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ROMANO AMERIO Part preparar el Jubileo del Tercer Milenio, ef Papa Juan Pablo I publicé en 1994 la Carta Deo tlica Tertio Millennio Adveniente. Su idea central es que Cristo constitiyé “e/ cumplimiento del anhelo ; Ugo eRe aA ON pe eee ; Romano Amerio, autor del ya clasico Jota Unum. STATE WARING Siena artpmneme tre Catolica en el siglo XX, examina ésa y otras nove- (orients COS Een Ta ate eco EMCOnTT HW Vente) eT (TT IOTA UNUM "de un principio hermenéutico fundamental para el (OSes Reo Conan Norn entrees) ROMANO AMERIO STAT VERITAS Continuacién de Iota Unum EDITORIAL CRITERIO-LIBROS Madrid 1998 Titulo original: STAT VERITAS. Segutto a fota Uniin Riccardo Ricclardl Editore Milfin - Nipoles, 1997 Traduccién: Carmelo L6pez-Arias Montenegro EDITORIAL CRITERIO-LIBROS Apdo. de Correos 3.198 28080 Madrid CEspafia) Tels. 915 530 582 929 145 095 E-mail; criterio@teleline.es © Riccardo Ricciardi Editore. Mildn-Nipoles, 1997 1.8.B.N.: 84-923838-2-8 Deposito Legal: M-26171-1998 Imprime: Griificas Garcia Palma, 73 28015 Madrid Ruunt saecula, stat veritas. Imuio, stante veritate, Stat homo, stat mundus. Circumversamur u nelique, et deversamur; sed veritas nos erigit, Amice, siste Jugain, pone te in ceiitro, ubi nuullus motus, Sed vita, immo: vita vivificans, [Corren los siglos, pero la verdad permanece. Permaneciendo la verdad, permanece el hombre y permanece el mundo, Por todas partes nos enganan y nos desvian, pero la verdad nos sostiene. Amigo, detén la huida. Ponte en el centro, donde nada se mueve sino la vida, si, la vida vivificante,] Séneca [N. del E.; Los documentos pontificios que glosa Romano Amerio en las paginas siguientes afectan a cuestiones capitales de la doc- trina catélica. El eximio profesor, en esta obra péstuma, los aborda con profundidad filosdfica, clarividencia histérica y absoluta fide- lidad a la Fe de la Iglesia. Con todo, para dicho acercamiento el autor introduce en algunos puntos (sobre la gracia y la predesti- nacién, por ejemplo) expresiones que admiten més de una inter- pretacién. Entendemos sin embargo que el contexto del libro puede aclararlas bien sin menoscabar su absoluta ortodoxia. Los pitsajes reproducidos de la Carta Apostélica Tertio Miliennio Adveniente corresponden a la versi6n castellana de la Poliglota Vaticana (Ed. San Pablo, 5.2 ed., Madrid 1997), incluyendo las cur- sivas, asi como las sorprendentes mintsculas con que se utilizan el pronombre “él” referido a Jesucristo, o conceptos como “encar- nicién™ y “redencién”.) INDICE Prefacio Glosas a la Carta Apostélica Tertio Millennto Adventente (1994) Glosas al discurso del Santo P: en Paderborn (1996) © Padre Apéndice Indice analitico 13 145 173 177 PREFACIO En estas paginas nos encontraremos tanto las palabras del Verbo Divino, increadas e inmutables, como las palabras del verbo humano, creadas y muta- bles como creada y mutable es nuestra existencia humana, En sentido estricto, Ia palabra no es solamente un medio, es decir, algo mediante Jo cual atrapamos (como con un gancho) las cosas del mundo para nuestro servicio, o mediante lo cual le ofrecemos a un mundo sediento (como en un vaso) nuestro pensa- miento. La palabra es también, y atin antes que un medio, mie cosc en Sf, UN significado subsistente, un valor vigente por si mismo, La palabra proferida por quien habla es algo diferente del hombre que Ia profiere, y superior a él, Sin duda la palabra tiene su origen en quien habla, Porque una palabra la pronuncia alguien que habla: €n ese sentido, quien halla (el autor, la mente) es causa de la palabra (de la obra, de la idea): se trata de una linea estrictamente causal, Pero el ser humano que profiere esa palabra no es la causa primera de esa Palabra en cuanto tal, porque ésta, antes de ser pro- Nunciada por el hombre que habla, lo ha sido por el Verbo Divino, Palabra increada. Debe tenerse clara la siguiente distincion. Por un lado, existen palabras que puede decir el Verbo, pero el hombre ni las dice ni puede decirlas. No cabe duda de que estas palabras pueden examinarse en si Mismas sin ninguna consideracién ni atencién a la persona humana que las re-hace o las re-fiere. Ese es el origen de su independencia respecto al hombre y de su superioridad sobre el hombre. Por otro lado, existen también las palabras men- daces, jamds pronunciadas ni pronunciables por el Verbo. Lo que hay de mendaz en la palabra depende del hombre que habla, y sélo de él. Por el contrario, lo veraz es slo de Dios, y es totalmente sobrenatural. Esta es la raz6n por la cual la palabra es mds que el ser humano que la pronuncia, y no tiene que con- frontarse, medirse ni verificarse con nada fuera de si misma. Podrai parecer paradéjico todo esto que deci- mos, pero es una verdad muy comin y universal- mente adimitida. Es una verdad que se encuentra en la base de todos nuestros conocimientos sobre las expresiones mas remotas del espiritu humano. Cono- cemos a la perfeccién, o casi, las palabras pronuncia- das por el hombre en el curso de la historia, pero no sabemos nada de quienes las pronunciaron, como si jamds hubiesen existido ni existiesen. Se puede conocer la palabra e ignorar al hablante, y se puede también hacer o no hacer abs- traccién de una y otra cosa. El] pensamiento del hombre tiende a identificar la autoridad de la palabra con la autoridad de quien la dice. Pero nosotros, tras haber tomado en considera- cién dicha tendencia tefiida de subjetivismo, la impug- 10 namos devolviéndole a la palabra el valor que tiene por si misma. El hablante es importante, porque lo que se salva de la critica es precisamente el hablante, y no la palabra pronunciada. El valor de la persona humana permanece (y como se ve, es el valor funda- mental), pero el valor de la persona humana no debe prevalecer sobre el valor de la palabra divina, sino someterse a ella, Tal vez quien habla sea Sapientisimo, Tal vez quien habla sea elevadisimo. Tal vez quien habla (si su intenci6n es aplicar dicho carisma) sea incluso infa- lible. Pero, incluso en este caso, la palabra vivira con independencia de quien la ha pronunciado: ella dirs oO no diri lo que ella diga o no diga, sea lo que sea lo que diga o no diga quien habla, La trinitaria Autoridac del Texto Sagrado afirma sabiamente que ‘en ef Principio era ta Palabra” Gn. 1,1). No dice que en el principio era el Pensamiento, porque la Autoridad de Dios queria poner de relieve tres cosas: en primer lugar, la causalicad sobrenatural del Verbum sobre la palabra verdadera pronunciada por el hablante humano; en segundo lugar, su con- Sustancialidad con el Padre, que expresa en si mismo el Verbum, la Palabra; y en tercer lugar, su coeterni- dad con el Padre, que el Verbum expresa desde el Principio. Nuestro deber consiste en confrontar las pala- bras creadas y mutables con la palabra increada e inmutable expresada por el Verbum divino, principio de toda verdad. Esta tarea nos la sugirié la intencién de ponernos, en la forma en que seamos menos inca- Paces y con espiritu de caridad, al servicio del vene- table Magisterio de la Iglesia. El caracter venerable de €ste Magisterio (venerable incluso cuando parece ¢les- 11 decir en parte las palabras que deberia decir) requiere de nosotros, sus sencillos y ultimos fieles, la donacién de toda inteligencia, a fin de que con el servicio orde- nado de todas las inteligencias obedientes al Sefior, las palabras creadas y mutables proferidas por la Iglesia se correspondan siempre en todos sus extremos con la Verdad que deben revelar, Romano Amcrio Glosas a la Carta Apostélica Tertio Millennio Adveniente (1994) GLOSA 1 Encontramos aqui el punto esencial bor el que el cristianismo se diferencia de las otras religio- ues, en las que desde el principio se ha expre- sado la biisqueda de Dios por parte del hombre {n. 6, pag. 14). Aun valorande tedo su contexto, la lectura de este parrafo impone, cuando menos, dudas interpreta- tivas, En efecto, esta “buisqueda de Dios Por parte cel hombre” sdlo puede haberse manifestado en el pue- blo elegido. En nuestra opinién, al pasar del algunos al todos se realiza una falsa sinécdoque [extensién de sentido]: se estaba hablando de la preparaci6n del Verbo, que tuvo lugar exclusivamente en el pueblo elegido, para decir ahora por el contrario que en el Verbo culmina la Preparacién de todas las religiones, “en las que desde el Principio se ba expresado la biis- queda de Dios por Parte del hombre”. EI impulso religioso de las naciones no cristia- nas procede de la naturaleza del hombre, pero el impulso religioso del cristianismo sélo puede alcan- Zarse mediante un Saltus, y ese saltus sélo es posible €n el orden de la Gracia, El impulso religioso del género humano es respetable por estar inscrito en Ja naturaleza como principio de la reverencia al Numen [la divinidad], al Creador. Pero en el cristianismo se realiza un salto, porque en él ese impulso tiene un caracter sobrenatu- ral. De lo natural a lo sobrenatural no existe una tran- sicién continua, sino un abismo: un salto en sentido estricto. En la Carta se escribe que “desde el principio [desde su nacimiento, desde sus albores] se ba expre- saiclo [en las otras religiones} la brisqueda de Dios por parte del hombre”. Por tanto dicha bisqueda seria meritoria, buena y laudable. Entonces, gpor qué raz6n impuso Dios a Moisés (también El “desde el principio”, es clecir, apenas después de haber constituido y sepa- rado a su propio pueblo con el fin de prepararlo para la venida de Cristo) que combatiese la idolatria de los pueblos vecinos? “Tti observa todas las cosas que yo te encomiendo en este dia; y yo mismo arrojaré delante de ti al amorreo y al cananeo y al beteo, al ferezeo también, y al beveo, y al jebuseo. Gudrdate de con- traer jaméds amistad con los babitantes de aquella tie- iva: lo que ocasionaria tu ruina. Antes bien destruye sus altares, rompe sus estatuas, » arrasa los bosques consagrados a sus idolos. No quieras adorar a ningtin Dios extranjero. El Serior tiene por nombre Celoso. Dios quiere ser amado Bl solo. No pactes con los babi- tantes de aquellos paises: no sea que después de haberse corrompido con sus dioses y adorado sus esta- tuas, alguno te convide a comer de las cosas sacrifica- das” (Ex. 34, 11-15). jAcaso no deberia Moisés haber respetado “la biisqueda de Dios por parte del hombre” en las religio- nes idolatricas de los cananeos? 