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Guittermo Feu Cruz La evolucién politica, econdémica y social de Chile Ensayo histérico sobre los rasgos fundamentales hasta 1924 I Los rasgos generales de la evolucién politi- ca en la segundn mited del siglo XIX. La cuestion econémica. Las reformas constitu- cionales, Las consecuencias de la guerra del Pacifico. La cuestion salitrera, Con LA FORMACION del partido li- beral en la segunda administracién del Ge- neral Bulnes, se Ievd a cabo la primera tentativa para destruir el autoritarismo pre- sidencial y solicitar la libertad electoral. Ese partido prepdré el ambiente para la iniciacién de las reformas constitucionales. Hombres como Bilbao y Arcos, agitacon el ambiente para ablandar un terreno contta- rio a las reformas por la terquedad del pe- luconismo. En 1855, la ruptura de esta fuerza poli- tico-social, en parte herida con las leyes de ex vinculacién de los mayorazgos de 1848, 1852 y 1857, debilité su posicién. El viejo, fuerte y grande partido pelucén, por una cuestion de orden religioso que incidia en el asunto del patronato de la Iglesia, se dividié en partido conservador, defensor de los privilegios de la Iglesia y en nacionales © montt-varistas, Los primeros eran los he- rederos de la aristocracia colonial, los ma- yorazgos, los ultramontanos, en general; los* segundos, los hombres de empresa, que comenzaban a aglutinarse como exptesién de una clase media nacida en la adminis- tracién publica a donde los Ievé Montt o Varas. El cardcter practico de estos hombres de- rivaré después a las tareas industriales o bancarias. En 1859, la fusién, liberal-conservadora, que hizo una oposicién violenta al Presi- dente Montt que condujo a Ja revolucién de 1859, fortificé las aspiraciones del libe- yalismo en cuanto se refiere a la reforma constitucional para debilitar el autoritaris- mo presidencial y garantizar Ia libertad electoral. El partido conservador se plegé a esa campatia ¢ hizo suyo el programa del libe- ralismo. De este uiltimo partido, se despren- did el radical, anticlerical, esencialmente laico, pero no ateo, y que enarboldé en su bandera Ia laicizacién de Jas instituciones y la separacién de la Iglesia del Estado. Los radicales también eran defensores de la libertad electoral y partidarios de res- tringir las facultates del jefe cel Ejecutivo. En este punto, los nacionales divorcidban- se de los liberales y radicales. EI gobierno de José Joaquin Pérez, du- rante el primer periodd (1861-1865), cla: rific6 Ia situacién de los partidos. Apoyado por todos ellos, concluyé echandose en bra- zos de la fusién liberal-conservadora, que se afianzé en el poder en el segundo perio- do de ese mandatario, que logré, al final de ese gobierno (18661871), imponer a Federico Errazuriz Zafiartu, como sucesor de aquél. Radicales y nacionales quedaron enton- ces en la oposicién y formaron un hogar comtin, el Club de la Reforma, donde iran a sumarse muchos liberales de espiritu doc- trinario en cuanto a los problemas de la reforma electoral, la laicizacin de las ins- tituciones y el debilitamiento de las facul- tades del Ejecutivo para hacer del Congre- so un Cuerpo que represente Ia voluntad popular y con mayor influencia en la direc- cién y control de los negocios del Estado. Si hubiera de preguntarse cul es el cri- terlo econémico de les hombres que actian en el gobierno y en la oposicién, forzosa- mente tendrfa que decirse que todos perte- necian a Ia escuela liberal del libre-cam- bismo y de la libre iniciativa particular. A la sombra de ese credo econdmica se 46 fue formando una platocracia agricola, minera y bancaria. Nos parece verla actuar en los comien- 708 de la mitad del siglo XIX, cuando los hombres de fortunas amasadas en el Norte Chico, se interesan por Ia politica, y en el Senado y la Camara de Diputados encuen- wan su representacién. Esa es la fortuna que transformaa las costumbres, Ja que edi ica suntuosos palacios en la capital, la que viaja al extranjero, Ja que se sobrepone a Ia vieja aristocracia agricola, decatda con el goipe final de 1857, Es la que fonda bancos. EI proceso de la transformacién econd- mica es uno de los capitulos més interesan- tes y a la vez mds tristes de la evolucién social de Chile. Los factores que se encar- garon de producirlo fueron varios. En pri- iner término, la ley liberalisima de 2$ de julio de 1860, que reglamenté los Bancos de emisién por primera vez en Chile y que fue vedactada, casi copiindola de la de Francia, por el economista y profesor de la Universidad de Chile, Courcelle Seneuil; en segundo lugar, la mala administracion de los Bancos. Casos hubo, como el del Banco Nacional de Chile, en que sus direc- tores obtuvieron préstamos personales por casi la mitad de fos capitales de la institu- cién. No puede negarse tampoco que el Congreso, compuesto en gran parte por agricultores'y mineros, se encontraba al servicio incondicional de los Bancos, y que la nacién estaba representada en el Gobier- no por banqueros. El Estado, por otra parte, para cumplir sus compromisos se fue enredando con ellos en la peticién de préstamos, de modo que cuando éstos se vieron en peligro, ocurtie- ron al Gobierno para salvarse y salvarlos. La verdad es que en 1878, al dictarse la ley de inconvertibilidad del billere y después Ia del curso forzoso, él unico Banco que se encontraba en malas condiciones era el Na- cional de Chile. Por falta de conocimiento de las cuestio- nes financieras y bancarias, las gentes resis. tian Ia idea de establecer instituciones de este género, sobre todo, cuando a los Ban- cos se les dio facuitades de emisores de papel moneda. “No podfan comprender el afan de estas oficinas de reemplazat el oro y Ja plata metélicos, por esos “papeli- tos” lamados billetes, perfectamente can- jeables al portador, pero que no dejaban ver el dinero en su forma especifica y cuan- titativa”, escribe el economista Roberto Espinoza. ANALES DE LA Universipan pE CHILE EI instinto, acaso més que la ignorancia, hizo a las gentes dudar de la seriedad de las instituciones bancarias. Ellas se habian establecido en Chile, antes de la ley de 1860, con verdaderas dificultades. EI primer Banco que se conocié en el pais, el de Ghile de Arcos y Compaiiia, tmerecié tales ataques del puiblico, de la prensa y de algunos congresales, ante la autorizacién de} privilegio de emisién que se le otorgé, que fue necesario cancelarle ese derecho, debiendo el Banco cerrar sus puertas, Antes, el Gobierno habia prohibi- do terminantemente, por los afios de 1887 a 1838, que las casas comerciales emitieran papel moneda, aun cuando falvase el nume- Tario, Esto debié hacerlo en vista de las atribuciones que, en este sentido, se hablan arrogado algunas casas comerciales de Co iapé. Pet's de noviembre de 1899, se dictaba un Decreto Supremo por el cual se prohibia establecer Bancos y emitir vales y billetes de crédito sin auiorizaciéa legal. En los casos de autorizacién para emitir vales illetes, éstos tendrian curso en la locali- dad respectiva y las operaciones bancarias ermitidas fueron extremadamente limita- as. Un criterio francamente conservador dominaba entonces en la clase gobernante, que después de 1860 va a contrastar con tas tendencias inflacionistas que se observardn mis tarde. Los Bancos existentes en Chile antes del afio indicado, eran el de Bezanilla, Mac- Clure y Cia, que habfan comenzado sus ‘operaciones como casas dle consignaciones y corretajes en 1854; el Banco de Valparaiso, e) Banco de Agustin Edwards y el Banco de Ossa y Cia., fundado en 1856. En 1860, se establecié el Banco de Chile con el caracter de sociedad anénima, con un capital de § 400.000, y autorizado por sus estatutos, en virtud de la ley general de Bancas, para emitir billetes a ta vista y al portador, hasta el 15% del capital pagado. En 1865, esta institucion cambid su razén social por la dle Banco Nacional de Chile. En 1855, se habfa dictado la ley reglamen- taria de fos bancos hipotecatios, que debian constituirse en forma de sociedades anéni- mas, y de Ia cual deriva la Caja de Crédito Hipotecatio, EI ptiblico atraido por las facilidades de crédito otorgadas por algunos Bancos para colocar los billetes emitidos, fue, poco a po- co, congracidndose con la facultad emisora de esas instinuciones. Con el fin de que sus LA EVOLUCION POLITICA, ECONOMICA Y SOCIAL DE CHILE ey billetes tuvieran aceptacién y pudieran cir- cular, hicieron a sus comitentes toda clase dle concesiones. A puntos lejanos del pais re- mesaban los billetes sin cobrar el flete. Fue- ron otorgados préstamos por un mes sin co- brar interés. Las sucursales comenzaron a aparecer en provincia s6lo con el objeto de dar cixculacién a los billetes, legando hasta hacer operaciones de préstamos hipo- tecarios, que no cabian dentro del marco del desenvolvimiento de sus funciones. Po- co a poco, faéronse acumulando operacio- nes dificiles de controlar como las de ca- racter hipotecario, las que, legado el caso, no se pudieron cobrar. El metilico, que de- bia custodiarse en las bévedas, era’ destina- do a otros fines. Esta mala administracién Gebta dar sus resultados, no para todos los Bancos, que en 1877 Ilegaban a 12, sino pa- ra aquellos que como el Banco Nacional de Chile entraron én desenfrenadas espe- culaciones, sin faltar a la ley de 1860. La primera suspensién de la conversion metilica la originé la guerra con Espafia. La ley de 24 de agosto de 1865, que autori- zaba al Ejecutivo para declarar la guerra a aquella nacién, lo faculté para levantar em- préstitos hasta por cantidad de 20 millones de pesos, dando en garantias las propieda- des del Estado, y hacer_desembolsos sin sujecién al Presupuesto. El 24 de septiem- bre dictébase otra ley que autorizaba al re- cién fundado Banco Nacional de Chile para emitir billetes inconvertibies admisibles en arcas fiscales, hasta por una suma igual al 50% del capital subscrito, con la condicién, decia esa disposicién, de las “precauciones necesarias para que los billetes sean perfec- tamente garantidos”. Esos billetes serian inconvertibles hasta el 31 de enero de 1866. Esta ley no declaraba el curso forzoso 0 legal, sino la inconvertibilidad del biliete. En 1797, Inglaterra habia procedido en igual forma. Una segunda ley, tres meses después, la de 20 de diciembre, establecid el privilegio de la inconversién a todos los Bancos establecidas y a los que se establecie- ran, La inconversién debia durar hasta el 30 de junio de 1867, o sea, seis meses des- pués de terminada la guerra con Espafia. Una tercera ley, la de 30 de julio de 1866 —que segun Roberto Espinoza ““causara siempre a los chilenos bochornos desagrada- bles” autorizaba al Presidente de la Re- publica para conceder los privilegios que enumeraba a los Bancos de Emisién, que prestaron al Estado de 4 a 6 millones de Roses. Durante 22 ajios, los billetes de los jancos prestamistas