de cinco segundos antes de que tuviera que
marcharme; de lo contrario, la habría sacado de la jaula y del club.
¿Cómo diablos pasó esto?
Mierda. El instinto para protegerla era tan fuerte que se comía mi control.
Un control que había acumulado desde que dejé de luchar.
La necesidad de proteger a los que me importaban estaba incrustada en
mí. Viví con perder a Emmitt todos los malditos días. Reviví la imagen de él
frío y sin vida en el arroyo. Acunándolo en mi pecho mientras la lluvia nos
golpeaba y el río me empapaba mientras me sentaba en el agua con él en mi
regazo. Pasaron horas antes de que alguien nos encontrara. Ni siquiera sabía
quién fue. Recuerdo que luché contra ellos cuando trataron de quitarme a
Emmitt.
Emmitt yacía muerto en un arroyo frío, y yo había estado besando a
Keeva Campbell.
Hice todo lo que pude para cambiar en lo que me había convertido
después de su muerte. La lucha. La ira. Las emociones volátiles que como
los rayos estallaban en cualquier momento.
Pero Savvy... Savvy siempre ha tenido algo en ella que domesticó el rayo
desde la primera vez que la vi. Ella creía en la gente. Era testaruda y decidida
a conseguir lo que quería, pero al mismo tiempo daba y aceptaba a los demás.
Mierda, todavía es voluntaria en el hospital. Pero eso no debería
sorprenderme. Eso era lo que era. Obviamente no tenía dinero visto el estado
de su coche y su apartamento. Ese maldito ex-novio la jodió y en vez de estar
amargada, enojada y quejándose de ello, ella estaba tratando de recuperar su
vida mientras se tomaba el tiempo para ayudar a los demás.
Emmitt se habría llevado bien con ella. Eran similares en que ambos
tenían bondad corriendo por sus venas. El perdón.
Yo no perdonaba tan fácilmente.
Sabía que la atracción de Savvy hacia mí era tan fuerte como la mía. Ella
trató de ocultarlo. Luchaba contra ello. Pero no podía esconder la piel de
gallina. Los escalofríos. La forma en que su aliento se detenía y su corazón
latía.
Un mes. Tenía un mes para convencerla de que estuviera conmigo de
verdad.
Una sombra se cernía sobre mí, y yo levanté la vista para ver a Luke. Su
mirada se dirigió a mi whisky intacto.
No podía beber. No esta noche. No cuando me sentía volátil. —¿Lo
encontraste?
—Sí.— Se detuvo y dijo: —Es un cabrón.
Resoplé. —Sí.— Le pedí a Luke que localizara a David para poder tener
una charla con él. Ya sabía que era escoria desde que engañó a Savvy. No
sólo eso, sino que engañó a alguien tan raro como Savvy, lo que lo convertía
en una escoria y un bastardo.
Luke frunció el ceño. —A Jolie no le gustará que te enfrentes a este tipo.
Jolie era la publicista de la banda y definitivamente no le gustaría que
fuera a la casa del ex-novio de Savvy para darle una paliza. Pero ya no lo
hacía más. Iba a tener una conversación.
—Cuanto antes me ocupe de esto, antes podré sacarla de aquí—, le dije.
Porque no estaba seguro de cuánto tiempo podría soportar que bailara en el
club.
—No te dejaré ir sin mí—, dijo Luke.
Sonreí. —Lo sé.
Luke asintió a la pista de baile. —Está en su descanso.— Luego se alejó.
Savvy. Yo quería verla. Siempre quería verla. Estar cerca de ella. Joder,
¿qué demonios iba a hacer si al final del mes no se quedaba conmigo?
Eso no podría pasar. Mantenerme alejado de ella era imposible ahora.
Saqué mi teléfono y envié un mensaje. Ella tendría su teléfono como
todas las chicas cuando estaban en el piso en caso de que necesitaran
seguridad. Ninguna droga y todas las precauciones para la seguridad no eran
negociables cuando Brett y yo discutimos la apertura de Compass.
Quiero verte.
Con Savvy, era mejor ser directo. Tan directo como puedo ser sin
asustarla.
Savvy
Killian
Savvy
La única forma en que podía describir salir con Killian Kane era...
frustrante. Nunca había querido a un hombre tanto como a él, y él no me lo
puso fácil. En la última semana, aparecimos en lugares públicos,
restaurantes, el club, el paseo marítimo y el Centro de Ciencias porque había
una exposición sobre el clima salvaje que él quería ver.
Pero lo que realmente me molestaba era que apareciera en mi puerta con
café y croissants durante las últimas cinco mañanas. A veces no se quedaba
porque tenía que ir a casa de Logan para trabajar en el álbum, pero otras
veces sí, y nos sentamos en la mesa de mi cocina y hablamos mientras
comíamos los deliciosos pasteles y el mejor café que había tomado.
Una mañana, Trevor se nos unió. Decía mucho de Killian, ya que, a pesar
de su sobreprotección y de cómo reaccionó cuando yo bailaba en el club,
estaba de acuerdo con que Trevor estuviera cerca.
También fuimos y visitamos a Lucifer de nuevo donde abordé el tema de
su padre. Todo lo que me dijo es que él y Emily estaban intentando alejar a
los caballos de él, pero la ley no estaba de su lado. Killian también estaba
enojado por eso. Tenía la sensación de que iría hasta allí y robaría los
caballos si pudiera.
Me gustaba. Quiero decir, antes también, pero ahora más.
Sabía que quería más, pero había tanto de Killian que tenía escondido, y
eso me asustaba. Confié en David y tal vez eso fue en parte culpa mía, pero
no estaba cometiendo el mismo error. Ni siquiera sabía dónde vivía Killian.
Eran las nueve de la mañana del domingo y me estaba vistiendo cuando
llamaron a la puerta. Me sorprendí a mí misma sonriendo porque sabía que
era Killian con café. Anoche me dijo que me recogería a las diez para ir a
almorzar. Era temprano, pero descubrí que Killian solía llegar temprano,
nunca tarde.
Pero cuando abrí la puerta, no era él.
Era David.
Creía en el bien de la gente. Les di el beneficio de la duda. Los perdoné.
Pero David me lastimó. No, fue más que eso. Destruyó mi voluntad de
confiar.
Metió el pie cuando traté de cerrar la puerta. —Savannah, cariño, por
favor. Dame cinco minutos.— Odiaba mi apodo, Savvy, decía que sonaba
infantil, así que siempre me llamaba Savannah. Nunca me había importado
hasta ahora. Me encantaba cómo Killian pronunciaba Savvy con la ‘a’
alargada a ‘ah’.
—No—, le respondí y traté de cerrar la puerta de nuevo, pero él empujó
hacia adentro, y me vi obligada a retroceder.
Hizo clic para cerrarla detrás de él.
—Vete, David.
David no era voluminoso, pero era alto, ágil y fuerte. Después de todo,
levantaba bailarinas por encima de su cabeza. Era guapo, una especie de
chico guapo con pelo rubio oscuro corto, mandíbula cuadrada y ojos azul
claro. También tenía una sonrisa que derretía las bragas y estaba armado con
un hoyuelo que hacía que todas las chicas de la clase de baile se desmayaran.
Y probablemente por eso más de una terminó en su cama.
—Quiero que vuelvas—, dijo mientras caminaba hacia mí. Retrocedí
hasta que mis pantorrillas golpearon la mesa de café. —Cometí un gran error.
Fue una estupidez. Eres lo mejor que me ha pasado en la vida.
—Deberías haber pensado en eso antes de meter tu polla en el coño de
otra chica.— Rara vez usaba un lenguaje como ese, pero me enojaba que
estuviera aquí, trayendo consigo todo el dolor y las emociones que lo
acompañaban. Dios, no puedo creer que me enamoré de él. —Arruinaste mi
reputación a propósito, David. Enviaste un e-mail!
Inclinó la cabeza y pasó sus manos de un lado a otro por encima. —Lo
sé. Lo sé. Estaba desesperado y enojado y quería que volvieras.
—Así que, esparciste rumores de que era difícil trabajar conmigo y de
que me acosté con uno de mis estudiantes cuando eras tú quien lo había
hecho, ¿porque querías que volviera?. No pude conseguir un trabajo. Nadie
me contrataba. Me has hecho daño, David. ¿Qué te hace pensar que volvería
contigo?
Estaba a centímetros de mí ahora, y mi estómago se coaguló. Fangoso.
Eso era lo que era. Había estado cegada por él y sabía que era porque
encajaba en mi sueño. Para el que he estado trabajando desde que era una
niña. Me encantaba trabajar en el estudio de danza. Me dijo que quería una
familia. Una familia, maldita sea. Nunca había tenido una familia. Dios, dijo
que quería tener hijos.
—La cagué—. Tomó mi mano y unió nuestros dedos. Me giré y traté de
pasar por encima de él, pero me enganchó la cintura por detrás y me empujó
hacia él. —Te amo, Savannah. Por favor, dame una segunda oportunidad.
Crees que todos se merecen una, así que ¿por qué no yo?
Le empujé al brazo. —Porque no te lo mereces. Un hombre de verdad es
aquel que protege a los que le importan, no los destruye—. Me di cuenta
después de decirlo que me refería a Killian.
Se puso rígido. —Nos vas a tirar por una estrella de rock de mierda.
Me quedé helada, luego empujé violentamente su brazo fuera de mí y
retrocedí balanceándome. —¿Es por eso que estás aquí? ¿Viste que estaba
saliendo con él y decidiste que era mejor que me trajeras de vuelta?— Señalé
a la puerta. —No te lo pediré de nuevo. Vete. Fuera.
Dudó un segundo y luego se dirigió a la puerta. —Si quieres volver a
trabajar en la industria, piensa en lo que estás haciendo, Savannah. Ya no soy
yo quien arruina tu reputación. Ser bailarina de un club de putas para una
estrella de rock lo es.
Me quedé sin aliento. Dios, ¿qué le ha pasado? David no era así cuando
lo conocí. O tal vez lo era, pero no había razón para que este lado de él saliera.
Abrió la puerta de golpe, y un tipo voluminoso que no reconocí estaba
allí parado con una camiseta negra y pantalones cargo, y tenía su teléfono en
la oreja.
—Ella está aquí... No. Se ve bien. Lo tengo.— Me asintió con la cabeza.
—Soy Roman, trabajo para Luke. Kite te está llamando—. Sus ojos se
dirigieron a David. —Te escoltaré fuera de aquí.
—No necesito una maldita escolta, imbécil—. David lo pasó a
empujones, pero yo no vi lo que pasó porque mi celular sonó en el mostrador
de la cocina y fui a responder.
Miré a la pantalla. Killian. —Hola.
—Savvy. ¿Estás bien?— La preocupación superó sus palabras.
No me había dado cuenta de que estaba temblando hasta que oí su voz y
de repente todo me golpeó. No había visto a David en seis meses, y la
confrontación me estaba golpeando ahora, pero sus palabras me habían
sacudido. Sabía que lo había dicho para hacerme daño, y funcionó. Lo habían
hecho.
—Sí.
—¿Se ha ido?
—Sí.— Me senté en la mesa de la cocina, con la cabeza descansando en
mis manos.
—Respira hondo, orquídea.
Las lágrimas brotaron. Le importaba. Killian puede ser cerrado,
sobreprotector y tener problemas subyacentes con la ira, pero le importaba.
Le importaba yo.
