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Chet Remo Wetec ene ets es Ay reser cones eRe eee ects Nee accc he teu ne emanate ener te oe een ie eee ete eee a Renee acute atte aot lat por terminado este proceso en el marco de la actual Coen onl ee anen ay Sea neste ety Ce ease ea Ce tke eee este cid at) Psy TEC Poe een ace ee CeCe eee ope se oa te eae tees F, Cee ree cer cr ae f nek - las dinimicas de acumtulacién de capital sobre el territorio”. = re fate eau cee cote eee are! RoC Ce erat etcetera tem tee cette Dyer Satetc Cau E ose menos Rte ary eee cuca e acy ose ee aterm LEZ Perce talons) ue ie eee oc eae rca Ty SASS ieee Race Cee ae meee estoy oes AoC a baa mete oes eod On sete ee Out test ae a g con movimiehtos como la okupacién y las luchas por la cutee eee chs eee ac Boca ea cect rsa eee que reivindique el derecho a la ciudad. eva frontera urbana Neil Smith: on aN es il sO reece. 2. 7Es la gentrificacion una »»-palabrota? TA MAMAN DEL 23 prcemumne ns: 1985, los lectores del New York Times se entcon- iraron al despertarse que el espacio publicitario més prestigioso de su perié- ico matutino habia sido ocupado por una solicitud a favor de la gentrifica- cidn, Algunos aos antes, este mismo periédico habfa empezado a vender la esquina inferior derecha de su pagina de opinién a la Mobil Corporation, que la utiliz6 para pregonar las ventajas sociales y culturales del capitalismo glo- bal organizado. A mediados de 1980, con un inflamado mercado inmobiliario en Nueva York, cada vez més personas empezaron a percibir la gentrificacién ‘como una amenaza para los alquileres, las viviendas y las comunidades; la ‘Mobil Corporation ya no tenia derechos exclusivos sobre la tinta ideoldgica de la pagina de opinién del Times. Era «The Real Estate Board of New York, Inc.» [el consejo de bienes inmuebles de Nueva York] quien ahora compraba elespacio para llevar a cabo una defensa de la gentrificacién ante los ciudada- nos de Nueva York. E] anuncio comenzaba com la siguiente afirmacién: «Hay pocas palabras eh el vocabulario de un neoyorquino que tengan una carga emocional tan fuerte como el término “gentrificacién”». El Consejo de Bienes Inmuebles admitia que la gentrificacién tenia diferentes significados para dis- tintas personas, pero afirmaba que (Beauregard, 1993) estaba mas desarrallado en Estados Unidos, tal vez debido a su corespondencia con la experiencia de deterioro y ghettizacién, tenia de todos modos un amplio margen de aplica- cién e invocacién. EL lenguaje de la revitalizaci6n, del reciclaje, del ascenso y del renaci- * miento sugiere que en la etapa previa a la gentrificacién los barrios afecta- dos carecian de algiin modo de vida, que eran culturalmente moribundos. $i bien en algunos casos esto era cierto, también es verdad que con frecuencia See sche ia ocemerlt iboats Bela petrcacin ura paleo? ” ‘comunidades obreras muy vitales perdieron su vitalidad cultural a causa de la gentrificacidn, debido al desdén de la nueva clase media por la calle en favor de sus salones y de sus habitaciones. La idea de los «pioneros wba- nos» aplicada a las ciudaties contemporéneas es igual de insultante que la idea originaria de los «pioneros» utilizada en el Oeste de Estados Unidos. Ahora, igual que entonces, esta idea supone que nadie vive en las zonas que ‘estan siendo colonizadas —al menos, nadie digno de mencién. En Australia, el proceso es conocido come trendification, y en otros lugares los recién lle- gados son conocidos como hipiburguesia. El término gentrificacién expres ‘el obvio cardcter clasista del proceso, y por ese motivo, si bien ef quie se muda al barrio puede no ser téenicamente un «miembro de la alta burgue- sia» [gentry] sino un profesional blanco de clase media, el término es de lo mas razonable. ‘Tal y como hoy sabemos a partir de una gran cantidad de documentos, el término «gentrificaciénn fue acufiado en Londres en el afto 1964 por la emi- nente socidloga Ruth Glass. He aqui su clasica definici: ‘Uno a uno, goan parte de los barrios de Ia clase tabajadora de Loneires se han visto Inwadidos por as clases medias —altas y bajas. Las degradatlas y modestas calles langueadas por antiguas