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Los Pejiones de Vélez de la Gomera y Alhucemas y las Islas Chafarinas Asta hace pocas décadas los textos escolares de Geografia de Espaiia incluian wn breve apartado relativo a los territorios de soberania espaitola en el Norte de Africa: las plazas de Ceuta y Melilla, los Peito- nes de Alhucemas y Vélez de la Gomera, y las Islas Chafarinas. Los escolares de hoy siguen familiarizéndo se con la existencia de las dos primeras, encajadas en el ordenamiento constitucional como «ciudades auténo: mas», pero la adscripeién a Ja soberania espatiola de las restantes plazas es hoy desconocida para buena parte de la poblacién. La insignificancia territorial de esas posesiones, su. careneia de valor econémico y poblacional, y la pérdida del significado que en su dia tuvieron en relacién con el froniero territorio magrebi, pueden hacer comprensible su olvido, Aun asf, podrian ser recordadas por su c ter de reliquias testimoniales de las conflictivas relacio- ns entre las dos tiberas del Mediterraneo desde el final de 1a Edad Media hasta el siglo xvin (con el posterior apéndice de la expansi6n colonial), en las que ta Corona espaiiola se vio largamente implicada y en virtud de las cuales ocup6, durante mas @ menos tiempo, miltiples plazas de Is costa norteafricana (Cazaza, Mazalquivir, Oran, Tremecén, Tripoli, Bugia, Mostaganem. Tunez, Bona, Susa, Larache, La Mamora, etc). Operaciones de ocupacién que respondieron a razones geopoliticas y econdmicas, sin que faltase, inicialmente, el espiritu de Cruzada. Asf, desde los comienzos del siglo xv, y a favor de Ja descomposi i6n del Magreb, los portugueses conien- alarse en la costa atlintica, ocupando las fronteiras de Ceuta, Arcila y Mazagin, Bastante de: pués, entre los finales de aquel siglo y los comienzos del Eria, 43,0988). xvi, Espaiia inici6 la ocupacién de presidios en ta costa angelina y marroqui Con ello se pretendia, aparte de intereses econémi- cos, preservar el Mediterraneo occidental de la expan- sién otomana y controlar ta actividad corsaria de mu- cchos puertos del Magreb, entonces muy fragmentado politicamente, En ese contexto, una familia de corsarios, fos Barbarroja, tomé Argel en 1516 para practicar el corso de forma sistematica. Puestos al servicio del poder ‘otomano, uno de ellos pasaria a ocupar, en 1536, la jefa- tura de la flota, De esa forma, Tripoli (1551) 0 Tunez (1574) se convirtieron en bases corsarias tureas, cuya prosperidad se basaba en las discrepaneias de intereses centre las potencias del Mediterrineo europeo; las Re. gencias de Tiinez o de Argel podian mantenerse en con- flicto con un determinado pats cristiano, cuyos barcos asaltaban, en a certeza de ta neutralidad de los demas reinos, lo que permitié a los corsarios de Berberfa y de Salé practicar su oficio con impunidad, salvo ocasiona: les bombardeos de sus puertos, hasta el siglo x1x Ju- LIEN, pags. 78-79) Dentro de ese marco general, 1a ocupacién de los Pe- fiones de Vélez y Alhucemas, y de tas Islas Chafarinas, se produjo en momentos diferentes y con cierta dispati- dad de objetivos. Aguf no vamios a entrar en el fondo de esa cuestiGn', pues tan sélo pretendemos recordar, so- meramente, la génesis de la inclusién de esos islotes en nuestra soberanfa, examinar con brevedad las funciones que cumplieron, y visualizarlos mediante algunas foto- grafias agreas obtenidas unos 70 afios atris, Spoca en la " Para llo puede consultrse BeaLoe, LOS PENONES DE VELEZ DE LA GOMERA Y ALHUCEMAS Y LAS ISLAS CHAFARINAS ss ae Pefion De vELEZ DE LA GOMERA PRON DE ALHUCEMAS, 5 Homes ae ye0™™ 3 no, ig, 1. Situacin de los Pefiones y de las Islas respect ala costa de Marruecos. que ya carecfan de todo valor estratégico pero mante- nfan atin, ademds de la respectiva guarnicién, una mi nidscula poblacién civil y una pequefia actividad comer- cial con la costa marroqui. 1 LA ADQUISICION DE LA SOBERANIA Durante el reinado de los Reyes Cat6licos, en la eta- a final de las campafias de Granada, la ocupacién de puntos estratégicos en el litoral magrebi se convirti6 en un objetivo para la Corona, a causa de la necesidad de impedir acciones que, partiendo de la costa de Berberia, pudieran dificultar o poner en riesgo la plena incorpora- cién del reino de Granada y, en especial, de la costa del mismo. El cumplimiento de aque! objetivo comenz6 a mate- rializarse en 1497, cuando, una vez despejados proble- mas més urgentes en Talia, se produjo la incorporacién de la plaza de Melilla a la Corona; en 1505 se ocupé Mazalquivir (Mers el Kebir), junto a Oran, y en 1506 Cazaza, plaza no muy lejana de Melilla, que constituia la salida maritima del reino de Fez. Sin embargo, ni esas conquistas, ni la renovacién del sistema defensivo de la costa de Granada, resultaron su- ficientes para librar al