serian recibidos en to- das las oficinas fiscales, en forma privile- giada. La ley de 20 de diciembre de 1865, que conced{a el derecho de la inconversién a todos los Bancos estableciclos y que se es- tablecieran, fue derogaca. ¢Fueron necesarias esas leyes? Cualquiera que sea el juicio que ellas merezcan, y en general ha sido acremente desfavorable de parte cle economistas ¢ historiadores, hay un asunto que hiere desde el primer _mo- mento. El ‘Tegislador, al dictarlas, olvidé por completo el interés piblico; este punto de vista no le interes6, porque el circulo en que se movia el legislador lo presionaban los Bancos desde afuera, y el agricultor 0 minero, en su gran mayoria, pugnaba por obtener los beneficios de créditos de ellos. Esta es la primera consideracién, a la que se afiacle la absoluta falta de interés del Es- tado, la ausencia de una visién acerca de sus relaciones con los Bancos, porque el Fis- co quedaba expuesto a pérdiclas por la quie- bra de algunos Bancos, en el caso que los billetes fueran de recepcién forzosa, ya que las garantfas podfan resultar perfectamen- te deficientes. Las influencias que comenzaban a ejercer los Bancos en las esferas del Gobierno y del Congreso quedaron manifiestamente ‘esta- blecidas con esas tres leyes. Ni siquiera tu- vieron un cardcter general. Fueron sélo en beneficio de algunos Bancos. La de 24 de septiembre de 1865 se dicté para favorecer al Banco Nacional de Chile. La de 20 de julio fue en beneficio de los Bancos presta- mistas del Estado. Y la de 20 de diciembre, aunque de tendencia mds general, fue de- rogada, Desde entonces, una oligarquia bancaria poderosa, prepotente y orgullosa, hard sentir el peso de sus decisiones duran: te 80 aiios. La inconvertibilidad de los billetes se mantuvo hasta el $1 de agosto de 1866. El cambio no sufrié alteracién, manteniéndose durante toda la guerra en 48 peniques. El punto dlgido de esta crisis se produjo en 1878 con la ley momentanea de 16 de enero de ese afio, sobre inconvertibilidad del billete; pero que fue de efectos casi per- manentes. Las oscilaciones del cambio pro- dujeron la descompaginacién de la econo- mfa publica y privada. Las alzas ficticias, el endeudamiento, la pobreza de las clases me- dia y popular, se agravd con los impuestos indirectos, cuyos efectos, como ya decia en 1824 el Ministro de Hacienda Diego José Benavente, hacen que “a veces contribuya con mis el laborioso gain que el rico siba- rita”, 48 ANALES DE LA UNIVERSIDAD DE CHILE gHay alguna relacién entre estas opera- ciones del Estado y la clase capitalista que comenzaba a surgir en Chile, bajo la for- ma de una plutocracia bancaria? Los nom- bres de algunos senadores de esta época pue- den contestar la pregunta formulada. Los de algunos diputados también resolverfan Ja cuestion. zQuiénes componian esa oligarquia como representantes del Congreso Nacional? Es cuestin de establecer cuantos de los direc- tores de Bancos eran congresales y las em- presas en que desartollaban sus actividades. La influencia de Jos hacendados en ei pi lamento el economista Espinoza la ha re- presentado asi estudiando este aspecto: “Con todo —ha dicho—, los hacendados formaron en el Congreso un grupo que siempre, en nombre del pais, protesté de todo proyecto de conversién del pape} mo- nedla; asi como siempre se quejaron de to- da reaccién observada en el billete de cur- so forzoso (0 de toda elevacién en la tasa del cambio internacional de Chile), en los momentos en que se preparaban, para ven- der sus cosechas de trigo; de tal suerte que, en gtan parte, las expectativas de sus nego: cios se cifraban en la depreciacién cada ver més profunda del circulante. “Los hacendados, en estos anhelos de de- presién_monetaria, han estado siempre acompafiados por los mineros del pais, y, en general, por todos los que han tenido valores que exportar. "De esta manera, cuando el resto del pais ha esperado con verdadera angustia que ce- sase la caida del papel moneda (0 como siempre se dijo, la baja del tipo del cambio internacional), los hacendados y mineros observaron esa depreciacién con intenso re- gocijo; porque asi podian recibir mejores prectos (en papel moneda) por sus produc- tos. "Los hacendados y mineros estuvieron muy contentos si el papel moneda, en vez de valer 11 peniques, valiera s6lo un peni- que, puesto que asi obtendrian, por cada fanega de trigo, la no despreciable suma de 182 pesos, aunque cada peso fuera sdlo de un penique, "No sabemos si nos expresamos con cla- ridad suficiente, para demostrar el punto de vista en que los hacendados y mineros se colocan. Ells pretendien que el papel mo. neda vaiga to menos posible, para obtener por sus productos la mayor suma de pesos. Este es su ideal, y Iuego veremos por qué. "Como los agricultores o hacendados y mineros desean recibir, segtin acaba de ver- Se, por su productos, el mayor niimero po sible de pesos, sin atender para nada al va- lor intrinseco que tenga esta unidad mone- taria Hamada peso fiduciario, investignemos el por qué de un deseo tan sostenido y tan en pugna con Jos intereses de mayoria, "Es de advertir que entre los hacendados y los mineros esta una potcién muy impor- tante, si no a principal, del pais, por su po- sicién social y su fortuna, por sus influen- cias en el Gobierno y en Ja Legislatura. ‘Si fuera posible penetrar los propésitos que estos circulos persigiten con la depre- ciacién del circulante, se explicarian mu- chas cosas, Trataremos de despejar aqui es- ta incognita. Es cosa bien sabida, y ademas muy facil de demostrar, que la moneda, sea de oro 0 de plata, o ya esté representada por el pa- pel moneda, no puede tener sino alguno de los objetos siguientes: o sirve para la adqui- sicién de las cosas que se hallan en el co- mercio humano, como ser, para comprar casas, muebles o inmuebles, pagar servicios o remunerar el uso o goce de alguna cosa; © sirve para el ahorro o la acumulacién; 0 tiene por objeto la medida de los valores, 0 sea, la designacién de los precios; o, en fin, sirve para solucionar 0 pagar las obligacio- nes que son susceptibles de extension por medio de la moneda. No queda, pues, por examinar sino la cuarta funcién de la moneda, esto ¢s, la jue tiene como medio de liberar toda clase dle obligaciones, y colocar esta funcién fren- te al interés de los hacendados y mineros, para ver si es posible hallar la razon de aquel empefio cle que viene haciéndose mé- rit En consecuencia, contémplese ¢] interés de los hacendados, ante Jas obligaciones que han contraido para con la Caja de Crédito Hipotecario y para con los bancos hipote- carios, en razén de los préstamos que han tenido para pagar sus fundos o para traba- jarlos; contémplese el interés de \os mine- Tos ante las obligaciones que han contraido para con los bancos de emisién, para traba- jar sus minas, comprar maquinarias; con- iémplese a unos y otros, ante las obligacio- nes que tienen para con el Estado y los Mu- nicipios, en razon de las contribuciones que deben satisfacer por sus fundos, sus minas, sus carruajes, sus bodegas de vinos; considé- reseles ante los desembolsos que los unos y los otros deben hacer en razén de los fletes ue tienen que pagar a la Empresa de los Ferrocatriles del Estado, por sus maderas, sus cereales, sus postes, stt leche, sus anima- La EVOLUCION Potitica, ECONOMICA Y SOCIAL DE CHILE a les, sus metales; considéreseles ante los sa- Jarios que pagan a los labsadores y gafianes, a Jos adininistradores y a los mayordomos, y se ver si es cosa que les conviene o no lt baja del circulante fiduciario; si en verdad, sus quejas, en cada ocasién que el papel mo- neda reacciona, tienen motivos, y si les con- viene 0 no el mantenimiento del papel mo- neda. "Es aqui en donde se halla, precisamente, el secreto de la politica que nuestros legis. ladores y estadistas hacendados han desa- rrollado durante tantos afios, alrededor del papel moneda, que, es justo decirlo, no vi- no por ellos; pero ellos han sido los més diestros y esforzados campeones que ha en- contrado el mantenimiento de un estado tal de cosas “En efecto, las obligaciones no se elevan, aunque el papel moneda baje; ni se elevan las contribuciones, ni Jos fletes, ni los sala- rios; pero eso si, se alzan los precios de la tierra, de los arriendos, de las maderas, del irigo, de los animales, de la leche, del pasto, de los vinos, del salitre, del cobre, del car- bén, proporcionalmente al descenso del cir- culate fiduciario, y a veces en una propor- cién algo mis elevada "Se nos dir que también se alzan los fle- tes y los salarios; si, pero siempre con mu- cha lentitud, y jamds en proporcién al des- censo del papel moneda. Gomo se ve, son los agricultores propie- tarios principalmente, los que en Chile aprovechan de la depreciacién de la uni- dad monetaria de papel. "son principalmente ellos los que han contraido compromisos en los bancos, y han negociado deudas hipotecarias que estan re- presentadas por muchas millones de bonos hipotecarios en circulacién. Los deudores hipotecarios tienen que pagar esos bonos y otras cleudas en papel moneda, y de ahi su conveniencia en que ese circulante valga Jo menos que sea posible. "Cierto es que, en gran parte, la prospe- idad de los hacendados se ha debido: a los altos precios que, mediante el régimen del papel moneda, han alcanzado los productos de a agricultura; a los bajos salarios que, favorecidos por ese mismo régimen, han po- dido pagar a los gaitanes, mquilinos, mayor- domos, administradores y demds gente que tienen necesidad de ocupar; a las contribu- ciones y fletes, cada vez mas infimos, que han satisfecho, gracias a las depreciaciones de ese mismo billete; a que han podido pa- gar sus deudas hipotecarias con valores ren- Tes cada vez mas pequefios, mediante ese mismo papel moneda...., pero el hecho es que Ja agricultura ha prosperado, cualquie- Ta que sea el conjunto de causas que ha trai- do ese desarrollo. "Existe, por canto, un hecho evidente, a saber: que la agticultura ha prosperado, y que, acaso més que la industria agricola, han’ prosperaclo los hacendados. "El medio més facil que nuestros gran- des hacendados han encontrado, para pros- perar en las tareas de la agricultura, es el papel moneda, gracias al cual, vendiendo a precios de oro los productos «le sus hacien- das y pagando sus deudas, lo mismo que los salarios, los fletes y las contribuciones, en papel moneda cada vez mas depreciado, con- siguen ver crecer sus rentas, aunque no em- pleen abonos, ni canales de riego, ni los me- jores procedimientos de cultivo, ni maqui nas”. La Caja Hipotecaria, desde entonces, desnaturalizé Ja funcién que le impuso st creador, el ministro Antonio Varas, y los bancos, con la honrosa excepcién del de “Agustin Edwards y Compaiiia”, restrin- gieron los créditos a limites alarmantes pa- Ta el pequefio agricultor e industrial. Una plutocracia desconocida hasta esos momen- tos, se aduefié de las finanzas nacionale: Los beneficios misinos que después compor. 