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EL DÍCLIRÍO SENSITIVO DE REFERENCIA *

Wolfgang KRETSCHMER

En 1918 publicó Ernst Kretschmer su primer libro: El delirio


sensílivo de referencia. El esquema sobre esta forma dc] delirio se
publicó también en 1922, en Psicología médica, en su capítulo
«Reacciones de la personalidad» y bajo el título de «Desarrollos
sensitivos», mostrando numerosos ejemplos clínicos. Yo mismo.
en la 13." edición de esta obra, he coordinado conceptualmente
todos los términos relacionados con el delirio sensitivo dentro de
la doctrina psiquiátrica sobre el carácter. intentando sistematizar-
los con precisión.
El presente libro abarca mucho más que la mera descripción y
origen psicológico de un tipo concreto de delirio. Sus bases están
formadas por lo que entonces constituyó la primera caracterología
psiquiátrica diferenciada desde distintos niveles de estudio. y que
era también aplicable a la psicología normal. No es ninguna casua-
lidad que E. Kretschmer extendiese tan ampliamente su doctrina
psicológica del delirio. Si se considera posible la interpretación psi-
cológica de algunos tipos de delirios -es decir. si éstos no se produ-
cen exclusivamente por procesos patológicos autónomos- entonces
tendrían que relacionarse de alguna manera con la estructura de la
personalidad, que a su vez estaría íntimamente entretejida con la his-
toria biográtìca. A partir de ello, se plantea la pregunta de qué tipo
de estructura de la personalidad podría predisponer al delirio.
Desde luego y provisionalmente, no podía encontrarse respuesta

* Ed. orìg.: KRETSCHMER. W.: Der scnsitivc Bczifihungswahn. en: KASCH-


KA. W. P. y LUNGERSHAUSEN. E. (cd.): Par-anoide Sròrungen. Berlina Heidel-
berg: Springer-Verlag 1992. pp. 35-39.

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alguna respecto a las vivencias más graves del delirio, tales como
I

las de amenaza, persecución, pérdida, representaciones anormales,


y las interrelaciones mágicas con el mundo. porque en estos casos
domina una quiebra total de la personalidad. Más fáciles de enten-
der son las interpretaciones anormales, más próximas a experien-
cias cotidianas y, por ello, más fácilmente comprensibles. Esto se
presenta en el ámbito dc la paranoia. Las experiencias humanas
fundamentales a las que se aproximarían estas formas principales
del delirio serían los agravios derivados de la injusticia o la derro-
ta y la vivencia de superioridad (querulantes, inventores y profe-
tas). Kraepelin mismo postuló la derivación psicológica del delirio
querulante. La observación clinica, sin embargo, no hubiera con-
ducido a nada si no hubiera abordado Kretschmer como punto de
partida del delirio esa especial experiencia cotidiana, producida
por la propia inseguridad moral. que produce en primer lugar la
vivencia de ser observado y después, como referencia negativa, la
de ser menospreciado. Este desarrollo se va presentando en todas
las gradaciones, desde una incomodidad general hasta llegar a la
certeza incorregible de sentirse rechazado. Todo ello aparece pri-
meramente sin aspecto delirante, muchas veces en una zona mar-
ginal de la anormalidad psíquica, especialmente en estados depre-
sivos, esquizoides y neuróticos, de lo que Kretschmer se ocupó
entonces en profundidad. Continuamente aparece aquí la represen-
tación de insuficiencia moral y de degradación social que se pre-
senta especialmente tras desengaños, burlas, humillaciones y fra-
casos en la consecución de metas importantes. Cuando no se puede
tolerar más la carga del fracaso - y esto es ya interpretación psi-
cológica se atribuye a otra u otras personas la propia culpa. Apa-
rece así la idea patológica «están contra mí». De esta forma, el
sujeto fracasado o insuficiente se descarga moralmente aunque al
precio, eso sí, de un aislamiento atormentador.
Efectivamente, no todo el mundo responde al fracaso de las
relaciones interpersonal es con trastornos de referencia, o incluso
con un delirio de referencia. Por ello, debe evidenciarse qué tipo
de estructura de la personalidad y qué tipo de inclinación reactiva
propician la respuesta sensitiva. Para formulario, Kretschmer pre-
sentó inicialmente el sencillo esquema reflejo de «estímulo-reac-
ción», lo cual es correcto siempre que no se pretenda incluir en él
más de lo que expresa. Bajo este punto de vista, la persona sensi-

IO
viva tiende a no descubrir exteriormente sus vivencias, especial-
mente las lesivas, sino por el contrario, a «mantenerlas››. No se
descarga rápidamente, por lo tanto, mediante la expresión emocio-
nal y la participación de otras personas, sino que <<retiene›› los estí-
mulos. como se denomina en el lenguaje fisiológico. Ello signifi-
ca que ha de seguir ocupándose de las vivencias hasta que éstas se
ir activen o, por el contrario, aumenten hasta atormentarle.
A este par inicial de «inhibición-liberación››, añadió Kretsch-
mer en el nivel superior el par «sensitivo-expansivo››, es decir,
«sensible y contenido» o «activo y agresivo». Aquí el acento recae
más en la forma de la actividad que en la elaboración interna de la
vivencia. Y mientras que el sensitivo no permite sin más que su vida
interior confluya por el cauce de la actividad, el expansivo se encuen-
tra permanentemente bajo la necesidad de hacerlo. La elección de
los términos para esta contraposición no es afortunada, pues «sen-
sitivo›› expresa principalmente el aspecto vivencia subjetivo,
mientras que <<expansivo››, más bien lo práctico y objetivo. En su
significación conceptual, sin embargo, se allanan las irregularidades,
porque el sensitivo, ante las agresiones a su autoafirmación esténica
se expresa asténicamcnte (es decir, blandamente), en cambio. el
«expansivo», bajo su autosensibilidad asténica, se expresa de forma
«esténica›› (es decir, enérgicamente). Por ello el sensitivo se com-
porta más bien de forma tímida, cohibida, precavida, y a lu vez
consecuente respecto ex la finalidad de justificarse, el expansivo en
cambio, se manifiesta activo, autoafirmándose y sintiéndose siem-
pre amenazado a causa de su inmoderado orgullo.
Con el par contrapuesto de esténico-asténico queda perfecta-
mente claro el estado de la voluntad y cobran vida los tipos. Kretsch-
mer reconoce que los tipos psicológicos no pueden derivarse de
forma lineal. sino siempre a partir de sus caracteristicas polares.
El carácter expansivo desarrollará predominan temerte una
neurosis combativa, un delirio querulante o de persecución. o un
delirio de profeta, el sensitivo. en cambio, desarrollará más bien
una neurosis de referencia o un delirio de referencia. Kretschmer
se lo presenta de la siguiente manera: el carácter sensitivo sufre
una vergonzosa vivencia clave, por ejemplo un fracaso erótico o
una humillación profesional, que el sujeto rechaza internamente
pero con el que no puede conformarse. Esta confrontación aumen-
ta hasta llegar a una crisis en la cual los torturantes autorreproches

1l
1 I
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se transforman en el delirio de ser moralmente despreciado por los


demás. No puede precisarse exactamente el momento ni e l curso
de esta <<inversión››. Solamente conocemos su situación anal y su
resultado. como en todas las formaciones delirantes. Resulta ocio-
so inquirir la causa de esa transformación, pues pueden presentarse
argumentos, tanto orgánicos como psicológicos, sin llegar a decir
nada definitivo. l

El delirio sensitivo de referencia es un síndrome. no una unidad


nosológica. Efectivamente, si comparamos estos cuadros paranoi-
des, desde la base de la caracterología descrita, con los demás gru- I

pos constitucionales que describimos posteriormente y que son añ-


nes a las psicosis endógenas. quedará claro que estos grupos ni son
idénticos ni derivan uno de otro. Los métodos de clasificación son
también completamente distintos. Kretschmer analiza las formas
paranoicas, que incluyen las enfermedades obsesivas, con la ayuda
de esquemas caracterológicos constituidos a partir de pares de con-
ceptos antagónicos, que construye intuitivamente, mientras que los
tipos constitucionales y sus tendencias hacia determinadas formas
de enfermar cristalizan mediante la conjunción de medidas esta-
dísticamente comprobadas y descripciones clínicas en el ámbito
corporal y psíquico. Desde luego, en las descripciones puras pode-
mos encontrar superposiciones entre el carácter sensitivo y el
esquizoide sensible, o bien entre el carácter expansivo y el ciclotí-
mico enérgico. Pero no encontraremos más coincidencias. Por ello,
Kretschmer nunca intentó unificar forzadamente ambas tipologías
para ordenarlas en un mismo sistema. El tipo constitucional está
más profundamente arraigado pues comprende también el funda-
mento biológico. En este sentido, por lo tanto, Kretschmer avanzó
más. Sin embargo, desde el punto de vista puramente psicopatoló-
gico, su doctrina de la paranoia, y especialmente del delirio sensi-
tivo de referencia. ha mantenido totalmente su valor.
Esta doctrina proporciona además un amplio abordaje psicoló-
gico para un conjunto de enfermedades que -como el mismo
Kretschmer subrayó- suele situarse entre las neurosis y las psico-
sis, a estas enfermedades, Kretschmer se dedicó especialmente. El
hecho de que este abordaje se realizara al comienzo sólo median-
te principios formales tiene la ventaja de que el contenido, es decir,
los motivos que promueven c l desarrollo del carácter sensitivo
hacia el delirio, no se encuentran predefinidos, sino que han de ser

12
identificados en cada caso. Este proceder es tanto más notable en
cuanto que a Kretschmer le hubiera sido muy fácil identificarse
con lo s psicoanalistas, que tal vez le hubieran llevado rápida y
triunfalmente hacia determinados motivos y sus interacciones. El
psicoanálisis debe su popularidad precisamente a esas motivacio-
nes. Kretschmer conocía muy bien la literatura psicoanalítica. pero
también, y precisamente por ello, la unilateralidad de sus argu-
mentos psicológicos. Puede afirmarse que el delirio sensitivo de
referencia no habría sido descubierto sin el psicoanálisis, pero lo
que realmente liga a Kretschmer con aquél es meramente el inte-
rés en las necesidades y angustias de la historia vital, así como la
consideración retrospectiva de las transferencias en la juventud
temprana respecto a la situación terapéutica, aunque ambas cues-
tiones solamente en sentido general.
La psicología de Kretschmer, en tanto que trabaja desde las
concepciones básicas de la fisiología en términos de conducción
de impulsos y de su intensidad (esténica), es humanamente neutral.
Sin embargo, cuando se aproxima comprensivamente a los síndro-
mes patológicos, se manifiesta su peculiar concepción psicológi-
co-antropológica. «Las reacciones de la personalidad» conforman
«la expresión más pura y neta del conjunto de la individualidad»
(1971). Esta, sin embargo. solamente puede determinarse si se
consideran la autoconciencia, la autoestima, la autoafirrnación y la
capacidad ética del sujeto, y no solamente fuerzas o mecanismos
instintivos. La cuestión es el cómo «ha participado la personalidad
completa consciente e intensiva», con lo cual Kretschmer, aunque
no lo diga expresamente. se reñere al hombre como ser humano
responsable, valorativo y perseverante. También quiere decirse
con ello que no puede comprenderse el origen de un delirio si no
se llega a este plano personal. En el sensitivo, predomina una sen-
sibilidad ética muy fina, con la cual valora su supuesta culpa, y la
sobrevalora debido a la inseguridad de su propio valor. También el
expansivo se siente más o menos infravalorado e intenta compen-
sar esta deficiencia con actividades persistentes. La insuficiencia
humana se hace patógena primeramente en el nivel de los valores.
La lucha por el propio valor es, por lo tanto, para Kretschmer,
el motivo fundamental en su doctrina sobre la paranoia. Por tratar-
se del motivo humano por antonomasia, se encuentra detrás de
todas las demás motivaciones concretas que han sido consideradas

13
en psicología. En el delirio sensitivo dc referencia se encuentra con
frecuencia como motivación principal la represión de lu culpa
sexual y también la pérdida de autoestima si causa de una humilla-
ción O de un rendimiento profesional insuficiente. También pueden
I

actuar de forma conjunta diferentes motivos abrumadores. En la


voluntad de amar. en la voluntad de cumplir, en el esfuerzo por
alcanzar una posición justa. se expresa el deseo general del hom-
bre hacia la consecución del valor y de la autoestima. Todo ello se
sitúa por encima de las necesidades biológicas que Kretschmer
subrayará más tarde.
En tanto que Kretschmer sitúa en el centro a la persona que
busca y persigue los valores, cae en el círculo ideológico de Alfred
Adler, que a su vez se aproxima estrechamente a la filosofía del
valor de William Stern. La «insuficiencia›› no es otra cosa que el
sentimiento de inferioridad, y Kretschmer operó con frecuencia
con los términos de autoestima, resentimiento, sobrecompensación
y afán de notoriedad, es decir, mecanismos adlerianos. El desarro-
llo hacia el paranoico expansivo y sensitivo se interpreta sobre
todo a partir de la psicología individual. Aquí se muestran de la
forma más clara las diferencias respecto al psicoanálisis, que no
integra en su sistema al sujeto activo y que persigue el valor y la
autoestima.
Muy diferente es la situación en la psiquiatría. Junto a otros
autores, Kahn (1929) especialmente, ha atribuido una gran impor-
tancia a la problemática de la autoestima en el origen del delirio.
La <<finalidad›› del delirio ha de reconocerse a partir del «sentido y
significado». Se trata de que «el delirio promueve una ayuda a la
supervivencia, un aumento de la autoestima y siempre es sobrecom-
pensadon›. Sirve también «como seguro y salvación para la propia
autovaloración». De esta forma se presentan «el significado y la fina-
lidad» del delirio.
Por lo que respecta a las circunstancias favorecedoras del deli-
rio sensitivo de referencia, y también del delirio erotómano,
Kretschmer destacó posteriormente la inseguridad y. entre otras, la
debilidad de las necesidades sexuales, lo cual fundamenta él expre-
samente en lo biológico. Por otra parte, no se atreve a decidir hasta
qué punto la represión o inhibición de tan fuertes necesidades
pudiera depender de la educación o la predisposición, aunque tien-
de más bien a aceptar la hipótesis de la disposición constitucional.

14
Las teorías psicogenéticas causales sin más no pueden explicar con
seguridad el carácter sensitivo o expansivo, ni los delirios que se
forman a partir de ellos. Las diversas etapas que aparentemente se
desarrollan de forma lineal se relativizan enormemente en las
int rin ca da s implicaciones psicológicas y en el influjo impenetrable
de las decisiones espirituales del sujeto personal. Nos aproximan a
la interpretación psicogenética. si es que no lo comprueba total-
mente el hecho de que el delirio sensitivo de referencia puede
curarse en muchos casos mediante la conversación terapéutica,
como Kretschmer relató a partir de su propia experiencia.
El delirio sensitivo de referencia como cuadro clinico no es fre-
cuente, tal vez menos frecuente que hace algunos años. La mayor
parte de las veces se presenta como forma de transición dentro de
un desarrollo esquizofrénico. Seguramente las condiciones socia-
les para su aparición e intensificación eran más adecuadas antes
que ahora. En efecto, este grave conflicto ético. que está en primer
plano, sólo puede presentarse dentro de la tensión previa que se
produce entre una moral rígida y. simultáneamente, una educación
dirigida hacia una ética autónoma, en el sentido protestante. Con-
templado de esta manera, el delirio sensitivo de referencia es hijo
de su época. Hoy en día, cuando el pluralismo de las formas de
vida ha alcanzado ya a la ética -por lo que todo está permitido si
no perjudica a los demás-, estos graves y duraderos convictos
éticos sólo pueden presentarse bajo especiales situaciones perso-
nales. A pesar de este cambio de acento. la problemática que encie-
rra el delirio sensitivo de referencia conserva su fundamental
importancia humana. Debemos recalcar que para la interpretación
del origen del delirio, no sólo ha de considerarse esa problemática,
sino que junto a la interpretación comprensiva psicológica, han de
tener su lugar propio las características escalas de medida caracte-
rológicas.

Bibliografía

BERNER P.: Das paranoische Syndrom. Berlina-Heidelbere:


Springer 1965.
KAHN E.: Uber Wahnbildung. Arch. Psychialr. Nervenkn BB
435 (1929).

15
KRETSCHMER E.: Der Sensifive Beziehungmvahn. 4 Aufl. Ber-
lin-Heidelberg-New York: Springer 1966.
KRETSCHMER W.: Der Wahn a s Ausdruck der Lcbcznsgcschich-
te. Psych íatr. Clic. 8: 14 (1975).

16
P1<(›1.oGo DEL TRADUCTOR
A LA PRIMERA EDICIÓN ESPAÑOLA ( 1959)

José SOLÉ SAGARRA

Con la presente obra quedan traducidos al español todos los


libros que, en repetidas ediciones, ha ido publicando E. Kretsch-
mer en su dilatada y fecunda vida científica. Tales libros son:
Constitución y carácter (con dos ediciones españolas), Psicología
médica, Hombres geniales, Delirio sensífivo paranoíde. Histeria,
reflejo e instinto, y Estudios psicoterapéuzicos, además de La per-
sonalidad de los atléticos, escrito en colaboración con Enke y
publicado, en español, en 1942, así como la obrita traducida por
Sacristán en 1927, La histeria, cuyo texto se ha incluido, moder-
nizado, en la más reciente traducción de Histeria, retejo e instin-
ro. Las cuatro primeras obras citadas han sido traducidas por noso-
tros y publicadas por Editorial Labor. De Psicología médica hay
también una antigua traducción española, publicada sin permiso
del autor ni del editor, aparecida en Méjico en 1945.
La ingente obra kretschmeriana -de la cual los libros forman
sólo una parte-, ya clásica en la psiquiatría contemporánea, si es
importante por su cantidad, lo es mucho más aún por su calidad, y
la obra que presentamos hoy al público de habla española tal vez
sea la más estrictamente psiquiátrica, es decir, l a que interesa de
forma más directa al psiquiatra lirico, puesto que los restantes
libros de E. Kretschmer abarcan amplios sectores médico-psicoló-
gicos, que incluso rebasan el quehacer estricto de la Medicina.
No vamos a repetir aquí lo que signiñca la obra de Kretschmer
en la Medicina moderna, especialmente en su faceta neuropsiquiá-
trica, cuyo análisis detallado hemos expuesto en los prólogos
escritos al traducir las distintas obras del citado autor. y de una
manera general en la segunda edición española del libro funda-

17
mental de Kretschmer: Constitución y carácter: Aquí pretendemos
solamente lijar la posición del psiquiatra clínico actual ante el más
discutido, menos aceptado y seguramente menos conocido, fuera
de Alemania. de los innovadores conceptos psiquiátricos formula-
dos por el genial profesor dc Tubinga. que constituyen el lema de
la presente obra.
En nuestra ya dilatada experiencia profesional hemos observa-
do que reina gran confusión conceptual entre muchos psiquiatras
de diversos pases. incluso alemanes, en sus diagnósticos del deli-
rio sensitivo-paranoide, muchos de los cuales no concuerdan con
1

lo que E. Kretschmer entiende como tal en esta su obra maestra


sobre el particular. Limitándonos a los psiquiatras de habla espa- i
1

ñola, hemos podido con frecuencia comprobar tal confusión en las


innumerables manifestaciones cientificas a que hemos asistido.
Salvo contados psiquiatras, que han podido asimilar directamente
en su idioma original el contenido de este libro, los especialistas
españoles e iberoamericanos han tenido que recurrir a trabajos de
segunda mano para conocer lo que E. Kretschmer entiende por Der
sensitíve Beziefzzmgswahnn, cuya traducción literal sería «El deli-
rio sensitivo de relación» o «influencia››, pero que, veles a la tra-
dición psiquiátrica hispana, traducimos por la expresión, ya clási-
ca entre nosotros, de «Delirio sensitivo-paranoide», a fin de no
sembrar más confusión en un capítulo psiquiátrico de por sí muy
complejo, pues se reñere nada menos que a los confines entre los
debatidos conceptos nosológicos de las misteriosas y poco conoci-
das paranoia y esquizofrr-:nia*.
Estos dos hechos. la dificultad intrínseca del tema desarrollado en
esta obra y el no poder leer la obra directamente en alemán, por des-
conocer este idioma, son seguramente las causas principales de la
rareza diagnóstica del delirio sensitivo-paranoide en nuestro medio

* NOTA DEL EDITOR: La evolución de la terminología psiquiátrica en los


años transcurridos desde la primera edición española de esta obra (1959) hasta
la actual (2000) ha llevado a adoptar como título El delirio .s'ensi!tvo de refe-
rencia, traducción literal consolidada hoy en día para referirse en castellano
al cuadro descrito por Kretschmer. Esta actualización del término cuenta con
la aprobación dc José Solé S agarra. a quien la psiquiatría española debe, entre
l

otras cosas, la traducción y difusión de los principales libros de Kretschmcr.


y al cual la Fundación Archivos de Neurobiología agradece muy especial-
mente c l apoyo y las facilidades para la recuperación de esta obra.

18
psiquiátrico y de los frecuentes errores que, a nuestro parecer, entra-
ñan tales diagnósticos cuando se aplican a enfermos arbitrariamente
considerados como delirantes sensitivo-paranoides, y que con fre-
cuencia se apartan radicalmente de los que Kretschmer describe en
esta obra en su forma nítida, plástica y poli dimensional.
Más de una vez nos hemos preguntado, ante estos errores diag-
nós tico s, si exi ste n verdaderamente en nuestro país los enfermos
sensitivo-paranoides a que se refiere Kretschmer. A este respecto,
tenemos en nuestro cochero clínico unos casos, pocos, que pueden
asimilarse perfectamente a los que figuran en los diversos capítu-
los de la presente obra. Estamos seguros de que otros psiquiatras
españoles e iberoamericanos tienen la misma convicción. y espe-
ramos que esta obra constituya un valioso auxiliar para sentar
correctamente el citado diagnóstico. Éste ha sido uno de los móvi-
les que nos han impulsado a traducir el presente libro, con el cual
queda vertida al español toda la obra kretschmeriana. Damos las
más expresivas gracias a la Editorial Labor, que nos ha secundado
resueltamente en nuestro empeño de que no quedase obra alguna
de Kretschmer sin traducir a nuestro idioma, empresa que corona-
mos hoy con la satisfacción del deber cumplido, fieles a la prome-
sa que hicimos, ya hace años, al autor de esta obra, admirado
maestro y amigo.

19
1

I
l
I

.
PRÓLOGO A LA TERCERA EDICION (1949)

Ernst KRETSCHMER

En la presente edición se ha introducido un nuevo capítulo, el


IO. en el cual estudiamos el problema de las estructuras ìnstintivo-
sensitivas de los enfermos sensitivo-paranoides, partiendo de
nuestras investigaciones acerca del desarrollo constitucional ins-
tintivo de las neurosis. Resaltan aquí especialmente las interrela-
ciones reactivas del conjunto de la personalidad con la parte, en
cierta forma, independiente de la misma, en la cual destacan los
instintos. Gracias a las nuevas investigaciones neurofisiológicas,
que han localizado con seguridad centros encefálicos de los instin-
tos, han ganado en importancia estas cuestiones desde el punto de
vista de la fina matización psicopatológica. Asimismo, la correla-
ción dinámica entre los factores endógenos y psicotreactivos den-
tro de la personalidad paranoica se ha precisado exactamente en el
capítulo lo, teniendo en cuenta el estado actual de las investiga-
ciones sobre tales hechos.
Por lo demás, nada esencial se ha modificado o añadido en esta
edición. En las tres ediciones pueden seguirse los matices concep-
tuales que han ido surgiendo en la doctrina de la paranoia, desde la
sistemática de Kraepelin dominante en la primera edición, hasta el
estado actual de la clínica psiquiátrica que se deja notar en esta
última, pasando por la segunda. La problemática de la paranoia ha
sido uno de los puntos clave en el perfeccionamiento de la clínica
psiquiátrica, y su evolución ha culminado. como es sabido, frente
a la dura resistencia que le opuso al principio la antigua Escuela de
Kraepelin, en el establecimiento del diagnóstico multidimensional,
el análisis estructural de la personalidad como un todo -con sus
características corporales-endógenas y psicorreactivas y el estu-

21
dio de sus líneas psicológicas evolutivas, para llegar a la aplicación
del tratamiento psicolerápieo adecuado.
Entre las ediciones primera y tercera de esta obra SC han desa-
rrollado los conocidos trabajos dc Gaupp' en los que cl autor pro-
sigue su reflexión sobre el caso Wagner, así como un pequeño
estudio de Betz, «beber sensitivo lValmbilrlzmgcn Bach Elzebruclm 2
(«Acerca de las formaciones sensitivo-delirantes después del
divorcio››) y lu monografía de Jacques Lacan titulada De la psy-

` ,
chose paranoiìzque d a s ses rapporrs ave l a persommlilé por
citar sólo las principales publicaciones.
En el nuevo capítulo 10 se ha vuelto a resumir brevemente lo
esencial de la teoría moderna de la paranoia. y a él nos remitimos
expresamente.

Tubinga, julio de 1949

I
z. Ncult 163, 48 (1938).
1 Arch. Psyc/1. 181, 294 (1948).
J París: Librairie E. le François 1932.

22
p..
PRÓLOGO A LA CUARTA EDICIÓN (1966)

Ernst KRETSCHMER

En su primera aparición, la presente obra encontró frecuente-


rncme una acogida entusiasta, tanto en el interior del país como en
el extranjero. Tampoco faltaron sin embargo acerbas resistencias,
sobre todo a partir de los grupos de psiquiatras orientados predo-
minantemente hacia la causalidad endógena-orgánica, especial-
mente la influyente escuela de Kraepelin. El modelo básico de la
escuela de Kraepelin, con sus entidades patológicas estrictamente
diferenciadas, constituyó un obstáculo difícil, que sin menoscabo
de toda consideración por los éxitos de este importante investiga-
dor. no pueden mantenerse de esta manera hoy día.
La lucha que entonces tuve que mantener personalmente signi-
ficó una ruptura y un nuevo comienzo para dos aspectos funda-
mentales de la psiquiatría moderna:

l . La aceptación de la psicoterapia, con sus profundas posi-


bilidades de comprensión y tratamiento. también para los enfer-
mos delirantes hasta los terrenos limítrofes a la esquizofrenia.
2. La aceptación del diagnóstico multidimensional. Bajo esta
rotunda denominación entendía y entiendo el análisis cuidadoso de
todos los factores causales que actúan en cada caso concreto, y el
cómo se interrelacionan en su diversa importancia e intensidad.
tanto desde la dimensión psicorreactiva. como desde la genético-
constitucional, o como desde cualquier otro nivel endógeno-orgánico.

Aprendimos ya entonces a no despreciar todas las líneas visi-


bles como «meramente sintomáticas», apartándolas a un lado para
estar a favor de un tìcticio diagnóstico unitario. De esta manera,

23
I

pudimos sin esfuerzo colocar la disposición sensitiva como cofac- l

tor causal hasta en las formas limítrofes de la esquizofrenia. Como


un modelo simple y claro, en un trabajo singular pudimos situar el
origen psicógeno del delirio desde la base de insuficiencia orgáni- I
I

co cerebral de origen traumático.


¿Cómo estaba la situación en aquel momento? ¿Cómo se situa-
ban los problemas acerca de las posibilidades psicoterapéuticas de
las psicosis delirantes? Todavía en 1920 Freud dijo abierta y cla-
ramente que «... nuestra terapéutica psiquiátrica actual no permite
actuar en las ideas delirantes. ¿Quizás puede hacerlo el psicoaná-
lisis'7... No... No puede. Frente a esos padecimientos es tan inca-
paz, al menos, como cualquier otra terapia».
Sin embargo, poco antes de aquella época en la que Freud con-
fesaba abiertamente lo que hemos reseñado, había aparecido la obra
sobre el delirio sensitivo de referencia, en la que al menos se encon-
traban indicios acerca de cómo algunos delirantes podían ser com-
prendidos desde el punto de vista psicológico interno, de cómo
podían ser empatizables y, en casos apropiados, incluso de cómo el
delirio se disolvía por la psicoterapia, de manera que una vez res-
taurada la capacidad profesional, sólo quedaba residualrncnte una
cierta susceptibilidad psicasténica y una cierta fatigabilidad, pero
no un delirio.
¿Cómo se ha mostrado practicable este camino posteriormen-
te? Pues bien, principalmente mediante la penetración profunda
por los complicados laberintos superiores de la personalidad, no
según una comprensión racional e intelectual, sino que bajo la
aceptación tranquila de la realidad se le conduce al paciente a la
solución paulatina de sus problemas, mientras percibe nuestra sen-
sibilidad empática. Simultáneamente va palideciendo la descon-
fianza invasora que le envenenaba, mientras se le lleva a una acti-
tud sana y adecuada respecto a su vida. El procedimiento de la
curación ha de ser esencialmente dinámico-afectivo. En ella no
había yo obviado las raíces instintivas más radicales de su perso-
nalidad profunda, pero como psiquiatra primerizo afortunadamen-
te no había colocado en ello el acento principal de la psicoterapia,
sino que frente a estas personas tan altamente sensibles, me acer-
qué con mano suave a sus altamente irritados conflictos sobre su
autovaloración y sus conceptos éticos, que así pude desmontar.
Esto es lo que seguiría recomendando también hoy.
I

24
I

La intervención psicoterápica será bien necesaria cuando haya-


mos encontrado mejores posibilidades terapéuticas también desde
el punto de vis ta fármaco-biológico. Pues los problemas internos
integrados en el carácter, al igual que las circunstancias negativas
del medio y el estrés vivencia, seguramente seguirán siendo los
mismos a lo largo de la vida del paciente, y le seguirán amenazan-
do si no lo reelaboramos profundamente, proporcionándole una
mejor forma de vida.
Las líneas de investigación psicopatológica fina se dirigen cada
vez más a la integración de los aspectos psicorreactivos de las
esquizofrenias. Van apareciendo paso a paso, efectivamente, nue-
vos aspectos de la psicoterapia de las esquizofrenias. de los que me
he ocupado intensamente durante largos años. Desde el punto de
vista biológico-constitucional las paradojas de la «proporción psi-
casténica» proporcionan una clave decisiva para el delicado mane-
jo psíquico del problema del contacto. la vulnerabilidad interna, y
con ello la dinámica afectiva. Por vez primera, en una comunica-
ción en el Congreso de la Sociedad General de Medicina Psicote-
rápica (1929), he hablado de la «psicoterapia de las esquizofrenias
y sus estados limítrofes››' (entonces un campo totalmente nuevo en
los círculos clínico-psiquiátricos). Esta dirección se prolonga en
mi trabajo con mis colaboradores, presentado en el Congreso
Internacional de Psiquiatría de Zurich de 1957 y titulado «La
estructura multidimensional de la esquizofrenia en relación con su
terapéutica››2, y asimismo en el capítulo «El hombre esquizofreni-
co y su tratamiento» de mi obra Constitución y carácter. Aún
queda, sin embargo, mucho por investigar y por decir.
La obra El delirio sensitivo de referencia se ha traducido al
español y al japonés, y aparecerá dentro de poco en francés. Jóve-
nes autores alemanes han seguido extendiendo estas líneas de pen-
samiento, por ejemplo últimamente Janssen, con un trabajo sobre
`,

el delirio erotomaniaco y de embarazo en el climaterio y muy


especialmente Tellenbach, con una monografía profunda, reflexi-
va y documentada sobre la Melancolía. En esta obra ha persegui-

' Psychotherapcutischc Studicn, Cap. 9. Zïchn ges. New: Pe)-chíaun 121.


21 1-233 (1 92 9) .
2
Zschn Psych nrherï Mes. Psychol. 7. H. 5 (1957).
3
Archív. Psychiafr: 204. 446-471 (1963).

85
do con precisión la triada del carácter, entorno y vivencia también 1

en el campo de las depresiones, y así ha comprobado la conver-


gencia de múltiples factores causales, sin despreciar los trasfondos
endógenos. Alii ha reelaborado profunda y luminosamente los
casos de temperamentos cicloides, y sus biografías e interrelacio-
nes sociales, que se exponen en Constitución y carácter. Así ha
podido destacar la estructura del entorno que buscan y crean estas
personas, y dc la que derivan claramente sus típicas situaciones
desapartes y conflictivas.
Por lo tanto podemos esperar que todos estos senderos conduz-
can a nuevas claridades y éxitos, tanto de la investigación como de
la práctica médica, y al mejor entendimiento de la vida interior de
los enfermos psíquicos, con lo cual frecuentemente quedará pre-
parado el camino para la vía psicoterápica y la curación.
Este sería mi deseo también para la cuarta edición de mi obra
sobre el delirio sensitivo de referencia, que ahora comienza su
andadura.

Tubinga, septiembre de 1963

26
Il

NOTA A LA CUAR'r.›\ EDICIÓN (1966)

Wolfgang KRETSCHMER

Ernst Kretschmer escribió el prólogo para la cuarta edición de


El delirio sensitivo de referencia poco ames de su muerte (8-2-
1964). No dejó ningún apunte ni indicación para completar o ela-
borar de nuevo el texto. como ocurrió en la tres ediciones anterio-
res, que básicamente dejó inalteradas, excepto para añadir un
capítulo complementario. En particular, nunca cambió - o ape-
nas los principios caracterológicos de Constitución y carácter: al
igual que los de su Psicología Médica. por lo que mantuvo las
características y singularidades de la obra inicial. Este hecho tuvo
que ser respetado por lo tanto en la cuarta edición, por lo que se ha
conservado sin variaciones el texto de la tercera. En consideración,
sin embargo, al largo tiempo transcurrido, parecía oportuno pro-
fundizar en la mejor comprensión del texto desde el punto de vista
histórico y enlazar así con la discusión actual del problema de la
paranoia. Además, hemos introducido unos índices extensos, que
permiten abrir a la literatura actual una obra, si bien no extensa, sí
rica en conceptos e ideas. En el índice onomástico, dada la gran
complejidad de interrelaciones, recogemos simplemente los auto-
res citados en el texto, añadiendo tan solo algunos más que ya
había previsto E. Kretschmer. El resto de los datos puede tomarse
de las revisiones de conjunto.
El lector atento podrá comprobar que en la redacción se
encuentran ya contenidas en germen casi todas las investigaciones
posteriores de Kretschrner: el diagnóstico psiquiátrico multidi-
mensional, la doctrina constitucional del carácter (esquizoidismo),
el análisis caracterial del genio, la doctrina de la histeria v. en
general, la teoría de las neurosis. Esta obra. por lo tanto, sigue cau-

27
l

tivando hoy en día, no sólo por la amplitud de su temática, sino


también por la viva interacción de una ilustrativa y asequible pre-
sentación. una clara estructura conceptual y la originalidad de sus
ideas en el ámbito en su época.

Tubinga, febrero de 1966

28
|

INTRODUCCIÓN

Durante los últimos años hemos podido ir acumulando nuevo


material propio en relación con las cuestiones tratadas en este
libro. Otros investigadores han publicado también numerosas
observaciones y análisis en torno a ellas. Gaupp describe en suce-
sivas publicaciones el desarrollo psíquico ulterior del caso Wag-
ner. Aquí nos interesa especialmente el hecho de que este desarro-
llo no se produce de acuerdo con el esquema rígido y progresivo
de la paranoia, sino que además revela su reactividad psicológica
en la adaptación a la desaparición de estímulos ambientales anti-
guos y a la aparición de otros nuevos. La gran descarga afectiva
del asesinato en masa y la transformación catastrófica de la situa-
ción vital al producirse el internamiento en una institución, quedan
grabadas en el curso de la enfermedad, como una profunda esci-
sión. El sistema cerrado de delirio de persecución. que surge de la
tensión en los conflictos ético-sexuales. llega a atenuarse hasta
corregirse sensiblemente. Desde luego, persiste la disposición deli-
rante de la personalidad, que puede manifestarse de nuevo en las
pequeñas vivencias diarias del internamiento. Pero, en conjunto, el
momento de autornortifìcación moral, que es común a todos nues-
tros sensitivos, pierde su alta tensión después de la solución vio-
lenta, y queda detrás del individuo como una fase vital pasada y
terminada. Las tendencias a la autosobrevaloración, que constitu-
yen la otra vertiente de su personalidad, tienen ancha vía al no que-
dar tan oprimidas por el contraste anterior, y suelen manifestarse
sobre todo por medio de producciones poéticas del género dramá-
tico -_una autoliberación a través de la autoexposición . Estas
producciones no están exentas de orgullo. Siempre vuelve a expre-

29
serse la tendencia a «mirarse en el espejo» y a demostrar despre- I

cio por los demás seres humanos. Kehrer ha puesto de relieve I

especialmente la intensidad del resentimiento de Wagner -desde


Í

luego, una importante faceta de la complicada imagen total , y s

con ello no sólo no desmiente los rasgos descritos por Gaupp, sino
que incluso los completa.
Asimismo, K. Schneider y, sobre todo. Kehrer, han aportado un
material muy importante y de gran profundidad psicológica acerca
de las psicosis sensitivas y de otras manifestaciones delirantes
relacionadas con ellas. Schneider ha puesto el concepto de viven-
cia especialmente en el centro de la observación y l a planteado, en
un caso sensitivo de referencia observado por él, la interesante
cuestión de si se pueden llamar «vivencias›› sucesos tales como el
amor imposible de una joven hacia un sacerdote católico, o si se
deben considerar más bien como expresión de una enfermedad psí-
quica inicial. Sea como fuere, la demostración que hace Schneider
de esto último no tiene solidez alguna, ya que incluso en el enamo-
ramiento normal hay algo de irracional, que no siempre se detiene
ante la imposibilidad de conseguir el objeto deseado, y que puede
incluso superar catatímicamente otras barreras lógicas muy dife-
*.

rentes
Sin embargo. me parece que la determinación de la reactividad
psíquica no se puede basar únicamente en el concepto de vivencia,
tan estrecho y difícil de delimitar en algunos casos. Al contrario, la
reactividad psíquica existe siempre que un factor psíquico externo l

haya contribuido causal y esencialmente al desencadenamiento de


una psicosis. No parece tan esencial el que este factor psíquico
externo haya actuado en forma de una vivencia única, circunscrita
y tangible, o en forma de un estímulo ambiental crónico, de una
situación vital. Muchas vivencias aisladas «prenden›› sólo en el
terreno de una situación vital madura para ello, y entonces resulta
muchas veces superfluo discutir si se deben considerar dichas

* Como no conocemos personalmente cl caso, no podemos opinar si el


dc Schneider representa una afección paranoide reactiva O el desarrollo inicial
sensitivo-pziranoide de una psicosis incipiente, condicionada por un carácter
psicótico previo, como hemos tenido ocasión de observar repetidas veces. Se
( r a m aquí más bien del concepto fundamental de «vivencia›› y de la posibili-
dad de que así lo haya demostrado Schneider.

30
¡_
vi ve nc ia s co m o factores etiológicos principales. De un modo muy
semejante, E. Bleuler y J. Lange se refieren a un «desgarrón en la
Vida» y 3 la «importancia predominante de los convictos cróni-
cos». Además. en cada vivencia y en cada situación ambiental pani-
cipa la personalidad en sí como factor coadyuvante (lo estudiaremos
más adelante en esta misma obra). Así, pues, nosotros llamamos
re ac tiv o a un estado psíquico cuando la situación vivencia O
ambiental de la que procede no parece haber sido creada sólo por
la propia personalidad.
Desde estos puntos de vista, repasemos el material, en relación
co n el delirio de referencia, que hemos compilado nosotros y los
autores ames citados. cuyo componente principal lo constituyen
los conflictos psíquicos de índole erótica. Todos nuestros casos, en
los que surge un delirio de referencia erótico y benigno, de centra-
lización psicológica y basado en un carácter sensitivo, se originan
en personas que, sin excepción alguna, se hallan en una situación
de sexualidad insatisfecha. Casi todas son personas solteras: por
una parte, la multitud de viejas solteronas, y, por otra. la de jóve-
nes masturbadores. Ambos constituyen siempre los dos grupos
básicos y característicos del delirio sensitivo de referencia. Aparte
de ellos, en nuestro material más reciente tenemos unos cuantos
casos de enamorados tímidos rechazados, una viuda con una rela-
ción sexual desgraciada, y Kehrer tiene un caso (Grete Huld) de
una mujer casada, pero de vida matrimonial muy infeliz, lo cual
conñrma la regla, según la opinión de dicho autor.
Esta pequeña estadística proyecta mucha más luz sobre el pro-
blema de la reactividad psíquica del delirio sensitivo de referencia
que la disputa sobre una cuestionable contribución de ciertas
vivencias en algunos casos. Si el delirio sensitivo de referencia se
presentara únicamente como el desarrollo de personalidades con
predisposición paranoide, o si sus contenidos psicológicos fueran
sólo un componente sintomático secundario a un proceso latente
esquizofrénico o parafrénico, resultaría totalmente inconcebible la
división estadística de los casos esbozados. Si el factor psíquico
externo fuera secundario. la probabilidad estadística nos mostraría
una distribución regular de los casos patológicos en las más diver-
sas situaciones vitales, y la afección se observaría por igual en ena-
morados felices y desgraciados, en solteros y casados. Sin embar-
go, el hecho de que las formaciones delirantes de los caracteres

31
sensitivos se vean favorecidas de un modo tun ostensible y unila-
teral por ciertas situaciones vitales externas. demuestra precisa-
I

mente que este factor anímico externo no es indiferente en el pro-


ceso de su constitución sino que tiene una importancia decisiva en
el mismo.
Naturalmente, también en esta situación vital externa dc insa-
tisfacción sexual la predisposición de la personalidad constituye
asimismo un factor coadyuvante. La capacidad de decisión se ve
dificultada especialmente por la timidez y por la deficiente seguri-
dad instintiva de los sensitivos. Sin embargo, no son tan autistas o
débiles de instinto -como, por ejemplo, algunos esquizoidcs gra-
ves que no puedan conseguir una relación sexual satisfactoria
como consecuencia de los principios que rigen su propia persona.
La existencia de muchos rasgos de carácter agradable, el alto valor
social y la fácil in amabilidad erótica les abren la posibilidad de
dicha situación. De hecho, pueden encontrarse numerosos caracte-
res sensitivos entre casados felices, pero hasta ahora no se ha
observado en ellos ni un solo delirio sensitivo de referencia de
contenido erótico.
Por ello, debemos, de acuerdo con Kehrer, mantener resuelta-
mente la reactividad psíquica de estas formaciones delirantes y de
otras relacionadas con ellas. For otra parte, siempre se encuentran
casos, como el nuestro del Dr. Kluge, y el de Kehrer (Marie Ehr-
hardt), en los cuales la aparición clarísima del delirio sensitivo de
referencia venía indudablemente condicionada por una tensión
externa grave y brusca, es decir, por una vivencia en el sentido
estricto de la palabra. Además, en esta obra presentamos suficien-
te material, estudiado catamnésicamente durante muchos años,
para poder mostrar la reactividad psíquica de los diversos casos,
aun en su curso ulterior. Podemos presentar casos de este tipo que
nunca degeneran en una destrucción esquizofrénica ni en una con-
solidación paranoide de la personalidad, casos que en todos los
estadios de su desarrollo pueden ser tratados fácilmente y que, al
solucionar su conflicto interno, terminan por curar por ejemplo,
los casos de Kehrer-, O bien reaccionan mejorando, o empeoran-
do de un modo alternativo, con gran sensibilidad frente a los estí-
mulos psíquicos externos.
Con especial interés nos referimos a nuestras catamnesis, las
cuales nos ofrecen una imagen dinámica del curso a través del

32

|
tiempo, que en ciertos casos llega a alcanzar hasta quince-veinte
l
N

años. A la vista de estas imágenes del curso patológico, ya no es


posible considerarlas sino como procesos patológicos enmascara-
dos de un modo psicológicamente superficial, en caso contrario,
tendrían l`orLosamente que haberse manifestado en ese tiempo.
Pero precisamente los casos más graves están en la actualidad
prácticamente curados, y desde hace años desarrollan normalmen-
te su vida profesional habitual. De aquí se deben deducir impor-
tantes consecuencia para la teoría de la paranoia.
Mas esto no influye sobre la cuestión de si. con una predispo-
sición adecuada, pueden incorporarse lineas de desarrollo sensiti-
vo en el estadio inicial de esquizofrenias o parafrenias de curso
posterior progresivo. A esta cuestión quiero responder añrmativa-
mente, basándome en mis propias experiencias y en casos como
los descritos por Langelüddeke. Desde Bleuler sabemos que en la
formación de las psicosis esquizofrénicas desempeñan un impor-
tante papel ciertas acciones psíquicas complejas de muy diversa
índole. Por ello, resultaría sorprendente que los complejos sensiti-
vos no tuvieran jamás un papel semejante. Desde que los investi-
gadores clínicos (Birnbaum. Bumke, etc.) se han inclinado cada
vez más hacia nuestro concepto de diagnóstico multidimensional,
resulta mucho más fácil enjuiciar correctamente los casos compli-
cados de esta índole, desde todos los puntos de vista.
Por lo demás, en cuanto aparecen en el proceso oscilaciones
graves del trasfondo endógeno, éstas no pueden. en mi expenen-
cia, permanecer nunca ocultas tras la superficie lisa de un cuadro
psicológico tan intensamente trabado como el del delirio sensitivo
de referencia. Entonces, en los casos que psíquicamente comien-
zan de un modo reactivo, se observan también fisuras en su inter
gridad psicológica y surgen mecanismos extraños esquizofrenoi-
des, como hemos descrito con detalle en el diagnóstico diferencial
*.

de los casos de Gaupp Sólo surgen serias dificultades en cuanto


al pronóstico en los casos pertenecientes al tipo reactivo esquizo-
fréníco (Popper, Kahn), en los que. en el momento culminante de
una ex cit ac ión sensitiva, irrumpen mecanismos esquizofrenoides

* Véase también KRUNFELD: Ubcr schizophrenc Vcrändcrungcn des


Bewusslscins der Aklivilìit. Z. New: 74 (1922).

33
que más tarde desaparecen sin dejar rastro. Naturalmente, la exis-
tencia de casos sensitivos de proceso mixto no contradice la apari-
ción del grupo psicorreactivo puro. y viceversa. Entre ¡as ujecciu-
nes deli rwztes pczr(zr:ozlccls ›* pamfrénícas ( O e.v(Iuizofrénicas ) y ente
las psícorreaclivas _v las de proceso condicionarlo endógenamenre
existe una serie de escalones, todos los grados intermedios posibles
de interacción de los componentes causales psicológicos y proce-
suales. Por ello, el delirio sensitivo de referencia no puede deslin-
darse con toda exactitud de las psicosis endógenas. como. por ejem-
plo. el delirio querulante o las psicosis de reclusión.
Las cuestiones planteadas por nosotros no constituyen proble-
mas especiales del delirio sensitivo de referencia, sino problemas
fimdamemales del ¡€¡'/'(2¡2() de la psícogenia en general. Nunca
insistiremos suficientemente sobre este hecho. La discusión de
Schneider en tomo al concepto de vivencia puede aplicarse tanto
al modelo de histeria como al delirio querulantc. El problema de la
participación de mecanismos psicógcnos en las psicosis procesua-
les se refiere por igual a los otros grupos patológicos psicógenos.
Asimismo, consideramos la posibilidad pronostica de una reapari-
ción de afecciones endógenas o reactivas en cada uno de nuestros
sensitivos, aun después de haber gozado de salud mental durante
largos años. cosa que también hacernos con todo individuo sensi-
blemente estigmatizado que haya padecido, en forma sucesiva, una
reacción histórica, una reacción querulante o cualquier otra reac-
ción psicógena.
La investigación psiquiátrica de estos últimos años ha conduci-
do a ciertos cambios en lo referente a las relaciones entre el deli-
rio sensitivo de referencia y los síndromes limít mofes. Los estudios
de Wetzel y, sobre todo, los de Raecke, así como nuestro propio
material. han perfeccionado el concepto clínico del delirio queru-
lante. Tanto estos dos autores como nosotros mismos hemos trata-
do de encontrar en los manuales cl delirio querulante clásico, y no
lo hemos encontrado o. a lo sumo, lo hemos hallado como caso
excepcional y extremo. Dicho delirio surge de un solo punto y se
desarrolla irremediablemente en forma crónica, según un esquema
paranoico rígido y progresivo, constituye un caso límite muy raro
que sólo aparece en condiciones especialmente desfavorables. por
lo que no es apropiado para tomarlo como modelo clínico o como
ejemplo de todo el grupo de los querulantes. O. dicho de otro

34
modo, los llamados seudoquerulames son tan superiores en núme-
ro al llamado venladem querulante, rarisimo, que la nomenclatu-
Fil conduce por sí misma ad absurdo. El curso típico del paranoi-
CO exp ans ivo y de las neurosis y psicosis querulantes es. según
nuestras experiencias, y de completo acuerdo con Raecke, el
siguiente: estado psicopático crónico permanente en una persona-
lidad expansiva. muy excitable por componentes quemlantes, así
mismo reacciones vivencia les paranoides continuamente renova-
das. que, en general. llegan a los límites de lo delirante. aunque a
veces los rebasan. Es tas reacciones vivenciales paranoides son, y
en general siguen siendo, reactivas al ambiente y, hasta cierto
punto, asequibles a la psicoterapia. En casos desfavorables, como
el célebre del barón Münch, descrito por Wetzel, las distintas reac-
ciones vivenciales se entrelazan y acumulan de tal manera, que el
resultado es una vida en continuo litigio -aunque no centrada
alrededor de un solo problema. ni siempre en forma de delirio
ojo-. Pero cuando el ambiente varía de manera favorable, los sín-
dromes querulantes van apagándose paulatinamente y pueden lle-
gar a ser únicos o a repetirse varias veces durante la vida, pero osci-
lando siempre psicorreactivamente ante las circunstancias externas.
Esta descripción real del delirio querulante es mucho más elás-
tica y flexible que la imagen tradicional de los tratados. En todos
sus casos, ligeros y graves. corresponde esencialmente al curso del
delirio sensitivo de referencia y de todos los estados reactivos
paranoides relacionados con él. Dicho de otra manera: todas las
u_fecez'on e.s' psicógenas paranoides tienen, al parecer: según el esm-
do actual de la investigación, un esquema de curso estrechamente
relacionado entre sí. Este esquema sólo parece variar algo en fun-
ción de la tenacidad y la resistencia de los caracteres subyacentes.
En las ideas delirantes de los degenerados (Bìrnbaum), y de acuer-
do con la labilidad de estas personalidades primitivas, las afeccio-
nes paranoides son, así mismo, muy variables en relación con el
ambiente, frágiles e inconsistentes. En cambio, en los querulantes
son muy tenaces, y se suelen seguir y fijar sistemáticamente. Sin
embargo, en este último extremo la reactividad a los estímulos
externos tampoco se pierde en benctìcio de una progresión esque-
inática rígida.
Para expresarlo con claridad, el delirio querulante, el delirio
sensitivo de referencia. las psicosis desiderativas -el delirio pasio-

35

.
I

n a , el delirio de indulto- y demás grupos clínicos afines, consti-


tuyen el residuo que queda del concepto clásico de paranoia, des-
pués de haber deslindado de él las parafrenias y las personalidades
extravagantes deformadas estacionarias (como, por ejemplo, algu-
nos sectarios, profetas e inventores). Pero nuestras catainnesis de
sensitivos y querulantes nos llevan a una revisión Tom! de la teoría
clínica de la paranoia. Los enfermos todavía llamados paranoi-
cos. es decir, los que sufren afecciones psíquicas reactivas para-
noides, corresponden, desde luego, a todas las afecciones paranoi-
des del antiguo esquema de la paranoia, si se consideran el
comienzo y la estructura sintomatológica inicial, puesto que cons-
tituyen sistemas delirantes cerrados y de desarrollo psicológico
consecuente a partir de un punto. Pero, en cambio, no correspon-
den en absoluto al tradicional esquema de la paranoia, o, si en algo
corresponden, es sólo, en algunos casos muy escogidos, con res-
pecto al curso ulterior, el pronóstico y la terapéutica. En la mayo-
ría de los casos no muestran, en modo alguno, la progresión cróni-
ca inevitable, sino una marcada tendencia a la remisión, y muchas
veces, después de un solo ataque, se produce la curación tan pron-
to como se opera un cambio favorable en los factores psíquicos
ambientales y vivenciales o se instaura una psicoterapia profunda.
Esta amplia tendencia a la remisión aparece con toda claridad aun
en sistemas delirantes graves de estructura paranoica clásica, como
el caso Wagner de Gaupp, siempre que se trate de casos psicorre-
activos centrados alrededor de vivencias, no de casos mixtos en los
que haya componentes parafrénicas procesuales. Lo que queda al
desaparecer la reacción vivencia paranoica es la personalidad psi-
copática marcadamente lábil, de predisposición delirante. Natural-
mente, la nlayon'a de los casos ligeros suele permanecer sana,
como, por ejemplo, las neurosis paranoide de los masturbadores,
de la consulta diaria. J. Lange expresa sus experiencias afirmando
igualmente que «una variación radical de la situación externa de
conflicto acaba con la formación delirante, mientras que, en cam-
bio, se puede comprender que al persistir las dificultades externas
con que continuamente tropieza el enfermo sin poder suprimirlas,
prosiga de un modo incesante la formación delirante».
Sin embargo, hay dos hechos que en los casos graves ensom-
brecen el pronóstico. En primer lugar, cuando la predisposición es
sensiblemente paranoica, ya con excitaciones moderadas se pro-

36

Á J
vacan nuevos accesos paranoicos, y, por así decir, verdaderas reac-
cionc*.\` paranoicas en cada(*¡m; el clásico pleiteador barón Münch,
dc W et ze l, es un buen ejemplo de ello. Pero, en realidad, suele tra-
tarse de reacciones en cadena con vivencias variables y con un
carácter delirante fluctuante, no de un sistema delirante crónico
progresivo y cerrado. En segundo lugar, en los casos graves de
todos los grupos paranoicos se trata de personalidades ostenstble-
mente estigmatizadas, no sólo reactivas, sino también endógena-
mente lábiles. En estas personas debe contarse. aun muchos años
después de la curación de la psicosis paranoica rea ctiv a. con la
eventualidad de una psicosis endógena de naturaleza totalmente
distinta, sea más cíclica, sea más esquizofrénica, de la que posee-
mos varios ejemplos (casos Feldweg y Schlecht). Esto prescin-
diendo de la posibilidad de que ya al principio se entremezclen
componentes endógenos y reactivos en la estructuración de la psi-
cosis, como, por ejemplo, en las extensas oscilaciones físicas
maniformes de algunos querulantes o en ciertas esquizofrenias y
parafrcnias de comienzo reactivo frente a vivencias. En algunas
parafrenias observamos esta fusión de elaboraciones vivenciales
sistematizadas y centradas. con una progresión de curso lento, y
seguramente ha sido esta mezcla la que ha dado origen al primiti-
vo esquema de la paranoia. Cualquier observador que trabaje a
fondo la clínica puede descubrir en el terreno de las psicosis para-
noides toda clase de f o n a s intermedias y de combinaciones.
desde los casos psicorreactivos de los sensitivos puros, los queru-
lantes y las psicosis desiderativas. hasta los esquizofrénicos para-
noides destructivos típicos, pasando por los casos «multidimensio-
nales», con interacciones complejas de componentes psicógenos y
componentes procesales.
Actualmente también han variado nuestros conceptos sobre las
relaciones psicológicas entre el delirio sensitivo de referencia y l a
neurosis obsesiva. basándose en nuestras propias observaciones y
en los elegantes análisis de H. Hoffmann y de Strohmayer, los cua-
les, en cie rto s puntos importantes, confirman las observaciones de
Freud. Si bien al empezar a escribir esta obra me inclinaba a con-
siderar como de características casi iguales la disposición del
ca rá ct er de l sensitivo y la del neurótico obsesivo. hoy creo que se
han de destacar co n mucha mayor claridad las diferencias existen-
tes ent re ellos. Ambos grupos tienen en común la tonalidad básica

37
de su psicastenia, su escrupulosidad y su hipertrofia de las valora-
ciones morales. Pero, al mismo tiempo, los enfermos obs esiv as
muestran también diferencias esenciales frente a nuestro grupo
paranoide. En general. su estructura instintiva es muy com plic ada ,
muchas veces parcialmente perversa, sometida a impulsos opues-
tos. Esta capa anímica profunda, que nos da la ver-(ladera clave de
la formación sintomática, se esconde tras una actitud rígida y per-
sistente de exagerado pudor, que es muy dificil de penetrar y que
necesariamente escapa al clínico que se limita a recoger sólo los
síntomas. Con frecuencia, la caracteristica más sobresaliente del
neurótico obsesivo es la torturante tendencia sádico-masoquista.
Muchas veces, el núcleo crudamente egocéntrico se oculta detrás
de una sobrecompensación altruista muy desarrollada. A esto se
añade una enorme pedantería. En comparación. los sensitivo-para-
noides poseen una psicología menos complicada, con frecuente
inmadurez e irregularidad de la disposición sexual, pero de instin-
tos más naturales y de carácter más suave y bondadoso, y, sobre
todo, de más fácil psicoterapia.
Por lo que respecta a las bases biológicas del delirio sensitivo
de referencia y de las reacciones paranoides similares -para noso-
tros, siempre importantísimas , están constituidas por los siguien-
tes componentes esenciales causales: l . Cierta debilidad de la
constitución sexual, frecuentemente demostrable, que se revela a
través de determinados trastornos orgánicos de la pubertad, disme-
norrea, y que por su inseguridad de instintos contribuye esencial-
mente a la incapacidad caracterológica de resolver conflictos
ético-sexuales (Freud, Bleuler, Kehrer, J. Lange, etc., opinan de un
modo semejante con respecto al problema de la paranoia). 2. En
los casos graves, el paranoico se halla, al parecer, ostensiblemente
tarado por una estigmatización esquizofrénico-esquizoide O endó-
gena, que en muchos casos resalta con claridad (von Eco romo,
Hoffmann, Kehrer, etc.). Este hecho actúa en diferentes sectores de
la estructura de su personalidad, aun cuando no produzca en el
enfermo, como en algunos de sus parientes, una afección endóge-
na procesual. 3. Se pueden considerar como causas secundarias
importantísirnas, en la producción de ciertas reacciones paranoi-
cas, todos aquellos factores que debilitan la resistencia biológica
del sistema nervioso central. Ya hemos mencionado la importancia
de los traumatismos cerebrales y del agotamiento. Todos estos

38

1
factores biológicos tienen importancia para la constitución de las
reacciones paranoicas. pero no son específicos de ellas, es decir, se
encuentran dc un modo similar en la predisposición a psicosis y
neurosis completamente distintas. Pero lo que genera un paranoico
a partir de esta predisposición biológica inespecífìca global es jus-
tamente la situación psicológica específica, el choque entre ciertos
caracteres y determinadas acciones ambientales o vivenciales.
En el curso dc los años he podido formarme un concepto bas-
tante cl ar o sobre la frecuencia del delirio sensitivo de referencia.
Entre todos los enfermos psíquicos, los paranoicos constituyen, en
realidad. un grupo pequeño. por lo cual los subgwpos son todavía
más reducidos. Sin embargo, en la Clínica de Tubinga ingresaban
anualmente uno o dos casos francamente sensitivo-paranoides, de
tal manera que este tipo de afección no debe considerarse en modo
alguno como una rareza psiquiátrica. En todo caso. en nuestra
casuística procedente de Suabia, el delirio sensitivo de referencia
era mucho más frecuente que el delirio querulante, del cual sólo
observamos algún caso ocasionalmente en el transcurso de bastan-
tes años. En la práctica médica diaria. los casos ligeros de neuro-
sis de referencia, por ejemplo, de los masturbadores y de las solte-
ronas, suelen ser frecuentes, pero raras veces llegan a las clínicas.
y casi nunca se someten a tratamiento médico.
Quizá sea frecuente el delirio sensitivo de referencia en un pue-
blo tan introspectivo y melancólico como el s u b o . Puede ser que
esta afección se presente de un modo especial, dadas su peculiar
reactividad frente al ambiente, en un mundo de modales campesi-
nos y pequeño-burguescs apegado a una moral tradicional rígida.
La casuística de Friedmann, Gierlich y Kehrer, así como la posi-
ción adoptada por Bumke y otros investigadores renombrados,
demuestran que esta forma delirante y otras relacionadas con ella
se encuentran también en las grandes ciudades y entre los pueblos
más diversos. Ya en los seis primeros meses de nuestra actividad
en Marburgo vi dos casos entre gentes de Hesse. Desde luego. es
necesario profundizar y establecer una relación interna psicotera-
péutica -lo cual requiere mucho tiempo- para encontrar estos
casos. Si se siguen las normas clínicas tradicionales de la psiquia-
tría superficial descriptiva, no se podrá descubrir jamás un delirio
sensitivo de referencia, por lo que resulta muy comprensible el
hecho de que ciertos autores añrrnen no haberlo observado nunca.

39
I

Kehrcr ha recogido, en especial, los casos con formaciones


delirantes eróticas en mujeres sexual mente insatisfechas. Por
tanto. ha abordado la cuestión no desde el punto de vista del carác-
tcr, sino del de la situación ambiental y vivencial. Esta agrupación,
desde luego, está justilìcada. No obstante, sólo puede servir para
completar la concepción caracterológica, no para sustituirla. Por
nuestra parte, aun concediendo un gran valor a los estímulos psí-
quicos externos, creemos que en el paranoico lo esencial es la pre-
disposición. la personalidad misma, y que, por ello, la clasificación
clínica debe partir, en primer lugar. de la personalidad, pero sin
descuidar en manera alguna los factores psíquicos externos.
Si se clasilìcan desde el punto de vista caracterológico los
excelentes casos de Kehrer, resulta que, tal como él mismo hace
notar. su paciente Arnold, con delirio de masturbación y sentimien-
tos de inferioridad profesional. cae parcialmente dentro del marco
del delirio sensitivo de referencia. De los casos femeninos, perte-
necen a este tipo los de Grete Huld y Marie Ehrhardt. Ambas
muestran un carácter psicasténico, en contraste con su sentimiento
de orgullo y su decidida tendencia al ascenso social, con un aspec-
to exterior poco llamativo e interior tímido y contenido, con cl ide-
alismo, la escrupulosidad, la posición claramente ética y, sobre
todo, el delirio sensitivo de referencia surgido de los convictos éti-
cos vergonzantes. Los tres casos mencionados muestran, como el
de nuestro paciente K., hijo de un labrador, una línea paranoico-
desiderativa, que en Arnold se desarrolla sobre todo en forma de
crisis, mientras que en los dos casos femeninos aparece como una
formación delirante algo más circunspecta y prolongada. Pero en
los tres tiene la dirección típica, ya en un simple delirio erótico, ya
en una sublimación religioso-extática.
En cambio. el caso Else Boss, de Kehrer, ofrece una estructura
caracterológica completamente distinta. Este caso amplía conve-
nientemente la escasa casuística de un grupo caracterológico que,
como ya indicamos anteriormente, quizá pueda tenerse en cuenta
como posible fuente de un delirio reactivo de referencia de distin- l

to matiz que el delirio sensitivo. En todo caso, muestra una nota-


ble semejanza con uno de los casos de Friedmann. Se trata aquí de
una predisposición muy similar al llamado carácter histórico:
intenso afán de notoriedad. hedonismo superficial, rasgos familia-
res histéricos. ostensible coquetería y, a la vez, en el fondo. sexua-

40

.J
li d a d inmadura que procura evitar toda unión definitiva seria. La
desilusión de «quedarse compuesta y sin novio» como solterona
co nd uc e, en estos casos, a una serie de fantasías desiderativas eró-
ticas m u y transparentes, que están revestidas de un modo superñ-
ci a l por ideas de referencia debidas a los compromisos sociales
e x te rn o s .
La experiencia clínica enseña que el resentimiento erótico de
tales caracteres algo más primitivos se exterioriza, en la inmensa
mayoría de los casos, en forma de neurosis históricas. En nuestro
material, el pequeño grupo paranoico de este tipo de psicosis de sol-
teronas muestra, aparte de los pocos casos de delirio sensitivo de
referencia, algunas formas del delirio de perjuicio del resentimiento
simple: la «Cenicienta››, la hija mayor siempre relegada a un segun-
do plano, y que por ello amarga la vida a sus familiares de modo
vengativo con su agria desconfianza. Lo mismo sucede con las
resentidos perseguidoras amorosas de la descripción de Heilbronner.
Entretanto, el tipo del psicópata sensitivo y del paranoico-sen-
sitivo han entrado de lleno en l a mayor parte de las descripciones
de los modernos tratados (Bumke, J. Lange, Reichardt, K. Schnei-
der). Ewald, desde un punto de vista puramente caracterológico. se
ha ocupado fundamentalmente del esquema caracterológico trata-
do en la presente obra, intentando fundirlo con ciertos componen-
tes de nuestra teoría de los temperamentos y con sus propias ideas,
sobre todo con su teoría del biotono. Este autor ha adoptado como
elementos principales de sus descripciones la mayoría de los con-
ceptos fundamentales de nuestro esquema, especialmente los con-
ceptos de capacidad de impresión y de retención, actividad intrapsí-
quica y capacidad de conducción de las cualidades caracterológicas
esténicas y asténicas, así como el concepto de retención. De esta
forma han encontrado aplicación en diversos casos prácticos, por
ejemplo, en los informes bávaros sobre biología criminal. El con-
cepto de biotono psíquico de Ewald, puede utilizarse psiquiátrica-
mente muy bien en ciertos contextos, pero si se tiene en cuenta que
sabemos poco acerca de sus bases empíricas, debe reconocerse que
no resulta inútil desde un punto de vista heuristico. En cambio, no
estamos totalmente de acuerdo con el intento de Ewald de distin-
guir entre sí con toda claridad los conceptos de temperamento y
carácter. Nosotros mismos hemos intentado ya con anterioridad
destacar, en el concepto de temperamento, el conjunto de factores

41
¬
I

constitutivos de la personalidad de características más humorales,


frente al concepto de aparatos anímicos, basados en la estructura
nerviosa especial. En esto estamos completamente de acuerdo con
las inteligentes intenciones de Ewald. Pero, dado el estado actual
de nuestros escasos conocimientos. consideramos prematuro que-
rer determinar, en el grado en que Ewald pretende, qué compo-
nentes de la personalidad pertenecen a un lado, y cuáles al otro.
Probablemente, en muchos aspectos toparemos con un entrecruza-
miento tan íntimo de ambos factores, que será imposible estable-
cer una separación categórica de los dos conceptos. La investiga-
ción de las glándulas endocrinas (tiroides, gónadas, etc.) nos ha
dado a conocer el hecho de que las cualidades bsicoestéticas de
excitabilidad e incxcitabilidad dependen en tan alto grado de cier-
tos factores humorales, que es completamente imposible despren-
derlas de una idea de temperamento concebida de un modo predo-
minantemente humoral, y mucho menos de oponerlas a dicha
concepción. Estas características psicoestéticas son, a su vez, com-
pletamente básicas para la disposición a la reacción del sistema
nervioso general y central, que Ewald considera esencial para su
concepto de carácter, de un modo semejante al delirio sensitivo de
referencia en el presente caso. Es fácil observar que estas ideas nos
llevarían inmediatamente a una serie de contradicciones insolu-
bles. esto podría demostrarse también con otros muchos ejemplos.
Naturalmente, no es nuestra intención negar el valor que tiene el
profundo trabajo que, sobre estos problemas, ha realizado Ewald
en su libro. Pero es indudable que la elaboración conceptual no
debe adelantarse, en este caso, al estado de nuestros conocimien-
tos empíricos.
Entre nuestras observaciones podemos destacar aún los siguien-
tes rasgos psicológicos de mayorfinura: la curación de las psicosis
sensitivas se produce siempre por el camino de la sublimación reli-
giosa en nuestras catamnesis, lo cual representa indudablemente
un intento de reconstrucción de la personalidad neurótica desga-
rrada por la vía de la síntesis de la cosmovisión, o un ensayo de
resolver el conflicto individual interno ético-sexual a través de una
«directriz›› supra individual. Heleno Renner se siente ahora «bajo
el amparo divino». se «sujeta firmemente al Salvador», de un
modo semejante a Anna Feldweg, el Dr. Kluge se ha convertido al
catolicismo y va cada día a misa. En cambio la personalidad más

42
asténica del ¡nuestro Wagner ha disuelto su sistema delirante para-
noico, al decrecer el mismo. en un conjunto de sentimientos pro-
féticos y mesiánicos de tipo nietzscheano, apareciendo, incluso en
el punto culminante de la paranoia, en forma de megalomanía
sobreexcitada y compensadora, desembocando progresivamente,
durante su estancia en el sanatorio. en las vías psicológicas más
normales de una autoliberación literaria. Por tanto, aquí volvemos
a tener, por decir así, l a huida a l o supraindividual, la solución de
la tensión intrapsíquica del convicto al trasladarla al plano supe-
rior de lo fatal, de lo eternamente humano y de lo poético-místico
cosmovisionario. En el caso Wagner, esta huida hacia lo suprain-
dividual no se alcanza a través de una religiosidad intensificada,
como en nuestros restantes casos, sino, muy claramente, mediante
una serie de «identiñcaciones›› con grandes personalidades trági-
cas: con el Mesías martirizado, con Nietzsche, con Luis II de
Baviera. Justamente en el drama de Wagner que lleva este último
título aparece muy visiblemente la tendencia del ex-paranoico a
objetivar su propio convicto interno mediante su proyección en
una personalidad ajena, distanciándose de él a través de esta ima-
gen especular, y desligándolo así de lo individual. Se trata, por
tanto, de un ejemplo típico que conocemos bien a través de la psi-
cología de los poetas sanos.
Entre nuestros casos existen algunos en los que discurre un
componente de resentimiento junto a la línea propiamente sensiti-
va. Por ello resulta interesante resolver la cuestión de hasta qué
punto puede crear el resentimiento sólo las sensaciones de refe-
rencia. En el caso Krumm, las condiciones fueron muy alecciona-
doras en este sentido, se trataba de un individuo sometido a trata-
miento durante años a causa de un delirio sensitivo de referencia,
sin que la exploración mostrara otra cosa sino un «tipo clásico de
Adler», o sea, un contrahecho neuropático con envidia vital grave.
Al pasar más tarde al análisis de asociación libre, aparecieron
detrás de esta primera capa los mecanismos propiamente sensiti-
v o s . en realidad graves sentimientos de culpa sexual a causa de fal-
tas juveniles cometidas contra niñas pequeñas. De un modo seme-
jante, en el caso Wagner el intenso delirio sensitivo de referencia
no se agrupa alrededor de su intenso resentimiento de maestro de
escuela, el cual, por otra pone. resulta importantísimo para otros
aspectos de su paranoia, sino que se centra de un modo exquisito

43
I

alrededor de los sentimientos dc culpabilidad sexual. En la actua-


lidad estamos tratando un caso de delirio sensitivo dc referencia
reactivo, aún no analizado totalmente, en cl cual el factor decisivo
de resentimiento descenso inmerecido a una clase social infe-
rior se pudo determinar con claridad y rapidez, mientras que
durante mucho tiempo no se había obtenido nada de la exploración
más insistente. Sin embargo, al establecer el análisis de libre aso-
ciación apareció la historia de un amor desgraciado, con amargos
sentimientos de culpa. y. con ello, una verdadera descarga afectiva
psicoterapéutica que antes había sido completamente desconocida.
Basándonos en estas repetidas experiencias, en casos psicorre-
activos, no en procesos, nos afirmamos cada vez más en la opinión
de que, ante un delirio sensitivo de referencia muy intenso y com-
plicado, se ha de inquirir, en primer lugar, si el paciente oculta sen-
timientos de culpabilidad, y ello aun cuando a primera vista otros
mecanismos psicológicos parezcan más asequibles. Sin embargo,
estos otros mecanismos, y especialmente el resentimiento, contri-
buyen mucho a sustentar y reforzar la aparición del delirio sensiti-
vo de referencia, como sucede, por ejemplo, en la situación vital
de la solterona que va marchitándose, en la que el resentimiento
hacia fuera y las luchas y sentimientos de culpabilidad internos se
entrelazan fuertemente.
Pero hemos dejado abierta la posibilidad de que existan además
otros tipos de psicogénesis aun más sutil del delirio sensitivo de
referencia, aunque el material aportado por Friedmann y Kehrer a
este respecto, y perteneciente al grupo más primitivo, de caracte-
rísticas histéñcas y coquetas, es bastante escaso. Sea como fuere,
aun en dichos casos será necesario, en lo futuro, vigilar la posible
coexistencia simultánea de sentimientos de culpabilidad y de
mecanismos predominante mente primitivos, claro es que la simple
exploración sin una técnica psicoterapéutica más profunda no nos
los ofrecerá en todos los casos.
El resentimiento como tal, igual que todos los mecanismos psí-
quicos que van acompañados de una exaltación del yo, provoca
sentimientos de influencia paranoide y, simultáneamente, un deli-
rio de referencia burdo y poco definido, como suele encontrarse en
la vida corriente entre casi todas las personas ambiciosas que se
consideran socialmente rebajadas o relegadas en su carrera. Los
sentimientos de referencia de los resentidos, por ejemplo, los de

44

.J
subalternos ambiciosos, son sentimientos de ofensa no complica-
dos. que en determinadas ocasiones se fijan a ciertas personalida-
des y que cada vez se infaman de nuevo, pero sin extenderse u
mayores sutilezas. Por su intensidad y su tonalidad afectiva, se dis-
tinguen claramente de las ideas de referencia observables hasta en
sus mínimos detalles, por ejemplo, de un masturbado con remor-
dimientos de conciencia, que continuamente cree que le dirigen
todas las miradas, y que todas las conversaciones se refieren a él.
Aquí se tra ta únicamente de este delirio de referencia intenso y
estricto, ya que se produce por reacción psíquica y no según un
proceso.
En co nju nto , las relaciones psicológicas que se establecen entre
todas las formas de delirio de referencia reactivo más delicado
quedan formuladas con gran exactitud en los trabajos de J. Lange:
en los mecanismos sensitivos se trata de «regulaciones psicológi-
cas generales del ser humano» pero que en los caracteres sensiti-
vo s «actúan con mayor frecuencia que en los demás». O, si se
quiere expresar con más claridad: cuanto más sensízivo es un
carácter, tanto más especljïcamenle responderá, en ciertos casos,
con un delirio de referencia sutil (1 los complejos de culpa. Y a la
inversa: si en un caso dado encontramos un delirio de referencia
reactivo sutil en una personalidad no predominante mente sensitiva,
tenemos que intentar, por todos los medios, analizar los complejos
de culpa y todas aquellas facetas de la personalidad que pueden
producir dichos complejos y que condicionan, quizás escondido
detrás de una superficie de coquetería o de rudeza, el parentesco
parcial con los sensitivos, ya que un débil moral no engendra en su
interior sentimientos de insuficiencia moral bochornosa*.

* Como quiera que todo lo que pudiemmos añadir sobre el problema de la


paranoia lo ha expuesto J. Langa en su primera monografía sobre la paranoia
dc un modo muy experimentado, y sopesando todos los puntos dc vista. nos
adherirnos por completo a la mayor parte de sus excelentes observaciones.

45
I
CAPÍTULO 1
PSICÓGENO Y P A R A N O Í D E .
ID EA S S()BREVALORAl)AS Y P1l\ R A \1 ¡ O l 1 \ ABORTIVA

Wernicke cita en su obra el caso de una señorita de 40 años de


edad, profesora en un instituto superior de enseñanza femenina.
que se había enamorado secretamente de un colega. Ella creía
notar que él correspondía a su pasión, en todo momento pensaba,
convencida, en ello, y le parecía que hasta podía confirmar sus
observaciones con los más nimios detalles cotidianos. Al anal
esperó que él se le declarase algún día, pero llegó un momento en
que dicho profesor se marchó del lugar, sin sospechar nada de los
sentimientos de ella. En relación con esta vivencia amorosa inte-
rior, se desarrolló en ella un delirio de referencia sistematizado: las
alumnas, las colegas y los demás profesores conocían la situación,
se comportaban de una manera diferente, hacían observaciones
alusivas, y hasta el director se había intniscuido, con toda seguri-
dad, en el asunto. Al anal, la profesora estaba firmemente conven-
cida de que las intrigas del profesorado habían destruido sus espe-
ranzas con respecto al joven profesor. Wernicke, que tuvo ocasión
de seguir observándola en su vida profesional muchos años des-
pués de la afección, la describe como una persona muy culta y sen-
sible, de conceptos muy delicados en lo que atañe al honor y al
deber, con una vida afectiva muy excitable interiormente: en su
relación amorosa, distanciada y hasta áspera. Era una profesora
muy apta y laboriosa, que seguramente había trabajado en exceso.
Con esta descripción ilustra Wernicke lo que llama aufopsico-
sis círcunscríta basada en una idea sobrevalorada. Su exposición
de est a enfermedad con stit uye uno de los primeros enfoques direc-
tos que se han efectuado sobre el cuadro clínico a que nos referi-
mos. La manera de Wernicke, al abordar el problema, es caracte-

47
¬
mística de las ventajas e inconvenientes de su método dc investiga-
ción, dicha manera explica el que su concepto de «idea sobrevalo-
rada». así como otras de sus agudas concepciones, haya quedado,
por así decirlo, al margen del desarrollo ulterior de l a Psiquiatría
clínica, sin ser aprovechado como r e recia. La autopsicosis cir-
cunscrita basada en la idea sobrevalorada es una observación, no
un cuadro patológico. (Por así decir, Wernicke la ha extraído de la
tierra, pero sin sacar las raíces).
Este autor ha comprobado que existen jbrnlas de delirio de
referencia circunscrito, que s:¢rgerz directamente de una vivencia
real. _v que contienen Sll núcleo en dicha vivencia. «Esta vivencia
es casi siempre el origen de una idea sobrevalorada que, por su
contenido, es difícilmente asimilable, o sea, que no concuerda con
el contenido preexistente de la conciencia». Para ello cita el ejem-
plo de un rentista de 61 años de edad, en el que se había desarro-
llado un delirio de referencia, la vivencia que sirvió de base fue el
hecho de que había pedido la mano de una joven, pero después la
había abandonado a causa de la mala situación económica de la
muchacha. Esta conducta estaba en contradicción con el carácter,
de por sí recto, del enfermo. Wemicke cree que estas vivencias,
que muchas veces no faltan ni en la vida psíquica normal y sana,
conducen al delirio de referencia a causa de la intensidad del afec-
t o que las acompaña.
Pero con esto se ha terminado para él la cuestión. Declina cual-
quier posibilidad de penetración hacia el fondo clínico de la idea
sobrevalorada. Después de la claridad con que expresa su esque-
ma, nos extraña afirme que casi todo suceso común puede originar
una idea sobrevalorada, y que no importa la calidad del afecto.
Además, al decir que la idea sobrevalorada podría ser el estadio
inicial de una psicosis aguda o subaguda progresiva, con inclusión
de la parálisis general progresiva, y que esta idea constituye una
manifestación parcial -que raras veces falta de la melancolía.
vemos que desdibuja los contornos, que aparentemente podíamos
representamos, de un cuadro patológico que se desarrolla partien-
do del carácter y de la vivencia, limitándose a describir exterior-
mente un complejo sintomático. Por último, llega a negar entera-
mente toda investigación acerca de las condiciones caracterológicas
cuando hace notar, brevemente, que en la señorita antes menciona-
da no existía ningún fundamento psicopático.

48
En SU obra Beiträgen zur Lelzre von der Paranoia (Contribu-
ciones (1 la teoría de la paranoia), Friedntann ha estudiado la
a u to p s ic o s is circunscrita no desde el punto de vista abstracto y sin-
tomatológico de Wernicke, sino desde una base clínica más amplia
y, sobre todo, con un especial interés en el diagnóstico diferencial
pr ác tic o. M ás adelante tendremos ocasión de valorar el abundante
y valioso material de historias clínicas que contiene dicha obra. Al
aludir Friedmann a formas paranoicos leves, intenta incluir sus
cuadros patológicos en el sist em a diagnóstico dominante, conside-
rándolos como un subgrupo de la paranoia crónica verdadero de
Kr ae pe lin , con la particularidad de un curso leve y una relativa
du ra bi lid ad .
Describe una formación delirante paranoide no demasiado fre-
cuente, en forma de delirio de influencia, observado en personas
de carácter sensible, orgulloso y exaltado, que hasta el momento
no habían estado enfermos psíquicamente, de inteligencia normal,
y en los que no se observaba una etiología especílìca. En la mayo-
ría de los casos se trata de mujeres y jóvenes entre los 30 y 40
años. Al sufrir un conflicto externo grave, una desilusión o algún
perjuicio, se desarrolla en el transcurso de varios meses, o más len-
tamente aún, un sistema delirante que se centra en las causas O en
las consecuencias de dicho perjuicio y que se limita, sin embargo,
exclusivamente a esta cadena de pensamientos. Lo único que se
añade es un limitado delirio de observación, sin alucinaciones. Se
conservan totalmente la capacidad profesional y la reflexión. Las
enfermas sufren un afecto apasionado, sin coloración maníaca ni
depresiva, además, el delirio se construye con una estructura lógi-
ca. Tras un período de florecimiento, que dura uno o dos años, se
extingue visiblemente tal afecto, las enfermas recobran su tranqui-
lidad, y raras veces vuelven a hablar del asunto. Pero no han corre-
gido su delirio, sino que defienden con tesón su realidad. En los
casos verdaderos no se superpone nada más, y las personas pueden
considerarse prácticamente curadas. El proceso suele durar de dos
a tres años (en general, dos años y medio).
Mientras, por una parte, Friedmann acepta resueltamente el
cuadro clínico de la paranoia y la pertenencia de su grupo a esta
afección, por otra describe con pormenor y acierto la dificultad y
necesidad del diagnóstico diferencial entre sus casos y las formas
paranoides del grupo maníaco-depresivo, sobre todo en aquellos

49
casos que tienen un curso prolongado. Sólo Cs posible establecer
una separación fundamental y éste es cl progreso mas importan-
te que ha aportado la concepción de Friedmann-, destacando le
pcuogénesis. Esta exigencia es idéntica a la que I-leilbronner señu-
ló poco después para el delirio querulante: deben colz.s'idcrarse
decisivos el imlcio .v el desarrollo, ¡IO el curso y el resultado. Para
el principio de investigación establecido por Kraepelin, que subra-
ya especialmente este último punto de vista, justamente aquel otro
concepto constituye un complemento necesario en la teoría de la
paranoia. Friedmann manifiesta que en sus casos la formación
delirante puede «derivarse directamente de una anomalía origina-
ria presente en el carácter y en la constitución intelectual del
enfermo». mientras que en la psicosis maníaco-depresiva el delirio
se formaría en las épocas de salud, sin una continuidad esencial
con respecto a la conformación psíquica. La diferencia manifesta-
da aquí por Friedmann ha ido destacándose cada vez con mayor
claridad, de tal modo que ya se reconoce su importancia, Jaspers
la ha expresado muy claramente al oponer el desarrollo a lafase y
al proceso. Por ello. en lo sucesivo dejaremos a un lado los concep-
tos de endógeno y endógeno, que por su ambigüedad no constituyen
términos afortu nados, aunque sin perder la concordancia básica con
las ideas de Friedmann. Por lo que respecta al origen de su «para-
noia sistematizante leve», que él considera <<endógena››, preferimos
denominarla caracterógena, de acuerdo con Heilbronner.
Resulta evidente cuánto ha hecho progresar Friedmann la cues-
tión frente a los conceptos de Wernicke. Ha eliminado de su estu-
dio las «ideas sobrevaloradas» que aparecen corno subproductos
de cualquier psicopatía, y ha iniciado la creación de un diagnósti-
co diferencial apto para sus casos lindantes con la paranoia. De
esta manera se ha dado un gran paso adelante más allá de la con-
cepción puramente sintomatológica. Lo que expresamos a conti-
nuación de una forma crítica no ha de disminuir, en modo alguno,
el valor de sus trabajos sobre nuestro terna, sino únicamente seña-
lar el punto en el que se ha detenido y desde el cual hemos de con-
tinuar. Friedmann ha remmciaclo a profundizar psicológicamente
en l a cualidad de las vivencias que pueden provocar la «paranoia
leve»_ De esta manera se explica el que en su material hayan que-
dado entremezclados ciertos cas as en los que no se dan desarrollos
caractcrógenos, sino sólo c'fc*cros vivenciales casuales en el seno

50
' er s) ,- el pro-
-
* 'c ) .S° (sxgulcndo siempre le termnnologíu de J aap
'
' c' m
de p ro
'

pxo Fncdmzmn lo ha reconocido en su caso número 4. Volveremos


después sobre esto con más detalle. n .
Sin embargo. cl punto más importante es la investigación de la
base caracterológica sobre la que se desarrolla la formación deli-
rante de estos enfermos. A este respecto, Friedmann se muestra
muy reservado. en parte por falta de datos especiales sobre el
carácter de sus pacientes. Pero este autor pone de relieve, y con
razón, que aún estamos muy lejos de una caracterología científica
para poder abordar el problema desde este punto de vista. Este es
el mo tivo por el cual nos vemos obligados. en la presente exposi-
ción, a anteponer a la exploración clínica especial el somero esque-
ma dc una doctrina caracterológica, aunque esbozado apenas. para
poder rebasar el punto muerto reconocido por el mismo Friedmann.
Por otra parte, son pocos los autores de la generación anterior
que han dedicado una atención especial a la paranoia leve. Zie-
hen menciona formas paranoides de la neurastenia. una paranoia
rudimentaria o abortiva. Probablemente se reñere a casos simila-
res a los de Friedmann. Ziehen afirma que muchas personas bor-
dean durante años los límites de la paranoia, sin atravesarlos
jamás. Más adelante nos referiremos a su locura de irzsfirutriz.
Gierlich, en su estudio sobre la paranoia periódica, presenta unas
magníficas historias clínicas que debemos tener muy en cuenta,
aunque las trate desde un punto de vista distinto del nuestro. Nos
muestra personas nerviosas, muy estigmatizadas. cultas y aptas. de
carácter ambicioso y temperamento muy susceptible, que repeti-
damente stƒren estados paranoicos agudos bajo la acción combi-
nada de vivencias lesivas y cansancio neurasténico.
En el curso de los años se han efectuado revisiones de conjunto
de la rica y valiosa bibliografía que, desde los trabajos antes cita-
dos, ha ido apareciendo sobre la formación delirante psicógena y
las relaciones entre esta y la paranoia. Destacan las revisiones de
Schnitzer y de KrUger. Estos trabajos no tocan directamente el obje-
to de nuestra exposición. El interés de los investigadores se ha cen-
trado de un modo especial en la formación delirante dc las perso-
nalidades degenerativas en sentido estricto, y en segundo lugar se
ha dedicado a la posición del grupo litigante entre la paranoia y la
formación delirante psicógena. En el primer aspecto, el estudio de
las psi cos is carcelarias se ha convenido en el punto mas importan-

51
te de la investigación, y, por su parte, ha contribuido muchísimo a
liberar de su rigidez escolástica a la discusión sobre la paranoia,
aportando puntos de vista renovados, y a terminar con el aisla-
miento infructuoso en que se hallaba el cuadro clínico de la para-
noia frente a los trastornos psíquicos psicógenos. Junto a los cono-
cidos trabajos de Bonhoeffer, Siefert, Wilmanns y Rüdin. es preciso
destacar, sobre todo, el concepto patológico circunscrito de
Birnbaum acerca dc las flguraciones delirantes de los dcgenerudos,
concepto que trataremos más adelante al precisar nuestros cuadros
clínicos. El excelente trabajo de H. W. Maier sobre la jbrmación
delirante catarímica se halla también, en cuanto a la paranoia se
refiere. predominante mente dentro del terreno de las personalida-
des muy taradas desde el punto de vista psíquico, o sea, en sentido
estricto. degenerativas. En la cuestión del delirio querulante desta-
ca. sobre todo. la clara posición de Heilbronner en favor de la exis-
tencia de relaciones íntimas entre las formaciones delirantes psicó-
genas. especialmente la histeria y el delirio pleitista. El hecho de
que Kraepelin. en su último tratado. incluya el delirio querulante
entre las afecciones psicógenas, y las numerosas relaciones que este
autor ha establecido respecto a la formación delirante psicógena al
describir su nueva imagen de la paranoia, aun con todas sus reti-
cencias y prevenciones, demuestran claramente el cambio experi-
mentado por la primitiva teoría de la paranoia, aunque muchos
autores lo hayan seguido con vacilación. Jaspers, con las magnífi-
cas exposiciones conceptuales de su tratado, y sobre todo con las
referentes al ejemplo práctico del delirio celotípico, ha contribuido
mucho a aclarar rápidamente este proceso de transformación.
El estudioso libre de prejuicios observará con toda claridad la
marcha incontenible de esta transformación hacia su objetivo:
colocar la imagen sintomatológica paranoica completamente den-
tro de los desarrollos de la personalidad hasta cierto punto «com-
prensibles», <<intUiblCS››. De esta manera se relaciona ínlimrmzente
con la formación delirante «p.s'ic'ógena›› por un lado, y por el otro.
se separan entre sí, lo mas claramente posible, la formación deli-
rante de las afecciones «procesua1es›› y el concepto de paranoia. Al
establecer el grupo de las parafrenias. Kraepelìn ha deducido esta
última conclusión con mucho menos reparo que la primera. Desde
luego, es necesario comprender con claridad que los componentes
de curso no excluyen los componentes psicológicamente com-

52
prensibles. sino que ambos cooperan muchas veces de un modo
amplio a la formación de los distintos casos individuales.
A través del conjunto que ofrece la marcha de la investigación en
las lindes paranoicas-psicógenas, desde la «paranoia leve» de Fned-
mann hasta la exposición de Maier sobre la «formación delirante
catatímica», podemos seguir la peculiar unilateralidad que ya nos
llamó la atención en Friedmann, es decir, la extraordinaria importan-
cia concedida a la acción de las vivencias externas en la patogénesis,
en contraste co n la escasez de resultados obtenidos acerca de la pecu-
liaridad especial de la disposición caracterológica en cuanto a su
posición causal con respecto al cuadro clínico -naturalmente, no la
disposición caracterológica como tal, que siempre y en todas panes
se considera como suposición previa importantísima . Este predo-
minio de la atención dirigida hacia las vivencias, hacia el «comple-
jo», es propia sobre todo de aquellos círculos que están en contacto
más directo con la Escuela psicoanalitica.
De hecho, las discusiones sobre el carácter paranoico han dado
hasta ahora el único resultado -aceptado, en cierto modo, de
forma general de que no existe una disposición paranoica uni-
taria, sino que diferentes caracteres pueden llevar a la paranoia.
Por ejemplo, Kraepelin tuvo que limitarse, en la última edición de
su Tratado, a la siguiente expresión indeterminada, imprecisa y
breve: «Un modo de ser excitable, exaltado, a veces rudo y vio-
lomo, parece ser el más frecuente. Otros enfermos eran desconfia-
dos, tercos, supersticiosos o ambiciosos, inestables y mentirosos, y
oralmente, otros eran débiles de voluntad y poco inteligentes». En
la antigua bibliografía sobre la paranoia predominaban estas des-
cripciones del carácter paranoico, cuya coloración clara y asténica
provenía de los tipos del querulante y del perseguidor-perseguido.
Así, por ejemplo, en el intento de agrupación caracterológica efec-
tuado por Tiling, el paranoico aparece sobre todo como un hombre
orgulloso, despreciativo, terco, arrogante, de una gran decisión
com bat iva , ven gat ivo , rencoroso y ambicioso. Frìedmann destaca
la capacidad de decisión del paranoico, su pensamiento prematuro.
apasionado, obtusamente ojo y su decisiva diferencia con respec-
to a la personalidad neurótico-obsesiva.
En este aspecto, Gaupp ha sido quien ha presentado por prime-
ra vez cien característica de la personalidad paranoica, al conside-
rarla desde otro punto de vista en su estudio sobre la disposición

53
parcumica y l a pamrmia aborn'va. Gaupp ha señalado la necesidad
de una mayor aclaración de las bases caracterológicas cie la forma- I

ción delirante paranoica. Además. ha enfrentado otro tipo * que


denomina disposición depresivo-pamnoica y que relaciona fnlimzt-
meme con el carácter psicasrénieo y neuróricombscsivo- il los
tipos corrientes de paranoico, sobre todo a las descripciones del
paranoico orgulloso, apasionado y obtuso. Aquí deben citarse las
observaciones de Janet, el cual llama psícasréníco al estado psíqui-
co inicial de bastantes paranoicos, y observa que a veces las ideas
de persecución van precedidas de estados obsesivos, aunque se
conserva bien la visión de la enfermedad. Según él, la autocrítica y
la autodisminución de los psicasténicos se combina frecuentemen-
te con ideas de referencia y de persecución. Existe una «paranoia
rudimenmire» relacíonacla con las «obsessions des .s'crupuleux››.
Janet llega a decir: «El delirio de persecución está muy relacionado
con las figuraciones obsesivas, y me extraña que siempre hayan
sido tan separados entre sí».
Gaupp describe así sus casos: se trata de varones de 25 a 45
años, de buen carácter, modestos, más bien ternerosos, con perso-
nalidad poco segura, muchas veces pedante y escrupulosa, pero a
la vez reflexiva, inclinados a la autocrítica, exentos de jactancia y
combatividad. Casi se puede decir que constituyen la contrapartida
del carácter querulante. En esta clase de personas se produce una
formación delirante insidiosa basada en la autorreferencia patoló-
gica, probablemente en mayor o menor relación temporal con una
vivencia determinada. Entre los múltiples síntomas psicasténicos
1

que acompañan a este estado, se constituye una sensación psíquica


de enfermedad. La anura de percepción ética de estos enfermos
provoca reflexiones y reproches, con la duda de que su propia con-
ducta sea la que ofrezca el material necesario para las persecucio-
nes de sus supuestos enemigos. No se forma un delirio de referen-
cia general, no hay desconfianza frente al médico y la clínica, sino
que muchas veces llega a existir una verdadera necesidad de médi-
co. Las explicaciones facultativas pueden eliminar pasajeramente
el delirio, y los enfermos hasta pueden llegar a reconocer tempo-
ralmente la motivación de sus anteriores explicaciones delirantes.