litoral peninsular de los ataques de los piratas berberiscos. Por el contrario, el problema se agudizaria a medida que aumentaba la presencia del poder turco en el Mediterrdneo occidental, y muy espe- cialmente durante la primera mitad del siglo xvi, ‘Una base importante de los piratas berberiscos era la bahia de Vélez de Ia Gomera, de donde partfan para aso- lar las costas meridionales de la Peninsula. Por esa ra- z6n, Fernando V dispuso, en 1508, que la flota que. al mando de Pedro Navarro, se aparejaba en Malaga para la conguista de Orén, atacase Vélez de la Gomera, La ciudad de Vélez dominaba la playa en la que de- semboca el rio Tameda, 0 Bades, a pocos metros de la cual se halla el Pefién’, Como quiera que éste fue aban- donado por los moros al acercarse la escuadra, Navarro prefirid ocuparlo (23 de julio de 1508), y desde él bom- bardes Vélez. retirindose luego la flota, después de presidiar el Pefién con tropa y artllerfa (PE2Z1. pags. 19-20). Pero el Peiién se perdié en 1522, coa lo que a me- diados del siglo xvi la bahia, ahora en manos turcas, constitufa una base otomana en costa frontera a la de. ? Pen de Veer situado frente la ensenada de Hats mide 250 me eos de longitu por HID de anchor maxima, yalcanza 85 metros de ltrs, Uni ‘do aificiaments a se halla La Islet, que mide 100 mets por 40 de dens ‘ones minis com una altura mio de 4S meus. Hacia era el Pn, do- ‘ima por las slurs del cost, desciende de Forma alo esalonud mintras ‘qe della de! mar eae eas pico- Ente e exuouo meridional det Pin y eh saliente costo Hamad La Punts sitado ape del monte Cail se aia un Trea de anos 75 metros deanchura, de fondo eseaso y peregose,Desputs de Ie pacficacin del Protecorado se onstuy sobre se fe un espign de 32 me- ‘wos de longitud por 3 de anchura, pra fair la carga y descarga dando liga aque. en moy pcs ao las crsentesformaran un ténbolo que. dew enone 5 une el Pena tetra (zz, pgs 12:13 y As Stavacr, pg. "La ocupucign del Pein de Vélez panes problemas £0 la Corona poe waves, pes el Tratado de Toresillas, de 194, reconoca Casilla el derecho ‘lv expansion en la costa magre rome al reino de Granada. mena esr ‘aba a Poralidntco derssho en la costa del ein de Fez, dento de a cial ‘queda Veer de la Gomera. A a ver, en 1495, e1 Papa Alejandso VE conse ‘tlos eyes el goberno leptimo de Tas tera que conguisasen en Ac. EL ‘problema se solves mediante e}Tralado de Sine, de 1509 (Low: BrLaRAs, pi. 3001, Fis, 2. FI Pefién y bahia de Véler de la Go- mera, viios desde la lade- ra del monte Cuntil. por ‘Anton Van den Wyngaer jue parece haber r= presentado el ataque in ciado el $ de septiembre de 1564, que produjo la rendicién de Pein al dia siguiente, El desembarco se habia hecho en la cala de Alcala de tas Torres, cuye castillo se ve junto al borde superior izqui do, Entze la eala y los rmontes que cierran la ba- hia por el Este se ven fon. deadas unas 20 galeras y un gran galedn portugues: otros galeones ¥ galeras, més alejados, Se mantic- nen a la vela. Desde el campamento asentado en la playa de Vélez e pintor ha escenificado la marcha de wopas espaolas con el estandante de Santiago. ‘mientras una avanzadilla,con pleas y areabuces, hace frente aun escuadeén de cabatlerfa mora, En fa ladera es dispuesto un emplazamiento ar tiller, y desde fa playa una bateria de Malaga (Bravo. pigs. 195 y 201), amparandlo la agudi- zacién de los ataques piriticos a las costas de Andalucia y Valencia, llegando incluso hasta Canarias y amena zando las lineas de comunicacién de Sevilla. Bsa situa- cién dio lugar a que en 1566 una flota, con 16.000 hom- bres, llevara a cabo un desembarco para tomar la ciudad de Vélez y el Pefién de igual nombre, arrasando los mu- ros de aquélia (BRAUDEL, 1. 1, pags. 466-67), cuya con- servaci6n hubiese sido costosa. Se construy6, en cam, bio, cerca de la playa, un fuerte, Hamado de} Cantil, a cuyo amparo se obtenia agua y se cultivaban algunas huertas que suministraban verduras al Peilén (ENCICLO- EDIA Espasa, t. 67), Ese fuerte se perdié en 1702, y a partir de entonces el Peiién, carente de apoyo en tierrs hubo de abastecerse exclusivamente desde Milaga 0 Al- merfa, Iugares de los que procedia incluso el suministro de agua (PEzz1, pags. 33-34), que en algunas ocasiones se Tlevaba hasta de Italia. Pese a todo, la posesién de este diminuto y arriscado {slote fue suficiente para impedir que la bahia de Vélez volviera a ser asiento de piratas. Cumplié esa funcién hasta los finales del siglo Xvit. En 1786 el tratado de li- bre navegacién entre Espaiia y la Regencia de Argel, y Jingo piezas geuesas bate el Pein, Mas alld se ven tropas alemanas: en el extremo de la playa, junto a Las rmurallas 8e Vélez, cuya mezquita se percibe, se desembarcan bastimentos desde embarcaciones menores. Reproducido de KAGAN. i 231 el de paz firmado con el