—No fue una coincidencia que Roman estuviera aquí, ¿verdad?
—No.
Al menos fue honesto sobre tener a Roman aquí. Pero había más que eso.
Más bien por qué Killian era tan protector conmigo. —Quiero ver dónde
vives.
—De acuerdo.
—¿De acuerdo?
—No me molesta que veas dónde vivo, Savvy. Podemos ir cuando
quieras.
Inhalé un aliento tembloroso. —Las citas falsas... No quiero seguir
haciéndolo—. Encontraría otra manera. Todavía tenía el cheque en mi bolso,
y no podía cobrarlo porque la verdad era que nada de esto era falso. Quería
salir con Killian.
Había ganado un par de miles de dólares en el club y pagado dos meses
de alquiler y mi cuenta de agua, así que puede que me lleve más tiempo
conseguir mi estudio de baile, pero lo conseguiría.
—Estaré allí en cinco minutos.
—Killian...— El teléfono se cortó y yo suspiré, tirándolo sobre la mesa.
Pasaron menos de cinco minutos antes de que llamaran a mi puerta
cuando estaba abriendo el refrigerador para el jugo de naranja.
La puerta se abrió, ya que no la había cerrado con llave después de que
David y Roman se fueron, y Killian entró, viniendo directamente hacia mí.
En sus cautivadores ojos verdes se leía posesión total.
Me quedé congelada con la puerta abierta de la nevera.
Me alcanzó y sin dudarlo, su mano me ahuecó la nuca, y la otra agarró
mi cadera y luego se deslizó hacia arriba hasta mi cintura bajo mi camisa.
Me inclinó la cabeza hacia atrás. —Estás saliendo conmigo. De verdad.
Entonces su boca se estrelló contra la mía.
No había nada suave en ello.
Nada. Ni una sola cosa.
Nos golpeamos contra la nevera y algo se estrelló contra el suelo.
Me sorprendió tanto que me tomó un segundo antes de que mi boca se
relajara bajo la suya. Y entonces mis manos estaban en su pelo, y yo lo estaba
arrastrando más cerca. Pero ya estaba lo más cerca que podía estar.
Sus dedos se apretaron dolorosamente en mi pelo, y su pulgar me acarició
de un lado a otro bajo el tirante de mi sostén.
—Savvy—, murmuró contra mi boca, y la vibración hizo que todo se
encendiera dentro de mí. —Cristo, nena.
Su lengua se metió en mi boca, y sentí su tentador piercing. Si se sentía
increíble en mi boca, sólo podía imaginar como se sentiría entre mis piernas.
Su beso fue devorador. Exigente. Y todo en mí se convirtió en suyo.
Estaba cansada de luchar contra ello. Quería a Killian. Quería sentirlo dentro
de mí.
Se separó y mi cara ardía del roce de su barba. Pero yo quería más.
Necesitaba más.
—No más citas de mierda, Savvy—, reiteró.
—El cheque... No puedo aceptar el dinero.
—Tú hiciste el trabajo.
Sonreí. —Nunca ha sido trabajo salir contigo, Killian.— Pero de alguna
manera lo fue. —Era trabajo resistirse a ti.
Gruñó, sus ojos mirándome a los labios y luego lentamente retrocedió
para mirarme a los ojos. —Te quiero a ti. Todo de ti.
Me quedé sin aliento. No estaba segura de lo que quería decir
exactamente, pero no importaba. Quería a Killian dentro de mí, e iba a
conseguirlo. —Sí.
Sus manos estaban en mis caderas mientras me levantaba y yo envolvía
mis piernas alrededor de su cintura. Me llevó a mi habitación y me tiró en la
cama.
El colchón se hundió bajo su peso mientras él se arrodillaba sobre él y
luego se sentaba a horcajadas sobre mí.
Sobrevolaba la cima, las largas hebras de su cabello colgando sobre su
ojo derecho. Sus brazos se abultaron con la tinta negra, y mis ojos se
movieron hacia las escamas de un dragón que soplaba fuego en un río con
guijarros saltando sobre la superficie.
Le subí las manos por los brazos y luego las bajé de nuevo.
Nuestros ojos permanecían trabados, y era intemporal. No había nada
más que nosotros. Sin pasado. Sin mañana. Sin daño ni dolor. Sin definir lo
que estábamos haciendo.
Sólo esto.
Se inclinó y mordisqueó mi labio inferior mientras su mano se deslizaba
por mi muslo interno y luego se detuvo, su dedo meñique descansando en la
curva de mi muslo y pelvis.
Me dolía mucho por que me tocara. Quería deshacernos del material
entre nosotros. Pero él mantuvo su mano allí mientras su boca vagaba
perezosamente sobre la mía.
Su beso se deslizó hacia mi cuello, debajo de mi oreja, me mordisqueó
el lóbulo y luego siguió por la clavícula. Y ni una sola vez se movió su mano,
volviéndome loca mientras arqueaba mi espalda para sentir su toque más
fuerte.
Dejó de besarme y se sentó. Entonces sus manos se pusieron en su
cinturón y lo desabrochó. Tirando de él a través de las presillas antes de que
lo arrojara a mi lado. Luego tomó mi camisa y me la sacó por encima de la
cabeza.
En segundos me quitó el sostén y luego su camisa antes de desabrocharse
los botones de los vaqueros. Me costaba respirar mientras lo observaba.
Cada movimiento poético: músculos que se flexionan, valles y colinas
que me moría por tocar y descubrir con las yemas de mis dedos.
Mis ojos golpearon el piercing del pezón, y me acerqué para tocar el
bucle de plata. Él contuvo su aliento, y yo sonreí, amando que yo pudiera
hacerle eso.
Fui más lejos, acariciando su pecho, la tinta que cubría casi cada
centímetro de él, todo de negro. Mi mente fue incapaz de captar todas las
imágenes mientras se fusionaban sobre su piel.
No se movió mientras yo seguía las puntas de mis dedos más allá de su
abdomen.
Ahuecando mi barbilla, me inclinó la cabeza para que nuestros ojos se
cruzaran. —Siempre fuiste mía, Savvy.
Mi aliento se detuvo y mi corazón dio un vuelco.
Su boca cayó sobre la mía otra vez. Consumidor. Poderoso. Intenso.
Era Killian, el hombre que era antes y en quien se había convertido.
La tormenta que se había desatado dentro de él, la probé en su beso. La
furia y la calma chocando entre sí. Pero no fue un caos. Era como si cada
uno supiera la dirección que debía tomar. Y dentro de eso estaba la belleza
tranquila de quien era Killian.
—Savvy—. Se echó para atrás y cogió su cinturón.
Mi sexo palpitaba y me dolía por él. Por más. Pero el cinturón, no estaba
tan segura. Mars tenía razón. Los chismes eran ciertos. A Killian le gustaba
lo perverso. No sabía hasta dónde había llegado.
—Dame tus muñecas—, dijo suavemente.
Hice lo que me pidió, y fue lento y deliberado mientras las envolvía con
su cinturón, apretado pero no doloroso. Levantó mis brazos por encima de
mi cabeza y los apretó contra el colchón. —No te muevas.
Mi pecho se levantó y cayó mientras deslizaba sus manos por mis
costados, piel de gallina elevándose detrás de su tacto. Cuando llegó a mis
vaqueros, los desabrochó y me los quitó, y mis bragas se fueron con ellos,
así que me quedé desnuda.
Pasó su dedo por encima de la sutil línea roja que el borde de mis bragas
había dejado a través de mi pelvis. —Nunca quise nada tan jodidamente,
orquídea.
Mis muslos temblaban. Mi respiración se bloqueó en mi pecho mientras
mi pulso se aceleraba.
Jadeé mientras su dedo se deslizaba más bajo hacia mi sexo, donde
lentamente deslizó su dedo dentro de mis pliegues. —Tan húmeda.
Había estado mojada desde que lo vi de nuevo.
Se arrastró por la cama y se colocó entre mis piernas. Luego bajó la
cabeza y su boca estaba sobre mí. El movimiento de la lengua y su piercing...
oh, Dios mío, su piercing rozando mi clítoris me hizo sacudirme.
—Killian. No puedo... durar—. Como una mecha de dinamita encendida,
chispeaba y ardía a medida que me acercaba más y más a la detonación. Mis
dedos se enroscaron en la almohada mientras luchaba contra la presión del
cinturón.
—Sabía que sabrías increíblemente.
Jadeé, mi cuerpo arqueándose mientras su lengua rozaba mi clítoris
varias veces antes de dar vueltas. Mis muslos temblaban, y me abrió más las
piernas.
—Oh, Dios. Killian—, grité, cerrando los ojos mientras cada músculo se
sacudía y se tensaba. Aspiré el aire. —Oh, Dios. Oh, Dios. Killian— Mi
vientre se tensó. El calor tentador se disparó. Mi cuerpo montó en la marejada
mientras me deslizaba en el abismo de Killian.
Me derrumbé, caí en el colchón, mi cuerpo apretándose con réplicas.
El peso se movió sobre la cama y abrí los ojos mientras Killian se ponía
de costado a mi lado. Su boca tomó la mía, y yo me probé a mí misma
mientras él me besaba con tranquilidad. La boca vagando sobre la mía
mientras me pellizcaba los pezones.
—Nunca pensé que te oiría gritar mi nombre así, Savvy.— Bajó la cabeza
y su boca reemplazó sus dedos en mi pezón. Cuando sus dientes rozaron la
superficie sensible, aspiré aire.
—Creo que estabas bastante seguro de que terminaría en tu cama.— Me
quejé cuando se mudó al otro pezón.
Levantó la cabeza. —Estamos en tu cama. Y tengo confianza en la
mayoría de las cosas, pero tenerte a ti, siempre fue algo fuera de mi alcance.
Se movió de la cama y bajó sus vaqueros. Sus calzoncillos se fueron con
ellos. Desvergonzado, se paró frente a mí desnudo. Su verga gruesa e
hinchada con un pequeño clavo de plata atravesando la cresta en exhibición.
Lo miré durante varios segundos, preguntándome cómo se sentiría dentro
de mí. Porque su piercing en la lengua se sintió increíble.
—Un piercing de diente de león—, dijo.
—Sí, uh, eso es sexy.
Se rió. —Me alegra que pienses eso porque lo vas a tener dentro en unos
veinte segundos.
Se me revolvió la barriga. —¿Tienes un condón?
Cogió sus vaqueros, sacó su cartera y sacó un condón. Lo abrió con los
dientes y yo vi cómo lo hacía rodar.
—¿Puedes desatarme ahora? Quiero tocarte.— Estar atada con el
cinturón era un subidón de adrenalina y sentir que no podía escapar de él
era... sexualmente excitante como el infierno y me di cuenta de que confiaba
lo suficiente en Killian para hacer eso.
Se arrodilló en la cama a horcajadas sobre mí, desabrochó el cinturón, y
luego me dio besos en el brazo hasta el cuello. Tejí mi mano en su pelo, y la
otra se deslizó entre nosotros hasta los pelos escasos de su pecho.
Seguí bajando y la punta de su polla me rozó los nudillos y oí su suave
inhalación. Sonreí, amando ese sonido que venía de Killian y de que yo era
la causa de ello.
—Abre las piernas, Savvy. Voy a follarme ese coño hasta que te oiga
gritar mi nombre otra vez.