* Algo SCÍTIUJÉIHÍC se encuentra en las «psicosis <:arcclurias›› dc Wilmanns.

54
II

Pero cl delirio de referencia se conserva, sin embargo, durante


años. a veces muchos. y se va elaborando lógicamente, libre de
ideas fa n tá st ic a s. Raras veces aparecen alucinaciones de los senti-
dos. El tal an te varía diariamente. siguiendo el estilo de las oscila-
ciones psicopáticas. No todos los casos siguen un curso progresi-
vo, algunos permanecen estacionarios, y otros remiten. El delirio
de referencia no está generalizado ni es unilateral: la idea sobreva-
lorada no predomina en la sintomatología con la misma intensidad
que en los ple itis tas . Es característica la absoluta modestia de los
enfermos, que, aun al cabo de años, jamás manifiestan ideas de
grandeza. Los rasgos generales de la paranoia abortiva, según
.
Gaupp, son: disposicion básica psicasténico-neurótico-obsesiva,
durante la enfermedad, formación delirante insidiosa, afecto pasa-
jcramente depresivo-temeroso, reconocimiento parcial de la enfer-
medad, oscilaciones del curso y ausencia de desolación egoísta.
Apenas es necesario recalcar que el cuadro patológico que
Gaupp describe aquí no se GHCUBIIIFG situado directamente en la
linea de las ideas sobrevaloradas de Wernicke y de la paranoia leve
de Friedmamz. Estos dos últimos investigadores se interesan por el
delirio de referencia en aquellos casos en los que aparece reactiva-
mente basado en una vivencia externa determinada, que constituye
siempre su único foco de desencadenamiento. En los casos de
Gaupp, las vivencias no desempeñaban este papel predominante. A
pesar de ello, aun en estos últimos casos la conducta psíquica en la
psicosis se halla tan íntimamente ligada a la base caracterológica y
surge de ésta de un modo tan directo, que Gaupp habla también
aquí de formación delirante caracterógena. Pero en el cuadro pato-
lógico de Gaupp, la base caracterológica tiene tantos y tan íntimos
puntos de contacto con los tipos de personalidad que describiremos
más adelante, que hemos de hacer una aclaración también en este
aspecto. Pero y a aquí es importante reconocer que lo que
Fricdmann describe como «paranoia leve» y Gaupp como «para-
noia abortiva», no es, €ì! manera algara. idéntico. Friedmann juzga
el delirio de referencia limitado sobre todo desde el punto de vista
del suceso desencadenarte, mientras que Gaupp lo considera desde
el punto de vis ta del carácter subyacente.
Las sugerencias de Gaupp y de Friedmann no han sido recogidas
convenientemente hasta ahora por la investigación. En muchos

_
casos se ha n ur di do simplemente las descripciones de ambos auto-

55
res ¡msm obtener ima especie de imagen nzixm, superponiendo el
esquema de curso según Friedmann (dependencia estricta dc lu
vivencia, duración limitada) u la imagen caracterológica depresivo-
neurótico-obsesiva de Gaupp, lo cual resulta igualmente injustifica-
do en ambos sentidos. Las psicosis de Gaupp no terminan al cabo de
dos o tres años como las de Frìedmann, sino que pueden prolongar-
se durante muchos años -como destaca en la descripción original
antes citada- y adoptar un curso progresivo a lo largo de ellos,
según Gaupp, el papel desempeñado por las acciones vivenciales
resulta bastante problemático. Por el contrario, los caracteres de los
enfermos de Friedmann («sensibles, tozudos, exaltados››) no tienen
relación alguna con la descripción de la paranoia de Gaupp, y carac-
terológicamente no representan nada unitario, como más adelante
tendremos ocasión de demostrar. El mencionado error ha sido la
causa de que hasta ahora no se hayan podido utilizar las descripcio-
nes de ambos investigadores y de que se haya admitido con preven-
ciones ciega relación, bastante oscura, con respecto a la paranoia
<<verdadera››, o de que se dude, como. por ejemplo, lo hace E.
Bleuler en su Tratado, de lajustificada mención de ambos autores a
este respecto. Por tanto, éste es un punto que es necesario aclarar.
Sin embargo, con nuestra exposición no tratamos de seguir tejien-
do la trama de las ideas de Friedmann y de Gaupp. Aquí queremos
simplemente partir de observaciones recientes y describir, sin hacer-
lo en principio desde el punto de vista de la paranoia, una clase de
formación delirante surgida en una constitución psicopática determi-
nada, y examinarla con todo detalle. Pretendemos enjuiciar de un
modo amplio y lo más completo posible el papel de la base caracte-
rológica y de las acciones viven cales, y estudiar y describir las ínti-
mas relaciones que existen entre una forma caracterológ ¡Ca especial.
exactamente delimitada, y una clase especial de formación y elabo-
ración de vivencias, describiendo sus leyes psicológicas internas.
El hecho de haber efectuado este estudio aisladamente, sin pre-
tender encuadrarlo en el marco de la sistemática clínica actual-
mente dominante, tiene como resultado una justa valoración y una
completa aclaración de la «paranoia "leve"›› y de la «abortiva››.
Además, permitirá arrojar alguna luz sobre el territorio de la for-
mación delirante psicógena y aun de la paranoia. No creemos
necesario expresar cuánto debemos, en este aspecto, a las sugeren-
cias de los dos investigadores últimamente citados.

56

-.J
CAPÍTULO 2

PA RA UNA TE OR íA PSIQUIÁTRICA DEL CARACTER

S i nos propusiéramos seguir el plan desarrollado anteriormen-


te y atenernos a la tarea clínica ya indicada, veríamos en seguida
que no poseemos los suficientes conocimientos para abordarlo.
¿Cómo queremos obtener una imagen caracterológica científica
precisa si nos faltan los conceptos necesarios para abordar la mate-
ria? Utilizaremos preferentemente las expresiones que se emplean
en el lenguaje vivo para denominarlas cualidades del carácter.
Dichas expresiones son, como las citadas cualidades. innumera-
bles y polifacéticas, móviles y matizadas, pero en cuanto tratamos
de delimitarlas con exactitud, se nos escapan y entremezclan, sin
que se puedan separar con claridad. No bastan para establecer una
imagen caracterológica. cuya relación íntima con una determinada
forma de afección queremos demostrar, ni para poder formular de
un modo preciso: aquí se encuentra el parentesco clínico con tal v v

cual tipo caracterológico psicopático: ésta O aquélla es la diferencia


fundamental, con respecto a todos los demás tipos, que condiciona
la aparición de una determinada forma patológica psicopática, en
una cierta manera caracterológica, y que por necesidad interna debe
producir dicha forma en cuanto se presenta la vivencia que la
desencadena. El pesimismo que existe frente a la posibilidad de
una teo ria caracterológica cientíñca amplia no ha permitido ir más
allá de tan teo s, al querer desarrollar la sistemática de los trastornos
psíquicos psicopáticos, si es que se puede hablar de tales trastor-
nos. Nosotros esperamos poder desarrollar nuestros pensamientos
acerca de esta cuestión en un trabajo futuro, motivo por el cual
sólo mencionaremos aqui lo que consideramos realmente necesa-
HO para res olv er la presente tarea clínica. La bibliografia ofrece

57
muy escasos intentos para esmbteeer una caractcrologfa p.r¡qui.«i-
fríca, por ejemplo, el notable trabajo de Tilinga Individnelle Geis-
tesarfung uno Geistesstörung ( Confiirmnción p.~›':'qui(.'a i n r i v id u a f
y trastornos psíquicos). pero no cabe duda de que resultan insufi-
cientes, ya que están informados por una intención poco racional y
no se basan en un principio de clasificación claro.
Llamamos carácter at corfltmto de la personalirlnd individual
en el aspecto de sus .reruimíentos y de su voliuucul, es decir, en el
aspecto más esencial para todas las desviaciones psicopáticas.
Nosotros obtenemos nuestro conocimiento clínico de un determi-
nado carácter, sobre todo por la contemplación directa dc l a estruc-
tura p.s't'quic'a anterior a la enfermedad. es decir, por la observa-
ción de la totalidad de las reacciones aisladas que el individuo
presenta a los estímulos menores y mayores de la vida cotidiana.
Por otra parte, tampoco es posible prescindir de la i'nducczlón que
la reacción patológica nos permite obtener sobre el carácter que
le sin«'e de base, ya que puede poner al descubierto disposiciones
antes desconocidas (Tiling pone el ejemplo de Federico el Gran-
de). Pero sólo nos está permitido obtener esta inducción cuando
está claro el carácter reactivo de la enfermedad, y se ha visto níti-
damente la diferencia entre este método y la observación directa
del carácter normal. Esto es, no se debe considerar -como tan fre-
cuentemente sucede- que la desconfianza de cualquier enfermo con
delirio de referencia sea atribuida, sin más, a su disposición caracte-
rológica.
Por tanto. intentaremos incluir dentro de u n a sólida estructura
lógica las rrzarizadas expresiones lingüísticas que distinguen a las
peculiaridades del carácter, de tal manera que cada una de ellas
tenga una posición fija, aunque sin perder su singularidad. Ante-
riormente hemos indicado y a que entendemos por carácter la ima-
gen media de la suma total de las reacciones de temperamento y de
voluntad de una persona frente a las sucesivas vivencias, transfor-
mando procesos temporalmente móviles ez «cua1¡dades›› mare-
rialmentefijas. Para poder llevar a cabo el análisis caracterológico
científico utilizaremos consecuentemente la única representación
primaria correcta del alma, como movimiento temporal como .
enrrelazamientø de reacciones siempre nuevas y duraderas fl'en!€
a estímulos externos siempre HUEVOS. Consideramos aquí como
estímulos externos los implicados en la magnitud psíquica com-

58

-J
plejïl ta l como aparece prácticamente siempre la vivencia, es decir,
un grupo de .§`€HS(I(,'iOH('å` .v de represenmczones' susceptibles de
¡›mcluc¡r HH Qfecto. As í, podemos abarcar ciemíficamente de un
modo ordenado y claro todas las «cualidades››, O sea, posibilidades
reactivas de cualquier carácter al perseguir: desde el principio
ha st a el en, el paso de la vivencia por el alma.
De esta m an er a obtenemos los conceptos básicos de capacidad
de impresión, cup a eiclarl de relencircón, actividad intrapsíquica y
copa cizlnzl de conducción. Estos conceptos no se reñeren a los ele-
m en to s básicos artificialmente analizados de la psicología teórica.
sirio a las unidades complejas de la vida psíquica real, a las per-
cepciones acompañadas de un movimiento del ánimo, a los recuer-
dos. a las reflexiones y a las directrices de la voluntad, así como a
los síntomas de las descargas afectivas y volitivas. Por tanto, son
también muy complejos, pero. si se quiere. se puede remitir cada
una de es tas distinciones caracterológicas. refiriéndolas a sencillas
diferencias en el curso de sentimientos y asociaciones, según su
cualidad, intensidad, duración y frecuencia.
En cuanto a la capacidad de impresión (impresionabilidad). al
igual que ocurre con las otras categorías, hemos de distinguir entre
dicha capacidad en general. que denominamos interés, sugestíbilí-
dad, y las vivencias referidas al yo de gran intensidad afectiva, que
podemos llamar excitabilidad. sensibilidad, etc. Una vez la viven-
cia ha penetrado en la conciencia con mayor o menor intensidad. su
destino ulterior depende de la capacidad de retención del carácter.
entendiendo por retención la conservación ¡ntrapsíquica de afectos
unidas a representaciones o d e representaciones con carácter afec-
tivo. La retención se divide en dos fases: en primer lugar. la deten-
ción de la impresión. es decir, evitar su inmediata salida en forma
de reacción externa, y en segundo lugar, la fijación de la misma
como factor vivo dentro de la vida anímica. La actividad in traps zï
q u í a determina el grado de esta prosecución psíquica de su
acción. Dicha actividad consiste en la capacidad que tiene el carác-
ter, no sólo de conservar la vivencia, sino también de seguir pro-
duciendo, a partir de ella. nuevas direcciones sentimentales y
representativas y nuevos impulsos voluntarios. para elevar la acti-
vidad psíquica a su grado máximo. En circunstancias normales.
una vi ve n ci a aislada no puede persistir en su máxima intensidad
bajo la acción constante del flujo psíquico. sino que se ve empuja-

59
¬
.

da y absorbida por las vivencias posteriores, se apaga, se dcscarg;1I


La energía psíquica que se había acumulado disminuye, en la vida
psíquica normal, y pasa del estado de tensión actual a un estado de
tranquilidad. Esta última capacidad que tiene el carácter de permi-
tir cl flujo de las vivencias la llamamos capacidad de conducción.
Dicha acción tranquilizadora, adecuada a cada vivencia, puede
producirse intrapsíquicamente por asociación libre y omnidirec-
cional en el corgzmto mm! de representaciones, o completarse
hacia el exterior por simple expresión verbal, brorc afectivo O
acción voluntaria.
En el lenguaje corriente, la inipelƒeccioizes' de este aspecto del
carácter por lo que se refiere a las simples tonalidades afectivas de
la vida diaria se llaman. por ejemplo, encogimiento, reserva, timi-
dez. Los trastornos de la conducción ante vivencias sensiblemente
afectivas y de gran valor tienen una importancia decisiva para la
formación de reacciones psicopáticas complicadas. Así, por ejem-
plo. se produce el complejo en el sentido de la teoría de la histe-
ria, como desviación psíquica al inconsciente. Si no se presenta
esta desviación, se constituye algo muy distinto, que llamamos
retención.
Este concepto tiene una importancia capital para poder com-
prender más adelante todo nuestro grupo patológico clínico, y, por
tanto, debe entenderse ya ahora con la mayor claridad. En contras-
te con l a retención simple, que no afecta para nada al concepto dc
conducción, nuestro concepto clínico significa la retención cons-
ciente de grupos de representaciones de gran afectividad cuando
l a actividad intrapsíquica es viva y la capacidad de conducción
defectuosa.
Con ello hemos agotado las cuatro capacidades básicas del
carácter para la recepción, conservación, elaboración y resolución
de las vivencias. En conjunto, constituyen la capacidad T o m ] de
rendir lento del carácter, u n a magnitud puramente dinámica que
se mide por la cantidad total de energía psíquica existente y dispo-
nible en cada individuo. Utilizamos aqui la expresión de Lipps
fiterza psíquica, aunque para nuestra finalidad la abstrae ros de los
rendimientos puramente intelectuales. La inteligencia. como capa-
cidad total de rendimiento asociativo. constituye el concepto
opuesto al carácter, con el cual, sin embargo, forma la personali-
dad psíquica total. Desde este punto de vista, artificialmente aisla-

60
do, el concepto de inteligencia resulta innecesario, dentro de cier-
y

tos límites, para la cuestión de los trastornos psicopáticos. La neu-


ra sl en ia se desarrolla por falta de fuerza psíquica frente al conjun-
¡Q de los estímulos psíquicos diarios que provocan cansancio,
siempre que se trate de una reacción psicopática y no autónoma, es
decir, que no sea un proceso nervioso de causalidad biológica. A la
citada capacidad total de rendimiento general se opone la capaci-
dad ¡om! de rendimiento especial denle a vivencias muy aƒecti vas
y de gra n valor; que por su irrupción brusca o por su acción acu-
mu lat iva exigen del carácter rendimientos especiales, poniendo así
de manifiesto l a resistencia O la insuficiencia de este último. De
esta manera obtenemos el concepto de capacidad de agotamiento,
que podemos utilizar en este sentido especial o teniendo en cuen-
ta todas sus bases psicofísicas. Este concepto también tiene mucha
importancia para nuestra tarea clínica.
Según el grado en que se manilìeste en ellos la fuerza psíqui-
ca podemos distinguir caracteres esténícos y asténicos, así como
reacciones esténicas y asténicas. Para enjuiciar la calidad esténi-
ca de un carácter son necesarios tres conceptos *: l.° La altura
afectiva máxima alcanzable (muy relacionada con el concepto de
capacidad de impresión). 2.° la duración afectiva (que correspon-
de a la capacidad de retención), y, por último, 3.° el grado de la
posible exteriorización afectiva (correspondiente a la capacidad
de conducción). Un degenerado explosivo es, por ejemplo, más
esténico que el tipo incontenible del mismo carácter: e l querulan-
te es más esténico que el explosivo. En cambio. un neurótico
obsesivo es más asténico que un querulante, porque, a pesar de
sus considerables altura y duración afectivas, le falta la fuerza
para la exteriorización afectiva libre. Más adelante volveremos
sobre ello.

#
Estas dimensiones afectivas simples se modiñcan esencialmente en el
hombre culto por los hábitos del carácter: En este caso. la capacidad de domi-
nio afectivo se opone a la altura afectiva absoluta como síntoma esténico
importante. El estado de ánimo variable. resultante del curso de las vivencias
csténicas y asténicas. y sobre todo sus matices más unos. constituyen un
medio muy sensible para medir la fuerza psíquica. como veremos, en el carác-
ter scn siti vo- Nuestro juic io psicológico se comprueba. finulmentc. mediante
las reacciones cerebrales bicrlógicas' y la aparición de estarlas .v sínrurnas de
cansancio.

61
Los hábitos del carácter descansan sobre la base de las capaci-
dudes caracterológicas antes descritas, y constituyen la clave de
bóveda dc la estructura del carácter. Entendemos por hábitos las
regnlaridrnles que se establecen en la vida psíquica inclividzml por
repetición de las formas reacnì*as condícimtadas por sus cnpaei-
dades, o sea, las direcciones fundamentales de su ánimo y de SU
voluntad, que, por su parte, también participan modificando cada
nueva reacción. Así se forman los diferentes matices del estarlo de
ánimo, es decir, de la simación afectiva media de l l H ( l persona en
el transcurso de los años, a partir de la constante interacción de
vivencias y reacciones --es lo que en el lenguaje corriente se
llama destino-. las cuales, al igual que cada reacción de por sí
oscila entre placer y displacer, buen humor y depresión, se mati-
zan según el estímulo o la inhibición que producen en el curso psí-
quico. No es necesario llamar la atención sobre el hecho de que el
estado de ánimo no debe considerarse únicamente desde su aspec-
t o caracterológico-reactivo. Por ejemplo, en las distimias constitu-
cionales, dicho estado es un síntoma importantísimo de desviacio-
nes biológicas autónomas. En este caso, como en el agotamiento,
los dos puntos dc vista se confunden íntimamente.
Los hábitos del carácter en el aspecto dc la voluntad se deno-
minan cualidades éticas. En el presente estudio sólo se puede indi-
car levemente su complicada génesis. Tiene especial importancia
la imprescindible capacidad de retención de ciertas acciones
vivenciales, que es completamente necesaria para el estableci-
miento de regulaciones caracterológicas que limitan la tendencia a
las reacciones primitivas. que se comentarán más adelante, y la
relación de la mezcla del conjunto de componentes caracterológi-
cos estéticos y asténicos. A partir de los vínculos de las sensacio-
nes que produce la acción -desarrollada a partir de la elaboración
caracterológica esténica de la vivencia- y la pasión, -que surge
de la elaboración asténica , y las series de representaciones que
siguen a estas sensaciones, se desarrolla la imagen individual de la
relación de significación entre el yo y el mundo exterior, de esta
manera se separan los polos opuestos del egoísmo y del altruismo,
entre los cuales se escalonan las cualidades éticas de la personali-
dad. Se ha de tener en cuenta que la ƒiwrza instintiva de la activi-
dad ética se desarrolla a partir de los componentes caracterológi-
cos estéticos, mientras la anura de la sensibilidad ética surge'

62
I

rc
P. . d o m in a n te z n e n .
te dc..
v
los componentes
`
o
"
z '
c e
.
r c o s , e s to el.. un p nn-
se puede seguir muy bien en el terreno de la psicopatía
(:1p1o que
clínica. Por lo demás, Friedrich Nietzsche ha destacado con espe-
cial viv ez a el origen de la éti ca altruista a partir de la cualidad esté-
nica de la vida humana.
Los importantes conceptos caracterológicos de autoestima y
lìze rzü de volumacl se relacionan con lo que se ha expuesto ante-
normente. La auloesuìrza normal es la expresión subjetiva directa
de la ¡urgencia psíquica del asténico, modificada por regulaciones
altruistas. La autoestima exagerada. hasta transformarse en algo
enfermizo. se forma sobre una base predominante mente asténica,
por irritación crónica de los componentes caracterológicos esténi-
cos poco desarrollados, a causa de la desesperación por las derro-
tas sufridas en las luchas de la vida diaria, derrotas condicionadas
y sentidas por los componentes asténicos (amor propio de artistas:
Schopenhauer, Nietzsche. Hölderlin). Justamente esta génesis de
la autoestima excesiva desempeña un papel muy importante en
nuestra imagen del carácter sensitivo (véase el caso Wagner), y.
por tanto, en la formación de numerosas formas de delirio para-
noico de grandeza. Decimos que un individuo esténico tiene una
volimtadfiterfe cuando, a la vez, posee la capacidad de retención,
es decir, cuando sus experiencias suelen seguir un largo proceso de
elaboración psíquica antes de convertirse en reacciones. El acto de
voluntad se distingue del acto afectivo en que, gracias al contacto
intrapsíquico con acciones vivenciales anteriores, lleva el sello de
la finalidad.
Por otra parte, las cualidades éticas y el estado de ánimo no
deben considerarse única y exclusivamente desde el punto de vista
de la caracterología individual, es decir, de la reacción psíquica
vivencial independiente y del hábito. Así como el estado de ánimo
está condicionado en parte por acciones biológicas, la cualidad
ética lo está por factores sociales, ya que cada personalidad ela-
bora sus normas éticas no sólo por si misma, sino aceptando tam-
bién sugestiones ajenas ya completamente terminadas. En este
lugar deben considerarse con toda amplitud las acciones del ambien-
te en el sentido más amplio dc la palabra, y la influencia de las rela-
ciones profesionales y sociales y de los prejuicios morales y religio-
sos. Todos estos factores los encontraremos activos en la patogenia
de nuestros cuadros patológicos.

63
Este esquema apenas esbozado debe bastarnos para establecer
nuestras relaciones clínicas. Hemos pasado por alto ciertos 1lSP¢(;-
tos importantes del problema, por ejemplo, las acciones constela-
tivas o la diferenciación del carácter en direcciones parciales apa-
rentemente contradictorias, para no profundizar demasiado en la
materia. Las directrices más importantes de la caracterología,
dadas en el presente trabajo, deben contribuir a reemplazar la con-
cepción estática y material por un concepto genético y dinámico,
tal como corresponde a la realidad psíquica, también debe servir
para no considerar el carácter como una magnitud en sí, sino de un
modo consecuente, en su relación viva con respecto a la vivencia,
y para distinguir las cualidades caracterológicas en sentido estric-
to. que la psique adquiere, de un modo reactivo, por vías pura-
mente psíquicas, de las cualidades que en ella se originan como
parte del conjunto natural biológico autónomo. Finalmente,
dichas directrices nos deben servir para proyectar las denomina-
ciones científicas de las cualidades caracterológicas en un plano
lógico. de tal manera que se puedan comparar entre sí.
La utilidad de esta determinación conceptual básica salta inme-
diatamente a la vista cuando se escogen algunos tipos principales
de formas reaetívos psicopáticas, de entre el material clínico cono-
cido, para utilizarlos en nuestra tarea clínica. No es nuestra inten-
ción transformar unos excelentes grupos obtenidos empírícomente
en un esquema psicológico, sino encuadrar las imágenes fluctuan-
tes de la concepción clínica en un marco conceptual que las distin-
ga claramente en su núcleo esencial y que, a la vez, muestre lo que
tienen de común y de contrario, cnfómmlos breves y precisas.
El estado actual de l a clasificación clínica de las psicopatías
tiene el inconveniente de obligarnos a caracterizar un trastorno psi-
copático, a veces por síntomas corporales (histeria), otras, por su
modalidad de acción social (delirio litigante), y, finalmente, otras
con un síntoma sobresaliente único (psicopatía sexual). La histeria
y el delirio querulante son magnitudes inconmensurables, que no es
posible relacionar desde un punto de vista común y entre las que no
se puede establecer un diagnóstico diferencial, ni aun en el sentido
amplio de los psicópatas, según el cual un individuo en el que apa-
recen síntomas de ambas afecciones podría definirse como predo-
minantemente histérico o predominante mente querulante. Desde el
punto de vista neumológico, se trata de un histórico y sólo histeri-

64
CO.y desde cl forense. es querulante y nada más que querulante. A
nuestro entender. este concepto erróneo, generalmente aceptado,
HO CS insuperable. aunque sea difícil eliminarlo de un solo golpe.
siemprtš que nos decidamos a basar la valoración clz'/zic'a de las
formas re ac tiv as psicopálicas en su estructura psicológica. y a
fundamentar en esta su clasificación sistemática.
Para ello es necesario estudiar las reacciones psicopáticas en sí
al comienzo de las investigaciones, la teoría reactiva
y desarrollar,
del modo más ¡independiente posible con respecto a la caracterolo-
gía, cos a que frecuentemente no ha sucedido, como, por ejemplo.
en el estudio de la histeria, con gran perjuicio para el mismo. A este
respecto recomendamos el claro resumen de Gaupp Púber den
Begrifldcr Hyslerie (Sobre el concepto de la histeria). Si estable-
cernos un a relación entre las reacciones encontradas y los caracte-
res hallados, descubriremos la existencia de una doble caracterís-
tica: se observan determinadas formas reac1'ii'as. especificas para
cie rto s caracteres, las cuales no se presentan independientemente
una de otra, por lo menos en los tipos corrientes. A este grupo per-
tenece el cuadro patológico que constituye el objeto del presente
trabajo. Por otra parte, se observan ciertas formas reactiva; que
tienen una extensión general, y que se presentan ocasionalmente
en todo grupo caracterológico psicopático y aun en la vida psíqui-
ca normal de los individuos sanos cuando la acción vivencia es
adecuada. en las p i q u e s intnaduras y en las taradas biológicamen-
te, aunque dichas formas pueden tener preferencia por l l ì l deter-
minado grupo caracterológico psicopático que esté psicológica-
mente próximo a ellas.
Según esta concepción de las psicopatías, llamaremos afección
_
psicopática reactiva a una afección cuya causa originaria esen-
c a l es una vivencia condicionada por la realidad, y carácter psi-
copátíco reactivo a aquél que, como reacción a vivencias. origina
trastornos patológicos con mayorƒacilidad que el carácter medio
del ser humano. De esta manera se llega a una clara delimitación
conceptual de la psicopatía reactiva frente a los otros dos grupos
de <<inferioridad›› psíquica, que clínicamente aparecen en ocasio-
nes con ella, de un lado, frente a la debilidad mental y frente a
todas las malformaciones psíquicas estables no reactivas. y del
otro. frente a las disposiciones autónomas. es decir, frente a las dis-
posiciones y estados abortivos que pertenecen a las psicopatias

65
I

autónomas condicionadas biológicamente, esta delimitación SC


sugiere repetidas veces en la última edición del Tratado de
Kraepelin. Naturalmente, no se deben apurar estos conceptos al
máximo, ya que los estados en que se basan están íntimamente
relacionados por su esencia, y, además, la diferencia co nc ep tu al
entre psicopatía reactiva y malformación psíquica puede ser fre-
cuentemente sólo una diferencia de punto de vista.
Aquí nos limitamos a una rápida caracterización de las formas
reactivas psicopáticas. tal y como se relacionan interiormente según
su estructura psicológica. Distinguimos: reacciones primitivas, des-
viaciones. reacciones y desarrollos es-ponsivos, reacciones y desa-
rrollos sensiri vos, .v reacciones IJIUTUHEIIÍL' asténicos.
Un ejemplo fisiológico de las reacciones ¡›riinirivas lo ofrece el
curso reflejo de una vida psíquica no desarrollada, por ejemplo, el
«reflejo cortical» en un niño durante los primeros años de vida.
siguiendo la terminología de Friedmann. Son reacciones primifi-
vas el extender la mano para coger un objeto brillante, el contra-
golpe a un golpe, el grito frente al dolor, por cuanto se producen
inmediatamente y sin reflexión consciente. La vivencia penetra en
el alma, e inmediatamente sale en forma de l l l l fl reacción. Este
modo reactivo se conserva en la vida psíquica madura en numero-
sos mecanismos psicofísicos de protección y de regulación. Cuan-
do se manifiesta en los territorios psíquicos superiores o cuando
rompe y atraviesa el curso psíqt ¡Co normal en algunos puntos, de
un modo violento, hablamos de reacción por:'mi¡:lva psicopátíea. El
soldado X, generalmente trabajador y comedido, estalla en una
catarata de improperios poco antes de salir de marcha al ser
reprendido por el alférez, o el recluta Y. al volver dc permiso y
pensar en su desagradable sargento, se apea del tren y se escapa. o
el estudiante Z, cuyos débiles nervios lo impulsan, en el frente, a
pegarse al terreno apenas oye el tronar de los cañones. Todos estos
ejemplos constituyen reacciones primitivas psicopáticas. Esta
forma reactiva es ínespecflïca, se encuentra ampliamente repre-
sentada en los más diversos caracteres psicopáticos, aunque en
algunos sea escasa. De los ejemplos antes citados puede deducirse
hasta qué punto depende, además del carácter, del valor afectivo
de la vivencia y de las acciones constelativas. .
Por otra parte, cuando aparece con gran frecuencia, caracteriza
a determinados e importantes grupos earacrerr›1ógilcos. La formu-

66

J
la psicológgica dc es tos caracteres Cs la siguiente: buena capacidad
de i;npresión y expresión, con releneión deficieme. Dichos carac-
¡eres se dividen en los dos conocidos grupos de los explosivos e
mcsmbles, según predominen las formas reactivas esténicas (ejem-
plz) X) O asténicas (ejemplo Y). Son personas que nunca consiguen
dominarse, que pasan dc un acto violento a otro. y en cuya vida
psíquica no se retiene el valor total de la impresión causada por
Ulì3 vivencia para poder ejercer un indujo favorable sobre la ela-

boración de las vivencias siguientes. En el caso extremo de estos


caracteres primitivos no se llegan a desarrollar hábitos del carác-
te r, ni tampoco un estarlo de ánimo mesurado, y mucho menos
regulaciones épicas. El curso (le su vida psfqiiica se descompone
en l l l l fl se rie de acciones aisladas, más o menos independientes
eiz lre si', condicionadas por la situación. A este grupo pertenecen
los degenerados en el sentido más estricto, ciertos débiles morales.
criminales paros, determinados instiiuivos, impzilsivos. etc., con
todas las gradaciones intermedias, hasta llegar a los primitivismos
caracterológìcos aislados, leves e inocuos. de personalidades, por
lo demás, equilibradas.
No podemos describir aquí las estrechas relaciones que existen
psicológicamente entre estas constituciones caracterológicas y
ciertas anomalías r:socia¡i ~.-rrs que se conocen como deficiente
enjuiciamiento de la realidad. labilidad de la conciencia de la per-
sonalidad. seudoiogfa patológica, etc. Por lo demás, en cuanto se
consideren mecanismos intelectivos congénitos constantes. se
deben clasificar como malformaciones psíquicas. Para la forma-
ción delirante de los primitivos son tan importantes las desviacio-
nes afectivas de su constitución psíquica como las desviaciones
asociativas de la misma. Como f o n a delirante primitiva típica
pueden mencionarse las «ñguraciones delirantes de los degenera-
dos» (Birnbaum), que, por su falta de continuidad cerrada y por su
pasajera dependencia de los estados dc ánimo momentáneos. ofre-
cen una excelente imagen de la vida psíquica primitiva. Su varia-
bilidad las opone a las psicosis primitivas asténicas, que en segui-
da veremos, y, al igual que estas últimas, están muy entretejidas de
mecanismos histéricos.
Inmediatamente jun to a las verdaderas reacciones primitivas se
debe citar una forma reactiva que también se observa preferente-
mente en los car act ere s prinnuvos. En ella surgen también de

(17
forma refleja afectos inmediamnzente a partir de vivem'ic1.s', y asi-
mismo pueden descargarse en seguida mediante la expresión y la
acción, pero ¡IO se descargan totalmente de una vez, como lo hace
la reacción primitiva en sentido estricto, sino que durante un cier-
to tiempo queda en la vida psíquica una tensión afectiva y una dis-
posición afectiva no reguladas, que a las menores vivencias reno.
vadas explotan en forma de reacciones primitivas. Esta forma
reactiva corresponde también a un mecanismo psíquico inferior.
Se encuentra representada, por ejemplo, en el caballo espanmdo, el
cual sigue durante cierto tiempo <<intranquilo›› después dc un paro-
xismo de miedo, dispuesto a saltar y con tendencia a repetir su páni-
co ciego al menor motivo. Así queda indicado también que en este
proceso psíquico no se trata de una disposición afectiva similar al
movimiento de ánimo que la ha desencadenado. sino muchas veces
polimorfa.
Estas reacciones primitivas prolongadas. que pueden prolon-
garse durante semanas y aun meses en forma de trastornos psico-
páticos, son muy conocidas de los psiquiatras, sobre todo en las
guerras. por ejemplo, como consecuencia de violentos shocks pro-
vocados por los efectos de las granadas. Pero ya no son, como las
reacciones primitivas simples, breves oscilaciones psíquicas ais-
ladas, sino que constituyen neurosis primitivas explosivas rela-
cionadas entre sí, o psicosis primitivas, cuando el contenido
consciente se remueve de un modo violento bajo los efectos ince-
santes de los golpes ernotivos, los cuales se descargan en forma
de grandes pirotecnias emotivas, de dimensiones colosales y con
variaciones bruscas, mientras que en las neurosis primitivas más
sencillas predomina una dirección afectiva única, generalmente
en sentido de displacer, de distimia en tensión. Todas estas afec-
ciones tienen de común el estado permanente de u n ánimo extre-
madamente débil y explosivo, que se infama a la menor chispa con
explosiones afectivas repentinos, violentas e indomables. También
la formación delirante participa de l a carga afectiva y de los repen-
tes contrastados entre el gran delirio persecutorio y los gestos de
megalomanía (véase el caso Kluge).
Es lógico que cuando estas tensiones emotivas extremas alcan-
zan sus puntos culminantes, se produzcan muchas veces enturbia-
mientos de la conciencia y, en el terreno motor. formas de descar-
ga histéricas, sobre todo si se tiene en cuenta que cuando el ánimo

68
está sometido a UII movimiento violento, hasta el individuo sano
reacciona a veces de un modo histérico.
En el concepto de desviaeirin incluimos aquellas formas reacti-
vas que constituyen el núcleo del grupo que, en el lenguaje clínico
usual, se denomina histórico. Dicho concepto lo aplicamos a toda
reacción en la que el movimiento psíquico provocado por la viven-
cia rebasa los límites de elaboración psíquica consciente y se «des-
vía» hacia el paraconsciente, sin abandonarlo jamás. Por tanto,
hemos de mencionar aquí. por una parte. los componentes reflejos
de los trastornos psicógenos de la motilidad y de la sensibilidad. y.
por otra , los procesos emotivos y asociativos de curso automático
oniroidc que aparecen en el estado crepuscular psicógeno y en las
psicosis semejantes. Únicamente para estos dos grupos reactivos
emplearemos en lo sucesivo la expresión <<lzísrérico››. Hemos pro-
curado evitar el expresivo concepto de represión siempre que se
deba entender de un modo puramente psicológico. sin interpreta-
ción primordialmente teórica. Además. evitaremos que en la con-
cepción de nuestro estudio aparezcan las generalizaciones del
concepto de represión que no estén aseguradas por la crítica, y lo
mismo haremos con el uso indiscriminado del concepto de incons-
ciente.
Se observa claramente la añnidad psicológica que existe entre
la desviación y la reacción primitiva. En ambos casos se trata de
un salto del estímaio vivencia! antes de haber sido captado _v elo-
borado completamente por la conciencia total. pero en el caso de
la reacción primitiva se descarga directamente de nuevo hacia el
mundo exterior, mientras que con la desviación se pierde en un
laberinto oscuro y misterioso de vías psíquicas secundarias. Tam-
bién en este caso lo esencial consiste en un defecto de retención,
pero este defecto es sólo parcial, ya que la vivencia se lija en la
psique, aunque ésta no tiene la energía necesaria para conservarla
a la altura de la conciencia el tiempo necesario para dominarla, la
viv enc ia escapa prematuramente a su acción. Este defecto parcial
de retención es común a la desviación y a la reacción primitiva
prolongada, pero aquélla se distingue porque el estímulo vivencia.
aunque sin regulación, cursa principalmente dentro de la concien-
cia, pero sin unión arme a la totalidad de las representaciones.
Dada la peculiaridad psicológica de la desviación. se compren-
de que no pueda resultar igualmente característica de cierta dispo-

69
I

sición caracterológica como lo es un acto psíquico consciente, tal


y como podemos adoptar, sin más. la denominación caracterológi-
ca colérico por la aparición habitual dc reacciones primitivas
explosivas. De hecho, según la observación clínica, la reacción
histérica es inespccflïca. no se detiene ante ninguna forma dc dis-
posición caracterológica psicoptitica. y aun llega a penetrar pro-
fundamente en el terreno de las disposiciones psíquicas normales,
No existe un carácter histórico. pero la reacción histérica prefiere
resueltamente. por su afinidad psicológica con la reacción p ri m it i-
va, los caracteres prim in'vos, tanto del tipo explosivo como del
inestable, del mismo modo que en la vida psíquica normal recae
mas sobre individuos inmaduros que sobre personas ya desarrolla-
das. Por lo demás, la reacción histórica constituye un importante
medio auxiliar del diagnóstico. por su amplia difusión en el terre-
no de las psicopatías y por su relativamente escasa aparición junto
a trastornos psíquicos condicionados biológicamente, ya que en
los casos en que aparece de un modo manilìesto en un momento
decisivo. sugiere un probable trastorno psicopático. más adelante
utilizaremos este medio auxiliar.
De esta manera abandonamos las formas reactivas psicopáti-
cas, que se mueven dentro del campo de los mecanismos psíquicos
inferiores, y nos acercamos a ciertos grupos patológicos en los que
se forman contenidos patológicos más desarrollados dentro de la
conciencia, por elaboración intensa y duradera de vivencias. En
contraposición al grupo descrito anteriormente, estas formas pre-
suponen, de un modo fundamental, una magnitud elevada ›' dura-
dera de la capacidad de retención del carácter afectado, y con ello
se constituye la condición necesaria para los hábitos del carácter,
especialmente para la formación de regulaciones éticas. Se trata de
personas sobresalientes, que imprimen su sello en la reacción psx-
copática que la vivencia provoca en ellas, de tal manera que carac-
ter y reacción se convierten en una sola cosa, y la reacción llega el
ser el desarrollo patológico del carácter. Sin embargo. estas formas
reactivas, en el mejor de los casos, sólo pueden constituir episo-
dios breves y circunscritos, que se superan. Pero siempre son espe-
etjïcas en su expresión completa, en el doble sentido de que solo
las producen, en general, determinados caracteres por sus condi- . .
clones psíquicas internas. y de que estos caracteres sólo las origi-
nan cuando son provocadas por unas viv enc ias especialmente ade-

70

J
ciadas. Desde luego que aun aquí existe cierto espacio franco para
las diversas gradaciones y pasos entre los tipos caracterológicos,
pero. sea como fuere. cuando el carácter muestra una tonalidad
distinta. la reacción se caracteriza por dicha tonalidad, tal como
veremos en la parte clínica. Las respectivas relaciones específicas
entre carácter y forma de afección sólo pueden demostrarse con
toda claridad en las personalidades más sobresalientes de cada
grupo. mientras que en la vida psíquica no desarrollada o débil, los
escasos componentes caracterológicos se confunden mas (esto es
importante, por ejemplo, para el delirio qucrulante).
El paso del gru po prim itiv o a las reacciones expcmsívas cróni-
CGS lo con stit uye --para escoger, de entre muchas, una sola ima-
gen clínica conocida- un determinado ripofemenino de intrigan-
¡es re/ïnadas suüies, que se suele denominar histérico, de nuevo
con merma de la agudeza conceptual. Se trata de tipos nerviosos y
excitables, con egoísmo exacerbado y energía arrolladora, que «repri-
mcn›› a medias las vivencias lesivas -por ejemplo, un intento de
matrimonio fallido-- en el subconsciente y las descargan a medias en
una venganza consciente, durante años y años, en forma de intrigas
malignas que, por su falta de objetivo, pertenecen ya al terreno de lo
patológico. En estos casos se tiene, junto a una desviación incom-
pleta, la retención dirigida y extraordinariamente apasionada que
caracteriza a los desarrollos expansivos. En estos caracteres, y en
los numerosos relacionados con ellos, que unen la viscosidad del
afecto expansivo a la inexactitud y a la falta de honradez seudoló-
gica de la elaboración vivencia del grupo primitivo-histérico, se
encuentra una fuente especialmente importante de ciertas formas
delirantes, por ejemplo, en el campo del delirio celoripico y del
delirio de persecución.
Según la experiencia clínica, los caracteres específicamente
predispuestos para la forma reactiva exparzsiva son escénicos
declarados. con notable capacidad de retención y predominio de
los componentes egoístas; de otra parte, son muy impresionables
por viertes vivencias referidas al yo, y son activados intrapsiqui-
camente por dichas vivencias de un modo permanente; su capoei-
dad de conducción esta sólo parcialmente impedido. Pero el esté-
n i c o p u ro es un individuo normal que sigue su camino con energía
permanente y robustas formas expresivas de las emociones, des-
preocupado y con buen humor, también sin demasiadas contem-

71
placiones, y que combate violentamente las dificultades y los obs-
táculos, pero los abandona con un sano sentido dc la realidad cuan-
do ve que no los puede superar. Frente a él. e l psicópata expansivo
se caracteriza, para decirlo brevemente, porque posee una fispincz
asténica en SH carácter estético. En determinados momentos le
falla su sentimiento de seguridad interna, aparece una liiperserzsi-
bilidad nerviosa muy vulnerable, y a este componente parcial asté-
nico, a este talón de Aquiles se fijan determinadas vivencias que
sobreexcitan a toda la personalidad estética. llevándola a una altu-
ra y a una persistencia de la reacción emotiva que extravía a la per-
sonalidad, alejándola de las vías de la sana crítica y del autodomi-
nio. Sc pueden distinguir dos variantes del carácter e.rp(msivo.° una
de ellas gravita más hacia el lado primitivo, y la otra, más hacia cl
sensitivo, según que la hiperexcitabilidad tenga más rasgos de un
egoísmo superficial o de un sentimiento ético muyfirzo del concep-
t o de derecho. La primera variante, sin duda la más frecuente, cons-
tituye el eslabón hacia el grupo de los intrigantes, la segunda, que
se puede mezclar en cualquier proporción con rasgos de carácter
sensitivos, parece ser la que produce los representantes clásicos de
más valor del grupo expansivo. Se trata de un tipo humano cono-
cido: de gran aptitud profesional y de núcleo sentimental tierno,
aunque de expresión brusca y ruda, consciente de sí mismo hasta la
exageración, capaz de las mayores emociones en amor y en odio,
de una fuerza de voluntad inquebrantable, pero estigmatizado con
una irritabilidad nerviosa excesiva y muy duradera.
Como quiera que el carácter y la forma reactiva de esta especie
resaltarán más adelante nuestro objeto clínico a causa de su con-
traposición. ofrecemos aquí un breve ejemplo.

El maestro pintor N. se ha elevado de una clase social pobre


a una respetable posición de burgués, por su esfuerzo y su ambi-
ción. Exteriormente es un hombre orgulloso. encerrado en sí
mismo y sensible, pero en su hogar es un padre de familia amante
y ejemplar. Desde el principio de la guerra ha participado como
buen soldado y ha sido asistente de su capitán, a cuyo recuerdo
sigue del aun después de su muerte. Este hecho lo conmovió
mucho sentimentalmente, y con posterioridad no consigue estable-
cer un buen contacto con el mando sucesor, que no está libre dc
defectos. Poco a poco, N. se vuelve desconfiado, se siente des-

72

prestigiado al menor motivo y comienza ll percibir con redoblada


intensidad las descortesías de los demás, terminando por odiarlos
mtensamentc y con fanatismo. La catástrofe se produce al mante-
ner una opinión contraria a la de su superior, referente a la estruc-
tura de un abrigo de campaña. Se niega a obedecer, es sometido a
consejo de guerra, y durante las diligencias previas, que duran
varias semanas, va desarrollando un delirio de persecución, basa-
do en toda una serie de observaciones de la realidad, cuidadosa-
mente anotadas. Manifiesta este delirio durante el juicio, afirman-
do que la actuación de sus superiores y las declaraciones de los
testigos de cargo se deben a un complot sistemáticamente prepara-
do entre todos. Aun durante la exploración y la observación psi-
quiátricas sigue manteniendo firmemente esta opinión, muestra
síntomas de nerviosidad orgánica y psíquica grave. Emotivamente
se halla muy tenso y sólo se le puede hablar de «su asunto». aun-
que, por lo demás, es psíquicamente normal.
La vivencia que lleva a estas personas a la reacción anormal es
siempre la misma, ya se trate de funcionarios que se opongan a sus
superiores o soldados a sus mandos, ya sean labradores querulan-
tes que se arruinan hasta la última peseta, o como Michael Kohl-
haas, que muere en una lucha a sangre y fuego contra todo el Esta-
do. Esta vivencia es el con/Zicto externo del hombre aislado C
impotente ante las ordenaciones rígidas y omnipotentes de la
sociedad, ante las leyes, la disciplina militar y, no en pocas oca-
siones. ante la opinión pública. Expresado de un modo subjetivo:
la vivencia de la violación de la voluntad individual por la volun-
tad colectiva.
En su forma sencilla, tal reacción psicopática debe denominar-
se neurosis reivindieativo, y se compone de non-iosismo, tensión
emotiva esténica grave y duradera y absorción del contenido de
las representaciones por el grupo único del confliclo; en muchos
casos no pasa de aquí. Si la unilateralización del contenido repre-
sen tat ivo sig ue ha sta constituirse un delirio de influencio y diso-
cia r, finalmente, la conciencia agotada en ideas fantásticas de aran-
deza, como, al parecer. sucede en ocasiones, entonces hablaremos
de psicosis reivindieativa. No es esencial, para la delimitación del
grupo en conjunto, que el curso de la afección sea curable de un
modo agudo o siga avanzando y sistemotizándose de IU! modo cró-
nico, ni tampoco cuál sea su forma de manifestaciOn social exter-

73
I

na, o si aparece una formacíón delirante, O si todo queda en sínodo.


mas neuróticos. Lo esencial es únicamente la raíz psicopático-
reactiva del trastorno, la disposición caractcrológica específica, así
como la vivencia y la composición psicológica específica dc la
forma reactiva en sus síntomas fundamentales. Por tanto, aquí
deben considerarse el grupo nuclear del delirio querulrznte, con
sus formas de delirio persecumrío. como en el caso anteriormente
citado, y, finalmente, ciertos reformadores c* ¡rivenmres pura›wi-
cos, los cuales son capaces de llevar adelante un juicio contra toda
la opinión pública y en favor de su idea.
Nuestras experiencias coinciden por completo con las de Rucc-
ke en que el «delirio querulante» crónico, sistematizado, incorregi-
ble y progresivo durante toda la vida. de ciertas descripciones lípi-
cas que vemos en los tratados clásicos, representa un caso límite
muy raro, nada apropiado para servir de esquema típico. sobre todo
en la Medicina legal práctica. El tipo verdadero y más frecuente de
pleitista es el psicópata esténico irritable con disposición perma-
nente a reacciones paranoides, reacciones que durante su vida resur-
gen cada vez en respuesta a los estímulos externos, pero que van
desapareciendo cuando se efectúa un cambio favorable de ambien-
te y un tratamiento psíquico adecuado. Por tanto, el curso vital del
litigante típico no presenta necesariamente un sistema delirante rígi-
do surgido a partir de un momento vivencia único, sino más bien
una cadena de neurosis y psicosis reivindicativas que cambian
según la situación. Aun los casos más graves, clásicos en la moder-
na bibliografía jurídico-psiquiátrica, como el del barón Münch.
siguen este esquema, el cual es también el más frecuente de las for-
maciones delirantes psicopáticas reactivas y al que tienden las
«ñguraciones delirantes de los degenerados». Hasta el delirio sensi-
tivo de referencia muestra a veces, como veremos, un curso episó-
dico con tendencia a la desaparición y bajo el influjo del ambiente.
Una vez reconocido el hecho de que la esencia del grupo pri-
mitivo consiste en el defecto de retención, podemos clasificar bre-
vemente las reacciones y desarrollos expansivos aplicando el con-
cepto de defecto de anzortiguación, ya que por los caracteres de
este grupo pueden pasar impresiones muy emotivas de un modo
intenso y destemplado, no sólo cuantitativa, sino también tempo-
ralmente, y tanto hacia el interior como hacia el exterior, de un
modo que no corresponde a lo que hace cualquier otro tipo psico-

74

J
ático. La formación delirante es la consecuencia psicológica lógica
intensitìcación emotiva del grupo de representaciones
de la duradera
desencadenarte. Este ('fU°.S`() emotivo psicológicamente recn'lz'neo dis-
fundamental los desarrollos expansivos de las for-
tingue de un modo
maciones delirantes, basándose en la retención.
Como ya hemos dicho anteriormente, con este concepto indi-
CZIITIOS lu ret en ció
n con.s'c1'ente de grupos de representaciones me.¿y
emomtns, con la
activirlacl imrapsíquica viva. y la capacidad de
conducción de.ƒic¡em'e. En contraposición al grupo anterior. deno-
minamos sen.s¬¡rivo al grupo reactivo clínico cuyo fundamento con-
siste en este mecanismo psicológico. También en este grupo tene-
mos una capacidad de impresión aumentada para los estímulos
emotivos, capacidad que también suele ser más firme y más dife-
renciada y que tiene por consecuencia una activación posterior
intrapsíquica extraordinariamente intensa. Pero mientras el neuró-
tico combativo posee de un modo especialísimo la capacidad de
descargar cada vez ciegamente hacia el exterior la energía emoti-
va así movilizada y de fundir sin resistencia alguna toda su vida de
representaciones con la representación emotiva. esto es, mientras
dicho psicópata es muy conductivo, la reacción sensitiva viene
especialmente condicionada por el defecto de conducción. La
energía psíquica movilizada por la vivencia se «retiene», se acu-
mula alrededor del grupo emotivo, el cual se convierte en seguida
en un cuerpo extraño torturante, sentido conscientemente en el
interior de la conciencia.
Expresando el concepto de representación obsesiva, se mani-
ñestan a la vez la concepción clínica y uno de los representantes
principales de este grupo psicológico. La tendencia a la represen-
tación obsesiva no la consideramos como un mecanismo psíquico
congénito y autónomo que, existente y a desde el punto de vista
fisiológico, se puede intensitìcar más o menos patológicamente.
Desde este punto de vista, debería incluirse en las manifestaciones
psiquicas. No la consideramos como algo que se da ya hecho. sino
como algo que se desarrolla, psicopático-reactivamentc. a partir
del carácter y de la vivencia. Esta concepción no ha conseguido
aun imponerse totalmente, a pesar de la facilidad con que se obser-
va el hecho de que en la infancia, estrictamente, suelen faltar las
f presentaciones obs esi vas maniñestas y de que aparecen con pre-

_
ferencia en determinados momentos cruciales de la vida. Por ello

75
l

no profundizaremos aquí en la psicolo.gía de la representación


obsesiva, aunque. más adelante nos servirá de paradigma en el anú-
lisis del delirio de rellerencia*.
El defecto de conducción se encuentra ya preformado en cl
escalón _fi.s'iol(ígico previo del pensamiento obsesivo, en la ƒàlta
temerosa de libertad, en ciertas ¡mrumle:¿as escrupulosas a las que
se adhieren las impresiones de la vida diaria. Asi. el estudiante
que no se atreve a faltar 21 clase ni una sola vez, no es capaz de
hacerlo porque muy pronto aparece en el centro de su conciencia
la representación desagradable de cierto defecto de conocimientos.
El afecto desagradable se acumula de un modo cada vez más tor-
turante a causa de su insolubilidad c inmovilidad, hasta que se eli-
mina de una manera puramente mecánica al asistir a clase. En
cambio, en otro estudiante igualmente aplicado pero de espirito
más ligero, esta representación también aparecerá en su concien-
cia. pero en cuanto él quiera la disolverá, así como su tonalidad
desagradable, al relacionar la representación de l a falta de asisten-
cia a una sola clase y el correspondiente defecto de adquisición de
conocimientos, con la cantidad total de clases de todo un curso y
los conocimientos durante él adquiridos.
La recepción convencida y confiada de cada representación
con tonalidad afectiva bajo el amplio horizonte de los grandes
puntos de vista de la personalidad total o, como y a hemos expre-
sado anteriormente, la asociación libre y en todos los sentidos en
el conjunto total de representaciones, hace que l a vivencia aislada
desagradable se hunda por si sola en una relativa fin'ilzldad, que
corresponde a las «pequeñeces›› de la vida psíquica normal. La
derivación al exterior sigue el mismo principio que rige esta deri-
vación interna de la vivencia aislada. Mientras un padre enérgico
corta una travesura de su hijo con una rápida bofetada, el padre
escrupuloso y blandengue, en el que falla la vía de conducción del
acto solucionador, se ve torturado días y días por la penosa impre-
sión de la vivencia, impresión que sigue surgiendo de tal fluir
torrencial psicológico de un modo aislado e insistente.
Este meccmisrno psicológico, que hemos llamado retención y
que se puede caracterizar brevemente diciendo que es una «forma-

* Véase la Introducción.

76
¿ion de c u e rp o extraño con acimmlaciófz emotiva seczmrlaria»,
in s ti tu y e cl principio dominante en la verdadera neurosis obsesi-
va. Todo ne ur ót ic o obsesivo nos describirá muy gráficamente
ambos procesos: cómo una pequeña vivencia aislada se fija solita-
riamente en la conciencia sin ser asequible a los puntos de vista
amplios y razonables, cómo se produce así el afecto desagradable,
cómo e s te afecto exalta la representación hasta llegar a una angus-
tia e xt re m a , que finalmente se libera a través de las acciones más
absurdas.
La neurosis obsesiva se produce. al igual que la representación
I obsesiva aislada, como estado patológico consecuente a partir de
una determinada vivencia muy emotiva. Uno de los ejemplos más
I corrientes es el de un niño católico con predisposición específica
pero libre de representaciones obsesivas, que sufre la primera de
éstas después de su primera confesión, pensando en que quizás ha
callado algún pecado, a partir de aquí se desarrolla rápidamente la
obsesión escrupulosa en el terreno ético y religioso, que se ranzifi-
ca cada vez más proflmdamente en la vida diaria, hasta que, ñnal-
mente, llega a desarrollar por completo todo un sistema de meca-
nismos obsesivos pn'marios y secimdarios. Si se establece un
paralelismo con respecto al delirio de referencia, se observa el
hecho de que en la persona predispuesta específicamente la ¡2€llI'0-
sis exige una palanca bastante poreme para que se produzca el
primer estallido, mientras que para reanudar la marcha de los
mecanismos obsesivos bastan los pequeños estímulos de la vida
corriente.
Hasta ahora hemos tratado de la psicología de la retención con
el paradigma del mecanismo obsesivo en sus dos escalones infe-
riores, o sea, pri meramente en la escrupulosidad fisiológica. y des-
pués en la representación obsesiva simple. Esta última, claramente
demostrada mediante el ejemplo de la obsesión escrupulosa, con-
siste en la imperiosa necesidad de seguir pensando en el grupo de
representaciones aislado que actúa de cuerpo extraño, mientras la
tonalidad af ec tiv a penosa va aumentando gradualmente. Cuando el
grado de tensión intrapsiquica es elevado, tal como se desarrolla en
las verdaderas psicosis obsesión*as basadas en destinos virales des-
graciados, el contenido vivencia retenido va acompañado de com-
plicadas transformaciones, expresadas con el concepto de inver-
sión. Vamos a presentar un ejemplo de este proceso fisiológico.

77

.
I j

La señorita G., hija de un ingeniero forestal, había sido Llllíì


niña de carácter blando. Ya desde muy temprano había MOSlr(1(l0
una intimidad ética muy notable. Desde que asistió el las clases de
religión en el colegio padece una obsesión escrupulosa. Concibió
un amor violento y sin esperanza por un ayudante forestal. pero
fue demasiado orgullosa y demasiado tímida para expresarlo, por
lo que enfermo: padecía unas intensas luchas interiores, y en vano
intentaba reprimir sus pensamientos amorosos y retirarse a una
vida tranquila y religiosa. Aparecieron unos trastornos psíquicos
que obligaron a internarla en la clínica. Durante muchos meses no
podía mirar a ningún hombre, se consideraba mala y perdida y
ocultaba obsesiva rente el rostro en cuanto el médico penetraba
en su habitación, porque c r e a tener una mirada sensual. La asal-
taban ciertas ideas fantásticas. que la dominaban repetidamente,
unas veces en forma de representaciones obsesivas, y otras. con
un vacilante enjuiciamiento de la realidad. Sobre todo la tortura~
ba la insistente representación de tener una serpiente dentro de su
cuerpo que. en cuanto aparecía, la llenaba de asco y de una cre-
ciente desesperación. Esta idea condujo a una verdadera sensa-
ción orgánica de serpenteo por dentro que le llegaba hasta el cue-
llo y a una sensación de náuseas, que a veces se convertía en una
alucinación terrible, creyendo la paciente sentir la cabeza de la
serpiente en su garganta. Más tarde logramos que nos contara que,
poco tiempo después del fracaso de su relación amorosa, había
hablado con una amiga muy religiosa acerca del pecado original
del Paraíso, y esta amiga opinó que la tentación de l a serpiente
debía entenderse como seducción a la sensualidad. Poco después,
G. había tenido por primera vez la sensación de llevar una ser-
piente dentro de sí.
Por tanto, en la imagen obsesiva de las náuseas internas produ-
cidas por el reptar de la serpiente encontramos concentrado todo
aquello que ha sucedido psiquicamcnte en el interior de la enferma
desde la vivencia patógena: l a violenta pasión amorosa contenida,
la lucha posterior entre sensualidad y renuncia religiosa y la tortu-
ra y el desprecio de sí misma, todavía persistentes, a causa de su
derrota ética. Ahora comprendemos la intensa carga afectiva de
esta representación obsesiva, su persistencia torturante y su viva-
cidad patológicamente intensa: se retiene am destino hmncmo
carucfemlóg¡camente terrible y, después de largas luchas interio-

78
una tensión afectiva cada vez mayor, hasta que un
res. conduce a
día mm pequeña vivwzcifz corriente rcflaciouada asociativcunenre -la
con una amiga- rlesefzcaclena la rransfomzación irre-
conversación
pr un ib lc del ( ' ( ) / z / 0 1 u l d ( ) v i venda primario en un grupo de represema-
CI()1l€.S` secundar
io, patológico y, aparentemente. extraño, que desde
ese momento representa un mecanismo psíquico independiente sepa-
rado de dicho contenido. En esta representación obsesiva se encuen-
tr a la esencia del valor vivencia de la experiencia interna prima-
ria, y ella es la que lo representa. por decir así. de u n modo
si m bó lic o y muy gráfico, como representación complementaria O
lateral cu ya configuración externa se debe a una vivencia cual-
quiera de la vida corriente.
Denominamos inversión a este proceso patológico que repre-
se nt a el grado máximo de retención, entendiendo por inversión la
iransformaeión releja de un grupo de representaciones. cons-
ciente y exageradamente elaborado en el interior: hasta constituir
un mecanismo de pensamiento secundario, independiente y cons-
ciente, relacionado asociativamente con la vivencia primaria. aun-
que no desarrollado de un modo combinatorio a partir de dicha
\›i\.›€¡1C1g.
El enjuiciamiento realista dc la representación invertida puede
ser muy variable. La representación puede intensificarse hasta
convertirse en una aiucinacíón. Si el mecanismo trabaja conti-
nuamente con un enjuiciamiento positivo de la realidad. se desa-
rrolla el cuadro clínico de un complejo sintomático predominan-
temente paranoico, tal como más adelante describiremos en el
delirio de referencia de los sensírivos, O sea, una formación deli-
rante, preferentemente combinatoria, en la que la expresión com-
binatoria no se refiere, naturalmente, al acto de la inversión, sino
a la elaboración de las vivencias secundarias ya invertidas. Cuan-
do el enjuiciamiento de la realidad es negativo de continuo, ele-
gimos clínicamente la expresión representación obsesiva inverti-
da. Pero co n mucha frecuencia oscila dicho enjuiciamiento, ya
que, dentro de un mismo cuadro clínico. unas representaciones se
valoran positivamente, y otras negativamente, y aun frente a una
misma representación varía alternativamente la valoración en
toda la escala, que va desde el polo positivo al negativo, según el
día y la hora. En realidad encontraremos muchos de estos casos,
Y entonces podremos establecer un juicio claro y preciso, en sen-

79
tido negativo. respecto a l a vieja cuestión de si existe una dife-
rencia fundamental entre representación obsesiva y re pr es en ta-
ción delirante.
En el terreno de las afecciones psicopático-reactivas deben des-
tacarse mucho más las diferenciasjimdamenrales que existen en tr e
delirio ji' obsesión que las que existezi entre U H delirio y otro deli-
río. Aquí debe subrayarse ya la profunda contraposición entre los
dos tipos de formación delirante combinatoria consciente que
hemos referido hasta ahora, sobre todo teniendo en cuenta que
hasta muy recientemente se comprendían los casos de curso cróni-
co de ambas formas con unas determinadas terceras afecciones
delirantes, en la unidad patológica de la paranoia crónica simple.
La diferencia entre los dos tipos reactivos, que hemos definido
como de desarrollo expansivo y sensitivo, se encuentra ya en la
forma reactiva misma, aun sin considerar la disposición caractero-
lógica básica, a la que muy pronto nos referiremos.
El desarrollo expansiva, por ejemplo. el del verdadero quem-
lante, sigue un curso rectilíneo: desde la vivencia originaria hasta
las consecuencias extremas del delirio de influencia, cada escalón
se desarrolla combinatoria y continuamente a partir del escalón
precedente. El delirio de referencia del desarrollo sensitivo sigue
una línea quebrada: la vivencia patógena primaria se eleva a una
gran tensión afectiva, de repente se interrumpe este desarrollo,
surge la vivencia secundaria invertida y, a partir de ella, vuelve a
estructurarse de nuevo de un modo combinatorio. Por tanto, la
inversión caracteriza el momento en el cual la elaboración psíqui-
ca consciente ulterior de la vivencia se paraliza momentáneamen-
re; el yo consciente acepta en este instante un papel pasivo, y no
vuelve a reanudar su trabajo hasta que haya surgido la vivencia
secundaria. El interruptor extraconsciente que rompe el desarrollo
sensitivo, si éste conduce a la inversión, es el que, por otro lado,
establece el paralelismo con respecto a la desviación histérica. Sin
embargo, mientras que para el sensitivo la inversión es simple-
mente una alteración formal de la vivencia, en la cual vuelve a
ocuparse muy pronto de un modo consciente, ya en su nueva ligu-
ra, sin que por ello la vivencia primaria pierda su consciencia y su
intensidad emotiva, el histérico se aleja siempre de la esfera del
conflicto mediante un salto al «inconsciente››. Dicho brevemente:
el llisrëríco procura evitar la lucha contra la vivencia; el expansi-

8()

- 4
l o prosigue ÍIUHIIlÍHOSGIHGIIÍC dicha lucha hacía el exreriolì y el
c en la lucha.
se1z.s'¡f:'vo e
S de.s'tr'(›2a fnrc*f'mrmen!¿

En la cuestión de la neurosis obsesiva aparecen claros paraje


lismos en tr e nuestro conjunto de observaciones caracterológicas y
ciertos resultados de las investigaciones de l a Escuela psicoanali-
rica, de tal manera que nos obligan a formular nuestro punto de
vista en esta dirección. Sin embargo, se debe establecer una dis-
ti n ci ó n e n tr e el material psicológico de observación objetiva de la
Escuela de Freud y las teorías construidas con ese material. Se le
pueden negar algunas cosas a Freud como teórico y como terapeu-
ta. pero hay que conceder la debida importancia al material objeti
VO de la bibliografía psicoanalítica. mucha más de la que hasta
ahora le han concedido las demás escuelas psiquiátricas, con gran
detrimento de los conocimientos científicos. No se nos podrá acu-
sar de parcialidad en favor de la Escuela psicoanalítica, ya que las
ideas caracterológicas que seguimos en este estudio no tienen nin-
gún punto de contacto con la bibliografía psicoanalítica.
Mucho de lo que Freud ha aportado a la psicología de la neu
rosis obsesiva ha sido observado con una extraordinaria agudeza
e interpretado con inteligencia. La trcmsƒerencia afectiva refleja
en la neurosis obsesiva, de la vivencia patógena a grupos de repare
sentaciones relacionadas surgidas de la vida diaria, tal como air
ma Freud, corresponde exactamente al proceso que hemos con
probado en la hija del ingeniero forestal, sin necesidad de ninguna
teoría ni técnica exploratoria psicoanalítica. Por tanto, no puede
dudarse en modo alguno del hecho en si mismo, al menos en lo
que se refiere a los grados superiores de la afección obsesiva, o
sea, a las representaciones obsesivas invertidas. En el material
con neurosis de referencia contenido en nuestro estudio se
encuentran también rasgos que y a Freud destacó en la neurosis
obsesiva, por ejemplo, la oscilación entre amor y odio. El hecho
de que en la mayoría de nuestros casos existan conflictos ético-
sexuales en la raíz de la afección tiene unos fundamentos y unos
rasgos caracterológicos que más tarde describiremos. También
aquí nuestras observaciones no siempre la teoría- están de
acuerdo con Freud, aunque, desde luego, estas observaciones no
nos llevan tan lejos que hallemos sólo motivos ético-sexuales en
es los casos, limitando hasta cierto punto el concepto de sexua-
a •

81

.
Finalmente, por lo que se reficre a la relación entre acción
vivencia «reciente›› y H'(/HUZ(/.\` psíquicos juvefziles, se encontrar
en el caso Renner un interesante paralelismo con respecto el las
observaciones de Freud. Esta paciente nos ofreció de un modo
voluntario la relación entre su actual escrúpulo erótico y su expe-
riencia juvenil con un tío. hablando sencillamente durante llnìl
charla y sin que efectuzìramos tanteó alguno en esa dirección. Por
tanto. este hecho está fuera de toda discusión. Únicamente se trata
de saber si las vivencias sexuales infantiles tienen una verdadera
importancia en todos o en la gran mayoría de los casos o si, al
menos. se pueden destacar en su relación causal de un modo cien-
tíficamente aceptable y de tal forma que no se le sugiera insisten-
temente y de antemano al paciente la idea deseada por cl terapeu-
ta, para que el resultado de la exploración, que aparece después,
quede desvalorizado ya antes de producirse. Justamente en este
sentido se reconocerán con facilidad las debilidades de la demos-
tración de Freud: por ejemplo, al leer con atención sus Bemerkun-
gen beber e r e n Fa!! l'OH Zu-'angsneurose ( Observaciones sobre un
caso de neurosis obsesiva).
Surge aquí la cuestión de cómo se establece la relación de
importancia entre el trauma infantil y el del adulto, en aquellos
casos en los que objetivamente, como en el caso Renner, encon-
tramos que la vivencia juvenil y la vivencia reciente actúan estre-
chamente unidas en el aspecto afectivo. En el caso Renner se llega
al convencimiento si es que no se intentan interpretaciones inde-
mostrables de que la I H l € V ( 1 vivencia domina la psicosis, mien-
tras que la vivencia juvenil, según analogías psicológicas norma-
les, sirve de material demostrativo para la sensación patológica de
culpa, saliendo a relucir desde el fondo del recuerdo. Por ello no
tenemos motivo alguno para aceptar la exaltación de la vivencia
infantil que Freud destacó basándose en motivos teóricos.
También nosotros intentamos efectuar una exploración a fondo
de la historia psicopática juvenil en todos los casos, sobre todo
como una d e las fizenrcs más claras de la investigación camarero-
lógica. No nos interesan tanto las acciones vivcnciales en cuanto
tales, como en su relación con ciertos caracteres y como síntoma
de estos caracteres. Nos importan las vivencias juveniles en su
forma subjetiva como SÚU()HI(l.S` premarums del respectivo carác-
ter. Hasta qué grado, además de esto, desarrollan una acción inde-
p'-""'""

lta. será asunto que no decidiremos de un


pcndicnlc en la vid a adu
modo general y teórico, sino sólo en aquellos casos aislados en los
que cl enfermo mismo nos da voluntariamente datos claros acerca
de ello. El estudio Clmmkrer uno Analerorík (Carácter y erotismo
an al ). de Freud, constituye un excelente ejemplo de hasta que
punto se desplazan las relaciones caracterológicas, en la medida en
que el au tor les presta atención, bajo el punto de vista de su teoría.
En especial quisiera realzar. frente a la concepción psicoanalítica,
la fimdamenml diferencia entre lo que hemos denominado «reten -
cien» y el concepto de represión. Según nuestras experiencias.
cuando se producen retenciones verdaderas y serias sobre una base
caracterológica sensitiva, la vzlve¡zcía primaria permanece en todo
su grave valor afectivo, de un modo completamente consciente, i I I
el cerro del campo visual psíquico. mientras que en la represión
histérica, generalmente basada en componentes caracterológicos
primitivos, la vivencia primaria intenta ocultarse detrás de los sín-
tomas patológicos del enmascaramiento. Desde luego, a un obser-
vador tan agudo como Freud no se le ha escapado este hecho. Este
autor concede que en la neurosis obsesiva a menudo la vivencia
patógena permanece en la conciencia. Pero a continuación intenta
borrar esta diferencia con respecto a la histeria. negándole Zl esta
vivencia radical su valor emotivo, y además añade la acción com-
plementaria de causas inconscientes, sin que los hechos reales
obliguen a adoptar esta hipótesis. Claro está que no negamos en
absoluto la posibilidad de un cierto retroceso parcial de la viven-
cia primaria en las representaciones obsesivas de índole sencilla,
que con mayor frecuencia se desarrollan a partir de hechos psíqui-
cos menos importantes.
Mientras en el terreno de la neurosis obsesiva encuentro muchos
puntos de contacto con Freud en cuanto al material de hechos, no
siempre en cuanto a la teoría, los resultados del presente trabajo
referentes a la cuestión de la paranoia no concuerdan con l a concep-
ción ps ic oa na líz ic a de la paranoia. por lo menos tal como se
encuentra en el trabajo principal de Freud sobre el caso Schreber.
En dicho trabajo, en vez de aportar nuevo material de observación
aparecen múltiples interpretaciones y deducciones analógicas muy
a tr e vi d a s, que sólo tienen sentido al relacionarlas con la teoría y
que. por ta n to , tienen un valor muy relativo y unilateral para el
psiquiatra no adicto
a la Escuela freudiana. Aparte esto. en la pato-

83
génesis de Freud la negligencia del factor procesual no permite en
modo alguno delimitar el concepto de paranoia, aunque una discu-
sión sobre este tema resultaría muy fructífera dentro del marco del
presente trabajo.
Hemos denominado sensilliva a la (lilsposz'cilón cuructero/ógiç-¿¡
sobre la que se basa la retención desde su grado fisiolóaieo hasta
el que corresponde a la inversión. Sin embargo, la expresión idio-
mática <<sensitivo›› o <<sensible›› corresponde a ciertas naturaleza;
delicadas que no sólo son muy proflmdanzente receptivas y sensi-
bles a sus vivencias, sino que las siguen elaborando interiormen-
te. en silencio, sin que se trasluzca nada al exterior. Este tipo carac-
terológico posee más componentes asténicos que esténicos.
Representa, por decirlo así. la imagen especular inversa de la per-
sonalidad expansiva: luI(l pequeña envoltura estética irrita el
núcleo caracferológíco aszénico. Cuando la delicada vida senti-
mental del sensitivo sufre la acción de ciertos conflictos vivencia-
les, no puede entregarse pasiva y sufrida rente a la acción de la
vivencia. como lo hace el asténico puro, sino que se ve arrastrada
a luchas interiores a causa de su sensible conciencia de culpa y de
las aspiraciones éticas propias del carácter sensitivo. pero no
puede dominar estas luchas a causa de sus menguadas fuerzas. Los
representantes completamente desarrollados de este grupo son per-
sonalidades blandas, de fina percepción, espiritualmente diferen-
ciadas e introvertidas. de sentimientos éticos profundos, con ten-
siones emotivas ocultas y muy duraderas, son gentes que no
asimilan los acontecimientos fuertes ni son capaces de expresarlos
libremente, y que aun poseyendo un gran valor interno, muestran
un continente exterior algo inseguro y falto de libertad. La varian-
te de este tipo humano con tendencia a la representación obsesiva
queda perfectamente caracterizada por su carácter pedante y muy
escrupuloso. La otra variante caracterológica, cuya expresión pato-
lógica es el delirio de referencia, se estudia más adelante con todo
detalle aprovechando nuestros casos clínicos.
Fácilmente se comprende la diferencia que existe entre el
grupo earacterológico sensitivo y el expansiva: consiste en el
grado cmzsíderablememe inferior de energía psíquica, y, relacio-
nado con esto. en la contraposición de la dirección de descarga del
afecto y de la nriemación ética. En cambio, en el otro aspecto CS
necesario delimitar la imagen del carácter sensitivo. En nuestras

84
actividades médicas tropezarnos con otro tipo humano, aunque no
l

muy frecuente, en el cual el grado de energía psíquica, exteriori-


l

zado por la elaboración de vivencias, es todavía inferior al del


I
i

sensitivo, por lo que se llama «constitución asténica


hombre
pura». La fuerza psíquica del sensitivo se muestra en su enérgica
ac tiv ac ió n inlrapsíquica que, sin embargo, falla ante el último obs-
iáculo. antes del efecto final del estímulo. con lo que surge la
retención. Pero los asténicos puros n i siquiera son capaces de
retención: son naturalezas extraordinariamente blandas, siI2 volun-
tad. apáticas, cuya vida es un sufrimiento que no pueden combatir.
gentes que no pueden odiar ni enfadarse. que cuando les sobrevie-
ne una vivencia fuerte se entristecen y quedan cansados durante
largo tiempo. perdiendo la capacidad de pensar.
Esta forma de reacción interna, simple y rectilínea, se llama
reacción astém'ca pura. Clínicamente se manifiesta en forma de
depresión reaeziva. que se diferencia del círculo formal de la psi-
cosis maníaco-depresiva por su blandura dirigible y disoluble, su
capacidad de ser influida. su necesidad de expresarse y su combi-
nación con síntomas de nerviosidad simple y, sobre todo. de ago-
tabìlidad extrema e irritabilidad. Esta forma reactiva de la depre-
sión blanda, sin tensión pero con tonalidad nerviosa. sólo se
encuentra en psicópatas de componentes caracterológicos predo-
minantemente asténicos, por tanto, cae aún dentro de las posibili-
dades reactivas del grupo caracterológico sensitivo, como veremos
más adelante. Como quiera que este tipo caracterológico y reacti-
vo asténico tiene importancia para comprender nuestros casos sen-
sitivos. ofrecemos a continuación un breve ejemplo:

El hijo de labrador J., muy tarado hereditariamente. había


sido muy nervioso y de constitución corporal grácil desde su más
tierna infancia. De extraordinario talento. fue un muchacho de
buen corazón, abierto y muy sensible, que aun al alcanzar la edad
adulta seguía sentimentalmente apegado a su madre. Nunca pudo
estar alegre, en seguida se asustaba y quedaba anonadado a la
menor palabra dura. No tenía confianza en si mismo. y era dema-
siado tímido para establecer contacto alguno fuera de SLI familia.
Era muy compasivo, no p o d a ver sangre, y tenía tanto miedo ante
cualquier pelea, que en cuanto dos personas alzaban la voz. salta
corriendo. Jamás había estado excitado exteriornzcme. _\* nunca se

85
había peleado con nadie. Tartamudeó mucho en la escuela, y
sufrió de sueños terroríficos y sonambulismo. Se cansaba con faci-
lidad, y rápidamente le sobrevenían cefalea, calores y sudores
y
palpitaciones. En 1914, y después de un accidente dc bi ci cl et a,
tuvo una depresión que le duró seis semanas: entonces apenas
hablaba, y lloraba continuamente.
EnfermO por segunda vez al ingresar en filas en el mes dc agus-.
lo de 1916. Muy pronto se sintió agotado por el esfuerzo físico,
sufría a causa del comportamiento de sus compañeros, extraños
para él, y sentía una amarga nostalgia de volver a su casa. Duran-
te el tiempo que lo tuve en observación fue extraordinariamente
blando, lábil, temeroso, y estuvo muy triste, con frecuencia apare-
cían lágrimas en sus ojos. Tenía una cara infantil, movía continua-
mente los ojos con timidez. Se sentía agotado físicamente, cual-
quier ruido -el cerrar la puerta, el traqueteo de un carro- le
producía dolor de cabeza. Su comportamiento fue siempre muy
correcto, modesto y complaciente, en seguida se confiaba al médi-
c o y explicaba extensamente su estado, tranquilizándose al hacer-
lo. Con frecuencia acudía voluntariamente al despacho médico, y
se sentía más tranquilo y libre cuando era consolado O incluso
cuando lo dejaban simplemente sentarse un rato. Por la noche, en
duermevela, y aun d e día, cuando estaba solo, veía figuras salva-
jes y horribles que le gritaban, oía truenos o palabrotas y creía ver
un fuego que salía de la tierra y se dirigía hacia él, entonces se
sobrecogía de pánico y tenía que correr ciegamente fuera de la
habitación. En dos de estas ocasiones padeció enturbiamiento de la
conciencia, con temblores y sudoración. Rogó que lo dejaran irse
con su madre, porque sólo ella sabía consolarlo y quitarle su tris-
tcza.
Éste es un caso especialmente grave de carácter asténico. Está
bien claro que al decir depresión constitucional sólo describimos
una parte de los hechos. y quizá no la más esencial. Lo que desta-
ca como rasgo fundamental de este carácter es la indefensión y la
fizlta absoiula de energía del individuo, cuya disposición teme a
l a lucha de la vida, frente (I sus vivencias, es demasiado débil. Es
natural que estas personas, que a cada paso tienen que sufrir la
dureza de la vida, no salgan jamás de una agotadora depresión. En
este caso no es necesario que la depresión sea algo endógeno pri-
mario como lo es la melancolía. De hecho. cuando l a disposición

86
l a grave suele ir siempre acompañada de un estado
asténica no C s
de ánimo deprimido. Sea como fuere. sospechamos que existen
intermedios C'lH¡'(,' la constitución nszémca y el circulo
escalones
fgonsfilueionrzl mumìzcu y depresivo 0, mejor dicho, que con fre-
çucncia se puede considerar un mismo cuadro patológtco.como
co ns tit uc ió n asténica desde el lado caracterológico-reactivo. y
como depresión constitucional desde su aspecto biológico-autóno-
mo. Nos encontramos aquí de nuevo ante uno de los muchos pun-
los en los que se entremezclan cl principio psicológico y el bioló-
gico.
Hemos llegado al anal de nuestro análisis psicológico, que.
junto a la delimitación de cinco tipos principales de formas reacti-
vas psicopáticas, nos ha conducido a los cuatro grupos principales
de caracteres psícopáticos: el carácter primíti l o , el expansiva, el
sensitivo y el asténico puro. Mediante una breve fórmula defini-
mos cada uno de estos tipos caracterológicos según sus capacida-
des de retención. lo cual permite expresar con unos pocos concep-
tos, bien definidos, lo esencial común y lo esencial distinto de dos
caracteres diferentes. Así podemos representar los escalones inter-
medios y las relaciones entre todas las formas caracterológicas psi-
copáticas, tal y como pasamos de una fórmula química a otra por
simple adición o substracción de ciertos elementos. De la mezcla
de los factores primarios puede derivarse la clase de costumbres
caracterológicas y la tonalidad del estado de ánimo, del sentimien-
to de si mismo y, sobre todo, de la calidad ética, de la misma mane-
ra que redondea gráficamente cada una de las diversas formas
caracterológicas clínicas. En el marco del presente estudio sólo
podemos esbozar estas relaciones. En nuestra terminología psico-
lógica hemos evitado, fiuzdamentczlmenle. intentar e.rplic'ar causal-
meme los procesos psicopáticos de una vida -lo cual es. además.
Imposible-, por el contrario. nos hemos limitado a agrupar de un
modo conceptualmente claro y preciso aquello que podemos ver
objetivamente ante nosotros. La aplicación de esto a nuestra tarea
clínica -que vamos a empezar inmediatamente demostrará que
Ho se tra ta de un jugueteo esquemático, sino de un estudio que nos
acerca a la clara comprensión de los objetos de nuestra investiga-
c io n psíquica.

87
I I I I

I
4

CAPÍTULO 3

EL DELIRIO ERÓTICO DE REFERENCIA DE LAS SOLTERONAS

Hclene Renner, nacida el 14 de noviembre de 1877, contable.


Padre bebedor, muy excitable y colérico, ruidoso. pero hábil en el
trabajo manual y no carente de buenos sentimientos. La madre, ya
fallecida, fue dulce, amable y tranquila, muy entregada a sus tare-
as caseras, y a veces sufrió mucho por el carácter del marido, en
ocasiones padeció lipotimias. Los cinco hermanos de la paciente
son excitables. coléricos y rudos, belicosos y algo bebedores, pero
todos son aptos para los negocios. Uno padeció ataques, otro es
distímico, y con frecuencia permanece muchos días sin hablar;
este último pasó un verano entero apartado de las personas, inape-
tente y sentado todo el día sin hacer nada, y de niño era tan sensi-
ble a ciertos ruidos, que hasta llegaba a revolcarse por cl suelo a
causa de ellos. De sus tres hermanas, una tiene tendencia a las lipo-
timias, otra es extraordinariamente excitable y lacrimosa y pro-
pensa a ataques cardíacos y a explosiones afectivas absurdas. Un
hermano de la madre de la paciente murió en un manicomio, y una
hermana de la misma era una persona exaltada. fantástica y teme-
rosa, que durante un tiempo sufrió alucinaciones, un tío de la
madre fue un individuo solitario, excitado y bufón.
La propia paciente había sido una niña de cuerpo delicado y de
espíritu muy sensible, inteligente y afanosa. Sufría dolores de cabe-
Z21. y era tan sensible al dolor, que hasta llegaba a perder el conoci-
miento al peinarse. Por la mañana no la podían despertar brusca-
mente. En la escuela era la primera de clase, y cuando una vez
perdió su puesto, quedó desconsolada: era muy aplicada y ponla
mucho interés. Tenía mucho miedo a las brujas y a los fantasmas y
leía mucho, sobre todo historias de indios, su imaginación le hacía

89
ver fácilntcme el Mississipí en cualquier cascada de su tierra. Más
tarde. según propia confesión. apenas podía contener los gritos de
terror el leer ÚEÍCÍIIIÍIIUÉIOS pasajes de novelas policíacas. Amalia El
su madre con pasión y estaba dispuesta a cualquier sacrificio por
ella. Era extraordinariamente sensible a las reprensiones, se ponía
en seguida fuera de sí y tardaba mucho en olvidar, las impresiones
desagradables la perseguían durante mucho tiempo. Ya de niña
creía que las gentes la miraban por cualquier pequeño desorden en
el vestir.
Muy pronto se independizó, procuró formarse en todos los sen-
tidos, y a los 17 años comenzó y a a trabajar como contable y meca-
nógrafa en diversos puestos bien remunerados, era muy apreciada
por su inteligencia y su carácter extraordinariamente bondadoso y
apto. y ocupó cargos de confianza. a pesar de su nerviosismo y de
su hipersensibilidad. Sus pasajeros intentos de trabajar corporal-
mente como chica de servicio resultaron fallidos, porque se agota-
ba en seguida. Dada su inclinación a tomar la vida muy en serio,
pronto desarrolló unas concepciones éticas muy estrictas. que en el
terreno sexual podían llamarse escrupulosas; a esto coadyuvó su
inclinación a la autosuficiencia y sus profundos sentimientos reli-
giosos. Ya de niña. sólo se alegraba cuando los demás la animaban,
y entonces se mostraba muy locuela y revoltosa, pero después le
remordía la conciencia de haberse alegrado. Le gustaba divertirse.
pero por sí misma no se decidía, y sólo se encontraba a gusto cuan-
do se sentía rodeada de personas conocidas, ya dc joven le cansa-
ban tanto las veladas festivas, que al día siguiente tenía que guar-
dar cama. Se preocupaba mucho de sus parientes de una forma
angustiosa. M u y pronto aparecieron en ella crisi.s¬ de pensamíenzo
ob.resilvo. Cada noche, antes de acostarse. tenía que mirar debajo
de la cama y salir de SU habitación varias veces para comprobar si
la puerta estaba cerrada.
Sufrió el primer trastorno de su equilibrio psíquico a los 20
años, con motivo de la muerte de su madre, (1 quien quería ¡ f e m a -
mente. Ya durante la larga enicrmedad de ésta, lloraba mucho y
deseaba morirse. Después de morir su madre, estuvo casi un año
inconsolable, profundamente deprimida, y se sentía desgraciada,
aunque n o llegó a un estado psicótieo, por aquel entonces sufrió
neuralgias faciales. Después, siempre se sintió algo enferma y sin
energías, al mcdiotlía ya estaba muy cansada. Durante el verano. y

90
en la primavera. se sentía muy Hoja y decaída. y no
QQPCCÍHIIIICIHC
e n co n tr a b a Lan bien como en invi ern o. Dur ant e las reglas est a-
se
deprimida y disgustada, pero segura trabajando afanosa-
ba más
menlfl co m o co nt ab le en una gra n fábrica de K. •

modo pa sio na l.
En ci er ta ocasión renunció u SU empleo de
[ll

una tarea que ella consideró injusta:


ya que le quisieron asignar
lloró y se alteró mucho. se sintió muy cansada y enferma, y para
fortalecer su salud se fue a trabajar como chica de servicio en un
balneario. Si n embargo. estaba demasiado débil corporalmente y
volvió a su antiguo puesto, en el que fue aceptada en seguida. En
1902 temió estar enferma del pecho, pero se recuperó rápidamen-
te después de pasar una temporada en la Selva Negra. Volvio a l a
casa paterna, y durante dos años la gobernó. Esto la canso fisica-
mente, y sufrió mucho a causa del carácter de SU padre y de sus
hermanos, ya que se sentía herida por cualquier palabra ruda.
Hubo muchos disgustos y peleas, la paciente lloraba. rezaba, se
sentía con frecuencia abandonada y se desmoronó efectivamente.
En 1905 fue a vivir con unos parientes de G.. en la Selva Negra, y
allí aceptó un puesto en la contabilidad de una fábrica. En esta ofi-
cina fue muy apreciada. no tenía un trabajo excesivo, sus superio-
res eran amables y le confiaron, en parte. asuntos de dinero de gran
responsabilidad. Sus parientes vivían en paz. la querían y la cuida-
ban, y la paciente era muy considerada en la casa. por lo que rena-
ció SU ánimo, se sintió feliz, estaba alegre y trabajaba rápida y
fácilmente.
Pero no tardó en producirse un cambio decisivo. Desde 1906
trabajaba con ella unjo-en que al principio le fue indiferente, pero
hacia el cual lentamente empezó a sentirse inclinada. En seguida
comenzó a reprimir este pensamiento, y a que él tenia ocho años
menos que ella, y le parecía que esta diferencia no le permitiría
hacerlo fe liz casándose con él. Dadas sus concepciones éticas tan
severas, apartó de si todo intento de acercamiento y luchó inte-
riormente contra sus intensos deseos sexuales, sin llegar a domi-
narlos por completo. A pesar de su penoso distanciamiento y de
nnpedirle al joven todo acercamiento. pronto empezó a creer que
él le correspondía. Ella vigilaba celosamente todos sus pasos. y se
sentia celosa en cuanto el hablaba durante cierto rato con otra con-
table. Podía llegar a odiarlo realmente cuando él no correspondía
a la imagen que ella se había formado de él. cualquier palabra algo

el
menos escogida que él pronunciase, la podía ofender profunda-
mente. Y. a pesar de todo, lo seguía queriendo. Comenzó a nota.-
que no podía soportar l a mirada de él mientras lo tenía a diario
enfrente de su mesa de trabajo. Traída y llevada por su repulsión y
su inclinación, durante meses y años e s t u v o luchando COII todas
sus fuerzas contra sus sentimientos. Al mismo tiempo se despertó
con intensidad renovada una vivencia juvenil no del todo olvidada;
el tío en cuya casa de G. vivía entonces, se había acostado una VEZ
en la cama con ella contra su voluntad, de un modo algo dudoso,
pero sin que se produjera ninguna acción deshonesta, ella tenía 12
años, y ya entonces se habla hecho muchos reproches interiores y
había tenido la oscura preocupación de estar embarazada. Este
recuerdo selló su convencimiento de ser una criatura mala, con-
vencimiento que ya le imponía su inútil lucha contra su tendencia
erótica actual. Creyó poseer una mirada sensual que llamaba la
atención de todos. Y de nuevo surgió obsesivamente el pensa-
miento de aquel entonces, de estar embarazada.