sultén de Marruecos en 1799, ‘atrodujeron un factor de normalizacién entre ambas ti- beras', a la ver que la progresiva distancia econémica y técnica entre las naciones europeas y los paises del Ma- greb y, muy pronto, la penetracién francesa en Axgelia, cortaban definitivamente las actividades piriticas en Berbera Si la ocupacion del Pefién de Vélez fue deliberada, la de Athucemas* fue un tanto fortuita. Su bahia era fre- cuentada por los buques espaiioles que cruzaban la costa desde Melilla hasta Vélez. y el 28 de agosto de 1673, al- gunos de ellos, sin haber recibido orden expresa. batie ron la fortaleza hasta rendirla (SERVICIO, pags. 104-9). By aca final det silo rl pater ¥ feos monors, como Cares y Portal, se vl ‘eibutos a Argel pra queda salvo 5 La bubs de Athucersas I delimtan Jos cabos Quiles y Morro Nuevo, 51. 0. respectivamete; e la mayor de as que se abren en I costa marrage ‘del Mediterineo 8 efon tiene 150 metros de frp 70 de anchra isin. y 27 de alu, con una supficie dew 15.000 metros cuadrados: dst unos {600 mews de ls playa en la que desemboea el Nok, os HOO de ls isles lamados Isl de Tierra ela de Mar. mis prams fa esta, hina debs alesse uizab como cementerio (SERVIC, pi. 1: Excielopedia Epa. reelina era an my acva, en Ta neces de pagar LOS PENONES DE VELEZ DE LA GOMERA Y ALHUCEMAS Y LAS ISL AS CHAFARINAS. 7 Agustin y San Carlos de kas s¢ le bautiz6, carente desde un princi- pio de apoyo en a. resultaba menos titil que el de Vélez. Sus fuegos no aleanzaban con eficacia to punta, mas préxima, y tampoco servia para vigilar la costa has- ta Vélez, oculta por la curva occidental de la propia ba hi carg Alhucemas, com 1a co de Alhucemas, de tal modo que siempre fue més una que otra cosa (PEZ21, pags. 88 y 94). Se ocup6. por a parte, cuando ya se habia perdido o abandonado la mayor parte de las plazas conquistadas en el Norte de Africa desde comienzos del siglo xvi, En cuanto a las Islas Chafarinas lugar stl ocupacién tuvo n un context muty distinto al que habia dado pie a la conquista de los P nes. En 1775 se envié all desde Madrid, a varios ingenieros militares que, junto con oficiales de fa Armada, levantaron planos de las y formaron el proyecto de las fortiticaciones que ca bia hacer en ellas (SAAVEDRA, pigs. 94- pero no se Son es. dian unos 4 kikiwetrs de Cabo del Apu, La mis occidental sa el Congieso de 1 bin def tos de aura halla aw inet det amas de abel 2b ines hai ty ue iene un perimetr de das kllmetosy 40 mcr dete ne. Por aio, tl Re. que dst 170 sto del ater toe 84 mtr de ar ie 6 betes lla se crest cl comet (ORTEGA, nari. pss. Flo. 3, Vista adrea del Pein de Velez de la Gomera desde el lao del ‘mar. obteid el 29 de juli de 1930. Se aprecia arpa el Pefisn por ese lado el extreme aprosechamiento del terreno y ta altura que aieanzan alunos. edificios, asi como el espacio ganado as pera abriendo nell A ta izquierda. el baluste de San Miguel: ala ‘erecha, la que fue Butera de la Corona, com su ermita y su pie, con un lento descense, huluarte de Santiago. Foro Servicio de Avincion Militar: Archivo de Cuan Viento. hizo nada, de modo que fa raz6n diltima de su ocu cidn se halla en el comienzo de la expansion colonial francesa en el Norte de Africa. Francia llevé a cabo la conquista de Argelia entre 1830 y 1847, y al término de misma su Gobierno dispuso la ocupacién de las C farinas. E1 interés de las islas radicaba en hallarse situadas frente a la cuenca del Muluya. y en ofrecer abrigo para buques de gran porte en una costa en la que eseasean las radas segura ncia bubiera signifi- en territorio préximo a Melilla y, adennis, dejar a esta plaza sin puerto de refugio, En efecto, desde la toma de Melilla las Chafarinas habian servido de refugio para los buques cuando el mal tiempo los alejaba del cabo Tres Forcas: con vientos de Levante el desembarque en Melilla se hacia muy dificil ‘© imposible, y siguié siéndolo hasta la construc puerto, ya en el siglo xx. De ahi el que aceptar Tac Su ocupacién por Fi cado su expansi6 én del insta- n de otra potencia en Chafarinas resultase inacepta- no ya tanto para el ejercicio de posibley acciones coloniales en el futuro como pata la simple superviven- cia de Melilla (P7271, pags. 153. 