caballerizas, convertidas en viviends, y as casitas ~dos habitaciones ariba y dos abajo fueron sustituidas cuando expiraron Tos eontratos de artendamiento por elegantes y costosas residencias. Grandes cases de la época -victoriana que se habjan degradado en el periodo anterior o més reclentemiente —al ser uflizadas como albergues u ocupadas por varias familias han subida mueva- ‘mente de categoria [..] Cusando este proceso de «gentrificacion» comienza en un ‘barrio, avanza répidaunente hasta que todos ola mayoria de los ocupantes inicales, riembros de la clase trabajadora, son desplazados, asi se modifica el carécter social el barrio. (Glass, 1964: xvil) La intencién critica del nuevo término acuiiado por Glass es inequivoca, y fue ampliamente comprendida a medida que la palabra empezaba a hacerse popular. Precisamente, fue esta intencidn critica lo que los promotores inmo- Diliarios, los terratenientes y el Consejo de Bienes inmobiliarios han sido inea- ‘paces de mitigar, y esto a pesar de la vigorosa promocién de eufemismos que ‘parecian més neuitrales en relacién con las lineas de clase y raza de la gentri- ficacidn.:Con el anuncio ce 1985, el Consejo de Bienes Inmuebles, que habia fracasado en su intento de acabar con la palabra, trataba ahora de redefinirla, darle una connotacién nueva y menos sensible, genttificar la palabra misma. ‘Y no estaban solos. Sélo dos meses antes de la publicacién del anuncio del Consejo de Bienes Inmuebles, el senador neoyorquino Alfonse D’ Amato, un exuberante defensor y benefactor del capital inmobiliario, que daba entonces sus primeros pasos en un gran proyecto de gentrificacién en Harlem, respon- dié con ira a los manifestantes afirmando que la gentrificacién no significaba ‘ni mas ni menos que «viviendas pata los trabajadores». Sin embargo, el prestigio de la «gentrificacién» era demasiadé impor- tante como para impedir que la palabra y su significado se propagaran, a veces de modo asombroso. Por ejemplo, en un informe periodistico acer- ca de los muevos indicios paleontolégicos en relacién con el avance de Ja agricultura doméstica en Europa hace aproximedamente 9.000 aiios, a ex- pensas de los cazadores-recolectores, se brindaba la siguiente explicacién, incluida una cita de un académico briténico: «Los cazadores-recolectores que se interpusieron en el camino de este avance sufrieron un proceso de gentrificacién —o incluso yuppificacién— desde el Este» (Stevens, 1991). Probablemente, Ia siguiente concatenacién critica de toda nueva historia con la experiencia del gentrificante «East Village» de Nueva York, resulte aun mas asombrosa: ‘Cuando «la historia» supera una parte del pasado reciente siempre supone un alivio tuna de las cosas que hace la historia [..] es furnigar la experiencia, haciéndola se _gura y estéril..] La experiencia sufze tuna gentrificacin etema; el pasado, todas sus partes desagradables y excitantos peligrosas, incGmodas y reales, se transforman sgradualmente en el East Village. («Notas y comentario», 1984: 99; véase tambien Lowenthal, 1986: soe) E] poder simbdlico de la «gentrificacién» implica que estas generalizaciones de su significado sean, sin duda, inevitables, pero incluso cuando este suce- de desde una perspectiva critica tienen tanto aspectos favorables como nega- ‘ivos. Tal y como sucede con todas las metaforas, el término «gentrificacisn» puede ser utilizado para brindar una entonacidn critica (0 no tan critica) a experiencias y hechos radicalmente diferentes. Pero, llegado el momento, la propia «gentrificacién» viene afectada por su apropiacién metaférica, hasta el punto en el que la «gentrificaciénm se generaliza para representar la «eter- na» inevitabilided del renacimiento moderno y de la renovacién del pasado, dgjando a oscuras las profundamente polémicas politicas de clase y taza sla geen ine palsbeot? ” de la gentrificacién contempordnea. La oposicién a la gentrificacién, aqui y ahora, dobe set ripidamente desechada, tal y como el cazader-recolector yechaz6 el se ha vuelto excesiva- ‘mente disgresivo, hemos reinventado desesperadamente ese activismo como explicacién y justificacién magica de la propia gentrificacién. La agencia