Primero me conté a mi tía -escribe la paciente , pero no


me dejé tranquilizar. A l volver a la carga una y otra vez con mi
preocupación, perdí la paciencia, y una noche me puse a gritar
sobre este asunto, estando las ventanas abiertas. Ya no me
acuerdo dc lo que dije. pero sé muy bien que me impresionó
Tc*rribleme'n!e y que mc dije: ¡Ahora está todo perdido, ahora
me he deshonrado' Entonces comencé a notar que las gentes
me miraban con atención al pasar por l a calle, y de vez en cuan-
do oía alusiones de q u e parecía que estuviera embarazada.
Ciertamente aumenté de volumen, pero aun así, vestida pesaba
sólo 92. libras. Empecé a comer insuficientemente por miedo a
engordar, y además porque tenía trastornos digestivos. Proba-
blemente llamaba la atención por mi comportamiento temero-
so. Pero oH cuanto alguien me venía con estas insinuaciones,
yo estaba segura de que aquello que Iemía no podía ser cierro;
en estos momentos me decía que entonces tendrían que haber-
se trastocado las leyes de la Naturaleza. Pero al estar sola vol-
vía a sentirme angustiada, pensando que quizá me podrían haber
introducido algo con una inyección, etc.

Pronto se dio cuenta en la oficina de que en la convcrsaciórl


surgían alusiones .obre alía: «se le ve en los ojos», «es Mala».
«está esperando algo», «es una puerca». Le hacían la vida imposi-

92
be. la denigraban y querían echarla de su trabajo por celos del
despedirse,
jo ve n. Al cabo de medio año fue a ver al director para
ya que, al parecer, no la necesitaban. El director la tranquilizo
ella se conformó durante cierto tiempo, pero vol-
amistosamente, y
vió 3 verle, para ser de nuevo tranquilizada momentáneamente por
¿i y aun p o r el dueño de la fábrica. Esto se repitió varias veces, no
llegó a despedirse. porque no quiso romper la promesa de quedar-
se más tiempo y porque en realidad estaba contenta de poderse
ganar el pan gracias a su buen puesto. Mientras tanto segura escu-
chando alusiones e insinuaciones entre sus compañeros de trabajo.
Al principio hizo algunas escenas al no poder dominar su excita-
ción, pero más tarde lo soportó y lo tornó como penitencia, aunque
algunas veces le parecía demasiado dura. «Yo misma sufría mucho
por todo ello, por tener que pasar tanto la experiencia juvenil
con el tío y su actual enamoramiento-. me sentía infinitamente
desgraciada y me reprochaba no haberme reprimido más».
Su estado nervioso empeoró rápidamente. Le costaba mucho
pensar. y era incapaz de calcular, tenía la sensación de que en su
cabeza había algo que no le funcionaba bien. Se pasaba las noches
despierta, torturada por sus pensamientos. En la angustia de su con-
ciencia, le hacía amargos reproches a su tío; lo acusaba de ser el
culpable de su enfermedad por su comportamiento pasado, le exigía
presentarse a la autoridad para ser castigado por su delito -enton-
ces no sabía aún que ya había prescrito-. y hasta creía que ella
misma debía denunciarlo, aunque no podía decidirse a hacerlo por-
que no quería precipitar a la familia en la desgracia y en la vergüen-
za. Prefería sacrificarse a sí misma y callar, aunque su silencio era
para ella una tortura insoportable.
Desde est e momento empezó a vivir continuamente angustiada
temiendo que la policía flzera a su casa para exigirles responsabi-
lidades a ella y a él. Hasta en el periódico aparecían insinuaciones,
la policía la perseguía de esta manera para que confesara su culpa.
Dolorosamente iba esperando que apareciera un d a el periódico en
el que estuviera todo lo que se sabía sobre ella, todo esto la des-
lrozaba, pero no p o d a dejar de hacerlo. «Con el tiempo. todo llegó
a referirse a me y llegó un momento en el que tanto en la conver-
sación como en los periódicos, todo eran reproches contra Mí».
Estaba sobreexcitada y era profundamente desgraciada. Por la
calle, todo el mundo la miraba y se apartaba de ella; cuando iba a

93
la iglesia, las pláticas se referían sólo a ella. Finalmente, el joven
del que estaba enamorada abandonó el despaclw sin despedirse
demasiado efusivamente, al parecer, no llegó LI notar nada de sus
sentimientos. Ella no volvió a oir nunca más de él.
Poco después se fue de G . (primavera de 1909) y marchó a SH
casa. Allí se produjo una mejoría de su estado. Se sintió más libre
y menos molesta. Esta mejoría persistió aun después de ingresar
como contable en su antigua empresa fabril de K. Desde luego, HO
tardó en advertir que allí estaban enterados de todo, pero no la
abrumaban desvergonzadamente, y le decían muy pocas cosas,
Trabajaba con otra empleada en una pequeña habitación, allí se
sentía protegida, y procuraba evitar todo contacto con la gente en
el breve trayecto entre su casa y el despacho.
Esto cambió en otoño de 1910, al construirse un nuevo edificio
en la fábrica y tener que pasar a trabajar, pese a todos sus ruegos
en contra, a una gran sala con: muchos empleados _v ruido de
máquinas. Inmediatamente v o l v i ó a oír las primitivas ifisíiittacío-
nes: «Tendrían que echarla», etc. También sufría mucho por las
expresiones feas de contenido sexual y aun en las observaciones
triviales de cada día, como «Hay mucho polvo», «Hoy lloverá»,
etc., creía percibir referencias contra ella en cuanto las oía repeti-
das veces. Lo que más temía era el desayuno, ya que tenía que
apretujarse con muchos empleados en un pequeño bar, en aquel
momento sufría casi siempre un principio de desmayo.
Aparte de esto, el trabajo aumentó €I1 la primavera de I911, y
al mismo tiempo se intensificó su estarlo de agotamiento corporal
y psíquico ertrcmo. Por la mañana se sentía y a casi desmayada, y
hasta muy entrada l e tarde no podía mover las muñecas, frecuen-
temente se deshacía en lágrimas y le temblaba todo el cuerpo. Pero
su deseo más ferviente era seguir trabajando hasta morir deshecha.
Volvió a estar dominada por los antiguos reproches y por el miedo
a la policía. En el sótano de su casa descubrió una piedra de la
pared, con el año 1906 inscrito, y creyó que la habían colocado allí
para indicar su asunto amoroso de G., hasta llegó a creer haber
leído en un periódico que la policía había colocado allí' una máqui-
na para apimmr sus ¡›eu.wnnlcnros, aunque nunca había tenido la
sensación o la vivencia de que tal cosa sucediera realmente. Había
leído libros sobre hipnotismo, y entonces comenzó a rezar pidien-
do a Dios que le permitiera dejarse hipnotizar para poder confesar

94
que continuamente le torturaba la conciencia. Por fin
usa' .un culpa
SC decidió El co ns ult ar con un médico, que la envió inmediatamen-
te a Wildbad a reponerse. .
En los cuatro días que pasó aquí, y en los cuatro siguientes en
los que se consideró aconsejable trasladarla al sanatorio dc A., su
estado jufíquico ate muy particulal: oscilmzdo entre un estado cas:
crcpu.s'c'ular .y apático, y desespe radas explosiones de dolor: El
principio y cl fin de todos sus pensamientos lo constituían SU afec-
to amoroso y su vivencia juvenil. Se sentía aprisionada por un gran
peso. tenía la impresión de que sobre la casa se cernía una gran
desgracia. Las gentes que la rodeaban le parecían raras. porque no
sabían ni sospechaban nada. mientras que ella era la única razona-
ble. No se sentía cansada. y todo lo veía con claridad. Tendría que
morir, o vendría la policía y la encarcelara, en todo momento
esperaba que esto sucediera. Una vez se vistió a medianoche y bajó
las escaleras, la jefa de enfermeras le impidió llevar a cabo sus pro-
pósitos.
Este estado se inició ya durante el viaje en ferrocarril, la pacien-
te oyó que los viajeros hablaban. pero era un ruido indistinto. como
un rumor casi inarticulado: se acuerda de que hablaban de máqui-
nas. de palos y de gallinas. Poco a poco los rumores se convirtie-
ron en voces, los cuervos gritaban: «¡Fuego, fuego'››; las cabras:
«¡Heleno, Heleno'››. Mientras estaba en la sala de espera del médi-
co de la ciudad, vio salir del despacho a unos viejos labradores,
pero no puede recordar por qué salían de allí; había perdido todo
interés, se sentía alelada y sin vida. tenía la sensación de que todo
le era igual. En la calle oyó hablar a unas muchachas de números
y de gorros grises. En el comedor, toda la conversación giraba alre-
dedor de ella, todos conocían sus pensamientos, pues éstos eran
tan intensos que ella no estaba segura de si los pensaba o los expre-
saba, unas veces creía que los había dicho, y oía decir a la jefa de
enfermeras: «ésta habla mucho». Continuamente tenía que pensar
las mismas cosas feas y sexuales, al final creía que las gentes se las
implunmban a ella.
Se mantenía retirada en su habitación, tumbada apáticamente
sobre el diván. En su cerebro oía: «Todos tienen que ser encerrados»
[en la cár cel . o : <<Herminchen›› (nombre de su hermana). Había
e sc o to una carta, y al cerrarla oyó que en el piso de abajo que se
re ta n de ella. Si intentaba leer un libro, sólo trataba de ella y de sus

95
parientes, y lo tenía que dejar porque la excitaba. Siempre e s ta b a
pensando en el joven como .~:i_/item a venir; pero -cosa ¡'(lì'(l- .s*M
poder alegrarse de ello. Durante este tiempo se sentía mártir, una
vez oyó una conversación sobre pf'íncipe.s' _v princesas', y pensó que
estos personajes hablaban de ella porque había sufrido tanto y tan
injustamente. imaginaba a la familia real de Baviera, que había
visto poco antes. Este pensamiento apareció sólo una vez. luego
preguntó a la jefa de enfermeras si Cs que padecía delirio de gran-
dea.
Su estado empeoraba por las tardes. Temía ser hipnotizada
para conseguir de ella una confesión, a pesar de haber deseado esto
con anterioridad. Comprobaba cuidadosamente que todas las puer-
tas estuvieran cerradas, y se sentaba en cl borde de la ventana hasta
más de medianoche para que el aire fresco la mantuviera despier-
ta, hasta que, finalmente, se acostaba, cansada y helada. Sentía
mucha nostalgia por su amado, estaba muy excitada sexual rente,
veía día y noche escenas eróticas ante sí, y al despertarse por la
mañana creía que alguien había estado con ella todo ello sin sen-
tido y sin sensación corporal alguna-. Sobre todo por la mañana
creía que podía tener un hijo, y se puso a pensar que la policía
podía haber preparado un perro para fecundarla, la colcha olió una
vez a perro. Sospechaba que la querían anestesiar para violarla, y
observó una mancha en la almohada, como si hubiera sido de un
anestésico intenso por aquella época tenía copiosos sudores noc-
turnos Al despertar creía haber sido anestesiada, e imaginaba
que los actuales intentos de embarazara eran un castigo de la poli-
cía por no haber querido ninguna relación amorosa en su historia
de amor. Ella misma había tenido dudas acerca de si no hubiera
hecho mejor entregándose al hombre que amaba.
Por la noche aumentaba su desesperación, una vez se pasó la
noche entera rezando .rin poder dejar de hacerlo, como si tuviera
que arrebatar su alma al demonio. Una noche le sucedió algo nota-
ble -pocos días antes había leído algo sobre la visionaria de Pre-
vorst, y su fantasía se había excitado mucho-, estaba acostada en
la cama y tocó casualmente el cable de un timbre eléctrico defec-
tuoso que colgaba de la pared, creyó haber sido electrizada, fue
como un choque, sus miembros experimentaron un espasmo y 01151
se quedó sin respiración. Y de repente, en la semioscuridad pare:
ció que se le acercaban unas personas, tenía mucho miedo, y pienso

96
Valle de Josafat, extendió la mano y le pareció
que atravesaba cl
cl Salvador la llevaba cogida de ella, pero al mismo tiempo le
que
estaba acostada y que no andaba. A l clarear el día com-
punccíu que h a b ía v is t eran sus propios vestidos,
las pers o n a s q u e
probó que O
en la pared. Ella misma escribe sobre esto lo siguien-
que colgaban
[CZ «Como quiera que por aquel entonces había también unos
misioneros en la casa, creí que con sus oraciones me querían curar
aquella noche en la que, a mi parecer, fui electrizada. Este pensa-
miento SB apoderó de mí violentamente, como si no pudiera sopor-
tar la acción sobrenatural de la oración. Creía que esa era la noche
CH que debía morir. A I volver en mí, a la mañana siguiente, mi pri-
mer pensamiento fue' "todavía estás viva" Debí dormir un ratito
más. pues soñé que varios niños saltaban en círculo y gritaban:
"¡Tururú, tururú'".›› Generalmente la atormentaban sueños* terri-
bles: soñaba que la perseguía un hombre con un gran cuchillo y
quería apuñalara*, pero ella siempre conseguía escapar.
AI ser preguntada recuerda cenas llamativas combinaciones
de pensamientos en el verano de 1914, que solían surgir en su inte-
nor por aquella época y que ya había olvidado en su mayor parte.
La autorreferencia era intensísima. Creía que hasta su compañera
de habitación era una espía de la policía. Muchos pensamientos se
relacionaban con sus lecturas del Nuevo Testamento. que por
entonces leía en busca de un apoyo interior. Cuando la celadora le
prestaba un delantal, esto quería decir que tenía que ser humilde.
Si en el bosque se paraba en un cruce de caminos, seguía el estre-
cho y no el ancho, porque ya había pecado demasiado.
Si por la mañana temprano colgaban sábanas de las ventanas
vecinas, se le quería indicar cómo debía solear su propia cama. y
entonces colocaba sus sábanas exactamente igual debajo de su pro-
pia ventana. Una vez le sobrevino una peculiar impulsión obsesi-
va estando <<tontamente››, delante de su bañera para medir la t e s
peratura y teniendo que mantener el termómetro con una cierta
inclinación dentro del agua, sin saber por qué. Se veía obligada a
poner en orden una serie de patitos y un juguete infantil. después

*. Típico sueño simbólico. según Freud, que, también en nuestra expe-


ne nc ta , se repite con mucha frecuencia y en formas semejantes en las jóvenes
ïífltujcres ¡nsatisfechas con fantasías sexuales muy ambivalentes. Es caracte-
slim, sobre todo. de las constuueiones sexuales femeninas inmaduras.

97
I

pensó que le tenían que haber hipnotizado. Cuando fallnba l a des-


cama de agua del re tre te, quedaba demostrado que se había ag ot a-
do cl pozo de la paciencia y de la misericordia. y que ella e st a b a
consagrada a un a destrucción segura. Durante los primeros días de
su estancia en la Clínica de Tubinga seguía pensando que después
le tocaría cl turno a sus parientes, y deducía la edad dc l a pe rso na
a quien le debía tocar el turno del número dc campanadas que daba
la campana del ascensor.
El día 27 de junio de /911 pasó volunrarz'-:miente a la Ch'm'cc1 de
Tìebtngu por consejo del médico de sanatorio encargado de su trata-
miento. Es digno de mención que, según el certificado que acompa-
ñó, por aquellos días era siempre abordable y mostraba, sobre todo
de día. una cierta compren.r¡ón de su enfermedad. que, sin embargo,
nunca fue completa. Ya durante los primeros días de su estancia en
la clínica desaparecieron los síntomas agudos, la paciente manifestó
con claridad el curso de su enfermedad y estuvo muy afable, vo lun -
fariosa y afanosa. A l principio alteraban períodos de intenso deli-
rio de referencia y aparición de las antiguas representaciones deli-
rantes, con intranquilidad interna, depresión y auto acusaciones, con
otros días y horas casi por completo libres de síntomas, en los que
se corregía ampliamente. Aún durante las CXZ1CBIlb2lClOTl€S conserva-
ba una clara conciencia de enfermedad, exigía la presencia de un
médico. se dejaba tranquilizar con facilidad, agradecía el consuelo y
atendía a las razones lógicas. Comprendía que cualquier otra perso-
na consideraría enfermizas sus suposiciones, pero no podía librarse
de esa sensación. Su extrema labilidad y su sensibilidad mejoraron
visiblemente.
En n1.af'2:(› de 1912 f`ue duda de a i r , cerda, aunque seguía
siendo fácilmente irritable y tenía inclinación a las autorreferen-
cias y a los sentimientos de insuficiencia. pero estaba ya libre de
ideas delirantes fijas y de otros síntomas psicóticos.
Siguió trabajando como secretaria particular de un m éd ic o de
la clínica. el Dr. R., con su antigua inteligencia y confianza, pero
su capacidad de trabajo Y s u vida (fecri va estaban rzeeesirazlcrs de
cuidado. A veces se sentía por completo libre y feliz. pero más fre-
cue nte me nte la ato rme nta ba el pensamiento de que las gentes la
despreciaban porque la expresión de su mirada tenía alg o sensual
y reflejaba su sup ues ta cul pa anterior. Est e pensamiento era la
causa (le su tem ero sa inseguridad y de su hipersensibilidad. La to r-

98
b a p e n sa r Q " .
c l
ue 'x
1111.11 de
-
51.1 v -
id a l S CH'
i d desP r e c ia d a p o r m d
o os y
u
L . r a ..v
¬

q u e dz u n a sin pan . Se atormentaba suponiendo que los demás no


se
de su trabajo, que preferirían verse libres de
estaban satisfechos
ella, aunque siempre se dejaba tranquilizar de nuevo.
En la primar¢*m de I 9 / 4 empezó a /10 poder sopnrlclr a los sir-
rie nle s. y se .sefitíu he rid a por .su Clc.s'cr›n.s'ideración, en realidad sin
importancia. Mu y pronto vo lvió a sumergirse en un estado de
hipercxcitabilidad nerviosa y de incapacidad para el trabajo, de tal
manera que :uva que ser ingresada de nuevo en la clz'níc:a. Me_loró
rápidamente y corrigió las ideas que habían resurgido en parte al
principio: por ejemplo, que la policía la persiguió en aquella Ie_|a-
na época. An he ló vivamente volver a estar sana y readquirir SU
plena capacidad laboral. A l principio no creyó que en la casa se
hubiera hablado de sus antecedentes, mas por otra parte opinaba
que en el ambiente había algo que inclinaba a pensar lo contrario.
Enjuició su estado, y sobre todo la temporada aguda de Wildbad y
dc A., consideran dolos ciertamente como enfermedad mental. pero
no fue capaz de corregir aspectos aislados, y un día consideraba de
origen patológico lo que otro le parecía haber vivido en realidad.
Ella misma dijo que estas cosas fueron perdiendo gradualmente
importancia para ella. podía hablar .s'i›1 emoción alguaza de su anfi-
guo amo), y era asequible a toda objeción crítica.
Para ella, el aspecto de la realidad O de la veracidad resultaba
ser un problema más bien científico, cuando no podía creer al
médico, denominaba el asunto «cuestión de sentimientos». Otros
días. las vivencias de su enfermedad le parecían <<tonterías›>, sobre
las que no valía la pena hablar, aunque no había colegido ciertos
aspectos parciales. Sea como fuere, consideraba las antiguas repre-
sentaciones delirantes, tanto las que creía reales como las que tenía
por patológicas, como asuntos pertenecientes a lo pasado, que per-
dían progresivamente importancia para lo presente. De un ¡nodo
excepcional, su última idea delirante -concebida emotivamen-
te- de que el Dr. R. no la quería tener consigo y que le podría
reprochar su trabajo mal ejecutado. y la opinión siempre constan-
te de tener una mirada sensual muchas veces, más como sensa-
dominadora que como idea delirante- siguen persistiendo. A
ci o n
veces, sobre todo al atardecer, su estado de ánimo era libre, alegre
y «emprendedor››. inclinado a las bromas cuando el ambiente le
era favorable. Pero con igual facilidad se descomponía después de

'99
1

cualquier cansancio al escribir a máquina trabajo que, mientmg


tenía fuerzas, ejecutaba con mucha habilidad y voluntad-. des-
pués de la menor ƒhlra de amabilidad y ante cualquier expresión
ambigua en la conversación. Entonces estaba v¡.n'bleme›ne !I'c¡St(›r-
nada durante horas o días: sus movimientos eran rápidos, enroje-
cía y empalidecía alternativamente, se interrumpía al hablar, era
tímida y manifestaba ideas de referencia pasajeras y t'ápi(1amente
corregidas. tenía «mala conciencia» y la sensación dc que no SE
estaba satisfecho de ella y de que «había hecho algo» p o r lo que
había que mirarla.
Durante los días de la menstruación estaba más deprimida,
sufría bajo la angustia de ser internada en IU! manicomio, de no
volver a estar sana. de ser una carga y de llegar a convertirse en
una enferma gravemente afecta en la sección de agitados, pero
combatía estos pensamientos. Durante la menstruación surgir: obse-
sivameme la antigua idea de tener que ir a parar a la cárcel. pero
inmediatamente se daba cuenta de lo absurdo que era esto e intenta-
ba reprimirla.
Se produjo un empeoranziemo de varios días después de haber
copiado un informe sobre la necropsia de un niño muerto de tuber-
culosis, la paciente lo escribió teniendo que dominarse continua-
mente. y al cabo de tres horas sólo había hecho unas pocas páginas,
con multitud de faltas. Posteriormente explicó al médico que ahora
sabía que en ella se había comprobado una enfermedad como la
tuberculosis, y que por ello la querían alejar de allí. el contenido del
informe l a había excitado extraordinariamente, y al tratar del cadá-
ver del niño no había podido dejar de pensar en su sobrino. Durmió
mal por las noches, vio a su sobrino en sueños, y cadáveres amon-
tonados que se levantaban y sonreían burlonamente. Durante bas-
tantes días era incapaz de hacer cualquier trabajo, estaba muy ner-
viosa, excitada psíquicamente y con tendencia a la autorreferencia.
En este estado, y muy excitada, pedía con frecuencia que le dieran
el alta, pero se dejaba tranquilizar y se sentía interiormente feliz de
poderse quedar. Como mejor conseguía desviar su atención de los
escrúpulos y de los temores era haciendo cualquier trabajo manual.
La paciente refirió una ali'eración del curso del pe'f:samiem'o, que H
veces pudo observar en sí misma: al rezar o al leer se dcslizabrl
í¡ia¢Iverti(1wm::¡te a una .vucesirìn de pensmnientos completamente
z`n(11fi*r¿'¡zles y distintos, por ejemplo, a fragmentos de con ver sac io-

l()()

...d
a b a jo s del cam po, com o las que mantenían los labrado-
S sobre tr
RES
per iod ísti cas leíd as tiem po otr as. etc ., fenomeno del
res. noticias .
SC daba cu en ta al cabo dc bastante rato.
que 6 se le dio el alta en
es is de 191 7. En cl ver ano de 191
Curcmm
a . D u ra n te su est anc ia en ella trabajó mu cho co mo meca-
la clínic
, e rs is te n la hip ers ens ibil ida d afe ctiv a y la tendencia a la
nografa. P
importantes, la
autorreferencia, pero no han aparecido recidivas
da d de tra ba jo no est á tod aví a bien . con solidada. .En sep-
capaci
correspondencia con la c11nlca para
tiembre de 1917 mantuvo
obtener una renta transitoria por enfermedad. En sus cartas se
falta de decisión se niega a una nueva explora-
nianificsta un a
ción en la clínica, pero al día siguiente se presta a ella en otra
carta- y una visible labilidad afectiva. Habla, además, de diver-
sos temores. que no explica con detalle y que en parte ha conse-
guido superar, pero que aún no ha podido justificar del todo.
Durante este período no trabajó, y decía que su salud estaba muy
«desmoronada››, a causa de haber perdido peso por no tomar sufi-
ciente cantidad de alimentos.
Caramnesís de 1926. Desde marzo de 1918 vuelve a trabajar
normalmente en la contabilidad de su antigua compañía, y trabaja
a tiempo completo. Durante todos estos años no ha necesitado asis-
tencia facultativa especial, pero a veces estuvo algo enferma, con
trastornos cefálicos. dorsales, cardíacos y gástricos, y además tuvo
que «superar luchas afectivas mediante el auxilio de la fe». «El año
pasado, un automóvil atropelló al hijo de uno de mis hermanos, de
6 años, que murió en el acto. Tuve que refugiarme en seguida en
una residencia cristiana, ya que me embargó la melancolía». «Sí,
puedo decir que estoy rodeada de gentes amables. Si alguna vez
tengo la impresión de que alguien es menos amable conmigo. me
he de conformar con ello. Las cosas siempre vuelven a mejorar.
Pero he de decir algo: la amabilidad la soporto muy bien. A veces,
cuando mis trastornos cardíacos son muy intensos, sufro por cual-
quier falta de amabilidad, real o aparente». Se siente bajo el ampa-
ro de la «Divina Providencia» si puede «abrazar al Salvador».
«Desde hace años tengo un pisito. después de haber estado tanto
ltempo en una sola habitación amueblada. Sin embargo. no puedo
hacer todas las faenas, pues mi energía queda enteramente absor-
ida por mi trabajo profesional, de ninguna manera puedo hacer
trabajos rudos» .

101
¡I II I
I

Claramente se puede ver que veinte años después del co m ic nz g


de la afección y diez años después del alta de la clínica, no hay FUS-
tn) alguno de destmeción psíquica procesual, ni aun de na ci ón O l

disminución de la personalidad. Escritura elegante. fluida, buen esti- I

lo. Participación emotiva cálida con respecto al ambiente muen


del sobrinito, estado de salud de su antiguo médico-. Rendimiento
profesional excelente, buena posición y tendencia a un estilo de vida
más refinado (puede mantener un pisito propio, con muebles y algo
de servicio).
Queda el estado fundamental de la personalidad francamente
psicasrénico. con gran tendencia a padecer por cualquier sobrecar-
ga corporal o psíquica, múltiples trastornos <<neurasténicos››, in cl i-
nación a la melancolía reactiva y a luchas psíquicas pasajeras y
cierta tendencia temporal a un estado de ánimo neurótico ligera-
mente de referencia, que, sin embargo, considera desde un punto
de vista crítico (la paciente dice: «falta de amabilidad aparente››),
Es muy evidente el paso característico de l a tensión conflictual
neurótica a la sublimación religiosa.
El trastorno psíquico que hemos caracterizado aquí, y cuyo
núcleo está constituido por el delirio de referencia, ha durado mas
dc diez años. y han transcurrido otros diez desde el ella de la clí-
nica. Este amplio distanciamiento cronológico, y el estilo abierto,
inteligente y finamente sensible con que la joven nos ha expuesto
los rasgos peculiares de su personalidad psíquica, descubriendo así
las raíces de sus desvíos, hacen que esta historia clínica sea espe-
cialmente apta para profundizar en el tema y el problema del deli-
rio sensitivo de referencia. A pesar de su riqueza en complicadas
imágenes psicóticas, casi preferiría denominarla autobiografía más
que historia clínica. pues los objetos patológicos surgen inmedia-
tamente del curso de l desarrollo vital y están ligados íntimamente
a los movimientos del fondo emotivo psíquico, siendo vividos y
sufridos, combatidos y enjuiciados con toda conciencia por parte
de la enferma, hasta sus últimas y más amargas consecuencias.
Ésta es nuestra primera impresión, afectiva, del relato de la joven.
La disposición euraczerológíca de nuestra paciente tiene muchas
cosas en común con el joven J.. que hemos citado como ejemplo de
consrílución usréniccz pura. De cuerpo extraordinariamente grácil y
delicado, no está a la altura de los pequeños estímulos dolorosos (le
cada día. se agota al menor trabajo corporal fuerte. reacciona con

I 02
1¿qu6¢¡¡. Cu alquier alegría dc una.fiesta la pone enferma.. S u b i d a
¢fl'lolÍv¦.l es igualmente
agotable, hipersensxble, blanda. labial e ¡nde-
sujuvenlud. La menor reprensión la deprime, cualquier
tensa desde
r infa nti l lu pone fuera de sí; sus libros de historias le excitan
lc r n o
Igual que los niños, se agarra efusivamente al
fantásticaxnente.
delantal de su suave y serena madre. En nuestra paciente, la intensa
niños normales se ve sustituida por una persistencia
alearía de los
desagradables, por una temprana serie-
torturante de las impresiones
dad y escrupulosidad, rotas ocasionalmente por una sobreexcitación
sugerida. Al igual que en el caso de nuestro. Joven astenico, la
paciente desarrolla un profundo y delicado sentido ético y una con-
fianza amable y necesitada de apoyo, con respecto a las personas de
buen corazón. Y también, como describimos en el momento oportu-
no, responde al primer gran dolor de su vida. la muerte de su madre,
con una depresión suave y duradera.
Hasta aquí, la paciente nos ofrece la imagen pura del tipo
caractemlógico asténico. Pero esto es sólo un aspecto de su ser,
con el que contrasta de un modo brusco, en ciertas fases del desa-
rrollo, otra vertiente de su carácter. No sólo tiene talento, sino tam-
bién aspiraciones, y su laboriosidad dirigida podemos seguirla a lo
largo de toda su vida. La paciente es incapaz de soportar no ser la
primera en la escuela, está vivamente interesada en aprender e ilus-
trarse, tiende hacia arriba y hacia delante con toda la fuerza de su
voluntad. nerviosamente tensa. A pesar de su origen sencillo. de su
educación defectuosa y de su debilidad corporal. la encontramos.
aún apenas salida de la infancia, en una profesión independiente y
en una posición social más bien elevada. Un amor propio extraor-
dinariamente sensible y susceptible vigila su rendimiento laboral y
dicta los elevados conceptos de su ética personal. Tanto en su
modo de pensar como en sus formas y maneras, revela cierta finu-
fíl y distinción. Su aspecto personal se caracteriza por suave humil-
dad y buen corazón, pero a la vez por su terquedad y su amor pro-
pio muy susceptible.
Este segundo aspecto caracterológico de nuestra enferma nos
recuerda viva me nte la imagen del expansivo maestro pintor que
hemos mencionado como ejemplo del neurótico reivirzdimtivo.
†\qu1, como allí, encontramos c l esfuerzo propio aplicado a la ele-
.
vución so ci al la capacidad personal y la honradez ética. la fìdeh-
dad personal con respecto a las personas amados, el amor propio

103
ñ

hipersensible, la tenacidad y la profunda duración y permanencia


de las emociones. Si tenemos en cuenta dc qué modo la conse-
cuente puede seguirse esta línea en la vida de nuestra paciente, HO
caeremos en la tentación de querer explicar esta cálida viv ac ida d
psíquica y esta incansable tendencia a la elevación como un puro
fuego de artificio asténico, dependiente de la hiperexcitabilidad de
un sistema nervioso débil. A l contrario, las consideraremos como
importantes elementos caracterológicos independientes, como Irflzo
estético.
Naturalmente, lo esencial del carácter de nuestra enferma no CS
el hecho de que en ella se entremezclen disposiciones esténicas y
asténicas -cosa que sucede en todos los caracteres normales-, y
ni siquiera la disarmonía de estas disposiciones, pues esto constitu-
ye una característica general de muchos tipos psicopáticos. Lo
esencial es la elevada tensión entre estos dos polos, que se produce
al mezclar un fuerte fermento esténico con un carácter predomi-
nante y sensiblemente asténico. El neurótico primitivo también
puede reunir grotescos contrastes en su disposición: unas veces
seguirá tranquilamente sus tendencias esténicas, otras, las asténi-
cas. y unas no molestarán a las otras. además, dichas tendencias
conducirán frecuentemente a conflictos externos pero no intrapsí-
quicos. La tensión se llega a producir cuando el individuo siente y
vive ambas direcciones constante y conscientemente en su extrema
y ruda contraposición. Pero este caso sólo es posible en caracteres
muy reten ricos. y se dará tanto más cuanto más se trate de personas
muy valiosas, de una gran diferenciación ética, inteligentes y senti-
mentales, como en el caso de nuestra paciente. Y esta vivencia del
conflicto interno será un sufrimiento, tanto más difícil de superar
cuanto más predomine la dirección caracterológica asténica.
La finura y la exactitud con que nuestra paciente refiere su vida
interior de años atrás, demuestra muy bien de que modo tan cons-
ciente e intenso observaba sus propios fenómenos psíquicos, ana-
lizándolos y supervisándolos constantemente desde el punto de
vista ético con la más exquisita escrupulosidad. Esta vida interior
.finamente ética es también un síntoma en el que predomina lo
asténico -el esténico vierte sus vivencias hacia fuera, no se obser-
va si si mismo-, que, at mezclarse con el amor propio escénico, se'
exacerba y adquiere un matiz de tensión nerviosa. Y esta misma
mezcla csténica es l a que impide dirigir la mirada hacia el in te ri or

I 04

- . 4
p " "

cl gra do en qu e sucede en ciertos neuróticos obsesivos, y l a que


en
-
çondicxonu, por
cl contrario. una cierta vivacidad del intercambio
ambiente y una intensificación externa más activa
(¦5[)IÍ'ÍlLILll co n c l
de la capacidad para la vida social y del honor personal. De esta
manera llega a expresarse la tensión de los factores intrapsiqutcos
entre sí de una
forma más evidente. en la relación entre el indivi-
d o y SU prójimo, mediante una lzlbilidad y una sensibilidad ner-
viosas muy notables, mediante una tendencia a la sobre valoración
y a la falsa relación, si dicha relación se ve alterada. Todos estos
rasgos caracterológicos, que pudimos observar muy temprano en
nuestros enfermos. tienen una importancia inmediata para com-
prender su trastorno psíquico ulterior.
Al observar a nuestra paciente hemos llegado a conocer una per-
sonalidad que reúne todos los rasgos esenciales del grupo caracte-
rológico sensitivo.' la delicadeza asténica, la hipersensibilidad, la
interioridad ética y la inclinación a tensiones afectivas intrapsíqui-
cas contenidas, la cual, sin embargo, se distingue de la variante neu-
rótico-obsesiva de este tipo por la elaboración más independiente
del rasgo esténico y por el contraste más violento de este carácter.
así condicionado. y la toma de referencia más activa hacia el mundo
exterior.
A esta concepción puramente caracterológica deben añadirse
todavía los moremos biológicos. La enferma presenta una heren-
cia exlraordinariamerzre tarada -distinguiéndose con claridad
que los componentes caracterológicos esténicos provienen del
padre. y los asténicos, de la madre . Procede de una familia de
psicópatas. enfermos mentales e individuos singulares, hecho
sobre el cual se basa una disposición latente múltiple de su orga-
nismo nervioso, con tendencia a las afecciones psíquicas. Esta
minusvalía biológica de su cerebro se manifiesta mediante un
intenso nerviosismo, aun corporal, y se releja sobre todo en la sor~
prenderte facilidad con que se cansa, que responde con un agota-
miento a cada exigencia algo seria presentada a su energía corpo-
tal Y psíquica. Esta agotabílídarl anormal desempeña un papel
im
laspOS
orta1ntísi• mo en la patogénesis de sus trastornos psnquicos. Aun
tes deCll(1CI1ON€S ciclzcas normales de la vida afectiva. dependien-
a menstruación y de la epoca del ano. se encuentran en
nuestra paciente de un modo exagerado. Además, es dc cuerpo
enfermizo. La constitución general de la enferma es gravemente

105
psicopática y neuropzmcn, sus disposiciones son de ¿intentarlo tales
qu e no se puede seguir su ruta sin sentir preocupación por los
diversos traumas psíquicos dc la vida. De hecho, ve mo s que la
paciente reacciona a tales acciones externas de u n modo psícopá-
tico polimorjb: ataques esté/ticos de lipotimia, díspost'ción hip o.
condríaca a temporadas, depresión reactiva, pequeñas reacciona;
primitivas -despedida de su trabajo de modo pasional-, r m-;;~,._
tendencia al pensamiento obsesivo y también a se nti mi en tos de
referencia, en pocas palabras: antes de la afección y du ra nt e la
misma aparecen ocasionalmente todas o casi todas las formas de
reacción psicopáticas, aunque las que caracterológicamente no se I

hallan tan relacionadas se observan con una intensidad mucho


menor.
Incluso el origen de su delirio crónico de referencia pertenece
al campo de los trastornos psíquicos psicopáticos, por cuanto se
produce como reacción psicológica (I una vivencia. Esta viv en cia ,
la pasión que despierta en ella un joven compañero de trabajo, es
una acción psicológica completamente normal, no un componente
de la afección psíquica inicial. En sí, el hecho de que una mucha-
cha muy sensible y necesitada de apoyo se enamore de un joven
con el que trabaja constantemente, es muy natural. Este sentimien-
to se despierta de un modo lento y gradual, no como un «Hecha-
zo» repentino o como un capricho abrupto e inexplicable, y, sobre
todo, inmediatamente se acompaña de consideraciones prácticas y
razonables, como en estos casos es lógico en una joven ya algo
madura. El siguiente escalón: el duro corqlicm que se desencade¬
na al enfrentarse un instinto vivo y alimentado cada día por la pre-
sencia de la persona amada, con unos pritzcipios ético-religiosos
estrictos y severos, propios de dicha mujer desde su juventud; este
escalón también era previsible psicológicamente. Es necesario
tener conceptos muy claros sobre este punto si se quiere reconocer
el carácter psicopático-reactivo de nuestro cuadro patológico sin
correr el riesgo de carzflmdir vívenciasformales que constituyen el
contenido. con vivencias parológ ices.
Ciertamente que en sf l a vivencia de un amor apasionada.
sec reto y sin esp era nza es apropiada para provocar las más pro-
fundas excitaciones anímicas y constituir s i una causa de enfer-
medad para los individuos psi cóp ata s. Y, sin embargo, las reaccio-
ÍIÉS patológicas que produce un amor así son completamenlfi

l()6

- . 4
los pri››11l1¡v0.s' se descarga en forma de peligrosas
du crsas. En
estallidos emotivos, también puede esconderse en un
necedades n
Iuls!éricr›, mientras que la mtrzgfuue lo convier-
es tad o cr ep us cu la r
me en una venenosa intriga anónima, la querulwzre lo transforma en
proceso por difamación, y la mrzénica se hunde en
un interminable
una cansada depresión. Esto nos hace comprender que l a vivencia
que hemos llamado, por ejemplo, «amor clesgracíadu» resulta fim-
damenmlmenre distinta según una forma vive*/¡cm! subjetiva, para
las diversas persmralizlarles psícopálicas. Para la muchacha primi-
tiva, el amor desgraciado es un breve y violento displacer, mientras
que para la asténica se convierte en un largo y doloroso agotamien-
to. Para la histérica es una disonancia interior semiconsciente. para
la intrigante es una ofensa maliciosa, y para la querulante. una
injusticia que clama al cielo.
¿Y qué es para l a personalidad sensitiva? Una derrota vergon-
zosa. Recordemos por un momento a la hija neurótico-obsesiva del
ingeniero forestal. en la cual la misma vivencia externa de un amor
oculto y dcsesperanzador, después de una inútil tensión de todas
las energías de su personalidad, la lleva a una sensación de insufi-
ciencia V€I'gO?IZOS(l, de derrota moral. que va royendo el interior y
que toma a surgir insistentemente con una violencia insuperable.
Aquí. como allí, es característica de la elaboración sensitiva de las
vivencias la retención absoluta de los fenómenos afectivos desde
el principio del proceso. El violento afecto amoroso que inicia la
cadena de todas sus complicaciones psíquicas queda encerrado en
el fondo del alma de un modo tan absoluto mostrando una mezcla
peculiar de orgullo, timidez y escrupulosidad moral, que el objeto
de dicho amor ni siquiera lo sospecha. También observamos en
nuestras pacientes cómo el primer afecto, al no poder ser expresa-
do ni superado, va adoptando cada vez más el carácter de un peno-
so displacer, y cómo el movimiento afectivo contenido crece y se
amplía más y más, hasta alcanzar la máxima tensión emotiva
intrapsíquica. El grupo sobrevalorado de representaciones creado
por las repetidas derrotas morales frente al instinto erótico, ejerce
ruda dictadura tiránica sobre toda la vida psíquica y saca a la luz
o o aquello que puede servir de refuerzo. por ejemplo. la viven-
c ia sexual juv en il de
l tío, ya casi olvidada. Por lo demás, resulta
característico de la limitación de la disposición caracterológica
sensitiva el hecho de que aun esta vivencia, en la que toda la culpa

107
recae claramente sobre el tío. se convierte para la joven en objeto
de autotortura moral, al igual que la limitación de los caracteres
expansivos se observa por el hecho de que éstos buscan fuera de si
las causas de SU mala suerte.
Sin embargo. vemos que la elaboración vivencia ha discurrido
en nuestra enferma de un modo idéntico al de la neurótico-obsesi-
va estudiada anteriormente. En realidad, una vez alcanzada la
cumbre de la tensión afectiva se produce la inversión del conteni-
do de representaciones primario, convirtiéndose en una vivencia
simbólica secundaria. La enferma cae directamente en la represen- l

tación, y aun en la supuesta observación directa, de estar embara-


zada. esta representación es releja, sin tramitación lógica, y, CTI
contraposición directa a esta última. como claramente partícipe de
la representación complementaria de una supuesta inmoralidad
sexual. La idea hipocondrúzca de estar embarazada se mueve toda-
vía dentro del marco de la representación obsesiva, pues la enferma
se siente como obligada a ella y puede recuperar la claridad de pen-
samiento acerca de la imposibilidad de su opinión al pensar lógica-
mente en las leyes de la Naturaleza. ¿O es necesario hablar de una
representación delirante con enjuiciamiento o s c i l a r e de la reali-
dad, porque esta corrección no se produjo siempre inmediatamen-
te? Nosotros creemos que esto sería una pura discusión terminoló-
gica, porque en ese caso tendríamos que ajar con toda exactitud la
duración cronológica necesaria para corregir una representación
patológica que se deba considerar todavía como representación
obsesiva, duración que, si fuera superada, nos llevaría a considerar
una representación delirante. Quien interrogue a neuróticos obse-
sivos corrientes acerca de sus vivencias psíquicas sin sorprender
los en el esquema clásico mediante preguntas sugestivas, observa-
rá que la corrección de una idea obsesiva no es tan momentánea y
completa como se exige siguiendo una norma rígida.
Sólo es necesaria la falta de tacto de una tía de la joven por la
cual la paciente siente comprometido y traicionado su penoso
secreto. para que aparezca por completo el delirio de referencia.
Este delirio y a estaba indicado en la representación de tener una
mirada .s'en.s'uuI que llamaría la atención de todos. Inmediatamente
después de desaparecer l a crítica. la enferma ve que la observan
con atención y oye toda palabra referente a su supuesta maldad.
Este delirio de r¿fi*rcn('iu re¡›rese'nfr1 también una imfersión típica.

l 08
dc: la penosa insuficiencia, dc: la V C F en 20§¢1

g.
a ri a * .

La v iv e n c ia p ri m
- ' rd nd a de la
.
propia e st im a ci ó n se refleja s1m-
o svztlía y de la pe '
min'
la observación sensible de ser contemplada de un
bóhcameme en todas las demás
s a g ra d a b le , des pre ciad a y azu zad a por
modo de
nuestra paciente había sólo un paso desde la repre- • .
pers o n a s . P a ra
sentación hipocondríaca obsesiva de un embarazo hasta el delirio
pues el delirio constituía una clara correla-
de referencia ev id en te ,
ción ps ic ol óg ic a con respecto a la representación.
Y, sin embargo, en es te punto es en el que se diferencia el desa-
rrollo de nu es tr o cuadro patológico del de la neurosis obsesiva
reactiva grave, con la que hasta ahora había seguido un mismo
curso. Ya hay una diferencia en el hecho de que se produzca el
delirio en este momento, es decir, que el enjuicíafrzíerzto de la rea-
lidad se convierta en predominan temerte positivo frente a l a clara
vivencia secundaria invertida. Pero no podremos subrayar dema-
siado es ta característica del enjuiciamiento positivo de la realidad,
porque veremos que en el curso ulterior de la enfermedad está
sometido a violentas oscilaciones, y más tarde casi se borra por
completo. En cambio, si establecemos de nuevo una comparación
con la neurosis obsesiva de la hija del ingeniero forestal, llegare-
mos a profundizar más. En esta última paciente, la vivencia y su
elaboración interna, hasta el último momento, en que también ella
llega a creer que tiene una mirada sensual, son una del reproduc-
ción de lo que sucede en nuestra paciente.
Pero la serie de pensamientos patológicos que se desarrollan en
ambas jóvenes después de esta representación, es esencialmente
distinta. Mientras la hija del ingeniero forestal deriva de ella la
representación obsesiva de que no debe herir al prójimo con su
m ira da vil. en Heleno Renner se origina el sentimiento contrario
de que son los demás los que la hieren a causa de esta mirada.
Este rasgo es muy característico para establecer la diferencia fiul-
damentai en tre las personalidades neurótico-obsesívas y las neu-
, .
m :co-referentes. que, por lo demás, están muy emparentadas.
ot ra s las primeras conservan completamente la escrupulosidad
dirigida hacia el interior y la autodisminución asténica, a veces
hasta masoquista. las segundas dirigen la punta afilada de su afec-
to En par te hacia el exterior. aun conservando la sensación de su
propia bajeza y culpa pero considerando que la demasía, la dureza
y a injusticia que realmente les ha deparado el destino. se encuen-

109
t a n en la conducta de los demás, por lo que se enfrentan v io le n ta -
mente u éstos para defenderse y defender su amor propio. A q u í SC
encuentra de nuevo c l agudo rasgo esténico y se dem ues tra la
conexión más activa hacia el mundo exterior. que ya destacamos al
efectuar el análisis caracterológico frente u la disposición neurón-
eo-obsesiva.
La afección comenzó hacia el año 1906. Durante ¡os años
siguientes se mueve en forma de un delirio de referencia in te ns is i-
mo, que no se detiene ante nada: periódico, iglesia, calle, of ic in a, I

conversaciones triviales y de doble sentido. todo queda entretejido


entre sus mallas. A la vez se observan diversas características, que
permiten reconocer nuestro cuadro patológico en forma de una
serie de trastornos parafrénicos y circulares-paranoicos. En el perí-
odo de florecimiento de la psicosis, que puede considerarse hasta
el año 191 1, surge la vivencia desencadenarte y las series de repre-
sentaciones inmediatas dc la inmoralidad. la mirada sensual, el
embarazo y la persecución criminal. como factor dominante en el
centro del sistema delirante, con lo cual queda demostrado el papel
esencial que desempeña como causa de la enfermedad. Por tanto.
la psicosis está rígidamente centrada en la idea patógena -esta
expresión es más difícil que conduzca a error que el concepto de
<<circunscrito››, de Wernicke .
Con esto se relaciona el hecho de
que el delirio de referencia vaya estrechamente acompañado de
una autotortura moral duradera y exacerbada, hasta provocar
explosiones de desaspemción, que así queda íntimamente ligada a
su carácter y a su base vivencial.
Aun en suƒiorma de curso sigue conservando este carácrerpsi-
cológico-reactivo. Las oscilaciones son bastante intensas y están
condicionadas siempre por acciones exteriores. En cuanto el alma
débil y oprimida se ve descargada desde el exterior, por ejemplo.
cuando puede refugiarse en un ambiente tranquilo y protegido, res~
pira de nuevo profundamente, su ánimo se libera, y el delirio de
referencia va decayendo, pero, en cambio, en cuanto el alma pier-
de su resistencia a causa de la presión producida por el cansancio
profesional, o en cuanto la vida sentimental, suave y delicada, SE
ve herida por desatenciones personales O por un ambiente rudo y
ruidoso, y, especialmente, cuando se asocian el agotamiento y el
daño psíquico, se producen violentas exacerbaciones, como en el
año 19 l l . En este punto, l a agotabilidad biológica anormal de l sis-

I l()

...-4
nervioso dc le enferma desempeña un papel muy importante,
ICÍTILI
que se re le ja en la transparencia de sínmnzrrs neurastén ¡los u t m -
imagen ¡›am›zoic¬a de su estado: la paciente casi no puede
vés de la
p€IIS¿1l'1 es incapaz de calcular, se vuelve irritable e insomne, su

()l'gìlllÍslìlo
se cansa muchísimo, tiembla y tiene lipotimias en cuan-
to los momentos de agotamiento empeoran su estado psíquico. Los
trastornos paranoicos y neurasténicos se agravan o mejoran Juntos,
el estado de ánimo sigue la misma forma reactiva.
y aun
Pero lo más característico es la oscilación deljuicío de realidad
durante to do e l curso de la psicosis. Aun esto se produce de un
modo re la tiv o, como suele ocurrir con los trastornos psíquicos de
los psicópatas. Por una parte, el juicio de realidad frente a las
representaciones delirantes depende de las mejorías y de los empe-
oramientos reactivos de todo el estado psíquico conjunto, y esto en
tal arado, que a veces la visión de la enfermedad se hace por com-
pleto negativa, como suele ocurrir negativamente durante el día en
el Sanatorio A., y después, de un modo completamente positivo, al
aumentar la psicosis durante la noche. Por otra parte, es muy ase-
quible a una influencia autoritaria, la paciente necesita del médico,
es fácil de tranquilizar y puede corregir casi por completo sus ideas
de referencia después de una charla con el médico. mientras que,
abandonada a sí misma. puede volver a revivir dichas ideas en su
interior hasta convencerse totalmente de ellas. Quizá nunca haya
dejado por completo de tener la conciencia de enfermedad.
En conjunto podemos utilizar la conducta del enjuiciamiento
de la realidad como un barómetro de la intensidad de la afección,
y. consecuentemente, dividir el ClU'SO evolutivo de la afección. que
podemos abarcar desde 1906 a 1917, en dos períodos. El primer
período, co n predominio de la ausencia de la visión de su enfer-
medad, alcanza hasta la psicosis aguda del año 19 l l , y el segundo,
con predominio de una clara crítica, que desde entonces se ha con-
servado ya durante cinco años. Sólo el primer período puede con-
siderarse como verdadera enfermedad psíquica. Como se ha dicho,
surge de una especie de neurosis obsesiva, durante los años
siguientes muestra violentas oscilaciones reactivas, se intensifica
de un modo creciente en circunstancias externas desfavorables y
culmina, por en. en una psicosis aguda grave que duró sólo ocho
dios. Mientras que hasta este momento la enfermedad sigue un
curso que corresponde, grosso modo, al esquema de una paranoia

1 ll
crónica, el estado agudo descrito es de una tal complejidad psicoi
lógica. de una tal riqueza en fenómenos psíquicos extraños y ame-
nazadores. y, por otra parte, lleva LI una comprensión tan profunda
del conjunto psicótico, que exige su tratamiento por separado.
Si en aquel momento hubiera visto un médico a la en fe rm a sin
conocer sus antecedentes con más detalle, habría creído con ¡oda
seguridad presenciar un trastorno psíquico esquiz(›fi'é›zic:o en plena
explosión: la paciente se creía hipnotizada, electrizada. influida por
las oraciones de unos misioneros. todo el mundo conocía sus pen-
samientos, y la policía los apuntaba con una máquina. En cierta
ocasión la enferma manifestó una idea fantástica de grandeza, todo
le parecía raro y cambiado. tenía muchísimas ocurrencias abruptas
y sin sentido, que a veces creía debidas a una extraña influencia
hipnótica. Desde luego, es cierto que este cuadro surge aparente-
mente de un modo misterioso a partir del curso paranoico -hasta
el momento, simple de la afección: una estructura asociativa fija
y una relación lógicamente encadenada, y de repente una rotura del
curso, un desmoronamiento, una aparición independiente y aislada
y una desaparición de ciertas ideas fantásticas a partir del fondo
opacificado del alma. Este estado puede calificarse de flisociación,
con lo que se aclara el hecho de que ésta no es una característica
exclusiva de los procesos patológicos esquizofrénicos, y, sobre
todo, no en el sentido de procesos destructivos, hasta la aparición
de sentimientos de extrañeza, que se manifiestan con regularidad
en l a representación de la hipnosis y del influjo sobre los pensa-
mientos, no significa otra cosa sino un intento del núcleo central
de l a personalidad, todavía conservado, para encontrar una expre-
sión de la extraña, inaprehensible y confusa semipenumbra que se
ha producido en el interior del alma. En cambio, se podría abordar
perfectamente la cuestión de si esta breve fase patológica aguda no
se debe considerar como «tipo reactivo esquizofrénico», sobre
todo considerando que tanto en la herencia como en la personali-
dad de nuestro caso se ven claramente predisposiciones parciales
esquizoides.
No es necesario demostrar, siguiendo la patogénesis y el resul-
tado anal, que la psicosis aguda de nuestra paciente no tiene nada
que ver con la demencia precoz en el sentido de psicosis dcrnencial-
Pero, aun en las exterioridades del cuadro, encontramos importarl-
tes rasgos que revelan al observador cuidadoso la peculiaridad del

1 12
p ' -

03SO. Los movimientos y la expresión idiomzitica son completa-


, la soeiabilicíarl se conserva a pesar de la gran ele-
mente n a tu r a le s
la curreccióri de las ideas patológicos es siempre
vación a fe c ti v a .
extraordinariamente amplia. Y, además, en esta breve fase de con-
fusión parcial y dc disolución sorprende cómo, a pesar de todo, las
emociones y los pensamientos giran alrededor del único y antiguo
('(,'1llI'O de la viv en cia patógena, y cómo justamente en estos días se

levanta con nuevo ímpetu en el fondo del corazón el torbellino de


todos los amargos recuerdos que desde hacía años envenenaban el
ánimo de la joven, la cálida nostalgia del amado, la excitación sen-
sual, el doloroso desprecio de sí misma y el desesperado miedo de
la conciencia. Hasta las ocurrencias enfermizas dominantes y la
representación de la hipnosis no son siempre tan abruptas como a
primera vista podría parecer, sino que con frecuencia están €ì1 cier-
f a relación combinatoria con la idea sobrevalorada. tal como se ha
indicado en varios lugares de la historia clínica.
Comprenderemos a fondo la psicosis aguda si dirigimos la
mirada hacia su patogénesìs. Surgió en otoño de 1910, cuando se
inició un nuevo período en el negocio, que obligó a la paciente a
trabajar a presión, en un ambiente ruidoso y, sobre todo, en con-
tacto continuo y torturante con una gran cantidad de personas. Es
lógico que esto último encendiera de nuevo el delirio de referencia
apenas tranquilizado en la joven hipersensible, con los graves
momentos emotivos consecuentes. Así, de hecho, vemos desarro-
llarse hacia la primavera de 1911, bajo la acción combinada de un
surmenage nervioso y de un roce sentimental continuo. un estado
de neurastenia grave, estrechamente ligado a una ouzorreferencia
infensificada. El trastorno psíquico en que dicha neurastenia se
convierte insensiblemente, no es otra cosa sino la intensificación
extrema del estado de agotamiento, de tal modo que lo podemos
denominar psicosis serzsitiva aguda de agotamiento.
En las claras descripciones hechas por la propia paciente se
expresan muy bien las analogías con las graves consecuencío.s
psíquicas del surmenagc de la vida corriente. Esto vale, en primer
lugar_ para el proceso de la percepción y para el curso de la oso-
e ta c ió n . Al igual que en la experiencia psicológica del cansancio.
al principio se produce una simple disminución de estas capacida-
des. La percepción de las impresiones sensoriales comienza a pro-
ducirse ya en el viaje a W., de un modo confuso y defectuoso. La

l [3
conversación de los compañeros de viaje penetra en la conciencia
de la paciente como si Fuera «un rumor inarticulado», se rccøgen
fragmentos de la conversación, que permanecen en la conciencia
dc un modo claro, pero que no indican nada síntomas muy
característicos del .~mrmenage_, de tal modo que le paciente
recuerda todavía hoy. al cabo de años, algunos términos de la con-
versación de aquel entonces. De las dos o tres cosas sencillas que
recogió además, la enferma no encuentra explicación, no consigue
las asociaciones mas simples, y no puede recordar en absoluto por
qué salían labradores del despacho del médico. Está como atonta-
da. Todo le parece a la vez raro c indiferente, como suele ser pro-
pio de estos estados, en los que confluyen una scmiparalización y
una sobreexcitación oscuramente sentida.
A esta simple debilidad asociativa se añade, como síntoma afín,
la irresisteneía asociativa. Ésta constituye un conocido fenómeno
acompañante de los cansancios psíquicos intensos: una canción
popular vuelve repetidamente 21 la memoria, hasta hastiar, una
vivencia desagradable se aja y atrae todo nuevo pensamiento hacia
su órbita. Representaciones muy alejadas llegan a ponerse en rela-
ción de referencia a causa de un verso trivial o de un juego de pala-
bras sin interés. Expresado gráficamente: los aislamientos y los
contactos de las vías asociativas de conducción pierden su densi-
dad en el cansancio. no pueden evitarse las repeticiones innecesa-
rias, y las relaciones laterales de poca importancia no pueden
suprimirse. Todo esto lo encontrarnos aumentado en nuestra pacien-
te: tiene que pasarse una noche entera rezando sin poder interrum-
pirse, los mismos pensamientos desagradables la asaltan una y otra
vez con una claridad y una intensidad excesivas.
Aquí surge la idea obsesiva de tener que establecer una repre-
sentación analógica a toda observación efectuada. Esta idea no
sólo se manifiesta en el grado excesivo del delirio de referencia.
para el cual basta con haber visto una imagen de la familia real
bávara para esperar una salvación mágica, o la expresión «CHPHS
grises» para pensar en la cárcel, desempeña, además, el papel de
trastorno independiente, ya que ciegas percepciones triviales.
totalmente libres de afecto y de referencia, desencadenan tan bien
esta obsesión analógica, por ejemplo, el colgar la ropa de cama eN
la ventana. Con esto no quiere decirse que estas represemactonëï»
al parecer sin relación entre sí, no puedan tener una raiz vivencia

1 14
afectivo más profunda. Pero esta raíz ya no pudo descubrirse si no
ti liz a r «artes dc interprelución››. La lectura de series de
se querían u U . • • •

pensamientos rcltgtososhizo que hasta las circunstancias externas


más co rr ie nt es de la vida tuvieran un stgntficado simbólico. y
entonces las abluciones se convierten en el pozo de la gracia, y el
delantal, en e l signo de la humildad. A menudo los niños suelen
establecer asociaciones parecidas, a modo de juego, antes de dor-
mirse. Los juegos obsesivos apáticos, como los del termómetro O
el pa tit o* . tienen conocidas analogías, por ejemplo. en los dibujos
de folletines. ta l y como se producen en las sesiones agotadoras sin
contenido satisfactorio, y cuando afectos tensos temor a un exa-
men. impaciencia rabiosa- buscan una derivación en el vacío
asociativo. Esta misma combinación de esterilidad de pensamien-
tos, cansancio excesivo y afecto sobreexcitado, se encuentra pato-
lógicamente intensificada en nuestra enferma justamente durante
dichos días.
Los síntomas de .mbreexcitación pe-rcepríva constituyen la con-
trapartida de la debilidad y del agotamiento en el terreno del pro-
ceso de la percepción, al igual que la producción excesiva de con-
juntos de ideas de poco valor se correlaciona con la insuficiencia
de ideas asociativas simples del cerebro cansado. De esta manera.
los pensamientos de nuestra enferma adquieren temporalmente
casi la claridad de una percepción sensible. de tal modo que la
paciente no sabe ya si piensa O si habla. Los sueños terroríficos de
gran vivacidad y las vivencias fantásticas e imaginaciones del
duermevela adquieren un significado exorbitado. también aquí se
puede reconocer de nuevo el momento reactivo, la influencia de
una lectura excitante. En las ilusiones aisladas del estado de vigi-
lia, por ejemplo, en la interpretación de sonidos de mzimales'
durante el viaje en ferrocarril, participan estrechamente la debili-
dad perceptiva y l a sobreexcitación. Sea como fuere. es importante
el hecho de que estas ilusiones de los sentidos de nuestra paciente,
dentro del terreno neurasréníco. tienen debilitadas sus analogúzs. y
«¿1¢"¿1gpgi bjgt Ltocllegan hasta la. alucinación r el sentido estricto
. L penenua cotidiana ya ensena la brevedad del

" Por analogías comentes. se pueden sospechar muy bien los caracteres
simbólicos
que tienen muchas ideas y acciones peculiares dc esta fue patológi-
Cu,
ffipresentando retejos e imágenes, en panc de convictos sexuales actuales.

1 15
. cxistcnlc, en los estados de cansancio intenso, entre la sima
paso
hipersensibilidad sensorial y el error fantástico paseos SOIÍIHFÍQs
por la noche, ruido de ruedas en largos viajes de ferrocarril-. La
simple hipersensibilidad frente el las impresiones sensoriales había
surgido en nuestra paciente mucho antes del episodio patológico
agudo.
El cuadro queda redondeado de un modo característico por las
peculiaridades de la situación afectiva. Predomina un tono funda.
mental de apatía crepuscular; roto temporalmente y repetidas
veces por el antiguo temor y por la desesperación primitiva, 0
mezclado a veces de un modo aterrador con estas mismas emocio-
nes. La enferma está tumbada en su habitación, apática, quizá lle-
gue el amado., pero no puede alegrarse por ello, la van a llevar a la
cárcel, o tiene que morir, y todo esto está bien claro y es evidente,
cualquier ruido, cualquier sflaba la excita, la irrita, aunque en el
fondo le es indiferente por completo, ya no está cansada, nada le
interesa, está atontada y sin vida, todo le es igual. Ella es razona-
ble, pero las gentes que la rodean son muy raras. A través de esta
letargia se transparenta un tono de O.SIClU'O descontento, una sensa-
ción de atmósfera cargada, de tormenta, de temerosa presión, de
desgracia inminente e insuperable. Y bajo las influcncias fantásti-
cas y excitantes de la soledad nocturna van apareciendo libremen-
te en la superficie los afectos paralizados: la enferma cierra la
puerta con llave. reza desesperadamente, se viste, está a punto para
partir y tiembla de miedo. Los buenos escritores, al hablar de la
vida normal, han descrito con frecuencia estos estados psíquicos,
en los cuales las emociones excitadas se hunden en una distensión
apática, hasta que la oscura paralización se desencadena mediante
nuevas agitaciones e irritaciones, estados culminantes o fìnalcs de
los períodos de excitación emotiva grave. Estos estados caracteri-
zan la explosión anal de la energía nerviosa por la tremenda revo-
lución que han sufrido todas las obras del alma a causa de con-
flictos psíquicos graves. Por tanto, pueden considerarse como UN
.
síntoma de agomrnienfo afectivo.
Esa paralización de los afectos, esa sensación de extrañamten-
to y de vacío, acompañada de displacer y de dolor. ha sido descu-
ta con maestría en los conocidos versos de un poeta tan o
bserva-
dor de se mismo corno Friedrich Hebbcl:

116
* ' -

Todas las heridas dejan de manar sangre,


todos laS dolores pierden SH ardor;
pero, aunque resurgido de las ondas de su desgracia,
el ho mb re ya no puede I'BCOHO(.'('fS€ a sz' mismo.
Su boca y sus ojos están congelados,
el ol vi do cubre las profundidades del abismo,
y le parece que no ha perdido nada
aunque también, que nada ha poseído.
I

Sí. hay un dolor que sería insoportable


si no rebasara su propia medida
y contradijera el mismo recuerdo,
como si fuera una mentira sin sentido,
entonces, olvidando que en su estéril interior
latió una vez un corazón floreciente,
el hombre se asemeja a la oniga.
que crece, despectiva, sobre su propia tumba.

A l denominar psicosis sensitiva aguda de agotamiento 21 la fase


patológica que acabamos de exponer, está bien claro que compren-
demos la expresión agotamiento en el sentido más amplio de la
palabra, es decir. incluyendo el facmr afectivo. Ya sabemos que las
influencias del cansancio suelen convertirse en patógenas cuando
se realiza un trabajo psíquico fuerte y bajo una violenta tensión
afectiva -disgusto, preocupación, sentimiento de responsabili-
dad--, incluso puede verse que un exceso de trabajo sencillo se
soporta mucho mejor durante cierto tiempo sin síntomas de con-
sunción nerviosa. que un exceso de afectos en tensión. En este sen-
tido de combinación de cansancio y trabajo con desmoronamiento
afectivo denominamos psicosis de agotamiento a la psicosis que
producen ambos, esta psicosis se distingue fundamentalmente de
la elaboración histórica de los afectos por la sujeción de sus sínto-
mas a las leyes biológicas -en el sentido de los efectos experi-
mentales de cansancio- y por la falta de toda desviación visible
en trastornos de la conciencia y de la rnotilidad. Como peculiari-
dades esenciales de la psicosis hemos reconocido un estado de dis-
tensión e insziƒiciencia afectivas, asociativas y perceptivas graves.
iII parte con síntomas de irritación, del cual surgen ciertos efe-
mentos de representaciones esquizofrerzoides algo sueltos. Este
complejo sintomático lo referimos no sólo H ciertos factores here-
d1tarios esquizoides. sino también al agotamiento nervioso. Se ve

l 17
I

entretejido por un delirio de rejìfrcncin f;'.\ICL'SÍ\'() .y dominado por la


viva*m'ia sol)rci'al0razla y el tmsƒunrlu ¿'m(.›('i(maI que dc ella lìílcc.
Ya hemos reconocido anteriormente. en el mecanismo de la reten-
ción. cl origen de este segundo componente. In diferencia que e x is -
te entre esta parte del cuadro y l a fase paranoica crónica a n te ri o r
Cs puramente cuantitativa. Ambos ¡›untura de visu, cl de l a reten-
ción y el del agorumienm, nos ¡.›oren en la mmm los hilo.s' que nos
conducirán con ¡oda seguridrul ( I través de las .w rp re nd eii re g
s in uosiclades del curso patológico. Su profundo enrizamiento en
la constitución de la cnfemia nos asegura la confianza que en ellos
se puede tener, y a que dicho enraizamiento se puede seguir el lo
largo dc toda su vida desde su más tierna infancia.
A I refugiarse la enferma en un ambiente protector, o sea, al
ingresar en la clínica (27 de junio de 1911). desaparecen rápida-
mente las manifestaciones graves. Con ello no sólo se supera de un
modo duradero el estadio de la psicosis sensitiva aguda de agota-
miento, sino que hasta se puede considerar prácticamente termina-
do el largo período paranoico del delirio sensitivo de referencia.
Mientras que el curso patológico previo puede considerarse,
durante los años precedentes, como una psicosis con remisiones
pasajeras hacia el campo de lo neurótico, desde este momento se
tendrá que hablar, con toda exactitud, de una neurosis de re_feren-
cia, con exacerbaciones pasajeras hacia lo psicótico. La vivencia
sobrevalorada aquí se encuentra el punto de inflexión , con su
intensa carga afectiva y las correspondientes representaciones deli-
rantes, comienza si perder actualidad para la paciente, pasa al acer-
vo de lo pasado, y la enferma l o considera como una etapa supe-
rada para ella. Claro está que no se han corregido todas las
peculiaridades delirantes, y que en ciertos recuerdos el juicio de
realidad no está muy seguro, pero el estado de ánimo ya no parti-
cipa de ello, y para la paciente se trata ya sólo de cuestiones teóri-
cas, sobre las que se puede juzgar de una manera o de otra en cl
peor de los casos, son «tonterías›› que es mejor no remover. En
conjunto, la paciente sabe muy bien que el período ya terminado
fue un proceso patológico psíquico, y también que todavía sigue
estando muy cerca de la frontera de la enfermedad.
Lo que aún tiene significado para ella, de los restos de SU
mundo psicótico de representaciones y emociones, y lo que s.lgu¢
produciendo, bajo el influjo alterado y molesto de la vida cotidlfl'

l 18

- 4
na. licnc un carácter psicológico que, con respecto al enjuicia-
encuentra en el límite entre la represen-
miento dc le realidad. se
tal
¡gción obsesiva y la ide a delirante jirgrtz y corregible, y como
ya pudimos reconocer en el estadio inicial de la psicosis. No hay
nada más característico con respecto u la intima relacion existente
entre delirio y obsesión, en nuestro cuadro patológico, que el
hecho de qu e la an tig ua idea de ser encarcelada, que en el perío-
do de florecimiento de la psicosis fue una de las represen rezones
delirantes de más impnrmncia, vuelva a aparecer periódicamente
una vez superado dicho período, en forma de representación obse-
siva rípíca. Se trata de una simple diferencia de grado, cuyos tres
escalones se pueden observar perfectamente: cuando el estado psí-
quico está relativamente tranquilo. la idea desaparece por comple-
to, la ligera distimia psíquica que acompaña a la menstruación
I

suele ser suficiente para permitir el resurgimiento de dicha idea en


forma de representación obsesiva. mientras que cuando existieron
graves excitaciones emotivas, éstas desempeñaron el papel de una
verdadera representación delirante.
Del mismo modo se ha desvanecido la opinión de tener una
mirada sensual, disminuyendo desde el convencimiento delirante
hasta una sensación que vuelve a dominar de vez en cuando. Esta
representación significa todavía especialmente el eslabón que
enlaza el mundo emotivo actual de la paciente con el que existió
durante la psicosis crónica. Por lo demás, ha sido relegada al tras-
fondo psíquico por opiniones sentimentales aunes. Estos sentí-
mientos aho ra dominantes son de un contenida general asténico,
sin relación directa con la idea sobrevalorada: la sensación de insu-
ficiencia y de debilidad psiconerviosas, de temor, de falta de deci-
sión y de «mala conciencia», la preocupación de no volver a sanar.
el temor a convertirse en una cara y no ser ya útil, de ser sopor-
tada con un ligero desprecio y de no poder llevar a cabo su traba-
10 con la suficiencia de antes. Será necesario conceder que este
complejo de sentimientos y de opiniones, que actualmente tiene
ocupada a la enferma, no es una imaginación delirante, sino que
tiene su núcleo real en su estado. Efectivamente, su sistema ner-
vioso ha seguido siendo muy débil, y la paciente ha necesitado de
atenciones todo e l tiempo que ha pasado en la clínica al cuidado de
los médicos, además, aun poniendo toda su buena voluntad, sólo
ha Podido trabajar de un modo limitado y con interrupciones. y su

1 19
labilidad afectiva requiere mucha paciencia por parte dc. quienes la
rodean. Cualquier persona trabajadora que tuviera que pasar [a n te
tiempo en un estado tal de impotencia y de dependencia, tendería
a pensar lo mismo. y su hipersensibilidad la llevaría a creer qu@C
resulta una carga para sus bienhechores. El hecho de que la pacien-
te reaccione a su situación con estos sentimientos no es señal de
afección psíquica, sino que por el contrario, demuestra que su inte-
ligencia y su delicada vida emotiva, es decir. toda su personalidad
han quedado imacms a pesar de la psicosis. I

Sólo resultan patológicos, en sentido neurótico, el grado y la


frecuencia con que la paciente queda sometida a estos .s'efm`mien-
ms. Esta neurosis muestra su carácter específico en la inclinación
a las autorrefcrencias fugaces con que se expresan dichos senti-
mientos. Por ello hablamos de neurosis de referencia. En ciertas
ocasiones, por ejemplo, en la primavera de 1914, se produjeron
intensificaciones reactivas pasajeras de dicho estado, pero al eli-
minar la causa desaparecieron rápidamente, y ya no ha aparecido
ninguna otra formación delirante de cierta consistencia y duración.
En resumen, puede decirse que el cuadro psíquico de la paciente
durante los últimos cinco años corresponde, en todos sus rasgos fun~
damentales, a lo que hemos reconocido como constitución psicopá-
tica congénita de la enferma al estudiar la historia de su juventud. La
única diferencia consiste en que dichos rasgos principales aparecen
ahora de un modo más profundo e intenso. Las c'arac.'er1'sr¡cas esen-
ciales de la neurosis de referencia de nuestra paciente son los sínto-
mas neurasténicos generales, l a facilidad con que se cansa al menor
trabajo O emoción, l a blandura y la labilidad afectivas, l a tensión
ética excesiva, cierta hzjwrsensibilidad m I l el trato diario influida por
debilidad, inseguridad y un intenso amor propio y, como conse-
cuencia de esto, inclinación constante a represa/ztacionesjìzgaces de
referencia, habiéndose conservado además la tendencia a las repre-
sentaciones obsesivas y a la irresistencìa asociativa --deslizamiento
de ideas-. Pero, a la vez, ella sigue siendo la joven de buen cora-
zón, sensible y necesitada de apoyo, que siempre fue.
Hemos seguido las transformaciones psíquicas que han acom-
pasado a la paciente desde su juventud, a lo largo de cuatro nive-
les: un primer estudio de ¡›sícopun'u corrsrituciorrczl, en el sentido de
una disposición caracterológica sensitiva con sus pequeñas oscila-
ciones, que ha permitido la aparición del delirio sensitivo de refe-

l2o

- . 4
reacia como csmrlío crónico-pura›midc*, intensificado en forma de
psicu.s'¡s S(!H.SI¡Nl'(l
aguda (le a.r;omnncnm hasta una dtsociacion par-
cial. para descender, lìnalmentc. al un estadio dc neurosis crónica de
¡'¿f¿›rcncia. Los dos sectores intermedios están dominados por la
vivencia sobrevalorada en el sentido de le vergonzosa insuficien-
cia mientras que el estudio de la neurosis de referencia vuelve a
acercarse al es tad o constitucional fundamental, como una especie
de curación incompleta. Se observó que todas las oscilaciones
esenciales de la conducta psíquica se produjeron de un modo reac-
tivo por interacción con las influencias externas de la vida y que
sobre la base de la disposición hereditaria. gravemente tarada, la
retención y el agotamiento -una como componente psicológico,
el otro , com o com pon ent e biológico- fueron las causas funda-
mentales de las grandes alteraciones patológicas, la retención fue
el factor principal, que en su mayor parte condicionó de un modo
secundario la aparición del agotamiento. Por el curso seguido,
puede esperarse que el destino ulterior de la paciente seguirá las
reacciones con que su carácter psicopático responderá a los hechos
de la vida externa, hechos que se convertirán en rectores en cuan-
to la paciente los acepte como vivencias.

Anna Feldweg, nacida el 1 de abril de 1865, soltera. Su padre


fue maestro, un hombre sano y alegre, muy trabajador y competen-
le en su profesión, severo para con sus hijos y no del todo cordial.
Su madre fue siempre desde niña taciturna, silenciosa, retirada, ner-
vto sa, de temperamento muy blando. testaruda, pero de muy buen
corazón. En la segunda mitad de su vida cayó en una profunda
melancolía, que le duró unos veinticinco años, con repetidas inten-
sificaciones, hasta padecer ideas de suicidio y de persecución, seu-
dopcrcepciones y escrúpulos religiosos, que por dos veces obliga-
ron a internarla durante cortos períodos de tiempo. Murió a una
edad muy avanzada sin haber curado, aunque sin que su entendi-
miento dejara de funcionar bien. Toda la familia era muy religiosa.
Dos hermanas de la madre padecían enfermedades psíquicas depre-
sivas, varios sobrinos dc la misma eran melancólicos, y uno de ellos
SC ahorcó, dos de sus sobrinas eran enfermas mentales incurables.
De los diez hermanos de la paciente, uno se encuentra en un mani-
comio australiano, después de haber llevado una vida de suerte
cambiante, los restantes hermanos vivos están sanos.

121
Sobre la propia enferma, las hermanas solteras, con quienes cor -
vivió en su pequeña ciudad natal. afirman que es lema, fiel y traba-
jadora, muy religiosa y, generalmente, reservada. La propia pacien-
te cuenta con más detalle la descripción de su desarrollo coincide
en los puntos esenciales, con el relato de sus hermanas- que su mis
posición no es, en realidad. melancólica. sino más bien «con ganas
de gritar de alegría hasta cl ciclo. y triste hasta la muerte», aunque
con mayor tendencia a los acontecimientos depresivos. Al parecer,
en el transcurso de los años ha ido dominando cada vez más el polo
grave de su ser. Su pasajero modo melancólico de pensar lo rcfie-
re a circunstancias externas. En primer lugar, a los 13 años sufrió
una larga afección glandular, que la deformó físicamente y que
echó por tierra sus esperanzas de llegar a ser maestra, ya que tuvo
que interrumpir durante mucho tiempo su asistencia a la escuela,
ambas cosas le dolieron muy profundamente, y la enfermedad la
retiró de todo contacto con la gente durante meses y años. A esto
se añadió la convivencia con su madre, enferma mental, que cons-
tituía una carga para toda la familia. Cuando la paciente tenía 40
años, se sucedieron en un período de tiempo muy breve la muerte
de SU madre, f a de una hermana y H ì l disgusto con su cuñado;
inmediatamente después de una apoplejía de esta hermana, que la
afectó muchísimo, la paciente cayó en u n estado de ánimo depre-
sivo. que durante los primeros catorce días fue acompañado de
espasmos' nerviosos y del que se recuperó lentamente. No sufrió
alteración mental: sus pensamientos eran claros, pero no podía
expresarlos, no podía llorar, y cualquier cosa repercutía en sus ner-
vios, aquello duró cerca dc un año.
En cambio, de niña era muy alegre y tomaba parte animosa-
mente en juegos divertidos. Más tarde, cuando aprendió a coser y
su trabajo mereció la aprobación de todos, también se sentía ver-
daderamente contenta. Su extraordinario amor propio la convirtió
muy pronto en una alumna ambiciosa, siempre fue una de las pri-
meras de la clase. con ganas de aprender para alcanzar más tarde
una profesión mas elevada, y en el trato con sus amigas, que no
rehuía, era algo orgullosa y reservada, a la vez, exteriormente ero
suave y, sin embargo, tan tímida y temerosa que cuando llegaba
tarde a la escuela se sentaba a la puerta y esperaba a que alguien la
recogiera, porque ella sola no se atrevía a entrar en l a clase. Fren-
te a los desconocidos era siempre timida y retraída. Fue castigado

122

l
veces. pero cuando sufría algún castigo, su amor pro-
profundamente herido, después de cualquier repren-
pio sa sentía
n s u f r í a un a larg a depresión y distimia. y no podía dejar de pen-
sió
ser Sl- realmente
;
se la había merecido.
Cuando pasó de la edad escolar, le habría gustado marcharse de
como sirvienta - t e m a no ser suficientemente
casa para trabajar
ult a p a ra colocarse como señorita de comparta-, pero SU ma dre
c
causa de su cara deformada. Entoncesaprendio
no se lo p e rm it ió a
come y confección en su casa. y durante muchos años vivió ejer-
ciendo afanosamente su oficio en su ciudad natal. Después de la
muerte dc sus padres vivió en estrecha unión con sus hermanas
solteras. dando muestras de gran devoción religiosa y dedicando
SUS ratos libres a las buenas obras cristianas.
Su hermana mayor nos refirió lo siguiente: A los 46 años Anna
comenzó de nuevo a estar deprimida, y se supo que sus pensa-
miemos nimban en tomo a un maestro K., casado. el cual presidía
la escuela religiosa dominical en la que trabajaba también ella. El
trastorno psíquico apareció por primera vez durante una excursión
escolar dominical, pues, según opinión de la paciente. K . le hizo
reproches. Esto la excitó tanto, que volvió a padecer espasmos,
como le sucedió a la muerte de su hermana. y sólo se tranquilizó
después de tomar los medicamentos que le recetó el médico de
cabecera. Por su parte. la paciente afirmó no sentir inclinación
alguna hacia el maestro K., a pesar de que, de hecho, todos sus
pensamientos y sus sentimientos sólo se ocupaban de él. La
paciente se hacía la encontradiza con el maestro. lloraba días y días
por él y hasta le escribió. Sus hermanas tuvieron que soportar esta
situación durante dos años y medio. La mantuvieron separada de
la escuela dominical y se intentaron todos los medios, pero inútil-
mente. Pasó seis semanas en un sanatorio, y aunque al principio
mejoró, después todo siguió igual. La hermana recre que sus pen-
samientos* gímban únicamente alrededor de SU historia amorosa.
que andaba errante por la casa, a veces se escapaba y volvía más
tarde, que no podía trabajar, se levantaba de noche, padecía insom-
n io , hablaba de suicidarse y empezó a odiar a sus hermanas. Por lo
demás, su comportamiento era normal.
. La paciente misma refirió con todo detalle -durante su estan-
cia en la Cií níc a
Neuropsiquiálrica de Tubinga, donde ƒìw llevada
el 15 de .septiembre de 1913- el origen de su enfermedad. negan-

123

|
do vivamente al principio, al serle nombrado el m a e st ro , ltabfgr
sentido alguna inclinación seria hacia él. Pero. en una conveI-$2¡_
cien posterior más detallada, ella contó voluntariamente que
nmclzos años antes de la inicíaríón de su enfermedad lo había
admirado y valorado mucho por su talento, su carácter y su devo-
ción, y que. según sus propias palabras, interiormente había
sobrepasado durante mucho tiempo los l:'mires de lo correcto en su
inclinación hacía él. aunque, dada su severa concepción religiosa,
había luchado con todas sus fuerzas contra estos pensamientos. Ya
durante estos años precedentes, la enferma tuvo frecuentemente la
impresión de que K. había notado SH inclinación. y que se lo hacía
notar a veces por su comportamiento algo rudo.
Por lo que respecta a la excursión dominical referida anterior-
mente, con motivo de una conferencia de maestros en G., en el año
1910, la paciente manifestó que participó en ella ya de antemano con
resistencia interna, y sólo después de que el Sr. K. insistiera mucho
para que fuese, ya que ella sabía que en dicha conferencia hablaría
un pastor liberal, y estas cosas la afectaban emotivarnente de un
rnodo muy profundo. En efecto, se produjo un debate entre ese pas-
tor y K., el cual, según la paciente, representaba el punto de vista de
la fe. Por la tarde, al volver a casa, la acompañó el maestro, y,
siguiendo los acontecimientos del día, empezaron a hablar sobre un
tal pastor B.. que vivía con otra mujer, mientras su esposa se encon-
traba en China. La enferma lo criticó duramente, a lo que el maestro
contestó: «Se', señorita R, es U H pecado graviÍrimo contra el cual
tiene que luchar cada uno». AI decir esto quiso szgnificar.- «Tú fam-
bién eres así», La paciente afirmó que su enfermedad surgió de esta
observación del maestro. Desde este momento llevó una vida retira-
l
da, pues le parecía que el maestro le quiso indicar que ella tenía la
misma intención con respecto a él. y que lo perseguía.
Pero al cabo de algún tiempo empezó a estar indecisa, se some- l

tió a sí misma a prueba y pensó: «Una virgen debe cuidarse de lo


que pertenece al Señor». Así se tranquilizó por completo, y al vol-
ver a casa después de la conferencia siguiente algunos mescä
más tarde- estuvo sentada junto a el, ya que ambos podían con-
versar mejor que otros acerca de cuestiones espirituales. por SU
mayor experiencia y conocimiento. Durante la conferencia. la
paciente había intentado alejarse de él. A l descender del tren y din-
girse a casa. el maestro le dijo: <<¿,Verdad. señorita F., que sigue

124
s e d este cam in o'?››, queriendo
.
indicar que sería distinto del suyo.
u
Después de esto. la PZICICIIÍC ya no se sintió pura ante él y notó de
sospecha. Por tanto. tomó otro camino, y duran-
nuevo su antigua
no abandonó su casa, mandaba siempre a alguien
¡e algún ti e m p o
los recados, se mantuvo alojada de los demás maes-
a hacer todos
eros y «tenía desconfianza en su interior». Pero no eonsíguió domi-
mantefzerse alejada de la escuela C10mímlc'(zl, aunque
H(1I'.S`€' m
in te nt ó en co nt ra r
el medio de hacerlo. En cierta ocasión, el Sr. K.
la trató co n ta nt a dureza a causa de unas pequeñas diferencias de
criterio sobre las tareas de la escuela dominical, que la paciente
sufrió un slzoek nervioso en la iglesia la noche de Navidad. Los
domingos siguientes el maestro la felicitó de un modo efusivo, la
enferma fue elaborando estos hechos interiormente y decidió tra-
tarlo con sequedad y demostrarle que no quería nada de él. Pero
entonces se le ocurrió pensar: «Has sido injusta con este hombre, y
en realidad eres la clase de persona por quien te tienen los demás».
En la fiesta de anal de curso, antes de las vacaciones de pri-
mavera (191 1), se vio obligada a referir a sí misma todo lo que allí
se habló. La noche siguiente no pudo dormir, y por la mañana le
escribió al maestro una carta diciéndole que ella era efectivamen-
te la clase de persona que él creía. A l hacerlo tuvo la sensación de
que algo se revolvía en su interior, y durante los días que siguieron
sufrió horriblemente. Poco después, el maestro la fue a visitar a su
casa e intentó tranquilizarla, a lo que ella contestó repetidamente
que era tal y como él pensaba. Entonces él la apartó de sí y dio a
conocer el asunto en la escuela dominical. Sintió mucho que el
maestro la castigara con su desprecio, mas «por amor a la escuela
dominical» se quedó allí de maestra. Poco después les contó a sus
hermanas lo sucedido, y éstas la trataron como culpable y la con-
vencieron de que debía aceptar su culpa, y pedir a Dios que no se
llegara a saber lo que había hecho.
Así fue desapareciendo gradualmente la sensación de su ino-
cencia, y estuvo cada vez más convencida de que la consideraban
una mala persona. También notó que la esposa del maestro dcsvia~
ba la mirada cuando se encontraban en la calle. Un amigo del
maestro hizo lo mismo, y en presencia de la enferma le hizo a una
maestra la siguiente observación: «Somos personas razonables».
reñnendose claramente a ella. Por fin, creyó que todos, en la
Gs-cuela dominical y aun en la ciudad. sabían de su asunto. por ello

125
1

salía muy pocas veces de casa, y si l o hacía era con un miedo teni-
ble. En su interior sostenía continuas luchas. día y noche. Tenía
que llorar horas y horas en cuanto veía u una maestra du la escue-
la dominical. Hasta en cl sanatorio había perdido la confianza (ll
Dios y tenía continuamente la sensación de que la trataban Corno
si fuera culpable. Al volver a casa, al cabo de seis sem an as, co m-
probó en seguida que muchas personas no la saludaban y que las
demás maestras no la fueron a visitar. Tuvo ideas de suicidio, pero
no quiere reconocer haber sentido odio hacia sus hermanas. Se
hallaba en tal estado, abandonada a sí misma, que no podía Zllflilf
ni odiar. Había llegado a un punto en el que, aunque los maestros
fueran y le dijeran que no creían nada dc todo aquello, no lograrí-
an convencerla. Y, sin embargo, ansiaba justificarse y no ad m ití a
haber tenido pensamientos verdaderamente pecaminosos.
Esto fue lo que relató la paciente al ingresar en la clínica, tan
pronto como se atrevió a hablar libremente. de un modo amable y
contado, y. después de haberlo hecho. se sintió tranquilizada y ali-
gerada. El médico que la recibió (1913) escribió entonces sobre
ella: «Al parecer, no ha sufrido jamás scudopercepciones, es muy
razonable, está bien orientada y da la impresión de ser una señori-
ta completamente inofensiva, aunque muy escrupulosa y pedante.
Su comportamiento es natural, y el curso de sus pensamientos,
aparte la mencionada idea delirante, ordenado». La paciente se
adaptó muy bien a la clínica, y su confianza en los médicos era
completa. Cinco días después de su ingreso. y con motivo de
haberle indicado la conveniencia de una consulta médica con el
maestro K., la paciente reaccionó con una serie de pequeños am-
ques lzistéricos, arqueándose en l a cama, respirando excitadamen-
te y contestando en voz baja a las preguntas que se le hicieron.
estos ataques se repitieron más ¡arde varias veces, cuando se habló
del y se sintió muy afectada al oír que trataban aquel
ma¢?.s'Iro,
terna. Hasta la exploración física, que no tuvo mayores conse-
cuencias, desencadenó algunos espasmos.
A l principio, la paciente mostró una gran necesidad de expli-
curse y de consuelo médico. Afirmó que su estancia en la clinica y
el tratamiento establecido la habían mejorado mucho, y que el
hecho de q u e su ¿:*Sm(lu se ccm.s'íd¿*m.s¬c como en/ìermezlad v HO
como pecar/r), ('()IHtUtÍ(UìIL*Hf¿? a Lu QHC' ocurría en SH casa. había
contribuido sobre todo ex lranquilizarlu. La paciente lo denomina

126
I

«en fermedad afectiva grave». pero a la vez afirmó que el fondo de


a fe c c ió n se debía buscar en las «observaciones poco cuidado-
su
Sd§'›>
il del Sr. K., quien había ten ido que esforzarse en considerarla
gcgundas intenciones. Más adelante, silenció los hechos acae-
sin
cidos antes de su ingreso. y veía con desagrado que se hablara de
meses de estancia (15-IX al 17-XI-1913) fue dada
ellos. A los dos
de Ulm co m o mejorada, y se trasladó 11 su casa despues de pasar
algún tiempo en un hogar de reposo. Lamentó mucho abandonar la
clínica. porque temía que sus hermanas no la comprendieran sufi-
cientemente.
Citaremos aún las siguientes observaciones de los médicos que
entonces la trataron: «Temperamento muy sensible», «en general
tranquila y serena, sin grandes oscilaciones emotivas, aunque de vez
en cuando alguna observación sin importancia la excitaba interior-
mente». «con tendencia a elaborarlo todo interiormente», «siempre
sumida en pensamientos», «muy egocéntrica a pesar de ser muy
humilde», «expresión facial amable y temerosa». «soporta muy bien
a sus compañeras de sanatorio, se preocupa casi excesivamente de
éstas e intenta influir sobre ellas desde un punto de vista religioso».
Estuvo muy poco tiempo en su casa, sus hermanas la recibie-
ron con reproches, echándole en cara el haberlas acusado en l a clí-
nica de tener la culpa de su enfermedad, y la paciente no les ocul-
tó lo mucho que había sentido que casi no la visitaran. A esta
pequeña tensión se añadieron los antiguos temores, al volver al
ambiente acostumbrado, de que podría encontrar al Sr. K. por la
calle y que éste la podría mirar con reproche, por lo que la pacien-
te casi no salió de casa. Además, surgieron escrúpulos religiosos a
causa de su posición con respecto al maestro, temía perder el cielo
y se creía alejada de Dios. Sentíase ofendida porque el pastor y sus
antiguos conocidos no la animaban espiritualmente de un modo
eficaz. A l no poder dedicarse a sus acostumbradas buenas obras.
sentía que su vida era monótona y vacía, mientras que, por otra
Parte, casi no podía trabajar a causa de la melancolía que la domi-
naba. Por todo ello pidió su reingreso en la clínica, cosa que con-
stguió el 11 de febrero de 1914.
Se quejó de que su enfermedad se había convertido en una
«desconfianza completa de Dios y de los hombres», y citó antiguas
Hpresiones del maestro que ella se había referido a sí misma y de
cuya intención todavía estaba segura. Pero a la vez se sentía mucho

127
1

más tranquila, y añrniaba que podría volver a rezar y :1 lu c h a r con-


tra las tentaciones. Se sintió muy mejorada después de un trata-
miento psíquico acompañado de un intenso descanso orgánico, Sll
estado de ánimo llegó ti ser tranquilo y c'onrenfr›. Sin embargo, se
mantenía alejada de los demás pacientes diciendo que n o podía
soportar la intranquilidad y los ruidos de la conversación. pero a la
vez dejaba traslucir que no le parecía adecuado haberla ingresada
en la tercera clase asistencial. Al serle prohibido que intentara ejer-
cer sus afanes educativos con demasiado celo sobre en fe rm as más
jóvenes, presentó un ligero ataque espasmóriibn, cos a que sucedió
igualmente cuando no se le dejó ir sola a la iglesia. T uv o varios
ataques graves cuando alguien le dijo que l a señal que le había
dejado un cuello estrecho, indicaba que había intentado ahorcarse,
a continuación se sintió muy desgraciada.
De este modo. cualquier pequeño altercado la hacía perder el
equilibrio. En cambio, si la dejaban tranquila solía estar contenta,
aunque de vez en cuando iba a hablar con el médico para asegu-
rarse de que no se pensaba otra cosa acerca de su estado y de que
no era considerada «desde el punto de vista de la culpabilidad». A
pesar de su tendencia a la desconfianza, cumplía muy bien las
prescripciones facultativas. A veces volvían a ocupar su ánimo los
antiguos pensamientos, esto sucedió de un modo muy intenso, y
sin motivo externo aparente, asnales de abril de 1914, fecha en
que cayó en u n estado de depresión, de intranquilídari interna y de
temor que supo dominar bastante bien en lo exterior, pero que inte-
riormente la atormentaba con ideas de suicidio, de tal manera que
fue recluida en la sección cerrada durante unos días, una vez mani-
festó su estado -cosa que la tranquilizó mucho-. Unos catorce
dios más tarde, y repentinamente, su estado de ánimo osciló hac ía
el polo opuesto de un modo muy notable. Sus ojos recobraron el
brillo, su cara adquirió color y tersura. Cierto día, du ran te la vis ita
matutina, declaró que comprendía todo y que lo veía todo muy
claro, sintiéndose ya completamente sana. En este estado de ánimo
escribió la siguiente carta:

Tubinga, 28-IV-14

Queridas hermanas: Quiero comunicaros que últimamente ml


estado ha experimentado una dec isiv a mejoría. Cada día desnpfl-

128

-
rece más y más la melancolía, y veo la fidelidad y la gracia divi
nas que me han protegido durante los tiempos difíciles de los
últimos cuatro años. Dad conmigo gracias a Dios por esta mejo-
ría. Tengo la firme esperanza de volver a sanar por completo.
También a vosotras, mis queridas hermanas, OS doy las gracias
de todo corazón por lo que habéis hecho por mí. Que Dios os lo
pague. Sólo puedo alabar y dar gracias, y me alegro de antema-
no pensando en el momento en que pueda volver 21 estar entre
vosotras. Vuestra hermana que os quiere, A. Feldweg.