CAPÍTULO 17
Killian
Ella abrió las piernas, dobló las rodillas y yo me posé entre ellas, mi pene
palpitante anidando contra ella. Me quedé quieto por un minuto, absorbiendo
que esto iba a suceder. Iba a hundirme en ella por primera vez. La chica que
me arruinó para todas las demás.
Puse mis dedos alrededor de su tobillo y acaricié su pantorrilla antes de
levantar su pierna y ponerla sobre mi hombro.
Mi pulgar se burló de su pezón de un lado a otro, luego lo pellizqué y
ella aspiró aire. Ese sonido que salía de la garganta de Savvy era como la
puta miel, y quería embotellarlo para poder oírlo cuando quisiera.
Jesús, si ella supiera lo que me hacía. Si supiera la verdad, la verdad sobre
lo mucho que esta chica me afectó...
—Bésame, Killian. Quiero que me beses.
Le apreté el pezón con fuerza al mismo tiempo que le reclamaba la boca.
Su jadeo vibró contra mis labios.
El control era un dispositivo. Estaba regulado y ahora mismo ese
regulador estaba girando al límite mientras besaba a Savvy.
Once años. Once malditos años esperé a que ella volviera. Puede que no
supiera que estaba esperando, pero ahora lo sabía. Ella era la que yo había
estado esperando. Por qué nunca estuve con nadie más.
Y ahora que la tenía, nunca la iba a dejar ir.
La devoré, y ella se rindió a mis manos, a mi boca, a mi cuerpo.
Sin levantar mis labios de los suyos, agarré mi polla y la deslicé hacia
arriba y hacia abajo por su humedad. —Este coño es mío—, murmuré contra
su boca. Más de lo que ella creía.
Besé la columna de su garganta y luego mordí la tierna piel de la base.
Gimió, arqueando la espalda.
Ella hizo un gemido bajo y frustrado mientras yo continuaba burlándome
de ella con mi polla y mis manos y mi boca mientras ella se retorcía debajo
de mí.
Y cuando ella estaba jadeando, y su piel estaba roja y caliente, con el
cuerpo retorciéndose, deslicé mi mano por debajo de su trasero, las puntas
de los dedos se curvaban dentro de la hendidura mientras yo apretaba.
Ella gimió y levantó su trasero hasta que yo la agarré.
Mierda. Su trasero fue hecho para ser azotado. Pero todavía no. Todo lo
que quería era hundirme dentro de ella. Sentir cómo era con ella a mi
alrededor. —Orquídea. Mírame.
Ella abrió los ojos, y yo casi llegué cuando vi el deseo nadando en sus
profundidades. Jesús, esta mujer fue hecha para mí.
Incliné mis caderas y agonizantemente lento, hundí mi polla en su coño
mojado. —Cristo—, gruñí.
Catártico. Eso es lo que fue. Y necesitaba saborear este momento aunque
me matara.
—Killian—, murmuró, con los ojos cerrados.
Me detuve a mitad de camino en su apretada manta de calor. —Abre los
ojos. Mírame follarte, Savvy.
Se mojó los labios, la superficie resplandeciente y acogedora mientras
me miraba de nuevo. Sólo entonces empujé mi polla hasta el fondo. Medio
gemido, medio suspiro se le escapó de los labios y arqueó el cuello.
Como una flor rara floreciendo por primera vez. Y yo la protegería. La
alimentaría. La cuidaría.
Esperé un segundo a que su cuerpo se adaptara a mí.
Pero no mucho tiempo. Tenía el control, pero no mucho cuando se trataba
de Savvy Grady.
Ella puso su otra pierna alrededor de mi cadera y yo me hundí más
profundamente. Santo cielo. Quién iba a imaginar lo increíble que se sentiría.
—Killian—, gritó, con las uñas clavadas en mis hombros.
Surgió un gruñido brusco, y me eché hacia atrás y luego la golpeé. Una
vez. Dos veces.
Nuestros ojos se trabaron cuando nuestros cuerpos se volvieron uno,
moviéndose juntos en perfecta armonía. Fue lento al principio, y luego
cuando su muslo se apretó alrededor de mi cadera, y su mano corrió por mi
espalda hasta mi trasero, eso fue todo... el regulador se rompió.
Empujé más rápido. Más fuerte. Mi boca chocando contra la de ella, con
mi puño enredado en su pelo.
Ella jadeaba debajo de mí.
Rapido.
Crudo.
Furioso.
Como si ninguno de los dos pudiéramos tener suficiente el uno del otro.
Ambos perdimos el control y nos agarramos el uno al otro en un frenesí de
necesidad. Bocas y manos por todas partes.
Hambrientos. Eso es lo que he estado durante años.
Me lo habían negado. No, me lo había negado a mí mismo. No había
pensado que esto fuera posible. Había estado demasiado jodido y enojado y
nunca había querido ese apego. Arriesgarme a perder de nuevo.
Pero pase lo que pase, siempre la protegeré.
Su sexo se apretaba alrededor de mi polla. Espasmos musculares y luego
jadeos cortos antes de gritar: —Killian. ¡Sí!
Empujé más rápido varias veces antes de que mi polla se sacudiera y me
uniera a ella. —Joder—, gruñí, corriendome como nunca antes lo había
hecho. —Jesús. Cristo.
Pasaron varios minutos antes de que nos movieramos. Mi frente
descansaba sobre su hombro, su mano en mi pelo mientras yacíamos
tranquilos, excepto por nuestros jadeos y el sonido de las sábanas
arrugándose mientras nuestros pechos se elevaban pesadamente.
Finalmente, levanté la cabeza.
Ella abrió los ojos. Eran gentiles y perezosos, y sus labios estaban
hinchados por mis besos. Con la barbilla roja de mi barba, parecía
completamente saciada.
Bajé mi mano por su lado hasta su muslo y la bajé de mi hombro, y su
otra pierna se deslizó de mi cadera. Mi polla permaneció anidada dentro de
ella donde debía estar. Donde siempre estuvo destinada a estar.
Bajé la cabeza y la besé, tomándome mi tiempo.
Saboreando. Degustando. Disfrutando de la pereza. Nunca antes había
besado a una mujer así. Rara vez besaba a una mujer. No hizo nada por mí.
Era ella. Besando a Savvy por primera vez en el cementerio... inocente y
dulce, y su boca fundiéndose fácilmente con la mía, nada comparado con ese
beso.
Y ahora... ahora era como si durante años mis labios hubieran estado fríos
y sin vida, y ahora se habían despertado y estaban vivos con sus besos.
Levanté los ojos y miré su cara sonrojada y sus ojos vidriosos.
Esto. Justo aquí, joder. Nunca lo había tenido. Pero yo lo quería todo.
Con ella.
Pero no iba a definir esto. No para ella de todos modos. Yo tenía mis
problemas y ella los había probado, y sabía que tendría que darle más de mí.
Las partes de mí que mantuve ocultas. Emmitt. Necesitaba saber sobre
Emmitt.
Mi maldito padre era algo que no quería compartir con ella, sólo porque
no quería que la tocara, pero Savvy conmigo iba a ser arrojada en el camino.
Lo había probado en Compass.
La protegería de él. Y pronto, lo rompería. Como hizo con sus caballos,
yo lo estaba quebrando.
Y que él apareciera en el club era una señal de que estaba desesperado.
Los palos le estaban doliendo.
—¿Por qué estás tan tenso?—, preguntó ella, su dedo trazando el pliegue
entre mis cejas.
Me relajé, empujando a mi padre fuera de mi cabeza. Era bueno haciendo
eso, lo había hecho durante años.
Bajando la cabeza, le besé la comisura de la boca a cada lado, luego la
levanté y la moví. Al levantarme de la cama, me ocupé del condón.
Cuando salí del baño, ella estaba desnuda de costado, posada sobre su
codo mirándome mientras me acercaba a la cama. Y me encantó, joder. Me
encantaba cómo su mirada se posaba sobre mí y había una pequeña sonrisa
en sus labios.
—Tienes muchos tatuajes—, dijo, su voz un poco áspera y ronca como
si acabara de despertarse.
—Mmm.— Me tumbé en la cama a su lado, no estaba listo para salir aún,
a pesar de que mi teléfono probablemente se estaba volviendo loco con
mensajes de texto y llamadas de los chicos porque llegábamos tarde para el
brunch.
Doblé una rodilla y puse mi brazo sobre su cabeza para poder jugar con
su cabello. Me pasó las yemas de los dedos por encima del tatuaje de mi
cuello. —¿Esto es un halcón?
—No. Es una Cometa negra.
—¿Eso es un pájaro?—
Ella continuó trazando las alas abiertas que curvaban mi cuello. —Es un
ave de rapiña. ¿Ves la cola?
Ella asintió. —Está bifurcado.
—Sí. Lo que los distingue de los demás.
—Es hermoso—, susurró ella.
—Mi primer tatuaje. Fue hecho en el sótano de un tipo cuando tenía
diecisiete años. Ream lo conocía y había hecho algunos de las suyos. El tipo
tiene su propia tienda ahora y está tan ocupado que no puedes entrar a verlo
por meses. Hizo la mayoría de los míos, pero algunos los hice mientras estaba
de gira.
—¿Por qué te gustan tanto?— Ella trazó uno tras otro por encima de mi
hombro hasta mis pectorales y luego más lejos hasta mi abdomen.
—Son pedazos de mí. Historias.
—Este es mi favorito.— Ella arrastró su dedo por mi brazo sobre las
aguas tormentosas y las densas nubes que las cubrían. Los rayos del sol
llegaron a su punto álgido y las manchas de luz golpearon el agua. Y bajo el
agua en las profundidades floreció una flor, sus pétalos se cerraron, el tallo
se rompió.
Una orquídea.
Sus dedos se detuvieron en la flor y sus ojos se elevaron hacia los míos.
No tenía que decir nada. Yo tampoco. La flor la representaba.
La orquídea perdida en las profundidades del río.
Como si me hubiera perdido.
El río tormentoso donde murió mi hermano. Donde mi ira floreció y
pedazos de mí se ahogaron con él. Y ... Savvy era la luz que luchaba por
alcanzarme bajo la superficie.
Pero la ira estaba controlada ahora. Al menos la mayor parte del tiempo.
Y la orquídea floreció y volvió a mí.
Apoyó su mejilla en mi pecho, su palma plana en mi abdomen. —Me
asustas, Killian.
—Lo sé.— Ella temía quién había sido, la sobreprotección, lo que estaba
pasando con mi padre. Estaba herida y temía que eso volviera a pasar. —
¿Vendrás a almorzar conmigo, no porque tengas que hacerlo, sino porque
quieres?
Ella me miró. —Sí.
Me incliné para besarla. Mi cuerpo se hundió. No me había dado cuenta
de que estaba tenso pidiéndoselo, pero lo estaba.
—¿Es en casa de Logan y Emily?—, preguntó.
—Nos reunimos con los padres adoptivos de Crisis y Ream el último
domingo de cada mes. Solíamos ir a casa de Georgie y Deck, pero ha estado
ocupado con el trabajo.
—¿Georgie y Deck?
La acaricié distraídamente de arriba a abajo en su brazo. —Conocimos a
Georgie cuando empezamos. Trabajaba en una cafetería en la que Logan,
Ream, Crisis y yo solíamos pasar el rato. Ahora es dueña de dos cafeterías—
. Su palma se deslizó sobre mi abdomen y luego bajó, y mi pene se hinchó.
—¿Y Deck?—, preguntó.