16 i . Las que hoy solemos denominar “otras religio- nes : Dios nos ensena en el Texto Sagrado a Hamarlas Prostituciones, indicando que su principio originario no se encuentra tanto en la recta, buena y laudable “biisqueda de Dios’, como en e| malictoso repliegue del corzon del hombre sobre su propio pensamiento independiente del pensamiento de Dios: sobre su pro- pia vanidacl. También hoy las llamamos Prostituciones en fa Liturgia Romana, donde todavia se lee y recuerda el texto de las Sagracas Escrituras antes citado, para edlificacién de los ficles (Linirgiae Hora- run, Tertia Ferta, Tempi Paschatis), GLOSA 2 Et Verbo encarnado es Dues, el cumplimiento det anbelo presente en todas las reli, bumanidad [n. 6, pag. 15], stones de ta También esta Proposicién suscita razonable- mente graves dudas: el “anbelo ”s6lo existe en el Anti- 8u0 Testamento, en la medida €n que sdlo el Antiguo Testamento €s preparaci6n del Nuevo, Decir s6lo en ef Antiguo Testamento significa que dicho “anhelo” no se encontraba en ninguna otra tradicién religiosa de ningun otro pueblo: ni en el cananeo, ni tampoco en | ( Morreo, ni tampoco - man; ni en el hitita, ni tampoco en al hind, Dine alo Sell6 su alianza con el pueblo hebreo, en la fe de Abraham, con vistas a su perfeccionamiento en Cristo: ime nacion hay tan &rande que tenga los dioses tan ANOS a si como lo esta Yahveh, nuestro Dios, cuan- \7 tas veces le invocamos?” (Deut. 4, 7). El Nuevo Testa- mento no es el cumplimiento de fodos los sentimien- tos religiosos, sino el cumplimiento de la preparacién realizada exclusivamente en el pueblo de Dios. Este pasaje introduce en la Carta Apostdlica la frase “todas las religiones son expresién de un anbelo cuyo cumplimiento es Cristo”. eco de la afirmacién recogida en el documento Carta a los obispos de la Iglesia Catélica sobre algunos aspectos de la Iglesia consideracda como comunién, de la Congregacién para la Doctrina de la Fe: “er su realidad invisible, (la Iglesia) es comuntén de cada bombre con el Padre, por Cristo, en el Espfritu Santo, y con los demas hom- bres coparticipes de la naturaleza divina" (Osserva- fore Romano, ed, esp., 19 de junio de 1992), El documento pontificio concede a esta frase (destacada en cursiva en el original) una gran impor- tancia, hasta el punto de reafirmarla en la misma pagina, a pocas lineas de distancia de su introduccién (efi. nuestra Glosa 4), . GLOSA 3 Jesucristo es el nuevo comienzo de todo: todo en él converge, es acogido y restituido al Creador de quien procede [n. 6, pag. 15]. Ese “todo”, como se debe deducir de las lineas precedentes e inmediatamente posteriores del docu- mento apostélico (cfr. Glosas 2 y ®, se refiere a “todas las religiones”, a todas las creencias, a todas las confe- 18 iL siones, por lo cual habria que leer que Cristo seria el “uneve comienzo” de “todas las religiones”. de “todas las btisquedas de Dios bor parte del hombre”, acogidas asi en El y restituidas a] Creador, de quien proceden, Segtin esta proposicién, toclas las religiones se reencontririan en Cristo con el mismo titulo con el cual en El se reencuentra el Antiguo Testamento. Pero el Antiguo Testamento versifica la afirmaci6n contra- tia: “sus idolos son (...) obra de nanos de hombres (.) como ellos resulten sus Jabricadores, cuantos en ellos ponen confianza” (Sal, 113", 4-8), Y el tiltimo libro del Nuevo Testamento refuerza el divino Pensamiento; "Y los restantes de los hombres (...) No se arrepintieron de las obras de sus menos dejando de adorar los demonios J los idolos cle oro de plata, de bronce, de pledra y de madera, los cuales Ho Pueden ni ver, ni ofr, nt caminar” CApoc, 9, 20), GLOSA 4 De este modo, Cristo es el cumplimtento del anhelo de todas las religtones del mundo » por ello mismo, es su tinica »Y definitiva culminacton C..) En el mismo Cristo, Ia humanidad entera y toda la creacién hablan de si a Dios, es mis se donan a Dios. Todo retorna de este modo a su Principio. Jesucristo es Ia recapitulacion de todo (cfr. Ef 1, 10) [n. 6, pag. 15]. ; {1 Sigue Pareciéndonos que estas expresiones ‘On cuestionables, formulas que oscurecen la presen- 19 cia de un saltus que, sin embargo, debe dejarse muy claro: una cosa es la preparacién del Verbo en el pue- blo elegido, y otra la preparacion del Verbo que exis- tiria en todas las religiones. Son dos cosas diferentes, dos caminos que aqui resultan confundidos. En primer lugar, el Verbo divino se ha encar- nado en un ser individual concreto, y su obm se caracteriza por la fnedivicualidad: Cristo debe ser reconocido come ser individual, pero si se dice que a Cristo le reconocen y reverencian todas las formas religiosas, se Le desconoce como tal. Cristo es un ser individual, no un arquetipo. Su obra tiene una fdentidad, y por lo tanto no puede reconocerse en cualquier obra: es la obra del ser indi- vidual llamado Cristo, quien es, en cuanto Dios, Ja Segunda Persona de la Santisima Trinidad, y en cuanto hombre, el hijo de Maria, la esposa de José (ofr. Mt. 1, 16). En segundo lugar, si Dios se ha revelado a todo el mundo, ya no se puede hablar de Revelact6n. Cuando hablamos de Revelacién, queremos decir que el velo se ha levantado, que ha sido alzado en una forma concreta, en un tiempo concreto, y en el seno de un pueblo concreto. De lo contrario, todo seria evi- dente. Esta concreci6én de tiempos, modos, pueblos y personas es necesaria porque, si la Revelacién fuese universal, y no concreta, careceria de velo, tendria lugar de forma simult4nea en todo el mundo, en to ° lugar, en todo tiempo; todo seria manifiesto a todos: no habria fe, ni prueba, ni elecci6n. Por tanto, las expresiones que adopta este documento son cuestionables, en primer lugar porqu 20 se confunde la vocacién de una parte del género humano con la vocacién universal del género humano, y en segundo lugar porque se dice que el anhelo religioso de los pueblos fue siempre un “anhelo de Cristo”: no sélo en aquella porcién del género humuno elegida por Dios como clestinataria de su llamada Cel pueblo de la Alianza), sino también en aquella porcién no llamada (los sentiles), La Ilamada de Dios no se dirigié a todos, Es un simple error gramatical; se pasa de wroa toclos. Se pone de manifiesto la confusién entre e| orden natural, que es el sentimiento religioso cle todo el género humano, y el orden sobrenatural, El anhelo del género humano hacia la divinicdad no debe con- fundirse con el anhelo especial del género humano que esti presente en la Revelacién cristiana, No se puede pasar de la religién de todos los pueblos a la religion cristiana, porque entre ambas existe un satus, La religién cristiana es sobrenatural; se basa en la cer- teza que Dios introduce en el intelecto, en la mente del hombre, de una forma especial: la gracia; y los pueblos gentiles carecen de Ia gracia; tienen una rell- gion (la religi6n natural), pero no la gracia, Carecen de religién sobrenatural, porque la reli- gin sobrenatural (es decir, la 8racia) es ontolégica- Mente un principio divino; es la vida divina de la cual se hace participe al hombre; en modo incipiente, sin duda, pero real, tan real que en el Bautismo se habla de nacimiento o renacimiento: es la creaci6n de un nuevo ser. La gracia no es sélo algo moral; la gracia es algo ontolégicamente divino, realmente divino, como veremos con mayor profundidad en la Glosa 49.01, En consecuencia, aunque es justo hablar de ‘anbelo de todas las religiones del mundo *, debe dis- 21 tinguirse cuidadosa y permanentemente este anhelo religioso universal y natural, del anhelo religioso especifico que constituye el cristianismo con la gracia, E] término que establece la diferencia es la gracia. Como fondo late el gran misterio de la predesti- nacién, de la cual no se habla nunca. (1] Como es sabido, la predestinacién consiste €n eso; en que sélo una parte del género humano esti llamada a Ja gracia. El hombre moderno no acepta Ia predestina- cién. E] hombre moderno quiere el igualitarismo absoluto en todo. Considera toda diferencia como una injusticia. Como el dogma de la predestinaci6n prea- nuncia que algunos no se salvarin, se considera esta diferencia como una injusticia: “Dias es injusto -dicen- porque a unos les condena, y a otros no", Esta consi- deraci6n merece un estudio mis profundo. Que algunos pueblos son Ilamados y otros no, es un efecto de la predestinacién, Ja cual, como afirma Santo Tomas, es un designio de Dios a priori: “a la vaz6n de la antedicba transmisién de la criatura racional al fin de la vida eterna [que consiste en la visi6n de Dios y que est por encima de ta naturaleza dle toda criatura] se le lama predestinacion, pues des- tinar es enviar, Y de este modo se comprende que la predestinacién, en cuanto a sus objetos, es parte de la providencia” (Summa theol. 1, q. 23, a. 1). Incluso Cristo, en cuanto hombre, formé parte de ese designio, como recuerda también el Apéstol San Pedro al decir que fue ‘“predestinado antes de la Creacion del mundo y manifestado al final de los tiempos en gracia de vosotros, los que por El sois cre- yertes en Dios, que le resucité de entre los muertos y le w Ne my Slorificé" 7 Pedr. 1, 20-21). Eso es Ia preclestinacién; no UN Xzar, sino un designio de Dios, Sin duda el Espiritu Santo inunda el mundo fuera de los términos visibles de la Iglesia, pero en esa inundacién no podemos confiar con certeza, porque la via ordinaria del Espiritu Santo, que es el Espiritu cle Cristo, es la via de Ia Iglesia Catdlica, Cuerpo mistico de Cristo, su mistica Esposa (ofr. también las Glosas 49 y 35). Siempre se ha dicho que incluso fos infieles pueden salvarse, porque el Espiritu Santo, Tercera Persona de la Santisima Trinidad, revelado por Jesu- cristo, no tiene limites, y por consiguiente se expande fuera de la Iglesia como instituci6n, fuera del Cuerpo visible de Cristo, Pero esa expansion fuera de Ia Igle- sla visible es dificil de determinar, y se desliza con facilidad hacia la doctrina de la salvaci6n universal, doctrina oculta tras los términos que emplea la Carta: “Cristo es el cumplimiento del anbelo cle todas las relf- &lones y, por ello mismo, es su tinica » definitiva cul- minacién's esta doctrina Provoca razonablemente grandes perplejidades, Existe en la Epistola de San Pablo a los Roma- nos un terrible pasaje, un versiculo muy Hamativo, que afirma: “cuando todavia no habian nactdo ni hecho cosa buena o mala C..) amé a Jacob y odté a Eset" (Rom. 9, 11-13). Es un versiculo que afirma irre- fragablemente la predestinacién, y en ese sentido quiere San Pablo que sea leido, Otra