Durante varios días su cara tuvo una expresión feliz. sonriente


scquru v contenta. Pero a la vez padeció una serie de pequeños ata-
ques, sobre todo de noche, que ella explicó como debidos a que sus
nervios to da ví a no podían soportar el nuevo cambio. El día 7 de
mayo pidió una entrevista con el médico, durante la cual estuvo
hablando unos veinte minutos sin interrupción, con frases sencillas
y ordenadas, a veces con mucho detalle pero sin desviarse del tema
Pidió no ser interrumpida para no perder el hilo.
Vino a decir que había terminado con el maestro que tan poco
delicadamente la había tratado, que ya no le echaba nada en cara
pero que tampoco deseaba relacionarse con é l . Su juicio sobre la
personalidad del maestro era, y sigue siendo, brusco y exeluyerzte:
sostenía sus ideas de referencia en todos sus detalles, aunque sin
buscar su propia justiñcación. Además, notaba que su mejoría era
ya definitiva, que estaba ya en realidad sana, aunque pedía que la
retuvieran algún tiempo más para que sus nervios se pudiesen sere-
nar por completo. Este estado de ligera euforia duró algunos días
y fue seguido del estado de ánimo tranquilo y contento que siem-
pre tuvo. aunque por pequeños motivos, o durante la época de la
menstruación -que después de haberse interrumpido durante tres
meses, siguió apareciendo regularmente en el año 19 13 , se veía
alterado por breves distimias de tristeza O por ataques espasmódi
cos como los anteriores.
Desde el origen de su enfermedad no han aparecido nuevas
representaciones delirantes, si se le plantean las antiguas cuestio-
nes --cl juicio del maestro, etc. las piensa detenidamente duran
te varios días, sin perder por ello su convencimiento. Se encuentra
I
muy bien en la clínica, al sentirse protegida. Desde el otoño de
1915 ha aceptado trabajos de caridad en la población, a los que se
dedica gustosa.

129

II
1

Son características de su modo de ser la expresión temeros;¡.


1
dulce y amable de su cara: su fácil ruborización. la timidez y la
falta de soltura en los movimientos durante cualquier co nv er sa -
ción, y su devoto y suave modo dc hablar, con empleo de m úl tip le s
expresiones bíblicas. Mantiene sus opiniones de un modo resuelta
apenas perceptible, y hasta con cierta ligera tozudez, pero que
jamás se manifiesta en rebelión directa, sino más bien medium@
pequeñas intrigas sin importancia y una oculta hipersensibilidad
algo rencorosa. Como la paciente misma dice, durante la visita
escoge cualquier palabra secundaria en una conversación para
encontrar en ella apoyo y consuelo... o para sentirse disminuida y
reñida. Dada su mimosa sensibilidad, se agota físicamente con
facilidad, las consecuencias son cansancio y espasmos, y la enfer-
ma se siente deprimida y sufre, esperando que la consuelen los
médicos, los pastores y sus parientes. Mantiene cierta distancia
entre ella y los demás enfermos, a pesar de toda su amabilidad, se
viste de un modo muy limpio y cuidadoso, y le gusta hacer traba-
jos manuales artísticos. que después regala. Por lo demás, su carác-
ter ha permanecido invariable, con su tendencia al ensimisma-
miento religioso, a probarse a sí misma, a hablar, con algunas
personas en quienes confía, de su vida interior. de un modo claro,
inteligente y no del todo libre de autocomplacencia. Con respecto
a la clínica y a los médicos. se muestra contada y agradecida.
Ca mnmesis de 1917. La paciente trabaja en l a cocina popular
de Tubìnga y vive en la clínica. En julio de 1917 fue dada de ella.
Aún conserva la tendencia ll cientos ataques histéricos ocasionales
y una ostensible escrupulosidad religiosa. El trabajo que ha acep-
tado la satisface por completo.
Ccuamnesis de 1926. Desde que fue dada de alta en la clínica
ha llevado una vida normal durante varios años; el delirio de refe-
rencia está curado., y desde la primavera de 1918 vuelve a trabajar
en casa de sus hermanas o como costurera.
En 1923. y sin motivo externo aparente, la enferma sufrió una
excitación grave y tuvo que ser internada en el Sanatorio de Zwie-
falten. Este estado duró desde principios de junio hasta principios
de octubre, y no mostró relación alguna con el delirio sensitivo de
referencia anteriormente padecido. Se trataba más bien de una
excitación angustiosa y depresiva, con mirada fija, rasgos f`aciales
contraídos por el dolor, sonidos quejumbrosos inarticulados. re to r-

l 30
y. parcialmente, grave intranquilidad y nega-
cimientos dc manos
tivfl a comer.
La paciente creía que iría al inlicrno, que veía al
en el mundo de los abismos, que tenía que
demonio. que estaba
que su nacimiento había atraído malos espíritus a
morir quemada.
la Tierra, que era culpable del incendio del mundo, muchas veces
consejo y el consuelo. A principios de octubre el cuadro
rechazó el
Se aclaró
rápidamente, sin que la enferma recordara bien todo lo
Diagnóstico del sanatorio: psicosis maniaco-
que había sucedido.
depresiva. La paciente siguió su convalecencia en el sanatorio
hasta el 2 de agosto de 1924, tiempo durante el cual trabajó afano-
samentc en e l cuarto de costura, y se observó una disminución gra-
dual de su ex cit ab ilid ad y pequeñas oscilaciones depresivas poste-
riores. Entonces apareció de nuevo la misma personalidad de
antes, ya descrita: dulce, amable. asequible. trabajadora y del.
fácilmente agotable y psicasténica, con tendencia a adoptar actitu-
des algo afectadas y co n algunos ataques históricos aislados. El día
1 de agosto de 1924 fue dada de alta y enviada a casa, considera-
da completamente curada, su estado de ánimo era bueno y confia-
do y la paciente comprendía su enfermedad.

Desde entonces -nos escribió la paciente en octubre de


1926- me va bastante bien. gracias a Dios. El sueño y el ape-
tito son buenos, y puedo trabajar todo el día, haciendo con
gusto lo que me parece. Me relaciono con la gente al ir a hacer
recados o al pasear, y cl trato no se me hace difícil. Me aparto
cuanto puedo de todo aquello que pudiera intranquilizarme.
Pero de vez en cuando aún paso días malos. aunque no necesi-
to hablar de ello con nadie y, además, pasan pronto. Convivo
felizmente con mis hermanas, dedicada a las labores caseras o
a coser, hacer punto y otros trabajos manuales.

Este caso ¡nuestra asimismo el pronóstico relativamente favo-


rable de las afecciones sensitivas. El cuadro paranoico ha curado
desde hace muchos años, y no se ha reproducido ni aún bajo la
Influencia de la agitación ansiosa grave del verano de 1923. Dicha
Gxcitación no tiene relación temporal alguna, ni de contenido, con
la prlmmva imagen reactivo-puranoica. Representa, pues, induda-
blemente, una oscilación del fondo endógeno de la personalidad.
que puede muy bien considerarse. de acuerdo con la opinión del
sanatorio, como una forma atípica de ciclolìmìa. Posteriormente.

l 13 1
la antigua personalidad, en cuanto se rcfiere a co nd uc ta social
curso de pensamientos, tono afectivo y Lexpresión,
» vuelve ii SET
completamente normal y natural.
La historia clínica precedente tiene una gran semejanza, en SUS
rasgos fundamentales, con la de Heleno Renner. Hasta la c o n s ti tu -
ción de la enferma está caracterizada por la grave estigmatización
hereditaria, el frecuente nerviosismo y la delicadeza corporal.
También en su carácter encontramos, por una pone, la hipersensi-
bilidad psíquica, la temerosidad, la blandura afectiva y la escrupu-
losidad ética. y, por la otra. cierta terquedad, que asoma tras SUS
gestos suaves, y una resuelta pretenciosidad y notable inclinación
al encumbramiento social. La imagen de la disposición caractero-
lógica sensitiva queda completada por la tendencia a la interiori-
zación de la vida emotiva y por la retención afectiva. Exactamente
la misma vivencia y la misma elaboración intrapsíquica: enamora-
miento secreto, combatido interiormente y reprimido durante años,
que conduce a la impresión de una vergonzosa insuficiencia, de la
cual surge en seguida el delirio de referencia. En este caso también
hay que tener muy en cuenta el hecho de que sólo resulta patoló-
gica la reacción ante la vivencia, mientras que el enamoramiento
en sí permite reconocer más bien su origen psicológico normal. La
inclinación femenina instintiva sigue aquí leyes conocidas, y surge
paulatinamente de la consideración y de la admiración religiosa
inocente hacia la persona del maestro. Además, parece ser que no
se trata de un enamoramiento pueril, sino de un culto a la perso-
nalidad manifiesto, externo y admirativo, en cuya composición
existía una mezcla de calor erótico suficiente para intranquilizar la
conciencia hipersensible de la enferma. Por lo demás, las caracte-
rísticas de la elaboración vivencial muestran una pequeña diferen-
cia en comparación con el caso de Helene Renner. Mientras ésta se
daba claramente cuenta de toda la relación erótica que contenía su
violento enamoramiento y adoptaba una posición con toda su hon-
rada conciencia, Anna Feldweg intenta esconderse a sus ojos y El
los de los demás ocultándose detrás de motivos aparentes y sofis-
ticos y simulacros religiosos, de tal manera que el lector psicoló-
gicamcnte formado habrá sonreído en algunos momentos. por este
motivo, la hoja clínica ha reproducido en lo posible las expresio-
nes originales dc la paciente. Esta tendencia a alejar del foco cen-
t r a l (In 1 campo visual interior los I:ec/ms psíquicos zl cs a g ru d a
blcs

132

J
I

histérica. ¡ I O sensitiva. En realidad. al establecer la


es N'p:lcamen¡e
wmparación con el caso Renner podemos determinar claramente
el hecho dc que en la disposición caraclerológica de la paciente
Fcldwfig se entremezclan rasgos primitivos en l a imagen de la per-
sonalidad sensitiva. rasgos de egoísmo mezquita y de vanidad
mƒruml, dc alegrarse por intrigas sin importancia. que no corres-
ponden a la elevación ética media de las inteligentes personalida-
des sensitivas. Esta línea secundaria primitiva puede seguirse tam-
bién en la conducta de la paciente a través de toda la observación
clínica. y se manifiesta de un modo especial en la frecuente apari-
ción de ataques histéricos.
En este caso, el curso del delirio sensitivo de referencia mues-
tra unafo rm a paranoica simple. ya que falta el cuadro de la psico-
sis de agotamiento. También volvemos a encontrar las oscilaciones
reactivas del curso evolutivo: empeoramiento por la falta de habi-
lidad psicológica de las hermanas, mejoría rápida al ser protegida
por la clínica. Asimismo es notable, además de la centralización en
torno a la idea sobrevalorada, la escasa solidez de la formación
delirante, la posibilidad de influir sobre ella mediante conversa-
ciones razonables y su tendencia, en el transcurso de los años. a
perder importancia, ya que no a corregirse.
En cambio, hemos de mencionar aquí con detalle ciertas rela-
ciones con respecto al círculo de la psicosis maníaco-depresivo.
Ya tratamos en la parte teórica de la correlación fundamental que
existe entre algunos tipos de disposición asténica y de constitución
depresiva. En el caso de Heleno Renner, como ahora en el de Anna
Feldweg, vimos cómo reaccionaron de un modo idéntico, frente a
la mu ert e de parientes amados, con depresiones duraderas, lin-
dantes co n la psicosis. En el caso Renner se manifestaron con una
intensidad mayor que lo acostumbrado las oscilaciones emotivas
ciclicas que corresponden a la menstruación v (1 la época del año.
9

Todo esto se halla aún encuadrado dentro de lo psicopzitico. Tam-


bién son de origen reactivo las otras oscilaciones emotivas que
padeció la enferma Feldweg desde su juventud. Mas no olvidare-
ÍTIOS estas cosas al recordar que la madre de la enferma sufría pro-
bablemente depresión constitucional genuina en el sentido de la
Pslcosis maníaco-depresiva, que se hizo más profunda en la segun-
gïinitad dc su vida, según el conocido tipo evolutivo, con intensi-
uones penodicas, y que los miembros de la tanulia de su

133

IF
j

madre padecían todos de psicosis depresiva. Por ello no puede eau-


sar extrañeza el que las oscilaciones emotivas de nuestra paciere
no se limitaran por completo si labilidadcs reaclívu.s' y u distimiag
menstruales, sino que, de vez en cuando, desempeñaran un
Pilpil.
independiente, aunque relativamente poco importante.
En l a primavera de 1914 pudo observarse una de estas onda;
eiclofimicas independientes. que cursó sin relación interna con la
psicosis principal, después de un estado de depresión and fo sa . que
duró unos catorce días y que fue acompañado de ideas de suicidio,
se produjo una fase de estado de ánimo ligero y optimista. también
breve, que mostró evidentes c:uracterlÍrn'cas I2ipomun1'ac(z.s' n}›:'cas,
con facilidad del curso del pensamiento y de los impulsos de la
voluntad y aumento de la turgencia corporal. Sin embargo, estos
fenómenos ciclotímicos apenas rozaron el núcleo del delirio sensi-
tivo de referencia. como lo demuestra el hecho de su aparición rara
y secundaria y, sobre todo, porque dicho delirio sensitivo de refe-
rencia conserva el colorido emotivo correspondiente durante las
fases emotivas anormales, aunque persiste sin corregir hasta en sus
detalles, sin que su contenido de ideas aumente o disminuya, atra-
vesando las citadas fases pero resultando, finalmente, idéntico a sí
mismo. Después de su comienzo fue desarrollándose durante años
y años dicho delirio sensitivo de referencia desde sus raíces psico-
lógicas comprensibles, sin que se observaran anomalías emotivas
endógenas activas de ninguna clase. Hay que comparar esta falta
de importancia de los trastornos ciclon'm¡cos respecto al curso
patológico. con los resultados posteriores observados en la pacien-
te a consecuencia de factores psicológicos, por ejemplo, a causa de
su cambio de residencia, para reconocer que el centro de gravedad
etiológico se encuentra justamente en su aspecto caracterológico
reactivo.
A pesar de todo. tiene mucha importancia el hecho de dirigir la
atención a estas desviaciones cíclicas. Y no porque desempeñen de
por sí un papel en la génesis del delirio sensitivo de referencia.
pues éste se C desarrolla, en la mayoría de los casos, sin que en la
herencia o en el curso evolutivo de la enlennedad aparezca ningüfl
fenómeno de índole maníaco-depresiva. Más bien resultan impøf-
tantes como síntomas de la ufinidczd ¡mama entre ciertas ¢1¡spos1-
cimzes curacƒerológ¡cas usténico~scn.s'i!i vas .y la c(›n.s¬u'mci'ón mam-
acc›-(¡(›prc.w'va, en el sentido de que dichas disposiciones inclinan 3

134

¿
los trastornos psíquicos puramente psicológico-reactivos a causa dc
de su blandura y de su desventalosa hipersen-
'¬u densidad emotiva,

oscilaciones
sibilidad. de la misma forma que.puedcn producir
debido a su labilidad emotiva interna, de C1lUS3~
çíclicaä verdaderas
lidad biológica. Ap oy an es ta suposición la frecuencia de las nato
ralezas blandas y delicadamente sensibles entre las personas ciclo
mímicas y constitucionalmente depresivas. y la cxistenciacasual de
herencia cicloide, depresión reactiva y oscilaciones emotivas cícli-
cas en nuestros neuróticos sensitivos.
En el caso de Heleno Renner sólo hemos estudiado los dos fue
tomes patógenos principales: el carácter y la vivencia. En el caso
Feldweg aparecen tod aví a más claramente las acciones ambienta-
les sobre el desarrollo patológico. La figura de Anna Feldweg no
puede comprenderse sin sus dos hermanas mayores, sin su propia
suavidad preciosista, sin la pureza de la atmósfera hogareña, sin
sus trabajos reconcentrados de costura, sin su escuela dominical y
sin el maestro de creencias ortodoxas, en pocas palabras: la enfer-
ma está íntimamente ligada al trasfondo de una ciudad provincia
na y de una casa de solterozzas. Este trasfondo ha favorecido segu
lamente la promiscuidad de pequeño egoísmo, de beatería y de
limitación convencional que muestra su carácter. Pero, a la vez
está claro que un ambiente si' tiene que írzferisificarforznsamente'
la disposición de caracteres predispuestos hasta llegar a desvia-
ciones sensírivas, ya que una vida de esta clase, tan circunscrita a
un círculo reducido, favorece la interiorización escrupulosa de la
vida psíquica propia, evita el desarrollo de una ética amplia y libre
y concede al amor propio de las naturalezas sensitivas únicamente
el campo de acción de unos ejercicios religiosos y virtuosos emu-
siastas. De es ta manera se había desarrollado en nuestra paciente
por una parte, el secreto orgullo de su ferviente piedad religiosa, y
por la otr a, el im pu lso a un continuo y temeroso examen de con-
ciencia, desarrollado hasta zm grado ml de sobrerensión pietista
que hasta un motivo poco importante pudo desencadenar la viven
c ia de la insuficiencia vergonzante.
. Y una vez producido este acontecimiento. el ambiente provin
c la r o . en especial la limitación religiosa dc las hermanas, hizo
todo lo posible para hundir a la paciente lo más profundamente
posible, dentro de sus auto acusaciones delirantes iniciales. El
Papel que en este caso desempeñó el entorno en el delirio de rete

135
rancia. se manifiesta con una claridad experimental a través de las
oscilaciones de su intensidad, según que la paciente vi vi e ra en la
clínica o con sus hermanas. Además, justamente las condiciongg
sociales de la ciudad provinciana favorecen l a aparición del temor
a las murmuraciones al menor descuido ético. y. con ello, la auto-
rreferencia sospechosa y ansiosa.
A l añadir ¡J estos dos casos propios, extensa y I11ll`lUClOS¡.1ITI€|]-
le analizados, el de l a profesora de liceo femenino _ c a s o de Wer-
nicke y el dc l a prqfesnra de música d e los casos leves de para-
noia -caso de Friedmann-. queda completado el cuadro del
delirio sensitivo de referencia de las solteronas añosas en su tipi-
ca uniformidad. El caso citado en primer lugar, ejemplo de la
«idea sobrevalorada» de \Vernicke. constituye el tema de la intro-
ducción del presente trabajo, el segundo lo describe Friedmann
del siguiente modo:

Caso 2 de Friedmann. Emilie R., de 40 años, profesora de


Música. Se trata de una mujer psíquica y corporalmente sana hasta
el momento. que procede de una familia estigmatizada mental-
mente: un tío murió de parálisis general progresiva, dos sobrinos
fueron enfermos psíquicos, y uno de ellos acabó suicidándose.
También en el resto de su ascendencia existen psicosis. La pacien-
te misma estaba siempre exaltada y se encerraba dentro de sí, pero
a la vez era humilde, muy trabajadora, y durante muchos años
mantuvo a sus padres arruinados, con el dinero ganado en sus cla-
ses. Tuvo. pues, que prescindir de todas las diversiones y placeres
de la vida, mas no por ello dejó de estar contenta. En los últimos
años se sometió a un verdadero exceso de trabajo en sus lecciones.
y llegó a un estado de agotamiento. Entonces se fue a reposar a un
balneario de la S e f v a Negra, donde se vio rodeada de una sociedad
agradable que la estimuló. y varias veces participó en pequeños
conciertos. Durante el invierno y la primavera siguientes su tía, 21
quien visitaba con regularidad, observó un cambio en el modo de
ser de la paciente, estaba excitada, lloraba con frecuencia sin moti-
vo plausible, y la paciente misma afirmó que no dormía bien. Mas
a pesar de esto, seguía dando regularmente sus clases y mante-
niendo su actividad excesiva, aunque adelgazó y tenía mal aspa'
lo. Esta transformación de su ser no empezó a ser advertida hasta
unos meses más tarde por los que la rodeaban, y sólo al cabo de Ll ll

136
¿lño» al verano siguiente, consiguió la tía conocer, gracias a su enér-
algo dc lo que mientras tanto se había producido en
gica actuacion,
la vida psíquica (le su sobrina. Las alumnas de la paciente Nl siquie-
¡I sospechar que padeciera alguna anormalidad psíquica.
fll llegaron
El caso ocurrió si: durante su estancia veraniega en el balnea-
rio, la paciente se sintió estimulada y admirada y tocó mucho, a
veces hasta altas horas de la noche. Una tarde rogó a un señor de
mediana edad que la acompañara desde las dependencias hasta su
habitación, que estaba algo alejada. Cuando dicho señor se quiso
despedir ante la casa, la paciente le cogió la mano, pues tenía miedo
y quería que la acompañara un poco más por el corredor oscuro. En
sí, este comportamiento quizá fuese poco correcto, pero como
quiera que la paciente tenía un aspecto insignificante y no se podía
I

considerar en modo alguno coqueta, nadie se detuvo a considerar


el caso, y hasta el mismo señor olvidó el asunto y no habló de él
con nadie. Pero la enferma, posteriormente, se avergonzó de su
miedo infantil, y además temió que la gente considerara que su
comportamiento había sido demasiado <<libre›› o coqueto. Días
después habló sobre ello con un matrimonio de edad, amigo suyo.
que la tranquilizó, aunque consideró que se había comportado con
poca reflexión. Poco después. la paciente se marchó a su casa. sin
que hubiera ocurrido nada más digno de mención.
Poco a poco fueron surgiendo en la paciente escrúpulos cada
vez más intensos sobre su comportamiento, y entonces «se dio
cuenta» de que en los días siguientes al hecho. casi todo el mundo
le había retirado la palabra en la pensión. Pero el motivo desenca-
denante fue el hecho de que, en el otoño siguiente, el citado señor,
cosechero de vinos del Palatinado, le enviara un cestito de uvas
como presente. Entonces la paciente quedó convencida de que dicho
señor la tenía por inmoral, por lo que le devolvió inmediatamente su
regalo. Mas quiso la casualidad que poco tiempo después encon-
trara al mencionado señor -el cual tenía negocios en Mann-
heim- en un barco fluvial rumbo a Ludwigshafen, él estaba con
otros señores, uno de los cuales, según la paciente, se fijó en ella
al descender del barco y dijo a los demás: «Bueno. la levadura no
la suministro yo». La paciente consideró esta frase como una ton-
tema, y estaba convencida de que en realidad se trataba sólo de una
insinuación o una burla sobre ella. Tales percepciones se fueron
acumulando poco a poco, aunque desde luego nunca fueron nume-

137
rosas, la mayor parte del tiempo pasaba sin vivencias especiale
s.
En primer lugar. la paciente observo que en los citados barcos fl
u-
viales -que utilizaba bastante para ir a dar sus clases en Lud-
wigshafen_ encontraba con mucho mayor frecuencia a
fi18ün0s
señores conocidos: indudablemente se tra tab a de espías. Algún
tiempo después notó que hasta en su ciudad la miraban con desca-
ro ciertos jóvenes que conocía de nombre. torciendo ante
ella y
pasando a la acera de enfrente. De vez en cuando y esto era lo
que más le dolía recogía algunas burlas aisladas, que se referían
directamente a ella, por ejemplo, «mala persona», «beata». O <<a$¡'
iré allá» -clara insinuación de una cita-, y una vez hasta oyó que
un señor conocido decía bueno, voy a ir a F.›› -donde vivía SU
«perseguidor>›_. Ciertas personas muy conocidas de ella le nega-
ban el saludo, y en el tranvía a veces la señalaban con el dedo. Pero
es de notar que la paciente es muy miope y que suele atravesar la
calle con los ojos bajos, de modo que en realidad no puede ver las
cosas que se imagina haber visto.
Llegó un momento en que salía a la calle, a sus quehaceres, con
miedo y con temblor, en que se sentía feliz si no pasaba nada, y en
que se salía de sus casillas cuando algún día notaba de nuevo algo
de «aquello››. Por lo demás, sus pensamientos delirantes se limita-
ban siempre a observaciones callejeras, ni en su casa, ni en sus cla-
ses, ni en el periódico, encontró ni oyó nada sospechoso y exte-
riormente su vida siguió su curso normal de siempre. Pero casi no
dormía, y su estado de ánimo era casi inconsolable, a pesar de
tener un carácter exaltadamente orgulloso.
Interiormente comprendía con claridad el asunto: aquel señor se
había enorgullecido y había publicado sus éxitos con ella, pues era
un <<tipo›› poco fino, un «labrador››, como quiera que tenía muchos
conocidos aquí, muchas personas tenían noticia del asunto que SC
había convertido así en comidilla de la ciudad. Todo lo que la enfer-
ma percibía referente a estos hechos, convertíase para ella en UI13
demostración incontrovertible. Finalmente, un año y medio des-
pués de los hechos acaecidos en la Selva Negra, y a pesar de las
consecuencias que tuvo que soportar, se dejó arrastrar a una nueva
ligereza. Hizo que sus patronos escribieran una carta al menciona-
do señor para que éste dijera claramente si había sido él quien
habla ocasionado todas aquellas habladurías, y que entonces pro-
clarnara la verdad, etc. El señor se presentó, estuvo muy amable Y

138
la tr a n q u il iz ó en todos los aspectos, pero con ello se obtuvo un
resultado completamente negativo. El hombre estuvo sonriendo
¡odo el tiempo con timidez, y esto le dio a ella la seguridad que
buscaba. afirmándose en Sll opinión de que fue él quien había
desencadenado las habladurías contra su buen nombre.
Por esta época la vi por primera vez, aunque ella se había
opuesto vivamente a ello. Afirmaba que no estaba enferma, pero
me contó detalladamente la historia de sus padecimientos, muy
excitada y sin dejar de llorar. Mostrase completamente inaccesible
a cualquier objeción razonable. aterrando que hasta el día anterior
había tenido en la calle otra prueba de las habladurías -dos esco-
lares habían hecho, al pasar, una nueva insinuación , y que era
una lástima que su tía no la quisiera creer. Sólo quería que yo la
ayudara amenazando a aquel <<tipo›› con llevar el asunto al aboga-
do. Sin embargo aceptó los hipnóticos y los sedantes que le rece-
té, y prometió cuidarse. Mas no tardó en negarse a que siguiera
visitándola, diciendo que estaba otra vez bien.
Al cabo de un año aproximadamente, o sea, dos años y medio
después del comienzo de su excitación, la estructura delirante ha
pasado relativamente a un segundo plano. Mas la paciente no reco-
noce haberse equivocado en algún aspecto. Sin embargo. no habla
más del asunto, y su estado de ánimo, antes tan trastornado, se ha
regularizado, asimismo, se ha recuperado mucho corporalmente.
Esta curación relativa ha persistido desde hace unos quince meses
aproximadamente.
El hecho de que en la hoja clínica de Friedmann, sin que el
autor pretenda hacer resaltar un determinado carácter, se expresen
también los rasgos fundamentales de la personalidad sensitiva.
constituye una nueva demostración de la causalidad de la base
caracterológica del delirio sensitivo de referencia antes citado. Por
un lado se manifiesta el núcleo caracterológico asténico-escrupu~
loso: la enferma es «muy humilde», «trabajadora›› y «detallista››.
a tr a vi e sa la calle con los ojos bajos, es temerosa como una niña, y
se sacriñca totalmente por sus padres. Por otro lado aparece de un
modo manifiesto la huella esténica: está «encerrada dentro de sí
misma», y su carácter es «exaltado y orgulloso». Además, también
SB hace notar la in te ns a carga hereditaria.
I

Por lo que respecta a la etiología, la paciente de Friedmann


constituye una variante. Mientras en los dos casos principales y en

139
el de la maestra de Wernickc la retención dc la vivencia c o n s ti tu -
ye el fondo patológico esencial. añadiéndose, en cl caso de HPIQ-
ne Rcnner. el importante factor secundario del agotamiento, CH el
caso antes descrito las circunstancias son inversas. Precede Un l
«sobreesfuerzo profesional excesivo». que a la vez constituye el
hecho primario en sentido cronológico. mientras que le vi ve n ci a CS
relativamente íntima en comparación con las intensas luchas inte-
riores de las otras pacientes. Desde luego, al igual que en éstas, la
misma vivencia es la que ha desencadenado la psicosis, mas, por
así decirlo, en miniatura transportada del plano ético al social, HO
un pecado, sino un penoso paso en falso. Sin embargo, se tr a ta dc
la vivencia típica de la insuficìencia vergonzante. Además, y pese
a la relación aparentemente amistosa entre la enferma y el señor
terrateniente, se puede sospechar con facilidad que. tras la apasio-
nada elaboración de su ambigua falta de habilidad se esconde una
verdadera inclinación oculta, como en las demás pacientes. Pero,
aun despreciando esta posibilidad, se deberá considerar como moti-
vo sutìcìente el agotamiento nervioso que ya existía. de forma que
una vivencia de valor no excesivo bastó para desencadenar el deli-
rio de referencia, asimismo, la perduración de la psicosis puede atri-
buirse a la duración de los esfuerzos profesionales. A l estudiar los
casos de Gierlich trataremos de nuevo sobre la relación existente
entre la neurastenia, cuyo origen es el sobreesfuerzo puro, y el
delirio sensitivo de referencia, y especialmente sobre la cuestión
de hasta qué punto dicha neurastenia puede llegar a constituir por
sí sola el cuadro paranoico.
Si se consideran en conjunto los cuatro casos descritos, verc-
mos que son tan parecidos en sus rasgos fundamentales, que resul-
t a justificado destacar el delirio erótico de referencia de las solte-
ranas entradas en años, como subgrupo independiente dentro del
marco de la formación delirante sensitiva. El papel que, junto El los
factores psicológicos principales. desempeñan en la etiología de la
afección ciertas premisas biológicas, se tuvo en cuenta cuidadosa-
mente al describir cada caso, sobre todo se hizo constar la agota-
bilidad constitucional y la relación con la disposición maníaco-
depresiva. Aquí debemos mencionar aún la cuestión de la
¡mponancia etiológica d e l climulerio. Resulta notable y llamauvü
el hecho de que en tres casos de los cuatro descritos. la psicosis se
haya producido hacia el cuarto decenio.

14 ()
No e x is te duda alguna dc que, a los 50 años, las mujeres con
caracterológtca adecuada muestran cierta disposi-
predisposición
çiólì pu ram en te bio lóg ica a desarrollar afecciones paranoicas
acertadamente ha descrito Kleist con el nombre de para
como
ín v o lt tf iv a . Esta circunstancia puede considerarse como un
n o ta
factor au xi lia r que, de un modo general, facilita el desencadena-
delirio de referencia. y se puede aplicar perfectamen
miento del
[6 a nu es tr os cuadros patológicos, aunque éstos sean, por lo

demás, muy distintos de la paranoia involutiva. Por ello no debe-


ría extrañar el hecho dc encontrar de vez en cuando algún caso en
el que un delirio sen siti vo de referencia, desencadenado de un
modo puramente psicológico, se desarrolle posteriormente en
forma evolutivo-paranoica. El caso 6 de paranoia leve, de Fried-
mann --que no pertenece a nuestro grupo , constituye un eren
lo de la interacción d e alteraciones emotivas clímatérieas y ela
boracíón viv enc ias psicógena en la formación de un delirio de
influencia, en el que una mujer castrada padece una distimia exci-
table y llorosa, al creerse maltratada por su marido y engañada
por su médico. En estos casos es mejor considerar que las accio-
nes psíquicas vivenciales encuentran un campo abonado en el
fondo emotivo alterado por motivos biológicos, y en cada caso
hay que decidir a qué factor se le debe conceder la mayor impor-
tancia, si al biológico o al psicológico. El caso 5 de Friedmann se
refiere a una mujer de 40 años, de constitución anormal, que, con
motivo de una carta equivocada, cae en el delirio de la infidelidad
conyugal de su marido, aunque este delirio se halle en parte jus-
tificado psicológicamente por las circunstancias externas, lo más
probable es que en este caso se halle en el terreno limítrofe psi-
cógeno-involutivo-paranoico.
En cambio, por lo que respecta a nuestro delirio sensitivo de
referencia erótico, debe negarse al cercano climaterio el papel de
causa esencial, simplemente porque la representante más genuina
del grupo. Helene Rcnner, enfermó a los 29 años, mucho antes de
dicha época. También en las demás pacientes, el papel auxiliar del
cl im a te ri o en el desencadcnarniento es probable que sea indirecto
de mediación psicológica, pues es sabido que, al acercarse la invo
lución, en ciertas mujeres se produce un resurgimiento de la vida
emotiva e ró ti c a , que, por su parte, facilita la formación de conflic-
tos condicionados psicológicamente.

14 1
Sea como fuere. estas consideraciones demuestran que cl Cen-
tro de gravedad etiológico dc nuestra afección está si tu ad o (Zn el
lado psicológico. Su notable parecido interior se debe ll SU Cüm
u-
nidad dc base caracterológica, vivencia y ambiental. Especialmgn-
te las acciones ambí¢*nta1e.s° son las que don ll nuestro 22I'UP0 su
peculiar y determinado colorido frente n otros subgrupos del deli-
rio sensitivo de referencia. Desde luego, la posición .racial que aln
tiene la mujer soltera en la sociedad burguesa, favorece la defor-
mación de su personalidad en un sentido determinado. La sociedad
exige de la solterona, por una parte, un estado de tensión antinatu_
al continua de su conciencia. una rígida represión de toda su femi-
nidad erótica, un orgullo excesivo por su virtud, que primero se le
exige y después se le echa en cara como defecto. Pero con esta
sobretensión de los conceptos personales del honor contrasta la
posición externa de desprecio e inferioridad en que suele encon-
trarse la solterona. No goza del rango humano completo que pose-
en el hombre o la casada. no es igual al primero como profesional.
ni a la segunda en aprecio social. La solterona se encuentra en una
especie de handieap continuo, su vida privada está bajo el dominio
común, sus esfuerzos son pagados con escasez, y, no estando bien
respaldada por la sociedad. se halla expuesta El múltiples peligros y
descortesías. Y justamente esta posición defensiva social continua
es apropiada para que la conciencia de sí misma se haga hipersen-
sible y se cree un cierto orgullo amargo, como, por ejemplo, se
encuentra en el carácter corriente de las señoritas de compañía.
Por tanto, lu acción del ambierzte de soltería femenina puede
resumirse diciendo que es una sobrefusión del amor propio en
una .situación hunzillanre: esta definición se puede aplicar por
igual a lo solterona provinciana, de antiguo estilo, y a la mujer
madura, empleada en la ciudad. Ziehen se reñere seguramente a
algo semejante al hablar de delirio de las señoritas de compañía.
aunque con esta expresión toca únicamente las acciones profesio-
nales de la solterona madura, y no su atmósfera psíquica. a c c lo n € s
cuya importancia clínica hemos demostrado ya en el caso Feld-
weg. La única diferencia consiste en que la acción ambiental. H la
vez suhretensiva y humillante dc la solterona provinciana pa.sa
da
de moda, se manifiesta de preferencia en el terreno de la religión )^'
dc la virtud, mientras que la de la muchacha empleada en la CIU'
dad se expresa más en una dirección profesional y social.

142
El punto decisivo consiste en que es l a disposición earacrero-
!¿$i(-u .rensitivrz sobre la cual un medio apropiadamente €.SlfI'IlCIÍil'
nado a c tú a en forma cimiulatíva. La tensión patológica que de por
se chiste entre los dos componentes del carácter sensitivo, se inten-
sificLl por la insuficiencia natural y la temerosa inseguridad, a
causa de la pos ició n externa humillante, y el aguijón earacteroló-
glco esténico se ilota mucho más por los conceptos sociales agu-
zados del honor. Además, la tendencia al delirio sensitivo de refe-
rencia se alimenta aún más por el ideal virtuoso exagerado que la
sociedad ha inculcado en la solterona. por la escrupulosidad ética
del carácter sensitivo y por el temor a la opinión pública que su
situación lle va consigo. En pocas palabras: en el ambiente de la
solterona se reúne todo lo apropiado para despertar en el carácter
sensitivo los gérmenes psíquicos patológicos dormidos. Esta doble
acción producida por la sobretendón del orgullo virtuoso y por la
sensación de insuficiencia, se pudo observar ya en la vivencia del
amor reprimido. Y hasta dentro del marco del carácter sensitivo se
instituye la misma tensión entre la sensación de insuficiencia y el
amor propio ético. Por tonto, el carácter, el medio y la vivencia
constituyen l a triada que, por su acción acumuloriva reciproca,
produce en este caso cl delirio sensitivo de referencia. Los tres son
las causas psicológicas principales y directas, detrás de las cuales,
y en segundo plano, desempeñan también su papel importante las
causas biológicas: tara hereditaria, insuficiencia nerviosa orgáni-
ca, disposición esquizoide o cicloide y alteraciones afectivas cli-
matéricas. de la misma manera que detrás de todos los desarrollos
psicológicos aparentemente libres de la vida anímica se encuentra
el destino fijado por las leyes biológicas de cada organismo ner-
viese.
¬
CAPÍTULO 4
EL DELIRIO DE LOS MASTURBA DORES

El ncuropsiquiatra práctico conoce bien la inclinación que bas-


:antes neurasténicos sexuales muestran a la aurorreferencia. Así.
por ejemplo, Friedmann (<<Uber den Wahn››) anota: «La mayoría
de los neurasténicos sexuales, y entre ellos. sobre lodo, los mas-
turbadores, no pueden, a pesar de todas las seguridades que se les
den. alejar de sí la idea de que en la frente llevan escrito su vicio,
y de que los demás lo reconocen y se lo hacen notar».
En relación con este hecho vamos a demostrar, utilizando nues-
tro material psicológico, que en los neurasténicos sexuales no sólo
se encuentran ligeros senr1'zniem'os de referencia como hallazgo
secundario, sino que sobre esta misma base se pueden desarrollar
L también neurosis de referencia inclepefzdientes. y hasta psicosis
paran oides graves. Después del detallado análisis del capitulo
anterior, se comprenderán fácilmente todas las gradaciones entre
dichas formas ligerísimas y las más graves, así como su flmda-
m en to común en el carácter sensitivo.
El caso del maquinista Bruhn puede servir como paradigma del
delirio del masturbado. Un joven de vivas sensaciones eróticas.
pero demasiado tímido e inhábil para establecer trato con mucha-
chas, cae muy pronto en el vicio de la masturbación intensa, que
combate, sin embargo, aunque inútilmente y con terribles remor-
dimiemos de conciencia. Esta lucha, siempre secreta, llega a
dominar, con el tiempo, toda su vida emotiva. y se intensifica
sobre todo al caer en sus manos una lectura de divulgación popu-
lar. Su posición frente al mundo circundante queda así falseada por
°°MP1ClO y se convierte en una opinión totalmente unilateral. Des-
Pués de una grave y duradera depresión ansiosa y de una crmrme

145
serie de temores llíp(›crmdrz'rlcos. se desarrolla un int en so d e li ri o
de referencia y dc alusión. La psicosis culmina en u n intento de
suicidio; pero después de una explicación facultzuiva d e ta lla d a ,
y
dc haber sido trasladado a otro ambiente, toma un giro favorable,
Las alteraciones psíquicas se desarrollaron progresivamente tlesde
la pubertad _v en el transcurso de lHZ().\` diez años. El verdadero perí-
odo de florecimiento de la psicosis no duró ni un año.
El carácter de Bruhn constituye la c(mtm¡›art1'du m a sc u lin a
exacta de los tipos serzsitivos femeninos del último capítulo. Vuel-
ve a mostrar la extraordinaria timidez, l a profim(lidad y la blanda-
ra de ánimo y la estricta clausuro de la vida afectiva, con sus lar-
gas contenciones. Sus concepciones éticas son tan severas, tan
pedantes y tan exqzúsitamente escrupulosas como sólo pueden
serlo las de un neurótico sensitivo. El cuadro queda completado
con sus aptitudes profesionales y su amor propio tenso e hipersen-
sible. A l igual que en el caso de Heleno Renner, el interés por la
instrucción y la formación es superior al promedio normal de su
estrato social. Hasta se repiten, punto por punto, algunos rasgos
característicos, por ejemplo, la depresión reactiva ante la muerte de
su madre.
La vivencia que motiva l a afección en este carácter constituye
la pieza complementaria de la pasión amorosa secreta e inútilmen-
te combatida de las sensitivas: l a sensación, siempre renovada, de
insuficiencia vergonzante producida por l a lucha imítíl de una
ética escrupulosa contra el instinto natural insuperable.
Resulta interesante observar que también aquí el conflicto no
tiene u n desarrollo puramente é!z'co-indiviz/ual, sino que son las
concepciones morales ajas de la sociedad, absorbidas como suges-
riones extrañas completamente terminadas, las que provocan la
desgracia. En todos los casos de rnasturbadores, las div ulg ac ion es
cientflïcas populares son las que terminan de desencadenar la des-
viación psíquica. Hace mucho tiempo que los psiquiatras y los
neurólogos han advertido la enorme equivocación de los concep-
tos corrientes sobre la importancia médica y moral de la mastur-
bación. Las personas fuertes superan en la lucha todos los roces
producidos por las generalizaciones equivocadas sobre el curso
emotivo ético-individual, las naturalezas Hojas apenas lo llegan 3
percibir. Pero el carácter sensitivo se asemeja a un finísimo mBcfi'
mismo de relojería, al que le basta un minúsculo cuerpo extraño

146

I
pílrilclescomponcrse. Aquí, como en el convicto amoroso de las
la desviación de la vida psíquica sensitiva indica el
solleronus,
que la construcción de nuestra ética actualmente domi-
puf@ en e l
una dureza, una esquina desigual, junto a la cual el
nante ollrece
hombre co rr ie n te pasa cien veces sin notarlzi, mientras que el sen-
silivo topa co n ella ya la primera vez.

Wilhelm Bruhn. nacido cl 6 de julio de 1883 en Westfalia,


maquinista de una pequeña red de ferrocarril de Suabia, fue lleva-
do a la Clínica de Tubinga por su hermano Justus (29 de febrero de
1912) porque, según éste. la noche del 22 al 23 de febrero se atra-
vesó el antebrazo con un cuchillo. Justus comunicó, además, que
hacía un año su hermano había manifestado el deseo de abandonar
su empleo y la pequeña ciudad de N. porque ya no p o d a soportar
aquel ambiente, ya que se le echaba en cara continuamente. al
menor motivo, que no trabajaba y que era un holgazán. Esto no
llamó la atención de la familia, porque en aquel lugar todos mur-
inuraban mucho, e incluso ellos mismos habían de soportar dichas
habladurías. Pero se consiguió convencer a \V. de que se quedase.
Progresivamente, éste fue quejándose más y más de que se habla-
ba mal de él, y hasta pidió explicaciones a varias personas, las
cuales le aseguraron no saber nada de lo que les decía. En noviem-
bre de 191 l se buscó una vivienda propia. a pesar de haber vivido
antes con su hermano y la esposa de éste. Había tenido varios dis-
gustos con su cuñada, y el paciente afirmaba que no se podía vivir
con ellos por ser demasiado orgullosos. Por este motivo no pudo
ser observado en los últimos meses, ya que no visitó a la familia,
si lo iban a ver, lo encontraban leyendo. Se interesaba por muchas
cosas: por ejemplo, leía libros de ciencias naturales de Bolsche,
las obras de Sc'hílIcr y muchas obras técnicas. Por lo demás, en su
comportamiento no había nada llamativo; hasta después de su
in te nt o de suicidio se comportó de un modo completamente razo-
nable, y por ello evitaron hablar con él de lo sucedido.
El hermano describió al paciente como alumno mediano en la
escuela, aunque muy apto para los trabajos técnicos, tranquilo,
reservado frente a los extraños. pero sin ser un solitario, pues en
familia se encontraba siempre muy bien, amigo dc: los libros y :ra-
bfljacfor co ns tan te, aìzorratívo y mesurado. Toda la familia vive
retirada y no se adapta bien al ambiente suabo católico. por ser

147
protestantes y proceder de Prusia. No existe noticia de que haya
enfermos psíquicos en la familia.
A l ser ingresado en la clínica, el enfermo explicó detallada.
mente que desde su niñez fue un chico temeroso y sufrió wrtür€$
noc'rurno.s' y enuresis. En la escuela le costaba aprender. Si el mues-
tro le preguntaba, contestaba dudando porque no confiaba en Se
mismo y se sentía inseguro de su memoria. Le gustaba jugar COTI
sus hermanos y amigos. Más tarde, cuando aprendió el oficio de
cerrajero, trabajó con alegría y ardor, cultivó la amistad. pero sólo
con personas serias, no con jóvenes ligeros. Los domingos. e n vez
de ir a la taberna prefería hacer excursiones. Su timidez lo presen-
taba como encogido en el trato social, especialmente cuando se
dirigía a sus superiores, con los cuales hablaba siempre inseguro y
falto de la libertad con que otros l o hacían. Estaba convencido de
que esto lo empequeñecía a los ojos de las gentes. A l mismo tiem-
po tenía mucho amor propio: «Siempre estaba deseando saber y
poder hacer más que las otras personas».
Después de su período de aprendizaje estuvo tres años de fogo-
nero de ferrocarril, amistosamente relacionado con su maquinista,
entonces ingresó en alas. En la milicia le hubiera gustado llegar a
cabo, mas, a pesar de todos sus esfuerzos, no l o consiguió, en cier-
ta ocasión hubo de cumplir un arresto de tres días por maltrato a
reclutas. Posteriormente fue a vivir en N., donde trabajó como
maquinista, sus relaciones profesionales fueron excelentes duran-
te algunos años, tiempo durante el cual vivió de un modo mesura-
do y ahorrativo y fue objeto de bromas por parte de sus colegas a
causa de su naturaleza pedante y silenciosa, aunque él jamás se
enfadó por ello. Vivió en su casa paterna hasta que, en 1909, murió
su madre. Esta muerte tuvo una importancia extraordinaria en su
vida emotiva, ya que estaba muy ligado a ella y sintió muy pro-
fundamente su pérdida. Lloró mucho, desde entonces se en ce rró
en sz' mismo más que ames. y su estado de animo decayó sensible-
mente. Se disolvió la casa paterna, y padre e hijo se fueron a vivir
con el hermano casado.
Después de una conversación más larga y detallada, el enfer-
rno. penosa y dolorosamente excitado, confesó al médico lo que
creía ser e l verdadero motivo de su sufrimiento psíquico. Se mas-
turbaba desde los l ( ) años, y al principio lo hacía sin más te m o r dc
que lo pudieran castigar. Pero a los 19 años empezó a co ns ide ra r

I 48
b a c ió n como HH vicio grave. Sentía l a [ € F l o f m c fl Í c que
la ma s tu r
tod as las › es» . Su s compañero
ley s se biirloban de los
«iba c o n t r a n ' UO Q U E [Q descubrie-
l paciente temí'l d e c o
mu§tu¡-badorcs, y c I.
IH
consideraba su costumbre corno un
rzlfl- Sufría int en sa me nte , pues
n tr a las leye s nat ura les y di vírz as. Era mu y religioso, y
pecado co
frecuencia iba a la iglesia y rezaba fervorosamente para que
con
de su vicio. Cornbatía con medios siempre renova-
Dios lo librara
dos, hacía trabajos corporales agotadores para cansars
e, y durante
SUS horas de servicio se obl iga ba a pensar
en cos as desagradables.
Su estado empeoró a los 23 años, después de leer un libro de
d iv u lg a ci ó n , del que codujo que su vicio tenía como consecuencias
la lo cu ra , la pérdida de la memoria, la corzsiuzción medular; la
ruina de los nervios y de todo el organismo. De repente surgieron
en él múltiples trastornos hipocondríacos. El enfermo manifiesta
que en los tres años precedentes a su ingreso ha conseguido domi-
nar su onanismo, aunque padecía frecuentes poluciones, que lo
dejaban muy deprimido. Su estado psíquico empeoró, como ya se
ha dicho. al morir su madre y después de la disolución de la casa
paterna en 1909.
El convencimiento de su propia inferioridad fue afirmándose
cada vez más, creía que los demás lo superaban en mucho y que
podían reconocer su vicio y su derrumbamiento moral y corporal,
sobre todo en los días en que se había masturbado. Su comporta-
miento frente a sus colegas, que hasta entonces había sido normal,
se fue haciendo cada vez más tenso, todos sus compañeros cono~
cian ya su aberración, y adondequiera que iba, lo miraban con
curiosidad. Una vez oyó decir en su presencia: «Ése es el maqui-
nista del tren de N...››. Su desconfianza recayó sobre algunos de
sus colegas más próximos, que anteriormente se habían comporta-
do de un modo poco amistoso con la familia Bruhn. El paciente
observó que no lo saludaban cuando pasaban junto a su locomoto-
til. y que sonreían de un modo burlón, creyó que quizá fueran éstos
los que habían iniciado la murmuración entre las gentes. Antes de
Iniciar sus viajes comprobaba cuidadosamente la máquina. pues
temía que le hubieran preparado una jugarreta. Sobre todo era su
Ñlgonero quien más parecía meterse con él. y esto llegó a un extre-
mo tal. que a principios de enero de 1912, en varias ocasiones. al
estar trabajando juntos en la máquina, el fogonero dijo a media
voz: <<¡Masturbador'››_ La paciencia de Bruhn se agotó, agarró al

149
fogonero por el mono de trabajo. lo zarandeó con vio len cia - la n tQ
que ambos cayeron al suelo y le gritó: «¡Yo le enseñará lo
que
Q

soy'››. Citado ante el abogado, el paciente aseguró haber oído dicha


palabra varias veces. Y como no hubo testigos, no se le si g u ió pro-
cedimiento.
Desde entonces no volvió a ir ningún insulto, pero en cambio
se sería escuchado y espiado por la noche en su habitación. En
cierta ocasión alguien golpeó en lu ventana de la planta baja y SE
alejó rápidamente. Desde entonces. e l enfermo estuvo firmemente
convencido de que sus compañeros lo espiaban a causa de su mas-
turbaeión. En febrero de 1912 observó señales en la cerradura de
su maleta: le pareció que algunas partes estaban recién soldadas, y I

que en el interior de la cerradura se veían señales profundas como


de haber sido golpeada con un martillo, en cambio, dentro de la
maleta apenas había desorden en sus libros. Creyó que sus colegas
buscaban libros sobre onanismo <<prohibidos››. Desde entonces cerró
también con llave el cesto de su ropa, por si durante su ausencia se
le ocumo a alguien mirarla bien y encontraba manchas de esperma.
Todos estos hechos corresponden a la última época antes de su
ingreso en la clínica, desde que vivía sólo después de su ruptura
con la familia. en junio de 1911. Dado su modo de ser, hogareño
y amigo de los niños. se había sentido tan bien en la casa de sus
padres, y luego en la de su hermano casado, que jamás se había
alejado de su familia. aparte el tiempo de su servicio militar. Su
rnarnfiesta torpeza ante las nmjeres le impidió casarse. Cuando
trataba de hablar con una muchacha, enrojecía, se quedaba mudo e
intranquilo, sin poder coordinar sus pensamientos. Una sola vez en
su vida tuvo un amorío, que terminó al cabo de tres semanas. por-
que en la tercera cita quiso obtener excesivos favores, y la mucha-
cha, enfadada, le dijo que su amistad había terminado. A Bruhn le
afectó esto tanto, que al explicarlo en la clínica se excitó psíquica-
mente de un modo extraordinario. Además, creía que debía libe-
rarse de la masturbación antes de casarse. porque si no, transmiti-
ría el vicio a sus hijos.
Le resultó muy penoso referir al médico los hechos que. en el
verano de 191 l , lo obligaron a separarse de la familia de SU her-
mano. Después de varias evasivas terminó por confesar. bañado en
lágrimas, que lzczbíu solicitarlo algo indecoroso de su cuñada. por-
que creía que la conducta de ésta con respecto a él le indicaba la

l 50
establecer relaciones. El paciente había interpretado
posibilidad de
cualquier co nt ac to involuntario de su pie o de su mano como señu-
se atrevió a acercarse a ella con un
les amorosas, hasta que un día
claro ruego. La mujer se negó seriamente, y entonces él., avergon-
zado. le pidió perdón y le hizo prometer que no descubrirla nada a
Pero no confió en ella. y pronto se convencio de que su
su marido.
hermano 10 .mbía lodo. al entresacar las siguientes palabras, de
Llflll

frase que su hermano pronunció: «Éste no deja traslucir nada».


Desde en to nc es se sintió alejado de ellos, y no tardó en aprovechar
una pequeña discusión para abandonarlos.
A partir dc aquel momento se sintió solo y abandonado y cre-
ció su desconfianza respecto a sus compañeros, como ya hemos
descrito an te s. El enfermo manifiesta que a veces, en su soledad y
depresión, se emborrachaba para reprimir sus tristes pensamientos.
El 22 de febrero de 1912 se decidió a terminar con SH vida tortu-
rada y desesperada. Tomó sus libros y su cuenta bancaria y los
llevó a casa de su hermano, contándolos a éste y a su padre. Des-
pués le pidió a su hermano un revólver, pero como sospecharon lo
que pretendía hacer, no lo dejaron salir de la casa. Finalmente,
logró convencerlos y lo dejaron marchar: se fue a su casa y se
acostó, aunque sin poder conciliar el sueño. Se levantó, y mientras
paseaba arriba y abajo, reflexionó de nuevo sobre lo que le espe-
raba en lo futuro. Pensó que ni aun cambiando de trabajo le irían
mejor las cosas, en todas partes conocerían su vicio, y todos lo des-
preciarían. Por fin se acostó en la cama y, decidido, se hundió el
cortaplumas en la muñeca izquierda. A l ver salir la sangre perdió
el sentido y no se despertó hasta al cabo de media hora aproxima-
damente. La herida ya no sangraba. Entonces le sobrecogió una
sensación de felicidad al darse cuenta de que aún estaba vivo.
Inmediatamente comprendió lo tonto de su intento de suicidio: se
vistió a toda prisa y se sintió empujado a ir en busca de su herma-
no, El pesar de lo intempestivo de la hora. Ya no sentía aquella espe-
CIC de tensión que has ta entonces lo había dominado. En casa de
Su hermano le vendaron la herida, y desde entonces permaneció
alii. Sus parientes lo acogieron como si nada hubiera sucedido.
Todos parecían estar más contentos que deprimidos, y se hablaba
mucho de su futuro.
. El día 29 de febrero de 1912, y después de haber referido su
vida al médico. el enfermo discutió razonablemente sobre el pro-

151
bolera de su futuro trabajo. ya que le estaba prohibido v o lv e r 8 Ser
maquinista después del intento de suicidio, esperaba poderse gilflar
su sustento en un trabajo de menos responsabilidad. En los prime
-
ros días d e su estancia en la c l í n i c a estaba casi siempre de¡›ri›mdQ,.
e r a reservado con los demás pacientes, leía mucho. y de vez en
cuando lloraba. Su conducta era completamente normal y de la
exploración física no resultó nada importante. A mediados de Marzo
de 1912 su estado de ánimo era ya continuamente bueno, aunque
parco en palabras, era amable. Durante su estancia no desarrolló
representaciones patológicas ni mostró intenciones de suicidio, SU
modo de ser no ofreció nada psicótico. Pidió enérgicamente ser
dado de alta. ya que se encontraba bien del todo, y pudo marchar-
se a su casa el 20 de marzo de 1912. De su historia clínica no se
desprenden detalles sobre hasta qué punto ha logrado corregir sus
anteriores representaciones delirantes. Sin embargo, esta correc-
ción no parece ser total, ya que sólo fue d a d o de alta bajo la res-
ponsabilidad de su padre.
Caramnesis de 1926. La Alcaldía comunica que Bruhn emigró
al África Oriental, donde murió a finales dc septiembre de 1912.
No se conocen más detalles.
A continuación presentamos otra contrapartida _esta vez de
ambiente campesino a esta historia psicopática.

Bernhard Bremer, labrador y tornero, nacido el 30 de octu-


bre de 1883. fue llevado por su padre a la Clínica de Tubinga, el
26 de septiembre de 1913. Ya había sido enviado antes por un abo-
gado, pues el paciente le preguntó si podía ser castigado por haber
sido visto tres años antes masturbandose. Un hermano de su padre
sufrió una enfermedad psíquica crónica, con megalomanía, aun-
que siempre conservó su capacidad profesional.
El paciente estaba muy abatido, disgustado y con tendencia al
llanto. Su relato fue amable y tranquilo, aunque, a pesar de varias
entrevistas, intentaba ocultar sus vivencias interiores más impor-
tantes mediante un comportamiento torpe. Su padre nos confirmó
el curso externo de los acontecimientos. Desde su juventud, su hijo
fue una persona blanda, temeroxn y seria; ya en l a escuela habla
evitado toda clase de peleas porfizlta de valor; al menor m o ti vo se
le saltaban las lágrimas. Sin embargo, aprovechó muy bien SUS
estudios, y más tarde aprendió perfectamente su oficio. Cuando SC

152
hallaba e n tr e mucha gente le sobrecogía sensación de angustia, y
lo mismo le ocurría cuando miraba el curso del agua desde algún
PLICHÍC- En su casa no había sido
desconfiado, ni había tendido a
duración. Pero ya de joven mantuvo poco con-
d is u r ia s de larga
tacto con los demás a causa de su timidez, y fue muy pocas veces
a la taberna con sus compañeros. Le faltaba valor, y por ello no
había llegado a casarse ni casi tenido relación alguna con mucha-
chas.
Unos ocho años antes le habría gustado tener por esposa a cier-
Ia jo v c n . Entonces fue cuando se inició su seria desconfianza hacia
los demás. Ella le había escrito negándose, porque sus padres se
oponian, esto le dolió mucho. Y entonces no pudo evitar pensar
(como tampoco ahora podía evitarlo) en que los del pueblo lo habi-
an desacreditado ante la muchacha y sus padres, pero no podía
demostrarlo. Finalmente, pensó que el asunto había dependido de
l
él mismo.
Bremer siguió relatando que unos tres años antes de su in2re~
so cayó en sus manos un opúsculo sobre la masturbación, en el
que leyó que este vicio era el peor de todos, y que arruinaba el
cuerpo y el alma; entonces volvió a sentir una gran intranquilidad.
Desde los 14 años se masturbó con bastante frecuencia, hacía
varios años que no había tenido relación con mujeres, y última-
meme observó que tenía repetidas poluciones, y a veces esperma-
torrea al defecar. Después de leer el mencionado opúsculo comen-
zó a hacerse muchos reproches, creyendo que había pecado
g¡'Gv€ì?I€ìlÍ(3 y destruido su salud. De pronto le vino al pensamien-
to la idea dc que alguien lo pudiera haber visto al masturbarse, que
se hablaba de ell o y que podía ser castigado con un arresto de, al
NIÉIIUS,
seis meses, por haber provocado un escándalo público.
Poco a poco, este pensamiento se convirtió en certeza. Si ya ante-
normente se había sentido cohibido al atravesar la calle. en la
actualidad lo perseguía la penosa creencia de que cuando las gen-
tes se juntaban para charlar, no hablaban de otra cosa que no fuera
el Y Su asunto. Al paciente le parecía captarlo en cualquier frase
apenas entreoída: «Esta vez caerá», «de una manera o de otra», etc.
Nadie se at re vi ó a decírselo en la cara, pues todos se lo ocultaban.
Pero en e l transcurso del tiempo todo esto fue diluyéndose y
pasando a un segundo plano; ya «no pensó tanto en ello», y efec-
tus SU trabajo normalmente. Sin embargo, siguió reprochándose Sll

153
masturbación y manteniendo la temerosa observación de su CSÍ
ÉIÓQ
orgánico, en especial de los trastornos genitales, siguió dcscon.
Nando de la gente.
Ciega tarde de domingo. en la primavera de 19 l 3, creyó l¡über
hablado mal de una vecina. m i c r a s estaba burraclm; lo hizo
por
que ella se había referido a su masturbación. Desde e n to n ce s lo
sobrecogió otra vez una gran intranquilidad, y estaba temiendo que
dicha vecina l o acusaría de difamación, por l o que .s'ert'a cncarcg.
lada en Rorrenburg. Poco después volvió ll notar que las gentes SC
juntaban en la calle y hablaban de él; medio pueblo tenía que
haberlo oído. y podrían aparecer como testigos contra él. Lo
mismo que antes. todos volvían a hablar sobre su masturbación
Sin embargo. se convencía de lo contrario cuando sus amigos le
aseguraban que nadie hablaba de él y que todo eran imaginaciones;
pero a la mañana siguiente volvía a creer todos sus propios pensa-
mientos. como antes. Esto lo llevó a <<estudiai¬›› más y mas y a estar
pensativo todo el día durante su trabajo.
El padre del paciente afirma que éste ha cambiado desde la pri-
mavera de 1913, y que varias veces ha manifestado lo que ya
hemos expuesto anteriormente. «Duerme poco, piensa mucho en
sus aszmms y suspira». Se pasa el día «estudiando››, no está en lo
que hace. a pesar de que antes había sido ordenado y trabajador.
Por la noche comía con rapidez y se expresaba con excitación,
diciendo: «Si voy a la cárcel, tendrán la culpa los que me han acu-
sa do », «me voy a ir a América», y otras cosas por el estilo. Gene-
ralmente estaba triste. No habían notado que el enfermo creyera
haber escuchado voces. Jamás pidió explicaciones a sus supuestos
enemigos, de ninguna manera buscaba pelea. Con pocas excepcio-
nes, bebía muy poco.
Durante su esmrzcia en la clínica (26-IX al 17-XI-1913). Bren-
ner se comportó de un modo muy tranquilo y fínzido, contestaba
amablemente y nunca se quejó de nada. Aunque aún no se habla
liberado de sus temores. no los manifestaba abiertamente. sino que
opinaba no poder quitarse esas cosas de la cabeza ni creer que no
fueran ciertas. Si se le llevaba la contraria, sonreía am is to sa m en te
pero con incredulidad. Su comportamiento y su modo de cxpffi_
todo normales, corporal inerte . .
e:~,tab.1 .
, sano. En las
. ri-
P
serse eran en
meras semanas de su estancia en la clínica se sintió mucho me_|of-
y al saberse defendido contra el exterior. Mas no tardó en empezar

154
el¡.(fi,)-irse a .sí mi.s*mo las risas de los compañeros, las expresiones
de los enfermos escuchaba al pasar, y las conversaciones de
que
sobre un posible informe forense acerca de su onanis-
los médicos
mo y su cas tig o legal. Sin embargo. siempre se trataba de una falsa
interpretación de manifestaciones que realmente se habían hecho.
E1 paciente creía que «se le quería engañar», que l a clínica quería
¢›ucerrarlo en la c'árc'el, y que en la historia clínica se acumulaban
datos para conseguirlo. Desde entonces se le vio frecuentemente
deprimido y re.s'e'rvado, y cuando hablaba de sus pensamientos llo-
raba, excimrlo y desgrczcíaclo, afirmando que deseaba haber muer-
to al nacer, haberse ahogado en su primer baño o acostarse por la
noche y no levantarse ya más. Cierta noche, la del 17 de noviem-
bre de 191 3, se escapo de la clínica y se fi¢e a SH casa. Su padre
comunicó que había llegado sano y salvo. Un mes más tarde, el
muchacho se presentó dc nuevo voluntariamente en la clínica y
pidió un cera{ƒïcado para que los guardias no le pudieran hacer
nada.
Catafmze.s'i.s'. según manifestación paterna, en el mes de julio de
1917. El paciente se encuentra bastante bien. Tiene conciencia de
la psicosis que sufrió en la clínica, y desde entonces no han apa-
recido nuevas ideas delirantes. Recuerda con satisfacción a los
médicos de la clínica y les envía miel como obsequio. Trabaja afa-
nosamente en el negocio paterno, tanto, que a veces es necesario
frenarlo, su trabajo resulta tan bueno como antes. Su inteligencia
es perfectamente clara, y su comportamiento, ordenado. Nunca
más han aparecido rasgos depresivos, hastío de la vida. etc. Duran-
te cierto tiempo sintió aún C1esc(m.fian:{afrer2te a determinadas per-
sonas, pero est o desapareció después, en cambio. todavía muestra
cie rto tem or e l : c u r r o ve u un guardia. De vez en cuando también
se le ve pensurii-0, cuando está solo en el taller. En general es teme-
roso, pero a veces está muy animado y contento. Su modo de ser y
su caracter siguen siendo igual que en su juventud, es bueno, tími-
do y cohibido, fácilmente irritable pero pacífico, de modo que con-
Vive muy bien con su familia y sus vecinos. Está siempre dispues-
lo a hacer favores a todos, y es muy decente y formal. V i v e solo
con sus padres en el caserón rural que más tarde heredará: ya no
Piensa en casarse.
Cammnesis de 1926. Durante todos estos años ha trabajado en
su otìcio de labrador y tornero. Se encuentra muy bien, no ha teni-

155

I
do trastorno alguno ni necesitado ninguna clase de as is te nc ia facul
tativa. Se casó el 3 de febrero de 1921 y tiene tres hijos dos Iìtñog
y una niña-, sanos .y despiertos. Me du las gracias por me car
ta y
por mi interés.
La psicosis de Bremer, como la de Bruhn, corresponda en
conjunto, al topo
. paranoìde simple de curso cronico,
' aunque. a
causa de las diversas acciones vivenciales, se articule en varias
fases bien diferenciadas. Un breve preludio dc desconfianza pato-
lógica. provocado por una petición de noviazgo sin éxito, desen-
cadena la afección cinco años antes. Después, l a lectura de un
opúsculo de divulgación lleva consigo la aparición del delirio mas-
furbarurio. con su c'aracter:'sl'fc.'cz mezcla de la z`poccmdrz'a y autorre-
ƒerencia. Este delirio disminuye en el transcurso del tiempo, pero
vuelve a encenderse violentamente una vez más después de una
palabra poco hábil pronunciada durante una borrachera. AI cabo de
tres años. el resultado es el mismo que en otros casos en los que se
pudo obtener la catamnesis: curación relativa, con buena actividad
profesional y conciencia suficientemente clara de la enfermedad
pasada. El estado psíquico inmediato muestra los primeros rasgos
característicos psicopáticos, algo más profundos y con algunos
restos aislados de la psicosis. Por lo demás, aparentemente se ha
producido una curación total desde hace bastantes años. Aunque
las fuentes de la imagen caractcrológica de Bremer no son dema-
siado ricas y expresivas, parece predominar el componente asténi-
co, una extraordinaria blandura y timidez y una ausencia de valor
ante la vida, a pesar de que la aptitud vital es resueltamente buena.
Se ha de tener en cuenta el hecho de que. tanto en Bruhn como
en Bremer, aparecen, además, ciertos grupos de representaciones
patológicas especiales, en íntima relación psicológica con el deli-
rio sensitivo de referencia, que se acercan mucho a determinados
tipos de la paranoia de Kraepelin. En el caso de Bruhn, en la psi-
cosis sensitiva se introduce u n a fase de «locura erótica», uN VCF-
dadcro delirio pa.s¬."'nal respecto 21 la cuñada, que no se original
directamente de la sensación de insuficiencia vergonzante. sino
que respondo al oculto deseo de un soñador ensimismado que sufre
interiormente su soledad y su soltería. Más adelante, en el capítu-
lo final, trataremos de estas ps¡('r›.5¬¡s C1(*.':¡(Iet*a!:lv(/.~r y de su relacion
con el delirio sensitivo de referencia. En cambio, Brenner -Y de
un modo pasajero, también Heleno Renner construye. p..1rttc. Ildo

...
de sus ideas referidas. un deiírio de persecución bastante sólido.
ststematìzado y aún hoy no superado por completo, ya que se cree
perseguido por guardias y juzgados el consecuencia de escándalo
público y difamación, y teme ser castigado con penas graves. Esta
variante se ns iti va del delirio de persecución se distingue del deli-
no persecutorio del neurótico combativo y del de las mezclas
ca ra ct er ol óg ic as primitivo-expansivas, por la característica sensa-
ción de la propia culpabilidad.
Ambos casos, el de Bruhn y el de Bremer, han mostrado una
imagen de las psicosis paranoídes graves que se pueden desarro-
llar sobre la base de la disposición caractcrológica sensitiva a par-
tir de los remordimientos de conciencia del masturbador. En cam-
bio, los dos casos que a continuación vamos a exponer muestran
las gradaciones inrcrmerlias entre estas afecciones psíquicas com-
pletamente desarrolladas y los sentimientos ligeros de referencia
del ncurasténìco sexual simple, que hemos mencionado al comen-
zar el capítulo.

Anton Käfcr, nacido el 6 de octubre dc 1885, calderero. Hijo


de un bebedor colérico, un hermano es débil, sin talento e irritable,
una hermana es excitable y muy seria. Llfl tío y un sobrino. al pure-
cer, no están bien de la cabeza. Käfer fue un alumno mediano en
la escuela. Muy tímido, tartamudeaba y era muy serio y tranquilo.
introvertido, ya que sus compañeros se mofaban mucho de él. Más
tarde fue muy trabajador y serio, y obtuvo buenos certificados de
trabajo por parte de sus patronos.
El día 14-lX~l909 fue enviado a la Clínica de Tubinga el
siguiente certificado del médico local:

Kìifer, Anton, cerrajero de esta localidad, necesita ser inter-


nado urgentemente en un sanatorio. Desde hace varios años
está sometido 11 Irammíenm epistolar por pone de u n sanatorio
poco riguroso, S. en G., -que al parecer está dirigido por
médicos_ a causa de ciertos trastornos sexuales y de neuraste-
ma. Ahora ha muerto el Director del Instituto, pero los suceso-
res del famoso Dr. X. incitan al paciente a continuar el trata-
miento. Hasta ahora no he conseguido acabar con l a
.ru¡›er.ru'u1'osa cmifianga del paciente respecto ll esos médicos,
pero le he indicado que debe dirigirse a una clínica neurológi-
CH en vez de viajar a G.. como pretendía. Kìifer tiene 23 años.

[57

I
y en un tiempo fue u n nm.vmrba(I¢›r /mbirzml. A c tu a l rem
tiene espermatorrea. eyaculación precoz y otros trustonmc
sexuales semejantes, que dominan toda su Vidal in te rio r. A
estos`
trastornos se han añadido. desdec hace c algún llcmpn, cierr
o
anormalidades, cada vez más notables, dc la vida intelectual f
afectiva. Por ejemplo, no va en tranvía ll su casa porque ve
la
lamente e n las caras de los demás qué es lo que piensan acerca
de él. Se cree conrinuanzenfe observarlo y despreciado a CLILISL1
de. su estado sexual mente anormal_. Teniendo en cuenta
esta persistente acción de los fenómenos sexuales neurasténi-
cos sobre el conjunto de ideas del paciente, considero que SU
ingreso... ere.

Al cn tiu nc nl c. Dr. V

El enfermo, varios meses antes. se había negado u ingresar en la


clínica. su estado empeoró pocos días antes de haberle sido concedi-
da la admisión. Estaba excitado. tenía miedo y creía que iba a morir
E l médico del Sanatorio de G. lo iba a sumir en la desgracia. Le
parecía oler el esperma, tenía «pensamientos mentirosos» -según
expresión posterior- dentro de su cabeza, estaba enfermo de algún
mal venéreo, e iba a tener tisis galopante. No tenía ganas de trabajar,
se encontraba mal y se veía obligado a sonreír silenciosamente. Nota-
ba que los demás lo apartaban de su trato, que los compañeros se
reían de él y que se burlaban de su estado sexual. En el trabajo come-
tia continuamente faltas, en contra de lo sucedido hasta entonces, se
le olvidaba lo que le explicaba su jefe de taller. El d a 16-IX se quedó
en su casa por la tarde: tenía la cabeza hecha un lío, no sabía lo que
le pasaba y se veía obligado a pensar en «tonterías›› -de la clase ya
descrita . A la mañana siguiente se quedó en casa hasta el medio-
día, tenía la impresión de que sus parientes querían comprobar su
integridad mental. Tenía la cabeza pesada y entumecida.
Ingresado en la clínica el d a 20-IX-l909, manifestó claramen-
te, y con inteligencia, todas estas cosas mientras explicaba su his-
toria. Describió sus temores, que tenia desde los 18 años, al pade-
cer poluciones nocturnas y eyaculación prematura, y su enorme
excitación al tener a veces espermatorrea mientras defecaba. Poco
a poco fue sintiendo dolor de cabeza, sensación dc debilidad y can-
sancio. Fue de un médico a otro hasta que, finalmente, cayó en sus
manos un librito sobre afecciones medulares, que incluía un CUCS'

158
rionario, lo relleno y lo envió, iniciándose con ello el tratamiento
epistolar co n cl ya citado Instituto. Kìifer es un hombre ordenado y
claro. con un ren dim ien to intelectual normal, y sin alucinaciones,
SU esmero de ánimo es deprimido ,v pensazi lo. Manifestó tener tras-
tomos nerviosos generales y temores hipocondríacos. Orgánica-
meme se le encontraron síntomas de nerviosismo, por ejemplo.
pulso acelerado y excitable, intenso dermografismo e hiperreflexia.
En la clínica se comportó de un modo tranquilo y tímido, algo retra-
ido, aunque siempre tenía muy buen carácter y era muy amable.
Con el tratamiento psi'r¡uico se alcanzó una mejoría ya a media-
dos de octubre. Contaba en el médico, lo quería candorosamente,
se sentía mucho mejor y no tenía ya ideas de referencia y de per-
secución. Si. de vez en cuando, tenía una polución, lo refería. pre~
ocupado. al médico. pero se dejaba tranquilizar con facilidad. A
principios de noviembre su aspecto era mucho mejor, las polucio-
nes habían desaparecido casi por completo. Comía con apetito,
dormía bien y sin sueños angustiosos. se veía libre de trastornos
orgánicos y de excitaciones ansiosas. Se sentía mucho más fuerte,
deseaba volver a trabajar y estaba muy agradecido. El 7 de
noviembre de 1909 fue dado de alta muy mejorado, libre de todas
sus representaciones delirantes.
El grado de intensidad del trastorno psíquico de Kììfer corres-
ponde, según nuestra definición anteriormente expuesta, al límite
de una neurosis de referencia. que, en su punto culminante, se
intensiñca hasta convertirse en un acusado delirio de referencia.
Inicialmente, el médico de su ciudad lo describe como un joven
neurópata sexual, en el que llama la atención la gravedad de los
fenómenos y la seria carga hereditaria. Sin embargo, Käfer se com-
porta, durante mucho tiempo como los demás pacientes de este
tipo: los trastornos nerviosos orgánicos y los temores hipocondrí-
acos se potencian mutuamente, va de médico en médico hasta que-
dar preso, con la característica sugestibilidad supersticiosa de los
débiles nerviosos. en los tentáculos de un Instituto que trata a los
enfermos por correspondencia, y que va desarrollando en K afer,
intencionadamente, sus pensamientos patológicos. Cuando este
proceso de empeoramiento dura ya varios años y alcanza cierto
grado de intensidad psíquica, empieza a surgir el estado rieurózico
de tflflvencia partiendo del estadio .s'exuu!-hipocondrútco. En si.
este desarrollo es totalmente regular. ya que el convencimiento.

159
constante y actual. de haber llegado u una destrucción fí si ca y espi-
ritual a causa de Sll supuesto vicio, tiene que provocar, co n abso-
luta necesidad psicológica. cl pensamiento de que las eonse¢u@n_
cias de dicha destrucción deben saltar inmediatamente u la vista de
los demás.
Sin embargo. el neurasténico sexual corriente no pasa de esta
desagradable sensación. En cambio, en el neurótico sensitivo este
pensamiento encuentra su afinidad especflica en la C1i.rposflc:ó;¡
caracterológica, en la cual e n r i z a muy pronto, hasta rebasar, en
su crecimiento, al circula de representaciones liipc›condri'aco pri-
mario. Así, por ejemplo, en K afer, al final, predomina en el cuadro
un temor general de referencia y de alusión. En este momento, el
paciente y a no le causa al médico la impresión de ser un mero neu-
rasténico, sino un psicótico paranoide que es necesario recluir.
La exacerbación reactiva antes del ingreso en la clínica tiene
cierto parecido con la psicosis aguda de agotamiento de Heleno
Renner, ya que se pueden observar huellas de disociación, debifi-
dad del pensamiento, sensación de extrañeza no sabe lo que le
pasa y de mecanismos obsesivos tiene que sonreír, tiene que
pensar en «tonterí:1s››_. Hasta resulta notable, en este período de
pocos días de duración, la flegaz disposición a i r delirio de perse-
cución sistematizado, cuyo centro estaría constituido por el curan-
dero. Por lo demás. la afección es ligera. Una vez alejadas las
noxas psíquicas en la clínica, al cabo de unas pocas semanas se
disuelve como la niebla ante el sol. En este caso no parece haber
quedado ningún residuo esencial.
En el caso siguiente. el delirio de referencia sigue un curso más
leve todavía; ni siquiera llega. como en el caso de Käfer, a sepa-
rarse durante algún tiempo para constituir un leitmotiv indepen-
diente, sino que permanece dentro del cuadro pruológíco rz ew io so
total. Podemos seguir la historia juvenil de un psicópata muy estig-
matizado, que. tras múltiples inhibiciones e irregularidades en SU
vida emotiva, llega a alcanzar trabajosamente un equilibrio psíqui-
co satisfactorio. es dificil reconocer en él la disposición ca ra ct er o-
lógica sensitiva. En este desarrollo se entreeruzfm una línea histe-
rica, una línea Ne:erótico-obsesiva, y HHH línea neurótico- rderenie.
Es muy ilustrativo comprobar en la autobiografía de que modo Mn
especflïccimenre distinto responde aquí el carácter psicopzìtico .cl las
¿l:'1*et1s¬as teclas de la escala psicoprífiea de esnivnulris. A la v i v fl fl '

160
cia p ri m it iv a -la rabia por haberlo despedido su patrón- respon-
de con ataques históricos, cl penoso temor y la vergüenza ante
estos ataques se expresa mediante la agorafobia y la misantropía
neurótico-obsesivas. En cambio, la vivencia de le vergonzosa Insu-
flciencia frente a la masturbación desencadena neurosis de rel`c-
rencia Por tanto, esta historia clínica constituye un pequeño expe-
rimento natural en favor de nuestras disquisicIones teóricas sobre
las relaciones especílìcas entre vivencia y carácter.
En e l aspecto clínico. es notable la completa curación de la
neurosis de referencia, que temporalmente se ajó hasta un grado
bastante avanzado de rigidez obsesiva. Hasta que no se produce el
trauma de la guerra inespecífico-, no vuelven a aparecer en el
exterior señales, muy ligeras, de la sensación de referencia.

Joseph Pernsberger. nacido el 25 de junio de 1881, pastelero.


Ingresado el [ 7 de abril de 1916 en la Clínica Neurológica de Mer-
gentheim. evacuado del frente francés. después de haber tomado
parte, durante dos meses. en los combates de Verdín como solda-
do de Sanidad Militar. Él mismo se extrañaba de lo bien que había
podido cumplir sus servicios en el frente. dada su debilidad ner-
viosa. Desde luego, durante el fuego se encontraba algo intranqui-
lo y temeroso. pero hasta el 23 de marzo no cayó enfermo: en tal
día hubo de atravesar un campo raso. batido por intenso fuego de
artillería. Llegó temblando de pánico y no pudo dominarse, le era
imposible estar de pie, andar y comer. Repetidas veces sufrió
pequeñas lipotimias. Después se sintió cansado, padecía insomnio
y tenía la cabeza cargada. Actualmente, al abandonar la casa sien-
te una angustiosa inseguridad _v cree que todo el mundo l o mira al
pasar por la calle. No es capaz de tomar :na decisión; para entrar
en una tienda ha de vacilar y proponérselo muchas veces. En su
trato es muy susceptible. Su estado de ánimo es bueno en ocasio-
nes, pero muchas otras veces se levanta de mal humor y melancó-
lico, para pasar, sin interrupción, a un estado de alegría excesiva.
En ocasiones, de este estado de alegría cae repentinamente en una
apatía opresiva, se siente vacío y desanimado y no hay nada que
pueda alegrarlo. Es de mediana estatura. delgado, pelirrojo. con el
nacimiento del pelo muy bajo en la frente. Es de piel tina. frente
huidiza, oj os brillantes e inquietos, orejas salientes. Su actividad
cardiaca es viv a. excitable, las arterias de sus sienes sobresalen

161
mucho. y al menor cambio de ánimo enrojece vio len tam en te, Ligfg
ro temblor de las manos, mediana disminución de la sensibilidad
dolorosa en la parte anterior del tronco. no se observan otras pecu-
liaridades físicas. Su cara, aunque de estructura simple y ruda
muestra una franca tensión nerviosa, que en ocasiones cede ante `
una expresión refinada y sensible. Su cortedad queda muy bien
enmascarada tras unos modales militares y breves. Contesta ìlma-
blemente y con atención, la exactitud de sus descripciones
demuestra una inteligencia bastante buena. A pesar de cierta blan-
dura de ánimo, está libre de exageraciones y de sentimcntalisinog.
Preguntado por sus antecedentes, el enfermo manifiesta que Cs
hijo natural. Apenas conoció a su padre. que era muy bebedor. Su
madre era nerviosa y excitable. y una hermana de ésta. todavía
más. A él le costó mucho aprender en la escuela, y desde su niñez
fue irritable, tímido, rcmeroso y enfrecormdo, aunque de tempera-
memo alegre y bromista. Jamás ha podido soportar el alcohol. Era
muy apreciado en su oficio y tenía un buen puesto en grandes
empresas. pero solía cambiar con frecuencia, en parte porque ter-
minaba por pelearse, pero, sobre todo, porque deseaba aprender y
ver mundo. Le interesaba la vida en las grandes ciudades y en los
balnearios. hasta el punto de haber estado en Austria. En su pri-
mera juventud no tenía tanto «coraje›› como los demás, y le costa-
ba mucho tomar una decisión. mas poco a poco logró dominar con
éxito esta «parálisis de la voluntad» mediante el ejercicio de esta
facultad. Siempre le ha sido muy difícil superar una impresión
desagradable, y se pasaba días enteros dándole vueltas al asunto.
En su vida profesional sobresalía por su ambición y por su meri-
culosidad. No podía soportar que se le quemara algún pastel ni que
se le olvidara algún Pedido que le hubieran hecho. lo que pasaba
por su mano tenía que ser perfecto y sin la menor tacha. Este rasgo
de su carácter, junto a su extraordinaria irritabilidad, le acarreo
¢

muchísimos disgustos.
Hasta entonces había sido una persona simplemente nerviosa.
pero a los 19 o 20 años empezó a desarrollarse en él una verdade-
ra enfermedad. Comenzó a pensar conscientemente en sí m is m o y
en sus actos. Inició una alérgica y estéril lucha conrm l a m a st u r-
bación. a la que se habituó desde sus tiempos de aprendiz, aunque
no sin escrúpulos, cuanto más progresaba su nerviosismo, tanto
más lo combatía, sobre todo mediante ciertos folletos populares.

162
qllü le dieron a conocer los síntomas de dicho nerviosismo como
consecuencia de su «vicio››. Con «verdadera ansia» se apoderaba
dc todos los folletos que caían en sus manos, estudiaba todos los
detalles y lo s reconocía en sí mismo, reprochándose sus actos y
reuniendo muchísimo el resultado de su pasión solitaria. La lucha
contra su vi ci o alcanzó un grado tal dc intensidad. que golpeaba
¡ns pare(l¢*s con la cabeza y ten la zaleas suicidas. Por aquella época
comenzó a observar que las gentes lu miraban ¡mr la calle y que
lmblabmz de su masturbación. Cuando los compañeros dialogaban
en la habitación contigua, se referían a él. Ya no sabía cómo com-
portarse para evitar las miradas de la gente por la calle. Si en el tra-
bajo le sucedía algún pequeño contratiempo, todos hablaban de él.
Estaba lìrmemente convencido de ello. pese a no haber podido oír
nunca con claridad ninguna palabra referente a él. Afirma que por
aquel entonces estaba completamente seguro de sus observacio-
nes. que las mantenía en su interior durante días y días hasta que
se apagaban para dar paso a nuevas observaciones, pero sin haber-
se corregido.
A los 23 años empeoró su estado, después de haber tenido un
ataque' en plena calle. Se había rlisgusma'(› con su patrono; el des-
pido lo había excitado e irritado enormemente. y su estado se man-
tuvo en esta tensión hasta que se marchó de lu ciudad, pocas horas
antes de su partida oyó, pegada a su oído. una voz susurrante que
hablaba de la «eternidad›› y de «cosas religiosas». Entonces lo
sobrecogió una sensación de angustia y de vértigo, perdió e l senti-
do y cay ó al suelo, en el que permaneció un breve rato. El pacien-
te no puede dar más detalles acerca de este y de algunos otros ata-
ques que tuvo posteriormente siempre que se excitaba, por su
pone. procuraba oeulzarlns. Se avergonzaba de ellos. y sobre todo
temía perder el sustento si se enteraban donde trabajaba.
Desde entonces lo dominó especialmente el miedo a tener am-
ques. Este temor se apoderaba de él en medio de la gente. en los
conciertos, en las diversiones. En cuanto surgía en él este pensa-
m ie nt o, se excitaba, aparecían las sensaciones de vértigo y de pal-
P1taciones, y muchas veces tenía que abandonar la sala por serle
insoportable la situación. También al atravesar grandes espacios
a b ie rt o s le sobrecogía la idea de que p o d a tener un ataque alii
mismo, por en, surgió en él una fobia a la gente y a los concier-
tos, y, además. una agoraƒbbia. que el paciente consideraba pato-

163
lógicas. por lo que las combatía, sin conseguir dominarlas. Se
con.
virtìó en un solitario. y se pasaba algunos domingos por la tarde
en
cama, para no ver II nadie. Por la mañana estaba tan disgustado
en
el trabajo. que casi no se le podía hablar. por le tarde mejoraba algo
su estado de animo. Persistia la inclinación a la aurorrcferencia,
En conjunto, el paciente opina que a los 20 años lo m á s ìmp0/.-
tante era la lucha contra la nzasmrbación y C()IIN°(I el delirio de
referencia. nzientras que dcs¡›ue's de los 23 [J(/.SI(lI'()Il a prmzer plano
el temor a los ataques, el agorafobia y la mi.ramrupz'a. Aparte de
esto. su padecimiento mostraba sensibles oscilaciones, ya que des-
pués de intervalos de tranquilidad aparecían estados de máximo
nerviosismo, causados por cualquier disgusto o por un descuido en
el trabajo, y una recaída en el onanismo. Dichos estados se carac-
terizaban no sólo por los trastornos ya descritos, sino también por
una incapacidad patológica para adoptar decisiones y por ciertas
crisis cardíacas nerviosas. El paciente comprobaba entonces que
tenía la cabeza floja. y sus pensamientos s u r g i r «con una pasmo-
sa rapidez y muy revueltos». Dada su naturaleza rel:l.r;iosa, le ser-
vía de consuelo entrar en la iglesia. Con frecuencia pedia consejos
a psiquiatras. y. sobre todo, comenzó a educarse conscientemente.
Hacía gimnasia. se duchaba con agua fría. y luego apuntaba, en
forma de calendario. lo que se proponía hacer cada hora del día. y
lo llevaba a cabo con una gran puntualidad, llena de pedantería. Al
principio se intranquilizaba e irritaba por cualquier trastorno exter-
no que le impedía llevar a cabo sus intenciones, pero poco a poco
ha aprendido a dominar la «parálisis de la voluntad». Los temores
torturantes provocados por la masturbación han ido desaparecien-
do cada vez más desde que se ha acostumbrado a satisfacer su ins-
tinto de un modo natural. En los últimos años antes de la guerra ya
no estaba verdaderamente enfermo: se sentía más libre y más fuer-
te, volvió a ser sociable y no encontraba dificultades para as is tir
reuniones nutridas. Pero al surgir la guerra reaparecieron los pn-
m i t i v o s trastornos, aunque en el hospital mejoró rápidamente.
Desde e l principio ha adoptado una posición consciente frente a su
enfermedad, sin temores excesivos y contándose tranquilamcnlfi
al médico. En la actualidad sonríe al recordar sus antiguos temores
sexuales, sin embargo, todavía existe un ligero temor ante u11a1
posible reaparición de los ataques, temor que al veces manifieslal
médico para que éste lo tranquilice. El delirio de referencia está

I 64
¢*0mplemrm'nIe corregido, sin que el paciente pueda decir desde
cuándo: ha ido perdiéndose en el transcurso de los años, al irse for-
taleciendo progresivamente su salud nerviosa. En la afección
actual, de la guerra, la sensación de referencia era débil y no llegó
a ninguna formación delirante. A l ser dado de alta del hospital, el
5 de junio de 1916, estaba libre de sus trastornos, sin molestias
nerviosas dignas de mención, su aspecto exterior era muy bueno,
y dormía bien.