Apreté mi mandíbula mientras las puntas de sus dedos se inclinaban aún
más hacia abajo. —Ex-fuerzas especiales. Tiene una compañía que trata con
la escoria de la Tierra. No es tan legal, pero es un buen tipo y haría cualquier
cosa por sus amigos. Joder, lo ha hecho. Y sus hombres.
—Entonces, ¿quién estará allí?
—Los chicos de la banda con sus mujeres.
Ella tocó la cresta de mi polla, y yo aspiré aire. —Joder, cariño.
Ella envolvía un dedo a la vez alrededor de la base. —Savvy, nada me
gustaría más que follarte de nuevo, pero deberíamos irnos.— Nunca llegué
tarde y recientemente había estado fuera de horario y haciendo cosas que
nunca hice, como ahora mismo, acostado en la cama después del sexo.
Ella me bajó besos por el pecho, su agarre apretando mi polla y yo gemí,
endureciéndome.
Llegó a mi abdomen, y su lengua se arremolinó, mojando la superficie
de mi piel mientras su mano se deslizaba por mi pene y volvía a bajar. Mi
mano subió a la parte superior de su cabeza mientras se movía sobre mi
muslo y yacía entre mis piernas.
Su pulgar rozó el piercing, y yo siseé, metiendo su pelo en mi puño. —
Jesús.
Su cabeza levantada, la boca a un suspiro de la punta de mi polla. —
¿Killian?
—Sí—, me las arreglé para decir, mi cuerpo tenso y con los nervios de
punta esperando que sus labios me envolvieran.
—Yo tampoco te olvidé nunca.
Mierda.
Mi aliento se bloqueó en mi pecho mientras su boca se cerraba alrededor
de mi polla.
CAPÍTULO 18
Savvy
—Oh, Dios mío, cariño, debes ser la chica de Kite, Savvy. Soy Sophia
Wesson.
Una mujer elegante corrió hacia mí con pantalones blancos y una blusa
de color rosa claro con una sonrisa brillante y ojos cálidos y acogedores.
Puso sus manos sobre mis hombros y luego me besó en ambas mejillas
antes de tirar de mí para darme un abrazo. Me pasó la mano por encima del
pelo. —Mira este hermoso cabello y cara. Tan hermosa. Y tú eres bailarina.
—Sí—, le contesté.
—Bueno, es un placer conocerte. Me alegra que pudieras unirte a
nosotros. Kite nunca ha traído a nadie antes.— Se volvió hacia Kite y besó
ambas mejillas. —Llegas tarde. No creí que eso fuera posible, pero ahora
veo por qué.
Mis mejillas se calentaron, y Killian apretó mi mano tranquilamente.
—Vincent me dijo que conociste a Logan y Kite en el instituto. Eso es
maravilloso.
No estaba segura de quién era Vincent hasta que Kite me apretó la mano
y dijo: —Crisis. Vincent es su verdadero nombre, y su madre se niega a
llamarlo por cualquier otra cosa.
—No sé por qué no usa su verdadero nombre—. Nos guió a través de la
casa. —Todos ya están aquí y el desayuno está casi listo. ¿Conoces a la
tripulación?
—No he conocido a Kat.
—Kite, los otros están atrás, le mostraré primero a Savvy los alrededores.
Dios, la madre de Crisis y Ream era tan simpática y divertida. Entraba
en conflicto con su aspecto, muy elegante y recto.
—¿Estás bien?— preguntó Killian.
Asentí con la cabeza.
Soltó mi mano y lo vi mientras se alejaba. Dios, era difícil de creer que
hace una hora lo tenía entre las piernas.
Killian Kane me había jodido. Había sido... un cambio de vida. Como su
beso de hace once años.
Aún no sabía qué hacer con eso. Había tanto que no sabía de él y lo que
me preocupaba era si alguna vez compartiría más de lo que había en la
superficie. No podía volver a estar con alguien que me ocultaba cosas. David
había ocultado muchas cosas: muchas mujeres más concretamente.
Killian dijo que me llevaría a su casa, y yo también estaba aquí, con sus
amigos. Y no fue porque me pagara por ello.
—Kat pintó esto—, dijo Sophia mientras me mostraba un cuadro sobre
la repisa de la chimenea de la sala de estar. Era un caballo blanco galopando
a través de las olas en una playa.
—Es hermoso.
—Ella tiene un talento raro y...
—Mamá, deja de alardear de mí—, dijo una joven mientras se dirigía a
la sala de estar con Haven. Cada una llevaba bandejas con vasos y una jarra
de jugo de naranja y otra con agua y rodajas de pepino. —Hola. Soy Kat. La
otra mitad de Ream.
—Savvy.
Haven sonrió calurosamente y todos caminamos por la casa hasta el
patio. Las mujeres dejaron las bandejas sobre una gran mesa de hierro
mientras Sophia hablaba de los chicos que practicaban en el garaje cuando
empezaron y de lo mal que cantaba Crisis.
—¿Sabes que Vincent insistió en buscar huevos de Pascua hasta los
diecisiete años?— Sophia dijo mientras Emily salía de la casa con una
bandeja de huevos revueltos. —Savvy, era incorregible. Ream ya no quería
una cacería de huevos de Pascua alrededor del patio trasero a los diecisiete
años, así que Vincent le dijo que le daríamos cien dólares a quienquiera que
recogiera más huevos. Una mentira, por supuesto. Corrían alrededor del
patio trasero como toros que se embestian entre sí para llegar a los huevos—
. Ella agitó la cabeza sonriendo mientras movía su brazo alrededor de la
cintura de Haven y la apretaba. —Entonces aparecieron Killian y Logan, y
los cuatro lucharon entre ellos por los huevos de chocolate.
Sonreí. Killian corriendo por el patio trasero en busca de huevos era
difícil de imaginar. Nunca lo había visto reírse en la escuela y mucho menos
correr en busca de chocolates escondidos.
Mi pecho se hinchó porque era una parte de él que había echado de
menos.
—Cuando Ream descubrió que no había dinero, fue a ver a Vincent. Lo
que lo empeoró fue que mi Vincent se rió todo el tiempo. Se necesitó tanto a
Killian como a Logan para que se separaran.
Kat se volvió hacia mí. —Ream era un poco volátil en ese entonces.
—¿Un poco?— Crisis se paseó afuera con un plato de lo que olía a
tocino. —Diablos, el tipo era una granada.
—Vincent Wesson. Lenguaje—, dijo Sofía.
—¿Qué?— preguntó inocentemente. —Es el infierno. Ni siquiera una
palabrota, mamá.
Emily, Haven y Kat se rieron. Sonreí.
Me presentaron al Sr. Wesson, que se ocupaba de las salchichas en la
barbacoa. Entonces mis ojos encontraron a Killian en el patio trasero con
Ream y Logan y un niño pequeño que parecía tener once o doce años.
Estaban pateando la pelota de fútbol. Bueno, Killian estaba dando
patadas, y Ream y Logan intentaban quitársela.
Maniobró con facilidad el balón entre los pies. Fue hipnótico.
Estaba hipnotizada por sus piernas ágiles y delgadas y su pelo despeinado
con mechones de pelo colgando delante de sus ojos mientras su cabeza se
inclinaba, mientras que él evitaba sin esfuerzo que Ream consiguiera la
pelota. Miró al chico, que parecía ser su compañero, y le dio una suave patada
cerca del improvisado gol. Luego revisó el cuerpo de Ream.
El chico la pateó tan fuerte que cayó de espaldas sobre su trasero, pero
se disparó justo entre los marcadores de tiza de la valla de madera.
—Gooool—, gritó el niño, poniéndose de pie y lanzando los brazos al
aire.
Killian inmediatamente corrió sobre él y le chocó los cinco y luego se
agachó y le dijo algo. El niño sonrió de oreja a oreja, obviamente contento
consigo mismo mientras Killian le revolvía el pelo.
—Lo estamos acogiendo—, dijo Sophia. —Su nombre es Hendricks, y
ha estado rebotando por las casas de acogida desde que tenía cinco años.—
Dios, pobre chico. Conocía la sensación, pero por suerte, sólo habían pasado
un par de años y no hasta que cumplí los quince. No podía imaginarme estar
en el sistema desde los cinco años. —Le encanta el fútbol y los chicos. Habla
de Kite todo el tiempo, y juega al fútbol con él cada vez que viene. Incluso
en la nieve.
Apoyé las manos en la barandilla mientras miraba a Killian, y mi corazón
se hinchó. Nunca imaginé que fuera así con un niño. O jugando al fútbol.
Pero había algo diferente en él cuando estaba con Hendricks. Había algo en
sus ojos, era casi... doloroso. Como si le doliera.
Debe haber sentido que lo miraba porque levantó la cabeza y miró a su
alrededor.
Sus ojos se fijaron en mí, y mi corazón se disparó. Diciéndole algo a los
muchachos, caminó a través de la hierba cortada hacia mí.
No pasó mucho tiempo antes de que se parara frente a mí. Piel calentada
por el sol y corriendo por ahí, su pelo desordenado... y nunca se vio más
sexy.
—Eres muy bueno con Hendricks.
Me enganchó en los hombros y me empujó hacia él. —Es un buen chico.
Sonreí. —Serías un gran padre.
Se puso tenso, los ojos entrecerrados. —Nunca tendré hijos, Savvy.
Se me cayó el corazón. ¿Killian no quería tener hijos? Antes de que
pudiera preguntar por qué, me besó.
Y no fue un beso rápido y dulce. Fue un beso duro, profundo y de acción
lingual que me hizo caer sobre él mientras mis rodillas se debilitaban.
Cuando me soltó, quise enterrar mi cabeza en la arena porque todo el
mundo estaba mirando.
—Ugh, qué asco—, dijo Hendricks mientras subía los escalones con la
pelota de fútbol bajo el brazo.
La tensión se fue de Killian, sonrió con satisfacción y luego se recostó
en la barandilla y me colocó frente a él, de modo que mi espalda estaba frente
a él. Él me rodeó con sus brazos, y yo puse mis manos sobre sus brazos. Me
tomó unos minutos antes de que me relajara, dándome cuenta de que Killian
no tenía reparos en dejar que se supiera que estaba con él. Pero tampoco lo
había hecho antes.
Nos unimos a la conversación, que actualmente era Logan hablando de
cómo Ream tiró a Vincent a la piscina hace un tiempo porque había estado
coqueteando con Kat.
Esto, me enteré, fue antes de que Ream y Kat estuvieran juntos y su
relación, o mejor dicho, la no relación, fuera combustible.
El almuerzo no fue como esperaba. En realidad, no sabía qué esperar,
pero no era Killian riéndose y bromeando. Todavía quedaba esa parte
reservada subyacente de él, pero con sus amigos, la gente que le importaba,
Killian era cálido y despreocupado.
—Encajas—, dijo Killian dos horas después en el auto.
—¿Eh?— Le pregunté, volviendo mi atención hacia él, aunque tuve que
admitir que rara vez no la tenía, incluso cuando no estaba conmigo.
—Encajas. Es como si los conocieras desde hace años.
—Me gustan mucho tus amigos, Killian.
—Sí, pero es más que eso—, dijo. —Te puede gustar la gente. Puedes
gustarles, pero no siempre encajas. Pero tú sí.
Sus ojos se encontraron brevemente con los míos antes de volver a mirar
al camino.
Él tenía razón. No me había sentido como si estuviera fuera mirando a
un grupo de amigos que se conocían desde hacía años. Yo estaba dentro con
ellos.