16 la Guerra del Pacifico, no alcinzaron a derivar hacia las clases populares. Paralelamente a estas intervenciones de Ja oligarquia bancaria, industrial y agricola en la'vida econdmica del pais, ceca una clase media cuyo origen es dificil estable- cer con certidumbre. Generalizando, puede decirse se desartollé junto con la difusion de la ensefianza durante los gobiernos de Bulnes y de Montt, con la creacién de las escuelas primarias, la Escuela Normal de Preceptores, el establecimiento de liceos en todo el pais, la Escuela de Artes y Oficios, a fundacién de la Universidad de Chile, y el advenimiento de una clase profesional egresada de aquel establecimiento. Las reformas en el régimen electoral Ic dieron a esa clase media la oportunidad pa- ra elegir a los miembros de la aristocracia que los representaba en el Congreso, sin que ella fuese elegida, sino en raras ocasio- nes, El juego de Ia politica Io hizo Ia oligar quia en beneficio de sus intereses econémi- cos y de partido. Cuando quiso debilitar los fundamentos del autoritarismo presidencial y_ejercer desde el Congreso una fiscaliza- cién mayor en la accién y direccién del Eje- cutivo, s6lo buscé consolidar su posicién pa- ra hacer sentir mayormente su influencia, 50 ANALES DE LA Universivan pe Crit, Todos los partidos politicos se coaligaron con este fin, A fuerza de establecer practicas y hdbitos politicos, desde los djas de Bulnes, esos par- tidos tendieron a implantar un sistema par- lamentario, que la Constitucién no habia consagrado. Los grupos de opinién, secun- dados por la prensa y el Congreso, con el etexto de que las leyes periddicas esta- Preetan aquel sistema, lo fueron adoptan- do por medio de las interpelaciones, por mds que éstas al principio uo afectaran a Ja estabilidad — Desde las incorporacién de la Alianza Li- beral al Gobierno, en 1875, las interpelacio- nes se reflejan en cambios de ministros, no todavia de las combinaciones ministeriales, representantes cle las mayorias parlamenta- rias. La accién del Congreso, desde enton- ces, sobre el Ejecutivo se hace mucho mas acentuada en‘el Gobierno. El Consejo dle Estado perdié su caricter de cuerpo tiombrado exclusivamente por el Presidente de la Reptiblica; le compusieron después representantes del Senado y de la Camara de Dipurados. Las leyes del qué- rum legislativo; la que fijé el némero de Giputados en uno por cada 20.000 habitan- tes y fraccién que no bajase de 12,000; Ia de incompatibilidades parlamentarias, que excluia a los funcionarios publicos de tas tareas legislativas para evitar las presiones del Ejecutivo; la de composicién del Sena- do, elegido ahora por votacién directa por Jas provincias, correspondiendo a cada una elegir un senador por cada tres diputados y por una fraccidn de dos dipuradcs, perma neciendo en el ejercicio de sus funciones por seis afios en lugar de nueve, pudiendo ser reelegidos indefinidamente, quitaba al Presidente de la Republica la oportunidad de generar ese cuerpo; la restriccién de las facultades extraordinarias; la que se refiere a la integracién de la Comision Conser- vadora en que, ademés, de los siete sena- dores, la compondrian siete diputados, y la facultad que s¢ le concedia de pedir al Presidente de la Repiblica que convocase a sesiones extraordinarias cuando el Congre- so asi lo requeria en circunstancias espec les; Ia reforma sobre acusacién ministerial jue la hizo éta mds expedita; Ia restriccién de Jas atribuciones del Presidente de la Re- publica en cuanto a las facultades extraor- Ginarias; todas estas leyes de reformas cons- titucionales, todas, dieron al Poder Legisla- tivo una fuerza que lo hacia respetable ante el Ejecutive y que parecia afianzar la liber- tad electoral. Esas reformas creaban un Le- gislativo fuerte y oprimfan a un Ejecutivo poderoso todavla en vias de ser practicamen- te absorbido por aquél. Si en el hecho el sistema parlamentario carecia de los atri- butos de su esencia, el Congreso lo habja establecido de una manera especial, origi- nal, capaz de implantarlo en cualquier mo- mento, 0 por lo menos iba camino rapido hacia é\. Seria cuestién de breve tiempo ver- lo prosperar. Si se atiende a la mentalidad liberal de nuestros hombres dle Estada; si se consider el tipo principalmente aristocritico de la organizacion social chilena; si se establece jue tanto en el Senado como en la Camara de Diputados, los miembros dle esa aristo- cracia constituian la oligarquia agricola, bancaria e industrial; si se conjugan estos hechos con la posicién intelectual de los hombres ilustrados, profesionales, historia. dores, escritores, periodistas, formados en Ja mentalidad europea, especialmente france- sa e inglesa, en materia de doctrina politi- ca, es f&cil Llegar a establecer que la tenden- cia general de todos estas factores, ayudados por la propaganda de la prensa, tendieron a gravitar hacia Ia imposicién del sistema parlamentario, como habia ocurrido en el viejo mundo. El parlamentarismo aseguraba la liber- tad dentro del credo liberal politico y eco- némico, consagraba el predominio de 1a oli- garquia y de sus privilegios y, en ese libre juego, su campo de accién nada tenfa que temer de un Ejecutivo ya desarmado y casi préximo a motir por asfixia, Por lo menos, el parlamentarismo, aun en Inglaterra fue eso: el afianzamiento de una oligarquia y nada més. La crisis de 1891, descontado él retexto del conflicto constitucional que Baimaceda debia calvary no. fue otra ca que el desborde incontenible de esfuerzos pata consagrar un proceso histérico que ineludiblemente ya nada podia contener. Las consecuencias de la Guerra del Paci- fico, en lo ecandmice y social, introdujeran en Chile modificaciones profundas en nues- tros habitos. El historiador que estudia ba evolucién del pais en ese orden de cosas percibe claramente que Ia generacidn_que adviene en la segunda mitad del siglo XIX es ajena a la mentalidad y sentimientos que le habla precedido. No han cambiado los conceptos tradicio- nales de honor, de dignidad, de mesura y de respeto; no han sido modificados los laz0s de ja unién familiar ni alterados los funda- mentos de la seriedad tradicional del caréc- ter chileno; pero los intereses materiales La EVOLUCION POLITICA, ECONOMICA Y SOCIAL DE CHILE 51 han desviado la consagracién de la cosa publica hacia la satisfaccién de lo personal. La religion del Estado, o sea, la consagra- cidn y desvelos que antes ella imponia, con el desprecio de lo propio en la funcién pui- Dlica, se ve ahora unida a los intereses del individuo. Banqueros y agricultores buscan asegurarse una situacién que en la genera- cién anterior habria sido mal mirada, La Iucha por la quiebra del padrén de oro, 0 sea, la inconvertibilidad del billete, es bien simtomdtica de esta época. La caida de algu- nos bancos habria producido entonces una crisis tremenda sin duda alguna; pero ella era preferible a mantener el odioso marida- je de esas instituciones con el Estado, gPor qué el Banco Agustin Edwards pudo resis- tir Ia crisis? La fiebre de una especulacién deshonesta no habia tentado a sus directo- res. Ya hemos visto esta accién perniciosa de los bancos durante el Gobierno de Pérez, Los agricultores y los industriales se van a sumar a este sistema de especulacion, y en In forma parlamentaria quedaran ampara- dos y convertidos en legisladores. La evolucién introducida por el progreso general de todas las actividades del pais, se percibe en la transformacién de la menta- lidad econémica de los hombres que poseen la riqueza. La industria agricola se modi ca lentamente y sigue conservando el mis- mo ritmo de la economia feudal del colonia. je. Las leyes de ex vinculacién de los ma- Yorazgos no surtieron, en cuanto a la sub- division de la propiedad agricola, efectos in- mediatos. Nuestros datos nos permiten establecer que hacia 1875, mds 0 menos, las grandes haciendas ex vinculadas pasan a manos de otros propietarios, y sus nuevos duefios son hombres que han’ formado sus fortunas en. Ja industria minera. Los que ahora se inte- resan por esta explotacién, la renuevan con métodos modernos. Los agricultores de Ia nueva generacién —Balmaceda es uno de ellos, Larrain Moxé es otro, Larrain Gan- darillas también— se empefian en una trans- formacién de los métodos agricolas que contrasta con los antiguos. Los comienzos de la industrializacién de Chile, que habia comenzado débilmente hacia’ 1848, se dejan ver de una manera bien acentuada en las faenas campesinas, y en 1858, en la Zona Central, se observa un gran florecimiento que se paraliza en 1867, siendo posible advertir, como wna de las causas, el cierre de algunos mercados exter- nos para los productos agropecuarios. La crisis econémica que se produjo al final del Gobierno de Montt entre 1860 y 1861, y la que hubo de soportar el pafs en el decenio anterior de Pérez, consecuencia de la excesiva liberalidad del régimen mo- netario, y reflejo de la desvalorizacién de la plata en un sistema mixto, bimetilic encauzan ya las primeras manifestaciones de los terratenientes a Ja politica del papel moneda. Timidamente estas ideas afloran con el ejemplo pernicioso de 1865, y ban- queros y agricultores encuentran en’ la in- convertibilidad la mejor manera de saldar sus compromisos. El saco de trigo pagado en Londres en oro esterlino dejaba en. pa- pel moneda, exceso de circulante pagan- dose los salarios a bajo precio. No es la misma politica la que siguen, por ahora, los mineros industriales, Tien- den a mantener el valor de la moneda y son contrarios a su depreciacién. Pero, des- pués de la Guerra del Pacifico, se suman al pensamiento de banqueros y agricultores y la plutocracia capitalista se impone sin es- fuerzo. Entre 1865 2 1875, se puede decir que el giro de nuestra politica linanciera y econd- mica deja los antiguos puntos de vista, que la informaban. Esta es la diferencia que se observa entre esas dos generaciones, cosa que debe pare- cernos natural por el progreso de las ideas y, el mayor contacto con paises més cultos. Lo que hiere es la violencia de la separa- cién con el pasado y el afin europeizante que se refleja en esta generacién. Intelec- tualmente, és de formacién francesa; en el orden politico y econdmico, se nutre del pensamiento inglés. Esto ¢s lo que hace la aurora del capita- lismo en Chile. Balmaceda Iegé al Gobierno en medio de este ambiente. :Habfa percibido y dindo- se cuenta de la profunda transformacién de Jas altas clases sociales de Chile? Si se ha de juzgar por su conducta politica en su admi nistracién, no se dio cuenta de esa trans- formacién. Y es bien singular que no perci- biera el fendmeno que el mismo Presidente habfa contribuido a formar con sus puntos de vista en el Club de la Reforma, en la Ca- mara, en el Ministerio de Relaciones Exte- riores y del Interior durante el Gobierno