decisiva prueba escrituristica de la predes- tinacién de los elegidos a una gloria proporcionada €xtrinsecamente a sus méritos, se encuentra en el Apocalipsis: “al que venctere le daré el mand escon- dido, y le daré una piedrecilla blanca, y sobre la pie- drecilla escrito un nombre nuevo, gue nadie sabe sino ef que lo recibe” (Apoc. 2, 17). El Angel distribuye a todos los bienaventurados una piedrecita blanca, y cada uno de los bienaventurados, saboreando esa pie- drecita, recibe una beatitud exclusivamente propia. Figura del /apillus albus (piedrecita blanca] del Apoca- lipsis era el mand del desierto cantado en el libro de la Sabiduria: “mentuviste a tu pueblo con manjar de cingeles (...) capaz de proporcionar toda suerte cle pla- cer, » hecho al sabor de todos los gustos. Porque este mandamiento tuyo bizo ostensible tt dulcecdumbre para coi tus bijos; y adaptandose a los deseos de guien lo cogia, se atemperaba conforme a lo que que- Ma cada uno” (Sab. 16, 20-21). Nuestros antepasados medievales tenian muy clara la idea de la predestinacién. Si tomamos el Paraiso cle la Divina Comedia de Dante y buscamos el Cielo donde se encuentran los nifios muertos después del Bautismo con anterioridad a todo mérito personal, vemos que todos ellos estan diferenciados en la gloria: no tienen mérito personal (y por tanto no hay entre ellos ninguna diferencia extrinseca), pero sin embargo Dios les glorifica en medida distinta. Hoy se callan estas cosas, porque se entiende predestinacion come discriminacién de los hombres por Dios @ priori en su inconcebible sabiduria y en su suprema bondad. Rechazamos asi la doctrina molinista, segiin la cual la predestinacién tiene lugar post praevisa merita [después de la previsi6n del mérito]. Dicha idea anula la predestinaci6n, porque todo se reduciria a una pre- visi6n: Dios habria predestinado a algunos, porque 24 habria Previsto sus méritos. Sin embargo, los méritos son efecto, no causa de la predestinacién, Existe otro pasaje igualmente terrible en la Epis- tola a los Romanos: “bonibre, Vanios, étti quién eres qite le plantas cara a Dios? ¢Por ventura Preguntard la pieza de barre al que la modela por qué la ba hecho asi? ¢O es que no tiene el alfarero dominio sobre el barro para de una musta masa hacer tal vaso pala honor tal otro Para vileza?” Crom. 9, 20-21), La arci- Ita No se rebela para criticar la obra del alfarero, BI Ia dispone como quiere: cle una arcilla hace un vaso pre- cioso, de la misma arcilla hace un orinal, {I} Surge entonces el gran problema del libre albedrio: hemos visto el de Dios, pero existe también el del hombre, El libre albedrio acttia bajo la causall- dad divina, y la causalidad divina no limita el libre albedrio, mas bien Jo Produce: nuestro acto libre es un acto verdaderamente libre, pero verdaceramente causado por Dios en cuanto acto libre, Se trata de una muy profunda doctrina de Santo Tomas: la voluntae S€ muteve por si nusina, pero es movida por Dios a moverse por si misma (Summa theol, 1, q. 105, a. 4: “sf Dios puede ono Puede mover la Yoluntad creade ” LL ' q. 10, a. 4: "st Dios imueve, Como motor exterior, ala voluntad necesarlamente"), bol Si se consulta el Denzinger (Enchiridion Sym- 10 oruim), S€ encontrara gran cantidad de decretos del Magisterio tradicional de Ja Iglesia sobre la predesti- feo / Dios desde toda la eternidad Previé con cer- ma y 'preoi den inmutablemente toclas las cosas fut ; a) Dios Positivamente predesting todas las ienas obras (Denz.*, indice ststemdtico, IX Bdb). ob obras buenas han sido Predestinadas, Si todas las Tas fuesen buenas, todas estarian predestinadas a la nN wt Gloria. Pero San Pablo afirma que “a los que de ante- mano conocié, también los predestiné” (Rom. 8, 29. Denz.™ 316). Empero, “en la condenacton (...) de los que ban de perecer, el merecimtento malo precede al justo jui- cio de Dios” (Denz.™ 322). Quienes se condenan se condenan por su culpa; quienes se salvan, se salvan por la gracia de Dios, que les ha elegido, Estas expresiones se armonizan con dificultad con un sistema que satisfaga a la raz6n. Nuestra inte- ligencia debe hacer ese acto de servidumbre y de humildad: adherirse a cosas que no son inteligibles. Y no es poca cosa, porque se trata de una especie de acto supremo: la inteligencia, facultad suprema del Espiritu, se hace sierva de la fe. Sacrificamos el intelecto con un acto de fe, y el intelecto que sacrificamos es el sacrificio supremo que podemos hacer: la fe es la inmolacién de la facultad suprema del hombre, y por consiguiente la fe es el maximuni, Suele pensarse que creer es un acto ligero, un acto facil; pero si se piensa que con Ia fe inmola- mos lo principal y supremo del hombre, debemos persuadirnos de que con la fe realizamos el acto mas excelso ce religion que nos es posible. E] sacrificio de la raz6n no impide su funcionamiento, por Io cual la 'az6n sostiene con sus argumentos el acto de inmola- cién del intelecto. Cuando Manzoni, en La moral catélica, desarro- llaba la teoria de la ignorancia titil, tocaba un punto tan profundo que ni siquiera él conocia su profundi- dad. Existe una ignorancia Util: cuando me planteo una objecién, no estoy seguro de disponer de la fuerza intelectual suficiente para penetrar su res- 26 puesta, si esta objecién es contra la religién, Puedo Plantear una objecién y no ser capaz cde comprencler ‘respuesta a clicha objecién. En ta inclind dose muda ante el d: ci i xplieable de i dose n a ante ef dato cierto pero inexplicable de la e, © Wgnorincia resulta teil: titil para nuestra alma. Porque la capacidad del intelecto para reconocer, con ha luz de su propia racionalidad, los confines que ahora la circunscriben, tiene un gran valor, [IV] En lo que concierne a la preclestinacién Ia Carta Apost6élica adopta la idea de la salvaci6n uni- versal: “Cristo es ef cumplimtento del anhelo de todas las religiones”. Todas las religiones conducirian a la salvacién, y Cristo habria salvacdo a toclos: no sélo a quienes Se convierten a su Iglesia, sino también a los seguidores de Buda, a los id6latras, a los animistas: a S. ; Pero a este fespecto Santo Tomas, como hemos VISIO supra, planted una cuestién particular para pre- Suntarse por qué existe la predestinacién: “si Dios fo hizo todo por su bondad, fue para gue la bondad divina estuviese representaca en las cosas C...) de miil- tiples maneras, Porque las criaturas no Pueden atcan- zar la siniplicicdad de Dios, De aqui, pues, que para la berfeccién del mundo se requieran seres de diversos Sraclos, de los cuales unos ocupei en el untuerso un ; to flevado J OOs un lugar infimo C...) en cilgunos onbres, los que predestina, guiso Dios representar su bondact por modo de misertcorcdia, perdonando yen otros, los gue réprueba, por modo de Justicta Cast Sando "(Summa theol. I, q. 23, a. 5, ad. 3). La predes- tinacion existe porque el mundo se rige por el princi- Pio de la diversidad; dada una esencia, debe existir na completa diversidad, una completa gradacién en SU posibilidad de perfecci6n, Esta necesidad que tiene la esencia de transmitirse esta ligada al hecho de que la esencia, por medio de la creaci6n, entra en Ia his- toria, entra en la existencia, y en ella se desenvuelve. La esencia, en si misma, no es diversa: la diversidad nace de la existencia, la pluralidad nace en la historia: el Unico modo apropiado que tiene la esencia de entrar en el devenir de la historia es desplegarse, gra- dualizarse. Por consiguiente, el principio existencial de la predestinacién permite que la esencia humana se des- pliegue en todas sus formas, desde la mds perfecta a la mas imperfecta. Por ello unos hombres se salvan y otres se condenan, porque la esencia humana debe desvelar y manifestar todas las posibilidades, asi como la entera gradacién de las perfecciones de que la ha hecho participe la esencia divina. El principio tomista de la diversidad, retomado luego por Rosmini, va tan lejos que afecta incluso a los inocentes, sin tener en cuenta la diferencia de mérito, Asi se hace patente la extrema libertad de Dios, inmensamente buena, inmensamente justa, pero también, para el hombre que no quiere someterse a fa humildad de una ignorancia tan Util, inmensamente inescrutable. A nuestro parecer, la respuesta de la teologia catélica moderna a la predestinaci6n (que encontra- mos en la Carta Apostélica) niega el dogma de la pre- destinacién;: “Jesucristo es el nuevo comienzo de todlo: todo en El converge, es acogido y restituido al Creador de quien procede” (cfr. Glosa 3); “Cristo es el cumplt- miento del anhelo de todas las religiones del mundo y, por ello mismo, es su tinica y definitiva culminacion” (cfr. Glosas 2 y 4). Todos los hombres serian entonces amados. 28 [V] Anadamos una segunda observacién sobre la cita de Efesios 1, 10 (‘recapitular en Cristo todas las cosas"), aducida como fundamento de los pensamien- fos expuestos con anterioridad (“todo retorna de este modo a su principio”, Etimolégicamente, el texto griego del versiculo (ctncikepbaldiosis) significa recapitulacion, es decir reuiony reconposicion bajo una misma cabeza (vid. La Sacre Bibbia, edicién de Giuseppe Ricciotti, Ed. Salani), La Vulgate lo traduce como instaurare omnia in Christo [Fundar o establecer todo en Cristo], Incluso el infierno tiene a Dios por funclamento, En la Divine Comedia de Dante, dice el infierno; “por mse va ala ciudad doltente / Por mi se va a las penas elernas; / por mi se va entre la berdida gente” (iifierno If, 1-6), Por consiguiente, el autor del infierno es Dios, movido por la justicia: “fire fa justi- cla quien movié a mi autor. / El divino poder se unté al crearme / con el sumo saber JY el primo amor” (bid,). El infierno es una creacién del Amor Primero, Nos debe impresionar que, en la descripcién del infierno, se mencione al Amor Primero y a la Justicia: ala Justicia, transeat [pase], pero al Amor Primero... €s0 €s algo que causa pavor, . éPor qué existe el infierno? Porque, como hemos visto Supra, es una exigencia absolutamente fundamental de la existencia de la diversidad en el mundo y por consiguiente del desenvolvimiento Pleno de la naturaleza, del ser del hombre: desde la cima de la excelencia moral hasta la degradaci6n Suma. El infierno, incluso, si no tuviese un funda- mento en la duraci6n, si no tuviese su parte en la Variacién del ser, tendria algo de Eternidad, algo de Dios. Y su parte es la parte de la diversidad del ser escindida del ser: el Infierno no vuelve a Dios, no se convierte