es restauirada de manera segura a la clase media ~sazonada con un poco de piedad emancipatoria— y la clase trabajadora desaparece. { Fepero que a partir de los ensayos contenidos en este libro quede lo sufi- - qiontemente claro que mis diatribas politicas apuntan a-una versién del post- riodernismo particularmente oportunista, y no al denominado giro cultural per se: El andlisis cultural es fundamental para la explicacién-de la genteifica- én, pero existen diferentes tipos de andlisis cultural (Mitchell, 1995b). Los andlisis culturales tienen lugar (Haraway y Harvey 1995) ‘Lamuevs frontora wana En 1969, el socidlogo Martin Nicolaus realizé una original propuesta que siempre me ha inspirado, A fin de combatir Ia mirada objetivista y contro- ladera de la corriente sociolégica dominante de los afios sesenia, Nicolaus propuso una visiGn alternativa de investigacién sociocultural —una visién. Gue hacia explicita, mas que implicita, Ia posicién social de donde proven: {Qué sucederia si el mecanisme fuera a la inversa? gQué sucederia si los habitos, Jos problemas, las acciones, y las decisiones de los tcos y de los poderosos fuera ‘exantinadas a diario por miles de investigadoressistemsticos; hasmeadss, analiza das y cruzadas,tabuladas y publicadas en cientos de periédicos econémicos de ct- ‘lac masiva y-escritas de forma fal que incluso un adolescente de quince aos, recién salido de Ia escuela secundaria, pudiera entenderlos y predecir las acciones = Gel casero de sa padre, con el fin de manipularlo y controlarlo? En mi opinién, en la medida en que las investigaciones sobre la gentrificactn se centfen en los asi denominados gentrificadores —aunque sean slo una parte de la ecuacién— el criterio de esta perspectiva proveerd un excelente punto de partida. La ciudad revanchista A medida que la década de 1980 Jlegaba a su fin y el presidente George Bush prometia al piblico estadounidense «una nacién mas amable y moderada», las ciudades de Estados Unidos eran levadas en una direceién diametral- mente opuesta. Si la genteificacién haba despertado en la clase media un cierto optimismo en relacion con la ciudad, el final del auge de los afios ochenta, los efectos cristalizados de una década de desregulacién, la privati- zacién y los recientes recortes en fos presupuestos de ayuda y servicio social reescribjeron el futuro urbano en un tono de penumbra mas que de creci- miento (Fitch, 1993). Por si esto no fuera suficiente, la severa crisis econémica la retirada gubernamental fueron emulsionadas por la reaccién visceral del discurso publico en contra del «liberalismo» del periodo posterior a la década de 1960 y el ataque masivo a la estructura politica y social que emanaba del ‘New Deal y de la epoca inmediatamente posterior a la postguerra. La vengan- za contra las minorias, Ia clase obrera, las mujeres, la legislacién ambiental, 28ala gene ona palabrota 95 Tos homosexuales y las lesbianas, y Tos inmigrantes se transformé en el deno- ‘minador comin més importante del discurso priblico. Los ataques a la dis- ‘riminacién positiva y a las politicas migratorias, Ia violencia callejera contra Jos homosexuales y las personas sin hogar, los vapuleos contra las feministas y'las campaiias pablicas contra la correccién politica y el multiculturalismo {fueron los vehiculos mas visibles de esta reaccién. En pocas palabras, la déca- ida de 1990 fue testigo de la emergencia de lo que podemos denominar como judad revanchista (N. Smith, 1996a). 4, Revanche, del francés, significa venganza, y los revanchistas conformaron, un movimiento politico que se constituyé en Francia en las tltimas tres dé- {gadas del siglo XDX. Resentidos por el liberalismo en ascenso de la Segunda Republica, la ignominiosa derrota ante Bismarck, y la gota que colmé el vaso ‘la Comuna de Paris (1870-1871), en la que la clase obrera de Paris vencid ‘al-derrotado gobierno de Napoledn TI y tomé el poder de la ciudad durante “algunos meses— los revanchistas organizaron un movimiento de venganza y “Feaceién contra la clase trabajadora y la desprestigiada realeza. Organizado ‘en torno a Paul Dérouléde y la Liga de los Patriotas, este movimiento fue tanto “militarista