de Santa Maria, Correspondié a esta admini tracién invertir por primera vez la renta de Ja exportacién del salitre en la construccién. de las obras puiblicas. Tres hechos bien cla- ros pueden distinguirse como consecuencia de este plan de obras publicas. Fue e prime- ro, la elevacién de los salarios fiscales sobre 52 el corriente cle los pagados por Ja agricultu- ra; fue e) segundo, el despueble de los cam- pos para transformarse los inquilinos en trabajadores en las faenas fiscales; fue el tercero, la afluencia a las ciudades de una masa flotante de obreros que, dentro del ritmo normal de la vida urbana, la conges- tioné en cierto modo. La incorporacién de Ja zona de Ja frontera sur al tertitorio de la Repiblica, por otra parte, reagravd estos tres hechos. La prensa, como “E] Ferrocarril”, “La Li- bertad Electoral”, “El Estandarte Catélico” y “El Independiente”, recogieron la protes- ta de los centros agricolas. La situacién la sefialaron como un grave mal. Y cuando se hacian estas advertencias al Gobierno de Santa Marfa, la industria salitrera no ba- bia comenzado a absorber Jos brazos de | trabajadores de los campos, de los inquili- nos, en las faenas del oro blanco. La fiebre del salitre coincide con Ja Presidencia de Balmaceda y es en ella cuando se lleva a cabo el mds fantéstico plan de obras public cas que hizo aparecer a su administracin derrochadora. Los primeros choques con el mandatario se encuentran en la apreciacién de esta poli- tica. Por qué? La explicacién esta en la competencia que e] Estado hacia al agricul- tor con el pago de mejores salarios que se antojaban como una competencia desleal y en la absorcién de esos brazos para las obras publicas. La clase agricola se irrité na- turalmente con esa politica, Debio arreciar la oposicién al mandatario cuando hablé de la creacién de un Banco del Estado que prestara a un interés mas bajo que el co- rriente, La modalidad de las ideas econd- micas de Balmaceda, por otra parte, era parte considerable para hacerle una viva oposicién. En orden a la cuestién salitrera la discre- pancia debfa ser mayor. Osgood Hardy en iu estudio “Los intereses salitreros ingleses y Ja Revolucién de 1891” resume as{ los puntos de vista de Balmaceda: “19 Nacio- izacién de la industria salitrera; 29 Pro- j6n de cualquier monopolio que ame- nazara limitar la produccién para elevar los recios del salitre; 39 Expropiacién de los lerrocarriles de Tarapaca”, Cita Hardy una Parte del Mensaje leldo por Balmaceda el 19 de julio de 1889 ante el Congreso Nacio- nal, en el cual el mandatario esbo26 su pro- grama con relacién a estos tres puntos. Di- ANALES DE LA UnIversipad pr CHIne, je entonces: “La influencia del salle en fa agricultura y en la industria y el desarro- Ilo creciente de su produccién, aconsejan al legislador y al hombre de ‘Gobierno no aplazar la solucién del problema, y resol- vero resguardando eficazmente el legitimo interés de nuestros nacionales. Fs verdad que no debemos cerrar Ia puerta a la libre concurrencia y produccién del salitre en Tarapacd; pero no debemos consentir que aquella vasta y rica regién sea convertida en una simple factoria extranjera. No po- dria desconocerse el hecho muy grave y real, de que Ia singularidad de la industria, la manera como se ha producido la consti- tucién de la industria salitrera, la absorcidn del pequefio capital por el capital extran- jero, y hasta la indole de las razas que se dispuiaran el imperio de aquella vastisima y fecunda explotacién, imponen una legis- lacién especial basadla en la naturaleza de las cosas y en las necesidacles especiales de nuestra existencia econémica e industrial”, En estas palabras habia un programa. Los capitalistas extranjeros se valieron de los politicos chilenos para detener el plan eco- némico proteccionista (lel Presidente. “In- habilitados para actuar dlirectamente en el campo politica chileno —dice el libro de Hernan Ramirez, “La Guerra Civil de 1891. Antecedentes econémicos”, —los salitreros buscaron y encontraron el apoyo de los mas prominentes hombres ptiblicos para la de- fensa de sus intereses. De este modo, radi- cales como Enrique Mac Iver, Pedro Ban- nen, David Mac Iver y Ricardo ‘Trumbull; liberales como Julio Zegers, Eulogio Alta- mirano, Adolfo Guerrero, Marcial Marti- nez, Domingo Toro Herrera, Melchor Con- cha y Toro, Maximo R. Lira, y conservado- res como Carlos Walker Martinez, Zoroba- bel Rodriguez y Luis Barros Méndez, actua- ban entre los hombres que estaban al ser- vicio de los magnates de la industria salitre- ra y fueron sus portavoces tanto en los par- tidos politicos, como en el Congreso y en las esteras del Gobierno”. Por una sara coincidencia, estos nombres fueron los directores de la Revolucién de 1891, No podemos, en modo «gano, creerlos inspirados en médviles mezquinos, porque Jos antecedentes de ellos, los desinteresados ¥ altos servicios prestados al pais con el mis elevado patriotism, invalidan cualquiera sospecha, La EVOLUCION POLITICA, EGONOMICA Y SOCIAL DE CHILE 53 uO La posicién de los partidos, La cuestion social, Democracia politica y social La vida del campesino habla mejorado Icutamente en el cofrer del siglo XIX. Era la consecuiencia del progreso econémico del ais, La minerfa, con el aliento de Cha- arcillo, la Descubridora, Tres Puntas y Caracoles, levanté Ia produccién general; para Ja agricultura, se habfan abierto tam- Bién nuevos mercados en el exterior, Ade- mis, Ja gran hacienda comenz6 a dividirse. Este, aunque fue un proceso largo puede decirse que culminé en las leyes de ex vineulacién de los mayorargos de los afios de 1852 y 1857. ‘Al producirse a ex vinculacién la vieja istocracia colonial perdié una parte con- siderable de su importancia social, y las propiedades, las grandes haciendas, fueron subdividiéndose paulatinamente. A conse- cuencia de ello mejoraron los salatios. Pe- to el inquilino siguid viviendo come en los dias del coloniaje. Un dato revelard hasta dénde legé este progreso. Sélo ya muy entrado el siglo XIX, se introdujo Ja costumbse de dar a los tra: bajadores de la ciudad y del campo un plato de fréjoles 0 porotos para su almuer- zo, La carne no se usaba como alimento fuera de la época de la matanza, ni pot 10s mismos hacendatlos; les resultaba demasia- Uo caro matar una res para el alimento de unos pocos individuos, durante dos o tres dias, como dice un autor. Tampoco habian cambiado las condiciones espirstuales ¢ in- telectuales de los inquilinos: en las hacien- das, por excepcién, encontrabase una escue- la primaria, Esta instruccién la daba el cura del Jatifundio de algin patricio. EL protetariado es un fendmeno de ayer en la historia de Chile. No cabe duda que ya al término del siglo XIX, en los tltimos treinta o cuarenta attos, aflora con caracte- res confusos. El obrero, el artesano, comien- van a agrnparse en sociedades mutualistas oa plegarse a los partidos politicos de avanzada, Pero estas primeras manifesta- ciones no estén claramente definidas. Osci- lan entre una aspiracién politica de refor- ma democritica, jena a los intereses popu- lares, 0 son simplemente vagas idealidades para Ilegar a una democracia social, que entonces nadie, ni los hombres més cultos, habrian podido definir. La presentian s6lo intuitivamente. La vida del trabajador de la ciudad, en. cuanto a las condiciones de higiene de las habitaciones, era miserable, Ya en 1868, una ordenanza municipal prohibié la cons- truccién de ranchos, y la ley de municipa- lidades de 24 de diciembre de 1891, confir- mé la prohibicién anterior y dispuso la construccién, en condiciones higiénicas, de conventillos, 0 casas de inquilinato para obretos y gente pobre. La primera pobla cidn de obeeros & de 1838, y los comventi Hos, ese pudridero de la vida del pueblo, son casi de ese mismo afio. Los salarios de los obretos y artesanos de las ciudades ha- Dian subido considerablemente. Después de la Guerra del Pactfico legaron a su etapa més alta. Los vicios inherentes a las clases populares de las urbes comienzan ya enton- ces también a acentuarse: el alcoholismo y las enfermedades sociales; se destruye la unién de la familia; su constitucién se re- siente hasta grados increibles, E] liberalis- mo anticlerical y escéptico predicado por quienes no podian entenderlo en su expre- sién filoséfica, fue parte considerable a aerecentar este mal, y también Ja intransi gencia de Ia Iglesia y la obra del Partido Conservador, concluyé restandole adeptos. Sin embargo, estas clases populares pudie- ron recibir los beneficios de Ja ensefianza primaria, en una gran parte, mas no de una manera que no Iegara a avergonzar Ia cifra pavorosa de los analfabetos. He aqui, en esta cifra, otra causa de la escla- vitud de las clases’ populares de Chile. Se Ias estimé Gnicamente como una fuerza po- Utica manejada, en os campos, por el sefior de la hacienda, y en las ciudades, por el industrial o el comerciante, los partidos y Ja iglesia. La politica, en efecto fue el de- porte de la oligarquia en el siglo XIX. Ya se fuese pelucén o demécrata, se buscaba el juego de la vida politica por el realce que daba la posicién social, 9 para Hegar a ella. “Los partidos, segin la expresidn de un publicista, eran aljanzas entre hacen- dados. Una combinacién politica favorable podia conceder beneficios a ciertas fami- lias”. Asi debfa malograrse todo impulso en favor de una democracia social. Por lo demas, nunca hubo ni siquiera esa inicia- tiva; todo lo concentraba la politica, y den- tro de su juego no era el espiritu democrd- tico el que, en la alta clase social, pretendia nivelar las profundas diferencias que exis- tian, Este es un acontecimiento muy poste- rior en nuesira historia, y es obra de fa cla- se media emancipada de prejuicios y formada en los liceos del Estado y en la Universidad. Al finalizar el siglo XIX, to- davfa las gamas sociales podian clasificarse ast: el caballero de la aristocracia, el sititi- co de la clase media, el roto del pueblo y el pililo de la turbamulta. Pero ya a comienzos del siglo XX, estas mas sociales se habian alterado profun- lamente. El sentimiento de la legalidad se encon- traba atin muy sdlidamente arraigado en las clases altas y en la burguesia ilustrada. A su vez, el principio jerarquico, principal- mente en Sas estratas de Jos obreros, de los trabajadores y de los artesanos, comenzaba a hacer crisis. Una ola revolucionaria de reivindicaciones trataba de encontrar su equilibrio en las nivelaciones. La paz introducida por el régimen parla- mentario, desdeiié con indiferencia preocu- parse de Jos problemas sociales, que se acu- mulaban uno tras otro, cada cual con més gravedad, en los archivos del Congreso. Los conservadores hicieron un esfuerzo para darles solucion, siempre inspirados en el proselitismo religioso. En la Convencién de diciembre de 1901, el Partido Conser- vador planteaba la cuestién social, mejor dicho, Tas