El grupo del delirio masturbador se c'arac!erí.:a clítz icarrzavne


por el rasgo lulpoc¬undrz'aco del cuadro patológico. sea en sucesión
psicológica escalonada, como en el caso de Kìifer en que se
deposita sobre el estadio neurótico sexual el hipocondríaco y sobre
éste el neurótico-refercnte_, sea por entrecruzamiento de todos
estos componentes desde el principio del desarrollo. El círculo de
pensamientos hipocondríaco puede igualar en intensidad al neurO-
tico-referente y adoptar la misma bajeza delirante que este último,
pero con mayor frecuencia se ve sobrepujado al anal por el creci-
miento hipertrófico del círculo neurótico~referente. como hemos
visto.
El grupo estudiado en este capítulo adquiere, además, SU espe-
cial colorido por las repercusiones cmibienmles. El muchacho
labrador del tipo Bernhard Bremer es un ser social. asimilable, en
la vida pueblerina, al de la solterona añosa en la vida de una
pequeña ciudad provinciana. El verdadero labrador siempre es
casado, porque su situación económica y social así lo exige. SOlo
los mozos de labranza y los solitarios permanecen solteros. Por
ello. el soltero adquiere cierto carácter de minusvalía. A semejan-
za de lo que le sucede a la solterona, adopta una posición defensi-
va dentro de la sociedad, y tanto mas cuanto que su temor su
blandura no le han permitido imponerse jamas en la escuela ll en)
la taberna, y se ha visto obligado a retirarse al amparo de la casa
paterna, solitario, tímido y pensativo, sin tener el valor de conse-
guir una mujer. De esta manera se condicionan mutuamente la dis-
Posición neurótica, el aislamiento social humillante y la masturba-
cien, que se intcrcnmplernentan para constituir la triada patológica
del c a rá c te r, ambiente y vivencia.
Así como el tipo Bremer puede compararse con la solterona
Provinciana y anticuada del tipo Anna Feldxreg. pueden también

165
I.

enfrentarse comparativamente los au!0(Ií(1ac'm.¬: de cm zc líc íó n U n /- e .


la, como Bruhn (› Pernshergcr. con la muchacha ambiciosa, Como
I-lclene Renner. Las personas parecidas ll \\/illielm B ru hn ""qlILC
pasa el tiempo libre encerrado en su habitación de dic ad o al Estu-
dio de Schiller y Bolsche. y que prefieren salir cl domingo de
excursión en vez de irse a la taberna tendrán siempre una situa-
ción expuesta ante sus compañeros. Serán considerados como
especiales y altaneros, y se hallarán expuestos realmente. y no sólo
de un modo figurado. a la burla y a la murmuración. Añtìdanse E1
esto ciertas circunstancias particulares. por ejemplo, cl nacimiento
extramatrimonial de Pernsbergcr o l a situación típicamente tensa
en que se encuentra Bruhn, protestante del norte de Alemania, en
una pequeña villa católica de Suabia. Son personas sol itar ias ,
como las que hemos descrito con anterioridad, cuyo camino no
puede pasar inadvertido, son tipos que en la lucha de la vida ofre-
cen muchos puntos débiles y están menos preparados para supe-
rarla.

166
CAPÍTULO S

()'ll<os COraL[CT()S ERóT1CO-,\FEC'r1V0S

Desde que dimos por terminada la redacción de este libro,


hemos tenido ocasión de observar una serie de afecciones reacti-
vas paranoides más ligeras, que en parte pertenecen al delirio sen-
sitivo de referencia, o se le aproximan. Podemos completar las
típicas situaciones de conflicto descritas en los dos capítulos ante-
riores, mediante una serie de variantes. de las cuales reproducire-
mos aquí brevemente algunas.

1. Enamorados tímidos, desgraciados

Ulrich Breiner, pastor de ovejas. de 32 años, ingresó en otoño


de 1924 en la Clínica de Tubinga. Su hermana dijo que desde hacía
un par de semanas no estaba tan alegre como antes. El penúltimo
lunes hubo una boda en el pueblo. el paciente bebió demasiado, y
luchó con uno de los mozos asistentes hasta que le rompieron la cris-
ma. A l día siguiente preguntó a su hermano qué es lo que le había
dicho al otro en la mesa. A Ulrich le parecía que la gente lo miraba
de un modo raro, quizás había dicho alguna inconveniencia, quizá le
habían entresacatlo algún secreto. Desde entonces no se le puede
convencer de que la gente no lo está observando al pasar. Le parece
que es sobre todo su vecino quien más le da a entender que él es un
hombre de malas intenciones y un tipo de cuidado. Con este vecino
tuvo tiempo
otras una disputa por cuestión de pastos. Se entristeció.
SC vo lv ió tímido, hipocondríaco y, finalmente, se metió en cama.

. La personalidad anterior es descrita del modo siguiente: silen-


ctoso, ensimismado. solitario, algo soñador e hipocondríaco. Le

167
falta confianza en si mismo ante las mujeres. Pero le g ti st a rí a ü
slür
siempre contento y en compañía de los demás. Se ha hecho pa
st or
a causa del solitario ensimismamiento dc este oficio. Por (otra
parte. le disgusta no reunirse con los demás al an oc he ce r, lll {llII'1
los domingos. Piensa en comprarse una tienda o una taberna. Le
gustaría casarse, pero no sube cómo urrcglársclas por falla dc tr a to
Es una persona de excelente carácter, contado c infantil, que SC
acusa a sí mismo de un ¡nodo pueril. diciéndole al médico que ¿j
es un <<siniple››. un <<tonto›~›, etc.
En la clínica nos cuenta lo siguiente: como deseaba casarse, en la
citada boda se decidió a tomar en serio este asunto. La muchacha que
había escogido estaba sentada junto a una mesa con dos amigas. Se
sentó con ellas y conversó animadamente. De pronto le dijo ella:
<<¡Sólo hablas conmigo'». Entonces se rieron las tres con picardía y
se sentaron en otro sitio. Se quedó sólo en la mesa y puso cara indi-
ferente, siguiendo un consejo que para estas circunstancias había
leído en un libro «acerca del buen tono». A una segunda muchacha le
contó ciertas relaciones pasadas y los regalos que le hizo a la chica,
al querer ponerle algo en el cuello. le dijo esta segunda muchacha:
«¡Vete. que en otro sitio dirás lo mismo de mí'››. Desesperado, se diri-
gió a una tercera. a pesar de que no le gustaba en absoluto. Entonces
la bruja negra dijo: «¿Verdad que le casarás conmigo?››. Del susto se
retiró ul fondo de la sala y comenzó u beber y brindar con otros
mozos. Escenas shakespearianas, lucha en la calle, le parecía que le
habían rom la crisma y creía tener una «borrachera de campeonato».
A l día siguiente apareció el delirio de referencia. que fue empe-
orando cada vez más, hasta su ingreso en la clínica. La mejoría
comenzó con el análisis médico parcial de las diversas vivencias.
que tropezó con muchísimas resistencias y terminó al cabo dc
catorce días de intenso tratamiento con curación total.
Epílogo del pastor al ser dado de alta: «La mujer que me i r a
bien. no me quiere, y la que me quiere, no me gusta. No ha podi-
do ser. ¡Bah. lo dejo Correr!››.
En este caso, el delirio de referencia se relaciona inmediatäl-
mente con una derrota vergonzosa en las lides del amor y con la
desagradable escena de la borrachera, que al hombre, decente. en el
fundo, le fue muy penosa. A l ingresar sufría una nación dehranlfi
estable de las ideas de referencia. De un modo peculiar, el ant1.gu0
afecto se había trasladado ya de la penosa vivencia principal a la

168

I I I _ -|
secundaria cuestión de la pelea con el vecino,
¿manigua y más bien
el centro de sus ideas de referencia, en el vecino
éslu c o n s ti tu ía
veía si su p ri n c ip a l enemigo. En cambio, el tema dc la muchacha
en la boda lo escondía muy profundamente, y sólo lo manifestó
esfuerzo. El carácter soñador, tímido, sensible y, a la
con mucho
vez. decente y trabajador de este hombre, corresponde al de los
sensitivos. La rápida y perfecta curación dependería de la precoci-
dnd con que se instauró el traitatniento y de un rasgo secundario de
franqueza, de humorismo infantil y simple, que destaca con mucha
claridad en In precedente descripción.

Adolf Kr um m . grabador. soltero, nacido el 7 de junio de 1888.


varias veces en tratamiento entre 1919 y 1925 en la Clínica de
Tubinga. Desde hace años presenta ideas de referencia y de alusión
I

siempre renovadas. se siente despreciado por sus henna nos. sus


|,

r compañeros dc trabajo y sus jefes, de vez en cuando se muestra


profundamente distírnico y descontado. Se siente abandonado y
poco favorecido en la vida. Una muchacha de la fábrica y el hijo
del jefe maquinan contra él. quizás a instancias del jefe mismo. el
cual dio a entender en cierta ocasión que se podía llorar sobre el
futuro de Krumm. Por todas partes tropieza con dificultades. todos
se enfrentan con él. No tiene autoridad alguna. los demás le hacen
sentir su «inferioridad moral». Su madre se le aparece en sueños y
lo mira con reproche.
Del análisis se obtiene el siguiente resultado: Es in uy activo,
ambicioso. magníficamente considerado en su oficio. pero muy
sensible y un o observador. A los l l años sufrió un accidente de
gimnasia que lo convirtió en un inválido, pues ambas piernas que-
daron rígidas, y para andar necesita bastones. Desde entonces le
falta alegría de vivir. Esto ha sido siempre un obstáculo para rela-
cionarse con las mujeres. Después de los 20 años sufrió violentas
ex ci ta ci on es sexuales, por aquel entonces intentó relacionarse
sexual re n te con una niña de su familia, y más adelante repitió sus
intentos varias veces. Nadie se enteró del hecho. sólo muchos años
mas tarde habló de ello al médico. A pesar de todo, cuando la
muchacha se prometió, el muchacho c r e o encontrar en las cartas
de los parientes ciertos indicios contra el. Aún hoy le parece que
los niños de esta familia lo miran hurlonamcnte cuando van con
lìlllLls_ «S ie m pr e soy moralmente inferior. no lo puedo soportar».

169
Pero la verdadera enfermedad comenzó 11 los 28 años. Murió
SU
padre y poco después su madre, u la cual estaba muy unido, COI]
lo
que se disolvió el hogar paterno en el que v tv tu. Desde entonces
SC
sintió sólo y sin apoyo y nunca estuvo a la altura de las circunsta
n-
cias Al mismo tiempo se había enamorado apasionadamente de
una
jovencita que trabajaba en la sección de contabilidad de la fábrica
Se parecía a su madre: al paciente le gustan las caras suaves y
redondas. La muchacha lo trató con simpatía, pero se retrajo cuan-
do le habló de matrimonio. Más tarde. la muchacha comenzó una
relación con el hijo del jefe. lo cual despertó en Krumm los más
violentos celos, su mayor angustia había sido el verla prometida 21
alguien. El desvío dc la muchacha lo había comprometido mucho
ante sus compañeros de trabajo. Ya no tenía <<autoridad››. Desde
entonces. su delirio de referencia se concentró en su familia, en la
muchacha. en el hijo del jefe, en el jefe mismo y en los compañe-
ros de la fábrica. Aunque Cs un excelente obrero especializado, se
le quiere mucho y se le trata con un cuidado exquisito. se despidió
de su trabajo y se fue a vivir a la casita de sus padres, de cuyas ren-
tas vive, así como de ciertos trabajos caseros ocasionales. Fracasa-
ron algunos intentos de reanudar el trabajo en la fábrica, pues se
reavivaba inmediatamente, y con toda violencia, el delirio de refe-
rencia, por encontrarse de nuevo con las mismas personas. Aun en
su casa se siente maltratado por su familia, desprestigiado y des-
preciado. El tratamiento psíquico llevado a cabo en la clínica, y
sobre todo el análisis y la confesión de las diferentes vivencias,
produjo cada vez una visible mejoría de su estado, cuando sufría
algún empeoramiento. él mismo pedía que lo readmitieran en la clí-
nica. Sin embargo. no se pudo conseguir una curación definitiva.
Durante las visitas médicas, y sobre todo en los análisis de sue-
ños por asociación libre, se manifestó con frecuencia. y de un modo
característico, su disposición ante la vida: «He perdido la confian-
za en mí mismo porque no he tenido ningún apoyo». «Siempre me
he esforzado en ser un verdadero hombre, pero he fracasado»-
«Siempre he sido moralmente inferior, no lo puedo soportar»-
«Mientras era un grabador insustituible, las cosas tenían o tr o carác-
ter, pues sabía que yo era alguien. Si pudiera volver a sentir esa se
n-
sacian, no me retraería tanto». «Ahora, todos los que me rod€21"
saben que estoy enfermo del alma a causa de una muchacha. St
fuera un hombre, no me pondria enfermo por una mucho echa››.

170

I Ä
En este caso se en tre laz an dos líneas psicológicas principales.
Por una parte. Krutnm es un clásico «llpO adleriano». con un
¡mpedimemo orgánico grave adquirido en la mfancla,.y, por tanto,
con u n a tr e m e n d a SCDSUCIÓÍI neuropáuca de impotencia frente a la
vida. que int en ta sobrccompensar mediante un afán de sobresalir
por su virilidad y sus rendimientos profesionales. De un modo
paralelo a este evidente resentimiento externo cursa la línea sensi-
¡iva más estrecha, la sensación intima de la insuficiencia moral y
la violenta re ac ci ón frente a la vivencia de la vergonzosa derrota
ético-sexual. Ambas líneas, el resentimiento externo y el conflicto
moral interno. dan co mo resultado el delirio de referencia. En este
caso es interesante el mo tivo constitucional, tan patente. de la per-
durable nación infantil a la madre, la pérdida del apoyo espiritual
por la muerte de los padres, que cronológicamente coincide con la
primera y vio len ta aparición del delirio de referencia. y la perse-
cución de la imagen materna desaparecida (Freud) en la figura de
la amada. Durante su desarrollo. este caso no muestra una tenden-
cia procesal a la progresión, ni tampoco una tendencia detìnitiva a
la curación. Esto último depende, probablemente. de la insoluble
situación vital del solitario lisiado. Frente a esto aparecen con gran
claridad las mejorías obtenidas con la psicoterapia.
He aquí ahora el conflicto amoroso de un hombre casado.

y Johannes Belz, labrador de 45 años. ingresa. en el verano de


1926, en la Clínica Neuropsiquxátrica de Marburgo. Tímido. per-
plejo, desconfiado, muy triste y lloroso. Dice que cuando iba a
misa los domingos, todos lo miraban: las muchachas reían. y los
mozos lo crit ica ban . La situación llegó a ser tan tirante que ya no
se atrevía ni a salir a la calle. En la taberna dejaban de jugar a las
cartas cuando él en tra ba . Todos los del pueblo conocen sus amorí-
os con su criada y se ríen de él, llamándolo «burro viejo». Él
mismo se considera un «rojo››, y cree que las gentes se non de él
P

con razón. Ha llegado a pensar en el suicidio.


.En realidad, se ha enamorado de una criada dc 17 años, que tra-
bajó Cn su casa durante tres años. Ella cortó sus intentos de apro-
ximación, por lo que él sufrió unos celos tan terribles. que no podía
Soportar que ningún mozo acompañara a la muchacha. mentaba
quitársela de la cabeza. pero no le era posible, cuando la veía con
otro sentía una punzada en el corazón. En 1925 se despidió a la

171
muchacha, porque ya no era necesaria en la casa. DCSgr(1€1E1da_
mente fue a servir a la casa vecina. donde sigue aún hoy. de modo
que el paciente no ha podido recuperar su u'a nq ulli da d. y va de mal
en peor. Después de pasar varias SCÍll12lIllZ1S en la clínica y de Una
serie de conversaciones repetidas y profundas. se apr eci ó u n a clara
me _1or1a.
Se le describe como un marido muy bueno. No bebe, CS muy
indulgente y amable. y querido por lodos. Su familia es muy honra-
da y formal. Dc niño l`ue siempre indeciso y sensible. Después del
período escolar se mantuvo siempre algo apartado. sin poderse exte-
riorizar nunca por completo. No se atrevía a acercarse a las mucha-
chas, no le gustaba bailar ni beber. En cambio, le encantaba leer,
tanto, que muchas veces se olvidaba de comer por estar leyendo.

2. Mujeres desengañadas

El delirio amoroso y el delirio erótico de referencia de las sol-


teronas entradas en años constituye quizá la forma femenina más
frecuente, en la que una situación de conflicto dada por el ambien-
te y típica de la comunidad humana se transforma en una reacción
sensitiva de referencia. Fero junto a ellos hay una serie de posibi-
lidades conflictuales semejantes en la vida amorosa de la mujer.
que se extienden desde la pubertad hasta el cese del instinto sexual.
A continuación esquematizaremos algunos casos de este tipo: en
primer lugar. dos muchachas cuyo brutal destino destruyó un com-
promiso matrimonial patente, las dos consideran moralmente que
dicho destino es culpa de ellas. También expondremos el caso de
una casada infeliz y el de una viuda que, manteniendo una cierta
fijación afectiva al marido muerto, inicia una relación se xu al bru-
ta l. de la que no puede librarse.

Sophie Schlecht, nacida en 1892. Obrera de fábncu, delicada


y enfermiza, de carácter infunul y suave. $1 iniciarse l a guerra se
prometió, el novio fue destinado al frente. En 1916, la muchacha
tuvo un hijo de él. Cayó prisionero. y pasaron muchos años sin GW
se .supiera nada de él. No se sabía si seguía vivo. Durante cualfo
años, la paciente vivió en completo retiro. Pero un amigo de SL1
hermano consiguió seducirla. Cuatro semanas más tarde apareclo

172

I
prometido, que volvía dc un campo de concentración. Ella le
ci
falta. pero él ya la conocía por habérselo dicho
quist) confesar su
¿mtes o tr a s personas,
disolvió el compromiso y se casó en otro
lugar. El seductor también se volvió atrás, aunque ella lo ve cada
día en la fábrica.
I
Desde entonces está «sumida en sus pensamientos», nerviosa y
triste. ya no ríe ni canta. Todavía sigue creyendo que el seductor
podría CZISZIFSLe con ella, y esto ocupa todos sus pensamientos. Ya
no le habla, pero de vez en cuando se escriben, creyendo ella que
unas veces le dice «sí››, y otras, «no››. Por aquella época comenzó
a reírse sola. Pidió otro sitio de trabajo en la fábrica, porque desde
su puesto veía cada día, a las cuatro de la tarde, la puerta abierta
de la mansión del fabricante. Fensaba que esto era una señal para
ella, por lo que salía corriendo a la casa del fabricante y le hacía
declaraciones amorosas. La buena figura del fabricante le imponía
mucho, tenía los mismos ojos que Eduard (el seductor). La enfer-
ma cree que éste la ha desviado «diplomáticamente›› hacia su
nueva meta. A l ver a Eduard se siente llevada y traída por el odio
y el deseo de casarse, con predominio de este último.
Por lo demás, se desarrolló un amplio delirio de referencia.
Eduard se burla de ella con los demás trabajadores. En todas par-
tes hablan de ella: sobre el hijo natural, sobre el desgraciado com-
promiso matrimonial y, últimamente, sobre sus tontas declaracio-
nes amorosas al fabricante, que expresó en pasajeros estados
anómalos y que inmediatamente después corrigió considerándolas
patológicas.
En la clínica era muy franca, amable, contada y muy psicasté-
nica. Es poco inteligente. Aun en la clínica desarrolló ideas de refe-
rencia huidizas. con tendencia a corregirlas: cree que la quieren
probar. que aquí está «en observación». Los enfermos hablan de
ella. Durante cierto tiempo se imaginaba diversos símbolos pasaje-
ros sobre los colores, al modo de los oráculos amorosos populares.
El amarillo significa falsedad y se refiere a su historia con cl fabri-
cante, cuando ve las cubiertas amarillas de su historia clínica. se ve
Obllgadg a pensar en sí misma. Si observa que alguien lleva una
Chaqueta roja. ello significa preguntar si ella lo sigue queriendo
lødavía. Rojo es amor. Igualmente le sucede con una chaqueta
verde: aún puede tener esperanzas. O con papeles blancos: es ino-
Gente en el asunto del fabricante. En la clínica se manifestó una

173
clara mejoría después de repetidas conversaciones con el
médiçg.
La muchacha volvió a trabajar afanosamente, y no d e sa rr o lló
representaciones patológicas. Nunca volvió a recaer en la s am
Más
eno.
res dificultades interiores y afirmó haberlas superado. Sin
embargo
no fue posible una verdadera orientación dc sus problemas vita
les
dada su personalidad infantil y débil. El estado de ánimo Pfifmülìgi
ció tranquilo y regular. A l cabo de cuatro meses abandonó la clím
-
ca (mayo de 1924). Después pasó dos años en su casa.
En mayo de 1926 volvió a recaer y fue llevada a otra clínica,
con estado de excitación psicomotriz acompañado de alucinacio-
nes acústicas (voces de sus padres y hermanos). Poriomanía inde-
terminada. «Se pasa muchas veces horas y horas derecha delante
de la puerta». Todavía no ha quedado completamente aclarado el
curso ulterior del proceso. A l parecer, no han vuelto a resurgir los
contenidos de la psicosis anterior.

Esta historia clinica reproduce uno de los casos límites, no


demasiado raros, entre el terreno de lu psicogenia y las afecciones
procesuales esquizofrénicas. En 1924, l a primera afección es indu-
dablemente de índole predominante psicorreactiva, dada la grave-
dad de las vivencias psíquicas desencadenan tes, la estrecha rela-
ción cronológica con estas vivencias. la centralización vivencia de
los contenidos psicóticos y la excelente reactividad psicoterapéuti-
ca. Su curso se adapta bastante al esquema del delirio sensitivo de
referencia, aunque de vez en cuando emergen algunos elementos
sospechosos en el sentido del «tipo reaccional esquizofrénico››:
acciones repentinas frente al fabricante y, sobre todo, ostensible
tendencia al pensamiento simbólico. Es típica la desviación afecti-
va de la psicosis desiderativa erótica: pasa del seductor al fabri-
cante porque éste se parece exteriormente a aquél, pero el fabri-
cante es aún mas deseable desde cl punto de vista material.
La segunda psicosis, surgida al cabo de dos años, no parece
contener elementos psicorreactivos esenciales, según los escasos
datos de la historia clínica ajena a nuestro servicio, y puede sauna
verdadera esquizofrenia, a juzgar por la descripción de los sinto-
mas. No es posible afirmar sobre ello nada de un modo deñniuvfl
la
Hemos añadido este caso limite para demostrar que, en •
mayoría de los casos, C s necesario tener muy en cuenta el cursi)
paralelo, entrelazado y variable de diversas líricas de curso pSiCO'

17 4

I _
I

¡reactivo y procesal, dentro de una misma historia vital de un solo


Imtividuo tarado. Justamente en el terreno de las psicosis paranoi-
des pueden observarse todos los escalones de intensidad en l a
mezcla de factores endógenos y psicógcnos. Esto se conoce ya
desde hace tiempo en el delirio querulante.

El caso de Kehrer correspondiente a una mujer de 32 años, ayu-


dante de Correos, es muy parecido al de esta paciente. Marie
Ehrhard es de natural lenta, tímida, introvertida, con rasgos psi-
casténicos. y se observa el contraste de una necesidad infantil de
apoyo frente a un ostensible orgullo moral. Como tantas de nues-
tras pacientes, muestra un desarrollo sexual tardío, inmaduro.
Durante mucho tiempo fue engañada por un hombre casado. que le
había prometido casarse con ella. AI cabo de un par de años, y des-
pués de haberse recuperado penosamente de esta grave derrota
moral, inició otra relación amorosa. Cierto día fue sorprendida y
cubierta de escarnio en cl despacho por la mujer de su primer
amante, la cual había descubierto en el despacho de su marido la
antigua correspondencia amorosa cruzada entre ellos. De.sde este
momento se inicia un delirio de referencia: el cartero lo tiene que
haber dicho, los compañeros de oficina la tratan «de otra manera».
la observan y se ve obligada a espiar a los demás. La esposa de su
primer amante mueve todos los hilos. y hasta consigue que el
segundo compromiso termine por fracasar. Después de unos pasa-
jeros indicios de delirio erótico, termina por inclinarse a lo reli-
gioso-soñador, a los «amigos de la Biblia», hasta encenderse en
ideas de ser una elegida de Dios. La curación se produce en la clí-
nica después de l tratamiento psìcoterápico.

El delirio de referencia del caso. también referido por Kehrer, de


la esposa de un alto empleado de ferrocarriles, se desarrolla a par-
llr de conflictos intentos en el matrimonio. Grete Huld, de 40 años.
delicada, grácil, de unas maneras, se sonroja fácilmente. Ya de niña
la llamaban Gretel « la tímida». Era muy concienzuda, extraordina-
flamente escrupulosa en sus confesiones y. a la vez. aldo idealista,
con tendencia a una elevación, ampliación. mejoramiento de círcu-
lo social, etc. El característico contraste sensitivo entre la delicade-
28 Psicasténica y la enérgica ambición, con tendencia a las sobre-
Valoraciones morales. destaca muy claramente en este caso.

175

I
Está casada con un hombre debilucho, pobre de in s ti n to s ,
que
no desea hijos. De un mudo similar ll lo que sucede en los delirios
de los masturbadores, y también apoyado en ciertos librejos dc ilus.
tracia popular -el libro de Platcn sobre enfermedad y v id a rain.
moni al , surge en ella el delirio de referencia. El punto dc partida,
en este caso, es el coito prohibido, que ella considera dañino para
la salud. inmoral y antirreligioso. Dc pronto cree ver que la gente
deja caer insinuaciones sobre su matrimonio, que la tratan como si
una prostituta. En la Asociación de Madres de Familia se alìrmn
que su vida sexual matrimonial no es normal, dándole a entender
que usa medios anticonceptivos o que se provoca el abono.
A esto se añade. como sucede muchas veces, una psicosis desi-
derativa en forma de delirio erótico hacia un sacerdote ca tó lic o y
un pastor protestante. con la secreta esperanza de que uno se case
con ella. Según la opinión de Kehrer probablemente cierta-, se
trata de una serie de fantasias desiderativas con tendencia al deli-
rio, aunque de esbozo bastante esquemático. Después v a desarro-
llando un delirio sobre la gran importancia religioso-politica de su
persona. mezclado con ideas de grandeza y persecutorias. Aquí
también se encuentra la tendencia a pasar de lo erótico a lo reli-
Con el tratamiento psicoterápico llevado a cabo en la clíni-
<.¬¿ioso.

c a se consigue la curación. Se «adapta a su destino».


Finalmente nos referiremos al delirio erótico de referencia de
una viuda.

La señora Lina \Valdburg, viuda de guerra, de 33 años de


edad, ingresó en la Clínica Neuropsiquiátrica de Tubinga en el
tnviemo de 1921- 1922. Dos años antes de la guerra estuvo casada.
pero su esposo murió en el frente, ella lo había querido mucho y le
llevó luto durante bastante tiempo. Pero en 1920 se enamoró per-
didamente de un hombre rudo y feo, que en realidad no deseaba
casarse, sino sólo tener relaciones sexuales con mujeres. El hom-
bre tenía también relaciones de esta índole con otras mujeres. Ella
no podía comprender cómo le podía gustar un hombre de ta l carác-
ter. Su vida anterior había sido muy ordenada y retirada. El aman-
te era muy d o m a d o r al hablar y la había «cazado con sus oj0S››-
Le decía que lo mirase a los ojos para «matar en ellos la imagcfl
del marido muerto». Ella se le había entregado sin poderlo reme-
diar. Lo quería aún más que al difunto esposo aunque «se compüf'

I 76
lìlhil como un an im al y no sabía qué es el amor». Intentó separar-
SC de é l. le es cr ib ía su decisión dc dejarlo, pero volvía el caer en sus
hrawb. Esto se repitió varias veces. Finalmente, consiguió alejar-
$6 de él dc un mudo delìnitivo, él se enfadó mucho, aún hoy no ha
podido olvularlo. Desde entonces cree que su amante publica por
todas panes sus pasadas relaciones, que le s i g u e y que escupe
detrás dc el la , él lo negó una vez en que ella le pidió explicacio-
l`lC1~›. En ci er ta ocasión, ella le contó un intento de fellalíu de su

l
difunto esposo, y ahora cree que lo ha divulgado. Lo nota en algu-
nas señales: las gentes se llevan el dedo a la boca cuando la ven.
Nadie la saluda, desvían la mirada al pasar junto a ella. se restrie-
gan los ojos, se suenan la nariz o tosen -«me doy cuenta de
lodo»--. o se meten las manos en los bolsillos o se rascan. «Lo
mismo me hicieron durante todo el viaje hasta Tubinsza. y aquí es
igual, me han seguido hasta aquí». «Ahora llega», dice una mujer
al cambiar de tren, uno se lo dice al otro, y lo saben en todo el país.
Ella oyó bien las risotadas cuando entró en la clínica. Después de
una estancia de cuatro meses fue dada de alta, muy mejorada. No
había corregido sus ideas, pero si adoptado una posición de indi-
fereneia frente a ellas. De vez en cuando «sentía crecer en su inte-
rior una terrible sensación de vergüenza». Poco a poco fue rela-
I

eionándose con los demás pacientes.


En la escuela fue siempre la primera, aunque le costaba apren-
der. Se esforzaba al máximo. le gustaba sobresalir. era algo tozu-
da. muy silenciosa y tímida, y se asustaba fácilmente cuando
I alguien le dirigía la palabra. Le gustaba hacerlo todo muy bien.
pero no trabajaba con alegría. sino con miedo de no poder termi-
nar su trabajo. Su naturaleza temerosa y delicada la atorinentaba
continuamente co n sentimientos de insuficiencia. y por ello no
había querido casarse. porque le parecía que «todo hombre se lle-
varía un desengaño con ella». Después de un aborto, al poco tiem-
po de haberse casado, estuvo melancólica durante algún tiempo.
No tiene h ijo s.
En este caso, la raíz del delirio de referencia es una relación
erótica burdamente sensual. no adaptada al nivel de la personali-
dad de la enferma. y, por ello, combatida de un modo violento. con
una enorme tonalidad ambivalente. También se pueden entrever
COII claridad ciertos sentimientos de culpa frente al difunto esposo

177
-.a

I
I

CAPÍTULO 6

CONFLICTOS PROFÍCSIONALES

Los dos capítulos anteriores nos han dado a conocer una mani-
festación cerrada c independiente de la formación delirante sensiti-
va, en cierro tipo socia! situa(1'o ante un fletermirmdo problema
ético. En el presente capítulo abandonamos el terreno de la ética
sexual y reproducimos los cuadros patológicos de dos hombres que
destacan individualmente entre sí por su posición social y por la
relación vivencia de su psicosis, que tiene como base patológica
común una lucha únimu por SH ideal y por su honra profesional.
Hemos añadido las historias clínicas de Gierlich sobre el con-
sejero X. y de Friedmann sobre el tornero L.. aunque estimamos
que los datos que dichas historias contienen acerca de la base
caracterológica y la elaboración vivencia no son suficientes para
enjuiciar con toda seguridad la clasificación de estas historias den-
tro de nuestro cuadro patológico. Sin embargo, el paralelismo clí-
nico es tan evidente, que con toda probabilidad hemos de conside-
rar estos casos muy afines a los nuestros.
Se puede suponer que la vivencia de la insuficiencia vergon-
zante no sólo puede surgir, para los caracteres sensitivos, del terre-
no ético-.s*exz«i1, tan apropiado, sino a veces también de otros
(¿tpecl'os importantes de la vida. El consejero de Gierlich comen-
zó a padecer unos estados reactivos paranoides en el momento en
que su orgullo recibió un golpe mortal. al serle imposibilimdo el
ascenso en su carrera de jimcionarío. Sea como fuere, se trata de
una v iv e n c ia enormemente importante para la faceta afectiva del
Paciente. Por ta n to , es muy posible que un hombre sensitivo no
considere la viv en cia de l a postergación profesional sólo como un
insulto e x te rn o , sino que lo vierta éticrzmenre hacía su interior en

[79
.l

la forma de una vivencia de insuficiencia ve rg on zu nt c, I`CC()N(3


ciendo que l a p0.wc¡1çación en su ( l S C € H .S`() ¡›r(›fcsiozza I es l a
. C0¡/59.
ciencia de la inr.'aI)czc¡¢1(u1 de su pmpzu pcr.v0¡1c¡lid(¡d. Enlünfies
surge el mismo desequilibrio entre ideal propuesto y energía per-
sona] disponible que se observa en los convictos sexuales, sllpg-
riendo siempre que el funcionario no considere su progreso profe-
si oral como una mera honra externa, sino como un postulado ético
individual.
Es probable que en el caso de Gierlich haya existido una dis-
posición al convicto psíquico, ya que el factor cuténico de la pro-
pie c'uI¡›abi'lidad destaca claramente en la estructura del d e lir io .
Este punto tan importante lo hemos descrito detenidamente en los
casos de Hclene Renner y de la hija del ingeniero forestal. Si cl
consejero de Gierlich hubiera sido un neurótico combativo, SC
habría encontrado en la raíz de su formación delirante el reproche
brutal de una violación injusta y no el complejo de autoacusacio-
nes escrupulosas. Trazando unos cuantos rasgos psicológicos más
para completar el cuadro, nos parece que l a elaboración vivencia,
en cl caso de Gìerlìch. fue así: el consejero no puede alejar de símil
sentimiento de su vergonzosa incapacidad para obtener un rendi-
miento profesional superior. «Cuando el hombre se sintió agotado
física y psíquicamente después del verano, tan lleno de contratiem-
pos, volvieron con más frecuencia e intensidad los sentimientos
penosos y torturantes. Se pasaba días y días dominado por ellos, y
no podía apartarlos de su mente». El retorno obsesivo de estas
ideas se manifiesta en e l complejo sintomático neurasténico, hasta
que en el momento culminante del desarrollo se produce la inver-
sión de l a vivencia primaria en vivencia secundaria claramente
visible. La sensación: «Frente al colega que ha ascendido en la
carrera antes que y o , soy u n hombre incapacimdo y poco lábil».
se traduce en: « M e he compmmerido socialmente (mie la esposa
de este colega, al mirarla fi ja m c n te sin la H2L */10 /' crlucación». Por
tanto, una pequeña vivencia corriente se carga con todo el valor
afectivo de la vivencia interior contenida, cuyo símbolo constitu-
rccuerdesc la serpiente de. la hija del .mg eme
, .s 3 FO furestal_¬
ye '
L
Por este mecanismo adquiere su importancia delirante. Además
esto es sólo la intensificación patológica de un conocido lll6C31'¡|$-
[Ell-
mo psicológico normal, que consiste en que, cuando hay Uliil
sien afectiva penosa. toda vivencia diaria trivial, pero dirigida

l R0
p'

efectivamente. se convierte en material y en demostración de la


autodisminución. de extraordinaria importancia. La pequeña des-
çøncsía so ci a l es, para c l paciente. señal de que todos [u despre-
cian .v se burlan de él. Por ello, el esposo de l a señora presunta-
mente ofendida forma un complot de persecución contra el enfermo,
el enfermo tiene que divorciarse de .su mujer a causa de una falla
soctal «tan grave», abandona el servicio, etc. Resulta interesante
ver cómo todas las series de representaciones, que en realidad se
refieren a la contenida vivencia interior vergonzosa de la derrota
profesional -sentimientos de enemistad contra el competidor v i c -
torioso. sensación penosa del trato social con su familia, senti-
miento de estar desautorizado ante su propia esposa a causa de su
postergación profesional, ganas de abandonar su puesto--, se
adhieren a la ridícula vivencia simbólica de la mirada aja en la
mujer del competidor. con una enorme intensidad afectiva. convir~
riéndose así en anormales y delirantes.
La mirada es el vector por el cual la persona íntimamente aver-
gonzada, y la insegura, se sienten descubiertas ante los demás. Es
muy típica la conjunción psicológica mediante la cual el alto fun-
cionario expresa en la psicosis su vergüenza interior por el fallo pro-
fesional. con cl mismo símbolo de que se s i n e la pequeña emplea-
da de contabilidad para manifestar sus ocultos remordimientos de
conciencia provocados por el amor prohibido. Heleno Renner trans-
forma su insegura mímica erótica en la representación delirante de
tener una mirada sensual, el consejero expresa por medio de la idea
delirante de haber herido con su mirada El la esposa de su colega, la
penosa incorrección social de su conducta frente a la familia del
competidor. Este delirio de la mirada efectivamente falseada se con-
vierte, en ambos casos, en el centro del sistema delirante.
La llamativa claridad que adquiere el caso de Gierlich en cuan-
to lo consideramos desde el punto de vista del mecanismo sensiti-
VO de inv ers ión , ref ue rza nuestro concepto clínico del mismo.
tanto más cuanto que en el caso presente, y al igual que en el de
Renner, el agotamiento coad_\¬u*.'a esencialmerite a la retención. El
enfermo se había agotado siempre con facilidad v muchas v ecos
estaba «cansado días y deus después de algún trabajo de cierta
2
duración». No cabe duda de que la ¡nvscczicitìri del trabajo en cl
¡118Ur donde se produjo la supuesta ver.g:licrz:a ha actuado aqui.
COIUQ en Helene Renner, destrozando al enfermo efectivamente, y

lS I
como quiera que. al igual que en aquélla, se añaden al componen
-
te afectivo del agotamiento la sobrecarga externa del exceso de
Ira-
lujo. la revisión de reclutas y la sustitución del superior, el dehr
ig
de influencia termina por surgir del grave estado neurasténiçg
pre-
vio (que ya se manifestó en las ideas referidas, aunque en la histo.
na clínica no se indique hasta qué punto lo hizo).
El valor que para nuestro estudio tiene l a historia clínica de
Gierlich. consiste en que el autor ha podido demostrar. con exacti-
tm! _v seguridad e.\'perimentale.s'. el extraordinario papel desempe
ña-
do por el factor agommiemo en la génesis de la formación delirante
sensitiva1 gracias al curso «periódico›› o, mejor dicho, rccirlivam¿›
del rrasmnto. El paciente tuvo la primera crisis paranoide, breve
en otoño de lS95, con un claro estadio inicial neurasténico después
de un agotador viaje por motivos del servicio. En el otoño de 1896,
y después de haber existido una recuperación total, se volvió el
producir una crisis similar después de idéntico viaje. En otoño de
1897 no viaja. y la crisis no se produce. En el otoño de 1898 vuel-
ve a surgir la psicosis a continuación del mencionado viaje oficial,
mientras que no aparece en el último año de vida del paciente, por-
que no había efectuado tal viaje. No puede haber duda alguna acer-
ca de la relación causal.
A pesar del muy importante papel que le corresponde en este
caso al agotamiento nervioso en lo que se refiere al desencadena-
miento de la afección. tampoco aquí constituye la causa esencial
del delirio. En realidad. sólo hace brotar la semilla que la vivencia
vergonzosa había sembrado en el carácter sensitivo. Podría decir-
se que el sistema nervioso de este tipo dc personas atraviesa en los
nzomernos de trabajo agotador un periodo alérgico. durante el
cual no puede resistir e l ataque de los gérmenes patológicos viven-
ciales para los que presenta una disposición específica. La ncuras-
tenia como tal no tiene que adoptar necesariamente l a forma de
neurosis de referencia en los caracteres sensitivos. En general sólo
lo hace cuando ha sido precedida por las acciones vivenciales muy
afectivas, y precisamente sólo de insuficiencia vergonzosa. En este
sentido debería considerarse la sutil observación de Friednianni
«El delirio de atención es la forma psicológica de la hiperexcitabt-
lidad nerviosa en el individuo predispuesto a la paranoia».
No expondremos detalladamente I os otros . (las . (ILSOS
. . pmzcll
.' .'a les
1

del traI)cu'o de Gíerlícli. También en ellos surgen al principio estados

182
paranoides bajo la ac ció n combinada de un grupo de representacio-
nes muy emotivo y de los influjos nerviosos agotadores. En el
un rico hombre de negocios no puede superar sus
segundo caso,
dudzlä interiores acerca de la veracidad del amor que le profesa su
de familia pobre, y en el tercer caso se trata de una dama del
gran mundo que no puede soportar de ninguna manera la gradual
declinación de su papel social. Las psicosis surgidas de estos pro-
I

blemas se caracterizan en ambos casos por una agitación agresiva y


colérica -en el segundo caso, en torna de psicosis celotípica .
Por consiguiente, y por su peculiaridad clínica, tal vez no pertenez-
can al marco del delirio sensitivo de referencia. que tan alejado se
halla de las formas expresivas de índole agresiva. Más bien pueden
conceptuarse como formas expresivas psicopáticas análogas basa-
das en otra disposición caracterológica. Mas para nosotros significa.
al igual que tantas otras observaciones ¡delirio celotípico' , que
cl delirio sensitivo de referencia no agota en absoluto el terreno de
las reacciones paranoides, las cuales se pueden ampliar mucho más
desde el punto de vista de la caracterología.
A continuación exponemos la historia clínica del caso 1 de
Gierlìch:

Caso l de Gierlich. Anamnesis y exploración, 24 de enero de


1896. Señor X.. de 50 años de edad, alto fimcionario del Gobier-
no. Procede de familia nerviosa, tanto su madre como su padre
parecen haber sido intensamente neurasténicos. En la familia
paterna hubo dos casos de trastornos mentales.
El paciente estudió Humanidades y se dedicó a la carrera admi-
nis tra tiv a gubernamental. No le fue fácil aprender. y las Matemá-
ucas le resultaban especialmente difíciles. Sin enlbareo, desde
muy joven demostró tener una gran ambición. Aparentemente. su
vida era muy honorable, aunque le atraía bastante el alcohol.
Fumador moderado. Su carrera siguió el curso normal. hasta que.
hace un año, el paciente no fue tenido en cuenta para ascender al
cargo de consejero superior, lo cual le afectó muchísimo. Siempre
quedaba agotado cuando había trabajado intensamente. estaba rnuv
excitable y se quejaba de estreñimiento. Por lo demás, no mostró
Nllìgún tr as to rn o serio de su estado general.
Desde mediados de octubre, y a su regreso de un viaje agota-
don de varios meses
de duración, para revisar a los reclutas llevan-

183
l

do. en consecuencia, una vida desordenada e in có m od a, CUHIÉD



¦.l quejarse de insomnio. inapetencia. malas di ge st io ne s,
. cstreñ¡.
miento de dos 0 tres días, irritabilidad. l e tra nqu ilid ad
s .
(.-0HÄÍ.Q]][QI
etc. A pesar de ello seguía cumpliendo SUS deberes [ìl'OÍCSIOI1¿1les
con exactitud y puntualidad, aunque teniendo que usar toda
su
fuerza de voluntad. Además, tuvo que sustituir u un su pe rio r.
Durante los últimos tiempos mostró cierta des con11an¿a- - frente
al ambiente. desconocida antes en él. pero sin anomalías visibles
de su estado de ánimo, por lo demás, su conducta era completa-
mente conecta. Hace catorce días manifestó a su esposa por pri-
mera vez ideas delirantes: creía haber caído en desgracia, le parc-
cía que los demás querían echarlo de su puesto, cuando en realidad
sucedía todo lo contrario. Además, para su desgracia, había con.
prometido a la esposa de un compañermjustamente el que fue pre-
ferido para el ascenso. Resulta que el enfermo había dirigido la
mirada a dicha señora durante mucho rato en una reunión. HUHQLIC
sin intención alguna, esto había sido observado. por lo cual había
comprometido a dicha señora y él se había cerrado las puertas dc
la sociedad. El esposo, que poco a poco va apareciendo implicado
en una confabulación muy compleja, lo quería echar de la ciudad
y aniquilarlo. El paciente visitó a dicha señora para pedirle per~
don. Ella, claro está, no sabía de qué se trataba. El enfermo pre-
sentó dos veces su dimisión, que fue rechazada de forma benevo-
lente por l a Presidencia. Por en. declaró a su esposa que no podía
seguir viviendo con ella, que la había comprometido también a
ella, que tenía que darle una satisfacción y que debía solicitar el
divorcio.
Estado actual. El enfermo está totalmente absorto en sus ideas
delirantes, que exterioriza con gran vivacidad. Tiene que marchar-
se al extranjero, la policía puede llegar
S de un momento a otro para
detenerlo. Un verdadero ejército de enemigos trabaja contra él. Y
hasta su mujer participa en el complot. Pero, a la vez, eI enfermo
está perfectamente orientado sobre el lugar, el momento y el
ambiente en que se encuentra. No se observan, ni se han observa-
do nunca antes, jovialidad patológica ni estados depresivos e inh
i-
biciones psicomotoras. La única anomalía afectiva consiste en una
a!
sensible dcsconfiunza y una grang tendencia ll 1a cólera. Esta últim
i
es paralela a ¡as ideas delirantes y viene condicionada to ta lm e n
s~
por las mismas. Falta todo indicio de alucinaciones o il u si o n ¢

184
que no se han observado en ningún momento del desarrollo de la
enfermedad.
[?.\plm'ru'ión fifsicu. Hombre de estatura elevada, de sistema
quelético fuerte, mu y adelgazado. Afirma haber perdido 7,5 k g .
CH los ú lt im o s meses. Rasgos flojos. en la cara destaca cl desarro-
Ilo mayor dc la mit ad izquierda comparada con la derecha, sobre
todo en la pro tub era nc ia frontal lateral. Ninsluna anormalidad en c l
cráneo. Paladar ojival alto, orejas pequeñas, con leve indicio ansi-
forme. Reflejos tendinosos muy vivos en los miembros. reflejos
cutáneos ronzales, sensibilidad y motilidad normales. Pupilas igua-
les. reacción a la luz, convergencia y acomodación rápidas y sufi-
cientes. Fondo de ojo, normal. Exploración interna, normal.
El cuadro clínico permaneció igual durante nueve días más. El
paciente no tiene en absoluto conciencia de enfermedad con res-
pecto a sus representaciones delirantes. No se obtiene dato alguno
sobre posibles alucinaciones e ilusiones, a pesar de intcn'o<¿ar y
observar este aspecto con cuidado extraordinario. De pronto retro-
cede súbitamente el cuadro. Puede discutirse con el sobre alguna
que otra representación delirante, se puede razonar. disminuye el
encolerizamiento, y al cabo de tres o cuatro días mas, el paciente
tiene perfecta conciencia de su afección -coincidiendo con la lle-
gada dc una amable carta del Presidente . Esta completamente
convencido del carácter delirante de sus ideas, y recuerda todos los
detalles. No existe amnesia, y él mismo no sabe cómo ha llegado
a tener dichas suposiciones delirantes. Tampoco ahora se encuera
tra ningún punto de apoyo para la posibilidad de alucinaciones y
de ilusiones durante la crisis. El peso, que va aumentando, se nor-
tnaliza rápidamente, el estado general mejora ll ojos vistas. Desde
hace va ria s semanas ha reemprendido su actividad profesional. tra-
bajando con toda facilidad hasta el otoño de 1896.
Al vol ver de su acostumbrado y agotador viaje oficial. resur-
giernn los trastornos de índole nerviosa: cansancio, cefaleas.
insomnio, inapetencia, estreñimiento, intranquilidad, irritabilidad.
A tunales de noviembre, y sin ningún precedente maníaco o melan-
cólico, se desarrollan las mismas ideas delirantes del año anterior.
La crisis alcanzó rápidamente la misma intensidad de antaño. El
complot vo lvi a a funcionar, dirigido por el esposo de la menciona-
da señora. Lo querian expulsar de su puesto y aniquilarlo. El
Pïlctente volvió a presentar su dimisión para librarse de sus perse-

185
guidores, pero no le fue aceptada. A lìrmaba no poder g
egulr
x L .
viviendo con su esposa. haberla comprometido C11 e eÄ O . p o f el
L
lo
entablaba demanda de divorcio. Gran perdida de peso. Al oj ad o
en
seguida de su ambiente. se influye dc un modo fav ora ble sobre s
u
estado general, de tal modo que después dc cuatro se ma na s de per
-
sistencia de las ideas persecutorias, recupera sú bi ta m en te la clari-
dad en tres o cuatro días. El paciente se da cuenta del si st e m a deli-
rante de sus ideas. no existe lu menor amnesia, y el mismo ¡IO
comprende cómo ha podido tener esas ideas. No puede demostrar-
se la existencia de alucinaciones ni ilusiones. Muy pronto vo lvi ó El
cumplir sus obligaciones profesionales como ames.
En verano de ISO7 se buscó un sustituto para el viaje en comi-
sión de servicio. Durante el otoño pidió unas largas vacaciones,
que pasó en la montaña. No se observaron ideas delirantes ni
intranquilidad nerviosa. El paciente volvió a su casa en Navidad.
Se encontraba tan bien, que fue imposible convencerlo de que HO
emprendiera el desastroso viaje oficial para revisar reclutas en
verano de 1898, tan íntimamente ligado a l a reaparición de sus
trastornos. Por ello, en otoño de 1898 vuelven a aparecer las ideas
delirantes, al igual que en años anteriores, después de una serie de
trastornos nerviosos generales. Durante cierto tiempo estuvo total-
mente volcado hacia sí mismo, hasta que, de pronto, resurgieron
las antiguas ideas. El complot dirigido por el marido de la señora
comprometida vuelve a reavivarse para destruirlo, para quitarle su
puesto y su honra. De nuevo presentó repetidas veces su dimisión
y preparó su divorcio para dar una satisfacción por l a falta come-
tida contra su esposa. Rápidamente separado de su casa y someti-
do a tratamiento, desaparecieron las ideas delirantes al cabo de tres
semanas, y tres o cuatro días más tarde tenía conciencia clara de su
estado anterior. No existía amnesia ni se encontraron indicios de
alucinaciones e ilusiones. No es posible creer que el paciente disi-
mulase durante sus épocas libres de trastornos, cosa que h a y que
descartar por completo. En los intervalos libres. el tr a to co n la
mencionada esposa de su colega es completamente normal. y al ser
preguntado, afirma que no se siente en absoluto turbado frente 3
dicha dama. En verano de 1899 enfermó orgánicamente y no pudo
seguir sus actividades profesionales. No se observaron ideas per1.
secutorias. Murió en 1900 de carcinoma, posiblemente de ortgfrll
vesical.

[86
El estado nervioso somático fue siempre el mismo. Pupilas,
¡pellejos, sensibilidad y motilidad normales. Nunca se observó una
reactiva. Estaba libre de oscilaciones patológicos en su
liipertimia
vida e m o ti v a . y su inteligencia no había disminuido, al contrario.
pudo cumplir sus obligaciones profesionales de un modo exce-
lente.

Caso 3 de Fricdmann. Friedrich L.. romero (en una fábrica


I
de maquinaria), de 49 años de edad. Tara hereditaria de mediana
intensidad. una tía abuela y un primo de la rama materna, enfer-
mos mentales. Hasta el momento, el paciente había estado siempre
sano. Muy mesurado. trabajador, con dotes coI'ric*¡z!e.s', pero t r u e
sensible y blmzdo de corazón, inclinado a fantasear. El 22-XL1903
me fue enviado por el ingeniero de su fábrica a causa de una riña.
pese a haber trabajado catorce años en la empresa sin haber pro-
vocado jamás el menor desorden. Desde hacia algún tiempo lla-
maba la atención de sus compañeros de trabajo el cambio que se
había operado en su antes excelente carácter. ahora era ¡creo _v
poco amable. La historia clínica obtenida de él y de su mujer reve-
ló que hacía ya casi dos años había desarrollado representaciones
delirantes, provocadas de un modo inmediato por una vivencia
especial. `
Había estallado una gran huelga en la fábrica, aunque pronto
fue dominada. El paciente no tomó parte en ella, y en una dc las
reuniones de obreros de aquel entonces. fue acusado injustamente
por un compañero de ser un traidor, que denunciaba a los superio-
res lo que sabía del asunto. Él mismo no estuvo en dicha reunión,
pero al ten er conocimiento del hecho se excitó intensamente. ya
que era muy honrado y veraz. Durante tres noches no consiguió
conciliar el sueño, y dicho pensamiento lo persiguió desde enton-
ces co nt in ua m en te . No tardó en enfrentarse con el mencionado
Compañero, y esta discusión lo volvió a excitar terriblemente, a
pesar de haber sido siempre muy pacífico. Cuatro semanas más
tarde estaba con su familia en un café -perduraban aún su insom-
IIIO Y SLI excitación- cuando, de repente. tuvo miedo. le pareció
que el local estaba atestado, y el ruido de las conversaciones lo
dejo aturdido. Advirtió que sólo entraba gente joven, y le pareció
que eran policías secretos con la misión de observarlo. Por ello
restó a su familia a salir rápidamente de a l l í . y una vez. fuera logró

187
tranquilizarse. Más tarde fue teniendo dc vez en cuando div,¿¡.sas
percepciones dianas de mención: por ejemplo, al pasar por el jar-
din municipal encontraba con alguna frecuencia a un se ño r de cien_ I

la edad que creía era el Presidente de la Au die nc ia. Por la nocac


«conversaba›› con este señor «como si» estuviera presente, Expo.
riéndole el asunto de la huelga y la ofensa recibida. Cuando atra-
vesaba el puente sobre el Rh ir al ir a su trabajo, «de ve z en cuan.
do» le parecía que las gentes se aclaraban l a garganta y escupían
delante de él. Cada vez que esto sucedía se enfadaba y miraba
severamente a la gente. Monólogo interior: «¿.Por qué escupe CSC
tipo delante de ti? ¡Tú no le has hecho nadal». Incluso durante el
trabajo, que proseguía sin interrupción y con el mismo afán de
siempre, surszían en su interior ideas raras.
Se le ocurrió que sus ideas «se las habían infundido››_ Estaba
disgustado porque el lugar de trabajo resultaba frío y, en su excita-
ción. pensaba que lo hacían para burlarse de él. De repente entró
vapor para calentar el local - l o hizo el maquinista , y entonces
creyó que sus compañeros habían «sentido con él» sus pensamien-
tos interiores y que por ello habían encargado se pusiera en mar-
l

cha la calefacción. Si los trabajadores hablaban entre sí en el taller


en voz baja, le incomodaba, se enfadaba y pensaba: <<¡Ah, Mora I

hablan de ti, ahora tratan de lu asunto!››. Cada vez se sentía más y


más molesto, sobre todo porque su oído últimamente había perdi-
do finura- De vez en cuando tenía una sacudida corporal o un
espasmo en el brazo, y él creía que se lo producían por medio de
corrientes eléctricas, l o mismo creía cuando, al toser, le saltaba
fuego de los ojos. Si lo miraban fijamente, tenía la sensación de
que lo querían hipnotizar, ya que un hijo suyo l e había hablado de
estas cosas. En cierta ocasión, incluso llegó a negarse a telefonear
a un hijo que tenía en \Nür2burgo, porque le parecía que allí ya
todos sabían lo que él pensaba, porque estaba vigilado por espías.
Con frecuencia se imaginaba que algunas noticias de los periódl-
cos -por ejemplo, un crimen- se referían a él, a pesar de qué.
como medida de precaución, se había cambiado el nombre. A este
respecto, recordó que veinte años antes había sido detenido injus-
tamente. Sus ideas se refieren con frecuencia a la «policía S€Cf€°
la». En cierta ocasión oyó decir a un transeúnte: «policía>>. )' de
plomo se le ocurrió que él se había convertido en un po lic ía secre-
t o <«contra›› los demás policías, a los que tenía que vi gi la r. Inclusa

188
la guerra ruso-japonesa le indicaban cierta partici-
las noticias dc
no acertaba a comprender en qué consistía
poción s u y a , aunque
dicha participación.
Yuxtapuestas es tas ideas. dan la impresión de que un laberinto
SC había apoderado del curso intelectivo del paciente. Pero, en pri-
Mãl' lugar, Cs necesario pensar que todas estas representaciones se
desarrollan durante un largo período de tiempo: año y medio. En
realidad, el enfermo sigue trabajando perfectamente, y las mencio-
nadas ideas sólo surgen «por etapas», sin aparecer en absoluto
durante días enteros. Además, siempre se trataba de ideas rapidísi-
mas, que cad a vez despertaban en él la sensación de que le eran
impuestas desde fuera, de tener que pensar momentáneamente en
ellas. Por lo general dudaba en seguida de ellas e intentaba «dis-
Cuhr» consigo mismo para destruirlas, y lo conseguía casi siempre
una vez superado el primer enfado por ejemplo. cuando alguien
había escupido delante de él .Era notable la claridad y franque-
za con que hablaba del asunto, jamás había pensado que todo
aquello pudiera ser patológico. Pero su familia, a la que adoraba.
se lo decía continuamente, y cuando nosotros se lo confirmamos,
le impresionó mucho. A pesar de ello. se veía impulsado a creer
que también podría ser como a él le parecía que era.
Mientras tanto, su excitación y su irritabilidad fueron en
aumento, dormía poco unas tres horas- y sus fuerzas y su resis-
tencia física y psíquica al trabajo iban disminuyendo. Sin embar-
go, nunca han aparecido alucinaciones ni pensamiento sonoro.
Desde luego, el paciente no habría interrumpido su trabajo por sí
mismo. El motivo surgió durante la pelea: había cometido una falta
durante el trabajo, porque le disgustaba en aquel momento que su
superior se distrajera con el compañero que lo había acusado, el
cual le era profundamente antipático. El enfermo notó cómo se iba
excitando, disolviéndose el mundo alrededor de él, bruscamente,
Se negó a obedecer al superior y a repetir el trabajo. A instancias
nuestras, fue tratado como enfermo e interrumpió el trabajo. el
paciente accedió a todo ello.
De sd e es te momento paseó mucho, adoptó medidas sedan-
tes - c o d e ín a , baños- y mejoró notablemente su sueño. Aun-
que se tranquilizó bastante, muchos días volvieron a surgir ideas
similares a las anteriores, pero desde entonces se limitaron casi
Siempre H dos categorías: por una parte. seguía creyendo que los

189
I

transeúntes se ajaban en él de vez en cuando, O que cie rtas expíe,


sienes se referían LI. él, que tosían «contra él», y en cierta ocasión
le pareció que alguien le sacó la lengua. En ton ces se le Cflfgjccín
l a cara, hablaba con excitación y casi en forma descartes,
Y no
podía pensar con serenidad para relatar imparcialmente lo ocurri.
do. Estas distimias apenas duraban una hora, después, el SC 10
«ne2ah¡1›› todo a sí mismo lo, por lo menos, se esllo1*zaha en CONSE-
guirlo. Raras veces llegó a interpelar a algún transeúnte para pre-
guntarle qué quería. En cambio, la segunda representación de ser en
realidad policía secreto; de que los demás policías tenían que temer-
le; de que prestaba servicios en la ciudad, por ejemplo, inspeccio-
nando las construcciones nuevas, estaba lijada con mX intensidad,
se sentía impelido interiormente a hacer todo aquello. y creía que
podía ir por todas partes. Cuando miraba un escaparate creía favo-
recer así las ventas del establecimiento, si observaba el traslado de
una máquina procedente de l a fábrica donde estaba empleado, le
parecía hacerlo en interés de su dueño. Por lo demás. nu nc a se
comportó de un modo anormal ni provocó disturbio alguno en la i

calle.
En realidad. jamás vio claramente todo esto, pues se encontra-
ba por encima de ello, pero las ideas se repetían con tanta intensi-
dad (<<es así››), que momentáneamente creía en ellas. Durante la
primavera y el principio del verano fue mejorando poco a poco
cada vez más, sobre todo después de pasar seis semanas en una
residencia campestre en el Odenwald. Casi no t u v o más represen-
taciones anormales, y a primeros de agosto volvió casi completa-
mente tranquilizado. Recuperó las perdidas ganas de trabajar, y
había desaparecido la intranquilidad e irritabilidad, aun contra el
compañero delator. El día l de septiembre volvió al trabajo, y
desde entonces todo ha ido bien. Sin embargo, alguna que otra vel.
cada semana o cada quince días lo sobrecoge una ext rañ a e xc it a -
ción cuando hay demasiado movimiento. pero se domina rápida-
mente. Han pasado ocho meses, y el estado dc cu ra ci ón del pacien-
te permanece invariable.

- .
EN este caso sólo se dcscruben 105 contornos externos de
la
acción vivencial: Durrmƒc mm Izfwlgzz. el tornero L. es ca11fi¿¬(1¢Í0
de Imiduw, por lo que seC excita profundanlcnte. La hl st on n clín1c3
. . .. . ¬ .bo-
sI'.) ofrece suhclcmes puntos de apoyo para un anállbls de la c h

l 90
rzlciÓl'l vivencia subjetiva. No cabe duda dc que toda huelga reper-
cute en el ánimo de cualquier obrero pacífico y que interiormente
SC siente ajeno si ella. creando en él, casi de un modo necesario,

una colisión de deberes. ya que se verá obligado a lesionar los


lazos de camaradería frente a los compañeros, o la fidelidad hacia
el dueño de la fábrica. En un conflicto de esta naturaleza. una per-
sona honrada y consciente. como lo era el ÍOFHCFO. apenas podrá
encontrar una solución sin titubeos interiores. sin una cierta, aun-
que pasajera. inseguridad moral, y sin las autoacusaciones que de
ella se desprenden. Claramente se comprende con qué facilidad
puede desarrollarse la conciencia de la insuficiencia vergonzante a
partir de dicha levisima sensación de culpa. En este terreno abo-
nado se explicaría perfectamente la extraordinaria persistencia en
cuanto al efecto del correspondiente insulto externo.
Esto es sólo una suposición. Mas, a pesar de todo, nos parece
que el caso del torero L. es bastante fin al grupo de nuestros neu-
róticos sensitivos de referencia, y ello por dos motivos. En primer
lugar, coinciden los datos earacterológicos según los cuales es muy
blando de corazón. bondadoso y pacífico y, a la vez. muy sensible
y honorable, así como su capacidad de trabajo y su solidez utica,
con la ya bien conocida imagen caracterológica típica de nuestro
grupo. En segundo lugar, la naturaleza de la formación delirante.
la posibilidad de intuir suavenzenle sobre ella, sus oscilaciorzes
reactivas. su valorflucmante al eryìliciar la realidad y su tenden-
cia a una constante corrección. así como sus paralelismos asocia»
Rivas con respecto a la representación obsesiva. muestran un sen-
sible parecido con el resto de nuestros casos.
La mejor denominación de l cuadro patológico que se desarro-
lla como reacción al insulto sufrido es la de neurosis. en la que se
introducen «Ez veces», como el propio tornero lo expresa. elemen-
tos re pr es er im riv os ' psicóricus. La alternancia de fases neuróticas y
psicóticas en las afecciones delirantes del neurótico sensitivo ya la
conocemos por las anteriores historias clínicas. Desde luego, en
ellas lo s elementos patológicos están ordenados de tal manera que
los largos períodos de tiempo con una formación delirante para-
noide cerrada son precedidos o seguidos por periodos neuróticos,
con breve y corregible inclinación a la referencia. En cambio, en
el Pfcsentc caso encontramos una agrupación peculiar de los com-
ponentes patológicos, que recuerda exactamente el curso de una

191
neurosis obsesiva. Las representaciones patolOgieas e s tá n (litri
burdas. durante año y medio, en cortos lapsos de tiempo, días
horuš .
. y .tpareeen
. u '. '. \ 1 - de las peque --rus
1.tpid.unc.nu..,'› deztpues
¡ u
oscila;t¢¡(,
nos afectivas de la vida diaria. en formal dc obsesivas 'MPresioneg
de corta duración, que, por ello, están aisladas y no se (-;gÍTllc[LII-an l

para formar un sistema delirante cerrado.


La enfermedad muestra la siguiente estructura: la ofensa de la
huelga desencadena un estado de nerviosidad general g ra ve , con
excitabilidad. insomnio y agotamiento paulatino. corporal y psiqui-
eo. que no cede ni aun al cabo de meses. sino que aparece y reapa-
rece con los pequeños roces de la vida profesional. En el centro del
cuadro patológico nervioso se encuentra el efƒadu recom'enrrad.<› a
CUHSCI de la r›jlensa snfricla. que se manilìesta a través de la zrrifadu
desccurfianza frente a los demás trabajadores y en la Uzsuperabl@
cmtípatía contra el ofensor. Finalmente, el cuadro cura después del
tratamiento y de la sedación terapéutica, y una vez alejado el
paciente durante algún tiempo del escenario fabril que lo excita
afectivamcnte. Ésta es. por así decirlo, la estructura neurótica fun-
damental de l a afección. que en nada se distingue de cualquier reac-
ción psicopática frente a una vivencia de fuerte tonalidad afectiva.
En esta estructura fundamental están articulados los elementos
representativos delirantes en forma de ocurrencias abruptas.
Predominan los grupos de represenmcirmes (Jera varios directa-
mente de la vivencia patógena: el paciente ve entregado a la
SC
desconfianza y al desprecio de los demás como consecuencia de su
conducta durante la huelga, escupen delante de él, hablan de él, lo
observan y l o espían, intentan sonsacarle sus más íntimos pensa-
mientos. Hasta las ideas acerca de los juzgados y de la policía
secreta están relacionadas con este sentimiento latente de culpa.
Este complejo de representaciones, que surge de un modo unifor-
me de la raíz v i v e n c i a . pasa en algunos puntos al campo de lofan-
¡ás!ica-rli.w›cir1!ivo.' los compañeros le «introducen›› sus ideas O las
«sienten con él», lo electrizan y lo hipnotizan. Estos rasgos', geftlfšn
junrcs u l o c'ufatóm'cr›, no nos sorprenderán después del analtsts
sobre la p sicosis de ztgouimiento del caso Renner. La se ns ac ió n de
borrachera acústica y In peculiar irrupción de gentes en la habita-
ción. que surgen al tlesencadenarse la psicosis. recuerdan. vuflg
por punto, las correspondientes vivencias de Heleno Renner CH
±'r:ví¢11
viaje a l sanatorio. En e l tornero encontramos ta m b ié n la

mz
obsesión a s o c ia ti v a , que denominamos irresi.r!enczla asociativa en
cl caso Renner, por ejemplo, cuando se cree obligado a inspeccio-
I1í.ll' las nuevas
construcciones, los escaparates y las máquinas en
un 5upllBs[o beneficio para los dueños, o cuando le parece que par-
ticipfl de algún modo en la guerra ruso-japonesa.
Estos grupos de representaciones son idénticos a las ideas
autóctonas de la esquizofrenia en cuanto a su contenido ser elec-
[rizado e hipnotizado y al carácter subjetivo de algo extraño y
obligado que ostentan. Si se quiere, pueden considerarse perfecta-
mente co mo tip o reactivo esqu¡zofl'énz'co` que se pone de mani-
tiesto en el punto culminante de la excitación. Sin embargo. son
esencialmente distintos de las esquizofrenias p r o c e s a l e s graves,
ya que les falta la absoluta seguridad vivencia. Esto se expresa
claramente en la historia clínica: «En realidad, jamás vio clara-
mente todo esto, pues se encontraba por encima de ello. pero las
ideas se repetían con tanta intensidad. que al momento creía en
ellas». «Normalmente en seguida dudaba de ellas e intentaba "dis-
cutir" consigo mismo para destruirlas. esto lo conseguía casi sicm›
pre una vez superado el primer enfado». En esta descripción es
fácil reconocer el tránsito ruido de la representación delirante y la
obsesiva, como característica de nuestro cuadro patológico.

193
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I

CAPÍTULO 7

VA RIANTES CA RACTEROLÓG [CAS

Ha sta ahora hemos considerado el carácter sensitivo como una


especie de magnitud constante. ya que se observa cómo cada uno
de los rasgos de las personalidades sensitivas son idénticos hasta
en sus detalles individuales más unos. Hemos agrupado sus afec-
I
ciones según las acciones vivenciales y, en parte, también según
las acciones ambientales. que condicionan sus diferencias. En el
presente capítulo veremos de qué modo varían los cuadros patoló-
gicos cuando ha cambiado el carácter que les sirve de base, cuan-
do cl carácter sensitivo puro, que hasta ahora hemos considerado
sin tener en cuenta otras pequeñas adiciones, muestra una mezcla
de rasgos procedentes de orrasƒormas caracterológicos, especial-
mente del grupo primitivo y expansiva, O hasta cuando, en una
misma personalidad, se enfrentan brutalmente otros componentes
caracterológicos extraños desarrollados por completo, contra la
faceta caracterológica sensitiva. En los dos casos principales, Klugc
y Wagner. conoceremos unas personalidades muy complicadas y,
sobre todo, variantes sorprendentes e interesantes de psicosis para-
noide, por ejemplo. la megalomanía de Kluge o el finaí arpansivo
br ut al del delirio sensitivo de referencia de Wagner. Los casos de
Urbano y Held son más sencillos, y su centro de gravedad desborda
los límites del grupo sensitivo, representan más bien individuali-
dades pr im iti va s en cuya esencia se encuentra una mezcla justa de
Interioridad sensitiva para colocar sus reacciones afectivas dentro
de Un tono de ideas de referencia asténicas. El reconocimiento de
estos últimos extremos de modo reactivo sensitivo también es
Importante.

[95

I
Doctor Karl Kluge, nacido el 12 de. dag ost o dc 1875. QCLlp;1
LH
alto cargo judicial. Después de una C"e
S e hoCh0 0 exiƒflñ ¬
e
° Ob' l doc-
tor Klugc se presentó espontáneamente en la clínica. cl 12 de di€i€
bre de 19 10, acompañado dc su casero y con una canta dc su Inédlï,
cuyo contenido era el siguiente: Ii

Durante los últimos años, el Dr. Kluge ha mantenido una


relación íntima con una señora casada en X., relación que se
ha enfriado por ciertos motivos. Durante los úl tim os tiempo;
Kluge se ha comportado con ella de un modo variable, quería
inrerrzmipir las relaciones, pero no lo c'or1s'e.f¿zu'a. En cierta oca-
sión en que la mujer se enfrentó seriamente con el problema
Kluge proñrió algunas amenazas -en una cita le hizo llllíl
C'.SI(l€IICl violenta, la amenazó con que la alcanzaría aunque
tuvieran que pasar diez años, además, afirmó llevar siempre
veneno consigo--. El asunto llegó a un punto tal, que, por
miedo a alguna violencia, la mujer pidió protección a la poli-
cía. Entonces, la polícícz de X. citó a Kluge y le expuso el asun-
to. El golpe fue inesperado, Kluge quedó completamente des-
trozado, en parte por el hecho de que la mujer lo hubiera
comunicado a otras personas, y en parte por miedo a que se
publicara el asunto y perdiera su cargo. Esta catástrofe se pro-
dujo hace ocho días. Hace tres días, Kluge nos mandó a buscar
y nos lo confesó todo. Estaba como completamente desvaído.
sin reacción viril de ninguna clase, y confuso, le parecía que I

iba a enfermar psíquicamente.


Hasta este momento, el estado de Kluge sería comprensible
psicológicamente. Al cabo de dos días recibí una carta del viejo
médico de cabecera de su familia. De ella se desprende que,
mientras tanto, la parte material del asunto matrimonial se ha
solucionado favorablemente para Kluge, por lo que no hay
motivo alguno para que éste tenga miedo. Los interesados ya
no quieren nada de él. A pesar de esta noticia favorable, el esta-
do de Kluge no ha mejorado. Sigue teniendo miedo de que la
mujer lo quiera hacer enfermar p.s'íqu ícamenre; cree reconocer
en sí mismo los síntomas iniciales de un reblandecímienfo cer@-
bral, y me exige que le administre inyecciones de Ehrltch-Hina.
Apetito escaso, sueño deficiente. En medio de una convcfïf'
s a c i ó , Kluge suele interrumpirse repentinamente y mirar
ojos extrañados, al cabo de algunos minutos vuelve en sí como
si hubiera estado sin sentido y dice: «Perdón. no he po(lld0
seguirlo». Existe un estado manifiesto de proflmda cmgusflfl.
También se presentan ilusiones. Kluge cree que en la habit
a-

196
cien ve ci na se encuentran personas que lo observan; al menor
ruido de pu er ta s, se estremece y cree que llegan sus persegui-
dares. O y e un ruido continuo en la habitación contigua y cree
que es una máquina de escribir con la que se recogen observa-
ciones sobre él. Le parece que personas extrañas le revuelven
sus m al et as , etc. Esta noche ( l l/12-XII-1910) me pidió que
fuera a ve rl e y me dijo que había sufrido un ataque de temblo-
res convuI.s'ivo.r oHlas piernas y opresión cardiaca. temiendo
que yo hubiera enviado una orden t e legráfica de detención a X.
En otro s momentos est á tranquilo y se comporta bien delante
de sus parientes y de las demás personas.
Cinco años antes [del adulterio), Kluge estuvo en un sana-
to rio m en ta l, a causa de leves ideas persecutorias. Desde que
se promovió el asunto del adulterio, el paciente se compone de
dos personas: por una parte, su espíritu está pensando conti-
nuamente en su relación con la mujer, y le cuesta mucho
esfuerzo apartar esta idea de su mente, por la otra, tiene que
ejercer su profesión. Me contó varios detalles interesantes: era
abogado desde hacía varios años, pero habitualmente no podía
seguir más de la cuarta O quinta parte de cada juicio, pues su
atención se diluía. Muchas veces se fijaba repentinamente en
algunos detalles de un juicio, y más tarde hablaba con mucha
decisión y en voz alta acerca de ellos. Ha vivido torturado, aun-
que cumpliendo con sus obligaciones profesionales se le
considera un buen juez, aunque algo extraño-, pero con
muchas irritaciones y continuos remordimientos de conciencia
al pensar en sus relaciones amorosas. No ha podido separarse
de su mujer; a la que había querido mucho, a pesar de haberlo
intentado repetidas veces.

Hasta aquí el informe del médico. Inmediatamente después de


los hechos relatados se presentó el Dr. Kluge en la clínica. acom-
pañado de su casero. Éste lo conoce desde hace mucho tiempo y lo
describe como persona de fina educación y cultura. muy trabaja-
dor y enamorado de su profesión; preparaba sus juicios con gran
puntualidad y cuidado, y siempre era muy puntual en todo. Su
modo de ser, nervioso y excitado, ansioso y desigual. habla llama-
do la atención desde siempre, era tan sensible. que el menor des-
cuido en el se rv ici o doméstico lo trastornaba. Él mismo conocía su
flfirviosidad patológica. y por ello llevaba una vida muy mesurada
Y estrictamente ordenada. En los últimos dios aumentó rápidamen-
te su excitación,
y ayer por la noche culminó en una repentina _y

197
grave explosión de angustia. con espezsnzos dc* los mienzlu-(¡5
Y Rem.
blnres de ¡ d o el cuerpo. Con voz alterada ordenó que se ÚCUJ\v'ig-
la a un hombre en X., declarando sentirse envenenado. Es tu vo
ülttn..
lo al menor ruido. creyó oír el susurro dc vestidos femeninos
en la
habitación contigua y le pareció que las ropas de los colgador-¿s
eran personas que lo perseguían, Sm embargo, con palabras t a n
.
quilizadoras se le pudo hacer comprender la inexactitud de SUS
apreciaciones. Hacia la mañana se tranquilizó, deseó emprender el
viaje a la Clínica Neuropsiquiátrica que el médico le había TCCO-
mendado, y paró para Tubinga, acompañado del patrono. Habló
indiferentemente, pero con la cara descompuesta.
Veamos ahora los antecedentes personales
del enfermo, así
como los datos aportados por sus familiares. De su padre sólo SC
sabe que procedía de unafizmilia tarada. aunque fue un excelente
comerciante que hizo fortuna en Oriente. Se casó, ya a edad ovan.
zada, con una mujer veintisiete años más joven que él, ésta, madre
del paciente. era muy animosa, vivaracha y algo histérica. Fueron
dieciséis hermanos, de los cuales viven siete. El hermano mayor
murió tuberculoso, una hermana, enferma mental, murió en un
sanatorio. El tercer hermano es débil mental, el cuarto se encuen-
tra en un sanatorio mental extranjero, pues padece desde hace unos
diez años manía p erseczuo ria; al parecer, enfermó a los 28 años.
leyendo a Schopenhauer. Una hermana difunta sufrió tuberculosis
pulmonar. Los restantes hermanos están todos sanos y trabajan.
El paciente, penúltimo hijo dc su familia, fue siempre el más
despierto de todos. Sólo él estudió, ya que destacaban sus magní-
ƒïcas dores. Aprendía fácilmente, pero muy pronto olvidaba 10
aprendido. Desde muy temprano mostró una sensible tendencia a
la lectura, y por la noche devoraba en la cama obras inadecuadas
para él, poesías fantásticas y novelas. Al paciente mismo le pare-
ce que esto fue el fundamento de su fantasía sobreexcitada duran-
te la adolescencia. Ya de niño tenía mucho miedo, sobre todo por
la noche, al dormir sólo, los cuentos que le contaban las niñeras lo
excímbcm angustiosrmzenle; en 1892 padeció un ataque de terror
nocturno. Fue un muchacho muy temperamental, pero coléncø.
aunque, en conjunto, era muy educado y de buen talante. Tema
mucho afán por aprender, bien dotado para la literatura y poco para
las matemáticas. Desde la pubertad -afirma su madre- resaltó
cada vez más su temperamento vivaz y excitado. Era do rni na nle .

198
I

çgnszble. pero no descontado, se peleaba mucho con la servidum-


bre, v o lv ía por la noche muy tarde y se emborrachaba, de tal modo
que SU madre t u v o que ponerlo interno al no poder dirigirlo. En la
Universidad siguió bebiendo mucho, aunque apenas podía sopor-
tar cl a lc o h o l. Aun en la edad adulta tuvo de vez en cuando enure-
sis nocturna.
Sin embargo. sus nervios empezaron a tambalearse por vez
primera cuando se preparó para el segundo examen de Derecho,
en el año 1903. Dormía mal, se sentía cansado, distraído e inca-
paz de concentrarse; tenía que obligarse a trabajar, no podía fijar-
SC en lo que hacía, y su estado de ánimo era tan deprimido que
estaba hastiado de la vida. Desde entonces comenzó a tener la
obsesión de fijarse mucho más que antes en toda clase de ruidos
desacostumbrados, muchas de las cosas que había oído le llama-
ban la atención, y de vez en cuando surgía en él el pensamiento de
que podían referirse a él, aun cuando sabía que no era así. Asi-
mismo. sufría pensando en que era observado más que los demás.
a pesar de que consideraba absurdo este pensamiento. Dicha idea
se le ocurría sobre todo cuando iba de uniforme, creyendo que lo
observaban y lo miraban por la espalda, consideraba esto como
una obsesión patológica.
Inmediatamente después del mencionado examen comenzó a
ejercer de juez. Antes de cada juicio le sobrecogía una intensa
angustia y excitación, como una «pebre de candilejas», intranqui-
lidad y temor de no poder resolver nada. Este trastorno no lo aban-
donó jamás, pero poco a poco aprendió a dominarse por completo
exteriormente. El resto de los trastornos nerviosos permaneció
invariable, aunque sometido a oscilaciones más o menos intensas.
Se sentía siempre aislado, no podía establecer buen contacto con
los demás, era muy sensible e irritable. En la primavera de 1904 se
observó un a recuperación bastante notable, aunque pasajera, des-
pués de un viaje de dos meses de vacaciones y de unos ejercicios
militares. Pero jamás volvió a tener un verdadero sentimiento de
felicidad. Continuamente recordaba a su padre -largos años
enfermo_. y a su hermano tuberculoso, por lo que sufría temores
hl])0(*0?i([¡°I'(/C0_§-.
'I En otoño de 1904 fue destinado a otra ciudad, y se apreció en
e obsesiva ēente al juez, superior completamente
U fl ü ("1.QI1.\1ia
Hifundada. ya que con dicho juez sostenía un trato familiar exce-

199
" I

lente. En cuanto se aproximaba a él, lo sohrccugíu un a tremendaã


. .

opresión, sin que previamente hubiera habido rep res ent aci ón psí-
quica concomitante alguna. Podía dominar exteriorrncnte la Llflgug.
ti _v el temblor que sentía. estos trastornos no disminuyeron
en el
transcurso del tiempo. pero se fue acostumbrando a ellos.
En el verano de 1905 tuvo que sustituir a un abogado del Esta-
do cuyo agotador servicio acabó pronto con la re sis te nc ia nervlo-
sa del paciente. Cada día, antes del trabajo lo sobrecogía una opre-
sión, angustia e intranquilidad torturantes, durante las exposiciones
en público perdía el hilo de sus pensamientos, se distraía y hablaba
de un modo confuso. Continuamente luchaba en su int eri or contra
su excitación. En otoño aumentó su irritabilidad. Un día se oividfi
de plomo de lo que pensaba en medio de un juicio y le sobrecogió
una angustia imen.ra, como si se volviera loco, teniendo que inte-
rrumpir la sesión por encontrarse indispuesto aunque más tarde la
pudo continuar y concluir. Desde este momento padeció un pro-
longado insomnio; el médico le prescribió sedantes cardíacos y le
aconsejó largas vacaciones. El paciente fue a ver a su madre, ésta
nos dice que por aquel entonces estaba muy excitado y agotado.
Exigía que toda la familia le obedeciera, estaba intranquilo, dns-
gustado e insomne. También creía que lo espiaban por la noche
detrás de la puerta, pero no mostró ninguna otra idea de referen-
cia o de influencia.
Pasó dos meses en un sanatorio -desde enero a marzo de
1906-, donde se recuperó lentamente. Pero ya nunca más volvió
8. estar sano del todo. Continuamente lo perseguía el recuerdo del
acceso de confusión que padeció en la sesión de otoño de 1905 y
el repentino temor de volver a caer en él y enloquecer. Desde
entonces no ha perdido su temor a convertirse en enfermo mental.
también tiene otras ideas hipocondríacas entremezcladas, por
ejemplo, estar silìlítico o enfermo de los riñones, tener reblandecl-
miento cerebral o estar tuberculoso. A pesar dc todo, cumplió COD
sus obligaciones profesionales hasta su ingreso en la clínica. HHH'
que sometido a una lucha continua contra sus ideas, hasta el punto
de pensar que ya no podría continuar más y que tenía que pedir cl
retiro. Desde 1904 ha llevado una vida muy moderada en todos los
aspectos, su recuperación fue máxima cuando es tu vo dedicado ll
las maniobras militares. En 1906 trabó conocimiento con la seno-
ra casada, esposa de un amigo N. de X . . hace más de un año que

200
las relaciones son íntimas, lo cual le ha causado continuas excita-
- o n e s y rem ord imi entos de conciencia. hasta que. en diciembre de
cl
191(). SC produjo la catástrofe que SU médico nos describió. .
Todo est o lo relató el Dr. Kluge poco después de haber ingre-
sado en la clínica. el día 12 de diciembre de 1910. Los primeros
días estaba muy 1-fivrirarlzo. parlanchín, más bien alegre. hablaba
dirigía él mismo la conversación y rechazaba las
con v o z tonante.
objeciones médicas con dudas y desconfianza. Hablaba de los
hechos acaecidos anteriormente, con amplia objenvzdad, pero sin
reconocimiento total de su índole patológica. Desde luego. sus
peculiares percepciones e ideas persecutorias bien podían ser enfer-
mizas. pero él estaba ñrmenientc convencido de que el matrimonio
N. le quería hacer algún daño. El amorío con la señora N. le iba a
costar su cargo, la escena de la policía había sido montada expre-
samente, el comisario le había mostrado el álbum de criminales y
el cuaderno de dactiloscopia para probarlo, para indicarle que
seguían las huellas de su delito. Todos los acontecimientos de
dicha época crítica, por ejemplo. el encuentro casual con un cono-
cido en H., tenían un significado concreto y determinado. De pron-
to se le ocurrió que probablemente el amor de aquella mujer sólo
fue una añagaza que ésta le preparó para perderlo. para jugar con
él, y que quizá ni siquiera lo había amado. Esta última sospecha la
niega inmediatamente y con decisión: lo había amado con delirio.
como él a ella. Ella había sido su destino, y es aún hoy el centro
I

alrededor del cual giran todos sus pensamientos. Rogó que en su


habitación durmiera un celador porque temía volverse loco.
A la mañana siguiente (13 de diciembre), el enfermo estaba de
buen humor: había dormido bien, como hacía tiempo que no dor-
mia. Se sentía mucho mejor, y los últimos acontecimientos no le
afectaban. (Nota del médico observador en la historia clinica: evi-
dente con cie nci a de enfermedad: se tiene la impresión de que sólo
ha sido una elaboración psicógena de las vivencias muy afectivas.)
Admitió sinceramente haber sufrido alucinaciones sensitivas e ideas
patológicas -también acerca de la observación policíaca- pero
uñrmó sentirse ya libre de ellas. Aunque antes había tenido ideas de
desconfianza, siempre las había podido dominar. mas probablemen-
te en los últimos tiempos había perdido el juicio recto y la serenidad.
de tal modo que sus ideas lindaban con la locura. El d a 16 de
diciembre se anotó: «El paciente ha pido esta noche varios golpes

20 l

I
y ruido de vestidos en la habitación vecina, esto le recuerda
COSa.g
pasadas: piensa que la señora N. quizá se ha suicidado,
que es
posible que se haya iniciado una investigación c o n tr a é l. Li8€m
desconfianza oculta contra el ambiente y hacia el m ot iv o de
SU
estancia en la clínica. Se deja tranquilizar fácilmente. Son Ímagi.
naciones de una fantasia sobreexcitada que no cre e ni aun CH el
mismo momento de decirlas. tonterías, locuras».
20 de diciembre: La conciencia de enfermedad es clar a y VA RD
aumento, está completamente tranquilo. Ha desaparecido la exce-
siva vivacidad, se ocupa regularmente en trabajos fi s c o s e inte-
lectuales (cortar leña, leer italiano). y cumple las prescripciones
facultativas con minuciosa exactitud. Evita todo contacto con los
demás, pues teme que su estancia en la clínica sea una desventaja
para su futura carrera.
Todo siguió igual hasta en de mes, con frecuencia, el sueño era
deficiente. y la sensación de enfermedad orgánica resaltaba más. A
veces mostraba una ligera desconfianza, se sentía acorralado, pri-
sionero. solo. Estaba muy distraído y era incapaz de concentrarse
en el trabajo, sus pensamientos volvían a girar alrededor de la
señora N.: se causaba muy pronto. no progresaba en sus lecturas
de italiano.
De repente, el día de Año Nuevo de 1911 se produjo un cambio
violento. Por la mañana, muy temprano, y después de una noche
intranquila, fue al encuentro del médico temblando, muy excitado
y violento: «¡Doctor -gritó-, no juegue usted conmigo, no 10
lleve usted hasta el extremo'››. No sabe qué le pasa, pregunta S1
quieren volverle loco o si ya lo está. La causa de su excitación fue
un nuevo cuidador que dicho d a le sirvió por primera vez. El
paciente creyó que era un detective, le pareció que era un comisa-
rio de policía de X. que estaba allí para vigilarlo. Lo conocía muy
bien, lo había visto en la comisaría de X., se acuerda muy bien.
sólo que el bigote lo lleva de otra manera, pero no lo pueden engfi-
ñar, los médicos están de acuerdo con la policía, lo quieren des-
truir. Se enreda en suposiciones siempre renovadas: lo van a €xP|0-
rar para saber si sufre reblandecimiento cerebral. La señora N. se
ha suicidado y lo buscan para pedirle cuentas, está perdido. Deses-
perado y angustiado, ruega al médico que le diga la verdad. Des-
pués, se deja tranquilizar con facilidad y parece corregirlo todos
«Ahora que lo he dicho todo, me parece absurdo».