como nacionaiista, pero también hizo un amplio llamamiento a los «valores tradicionales». «La verdadera Francia, para Dérouléde, le Francia de “los hombres buenos y honestos que creen en las simples virtudes del honoz, la familia, el ejército, y en la [rueva Tercera] Reptilia [...] que seguramen- te triunfaré» (Rutkoff, 1981: 23). Se trataba de un movimiento de derechas construido a partir del nacionalismo popular y consagraco a reconquistar el ‘contol del pais de un modo vengativo y reaccionario, Los paralelos con la Francia de fin-de siécle no deberian sobrestimarse, pero Stampoco ignorarse, En el tiltimo fin-de-sidcle —en realidad, fin-de-millénaire— “hay’una reaccién amplia y vengativa de la derecha contra el «liberalismo» de Jas décadas de 1960 y. 1970, y contra la depredacién del capital. Este adopta ‘diversas formas, incluida la religidn fundamentalisia asi como un encanto > “heideggeriano por el lugar, precisamente en una época en que las identidades “tradicionales» del lugar se ven mas amenazadas que nunca por el capital plo- bale Especialmente en Estados Unidos, la cultura péblica y la politica.oficial ‘sgrieada ver ude usia expresin de-un nuevo y sigilogo revanchismo. El Con- jgréso de Gingrich, electo en 1994, el surgimiento de las milicias partidarias de Jlastipremacia blanca, el populismo anti-corporativista de derechas de Patrick “Buchanan, los intensos sentimientos en torno a las eampafias en contra de los inmigrantes y el llamamiento a vengarse de los beneficiarios de la discrimina- »ci6n positiva, apuntan todos ellos en esa direccién, 9% Lannea fontors bana De mods diversos, el carcter vengativo de la ciudad revanchista de fin-de- siicle ha adoptado la gentrificacién como texto para el futuro usbano. Aunque en muchos lugares la gentrficacién no-disminuy6 como resultado de la re- cesidn de los afios ochenta (Ley, 1992), la depresin mas profunda de finales de la década de 1980 y comienzos de 1990 ha restringido severamente la ac- tividad de la gentrificacién en muchos lugares, fo que ha Ilevado a muchos ‘comentaristas a anticipar una degentrificacién. La quicbra de célebres promo- tores inmobiliarios, como Donald Tramp en Nueva York 0 Godfrey Bradman en Londres y de Olimpia and York, la empresa inmobiliaria multinacional que construyé Canary Wharf y Battery Park City, confirmaron la profundidad de la crisis inmobiliaria de comienzos de la décacia de 1990 (Fainstein, 1994: 61). El lenguaje de la degentrificacién surgié pot primera vez en Manhattan, tuna ciudad que experiment6 una implacable reestructuraciin de los pequefios propietarios, los promotores inmobiliarios, las modestas agencias inmobiliarias yootros negocios que habjan estado relacionados con la genttificacion entre 1989 1999. Pero se trataba de un proceso mucho més amplio. Los Dockland de Londres, con la quiebra de Canary Wharf, «se quedaron con uno de los” mis grandes vacios de vivienda de Europa. Los proyectos que no pudieron ser vendidos debieron ser tapiados por culpa de la recesién (MacGhie, 1994). A pesar de la degentrificacién, para muchas personas, las conse- ‘cuencias de este’ proceso implicaron la pérdida del hogar, del empleo, ver- se obligadas a okupar, y afrontar todo esto en un contexto de vaciamiento de Jos servicios sociales. Pero seria un error presuipaner que, tal y como parece suceder con el lene ‘guaje de la degentrificacién, la crisis econémica de comienzos de la década de 1990 anuncio el final secular de la gentrificacién. Olympia and York y Donald ‘Tramp fueron reestructurades —el primero entrando a formhar parte de un partenariado de reseate con el principe Walid bin Talal de Arabia Saudita, 9 el segundo perdiendo tamafo para volver Itiego’a escena de un modo més agresivo; la gentrificacién ha vuelto a surgir en muchos paisajes urbanos a mediados de la década de 1990. A Jo snmo, la depresién de comienzos de les afios noventa trajo aparejada una reafirmacién de le economia, un conjunto de cAlculos mas sobrio sobre el proceso de gentrificacién que los empleadds en. a década de 1980. El lenguaje de la degentrificacion puede ser considerado como otra estrategia para redefinir o, incluso, para borrar una