166 y 169). Por esas ra- ‘ones se decidid la ocupacién de las istas, que se halka- ban deshabitadas y que, al igual que los Pefiones, ¢ cen de recursos propios, si bien cuentan, respecto a sR ER Fic. 4. Vista del lado reridional del Penn de ‘Velez de la Gomera y su prolongacién en La isle, EnelP izquierda la ermitay la brace de lx Corona, medio aruinads: a su pie, cen un mismo eje de abajo ‘arriba, en primer ‘éemin el stiguo hospital, medio arruinado: tras él facubierta de la iglesia la baterfa de Son Miguel y, por iltimo, La Isleta,cuya bates domina l playa. Se ven diversosedificios arruinados. y esti formado yae tGmbolo «que ha cord el freo Foto del Senve Aviacién Miltar obtenida £1 30 de marzo de 1935. Archivo de Cuatro Vientos aquellos, con la ventaja de una mayor amplitud: 1a ope- racién se llev6 a cabo el 6 de enero de 1848. En 1884 la Sociedad Geogrifica de Madrid, y la So- ciedad Espafola de Afticanistas y Colonistas, dentro de una campafia de defensa de los intereses de Espa Marruecos, trataron de promover la valorizacién de las Chafarinas, y del frontero Cabo det Agua, sin ningiin re~ sultado, La situacién cambié en 1885. El conflicto con Alemania por las Islas Carolinas dio pie a pensar que las Chafarinas podian apetecer, como puerto de refugio 0 depésito carbonero, a aquel pais o a cualquier otra po tencia europea, Al tiempo, la Soci Madrid planteaba la posibilidad de que Francia levase la frontera de Argelia hasta la linea del rfo Muluys. Co. mo consecuencia de todo ello, se envié guamicién tillerfa y se construyeron baterfas, si bien, pasada la c yuntura del posible conflicto militar con Alemania se disminuy6 la guarnicin (Pezzi, pag. 158: REPARAZ, 1891, pags. 70-71 y 1893, pags. 23-25 y 52-54: Rove cuez Estepan, pags. 320-21). ia en. dad Geogr La revalorizacién militar de las Chafarinas volveria a plantearse poco después, durante la campatia de Meli- Ila de 1893. Con motivo de ese conflicto, se sefialé c6 ‘mo, para las operaciones en la linea del Muluya, Melilla carecia de puerto, y mal podria recibir los buques desti- nados a comunicar la Peninsula con el ejército de opera- ciones. el cual podia quedar aislado en cuanto el estado de la mar imposibilitase la arribada. En cambio Chafari nas ofrecfa el amparo necesario: «Son el resguardo del fondeadero, el asiento de las defensas maritima macén d el al epuestos». Pero la carer ia de agua, de la que eran abastecidas mediante expediciones semanales, in: suficientes para suministrar al puerto militar, exigia la ‘ocupacién de Cabo del Agua; «sin ello el puerto de Cha- farinas seria tan indtil como en la actualidad» (Pezzi, pags. 168-169). Esa intervencién no entraba dentro de los propésitos del Gobiemo y, a raiz de la campaita de 1909, la cons- truccién del puerto artificial de Melilla dejaria definiti- vamente sin sentido cualquier pretensién de valorizar las Islas Chafarinas. 1 PLAZAS FUERTES Y PRESIDIOS Las plazas espafiolas en el Norte de Africa pasaron pronte de ser Presidios en el sentido militar del término (ciudad o fortaleza que se puede guarnecer de soldados) a serlo, ademiés, en el de lugar de cumplimiento de pe nas de prisién. En Portugal, las Ordenacoes de Alfonso V (1438-1481) disponfan el cumplimiento de ciertas pe: nas en las plazas de Africa, dedicando a los condenados a obras de defensa y otros trabajos (CADALSO, pags. LOS PENONES DE VELEZ DE LA GOMERA Y ALHUCEMAS ¥ LAS ISLAS CHAFARINAS ” 203-4), y cuando Ceuta se incorpord a fa Corona espa- jioka en 1640 siguié habiendo en ella un ntimero consi derable de penados, ocupados en las obras de fortifica- cid y en otros menesteres (SALILLAS, pags. 244-5). Orin también fue lugar de cumplimiento de penas, all menos desde tiempos de Felipe Tl, y siguié siéndolo has- ta su abandono a fines del siglo XVI, sitviendo su orga- nizacién de modelo para Ceuta, cuyo Reglamento de go- bierno de 1716 establecia la distincién entre desterrados y presidiarios. Los primeros habrian de dedicarse al ser- vicio de las armas, y los segundos a las obras de fortifi- saci (CADALSO, pags. 305-7). Los Presidios Menores (Melilla y los dos Pefiones, mas Chat. de Ceuta, pasando luego a ser auténomos, y a lo largo inas), funcionaron como destacamentos del del siglo x1x se mezclaron en ellos los desterrados pol A titulo de mero ejemplo, en Alhucemas estuvo desterrado el militar Ma- rian Zorraquin; en el Peitén de Vélez, Fermin Salvo- chea y Francisco Martinez de la Rosa, y en Chafarinas, Maceo (Pezzt, pag. 80). En los finales del siglo x1x Ia fuerza penal atin se utilizaba en los arsenales de Cartagena y La Carraca, y se consideraba «indispensable en la plaza de Ceuta y presidios menores de Affica> (SALILLAS, pig. Xxx). Esa poblacién penal constituia un verdadero y constante pe ligro, pues solfa superar en ntimero a los encargados de su custodia y, ademés, «al constituir cuerpo disciplina- rio armado pueden producir dias de horroroso recuer- ticos y los delin lentes comunes, Fic, 5. Vista del Penn de Alhucemas desde el sur ‘que da buens idea del apinamiento de su casero, ddomsinado por la explanada junto a la que se levantanel aro y ¢ sefales. Foto, sin Fecha, del Servicio de Aviacion Militar. Archivo dde Cuatro Vientos do» (PEzz1, pigs. 91-2), tal como ocurrié e siones. as Oca En los primeros afios del siglo xx, a medida que se iba consolidando en los gobiernos espaftoles la preten- sién de una intervencidn colonial en Marruecos. y en