a Dios, pero le imita; asi, el infierno no es eterno, pero dura para siempre. En consecuencia, dicha cita de la Carta a los Efesios no es valida en el sentido teilhardiano que le atribuye la Carta Apostélica, a no ser que se la inter- prete sub concficione de la conversién a El; lus cosas no vuelven a Cristo (Principio de todo) ni El las reca- pitula en Sf por si mismas, sino sélo si participan de su vida, de su gracia, si se convierten a El, su Principio y Raz6n, come exhorta el Apéstol un poco mis ade- lante, en la misma Epistola citada en la Canta: “reno- veios en el espiritit de vuestra mente y revestios cel bombre nuevo, creado, segtin el tdeal de Dios, en la Justicia y santidad de la verdad” (Ef. 4, 23-24). Hasta tal punto es verdad que no todas las cosas anhelan a Cristo, y que no todas las cosas tornan a FI, que El, por estas cosas qtié no son suyas, ni siquiera reza: “no por ef mundo ruego, sino por aquéllos que me bas encomendado” Un. 17, 9). Por tanto, no todo el mundo retorna a su Principio. ¢O acaso las cosas del infierno retornan también a su Principio? Al contrario, el infierno consiste precisamente en esta escisién res- pecto a su Principio. Esta inexcusable condicién de convertirse esta explicita tanto en el contexto de la Epistola como en uno cle los Salmos, cuando apremia: “olvida tu pueblo plu mansion paterna” (Sal. 44, 11b). Pese a todo, en cuanto a la predestinaci6n, habria de afiadirse que, si los hombres se condenan por su propia culpa (suscitandose de nuevo el pro- blema), gpor qué Dios, bueno y justo, les deja per- derse por su propia culpa? Como puede verse, el pro- blema no se puede esquivar en forma alguna. A 30 menudo se confunden gfoseramente el orden natural (que se realiza en todas las religiones del mundo) yel orden sobrenatural (el de la Sracia, que se realiza sdlo en el cristianismo). Como veremos también en Ia Glosa 55 Ciltima), la gracia es el elemento sobrenatu- nul distintivo y absolutamente Original de nuestra reli- gion. Dios mismo ha proclamado Para toda la eterni- dad estas trascendentales verdacles de fe en abundan- tes lugares cle las Sagradas Escrituras, Pero por encima de todos ellos se eleva el canto cel salmista: “es quien dio et conocer su palabra a Jacob, sus leyes y preceptos a Israel, No bizo tal a ninguna nacion ni les dio a coiocer sus preceptos” (Sal. 147, 8-92), Los pasajes de la Epistola a los Romanos con los cuales se intenta atenuar el significado de esta afirma- cién de David, no tienen un sentido tan univoco e irrefragable como e! pasaje de David. [VY] Sobre la misma pericopa [pasaje] es preciso todavia un tercer comentario: existe un conflicto ce Pensamiento entre nuestras afirmaciones y las doctri- nas de Teilhard de Chardin, Cristo, el Punto Omega de la historia universal, es denominado “cumplimiento del anbelo de todas las religiones del mundo” en la Carta Apostélica. _, En Teilhard de Chardin existe otra confusién upica: no distingue entre el mundo fisico y el mundo €spiritual. Para él es todo el Universo, alma y cuerpo, quien se mueve hacia el Punto Omega, y quien debe 31 quien, segin Teilhard, se mueve hacia la “cristifica- cidn”: todo debe convertirse en Cristo. (Qué significa exactamente, en sentido metafi- sico, convertirse en Cristo, que es un ser concreto? Seria absurdo: habria millones, o miles de millones de Cristos. Si esta “cristificacién” tiene un sentido legi- timo, ha de ser un sentido tradicional: es preciso que los hombres imiten, obedezcan, crean y recen a Cristo. No que se conviertan en Cristo. Sin embargo, incluso hoy los tedlogos hablan de cristificacién, Se podria hablar de panicipacién en las virtudes de Cristo, pero esto es siempre un hecho espiritual, moral; jam&s un hecho metafisico, en virtud del cual yo me convierto en ti, me convierto en Cristo. GLOSA 5 La encarnacié6n del Hijo de Dios testimonia que La Dios busca al hombre (...) oveja perdida (...) religi6n de la encarnacién es la religién de la redencion del mundo por el sacrificio de Cristo In. 7, pags. 16-17]. Aun considerando todo el contexto del epigrate, se hace precisa una objeci6én de] todo fundamenta : no se habla en ningin momento de la reparaci6n que Cristo satisfizo ante Dios Padre. El fundamento ultimo de la Encarnacién es 4 reparaci6n debida a Dios Padre por la ofensa “ hombre. Por tanto, cuando decimos “el Verbo se ha encarnado para redimira los hombres”, en realidad nos referimos a una proposicién omitida anterior a ella: “el Verbo ha ofrecido reparacién al Padre”. Lo principal es satisfacer al Padre, restauranclo ast la jus- ticia. El Verbo se ha encarnado, ante todo, no para salvar a los hombres, sino para reparar el pecado con- tra-el Padre, el honor de la majestad del Padre ofen- didlo por el pecado det hombre, reparaci6n de la cual ¢l hombre era incapaz: “Cristo Jestis, al cual exbibié Dios como monumento explatorio, mediante ta fe, en SU seirigre, para demostracién de su Justicia, a catisa de ler tolerancia con los pecaclos prececentes” (Ram. 3, 24-25). Y también: “en esto estd ef aMor: 10 que noso- tras bubiéramos amado a Dios, sino que ET nos amo a Nosotros y envio al Hijo suyo, Propictacion por tues. tros pecados” U1 Jn. 4, 10). Y atin mas: “digno eres ce fomar el libro y de abrir sus sellos, pues fuiste cdego- Mado y nos rescataste Para Dios en tu sangre ce toda tribu, y lengua, y pueblo, ¥ nact6n, y los bictste para nuestro Dios reyes y sacerclotes, Y reinan sobre la tHe- ra" (Apoc. 5, 9-10), Habiendo reparado el pecado ante el Padre, el Hijo adquirié el poder de salvar a los hombres. Como fondo de todo nuestro misterio se debe situar en pri- mer lugar la idea de la justicia de Dios, no la de Ia sal- vacién del hombre. De este modo la salvacion de los hombres resulta, en cierta forma, secundaria, tanto que muchas doctrinas teolégicas sostienen que el Verbo se habria €ncarnado incluso si los hombres no hubiesen Pecado, porque la Encarnaci6n tiene como fin prima- Tio a Dios Padre, no al hombre. Si los hombres no hubiesen pecado, la Encarna- ci6n no habria tenido lugar para redimir al hombre, sino para que Dios manifestase en toda su infinitud la Suprema union entre Dios Creador y su criatura: la union hipostdtica de las dos naturalezas en la persona de Cristo. En esta unién se expresa la revelaci6n de Su esencia en la forma més plena posible. Es el caricter esponsal de Cristo, Hombre-Dios, quien ha esposado la naturaleza del hombre creado con la naturileza increada cle Dios, su Creador, Es, una vez mas, la doc- trina tomista de la diversidad de la esencia, que une én e] mundo lo inmenso con lo minimo en una dnica persona divina, El misterio de la Encarnacién permite a Dios decir “Yo soy la criatura”, porque ahora existe una criatura que es Dios. Esa criatura es Cristo. El fin de la Encarnaci6n es mostrar la unién entre el Creador y la criatura; no se puede imaginar una uni6n mis estrecha. En ella se manifiesta toda la infinitud de Dios, toda su potencia: volvemos asi al misterio de la Encarnacion en cuanto dirigida a Dios Padre, Este es el misterio de la justicia de la Encarna- cion, Decir “religion de la redencién” es distinto que decir “religion de la expiacién’: mientras que recen- for se refiere a los hombres, expiacidn se refiere a la divinidad ofendida, y la redencién es una consecuen- cia de la expiaci6n. Se puede expiar sin redimir, aun- que se expie con la finalidad de rescatar a alguien que esta en prisién. Pero la expiacién tiene por fin la redenci6n, el rescate. Redencién es un término juri- dico: es al esclavo a quien se rescata. Nosotros éramos esclavos del pecado, o mas en concreto, del Diablo: ‘por tanto, pues los bijos participaban de la sangre y 34 de la carne, también él igualmente participé de las musmas, para destruir por medio de la anierte al que tenta el sefiorio de la muerte, esto es, al diablo, » libe- rar a tocos aquéllos que con el miedo de la nitterte estaban divante toda stu vida Sujetos a la esclavitud" (Hebr. 2, 14-15), GLOSA 6 El hombre eleva su voz a semejanza de Cristo, el cual se dirigia a Dios “con poderoso clamor y lagrimas” (Hebr. 5, 7), especialmente en Getse- mani y sobre la cruz: el hombre grita a Dios como Brité Cristo y asi da testimonio de participar en su filiacién por obra del Espiritu Santo [n. 8, pigs. 17-18). [1] Como ya hemos sefalado, a menudo el Senor se dirige al Padre, no a Dios; incluso las Ultimas Palabras en Ia Cruz se dirigen a Dios en cuanto Padre, No a Dios en cuanto Dios, porque el Sefor es cons- ciente (digémoslo asf) de que sufre sus pacdecimientos Para reparar la injusticia contra el Padre cometida por el hombre: cosa que, como acabamos de ver, jamas se menciona, Sobre todo en las paginas de la Pasién, es fre- Cuente el Ilamamiento al Padre: “Padre, no se haga mi voluntad, sino la tuya” (Mt. 26, 39); no Dios, sino Padre, porque es el Padre quien en ese momento debe ser aplacado, 35 Las Sagradas Escrituras nos presentan al Padre ofendido e indignado por las culpas del hombre; y esta indignaci6n debe desaparecer mediante un acto de reparaci6n filial. (H1] La diferencia, pues, entre clamar a Dios o clamar al Padre es la diferencia entre quienes creen en la Trinidad y quienes no creen en clla: el pagano dice Dios, el hebreo dice también Dios, pero el cristiano dice Padre, porque nuestro Dios es trino desde el Principio. No es que primero exista una naturaleza indife- renciada y luego, en un segundo momento, a esta naturaleza indiferenciada se le imprima el caricter tri- nitario; nuestro Dios es trinitario desde el principio. No puede imaginarse un solo momento en el que nuestro Dios y el del Islam sean idénticos, porque el nuestro es siempre Trino: Padre, Hijo, y Espiritu Santo. Las paginas decisivas de esta Carta Apostélica son aquéllas en que se identifica la religiosidad uni- versal con la religiosidad cristiana: es una expresién ce naturalismo, y por tanto una expresi6n que no puede dejar de producir muy serias dudas, como ya hemos debido resaltar en las cuatro primeras Glosas. La religion natural salvaria tanto como la reli- gidn sobrenatural; entre una y otra no habria diferen- cia: se prescinde de la Gracia, cuando es precisamente la Gracia lo que caracteriza a nuestra religién e injerta en el alma un principio de Vida divina. Con la Gracia, en nuestra alma se injerta un Principio divino que no se encuentra en las demds religiones, en virtud de la Encarnaci6n del Divino Hijo por medio del Divino Espiritu. 