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NOMBRE: JOSE EDUARDO PESANTES YEPEZ

CARRERA: DISEÑO GRAFICO


TEMA: CORONAVIRUS COVID-19
MISS: VIVIANA PINOS
INTRODUCCION
Coronavirus es una gran familia de virus conocidos por causar
enfermedades que van desde un resfriado común hasta manifestaciones
clínicas más severas como las observadas en el Síndrome respiratorio por el
coronavirus de Oriente Medio (MERS) y el Síndrome espiratorio agudo grave
(SARS).
Un nuevo coronavirus (COVID-19) se identificó en 2019 en Wuhan, China.
Este es un nuevo coronavirus que no se ha identificado previamente en
humanos.
DESARROLLO
Solidaridad e individualismo en la pandemia actual de Covid-19

La pandemia por el nuevo coronavirus SARS-CoV-2, causante de la


enfermedad del Covid-19, ha sido uno de los eventos de mayor impacto
global en las últimas décadas, cuyas consecuencias en la economía,
el transporte, la política y la sociedad podrían durar más allá de la propia
enfermedad.
Una de ellas, no obstante, es de índole estrictamente social: la pandemia ha
subrayado la necesidad de una sociedad más solidaria, más comprometida
con la mutua protección y más dispuesta al esfuerzo de grupo, de lo que al
statu quo liberal le conviene admitir.
Como bien sabemos, el Covid-19 es una enfermedad respiratoria de muy
fácil contagio entre una persona y otra, especialmente en ambientes
cerrados y pobremente ventilados. Se estima que basta un contacto
estrecho (a menos de dos metros) durante 15 minutos entre un individuo
contagiado y uno sano para que la enfermedad se propague a este último y,
en su gran mayoría, los casos de contagio pueden rastrearse a un entorno
concreto y determinado: una reunión social, una visita a un pariente, un
concierto, etc.
Obedeciendo, pues, a una lógica preventiva que admite no poder
diferenciar rápida y eficazmente entre quienes están sanos y quienes
poseen la enfermedad en su etapa presintomática o en su manifestación
asintomática (la más peligrosa: no para el individuo en cuestión sino para
aquellos que de manera confiada entren en contacto con él), el consejo
general impartido a la población mundial se resume:
• Utilizar mascarillas o cubrebocas para evitar esparcir la enfermedad
(y reducir los márgenes de contagio),
• Evitar las aglomeraciones de gente, sobre todo en lugares cerrados y
pobremente ventilados,
• Practicar el distanciamiento social, especialmente con personas
vulnerables o que padecen comorbilidades
• Vacunarse para reducir el riesgo de contagio, transmisión,
hospitalización y muerte.
Estas medidas hacen hincapié en el contacto con terceros: no solo porque
ellos pueden ser fuente de contagio, sino porque nosotros mismos
podemos llevarles el virus y poner en riesgo su vida. Esto último, de cara al
moderado margen de mortalidad de la enfermedad (4,7 %), que en buena
medida depende también de factores extra sanitarios, tal vez sea lo más
grave del asunto.
La enfermedad puede no resultar muy letal para poblaciones enteras, pero
sí hará estragos entre aquellos que padezcan otras enfermedades, se hallen
inmunosuprimidos o sean personas de edad avanzada.
Aunque esta información se conoce desde inicios de la pandemia, y eventos
tan trágicos como el “gerontocidio” por Covid-19 en Italia durante la
segunda mitad del 2019 tendrían que estar aún frescos en la memoria
colectiva, todo indica que, para las poblaciones jóvenes y relativamente
saludables, esto equivale a una declaración de inmunidad, es decir, de
impunidad.
En muchos países es palpable la rebeldía e indiferencia de los jóvenes (y no
tan jóvenes) de cara a las medidas sanitarias masivas, como cuarentenas, o
simplemente ante la necesidad de portar una mascarilla.
Un espíritu profundamente individualista parece cundir incluso entre las
sociedades más organizadas: hasta septiembre de 2021, en España se
interrumpieron más de 1000 fiestas clandestinas, en las que no se usaba el
cubrebocas, no se respetaba el límite establecido de personas en un mismo
entorno cerrado, o se incumplía alguna otra norma sanitaria, de acuerdo a
las fuentes periodísticas.
Y, si bien toda medida gubernamental puede ser sometida al escrutinio de
la legalidad y de la filosofía, no pareciera estarse dando un debate
organizado respecto de dónde terminan las libertades “sacrificables” en una
época de riesgo como puede ser una pandemia. Todo lo contrario: se
emplea en muchas declaraciones públicas la idea de “libertad” para
justificar la irresponsabilidad de cara al colectivo, o el privilegio de los
placeres personales por encima de la vida de terceros.

Solidaridad versus libertad


La insolidaridad durante la pandemia no es exclusiva de la juventud, sin
embargo. Ni tampoco de los militantes antivacunas o de otros diversos
terraplanismos pseudoideológicos, que proliferan en las sociedades
occidentales amparados en la libertad de obviar la información científica o,
tal vez, en la libertad de cultos.
Basta echar un ojo a la distribución mundial de vacunas para darnos cuenta
de que los gobiernos de todo el mundo operan de un modo equivalente:
mientras 15 millones de dosis de vacunas estadounidenses contra el Covid-
19 son desechadas ante una abrumadora falta de demanda, otras naciones
del mundo enfrentan la pandemia incapaz de vacunar ni al 2% de sus
respectivas poblaciones.
Así, el acaparamiento de vacunas en el llamado “primer mundo” es un
aspecto más de la insolidaridad que caracteriza a nuestra época. Ni siquiera
el argumento de la aparición de nuevas variantes en territorios donde el
virus cunde libremente –lo cual podría conducir a la aparición de nuevas y
más peligrosas variantes que ignoren la protección brindada por las
vacunas– parece ser suficiente para llamar la atención mundial respecto de
una verdad muy simple: problemas globales requieren soluciones globales.
La libertad de desobedecer la cuarentena, tan defendida por los ciudadanos
occidentales, acaba entonces siendo una forma más de privilegio de clase,
en la medida en que los países más pobres no tienen otra alternativa que
reprimir a la población para prevenir el contagio. La solidaridad
internacional, incluso cuando se traduce en una mayor garantía de futuro
para la población local, no parece ser un asunto prioritario en la agenda de
las grandes naciones.
CONCLUSION

Es muy poco probable que el Covid-19 desaparezca por arte de magia en los
próximos meses o años. Las herramientas de las que disponemos para
combatirlo, sin duda, se irán afinando, de la mano de la tecnología y
la innovación que caracterizan a nuestra época: eventualmente se
desarrollará una mejor y más eficaz vacuna, o se hallará un tratamiento
eficaz contra el virus. Pero mientras ello no ocurra, la vida de las personas
más débiles está en riesgo.
La pregunta, entonces, que debemos formularnos cuanto antes es cómo
fomentar la conciencia en los ciudadanos de Occidente para convencerlos
de que la cooperación y la protección mutua son factores que jugaron un
rol clave en la evolución de nuestra especie.
Referencias Bibliográficas:
• “Ensayo” en Wikipedia.
• “Covid-19” en Wikipedia.
• “Brote de enfermedad por coronavirus (COVID-19): orientaciones
para el público” en la Organización Mundial de la Salud (OMS).
• “Enfermedad por el Coronavirus (COVID-19)” en la Organización
Panamericana de Salud.
• “Nuevo coronavirus COVID-19” en el Ministerio de Salud de
Argentina.

Fuente: https://www.ejemplos.co/ensayo-sobre-el-covid-
19/#ixzz7w9tG6yH6

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