particular tras la Conferencia de Algeciras (1906), el mantenimiento de los presidios penales en las plazas de Africa comenz6 a ser incongruente con el objetivo de una acci6n civilizadora. Ya en 1904 el Gobierno acordé trasladar a la Peninsula aquellos presidios, enlazando esa operacién con el proyecto de reforma de nuestro sis- tema penitenciario. El traslado se materializ6 en virtud del Real Decreto de 6 de mayo de 1907; entre ese allo y el de 1909 la poblaci fue transferida a Ceuta, y en 1911 se suprimis también el de esta sitima plaza, Para albergar a los penados de Africa se habilitaron los penales de Alealé de Henares, Figueras, Ocaiia y San Miguel de los Reyes (Valencia) y se construyé el nuevo penal del Dueso, en Santofia’ penal de los Presidios Menores M1 LA DUREZA DE LA VIDA EN LOS PENONES Su lejanfa respecto a la Peninsula, incluso respecto a Melilla y Ceuta, la proximidad de una costa hostil, su CCaatso, pg. 208: Dneccion. 1907, is 24041, 1908, pi. 329 6. Detalle del frente meridional del Pe- fon de Alhucemas, que muestra bien la falta de traques y el sistema util ado para ese fin: abajo. en primer término. 1a plancha de carga y descar 8, con su cabria, bajo la ‘que se stan las embarca ones: a su igquierda una sia de hierto, manual, Mis a a izquiee da, 1a plancha de botes y Ja eabria que los iza para pequeria preservarlos del oleae: bajo el arco que sustent a cabria se inicia el acce- s0 en pendiente a la puer ta de la pliza, abierta bajo Ia bateria de San Carlos. Esa se inserta en la Mu: ralla Real, a lo largo de la cual se suceden los em. plazamientos artilleros hasta la baterfa de San Las, situada en el extee mo. en el sngulo superior izquierdo de la imagen, Bajo esa baterta se hallaban las cuadras 9 alojamientos de los presidiaros. Se apreca el inverosfmil hacinamiento de eiici. tendejones. pas relus, cobertizos y mercancias almacenadas a aire, asf como la artilleria an ‘mayo de 1927, Archivo de Cuatro Viens. escasa aceesibilidad, lo reducids de su dimensién, que forzaba a un adensamiento de cua terfas, aljibes, almacenes, polvorines y viviendas (sin que faltasen iglesia y ermitas), a topografia escarpada, y la carencia de cualquier clase de recursos, en particu- lar de agua, fueron causa permanente de estrecheces y dificultades sin cuento para sus guarniciones, y para los confinados. eles, calabozos, ba- En cuanto a la accesibilidad, la del Pefién de Vélez. era bien escasa, A fines del siglo pasado el desembar- que no era cémodo ni siquiera con la mar en calma, y con marejada, complicado, pues el mar rompe con «violencia aterradora» en el embudo que. entre el Pe- ‘Gn y lu costa, constituye su fondeadero, Es frecuci se nos dice, que el barco entre y, aprovechando unas horas de calma, procure dejar «como puede, pasajeros y cajones, correo y ganado, viveres y ladrillos» en un bo- te, que ha de atracar de proa, sin més defensa que los bicheros. Si el tiempo empeora ni siquiera eso es posi- ble, y los marineros han de lanzarse al agua y, a remo y empujones, meter el bote en una diminuta playa, Hama- da El Varadero, donde carga y isaje son descargados a smplizada, Foto del Servicio de Aviacdn Militar. obtenida el 12-de hombros por los marineros, con el agua a la cintura (Pez2i, pigs. 13-15). Las facilidades de Alhucemas no eran mucho mayo- res; no tenia otro acceso que una escala, idéntica a la de tun barco, a la que se aproximaban los botes. La descar- ga se hacfa por planchas salientes unos tres metros y elevadas sobre el mar cerca de cuatro, lo que per colocar bajo ellas las embarcac tos mediante cabrias. Con temporales también se izaban las embarcaciones menores, en tanto que las mayores, habfan d las anclas, si no podian hacerse a la mar para buscar refugio en Vélez (PEZ21, gs. 81-3). En Chafarinas las condiciones son mejores, y pudo construirse un muelle de atraque de 75 metros de longi- tud, y un dique que unia las islas de Isabel 23 y del Rey, roto por un temporal en 1914 (ORTEGA). mes, izdindose los efec suantar aferradas En los Peftones el caseri trechez y por la violen: frecuentes las casas con alturas diferentes segiin las fa- chadas, aunque los alojamientos peores fueron los de los era incémodo, por su e de los desniveles, que hace LOS PERONES DE VELEZ,DE LA GOMERA Y ALHUCEMAS Y LAS ISLAS CHAFARINAS 6 confinados; en Alhucemas sirvieron para ese fin dos alsanas, mas otra subterrénea que servido de cementerio (MADoz, t. 11), como antes habi eran subterténeos los calabozos. Ningtin Ambito de es- parciniiento’, ni un arbol, pues sélo las casas de los res- pectivos gobernadores contaban con un pequefio huerto, En Isabel 2* las edificaciones eran, al menos, recientes; habfa amplitud, e incluso algunas de las casas tenfan pe- quefios huertecillos (PEzz1, pags. 160-4). Respecto al agua, en 1845 los soldados y presidia- rios