36 GLOSA 7 Desco que el jubileo sea la ocasién adecuada para una fructifera colaboracién en la puesta en comin de tantas cosas que nos unen yY que son ciertamente mas que las que nos separan. A este prop6sito ayudaria mucho que, respetando los programas de cada Iglesia y comunidad, se alcan- zascn acuerdos ecuménicos para la preparaci6n y celebraci6n det jubileo [n. 16, pag. 28). Son precisas tres consideraciones, (I) Primera consideracié6n: si las cosas que nos unen (a los cristianos de las distintas confesiones) fue- sen mils que las que nos Separan, no habria separa- cién, pues la escisién de las Iglesias no puede tener por fundamento un motivo secunclario, El motivo cle la separaci6n es primordial; Lutero destruy6 una a una todas las verdades cat6licas, Una a una: destruyé el dogma, destruyé los Sacramentos, destruy6 la autori- dad de la Iglesia, destruyé la ley moral, destruy6 el sacerdocio, destruyé el sentido cle las Escrituras... Lo destruy6 todo, Santo Tomas distingue entre e] espiritu de fe y el €spiritu herético: “ef hereje que rechaza un solo arti- culo de la fe no tiene el habito ni de la fe formada ni de la fe informe. Y la razon de ello esté en el hecho de que la especie de cualquier bdabito depende de la razon formal cel objeto, y si éste desaparece, desapa- rece también la especie del bdbito. Pues bien, el objeto formal de la fe es la Verdad Primera revelada en la Sagrada Escritura JY en la ensehanza de la Iglesia. Por &0, quien no se adblere, como regla infalible y divina, 4 la ensenanza de la Iglesia, que procecle de la Verdacd 37 primera revelada en la Sagrada Escritura, no posee ef habito de la fe (...) Si de las cosas que ensenia la Iglesia admite las que quiere y excluye las gute no quiere, no asienle a la enserianza de la Iglesia como regla tnfali- ble, sino a su propia voluntad. Asi, es del todo evidente que el hereje que de manera pertinaz rechaza un solo arliculo no esté preparado para seguir en su totalidad la ensefianza de la iglesia (estaria, en realidad, en error, y 0 seria bereje si no lo rechaza con pertina- cla), Es, pues, evidente que el bereje que niega un solo aiticulo no lene fe respecto a los demas, sino sola- mere opinion, que depende de su propia voluntad" CSummet theol, U-ll, q. 5, a. 3). Es evidente -afadimos- que las creencias del hereje se basan sobre una apreciaci6n subjetiva, con exclusién de la Autoridad divina, de la Palabra de Dios. Ya no cree a Dios: se cree a si mrismo, pues si se adhiere a los dogmas de la fe no es porque estén reve- lados por Dios, sino porque a él, a su raz6n, le pare- cen razonables. El eje de la religién se desplaza de la palabra de Dios a la palabra del hombre. No sabemos qué puede haber en comin entre catélicos y luteranos. Dicen que fa Escritura, pero tam- bién es ésta una afirmacién débil. Requiere explica- cion, pues debe aclararse una idea de primera magni- tud: por qué fa Escritura no es la escritura. Asi como todo libro se identifica con el sentido propio de ese libro, también la Escritura se identifica con el sentido de la Escritura, y es la Iglesia quien posee ese sentido de la Escritura y quien siempre lo ha transmiticlo, sobre todo por medio de la Sagrada Liturgia. El Magisterio determina también el sentido de las palabras de la Escritura. Los catélicos interpretan la Escritura segin el Magisterio: el pueblo cristiano, al 38 asistir todos los domingos a Misa, escucha la lectura de la Sagrada Biblia con la interpretacién y en el sen- tido que le da la Iglesia. Por el contrario, Lutero ensena que el sentido de la Biblia se manifiesta ante la conciencia de cada cristiano: es el libre examen, inverso de nuestra religién. En Lutero Ia libertad! prima sobre el ser y sobre la verdad, y las subyuga. Asimismo hay que decir que ta Biblia pertenece alo sagraco, y lo sagraclo compete al sacerdocio: en efecto, seicerdos significa gutten da lo Sagraclo, Y eso es el Magisterio. Conocemos Ia Revelacién por meclio de la Biblia... pero de la Biblia interpretada por la Igle- sia, que constituye su sentido: el Magisterio es el sen- tido de las Escrituras. Esa es la cliferencia capital entre el catolicismo y cualquier otra confesién, Tener las Escrituras no significa nada, Poseer materialmente [a Biblia no significa nacla, aunque la conservaci6n material (literal y filolégica) de los textos Sea, por supuesto, importante, porque los Textos Sagrados deben ser conocidos en su autenticidad, Pero si bien el trabajo filolégico es importante, lo importante en verdacdl es e] sentido de las Escrituras, y ese sentido, como hemos dicho, sélo lo conserva la Iglesia, y constituye su Magisterio; “be de lenerse por verdadero sentido de la Sagrada Escritura aiguél que Sostivo y sosttene la Santa Madre Iglesia, a quien tocet Juzgar del verdadero sentido e interpretacién de las Escrituras santas” (Concilio Vaticano I, Constitutione dogmatica De fide catholica, cap. 2, Denz.™ 1788). Muchos sostienen que tenemos en comin con las confesiones protestantes, luteranas o anglicanas, a Jesucristo. Pero estamos en las mismas; éa qué Jesu- Cristo? Al hombre-Dios? ;Al hombre-hombre? éOauna invencién de los primeros cristianos? 39 El Card. Carlo Maria Martini, en su famosa entre- vista en el Sunday Times (abril 1993), asegura: “Hegué a la conclusion de que, si bfen los Evangetios no son histéricos en el sentido moderno de la bistoria, sin embargo resulta imposible, sin ignorar una mudtitud cle evidencias, contradecir la verdad bistérica del mensaje de Cristo”, Es decir, los Evangelios no son his- toricos, pero es histérico su Mensaje; no son histéricos los hechos, sino Ja ensenanza, la doctrina, la predica- cion. Ahora bien, afirmar que una opinién es histérica es algo muy distinto de afirmar que son histéricas Jas cosas incluidas en esa opinién. Por consiguiente, puede dudarse seriamente de {a idea transmitida por esta Carta Apostélica, Segtin I2 cual tenemos en comtin con las demas confesiones més cosas que las que nos separan. (If] Segunda consideracién: desear la unidad, y querer luego tespetar “los programas de cada Iglesia y comunidad’, son cosas incompatibles. Respetar una cosi significa ante todo respetar la integridad de su ser: NO podlemos respetar a una persona si luego pre- tendemos transformarla. E] respeto manifestado hacia las iglesias particulares implica que las iglesias parti- culares conserven su identidad, La unidad, por el con- trarlo, exige el sacrificio de ciertas cosas concretas: si no se exige ese sacrifico de Jo concreto, el ecume- nismo se convierte en una burla. Lo sabia bien el Papa San Martin I, quien antes de ser martirizado escribia: ‘Por la intercesién de San Pedro, establezca [Dios} los corazones de los hombres en la fe ortodoxa, y les haga Jirmes contra todo hereje y enemigo de la Iglesia. Dé fuerza al pastor que gobierna abora. De tal Suerte que, Sti ceder en ningtin punto, ni Siquiera minimo, y sin somelerse en parte secundaria alguna, conserven inte- gia la fe profesada ante Dios y ante los dngeles santos”. 40 Sin embargo la Carta habla de una unidad ‘“respe- tando los programas de cada Iglesia y comunidad”. (1 Y ello sugiere una tercera y ultima consice- racion: ;qué son los Programas? La ecttimene, la uni- dad, no es un especticulo cinematografico, En nues- tm opinion, las palabras “/os programas de cada Igleste y comunidad” no tienen senticlo, En la Carta se sosticnen a la vez dos impulsos incompatibles: la uni- dad, y el respeto a las diferencias; la unién, y el res- peto de los elementos que impiden la unién, Pero ya no se dice explicitamente que la Iglesia de Cristo sea la Iglesia Catélica Romana y S6lo ella. Cltemos a este Propésito un pasaje fundamental de la Enciclica Afor- talittm animos de Pio Xi (recogido en la Jnstructio de motione oecumenica, que promulgé el Santo Oficio e! 20 de diciembre de 1949): “iq uilon ee los cristianos nO se puede fomentar de otro modo que procuranelo el reltorno [per recitum| de los disidentes ala tinice p ver- dadera Iglesta de Cristo” (n. 16). Estas ensefianzius del Magisterio papal constituyen un Magisterio que no se puede suprimir, GLOSA 8 El Concilio Vaticano It constituye un acontect- miento providencial 8racias al cualla Iglesia ha intctado la breparacion proxima del jubileo del Segundo milenio [n. 18, pag. 29), No creemos que la palabra Jubileo se mencione ni una sola vez en los textos del Vaticano I. Jamas fue el Jubileo objeto de atencién Particular por parte de At los Padres sinodales, y por consiguiente no puede haber tenido lugar durante dicho Concilio la prepara- cién del Jubileo, porque es imposible que el Concilio Vaticano II prepare algo que en los documentos pore promulgados no se menciona ni siquiera una sola vez. GLOSA 9 los antcrio- Se trata de un Concilio semejante a res, aunque muy diferente; un Concilio centrado en ei nisterio de Cristo y de su Iglesia, 2 a mismo tiempo abierto al mundo {n. 18, pig. 29]. La teologia actual se caracteriza por Be cién de términos no convergentes, como conan P ae presume que en su atencién) pero a la vez able °- Ahora bien, en este contexto la palabra ape | mes una metdfora de afencién, en virtud de la cule “on cilio estaria muy atento y del todo concentra ° ene misterio de Cristo y de su Iglesia, y dirigiria simulté- neamente su actividad intelectual a lo mun no. Pere se impone elegir: 0 el Concilio esta centra ° es cir clirigido hacia el centro, o esta ableno. € ,P yectado hacia fuera (¢fr. también la Glosa 14). GLOSA 10 dif do mucho de las Asamblea conciliar ba toma experiencias y de las reflexiones del periodo wn Ww | | precedente, especialmente del pensamiento de Pio XII [n. 18, pig. 30). Las reflexiones a las que se refiere son las de los movimientos teolégicos heterodoxos, que culminan en Chenu o De Lubac, Congar y Von Balthasar, hoy cardenales pero ayer censurados por el Santo Oficio a ciusit cle sus peligrosas doctrinas. Quien se inspiré “especialmente” en el pensa- miento de Pio XII no fue “la Asamblea conciliar”, sino una de sus minorias (alrededor de cuatrocientos obis- pos), cuyos derechos fueron manifiestamente viola- dos, pues algunas de las peticiones que presentaron ante la Secretaria del Concilio no fueron introducidas i atta, contraviniendo el Reglamento de la Asamblea (cfr. loter Unum. Estudio sobre las transformaciones de la Iglesia Catélica en el siglo XX, Salamanca 1995, nn, 41 y 42: Ruptira de la legalidad coneitlar), Si se toman las Actas del Concilio y se recorren sus indices, se comprueba con facilidad que a Pio XII S€ le cita poco, porque (sobre esto no cabe duda) su pPensamiento era exactamente contrario al de la mayo- ria de los Padres del Concilio. El Papa del Concilic es Juan XX, Es cierto que Pio XII inicié ciertas reformas importantes, como por ejemplo la reforma littirgica, con la reforma de la liturgia del Tiempo Pascual, pri- mer paso de las reformas littrgicas. No continuéd por €s€ camino, entre otras cosas porque fallecié, Tam- bién se debe a Pio XII que al recitar el Oficio Divino la hora Prima dejase de ser obligatoria, pasando a ser facultativa. EI llevé a cabo pequejfias reformas; refor- mas que, sin embargo, no afectaban en modo alguno al fondo y a la esencia de la liturgia. 