202
Tras e s to siguió Llfl período de imrarzquilidaa' interior crecien-
te y c le lir iu de referencia. Combinaba los hechos diarios mas
nimios: «Se lo aseguro, es muy raro, esto no había sucedido antes,
no puede ser casualidad›› Estando en la ventana, oyó un ruido, esto
qignilicabü que debía retirarse de allí. El crujido de la calefacción
era para mantenerlo despierto, la llegada de un nuevo médico del
Sanatorio W. significaba que muy pronto iba a ser trasladado a
dicho manicomio, los niños de la calle, que tiraban bolas de nieve..
estaban alii para encontrarlo. Su malestar físico despertó en él la
sospecha de que era tratado con medicamentos secretos o con hip-
nosis. probablemente todo por orden de la señora N.. que aún
seguía ejerciendo una maléfica influencia sobre l, ya que sus pen-
samientos no lograban apartarse de ella. Quizá le había dado algún
bebedizo erótico que todavía actuaba. Se agitaba continuamente en
su lucha interna entre el delirio y la conciencia de enfermedad.
El día 6 de enero, al despertarse por la mañana. le pareció per-
cibir un intenso olor a cadáver, en la habitación continua tenían
que estar realizando una necropsia. La señora N. había muerto. y
le estaban haciendo la autopsia para confrontarlo después a él con
el cadáver. Se había suicidado, y él tendría que hacerse responsa-
ble. La llegada de un nuevo paciente lo intranquilizó, era un
pariente lejano de una antigua prometida suya, por lo que sospe-
chó que estaba allí por él. Sin embargo, se corrigió totalmente al
hablar con el médico. Eran «ideas ajas» iguales a las que había teni-
do cinco años antes en el otro sanatorio. Durante los días siguientes
hubo nuevas percepciones extrañas: el baño estaba demasiado
caliente, habían cambiado los polvos para dormir. Muy tarde, por la
noche, tuv o que explorarlo el médico porque creía tener una úlcera
sifilítica en el ano, que el paciente atribuía a contagio por la señora
N. El canto de dos hijos de otro paciente lo sorprendió, eso no
había sucedido jamás, le parecía estar loco; ¿qué querían hacer con
él? Lo sobrecogió una viva angustia de perder la razón. Intentó
relacionarse con los demás pacientes: paseó con ellos. Después
volvió a creer que por la noche hacían ruido en su puerta. detrás
del espejo sonaban ruidos extraños, crujidos, golpes. movimientos
de mesas. ruido confuso en la habitación contigua. Conversando,
manifestó de repente la idea de que el señor N. lo perseguía. que
tenía parte en todo lo que estaba ocurriendo. En ocasiones afirma-
ba que podría tener una ascendencia distinta de la conocida. ser

203
quizá príncipe. Todo esto lo corregia completamente, temía SllfrlI
reblandecimiento cerebral y tener imuginaciones y alucinacion
. . es,
sólo así era posible tener a la vez esas ¡deus dc ln ra m cs , P*3llsf=cum x

rias y de grandeza. Se sentía cambiado en su ser, aunque I


no sabía
lo que le pasaba. l

El día 14 de enero, el delirio de referencia aún estaba oH pe


rf-
odo de incremento. Tenía la sensación dc que había determinada
s
personas dedicadas a intercalar en lu conversación ciertas palabras
referentes a su asunto, de esta manera lo querían excitar, y probar
S l lo notaba y si tenía aún sensaciones y percepciones normales
Repetidas veces resurgió el temor a la sífilis y al reblandecimien.
lo cerebral a consecuencia de un contagio por la señora N., quizás
esta última cedió a sus requerimientos, sólo para convertirlo en
enfermo luético. Su propia madre podría haberse puesto de acuer-
do con su enemigo mortal N. para conspirar contra él.
El 17 de enero confesó al médico haberle ocultado varias veces
ciertos acontecimientos íntimos. Dos días antes, en la comida del
mediodía, había tenido repentinamente l a impresión de que en la
habitación contigua escuchaban la conversación, que luego tele-
grafiaban a X. Había oído la misma señal de Morse que oyó cuan-
do se desencadenó su enfermedad, era como si cayera rítmicamente
una gota de agua sobre un conducto metálico (¿en la calefacción'?).
Ha tenido muchas veces la idea de ser escuchado, creyendo que en
la habitación contigua había un aparato magnético que registraba
sus pensamientos. Sin embargo, no ha tenido las percepciones
correspondientes. La presencia de un secretario de Correos des-
pertó en él la idea de que sus conversaciones eran transmitidas a
X., y la visita de un secretario judicial hermano del anterior-Ic
hizo sospechar que lo querían vigilar oficialmente. En el mencio-
nado día, todas estas ideas le parecían carentes por completo de
base y patológicas.
En estos días. su conducta exterior fue de nuevo completamen-
l e tranquila, ordenada y sociable. Pidió que le enviaran actas de
juzgado y trabajó en juicios atrasados, aunque tenía la sensacion de
a
grave insuficiencia y de inhibición psíquica. Se quejaba de que
s.
veces no podía dominar sus pensamientos ni hacer cosas sencilla
y le parecía raro el sentido de lo que leía. e
Q."

El 20 de enero, al leer el periódico. se le ocurrió de repefllfl 0

los diarios estaban arreglados para la «clínica de locos». G5P€¢N

204
les para él, co n artículos para comprobar su crítica y su sano jui-
cio. Durante la visita médica corrigió esta «ocurrencia››, denomi-
nandoln «absurda››
y «enfermiza››. Después se intranquilizó de
nuevo al ver las cartas que llegaban a la clínica: creía reconocer
letras co no ci da s en todas las direcciones. sospechaba lazos entre
las cartas y las personas relacionadas con su adulterio. Algo esta-
ba en marcha contra él, repetidamente pensó que se había cometi-
do un homicidio o un suicidio, del cual se le quería hacer respon-
sable. Los dios siguientes continuó combinando, sin corregir sus
«ocurrencias›› o haciéndolo sólo en parte. Daba la impresión de
una gran tensión .v sobrecarga íntimas. Dormía muy mal, quería
marcharse, abrumaba a su hermana con reconvenciones cuando lo
iba a visitar, le echaba en cara haberlo llevado a la clínica y ame-
nazaba con escaparse. El 23 de enero, después de una visita de su
hermana, se produjo una explosión de desesperación, que se des-
cargó en forma de violento llanto convulsivo, le había dicho a su
hermana que se suicidaría si llegaba a saber que era un loco incu-
rable.
Durante los días siguientes estuvo más tranquilo y durmió
mejor.
El 28 de enero se produjo un cambio sorprendente. Mientras
hasta el momento, su temple afectivo era angustiado, oprimido y
torturado, lleno de temor a lo futuro y con dudas torturantes acer-
ca de algo indeterminado y temible. de lo que le había sucedido y
le podría suceder aún. en un momento su estado de ánimo tornase
eufórico y resuelto; la desconfianza parecía haber desaparecido
por completo. La ciudad había vestido sus mejores galas para reci-
bir la visita del Rey, y en el palacio se había izado la bandera: el
paciente interpretó todo esto como una señal de que había llegado
el gran momento para él. Declaró al médico que las banderas del
palacio signiñcaban que iba a entrar en él, pues desde vaNos dios
atrás había leído indicios de ello en el periódico, se habían referi-
do a la fiesta y a que el Rey venía para recibirlo. El motivo de este
suceso no lo manifestó, pues no lo sabía con claridad. Estaba inse-
guro de lo que decía. a pesar de la decisión externa con que hacía
sus añrmaciones. Sus ideas delirantes no tenían una trabazón inter-
. ni siquiera existía una imagen de posibles procesos que les sir-
vieran de fundamento. Mezclaba la realidad y la fantasía. se con-
lfïldecía burdamente y falseaba el recuerdo de los últimos días al

205
añrmar que hacía ya tiempo que sabía y que lechín notad
habla llegado el gran ha para el. en realndnd, es tuv o lle no de tu que
`Iì10.
res y de sospechas. No se pudieron obtener más de ta lle s
pareció manifestar que iba a ser introducirlo en la fa m ili a real, La
esencia de la formación delirante era ahora distinta: fantás
ti¢;l.
enlreconada y variable, caracterizada por intensos falscamie
nlos
de los recuerdos, y con una patente falta dc crítica frente a HUCVOS
ataques. No notaba. o despreciaba soberanamente, la contradicció
n
que había en sus pensamientos de un día a o t r o , el hecho dc HO
cumplirse sus expectativas, formadas a partir de innumerabllgg
indicios escritos y orales, no le estorbaba lo más mínimo. Dichas
expectativas iban acompañadas de un estado afectivo relativamente
indiferente, en marcado contraste con el temple afectivo, enorme.
mente receloso, de los primeros tiempos, tan tenso, que el médico
debía estar alerta en todo momento a cualquier posible desencade-
namiento agresivo.
Este episodio cedió rcpemiricunenre. El 31 de enero ya no se
acordaba el: absoluto de lo sucedido. Había olvidado las banderas
izadas del palacio y las ideas de grandeza relacionadas con todo
ello, y no volvió a referirse más al asunto. Recayó en sus antiguos
círculos de ideas. y la afección empezó a remitir lenta y continua-
mente. En el centro de todas sus ideas seguía estando la señora N.
Seguía creyendo que había algo contra él por su delito, que los
médicos se lo echaban en cara aunque con buena intención. Ya no
creía que iban a atentar contra su vida, pero sí que podían enjui-
ciarlo por adulterio. Las noticias del periódico, el crujido de la
calefacción, etc., todo lo refería en este sentido, pero se dejaba
convencer con más facilidad que antes y hasta preguntaba espon-
táneamente si todo aquello no eran más que imaginaciones suyas.
El 5 de febrero recibió una notificación para asistir a las manio-
bras militares, a partir de dicho ( l a , sus ideas se dirigieron mas y
más hacia sus intereses normales. En la conversación. muchas
veces se refería a asuntos dc su cargo, deseaba reeniprender y ter-
minar ciertos trabajos que habían quedado interrumpidos 21 CODSC'
c u e n c a de su enfermedad. Se puso voluntariamente en contacto
con su superior y pidió (5 que le enviaran actas para sentenciar var10s.
CSCÍI'
juicios no terminados. En todo ello, en sus inanifcstacioneä
tas y orales, no se en co ntr ab a ninguna .hu ell a anormal' d..excepw
OSI'
cuando se refería a su complejo patológico. Tomaba SUS ¡sp

206
I
cionöfš con tranquilidad y buen sentido. En sus ejercicios lingüísti-
cos italianos. que
llevaba a cabo con otro paciente, demostraba
mucha energía. interés. capacidad de concentración y vivacidad. Él
mismo intentaba desviarse de sus torturantes ideas, aunque no
siempre supiera trazar con exactitud el límite entre lo normal y lo
anormal, por lo que sufría dudas, intranquilidad e inseguridad.
Comenzó a avergonzarse de los sucesos acaecidos anteriormente
cuando los consideraba patológicos.
El día IU de febrero. el médico encargado describe cómo Kluge
SC dedica regularmente a sus tareas jurídicas. El paciente ha ela-
borado varias sentencias que, en posterior análisis, han resultado
estar pensadas muy cuidadosamente y formuladas de un modo
excelente. Desde este momento evita hablar de su enfermedad.
desvía la conversación hacia temas indiferentes, y hasta pide que
no le recuerden lo pasado. Las visitas de su médico de cabecera y
la de un compañero de estudios le hicieron un gran bien, la visita
de su madre tuvo un efecto excelente, aunque antes no había soste-
nido con ella un trato demasiado cordial. Su madre le contó lo que
realmente había sucedido en X., tranquilizándolo y librándolo de
sus temores. Desde entonces, el paciente sabe y cree que la señora
N. no se ha suicidado, que no ha habido acusación pública contra
él y que nadie habla de él y de su asunto.
El 14 de febrero manifestó insistentemente el deseo de ser dado
de alta pronto. le parecía que en un balneario del Sur se recupera-
ría antes que en la clínica, en donde el ambiente le recordaba los
terribles sucesos que había vivido. Diariamente salía a pasear con
un juez de la ciudad. Se sentía por completo libre de temor y de
tensión, pero a veces aún resurgía cierta tendencia a una descon-
fianza generalizada e indeterminada, y a establecer relaciones fal-
sas, entonces le contaba al médico que «el día anterior había sufri-
do una pequeña recaída». que de repente se le habían ocurrido
cosas raras y sospechosas, a las que no había prestado atención.
En la segunda mitad de febrero hizo los preparativos para mar-
charse. Le habían enviado prospectos y folletos de viaje, y decla-
ró estar perfectamente recuperado y necesitar sólo reposo físico.
De hecho, últimamente no se encontraban en él huellas de repre-
se n fa ci o n e s patológicas n i irregularidades del estado de ánimo: el
Paciente se negó a una catamnesis detallada. ya que el recuerdo le
era aún demasiado penoso. Su conducta era completamente natu-

207
I

tal y normal, su estado de ánimo, jovial y confiado, y d€slLlc:¡b


SUorgullo y su vivacidad y actividad. un
El 24 de febrero de 191 l , con el co ns en tim ie nt o médico
trasladó a Meran. se
`
Cammnesis de 1917. El Dr. Kluge ha estado como o f ic ia l en
el
frente de Serbia y de Rusia. Escribe cartas optimistas acerca de sus
experiencias en el frente. demostrando así su excelente estado fí
si-
co y psíquico. El autor de esta obra las ha lerdo, ni su c o n te n id o H!
su estilo muestran señal alguna de trastorno psíquico. Ha vuelto il
sus actividades judiciales y ha sido promovido en su cargo. Las
personas que lo han conocido en el entretiempo describen su finu-
ra y su suavidad. Aunque su comportamiento social es agradable
y amable, en conjunto ha adoptado cierto retraimiento aristocráti-
co. Ha evitado cualquier conflicto público, su naturaleza no es
robusta. y su modo de vivir ha dado a veces la impresión de exi-
gente y refinado, pero su elegancia y refinamiento no le han con-
quistado simpatías entre el pueblo. Ha sido siempre muy sensible
y vulnerable. Ha vivido retraído y ordenado. Su antiguo casero
alaba mucho su carácter, su comportamiento exquisito, su afán y su
laboriosidad. Afirma que ha sido una «persona muy Ana», un gen~
ƒlemcm.
Caiamnesis de 1926. El Dr. Kluge actúa de juez en un tribunal
superior. A l anal de la guerra se convirtió al catolicismo, y en la
actualidad es un católico muy ferviente, oye misa a diario. Está
casado y tiene dos hijos. Lleva una vida completamente retirada de
sus suegros y de sus antiguos compañeros universitarios. Lasper-
sonas que lo han conocido dicen que es «muy silencioso, y siem-
pre algo raro».

En el caso Kluge, la salud mental se ha mantenido durante


quince años. Ya no ha vuelto a surgir la psicosis paranoide. La acti-
vidad profesional permanente y la capacidad para fundar un hogar
demuestran su relativo equilibrio psíquico. Sin embargo, en co
n-
traposición al resto de nuestros casos, aparece aquí cierta desvía
cia
cien de la personalidad hacia el lado esquizoide. cierta tenden
rio , aun que sin nin gún sín tom a p ro c e s a l.
hac ia el aut ism o sol ita con-
ho cas ual el que la te ns ió n
Co n tod a seguridad, no es un hec
ue lva en una su bli ma ció n rel igiosa. con un claro
flic tua l éti ca se res
rasgo de beatería.

208
Por ello. el caso Klu ge es muy interesante desde el punto de
vista diagnóstico, ya que en sus contornos externos, y hasta un
determinado momento, ofrecía el cuadro de la antigua paranoia clá-
sica: una ve z se hubo desarrollado la florida megalomaniìz a partir
del intenso y descontado de liri o persecutorio con el sentimiento
básico de la inexplicable divergencia entre el yo y el mundo, no
parecía e x is ti r duda alguna acerca de que un proceso patológico
progresivo. endógeno, se habla apoderado del cerebro del enfermo.
Apenas consolidada esta concepción. se produce un descenso críti-
C0 de todas las manifestaciones patológicas. el paciente sale practi-
camente curado de la clinica, y desde entonces ha mantenido sor-
prendentemente su capacidad profesional y militar.
Lo que ya al principio podía hacer dudar del diagnóstico «para-
frenia» -para utilizar la denominación moderna . y efectiva-
mente hizo dudar de él, fue, en primer lugar. la centralización casi
permanente del estado afectivo en torno a una vivencia sobrevalo-
rada, y, sobre todo, la amplia corrección, en parte inmediata. en
parte surgida en los intermedios más tranquilos, de las ideas deli-
rantes. Este continuo vaivén entre el apasionado burbujeo de repre-
sentaciones delirantes y la asimismo viva retirada de las mismas.
apenas se observa en grado semejante en los procesos psicóticos.
l

I
El caso pierde todo su carácter enigmático si se observa en el
marco de nuestro delirio sensitivo de referencia. El Dr. Kluge
queda afectado de un delirio sensitivo de referencia después de una
larga lucha interna de años, para encontrar la solución de su rela-
cion con una mujer casada, que él considera injusta e inmoral y
que elabora en el sentido de la insuficiencia vergonzante. Por
tanto, es sólo una pieza complementaria de los conflictos ético-
sexuales de las solteronas y de los masturbadores. En el caso de
Kluge no echamos de menos las reacciones neurasténicas frente a
los in flu jo s agotadores -examen, sustitución de un abogado- ni
la ostensible ten den cia al pensamiento obsesivo -temor ante el
superior. pebre de candilejas-, así como ciertos sentimientos de
Wâfërerzcia habituales o graves desviaciones hipocondríacas. por
filfimplo, el temor delirante a su contagio sifìlitico por la mujer.
que, desde un punto de vista psicológico, siguen un curso exacta-
mente paralelo a las afecciones medulares imaginarias de los mas-
lllrbadores. La disposición caracterológica de Kluge, con su Ana
blandura afectiva, su extraordinaria susceptibilidad y su íncapaci~

209
dad de res ísren cfcz qƒëcfiva. .su c.~rc'ru.rn:¡u:.¬a pedantería y SH
1 Orgtf,
H o czrístoercirico y tenso, ¡nuestra los rasgos lun du me ma leq de |
* a
personalidad sensiUva.
- =- de la 1ndlvldualldad
Pero u na' parte " - ' - ~ ›dc Klugc. ' rebasa . .
el Mílfcg
del tipo sensitivo y da 11 la historia clínica una tonalidad
esPecial
frente al resto dc nuestros casos. Desde su temprana juventud
puede reconocerse en el paciente un pequeño com po ne nte pnmtfi-
vo junto al sensitivo. Es difícil de educar, violento, inclinado H
excesos en su pubertad, a veces dominador, exigente y p€I€.5n
«toda la familia debía obedecerle», su médico de cabecera COÍDLI-
nica que experimentó un violento ataque dc cólera co nt ra SU
amada. Estos rasgos de egoísmo activo y caprichoso no son pro-
pios del cuadro caracterológico sensitivo puro. Nuevamente resul-
ta característico de las relaciones específicas existentes entre el
carácter psicopático y la reacción psicopática, el hecho de que este
rasgo primitivo del carácter de Kluge se pueda seguir, a lo largo de
todo el curso de la enfermedad, como un hilo rojo enhebrado junto
a las formas expresivas sensitivas.
Ya en la elaboración vivencia destaca claramente,_¡unto al con-
flicto psíquico ético intimo, el motivo egoísta, el miedo puramen-
te externo ame el castigo y el compromiso. La misma psicosis va
precedida por un rztaque hisféríco grave. El ataque angustioso noc-
turno va acompañado de temblores de piernas, espasmos. convul-
siones de los miembros, enderezamiento del cuerpo y habla afec-
tada. Más tarde, durante la visita de la hermana, se ha anotado un
violento llanto convulsivo. Recordamos que en todas las historias
clínicas hasta ahora mencionadas faltan en absoluto síntomas his-
téricos dignos de mención -excepto en el caso de la señorita
Feldweg, que sufría ataques histéricos-. Y justamente ella era la
única en la que observamos una visible aparición de rasgos carac-
terológicos egoístas. Este paralelismo entre los casos Kluge )'
Feldweg es una nueva prueba en favor de la opinión manifestada
en el capítulo 2 del presente libro, al afirmar que las reaccionêã
histéricas aparecen con preferencia en los psicópatas primitivos.
Téngase asimismo en cuenta la extraña fase de megaloman1'0
de la psicosis de Kluge. Si observamos con más at en ci ón . VEFEITIÚS
a
que en modo alguno se desarrolla, como la megalomanía de I
paranoia clásica, de un modo lógico y consecuente a partir del del0
rio persecutorio. A l contrario. es como un cuerpo e x tr a ñ o situadfl

210
l
CH medio del curso de la psicosis. que de por sí es muy compacto
bien relacionado combinatoriamente. Constituye un episodio
y
bien delimitado. de :res días de duración; aparece repentinamente
y desaparece del mismo modo. La psicosis de desconfianza del
delirio dc referencia que ya existía, sigue después su curso como
SI nada hubiera
sucedido. Una doble ¿1NU1eS1a separa, como un pro-
fundo foso. el período de la megalomania de su circunstancia tem-
portal1' una vez desaparecida dicha circunstancia. se borra por com-
pleto y de un modo permanente de la conciencia, tal y como en el
momento de la megalomanía no se recordaba el estado psíquico
previo, o se había sustituido por falsos recuerdos. Por tanto, la
megalomania nace en una fase de alteración de la conciencia,
¿m er am en te delimitada, que estamos acostumbrados a observar en
la psicosis histérica. Mencionemos, de pasada. el caso análogo de
un paciente nuestro procedente de la Clinica Neurología Militar,
que, despues dc haber quedado sepultado entre ruinas durante la
guerra. padeció una psicosis histerica, curada mas tarde, con ten-
sión afectiva extrema, numerosísimos ataques de gran mal y pic-
nolepsia, en este paciente surgía de pronto, en medio de un araví-
sirno paroxismo de angustia, un delirio de tonalidad eufórica: creía
ser el Shah de Persia y desempeñaba su papel con dramática apa-
ratosidad. La megalomanía de Kluge adopta las mismas caracte-
rísticas de intervalo inmotivado entre graves tensiones afectivas
distímicas.
Cum grano salis, podemos considerar esta megalomanía como
un islote histérico dentro del curso del delirio sensitivo de referen-
cia. La alteración de la conciencia no se basa sólo en la capricho-
sa variación de todo el estado psíquico al principio y al final del
periodo eufórico y en las amnesias relacionadas, sino también en
la re la ja ci ón asociativa dentro de la fase misma. que distingue a
este período de todo el resto de la psicosis. Desde luego. durante
el delirio persecutorio no faltan elementos disociativos aislados. de
aparición brusca, como. por ejemplo, las ideas de registro de pen-
stlmientos, transmisión magnética o telegrzifìca y toda clase de
manifestaciones fantásticas del delirio de referencia. Pero estos
elementos aislados son extraños y se confrontan en seguida con
todo el contenido consciente para ser corregidos o, si es posible.
explicados razonablemente mediante procedimientos racionaliza-
()l'CS,

211
Las ideas patológicas en el período dc la megalomanía se Cum.
portan de un modo completamente distinto. El enfermo se tfificre
a sí mismo el engalanamiemo de la ciudad, v a El entrar en
Palacio,
el Rey lo recibirá, espera un gran ac on tec im ien to, se .siente
muy
optimista y seguro de sí mismo. Pero no sabe con CX IICÍ IÍUÚ cuál es
la verdadera finalidad de todo el asunto, no conoce la re la c ió n ¡nte
rior de las cosas. Establece burdas contradicciones sin cr íti ca ãllgu
na y no sabe explicar motivos. La formación delirante es *<VílIÍable,
caprichosa, fantástica. caracterizada por notables falseamientos de
recuerdos, y ausencia total de crítica frente a nuevas ocurrencias».
Hasta la índole poco afectiva y más bien juguetona de la vMora-
ción de estas breves ideas de grandeza tiene su paralelismo CU
determinados estados crepusculares histéricos.
Aunque utilicemos el término fzisrérico en relación con el peri-
odo megalomaníaco de nuestro enfermo, estamos lejos de afirmar
trivialmente que este período es un estado crepuscular histórico.
Así sólo conseguiríamos borrar la peculiaridad de este cuadro psi-
quiátrico tan peculiar, consistente, por una parte, en el predominio
de la formación delirante, y, por otra, en la ausencia de un verda-
dero enturbiamiento de la conciencia. Sólo afirmamos: se trata de
una alteración de la conciencia, exactamente delimitada es decir,
de una desviación en el sentido ya definido antes, una desviación
que tiene un visible paralelismo con ciertos estados crepusculares
histéricos, sin ser idéntica a ellos. Nos parece justificado el hecho
de trazar este paralelismo en vista de las claras inclusiones histéri-
cas que aparecen en el cuadro patológico. por ejemplo. el ataque
histérico inicial.
¿Debe intentarse la explicación del contenido de esas misterio-
sas ideas de grandeza? De la historia clínica no se deduce que,
además de la motivación externa de las banderas izadas en el pala-
cio, tengan una raíz asociativa más profunda en la vivencia pato-
gena, aunque no por ello está excluida la posibilidad de dicha rall-
En realidad, es el mismo mecanismo asociativo del delirio de refe-
rencia, que en este momento actúa en favor de tal afecto eufór1co-
y que antes aportó el material necesario
.
. para el estado de amm ' ' 0

lleno de desconfianza y de negros presentimientos. Por tanto.


en
. ,
sentido estricto no tenemos que explicar de qué manera ha 1168.d
. ado
. , . ¬ U1 O
el paciente a sus ideas regalo maniacas. sino cómo ha consögó el
. . -
SU afecto pasar repentinamente de su previa y té tr ic a condal
' n

212
la posterior euforia. Existen cienos paralelismos psicológicos nor-
maÍ€s- La po síb ilir lad de transformar una emoción extrema en la
emoción co n tr a ri o cuando alcanza su punto culminante. parece ser
u fl 0 ley psicológica. Una alegría excesiva puede estallar en lágri-

mas. El tránsito de una angustia vivísima y depresiva a una sere-


nidad va cía de co nte nid o aparece en el caso de Renner y se expli-
CH también en diversos ejemplos psicológicos normales. La
transformación de una sensación tensa de desagrado en petulante
euforia, como en nuestro caso, ya es conocida de antiguo, por
ejemplo. en el llamado humor macabro. Es fácil sospechar que el
período eufórico de Klu ge representa una especie de culminación
de la d id im io excesivanzente tensa, y a que antes encontramos un
incremento máximo de la «carga y tensión internas» hasta llegar al
es tal lid o desesperado y a la crisis de llanto convulsivo, y una vez
cerrada la fase megalomaníaca, asistimos a la remisión definitiva
de la psicosis. Por ello, la fase eufórica de tres días de duración
representa, por así decir, la peripecia del drama psíquico. del
mismo modo que en el caso de Helene Renner el punto culminan-
te y la crisis hacia la mejoría se unen en el breve período de apatía
crepuscular.
Sea como fuere. el delirio sensírivo de referencia, en sus for-mas
graves, tiene una clara tendencia a mezclarse con fantasías desi-
deratívas -muy frecuentes, por ejemplo, en el delirio erótico-- y a
producir ideas megalomam'aca.*¡ al alcanzar su punta culminante.
Esto lo hemos observado, en un grado menos intenso, en Heleno
Renner y en el tornero de Friedmann, pero su rica proliferación en
el caso Kluge en el momento de la alteración, se basa en las afini-
dades históricas del cuadro patológico y, en último término. en el
componente caracterológico primitivo del enfermo. La hipótesis
clásica de la paranoia. según la cual la megalomania surge combi-
natoriamente como resultado lógico del delirio persecutorio. debe
rechazarse resueltamente por lo que respecta a la explicación psi-
cológica de las ideas megalornaníacas en el delirio sensitivo de
referencia. Nosotros no hemos observado ninguna clase de desa-
rrollo lógico, sino una aparición repentina y aislada, subjetivamen-
te extraña, de diversas ideas mcgalomaníacas, o una transformación
instantánea de la fase persecutoria en la fase megalomaníaca. Por
ello nos inclinamos a explicar esta transformación mediante un pro-
ceso af ec tiv o retejo según analogías psicológicas normales.

213
Ap art e de l a lzer enc ía hi.\*téf'ic°a, hemos mencionado
CN el mis
Klu ge , tod o aqu ello que se re fìer e a ras gos his tóri cos '. < 0
e l ata qu e cumtvtf lsív u inic ial típ ico . el llan to C`an\'u
I.fl'vÍ› hM€ r01d
P0SlC I' v.
II]()€8I
finalmente, la alte rac ión de la con cie nci a acompaña
da de (Wide
s i , dur ant e le me gal om aní a. Todas est as bre ves
l`:1ses SC PI-I€den
obs erv ar, en los pun tos afe ctiv os cul min ant es, en form
a de islotes
limitados incluidos dentro del curso simple del delirio s e n s it iv a
d
referencia. u E
Pero. aparte de estas reacciones aisladas, la huella
del TES
earacterológico primitivo se rastrea de un modo continuo, go
a lo
largo de toda la psicosis, en forma de un sfnmma [)€ I'N1(Hl€llf('. EI.
afecto fimdamttnfal del delirio sensitivo de n;jƒlerenr:ía de Kluge
posee una ligera desviación dc tonalidad en comparación con las
psicosis sensitivas puras. La sensación de insuficiencia grave, de
desesperación culpable y de angustia íntima, propia de dichas psi-
cosis, es, desde luego, muy viva en Kluge. Pero este tono sensiti-
vo fundamental enlaza con u n a descanfianza ofensiva, con Uflll
tendencia explosiva y colérica apenas dominada, con una carga y
una tensión internas, que en los primeros tiempos hizo temer al
médico la aparición de descargas agresivas. Este estado perma-
nente de ánimo tenso, activo y explosivo. no es propio de las psi-
cosis sensitivas, en cambio, es la característica principal de un
grupo de psicosis primitivas. como y a hemos mencionado en el
capítulo 2. Desde luego, el rasgo afectivo primitivo jamás aparece
en el delirio persecutorio de Kluge, aunque se adivina a través de
los afectos sensitivos dominantes, oculto temporalmente y frena-
do, pero aún bastante peligroso para el ojo clínico del médico.
También la repentina variación de la intensidad patológica, los
continuos cambios de violentas explosiones y sorprendentes remi-
siones hasta llegar a una tranquilidad aparentemente cristalina. Soll
un rasgo primitivo típico que ya conocemos en las psicosis por
shock producidas durante la guerra. Se puede decir que la afección
de Kluge sigue la curva de mrenszdac -
. 1 (1e una ¡Jsicosis prd. 0›
:'mi¡ivque
De esta manera. su curso. en un lapso de dos meses Y Me lo.
.'
_
en comparación con las formas más graves del delirio sensitivo de
la repentina
referencia puro es muy agudo. coincide muy bien con
cø.
remisión no seguida del estadio neurótico-referido subcróni
Kluge es cl siguiente: d e l i r o sen-
Nuestro diagnóstico del caso
siii vo de referencia, con rasgos primitivos O le .çƒ 6]° ¡C O- pf¡ ¡fl1 H\ 0

214

J
Por lo demás, en este caso vemos que las psicosis sensitivas
gr2lvcs 110 se detienen en el delirio sensitivo simple, sino que ori-
gimln ideas persecutorias concretas con una formación sistemática
elaborada.
más O menos
Gottlieb Helo, nacido el 12 de febrero de 1872, posadero. Padre
bebedor. m u y excitable, temporalmente distímico. Una hermana.
hipcrexcitable, y una tía, psicópata criminal. El paciente es un hom-
brecillo canijo, que desde su infancia ha crecido débil y enfermizo.
Él mismo dice que en la escuela fue siempre algo temeroso y «debí-
lucho». retraído y poco dado a peleas. De vez en cuando sufrió
lipo rím íus Izis rér ica s y ataques convoy/sívos. por ejemplo, al ser des-
penado por su padre durante la noche. Inteligencia mediana.
Se casó en 1908 con una mujer enérgica, guapemna, fiterte y
adinerada, que le era fiel y lo trataba con amabilidad. A los clien-
les y amigos de Held les gustaba verla en la bodega de vez en
cuando y le echaban algún piropo. aunque sin propasarse jamás. El
paciente era bondadoso y ordenado, a pesar de ser irritable y sen-
sible; amaba mucho O su esposa, pero ella tenía que evitar cuida-
dosamente todo lo que pudiera herir exteriormente sus sentinzien-
ms de autoridad. pues, por ejemplo. no soportaba que se disgustara
con él en presencia de los clientes o de sus hijastros.
Vivieron felices durante algún tiempo, hasta que, hace un año.
cl paciente mostró indicios de trastorno mental, persiguiendo a su
mujer con unos celos absurdos. Él mismo dice que ciertos motivos
le provocan una sensación de presión en la cabeza, le tiemblan las
piernas y le sobrecoge una sensación de angustia indeterminada.
Entonces lo sobrecogen malos pensamientos, está malhumorado.
mira tìjamente delante de sí y estalla contra su mujer, llenándola
de improperios al menor motivo. El paciente comienza a retraerse
porque cree que todo el mundo se aja en él, es misántropo. se sien-
ta sólo en su habitación y llora. En la actualidad está dominado por
Ideas cclotipicas, sin atender ninguna observación, durante los dis-
gustos se comporta de un modo violentísimo, pero luego no suele
acordarse de nada. Espía a su mujer por el camino cuando ella va
sola al pueblo, observa. desconlìado, cualquier mirada de su espo-
SH. cualquier movimiento de los clientes en la bodega. Aunque
concede no haber vis to nunca «nada cierto». tiene la sensación de
SET burlado ocultamente. Uno de sus amigos se marcha sin saludar.

2[5
poco después sube la mujer del sótano trayendo una bulella d
vino. Un par de días más tarde llega
6 el mismo amigo g muy ¡eme e
no. la esposa se asusta visiblemente. afirmando que ha sido
DDI' no l
estar peinada todavía. El paciente se guarda todo esto Para sí
y
piensa.
Estos estados duraban una o dos semanas, y después SE Com.
portaba dc nuevo ordenadamente, era «el hombre más bueno del
MundO», amable con su esposa. laborioso y con plena conciencia
de su enfermedad. Ultimamente, sobre todo después de haber sido
desheredado por su padre gracias a las intrigas de sus hermanos,
l
los ataques se suceden con creciente frecuencia, y los intervalos
libres de trastornos son más cortos. Se ponía <<rabioso››, amenazó
con suicidarse e intentó ahorcarse, estaba muy deprimido, y H
veces se pasaba las tardes o las mañanas caminando sin rumbo por
los alrededores. Comenzó a beber, cosa que antes jamás había
hecho. siempre estaba celoso y excitado sexual rente, torturaba a
su mujer con sus ideas, decía que iba a incendiar la casa y lanzaba
tremendas amenazas. La esposa y los hijos temían por sus vidas.
Finalmente, fue ingresado, en octubre de 1913. para S H obser-
vación. en la Clínica de Tilingo. Era u n individuo lábil y excita-
bie, fácilmente guiable y poco independiente en SHS ideas y semi-
mientos, colzibido. pero bondadoso, ordenado y libre de ideas
delirantes. No estaba enfadado con su mujer, sino que, por el con-
trario, deseaba volver a su casa. En una charla de confrontación
con su esposa. que l o superaba ampliamente en aspecto extremo y
en compørtamíenro, y que lo trató con dulzura y tacto, nos aclaró
el estado de las cosas.
El primer desencadenamiento de la ajección -dice su espo-
sa se produjo poco después del nacimiento del primer hijo, que
era algo débil. Un amigo del marido afirmó, en presencia de éste.
que sería capaz de engendrar en ella un hijo mejor que aquél. Poco
antes el paciente había tenido el primer altercado v io le n to con su
mujer: tras haber golpeado una mañana a uno de sus hijastros, que
se habla › - . ' ' CH P re-
comportado mal. Su nlu_1er. exasperada. le grito
s e r i a de los niños: «¡Cochino, eres igual que tu padre'››. Esto le
i-
dolió mucho, estuvo veinticuatro horas sin ir al dormitorio. sum
do en sus pensamientos. Pensaba: «n o me quiere. no me qulBfC>*-
Le parecía que el asumo era conocido en tod o el pue blo , que
mdoâ
e él había qu ed ad o d e s-
hablaban de que se habían peleado, y qu

216

- _ . -
x
hunmdø mir e los demás. No quería ir a la iglesia porque creía que
todos lo miraban. Además, pensaba que había perdido considera-
ción (m i su fin ge n por haber ido al matrimonio con menos caudal
que e ll a .
Desde entonces. cualquier broma, cualquier piropo dicho a su
mujer en la bodega, lo hacía sentirse herido en su honor de mari-
do y se desencadenaba un ataque dc depresión, cólera, celos y deli-
rio de referencia. Nunca sufrió ataque alguno provocado de otra
manera. El paciente escribió desde la clínica una cana a su esposa.
expresándole lo que él mismo pensaba acerca de su afección:
«Siento haberme puesto celoso después de los trastornos surgidos:
por ello te ruego que me cuides para que no vuelva a suceder. He
necesitado reposo, los ataques no volverán si recupero mi honra y
mi consideración ante los clientes y llego a ser el mismo que era
antes de que nos peleáramos. Tienes que saber que no se me puede
dirigir bruscamente en público, cuando estoy algo preocupado por
el negocio».

Alois Urbano, nacido el 2 1 de junio de 1886. maestro. El 27 de


junio de 1912 se presentó en el Dispensario de la Clínica Neurop-
siquiátrica de Tubinga pidiendo ser reconocido. pues estaba preo-
cupado por su estado nervioso. Después de su ingreso hizo el
siguiente relato de su vida: Su padre era un hombre muy excitable
y colérico, su madre había fallecido. Sus hermanos y el resto de su
familia están todos sanos. De niño fue muy despierto, salvaje.
juguetón, pero bueno y laborioso, y aprendió con rapidez. Sin
embargo. empezó a sufrir de los nervios cuando pasó de la escue-
la elemental a la escuela normal de T. Haciendo gimnasia sufrió
una c a d a y, a consecuencia de la misma. conmoción cerebral
*,

cefaleas y vértigos, por lo que dejó de asistir a la escuela: en los


primeros tiempos fantaseó mucho y habló mal de los maestros. Los

~mjii.j? el trabajo Púber psychogene Hìzhnlsvildung. be rraumarischer


tache hemos mencionado el papel de los traumatismos craneales en la
postcnor génesis de formaciones delirantes psicógenas. La acción predispo-
ente Puede durar años después de haber sufrido el traumatismo. El maestro
pintor estudiado en cl capítulo 2 dc la presente obra sufrió también una con-
Møclon cerebral a los quince años. y durante mucho tiempo tuvo trastornos. no
curados aún por completo, aunque no se detallen en el mencionado lugar

217
l

vértigos fueron desapareciendo gradualmente, pero las cefaleas


han persistido. En los últimos años de escuela normal tuvo
..
esforzarse mucho, y le parecía que no podr la s egg u r adelante. En
que
aquellaepoca. el sueño era aún bueno y no había re p re s e n ta c io n
patológicas.
En 1907 aprobó el examen con calificación de <*flOl¿li3lB››
y
seguidamente pasó a ejercer el magisterio. Empezó por tener cla-
ses superiores, enseñó muy bien y se sentía animado y libre, HUF!-
que ya entonces le era penosa cierta Iziperexcirabilídrul intensa, E!
servicio militar (1908-1909) destrozó sus nervios. El sargento de
su compañía. que conocía su irritabilidad, lo molestó de tal TÍIHDC-
ra que en cierta ocasión el paciente llegó a blandir la bayoneta
contra él. Llevó una vida resecada. a veces di.s*.g estada, sin querer
ver a nadie. Nunca pudo soportar el alcohol. si bebía cerveza.
aumentaba su depresión. Al ser licenciado del servicio militar no
volvió a sentirse como antes, sino que era un hombre disgustado,
camorrista y colérico. En 1910 dio clases en un colegio de prime-
ra enseñanza, esto le fue muy difícil, porque no conseguía tener la
paciencia necesaria para tratar con niños pequeños y quería hacer
rápidos progresos a la fuerza. Además, tuvo LU2(l pelea con el
Director, porque éste lo acusó de acciones deshonestas con niñas
escolares, y lo llevó ante los tribunales, en el juicio se comprobó
que la acusación carecía de veracidad, y fue absuelto. Pero este
accidente lo afectó muchísimo. Comenzó a notar que los niños ya
no lo saludaban, y sospechó que el Director los instaba a ello. La
enemistad de la población contra él a causa de sus malos tratos a
los niños la refirió también a las instigaciones del Director, aunque
tenía que reconocer que él mismo ya llegaba irritado al colegio y
trataba mal, involuntariamente, a los niños. Si entraba en UÍIB
bodega y alguien lo miraba, creía que dicha persona era enemiga
de él , y no lo podía soportar, aunque fuera un extraño. Todos se
callaban cuando él iba por la calle, de ello dedujo que acababan de
hablar mal de él. Con frecuencia se sentía muy cansado y le costa-
ba pensar, paseaba mucho, y no podía ver a nadie porque creía que
todos los del pueblo eran enemigos suyos. Muchas ve ce s se dis-
›SI
gustaba S. 'm motivo,
'
y se enfadaba en cuanto alguien•
le dt rla lfl
-1 n

palabra, padecía cefalalgias e insomnio creciente, soñaba mucho )


- › - I I ¬
de forma nnquletame con la escuela. SE c r u j a una puerta. SG sob
I

saltaba pensando que llegaba alguien para ins ulta rlo.

218

...-4
Dado lo tir an te de la situación, pidió ser trasladado a B. Mas
3p¢fi¿ls hubo llegado a dicha localidad, se sintió de nuevo obser-
vdd!! en todas partes e injuriado por doquier. Notó que todos se
calltlbêlfl cuando él pasaba cerca. En su excitación, maltrato a los
niños y lo castigaron con una multa dc 20 marcos y reprensión. El
semeslrfi siguiente. en R.. lo pasó regular. En cambio, su estado
empeoró mucho al ser trasladado a M. enjulio de 191 l , pues dicha
localidad sólo distaba una hora de B . Todos sabían ya que era el
«héroe de B.››, y el consejero del magisterio le avisó al principio.
Todos lo observaban, notó que el vecino estaba mirando horas y
horas ha ci a la clase para vigilarlo. Sabía que en la taberna era cri-
ticado, a pesar de que él nunca fue por allí. La idea de que todos
querían su perdición fue fijándose cada vez. más en su mente.
En agosto de 191 l intentó recuperarse en casa de su padre, pero
se pasaba el día sentado, hastiado de la vida, con evidente misan-
tropía y profundamente disgustado, creía que también allí todos
hablaban de él (aunque, como supo más tarde, nadie conocía su
historia).
Desde octubre de 1911 estuvo en H.. donde combatió, con
esfuerzo sostenido, su enorme irritabilidad. Cuando iba a la escue-
la de mal humor. abandonaba la clase y paseaba arriba y abajo
hasta que desaparecía su enfado. Para dominarse mejor, en aque-
llos momentos tiraba el bastón al rincón y prohibía a los escolares
que lo recogieran. Su afán de progresar con sus alumnos, de hacer
que adelantaran violentamente los retrasados, lo llevaba a reñir y a
golpear, de tal modo que los padres se disgustaron con él a pesar
de que el alcalde reconocía sus desvelos escolares. De esta forma,
no mejoró su estado y llegó a sentir gran desconfianza, tanto, que
a la menor reconvención hecha a algún alumno no podía librarse
de pensar que todo el pueblo iba a injuriarlo por ello. Hasta por las
noches lo perseguía esta idea. Estaba angustiado y se despertaba
sobresaltado al menor ruido, temiendo siempre que alguien vinie-
til H pelearse con él. Varias veces se levantó dormido de la cama y
se despertó junto a la ventana, mirando si había alguien abajo.
Al repetirse estos estados sonambúlicos nocturnos. se presentó
CH la clínica para ser reconocido. Al cabo de dos días de estancia
en ella se si n ti ó más fresco, y su humor mejoró. Después de las pri-
meras noches, en las que gritó e injurió en sueños. durmió más
lfllnquilo, y su exagerada instabilidad fue cediendo. Su comporta-

219
miento y el curso de sus ideas eran ordenados, y se mostraba ime-
resado y culto. A los dos días enjuició razonablemente su hifšlüfia
previa: eran imaginaciones suyas el que la gente lo observara ero.
Y
ticara. Tal y como habían afirmado sus compañeros, «convenía
una pulga en un elefante», se sonrió de sus propias historias y se
tranquilizó acerca de su sonambulismo. Por lo demás. las actas
personales que se pidieron contornaron plenamente los datos ïlpor-
tados por el paciente, sobre todo en cuanto a su extraordinaria irri~
labilidad. Golpeaba a sus alumnos al menor motivo. La explora-
ción física no proporcionó nada relevante, salvo un corazón lábil y
un intenso derrnografismo. El 13 de julio de 1912 Urbano fue dado
de alta, muy mejorado y apto para el ejercicio del magisterio.
El maestro Urbano y el posadero Hcld constituyen un grupo
unitario por su personalidad y su reacción psicopática. Mientras
que los puramente sensitivos y los neuróticos sensitivos de refe-
rencia a los que pertenece también el Dr. Kluge representan
tipos de personalidad bastante raros, muchas veces complicados y
muy predispuestos, los casos de Urbano y Held se parecen más a la
imagen del psicópata universczlmente conocido. E n su mezcla de
Iziperexcifabilidod y fizlra de sujeción y apoyo psíquico, pertenc-
cen, predominante mente. al gran grupo caracterológico primitivo.
Ambos son naturalezas cobardes, dependientes y de débil volun-
tod, ex las cuales pequeños motivos impulsan una vez y otra a peli-
grosos estallidos de rabia. Pero no son sólo primitivos, pues ade-
l

más poseen la capacidad de szƒrír intensamente en su interior a


causa de su disposición caracterológíca. E l orgullo con que
luchan contra los estrechos límites de su naturaleza, la persisten-
cía con que elaboran en sí mismos sus vivencias vergonzantes y
los rasgos de blandura emotiva que descubren, permiten reconocer
en ellos cl suficiente calor ético para hablar con fundamento de UH
rasgo sensínVo erz un cuadro caracterológico predomínomeméflffi
primitivo. Sólo dicho rasgo sensitivo explica ciertos aspectos de SU
reacción delirante. .
El maestro Urbano, de herencia tarada y organismo nervioso.
cae pronto. tras la incorporación a su puesto, en repetidos conflt;
los a causa dc su excesiva irritabilidad, y a que al menor m ot ivo
descarga en salvajes palizas propinadas a los niños. Dado su seno
afán profesional, el paciente sullrc mucho El cau sa de est os hech¡ o.
s.
int en ta d . . . abandonando la cldbë-
v ommars (8 por todos los 1n±.dIos,
\

220

- . 4
Urarldo el bastón, etc., pero todo es inútil.. Surgen largas distimias.
depresiones y nerviosismo grave y creciente. AI elaborar. en el
sentido de la ins ufi cie nc ia vergonzante, su repetido derrota en la
l a írrifabilidurl, empieza a estructurar los síntomas de
lucha c o n t r a
una situación de disgusto que existe realmente entre las gentes del
pueblo. h a c ia el delirio de referencia, todos lo miran, se callan
cuando p a sa por la calle. lo vigilan por la ventana de la escuela
durante horas y horas. A l llegar a otro pueblo ya saben que es el
<<l1él'OC de B». Le vencen la exasperación, la misantropía, el hastío

de la vida. Después de su ingreso voluntario en la clínica, el cua-


dro patológico remite al cabo de pocos días, después de haber
durado dos años aproximadamente.
El co nv ict o matrimonial del posadero constituye la contrapar-
tida de este conflicto profesional. Aquí se trata de un enfermo men-
tal, débil e insignificante, casado con una mujer enérgica y hermo-
sa. La sensación vergonzoso de hacer un papel ridículo junto a su
mujer: es el leitmotiv del trastorno psíquico. Dicha sensación cons-
tituye la fuente transparente de sus ideas celorípicas y referidas,
así como de sus distimias y de sus ataques coléricos, para el enfer-
mo, la sensación, íntimamente reconocida y profundamente senti-
da, de su propia inferioridad, surge de un modo delirante a causa
de la conducta de su esposa, al referirse a sí mismo todos los acon-
tecimientos diarios de la casa y al creer que las bromas que le gas-
tan a su mujer significan una preferencia de los demás frente a él.
y que toda palabra de reprensión que ella le dirige, supone una
grave disminución de su personalidad. Finalmente. cree haber per-
dido su honra ante los demás. le parece que el asunto lo conocen
todos y que todos lo miran al ir a la iglesia. En este caso. los tras-
tornos patológicos desaparecen igualmente en seguida después del
Ingreso en la clínica. El serio afán profesional del maestro Urbano
profimdiza éticamente la sensación de insuficiencia vergonzante.
lo mismo que en el cas o del posadero el tierno amor a la esposa.
justificando así su contemplación desde el punto de vista del deli-
Ho se ns iti vo de referencia. Fácilmente se comprende que en Held
actúan de un modo co nju nto intensos mecanismos adlerianos. En
ambos casos, nuestro diagnóstico es: reacciones afectivas primiti-
WIS con rasgos sensitivo-delirames. De este modo aclaramos simul-

Ulflflamente una de las muchas formas psicopatogénicas del delirio


Ciïlotípico.

-2
7 I
Si exploramos los terrenos limítrofes del delirio s e n s it iv a de
referencia. no podemos pasar por alto el caso VVagncr, puhlicadn
por Gaupp. Se nos podrá objetar: ¿Qué tiene que ver este criminal
cuya historia patológica termina en uno de los asesinatos l

más brutales de la historia policíaca conternporánca, qué tiene qu


e
ver este terrorilìco y sanguinario héroe con las delicadas, CITIOIÍV33
y tinas naturalezas que sirven de fundamento a nuestra descripción
del grupo caracterológico sensitivo? Gaupp señaló expresamente
que la brutalidad no constituía en modo alguno el primer raso()
fundamental del carácter de \Vagner. Se podría decir que el heroi-
co acto de violencia constituye el punto tonal, pero no la cl a ve del
desaiïollo de su personalidad. A l final del libro de Gaupp se cita la
impresión de uno de los jueces: «Esperábamos encontrarnos fren-
te a un criminal despiadado, y tropezamos con un hombre amarga-
do... educado, tímido. a veces hasta infantil». Esto no parecerá
extraño si se tienen en cuenta nuestras ideas, y esta sensación de
parentesco interior se profundiza si oímos responder a Wagner,
cuando se le pregunta si antes del hecho eran más fuerte en él los
sentimientos de culpabilidad o los de odio, que los sentimientos de
culpabilidad eran más firerfes.
El desarrollo de la psicosis de Wagner, que debe leerse en el
texto original, es, en resumidas cuentas, el siguiente: El maestro
superior Wagner comete un acto de sodomía en 1901 , sin que nadie
se entere. Atormentado por violerzrísimos renzordimíentos de con-
ciencia, desarrolla en seguida un delirio de referencia que, inte-
rrumpido pasajeramente al cambiar de localidad, persiste hasta lle-
gar al final y desembocar en la decisión, interiormente combatida,
de destruir el lugar de su pecado junto con los supuestos ditlamado›
res, como efectivamente lleva a cabo en 1913. La disposición del
conflicto psíquico es idéntica a l a del delirio del masturbador --del
que se encuentran rastros en la .juventud de Wagner . El pecado
sexual exageradamente sobrevalorado se elabora en el sentido de
la insuficiencia vergonzante, y se invierte en el delirio de referen-
cia. Esta retención absoluta de l a vivencia patógena durante años.
g
las ¡,ravísimzls tensiones afeclix *as que de ella se desprenden,.1.41
repetida derrota de la autoconciencia ética contra la odiada debili-
dad de la propia voluntad y el temple fundamental de protundƒl
desesperación, angustia y tortura moral. dominado por la culpflbi'
lidad... todo ello corresponde, con una exactitud perfecta. al CUM'

22 ')

- 4
d o patológico sensitivo que hemos caracterizado en los capítulos
Jnterior6s- En su línea fundamental.. la psicosis de Wagner solo ha
sido. durante muchos años, un delirio sensmvo de referencia. Sólo
al anal, la acción liberadora, por decirlo así, que cierra en virtud
de SU propia fuerza el via crucis espiritual de Wagner mediante una
externa, es nuevo y sorprendente. Esto ya no es
violenta catástrofe
la acción propia de un scnsilivo -pues el sensitivo no es hombre
de acción-. aquí aparece repentinamente. surgiendo de las tetri-
cas oscuridades de la vida interior sensitiva a la diáfana luz del día,
un hombre que, lleno de amargo egoísmo y con el sacrificio heroi-
CO de su honra y de su vida, y después de una tenaz y minuciosa
preparación. exige su derecho y su venganza contra el mundo
lleno de enemigos. Una figura extraordinaria. de la talla de Micha-
el Kohlhaas.
He aquí un problema psicológico: ¿Cómo puede nacer del sen-
sitivo, del retraído, angustioso y torturado, el luchador megaloma-
nfaco que, después de un asesinato sin par, busca la muerte en las
llamas de un palacio? No es difícil hallar la solución. Ambos. el
sensitivo y el neurótico combativo, han vivido juntos en el pecho
del mismo hombre desde su juventud', y la insoportable tensión
entre ambos polos de su carácter se ha convenido para él en trági-
co destino. Recuérdese que hemos dicho que la tensión entre el
fundamento caracterológico asténico y el rasgo caracterológico
esténìco constituye la esencia de la personalidad sensitiva, justa-
mente en su aspecto neurótico referido. Pero el componente asté-
nico es el que predomina siempre. En los casos puramente sensiti-
vos, jamás hemos visto que el momento caracferológico esténico
se consolidara hasta formar un factor neurótico combativo total-
meme desarrollado. Pero esto es l o que sucede en el caso Wagner.
Las cualidades que en el capítulo 2 hemos considerado como la
esencia del carácter sensitivo, es decir, el defecto de amortigua-
cton, la am bic ión ilimitada, l a capacidad innominable de tener
afectos estéticos y l a tozudez tenaz. las encontramos, a cada paso.
en la v id a de Wagner. Hemos destacado de las actas estos rasgos
caracterológicos propios del neurótico combativo. tan notables
exteriormente,
porque así creemos tener una imagen cerrada de su
P. rsonalidad. Pero entonces nos encontramos con que los testimo-
OS de otras personas nos inducen a error, pues esbozan una ima-
gen totalmente opuesta de Wagner. Parece como si se describieran

*›
-2 3
dos personas completamente distintas, pues unos describen
al
ƒizmático de la verdad, al rincrrinario reconcentrado en su Elulne
s1l-
amación «lindante con l a megalr›matn'a» y en su d c s p re c lo de ¡os
demás, que se opone radical y apasionadamente a todo lo habido 3
por haber y que por la noche, en la taberna, lanza cí ni ca m en te ala
cara de los asistentes sus réplicas inflamadas de od io . ¿Es éste el
mismo que el fino aristócrata de cøneiencia hipersensible, el soña-
dor melancólico. el camarada «bonachón y dispuesto a ayud¿1¡››,€1
sencillo. tranquilo y «casi N'miclo›› intimista, el hipocondríaco de
nervios débiles que no puede ver l a sangre, el indeciso temeroso y
autoacusado que va aplazando de año en año sus decisiones, el
padre amante de sus hijos? Si alguna vez han coexistido dos almas
en un mismo pecho, ha sido en Wagner. Esta misteriosa cabeza de
Jano había inducido a error a muchas personas antes de su delito.
a muchas les había mostrado una cara y a muchas la otra.
Como psiquiatras, nos es fácil reconocer en una de estas caras
los rasgos apasionados e intransigentes del neurótico combativo y
expansivo, y en la otra. la intimidad suave y ensimismada del neu-
rótico sensitivo. Aquí no se han albergado en un solo hombre úni-
camente dos aspectos caracterológicos, sino dos verdaderos carac-
teres desatollados por completo, y por ello comprendemos la
profunda infelicidad, el misterio y la grandeza de su destino. La
afección psíquica de Wagner representa clínicamente un delirio
sensitivo de referencia que, por exceso de tensión afectiva, termi-
na, oralmente, en una psicosis combativa. Su odio y en parte
también sus ideas megalomaníacas nace de la sensación de cul-
pabilidad, o. como él mismo dice: odiaba la piedra contra la cual
había chocado. La diferencia psicológica del curso patológico de
las psicosis paranoicas en naturalezas sensitivas más débiles, que
suelen ser en realidad tan semejantes, consiste en que la sobreten-
sión insoportable del afecto sensitivo se disuelve en una serie de
trastornos disociativos agudos, como en Helene Renner y en e l Dr
Kluge, mientras que en Wagner poseía aún la fuerza fa ta l necesa-
rio para destrozar violentamente el problema de su psicosis en UÍI3 f

exposición consciente, a l transformar la vivencia sensitivo-HcuTo'


tica en una vivencia neurótico-combativa. Junto a es ta s líneas
reactivas del delirio. cuya raíz se encuentra en vi ve nc ia s sexuallfis
sobrevaloradas, es necesario no pasar por alto una pone de la
.
estrucuira dclnrante de Wagner, que, aunque Sm una dependen
r . cia

224
con respecto de las vivencias aisladas, pero en íntima
inmediata
con l a faceta sensitiva como con la expansiva de su
relación ta n to
¿desarrollo caracterológico, surge y a muy temprano: su megaloma-
convirtiéndose cada vez más en un papel reli-
m'a li t e r a r ia qu e va
¿ ueso de of'aferra Desde este punto de vista, Wagner corresponde a
q
la imagen del paranoico de Kraepelin, del tipo de profeta O inven-
lor. Este delirio profético de Wagner es el refugio de su tonsura sen-
smva, una megalomanía por debilidad -como sucede en muchos
literatos--, un asilo imaginario para evitar los golpes de la vida;
pero1 a su vez. es un potente acicate que conduce al lado caracte-
rológico expansivo de la acción. El paranoico, en el sentido de Kra-
epelin, esta en Wagner inseparablemente encadenado a la estructu-
ra delirante «psicógena››. Esto debe retenerse para la ulterior
solución del problema «delirio sensitivo de referencia y paranoia».
Por lo que respecta a las disposiciones instirzzivas de \Vagner.
todo el que conozca los procesos ideativos analíticos comprenderá
fácilmente las profundas relaciones que existen entre los compo-
nentes anormales de la estructura sexual y los instintos agresivos.

Aun el caso de «paranoia curada». de Bjerre, tan discutido


por Kraepelin y por Mater, lo incluirfamos probablemente entre las
psicosis paranoides de flmdamemo curacrerológíco sensífivo
mixto. A los 18 años -citamos las circunstancias externas, según
el resumen de H. W. Maier_, la paciente insertó en el periódico
un anuncio con fines matrimoniales, «en broma», y estableció una
correspondencia exaltada con un pretendiente cuyo nombre desco-
nocía. Es ta correspondencia duró veinte años, sin perder su anoni-
mato. A los 38 años conoció casualmente al hombre que conside-
raba ideal, y tuvo una gran desilusión. Poco después inició una
relación se xu al con otro, aunque no lo quería, lo hizo para com-
pensar aquel desengaño. Seis meses duró esta relación. Entonces
fue cuando comenzó a ser espiada. Las gentes se dieron cuenta de
que ya no era pura. le hacian insinuaciones, hacían extrañas señas
COn. la lengua. Poco a poco se generalizó la persecución. en el
periódico se publicaban observaciones sobre ella, y, finalmente.
hasta sus mejores amigas participaron en el complot. El delirio
Persecutorio duró unos diez años, con oscilaciones, Bierre trató a
la
x enferma con una psicoterapia intensiva y consiguió la curación
O al.
N
mr,
(`I
I -
I

Aunque falla una descripción curacterológica detallada,


- . . . Con-
viene destacar algunos puntos importantes del trabajo origin
al ac
Bjerre. La paclcntc quería mucho a su hcrrnunu mayor. «En GIIa I

encontraba la protección que tanto necesitaba. pues e ra siempre


muy tímida e insegura. En sociedad se ocultaba detrás de su
her-
mana y la dejaba hablar por las dos». Hemos de admllir que en
estas breves palabras se encierra un complejo de cualidades Ca rflf .
f e rolog x cas fI[7lCI(IIfl&'I1f€ sensitivas. Si a esta notable capacidad
amatoria. a esta necesidad de apoyo, a esta 1 timidez. inseguridad y
ausencia de desenvoltura social, añadimos el hecho de que se trata
de una señorita muy inteligente. espiritual y Ana, habremos capta-
do una importante parte de su perfil psíquico, que nos permite una
clara explicación parcial de su ulterior desarrollo. La relación
masiva y desespiritualizada que la paciente inicia después de SU
primera desilusión. estaba indudablemente muy por debajo de SU
nivel ético. El motivo por el cual surge primeramente el delirio de
referencia, es típico desde el punto de vista caracterológico. En
una carrera de caballos se encuentra con una desconocida y ele-
gante demimondaine que. según la interpretación, indudablemente
exacta, de Bjerre, despierta en ella la sensación de haber descendi-
do también al escalón social de una ramera. Días después observa
en la calle los mismos indicios ocultos que creyó haber notado en
el comportamiento de los hombres con l a defnirrzondaine antes
mencionada. A partir de aquí se desarrollan sus ideas persecuto-
rias.
No se necesitan muchas explicaciones sobre esta constelación
tan tipica para nuestros conocimientos acerca del caso: rasgos
caracterológicos visiblemente sensitivos, vivencia de la insuficien-
c i a ética vergonzante, delirio sensitivo de referencia. La curación deli-
mediante el tratamiento psíquico constituye l a demostracion
nitiva de este concepto. Dada la decisiva posibilidad de influir psi-
coterápicamente, que también han mostrado muchos de HUBSÍÍÚS
casos, consideramos justificado el optimismo médico de Bjerre CIP
este ÍCITCFIO. I

Pero con esto no se agota el desarrollo psíquico de esta mujflf.


En ella enc ont ram os sim ultá nea me nte a una fimática sllffflgma 521:-
con una resuelta capacidad de decisión profesional y un vivo
. r I

ra, que Bje rre


A

des tac a y
r
que ' enfermo a P
la
rím xen to de la jus fzc
má s fue rtes ». «SÍCÍW
ma nife sta r oca sio nal me nte con las «pa lab ras

226

,
pre defendió lo s derechos de la mujer». No debe olvidarse esta
picãfl caraclcroló¡;ica expansiva independiente.
Un tercer aspecto caracterológico se halla estrechamente VIH-
culado al tema de las psicosis dflideratiifczs que más adelante tra-
taremos. «No puedo pensar con claridad y exactitud -dice la
paciente--. Jamás he pensado con el intelecto, sino siempre con
mis sentimientos››. Ya en la infancia era fantástica y soñadora, y
vivía en situaciones imaginarias y en ensueños. A este aspecto de
su personalidad pertenece la correspondencia anónima de veinte
años de duración. que por su constancia y alcance psíquico es
sumamente anormal, surge de una ilusión exaltada hacia una figu-
ra ideal invisible, que cae dentro del capítulo del «amor lejano»
(ver más adelante). ¿Qué nos impide considerar esta fase del desa-
rrollo psíquico de la paciente como una paranoia abortiva de Kra-
cpelin en el sentido de un trastorno mente erótico? Desde luego,
no la estructura psicológica. Mas a partir de esta fase, y por media-
ción de la relación sexual de desilusión O sustitución, igualmente
anómala. surge el posterior delirio sensitivo de referencia con una
continuidad psicológica. El conjunto ¿es una «paranoia›› O «única-
mente psicógeno››'? Ya en este breve esquema es fácil ver lo resba-
ladizo de esta cuestión, así como en el caso Wagner. En el capítu-
lo final aclararemos esta condición de resbaladizo. Pero ya aquí
podemos observar que. lo mismo que las afinidades caracteroló-
gicas primífi vas favorecen la rápida curación de las psicosis sen-
sirívas, los rasgos expansivos de la personalidad pueden ƒïjar _\'
endurecer de M l modo el delirio serzsirivo de referencia, que
durante más de diez años también en la paciente de Bjerre- no
mu es tra tendencia alguna a la remisión espontánea y que, como
en el caso Wagner, alcance una progresión duradera y una siste-
matización elaborada que no pueden ser consideradas realmente
paranoicas.

-2
7 7
FW'

CAPÍTULO 8
NEURQSIS DI; REFERENCIA HABITUALES

Los cua dro s patológicos descritos hasta ahora surgían princi-


palmente como reacciones circunscritas frente a determinadas
vivencias muy emotivas, que destacaban con bastante claridad en
el transcurso de la vida del paciente- En realidad constituyen los
representantes principales y más importantes del delirio sensitivo
de referencia. Pero junto a ellos queda un pequeño grupo de tras-
tornos neurótico-referentes, en los cuales la vivencia no alcanza
dicha importancia decisiva. Se trata más bien de una tendencia más
difitsa a la aurorreferencia, como peculio ridad psicopárica habí-
tual repartida durante largos períodos de la vida. La misma dife-
rencia existente entre las reacciones vivenciales circunscritas por
ejemplo, en la hija del ingeniero forestal G. y la neurosis habitual
difusa, se encuentra también en el terreno de la representación
obsesiva, aunque con la distinción de que en la neurosis obsesiva
predominan los trastornos más habituales. mientras que en los neu-
rótico-referentes destacan, por el contrario, las afecciones reactivas.
Por lo demás, no existe una delimitación clara yfimdamenral
entre el grupo habitual y el reactivo. En algunos casos de delirio
habitual de referencia, por ejemplo, en el Dr. Kluae, hemos visto
que ya antes de la afección podía observarse cierta tendencia a la
sensación habitual de referencia. y, sobre todo, que algunos cua-
dros graves, como en los casos Renner y Feldweg, desembocaban,
sin un límite preciso, en un estado crónico de neurosis habitual de
referencia. En el presente capítulo veremos que, por el contrario.
OH .autorreferencia habitual no se adhiere a su portador con la
rmsma intensidad toda la vida. lapsos de tiempo más o menos tran-
quilos alternan co n exacerbaciones temporales, hasta volver a una

229
I

latencia casi completa de los trastornos. Dichas exacerbaciones se


desencadenan en parte por retención. y en parte por agotamiento,
como sucede también en cl delirio predominante mente reactivo.
Pero. ses como fuere, se trata de estados patológicos más ligeros.
No se hallan cuadros graves de profundo trastorno mental.
El carpintero Baclmmyer constituye un excelente ejemplo de
neurosis habitual de referencia. La inclinación a la autorrefcrencia
aparece ya oH la edad escolar y persiste clexde entnncex, en forma
de una sensación difirsa pero viva, que despieza fácilmente por la
menor pequeñez. En este caso han aparecido dos veces unas bre-
ves exacerbaciones reactivas de este estado permanente. Una vez
pasó a los hechos en un ataque de cólera contra un compañero, y
la otra al hallarse de permiso fuera del cuartel y serle penoso no
haber estado aún en el frente a pesar de su fortaleza física. Por
tanto. se trata de pequeñas vivencias que se elaboraron en el senti-
do de la insuficiencia vergonzante. En ambas ocasiones la sensa-
ción habitual y diflcsa de referencia se transforma en un delirio de
referencia concreto: que observa a ciertas personas, escucha cier-
tus expresiones y sólo se rectifica al cabo de algunas semanas.
Como quiera que la autorreferencia es el síntoma rector del cua-
dro patológico, denominamos neurosis de referencia el estado neu-
rótieo total. No falta la tendencia al pensamiento obsesivo -tan
estrechamente relacionada desde el punto de vista psicológico- y
a la hipocondría. Finalmente, resaltan mucho la distaría constitu-
cional y la tendencia a las emociones depresivas de larga duración.
que muestran una relación parcial con nuestro cuadro patológico.
Por lo demás, pueden reconocerse fácilmente la tendencia precoz H
las retenciones, sobre todo cuando predominan los rasgos asténicos.
y el rasgo esténico -tozudez, afán de justicia es escaso y poco
visible. Mencionemos. de paso, la mezcla de rasgos de in_fnntilisrno
corporal y psíquico.

Franz Xavcr Bachmayer, carpintero y labrador, nacido el 31


de octubre de 1889. Ingresó en cl Servicio Neuropsiquiátrico de
Mergentheim el 30 de junio de 1917, por padecer trastornos ner-
viosos.
Recrió que su padre tenía debilidad nerviosa y que no toleraba
el alcohol, un primo estaba ingresado en un sanatorio mental. dos
herraras padecían de los nervios, una de ellas con incapacidad

230

- 4
1amoral Él padeció desde su infancia sueños angustiosos, pesadi-
I

sonambulismo. Sus trastornos nerviosos empeoraron desde


lla s y
su frió un a ca ída , a los 20 años, desde entonces es muy pro-
que
la s ce fa le a s y vértigos, no tiene energías, y a veces no tiene
penso a
por l o que a menudo ha de acostarse. S1 se e x c i -
ganas de trabajar,
ta. le tiemblan las
ma nos y tiene palpitaciones.
Desde su infancia ha sido míedosn; tenia al maestro. era muy
ƒími(lu ante extraños, y sus compañeros se burlaban mucho .de el
se le grita, se siente muy debil. Es
porque no er a «valiente››. S i
Amy ex cí m bl e; tra s
un periodo de agitación y enfado. pasa sema-
nas enteras disgustado interiormente, deprimido, hastiado de la
vida. mientras sigue pensando continuamente en el objeto de su
excitación Muy raras veces se exterioriza su cólera, pero en cier-
ta ocasión tiró corra una caldera a un compañero que l o irritó:
después tu vo remordimientos de conciencia durante mucho tiem-
po. Nunca en su vida ha estado verdaderamente alegre. sino siem-
pre deprimido y con tendencia al llanto. Blando de carácter: Pre-
fería estar sólo, no soportaba la bebida, y en cuanto al sexo. era
indiferente. Su patrón, que lo apreciaba mucho, lo encontraba a
veces tozudo y excesivamente disputador; era muy picajoso y no
permitía que se discutiera con él.
Muchas veces tenía temores hipocondríacos. Creía estar tuber-
culoso o tener una solitaria, se miraba al espejo para observar su
adelgazamiento. Si alguien hablaba de una enfermedad, en segui-
da le parecía tenerla él también. Tendía a las representaciones
obsesivas. Cuando medía la longitud de un tablón, tenía que com-
probarlo diez veces. Se torturaba pensando en no haber dado bien
un recado. haberse olvidado de algo, etc. Releía sus cartas una y
otra vez antes de echarlas al buzón. Si los compañeros cantaban.
ello le alteraba dolorosamente y tenía que pensar en las cosas desa-
gradables que le habían sucedido.
La ten de nci a a la azuorreƒerencia patológica es inanifiesta en
este caso desde la juventud. Ya de escolar le parecía que trataban
de él si los demás hablaban de algo y él no lograba escucharlo cla-
fflmente. Cuando salía a la calle tenía la sensación de que lo mira-
han por detrás. Si creía haberse puesto en ridículo _por ejemplo,
después de la explosión de cólera en la que tiró contra la caldera al
SU ¢Ompañero-, est os sentimientos alcanzaban el delirio de refe-
tencia, le parecía que todo el pueblo hablaba de ello. veía cómo

231
I

todos lo mi rab an al pasar, oía expresiones re fere


ntes a él. En
l a oca sió n transc
. urnemn
' • . .~:cman'1'~;
vanas y 1.1
¢.. - ura
; seg ' cle H
. ygn d0 fit¬
que1
memento en sus observaciones. sospechando dc varias
guardando un tremendo rencor hacia ella s. De nue vo Personas y
ahora, al vol~
ver del cuartel con permiso, le pareció que las gen tes se
ban por qué él no había ido aún al frente. Esc uch O fras Ptfšgunta-
es contra ¿¡
por ejemplo: «Este también tiene que i r al frente», «todavía
zan.-
gane por aquí». aunque el paciente admite ahora que se habla
ba
de cosas completamente distintas. A causa de ello. renunció ll ¡Od0
permiso ulterior.
Bachmayer es un hombre bien constituido y fuerte. Ausencia
casi total de barba y del revestimiento piloso de todo el cuerpo,
Piel fina, tendencia a temblor de manos y a copiosos sudores. La
expresión facial es muy SHGVB e iiifanfil, muchas veces i'efnerosa.-
en ciertos momentos le tiemblan llorosamente las comisaras de los
labios. Estado de ánimo. generalmente deprimido, llanto fácil. Se
deja animar. aunque su risa suene algo forzada. A l efectuar la
exploración física, por ejemplo, al tocarle la mandíbula. sufre un ai..-
que de risa, que él mismo considera obsesivo, sin emoción humo
mística concomitante. Inteligencia algo inferior al promedio pero
suficiente. Se comportó muy bien y fue dado de alta el 24 de julio
de 1917.
Theodor Knecht, contable de una Caja de Ahorros, es también
una personalidad típicamente sensitiva. Desde su infancia tuvo una
cierta tendencia a la desconfiarlzfl; a los 23 años se desencadenó
una celotipia patológica con motivo de un compromiso matrimo-
nial, aunque en la historia clínica no se encuentran datos acerca de
l a estructura de esta última manifestación. Tal vez había sido con-
dicionada sensitivamente, como la del posadero Hcld. Sea como
fuere. esta opinión es reforzada por l a profiuzda dependencia COTI
respecto a la joven, el amargo arrepemímiemo y la continua tor-
tura de sí mismo durante los años posteriores. El período celotipl-
co duró varios años y terminó al romperse el compromiso..Dcs'
pues de un breve intervalo surge una Ne:u*astem'a de agot(umer!!0›
hacia los 30 años, por exceso de trabajo projèsional, y a continua-
cien se desarrolla una tendencia c/[fizsa a la aurorrejferencia pato 0

lógica, sin núcleo vivencial. La afección mejora sensxblemfimf


durante unas vacaciones de descanso. La. tendencia _ . referente perQ
'CT
sistc en forma moderada durante unos diez anos. sin desapflffi

232

J
ya del todo. Durante este tiempo. el paciente conoce su peculiari-
dad asociativa y se adapta a ella, pues su valor afectivo es habi-
tualmente escaso. y no disminuye su capacidad laboral y social. A
los 4 I años surge UH segundo brote de nuevo por sobreesfieerzo
prfijesizziial. Volvemos a observar la tipica oscilación del neurótico
se n si ti vo entre delirio y obsesión -hasta el mismo enfermo habla
21 VCCCS de «ideas obsesivas» la posibilidad de intuir mediante
factores psicológicos, especialmente por la sensación de mayor o
menor inseguridad, según el ambiente externo, y la pronta remi-
sión del trastorno al someterlo en la clínica a una cura de reposo y
de dirección psíquica. Luego nos enteramos de que se suicidó. pro-
bablemente durante una nueva exacerbación.
Éste sería el único caso de nuestro material en el que el delirio
de referencia aparece como equivalente neuraszénico puro, es
decir en el que se desencadena simplemente por agotamiento ner-
vioso sin una acción vivencia especíñca. Sin embargo. puede tam-
bién pensarse otra cosa: los tranzas psíquicos de la época del
noviazgo pueden considerarse como la vivencia patógena funda-
mental para su ulterior desarrollo, o sea. que la gran labilidad y la
tendencia referente de los años posteriores sería un estado residual.
una neurosis de referencia secundaria. como la que hemos visto en
el caso Renner. También en este último, la vivencia patógena fue
superada y sólo quedó la difusa tendencia a la autorreferencia, recru-
decida por los estímulos de agotamiento. Sabemos que Knecht reac-
cionó de un modo manifiestamente patológico a su compromiso, y
que durante mucho tiempo. después de haberse roto el mismo.
siguió elaborando su conducta frente a la prometida en el sentido
de una ¡nsuñciencia vergonzante. Hasta es muy probable. dada su
personalidad tan tarada y blanda. que dicha primera vivencia,
como en nuestros casos anteriores. haya provocado en la estima-
ción y confianza en sí mismo una rotura permanente. que explica
la ulterior inclinación a la autorrefercncia. Con esta premisa. nues-
tra historia clínica y a no se debería incluir entre las neurosis de
referencia habituales. Sin embargo, es necesario investigar más
a.cerca de la cuestión que nuestro caso nos propone. es decir. la
Importancia independiente del agotamiento nervioso.

S T.heodor Knecht, contable, nacido el 21 de octubre de 1868-


C d|rig1ó voluntariamente, el 22 de julio de 1909, a la Clínica

233
I"' | I . .
I I

Neuropsiquiátrica de Tubinga para que lo curasen. Estaba


mo me nto mu y tris te y apocado, y SLI hermana en ese
nos dijo que C .
lloró al despedirse de su querido perro. Con voz cansada,
suaveasi
sin matices, el paciente nos contó la historia de sus desgracia y
s
todo detalle, para que no faltara nada y se pudiera curar. Referi
mcogn
a continuación la historia de su padecimiento S
Siempre había sido un hombre nervioso. pero hace unos oc
ho
O diez años se esforzó excesivamente en su profesión. ent onc es
DO
le alcanzaron las fuerzas y se desarrolló una neurastenia. É st a, y cl
insomnio concomitante, le impidieron todo trabajo durante seis
semanas, y poco a poco se instaló en L1 s el sentimiento de que la
gente sefijaba más en él, hablaba y hacía gestos referentes aél. Ya
no tenía confianza en sí mismo, ni tanto aplomo como antes. Así
fue como sus ideas referentes aparecieron sobre todo en la calle y
en la taberna, mientras que no surgían en su trabajo, del cual se
sentía seguro, dada su habilidad. Aún hoy sigue siendo así. Ade-
más, le pareció entreoír ciertas palabras acerca de él en las con-
versaciones de la gente. <<Oye, padre, ¿era un billete de mil mar-
cos?››, dijo de forma extraña un niño al pagar el paciente un marco;
y el padre contestó: «¡Cállate', ¿no ves que lo está oyendo'?››. Tam-
bién le llamaron la atención varias veces las expresiones «mil mar-
cos», «dos mil marcos», «ése de ahí enfrente», «¿es posible'?››, «claro
que es él», «¡quién lo hubiera creído'››. De la única forma en que se
lo podía explicar era pensando que tal vez había cometido algún
error en su trabajo. Repasó todo lo que le había podido ocumr.
pero no encontró nada. Finalmente, fue a ver al dueño y l e pre-
guntó si se hablaba de ello en el despacho, pues le parecia estar
oyendo continuamente observaciones que no entendía. El dueño le
dio su palabra de honor de que no era así, y el paciente se conven-
ció de lo anormal de sus ideas. Pasó diez semanas de vacaciones
en el balneario L., y aún allí vio con frecuencia, al salir de la casa
para dar un paseo, que las gentes agitaban las manos como Sl qui-
sieran indicarle el camino.
Desde entonces han transcurrido muchos años, durante los cu
a-
les ha conservado su capacidad laboral. Sin embargo. le quedó
cierta inclinación a la auto:-referencia. pero SC acostumbró a ella. le
. . . . .
fue lndnferenlc y ya no se sumó trastornado. Tampoco no
ó dih-
.
parecía que
cultad alguna en eI trabajo. Había épocas en las que le
. . hacha Sent1rs¢
'-

› ›
se investigaba alguna mala accxon suya, cosa que lo

234
l

profundamente desgraciado. Esto sucedía sin motivo externo. Por


ejcmplü. estaba en un local por la tarde, de buen humor, y de
fgpcnte le llamaba la atencion algun gesto de la mesa vecina y se
veía obligado a escuchar la conversación, lleno de desconlìanza
ante ciertas expresiones. tales como «puede ser», «no puede ser»,
«no lo creo». Durante estas épocas intentó a veces hallar algún
plan premeditado, oculto tras dichas observaciones. ¿Quizá le iban
a dar alguna paga? O pensaba en algún enemigo. en una equivo-
cación. Después de haber creído en esta posibilidad durante meses
y meses, la negaba aportando pruebas en contra. Durante algún
tiempo sospecho de un compañero, creyendo que quería quitarle el
puesto. Pero se repetía a sí mismo que todo era una suposición.
cuidando mucho de no cometer ninguna injusticia por ello.
El prim er empeoramiento serio desde el comienzo de su enfer-
medad se presentó en marzo de 1909. de nuevo como reacción a
mz período de Irabcjo agotador: Esta vez se inició también con
insomnio. Por la noche, veía «unas sombras», pero se decía a si
mismo, despierto, que no podía ser, sin embargo, una noche se
excitó tanto que cerró las puertas con llave, cambió los muebles de
sitio y se preparó para salir a pasear. De nuevo comenzaron a
inquietarlo ciertas conversaciones referidas: «Él tiene la culpa de
que mi marido esté como está», «está en la Caja de Ahorros».
«hasta ahora le ha ido demasiado bien a ése»- Pidió seis semanas
de permiso y se fue con su hermana. donde se sentía en su propia
casa, y recuperó la tranquilidad. Desde el 23 de junio al 12 de julio
reanudó su trabajo, pero en los últimos días volvió a sentirse
repentinamente exc ita do . después de haber pasado dos durmiendo
poco por asuntos del negocio. En el despacho oyó ciertas observa~
clones entre gente joven, y hasta su comportamiento le resultaba
extraño. Habló de ello con un compañero. el cual le aseguró que
TIO había tal co sa . Entonces. el paciente se dijo que volvía a estar
enfermo y se dirigió a la clínica, como ya hemos dicho.
Añadamos aquí algunos datos acerca de la personalidad _\* la
familia del enfermo. Su padre era un hombre sano y ecuánirnc. su
madre, de temperamento apasionado, convirtió la vida familiar en
Una desgraciada y tempestuosa convivencia. El paciente mismo
opina que su madre era excitable hasta un grado realmente enfer-
m1zo. Los n iñ o s no podían moverse en la casa. la madre impuso
Siempre obstinadamente su voluntad. En sus tareas caseras era

235

w
muy exacta. puntual, severa y concienzuda. De joven había
Sid
celosisima sin motivo. más tarde desarrolló una desconfianzaO
generalizada contra el ambiente. Afirmaba que todos ¡ban
COnga
ella, que le quitaban su puesto, que su yelmo era detestable
cuanto ella iba dc visita. Sin embargo, siempre conseg en
uían cal-
marta. A los 56 anos s u f r o un ataque de apoplejía, y a los 68 Murió
de diabetes. Dos hijos de su hermana son enfermos mentales, UHO
hace diez años que sufre megalomanía crónica, y el otro, fêpfgï
sentaciones delirantes, ambos están en un sanatorio mental.
El desarrollo psíquico del paciente hasta la edad escolar estaba
muy influido por la desgraciada vida familiar. Este hecho le dita.
culta el aprendizaje. aunque tenía talento, además, las temas
escenas familiares provocaban en él un intenso sufrimiento emoti-
vo, y por ello el paciente tenía un aspecto deprimido, nervioso y
agotado. Indudablemente, aparte el nerviosismo general, ha here-
dado otros rasgos característicos de su madre. Su hermana dice que
y a de niño era sensible, se sentía fácilmente herido y desprestigia-
do, con una cierta tendencia a descontar. Un noviazgo de varios
años, que inició a los 23 años de edad, terminó por deshacerse a
pesar de que los dos se querían. porque el paciente persiguió a su
novia con unos celos absurdos: ella no le prestaba suficiente aten-
ción, él se irritaba cuando ella hablaba con otro hombre e incluso
cuando alguno la saludaba. Desde luego. casi siempre reconocía
no tener razón, y en la actualidad considera que sus celos eran
enfermizos. El desenlace del noviazgo, del cual se culpa sólo a se
mismo. lo afectó mucho. Se torturó, arrepintiese y se acusó, y aún
ahora le remuerde la conciencia. Todavía hoy, después de veinte
años, visita la tumba de la joven, que murió poco después. Estos
hechos los refirió al médico llorando. También visitó fielmente
durante muchos años a su vieja madre, a la que no reprochaba
nada, mientras ella, y a viuda, vivió en su retiro de L. r

El paciente es persona de muy buen corazón, blando de carat-


t e r , alegre y sociable, excepto cuando estaba enfermo. no era c
avi-
SU
¡oso ni cabizbajo. Ya se ha mencionado el tierno afecto hacia
perro, además, era un apasionado de la Naturaleza y le gustaban . .
so
mucho las excursiones. Su hermana lo tiene por algo ambicio
Por lo demás. es un empleado apto y bien considerado. que Cllm'
ple su pesada tarea con gran puntualidad y a conciencia,
pero sin
am ien to es humilde y po co e x igente.
pedantería, y cu yo co mp ort

236

.
El médico encargado emitió el siguiente juicio sobre el enfermo
al ser ingresado éste en la clínica: «Es un individuo blando. muy
meticuloso, cuyas múltiples consideraciones psíquicas le impidieron
casarse, que se enfada por las bromas de sus compañeros de trabajo,
aún cuando se refieran a otros. Por temor a cometer alguna injusti-
cia. SC prohíbe a sí mismo extender demasiado sus ideas referidas a
determinadas personas. Sólo se encuentra bien cuando se siente
segUro ante los demás -en su casa, entre sus parientes. solitario. en
el campo: o en el despacho, donde se siente superior aunque última-
mente nota cierta inseguridad en este último lugar. sobre todo fren-
te a compañeros más jóvenes . En cuanto se siente inseguro. inicia
una desconfianza enfermiza, a la que fácilmente siguen ideas referi-
das». En la clínica, ya desde el principio observase en él una mani-
fiesta conciencia de enfermedad. Denorninaba «pensamientos obse-
sivos» a sus ideas de referencia, y temía que su capacidad de
resistencia frente a las mismas no fuera idéntica a la de diez años
antes, cuando sufrió la primera crisis. Considera que su desarrollo
psíquico proviene, en parte. de su herencia materna, especialmente
su predisposición a la desconfianza y los celos, y en parte de las
deprimentes condiciones familiares entre las que pasó su juventud.
Físicamente es un hombre bajo, bien constituido, que no muestra
síntomas nerviosos, aparte de un intenso dermograñsmo.
Su estado mejoró rápidamente en la clínica, gracias a la psico-
terapia sedante. Se sentía a gusto allí y se esforzaba en no preocu-
parse por los demás, después de saber que sus ideas referidas eran
patológicas. En cierta ocasión oyó en Correos que alguien deja:
<<¡Cuidado!››, al entregar él 20 marcos. Mas pronto se tranquilizó.
Tres semanas después de su ingreso había mejorado tanto. que ya
no se observaba en él nada patológico. No tenía tendencia a las
Ideas referidas, pero le gustaba estar solo y dar largos paseos. y se
sentía muy bien en soledad. Frente a su desánimo inicial. creía fir-
mementc que podía recuperar su capacidad laboral. Estaba muy
contento de su mejoría y muy agradecido a los médicos. a los que
¢Xpresó cordialmente y con naturalidad su agradecimiento. Su pre-
sencia exterior es hoy la de un hombre que cumple con su deber.
Huflqug no ha desaparecido del todo cierta inseguridad temerosa en
SU Comportamiento. Siguió siendo humilde y de buen corazón.
Igual que antes. El 14 de agosto de 1909 se trasladó a R. para pasar
el resto de sus vacaciones en casa de su hermana.

237
C(1tamnesí.\* de 1917. En el tiempo transcurrido, Knecht
se ha
suicidado. No se han podido obtener más detalles.

Q ¬ . . . ¬ - .
Eugen Heyberg: comerciar, nacido c l I O de diciembre
. • , .
1-_ 80. Su madre padece murosls cardiaca. El paciente ha sido
de
muy
. . .
ne r v roso desde su $ 1 Ne¿, y siempre ha dormido intranquilo
.
¡ s u 9 C

con
pesadillas. temores nocturnos, opresión cardíaca. A la menor exci-
tación sentía pesadez en la cabeza y le sudaban las manos. Ya de
niño era dc una emotividad blanda, de modo que a la menor FCCOII-
vención se le saltaban las lágrimas, tomaba muy a pecho cualquier
pequeñez, se sentía muy desgraciado, dejaba de comer durante un
par de días. encerraba en su interior de tal modo las impresiones
desagradables. que no se le podía sacar nada. A pesar de su enor-
me excitabilidad interna, jamás manifestó cólera. pues era dema-
siado tímido y entrecortado. Entre camaradas estaba alegre y
dicharachero. pero íntimamente era hipersensible. Cuando maltra-
taban a algún animal, le daba tanta lástima que se marchaba
corriendo. En los sermones de los funerales lloraba, tenía miedo zi
la oscuridad. Le gustaba mucho viajar. y a veces se entretenía ima-
ginando paisajes y países extraños. El hacer sus tareas escolares lo
cansaba muy pronto, sólo podía estudiar durante una hora, y el
latín y la Historia le eran muy difíciles. Sin embargo, se le consi-
deraba un alumno mediano y consiguió aprobar el examen final. I

Más tarde reaccionaba si las vivencias desagradables con largas


y profundas distimias, y permanecía «melancólico››. Al llegar a la
edad adulta advirtió que no era capaz de presentarse enérgica y
resueltamente. Y al verse obligado a hacerlo así, se excitaba inten-
samente, y luego se notaba decaído. Su indomable orgullo lo hacia
sentir penosamente tales debilidades. . 0

Su aprendizaje duró hasta los 18 años. después se dedicgeì


auxiliar de comercio, y luego fue buscando colocaciones cada
más independientes, a los 25 años era viajante de comercio, y a los
34 se estableció por su cuenta. . .
Desde los 20 años mostró cierta tendencia a la indecisión. al
temor y a las represen taeiorzes obsesivas. Cuando había de
tomar
ba inú tilm en te ent re ide as contra-
alguna decisión difícil, se ag ita
vel
diclorias, se repetía una y otra vez el mismo pensamiento. cada
más excitado, y, finalmente. lleno de temor y opresión. Cuando
en un lug ar ele vad o. sicn lfi
pasa por algún puente o se en cu en tra

238
i
I

impulsos de tirarse abajo, tiene la manía de abrir repetidas veces


las cartas ya escritas y de comprobar por la noche si están bien
cerradas las pue rtas . Además. después de cada pedido comercial le
sobrecoge la torturante impresión de no haberlo hecho bien. En la
actualidad, estos hechos persisten sin modificación.
Entre los 20 y 25 años sufrió frecuentemente un molesto e
intenso sentimiento de referencia; todo el mundo lo miraba por la
calle y hablaban de él, y muchas veces se volvió para convencerse
de el lo . Este sentimiento se repitió regularmente durante este tiem-
po; era difuso y no se refería a ninguna vivencia penosa anterior.
A veces no tenía un objeto determinado. a veces se refería a su
atuendo, por lo que comprobaba su sombrero y los botones de Sll
chaqueta para saber si era esto lo que atraía la atención de los
demás --siempre fue muy meticuloso en el vestir_. Más tarde,
este trastorno desapareció por completo. aunque volvía a aparecer
en cuanto se disgustaba o se excitaba.
Con el tiempo padeció también trastornos nerviosos orgánicos:
mareos, insomnio, inapetencia, convulsión espasmódica de los
hombros. En 1917, y al tener que prestar cl servicio militar, reac-
cionó con una hemiparesío histérico y temblor agitante, mientras
que no resultaban los trastornos psíquicos. Entonces fue cuando se
sometió a nuestro tratamiento en la Sección Neumológica de Mer-
gentheirn.
Hemos dejado para el final la historia clínica del comercian-
te Heyberg para ilustrar la fase intermedia entre el neurótico
referente habitual y el nervioso psicasténíco de l a práctica dia-
rí a . Hcyberg, tipo sensitivo desde su infancia y con múltiples
tra st or no s neuropáticos, reacciona a la carga de situaciones pro-
fesionales de mayor responsabilidad. a los 20 años. con una lige-
l
ra ne ur os is obsesiva y, simultáneamente, con la inclinación a un
sentimiento de referencia intenso y difuso. Mientras que en el
transcurso del tiempo la neurosis obsesiva permanece invaria-
ble. lo s trastornos neurótico-referentes remiten de un modo
eSpontáneo al cabo de unos cinco años, para reaparecer más
tarde sólo an te oscilaciones afectivas. Sea como fuere, la neuro-
SIS de re fer en cia constituye en este caso un componente inde-
Pendiente y notable dentro del cuadro nervioso de conjunto. y.
por e llo , es digna de mención. En las neurosis obsesivas simples
suele ser más frecuente el hallazgo de un sentimiento de obser-

239
I

lución ocasional y penoso como una más de las m úl tip le s» ffiptg-


SÉÍIIZICIOIICS obsesivas, en este caso no nene nm po rtu nc iu lllgun
a.
subjetiva n i objetiva, como pequeño síntoma parcial. El circuns-
tanciado interrogatorio permite reconocerlo, sin embargo. EN
muchos neuróticos obsesivos.