de Alhucemas recibjan siete cuartillos en verano y cinco en invierno (unos 3,5 y 2,5 litros diarios, respecti- vamente), lo que indica la escasez del abastecimiento, confiado a cinco aljibes. Vélez. contaba con cuatro alji bes, mas otros dos en La Isleta, que podfan almacenar en total 64.500 arrobas de agua: lo justo para el consu mo anual, cifrado en 65.000 (Mapoz. t. 11 y XV), pero como no solfan Hlenarse, y una parte se corrompia, era preciso hacer envios desde la Peninsula. Ya entrado nuestro siglo, Chafarinas tenia que abastecerse desde Torremolinos, almacendndose el agua en dos aljibes ca paces para 583,000 litros’ De este modo, en el Pefién de Vélez, hasta época muy tardfa, la vida estuvo lena de penalidades. El aish miento forzaba a una dieta a base de cares en salaz6n, con frecuencia en mal estado, por lo que el escorbuto es- tuvo presente hasta mis all de los finales del siglo xvi sin contar otros accidentes morbosos, como la epidemia de peste de 1743 0 la de fiebre amarilla de 1821. que diezmé la guarnici6n, o hambres terribles, como la de 1662, que oblig6 al gobernador a autorizar la salida de todo el que quisiera, 0 Ia de 1812, que forzé a echar al campo moro a 150 presi Y atin habria que afiadir terremotos, como Jos 1791-92 y 1800-1801 y, sobre todo, la dureza y reiteracién de los ataques desde tierra hasta entrado el siglo xvinty, siem- pre, el continuo hostigamiento de los moros, que dispara ban casi a diario contra la plaza y las embarcaciones que arribaban a ella; situacién mantenida hasta la guerra de 1860, a partir de la cual las hostilidades se hicieron me nos frecuentes (PE7Z1, pags. 37-39), para tener sus tl ‘mas manifestaciones en 1921, cuando los rifefios intent ron asaltar la plaza a rafz del hundimiento de la Coman- dancia de Melilla en el verano de ese afio jarios, para aliviar la situacién. * Seasn le Enciclopedia Espasa. cn Altocemas Ia Mural Rea. qe ck sso rene meridional del Pei, servi de pases, ® Ademis con maquinas para destlr agus sala. que podian prodecir 10,000 titosscios, Vee Onin, Anwar igs. 379-4, También el Pefién de Alhucemas estuvo condenado, desde su conquista, a ser «teatro de escaseces y penali- dades», y sus habitantes, «durante largo tiempo, a pere- cer de hambre>, pasando fiicilmente afios sin que un bu- que de nuestra escwadra lo visitase: privaciones, epide- mias, pérdidas de cargamentos, hubo de sufrir desde sus comienzos (PE7z1, pigs.79-81 y 90). Aunque menos ex- puesto que Vélez, a causa de la mayor distancia a la cos- ta, también fue objeto de hostigamiento reiterado, dispo- niendo de un dispositivo de descarga del lado del mar para tiempo de sitio, cuando las embarcaciones no podi- an situarse entre la costa y el Pefién, al amparo de éste. Todavia hacia 1845 los rifefios disparaban de vez en cuando un cafién sobre la plaza, operacién que el vigta anunciaba, a fin de que los habitantes se pusieran a res- guardo, y cuando habia entierro en el islote préximo que servia a Alhucemas de cementerio, los moros, a pesar del Tratado de Paz de 1799, hacfan fuego sobre quienes conducfan el cadaver, cuando no depredaban éste a fa: vor de la soledad de aquel lugar (Maboz: PEZZI, pags 84-8). Como en el Pefién de Vélez, los tltimos enfrenta- mientos se produjeron en 1921, debiendo ser abastecido entonces Alhucemas mediante submarinos, al no poder entrar en la bahia los buques de superficie, desde la costa. A las dificultades y penurias se afiadfa la monoto- fal; una vida ritmada por el cornetin de Grdenes y por Ja campana de sefiales, con la que el vigia comunicaba las «novedades del mar» o las operaciones de los moros en la costa, y anunciaba las horas y los cuartos, auxilia- do por doce confinados que se relevaban de hora en ho- ra, midiendo el tiempo con un reloj de arena (PEz21, pags. 84-8). Iv EL CONTACTO CON LA COSTA Y LA. ACTIVIDAD CIVIL DE LOS PRESIDIOS A fines del siglo pasado los Presidios Menores eran puertos francos, pero la legislacién marroqui establecfa que las exportaciones de ese pais sélo podian hacerse & través de sus aduanas, y Unicamente la habfa en Melilla. " Sobre los efectos de esa monotonia, propia, en el pasido, de cers ‘gurnciones, pace verse la deseripcin que hace general de Ingeniers don Emilio Herera de recbimiento de que, hacia 1904. foe objeto al Hegar al Pe: ii de Vélez, por pate decors, dew niente y de tes remeros presi, todos en exceso aleres que acudieron 3 recogerle en un ote. Véase HERE, pig 43 De hecho, en Ia costa se hacfa caso omiso de la prohibi. cidn legal, y los barcos cargaban donde querfan, pero en. Jos Presidios las autoridades espafiolas se encargaban de no aceptar las mercancfas que no fubieran cumplido aquel trémite aduaneto (PEzz1, pag. 17). De todas for- mas, la relacién mercantil con la costa no era igual en los tres Presidios. Con el