43 Pero también es preciso decir que Pio XII rea- firmé en su totalidad la sustancia del dogma catélico en ese celebérrimo documento que es la enciclica Humani Generis, una especie de tercer Syllabus, elenco de todos los errores modernos. Tenemos que referirnos una vez mas a nuestro libro Jola Unni, en e] que senalabamos que los Syllabus son tres: no sélo el SyHabus de Pio IX en 1864, sino también el Syllabus de San Pio X (decreto Lamentabili, derivado de la enciclica Pascendi) y el antes citado Syllabus de Pio XII, no menos importante (¢/r. Jota Untim, nn. 24, 26, 28), Los Syllabus son tres, no uno, y engarzan a la perfeccién uno con otro sin desmentido alguno, por- que la primera regla del Magisterio auténtico de la Iglesia es no desmentirse nunca, ni en el tempo ni entre las Iglesias particulares, como afirma San Vicente de Lehrins en el Commmonitorio citado por el Concilio Vaticano I (constituci6n De fide Catholica, cap. IV); in eodem scilicet dogmate, eodem sensu, eademaue senientia [en el mismo dogma, en el mismo sentido, en la misma sentencia] (Denz.“ 1800). GLOSA 11 En Ia historia de Ia Iglesia, “lo viejo” y “lo nuevo” estan siempre profundamente relacionados entre si. Lo “nuevo” brota de lo “viejo” y lo “viejo” encuentra en lo “nuevo” una expresi6n mas plena. Asi ha sido para el Concilio Vaticano Il y 44 j Para ia actividad de los Pontifices relacionad con Ja Asamblea conciliar [n. 18, pig. 30). mews Parece presentarse una continuidad doctrinal Como aconseja San Vicente de Lehrins Y prescribe el Concilio Vaticano D, alli donde existe a! x una ey idente mptura, Ante todo habria que observar que no es verdad que “lo viejo” viva en “lo nuevo”, porque una parte dle lo viejo" vive en “lo nuevo", pero otra parte de “lo viejo muere, La afirmacién de la Carta Apostélica es Justa, pero con esa salvedad: no debe olvidarse que una parte de lo antiguo muere; muere, tal vez, para fenacer (eso no Io excluimos), pero muere, _ laf En la carta Ad pisones de Horacio, hablando de : puna de las palabras, se lee: inuslic renascenltur Jae lam cecidere (Ars poet. 70) [renacerin muchos vocablos que ya desaparecieronl.,, rendacerdn, pero por ahora han desaparecido, “Lo viejo revive en “ ; ' P n lo nuevo Sl ero ne todo ello: no encuentra su exp} esion mds p Cnd sino que fe ’ la cambia 4, porque una parte de “lo viejo” est4 clecri nada a morte Jo” esta desti- Toda esta Pericopa nos parece algo atrevida: Parece hablar del Magisterio, pero si habla del Ma is- terio no se puede hablar de “viejo” ni de nuevo". Se Puede admitir una cierta novedad, pues sin duda en as, ensenanzas de la Iglesia afloran y se aclaran en “ 4 momento verdades antes ignoradas. Los cristia- S de este siglo sabemos mas (de ciertas cosas, como Por ejemplo de [a Inmaculada Concepcién) de | Sabian los primeros Padres. one Por tanto, en las ensenanzas de la Iglesia existe un desarrollo, existen verdades que se apoyan en el dato revelado. Pero se difunden a veces otras noveda- des, o mejor dicho, presunciones de novedad: la pra- esuimptio novitatum que San Gregorio Magno deno- mina expresamente filia inanis gloriae (hija de la vanagloria] (XXX/ Moral. c. 45), y que es fruto de la voluntacl de introducir cosas nuevas, las que mids asombro produzcan. Estt presuncién de novedades, que pretence obtener el favor y las buenas disposicio- nes cle! mundo, es reprobada por San Gregorio en los términos referidos, que cita Santo Tomis en la Summa theol. clos veces (II-Il, q. 21, a. 4, y q. 132, a. 5). En las ensefianzas de la Iglesia no existe ni lo viejo ni lo nuevo: lo que ensena ia Iglesia es el Verbo divino, y el Verbo divino es intemporal, extratempo- ral, y s6lo se “temporaliza” mediante la Encarnacién. Mediante la Encarnacién, el Verbo intemporal entra en el tiempo, en las vicisitudes del hombre. GLOSA 12 amblea conciliar la Iglesia (...) redescu- pas” on particular, la colegialidad episcopal expresién privilegiada del servicio pastora desempefiado por los obispos en comunién con el sucesor de Pedro [n. 19, pag. 311. No se puede decir “redescubrié”: el Primado de Pedro es una verdad que no se puede redescubrir, porque siempre ha estado descubierta para la iglesia Es cierto que la colegialidad ha tenido expresion 46 nis O menos enérgicas, pues ha habido momentos en los cuales la colegialicdad parecié oscurecer el Primado petrino, Inducdablemente siempre se puede retomar un argumento y clarificarlo, hacerlo mis inteligible, mas ‘ceptible. Pero eso no significa redescubrir, porque esis verdades nunca estuvieron esconclidas, Cuando el tltimo Concilio quiso afirmar la Cole- sialidad en una forma disconforme con la fe, la tradli- cién y las costumbres de la Iglesia, el Santo Padre Pablo VI intervino (puede clecirse que a la fuerza) para insertar en las Actas la famosa Nota praevia a la Cons- tituci6n Lumen Gentittm, en la cual se afirma con deci- sién que el Papa ejercita su Primado con independen- cla del Colegio episcopal, mientras que éste sdlo ejerce su funcién magisterial en untén con el Papa, El asunto de la Nota Praevia es uno de los mis singulares del Gltimo Conellio: para afirmar el carActer independiente de su Magisterio, el Santo Padre inter- vino ante la Asamblea justo en virtud de su Magisterio independiente, imponiendo en el debate, largo y pell- 8r0s0, la nota exclusiva de su Propio Primado, con un acto esencial y exclusivamente Papal: es decir, con un Acto en el cual el Concilio se identifica slo con el Papa. Esa ha sido siempre la doctrina de la Iglesia, Cuando en Siglos pasados el Santo Padre promulgaba Por ello puede decirse que sus decretos dependiesen de la opinién de la Iglesia: Ja infalibilidad del Pontifice €s un atributo personal valido ex sese, sin el consenti- Miento de la Iglesia. El consentimiento de Ja Iglesia €xiste necesariamente, pero no condiciona la infalibj- lidad del Sumo Pontifice. 47 Hoy es habitual la idea de que el vaticano F *precis6” la doctrina del Vaticano I (efi. el discurso ‘e P, Chartrain al que nos referiremos enseguid), 1 a- mando precisar a corromper, establecen que ¢ apa solo puede ejercer la plenitud de su funcion en “ " con los obispos. Y ése es el error, porque ¢ ‘ape ejerce independientemente su funcién de Peimac oY de Maestro. El Vaticano | afirmé esta verclac con Hn expresi6n concreta, diciendo que los Pronunciamien tos del Papa son infalibles ex sese et non cor ensi Ecclesiae [por si mismos, y no por el consentim de la Iglesia] (Denz.* 1839). Este es el punto en el cual el Concillo Vaticano I], pastoral y no dogmiatico, reformé verdaderamente la doctrina de la Iglesia, porque si bien es ven a : 4 e ésta. queda reafirmada en las Actas (que inc uy ea i Nota praevia), también lo es ane como hemos isto. [8 nanzz i inién en boga, i ensehanza y la opinié mo Sumo Pontifice actual, afirma aque el Papa sélo pue ‘ : iarse sobre las cosas de fe y é pronunciarse de Se in telesin es i sa el sentimiento meclida en que expre timie ia, es decir, en la medida en que esté unido con los Obispo 1 Esta doctrina de la colegialidad necesaria se he hecho comtin, de suerte que, en el discurso principe del Dies accademicus inaugural de la Fae ee logia de Lugano (Suiza), fundada por el isp Mons. Corecco, su rector, el P. Chartrain, S.L, afirme &: or samente que “el Concilio Vaticano II precisa ¢ siterio i i i el supremo Ma, f io Vaticano 5 definiendo que : "0 del Papa se ejerce en union con "i obispos. EI Pots slo ejer itud de su poder en un s6lo ejerce la plenitu : on t igpos" (of Ht Giornale del Popolo, érgano oficia la diécesis de Lugano). 48 | | Estas expresiones, habituales hoy entre tedlogos y obispos, son exactamente opuestas a la doctrina ortodoxa y a cuanto estaba establecido hasta el Vati- eno UW. La idea de la colegialidad clebe reconocer siempre la subordinacién de los obispos al Papa, Sin embargo, segtin la doctrina neotérica [reciente, inno- vadoral, los obispos sdélo podrian pronuncirse en union con cl Papa, pero asimismo el Papa s6lo podria pronuncitrse en unién con los obispos, Y esta Segunda parte de la afirmacién constituye un praive error, porque destruye la constitucion misma de la Iglesia, Para comprender la importancia de este pasaje hay que leer las Actas del Vaticano I. La cuestién se debitié a todo lo largo y ancho de aquel Concillo; se adticeba sobre todo el aspecto histérico, porque con la historia en la mano no se podia probar que los Papas hubiesen sido infalibles. En efecto, existen algunos casos famosos: el Papa Honorio I, el Papa Liberio, y Otros Papas que se habrian Pronunciacdo solemne- Mente (en virtud de su Magisterio) sobre cosas erré- neas. Pero una dpologética buena y rigurosa no encuentra dificultad en instruir Procesos sobre estos casos hist6ricos de Jos cuales pueda derivarse un jui- cio de plena absolucién, En el Concilio, quienes se oponian a la infalibi- lidad adoptaron muy a menudo el argumento histé- tico. Decian que Ia infalibilidad no se puede demos- trar histéricamente, €s decir, no se Puede probar que Ninguno de los Papas errase, pues habria habido 4pas que ensefiaron claramente €rrores, en los pro- Nunciamientos ex cathedra, precisamente en cuanto 49 ejercitaban su ministerio, no se pronunciaban ex cathe- dra; sus declaraciones son declaraciones de Papas que discutian, no que definian. Es decir: no es error del Magisterio en cuanto Magisterio, es un error del Magisterio como maestro privado, porque si de ver- dad hubiesen errado, entonces la infalibilidad no se sostendria, De Ja lectura de las Actes del Concilio Vaticano | puede deducirse hasta qué punto era incierto el con- vencimiento de quienes votaron la infalibilidad, con una fortisima oposici6n: cuando Ilegé la sesién solemne, durante Ja cual se habria debido pronunciar el dogma de la infalibilidad, mds