—No sabía que jugabas al fútbol. No te recuerdo en el equipo de la
escuela.
No me miró, pero lo vi, las manos apretadas en el volante. —No lo
estaba.
—Oh.— Había algo allí, pero no lo explicó, y era la parte de Killian de
la que yo no estaba tan segura. —Bueno, te veías... sexy.
—¿Sexy? —Sus cejas se levantaron mientras me miraba brevemente, y
yo me encogí de hombros mientras me mordía el labio inferior.
—Sí. Increíblemente sexy—, dije y bajé las manos por los muslos. —Y
antes de que preguntes, sí, estaba mojada. Estoy mojada ahora.
—Joder—, dijo. Reduciendo la velocidad del auto, se metió en un
callejón y luego detuvo el auto. —¿Te palpita el coño? ¿Estás dolorida?
¿Quiere mi polla, orquídea?
Dios, hacía calor cuando hablaba así. —Sí.
Se desabrochó el cinturón de seguridad, se acercó y me agarró por la nuca
y me empujó hacia él.
Su boca se estrelló contra la mía.
Se me cayó el estómago. Pero fue una buena caída. Era del tipo en el que
estabas emocionada pero asustada al mismo tiempo.
—Sube a mi regazo, orquídea.
—Es de día y estamos en un callejón.— Y era una excitación total: la
espontaneidad de tener sexo en un auto deportivo, en un callejón a mitad del
día.
—Mmm—, sonrió con suficiencia. —Las ventanas están tintadas. Nadie
puede vernos.
Subí torpemente por encima de la palanca de cambios y me senté en su
regazo. No me dio tiempo para pensar, respirar o incluso asentarme
cómodamente antes de que su boca volviera a estar sobre mí.
Voraz.
Fiero.
Incontrolado mientras me besaba salvajemente. Con una mano en el pelo,
me giró la cabeza hacia un lado para poder profundizar el beso.
Sorprendida por este repentino asalto, yo era una muñeca de trapo,
moldeando mi cuerpo a lo que él pedía.
Su mano se metió bajo mi vestido, y oí un ruido cuando me arrancó las
bragas.
No tenía ni idea de cómo se las arregló y no me importaba.
Killian iba a follarme.
Mi espalda presionaba dolorosamente contra el volante, y mi pie estaba
atascado torpemente entre el asiento y la puerta, pero no importaba.
Lo anhelaba. Mi necesidad era tan abrumadora que el control era
inexistente.
—Killian—, respiré contra sus labios.
—Sí—, gruñó. —Di mi nombre. De nuevo.
—Killian—, repetí y salió como ‘Illian’ mientras yo jadeaba.
Me besó y luego me dio un mordisco en el cuello al mismo tiempo que
clavaba dos dedos dentro de mí.
—Oh, Dios.
—Tu coño está tan mojado para mí, Savvy.
Me levanté todo lo que pude con las manos sobre sus hombros, los dedos
tirando de su camisa mientras montaba sus dedos. Mi cabeza golpeaba el
techo del auto cada vez que me levantaba, pero apenas lo noté.
—Oh, Dios—, lloré cuando me soltó el pelo y me agarró la cadera para
ayudarme a moverme.
Más fuerte.
Más rápido.
Él retiró sus dedos y me empujó hacia atrás para que mi columna
vertebral se apoyara en el volante y la bocina sonó brevemente.
Sus manos se dirigieron a sus vaqueros, y yo rápidamente las aparté,
desabrochándole el cinturón y los botones, y luego solté su pene.
Gruñó, ojos cerrados, la cabeza cayendo hacia atrás sobre el
reposacabezas. —Cristo—, murmuró. —Condón. En mi billetera.
Busqué su billetera en la consola y encontré un condón. Rápidamente lo
abrí con mis dientes y luego se lo puse.
Me alcé y luego me posicioné encima de su polla y bajé lentamente. Un
gemido se arrastró de mi garganta mientras me llenaba. Dios, fue como
volver a casa. Un hogar que no sabía que tenía. Un hogar que nunca tuve.
Sus manos apretaron mis caderas tan fuerte que sabía que tendría
moretones, pero los quería.
Quería su marca en mí porque esto era lo que me había estado perdiendo
toda mi vida.
Killian.
—Jesucristo, orquídea—, dijo con un gruñido desgarbado y sin aliento
mientras me movía hacia arriba y hacia abajo sobre él.
Esto no era un sexo bonito o agradable. Esto era sexo animal.
Y fue increíble.
Cerní mi mano a través de su pelo y tiré de el mientras empujaba mis
caderas. Mi otra mano arañó su camisa, y escuché el desgarro en el escote
mientras la tiraba hacia abajo para poder tocar su pecho desnudo y su
piercing en el pezón.
—Bebé—, dijo mientras nuestros cuerpos golpeaban y golpeaban juntos.
—Killian—, lloré.
Su polla me volvió loca mientras subía y bajaba. La barra de plata se
frotó contra la pared de mi sexo e hizo que mi núcleo se calentara y
construyera, y que mi vientre se encendiera con hormigueos.
—Savvy. Mierda. Ahora,— gimió, sus manos apretando mi cintura.
Echando la cabeza hacia atrás, con el cuello tenso y expuesto, cerró los ojos.
Verlo llegar al orgasmo me acercó al límite y me llevó a mi propia
liberación. Levanté los brazos por encima de la cabeza, las palmas de las
manos sobre el techo mientras inclinaba mis caderas hacia él una vez más
antes de gritar: —Sí, sí. Sí.— Entonces gemí sobre una ola tras otra. —Ohh.
Me derrumbe.
Sus brazos me rodeaban y su boca descansaba sobre mi garganta.
Fue entonces cuando las luces azules destellaron en la ventana trasera, y
una breve sirena sonó en el aire.
Mis ojos se abrieron de par en par. —Mierda—. Salí corriendo de su
regazo.
—Está bien—, dijo riendo.
Se subió los pantalones, lo que le llevó un milisegundo, mientras que yo
tenía que intentar aplanarme el pelo y alisarme el vestido. Y no pude
encontrar mis bragas. Dios, sin duda parecía que acababa de ser jodida.
—Oh, Dios mío.— Cerré los ojos, tratando de controlar mi respiración.
Nunca había tenido sexo en un auto. En realidad, lo más arriesgado que
hice, y yo ni siquiera lo llamaría arriesgado, era estar en el estudio de danza
con la puerta cerrada y fuera de horario.
Hubo un golpe en la ventana de Killian.
Me quejé, bajando la cabeza para que el oficial no pudiera ver las marcas
de la mordedura de Killian en mi cuello o mi cara roja por la quemadura de
la barba.
Killian apretó el botón y la ventana se deslizó hacia abajo.
—Señor. Señora. ¿Está todo bien aquí? Están bloqueando el callejón,—
dijo el oficial.
El oficial de cincuenta y tantos miró a Killian y luego a mí, y luego al
asiento trasero y de vuelta a Killian.
—Sí. Gracias, oficial—, dijo Killian. —Sólo estábamos teniendo una
discusión un poco... acalorada.
Oh. Mi. Dios.
Los ojos del oficial se dirigieron hacia mí. —Ya veo. ¿Está bien,
señora?—, preguntó.
—Uh, sí, Oficial. Gracias—, me las arreglé para chillar.
—¿Le importaría mostrarme alguna identificación, señor?—, preguntó.
—Por supuesto—, dijo Killian educadamente.
Dios, podría pasar de crudo y rudo a un completo caballero en un
santiamén.
Mientras tanto, yo seguía en la tierra de los 'recién follados', con los
nervios corriendo en todas direcciones y mi sexo palpitando ferozmente.
Killian metió la mano en la bandeja del medio y abrió su billetera,
sacando su licencia de conducir.
La mirada del oficial siguió sus movimientos, y fue entonces cuando vi
mis bragas colgando del freno de mano.
Quería morirme. Ya. Ahora.
Killian aclaró su garganta, creo que para cubrir su risa porque era obvio
que el oficial vio mis bragas y Killian estaba consciente de que lo hizo.
Imbécil. Quería cogerlas, pero eso sólo llamaría más la atención sobre
ellas.
Killian le entregó su identificación.
—Por favor, quédate en el auto—, ordenó el oficial.
En el momento en que se giró para volver a su coche, cogí las bragas,
abrí la guantera y las metí dentro.
Killian se rió.
—No es gracioso—, le contesté, mirándole con ira.
Se acercó, su mano me ahuecó mi nuca mientras me arrastraba hacia él
y me besaba.
—Vio mis bragas—, continué.
—Sí, pero creo que fueron tus mejillas rojas y el pelo de ‘sólo me han
jodido’ lo que te delató. Las bragas eran un extra.
Puse los ojos en blanco. —Tal vez pensó que me estabas forzando.
Killian ladró una carcajada. —Cariño, estabas encima de mí si recuerdas.
Y joder, estabas caliente montando mi polla.
—Señor.
Me ardían las mejillas porque el oficial se paró en la ventana, con la mano
extendida con la identificación de Killian, y debe haber oído ese último
comentario.
—Gracias, oficial—, dijo Killian, tomando su licencia y poniéndola de
nuevo en su billetera.
El bastardo ni siquiera estaba nervioso.
—No te reconocí—, continuó el oficial. —Eres Kite de Tear Asunder.
—Sí—, contestó Killian.
Levanté las cejas y me sorprendió que el oficial levantara un bloc de
papel.
—¿Te importaría? Mis hijos son grandes admiradores.
Killian amablemente tomó el bolígrafo y la libreta. —Un placer. ¿Cómo
se llaman?
—Jessica y Brandon—, contestó.
Killian garabateó algo en una página, volteó la página, garabateó de
nuevo y luego pasó la libreta y el bolígrafo hacia atrás.
—Gracias. Y lamento molestarlos a ti y a tu novia. Pero te aconsejo que
la próxima vez, mantengas los callejones despejados.
—Por supuesto.
—Señora.
—Gracias—, dije.
—Kite. Encantado de conocerte. Y gracias de nuevo.
—Cuando quieras.
El oficial regresó a su auto, se subió y tocó la bocina una vez mientras
salía del callejón.
Killian encendió el auto y nos fuimos.
—¿Haces eso a menudo?
—¿Qué parte?
—Que te pillen teniendo sexo en un coche.
—Nunca había tenido sexo en el auto antes—, dijo. —No me gusta el
sexo público. Soy privado con todo.— Pero él salió conmigo públicamente.
Tuvimos sexo en un auto. Me tenía en su regazo en Compass. Me besó
delante de todos sus amigos.
Se detuvo ante un semáforo en rojo y me miró, su expresión seria. —
Verte con mis amigos, Savvy. Viendo que encajas. Jodidamente irresistible.
Se detuvo frente a mi edificio, salió y me acompañó hasta mi puerta. No
estaba segura de si se iba a quedar o no, pero como no aparcó, me imaginé
que no lo haría. Puse la llave en la cerradura y luego abrí la puerta antes de
volverme hacia él.
—¿Por qué nunca has tenido una cita antes?
—¿Importa eso?
—Bueno, tal vez no. No estoy segura de lo que estamos haciendo aquí o
si todavía tengo un trabajo, pero si estamos haciendo algo, entonces sí, es
importante.
Asintió con la cabeza. —Estamos haciendo algo, Savvy. Y no puedo
decir que no tengas un trabajo en el club, aunque me gustaría. Y nunca he
querido una relación. El apego.