relaciones entre los ricos y los pobres de una singular manera. Por boca de su lider, Carlos Walker Martinez, mani- festaba: “Libertad para todos los oprimi- dos, amor entre los de abajo y los de arri- ba, ni opresores ni oprimidos, culto para todo lo moral y lo santo, honradea y traba- jo, virtud y abnegacién, fraternidad sin- cera”. Con estas palabras, Walker Martinez definia dentro de su credo, la cuestién so- cial. “He aqui —decfa— el orden social cris- tiano tal como nosotros lo sostenemos, con- forme a las sublimes enseftanzas del Ponti- fice que rige los destinos de la Iglesia”. La Enciclica Rerum Novarum de Leén XIII habfa aparecido el 15 de mayo de 1891, y sdlo ahora, en su sentido social, se Ya descubrfa por el Partido Conservador. No se la aplicaba tal como queria el Pon- tifice, sino en forma muy clstinta. Las con- clusiones, muy timidas, de la Convencién, decian: ‘La comisién ha juzgado como uno de los més dignos objetos de la accién del Partido Conservador, la supresién de todo abuso que pueda cometerse en el pago del salario, la conservacién inviolable del de- recho de reposo de los dias festivos como medica de interés religioso y social, la ins- peccién higiénica de los talleres y el efec- tivo reconocimiento de las responsabilida- des en el caso de accidentes del trabajo”. Recomendaba el Partido: “Que las relacio- nes de patrones y obreros estén animadas ANALES DE LA UNIVERSIDAD DE CHILE por el espiritu de la justicia y de la caridad cristiana y para que esto sea una realidad, se comience, desde luego, por procurat bitaciones convenientes a los obreros; esta blecer en el campo el sistema de subyenci: nes para el pago; abrir almacenes coopera- tivos, y organizar a los obreros y dependien- tes en asociaciones _religioso-econémicas, prefiriendo las ya existentes —(éstas eran de cardcter mutualista) —, suprimir ta ven- ta de alcohol en las haciendas y procurar en ellas entretenimientos populares para los dias de fiesta”. Y como si tuviera Ia vi sién del futuro afiadfa: "La cuestién social, tarde © temprano vendré a Chile, porque Ia corriente universal tiene que invadir el orbe y sera grande gloria para el Partido Conservador, el haber preparado el terreno en el cual no prosperarin ni las enemista- des ni las cuestiones sociales, porque alli donde reina Ja unién y la fraternidad en- tre ricos y pobres, entre mandatarios y ciu- dadanos, preside el desenvolvimiento del pais la paz social que debe ser la suprema aspiracién de todos”. En lo que acaba de leerse esti represen- tado el pensamiento oficial del Partido Conservador en 1901, respecto de la cues- ti6n social. La sangrienta huelga de los gre- mios maritimos de Valparaiso de 1903, ocu- rrida dos afios mas tarde de aquella’ con- vencién, debié clemostrar a esa agrupacién politica’ la existencia, no de una cuestién social incipiente, sino mas agudizada de lo que podia pensarse, y que con el tiempo no harfa otra cosa que empeorar. No eran, los remedios propuestos por el conservan- tismo los mas a propésito para detener el mal que tan presurosamente avanzaba. Crefa ponerle atajo con unas cuantas frases liricas, de muy sana inspiracién, verdade- ramente cristiana pero ineficaces para con- tener Ia realidad brutal del choque entre Jos intereses del patron y el obrero. La so- lucién no podia ser otra que una adecuada legislacién. Esta legislacion chocaba al cri- tetio de los antiguos conservadores. gPor qué? Porque se habian acostumbrado a considerar las injusticias soci mal que puede reparar la caridad, la cari- dad personal, converticla en limosna para el pobre o para la Iglesia. Todavia esta for- ma de caridad, expresaca en su sentido material de una limosna, era un deber mo- ral.el otorgarlo 0 no, segin ‘quedara entre- gado a la conciencia def donante. Con tal Griterio, el deber, la obligacién, la necesi- dad imperiosa de ir en proteccién de las clases desvalidas por medio de los instru- La FWOLUGION POLITICA, ECONOMICA Y SOCIAL DE CHILE 35 mentos juridico-sociales, desaparecta auto- maticamente. Desde 1901 hasta 1920, ese Partido no se aparté demasiado de las conchisiones de 1a Convencién que hemos recordado, En el espacio que media entre 1891 y 1901, los conservadlores y la Iglesia, segufan agitando Ja Enciclica del mismo Leén XII, conocida con el nombre “Diuturnum Titad”, lanzada al mundo el 20 de junio de 1888, que en uno de sus parvatos decta: “el comunismo, el socialismo y el nihilismo, son males hort bles y casi la muerte de la sociedad civil”. La difusién de las ideas socialistas merecié dle ese Partido y de Ja misma Iglesia la mis completa condenacién de acuerdo con la citada enciclica. El diario “El Porvenii tribuna del conservantismo y del arzobispa- do, decia el 16 de septiembre de 1892, en uno de sus editoriales: “Indispensable es que todos los partidos politicos hagan causa comtin para poner atajo serio y eficaz a la sora labor que comienza a agitar a las capas inferiores de la sociedad, inoculando cn ellas gérmenes de socialismo cuyas ma- nilestaciones pueden hacerse cada dfa mas serias si no se las resiste y sofoca en sus co- sniencos”. La evolucién del radicalismo hacia Ja cuestion social habia sido lenta. El Partido habia enviado al Congreso en el espacio de mas de un cuarto de siglo, desde 1871, una brillante representacién parlamentaria, al principio muy escasa y después algo mds numerosa, que comenzé a difundir alli sus principios y doctrinas, En la prensa, prin- cipalmente en “La voz de Chile” de Ma- nuel Antonio Matta, esas ideas encontraron una adecuada difusién. Pero el Partido no tenia aun su estatuto orgdnico, por decirlo asi, y lo mismo es preciso decir cle los otros partidos, El jdealismo radical habia que- dado inscrito en fos grandes debates parla- mentarios cuando Matta, Gallo, Palazuelos, Mac-lver, Kénig, Castellon Bannen, Puel- ma Tuppee, Aguinet, De la Barra y Robi net, en Jas lides parlamentarias, habfan sos- tenido la doctrina del radicalismo. El pro- grama afloraba cle esas discusiones. Sin em- bargo, habia vaguedad e imprecisién en muchos puntos cle doctrina, los que fueron haciéndose més heterodoxos a medida que el radicalismo veia aumentar sus filas en la capital como en las provincias y con ello se ampliaba el numero de las asambleas de- partamentales esparcidas por todo el pais. a preciso cohesionar Jas filas, establecer un cédigo tinico y crear un organismo cen- tral directive, con representacién de las asambleas. As{ nacié la idea de propiciar la primera Gonvencién Radical, la que se He- V6 a efecto en los primeros dias de noviem- bre de 1888. Antes, el 16 de noviembre de 1884, Malaquias Concha, Avelino Contardo, P. N. Uratia, Rafael Castro y Guillermo Fe: id Gana, habian presentado el Proyecto de Programa de la juventud radical a Ia Asam. blea del Partido. La Convencién propicid un programa de gran trascendencia social, cultural, administrativo y econémico. EI Partido se declard individualista y parla- mentario, La cuestién social, a la que hacia ya resveltamente frente el Partido Demé. crata, fundado el 20 de noviembre de 1887, © sea, un afio antes de la Convencién, no merecié al radicalismo mayor atencion. At declararse individualista, la cuestién social no poila ser considerada, No obstante, dé- bilmente, como pasada de contrabando, con temor, en el inc. 12 de las aspiraciones “en el orden administrativo y econémico" se estampé esta declaracién que parecta compadecerse con una politica social. Ha- bl6 sobre “el mejoramiento de la condicién de los proletarios y obreros”. Nada mds. No hay ninguna alusién a una cuestion de mas fondo sobre el particular. Un destacado publicista, Luis Galdames, comenta asi esta actitud del radicalismmo de entonces: "Tan impermeable era la subor- dinacién impuesta secularmente a las m: sas del proletariado, que ni el Partido que se preciaba de ir a la vanguardia de} pro- greso social se atrevié en aquella fecha a Inscribir en su estandarte la reforma juridi- ca derechamente encaminada a elevar el nivel econémico y moral de esas masas, su- midas en una abyeccién que apenas distaba un punto de Ia barbarie. Si lo hubiera he- cho, habria parecido en los lindes de la de- magogia y del subversionismo, a los ojos de sus adversarios: y, tal vez, esta considera- cidn retrajo a los hombres de més generoso impulso para no exigir ninguna declara- cién terminante que los comprometiera en este sentido; o bien fue que las tendencias individualistas, prevalecientes en la Con- vencién, impidieron sentar un principio orginico al respecto. En el hecho, la JIama- da “cuestién social” no suscité mas que un ligero debate en la asamblea del radicalis- mo; una gran mayoria rechazd cualquier pronunciamiento sobre ella; y apenas si figuré en forma anodina entre las conclu- siones acordadas. Tampoco esta misma cuestién Je hab{a preocupado antes al Par- tido de manera especial. No podia esperar- 56 se, en consecuencia, que Ia abordara a corto plazo”. Y ese plazo fue largo. Demoré dieciocho afios para que la “cuestién social” se incor- porara al radicalismo como motivo central de su programa. Era facil presumir que el asunto deberfa Hegar a su seno como par- tido de avanzada y de sensibilidad politica, La gran mayoria de sus miembros perte- necfa a una clase culta y profesional, y, por lo mismo, se encontraban en mayor con- racto con las clases populares, con los obre- ros, los artesanos, los jornaleros, los campe- sinos, en general, con el elemento desvali- do de toda proteccién social. Emure los adeptos al radicalismo figuraban hombres a quienes preocupaban las ideas socialistas expuestas en Europa, especialmente en Alemania durante el perfodo bismarkiano. 