de sesenta obispos albandonaron el Concilio. Llegado ¢l momento de votar la infalibilidad, més de sesenta obispos (casi todos franceses), no sintiéndose con fuerzas para decir “no” en presencia del Papa Pio IX, que presidia la sesi6n solemne, abandonaron la reuni6n y se salie- ron del Concilio, dejando de pertenecer al Concilio. Luego casi todos los obispos reconocieron la infalibilidad, pero algunos persistieron durante anos. Uno ce los mis célebres fue el obispo alemin Karl Hefele, valiente historiador, que solo se adhirié al dogma un par de aiios después de su definicién. El mis obstinado fue un obispo dalmata, Grossmeyer, quien durante los debates siempre mantuvo la nega- tiva, en la cual persistié tras promulgarse la definicion, convirtiéndose sdlo al final de sus dias. Luego, como es sabido, tuvo lugar una pequena escision, porque algunas comunidades catdélicas de Suiza y de Alemania se constituyeron en una comunt- dad auténoma. Son los que todavia hoy se llaman vie- jos catélicos, es decir, aquéllos que creian profesar la 50 ° vuelve a plantear la cuestié6n: abri6’? Si digo que €xpresiOn es perfecta a oe que “el Concilio se abrié at mundo” | , Vieja doctrina y rechaz: a azaban la 2 Si : voor que consideraban una cin cuando se leen estas historias, viene Ia tenta- cion ¢ e no Ieerlas, y vuelve siempre a la mente la sen- (ont caplentisima de Manzoni: igitorantiae util Ot vaziont sulla Morale Cattolica, Il, 422-423 y Il i . coer ambresiona saber por ejemplo, que llegado : ¢ votar el dogma nis i gnu nis de sesenta obis- OS aby ar ili ‘ Pos tbandonaron el Concilio, resultando 535 votos alirmMauvos y 2 votos negativos, ' La objeci6n histérica de los se ab:ndonaron el! Concilio es un exclusivamente hist6rico. Los aquellos Papas son errores cle P al vralible t oh a cuanto transmisores cle] Magiste- ‘ “ los articulos sobre e! P: i Mali le apa Liber publicados en Ctvilta Cattolice: 1907, 1, pig 712; 2, U ' 4 Pigs. 528, 683; Aj 164 302, So 1908, 3, pigs, 143, 398, 674; 4, pigs, senta obispos que a objecién de caricter errores atribuicos a apas en cuanto maes- GLOSA 13 El Concilio se abrié a los Siones, a los seguidores d. los hombres de nuestro cristianos de otras confe- ¢ otras religiones, a todos tiempo [n. 19, p4g. 31], Co i mo ya mencionamos en la Glosa 9, se nos y équé quiere decir “se e abterto aquella puerta”. ta mente inteligible; pero si se dice as palabras son 51 totalmente equivocas. Pero es una expresion corriente, y todos los sacerdotes afirman hoy que “el Concilio se abrié al mundo”. Se puede abrir una puerta para entrar, y se puede abrir una puerta para salir, Cuando la Iglesia se ‘abre al mundo, hay que aclarar si por esa abertura entra el mundo, o sale Ja Iglesia al mundo. Hay que ser precisos: la Iglesia sale al mundo para predicar y convertir; la Iglesia debe dejar entrar al mundo para que el mundo se convierta, Ambas cosas son admisi- bles, pero los términos deben ser claros: no se puede hablar confusamente de “apertura de la Iglesia al mundo". Y por ultimo: ges que no estaba ya abierna al mundo la Iglesia en los siglos de las misiones? ;Qué hacian nuestros misioneros en China, en Japé6n o en la India, sino abrirse al mundo? Llevaban Ia Iglesia al mundo. A menos que se diga que, cuando el Santo Padre viaja a Berlin, se trata de una apertura de la Iglesia a los luteranos. Pero cuando va a Berlin no hay ninguna apertura, porque no se convierte ningun lute- rano; el mismo Santo Padre confiesa explicitamente que la finalidad de estos viajes no es Convertir, sino solo conocer: conocer la experiencia de los demis... un intercambio de experiencias. El Papa no ha dicho nunca que sus viajes tengan como finalidad la con- version. De hecho, el lenguaje eclesidstico evita la palabra convertir o (como veremos en la Glosa 22) la vacia de significado. Abrirse para conocer cosas que antes se ignora- ban no significa en modo alguno aprobar. Pero para los ebispos y los sacerdotes actuales, abrirse implica ws Ww nal, segiin el Decreto concili SU propia religion, elegir con adorar. un consenso inicial, de modo quee es habitual decir que debemos dems confesiones ciertas verd tenemos chins, y en las cu consentir, Para los teélo ntre los neotéricos reconocer en las ades que nosotros no ales, por tanto, deberiamos ‘ OS is ° ? me oy aw innovadores abrirse no Sighifica solo aes conocer, sino timbién tomar ¥ aceptar, Lo primero s dmisible, pero lo segundo debe rechazarse, Es Io ie dicts el sentido comin: nada tenemos que a rencler de las ottas confesiones cristi:tnas, y todavia menos dle lis denvis falsas religiones (¢fi, Enciclica Mortati , aninios, citada en la Glosa 25), “um GLOSA 14 En ningun otro Concilio se |] 1abl6 con tanta clari- had de fa unidad de Jos cristianos, del diélogo con as rcligiones no Cristianas, del significado espe- tco de la antigua dlianza y de Israel, de la digni dad de la conciencia Pcrsonal, de : . libertad religiosa [n. 19, pag. 31]. ¢l principio de dispar nae’ fe feanen argumentos un poco ares: WWogo, la dignidad de {, Antigua Ata ac de la persona y ta “ Allanza, Son tres cosas distintas (en In men.) no en el gene ntas (en la especie, (1) 4 primis: con Fespecto a la dignidad perso- ar Dignitatis bumanae a, el hombre tiene una digni- puede libremente determinar libertad el Numen al que ad en virtud de Ja cua! Los catélicos tenemos en comin con las demas creencias la afirmacién de que debemos adorar al Numen con un acto de Ja libre voluntad. Pero el nues- tro es un acto de adhesion libre a algo a lo cua! debe- mos adherirnos, mientras que los creyentes cn los otros Numen realizan un acto libre de adhesién a algo a lo que no deberian adherirse. En las demas creen- cias no s6lo existe la libertad (de derecho natural) de adherirse o no a Ja verdad, sino también Ja libertad (abusiva) de determinar esa verdad a la cual adhe- rirse. Y decimos abusiva porque nuestra libertad esti siempre bajo el imperio de nuestra obligacién de adherirnos a la verdad. El hombre no es libre para elegir las verdades que creer: estas verdades son fijas y necesarias y no dependen de nuestra libertad, al ser verdades increa- das. Lo que depende de nuestra libertad, mis bien, es nuestro scto de adherirnos o no a ellas. Abramos un paréntesis aclarativo para decir que toda esta filosofia y teologia puede resumirse en una expresi6n extraordinariamente escandalosa: la Iglesia ordena actos interiores, ordena actos de la razon, ordena consentimientos de la voluntad. Para la doctrina neotérica, en cambio, dichos consentimientos depen- derian pura y simplemente de la libertad de 1a persona. En 1633 tuvo lugar el proceso contra Galileo, y Galileo fue condenado y se le oblig6 abjurar. Pero ya en 1616, puesto que en algunas de sus obras Galileo parecia sostener las doctrinas copernicanas, el Santo Oficio le habia comunicado un Praeceptum notificado por el Card, Bellarmino, en virtud del cual no debia ensefiar, defender o profesar las doctrinas copernica- as. Ahora bien, ese profesar es un acto interior: el i } t Santo Oficio habia ordenado a Galileo convencerse cle que el sistema copernicano era falso La Iglesia posee la verdad divina y debe actuar de modo que los hombres la acepten Sobre est punto San Pablo es terminante: “recibimos [de Jesu. cristo Nuestro Senor! fa gracia y ef apostolado paver la obediencta de la fe entre todas las gentes en ef hombre de if (Rom. 1, 5). Como hemos visto, los hombres son libres par aceptar o no aceptar la luz de la ver- da ; pero no son libres de establecer si deben adhe- se onoa ella. Las convicciones son obligatorias, La Igtesia tiene el derecho de obligar a estas conviccio. nes y de condenar las convicciones contrarlas; la | le- sit condena el error y ordena la verclacd; no slo pro. Por % Sina que ordena. El hombre permanece libre, p cual aunque la verdad sea obligatoria, el hom- bre puede aceprarla o rechazarla. " str La Iglesia ordena actos interlores (en sentido rs ico, actos intelectuales) porque la fe es tin acto de ques agencia Preenado por la voluntad. Este clerecho a Iglesia por mandate divino ti ejerce and: no tiene bases escrituristicas muy sdélida j eci. as as; por ejemplo, e H lowe ets ; Jemplo, en el Deci- ig ce: “lemerds a Yabveh, tu Dios, y a El sery|- ras (...) no tréls en po Ss dle otros dloses” (Det, 4 Ordenando actos interiores, 1615-10, e en . ve . acto interior, la intencién de {a razon: ; : ie ‘a fo ures, urge uo cabeza y lava tu cara, pera Nt ‘ezcas a los hombres com a p 0 gulen ayuna, ou 0 a fu waa & que esta en lo esconedido; y tu Padre tra lo escondido, te dara la paga” (Mt. 6, 17-18). “meas Li, 55 La ensenanza tradicional ha sido siempre ésa: el hombre no es libre para elegir el Numen al que ado- rar; el hombre tiene el deber de adorar al Numen ver- cladero que, por lo demas, se ha manifestado. (01] En segundo lugar, se dice que la dignidad del hombre consiste en la libertad, lo cual constituye el dogma del inmanentismo y del liberalisime moderno: el hombre es independiente, y su dignidac reside en su independencia. Por consiguiente, no existe ningtin deber de abrazar la verdadera religi6n. Antes al contrario, ki dignidad del hombre con- siste en ser una criatura destinada a la Vida eterna. En ése su destino consiste su dignidad, No somos como un tronco de madera. No soinos como una babosa, Somos una aa tiene por destino a Dios, y por tanto la ignidac “| hombre se realiza sélo en cuanto consigue ese fin. : el hombre no llega a Dios (su bien, su fin), no tiene su dignidad: la pierde. Si el hombre fuese una criatura puramente terrenal no tendria dignidad, y asi pcurre cuando, perciendo a Dios, se hace terre com > ma babosa o como la corteza de un arbol. Su en ae ‘ significa y se realiza en el hecho de estar esting a la Vida eterna. Por eso soy una criatura digna; no p mi mismo, sino perque mi fin es Dios. Sin duda, también la babosa sirve a Dios, tam bién la babosa cumple un plan divino. Pero no a one a Dios como fin. Sin duda también la ba Sa ne todas las criaturas, canta la gloria de Dios; pero, por asi decirlo, la canta sin saber que la canta, y por on, siguiente no posee dignidad. Repiamos: oO 0 en destinado a Dios, todo, incluso la ba oa, 4 embargo no es consciente de ello, no lo elige. 