240
I

CAPÍTULO 9
RESUMEN Y DL:umrrAc¡ón

El delirio sensilívo de referencia constituye un neo


patológico,
O tipo reactivo paranoico, perfectamente caracterizado por su etio-
logía, sintomatología y curso.
Sus caracterfïvricas etiológicas principales son 1

I." El delirio sensitivo de referencia surge. predominante-


mente sobre la base de una rara hereditaria grave, en personas de
gran labilidad reactiva y aun, a veces, endógena.
2.° La constitución psicopática congénita se caracteriza, en SH
aspecto biológico general, sobre todo por su agotabilidad. El ago-
tamiento por el trabajo y por la emoción es un factor muy impor-
tante en la génesis de la enfermedad. La constitución sexual se
caracteriza por una clara instintividad. que va acompañada de un
contacto deficiente, inhibiciones excesivas del impulso y falta de
instinto erótico, junto con los estigmas de un retardo parcial.
3.° Con estas premisas endógenas, la génesis de la afección es
Psicoiógieo-reactiva. Se caracteriza por la triada carácter, vivencia
› ambiente.
4." E l delirio serzsiti vo de referencia viene condicionado por
la disposición camcterológica
*_

Cuanto más sensitiva es ésta,


tanto más típicamente aparece. El carácter sensitivo es predomi-
n a n te m e n te asténico y debe ser colocado, desde un punto de vista
psicológico entre el carácter expansivo y el puramente asténico.

QI ø v
t Es un cmso error la afirmacuon de muchos autores, segur la cual noso-
dos consideraríamos sensmvamcnle conducxonados todos los upas de dchno
e referencia.

241
'
1
I
l

Dicho carácter muestra claramente, cømu tu.xg


: o ¡Jr'lnupa11
~' un dE'_fe(`_
lo de conducción, un déficit de la capacidad dc de ses « qutc
gd Päl - a. -
La personalidad neurótico-referente se distingue de la
neurótico-obsesiva por SU contraste asténico más te n s o . Por
lado, muestra una ext rao rdin aria bla ndu ra afectiva, d e b il id a Un
-
vu lnc rab ifid ad v I:or el otr o, c IC J
* -
' Ha ambzczon
' .v obu.maczon. Los
representantes de este grupo caracterológico son, cuando el d
- ,
d y

' ..
rrollo es completo per*;onu<; conPlicuadas¬ muy inteligentes yB511-
de
gran valía. lanas y muy sensibles, de ética escrupulosa, y cuya vida
afectiva es íntima, hipersensible. se hallan privados de defensa
ante la dureza de la vida. encierran profundamente en su interior
susduraderas y tensas emociones. Su autoobservación y su auto-
crítica son finísimas. Estas personas son muy susceptibles y terca.
pero tienen una gran confianza y son muy amorosas, se valoran en
mucho, son tímidas, y su presentación personal carece de aplomo.
Son introvertidos. pero también asequibles y amables, humildes
pero muy ambiciosos y con una gran capacidad social. La extraor-
dìnaria rninuciosìdad y la pedantería del neurótico obsesivo no se
encuentran en el neurótico-referente, éste no es tan torturador, y su
estructura instintiva es algo menos complicada. Pero también en el
neurótico-referente se observan ligeros trastornos del desarrollo
sexual. El estado de ánimo de estas personas tan serias tiende a
enturbiamientos reactivos de larga duración, aunque en modo
alguno es constitucionalmente depresivo, y a que en algunos casos
hasta puede llegar a denominarse sanguíneo, por sus lábiles explo-
siones de alegría y de dolor.
S." La acción vivencial que conduce al delirio sensitivo de
referencia se basa en el mecanismo de la contención con inversión
posterior; típico del carácter sensitivo y que debe distinguirse clšiu
lamente de la retención vivencia del paranoico expansiva por
carencia de libre actividad afectiva, y de las formaciones complë-
jas del histérico, por l a conciencia de la elaboración vi ve n ci a . La
vivencia de la inszgfieiencía vergonzante, de la inferioridad moral
,
actúa patogénicarnente sobre el caracter ' sensitivo. El sensmvo SC
COI1
traba cada vez más en su lucha interior -oculta y .sin remedio - u
su resuelta falla de egoísmo, su bl anda pr of un did ad em otl vfl Y S

consecuente intimidad. El reto rno obsesionante de la se


rie de repffi'
ten ida con duc e El un gr ad o de se sp era do de [6¡1$¡ÓIl
sentaciones con
, a la tra ns for ma ció n de l co nte nid o vivencxal
afe ctiv a y, finalmente

242
primario en cl delirio de referencia, que constituye la imagen exte-
rior del autodesprccio interno. La interacción psicológica entre el
carácter y la vivencia es la causa patógena esencial del delirio sen-
Sitivo de referencia. Por ello, no son cualesquiera los hechos rea-
les que conducen al desencadenamiento de la afección, sino que
necesariamente son idénticos a los que en la persona normal de
tipo caracterológico sensitivo suelen provocar las mismas compli-
caciones psíquicas graves, aunque sin llegar en ellas a la enferme-
dad. Esta energía patógena se encuentra, en primer lugar. en los
canflicms ético-sexuales. Desde hace tiempo sabemos que sucede
esto en los conflicms de conciencia de los masturbadores, por lo
que respecta a neurosis leves. El enamoramiento tardío de las SOI-
/€f()II(l.S` constituye un grupo vivencia similar. A esto se añaden la
derrota ame tendencias penmzrsas combatidas, como en el caso
Wagner. y los problemas de la moral matrimonial como en el caso
Kluge. El gran papel que desempeñan en la génesis de la afección
las complicaciones ético-sexuales. se explica porque los enfermos
mentales de toda índole tienden a la sobrevaloración psíquica de la
esfera sexual y a verdaderas anormalidades cualitativas y cuantita-
tivas de la vida instintiva. además.justamente en los sensitivos las
contradicciones no superadas, por ejemplo, ciertos excesos de
rigor en la moral sexual, se convierten en l a trampa más adecuada
para su escrupulosidad. Finalmente, las normas convencionales
obligan a ocultar los temas sexuales, y con ello, por desgracia. se
apoya la tendencia a la represión vivencial que se encuentra en el
ca rá cte r sensitivo. Sin embargo, nosotros no creemos en modo
alguno que la esfera sexual monopolice la etiología del delirio sen-
si tiv o de referencia, como afirma la teoría psicoanalítica de la neu-
rosis. Hemos visto surgir complicaciones similares a las anterior-
mente descritas. en otros campos de la vida. por ejemplo, en la
ptøfesión. aunque no por casualidades externas (\Vernicke, Mar-
gulies), sino por hechos de importancia vital que trastornarían pro-
funda y persistentemente aun el ánimo del individuo ronzal y.
además, sólo por problemas de ética individual en el sentido de la
derrota vergonzosa del individuo frente a las exigencias que la pro-
fesión le ha planteado y aun él mismo se ha establecido.
Para evitar interpretaciones erróneas, hagamos notar nueva-
m e n te el hecho de que la opinión defendida, además del papel pre-
dominante de la acción vivencia en el delirio sensitivo de referen-

243
I .H- I

cia de todos los pacientes estudiados por nosotros, no se ba


sa en
un método discutible de exploración psicológica, y HUB mtìn
og en
una interpretación, también dìscutibìe, aunque ingeniosa, de ¡nte
rrelacìones psicológicas entresacadas de los fragmentos incoh
e.
rentes que el enfermo ofrece acerca de su vida re pr es en ta tiv a
paro-
lógica. Al contrario, el fundamento esencial de toda la psicosis
surge inmediatamente durante la conversación en tr e el médico y el
enfermo. en su vivencia radical. El paciente mismo es quien da
todas las interrelaciones, sin que el médico añada nada por su parte.
63 Las accímzes ambientales no son causas imprescindibles.
del delirio sensitivo de referencia, pero con frecuencia actúan
como determinantes complementarios. Están muy relacionadas
con el carácter y la predisposición ética vivencia del paciente, por
cuanto ambos crean en parte el ambiente que después recae sobre
ellos. La fórmula según la cual el ambiente favorece la génesis de
la afección es la siguiente: Tensión de la propia estimación en una
circzmstaneia humillante. Ambos componentes del carácter sensi-
tivo. su sentimiento asténico de insuficiencia y su autoestima esté-
nica, son irritados específicamente por determinadas acciones
ambientales, como sucede también con ciertas vivencias, de tal
modo que su tensión mutua se ve incrementada hasta llegar al esta-
llido de la enfermedad. Así actúan, por ejemplo, las circunstancias
de l a mujer H-/fe-*a .)H oficinisia, ben también ciertas constelacio-
u \ 1 › l - L J

nes sociales y religiosas en la vida de l a solterona, pasada de


moda, de las ciudades provincianas. Las condiciones externas
brindan situaciones muy similares para el mozo labrado›, soltero ›'
solitario, y para e l ambicioso autodidacta de la clase obrera. Con
todo ello se relaciona también muy estrechamente la ambigua
situación social y espiritual del maestro de escuela ( Wagnelì
Urbano), llena de exigencias y, sin embargo. falta de un total reco-
nocimiento, expuesta y, a pesar de ello. no asegurada por la supff¡
rioridad de su formación intelectual.
Por ello, podemos resumir cl aspecto psicológico de la fórmu-
la genética del delirio sensitivo de referencia, del modo 5ìguienl¢:
el delirio sensitivo de referencia se produce po r la acción C -
laliva de vivencias o situaciones vit ale s típicas, sobre base s
lerológieas y labilidades constitucionales típicas. con _flAecuenëll
bajo la acción complementaria de constelaciones sociale5 agua
rete9fl'
mente típicas. Cuando estos tres factores han provocado la

244

l
I

cW, patológica, el factor biológico del agofamíerzro coadyuva de


UH modo ese nci al a la aparición de la enfermedad, y. viceversa, el
çansanciø neurasténico puede facilitar considerablemente la apari-
ción de retenciones en el carácter sensitivo.

Hasta aquí la etiología. La sizztomatologia del delirio sensitivo


de referencia está dominada por los factores etiológicos principales:
carácter, retención vivencia y agotamiento por la estructuración de
la psicosis. El núcleo del cuadro patológico está eonstifuido por un
del irio de referencia centrado, que surge de un fimdamento afecti-
vo gradual entre la vergonzoso inseguridad .y la desesperada auto-
acusación. Las tres frases siguientes permiten resumir la sintoma-
tologia:

B
1. Durante el período culminante de la afección. el conteni-
do de representaciones y la situación afectiva se centran
sensiblemente en torna a la vivencia patógeno.
2a Los síntomas de la psicosis sensitiva constituyen el efecto
incrementado de las cualidades del carácter sensitivo.
3a El cuadro patológico aparece frecuentemente entreverado
de súztomas neurasténicos de agotamiento.

En los casos típicos. la vivencia o la situación vivencia poste-


rior lo es todo, sin ella, la enfermedad quedaría reducida a algo sin
importancia. Su retorno obsesivo constituye el motivo eternamen-
te renovado de las autoacusaciones depresivas. de los temores
hipocondríacos de embarazo, reblandecimiento cerebral y tubercu-
losis medular, de las explosiones de angustia y de desesperación.
de la tensión estéril de la voluntad. Este retomo es la raíz emotiva
Y la meta ideativa del delirio de referencia más intenso y ramifica-
do que cabe imaginar, todas las ideas de limitación y de observa-
ción por parte de la familia y de los compañeros, del público y del
Periódico, todo el miedo persecutorio a la policía y a los juzgados
Hacen de él y a él vuelven.
En la psicosis manifiesta totalmente su vida la personalidad
sensltiv;1. El delirio de referencia no es más que la imagen especu-
lar. aumentada enormemente, de su tímida inseguridad. La canic-
Ierística oscilación entre el convencimiento patológico y la con-
Ciencia de enfermedad. la t`ugacidad›. la influibilidad y la escasa

245
resistencia del enjuiciamiento de la realidad, la p e rs is te n te
con.
c i e n c i a de enfermedad, la fluctuación entre todos los
grados inter-
medios dc representación delirante verdadera y rcpre5cHÍìlcÍÓl]
obsesiva verdadera, todo ello reproduce fie lm cm e la profunda
capacidad autocrítica del sensitivo, su indecisión y su carencia
de
fuerza de voluntad, y muestra la añnidad existente entre el sensiti-
V O psicótico y cl neurótico obsesivo. El en fermo sens
itivo dirige
siempre contra si mismo el aguijón más agudo de su afe cto tortu-
rado. angustioso y desesperado. demostrando así la intimidad étic
a
que l o caracteriza cuando está sano. El carácter explícitamente
defensivo del delirio de referencia, en los casos puros, la ausencia
de explosiones agresivas a pesar de la intensísima elevación afec-
tiva, la consideración y la precaución al valorar los motivos de los
supuestos enemigos, permiten destacar el altruismo, el enraizado
sentimiento de lo justo y la nobleza del ánimo, así como la inca-
pacidad específica de la naturaleza sensitiva de presentar a fondo
descargas afectivas en las épocas de enfermedad. El rasgo hipo-
condríaco del cuadro patológico traiciona su terrosidad. La indo-
le dc la conciencia de enfermedad, sensiblemente opuesta a la de
la predisposición histérica a la misma, el sufrimiento producido
por la amarga conciencia de la propia inutilidad, debilidad y nece-
sidad de cuidados, así como el deseo de recuperarse, corresponden
al valor social y a la ambición del sensitivo. La intensa susceptibi-
lidad personal corresponde a su orgullo tenso, y la confiada necesi-
dad de médico, a SU blanda capacidad de apoyo en los semejantes.
En tercer lugar, el cuadro sintomático del delirio sensitivo de
referencia reproduce, en los casos totalmente desarrollados. el
estarlo nervioso del agommiento psíquico. No muestra la simple
afección del parafrénico -el cual termina por vivir y adaptarse el
su proceso cerebral, aunque bajo los golpes afectivos--. y HU"
se
menos l a juguetona derrota después dc una lucha a medias. que I.
deja traslucir a través de todas las psicosis históricas más camp l'
cadas, e incluso a través de sus múltiples desviaciones. SINO que
- us
S A

reproduce a hombres que durante anos se han torturado LOS


co nfl ict os . poniendo en tensión máxima sus débiles encrgífiä-, N¡'
est e pu nto pertenece no sólo el resalte de los sr tomas ne .
I
urastê
d
_
elirio de
cos org án ico s, co mo intr odu cci ón y aco mp aña mie nto del
¡de

bajo
referencia: la flojcdad corporal, el creciente y rápido fallo . f

. . ' aclON
rcndxmnentus psaquucos de la profesión y la profunda sens
1 ' ' f

246

I
v

in su fic ie nc ia . sino también la inquieta intranquilidade incapacidad


de concentración, cl cansancio de la expresión mimica. la llorosa
labilidad del estado de ánimo y el cambio característico entre hipe-
¡excitación y profunda relajación apática.
Frente a es ta s peculiaridades generales de las afecciones sensi-
rivas, el acento de sus manifestaciones aisladas puede articularse
CTI cuatro grupos diferentes. distinguiendo los cuadros paranoicos,
el de lir io se ns ir i lo agudo, las neurosis de referencia y las forma-
clo ne s de lir an te s inconstonres del tipo de la neurosis obsesiva;
estas formas de manifestación se combinan y entremezclan de
diversas maneras. El tipo de delirio sensitivo de referencia que
corresponde aproximadamente al cuadro sintomático de l a para-
noia es, desde luego, el más frecuente, pero no se encuentra, ni con
mucho, de un modo tan predominante y puro como para ser consi-
derado el tipo normal. Por razones de nomenclatura, es importan-
te destacar este hecho. En estos casos se encuentra un delirio de
referencia sistematizado, conservándose l a lógica formal y l a
reflexíón. Dicho delirio tiene como contenido sólo el desprecio
general, la maligna intención de ciertas personas y la observación
de la vida del paciente, desde el punto de vista de la vivencia ver-
gonzante, o puede condensarse hasta llegar al delirio de una per-
secución policíaca y judicial. En algunos casos suele estructurarse
progresivamente durante algún tiempo en forma de una paranoia.
Lo que en sus fases totalmente desarrolladas lo distingue de los
estados paranoicos sistemáticos sobre base psicológica reactiva, es
la incomparable pasividad y la Ana ramificación de las ideas refe-
ridas, que encontramos, por ejemplo, en Helene Renner o en el Dr.
Kluge, y que sin cesar se dedica a establecer artificiosas autoiïefe-
rencias, a partir de las conversaciones más Lñviales, noticias del
periódico, asuntos de la profesión, hechos de sus semejantes. rui-
dos de vestidos y puertas, de la calefacción, etc. Si comparamos
con este sutil detalle la estnictura compacta de un delirio queru-
ante, el cual, aparte las líneas delirantes fundamentales, apenas
tiene ideas de referencia, y que, en todo caso, son unifOrmes y fáci-
le3_ "OS damos cuenta de hasta que punto se relaciona también este
sin torna con el modo vivencia sensitivo. Si a la timidez y a la del
cuente confianza en sí mismo se añade una vivencia vergonzante,
SC llene, aun en psicología normal, un campo abonado para la auto-
Referencia, muy distinto del que son capaces de producir todos los

247
sentimientos de perjuicio y dc grandeza de los CÃIFEICÍÉFC
es tén ico s. Ñ

El delirio de referencia alcanza su grado máximo C


uando el
cuadro paranoico pasa al delirio clisocialivci agudo. Éste
• .
como estadio crítico de breve d uracuón, aPêlrrzce
en el punto culminante dc
las psicosis sensitivas más graves. En su parte afectiva se caract
e-
nza por unas tensiones afectivas extremas, en su contenido, por la
aparición de grupos' de represenmeiones carato›wides con influen-
cia fisica, transmisión del pensamiento y sentimientos de extrañe-
za, relajación del conjunto asociativo y tendencia a transformar la
desesperación en megulomanía. Su cuadro sintomático se distin-
gue también de los estados esquizofrénicos estrictos por la ausen-
cia de la certeza inmediata y objetiva de las vivencias delirantes,
por la constante oscilación del enjuiciamiento de la realidad, perla
carencia de autismo, la naturalidad y asequibilidad emotivas,
sociales y expresivas. En la ps:'eo.s'ís aguda de agotamiento dc
Heleno Renner hemos visto una forma pura de delirio sensitivo. Se
puede reconocer como tal por su analogía con el excesivo cansan-
cio fisiológico, por el contraste dc una hiperexcitabilidad afectiva
con un estado fundamental de grave relajación apática, y por los
correspondientes síntomas asociativos y perceptivos de irresisten-
cia, debilidad y sobreproducción de escaso valor. Junto a este deli-
rio de agotamiento puro, los puntos culminantes de la psicosis de
Kluge ofrecían una variante más hister-(forme del delirio sensitivo.
cuya peculiaridad se expresaba en la tendencia a las amnesias y
alteraciones de consciencia, en el estado de ánimo más explosivo
y en la súbita curva afectiva. No obstante. las psicosis se ns itiv as
graves únicamente crecen sobre la base de una mm hereditaria
clegenerativa muy grave. Como quiera que las psicosis degenerati-
vas pasan de unas a otras sin límites concisos, también en las psi-
cosis sensitivas habrá que contar siempre con la posibilidad dc
casos límites e intermedios. aún hacia el campo esquizofrénico Y
parafrénico. La aparición episódica de contenidos representativos
de tipo esquizofrénico no demuestra en modo alguno el surgl
s
miento de una psicosis procesual, como lo prueban nuestros caso
observados durante muchos años, sin embargo, ello cx pr es ar ia u
na
oscilación temporal del fondo endógeno de la personalidad. Ent
re
estos casos, en los cuales. durante los breves puntos culminanl¢s-
se mezclan rasgos esquizofrenoides con la psicosis qu e p r o s ig u e
SU

248
curso de un modo reactivo psicopático, y los casos en que, dada la
conegpondiente disposición caracterológica, las formaciones sen-
sitivãä complejas y los grupos sintomáticos estructuran una esqui-
¡Qfrenia incipiente para descomponerse luego procesualmente, se
hallarían todas las formas intermedias posibles. Bleuler ha aclara-
I
do satisfactoriamente el engranaje de estos mecanismos psicóge~
nos c o n los endógenos en la esquizofrenia.
El tipo de fi › rrn ac¡r5n delirante inconstante estilo neurosis obse-
.uva sólo se encuentra de un modo manifiesto en el caso del torero
de Friedmann. Su fundamento consiste en un estado de nerviosismo
grave. del que surgen. dc vez en cuando. ocurrencias delirantes de
una vivacidad momentáneamente arrolladora. pero de breve dura-
ción. La aparente independencia y la falta de relación entre las diver-
sas ideas aisladas distinguen esta forra de los cuadros sistemático-
paranoicos y la acercan a la neurosis obsesiva.
Finalmente, en la denominación «neurosis de referencia»
hemos reunido todos aquellos casos en los que el valor de realidad
de las ideas referidas permanece por debajo del límite de lo psicó-
tico. Llamamos así al nerviosismo de tonalidad .reruitiita. que está
dominado por el sentimiento de referencia _v por ideas referidas no
ajadas. Con este cuadro cursan las formas más ligeras de delirio
sensitivo de referencia, que se encuentran, sobre todo, en el grupo
de los masturbadores., en otro caso. dicho cuadro forra el largo
estadio preliminar de una afección mental posterior, son especial-
mente importantes las neurosis de referencia secundarias, que.
después de finalizar cl delirio sensitivo de referencia, pueden que-
dar como es tad o residual permanente y que representan los rasgos
de la disposición sensitiva, más manifiestos después de superada la
afección. Se caracterizan por síntomas neurasténicos generales y.
además, por una gran agotabilidad y labilidad. sobretendón escnu-
Pulosa. hipersensibilidad personal y por la tendencia. de todo ello
derivada, a ideas referidas pasajeras, de contenido predominante-
mente asténico. Dichas neurosis llevan en si la disposición a reci-
divas ps ic ót ic as .
El curso del delirio sensitivo de referencia conñrma su carác-
ter de reacción psicopática. En pocas palabras, es relativamente
benigno En los casos más ligeros tiende a la curación. Como es
Sabido, las neurosis de referencia reactivas primarias no llegan
prácticamente a manos del psiquiatra. sino. como máximo. a la

249
¡I-¡mil›
I 1

consulta del neurólogo práctico. En ninguna parte se me


nciona el
hecho de que en edades más avanzadas puedan encontrarse
por ejemplo, de las neurosis de los masturbadoresjóvenes V€$U8M$.
,
no nos referimos, como es natural. ll los escrup . con ello
ulos PslcolÓgÍcamen_
te normales sobre «pecados dc: juventud», ni tampoco a lo
s síntomas
permanentes de la personalidad sensitiva . En los casos
años después, podemos recoger una catamnesis, Efl CO HÍ f3 MO eN§ (1ue,
l a neurosis de masturbación se ha superado y corregido, que
aun CTI
casos tan graves como el de Pemsberger. Las psicosis más ligeras
como la de Küfer o la de los casos mixtos de Urbano y Hel
o pue-'
den desaparecer sin dejar rastro y con una corrección Tom! Cl1z . lfl~
do la intervención facultativa se hace a tiempo. Entre es to s casos y
los más graves se halla la forma, de curso tan realzado por Fried-
mann, en la que, al cabo de algunos años, «el edificio de lir ar e
pasa a un segundo plano», sin que se produzca lo conciencia de
enfermedad. El estado de ánimo recupera el equilibrio, el delirio se
queda en lo pasado como asunto concluido, la profesión se conti-
núa ininterrumpidamente. La personalidad no ha sufrido daño y ha
curado «en forma relativa», excepto en lo que se refiere a la ausen-
cia de conciencia de enfermedad.
El curso de las psicosis sensifivas graves es algo distinto. En
los cuatro casos especialmente graves de nuestra casufstica: Ren-
ner, Feldweg, Bremer y Kluge si prescindimos, de momento, de
los casos expansivos mixtos-, hemos tenido la suene de poder
seguir el desarrollo de la enfermedad durante varios años. Los cua-
tro - y esto es especialmente importante para el pronóstico de la
afección- han vuelto a la vida normal y a su profesión. El Dr.
Kluge fue dado de alta, al parecer completamente curado después
de un curso patológico agudo y tormentoso de dos meses y medio
de duración. La curación --al menos desde el punto de vista prác-
tico- ha persistido hasta ahora durante dieciséis años. No sólohH
conservado su capacidad profesional, sino que su sistema nerv10-
so ha afrontado satisfactoriamente la prueba que supone alfl pro-
longado servicio en el frente. Este curso rápido y favorable tal vez
deba atribuirse al hecho de que no se trata de una personalidad
puramente sensitiva, y a que la psicosis llevaba mezclados los ras-
gos histéricos, de pronóstico indudablemente más favorable. L0.5
tres casos restantes pasan primero, después de un curso pam168"
Co crónico de ¡res (I _çgi_ç años de duración, a una neurosis
de ref?I

250
_f;ccunclaria.' la emotividad no ha recuperado aún del todo su
,.¿,¡¢¡'n

equilibrio, y durante algún tiempo persiste cierto nerviosismo con


tendencia referente. Sea como fuere, en comparación con la gra-
vedad de la psicosis, el resultado anal es bastante satisfactorio: los
tres desempeñan su profesión desde hace años, realizando un tra-
bajo bueno y valioso.
Hasta ahora no es posible decidir si estas neurosis de referen-
cia secundarias muestran siempre tendencia a retroceder paulati-
namente. cuando las condiciones externas son favorables. Asi
parece ser en el caso Bremer. No obstante, se ha de tener en cuen-
ta que aun en est os casos gravísimos se ha conservado intacta la
personalidad con sus rasgos, aunque su labilidad nerviosa congé-
nita queda más realzada. La inteligencia y el rapporf afectivo con
el ambiente son intachables por completo, y no se reconoce vesti-
gio alguno de esterilidad autista o de deformación esquizofrénica.
El curso del delirio sensitivo de referencia tiene una tendencia
represiva, según hasta ahora se ha podido observar, hacia la cura-
ción o, en los casos sensitivos de referencia más graves, una ten-
dencia reactiva y lábil permanente, con resurgimientos episódicos
cuando se producen los correspondientes estímulos vivenciales.
Para la cuestión de la paranoia tiene una importancia máxima la
forma que sigue el curso del delirio sensitivo de referencia, en la
cual el desarrollo se verifica con una mezcla de componentes
curacterológicos expansivos, como en el caso Wagner o en la
paciente de Bjene. En ellos no es tan manifiesta la tendencia
espontánea a la curación, persiste el estado de la neurosis de refe-
rencia secundaria, y el delirio sensitivo de referencia puede desa-
rrollar durante cierto tiempo casos clásicos de «paranoia crónica»,
no sólo en el cuadro sintomático, sino también en la forma de
curso, ha st a que, finalmente se llega a la curación, o al menos dis-
minuye la intensidad de la psicosis. Téngase en cuenta que no es
sólo Gaupp a nuestro parecer, con toda razón quien conside-
ra a Wagner como paranoico, sino que, por ejemplo, también Bleu-
ler, que en su Tratado es partidario del concepto kraepeliniano de
paranoia, considera dicho caso como paranoico. Desde luego, aún
"O SC puede decidir si ciertos casos graves de psicosis sensitiva
pura pueden desviarse más tarde progresivamente en un sentido
Pmficsual. Hay que considerar hasta que punto se ensombrece el
pronóstico, a pesar de la benignidad de cada caso considerado

251
independientemente de los demás, por l e constitución psicopá
uca,
gravemente tarada, del enfermo. y por el gram peligro de TCCÍÚWQ
que de dicha constitución se desprende. Sería to ta lm en te Cquiv
g
cado el Juicio subjetivo de que en estos casos se tras de COSH
* s
«únicamente psicógenas», sobre todo si se tiene en cuenta
que en
estas personas existe una disposición cerebral congénita muy ano
1
r-
mal, no creada por la reacción vivencia sino iluminada por
la
misma. En el diagnóstico diferencial entre el delirio sensitiva de
referencia y la paranoia abortiva de Gaupp expondremos otras dudas
acerca del pronóstico.
Por lo que respecta a los detalles del curso, el comienzo de
nuestro cuadro patológico destaca con mucha mayor claridad que
en la «formación delirante insidiosa» de la paranoia ab or tiv a de
Gaupp. De ordinario, la génesis del delirio sensitivo de referencia
consiste en que. con un período psicológico prodrómico O sin él,
una vivencia externa provoca rápidamente la psicosis, muchas
veces hasta de un modo repentino. En Wagner termina el delirio dc
referencia al día siguiente del delito patógeno; Kluge enferma de
pronto después de su entrevista con la policía. En general, ciertos
estímulos vivenciales crónicos preparan de antemano el terreno.
Las solteronas se enamoran lentamente, de forma aún no patológi-
ca, con crecientes remordimientos de conciencia, por la conviven-
cia diaria con el hombre amado, hasta que, dc pronto, surge el deli-
rio durante el viaje a la conferencia dominical, en la conversación
con la tía, al ser acompañada por la noche a su casa. De un modo
semejante, el librito de divulgación constituye la chispa en el barril
de pólvora para el masturbador de conciencia ya previamente
inquieta. El viaje oficial agotador del funcionario hace surgir de un
modo brusco, y en forma de psicosis, la vergüenza y la amargura
que durante tanto tiempo ha llevado en su interior. Considérese
hasta qué punto corresponde esta forma de desarrollo a las luchas
interiores de las personas normales, en las que un amor oculto
durante mucho tiempo o una ofensa no superada intranquilizan la
conciencia hasta que una casualidad provoca de repente una des-
carga afectiva intensa. | .

Aún durante el curso ulterior persiste esta viva re ac fív id fu l ps:0


culógica como característica de la psicosis sensitiva. Este sintomfl
no tiene nada que ver con la falsa remisión de los procesos crónicos
a l igual
inconteniblemcnte progresivos. La psicosis está sometida.

252
que una tormenta emotiva psicológica normal, a la acción de cons-
relaciones externas. La variación de la residencia y de las personas
que rodean al sujeto suele producir mejorías y empeoramientos deci-
5iVOS. El traslado de la sección de contabilidad a un ambiente ruido-
so y lleno de personas, el retorno a vivir con unas hermanas incom-
prensivas y beatas, la pérdida del vínculo familiar acogedor, van
¿acompañados de consecuencias desfavorables, unas largas vacacio-
nes de reposo, la evitación de un viaje agotador y sobre todo. y repe-
tidamente, la acogida de los pacientes agotados y trastornados bajo
la protección de la clínica, impiden con frecuencia ulteriores agudi-
zaciones y suelen condicionar un giro decisivo hacia la mejoría. Este
hecho puede reconocerse incluso en las casualidades diarias, en las
ofensas y distimias mínimas. Así se constituyen la variabilidad y la
movilidad del cuadro patológico, de un modo especial la oscilación
lábil y perpetuamente intranquila de la vida afectiva, es decir, la
curva de intensidad dentada que caracteriza los casos graves. y que
en los casos mixtos primitivos, como el de Kluge, presenta cambios
extraordinariamente abruptos y repentinos. Sin embargo. todo esto
se observa más en la culminación de los casos graves, mientras que
en los grados ligeros puede predominar un cuadro regular con
depresión psíquica y tensión persistente, que, a pesar de todo, trai-
ciona su reactividad a la menor acción vivencia.
La forma del curso del delirio sensitivo de referencia no es, en
modo alguno, esquemática: reacciones agudas, rápidamente cura-
das (Kluge), tipos de curso alargado, con muchos años de duración
y, finalmente, curación relativa (Renner), curso recidivante, con
agudizaciones aisladas muy claras (consejero de Gierlich), y duran-
te muchos años, oscilaciones en el límite entre la agudización deli-
ra n te y el estado básico neurótico, todos ellos son tipos de curso
muy distinto, que, sin embargo, poseen el mismo eje impulsor
interno, su reactividad psicológica, al que deben su diversidad. Por
tanto, puede decirse brevemente:
EI cu rso de l de liri o sensitivo de referencia se caracteriza por:

1. Su vi va reactividad psicológica en todos los estadios paro-


lógicos.
Su tendencia a la curación en los casos puros _v más leves.
2.3. La perfecta conservación de l a personalidad aún en los
casos gr av es .

253

.
I i . .

La duración
. de la e›¿fcrmea'cul es de sólo das meses medio
c r r

el caso ttzzxro p r u m f l v o de Kluge, y hasta dc seis años' en la en


s PS1-.
casis sensitivas puras, si se tiene únicamente en cuenta cl
1,

tiempo
de la verdadera reacción vivencia psicótica, si se añaden las
neu-
rosts de referencia secundarias, se confunden, sin un límite
claro
con el estado psicasténico habitual. `
La frecuencia de la afección no es excesiva si se compara c
on
el total dc ingresos de una clínica psiquiátrica. Sin embargo, del
1
de agosto de 1913 al l de agosto de l * ) l 4 ingresaron en le Clínica
de Tubinga tres casos. El número de ingresos entre 1909 y 1914
fue dc ocho casos _excluyendo los de Held y de Urbano, situados
completamente en la periferia del asunto-. Dadas las dificultades
existentes para poder entresacar más casos de las historias clínicas
provistas de los diagnósticos más diversos, es muy posible que
haya aún unos cuantos casos más. Por tanto, este cuadro patológi-
co no es una rareza, sino que constituye una forma que debe domi-
narse diagnósticamente en la práctica diaria. A causa de su depen-
dencia con respecto a la disposición caracterológica, tal vez sea
más frecuente entre los suabos que entre otros pueblos.
En nuestro Servicio Neumológico de guerra hemos intentado
alcanzar un juicio sobre la frecuencia de la disposición caractere-
lógica sensitiva. Entre cientos de enfermos, apenas han pasado por
nuestras manos una docena de neuróticos sensitivos', la mayor
parte de ellos, neuróticos obsesivos, sólo dos casos mostraron,
aparte los hallazgos secundarios en los neuróticos obsesivos. nota-
bles trastornos neurótico-referentes en la anamnesis o en el cuadro
de estado. Hasta las típicas neurosis combativas, generalmente en
forma de posición paranoica ante ofensas del servicio. estaban
representadas sólo por unos pocos casos. Esta observación se verá
corroborada en la vida civil: las formas reactivas psicopaucas
inespecílìcas, del grupo primitivo e histérico. sobresalen amplio
mente en frecuencia. mientras que las más específicas, es decir,
las
reacciones de los neuróticos combativos y sensitivos deternunadflfi
n.
por cl carácter y por la forma vivencial, co ns titu ye n la excepcio
Las formas caracterológicas que les sirven de base son. C f sus
o'
múltiples y determinadas premisas, mucho más raras que la vulg
falta de perfil de los grupos caracterológicos primitivos.
con@
A l comprobar que el delirio sensitivo de re fe re nc ia surge
- ,, • ú-
reacción psicológica de una disposición ca rac ter oló gx w psmcopå

254
Ca determinada, hemos decidido. en cuanto a su delimitación, que
debe situarse en la gran categoría de conjunto de los trastornos psí-
q l l l cos psicoptitico-reactivos, y que, dada la peculiaridad de esta
categoría. no existe una clara línea de delimitación entre él y los
demás grupos. Entiéndase bien: el delirio sensitivo de referencia es
una especie patológica muy caracterizada, pero no claramente
delimitada. No existe nada más típico, más parecido en sí y más
absolutamente distinto entre sí que. por ejemplo, los grupos nucle-
ares del delirio querulante y de la neurosis obsesiva. Y, sin embar-
go. pasando del núcleo a la periferia del cuadro patológico y dis-
minuyendo lentamente en su peculiaridad tangible, se desdibujan
los casos-limite de cada grupo, entremezclándose por todos los
lados con los casos-limite de los grupos vecinos de todo el campo
psicopatico, o se estructuran para formar combinaciones con los
componentes aislados perfectamente reconocibles, de tal modo
que estos miembros intermedios forman puentes de unión entre los
tipos más alejados y más desemejantes. Toda investigación en el
campo de los caracteres fisiológicos y psicopáticos y de sus reac-
ciones es investigación de tipos, no de límites.
Siempre hemos podido demostrar la afinidad parcial que exis-
te entre el delirio sensitivo de referencia y la neurosis obsesiva.
hasta el punto de que fue necesario suprimir la clara separación
entre las representaciones obsesivas y aquellas formaciones deli-
rantes sensitivas que se caracterizaban por su dudoso valor de la
realidad y su rápida corrección. Son tan patentes las muchas y
esenciales diferencias entre ambos cuadros patológicos. por ejem-
plo, aparte la diversidad del enjuiciamiento de la realidad, en la
conducta contrapuesta respecto a la sistematización lógica y a la
continuidad temporal de las representaciones patológicas, que es
superfluo entrar en más detalles. La diferencia principal de la base
ca ra cte ro lóg ica parcialmente similar de ambas afecciones consis-
te, como ya se ha dicho, en la superioridad media en cuanto a ten-
sión y contraste esténico por parte del neurótico referente. en el
retroceso de lo torturante y lo pedante, y. sobre todo. en su estruc-
tura in s ti n ti v a más simple.
La notabilísima diferencia en la forma de curso consiste en que.
CII la n e u ro si s obsesiva, predominan los estados habituales. mien-
tras que en l a neurosis de referencia lo hacen los estados reactivos.
La neurosis obsesiva se acerca más al tipo de malformación psí-

255

_-
quica que se conserva desde la _] -
. sta 1.1 vejez l

`uvcntud
ha '
r
, mlemrag v

que las afecciones del neurótico referente constituyen mas


bien
ataques temporalmente limitados. Pero aun entre éstos hemos
. podi-
do mostrar algunos casos en los que los incrementos FÉEIICUVO5 ììpc.
nas resaltaban o lo hacían muy brevemente, a P ìl fl lf de un S
finu-
miento dc referencia difuso distribuido con regularidad duran
te
largas etapas de la vida, los hemos denominado neurosis de refe-
rencia habituales. A l contrario, al discutir la representación obsesi-
va imxeruda, en el capítulo 2. hemos indicado que los procesos
obsesivos pueden reunirse también de un modo reactivo para cons-
tituir psicosis graves, y hasta que la neurosis obsesiva vulgar suele
permitir. al pasar de la infancia a la edad adulta, reconocer el punto
en el cual se originó reactivamentc a partir de determinadas viven-
cias. Como se ve, este último tipo de curso no es demasiado dis-
tinto del punto de partida del delirio de referencia reactivo en la
neurosis de referencia secundaria.
Podemos denominar desarrollo reactivo esta forma de curso de
estados psíquicos psicopáticos en los que la vivencia pone en
movimiento psíquico u n a disposición psíquica previamente laten-
te, que jamás vuelve a su punto de partida. esta forma de curso
puede situarse entre la simple reacción -que se caracteriza por la
vuelta al estado psíquico fundamental al cabo de un período de
tiempo limitado y el desarrollo autócrtvnvíporelctuad-otntHfiâF
formación psíquica congénita, al faltar determinadas acciones
vivenciales, varía sólo en la medida que influyen en él el simple
paso por la vida y las diversas edades. El delirio de referencia sen-
cillo y curable constituye una reacción psicopática; el delirio de
referencia que no remite del todo o que termina en una neurosis
de referencia permanente, es un desarrollo reactivo, mientras que
las verdaderas neurosis obsesivas y de referencia habituales deben
considerarse como malformaciones psíquicas o desarrollos autoc-
tonos. Estos cuadros psicopáticof. de curso confluyen entre sí.
como
y a hemos puesto de relieve anteriormente en los cuadros psicopållal
cos sintomáticos. Hasta aquí las relaciones entre neurosis Qbsesnfl
y neurosis de referencia.
Es natural que las reacciones scr1.s¬i'rívus y las pu ra m en te a
stë-
. 1 S _ _
mcas no se excluyzln entre sl, ya que los rasgos abtémcos paH
\ › ici-
pan esencialmente en la estructura del caracter sensitivo.
Así, por
ejemplo, hemos podido observar, de Llfl modo repetidamente
tipiI

256
v'

Co. C II una serie de historias clínicas, que en cl transcurso de su


vidíl los enfermos mostraban los estados depresivos dilatados y
suaves dc] tipo asténico, además dc sus reacciones sensitivas. El
fallcciiniento de parientes queridos, sobre todo de la madre, solía
provocar alteraciones reactivas del estado de ánimo. muy profun-
das y duraderas. En estos casos resultaba claramente la especifici-
dad de Ias_/brmas reactivas psicopáticas superiores aún dentro de
la m is m a personalidad. Los sucesos deprimentes. por ejemplo. el
fallecimiento de la madre, no manifestaban jamás nada de los gér-
menes patológicos sensitivos latentes, sino sólo el estado depresi-
vo adecuado, simplemente asténico. Por el contrario, las vivencias
de la insuficiencia vergonzante jamás terminaban con una simple
depresión, sino con un delirio sensitivo de referencia. Antes hemos
podido también asegurar algo semejante respecto a las reacciones
primitivas e histéricas, siempre que aparecían en pacientes sensiti-
vos. Por tanto, una derrota ética moviliza de un modo patológico la
totalidad del carácter sensitivo, una vivencia simplemente depresi-
va moviliza sólo su componente parcial asténico, y una vivencia
simplemente excitante mal trato. despido, pelea con compañeros.
temor ante sucesos externos comprometedores-, sólo los rasgos
adicionales primitivos e históricos, mientras que la sensación de
una imposición crónica. cuando la mezcla caracterológica es ade-
cuada, puede torcer un desarrollo ya iniciado hacia una psicosis
combativa (caso Wagner).
De estas observaciones se desprende una ley fundamental de la
caracterologia psicopzítica: «En un carácter con diversas posibili-
dades reactivas, una reacción patológica determinada es desenca-
denada de un modo especffico por la vivencia clave correspon-
diente».
Las limitaciones a esto son fácilmente comprensibles. Además.
al movernos en el terreno de unos procesos psicológicos compli-
cados, sólo podemos establecer una regla, no una ley natural de
necesidad matemática. Por otra parte. es necesario dejar cieno
Margen u las reacciones del grupo primitivo e histérico, dadas las
faciles y polimorfas posibilidades de su génesis. Tampoco es nece-
sano que indique el hecho de que una forma reactiva aún persis-
tente puede empeorar por las vivencias clave de otras formas reac-
t iv a s . A s í , por ejemplo, la tendencia referente que ya existía en
Helene Renner. empeora al copiar el macabro informe de la autop-

257
in-1, f'es dcc .r. por una vi.ve n ci
si U 4 .-a que no ce .
ne ¡ d a (]LIB VCF
0 - › -
. u xc len c I d ve› rg on za nte . Es ta bien cla
ro que
L
LlI 'I'l
con la
tornado el equilibrio psíquico los
qu ic os de to da índole no ha ce n
. fu C 1or es. le si.vo s "sovez SC* ha tras-
m át ic os
má s que i x 'OreCer la dI¡€cci6n . Ypsln
eq ui vo ca da que se ha tomado.
Así ab an do na m os la re la ció n del de lir
io se ns itiv o de re fercn
co n las re ac cio ne s ps ico pú tic as en '.
' e n -
1, oral. y nos dedlcamgg Zllpm-
0
'
C18
bo ler a es pe cia l d e laj br ma ció n de lira nte
so bre un fiu z( la rn e n r0 psi-
co pá tic o-r ea cti vo , es de cir , al pro ble ma de
tes entre las formas de lira nte s sen siti v-iq__ las relaciones existen-
. y 1as restantes fgmm
¢

si do de .
. sbrozado en algunos pu nto _
delirantes rea cti va s. En est e terreno, que cie
ntí fica me nte sólo ha
s, sobresalen co n toda claridad
dos grupos, además del de liri o sen siti vo de re ferenci
a, que son las
formas del de liri o que rula nte surgidas del fundament
o del carácter
expansivo o. dicho más ampliamente, las psicosis combativas, y
l o s tipos de Birnbaum de las «ocurrencias delirantes de los dege-
nerados», que corresponden, sobre todo. al modo reactivo de nues-
tros grupos caracterológicos primitivos, a los que deben añadirse
psicológicamente todos los falseamientos del juicio, cuya existen-
cia se debe de un modo especial a mecanismos con predominio
histérico y primitivo. Para mayor claridad nos limitaremos a con-
siderar estos puntos. aunque no dudamos que junto a ellos existen
otros círculos de formas poco investigadas y que, por ello, nuestras
ideas aquí expuestas pueden tener únicamente el valor de un
esquema provisional. Sin embargo, y prescindiendo de los tipos de
paranoia de Kraepelin, no iremos demasiado lejos al a firmar que
la mayor parte de las formas delirantes psicopáticas reacnvas se
encuentran dentro del triángulo cuyos vértices están conszmud los
por el delirio sensitivo de referencia, el delirio querulante y a
ocurrencias delíranres de los degenerados para utilizar las
expresiones clínicas usuales, aun reconociendo su de ficiencia psi-
cológica . Estos vértices se apoyan en los correspondientes fun-
da rentos del carácter sensitivo, expansivo y primitivo, y en los
lados de este triángulo se acumula una riqueza inagotable de
SÍSÍC'

mas delirantes individuales como expresión de mezclas y combi-


.
naciones de los caracteres fundamentales típicos.
¡mer-
Cae fuera de nuestro objeto cl detallar las combinaciones
cXQLIIISÍVÚ-
medias cnlre la formación delirante primitiva y la
Silenciaremos únicamente el carácter ínrriganle, ya citado
en otro

258
v'

]Ug3I", que reúne la sugcstibilidad y la inmoralidad mentirosa pn-


m|liv21 co n la tenacidad absoluta del neurótico combativo, y que
c o n s ti tu y e una ric a fuente de falseamientos delirantes del juicio.
Un buen ejemplo de esta clase es el primer caso del trabajo de
Heilbronner acerca de Historia y delirio qucmlante, en el que una
mujcf de «carácter insoportable» desarrolla poco a poco un exten-
so sistema delirante-querulante contra un médico a partir del deli-
rio desiderativo histérico-seudológico de tener un derecho a «pedir
l;.1 1'n2In0›› del mismo.
En cambio, en el capítulo 6 hemos podido describir las formas
intermedias entre la formación delirante sensitiva y la primitiva, y
entre la sensitiva y la expansiva, utilizando algunos ejemplos. La
semejanza erre las ocurrencias delirantes de los degenerados _v el
delirio sensitivo de referencia consiste. claramente. en el valor de
la realidad, oscilante y condicionado, de las ideas delirantes aisla-
das. mientras que, debido a su profunda diferenciación fundamen-
tal. viene condicionada por el valor del afecto, totalmente distinto.
del delirio. El delirio sensitivo de referencia se produce sobre una
intensa alteración del ánimo, anclada en la estructura ética. que
fundamenta la uniformidad y la rigidez del sentido de sus ideas y
la tendencia, con ellos relacionada, a constituir un sistema cerrado.
Esta seriedad y firmeza de la estructura básica delirante condicio-
na sus relaciones con el grupo de la paranoia. Las ocurrencias
degenerativas, en cambio, son como hojas sueltas que se arremoli-
nan al caer de un árbol mal enraizado. como productos lábiles. fan-
tásticos, casi juguetones de deseos y de temores superficiales, que
no reniegan de su origen a partir de caracteres que carecen de pro-
fundidad y de clausura en sí mismos.
Por de pronto, hay que dudar de que existan combinaciones
directas en tre estos falseamientos del juicio. degenerativos en sen-
tido estricto, y el delirio sensitivo dc referencia, dada la extraordi-
naria contradicción entre sus bases psíquicas, a pesar de que nada
debe considerarse imposible dentro del terreno psicopático, por la
mezcla de llamativos contrastes caracterológicos. En cambio. en el
caso K lu g e hemos visto cómo la leve adición de propiedades
Wm cte rol óg ica s prinzirivfzs, en su sentido más amplio, u una per-
.tonalidad sensitiva, le da inmediatamente un) tono a Iaformación
d e li r a r e : en el sistema delirante surge. junto a la íntima angustia
Sensitiva de la conciencia. un temor extenso ante alguna amenaza

259
exterior, la relajación fantástica del contenido del de liri o
se con-
vierte, en algunos momentos, en brusca velcldad. El curso del
trus-
.
torno sensmvo fundamental Qe ve imerrumpi.do por lePünunas - .
variaciones afectivas, alteraciones de la conciencia Y llìuques his-
tétricos. Por su gran carga afectiva explosiva, estos rasgos consU
-
tuyen el intermedio clínico inmediato del delirio sensitivo de refe-
rencia a las formas explosivas de la psicosis primitiva, que por este
miembro intermedio conducen a las juguetonas ocurrencias de los
degenerados. Al contrario. en casos como el de Held hemos visto
que la adición de una blandura afectiva algo delicada a una vida
psíquica primitiva. basta para que su ruda emoción celotípiea deli-
rante adquiera un tono armónico sensitivo. Como es natural. fren-
te a estos psicópatas. tan sensibles y faltos de desarrollo psíquico.
será a veces difícil destacar ciertos compuestos caracterológicos en
su vida afectiva, escasa y desdibujada.
De l a mezcla delirante expansiva-sensiriva deberemos esperar
resultados mucho más interesantes. En el caso Wagner destacan las
enormes tensiones psíquicas y las dramáticas descargas que se
pueden producir cuando los elementos antagónicos, en sentido
sensitivo y expansivo, se ponen patológicamente en contacto en
una misma personalidad. En naturalezas de este tipo se excitan
mutuamente una combatividad arrolladora y una blanda anura de
sentimientos para constituir un anillo insoportable. El orgullo
desesperado se destroza una y mil veces contra su propia debili-
dad, que, al agudizar los remordimientos de conciencia, vuelve a
impulsar la voluntad de venganza. El rasgo de grandeza propio de
la psicosis de Wagner no es casual. En realidad, la mezcla caracte-
rológica expansivo-sensitiva es la clave para comprender muchas
acciones inconmensurables de una personalidad genial-psicopátv
Ca. La fuerza de voluntad inquebrantable y consciente de sí misma.
espoleada hasta sus máximas posibilidades por la hipersensibilidad
ética y la interioridad escrupulosa y torturante, consigue imprimir
sobre la historia del mundo un cuño que siglos después parecer
locura y milagro. Lutero era más semejante si un neurótico obsesi-
VO que a un héroe en formación, por su angustia ética sensitiva Y
por su inseguridad indecisa, cuando empezó a atacar los problemas
. ba
dogmáticos para convertirse en un adv ers ari o que lucha .
con el
el
fanatismo incipiente de un querulante genial. El surgimiento d
luchador a partir del sensitivo ha constituido siempre para sus b
ió-

260
I
I

I
II grafos el enig gma de la personalidad de Lutero. Quien no conside-
ÍB esto c o n la ecuanimidad propia de la posteridad, sino que. con
1
viva fantasía, considere la escasas posibilidades del combate de un
inofensivo monje frente al Emperador y la Iglesia, reconocerá de
qué modo confluyen en este caso el. genio y la «posesión demoni-
aça» (pura expresarlo en el lenguaje de sus contemporáneos). A
este respecto. no puedo extenderme aquí sobre las prometedoras
perspectivas que se le abren a la doctrina caracterológica psiquiá-
trica c o n la inclusión de las personalidades geniales. Entiéndase
bien: «doctrina caracterológica», no <<patográfìca››. puesto que no
pretendemos husmear lo patológico en el carácter genial, sino

*.
admirar lo excelente en el carácter anormal En cualquier caso,
basta esta bre ve indicación para demostrar la cargada tensión que
se encuentra en la mezcla caracterológica expansivo-sensitiva de
las personalidades psicopziticas, que caen destructoramente sobre
su ambiente y que, a la vez, pueden elevar su siglo a la cumbre de
la historia mundial.
Aún nos queda por contestar una pregunta, formulada ya en
varios lugares: ¿Se limita el síntoma formal del delirio de referen-
cia -no el cuadro clínico que hemos denominado «delirio sensiti-
vo de referencia››- ( J está limitado el delirio de referencia. como
síntoma formal de las psicosis delirantes psicopático-reactivas, al
fimdamemo caracferalógíco sen.s'zl!ivo? Desde luego, huelga decir
que las autorreferencias falsas pueden aparecer en todos los casos,
y aun deben aparecer, hasta un cierto punto, en donde se dé un
delirio, pues todo delirio altera de alguna forma la posición entre
el yo y el mundo exterior, y, con ello, la interpretación de las per-
ccp-:iones reales del mundo exterior que el paciente elabora. Pero,
Bn sen tido es tric to, queremos designar aquí como delirio de refe-
rencia la multiplicación de la idea nuclear egocéntrica delirante
por el aprovechamiento planeado de las pequeñas vivencias de la
vida diaria, es decir, la autorrcfcrencia, siempre que aparezca de un
modo sistemático, masivo y con tinas ramificaciones. Si se esta-

* Este párrafo se encuentra ausente en la traducción española del año


1959. Ya que con tìcn c una enfervorizada admiración hacia el carácter y la
Q .
bra de Lutero. pensamos que seguramente fue censurada en su momento
gy- ¡LI ed nc ìó n española. lo cual aumenta, en nuestra opinión. su interés-
. ola de N at al ia Ji
mcno Bulnes y Agustín Ji meno Valdés).

261
blecen sólo los puentes más necesarios y rudos en tre el
delirante y la percepción externa. no ha bl am os dc delirio dcC, rete
I`cncl2ì, como tampoco lo hacemos cuando las au to rrc fe re nc ia
g son
numerosas pero surgen sin una relación íntima.
La personalidad sen siti va, con su íìnuru de se n ti m ie n to s,
SU
susceptibilidad e impresionabilidad en general, su tendencia H las
emociones penosas, su sensación violenta de vergüenza y SU tími-
da inseguridad en el trato social. tiende bastante más a la autorre-
ferencia patológica que muchos otros tipos de disposición caracte~
rológica psicopática. Seguramente, e s t a afirmación no será
discutida. pues se desprende del material clínico de la presente
obra. Por otra parte, el neurótico combativo va impulsado a Ullíl
meta, y por ello, en general, apenas se detiene en ideas referidas
extensas y ramificadas, la formación delirante de los primitivos
suele carecer principalmente de la clausura sistemática del delirio
de referencia más estricto. ¿Hay excepciones, de un modo especial
entre las mezclas caracterológicas sin componentes sensitivos?
Esta es una cuestión que invita a ser contestada. pero que sólo
podría decidirse con un material cuidadosamente tamizado por
nuestros puntos de vista caracterológicos. Ya hemos visto cómo
pequeños rasgos colorean de un modo típico la sintomatología de
la reacción psicótica de un cuadro personal. Por ello hemos de
admitir que la técnica usual de la descripción patológica psiquiá-
trica no basta para resolver estas cuestiones. Sería superfluo, por
ejemplo, en el cuadro actual del delirio querulante, que ni se
disuelve en el correspondiente grupo caracterológico ni lo abarca.
querer demostrar o negar la suposición de que el delirio de refe-
rencia sutil y extenso no es propio. fundamentalmente, de las ps1-
cosis combativas. Sin embargo, apuntemos aquí l a posibilidad de
que. por ejemplo, en el carácter intrigante, co n su placer en gr
cribir con todo detalle y descubrir las maldad@ s autorreferidas
-
halla una fuente independiente de delirio de referencia pstcopáti
co-reactivo libre de mezclas sensitivas, aunque, desde luego. C011
un sello fundamentalmente distinto del delirio s e n s it iv o de re
fe-
rencia. En este sentido llama sobre todo nuestra atención e .p l rml.e1
e n c ia
caso del materia! de Fricdmmzn, que en la co ns tel ac ión v iv
de las
externa guarda cierto parecido con las ps ic os is se ns itiv as
¬- cro-
solteronas. Se trata de una joven con numerosos rasg . os Ld f ¡CI "tu
r L

lógicos primitivos _«superficial. an sio sa de diversiones. ggots '

262
fixigcnte, poco casera» y vivos deseos de casarse, que en los
«años críticos dc] marchitamiento» observa cómo se retiran los
últimos pretendieres. A ello reacciona en la forma típica de las
intrigantes, dedicándose, con odiosa tenacidad, a expulsar a los
dueños de la casa, afirmando que por sus bajas críticas y maledi-
çencias son los culpables de su fracaso. A ello se suma un delirio
de referencia bastante intenso. cuyo centro lo ocupan estos dueños.
Sin embargo, aun en este caso no pueden excluirse con seguridad
las posibilidades de alguna pequeña mezcla caracterológica sensi-
tiva -indecisión, amor a los niños, neurosis obsesiva en la fami-
lia-. Compárese, a este respecto, el caso 3 de formaci'rí.›z delírmz-
te c*alcm'nlica de H. W A/Iaier; que tiene un gran parecido con éste
en su génesis, pero que posee una estructura aún más rica. También
en este caso, el deseo fallido de alcanzar la felicidad matrimonial
desencadena un sistema de intrigas enemistosas y da forma a un
intenso delirio de referencia. Con su afecto egoísta dirigido hacia
fuera, esta paciente no pertenece con toda seguridad, de un modo
predominante, a nuestro grupo caractcrológico. pero aun en esta
señora de finu educación existe la posibilidad de ciertos momentos
sensitivos.
Rápidamente puede establecerse la delimitación del delirio sen-
sitivo de referencia con respecto a l a psicosis maníaco-depresivo y
a la demencia precoz. Friedmann, en su trabajo fundamental sobre
la paranoia leve. ha destacado claramente las características distin-
tivas esenciales entre la formación delirante cíclica y la psicopáti-
co-reactiva, en general. En nuestro cuadro patológico echamos de
menos la rígida monotonía de u n trastorno emotivo imlependieme
y las características alteraciones de la psícomolilidad ciclotímica.,
y. en cambio, encontramos la dependencia psicolóslica y la reacti-
vidad psicológica del afecto y del movimiento psíquico, como
rasgo fundamental. Las formaciones delirantes de los estados
ciclotímicos mixtos pueden establecerse por vivencias externas
relacionadas con aquéllas, pero a esta génesis le falta la plena
capacidad de incorporación emotiva, es decir, la necesidad interior
obligatoria que hace que una determinada vivencia tenga que pro-
vocar irremediablemente en tal carácter cierta reacción, y que no es
necesario que nos expliquen la reacción para que comprendamos
los hechos desde cl punto de vista afectivo, aparte de estos factores
psicológicos. comprensibles con inclusión del ambiente y del ago-

263
--R

amiento. En su curso ulterior. la formación del ira nte S C H S ÍI ÍV Q


,2
caracteriza tanto por su e.fHt'icla c(*n!ruliz_'aL'i(5n ai re :lc *r lu r de
vivencia. como la cìclmímica-paranoide por su d e fi c ic n c ìa en dÍch;_l
centralización. Se puede esperar, dada le afinidad ex ist en te cnlrc
las constituciones que sirven de fundamento, que de v e z en cuan-
do haya alguna combinación entre la formación de lira re cíclurí-
mica y la sensitiva; en el caso Feldweg hemos explicado este punto
con más detalle. Pero, como quiera que en esta obra no se encugn-
tra una combinación delirante de este tipo entre los casos reunidos,
podemos suponer que es bastante rara.
Los criterios de la capacidad genética de comprensión, de la
absoluta centralización vivencial y de la reactividad psicológica
del curso son también válidos para los 1;grupos esquizofrénicos y
palafrén seos, pues en la mayor pone de los casos constituyen una
guía pronóstico segura. Entre otros cuadros de estado, sólo el deli-
rio sensitivo agudo, en sus grupos de representaciones semejantes
a lo catatónico, puede hacer surgir dudas diagnósticas. Al descri-
birlo ya hemos explicado el diagnóstico diferencial. Hasta aquí lo
que se refiere a lo sintomático. Por lo que respecta a la posibilidad
de combinaciones y de líneas de separación entre las parafrenias y
los desarrollos psicológicos, es un tema que volveremos a tocar al
estudiar la paranoia abortiva dc Gaupp.
Dadas las relaciones. aparentes y reales, que existen entre el
delirio sensitivo de referencia, la paranoia leve de Friedmamz y la
paranoia abortiva de Gaupp, es necesario establecer el diagnósti-
co diferencial más exacto entre estos cuadros patológicos. Esto no
sólo redundará en beneficio de nuestro propio cuadro. sino que
resultará muy apropiado para eliminar la falta de claridad que aún
existe entre ambas concepciones de dichos investigadores, Cll
cuanto a su clasificación clínica, poniendo claramente de relieve
su núcleo esencial. El cuadro patológico de Gaupp. el de Fried-
mann y el nuestro representan tres círculos. l a paranoia abortiva de
Gaupp y el delirio sensitivo de referencia son tangenciales. mien-
tras que cl delirio sensitivo y la paranoia leve de Fricdmann son
parcialmente secantes. Nosotros creemos que es muy importarla
comprender con Mala claridad el hcclio de que se ¡rara de :res sirQ.
. . a
culos cuyo centro esta separado. $1 hasta ahora se ha tendido
o ›

-
entremezclar el esquema de Gaupp con cl de Friedmann para cons
. . . - ' gc-
titular un todo dcsr.hbu .;ad(›, colocando a este todo en un lugar m

26 4

Q
I

guru. dentro del territorio también oscuro de la paranoia, no que-


aumentar la conTusión al presentar el delirio sen siti vo de
remüfi
contrario, resolver el asunto.
referencia, si no el
podemos expresar fácilmente nuestra posición respecto a la
«¡nlrano¡a le v e » de Fnedmann. Este autor no ha esta8lectpo un
I
grup@ pa tol óg ico independiente lo cual no era. en mo o a guno,
SU intención,
como ya lo indica el término-. sino que en su trabajo
ha reunido todos aquellos casos en los que aparecer cuadros de
estado paranuíro.s¬ como reacción vivencia, de curso relamumeme
benigno. Aparte de dos casos de delirio sensitivo de referencia la
profesora de música y el torero-, en sus historias clínicas se
en cu en tr a u n número bastante notable de otros tipos no sensitivos.
por ejemplo, afines a los grupos histérico-prinzírivo e intrigante, y.
además, ciertos casos que no muestran claramente una índole basa-
da en una reacción vivencial pura, sino que permiten sospechar la
presencia de rasgos esquizofrénicos e ir-olutivo-paranoides. Este
hecho lo hemos mencionado ya en otro lugar. Por tanto, ni la pone
principal de los casos de Friedmann se agotan en el delirio sensiti-
vo de referencia, ni, por el contrario. el núcleo del delirio sensitivo
de referencia lo hace dentro del marco del concepto de paranoia
emitido por Friedmann. Mientras que sólo una pequeña pone de la
casuística de Friedmann tiene una génesis sensitiva, sucede tam-
bién al revés, que sólo una parte de nuestros casos cabe dentro del
esquema evolutivo que nos da Friedmann de la paranoia simple,
cronológicamente limitada. Las formas de aparición del delirio
sensitivo agudo y de las neurosis secmzdarias de referencia. los
tipos recidivantes y la extraordinaria multiplicidad de la duración
evolutiva y de las curvas de intensidad, o sea, una gran profusión
de peculiaridades clínicas importantes del delirio sensitivo de refe-
rencia, caen fiicm del campo visual del COIlCI€PIO de Friedmarm.
Justamente porque este último se apoya de un modo es z ricro en la
a n ti g u a te o rí a de la paranoia de Kraepelin, en el sentido d e una
Simple formación combinatoria de sistemas delirantes. Aparte de la
slgmficación y el valor intrínseco del trabajo de Fricdmann en el
Momento de su verificación, al abordar por primera vez. con clari-
dad de juicio, el problema de las fonaciones delirantes ligeras psi-
CoPático-reactivas, conserva aún en la actualidad su importancia
CO MQ va
liosa compilación de materias. Pero si, como has ta ahora
ha sucedido
frecuentemente, se deben considerar los casos de

265
Friedmann, tan heterogéneos, como un ¿tupo
g homogéneo, como
un
tipo patológico cerrado -en contra de la intención del autor
sería necesario combatir resueltamente este concepto s in to m á I
ti c o
superficial. Sólo la profunda investigación de las relaciones CHTEJC-
terologtcas y vtvenctales especílìcas puede conducir, en este terre
-
no, desde un agrupamiento provisional a otro definitivo.
Hay que entrar aquí en más detalles acerca del cuadro patoló- |l l'

gico descrito por Gczupp y denominado paranoia abortiva, sobre I


I

todo porque hasta ahora no se han publicado las historias clínicas


que sirven de fundamento a la descripción de Gaupp. Las catam-
nesis efectuadas en 1917 * han aportado más datos sobre la esen.
cia y el curso ulterior de estos casos. Se trataba, principalmente, de
cuatro pacientes ingresados en la Clínica de Tubinga en 1909, en
los que Gaupp efectuó su primera descripción. Uno de ellos, el
contable Knecht, ya ha sido tratado en el capítulo de las neurosis
de referencia habituales. Creemos que a este caso se le debe cen-
ceder una posición especial dentro del marco del presente trabajo.
en atención a l a forma de su curso, que durante dieciocho años no
muestra tendencia alguna a la progresión, sino que se manifiesta
como anormalidad caracterológica constitucional, con pasajeros
incrementos reactivos durante largos períodos de tiempo. Sin
embargo, no hemos resuelto aún si la importancia primordial debe
recaer sobre el factor habitual o sobre el reactivo. A continuación
expondremos los tres casos restantes.

Eugen W., nacido el 29-VI-1878, herrero. Un sobrino de su


padre está recluido en un manicomio, no hay ningún otro antece-
dente de tara hereditaria. De niño fue sano y alegre, un verdadero
«pillo››. Siempre fue algo descontado, aun con sus amigos, y le
gustaba criticar a sus camaradas. A l a vez era bondadoso, blando
de carácter y compasivo. Nada tímido, ni aun con las chicas. En la
escuela fue muy holgazán, aunque, a pesar de ello, fue alumno
mediano. Más tarde, trabajador, buen soldado, negociante aprove-
chado en la fábrica paterna. . .
Se masturbó por primera vez a los 16 años (1894). al priflclP!°~
muy a menudo, y más tarde, con menos frecuencia, después de

* Con la amistosa ayuda del Prof. Dr. Gaupp.

266
haber leído la obra del Dr. Retau y de «conocer los peligros», A los
17 años fue ex una casa de lenocinio, y después tuvo renzordirmen-
ros de ¢'r›ncie/:cia C111ra/zIe varios días. Unos ligeros trastornos
genitales le hicieron creer que padecía una enfermedad venérea, y
no se dejó convencer por el médico de que no se trataba de síñlis.
Durante unos nueve meses estuvo deprimido, se acusaba a sí
mismo. se torturaba con temores hipocondríacos. no podía dormir
bien y solía llorar por las noches. Creía padecer la peor enferme-
dad. y se había propuesto suicidarse cuando se manifestara la sífi-
lis. Es ta ba callado. sumido en sus pensamientos, y cuando se
encontraba en sociedad tenía que obligarse a estar alegre. Poco a
poco mejoró de por sf. Sus ocurrencias lo torturaron aún de vez en
cuando hasta la época del servicio militar, creyendo percibir una
opresión tensa en la cabeza y cierta disminución de la memoria.
Soldado desde 1898 a 1900. No llegó a cabo por desatención al
servicio e incumplimiento de guardia. Por lo demás, apto. El ser-
vicio militar lo «sacó verdaderamente» de su hipocondría. Se con-
virtió en un compañero alegre. en un bromista; en su compañía lo
llamaban «el señor profesor» o «el cómico>›. Había desaparecido
la convicción de que padecía una enfermedad venérea.
Nuevamente nervioso entre 1901 y 1904. Dolores de cabeza.
vértigos, en cierta ocasión casi se cayó al suelo. Volvió a mastur-
barse y a acusarse por ello. «Ya no se atrevía a nada», se decía, cre-
¡ase «medio loco», temía estar «enfermo de la cabeza». Después
recuperó su valor. se «liberó de todo», desplegó actividad y no
llamó la atención.
A juicio de sus padres, la afección psíquica empezó en otoño de
1905. El paciente manifestó que las gentes habían cambiado en su
comportamiento para con él. Sin motivo alguno. se convirtió en un
ser temeroso y lloriqueante. Le parecía que su padre había cam-
biado, que lo miraba de un modo extraño. Según él. los parientes
tengan que haber disgustado a su padre. A éste le dijo que no tenía
que temer nada, creía que su padre se asustaba al entrar él en la
sección de contabilidad. El paciente estaba muy excitado.
. Sedación, por estancia en el sanatorio. durante tres meses. en la
pr im av er a de 1906. Desde entonces. su familia lo trató como enfer-
mo. Descontado, se peleaba con toda la familia, aunque no tanto
C()MQ an te s. No quería comer con los demás. Refería a sí mismo la

n a de los demás. Le decía a su padre: «No tienes que temer nada,

267
I

no v o y 11 echnnc del negocio». De vez en cuando com¬icrz¢-ja 1


. re
enfermedad, se avergonzaba de haber sido lun <<lorlto›› todo
«Fran
«imaginaciones››.
A l cabo de un tiempo relativamente tranquilo en otoño dc
1908. sufrió un nuevo empeoramiento en Año Nuevo de 1909. E1
día de Reyes creyó que el hermano de un amigo, que en una taber-
na estaba algo alejado de é l , ciafiiclzcabrz y dzf cía: «Es mz m a ri ca »
(En realidad, nadie dijo nada de eso.) Dicho amigo habla llamado
muchas veces marica H sus compañeros cuando se emborrachaba
en otros tiempos. cosa que el paciente le había recriminado, consi-
derándolo como una indecencia. Desde el mes de enero de 1909,
el paciente comenzó a creer que el hermano le había «referido››. al
cuchichear, la opinión de aquel amigo, o sea, que él era un homo-
sexual. Notó que esto se extendió cada vez más. Se reían de él, le
negaban el trato. El día después de Reyes exigió de aquel amigo y
de su hermano que le dieran una explicación, a lo que ambos repli-
caron asombrados: «¿Qué te pasa? ¿No estás bien de la cabeza'p».
De otras personas, de las que también sospecho, exigió asimismo
explicaciones. Se presentó ante el juzgado y a la guardia rural, exi-
giendo que lo acusaran para que pudiera demostrar su inocencia.
Habla algunas personas que querían su perdición. A duras penas
consiguió su padre que dejara de incoar un proceso. Durante los
seis meses siguientes estuvo muy intranquilo e indeciso. y no quiso
volver al negocio. «Combinaba›› las conversaciones que oía. En su
«colosal excitación» veía figuras como sombras, que desaparecían
al dar él la vuelta.
Ingresado erz l a Clím'ca de Tubinga el 31 de julio de 1909, per-
maneció en ella hasta el 23 de septiembre del mismo año. Ningún
hallazgo somático digno de mención. El comportamiento está com-
pletamente dominado por la idea de que se le considera homose-
xual. Estado de ánimo deprimido, temeroso, preocupado; apenas
levanta la vista, descontado y tímido. Pero se anima, y entonces
se comporta con el médico de un modo contado, franco, aveqult-
b e y :rea-esittulo de corznjo. Se siente muy tranquilizado cuando e
puede contar al médico la historia de sus desgracias. Escrupulosv.
de emotividad blonda. al relatar las injusticias que dice han coma'
tido con é l , Hora con fizcilidad y siqfre irzleriormente mucho por
no
todo ello. Duda siempre del acierto de su comportamiento.
quiere descubrir ninguna debilidad, pierde la seguridad y el ap10'

268
W

¡HO en cu an to cree que le conocen, se vuelve tímido y desconfiaclo.


Solitario, en plena Naturaleza, es como se siente mejor; ent onc es se
olv ido d e todo. canta y se pone a silbar.
No hay alucinaciones ni ideas de influencia. El contenido pato-
lógico de las representaciones consiste exclusivamente en u n inten-
so d e li ri o de referencia, cuyo objeto es la .sospecha de homosexua-
lidad. aunque sin un sistema persecutorio claro Continuamente
interpreta de un modo equivocado la mímica y las manifestaciones
de los demás. El personal auxiliar de la clínica lo observa con espe-
cial cuidado. No puede reír ni tocar a nadie, porque inmediatamen-
te cree que es un intento de aproximación inmoral. Por todas partes
se le tienden trampas, todos lo ponen a prueba. Nunca tiene com-
pleta conciencia de enfermedad, el médico puede tranquilizarlo de
un modo transitorio, y entonces ignora sonriente las «trampas›› y
éstas le parecen burdas, aunque le siguen pareciendo trampas- Las
observaciones recientes lo excitan, y entonces apenas es asequible
a la psicoterapia.
Maniñesta tranquilización en los primeros días de estancia en
la clínica, le parece que ya no es tan llamativo, y se alegra de ello.
Por orden del médico, le comunica francamente toda observación
sospechosa. Más tarde, intensiñcación de las manifestaciones pato-
lógicas. El estado de ánimo y el delirio de referencia oscilan sin
causa externa aparente. A veces consigue dominar por completo
las ideas de referencia, y en ocasiones se ve dominado por ellas.
Entonces está inerme, llora, se estremece, suspira y se queja de que
no ha hecho nada malo para que todo el mundo lo considere un ser
despreciable. Dice que en su tiempo persiguió el asumo de la
de no mi na ció n
«marica››, pero q u e ahora rzo se interesa por él.
Apenas participa en discusiones acerca del tema, y sólo dice, de
vez en cuando, que es una cochinada. Desconfía, sobre todo de las
personas uniformadas, por ejemplo, cocheros, carteros. policías,
servidumbre de hoteles, personal de la clínica y médicos ajenos a
esta. Le parece que estas personas se dedican preferentemente a él.
cuando se encuentra con ellos se le permite libremente la sali-
da- se ve cohibido y tan excitado, que luego no puede acordarse
de lo sucedido, totalmente ingenuo. Pregunta si no existe una prue-
ba científica para la homosexualidad, para poder demostrar públi-
cflmente su inocencia. Es siempre muy FGSPGIUOSU _v corwíderado.
amo quiera que durante cierto tiempo estuvo observando de lejos

269
1-

a una señora ocupada en sus labores, la cual, de pronto de fue |


.
paciente estuvo intranquilo y apesadumbrado ba st an te s días
L .e
se
hizo reproches y creyó que ducha dama podía considerarlo un
fis~
gen o un «fresco››, por lo que preguntó al médico si debía presen
-
tarle sus excusas.
A l final del tratamiento se sentía de nuevo algo más libre y más
apto para el trabajo mental. A l principio no retenía nada en su
memoria, no podía concentrarse, se sentía muy cansado y dormía
mal. Hasta el final, el estado de ánimo fue muy oscilante, nunca se
sintió totalmente feliz. pero a veces estaba satisfecho y podía ale-
grarse y no pensar en su enfermedad. Pero luego volvía a cxcitar-
se. estaba temeroso. disgustado y desesperado de la vida.
Catamnesis de 1917. Durante los primeros años después del
alta le fue bastante bien. El paciente se ocupó en la fábrica pater-
na. Pero su comportamiento era extraordinariamente lírico, y air
con sus padres hablaba muy poco. Repartía su tiempo entre el tra-
bajo en la fábrica y los paseos solitarios. Además, leía el periódi-
co y aprendía italiano. Los domingos iba a veces a la taberna, pero
no estableció relaciones con nadie. Repudió los intentos de apro-
ximación de sus antiguos amigos, y mostraba una desconfianza
consecuente. tanto con ellos como con todas las demás personas.
A l menor motivo se excitaba tanto, que sus padres temían por él.
En primavera de 1914 surgió un I Z U E V O empeoramiento.
Muchas veces abandonó repentinamente el trabajo, (312 lo tocante a
la sexualidad, se comportó de un modo muy peligroso. Atacó a su
propia hermana, que tuvo que huir. Estaba muy excitado sexual-
mente. y sobre todo molestaba a los niños. Cuando era reprendido.
contestaba que se s e r í a (mimado, <<sabéis, tan bien como yo, que
¡enea que hacerlo», «me lo piden». Fue conducido al Sanatorio Z.
donde se encuentra desde hace años. Algunas cartas. enviadas por
su padre para una comprobación -todas las demás eran por el
estilo--, aclaran su estado psíquico actual. A l principio sóloescrl-
bía en italiano, pero cuando Italia entró en la guerra, sus parientes
lo convencieron dc que lo hiciera en alemán. He aquí una breve
prueba. de una carta de agradecimiento fechada el 24-V1- l9 l7 :

Como que en la semana entrante, el 29 de junio, celebro m


i
. , . . ~¡ón
curnplcunos, consndero cslc C H V I O como Ulìd pequen JÍCÚÉ- or
-
~.

al respecto. salvo que ustedes huhucran pensado aun en Un 1

270
presa especial para el.día, son ya pues tres años enteros de la
pgpetición del día tan Importante para mí en el que sucedieron
hechos de trascendencia para la política mundial. .pero como
quiera que grandes hUCBSOS tienden sus sombras y ninguna des-
gr:.1cilI es tan grande que no oculte en su seno su felicidad para
ot ro s, puedo darme por satisfecho con el devenir del tiempo
transcurrido, pues las hienas golosas no aúllan alrededor de los
muertos ni rodean 1OS túmulos, pues a un golpe le sigueg valien-
ternente un contragolpe lo que le permite a un caballero sin
miedo y sin tacha,...

El contenido de todas las cartas es idéntico al precedente en cuan-


lo a su estilo, desde el principio hasta el en: expresiones bar-rocas con
multitud de mo tivo s mitológicos y poéticos. Falta la puntuación de
UI1 modo ca si absoluto, las frases fluyen entre sí de un modo con-
fuso, el curso del pensamiento es incoherente, las sucesiones ide-
ativas se entremezclan a pesar de su desemejanza de contenido,
declamación patética, sin tonalidades afectivas cordiales. Sucesos.
fenómenos de la Naturaleza y relaciones familiares todo ello cons-
tituye el contenido principal, no hay ideas delirantes que desem-
peñen algún papel.
Otro de los casos de Gaupp muestra un parecido casi fotográfi-
co con el precedente:

El comerciante H., nacido en 1878, ha sido, desde su juventud,


una persona silenciosa, seria, muy bondadosa. nerviosa y de una
enorme /iiperexcitabilidad psíquica. Desde la pubertad se ha visto
intranquilizado por ideas hipocondríacas intensas a causa de sus
Poluciones, y ha consultado, además, a los médicos por cierta neu-
rosis cardíaca. Muy excitado en el verano de 1908 por dificultades
económicas y por un compromiso matrimonial no tomlnieme
dichoso: opresión cardíaca, llanto compulsivo histórico. Presión
cefálica, debilitamiento de la memoria. temor a padecer una afec-
ción mental. En otoño de 1908, en el sanatorio, ideas de envene-
n a m ie n to , negación a la comida, sen3ac:1lones de extrañeza. delirio
de referencia diviso, determinado especialmente por conversacio-
nes de sobremesa sobre homosexualidad, como en el caso \V.
Internado en la Clínica de Tubinga desde enero a octubre de 1909.
Además, otras ideas referidas sin relación común. Se le considera
un bebedor, intentan quitarle la novia, etc. Aparte de esto. sensa-

271
piones m;gán ic'as. observaciones extrañas en susórganos. genitales
,
arma raros -ascensión impulsiva de un editìcio de tres pisos en
construcción .Por lo demás, tipo suave, necesitado de médico
sugestionable, con situación afectiva depresiva-angustiad;1. Mph
condríaca. excitación temporal y tendencia al suicidio, ya descriiø
por Gaupp (capítulo 1). Desgraciadamente no ha sido posible
obtener la catamnesis de este caso. Ya Gaupp sospechó en su
momento un curso progne:*sivo. Por ello, se puede suponer que,
muy probablemente, el desarrollo ulterior de la psicosis no habrá
sido más favorable que en el caso W.
El caso del herrero W. puede servir como paradigma para el
tipo patológico de Gaupp. por su buena supervisión catamnésica
Por lo que respecta a la peculiaridad general de estos casos, véase
la descripción del trabajo original de Gaupp, reproducida en el
capítulo 1. Aquí sólo nos interesa el diagnóstico diferencia! entre
ellos y nuestro cuadro patológico: el delirio sensitivo de referen-
cia. Para centrarnos inmediatamente en el punto más importante,
Gaupp -en contraposición a la mezcla de su descripción con la de
Friedmann efectuada por otros- considera que la vivencia no
tiene importancia decisiva en el cuadro patológico, por lo que sus
casos caen dentro de la psicosis y no dentro de las reacciones psi-
copáticas a pesar de la notable influencia de ciertas peculiaridades
caracterológicas, lo cual se ha visto totalmente confirmado por el
curso ulterior. Nuestros casos sensitivos constituyen reacciones y
desarrollos, y. de un modo idéntico. los casos de Gaupp represen-
mn procesos que, insidiosamente, como dice el propio Gaupp, sin
límite rccorzocible y de ¡zr modo insensible, conducen a la fijar-
medad partiendo de la personalidad normal .v de sus reacciones.
descubriendo, sin embargo, su naturaleza procesal, como el C350
W., porque al en desembocan una serie de actos impulsivos
incomprensibles, en el amaneramiento y en el ligero trastorno ide-
ativo esquizofrénico. Es interesante ver cómo en W. no se ha llegfl-
do a la «esterilidad egoísta» a pesar del trastorno intelectual, como
corresponde a la suposición de Gaupp, basada en la conducta carac-
terológica, ya que sus cartas no descubren ningún cncapsulamientø
autista en vivencias intenorcs delirantes, sino que tratan vi va Y
regularmente del mundo exterior normal. En el comerciante H.. los
síntomas sospechosos de esquizofrenia actos iinpulsivos, sensa-
ciones genitales extrañas, homogeneidad interior deñcientö d
el

272
¢;;.

`
¿onwnido de lir an te surgen más claramente durante SU estancia
CH la clínic
a. Más adelante trataremos del tercer caso, que. al pare-
ha sufrido un giro desfavorable duradero. De momen-
I
cer. también
[O ofrece el cu ad ro
de una psicosis delirante parafrénica bastante

estable.
I
Por lo que respecta a la nomenclatura. Gaupp creó la denomi-
nación paranoia en un momento en que el concepto paranoia. de
Kraepelin, no excluía por completo lo p r o c e s a l , sin estar aún sufi-
cientemente asegurado y afirmado el carácter procesal de los
casos. Para evitar errores de interpretación, creemos importante
hacer hincapié en este hecho. Según la nomenclatura actual de
Kraepelm-Bleuler, que consideraremos básica para mayor simpli-
cidad, estos casos se denominarían parafrenias O esquízofienias
leves de curso muy lento y de peculiar mamfesrczción earacteroló-
gica. De esta manera se aclara la diferencia existente entre nues-
tros casos y los de Gaupp. La expresión aborríva no se refería, en
primer lugar, al resultado anal, como se desprende de la propia
descripción de Gaupp, sino al cuadro sintomático, con su caracte-
rística fluctuación, y a la escasa lìjeza de las ideas delirantes, en
comparación con la paranoia.
He aquí una cuestión práctica de gran importancia: ¿Es posible
un diagnóstico diferencial entre el tipo patológico de Gaupp y el
delirio sensitivo de referencia, ya en las estadios precoces de la
afección? Sí, con toda seguridad. En el caso W. podemos dividir
en dos períodos el curso de las alteraciones psíquicas. El primer
período, de 1894 a 1905, se caracteriza por un nerviosismo pecu-
liarmente variable y por un desequilibrio afectivo. el segundo, ini-
cuado en otoño de 1905 con la clara manifestación de trastornos
psíquicos, comprende la verdadera psicosis (de 1905 a 1917).
Está bien claro que en el primer estadio, por falta de síntomas
Psiquiátricos tan gib les , el diagnóstico sólo se había podido esta-
blecer con precaución. Vemos una disposición caracterológica que
corresponde totalmente a nuestro esquema caracterológico
sitio -full' . - , - - - - SCH-
L un la manifiesta dirección ética de las ideas, el aran de
Pfügresar, la timidez en el trato con los compañeros , pero que se
le asemeja much
o en sus rasgos psicastén¡co-escrupulosos. De un
Modo semejante a lo
que sucede en los neuróticos sensitivos,
Vamos cómo, relacionadas
cronológicamente con la masturbación
Y con los temores sexuales,
aparecen oscilaciones psíquicas. que

2.73
F

cambien permuten reconocer una cierta reactwIdncl ps ico lOg ía del


curso por ejemplo. mejoría por el servicio militar_. Pero aquí
llama ya la atención que el monwnro ético de l a uu lu mr mm mora]
que casi constituye el alma dc las neurosis sensitivas, relroc¿›(¡¿.
por completo en \V. En la historia clínica se plasma dc un modo
muy característico. tras la supuesta infección: «Después tu v o
remordimientcis de conciencia clzntamc' varios.- d:"a.r››. El neurótico
sensitivo tiene remordimientos de conciencia hasta el úl ti m o día de
su neurosis. pues toda la neurosis está construida sobre ellos. La
distimia afectiva de W. está dominada de un modo predominante
por el temor externo a la sífilis, y sólo el componente hipocondrí-
aco de las neuropatías sexuales surge de una manera bastante
maniñesta. En el segundo acceso nervioso, cuyo punto de partida
ya no es la masturbación, aparece, en primer término, el temor a
las consecuencias para la salud. Por tanto, hasta 1905 se puede
decir con seguridad que no se trataba dc una neurosis sen siti va
pura. En estos casos, sin embargo. no puede resolverse la cuestión
de si se trata de un simple nerviosismo o de los primeros inicios
tormentosos de la próxima psicosis.
Pero desde 1905, es decir, desde el inicio de la verdadera psi-
cosis, se puede excluir con seguridad cada vez mayor la presencia
de un delirio sensitivo de referencia. La blandura afectiva, la
humildad. la necesidad de asistencia médica y la influibilidad psi-
coterápica de las ideas delirantes, aunque, desde luego, menor que
en nuestros casos. dan cierta semejanza con los nuestros a los cua-
dros patológicos de Gaupp. Pero a su naturaleza p r o c e s a l le falta
la verdadera reactividad psicológica en los puntos decisivos, la
centralización vivencia absoluta y, sobre todo, la disposición
vivencial afectiva totalmente indispensable para el delirio sensiti-
vo de referencia, en el sentido de l a insuficiencia ética vergonzan-
te como fundamento que sirve de soporte a todo el cuadro patoló-
gico. En W., la psicosis no surge como reacción vivencial, sino de
la f o n a procesal característica, con disrimia ¿nmofívada difi.-ISG .Y
.s'erzsac:'ones de extrañeza. Sólo al cabo de varios años, una viven-
cia aparente, de tipo delirante («es un marica››), provoca una Cet,:
tralización pasajera del delirio. El paciente mismo asegura que es
asunto tiene para él una importancia afectiva secundaria, por lo
que este grupo de representaciones ético-sexual. semejante M
apariencia, no representa en este caso una vivencia causal desen-

274
cadenante, en contraposición al delirio sensitivo, sino una vivencia
de cunen irlo. Por fin, la disposición vivencia ética es exactamen-
tc la opuesta a nuestro cuadro patológico. Mientras en este último
el sentimiento de lu propia culpa constituye casi el terreno abona-
dO de la psicosis, \V. está flrmemcnle convrvzcídn de SU inocencia
y procura demostrarla en público por todos los medios posibles.
I De es te modo -esquematizado aquí en un caso particular se
deberian poder diferenciar bien casi todos los procesos delirantes
insidiosos de tipo caracterológico sensitivo. es decir. del tipo pato-
lógico descrito por Gaupp, en contraposición al delirio sensitivo de
referencia. En todo el material referente al asunto sólo hemos
encontrarlo un caso que presenta dificultades en el diagnóstico dife-
rencial: el últ im o caso de Gaupp, que describimos a continuación.