Pefisn de Velez fos rifefios de la costa fronte~ ra no sostenfan ningtin trato, La playa estaba cerrada, y ninguna embateaci6n «ctistiana» podta acercarse a ella, de tal modo que habjan de ir a cargar en la costa de Le- vante, a no menos de {0 millas: se impedia incluso el transporte por La Puntilla de abastecimientos para la plaza, En cuanto a las embarcaciones tifefias, se abriga- ban en la bahia de Alhucemas, y tara vez cruzaban hasta el Penon de Vélez, por lo que se hacia necesario que desde éste fuesen botes espafioles a buscar mercancfas, teniendo los vendedores que esperar, a veces, dias, in- cluso semanas, a que Hegasen, y también podta ocurrir que cuando Hegaban los botes no hubiera carga, No obstante, una o dos veces al mes, y en las mejo- res épocas semanalmente, 108 rifefios Hlevaban al Peiién huevos, gallinas, y alguna res vacuna, Entonces, en la plazofeta que se abre ante Ia iglesia, a son de campana, se convocaba a los habitantes por categorias, para pro- ceder al «reparto» entre ellos de los articulos legados, en funcign de cuyo volumen se sefalaba fa cantidad que cada uno podia adquirir. Los precios también estaban, sefialados, y eran constantes, a causa de lo cual a veces pasaban meses sin que los moros acudiesen (PEzz1, igs. 15-18 y 50). Realmente el comercio no existfa: la exportacién a la Peninsula era nula y la importacién se reducia a poco mas que las necesidades del consumo: «Ales peerfeo, telas hastas en gran cantidad, St, y una por cidn de baratias, como espefitos, collares, etc, son los aticulos ‘que compran con mis frecuencia los moros» (PEZ7, pigs. 634). En el Pefién de Alhucemas la situacidn era distinta. J.os comercios eran numerosos, si se atiende al corto ve Cindario, Desde que se abrian las puertas, al toque de diana, entraban a diario numerosos rifefios con reses, gallinas, huevos, frutas y verduras, trige y cebada, mi Jefia, carbon vegetal, etc. Ademés, con destino a las, bilas vecinas, entraban mereancias en cantidad conside: rable, que llegaban en el vapor correo y en pequefios ve- leros que cargaban en Gibraltar, sin que tuviesen que pagar derechos en Alhucemas, por set puerto franco. La abundancia de articulos servia para aliviar las es- caseces del Pefién de Vélez (que a veces se prolongaban 6 u 8 meses), aunque no en la medida deseable, porque si las mercaneias procedentes de la costa no pagaban derechos ett Atfhucemas al ser importadas, si habian de pagarlos al ser reexpedidas y, ademds, habfan de tribu- tar de nuevo al entrar en Vélez (PEz2I, pag. 85). Las relaciones con el campo froaterizo eran, pues, muy superiores en Alhucemas a las que sostenfa Vélez. Asi y todo, la plaza, dadas sus Timitaciones, y carecien- do de apoyo en tierra, no tenia capacidad para penetrar comercialmente en el interjor del Rif a través de los v Hes del Nekor y del Azzun (Pezzt, pigs. 93-4). En cuanto a las Chafarinas, la costa vecina estaba cerrada, y las relaciones mercantiles con Melilla no eran viables, por Jo que la mayor parte del trafico co- mercial se sostenia con el puerto militar de Kis y con el de Nemours, en Argelia, el dltimo de los cuales, en pla- ya abierta, se halla a igual distancia que Melilla (Pez21, pag. 164). Pero ya a partir de esa misma época de los finales del siglo xIx comenzaron a experimentarse algunas mejoras. En 1891 se realiz6 el tendido del cable tele- grdfico entre Chafarinas y Melilla, y en 1908 el enlace telegrdfico con Nemours!’ y Ja instalaci6n de un faro,, del que también estaban dotadas Vélez y Alhucemas, plazas igualmente conectadas por cable con Melilla y Ceuta (par tanto, con a Peninsula). Desde 1910 tos va- pores correo a Melilla eran bisemanales. ¥ a comienzos de la década de 1920 pasaron a tener frecuencia sema- ral. La supresiGn de los presidios penales y, sobre todo, el paulatino establecimiento del Protectorado, con la aneja apertura de ta costa, mejors la vida en las plazas y sus intercambios comerciales con Jos cifefios. En 1917 Véiez contaba con cinco tiendas y tabernas. dos ferrete- rigs y una zapaterfa. Alhucemas comerciaba con la cos: ta en patatas, frutas, carbén vegetal, miel, cera, esparto, pieles, almendras, cereales, palma, ete: contaba con una sucursal y una representacién bancarias, once comer- cios y tabernas, varios consignatarios de buques, un de- posito de la Vacuum Oil y un representante de la casa «Singer, cuyo mercado, obviamente no podia hallarse en ef propio Penn, El establecimiento del Protectorado, sin embargo, fue para estas plazas un arma de dos filos. Si durante cierto tiempo favorecié su actividad comercial. a la lar- 24, a medida que se produjo la pacificacién y se mejora- Bp 1925 cx tne elec con Nemours y Cabo de Agea-Mlis, LOS PENONES DE VELEZ DE LA GOMERA Y ALMUCEMAS Y LAS ISLAS CHAFARINAS. e din, En Jo alto, adem de la Fio. 7, La