36 | | En sentido estricto, el término di@nus expresa una ciertt adecuacién, una cierta Proporcién, una Cierta igualdad: site degradas, si te rebajas, pierdes la dignidad. Y li proporcién es entre rd y tu destino. Eres apto para conseguir el destino (o mejor, el fin) de divinizarte, y tu aptitud constituye In clignidad: decir digno es como decir merecedor. Siel cristianismo reconoce ha clignidad del hom- bre miis que cualquier otra filosofia o cualquier otra creencia, es porque indica al hombre, sin posibilidad de error, su verdadero fin: el hombre es una criatura cién de los fieles so e1 les, pare después concentrar la preparacién dire 2 inmediata en una segunda fase (n. 30, pag. 64 Son términos poco eclesiisticos: sensibiliza- cron, temas, concentrar.. palabras todas ellas que no se habian encontrado jamds en anteriores documentos de [a Iglesia, GLOSA 20 La primera fase tendri pues un caracter antepre- Paratorio {n. 31, pig. 44), Enumeremos; comisién preparatoria, comisién imepreparatoria, primera fase, segunda fase... Cuando se discuten demasiado las cosas, las cosas ya no salen bien: todo esti en discusién, ef mundo se convierte al discusionismo, Toda actuacién debe Prepararse juiclosamente, Previniendo los casos, las contrariedades y las obje- ciones; pero no hace falta que el hombre consicdere el momento de la preparacién como el momento princi- pal, en ef cual casi consumir sus energias, Cuanto nis se discurre, menos se hace. Las épocas de florecimiento de las civilizaciones Son E€pocas de un espiritu natural ¥Y €spontineo. Las €pocas de decadencia son Epocas de reflexion; el hombre reflexiona y reflexiona, piensa y piensa, y clis- minuyen Ja accién, la frescura de Ig inteligencia y {a eficacia del espiritu. La tensién espiritual de que hablamos dismi- huye mas por la enormidad de los preparativos que Por su rapidez en Ia consecucién del objetivo, Es e! fenédmeno de las cosas que hoy ya no son cosas, sino reflexiones sobre las coses. La reflexion sobre los hechos acaba por subordinar los hechos a Ja relexién. Es también el fenémeno de la traslacion del hombre clesde la espontaneidad, la inmediatez del intelecto y la naturalidad de su vida, a la reflexi6n. Por ejemplo, la literatura latina decae con cl helenismo, con el cual abundan las obras de reflexién, sin duda importantes, pero en virtud de las cuales cesan jas obras de accién: no mis Virgilio ni Horacio, sino poetas que cabalmente se Ilanvin neotéricos linnovacdores] porque son los poetas de la reflexion. Prevalece la reflexién, esencialmente subjetiva, sobre la naturalidad, es decir, sobre la verdad. Cuando el hombre esta dominado por la verdad, sus obras son simples; pero cuando el hombre no esta dominado por la verclad, sino estimulado por el impulso subje- tivo que quiere buscar, reflexionar, deducir... entonces no existen grandes creaciones, Por supuesio existen grandes obras de reflexién; pero ya no Ja Eneida ni las Odas. La reflexion es una lima que disminuye al hombre. Entendimonos: no pretendemos exaltar 1a espontaneidad sobre la inteligencia, pues la inteligen- cia es el fundamento de ta vida espiritual. Pero la fuerza de la inteligencia (que no se debe confundir con el subjetivismo) prevalece sobre la reflexion; en su inmediatez, en su operaci6n esencial, que consiste en adecuarse a la realidad, el intelecto prevalece sobre la reflexién, la cual, en vez de pensar sobre la realidad, piensa sobre lo pensado: sobre un objeto, digimoslo asi, secundario. 66 Storgado a los fieles, pero n Iglesia, porque la Iglesia es | €A cierto modo hemos sido acto en que Cristo, Cabeza Man un tinico ho Miembros Unico Hijo del hombre * estas d EI objeto de ta inteligenci gene es la facultact de comprencler el ser, no la facul- in stl propio nae su Propio cto: esa comprensién iene ‘icto es una facultad secundaria, La clefi- ica atribuye al intelecto la facultacl de acle- CUQESe 3 kit realidad: es 1 tuic on Tet 7iston cle] . $ una tn t ] » una y aes el ser La inteli- GLOSA 21 Los cristianos (...) elevarf soe na ii Sentimicnto su accién de wenn Iglesia |n. 32, pag, 45], con profundo Sracias por el don de la es un “ton exengenimente ree decir que la Iglesia 100 a tos fieles? Resulta diff cst ; uta dificil soste- ne re tn elect Iglesia son los fieles, Cuando el Sefior @, €n Cierta forma cred ; i Pa ia, a cre6 a los fieles, Los dee somos la Iglesia, Y Por tanto no parece exacto que la Iglesia es un don que se nos otorga Si puede deci Z puede decirse que la Eucaristia es un don © parece que lo sea [a a sociedad de los fieles: Originaclos mediante ¢| | Cuerpo de kL i 0 Cristo, | y po de la Iglesia © la Iglesia. “Asf como Ig cabeza y el cuerpo Jor eo nbre, asi el Hijo de la Virgen y sis Eid0s constttuyen un solo hombre, ef , palabras estan extraidas ac, abad del monasicrio Specto el capitulo 17 del € los Discursos de! Beato Isa € la Estrella, que citaba al re 67 Evangelio de San Juan: “gue todos sean uno, como Ni, a y a3 2 Padre, en mi y yo en ui” Gi. 17, 21). Sin duda los fieles, que constituimos I fe. er i 5 mie s del bimos el don de la gracia, pero los miembro : i i 5 Sto. Iglesia son los fieles, incorporados a Cris i , a : al Quienes no han sido bautizados no estin “n esiaa, esti tra de ha iglesia, no forman parte de la Iglesia, estin fuer we Iglesia, y cuando sean bautizados no se ird au Se les wie ° . . da la Iglesia como un don, sino que entmnin parte de la Iglesia. La gracia es un don, la Eucaristia “s un don. ¥ xe eS Oe et los a tos Thelos Son done, Senos ciaios, Pueden ‘existir o no exist, y reden no existir incluso si se es miembro de la ie - ee Dicho de otra forma: los miembros de ae ae a. c siguen siénclolo, pero los dones, oven pueden oS. pueden encontrarse en ellos, pero encontrarse, GLOSA 22 : ar- El gozo de un jubileo es siempre de ma saan p , sit . i el gozo por la remisio an wlegrta de la conversion G..) La covers on (metanoia), que es la Seen ra personas iliaci6n con Di : como de las comunidades (n. 32, pag. 461. 68 En realidact la conversi6n no es una conclicién, porque se identifica con ta acusacién de los pecados, el arrepentimiento y el propdsito cde tn enmienda, que SON (res actos esenciales de la conversion (como ya hemos visto en kt Glosa 16), En nuestra opinion, hoy dia se abusa cel tér- Mino conteryion. Cuando ino va a confesarse y se acusa de peencdos veniiles, no se puede decir que existh en él una conversiOn: seria una exageracié6n decir que se hi convertido, Existe conversi6n cuando Pisamos del estado de pecado, es decir, de pérdida cle la Gracia, al estado de Gracia. También los santos halblan de conversion pira clescribir dicho paso. Pero lind vez inverticda fa tendencia, para describir su perfeccionamiento no se puede seguir usando e! mismo vocabulario: la ruta se ha invertido, Y slo se trata de conservarse en ella; Pant conservearla seri necesario fortalecerse, pero ya NO coleriirse, a menos que lo que se pretends sen volver al estado precedente, Creemos impropio hablar de conversi6n cuando se pretende hablar de un perfeccionamiento cual- quiera del espiritu humano, de un paso cle un grado de espiritualidad a otro Superior, Conversion es un tér- mino con un valor muy fuerte. Si uno bebia dos vasos de vino, y luego le parecen demasiados y decide beber uno, pasa de un estado perfecto a un estado Mis perfecto, Porque es mejor ser sobrio y beber un Vaso de vino en vez de dos; pero no podemos decir que ese hombre se haya convertido, Una vez mis, se trata de cuestiones de vocabu- lario; muchas cosas se resuelven y se corrigen con cel Simple examen de la palabra. Hoy dia, en el caso que 69 Os ocu oda u Oo 1 ns do POSLUN O n pa, t mutacion more | € senu se cons le a con sion. e Cc Pp e 1dera una onversi J ro ] concepto de o p' Pp ancid = neial; at ew conversion eS un conce to d importancia ese $e ve una conversion en cualquier cambio espiritual, se pierde su esencia. ial, ge Y pensamos En el lenguaje coloquial, gen que Pensamos cuando hablamos de cone . ee oe mes impi 2 hi egado a la fe. ¥ esto es impios que han llegz aque de mos seguir pensando cuando decimos conters GLOSA 23 La unidad de los cristianos (...) en definition, es un don del Espiritu Santo [n. 34, pag. 48). i Gltimo Los frecuentes contactos posteriores ae timo Concilio entre los cristianos y los disidentes. er con rH Os Ci s ; s cuales se decia que cu actos en los cual os esc chavian a los protestantes, los Protestantes €s< sero fan 4 los catélicos, y cada cual conoceria a ot70; Deno era algo que se limitaba a la esfera ce Ke oie truce Eran contactos informativos. Y de ec > qué Frutos han dado? Sélo ha habido, por pare ae vor on ‘o < 4! i. . 5 trarios a la fe, eparados, actos con : Se los de la Iglesia anglicana aprobando el sacerdocio femenino. s confe- Ciertamente es bueno conocerse, y a coe i $ arades contribuy: a as con los sep scone mniento reciproco; pero el ecumenismo no p mu 2. onocl oO Oi orac ia i e la Ta ’ al orden a con cimient * sin al orden di D 70 il orden de tos actos: nadie se convierte por conocer que el otre piensa de modo distinto, Para demostrar que el ecumenismo conciliar y posteonciliar es un ecumenismo espurio, © por lo Menos incompleto, basta ver que los actos de los her- RAINES sepirados no han sido actos que les hiciesen ivanzar por kt via del catolicismo, sino actos que no teniin ainguna relacion con [a fe, que contradeciin 2 la fe: algunos son actos de gran resonancia, como In extension del sacerdocio a Jas mujeres. Estos hechos contradicen el optimismo de todos aquellos que desean hoy sostener que el movimiento ecuménico ha dado frutos, No ha dado ningtin fruto, Mas bien ha sembrado Ia confusién en multitud ce ficles. Los anglicanos han insistido ademas en la autenticidad de su sacerdocio Cen realidad un sacer- docio nulo, pues ni los sacerdotes anglicanos son sacerdotes, ni los obispos anglicanos son obispos), Cuando el Santo Padre Pablo VI, con gesto teatral, regalé su anillo episcopal al arZobispo de Canterbury, reconocié al arzobispo de Canterbury como verda- dero obispo al mismo nivel que los obispos catélicos, contradiciendo y anulando el decreto de Leén XI, quien en 1896 (tras haber ordenado estucliar amplia ¢@ histéricamente la cuestion) establecié que los supues- los sacerdotes anglicanos no eran Sacerdotes, porque Sus primeras ordenaciones eran invalidas por falta de la forma sustancial. Los obispos anglicanos habrian Podido ordenar verdaderos sacerdotes si hubiesen adoptado Ias €xpresiones y las formas del sacramento del Orden empleados por la Iglesia Catélica. Pero esta Comision, una vez estudiado a fondo el asunto, con- cluy6 que las ordenaciones de los Primeros obispos 71

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