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ntroducción

René Descartes es considerado el padre de la filosofía moderna ya


que ésta se desenvuelve partiendo de la idea de que la mente se
descubre a sí misma, justificando mediante la acción de su propio
pensamiento el conocimiento y el ser; lo cual se concentra en la
frase de Descartes: “Cogito ergo sum” (pienso, por lo tanto existo).
Estas palabras expresan uno de los principios filosóficos
fundamentales de la filosofía moderna: que mi pensamiento, y por lo
tanto mi propia existencia, es indudable, algo absolutamente cierto y
a partir de lo cual puedo establecer nuevas certezas, convirtiéndose
en elemento fundamental del racionalismo occidental; con ella el
gran filósofo francés expresa el descubrimiento de una verdad
incuestionable, pero también un ámbito nuevo de lo real: la
subjetividad individual autoconsciente. De esta forma Descartes
inaugura una nueva época: la Modernidad, con sus pretensiones
revolucionarias de autonomía de la Razón. Según Descartes, el ser
humano es un compuesto de sustancia pensante y sustancia
extensa. A esta dicotomía las denomina como “res cogitans y res
extensa”. Para Descartes la “Res cogitans” (pensamiento), la
esencia de esta sustancia, dice Descartés, es el pensamiento y sus
propiedades no son sino diferentes modos de pensar: la
imaginación, el sentimiento y la voluntad como nos dice en las
“Meditaciones Metafísicas”: “una cosa que piensa es una cosa que
duda, que entiende, que concibe, que afirma, que niega, que quiere,
que no quiere, que imagina también y que siente”. Por el contrario
en la “Res extensa” (el cuerpo), la naturaleza y esencia de esta
sustancia es la extensión en longitud, anchura y profundidad. El
resto de características que podamos atribuir a los cuerpos (como la
figura y el movimiento) presuponen la extensión, siendo esta una
concepción geométrica o matematizante de la realidad. Para
Descartes los animales son pura extensión, no poseen mente
alguna. Descartes propone un método, el cartesiano, que ha de ser
matemático y universal, sea cual sea su aplicación o campo del
saber a que se refiera a fin de evitar el error, permitiendo aumentar
los conocimientos y descubriendo nuevas verdades. La publicación
de las “Meditaciones metafísicas” (1641), con las respuestas de
Descartes a las objeciones planteadas por siete de sus críticos,
señala el comienzo de la polémica en torno al cartesianismo. A lo
largo de las seis meditaciones de las que consta el libro, el principal
objetivo de Descartes es la demostración de Dios y la inmortalidad
del alma, mediante razonamientos lógicos; así como definir las
bases del conocimiento. Descartes busca encontrar “la verdad” de
las cosas a través de la razón y para ello nos dice que hemos de
dudar de todas las cosas (duda metódica), especialmente de las
materiales, librarnos de los perjuicios y acostumbrar a nuestro
espíritu a desligarse de los sentidos.

RESUMEN

Meditación Primera (De las cosas que pueden ponerse en duda)