'Y luego, por confrontaciones de la teorfa del socialismo con la realidad chilena y el estudio de las inquietudes de las clases obreras, se les imponta la necesidad de in- corporar en el programa del Partido las nuevas ideas. A Valentin Letelier le correspondié una parte principal en esta orientacién. En la Convencién de 1888, no se habia pronun- ciado sobre la cuestién social. A su juicio, era prematuro en wna Repitblica como la nuestra desencadenar una lucha de clases, cuyas consecuencias le parecian imprevisi- bles. A su criterio juridico repugnaba toda expoliacin. contra la propiedad privada. Pero no se trataba de eso, ni de apoyar la lucha de clases ni de aceptar lesiones a la propiedad privada, EI punto de mira en que el estudio de 1a realidad 10 colocaba, ahora era otro. Un sector considerable de los ciudadanos carecia de una verdadera proteccién. Los cédigos favorecian a deter- minada clase, ordinariamente a la mds pu- diente; los Bancos satisfacian sus intereses en forma répida y cémoda; el rango soci: les daba preeminencia sobre el resto de la sociedad, en especial en cierta categoria de ella sobre la cual ejercian una especie de mandato que nadie les habia conferido. Esa clase era la poseedora de la riqueza, pagaba como queria ¢ imponia sus condi- ciones sin ullerior recurso. Tribunales, po- licia, administracién publica, le pertene- cian de hecho, porque era la unica que se encontraba en condiciones de litigar en los juzgados, de hacerse respetar ante la poli- Gia, de tamitar en la administracién. Habfa més. En el campo, en la industria, en el comercio, su palabra no podia ser discutida. Amo y sefior, su voluntad era ANALES DE LA UNIVERSIDAD DE CHIL! prevaleciente en todo. De aqui se deducia que habfa otro considerable sector sin pro- teccién. {No lo merecia el trabajo de un obrero? gLa estabilidad en su puesto de un empleado particular no era una cuestién de ‘consideracién ante los abusos del pa- trén? Una vigilancia sobre el correcto pago de los salarios gno era conveniente cuando se sabia la indefensién en que se encon- taba el obrero, el campesino y el artesano frente al patrén? El obrero accidentado en Ja faena ¢no merecia un subsidio en los dias de postracion? Y¥ asi se Megaba a la conclu- sin de la necesidad de una legislacién pa- ta favorecer los derechos de esa porcién de la sociedad que hasta entonces no habia tenido la proteccién juridica. No se trata- ba, pues ni de aceptar la hicha de clases ni de convenir en herit la propiedad pri- vada, ET asunto era mis amplio. Se buscaba encontrar, dentro del orden juridico-social, Ia ecuacién afortunada de 10s derechos de todos; de poner al servicio de las grandes institucfones creadas por una organizacion social que habia dejado profundas diferen- cias entre ricos y pobres, una legislacién especial para los desvalidos de toda defen- sa en sus derechos. En 1896, aparecieron en cl Partido Radi- cal los primeros repunces socialistas, impul- sados por Letelier. La campaiia politica de ese afio por la Presidencia de la Republica parecia propicia para desenvolver esa doc- trina dentro del Partido, sobre todo cuando se habia Hegado a una alianza con el Par- tido Demécrata, que habia hecho suya la cuestién social. Letelier esbor6 entonces la actitud de su colectividad en un articulo aparecido en “La Ley”, el 1? de enero de 1896, con él titulo “Los Pobres”, y sefialé su responsabilidad frente a ese hecho so- a pronuncié sobre los puntos de vista de Letelier. Acaso por sim- ple interés electoral, para no malograr la alianza con los Demécratas, en circunstan- cias que se vislumbraba wna de las mds en- conadas elecciones presidenciales —entre Vicente Reyes y Federico Errézuriz— pare- cié el radicalismo contemporizar con las doctrinas socialistas, que ya ciertamente en el Partido habjan ganado, bajo el magiste- rio de Letelier, algunos adeptos. El radi- calismo seguia muy de cerca, en su gran mayoria, 3 Enrique Mac-ver, orador y po- Iitico notable, y al industrial y economista Varela, ambos de tendencias individualis- tas. Ello se vio claramente en la Conven- cién de 1899. En la sesién del 19 de octu- bre, Mac-iver sostuvo que e} Partido hebta LA EVOLUCION POLITICA, ECONOMICA Y SOCIAL DE CHILE. nacido con la Filosofia de Adam Smith, y que, en consecuencia, reconocia como doc trina el individualismo en su mis amplio sentido. Letelier no concurrié 2 esa Con- vencién, Sin embargo, de estas terminantes decla- raciones, la juventud radical se abanderiza- ba con el socialismo y Jo defendia en el seno de sus asambleas. Eran jas primeras escarmuzas serias, en las cuales seria de- rrotada todavia. As{ ocurrié a fines de 1903, quando en el debate abierto por 1a Asam* blea Radical para discutir el asunto, Mac- Iver sostuvo que en Chile no habfa cues- tién social; que no habfa razén para hacer caudal de ella; que éste era un problema de Jas sociedades europeas, que artificial: mente cleseaba introducirse en el pats, co- mo un medio de agitacién revolucionaria. Pero tuvo ura frase en que reconocia la existencia de un grave problema social. Lo referia ese problema a la triste condicién de los campesinos, “que hoy constituyen ca el pafs —son sus palabras— una verda- dera raza dle ilovas”. Graves consecuencias debian derivarse de las declaraciones de Mac-lver para el por- venir de las doctrinas socialistas, ya no sélo para el Partido sino para el pais, Ellas ha- bian sido nitidamente expuestas por la per- sonalidad politica mas destacada del pats, © por lo menos por una de ellas, cuyo con- cepto doctrinario de avanzada no era a na- die posible poner en duida, lo mismo que su acrisolada honradez politica. La auto- ridad moral de MacIver rebasaba en esos momentos a su propio Partido; era una figura nacional; simbolizaba las mas puras virtudes ciudadanas, el patriotismo mas in- maculado y la consagracién a la causa pil- blica mas desinteresada. Sus palabras, pues, tuvieron un eco de tremenda resonancia. A pesar de la gran autoridad moral de Mac-lver, sus ideas no debian prosperar, Del otro lado, activando el fuego de las nuevas doctrinas ¢ infundiéndolas en el ra- Gicalismo, se encontraba Letelier, que en manera alguna podia aceptar las postula dos de aquel estadista y Letelier tenia tanta autoridad moral como Mac-Iver. Su vida era un ejemplo de consagracién al estudio a la ensefianza. Como Macver, era un jarista, pero con mas amplitud, "porque, como socidlogo, habia buscado en Jas fuen- tes mismas los origenes y orientaciones cel Derecho. Debia, pues, necesariamente producirse dentra del Partido un diferendo de opiniv- nes. En 1904 era ya visible Ia escisién doc- winaria, sin que ella comprometiera Ia uni- dad del Partido. De un lado, pugnaba el inclividualismo manchestertano y del otro el socialismo de Ja cétedra. Eran los prin- cipios de los dos prohombres del radicalis- mo: Maciver y Letelier. La Convencién celebrada en Santiago con fecha $1 de diciembre de 1905, iba a dirimir el entredicho. Una comisién com- puesta de diez asambleistas designados por la Junta Central Radical elaboré el pro- yecto de programa clel Partido que serfa discutida en Ja Convencién. Inmediata- mente esa. comisign se dividid en un grupo de mayoria dirigido por Letelier y uno de minoria presidido por Mac-Iver. Seis miem- bros de Ja Comisin apoyaban a Leteliers Jos otros cuatro a Mac-lver. Al presentar la mayoria, su proyecto dle programa y 3] conocerse el de la minoria, sé pudo estable- cer las tendencias que animaban a las dos corrientes de opinién. El debate fue memorable y se mantuvo en el espacio de diez sesiones. Los argumen- tos de Maclver iban en defensa del con- cepto liberal clasico, contra el jacobinismo antirreligioso y contra el socialismo auto- ritario; hacia caudal considerable de ta re- Iajacién de la administracin publica y de la corrupcién general del pais; le parecta indispensable corregir estos males para en- trar después en cuestiones puramente ideo- Iégicas. El punto de Letelier era ampliar el programa del radicalismo con el recono- cimiento de las cuestiones sociales que se ventilaban en el pais para darles una orde- nacién juridica. Los dos proyectos se refun- dieron ¥ gracias ambién a las solidas argue mentaciones de Armando Quezada Acha- ran, la tendencia socialista del Partido wiunfé. En lo que se refiere a ta cuestién social, el programa quedé redactado asi: “La Con- vencién declara que es deber moral, obli- gacidn juridica y obra de previsén polit ca, no abandonar a los desvalidos en la lucha por la vida, especialmente a los po- res que viven del trabajo diario; y que, en consecuencia, se deben dictar aquellas leyes y crear aquellas instituciones, hasta donde se pueda, sin dafio del Derecho, en pie de — con las otras clases sociales: De- clara que es deber de las Municipalidades y det stado prohibir las habitaciones ant higiénicas, especialmente en tas chudadles, y fornentar la construccin de casas salubres para los pobres. Declara que, siendo soli- Garia la salud de todos los habitantes del territorie, en los casos de enfermedades. epidémicas 0 contagiosas, y no estando en mianos del individuo evitarlas cuando so- brevienen, corresponde al Estado para pre- venirlas, crear la policta sanitaria, y, para combatirlas, imponer coercitivamente aque- Has medidas generales de preservacién y profilaxia que la ciencia de la higiene aconseja”. ‘Tal era el programa socialista del radicalismo. Habia correspondido al Partido Dem czata organizar el movimiento de emanci- pacién de las clases populares, al término del siglo XIX. Un grupo de hombres jéve- nes, aliliados en su mayoria al Partido Ra- ical, entre ellos Malaquias Concha, Aveli- no Contardo, Artemio Gutiérrez, Angel Guarello, Antonio Poupin, Juan Allende y otros més, concibieron la’ idea de formar un centro de opinién que atrajese a los cobreros, a los artesanos, al proletariado en general, para conseguir su redencién eco- némica ¢ intelectual en atencién a que ¢) Partido Radical se mostraba reacio a acoger tal idea. Este movimiento dio origen a ese Partido, que nacié a la vida politica el 20 de noviembre de 1887. La orientacién de esa entidad politica era enteramente Jaica, participaba de un espiritu de acentuado anticlericalismo, por Jo cual en su programa se encontraban des- puntes sectarios, muy semejantes en esta ideologia, a los principios radicales, de \os cuales el Partido Democratico era heredero como rama desprendida del viejo radicalis- mo, que hasta entonces habia hecho primar la cuestién politica y teoldgica sobre la re- forma social. No fueron ajenas a los demd- cratas aquellas ideas. En la Convencidn del 14 de julio de 1889, se aprobé el programa del nuevo Partido, donde s¢ encuentran reflejadas sus aspiraciones reformistas. Las principales eran: “12 Que Ja salvacién de las institu- ciones_republicanas debe buscarse en la participacion real y efectiva del pueblo en les comicios electorales y en la energia y virilidad con que se sepa rechazar el abuso que se hace de Ja fuerza publica para arre- batarle su derecho de soberanta; 2° Que la ley de elecciones debe garantir al pueblo el ejercicio legitimo del derecho de sufra- gio, atribuyendo a los ciudadanos inscritos por cada circunscripcién electoral el nom- bramiento de las comisiones inscritas y es- cruradoras. La base cle los mayores contri- buyentes, que es el privilegio a favor de Ios nvis ricos, es odiosa a la democracia y contraviene la Gonstitucion del Estado; 3° Que Ja descentralizacién administrativa es ANALES DE LA UNIVERSIDAD DE CHILE, un obsticulo al desarrollo de las fuerzas productivas nacionales, personales, sociales, politicas y econémicas del pais; y que debe confiarse a los cepartamentos la adminis- tracién de sus intereses colectivos; 4° Que Ja legislatura actual es impotente para solu- cionar a cuestidn social y que las medidas que se proponen llevar a cabo son inefica- ces y opuestas a los intereses dle la gran mayorfa del pais; 5 Que la pronta conver- sin del papel moneda y el restablecimien- to de fa circulacidn metdlica se obtienen unicamente alzando “paulatinamente” los derechos de Aduana sobre todas las