isla de Isa bel Segunda, en el grupo de tay Chafarinas. Una ‘mayor superficie, una to- pografia més suave y el dominio sobre la costa i mediata, junto con el ca rleter reciente de la ocu- pacién, se traducen en un ceaserfo mis regular y oF- denado, integrado en su mayor parte por los cuar- teles del Ejercito y det an Tiguo presidio, que se ds tinguen claramente de tas cescasas eificaciones ivi les y de la cass del Gober nador, eon su pequelo jar lexi, el Faro y la torre de la bateria, El acceso maritimo es aqui mucho mis eémod, al amparo de un rompes ‘de un pequeiio muelle, Foto del Servicio de Aviacién Militar obtenida el 26 de junio de 1933, Archivo de Cuatro Vientos. ron las comunicaciones terrestres, los islotes fueron per- diendo el papel de puntos de intercambio que habjan ido adquiriendo. Ejemplo de ello es lo ocurrido con la act vidad comercial de Chafarinas. A comienzos de siglo estas islas se convirtieron en mercado para los habitantes de la inmediata costa de Kebdana, pero en cuanto se produjo la ocupacién espa- ‘lola de Cabo del Agua, situado frente a ella, pasaron a hacer alli sus transaceiones, de tal modo que la cereanéa de ese mercado, y la de los mercados franceses de la frontera de Argelia acabé por privar a Chafarinas de to- do valor comercial respecto a 1a costa marroqui. Por otra parte, las islas se abastecfan en el poblado de Cabo del Agua de productos de consumo diario, y una socie: dad adquiria en el Rif, desde ellas, carbén vegetal para exportarlo a la Peninsula. Los sucesos del verano de 1921, con la crisis del control militar del sector oriental del Protectorado cortaron la r costa, ¥ el abastecimiento pas6 a depender, e va, de los cuatro comercios existentes y del ec de la Junta de Arbitrios, cuyo suministro dependis, cada vez mas, de Melilla y Malaga, gracias ala mejora de las comunicaciones mar al con ta exclusi- nomato Fuera de esa pequei al, la vida civil de los antiguos Presidios se circunseri bia a la presencia de un corto funcionariado. En 1917 haba, en cada una de las plazas, interventor de Adua- nas, de tres a cuatro empleados de Correos y Telégrafos, ia y transitoria actividad comer- dos o tres maestros nacionales, y dos fareros". La exis: tencia de un Casino en Chafarinas, y de un Circulo de Reereo en Alhucemas, por modestos que fueran, refle- jan un cierto volumen de la poblacién civil en esos afios (Ore, Guia; Anuario) LA POBLACION Su cardcter de plazas de naturaleza militar y penal hizo que, hasta comienzos del siglo Xx, su poblacién la constituyesen Ia guamicién y los confinados, aunque no dejaba de existir una minéscula poblacién civil, que a mediados del siglo pasado la integraban, sobre todo, mujeres y viudas de soldados veteranos, y unos pocos cempleados. Las cifras de poblaci6n de las tres plazas aparecen desglosadas en todos los censos comprendidos entre el de 1877 y el de 1970, que es el viltimo en el que apare- cen, y pueden verse en el Cuadro I, De esas cifras se desprende que el maximo poblacional para Vélez y Al- hhucemas se situd algo por encima de los 400 habitantes, fechas no coincidentes: 1887 en Vélez y 1910 en Al- 1917 Alhucemas conta indigenas. En Chafurinas habia un embin de Adm vl pues exe Junta de Arbitis, Jez municipal y Secreta n una escuela de drabe,y en 1925 tnt consuton médico par eRe A Cuapro 1. Poblacidn de hecho | — a eee nung coc | 1877 24 53 27 235 80, 31s 295, 2 367 a | le ar 2 1900, 268 85, 353, 239 2 321 536 6 652 | 1920 210 V2 322, 286, 12 398 187, BL 318 \ oc a en ee hucemas, lo mismo que Chafarinas, que alcanzé enton- ces 736 habitantes", Hasta ese iftimo aiio es de suponer que las oscilaciones estuvieran en relacién, en primer lugar con la de la poblacién penal" y, en segundo lugar, cot las de fa guamniciGn, Por ejemplo, el salto de Chata- rinas entre 1877 y 1887 es debido al incremento de la mano de obra penada aplicada a Jas obras de cuartetes y baterfas a partir de 1885, y con el incremento paralelo de la guamiciGn, Tras ct periodo bélico, que concluye en 1926, 1a pa- cificacién del Protectorado se traduce en un descenso drdstico de 1a poblacién, que se hace particularmente notable en el censo de 1950, para recuperarse luego, tras la independencia de Marruecos en 1956 y el conflicto no explicito, pero efectivo, con ese pats en ef territorio de Ifni. Tras ese episodio, el censo de 1970 refleja, de nuevo, un descenso muy acusado, Aparte de las cifras absolutas interesa hacer alguna observacién sobre la distribucién por sexos, siempre muy disimétrica, aungue con variaciones seusibfes. En una poblacién compuesta mayoritariamente por confina- dos y soldados de reemplazo y. desde 1907, s6lo por es- tos iltimas, mas sus mandos, ef predominio numérico "Sn Charis tn dia isa abwtada es tacoma, ama de tab 2

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