—¿Por qué no?
Dudó y me pasó la mano por el brazo hasta la mano. —Nunca nadie
estuvo a la altura de ti.
Me quedé sin aliento.
—No quiero definir esto, Savvy. Sólo te quiero a ti—. Se inclinó y me
besó. —Te quería desde el principio. Y fui muy claro entonces qué pasaría
si volvías a acercarte a mí.
—¿El principio cuándo?
Me metió la mano bajo el pelo, dedos suaves en la nuca. —Cuando te
besé por primera vez.
Mi pulso se disparó y mi cuerpo se calentó. —Éramos adolescentes,
Killian.
—Sí. Y yo estaba demasiado jodido para tener una chica como tú. Nunca
pensé que podría tenerte. Todavía estoy jodido, y tú ya lo has probado—. Se
inclinó, sus labios junto a mi oreja. —Respira, Savvy.
—No puedo—, susurré.
Casi sonrió y luego me besó. Fue breve, pero todo era Killian-confiado,
casual, controlador, con una pizca de emoción feroz y cruda.
Quería tanto confiar en él, pero necesitaba tiempo para pensar. Hoy fue
un día abrumador, y mi cabeza giraba con Killian y lo que me hizo.
Él me liberó. —Te llamaré más tarde.
Me quedé en el pasillo, apoyada en mi puerta, observándolo mientras
corría por las escaleras.
—¿Gané la apuesta?— Mi cabeza se dirigió a Trevor de pie en su puerta,
sonriendo descaradamente. —Porque con esa cara, definitivamente estás
jodida.
—Oh, Dios mío. Nunca hice una apuesta—. Abrí la puerta y la cerré de
golpe detrás de mí, escuchando su risa.
CAPÍTULO 19
Killian
Savvy
Killian
Savvy
Killian
Savvy
LOL... sí. Luke tendría que estar muerto antes de permitirme entrar
sola en este edificio.
Nena, estás sentada en mi cara esta noche y ese coño es mío. Después
de que le pegue a ese dulce trasero.
Mi sexo se apretó con el pensamiento. Killian me empujó sexualmente,
pero fue un buen empujón. Liberador. Él sobresalía con las cuerdas y me ató
la otra noche con las piernas colocadas sobre mi cabeza y fijadas a mis
muñecas, mientras que mis muñecas estaban fijadas a los barrotes de la cama.
Luego se inclinó sobre mí y metió su verga dentro. Lento. Profundo. Tan
increíblemente profundo que...
—¿Srta. Grady?
Me sacudí de mis pensamientos y me di cuenta de que estaba parada
afuera de mi puerta con Luke parado a mi lado.
Dios, sólo había estado fuera dos días. ¿Cómo sobreviví once años sin
él?
Él consumía cada uno de mis pensamientos de vigilia y sueño. Y no lo
hacía más fácil cuando enviaba mensajes como el anterior.
—Era Killian—, le dije a Luke. —Han aterrizado. Pero estoy segura de
que ya lo sabes—. Killian me había pedido que fuera con él, a Nueva York,
pero yo había tenido la entrevista de trabajo, aunque no se lo había dicho.
Dije que no me gustaba volar.
Sus cejas se alzaron mientras miraba su teléfono. —No. Roman aún no
me ha enviado un mensaje. Pero es bueno oírlo. ¿Vendrá aquí?
Sonreí. —Sí, para que no tengas que esperar.
—Esperaré.
Puse la llave en la cerradura y entré. Luke esperó hasta que giré la
cerradura antes de oír sus pasos bajar las escaleras.
Encendiendo las luces de la cocina, tomé una botella de agua, luego la
bebí antes de verter un poco en la orquídea en el alféizar de mi ventana.
Realmente necesitaba una maceta nueva y ahora que estaba con Killian, me
parecía bien separarme de la rajada.
El suelo crujió detrás de mí, y me di la vuelta. Conseguí un medio grito
antes de que una gran mano callosa me cubriera la boca y me tiraron
rápidamente contra un cuerpo duro e implacable.
Volví a gritar, pero salió como un gemido amortiguado. Le di patadas y
luché contra sus brazos, pero era como una muñeca de trapo para él, que ya
me arrastraba fácilmente hacia mi dormitorio.
Oh, Dios. No. Por favor, no. Me retorcí contra su feroz agarre, pero sus
brazos eran como acero y los míos estaban aprisionados a mis lados. Golpeé
mi pie contra su bota, pero fue como golpear cemento.
—Deja de pelear, maldita sea—, gruñó el hombre en mi oído. —Sólo
quiere hablar contigo.
¿Él? ¿Quién? ¿De qué estaba hablando? ¿Por qué íbamos a mi
habitación?
El miedo se apoderó de mí. Si pudiera hacer suficiente ruido, alguien me
oiría. Trevor. Dios, Trevor me oiría si pudiera gritar o hacer suficiente ruido.
Pero quienquiera que me tenía atrapada en sus brazos lo sabía, y su mano
asfixiaba mi boca. Estaba teniendo problemas para respirar mientras
arrastraba el aire por la nariz.
Cuando fue a cerrar la puerta, le di un codazo en las costillas. Gruñó,
pero su agarre permaneció.
—Relájate—, ladró. —Es una luchadora. Como una de tus yeguas.
¿Yeguas? ¿Como un caballo? Mis ojos miraron mi habitación con poca
luz y encontraron al hombre sentado en la mecedora de la esquina más
alejada. Mi lámpara al lado de la cama estaba encendida, pero ofrecía poca
luz. Todo lo que podía ver era su perfil en un suave resplandor amarillo.
Cerraron las cortinas y el resto de la habitación quedó en completa oscuridad.
Pero la luz era suficiente para saber quién era.
El padre de Killian.
El monstruo en el armario. Y el hombre del saco bajo la cama. Al menos
eso es lo que solía pensar de él. Ahora, todo lo que vi fue a un hombre débil
y lastimoso que había sido cruel con Killian, lo que parecía más significativo
desde que sabía de Emmitt. Y alguien que hería a animales indefensos.
—¿Te vas a callar?—, preguntó su padre sentado en mi mecedora que
gemía mientras se mecía lentamente.
Asentí con la cabeza, pero era mentira.
Sus ojos se fijaron en el hombre que me sujetaba y asintió con una brusca
inclinación de cabeza. La mano se deslizó de mi boca, pero en el momento
en que la abrí, un puño se clavó en mi costado, y el golpe me dejó sin aliento.
Me agaché, las lágrimas llenaban mis ojos mientras luchaba por el aire.
Mi captor me levantó y me metió algo en la boca, así que me vi obligada
a respirar por la nariz. —No te lo pongas difícil—, me susurró al oído.
Vete a la mierda.
—Savannah Grady. La basura de remolque con la madre drogadicta—.
Mis ojos se abrieron, con el corazón palpitando. ¿Me reconoció? ¿Cómo
supo quién era yo?
—Pensé que eras tú en el club, pero no estaba seguro hasta que alguien
lo verificó. Igual que tu madre, bailando por dinero.
No tenía ni idea de lo que estaba hablando.
—¿Cómo crees que tenía suficiente dinero para las drogas?
¿Camarera?— Se rió, y la silla siguió chirriando mientras hablaba. —Ella
trabajaba para mí. En uno de mis clubes, pero el baile era un poco más...
bueno, interactivo.
No. Mi madre no bailaba. Ella odiaba bailar y siempre me decía que lo
dejara. Que no tenía el cuerpo adecuado para ello.
Oh, Dios, ¿había estado tratando de convencerme de no bailar porque no
quería que terminara como ella?
Chasqueó la lengua, moviendo la cabeza de un lado a otro. —Es una pena
lo que le pasó. Escuché que fueron las drogas, no el accidente lo que la mató.
Era una mujer hermosa y me hizo ganar mucho dinero. Apuesto a que Killian
también te paga bien. ¿Incluye que te lo folles?
Luché contra mi captor y conseguí patearle la espinilla, pero todo lo que
hizo fue darme otro puñetazo, esta vez en las costillas y me agaché,
respirando pesadamente por la nariz. Me tragué la bilis en la garganta.
—¿Te contó Kill sobre su hermano y su madre?— Se puso de pie y se
dirigió hacia mí. Mi pecho se levantó y cayó erráticamente. —Su hermano
iba a ser famoso. Una estrella del fútbol. Pero Kill siempre estuvo celoso de
él. Por eso lo dejó ir solo a casa ese día. Sabía que los niños lo estaban
intimidando—. Dios, estaba loco al creer que Killian haría eso. ¿Por qué lo
odiaba tanto? —Por tu expresión, veo que te lo ha dicho. Eso es una sorpresa.
Nunca habla de Emmitt. Incluso cuando le obligué a mirar su foto y
romperla—. Mi estómago se agitó. —¿Te dijo que su madre tuvo una
sobredosis después de la muerte de Emmitt?
Las drogas. Por eso Killian había estado tan en contra de las drogas en la
escuela y en Compass. Había perdido a su madre de la misma manera que
yo.
—Entonces, ¿no mencionó a su madre? Supongo que tampoco sabes que
no es mi hijo. Que es un bastardo—. Alargó la mano, y yo me estremecí,
pero no pude apartarme de su toque mientras pasaba su dedo por la curva de
mi cuello.
Dejé de respirar, mis entrañas se revolvieron. Tenía miedo de vomitar y
asfixiarme con mi propio vómito.
Cogió mechones de rizos rojos, frotándolos entre el pulgar y el índice.
—Una vez le dije a tu madre que me gustaban tus rizos rojos.— Mi corazón
dio un vuelco. Oh, Dios mío. —A ella no le gustó eso. Creo que tenía miedo
de que te pusiera en uno de mis clubes. Lo habría hecho si no te hubieras ido.
Soltó los mechones de pelo. —Eres terca como ella. Me gusta eso. Los
caballos de espíritu siempre resultan ser los mejores, una vez que los rompes.
Tenía razón sobre su padre. No había nada bueno. No me extraña que
Killian me advirtiera en el cementerio que no confiara en nadie. Porque había
crecido con este hombre.
—Quita la mordaza—, ordenó, y luego me frunció el ceño. —Grita, y
perderás tus dientes delanteros.
Tosí mientras mi captor me sacaba la mordaza de la boca y la tiraba al
suelo. Todo en mí quería gritar, pero sabía que si lo hacía, nunca tendría
suficiente tiempo antes de que su amenaza se hiciera realidad.
—Killian se pondrá furioso cuando se entere de que viniste aquí. Uno de
sus hombres está afuera ahora mismo. Nunca saldrás de aquí sin que él te
vea—. Furioso era un eufemismo. Y me preocupaba lo que Killian haría.
Se rió. —¿Por qué crees que estamos aquí? Sabes cómo era, ¿verdad,
Savannah? Me pregunto cómo se sentirá cuando vea las contusiones en ti—
. ¿Las contusiones? Sus ojos miraron a mi captor y los brazos de acero me
soltaron. Me tambaleé a un lado de la cama, lejos de ambos. —Sospecho que
volverá a sus antiguas costumbres y que la fachada detrás de la que se
esconde se romperá.