En la primera meditación Descartes nos dice que desde su niñez


había admitido como verdaderas una porción de opiniones falsas. Al
cuestionarse esos principios, y no por ligereza sino por fuertes
razones, ha de liberarse de antiguos prejuicios. Y para esto no será
necesario que demuestre que todos ellos son falsos, bastará para
rechazarlos que encuentre, en cada uno, razones para ponerlo en
duda. También nos habla de las razones por las cuales podemos
dudar en general de todas las cosas y, en particular de las
materiales, motivo por el cual nos insta a acostumbrar a nuestro
espíritu a desligarse de los sentidos, pues todo lo que se tiene por
verdadero y seguro lo ha aprendido de ellos y ha podido
experimentar que no se puede confiar por completo en ellos pues a
veces nos engañan; aunque por otro lado los sentidos nos muestran
cosas de las que no se puede razonablemente dudar. Para ello
Descartes nos refiere la sensación que se tiene, al soñar, de estar
viviendo una realidad; al ser difícil distinguir el sueño de la vigilia y,
a pesar de que lo que en ellos se vea son meramente una ilusión,
ésta ha de estar basada en realidades al no poder inventar algo
totalmente novedoso sin que nunca haya sido visto o sea el
resultado de una mezcla y composición de partes diferentes.
También añade que, aún en el caso de que alguien pudiese en
realidad crear algo completamente nuevo, los colores de los que
estaría compuesto serían verdaderos (verdad absoluta). Para
Descartes las ciencias que dependen de la consideración de las
cosas compuestas, son muy dudosas e inciertas (física, astronomía,
medicina) ; por el contrario las que tratan cosas muy simples y
generales (aritmética, geometría), sin preocuparse mucho de si
están o no en la naturaleza, contienen una verdad que prevalece.
Descartes pone como ejemplo que el hecho de que uno esté
dormido o despierto no cambia la verdad tan clara de que dos más
tres suman cinco, o que el cuadrado nunca tendrá más de cuatro
lados. Mas aún así, Descartes crea la incertidumbre de que exista
un dios – al que él denomina “genio” o espíritu maligno para
diferenciarlo del Dios cristiano que es todo bondad – que le haga
equivocarse siempre al hacer dicha suma o contar los lados del
cuadrado, añadiendo que quizá algunos preferirán negar la
existencia de tan poderoso Dios a creer que todas las demás cosas
son inciertas. En esta primera meditación, Descartes no cuenta que,
al cuestionarse todo lo que antes creía verdadero, a partir de
entonces, de hallar algo cierto y seguro en las ciencias, se
abstendrá de darle crédito, demostrando desconfianza hasta llegar
a una firmación de la que no pueda dudar, de la que tenga absoluta
certeza, a través de la meditación y el conocimiento.

Meditación Segunda (De la naturaleza del espíritu humano; y que


es más fácil conocer que el cuerpo.

Llegado a este punto, en la 2ª Meditación Metafísica, y una vez


destruidos todos los conocimientos que había adquirido durante su
vida, Descartes busca volverlos a reconstruir mediante un patrón
fiable y de mucha más solidez y para ello aplica la duda a la propia
duda, encontrando un elemento que prevalece a ésta: “si dudo que
dudo puedo tener la certeza de que estoy dudando; lo cual implica
necesariamente que estoy pensando; y si estoy pensando es
indudable que estoy existiendo”. Descartes llega a la conclusión de
que si piensa, existe, siendo ésta la primera verdad absoluta a partir
de la cual va a construir todo el conocimiento.

Este pensamiento queda plasmado en su célebre la frase “cogito


ergo sum” (pienso, por lo tanto existo). Además demuestra la
existencia del espíritu, distinguiendo lo que pertenece a la
naturaleza intelectual de lo que pertenece al cuerpo, siendo el
cuerpo divisible mientras que el espíritu (alma del hombre) es
indivisible, siendo ambas naturalezas no sólo diversas sino incluso
en cierta forma contrarias. Para Descartes el cuerpo no es más que
el medio que usa el alma para interactuar con el mundo material
creado por Dios. En esta meditación Descartes también expone que
el contenido inmediato del pensamiento es la realidad existencial
del sujeto pensante: la duda puede afectar a todos los contenidos
del pensamiento, pero no puede afectar al “yo” donde estos
contenidos están. Intuimos la existencia de un “yo” cuya esencia es
ser pensamiento. En esto precisamente consiste intuir, pero para
ello las ideas han de ser simples, ya que sólo de lo simple hay
verdadera intuición. El resto del conocimiento es deducción.
Asimismo Descartes desarrolla la idea de que una cosa engendra
otra cosa, y por esto concibe la existencia de un Dios perfecto e
infinito, siendo nosotros seres creados por él y causa de ello es que
podemos tener ideas acerca de lo infinito y lo inmortal. También nos
dice que él tiene la idea de Dios antes que la de sí mismo, ya que
Dios posee más realidad y mayor perfección; aduciendo que para
sentirse imperfecto, ha de sentir algo más perfecto que él con lo que
compararse.