mala palabra del ambito publico, al mismo tiempo que se sientan las bases para reanudar el proceso que la engendré. . e i b i seo ‘Usmina 24. tallet Space [Espacio Bala: I casa okupada detun artista en el Lower East Side. ‘También seria un error presuponer que la reamudacién de Ia gentrificacién a finales de Ia écada de 1990 litard en conta de la ciudad revanchista, Todo Iocontrario. Tal y como sugiere la reciente historia del Tompkins Squate Park ydel Lower East Side de Nueva York, la gentrificacién se ha vuelto parte integral de la ciudad revanchista, Y aun cuando Estados Unidos representa, dealguna manera, la experiencia més intensa de un nuevo revanchismo ur bart, se trata de una experiencia mnds vasta. En Gran Bretaiia, Margaret That- ‘ther ha preparado el terreno politico para una aniquilacidn sin precedentes dé'las viviendas puiblicas y de los servicios sociales. La gentrificacién se ha transformado en una de las principales estrategias politicas, al tiempo que se dice que algunos de los municipios mas importantes de Londres, tales como Westminster y Wandsworth, han promavido la privatizacién de las viviendas pilblicas paca hacer que los inquilinos que contaban con la proteccién oficial y simpatizaban con el laborismo se mudaran fuera del municipio y los yuppies partidarios de los conservadores hicieran el proceso inverso. En las elecciones de mayo de 1990, los resultados ee han hecho visibles de forma dramética iss eta 8 La aoe fonts srbana tanto en Londres como en Gales: «Por momentos pareciera como si Londres, estuviese siendo dado la vuclta como un guanter. Un comentarieta sugiere que: «En lugar de suburbios conservadores y barrios humildes laboristas, los Votantes conservadores estan xeclamando el centro de la ciudad y desplazan- doa los votentes laboristas hacia los margenes» (Linton, 1990). De hecho, este revés politico era tan evidente que un escritor To apodé «el efecto Londres» (amnet, 1990). E f : 5} “Aungue el desatojo de cientos de okupas en Stamford Hill durante una serie de allanamientos realizados de madrugada, en abril de 1991, fue mucho iis pacifico que el desalojo, de junio de ese arto, de 300 personas sin hogar del Tompkins Square Park de Nueva York, esto no siempre ha sido asi. Tres aiios antes, la policia de Hackney se empleé en una batalla campal contra ‘muchos de los okupas recién mencionados. Y en Paris, en agosto de 1991, ol desalojo de los okupas de un local lindante con la parcialmente reconstruida Biblioteca Nacional fue acompaiiado por una reaccién violenta y despropor- ‘Gonada de la policia, Tres ataques diferentes en cuatro meses en tres ciudades muy distintas, y sin embargo un mismo trasfondo. También podemos men- Gonara Amsterdam, con ura historia aun mds larga y violenta de okupas y de ataques contra éstos. En las luchas que se contindan sucediendo en éstas y en muchas otras cudades, la gentrificacién y Ia ciudad revanchista encuentran tun punto en comin en la geografia urbana reestructurada de la reciente ciu- dad capitalista. Los detalles de cada conflicio y de cada situacién pueden ser diferentes, pero una amplia comunién de procesos y de condiciones definen el inismo escenario, t f : E i Fe _ Primera Parte. Hacia una teoria de la gentrificacién Las personas sin vivienda y los activistas okupas de Paris y Londres, Am- sterdam y Nueva York han dejado perfectamente: claro, a través de sus accio- nes, que llevan a cabo una misma lucha. Aunque la pérdida del optimismo’ | urbano de las clases medias lleva directamente al nuevo revanchismo urban, Ia reanudacién de la gentrificacién va a conseguir dividir y afirmar atin més. Ja ciudad revanchista. Seguramente, las persistentes advertencias acerca de Jas ciudades duales o divididas (Fainstein, et al, 1992; Mollekopf y Castells, 1991) resulten proféticas; el hecho de que simulténeamente se trate de uns ciudad cevanchista hace que la perspectiva de la neva frontera urbana sea ‘més oscura y peligrosa. A pesar de ser més las derrotas que las victorias, no hay sefiales de que los okupas y las personas sin hogar vayan a abandonar repentinamente la lucha por la vivienda.

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