Antes de que tuviera tiempo de procesar lo que él estaba diciendo, su
puño se estrelló contra mi estómago, y caí de rodillas en el suelo, me quedé
sin aire. Pero no se detuvo ahí cuando el tipo voluminoso miró por encima
de su hombro al padre de Killian y, asintiéndole con la cabeza, me agarró
por el pelo y luego me dio un puñetazo en la cara. Mi labio se partió y me
mordí la lengua, la sangre se acumuló en mi boca y goteó por mi barbilla.
Agarré el edredón, tratando de levantarme, pero volví a caer al suelo, mi
cabeza girando por el golpe.
La sombra de mi abusador retrocedió, y el padre de Killian tomó su lugar,
agachándose frente a mí. Me tiré hacia atrás cuando intentó tocarme el labio
hinchado y caí sobre mi trasero, mi columna vertebral golpeando la mesita
de noche.
—Una estrella de rock que tiene un pasado violento y golpea a su novia.
Me pregunto qué dirán los medios de comunicación sobre él ahora.
—Nunca me haría daño—, escupí. —Killian moriría antes de ponerme
la mano encima.
Se paró sobre mí. —Tal vez sí. Pero los medios de comunicación lo harán
a mi manera, especialmente cuando les cuente sobre su arresto en la redada.
El reformatorio. Y a los chicos a los que golpeó. Me pregunto cuántos de
ellos hablarían ahora.
—¿Por qué? ¿Por qué quieres hacerle daño?
—Porque lo arruinó todo—, gritó. —Ella era mi esposa. Mía. Y pensó
que podía tomar a Kill y dejarme por él. Mi propio hermano. Nunca dejaría
que eso pasara. Nunca.
Oh, Dios. Killian era hijo de su hermano. El tío con el que vivía después
de que su padre lo dejara en el reformatorio. ¿Killian lo sabía? ¿Lo sabía su
tío?
No podía imaginar lo que era para Killian crecer con un hombre que le
tenía tanta animosidad. Y no fue su culpa. Entonces perder a su hermano y a
su madre y quedarse con este hombre.
Las lágrimas mancharon mis mejillas. —No le hagas daño. Por favor.
—No planeo lastimarlo—, se mofó. —Lo hará él solo. Esa fachada que
mantiene tan bien se desmoronará y Kill terminará exactamente donde debía
estar... en la cárcel.
—Al menos estarás muerto. Porque te va a matar.
Mis palabras rebotaron en él mientras sonreía. —Ya veo por qué está
enamorado de ti. Eres excepcionalmente hermosa cuando estás enfadada—.
Se volvió y se dirigió a la puerta, haciendo una pausa para decir a su amigo:
—No tardes. Nos vemos en el tejado.
Me puse de pie y conseguí medio grito antes de que me agarrara y me
cortara el aire con su brazo enganchando mi cuello. Le di una patada a la
lámpara de la mesita de noche y se estrelló contra el suelo.
Por favor, Trevor. Cualquiera.
—Joder—, gruñó. Me soltó abruptamente, y me tambaleé hacia atrás,
aspirando aire. No vi su puño venir hacia mí hasta que fue demasiado tarde.
Golpeé el suelo y todo se oscureció.
CAPÍTULO 25
Killian
Llamé a Savvy desde el coche cuando volvía del aeropuerto, pero sonó
y luego salió el buzón de voz. Eran las dos de la mañana y puede que se
hubiera quedado dormida. Sonreí, pensando en mi boca en su coño.
Dos malditos días. Había sido un infierno sin ella, y los chicos se habían
dado cuenta. Dejé que Logan se encargara de la revista, que normalmente
era mi trabajo. Incluso había ido a mi habitación de hotel temprano las dos
noches para poder hablar con Savvy. No había nada más dulce que Savvy
diciéndome buenas noches con su dulce voz por teléfono.
Logan y Ream vivían fuera de la ciudad, así que Roman los llevó y Crisis
dejó su coche en el aeropuerto.
Llamé de nuevo. Sin respuesta. Presioné fin y le envié un mensaje de
texto diciendo que estaba a cinco minutos de distancia. No tenía llave de su
casa, así que por mucho que me encantaría despertarla con la boca entre las
piernas, no podía.
—Vale, ¿qué pasa con esta chica, Savvy?— preguntó Crisis, mirándome.
—Has estado con muchas chicas, pero esto es diferente. O es muy buena en
la cama y está con lo de las cuerdas y todo eso o es permanente.
Me metí el teléfono en el bolsillo. —Ambos.
Crisis golpeó el talón de su mano contra el volante. —Lo sabía, carajo.
Ream me debe una caja de cerveza.
Agité la cabeza. —¿Hicieron una apuesta?
Se encogió de hombros. —Sí. Pensó que nunca durarías—. Me miró. —
Tu historial apesta, así que él tenía la ventaja, pero tú la trajiste a la casa de
mi mamá y mi papá, eso la selló. Kite, hombre, hemos vivido juntos. Te vi
traer chicas a casa. Nunca con la misma dos veces. Nunca. Pero esta, la llevas
a la cena familiar, a la de Logan, a tu almacén vacío que no llamas hogar—.
Él resopló. —Y no lo es. Joder, tío, tienes que vender ese sitio. O al menos
decora si quieres mantener a una chica como Savvy. O comprar un gato.
Algo que diga que eres normal viviendo en ese lugar.
Me reí. —No voy a tener un gato.
—Si es tan permanente, ¿por qué no lo dijiste en la entrevista con la
revista?
Habían mencionado a Savvy por las fotos de nosotros flotando por ahí,
pero aún no había surgido mucho, y yo quería que siguiera así. Al menos
hasta que esta mierda con mi padre terminara, y planeaba terminar antes de
lo que pensaba.
Había decidido vender mi mitad de Compass a Brett. Si los clubes
nocturnos de mi padre se hundían, yo no quería ser parte de ello. Ya no me
importaba una mierda. Él no era importante y yo lo estaba haciendo
importante.
Savvy era importante.
Emily y la SPCA estaban tratando con los caballos. Incluso si me alejaba
de esto, su continuo abuso de los caballos pararía.
Crisis se detuvo frente al edificio de Savvy y me quité el cinturón de
seguridad. —Esperé mucho tiempo a Savvy. La única chica en la que mi
polla ha estado dentro y será la última. Lo suficientemente claro para ti.
Abrí la puerta y salí.
—¿Qué mierda?— Crisis gritó inclinándose sobre el asiento. —¿Kite?
¿Qué coño quieres decir? Jesús, hombre. ¿Lo dices en serio? Cristo...—
Cerré la puerta.
—Me debes una llamada mañana.— Le oí maldecir mientras se
marchaba.
Luke se acercó y le estreché la mano. —¿Todo bien?
—Lleva en casa media hora.
—Y ya está dormida porque no contesta al teléfono—, le dije. —Tiene
que abrirme la puerta.— Me estaba dando una llave de su casa mañana. No
es negociable, joder.
Luke frunció el ceño. —¿La llamaste?
—Sí. ¿Por qué?— Saqué mi teléfono para ver si me había contestado.
No lo había hecho.
Luke miró hacia el apartamento del tercer piso de Savvy.
Mi espalda se endureció. —¿Luke?
—La luz de su cocina sigue encendida.
—¿Y?
—La he estado observando mucho tiempo. Nunca deja las luces
encendidas cuando se va a la cama. ¿Y dijiste que ella sabía que vendrías?
Porque Savvy estaba preocupada por la factura de la luz, y sí, sabía que
vendría. Mi corazón latió y mi estómago se enroscó mientras presionaba su
número de nuevo y lo escuchaba sonar mientras corríamos hacia la puerta
principal.
Luke apretó el timbre. No hubo respuesta.
—Jesús—. Todo lo que había en mi interior se rebeló cuando un millón
de pensamientos me atravesaron. No le podía pasar nada. Tenía que estar
bien. No podía perderla, no podía perder a Savvy también.
Tiré de las puertas, pero lo único bueno de este lugar era la puerta
principal cerrada con llave. Golpeé mi puño contra el vidrio. —Maldita
sea—. Miré a Luke. —Su vecino Trevor. Llámalo.
Luke hojeaba los nombres mientras yo iba y venía.
Trevor respondió. —¿Qué mierda? ¿No conoces mis malditas reglas?
Nadie me llama después de medianoche.— El aire se quedó en silencio.
—Joder—. Toqué el timbre esta vez y tan pronto como contestó, hablé.
—Soy Kite. Dejame entrar.
—¿Por qué no lo dijiste la primera vez?— Trevor respondió.
El automático sonó, y Luke abrió la puerta y entramos corriendo. Mi
corazón estaba en mi garganta mientras subíamos los tres tramos de
escaleras.
No me molesté en llamar a la puerta de Savvy ni en pedirle una llave a
Trevor. Golpeé el hombro contra ella, astillando el marco de madera, y la
puerta se abrió de golpe.
—¿Qué demonios está pasando?— Oí a Trevor gritar desde el otro lado
del pasillo. Luke agarró mi brazo para arrastrarme hacia atrás, y yo miré el
arma en su mano.
—Kite. Déjame ver primero—, dijo Luke.
—No puedo.— Me sacudí el brazo y me moví por su apartamento, con
los ojos mirando primero el sofá, rezando para que tal vez se quedara
dormida. Pero la verdad es que ya lo sabía. Lo sentí.
—¿Savvy?— Grité, corriendo al dormitorio, Luke a mi lado.
En el momento en que entré en la habitación y la vi, fue como si me
golpearan en el estómago con una bola de demolición, y luego una
motosierra me abrió el pecho.
—Noooooo!— Grité, arrodillándome a su lado, mis manos corriendo a
lo largo de su cuerpo mientras trataba de ver dónde estaba herida.
Estaba boca abajo, con la cabeza hacia un lado, el pelo cubriéndose la
cara, y la sangre salpicando el suelo.
—No la muevas—, ordenó Luke mientras se ponía el teléfono en la oreja.
Estaba hablando con alguien, pero sus palabras fueron silenciadas mientras
mi mente giraba con miedo.
—Mierda. Savvy. Bebé.— Le quité el pelo de la cara y el cuello y busqué
el pulso.
Cerré los ojos cuando una ola de alivio se derramó sobre mí cuando sentí
el golpe bajo las yemas de los dedos. —Está viva.
Una sombra me cubrió, pero no miré para ver quién era, todo lo que vi
fue a Savvy y... joder, Emmitt. Boca abajo en el agua, la sangre salpicando
la roca donde se había golpeado la cabeza.
Pero no había pulso.
Savvy estaba respirando. Estaba respirando, joder. —¿Dónde coño están
los paramédicos?—, grité.
—En cualquier momento—, dijo Luke mientras se agachaba a mi lado y
le tomaba la muñeca para tomarle el pulso.
—Lo juro. No he oído nada. Mierda. Mierda. Mierda. La oí llegar a casa
y...— Trevor continuó mientras caminaba por el piso, sus ojos cambiando a
Savvy cada vez que se giraba.
Agarré la manta al final de la cama y la puse encima de ella mientras yo
sostenía su mano en la mía.
Oí sirenas. Pisadas. Había gente entrando en el dormitorio, y no podía
concentrarme en nada más que en ella.
—Kite. Necesitan llevársela—. Luke me apartó para que los paramédicos
pudieran ponerle un collarín y luego la subieron a la camilla.
Dios, esto fue mi culpa. Yo traje esto a su vida. Me pasé la mano por el
pelo mientras veía cómo sacaban a Savvy del dormitorio.
Mis manos y mi cuerpo temblaban. —Yo hice esto. Yo hice esto.