Meditación tercera (De Dios; que existe)

Para realizar esta tercera meditación, Descartes nos dice que


primero ha de mantener apartados sus sentidos para así sostener
un coloquio consigo mismo, haciendo introspección. El filósofo
francés establece como criterio de verdad la claridad y la distinción:
todas las cosas que concebimos de forma clara y distinta son
verdaderas y se presentan al espíritu. Después examina si hay
Dios, y si es así, si éste puede ser un dios engañador; pues, sin
conocer esas dos verdades, dice no saber como poder alcanzar
certeza de cosa alguna.” Para el padre de la filosofía moderna, las
ideas no pueden ser falsas en sí mismas, dividiéndolas en tres
clases: las que parecen innatas, las que parecen ajenas (venidas de
fuera), y las que parecen inventadas por uno mismo. Descarte nos
dice: “no sólo que la nada no podría producir cosa alguna, sino que
lo más perfecto, es decir, lo que contiene más realidad, no puede
provenir de lo menos perfecto... Para que una idea contenga tal
realidad objetiva más bien que tal otra, debe haberla recibido, sin
duda, de alguna causa, en la cual haya tanta realidad formal, por lo
menos, cuanta realidad objetiva contiene la idea.” De aquí saca la
conclusión de que si la realidad objetiva de una idea suya es tal que
pueda saber con claridad que no está en él ni formal ni
eminentemente, entonces es que no está sólo en el mundo, y que
existe otra cosa que es causa de esa idea. Y añade que aunque
pueda ocurrir que de una idea nazca otra idea, ese proceso no
puede ser infinito, sino que hay que llegar finalmente a una idea
primera, cuya causa sea como un arquetipo, en el que esté formal y
efectivamente contenida toda la realidad o perfección que en la idea
está sólo de modo objetivo o por representación. Por ello, Descartes
nos dice que la idea por la que él concibe un Dios supremo, eterno,
infinito, inmutable, omnisciente, omnipotente y creador universal de
todas las cosas que están fuera de él, tiene en sí más realidad
objetiva que las que le representan substancias finitas. Descartes
demuestra la existencia de Dios diciendo que los humanos somos
una sustancia que desea, y si desea es porque le falta algo, y si le
falta algo es porque hay algo mejor, completo, perfecto. Aduce para
ello que el hombre capta las cualidades de los objetos sin saber si
son las auténticas. Para ello distingue entre dos tipos de cualidades:
las primarias (las que captamos a través de la razón), claras y
distintas y las secundarias (a través de los sentidos), que son las
que nos pueden llevar al error. También no dice que, aún pensando
que fuéramos seres perfectos y autosuficientes, se nos plantearía la
duda de quién nos creó: “El cuerpo evidentemente nace de un parto
y lo explica la biología; lo que nos falta es quién crea el alma (“res
cogitans”). Evidentemente debe venir de un ser superior, Dios; sólo
Él es capaz de unir al cuerpo una alma”. De esta manera Descarte
argumenta la existencia de Dios. Y ya que la idea de la existencia
de Dios no puede percibirse a través de los sentidos, sólo queda
pensar que Él mismo nos pudo introducir esa idea de forma natural,
como si ese fuese el sello que Dios nos deja al crearnos, como
artífice de esa creación. Descartes basa toda la fuerza de este
argumento en reconocer que sería imposible que él tuviese la idea
de Dios, si Dios no existiera realmente.