merca- derfas extranjeras a un minimum de cien- to por ciento de su valor, y bajandolos so- bre la materia prima hasta liberarla por completo; 6? Que el bienestar del pueblo no se consigue favoreciendo 1a internacién de mercaderfas «le gran consumo, sino por el contrario entrabando su importacién, a fin de que el pais pueda producirlas por si mismo, creando ast nuevas fuentes de rique- za para la nacién y de bienestar para el obrero; 7° Que el mejoramiento de la con- dicién del pueblo y de la gran masa de consumidores se consigue suprimiendo las contribuciones sobre los articulos de a mentacién y sobre el ejercicio de las artes ¢ industrias que, ademas de enervar el des- arrollo fisico de la nacién y secar sus fuen- tes de riqueza, son mas onerosas que lus que pesan sobre el vestido; 8? Que In crea- cién de manufacturas es particularmente benéfica a los agricultores por la gran can- tidad de materias primas que requieren las fabricas y por 1a inmensa variedad de pro- ductos altinenticios que consume Ia pobla- ién manufacturera, sin contar la répida acumulacién de capitales y la baratura de las maquinarias y herramientas agricolas; 9° Que la inmigracién extranjera envuelve un grave peligro para la Repiblica, por- que, sobre ser reclutacla entre las infimas capas sociales de la vieja Europa con todos los males y vicios de naciones ya gastadas, produce el desplazamiento y la consiguien- te emigracién de los obreros y artesanos chilenos, que por su capacidad y comple- xién constituyen las [uerzas productoras del pais; 10. Que los fraudes electorales, los escamoteus dle votos y falsificaciones de es- crutinios constituyen el mas grave de los delitos, como que atentan a Ta soberania nacional, y por Jo tanto seran reprimidos con vigor en uso del derecho de defensa que acuerdan la Constitucién y las leyes de la Republica; 11. Que la emancipacin so- cial y econémiica es inseparable de la eman- La EvatuciGn POLITICA, ECONOMICA Y SOCIAL px CHILE a cipacién politica, por consiguiente, Jos obreros, artesanos, empleados y proletarios, y en general todos Jos hombres que viven de su propio trabajo, que desean mejorar de condicién, alcanzar el bienestar de su familia y hacer practica la igualdad de de- sechos que establece Ja Constitucién sienen el deber de ejercitar su soberania so pena de abdicar de su personalidad, renegar de la libertad y someterse a la esclavitud y ser- vidurabre de los més audaces o de od me- nos escrupulosos; 12. Que los poderes pi- blicos son delegatorios de una parte de la soberania del pueblo y estin sometidos en su gjetcicio a la superior voluntad de tx nacién; la autoridad delegada debe ejexci- tarse com arregio a la Constitucién y a las eyes y todo acto que salga de Ia esfera de su mandato conspira contra la soberania nacional, es acto de sedicién y debe ser re- primido con severidad; $8. Que la honrada administracién de los caudlales de la nacién y una severa fiscalizacion de las inversiones de fondos gue vote la ley, son conlicién indispensable de la prospetidad financiera y econdmica del pais: por tanto, el Partido prselam ls honrader adiministrativa como ja mas alta de sus aspiraciones y como el medio de romper definitivamente con este politica de negociadlas y de manejos inde- corosos”. Casi se confuncten en tos postulados del Partido Demécrata tas aspiraciones politi- cas con las sociales; y aun, puede decitse, que las primeras dominan sobre las segun. as. Elo nos demuestra hasta qué punto ef sentido politico predominaba sobre el so- cial, y hacia casi impracticable el adveni- miento de la reforma social, en un ambien- te individualista, Esos principios cristalizan mucho més tarde en forma concreta. En el “Programa de la Democracia® aparecido en 1894 y del que fuera autor Malaquias Concha, el verdadero mentor del Partido, se encuentra yn especificamente considera. da la cuestion social. He aqui algunos de sus principales articulos. Dice el 19: “El Partido Democrdtico tiene por objeto la emancipacién politica, sacial y econdmica del pueblo”. E} 18: “La educacién univer- sal como un medio ce Megar al sufragio universal”. E119: “La instruccién dada por el Estado debe sev gratuita y laica, Es obli- gatoria la instruceién primaria”. Art. 21: *Igualdad civil educacional del hombre y de la mujer” La acentuacién de criterio social se con- sagra en los articulos que siguen. En el 22 se dice: “Organizacidn por a Estado de la asistencia publica en favor de los enfermos, ancianos, ¢ invilides del trabajo”. En el 23: “EL Estado debe subvencionar a las asocia- ciones de obreros que tengan por objeto eb ahorro y el socorro mutuo, como el meitio mAs practico de procurar el bienestar, edu- cacion del pueblo y de ejercitar 1a benel cencia”, El 24: “La situacién de} inquili- naje en los campos y de los arrendatarios de pisos en las ciudades debe ser mejorada en el sentido de asegurarles la posesion del hogar durante periodos fijos que no baj: rdn de diez afios, 0 de adquisicién del mis- mo por amortizaciones a largo plazo. En general, no debe permitirse fa formacién de barrios construidos sobte suelos ajenos. La manera como se hace el trabajo indus- trial, las aglomeraciones de obreros que provocart los peligros y Tas causas de ins fubridad de los talleres, las huelgas y las ctisis industriales, el agiotaje, los fraudes comerciales, etc., reclaman y justifican un orden nuevo de reglamentacién y una in- rervencién més activa del Estado por via de legislacién, de inspeccidn y de represién. E} Estado, y en subsidio el Municipio, de- ben proveer a estas necesidades sociales, si queremos alejar el peligro de perturbacio- nes nacidas de fa rhiseria. "En tas grandes capitales, sobre todo, eb contraste entre la opulencia y la miseria se presenta con los caracteres mas hirien. tes: al lado de las mas grandes fortunas, el cuadro desgarrador de fa mas extrema ti seria. Diariamente, ta crema de los ociosos muestra todas los refinarientos de un lujo desordenado los, ojos de una multitud de obretos que no tienen para subsistir mis que un salario a veces insuficiente. De aki que las pasiones hostiles al orden actual de Ia sociedad sean mas violentas y se esparzan. con mayor rapidez. Es menester, entonces, venir en ayuda de los necesitades y de los oprimidos para hacerles su parte de bienes- tar en el banquete econdmico, no como una Timosna, sino como un suplemento de ju: ticia social. El mejoramiento de la situacion econédmica del pueblo es la condicién in- dispensable de la igualdad social y de la libertad politica que proclama la Democra- cia. En Chile, la Independencia rompié tas cadenas del esclavo, pero hecho éste sobe- rano en el orden politico, no se le crearon condiciones de vida propiat y potmanesiO, pues, esclavo en el orden econémico. Con esta diferencia en contra: el esclavo anti- guo era bien mantenido por el amo cuyo interés consistia en conservar intacta la fuerza muscular de su siervo; el proletario moderno goza de la libertad de morir de hambre el «ia que no halle trabajo”. En el predmbulo de aquel programa se habfa afirmado ademés que “Ia democracia v0 reconoce jerarquias ni privilegios y que Hama a todos sin dlistincién a participar en los negocios piiblicos”. “Entendida la poli- tica como tal, como la practican los parti- dos histéricos, esto es, como un simple co- mercio de carne blanca —decla~ en-el cual venden su soberania y el derecho de ser explotados y esclavizados, evidentemente ¢s odiosa y detestable. Pero cuando se trata de la politica social que dice relacién al nivelarbiento y prosperidad de tos trabajar dores, entonces los gremios y corporaciones tienen el deber imperioso de tomar parte en las elecciones, como el inico medio de aleanzar Ia emancipacién de los asociados. EI Partido Demécrata, levantando como bandera Ias cuestiones sociales y econdmi- cas que mis vivamente interesan a los agri- cultores, industriales, comerciantes y obre- ros, ha venido a crear una “politica nueva, de la cual no pueden desentenderse los hombres de trabajo, sin abdicar su sobera- nia, sus anhelos de libertad y la emancipa- cidn social a que aspiran”. Habia correspondido al Partido Demé- crata ser el verdadero organizador de las masas obreras, el que lesperté en ellas, por primera ver, la conciencia de clases y ser el precursor de Jas leyes sociales. Su labor po- itica y social en el Congreso reconoce dos etapas bien marcidas, que son las épocas de oro de ese Partido. Durante los afios 1906 y 1909 desenvuelve todo el contenido ideoligico de su programa, y lo yuelca en proyectos de leyes que, por desgracia, no alcanzaron a prosperar, Desde su funda- cidn, libra batallas por la Ley de Instruc- cin’ Primaria Obligatoria, que sdlo se ob- tiene en 1920, Pide en la Camara de Dipu- tados la reforma de la Ley de Elecciones, a base de Juntas Inscriptoras elegidas popu- larmenté, para constituir el Poder Electo- val. Quiere excluir en Ja formacién de los Registros Electorales a los mayores cont buyentes y a los empleados publicos. Pro- pone ua proyecto de ley para reprimir el cohecho. Apoya la clausura del debate, que antes condenara en defensa de las minorias. Son éstas sus principales iniciativas poli- ticas, De mayor trascendencia, fueron las socia- les, En 1906, habia presentado a la Cémara de Diputados un estudio, para que fuese convertido en ley, por el cual creaba el Mi- nisterio del ‘Trabajo, organismo al que ANALES E LA Universiwap ve Caine correspondia velar por las condiciones en que se clesenvolvia en las clases proletarias, en las fabricas, en los talleres y en las fae- nas campesinas; quedaba encargado de es- tablecer las medidas para obtener el salario mminimo y consicions® el trabajo de tos me nores y de las mujeres. Presenté a la consi- deracién «le esa misma Cémara proyectos para ctear e} Seguro Obrero, 1a Ley de Accidentes del Trabajo, la de Sindicatos de Obreros y las que organizaban dos nue- vos Ministerios, el de Higiene y el de Agri cultura. En 1909, prosigue su obra. Obtiene me- didas en favor de ja clase proletaria, bene- ficios individuales y ayuda para los gre- mios, sociedades y focalidades necesitadas. Extiende entre los wabajadores Ja concien- cia de clase, Propicia la creacién de institu- tos técnicos, Aboga por Ia colonizacién de Jas tierras del sur con elementos nacionales, a fin de hacerlos propietarios, y difunde el principio de que sélo el trabajo de los sue- los es el Unico titulo legitimo de propie- dad, Propicia la ayuda por el Estado a los asalariados. E18 de noviembre de 1918, suscribia el Partido un pacto con el Radical, por el cual se proponfan ambos una tarea comtin en e] Parlamento destinada: “a) procatay a estabilidad del valor de la moneda; 6) legislacién social, comprendiendo en esta denominacién las leyes que reglamentan el trabajo, los accidentes de éste, jornada de ocho horas, trabajo de los nifios y de las mujeres, seguridad en jos