—No sabemos qué pasó. Mucha escoria entra en este edificio, Kite.—
Luke dijo.
Esto es obra de mi padre. Su casa no fue robada; nada fue movido. Este
era él.
Luke puso su mano en mi hombro. —Llamé a Crisis. Se reunirá contigo
en el hospital. Yo me quedaré aquí. Hablaré con la policía.
Ni siquiera me di cuenta de que había bajado mientras Luke hablaba.
Subí a la ambulancia con Savvy y mi mano encontró la suya.
—Ella estará bien—, dijo Luke mientras las puertas se cerraban y la
sirena de la ambulancia sonaba.
—¿Señor?— Por qué? Joder, ¿por qué iría tras Savvy? ¿Por qué herirla?
—¿Señor? Necesitamos su brazo, señor.
Miré al paramédico que estaba a mi lado y que tenía un bastoncillo de
algodón en la mano. —Su brazo, señor.
En el momento en que solté su mano, fue como si la estuviera soltando.
Como si se me escapara de las manos. —Cristo—. Puse la cabeza en mis
manos y cerré los ojos, pero en el momento en que lo hice, las imágenes de
Savvy tumbada inmóvil en el suelo me inundaron mi mente.
No la protegí.
—Ella va a estar bien, ¿verdad?— Le pregunté al paramédico, mi voz
apenas distinguible.
—No sé si hay daños internos, señor. Sabremos más cuando se la lleven
para las radiografías. Pero está estable. Corazón y pulmones despejados.
Presión sanguínea estable.
Asentí, deslizando mis nudillos por su mejilla. —Lo siento, Savvy. Joder
bebé, lo siento mucho.
La ambulancia se detuvo y me aparté del camino mientras los
paramédicos la llevaban y yo la seguí hasta que desaparecieron detrás de las
puertas y una enfermera me detuvo.
—Kite.
Me quedé mirando fijamente a la puerta, con los miembros congelados.
—Kite, hombre.— La mano de Crisis se posó sobre mi hombro, pero no
me moví. No pude hacerlo.
Mi mente era una infestación de emociones. Las emociones que había
guardado bajo llave, y ahora como un río enfurecido que golpea un dique
roto, se filtraban a través de mí.
No sabía cómo reaccionar. Tenía miedo de reaccionar. Joder, éste no era
yo. Yo tenía el control. Durante años, tuve el control.
Pero la presa se había roto y detrás de ella estaba el chico que había
perdido a su hermano. Un niño al que se le recordaba día tras día que era su
culpa por no protegerlo. Que era su culpa que su madre hubiera muerto y que
la familia estuviera arruinada.
Los recuerdos zumbaban como avispas a mi alrededor. Recordandome.
Cazándome.
Inhalé un aliento irregular y me volví para enfrentarme a Crisis. —Tengo
que irme.
—Whoa. Kite.— Me agarró del brazo. —¿Dónde? Haven está en
camino. Y llamé a Logan. Él y Emily llegarán pronto con Ream y Kat.
Mierda, no podía respirar. Mi pecho estaba apretado y mi cabeza se sentía
como si fuera a arder. Tenía que salir de aquí antes de que la ira se
desbordara.
—Mándame un mensaje cuando sepas algo.
—Jesucristo. ¿Te vas a ir? ¿Acabas de decir que es la primera chica a la
que le metes la polla y te vas? ¿Qué demonios, hombre?
Las puertas del hospital sisearon al abrirse. En el momento en que el aire
me golpeó, pude respirar.
Me estaban alejando del cuerpo de Emmitt.
Frío, mojado y solo. El río corría furioso como yo. Mi padre se paró en
la orilla y me miró fijamente. El odio en sus ojos. Odio al que había estado
sometido durante años hasta que salí. Y salí por Savvy. Salvarla en la redada
terminó por salvarme a mí.
Lastimó a Savvy. La lastimó, joder.
Era la grieta en la maceta rosa. Se abrió de par en par y se derramó en el
suelo.
—Kite, ¿adónde coño vas?— Gritó Crisis. —¡Kite!
Crucé el estacionamiento hacia la calle y llamé a un taxi.
CAPÍTULO 26
Savvy
Killian
Savvy
Espero que algún día nos volvamos a ver. Gracias por la orquídea
Killian.
Nunca te olvidaré.
Savvy
—Killian—, susurré. Dos lágrimas bajaron por mis mejillas y él las secó
con la almohadilla de su pulgar. Killian había encontrado mi nota. La guardó
como yo guardé la orquídea.
—Puede que me haya apartado de ti, pero siempre estuviste conmigo,
Savvy. Y joder, te amo.— Me besó de nuevo antes de que me levantara en
sus brazos y yo le colgara las piernas de la cintura. Pero no me llevó arriba;
me llevó a su auto y luego se fue.
—¿Adónde vas?— grité.
—A conseguir la maldita orquídea, entonces te llevaré a casa.
EPÍLOGO
Un año y cinco meses después
Savvy
Salí del baño con una toalla envuelta a mi alrededor para ver a Killian
despierto y apoyado en la elegante cabecera negra, con una pierna doblada y
un libro balanceado contra su muslo.
La sábana gris se agolpaba en sus caderas, y mis ojos se dirigieron hacia
el escaso rastro de pelos que desaparecían bajo el material.
Me había despertado con él todas las mañanas durante el último año y
medio y no había un solo día en el que no se viera totalmente jodible. Pero
lo que me hizo esta mañana fueron las gafas de montura delgada posadas en
su nariz que chocaban totalmente con sus tatuajes y piercings, pero que lo
hacían lucir sexy como el demonio. Y él sabía muy bien que yo pensaba que
era muy sexy.
Killian cerró su libro, y yo me sobresalté ante el sonido abrupto. —No
me despertaste.
—Si lo hubiera hecho, llegaríamos tarde. Son casi las diez.
Tiró su libro a un lado, y aterrizó con un golpe en la plataforma de madera
que rodeaba el colchón. Habíamos elegido la nueva cama juntos hace varios
meses, junto con sábanas y algunas almohadas. A un lado de la cama había
una fila de cuatro grandes cuadrados de vidrio que se iluminaban con suaves
luces verdes. La cabecera era sólida y negra, y tenía una barra de hierro a lo
largo de ella que se curvaba por ambos lados.
La barra de hierro había sido la parte personalizada de la cama que
Killian me había dicho con gran detalle cómo la iba a usar cuando me atara.
—Podrías haberme despertado con tu coño mojado en mi cara o mi polla
en tu boca—, dijo.
Se quitó las gafas, se inclinó y las colocó en la mesita de noche. La
sábana se deslizó más lejos y mi sexo latió. ¿Alguna vez tendré suficiente de
este hombre?
El tirón de Killian se comió el espacio entre nosotros e incluso a tres
metros de distancia se sentía como si yo estuviera justo a su lado.
Anoche, se desnudó, se metió en la cama, me envolvió en sus brazos y
se durmió. Él y los chicos habían estado trabajando largas noches en el álbum
para terminarlo este mes. Había ido al estudio de grabación con él varias
veces, y verlo a la batería era mágico.
Caminé hacia el armario, mis pies hundiéndose en la nueva alfombra
blanca de pelusa con la que había aparecido el mes pasado. Fue un proceso
lento, y dejé que fuera él quien decorara el almacén. Ahora había alfombras
esparcidas por todas partes, y él había puesto una enorme pared con espejos
en el espacio abierto para que yo bailara, junto con un sistema estéreo que
podíamos poner tan fuerte como quisiéramos ya que no había vecinos.
—Suelta la toalla y ven aquí, Savvy.— Su voz era tranquila y firme, casi
suave.
Mi cuerpo era todo lo contrario, ya que palpitaba de deseo, excitación y
anticipación de su toque. Me detuve, mi mano en la manija de la puerta.
Me di la vuelta y me enfrenté a él. No debí hacerlo porque no había forma
de negarle nada. Inhalando un aliento tembloroso, me acerqué a la cama.
—Súbete en mí—, dijo.
Me arrodillé en el colchón, arrojé mi pierna sobre su cintura, luego bajé
lentamente para que su pene duro se acomodara contra mis pliegues mojados.
Me moví hacia delante frotándolo contra mí, y gimió.
Sus ojos se encontraron con los míos. —Joder, te amo—, dijo mientras
sus manos cubrían mi cintura. —No pasará un día en el que no te ame. Y
nunca habrá un indicio de incertidumbre de que perteneces a otro lugar que
no sea este.
—Y yo no quiero estar en ningún otro lugar.
Me ahuecó las mejillas y luego me atrajo para darme un beso, pero puse
las palmas de mis manos en su pecho y lo mantuve apartado.
—Tenemos que ser rápidos. Tienes que ducharte antes de irnos.
Frunció el ceño. —No estamos siendo rápidos.
—Si llegamos tarde otra vez, nunca oiremos el final de esto de Crisis.
—Que se joda—, gruñó Killian mientras me arrastraba más cerca.
—Creo que preferiría follarte.
Me dio una palmada en el culo. Grité e intenté escapar, pero él rodó, con
cuidado de no hacerme daño mientras se movía, así que estaba encima de mí,
inmovilizándome con las manos. —¿Tú crees?
Me mordí el labio, tratando de no reírme. —Bueno, es encantador y tan
lindo con la pequeña Melody.
Killian resopló. Me meneé debajo de él.
—Y eres bueno con Drum.
Me dio una palmada en el culo otra vez. —Drum es un maldito perro.
Sonreí. —Pero es tu perro.
—Nuestro.
—No, Drum es tuyo, Killian. No se aparta de tu lado y te mira como si
fueras Dios. Lo llevas a todas partes y se sienta en tu regazo cuando estamos
en el sofá.
—Savvy, no puedo dejarlo aquí solo mientras tú estás en el trabajo, y
tengo una mejor vuelta. Es listo.
Sonreí en secreto porque, a pesar de lo que dijera, el pequeño pomerania
negro con los ojos marrones era el perro de Killian, aunque lo hubiera
adoptado para mí. Incluso había una foto de él llevando a Drum bajo el brazo
que se volvió viral. Pensó que era ridículo. Pensé que era la toma más sexy
que había visto de él.
Quería que la enmarcaran en nuestra pared, pero Killian aún no estaba
cómodo con las fotos. Y tal vez nunca lo estaría. Pero no necesitaba fotos.
Lo tenía a él.
Como si supiera que estábamos hablando de él, Drum saltó al lado de la
cama. Killian se acercó al costado de la cama, lo levantó y lo colocó en el
colchón. Giró en círculos, luego cavó en las sábanas y se dejó caer en una
pequeña bola cerrando los ojos.
Me reí, poniendo los ojos en blanco.
A pesar de lo que pensaba, Killian tenía trozos buenos en abundancia.
Puede que no confíe fácilmente, o deje que otros vean quién era realmente,
pero a los que dejaba entrar, daría su vida por ellos.
Movió las caderas para que su polla se frotara contra mi clítoris. Me quejé
y arqueé la espalda. —¿Qué preferirías? ¿Te follo lento en el culo o duro en
el coño?
—¿Me estás dando una opción?
—No, nena. Estoy haciendo las dos cosas. Sólo quiero saber tu respuesta.
Pasé mis dientes por encima de mi labio inferior, y sus ojos ardían. —Te
lo haré saber.
Gruñó antes de que su boca se estrellara contra la mía y luego hizo
exactamente lo que dijo.
FIN
Próximamente
La historia de Trevor.