Meditación cuarta (De lo verdadero y de lo falso)

Descartes nos dice en esta cuarta meditación que, habiendo


demostrado la existencia de Dios, ha apreciado también que
nosotros somos imperfectos, una imperfección que se demuestra a
la hora de realizar juicios, pues aunque podamos distinguir entre lo
verdadero y lo falso a través de la razón, a veces nos equivocamos.
Y añade que al separar su espíritu de los sentidos ha advertido
tener más certeza de las cosas del espíritu humano, e incluso más
aún de Dios, que de las cosas corpóreas. Nos aclara la idea que él
tiene del espíritu humano: una cosa pensante incomparablemente
más distinta que la idea de una cosa corpórea. Por otro lado,
establece la verdad de que Dios es perfecto. Para ello Descartes
nos dice que Dios es un ser completo e independiente; mientras
que su existencia depende de Dios, lo cual le hace incompleto y
dependiente, descubriendo así un camino que le conducirá, desde
esta contemplación del Dios verdadero, al conocimiento de las
restantes cosas del universo. Para ello y en primer lugar, Descartes
reconoce que es imposible que Dios le engañe nunca, al ser
perfecto y, al ser el engaño imperfecto, no puede proceder de Él.
Asimismo en esta meditación Descartes considera que la potencia
para juzgar la ha recibido de Dios, reconociendo que cuando no
piensa más que en Dios, no descubre error o falsedad; mas
volviendo luego sobre sí mismo la experiencia le enseña que está
sujeto a infinidad de errores. También se pregunta cómo, si somos
producto de de Dios, podemos ser imperfectos. Al buscar la causa
percibe que a su espíritu no se presenta sólo una real y positiva
idea de Dios

un esfuerzo de ánimo para imaginar, que no es preciso para


concebir, se requiere al intelecto. De esta forma Descartes nos
explica la diferencia entre la imaginación y la pura intelección. A
partir de ahí Descartes comienza a ver la probable existencia de un
cuerpo, al necesitar de él la imaginación para poder crear sus
representaciones, ya sea a través de ideas que provengan de la
memoria o de los sentidos. De esta forma Descartes encuentra
dentro de su análisis la existencia de una idea distinta de la
naturaleza corpórea, estableciendo que la imaginación, con ayuda
de la memoria se ampara en ellos para la percepción de las cosas
corpóreas. Descartes nos dice que el poder de imaginar no es
necesario para la esencia del espíritu. En esta meditación el filósofo
continúa diciéndonos que la mente, mientras concibe, se concentra
en cierto modo en sí misma, y considera alguna de las ideas que
tiene; por contrario, cuando imagina, se vuelve al cuerpo y ve en él
algo conforme a la idea concebida por ella o percibida a través de
los sentidos. A pesar de estas reflexiones Descartes, aún teniendo
la clara idea de la naturaleza corpórea que existe en su
imaginación, no ve la prueba concluyente de que necesariamente
que exista algún cuerpo. Para buscar explicación a la existencia de
los seres corpóreos, Descartes introduce una novedad: las
enseñanzas de la naturaleza, refiriéndose a ésta como “el orden
dispuesto por Dios en las cosas creadas y por “mi” naturaleza, en
particular, no entiendo otra cosa que la ordenada trabazón que en
mí guardan todas las cosas que Dios me ha otorgado". Para
explicarnos qué es lo que esta naturaleza nos enseña, Descarte nos
habla de cómo siente tener cabeza, manos, pies, etc., y como así
mismo ha experimentado en ellos la existencia de otros muchos
cuerpos que le producían una serie de sensaciones corpóreas,
cuyas ideas, le llegaban a la mente sin su consentimiento: frío,
calor, hambre, sed, tristeza, alegría, etc., y por tanto, no debía
dudar que había en ello algo de verdad”. Y además, tras la certeza
de la existencia de Dios sabía que todo lo que concebía clara y
definidamente podía ser creado por Él, motivo por el cual concluía
que si bien su existencia radicaba únicamente en ser una cosa que
piensa, inextensa; también a su vez tenía una idea precisa de tener
un cuerpo, el cual era tan sólo una cosa extensa, sin capacidad de
pensar y de ahí Descartes deducía ser en realidad distinto de su
cuerpo, siendo éste y el alma dos sustancias distintas unidas para
crear al hombre y , por lo tanto, poder existir sin él. Descartes
termina su argumentación diciéndonos que en él existe una facultad
pasiva de sentir, o recibir ideas, pero también una facultad activa de
producir o de hacer estas ideas. Y ésta no puede existir en sí
mismo, porque no supone ninguna intelección anterior, sino que
estas ideas que le vienen intuitivamente resta que exista alguna
sustancia diferente de él y, al creer que las ideas son emitidas de
las cosas corpóreas, no ve de qué manera podría entenderse que
no es falaz, si procediesen de otra parte que de las cosas
corpóreas; por lo tanto, las cosas corpóreas existen.