talleres, leyes de “colonizacién, crédito popular, ‘seguro obrero, etc.; ¢) instruccién primaria gratui- ta, laica y obligatoria; consultaba, desde luego, un’ plan de edificacién escolar; d) proteccién a la Marina Mercante Nacio- nal; ¢) establecimiento de contribuciones sobre ‘herencia, donaciones, y en general, sobre la renta; f) propender al abarata- miento de os artictilos de primera neces dad, y g) remuneracién de las funciones legislativas”. En Ja Convencién el 18 de diciembre de 1921, se dectaré “que el Partido Demé- crata no era individualista, sino colectivis- ta, y no era revolucionarie, sino reformis- ta”. En ese momento su obra comenzaba 1 decaer y su prestigio moral se encontraba muy quebrantade. No habia sabido con- servar una Inea politica. Partido de orden, le correspondi6, sin acudir a Ja demagogia, dar vida a ja inicial etapa del movimiento social obrero en los primeros afios de su fundacién. Estuvo en sus manos la orga- LA EVOLUGION POLITICA, ECONOMICA Y SOCIAL DE CHILE 61 nizacién sindical de éstos. Pero se fue des- componiendo a medida que sus jefes deja- ban la doctrina y servian causas ajenas a la colectividad. Perdis su representacién par- lamentaria en calidad moral ¢ intelectual. Se adhirié a casi todas los gobiernos, y la masa se le fue alejando a medida que bus- caba més la satisfaccién de los apetitos de correligionarios sin antecedentes y dejaba relegadas las aspiraciones obreras. El Parti- do Comunista agruparia a esos escépticos. ‘Los Liberales, encastillados en su indi- vidualismo, negaban Ia existencia de wna cuestién social. Dentro del liberalismo, sin embargo, los hombres que habian seguido de cerca la evolucién de esa doctrina y que en virtud de hechos reales se daban cuenta cie las transformaciones introducidas por el socialismo marxista en la mentalidad de las clases trabajadoras, se fueron alejando del individualismo exagerado para contempo- rizar con las nuevas tendencias que aflor: ban en Chile con una rara persistencia. Las manilestaciones de vida de aquellas ten- dencias eran las huelgas originadas en la peticién de satisfacciones legitimas. Desde 1903 hasta 1910, se habfan sucedido ininte- rrumpidamente, y ocasionaban a las indus- trias, al comercio y al Estado, la pérdida de fuertes capitales. Dentro del Partido Liberal, y con no po- ca alarma de sus correligionarios, el Dipu- tado Manuel Rivas Vicuiia, politico distin- guidisimo y de una gran flexibilidad, pre- senté a la Camara, en 1910, un proyecto de Jey por el cual se establecian los Comi- tés Permanentes cle Trabajo, en las fabricas ¢ industrias con mis de 150 obreros. Estos comités debfan velar por la armonia entre el trabajo y el capital. A las Municipalida- des corresponderfa imponer el cumplimien- to de sus disposiciones. El proyecto de Ri- vas Vicusia creaba las juntas de conciliacién, para solucionar cada conflicto; si se fraca- saba en este terreno debia irse al arbitraje. Un representante de los obreros, otro de la fabrica o industria y el juez mas antiguo del departamento, integrarian el tribunal. ‘No prospeté el proyecto; pero por haber nacido de vn liberal, la idea fue una nove- dad en aquellos momentos, Siete afios mas tarde, en 1917, otro liberal de un tempera- mento tan ecléctico y de una sensibilidad tan aguda como la de Rivas Vicufia, Elio- doro Yafiez, estadista de primera fila, daba forma oficial al pensamiento de Rivas Vi- cufia. Yaiiez era entonces Ministro del Inte- rior del Presidente Sanfuentes. Las huelgas arreciaban por el malestar derivado de la situacién econémica, El Hamado “Decreto Yafiez” pretendié poner término a las agi taciones obreras dentro de una férmula legal. En las controversias de patrones y asa lariados, cuando éstas tuvieran un caracter colectivo, debia el Intendente o Goberna- dor respectivo, invitar a los contrincantes para proceder a nombrar una junta, la que se abocarfa el conocimiento de la causa del conflicto, y Viegar a wna solucién amistosa. Al no haber acuerdo, en esta instancia, en- traba a considerar la discrepancia un Tri- bunal Arbitral, que fallaba sin ulterior recurso. No obstante, si atin asi no habia acuerdo, los antecedentes pasaban a la jus- ticia del crimen, Era éste un paso en el resguarda cle los intereses obreros dado por el Tiberalismo. Debe recordarse que antes del “Decreto Yafiez”, en 1915, los Senado- res Conservadores elaboraron un proyecto general de Legislacién del Trabajo, en el que se establecia la conciliacién obligatoria y el arbitraje facultativo, del cual el Con- Breso no se preocupd. Estaba concebido dentro de un ctiterio marcadamente indi- vidualista. Para los nacionales, el problema social no existia; para los balmacedistas, el hecho de su existencia o no, les eva indiferente. Eran otras, de un orden prdctico electoral y bancatio las preocupaciones de estos gru- pos. Para el liberalismo democratico o bal- macedista, el asalto de la administracion publica era Jo esencial, para pagar servicios electorales y mantener una nutrida clien- tela. Las huelgas surgieron casi al término de la administracién Balmaceca. Los gobier- nos del régimen parlsmentario enfrenta- ronse con estas manifestaciones de los tra- bajadores. Balmaceda hubo de contener la huelga de los fleteros de Valparaiso, que adquirié serios caracteres. Jorge Montt, la de los obreros de Tarapact de Antofa- gasta, Federico Errdzuriz, la de Talcahua- no, German Riesco, las revolucionarias de 1908 y de 1905, en Valparaiso y Santiago, cuando el pueblo pidié mejor salario y ca ne barata, Pedro Montt en 1907 debié atender militarmente Jos desbordes en las zonas Salitreras. Ramén Barros Luco, las de ese punto, las de Santiago y las de Valpa- rafso, Juan Luis Sanfuentes se vio acosado por la protesta de los obreros, declaratlos en hwelga en las pampas de} caliche, en Valparaiso, Santiago, Concepcién, Lota, Coronel y Magallanes. El borrascoso go- bierno de Alessandri fue un semillero in- acabable de huelgas. Disputaban, mano a mano, los obreros y el poder en una sincera aspiracién de arreglos. Cada quinquenio de los presidentes nom- brados no dejé de tener una y hasta diez 0 més huelgas, Era evidente que algo fallab: Y las pretensiones de los obreros entrafia- ban peticiones justas, inspiradas en un principio de elemental humanidad. Segin Jas onas en que estallaban estas violentas rebeliones en nombre de la justicia social, pueden clasificarse las aspiraciones de las, Gases trabajadoras. La Oficina del Trabajo tomaba nota en 1908, de 29 huelgas ocurridas en_el pais, de las cuales, L1 se efectuaron en Santiago, 3 en Antofagasta, 3 en Concepcion, 3 en ta Zona carbonifera de Lota y Coronel, co- rrespondiendo las otras a diversas localida- des. Los origenes de esas huelgas, 0 los mo- tivos que las ocasionaron, son faciles de encasillarlos en un cuadro. Por entrega de las imposiciones del ahorro, 2; cuestiones reglamentarias, 3; solidaridad obrera, #; forma del Contrato del Trabajo, 1; aumen- to de salario, 11; asuntos relativos al perso- nal, 4; y causas desconocidas, 4. Los obre- ros comprometidos en estos’ movimientos han sido calculados en ‘200,000. En 10 casos, el resultado de las huelgas fue contrario a Jos obreros; en 5 se Hegé a una transaccién; en 5 obtuvieron lo que solicitaban, y en los demas, no se supo del resultado... Pero, en general, se las puede resumir. Por ejem- plo: mejor salario, para contrarrestar las oscilaciones del cambio y de la disminu- cién del poder adquisitivo de la moneda. ‘Término del sistema de las pulperias, don- de el obrero era saqueado en sus haberes, practicamente, sin poder disponer jamas de su dinero para invertirlo libremente. Casas higiénicas de habitacién, especialmente en el norte. Estas eran de calamina, ardientes hasta hacer imposible la vida en el dfa, y frias en la noche, cuando la temperatura des- ciende a bajos grados. Consecuencia: la tuberculosis en las familias de los traba- jaclores. Medios de proteccién al trabajo en Tarapacd, Antofagasta, Lota y Coronel para evitar accidentes y enfermedades mor- tales. Declaracién de zonas secas, donde fuesen mayores las afluencias de brazos, Proteccién a la mujer embarazada, Seguro por accidentes del trabajo. Establecimiento de escuelas primarias. Limitacién del peso de los sacos de salitre y de otros envases agricolas, Prohibicidn del trabajo nocturno. ANALES DE LA UNIVERSIDAD DE CHILE, Determinada jornada de faenas, Pago del trabajo extraordinario. Pensién de vejez. Atencién médica gratuita. Establecimiento de casas de deportes. Policlinicas. Fomen- to del ahorro obligatorio, Aceptacién de las sociedades obreras, de Jos sindicatos y de las corporaciones mutualistas. Ley de Instruccién Primaria Obligatoria, gratuita {sca Greacién de un Ministerio del Tra ajo y otro de Higiene, Proteccién a las Escuelas Nocturnas para Obreros La iniciativa privada individual habiase preocupado de estimular estas reformas, y ambién e} Partido Demécrata. En el Con- servador, muchas fueron estudiadas con un criterio social y concretadas mas tarde en proyectos dle leyes que no merecieron en ‘el Congreso ser discutidos, Entre los jéve- nes universitarios, la consideracién de la cuestidn social les inquietd. Alessandri fue el primero en hacer caudal de ella, Para obtener su titulo de Licenciado en’ Leyes de la Universidad de Chile, escribié una memoria sobre el tema de Jas habitaciones para obreros. Era la suya la opinién de un liberal que reconocia, aceptaba e impulsa- ba, la intervencjén del Estado en una ma- teria que afectaba al pueblo, moral y fisi- camente, Juan Enrique Concha, futuro Mder consérvador que tuvo una concepcién clarisima de la cuestién social dentro del Partido Conservador en desacuerdo con la de sus correligionarios concibié, en 1899, como tema de su tesis para graduarse de abogaclo, uno que desarrollaba con el titu- lo de “Cuestiones Obreras”. Se sostiene alli la conveniencia de modificar el Cédigo para dictar leyes que estimulen y protejan las asociaciones obreras y que obliguen a las indemnizaciones por los accidentes del tra- bajo. Aboga por dar al Cédigo un carécter menos individualista en este sentido. En 1904, Javier Diaz Lira, con el mismo propé- sito de los dos estudiantes antes nombra- dos, public sus “Observaciones sobre la cuestidn social en Chile”, y en 1906 le sigue Jorge Errazuriz Tagle con su memoria de prueba intitulada “El desarrollo histérico de nuestra cuestin social”. Un afio des- puts, 1907, Eduardo Fontecilla publicaba otra tesis sobre el mismo asunto con el titulo “La reforma legislativa y politica nuestra cuestién social”. En 1908, Luis Gai- dames hacfa un estudio bastante completo de “Los movirnientos obreros en Chile”. El ambiente, sobre un problema verdadera- mente efectiyo, se cred en la Universidad de Chile, pero, por clesgracia, no rebasé de as aulas, aunque los estudiantes siguieron

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