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Colombia Amarga (1976) es la recopilación de las crónicas escritas en la primera etapa de trabajo de Germán

Castro Caycedo (1940-), periodista oriundo de Zipaquirá, Cundinamarca. Su labor, ampliamente reconocida en
Colombia, es, en su opinión: "el testimonio de este sabor amargo que me deja el haber recorrido a Colombia casi
semanalmente durante siete años. Ese arduo itinerario que lo lleva a visitar diversas regiones del país y develar en
ellas verdades olvidadas, hacen de Castro Caycedo un hombre valiente, que no teme hablar sobre la realidad, tal
cual es, en nuestro pais. Cronicas que muestran la crudeza con que la violencia se esparce indiscriminadamente
entre los colombianos; crónicas que describen el poder de la naturaleza manifestándose contra el hijo que la
destruye en nombre del progreso; erónicas que denuncian la realidad del hampa y de la ninez que sobrevive en las
calles; cronicas que muestran un sorprendente desprecio por la viday dignidad humanas; crónicas que se revelan
contra la corrupción y el olvido en que el Estado ha sumido a cientos de compatriotas a lo largo y ancho de nuestro
territorio. Endemia colombiana: la violencia Inicialmente, diez reportajes abren el panorama de Colombia Amarga;
en ellos, Castro Caycedo deja abierta una noción de la endemia colombiana: la violencia que hístóricamente ha
transitado por estas tierras desde los tiempos de la invasión de los europeos; la violencia que ha prevalecido de
manera patetica hasta nuestros dias, tiempo en el que Colombia se presume una republica independiente. Tal
violencia se manifiesta a través de disputas políticas, del dominio descarado de las tierras campesinas, de un odio
indiscriminado hacía los indígenas, del afán de las multinacionales por expandir su campo de acción y explotar todo
recurso vital, del narcotráfico, del hampa en las calles, de la corrupción administrativa, del abandono estatal y el
olvido de regiones recónditas.

Todo esto encrudece el drama de miles de compatriotas colombianos, que al verse y sentirse desprotegidos por el
Estado, abandonan sus tierras en busca de una mejor vida en otros sitios, principalmente en las ciudades, optando
por vias nada táciles y muchas veces ilegales, haciendo ver el problema del desplazamiento como un círeulo
vicioso que no tiene aparente solución. La violencia en Colombia ha sido acentuada con mayor fuerza desde
aquella época en que fue asesinado uno de los caudillos más grandes del pais, Jorge Eliécer Gaitán y, desde
entonces, no ha dejado de ser parte de nuestra cotidianeidad. Veamos como Castro Caycedo experimentó esos
rasgos de violencia en su constante transitar por el país. Un par de pueblos en Risaralda -La Celia y Balboa-, en los
años setentas, aún se mataban entre ellos por la disputa ideológica de liberales y conservadores. Ninguno de los
dos bandos reparo por la vida del otro, y ninguno vacilo a la hora de ver eliminado a su rival. La ucha politica resulto
muy absurda, Concretamente por el hecho de pelear por los intereses de unos pocos, aquellos que ostentaban el
poder, y que podían sacrificar las vidas de sus adeptos en pro de la hegemoma. Es triste ver como la violenCia se
disperso sin una razon coherente, pues los partidarios de estos grupos políticos defendieron tan sólo un par de
colores, desconociendo el sustento ideolôgico de los mismos.

En Caicedonia, en el Valle del Cauca, también alrededor de 1970, se luchaba en una guerra entre liberales y
conservadores. Las tierras de este pueblo son ricas e ideales para el cultivo del care -euyo grano es apetecido por
su dulce sabor, y ha hecho de Colombia un país popular ante el mundo-. Sin embargo, la violencia no permitió que
la región prosperara en paz, pues los líderes de los partidos que ya mencionamos, se disputaban estas tierras
fertiles, buscando saciar sus comodidades. Los campesinos permanecieron alh explotados, 1gnorantes e
impotentes para ejercer alguna resistencia. Los gamonales de cada grupo politico poseian control absoluto sobre la
región, y su poder era tal, que se podian dar el maléfico lujo de elaborar listas negras, en donde se escribían
contendientes a eliminar. El Genocidio Sigue, es el título de otra de estas crónicas sobre la violencia. En San José
del Guaviare, en donde miles de hectáreas de selva han desaparecido para que el colono pueda civilizar el lugar, la
población tiene el espejismo de ser una zona próspera por la producción de arroz. La gente que vive en la región,
proviene de diversas partes de Colombia, y llegaron alli en busca de trabajo. En efecto, consiguieron trabajo como
cultivadores de arroz, pero al tratar de vender sus cosechas, los intermediarios y especuladores acechaban sus
mercancias para ofrecerles y pagarles Sumas miserables, mientras estos las revendian a cifras muy superiores a
las agenclas oficiales.

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