un esfuerzo de ánimo para imaginar, que no es preciso para


concebir, se requiere al intelecto. De esta forma Descartes nos
explica la diferencia entre la imaginación y la pura intelección.
A partir de ahí Descartes comienza a ver la probable existencia de
un cuerpo, al necesitar de él la imaginación para poder crear
sus representaciones, ya sea a través de ideas que provengan de la
memoria o de los sentidos. De esta forma Descartes
encuentra dentro de su análisis la existencia de una idea distinta de
la naturaleza corpórea, estableciendo que la imaginación,
con ayuda de la memoria se ampara en ellos para la percepción de
las cosas corpóreas.
Descartes nos dice que el poder de imaginar no es necesario para
la esencia del espíritu. En esta meditación el filósofo continúa
diciéndonos que la mente, mientras concibe, se concentra en cierto
modo en sí misma, y considera alguna de las ideas que tiene;
por contrario, cuando imagina, se vuelve al cuerpo y ve en él algo
conforme a la idea concebida por ella o percibida a través de
los sentidos.
A pesar de estas reflexiones Descartes, aún teniendo la clara idea
de la naturaleza corpórea que existe en su imaginación, no ve
la prueba concluyente de que necesariamente que exista algún
cuerpo. Para buscar explicación a la existencia de los seres
corpóreos, Descartes introduce una novedad: las enseñanzas de la
naturaleza, refiriéndose a ésta como “el orden dispuesto por
Dios en las cosas creadas y por “mi” naturaleza, en particular, no
entiendo otra cosa que la ordenada trabazón que en mí
guardan todas las cosas que Dios me ha otorgado". Para
explicarnos qué es lo que esta naturaleza nos enseña, Descarte nos
habla de cómo siente tener cabeza, manos, pies, etc., y como así
mismo ha experimentado en ellos la existencia de otros muchos
cuerpos que le producían una serie de sensaciones corpóreas,
cuyas ideas, le llegaban a la mente sin su consentimiento: frío,
calor, hambre, sed, tristeza, alegría, etc., y por tanto, no debía
dudar que había en ello algo de verdad”. Y además, tras la certeza
de la existencia de Dios sabía que todo lo que concebía clara y
definidamente podía ser creado por Él, motivo por el cual concluía
que si bien su existencia radicaba únicamente en ser una cosa que
piensa, inextensa; también a su vez tenía una idea precisa de
tener un cuerpo, el cual era tan sólo una cosa extensa, sin
capacidad de pensar y de ahí Descartes deducía ser en realidad
distinto de su cuerpo, siendo éste y el alma dos sustancias distintas
unidas para crear al hombre y , por lo tanto, poder existir sin
él.
Descartes termina su argumentación diciéndonos que en él existe
una facultad pasiva de sentir, o recibir ideas, pero también una
facultad activa de producir o de hacer estas ideas. Y ésta no puede
existir en sí mismo, porque no supone ninguna intelección
anterior, sino que estas ideas que le vienen intuitivamente resta que
exista alguna sustancia diferente de él y, al creer que las
ideas son emitidas de las cosas corpóreas, no ve de qué manera
podría entenderse que no es falaz, si procediesen de otra parte
que de las cosas corpóreas; por lo tanto, las cosas corpóreas
existen.

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