A. J., comerciante. nacido el 24 de octubre de 1866. Anamne-


sis familiar repetidamente circular. Carácter fundamental del pacien-
te: blanda, excitable, muy pwzlual y concienzudo, siempre descon-
liado; pensaba mal de los demás con facilidad y sentía nostalgia de
su hogar. Desde su juventud, cefaleas y excitabilidad, que empeo-
raron desde 1888, depresión, ataques de angustia, irritabilidad, jui-
cio clínico de aquel entonces: «muy nervioso». Algunas represen-
taciones obsesivas: temor obsesivo al ferrocarril, a caerse de la
silla. De 1900 a 1904, su esposa, también enferma mental. come-
tió varias veces adulterio, cosa que afectó mucho al paciente.
Cuando fue ingresada en un manicomio en 1904, se sintió libera-
do de un peso formidable. Durante la ausencia de su esposa, en
1904, tuv o rela cio nes con rameras, y a continuación se sintió
«rebajado moralmente» y con mala conciencia. En 1906, y duran-
te un viaje de negocios, se creyó observado fijamente por otros
huéspedes de la pensión, que lo miraban de un modo peculiar, por
lo que es tuv o intranquilo y excitado interiormente. Después sos-
pechó que eran detectives enviados por su mujer: para sorprender
SUs .relaclones ilí cit as . Durante el tiempo siguiente, a veces sen-
ti m ie n to de referencia e ideas dc persecución poco claras. En
dl909, mientras paseaba por la noche con una ramera, esta fue
ida por la po lic ia, y a el no lo molestaron para nada. Desde
f 2gm¢¢$ se cr ey ó
perseguido por la policía. observado por detecti-
pürpetuamenle vigilado por guardias, que trataban de cogerlo
por Sorpresa en una infidelidad matrimonial. A temporadas. inten-

275
SO delirio de observaciórz, angustia. sueño tra st or na do . Ingresó
voluntariamente en l a Clínica de Tubiugo el día I de ju n io de
1909. .v permaneció en ella hasta el 22 de julio del m is m o año
Estaba intranquilo, temeroso, con remordimientos de conciencia ll
causa dc las relaciones extra matrimoniales. Temor a c o n tr a e r Uflã
infección y a la vez., excitado sexual mente. Autotortura, quejas psi-
castenicas. Conciencia de enfermedad, variable. Muy concienzu-
do, preocupado por su familia, nada egoísta, «escrupuloso COMo
un enfermo obsesivo». Mejoría pasajera en la clínica. Pero ya HO
se ha podido librar de las ideas de persecución asociadas a los
remordimientos de conciencia.
Desde 191 O, coruinuamenre en sanororios. En febrero de 1910,
grave empeoromienro después del suicidio de SH esposa. Angustia
interna e intranquilidad crecientes. Durante el entieso se compor-
tó de un modo extraño, creía que los que presidían el duelo se bur-
laban de él. Inmediatamente después se le ocurrió la idea aja de
que su mujer no había muerto realmente. sino que seguía viva.
Esta idea, inconmovible en absoluto, ha permanecido desde enton-
ces, de un modo continuo, en el centro de su sistema delírome. AI
principio iba acompañada de las antiguas ideas referidas, cuyo
contenido era su infidelidad conyugal. Aun la «muerte aparente»
de su mujer se le aparecía bajo la luz de su infidelidad -como cas-
tigo, como atemorización adrede-. En los últimos años de su
ingreso, el sentimiento de culpa y la temerosa inseguridad cedie-
ron ante un carácter hermético y negativista, con un convenci-
miento íntimo, profundo, de la supervivencia de su esposa. Vive
completamente dentro de su mundo delirante, y ha roto toda rela-
ción con sus parientes. Habla de un modo hermético, breve, H
veces indeciso y temeroso. Exige mucha ropa interior y trajes. No
se preocupa del mundo externo, no cree que haya guerra. «Lleno
de representaciones delirantes», Ya encierran a su mujer y la tienen
escondida en el sanatorio, ya l a llevan a su casa, en donde se ocupa
en las tareas caseras. La ha visto asomarse por una ventana de la
sección de mujeres, la ve en la iglesia, en el coro de las monjas. Y
oye su voz en el cántico. Cree que a SU hijo lo han trasladado de
escuela sin decírselo a él. Se considera observado a cada paso. Por
su causa cierran la puerta con estrépito, lo persiguen y tr at an de
desprestigiarlo. Es igual que Cristo, que tiene que llevar su cruz.
Muchas ideas hipocondriacas, no come come, no to m a medical'

2.76
1
I

cr ee tener tuberculosis medular, lleva gafas negras. Fija-


b s o lu ta de sus ideas, no corrige jamás. Siempre claro y per-
ción a
orientado. Sin alucinaciones. Nada catatónico. Se ha con-
fectamente c

scrvado una
capacidad social ruda. .
Nos encontramos aquí ante un caso notable. en el que una psi-
casis --prescindiendo de ligeras desviaciones-- se inicia zípiea-
deííria sensizívo de referencia según el carácter, la
mente c o m o
vivencia y la reactividad psíquica, siguiendo durante años su curso
progresivamente a conti-
como tal. para sufrir un cambio radical
nuación de una segunda vivencia --la muerte de su esposa y
seguir desarrollándose de un modo asensitivo por completo, con
sit ua ció n af ec tiv a diferente y sistema delirante cambiado, desem-
bocando en un estado bastante estable. que corresponde al para-
noico senatorial tan conocido, sin descomposición psíquica pero
también. y a la vez. sin conexión útil con el ambiente, desconfia-
do y amargamente retirado en su vida interior delirante.
Señalemos aquí el paralelismo con respecto al delirio quera-
lame, que a veces nos procura sorpresas análogas, pues cuadros
patológicos que durante años han seguido un curso según la forma
pura de la reacción vivencia psicológica, toman un rumbo de ideas
totalmente distintas, ya no tan comprensibles, por ejemplo, duran-
le el internamiento senatorial. Recuérdese el excelente caso de
Bu der, en el que un verdadero delirio querulante se transforma. en
el sanatorio, en delirio de grandezas religioso y fantástico. El
hecho de que estas observaciones hayan constituido para el psi-
quiatra clínico un motivo de desazón en vez de estímulo. expresa
bien a las claras la debilidad fundamental del «sistema rígido» uti-
lizado en la psiquiatría clínica, que aún hoy nos obliga muchas
veces a establecer límites allí donde en realidad deberíamos estu-
diar relaciones.
Prescindiendo de la posibilidad de un estado mixto maníaco-
depresivo, para el cual no se encuentran puntos de apoyo suñcien-
tes, a pesar de la herencia circular, hay dos posibilidades de inter-
pretación para el caso A. J. La más fácil o sea, que en algún
Momento se haya introducido un proceso parafrémlco. ya ha sido
.
EX puesta al ¬
desenblr los casos de Gaupp en general. El endurecr-
v ¢ u sr

miento car act em lóg íco y el


ensínrisrrzamierzro autista que se han
d¢s€\rrollado en J. durante los últimos años, son muy apropiados
Pura aPoyar es ta concepción. Pero en todos estos casos y no sólo

277
en el campo del delirio sensitivo de referencia surge l i CUCSÍIÓQ
ø . I . I É u L

de como se explica esta peculiar combinacion en tre p s ic o s is


reac-
U v a aparentemente legítima y proceso, pues est as oh<erv'ic nas
x
iQ ¿

son demasiado frecuentes para ser una mera cas u¿lld. .1.
. d. a cxpll- ,

cación más plausible para no apartar-nos de nu es tro


sea, la de que en el primer período, hasta la muerte dc la esposa,
había existido sólo aparemememe un delirio .vensitívo de referen-
C l ü . habiéndose ocultado durante muchos años un proceso
extraor-
dinariamente insidioso, y conservando una buena relación psíqui-
cu de conjunto. detrás de la máscara de formas expresivas
psicológico-reactivas, es una explicación que no se puede defender
después de haber visto en los otros casos de Gaupp con qué facili-
dad se traiciona la naturaleza proccsual en cuanto se presenta una
verdadera afección mental. por los defectos de la concatenación
psicológica, por los factores de pensamientos y de acciones inde-
pendientes inmotivados y, sobre todo, por las tonalidades afectivas
frente a vivencias secundarias. ya no completamente susceptibles
de comprensión.
Pero si reconocemos la igualdad y la legitimidad entre el delirio
sensitivo de referencia y la parafrenia consiguiente, es posible un
doble concatenamiento causal. Ambos pueden conectarse sucesiva-
mente de un modo causal. pues la psicosis reactiva afectaría al equi-
librio psíquico hasta tal punto, que se facilitaría el surgimiento de un
proceso. La otra posibilidad es l a de una conexión causal simuitá-
nea, pues la constitución de una misma persona podría disponer, por
su lado psicológico, hacia las afecciones reactivo-psicopáticas, y por
su lado biológico, hacia los procesos, de tal modo que, en una edad
determinada -por ejemplo, pubertad, involución .el proceso
comcnzan'a a crecer insensiblemente a partir del desarrollo C{lII3CÍC':
geológico previo, como una demencia senil puede crecer, por si
decirlo, con una continuidad intenta regular a partir dc las alteracio-
nes caracterológicas de la edad avanzada. Estas relaciones entre
constitución «autóctona lábil» y «reactiva lábil» -para utilizar las
expresiones de Kleist- son muy interesantes y poco investigadas
hasta el momento. ¿Cómo es, por ejemplo, que un desarrollo.carHc'
terológico hiperestésico tan sutil como el del poeta Höldcrltn, ter-
minó en un estado esquizofrénico gravísimo? No es posible dejar
de pensar que la delicadeza extraordinaria de su constitución psí-
quica en el primer periodo de su vida tuviese algo que VCF inte
-

278
1

r io r m e n tc con el dramático derrumbamiento del segundo período.


O si no, ¿ c ó m o se explican las afinidades caracterológicas entre el
q u c ru la n te y cl perseguidor perseguido de la parafrcnia sistemá-
tica-¬ que durante tanto tiempo han impedido l a aclaración del
cOHCEPÍÚ paranoia? Estas cuestiones sólo pueden ser mencionadas
aquí, pues su solución rebasa el marco de esta obra. Nosotros coin-
cidimos fundamentalmente con la Escuela de Bleuler en que no
creemos út il elevar un muro rígido entre el círculo formal esqui-
zofrénico (o parafrénico) y el de la formación delirante psicopáti-
ca, con intolerancia dogmática. antes de que en este campo se haya
acumulado un material psicológico suficientemente elaborado.
Aqui sólo puede decidir la experiencia. No existe una necesidad a
priori de establecer un límite rígido, aun con el concepto más per-
filado y agudo de <<desarrollo›› y <<proceso››. No obstante. puede
comprenderse hasta cierto punto la posición estrictamente negati-
va de Kraepelin, porque todas las investigaciones en este sentido
deben llevarse a cabo con la más seria profundidad psicológica y
con la limpieza conceptual más exacta. si no queremos dar origen
a confusiones.
Después de manifestar que ciertas relaciones entre carácter y
reacción psicopática constituyen la tarea principal y esencial del
presente trabajo, hemos tenido que rozar. al menos, las relaciones
entre carácter y proceso, usando el cuadro clínico de Gaupp. por
motivos de diagnóstico diferencial. En su trabajo. Gaupp propone
dos cuestiones totalmente distintas. La primera cuestión es: ¿Hasta
qué pu nto tiene ¡mporranczla el carácter premórbído, aun en los
procesos, para l a cortfigu ración formal del cuadro patológico ?
Esta formulación, que constituye un genuino problema de síntoma-
rolagía psiquiátrica es común a Gaupp y a Tiling. Por lo demás.
tiene un valor no desdeñable para el clínico práctico. Y la segunda:
¿ Hasta qué punta llevan en se' ciertos caracteres la posibilidad pm-
Hóstiea de una afección p r o c e s a l ? Esta interesante cuestión perte-
nece a la etíologta pstlqu¡ân-ica. la cual tiene su importancia para el
carácter sensitivo, como hemos visto. Sin embargo, no es una cues-
non de etiología inmediata, como la que existe entre canicter y psi-
c o s ts re a c ti v a , sino de etiología mediata. en cuanto que. frente al
Pføceso posterior, el carácter premórbido sólo tiene importancia
Como síntoma de la constitución biológica que le sirve de base. que.
por SLI. pone, constituye la causa p r o c e s a l inmediata.

279
El diagnóstico diferencial entre nuestro cuadro patológiçg y cl
de Gaupp airea también, además del lema «carácter y proceso», |
a
cuestión «vivencia 3* proceso», cuestión que tampoco ha sido abor-
dada aún con bastante profundidad científica, por lo que DO pode-
mos resolverla totalmente para nuestro campo especial sin trans-
gredir su marco. El juicio crítico limitado de la Escuela de Zurich,
sobre todo, de E. Bleulcr y de Mater, merece nuestra atención. Sea
como fuere, estos investigadores tienen el mérito de haber dirigí-
do la atención, aun al margen de la Escuela psicoanalítica, sobre
la psicología fina de los contenidos representativos esquizofreni-
cos y parafrénicos, especialmente sobre la participación de «COM-
plejos» o mecanismos «catatímicos›› en su génesis formal. En los
procesos paranoides de los pacientes de Gaupp _limitándonos a
los casos W. y H.-, no habrá escapado a la atención el hecho de
que la elaboración vivencia ofrece cierta relación con las de las
reacciones sensitivas verdaderas. Puede ser que la hipersensibili-
dad inmotivada de W., que se expresa durante su psicosis con
motivo de las conversaciones sobre el tema de la homosexualidad,
tenga aún una relación ligera con la anterior sobre valoración, pre-
dominantemente reactiva, de los círculos de representaciones
sexuales. Sea como fuere, es notable el que, una vez captada la
idea de la homosexualidad, la siga elaborando en un delirio de
referencia bien centrado, como en un psicótico sensitivo verdade-
ro. En H. también domina la sintomatología, y, de un modo seme-
jante, el delirio de referencia alimentado por las conversaciones
mantenidas durante el día. Pero, sobre todo, la característica del
cuadro patológico de Gaupp es casi la tendencia a la elaboración
vivencia cazafímíca, especialmente €f1 la dirección de la hipocon-
(iría sexual, la reactividad psicológica extraordinariamente viva
en dirección psicasténico-escrupulosa durante el largo período de
incubación de la enfermedad. Por ello, Gaupp ha destacado espe-
cialmente en su descripción la importancia de las acciones viven-
ciales, pero sin colocarlas en el primer lugar, ya que se trata de
procesos.
La segunda posibilidad de interpretación del caso A. J. -ade-
más de la parafrénica la hemos reservado hasta este momcfllfl-
porque nos conduce a la relación entre el delirio serzsirivo de ref@-
rencia y la paranoia. En primer lugar. voy a mencionar uN caso
que he observado recientemente:

280
hijo de labradores, habitante de una aldea alejada,

*,
Kerle
tr a de sd e su juventud
. una extraordinaria blandura afectiva
I NìueS
I S(1, _ / N N Í U con rasgos propios de H H solitario ence-
HIIIHIIO*l)()H(1(l(/O
rudo en se' m is m o y sumido €I1 pensamientos. Muy joven aún, se
enamoró profundamente de una muchacha, que lo rechazó por la
I torpe si m pl ic id ad demostrada por él. Fluyendo directamente de
esta vi ve nc ia se forman dos series de representaciones delirantes,
que pueden seguirse paralelamente, durante una serie de años,
hasta el momento actual. Primero elaboró la negativa de la mucha-
cha en cl sentido de la insuficiencia vergonzante, y a partir de ella
desarrolló un de lir io sensirívo de referencia típico: por ejemplo,
yendo a una parroquia muy alejada de su residencia. en vez de a la
propia, por creer que su párroco se refería a él en sus sermones. Por
gira parte, desde que la muchacha se casó vive en el esperanzado
delirio de que su matrimonio con otro es sólo aparente, y que lleea-
rá el día en que ella misma vendrá a concederle a él su mano ahora.
él tiene 42 años, y ella es madre ya de varios hijos mayorcitos '
Kerle cree que los niños podrían ser parientes de ella que viven en
la misma casa. Tomando por base razonamientos religiosos gra-
cias a un profundo estudio de la Biblia y una silenciosa amargu-
ra por su felicidad matrimonial fallida, desarrolla el concepto de
que por ser soltero no se le puede obligar si prestar el servicio mili-
tar. Al negarse a ello, fue llevado, para que lo observáramos, a
nuestro departamento sanitario militar. Se trata de una serie de rela-
ciones psíquicas de orden psicológico fácil de intuir, en las que se
conserva int act a la personalidad y no hay el menor vestigio proce-
sal, pese a que la enfermedad dura y a diecisiete años.
En es te cuadro patológico encontramos dos o, si se quiere, tres
Procesos delirantes crónicos combinados: en primer lugar, un deli-
no sen silì vo de referencia, cuya forra de curso es la del desairo_

l o reactivo (compárese nuestra definición), ya que. partiendo de


Una vivencia determinada, no vuelve a retroceder jamás al punto
dc partida. Un segundo desarrollo reactivo. que surge también del
d.lsmo pu nt o de partida, tiene un caracter psicológico totalmente
lhïinto: en el .sentido más estricto de la palabra. signitìca una
førmaczón de lira nte «catatímica››, una psicosis <1esider¬azi\°o para-

* Des
cripción detallada del CILSO en el capítulo l I ' «Del delirio pasional».

281
loica lineal, recta y en contraposición al delirio se ns iti vo dc
refe-
rencia, ya que, sin ninguna clase de conformación psicológica, el
delirio realiza complacido aquello que c l corazón an si a interio
r-
meme. Por tanto, mientras cl delirio sensitivo de referencia v iv e de
la tensión contrapuesta entre tendencias afectivas irreconciliables
del trágico convicto entre ideal y realidad, de la contrición y de la
desesperación, la psicosis dcsic.lera¡i\'a parunoica está llena de espe-
runzja, optimista. sin tensión de ninguna clase, ya que justamente
el
ideal perseguido se ha hecho realidad en el delirio. En su rectitud
lineal se asemeja a la psicosis combativa, l a cual. sin embargo, el
radicalmente distinta de ella. porque se funda en una tensión alec-
tiva con displacer. La psicosis sensitiva de contención y la ps ic o-
sis expmzsivci combativo viven de un convicto: la primera. de un
conflicto interior, ético y oculto, la segunda, de un conflicto ex te-
rior. abierto, social, aunque ambas sólo pueden alcanzar su punto
culminante en la vivencia, por lo cual son predominante mente psi-
COSlS reactivas.
La psicosis desiderativa del soñador eufórico, infantil, si se
quiere, es muy distinta. También puede desarrollarse -como ya
hemos visto- reactivamente con un principio externo determina-
do. rompiendo el filo de una vivencia ruda mediante una transfor-
mación catatímica. Pero no necesita del conflicto, pues se trata de
la psicosis de un solitario que interiormente le vuelve la espalda al
mundo y para el cual coinciden el ideal y la realidad. Partiendo de
fanmsías de relatos juveniles sobre la dicha del mundo, la gloria de
inventores y profetas, el amor de princesas hermosas y de príncipes
perdidos y vueltos a encontrar, pueble incluso continuar I:asta la
edad fzdulta, afirmándose insensiblemente COIZ díclza.s¬ fantas:?1s. En
este caso representa el tipo más puro de desarrollo autóctono. que
conduce a una personalidad ya inicialmente rnalformada, segur las
leyes psicológicas de las distintas edades de la vida, sin estímulos
vivenciales determinados. Kraepelin ha entresacado este tipo de
psicosis clesiclerativa con desarrollo autóctono delirante. de la
enrnarañadísinta red del desarrollo delirante crónico basado CH la
personalidad psicopática aunque sin separarlo con todaclari-
dad-, y le ha dado preferentemente el nombre de «parano:a››.
A
. . . 3
continuacion expondremos por qué este Intento no co ns tit uy e un
I | 1

solución definitiva, sino sólo una fase de tránsito en c l problem


a de
la paranoia, aunque desarrollada consecuentemente.

282
En el caso de Kerle encontramos, junto a la formación deliran-
I

I
te sensitiva y le reactiva catatímica, un brote del mismo tron-
(ercer

co de la persr›nalzldad, O sea. el desarrollo autóctono parrmoieo €I1


ja rr a de ideas relig¡osa.s' sectarias, que más tarde confluirán con
los h il o s del desarrollo reactivo para formar el resultado común de
la paranoica negativa a prestar el servicio militar.
Vista a través de este caso, aun la historia clínica del comer-
ciame A. J. puede iluminarse desde un segundo punto de vista.
Podría tratarse. como en nuestro labrador soltero. de una combina-
ción de delirio sensitivo con psicosis desiderativa, aunque con una
disposición cronológica cambiada. La infidelidad conyugal contra
la esposa provoca en el marido blando y escrupuloso un delirio
sensitivo-paranoico. que domina la escena durante años- En 1909,
el suicidio de la mujer produce u n cambio repentino y conmovedor
en el fondo vivencia de la psicosis. La mujer conserva su papel
dominante en la vida anímica del marido. Pero los remordimientos
de conciencia y el temor persecutorio sensitivo han perdido su
objeto con la muerte de la esposa, por lo que poco a poco pasan a
un segundo plano. mientras que el suceso del suicidio despierta el
amor cz la esposo, enredado en un laberinto a causa de las pésimas
circunstancias matrimoniales, y. comprcnsiblemente, surge la nos-
talgia de la mujer. con un cambio del sistema delirante, que sigue
a esta brusca variación afectiva, pasando dc la angustia sensitiva
de la conciencia contra la mujer viva a l a psricosís desiderativa que
concede a la largura de la muerta una supervivencia transñeurada.
Desde luego, es te segundo sistema delirante aún está teñido por las
ideas persecutorias e hipocondríacas del primer período.
. Esta segunda interpretación del caso posee, frente a la suposi-
Clón, siempre algo más dificil, de una parafrenia sobreañadida. la
pref ere nc ia de un a posibilidad de explicación homogénea de todo
e curso patológico sobre un fundamento psicológico reactivo.
Además. se apoya en el hecho de que el cambio del primer perío-
du al segundo. que ya no puede explicarse de una forma sensitiva.
de produce de un modo manifiestamente reactivo a continuación
E la muerte de la mujer. Las rarezas autistas del paciente en su
Huevo tipo de vida no son una demostración en contra. sobre todo
si se piensa hasta qué punto H fl fl larga estancia en el smzatorio, lo
Mismo
que en la cárcel. puede deformar una vida psíquica a :ra-
vos de la vía ps
ico lóg ica . sin proceso. El psiquiatra de sanatorio es
el más indicado para aclarar estos casos. En este sentido, y por lO
que se refiere a los efectos psíquicos senatoriales en el terreno de
la formación delirante. podrían obtenerse inte res ant es conclusiø-
nes., así como en la investigación de las psicosis ca rc el ar ia s, justa-
mente para l a delimitación entre parqflrenio y paranoia.
Con ello volvemos a las consecuencias .finales que resultan de
comparar nuestro trabajo con l a paranoia de Kmepelif Sería muy
de desear que l a voz catatimico, acertadisima expresión de Mater,
se introdujera no sólo en su concepto general. sino en el signiflca-
do más preciso y limitado de las psicosis desiderativas de desarro-
llo lineal recto. Sea como fuere, en las páginas que siguen la emple-
amos siempre en este sentido. La descripción que de la paranoia se
hace en el reciente Tratado de Kraepclin, ¿reproduce una imagen
pura de los desarrollos autóctonos catatímicos, y, con ello, un grupo
patológico hasta cierto punto homogéneo? Ciertamente, no. Sólo en
la nueva edición reproducen las psicosis desiderativos el modelo
principal, fácilmente reconocible. de la imagen paranoica, al igual
que en las ediciones anteriores el delirio queruianre como repre-
SEIUGHÍE de las psicosis conzbativas ha constituido un modelo prin-
cipal manifiesto. Pero junto a ellas se han introducido en la des-
cripción otros rasgos de desarrollos delirantes crónicos distintos.
sin caracterizar de un modo preciso su peculiaridad independiente.
La disposición caracferológica sensitiva y la forma -por lo
general. relacionada con ella- deformación delíranfe no se ÉH CU ÉH -
Iran descritas en ninguna parte, con detalle, en el trabajo de Kraepe-
lin sobre la paranoia. Además, existe la impresión de que Kraepelin
no se ha encontrado con formas puras de delirio sensitivo de referen-
cia. A l leer ciertos párrafos de su Tratado se observa que la descrip-
ción va en ocasiones mezclada con unos componentes sensitivos eN
otras formas delirantes caracterógenas-
El apartado «Delirio persecutorio›› puede contener es to s rasgos
extraños siempre que se produzca la combinación con temores hipo-
condríacos, puesta de relieve por Kraepelin. Pero éste se acerca
mucho a la imagen de nuestro carácter sensitivo al lanzar -cuando
describe la génesis psicológica del delirio a partir de la peculiaridad
personal la siguiente suposición: «La ineptitud para la lucha por.
la wri.s'!enc*ic1, que surge de l a di.s'posic*ión defectuosa. debe ccmsxdf-
mrse COHIU In raíz de ¡as ideas I)(;'!".SI€CH[OI'Í(lS››. Dicho si, ta n CD
general, este pensamiento puede extenderse a las formaciones d
eli-

284
nos
les dc lo s in tr ìa an te s y de los querulantcs. Aún más afín
Bill G..

6c B el co nc ep to formulado poco más adelante, de que el modo


p:1r
ctivø del paranoico parece indicar «que en él al sentir de un modo
rea
o la inseguridad interior; existe simultáneamente una auto-
continu
condiciona su especia! h1};›ersensibiIi(1ad››.. Este
estitna elevada; es to
las cosas apenas permite dudar que Kraepelin ha
modo de decir
caracterológicos sensitivos en algunos de sus
Qbservado factores
CHSO$. Al mismo tiempo, el hecho de que Kraepelin -de un modo
Bleuler-- no explique la relación de intensidad que
semejante a
los componentes caracterológicos asténicos y estem-
existe entre
cos, indica que para él no ex ist e diferencia entre las formas deli-
rantes expansivas y sensitivas, pues el carácter del neurótico com-
bativo posee el mismo rasgo asténico que el del sensitivo, aunque
la relación de mezcla es inversa.
Kraepelin ha elaborado con mucho mayor claridad las relaciones
de afifzidarl entre la paranoia y el lado expansiva. Dicho autor pone
de relieve que la desviación del delirio querulante a partir del anti-
guo marco de la paranoia, frente a las afecciones psicógenas, «tiene
una importancia secundaria». que también en el paranoico «cierras
arperiencías vitales pueden ejercer 1020 influencía decisiva sobre la
formación del sistema delirante», y que «la lucha por la vida» l o
«incita a una tenaz sabrestimación de si' mismo». En las excelentes
descripciones de Kraepelin se expone con gran vivacidad la lucha,
frecuentemente apasionada y dura, de los inventores, profetas y fal-
sos pn'ncipes, por sus supuestos derechos, lucha que con frecuencia
I

conduce a conflictos sociales, como sucede con los querulantes.


Nosotros preguntamos: ¿Cuál es la diferencia existente entre
un sensitivo de referencia, que lucha encerrado en una fantasía
des ide rat iva , y u n inventor; que luchando intenta realizar una
fantasía desíderariva? ¿Acaso la mitad de los querulantes no son
ìüonadores que, ciegos para las realidades del mundo externo, ven
n su vi st a interior la posibilidad de sus deseos imposibles? ¿Y,
por v e n tu ra , la mitad de los inventores no son gentes dedicadas a
los Pføcesos, que pasan por todas las instancias, frente a la burla
del mundo, sus pa ten tes fallidas?
Pero dediqué nonos :;1 los tipos paranoicos más leves. ¿No tic-
non de común con nuestros sensitivos la debilidad y la inseguridad
en la lucha por
la vida de estos enamorados sílendosos. _\' ('S`C!`ll-
el -¬ . . .
P oso.s m ve st zg a d o re s de la Bxblza. de que nos habla Kraepelin'*

285
r

Con mucha frecuencia son personas ensz':›u'.vmudas, lfrriirlczs y snli-


rarírzs. hasta que su delirio madura. Por otra parte, el Cl`lzlÍ'lì()l`í.1-
miento secreto y sin esperanza que las solteronas guardan años y
años en su interior, se confunde, hasta identificarse ca si por com-
pleto, con el amor principesco de los paranoicos de Kraepelin, en
ambos encontramos el delirio de creerse correspondidos (véase la
maestra de Wernicke), pues para los soñadores y los poetas, el
amor hacia una princesa no es más absurdo que el amor hacia un
maestro. En el sensitivo hemos encontrado frecuentemente UDZI
tendencia a lo fantástico _v a los sueños €.7CÍI'(1\'(1g(1III€.*¡', un a incli-
nación a rodearse de un mundo de poesía, 0 a cierras manías reli-
giosas excesivas. Pero los casos como el del labrador K. nos mues-
tran, de un modo completo, cómo a partir de una misma disposición
earaeterológica. de solitario blando y afectivo, pueden surgir juntos
un delirio sensitivo de referencia y una psicosis erótica. Recuerde-
se el caso Wagner, en el que el delirio profético se alimenta de la
torturada hiperexcitabilidad del delirio sensitivo de referencia,
favoreciendo. a su vez. la aparición de la psicosis combativa. Pién-
sese también en el caso descrito por Bjerre, en el cual la disposi-
ción psicológica es inversa, y los desarrollos psíquicos de una
locura erótica abortiva surgen del delirio sensitivo de referencia, o
en el caso de Bruhn, en el que una fracción de delirio erótico se
introduce en la psicosis sensitiva. En todas partes vernos, al pene-
trar más profundamente, las relaciones psíquicas de las formas
delirantes «psicógenas›› y las que Kraepelin denomina paranoicas
i'encladera.s. que forman una trama finísima c insoluble.
Pero si entre las C5SU'UCHU'G.'l` psicológicas de los tres grupos deli-
rantes no pueden trazarse unas líneas de separación absolutas. Sl de
los paranoicos desirleratívos de Kmepeiin, unos no pueden ¡magi-
rzarsc sin la tenaz nammleza combativa del qucvulanre, y los otros
tampoco sin la tendencia referente nacida de la inseguridad y s in la
S f l ü ve Mferz'orizaciórz del sen.s°¡Iilvo, ¿qué es lo que justifica su cla
si-
ficación en una unidad patológica separada de los otros dos?
Aun l a forma del curso, a la que anteriormente Kraepelin con-
cedió un gran valor, no podría justificarlo. El delirio quenilante Y-
a
en los casos graves, el delirio sensitivo de re fe re nc ia . forman
veces afecciones crónicas que, sin un final visible, se extienden
J

largos períodos de la vida. El mismo Kraepelin ha abandonado CH


a
este aspecto el dogmatismo básico al destacar que «no se QPOIIC

286
existencia de formas dc paranoia leve. psìcógenas, que terminan
la
curarse». Pero ya frente a la paranoia de Friedrnann hemos
por
o de relieve que, desde (1 I punto de visu científico, no es u n /
pu est
wIi,¢.¬("i0›I1(/r unilaterulmcrzfe sólo las formas parunoiccls de CIH°S0
' 1ÍCIO› incluyendo las «leves››. En el delirio sensitivo de referen-
('¡'OI
que las formas neuróticas y las fantásticas diso-
cia hemos v is to
cicuivas conflílztyen una imidad, desde el punto de vista psicologi-
co. un las sim ple me nte paranoi'de.s'. y que no podremos ver la
gran relación psicológica de estos cuadros patológicos S l pretende-
mos examinar estas últimas sin aquéllas.
En el desencadenamienm de la afección, ya sólo queda l a dife-
rencia entre ilesa r r i l o reactivo .v desarrollo aufógerzo. Posterior-
mente. Kraepelin ha adoptado esta diferencia como criterio prínci-
pal entre la verdadera paranoia «que se desarrolla a partir de causas
interiores únicamente», y el delirio querulante y todas las afeccio-
nes psicógenas, en las que «la formación delirante se relaciona con
un motivo extenso determinado». Ya hemos puesto anteriormente
de relieve esta diferencia. que existe realmente entre las psicosis
desiderativas por una parte. y las psicosis sensitivas y combativas,
por la otra. Pero ¿es suficiente para destacar la «paranoia verdade-
ra» de las restantes formas delirantes <<psicógenas›› como conside-
ración patológica especial -no sólo como grupo patológico? El
mismo Kraepelin ha hecho notables concesiones en este sentido:
«Las diferencias en la patogenia del delirio querulante y de l a para-
noia terminan, finalmente. en un cierto desvío de la relación entre
las influencias externas, psicógenas y las causas patológicas inter-
U&S». o «la paranoia y la formación delirante psicógena tal vez pue-
dan considerarse como eslabones anales de una cadena en la que se
hallan todos los eslabones intermedios posibles». El hecho de tra-
tarse únicamente de concesiones se desprende de que. a pesar de
lodo, Kraepelin sigue considerando «la paranoia» como tal.
Por ta n to , no es superfluo poner al descubierto toda la relativi-
dad de la diferencia entre desarrollo rearnívo .v desarrollo autóc-
ÍOIIO
usando para ello la paranoia de Kraepelin. Pasamos por alto
el punto de vis ta, ya expuesto anteriormente, de que en el desarro-
lo de muchos
paranoicos desiderativos se entrelazan inseparable-
Meme Componentes expansivos y también sensitivos. Este punto
de vista al que se refieren. en primer lugar. las concesiones de
9

Kfflcpenn, sería de por si suficiente para poner sobre el tapete la

237
utilidad de una sep arución especlal
. c, ' - pslcosns
de las '
de>.-lderau\-. .1s.
. u

Lirnitémonos ahora a las psicosis desiderativas puras. En el ca


so
K. hemos visto cómo un delirio erótico, que psicológicamente
corresponde a l a locura erótica c c Kracpclin, puede producirse de
un modo exquisimmente reactivo, psicúgeno, al igual que u n deli-
rio sensitivo de referencia, y junto con él. ¿Hay que denominado
pczrarmia porque constituye una psicosis desiclerativa, o conside-
rarlo como afección psicógcna porque se produjo reactivamenre?
Además, es cuestión de preguntar si el enamoramiento román-
tico que sufre un paranoico al conocer a una dama de posición ele-
vada -entiéndase bien: la idea inicial de inclinación. no el siste-
ma delirante que posteriormente teje a partir de ella-, no es ya por
si algo patológico. que deba considerarse como el primer síntoma
de la paranoia. Si contestamos afirmativamente esta cuestión,
hemos de considerar paranoicas a todas las solteronas que se ena-
moran de un famoso tenor de ópera por los mismos motivos psi-
cológicos y con la misma utopía romántica .
Por lo que se refie-
re a la edad, hay muchos poetas que han pasado ya la pubertad y
que. a pesar de ello, SC enamoran. con una pasión absurda, de
damas inalcanzables y de posición elevada, y se enamoran justa-
mente porque sólo las han podido ver de pasada una O dos veces.
Esta forma del amor apasionado y romántico desde lejos no es
nada paranoico, ni aun patológico, sino, en general, un jugueteo
¡nocuo del erotismo jïsiológico. A estos amores les debemos
muchas obras de arte verdaderamente valiosas. El poeta llama
vivencia a la rápida mirada que, desde un coche en marcha, ha on-
ginado su amor, y de esta vivencia vive ilusionado durante años y
años. .
No retrocedamos ante otra conclusión más: la supuesta pr im e-
ra mirada amorosa de la princesa es para el parwzoieo su vi ve n-
e
cia, y todo el delirio erótico que se desarrolla es re ac tiv o. psícógë_
no. No vemos qué pueda oponerse rotundamente a esta as
ercion Sl
concedemos la misma importancia que darnos al delirio querulflfl'
te. a la constelación vivencia externa de la paranoia. ¿ O .es que la

ante, tiene más importancia externa que la vista de una p r e


_
valla rota, c l motivo de cuya reparación enciende el delirio. queronq
sa.
Pues está bien claro: En toda vivencia, no sólo patógena. el m
are-
rial vivencia exlernu es .w:c'1mrlurzlo,' lo principal es la 1'
ivenffiï
paflir
interior, ln que la personalidad cxperimenlamte conforma ¡l

288
de sí misma, de tal modo que -cum grano salis- se podría decir:
«TOdo hombre experimenta lo que él es».
Sea como fuere. no se comprende por qué no se le puede conce-
der al paranoico religioso * su vivencia. al chocar con un pasaje
determinado de la Biblia, si al querulante se le concede al chocar con
SU vecino. El pasaje de la Biblia es tan causante de que el paranoico
haya fundado sobre él una secta. como el maestro de que la joven
sensitiva se haya convertido en referente a causa de él, o el poste de
la valla de que el querulante se arruine por é l . Es la vivencia inferior
que su rg e en el psicópata «simplemerue por motivos irzrenzo.s'››. en
wrtucl de su constirur;ión especifica, la insultafzze violación de la Lev
que observa en l a valla destruida, el pecado que ve en el amor secre-
m, el llamamiento divino (1 la profecía que encuentra en el pasaje
bíblico, es la vivencia interior la que hace al paranoico.
Digamos tranquilamente: «al paranoico››. La vivencia indignan-
te hace al paranoico combativo, la vivencia retenida, al paranoico
sensitivo, y la vivencia fantástica, al paranoico desiderativo. Asi
hemos resuelto la clave del problema de la paranoia. al afirmar que
hay paran ices. no paranoia. En primer lugar, hemos conocido tres
grupos de desatollo delirante caracterógeno, que tienden a la for-
mación de sistemas crónicos y que. según la designación clínica
antigua, pueden denominarse paranoicos expansiva: O combativos.
paranoicos sensitivos o de conciencia. y paranoicos desiderativos.
Cada uno de estos grupos constituye, como hemos visto. un tipo de
peculiaridad precisa. Pero, ¿cómo o de dónde podemos entresacar

" W. Gutsch ha publicado casuísticamente uno de los casos principales dc


kraepclin; el «anfitrión nupcial real ClCl'NO››. En su exposición. si bien esque-
mãtica, dc los factores caractcrológicos y vivenciales. se: Lrzlsluce claramente
"UH doble acción vivencia. Lo que sospechamos que es la vivencia patógeno
verdadera y determinante. en este hombre dc talento y ardientemente ambi-
cioso. es el fallo
. por dos veces, dc sus posibilidades a una profesión superior
(estudio. academia dc arte). Este fallo de una meta vitalmente importante
Í(š"°*Poncle con exactitud a la disposición genuina! de la psicosis dcsiderati-
de nuestro labrador K solo que aquí se trata de amor. y ella. de profesión.
polos ambos
alrededor de los cuales giran también las psicosis sensilìvas. Los
dos son Igualmcmc
«ps¡cógcnos››. En" nuestro caso. el contenido puede haber
sido dudo por
e l anhelo dcsiderulivo de una mayor felicidad. estimulada por
Él cól cas o. a s í como la lectura del «librito profético» .y. probablenientc. la
1 Cüudyuvamc dc los efectos ambientales del medio campesino.

289
una unidad pumhígica «paranoia›› de estos grupos (le ti p o s de pura-
notcos.G Si .Qe . . .
c intenta como la h-wc Krwc pcl'ln. s p a u u - cl šfllpo de - --
los paranoicos desiderativos como una unidad, se corta por la mitad
el grupo paranoico combativo y una parte de los $C s nS llÍ\r Q5 _ Tampg-
Co se comprende por qué la expresión, a la vez. manejable y clínica
-
mente introducida de «paranoia››. deba reservarse al pequeño grupo
de las psicosis desiderativas. Compárense. ll este respecto, los con-
ceptos semejantes de Wilmanns «acerca de la posición clínica de la
paranoia», Pero si rentáramos estampar la unidad patológica
<<paranoia›› en cualquiera de los dos grupos restantes, no habríamos
adelantado nada, pues en las psicosis sensitivas hemos demostrado
que todas las afccci(mes ¡.›sic.'opáti¢'o-r¿*ac›'i vas pueden ciüfificarre
en tipos claramente dirimas', pero que todos estos tipos están uni-
dos por relac'irm¢=s y escalones ¡rltc'nzt¿'dío.s' ()n!c)1(uÍo." c i rrr›rnp1'bl¿*.r.
¿O podría constituirse una unidad patológica, dando el nombre
de «pczranoirw a los :res grupos juntos? A primera vista. esta solu-
ción es seductora. Pero no resulta menos violenta y deforme que la
otra. Porque la forma de curso sistematizada crónica, o sea. la pam-
noica. constituye sólo uno de los tipos reactivos que una misma
vivencia puede provocar en un mismo carácter. Este reconocimien-
to, obtenido del estudio de las afecciones sensitivas, podría aflr-
marse también mediante las psicosis combativas y desiderativas, si
nos dedicáramos zi ello. Un delirio sensitivo O una neurosis de refe-
rencia, con una paranoia sensitiva. tienen entre sí una relación psi-
cológica mucho más íntima que una forma paranoica de psicosis
combativo o desiderativa, si prescindimos del aspecto etiológico _\*
sintomático formal.
Por tanto, se denominarían pm'mluicr›s todos los desarrollos .V
I'(ƒ(l(.l(.'I()¡l(,'.S` pxicopúricox que m u e s t r a ) : laforniaciôn co nr bi na m r¡f
l_(Í¢'
.rislenzas fleliraurcs, enfrentando este cuadro patológico al «p:iratre-
rico», que comprende lu.fi›rmac¡(5n zlclirmzre r(¶'lex:`i'u (le lo s pMC¿'-
sus crurlágenrn', como lo hace Kracpclin frente a la psicosis deside-
rativa. En muchos casos sólo podrá decirse que su curso CS «IHEIS
paranoico» o «más parallrénico››, porque los componentes procesufl-
en las
les y psicorreactivos se pueden entrelazar po lifa cé tic amx en te . . ~' $11
. . . , , . . .
pslcusns d<:Ilrogcnus cromczts. No axbzmdonaunos l.x dulomIn.1u
«
«purzm<.›icn››, pues las necesidades prácticas, como sucede co
n la
histeria, lo cxlgcn, y las estrechas rcluciuncs intcmus entre los
[IT85

o s o s lo demuestran no solo de un modo s in tolnatuJu›


grup paranoic

290
I
I

ano también caractcrológico y psicológico. La propuesta de solu-


I

ción del problema de la paranoia que acabamos de presentar, sig.-ire


¿ra('¡c2m€n!c la M i c a de rlasrzrro/lr› del sistema de Krcicfpelin. Cons-
utuye la meta hacia la cual convergen las concesiones casi acepta~
das por Kraepelin en su último Trzltado. y hacia l a cual apunta tam-
bién E. Bleuler al alarmar: «Por tanto. es posible que la paranoia no
sea sino la reacción patológica de un psicópata frente a determina-
das circunstancias desagradables». Las consecuencias a que nos ha
conducido el estudio dc las psicosis sensitivas, son las mismas a las
que ha ido llegando la admirable consecuencia de Kraepelin en su
concepto de paranoia. desarrollado durante toda su vida.
Después de la complicada marcha de nuestras investigaciones.
parécenos practico establecer un esquema en que se hallen las rela-
ciones existentes entre todas las formas de formación delirante psi-
copatica y, por tanto, de las afecciones sensitivas con respecto al
resto clínico, estructurando e l triangulo que anteriormente nos sir-
vió para exponer las formaciones delirantes psicopatico-reactivas
en su relación entre sí, hasta constituir el territorio paranoide for-
mal. Se obtiene así el siguiente esquema:

Grupo expansiva

Reacciones expansivas Dcszuïol los expansivos


Paranoicos combzuivos
I

Grupo primitivo
Imaginaciones Cuadros
Cuadros Pzuunoicos
delirantes dc r neurólìcos y › dcsidcmlivos
los degcncrzidos dxsocialivos
paranoicos
(Kmepelinì
(Bimbaum)

Delirio semilivo
Neurosis de referencia PÂIRIHOÍCOS cnsili *vos

(.Il'UPO scxwìtiwu

29 l
Por tanto, si se pone de relieve la forma del curso, pueden re
u-
nirse los cuadros paranoicos en un círculo formal más e s tr e c h o , los
enturbiamientos neuróticos y pasajeros del juicio y las formacio-
nes delirantes disociativas sobre base ps ico pú tic o- re ac tiv a, se reu-
nieron en un círculo formal para mayor simplicidad y porque. ade-
más, han sido reconocidos por casi todos como «psicógen05,,.
naturalmente. no constituyen un grupo homogéneo desde el punto
de vista sintomático. El grupo sensitivo, y quizá también el expan-
sivo. dan igualmente tanto tipos de curso paranoide como no para-
noide. El grupo puramente primitivo parece producir de un modo
especial cuadros no paranoides, y el grupo de las psicosis deside-
rativas, predominan temerte cuadros paranoides. Este último grupo
necesita de una mayor investigación sobre los fundamentos carac-
terológicos y los estados intermedios entre las formas neuróticas y
las disociativas. Aun utilizando la descripción de Kraepelin, no
puede negarse la suposición de que entre los fantásticos catatimi-
co-seudológicos del grupo primitivo y los paranoicos desiderativos
existan probablemente grados intermedios. Compárese, a este res-
pecto, el caso expuesto por Bjcrre, inclusive la herencia. tan inte-
resante.
Además. y para mayor claridad, en nuestra exposición sólo
hemos descrito los tipos más valiosos. por ejemplo, sin tener en
cuenta los numerosos psicópatas delirógenos que deben clasiñcar-
se ent re los caracteres exparzsivos y primitivos, aunque justamente
éstos aportan una gran contribución al delirio de persecución y de
celos. El esquema mencionado es simplemente un intento resumi-
dísimo y previo para echar una ojeada de conjunto sobre estos
territorios tan discutidos. No pretendemos en absoluto ajarnos a
esta posición (sobre todo por l o que respecta a l a ulterior clasifica-
ción caracterológica de los paranoicos desiderativos).

292
CAPÍTULO 10

Es'r1<uc'1*UR,\s INSTINTIVAS Y mu«:1›lsposlclÓn ENDÓGI-:N


' 1\

Sería conveniente volver a considerar la estructura instintiva de


las personas que padecen la forma peculiar de delirio sensitivo de
referencia, confrontzíndola con nuestras investigaciones más
recientes sobre el desarrollo instintivo constitucional de las neuro-
sis. Si se consideran todos los casos en conjunto, llama la atención
el hecho de que los conflictos sexuales constituyen el mayor grupo
como foco de la psicosis, y que destacan ampliamente en el primer
plano. Sólo algunos casos caen fuera de la serie, esencialmente los
casos Gierlich l y Friedmann 3. presentados por estos autores
desde otros puntos de vista. motivo por el cual no tenemos noticias
acerca de un posible enraizamiento más profundo de los comple-
jos. No sabemos si los indudablemente serios conflictos profesio-
nales, con sus crisis de autovaloración y los mecanismos de Adler.
constituyen aq ui efectivamente la causa última, o si sólo son seña-
les supcrficialcs y desencadenamientos de una dinámica instintiva
del trasfondo, constitucionalmente enraizada (todavia no puede
decidirse nada sobre este punto).
Pero, en la ma yo r parte de los casos. salta inmediatamente a la
vi st a q u e , aun desde el aspecto extenso y estadístico. se trata de
*Olterones y solteronas más o menos solitarios. En aquella época
lfëlflquila, el quedarse soltero dependía. sólo de un modo secunda-
l`l(), de motivos externos, y a que la situación económica general era
mas favorable y no solía ser difícil encontrar compañero. dada la
equilibrada estructura de la población. El quedarse soltero tenía
"HH m ot iv ac ió n predominante mente interna. constitucional. es
necesario consideran ante todo, las peculiaridades de la estructura
In st in tiv a, aunque sin olvidar los modos reactivos de la personali-

293
I

I
dad total. Pero mientras por una parte la soltería te n ia como causa
una constitución sexual, por la otra actuaba creando un ambiente,
produciendo soledad, inseguridad dc valoración y dilicultadgg
intensas en cl contacto, con lo que vuelve en círculo a la persona.
lidad condicionada por la constitución, dc tal modo que los facto-
res endógenos y los psicorreactivos se espoleaban ln lll llfl nl fil llü .
¿Cuál Cs, concretamente. la estructura sexual de est os pacien-
tes? En primer lugar. no se trata sólo dc personas con debilidad ins-
tintiva. sino. sobre todo, de personas con instinto, pero, a la vez,
con notables inhibiciones instintivas. Son personas que sienten
vivas sensaciones sexuales, pero que no pueden relacionarse con el
sexo opuesto. por lo que han de descargar sus impulsos ins tin tiv os .
en parte por autosatisfacción genital, y en parte por medio de un
amor idealizado. Estas inhibiciones instintivas y sus síntomas cor- I

porales -enrojecimiento. inhibiciones motoras, etc.- no son,


corno ya se ha dicho en otro lugar. productos artificialcs de educa-
ción, sino verdaderas porciones de instintos mismos. ancladas en
la fisiología cerebral, constituyen la otra mitad polar del instinto y
pueden, desde luego. ser realzadas y considerablemente intensifi-
cadas por reacciones de la personalidad total y por influjos del
ambiente. Por tanto. la conducta erótica de nuestros pacientes tiene
un gran parecido con una determinada fase pasajera de la primera
pubertad normal, en la que también discurren separad ure nte le
excitación genital local y el amor ideal desde la lejanía. estando
dificultada la relación con el otro sexo a causa de las enormes inhi-
biciones Hasta este punto. podemos considerar a muchos de nues-
tros pacientes. por lo que respecta a su constitución sexual. como
retardados parciales en el sentido constitucional-biológico, coma
personas cuya maduración puberal no ha terminado por completo.
En este sentido, los casos paranoides establecen una e st re ch a rela-
g general de las neurosis, en las cuales
ción con la iìsioputología
también cierto retardo parcial de l a constitución se xu al es uno dC
los puntoss en torno al cual giran las reacciones patológicafi- En
nnihos casos, le cnntrutcnsión entre las porciones maduras c inm
a-
l-I
duras de la constitución sexual conduce al una grave zlnilaivaleiic
El
entre las pulsiones y las sensaciones de la pe rs on zi lid ad tulnl-
porqué estos conflictos instintivos endógenos, tan relacionad0s~
conducen en un caso ìl reacciones históricas y en otro LI desnrro
lloä
. ' ' ..
¬ 1 Id
paranoicos, HU depende tanto de
c la estructura ln >. U nl I\\ 1 g¢.I1U"

294
¡ l l

ç(›M0 de la personalidad total y del modo reactivo de ésta. según


sus leyes internas, frente a los trastornos de cuerpo extraño en la
esfera in s ti n ti v a . que responde tácticamente en el plano ex ter ior . y
I éticamente en cl interior, y los elabora. El mostrar estas formas
re ac tiv as de la personalidad total sobre disposiciones conllictuales
típicas es uno de los principales objetivos de la presente obra.
Por tanto. en nuestros casos encontraremos siempre de nuevo
la debilidad de crmzmem sobre todo en el sentido erótico. mientras
que en un sen tido sociológico general sólo son parcialmente autis-
tas. Siempre encontraremos las €X(l(?.S'Íl'(ZS in/iibiczones insrinzix-a.:
con sus irradiaciones psíquicas y orgánicas. Es especialmente
característica de los trastornos parciales de la maduración de la
constitución sexual l a fizlta de instínnvidud_frente a señales eróti-
cas. A l igual que sucede en los fenómenos sugestivos. en el erotis_
mo lo que produce cl contacto interhumano no son. en primer
lugar. las palabras y los gestos voluntarios. sino los pequeños mati-
ces. casi inadvertidos. de la expresión psicomotora. que se exterio-
rizan en los rasgos de la cara. en el tono de la voz y en los gestos
simbólicos semiinvoluntarios, que son percibidos, interpretados 5
respondidos por el compañero. de un modo también paraconscien-
te. Todo est o discurre en el estrato hipobúhco-hiponoico. cuyo fun-
cionamiento exacto y seguro tiene una importancia decisiva tam-
bién para las posibilidades de éxito erótico. Los preliminares y los
Juegos amorosos de las personas normales se apoyan esencialmen-
te en las emisiones verdaderas y en la comprensión instintiva de
estas pequeñas
señales. Entre los en fermos mentales existen unos
que poseen un a an ten a extraordinariamente receptora y sensible u
estos h e c h o s ,
así, por ejemplo. hay falsarios patológicos que ase-
guran _ y el éxi to lo co nfi rm a- saber inmediatamente que mujer
les es
` asequible
n-ds. con . , . . y cuál no. En cambio, existen muchas mas perso-
dades delnh .
S lbl clo nc s del. de• sa rro llo . y aun con pequeñas desigual-
n

s _ u estructura mstinttva, que en el amor tienen una mala


suerte ap ar en te m en te
incomprensible, lo cual se apoya en realidad
en que siempre eq uiv
oc an las señales expresivas erOticas. no r e c t -
biêfldo signo de
intencionalidad pos itiv a y creyendo percibirlos
G du. cha, ' I ' .
lfiflgufi 0 mtcnclon. no exulte.
u ø - En estas personass falla también el
_
§

uacljófi siiiibolico hi po bu lic o, v


el coinpanero nunca sabe en que
C0flSQI€11[2L encuentra. si en alguna ocasion estas personas rompen

mente, y con un eran es fuerzo, sus inlubiciones. su

295
actuación resulta forzada, poco natural. y pr ov oc a. cu an do
_ .
mente no se ha preparado buen el terreno en cl menudo er ót ic o
previa-

reacción de shock negativista y también convulsa.


. UDa

Los protocolos hlográficos de nuestros sensitivos nwcCstra


n
numerosos y excelentes ejemplos de este tipo de jìzlm de in ui nr i.
vidas erótica. El pastor Ulrich Breiner, que por lo demás muestra
muchos rasgos infantiles. ofrece una descripción clásica de su Iri-
plc. mala suene con las muchachas en una misma tarde. Como
quiera que el instinto erótico no funciona, regula su táctica según
las normas del libro de «buenos modales». Iguales desgracias típi-
cas manifiesta el serio \Vilhelm Bruhn en sus narraciones: las inhi-
biciones instintivas funcionan inmediatamente cuando quiere
hablar con una joven, su cara enrojece, enmudece y está comple-
tamente turbado e ìnhìbìdo. Pero si rompe violentamente la inhibi-
ción. entonces intenta sacar demasiado provecho, y la muchacha.
no preparada. lo despide indignada. La falsa interpretación de
señales eróticas lo conduce más tarde a la ruptura con su cuñada,
ya que interpreta siempre como señal amorosa cualquier contacto
involuntario de la mano o el pie de la misma. También entre las
mujeres se encuentran rasgos parecidos, por ejemplo, en la profe-
sora de música de Friedmann, al arrastrar, por miedo al oscuro
pasillo. al señor forastero que la acompaña, toda mujer de instinto
seguro habría sentido inicialmente de un modo inmediato la posi-
ble falsa interpretación de esta escena en una dirección de coque-
tería erótica. y la habría evitado. Pero una vez perdido el equili-
brio, su conducta ulterior sigue la cadena de falsas interpretaciones
referentes al simbolismo erótico, al devolver el inofensivo cestuo
de uva, desembocando de un modo consecuente y sin límites pre-
cisos en el delirio de referencia.
Acerca del problema del retardo se encuentran varios casos de
amor tardío climatérica, por ejemplo, en la señorita Wcgmann Y CH
la profesora de música de Friedmann, pero también casos de ver-
dadera maduración tardía con curación absoluta y matrimonio, por
cr
ejemplo, a los 38 años, de Bernhard Brenncr. En Breiner Y Kìif
se mencionan infantilismos manifiestos, y el segundo de e
llos
. - - 1 lo.
-1

,' ' ¬
sufre trastornos de las lunctoncs sexuales orgamcas. por qeu P
1

desta-
eyaculación precoz y cspcrmatonea dcfccatoria. En Krumm
Ca extraordinariamente una fijación materna pe rs ts tc nt e Y
cierlos
ién
mecanismos adlcrianos. En los demás casos se observflfl tamb

296
debilidad. delicadeza vegetativa y deficiencias del desarrollo cor -
moral. En Pernsberger, con su constitución asténico-vasomotora, la
.ambivalencia sexual es tan enorme que. desesperado. se golpea la
cabeza co n tr a la pared.
El cr im in al Wagner. que por lo demás es atípico y sólo pertene-
CC en un aspecto a nuestro grupo. es el único en el que se encuen-
tran componentes instintivos perversos graves, con sus impulsos
sodomitas y sádicos terriblemente agresivos. En cambio, en Bren-
ner se comprueba una deficiencia de instintos agresivos y defensi-
vos inferior al promedio masculino normal.
Desde luego, en los paranoicos sensitivos no se trata de anor-
malidades graves de la estructura instintiva, pero sí de variantes
instintivas, ligeras aunque importantes, activas siempre en una
misma dirección, que encajan en el marco del retardo parcial de la
constitución sexual y que y a han sido suficientemente ilustrados
con ejemplos.
¿Cómo se comporta la per.s'onalidac1 total frente a estos defec-
tos estructurales de sus instintos sexuales, irritantes como cuerpos
extraños? Como es natural, la polarización asténico-esténica que
domina de un modo reactivo no puede derivarse, en primer lugar
de la vida instintiva, sino que es preciso entenderla a parir de la
totalidad de sus situaciones temperamentales y afectivas habitua-
les y de sus aparatos vegetativos con toda la sensibilidad, anura y
agotabilidad de dicha polarización. Las desigualdades de la vida
instintiva sólo sirven para estimular e irritar los modos reactivos ya
dados en la personalidad total.
Otra cosa muy distinta sucede con las normas éticas y los prin-
cipios de los pacientes, que en la personalidad y en la psicosis
resaltan como directrices esenciales. Con toda seguridad que para
ellos tienen su importancia las influencias de la educación y del
ambiente. si se tiene en cuenta el medio casi exclusivamente labra-
dor y pequeño-burgués, con una gran tonalidad religiosa. de la
I7l¿lyoI° parte de los pacientes.
. Pero aquí intervienen asimismo las interacciones entre la cons-
tttución sexual y la personalidad total, que desempeñan un papel
fiälructurante esencial, hasta el punto de que la moral individual es
una imagen especular invertida y una acción contraria correlati*-'a
'°SP<rcto a las tendencias instintivas irritantes, el ejemplo más
Patente de este hecho lo tenemos en la defensa moralista sobre-

297
compensada que el neurótico obsesivo constituye co nt ra su sexua-
lidad prematura. parcialmente PC.'llV€l'Sil y excesiva, como un lcjido
de granulación proliferante alrededor dc un cuerpo e xt ra ñ o . Aun
en la CSÍFLICÍUFII instintiva poco complicada del paranoico sensitiva
se puede reconocer claramente su disposición ética El lo convulso.
a lo demasiado unilateral y en parte a lo visiblemente gazmoño. Si
observamos las violentas ambivalencias sexuales del f`ondo instin-
tivo. se comprenderá fácilmente que el moralismo gazmoño y
excesivo es la imagen especular correspondiente proyectada sobre
la superficie de la personalidad. Es a la vez autoprotección y agre-
sión. Con un rechazo ético tan decisivo y fundamental se ha crea-
do una defensa general. El organismo se evita toda prueba de ren-
dimiento que se le puede pedir y toda exigencia a una constitución
sexual insuficiente, que, en los distintos casos, se enredarán siem-
pre de nuevo en estos violentos fracasos y ambivalencias. Hasta
cierto punto, esto es percibido instintivamente de un modo cierto,
pero, dada la intensidad instintiva. no puede tener éxito de un
modo permanente. A l contrario, esta disposición de rechazo moral
general se ve rota siempre de nuevo por impulsos instintivos posi-
tivos, con la consecuencia del establecimiento de contrarregula-
ciones morales más intensas y severas. Éste es el dilema profun-
damente anclado en su ser, del cual no se libera el paranoico
sensitivo y con el que se relaciona estrechamente el desarrollo del
delirio de referencia, en tanto que proyecta al exterior las profun-
das conmociones de la conservación autoestimativa moral interna.
Sobre todo cuando, junto a una inhibición del desarrollo dc la
constitución sexual. surge un amor tardío cercano al climaterio, las
vivencias eróticas se sitúan, además, en un ambiente falso por la
edad, por lo que las directrices morales, ya rígidas, irritan a la per-
sonalidad de un modo especial.
La estructura interna del paranoico sensitivo. pues. muestrauna
mayoria de factores referidos entre sí. de índole endógena y psico-
rrcaclivu, cada uno dc los cuales está en su lugar y es indispensa-
ble para c l resultado psicopatológico anal. influyendose psicofísY
i-
camente en círculo y actuando cada uno tal y como debe actuar.
sería señal de carencia dc capacidad psíquica el que só lo SC .nos
ocurriera clasificar todas estas curiosas formaciones bajo el dlag'
[OÚOS
nóstico unitario dc esquizofrenia y creer eliminar fá c ilm e n te
los problemas mediante una terapéutica con electroshock.

298
1
A
Lahilidades y disposiciones endógenas

El campo de le teoría dc la paranoia no es, en primer lugar, un


terreno para clasificaciones y distribuciones al uso clínico corrien-
te. Se Irala aquí de personalidades, de sus desviaciones estructura-
f les internas y de las reacciones a las vivencias externas. En senti-
do estricto, no hay paranoia. sino paranoicos. Los problemas
nucleares de es te campo sólo pueden resolverse mediante un aná-
lisis estructural profundo en el sentido de un diagnóstico multidi-
mensional de todos los componentes causales que se incluyen en
el cuadro total y de su recíproca relación dinámica. Se trata en par-
ticular de la relación entre los campos de acción endógenos y psi-
correactivos, y de la íntima interrelación de este juego de fuerzas.
Sólo así se obtienen los verdaderos puntos de apoyo necesarios
para la terapéutica. No hay que ocultar los procesos vitales -que
no son lógicos ni sistemáticos. sino vivos recurriendo a nuevas
definiciones.
Si en un caso de paranoia se pregunta: ¿Es esto un desarrollo
psicorreactivo o, por ejemplo, se trata de un proceso esquizofreni-
co?, se prepara con ello una visión poco certera. Esta pregunta
simplifica de un modo inadmisible el estado real de las cosas. Hay
que preguntar: ¿Hasta qué punto participan en la variación de la
posicion personal los factores endógenos y hasta qué punto lo
hacen los psicorreactivos? Y después: ¿Qué porción es la dinámi-
camente activa al principio, y cuál lo es ahora" ¿Cuál ha puesto en
marcha la var iac ión par ano ica , conduciéndola y quizá pasando a la
ac tu al si tu a ci ó n de reposo" Además. los procesos esquizofrenoides
ligeros constituyen una de las posibilidades de procesos internos
que pue den co ntr ibu ir a la conformación paranoica de la persona-
lidad. Para producirse. las reacciones paranoicas no necesitan
variación alguna del fondo endógeno. Cuanto más grave y durade-
ro €s un
desarrollo paranoico. tanto más probable es la suposición
dc
hayqnu€prlas oscilaciones y corrimientos del fondo endógeno le
0 . parado el terreno. Pero en esto no hay que tener en cuen-
la unicamente los límites esquizofrénicos. tenemos, además. las
c r i s i s de I
d \ a P ubeflad Y l¿1S suaves pérdidas de vitalidad que se pro-
C ¡ e l curso de l a vida por alteraciones vegetativas y endo-
- . as ondas aplanadas extensas y apenas perceptibles, subma-
N facas
y subclepresivas. de años de duración, en las que la

299

I
I
-

experiencia psiquiátrica enseña que en el primer caso puede surgir


c l delirio querulante. y en c l último, las reacciones s e n s it iv a s . Para
todas estas posibilidades se encuentran excelentes ejemplos en los
capítulos anteriores: reacciones vivenciales puras en personalida-
des psicopaticas estables. por ejemplo, en c l enamorado desprecia-
do Ulrich Breincr (capítulo 5), ligeros tonos maniaco-depresivos
junto a rasgos históricos en Anna Feldweg (capítulo 3), ligerísimas
oscilaciones esquizoformes del fondo endógeno, y. años más tarde,
desencadenamiento de un brote esquizofrénico en Sophie Schlecht
(capítulo 5).
Entre los factores endógenos, la constitución sexual debe ana-
lizarse siempre por separado, a temporadas. puede ser estable,
otras veces, móvil y extraordinariamente dinámica y activa. Enton-
ces, la distinción entre «endógeno›› y <<psicógeno›› no tiene senti-
do. ya que las violentas represiones instintivas y las crisis impulsi-
vaS tienen sus importantes factores psicorreacuvos en la relación
con el ambiente y con el compañero, y sus aspectos corporales y
endógenos. en los procesos acompañantes vegetativo-humorales y
en la disposición instintiva específica, con sus variantes y ambiva-
lencias. Teóricamente no existe razón alguna para admitir por qué
un conflicto psíquico sexual o sexual-ético grave no podría desen-
cadenar en los predispuestos hasta un proceso esquizofrénico -que
después continúa sobre la base de sus propias leyes endógenas-. a
través de una enorme represión instintiva, con sus trasfondos vege-
tativo-endocrinos. o provocar un deslizamiento, prontamente evita-
do, en el fondo de la personalidad. Basándose en esta desviacion.
sin embargo, podría proseguir reaccionando a sus convictos psico-
genos con u n modus fizciendi ligeramente modificado. Nos parece
que esto es lo que ocurre en l o que llamamos «catatonia de pro1
mesa matrimonial». Creemos que, aun en muchos procesos para-
noicos, este mutuo condicionamiento de l a dinámica endógcflil Y
s
psicorreuctiva es le única posibilidad para comprenderlos. Esto
deslizamientos del fondo endógeno de la personalidad aligerar el
terreno. sobre el cual crecen entonces copiosa y failtásticamcfl¡¢
lO'
los mismos complejos psicógenos que conocemos como I'CilCC
a
nos psicopáticas en personas sin tara endógena. Como en e l cumpü
cs¬
estricto de la paranoia intervienen HICCÉJIIÍSIIIOS csqllizolll'elloid
se trata exclusivamente: dc equivalentes ligeros y iormzis niurglfl-1'
alw-
les, porque las fnrmais delirantes sistematizadas y ccnlraidas

300
LlCdOI` de l n ú cl e o vivencia real, como. por ejemplo, el delirio sen-
gi tiv o dc referencia, sólo son posibles en personalidades conserva-
dns s in ningún deterioro. Toda esquizofrenia total destruye el
núcleo dc la personalidad con tanta rapidez, que hasta las forma-
c|on6s delirantes se descomponen y se arruinan caótica rente,
como podemos observar en las esquizofrenias paranoides avanza-
das. Por tan to. desde el aspecto endógeno, una reacción o un desa-
rrollo paranoide. por ejemplo, el delirio sensitivo de referencia.
sólo pueden producirse sobre una personalidad nerviosa estable
con es tru ctu ra caracterológica peculiar. o. dadas las mismas pre-
misas caracterológieas, sobre diversos deslizamientos y oscilacio-
nes ligeras del fondo endógeno, 0. finalmente. sobre los estadios
iniciales. aún compensados, de una esquizofrenia más tarde en
descompensación. En el campo dc la paranoia. las alteraciones
endógenas del fondo psíquico son lo inespecifico. lo variable. lo
que puede darse en diversas formas o no darse en absoluto. lo que
facilita la germinación de determinados complejos aligerando el
fondo endógeno. Lo especifico y lo determinante. en cuanto a la
estructura y conformación del cuadro psicótico, es la dinámica de
los típicos modos reactivos entre el carácter, el medio y la viven-
cia. En nuestros estudios psicoterapéuticos hemos descrito funda-
.r

mentalmente este problema en el capitulo sobre la estructura de l a


personalidad. Es poco fructífero clasificar a los paranoicos en
cualquier sistema usual. Sólo pueden ser comprendidos como per-
sonas totales.

30 I
I

I
l
I
r

C APÍTULO 11

DEL D[ll IRIO l ' A S l O1 \ ¡ \ L


*.
J J 1'

A modo de epílogo, entresaquemos del círculo de la paranoia


una pieza parcial. que no será Lratada sistemáticamente, sino sólo
en esquema. tal y como se dan los casos y hasta el arado en que
tocan al problema del delirio scnsilivo de referencia. A este en des-
tacamos, en primer lugar, el desarrollo psicológico a partir del
carácter. del medio y de la vivencia.

Karoline Jägcr. obrera de fábrica. de 26 años. Fue observada


por nosotros en la primavera de 1919. Cree que un capataz de la
fábrica quiere casarse con ella. Dicho capataz entró a trabajar poco
después que ella, en la Pascua de 1918 se marchó a otra ciudad.
Desde entonces. ella no lo ha visto. Él es un tipo alto y bien for-
mado, que a ella le gustaba mucho.
Todo sucedió por miradas. Él la miraba frecuentemente cuando
entraba en la sala, pero jamás dijo nada. Entonces ella lo puso a
Prueba, iniciando una relación con otro. También esta relación se
desarrolló sólo por miradas. Mientras trabajaba. miraba al otro y le
Pïlrecía que una compañera lo observaba y se lo iba a contar inme-
diatamente al adorado capataz. Cada vez que esto sucedía dejaba
el de mirarla durante un día entero.
Todas las observaciones que oyó eran indirectas. sin decir nom-
bres, El maestro hablaba con otro, cerca de ella, diciendo: «Estos
dos SC juntan», y la miraba ul decirlo. O las compañeras hablaban de
¿« Cruz de Carlota y de aquellos a quienes había sidos concedida.
Omeando y diciendo que Karoline Jziaer se la merecía por su afán
el trabajo. A esto dijo una: «Anda. ésa tendrá un marido. 10 pro
acre a la Cruz
de Carlota».

803
Eso es todo. Si actualmente se habla dc aquel ca pa ta z, enroje-
ce como una jovencita. Se siente turbada, su cura resplandece de
felicidad, y su voz se hace casi inaudible. «¿Cree us te d que la VCF!-
drá a buscara». «Si veo que viene El m í , l o creeré››. Las palabras
son indecisas. pero la cara tiene una expresión de firme confianza,
Acerca de la índole personal de la muchacha. nos refieren lo
siguiente: En la escuela aprendía lentamente y no era muy ambi-
ciosa. De temperamento muy tranquilo, no se decidía a jugar COU
los demás, aunque le gustaba mirar cómo jugaban. No era miedo-
sa. no temía a los fantasmas, y ya dc niña atravesaba serenamente
los campos en la oscuridad de la noche. No era timida ante los
extraños. se adaptaba rapidamente a las situaciones nuevas, pero
apenas tenía amigas. Hasta los 8 años vivió con una madrastra
severa, que le reñía y le pegaba. Foro Karoline la quería, a pesar de
todo, no odiaba realmente a nadie, ni siquiera a las personas malas.
Si alguien le riñe, enmudece y se retira, olvidándose en seguida de
ello. No es sensible ni rencorosa. No conoce el ánimo oprimido ni
las ideas graves; le gustan las bromas y se rie con ellas. Interior-
mente está contenta, equilibrada, pero no lo manifiesta exterior-
mente. Ya de niña era así. Se siente a gusto en la vida porque siem-
pre está satisfecha y se adapta a toda situación. No le importa que
el ambiente sea desagradable o no, ella trabaja sencillamente, no
piensa, no elabora ningún plan. y acepta los días uno tras otro. Ha
servido en varias rectorías, va regularmente a la iglesia, entona
cantos religiosos. le gusta escuchar sermones, sean de la clase que
sean. En la comunidad de K. se sentía muy a gusto. «porque allí
todo era muy tranquilo y silencioso».
Ésta es la forra fundamental más sencilla del delirio pasional:
la forma de salisƒìzcción des ide ru r i va autísfa pura. La muchacha
ve a un hombre y se imagina
g que sería hermoso poderse casar.CO"
él. No necesita más para ser feliz. No necesita ninguna realidad
que satisfaga su deseo, ni le molesta realidad alguna que contradi-
ga al mismo. Ella desea, y ya al desear se produce e n ella mtsidèl
la satisfacción del deseo: sabe y está firmcmentc convencida
que se casará con ella. Durante años vive feliz con este convenci-
w
miento, tan feliz como lo puede ser una muchacha que realnmen
g novio. Su conducta es la de una verdadera novia: enroja¢c¢ Y
tenga
-
sonríe cuando se habla dc él. El ccmro de gravedad de su conven
ella misma. en l a realidad se e s t r uc t u ran
cinuento se encuentra en

304
l II

sólo unas cuantas ideas referidas poco desanolltidas, como líneas


a u x il ia re s apenas esbozadas: un juego mudo con los ojos. un par
dc bromas del ambiente, eso es lodo.
La personalidad de la que surge este delirio muestra una pecu-
liaridad característica. No débil mental. pero simple, de construc-
ción a fe c ti v a sencillísima. En ella se dan dos componentes princi-
pales, que constituyen la disposición al delirio pasional: el autismo
puro y el rranquiío contento interior: Por ser autista, no necesita
realidad alguna para confirmar sus fantasías, y por ser constitucio-
nalmente eufórica, su fantasía adopta la forma amable y optimista
del delirio pasional. En ella, lo negativo es su patente indolencia y
debilidad de impulsos; es flexible, como cera, se adapta a todo, en
todas partes se encuentra bien, especialmente «donde se está tran-
quilo y silencioso». Ella no le ofrece a la vida ninguna superficie
atacable. al no tener necesidades psíquicas. n o tiene tampoco posi-
bilidad alguna de convicto. Tiene poca fantasía, es pobre en repre-
sentaciones y matices afectivos. La personalidad es monótona, ence-
rrada en sí misma de un modo uniforme. sin contraste alguno en el
interior: simplona.

Anna Rösler, de 30 años, ingresada en nuestra clínica en el


mes de mayo de 1919. Vivía en la casa paterna. en septiembre de
1918 murió repentinamente su hermano predilecto, lo cual la afec-
tó muchísimo. Notó una opresión en el corazón, no pudo exterio-
rizar su dolor ni llorar, y se sintió muy desgraciada. Además, esta-
ba cansada y debilitada por una gripe que había padecido poco
antes.
Un mes después. en octubre de 1918, llegó a la aldea un pastor
evangélico predicando una misión, con gran éxito. Era del mismo
pueblo que ella, hijo de ricos labradores. y había ido con ella a la
Escuela. El la era pobre, pero en casa de los padres de él se sentía
Como en la suya propia. Tiempo atrás se había enamorado secreta-
mente de él. escribiéndose ambos algunas cartas amistosas e
I m transcendentes. Pero al volver él ahora como predicador. asistió
H todos sus servicios. Él tenía «una anura especial», estaba siem-
pre silencioso y era amable y bueno. Al oírlo predicar. pensaba
mucho en
su hermano fallecido, y pensaba que también ella tenía
que ser s il e n c io s a y bondadosa si quería volver a verlo en el cielo.
Su estado
de ánimo se había elevado desde que el predicador esta-

305
ba allí. sentía nostalgia de lu patria celestial. Estudiaba la Bibli
a
para vivir en su interior la palabra dc Dios. Todo lo que leía en
la
Biblia y l o que la gente decía dc la comunidad. se lo refería 21 si
misma. Se sentía «sobreterrenal hasta cierto punto». Dc VC? en
cuando creía que su hermano no había muerto en realidad, sino que
simplemente se lo habían dicho.
Por esta época se afirmó en su convicción de que el predicador
iba a casarse con ella. Pensaba que si era la voluntad de Dios, ter-
minaría por conseguirlo.
Finalmente, todo lo que decía la gente comenzó a tener un
doble sentido. Se sentía culpable. Sus pecados la abrumaban, era
tan falsa como Judas, el que se ahorcó. Tendría que haber catequi-
zado a su cuñada y a su padre para que mueran más piadosos. En
los sermones del predicador se sentía afectada: «Si no hay orden
en uno mismo, no se puede ayudar a los demás», había dicho él en
cierta ocasión. Ella lo consideraba un santo, y, por el contrario, se
veía a sí misma como la más pecadora de todos.
En Navidad de 1918, el predicador partió para el norte de Ale-
mania. Desde entonces comenzó a enterrar sus secretas esperanzas
de casarse con él. Cedió la opresión. se sintió mucho mejor. El 16
de junio de 1919 fue dada dc: alta. curada.
Es una mujer delgada y dc estructura grácil. Tiene buen cora-
zón, es silenciosa y tímida, le gusta estar sola. Le repugnaba toda
exageración. Piadosa. cuidadosa, trabajadora y concienzuda hasta
la pedantería. Aprendió bien en la escuela, le gustaba ser de las pn-
meras. Cuando escribía una carta, la pensaba con toda precisión.
de tal modo que después se la sabía casi de memoria. si había
cometido alguna falta. repetía l a página entera. Nunca jamás bro-
meaba, era muy miedosa y sensible, de trato muy susceptible e irri-
table, pero siempre interiormente, sin enfado exterior. Los pcqtlêI
los disgustos no la dejaban dormir.
Vida familiar tranquila y hermosa. Todos son amables. pero cH
conjunto viven encerrados en sí mismos. Ilonrados y ahorrativøb-
La
Los padres son bondadosos, silenciosos, y jamás discuten.
es
madre es piadosa, blanda, seria, delicada, su estado de animo
equilibrado y habla muy poco. El padre es fic! y concienllldfi-
pagos es e x a c to IIZISIJ la
casero, no va nunca a la taberna, y
exageración. El hermano c s
C
.
n
parccudo,
SUS
..
hno y
4

lr.mqullo.
- .todo
5 lo

quieren.

306
l |

I
En e st e caso, la personalidad y lu disposición familiar muestran
una tiran semejanza el caso anterior: escasos contrastes, satis ac-
ción tr a n q u il a y homogénea. bondad suave. he aquí la atmósfera
s
CsPÍHÍUZ1I dv.
c la familia que rodea a la paciente. Con un manifiesto
rasgo de autismo. Son amables, pero les gusta estar solos. en la
cálida. protegida y temperada atmósfera interior de la propia per-
sonalidad. Al parecer, esta atmósfera es una de las mejores para
que prolifero cl delirio pasional.
En Anna Rösler se observa de un modo bastante manifiesto un
componente secundario sensitivo: una hipersensibilidad tímida y
tierna, asténica, acompañada de ambición. Por ello, en su delirio
surge después una tendencia a las ideas sensitivas de referencia en
el sentido de la propia maldad y pecado. que probablemente depen-
dcn de la lucha interior contra su tendencia con respecto al predi-
cador, acompañada de sensación de culpa. Esto es secundario.
Este delirio pasional es benigno, de curso abortivo en tres tri-
mestres, y termina por curar, una vez alejado el trauma psíquico.
Es muy posible que la gripe precedente haya creado el fondo bio-
lógico por debilitación del sistema nervioso central, fondo sobre el
cual pudieron prosperar todos los estímulos vivenciales. El delirio
pasional de nuestra primera paciente es casi puramente endógeno,
y la aparición del capataz en el ambiente de la joven constituye un
breve estímulo momentáneo, que dio el centro de cristalización
casual a la disposición vital autista endógena preformada.
En nuestro segundo caso, en cambio, surgen dos intensos estímu-
los psíquicos externos en el transcurso de un mes. cuya elaboración
SB produce en forma de psicosis: en primer lugar, la muerte repenti-
nu del hermano tiernamente amado, y después la reaparición impre-
stonante del amigo de infancia en el imponente papel de predicador
de misiones. Ambos complejos constituyen entre sí una anastomosis
flfecriva, como ya hemos dicho anteriormente. El amor al hermano
desemboca de un modo típico, al morir éste. en un incremento de los
sentimientos religiosos con ideas de santificación y esperanzas de
fitemidad. La veneración religiosa hacia el predicador misionero es
alimentada en parte efectivamente desde la tierna amistad juvenil.
*\IAnbos cursos afectivos. intensos y paralelos. muestran una tenden-
sin muy notable a concluir en una sola corriente erótico-religiosa. de
tal Modo que culminan en un estado religioso casi exttitico de eleva-
cien ¢spiritual y arrobanUento: «Se sentía supraterrenal».

3 O7
En este desarrollo es fácil reconocer el proceso de .sublimacióif
la tendencia a transformar en ardor religioso la e x c it a c ió n erótica
Pero esta sublimación no llega a conseguirse por co m pl et o en este
caso, pues de la doble oleada erótico-religiosa surge simultánea-
mente un delirio ¡›pasional. el convencimiento de que el predicador
se casará con ella. en el que la exaltación religiosa por el profeta
cede ante el enamoramiento erótico de la mujer por el hombre.
En esta confluencia de afectos es comprensible la inc lin ac ión a
una confluencia de las dos personas principales: el hermano y cl
predicador. Esto se denomina iclenfi/ìcación. El proceso se encuen-
tra apenas apuntado en el caso presente: cuando oye hablar al pre-
dicador piensa en el hermano muerto. y entonces se tiene la impre-
sión de que el afecto erótico-religioso hacia el predicador se
infama intensamente en este momento, en parte porque el predi-
cador apareció poco después de la muerte del hermano, como una
especie de sustituto para el amor de la hermana. dc tal modo que
el antiguo amor de juventud se acumula por el amor vacante hacia
el hermano. Porfiesíón de personas se alcanza una felicidad susti-
tutiva. Este mecanismo, que en el caso presente sólo puede supo-
nerse. aparece con una claridad mucho mayor en el siguiente.

Johann Kcrle. nacido el 17-XI-1875, labrador. En noviembre


de 1917 llegó hasta mí para su observación en calidad de detenido
preventivamente, ya que después de un permiso se negó a volver
al frente. Había dicho que no era justo enviar a la guerra a los sol-
terones y dejar en casa a los padres de familia. El hombre que SC
negaba al servicio de armas con estas razones la extrañas era un
labrador de elevada estatura, fuerte complexión, cabello gris. man-
díbula redonda y suave. cara llena, con rasgos bondadosos, intan-
til. comisuras ligerísimamemc contraídas en señal de leve obsuna-
ción, expresión de honradez extraordinaria, ojos pequeños. 3
hundidos, que parecían mirar más al interior que al mundo e x te ri o r
y se movían inquietos de un lado para otro, sus gestos y SU actitud
eran tímidos y pesados, en curiosa contradicción con la poderosa
constitución de su cuerpo. Lloraba cuando se hablaba del servIcIo
r:
militar, la vibración de su musculatura facial traicionnbzl la inte
sus a VCCÚS
sa participación de afectos profundos. sobrecogiéndolo
con gran intensidad y reproduciendo un tranquilo humor que pasal-
ba a una obstinzuln amargura. l-lahlzibai en voz baja, con scncnllel-

308
a veces interrumpiéndose y pensando. corrigiéndose y volviéndo-
;¢ el in te rr u m p ir .
con unas expresiones peculiarmente borrosas y
I

¿¢>dil›ujadas.
I Veamos ahora los documentos del juzgado militar. Ya al ser lla-
| mado a filas. en 1916. le fue muy penoso y lloró. El tener que ir al
frente. en febrero de 1917, no lo quiso creer. Entonces cursó una
petición al Cuartel General, rogando que l o dejaran libre. Tenía
mucha morriña, y no acababa de entender la instrucción. Lc pesa-
ba la vida en el frente. Declaró que no dispararía, y que huiría
cuando llegara el enemigo, le excitaban mucho los disparos. No
podía comprender por qué tenía que estar él en el frente, ya que no
tenía nada que defender en su casa. Sus hermanos no fueron al
frente. Quien tiene una familia, debe defenderla.
Por ello no quiere volver más al frente. Sus bienes. lo único que
posee, los cedería de buen grado, por ellos no lucharía. Hasta los
niños saben que su conducta va contra la ley. «Pero eso Cs super-
ficial. mis pensamientos son más profundos» *_
(Usted sabe que tiene una responsabilidad.) «Sí. bueno. pero creo
que no me va a suceder nada grave, yo respondo ante mi conciencia.
Y si. finalmente, soy condenado a muerte, no me importa. Entonces.
pienso, me puedo preparar para morir. Tenía que suceder...»_
«La guerra no esta bien. No todos los hombres son como debe-
rian ser. Lo peor de todo es matar a una persona. Y si no, véase lo
que dice la Biblia: "Sabed que el que mata no alcanzará la vida eter-
llil"››.

[of(¿,hLoomdbce usted por convicción religiosa'?) «Naturalmente que


re tiene debilidades y comete f altas. Tal y como ha ido
la guerra, no es en realidad pecado».
«Antes que matar, me dejaría matar. En el frente, hasta ahora
he conseguido no verme obligado a disparar». (Pero. ¿y si se lo
hubieran mandado expresamente'?) «No sé lo que habría hecho. No
es justo IT
al frente, he llorado, pero. ¿qué puede hacer un hombre
sólo? Mi fuerza no tiene ningún valor».
«Lo he considerado mi deber: así, ha sucedido lo que tenía que
5uc<2der. Podrán dictar sentencia, sea cual fuere. pero no volveré al

f " A continuación no se expone toda su conversación. sino una serie de


Mšmcnlos carnctcrísucns
, rcproducldos con la mayor lìdelidad.

309
l`rente.›› (¿Considera usted injusto que. entre todos s u s hermano;
haya sido usted el único en ser enviado al l`rente'?) «Sí. eso creo
Tal como están las cosas, mi puesto no está en el ¡`rentc. Ninguno `
de mus hermanos está en el frente». (Indeciso.) «En Bélgica.
¿es
"el frente"'*›› (Tiene allí un hermano.) «Si sólo el mí me destinan al
frente, quiere decir que sólo yo sirvo para que me maten»,
A l ingresar en el correspondiente cuerpo, ya notificó que DO
dispararía, y el capitán de su compañía lo sube. «Si hubiera sido
soldado a los 20 años, quizás habría sido todo distinto. No puedo
afirmarlo. pero lo supongo».
(¿.Considera usted injusto que los demás piensen sobre la guerra
de un modo distinto?) «Yo he dicho mi opinión. pero no puedo obli-
gar a los demás a que cambien de modo de pensar. Eso no es asun-
to mío. Eso sería como si... Puedo pensarlo, pero... En tan. lo mejor
sería que todos pensaran como yo. Pero no puedo hacerle nada».
(¿.Hu hablado con sus camaradas sobre este p u l o ? ) «No he dis-
cutido, sólo lo he mencionado. Todos sabían que yo era un tipo
especial».
Nunca ha incitado a los demás, eso no lo haría. «No debo
hacerlo, hay personas más entendidas que yo».
(¿Cree que puede estar equivocado'?) «Según creo. no».
Siente una viva repugnancia personal contra la matanza de
seres humanos. Le produce horror. (¿Tiene usted miedo'?) «DCSÚC
luego». Es temeroso. No cree haber podido aguantar si se hubiera
producido un ataque. Tampoco le gusta la matanza de animales.
A l mencionarle una posible sentencia de muerte, estalla en
lágrimas: «Naturalmente que me parecería injusto. Pero Dios Nues-
tro Señor me recibiría caritativamente››. Pretere ser condenado
antes que volver al frente. «Por lo menos, me podría preparar bien.
Además, pueden venir a verle a uno antes de que muera».
A l preguntarle por una posible afección mental: «Merezco un
trato especial. porque soy distinto de los demás. Pero no soy enfe
r-
mo mental»,
Tiene mucho miedo a la muerte. .
obli-
(¿Cual l`ue el motivo principal para negarse a cumplir SUS
gaciones militares'*) «Yin/o a la 1'cz, todas las circunstancias». ba
«Vamos madurando. l-lacc un par de años. aún no pC1153rO
como hoy. No creo que haya nacido así. El espíritu ya estaba..p<~
C o n c le n c tï l de
yo no creía que todo iba a desenvolverse así». (¿

310

...
I I

m;irtirio'*`) «Prefiero morir como mártir. Ya lo he pensado, pero no


como sucede hot 'J . *)

«En cuanto al espíritu. es como si hubiese sido una iluminación


divina» (su act ua l comportamiento).
«Peor no puede ser. Que se rían de uno las gentes. con tal de
que se pueda responder ante Dios».
(¿Por qué tenían que ir sus hermanos antes que usted al frente°)
«Claro que no quiero que los maten». (¿Por qué, entonces'*) «Quie-
ro decir, por las circunstancias». (¿Cl:1ramente, por qué'?) «No, en
realidad, tanto poder no tengo. Más bien he tenido la impresión _\ la
idea de que debía ser (I.ïÍ››.
Se ha disgustado frecuentemente con sus hermanos. porque no
se adaptaba bien al mundo. «Por eso estoy aún soltero». Él y sus
hermanos se quieren. Pero con sus opiniones siempre ha estado
I

solo. porque es una «persona singular», sus hermanos eran todos


de la opinión contraria a la suya. «Quizá son más listos que yo,
saben más de la vida. han estado en el ejército». Hace años que no
se ha reunido con sus compañeros. Pensaba: «Si que soy tonto». y
prefería quedarse en casa.
En cierta ocasión «hubo algo en él» de un casorio. Poco a poco
sale a relucir una significativa historia amorosa, que a continua-
ción expondremos usando la propia descripción del paciente. los
protocolos y las manifestaciones de sus hermanos.

Kerle nació en una pequeña aldea de labradores. lejos de la ciu-


dad. y allí v i v i ó hasta los acontecimientos actuales. Salió muy
pocas veces de su pueblo. ll los 2 l años viajó por vez primera en
ferrocarril. «No tenía gran interés» por las cosas de fuera. Quería
mucho a sus padres. El padre, labrador acomodado, concejal y
mediero de caza, fue un hombre de emotividad muy blanda. Cuan-
do se enfadaba, volvíase taciturno. Lloraba con frecuencia «en
seguida le huían las lágrimas». Pero se reunía con la gente y era
valeroso. Algo retraído, ahorrativo, preocupado. tranquilo, amable
CON sus hijos. «NQ le gustaba el progreso» y «no se ajustaba al
Mundo››. El hijo mayor, más practico e inteligente que él. le decía
COn frecuencia lo que tenía que hacer. El padre era muy piadoso.
Su madre, que aún vive. muy anciana, es muy blanda. de llanto
f"¿e -
'n l p '
uro mas ' '
_
y activa que el padre. «Le ayudo». ) el
1
energía
Na - •
w . ø ..
LfiesItaba una mu _le usa. Era buena con su> hI_¡o>.1

y. C l ] caso nece-

3I I
serio, severa. También muy religiosa, no le gustaba m uc ho el (ram
con los demás. actualmente lleva una vida retirada y tranquila. LOS
hermanos del paciente han heredado la blandura a fe c ti v a de los
padres en un grado ligero, aunque son individuos aptos y simpáti-
cos (el hermano mamador gusta por su amabilidad y franqueza). El
paciente vive con ellos en SU aldea natal, en el caserío de un her-
mano casado, a quien ayuda desinteresadamente en las faenas del
campo. El abuelo materno fue un «tipo raro», un «anticuado››, que
iba mucho a la iglesia y que hasta el final de sus días llevó el traje
típico, sin participar en ninguna novedad y viviendo siempre muy
retirado.
Ya de niño, Kerle fue distinto de los demás, era reservado, no
c o r T a con los demás niños por las callejuelas, hablaba poco y pre-
fería quedarse solo en su casa. Él mismo cree no haber sido tan
listo como los demás hermanos en la escuela. aunque conservó
siempre un puesto medio en la clase, si bien entendía lentamente
las explicaciones. Su hermano asegura que no podía decirse que el
paciente fuera tonto. «Muchas cosas las sabe mejor que yo», sobre
todo en cuanto a las labores del campo. En su juventud, Kerlc fue
blando y temeroso. lloraba frecuentemente en la escuela, y muchas
veces tenía dolores de cabeza y hemorragias nasales. Por miedo a
la oscuridad, se quedaba por las tardes en casa. Actualmente le
sigue gustando, como entonces, pasear solo por el bosque. Si se le
pregunta, afirma que nunca ha sido verdaderamente feliz: «me
parece que esto ha nacido, en parte. conmigo». No es de tempera-
mento ligero ni se adapta al curso de los acontecimientos. «QUI-
siera pasar la vida tal y como sea mi suerte, que Dios Nuestro
Señor me ayude». Él mismo se da cuenta de que es distinto a los
demás, pero cuando alguien le dice que es raro o algo parecido. SC
echa a llorar.
.
A la vez, y sobre todo en su juventud era muy ex cit ab le..de'
c u t a frecuentemente cuando alguien se reía de él o lo despreciaba.
Hace dos años fue multado con 5 marcos por haber golpeado con
Ull látigo a Ull francés descortés. De jovenzuel O fue conden
ado H
fe-
una multa de l marco por alteración del orden, el paciente, al re
rirlo, se disculpa con múltiples razones. De por sí no es pcleóII¬ )"
se alegra de poderse marchar sin tener que discutir. Pero su
her-
mano
-
afirma que e l
-
paciente no tolera que lo co nt .
ra di
'
ga n. obre
stieNe?
tndr) en las cuestiones agrícolas cotidianas. Es muy tozudo Y

312
[ZIÍCZZIS que no se le pueden discutir. Jamás ha manifestado nada de
› SU vi da in te ri o r, y durante años ha silenciado lo que sucedía dentro
de él. Por lo demás, es absolutamente leal y honrado. «demasiado
I
honrado». «No miente nunca dice su hermano--. todo lo dice
.I COÍI lealtad. no es capaz dc ninguna doblez». Podría haberse casa-

do con una rica labradora, pero no lo hizo, no le interesan las ven-


tajas de orden práctico. Prcfìere quedarse con su hermano, a quien
ayuda desinteresadamente, mientras consigo mismo es muy aho-
rrativo. Pero es necesario tratarlo con mucho cuidado, porque se
siente fácilmente herido y desprestigiado por sus parientes y por
los demás. Todo se lo toma a mal, pero después de disgustarse
vuelve a ser el de antes. Él mismo se considera tímido. «encogi-
do». Le cuesta mucho trabajo tomar una resolución.
Siempre le han gustado especialmente los temas religiosos.
Frecuenta la iglesia y, sobre todo, lee la Biblia. y aun en sus con-
versaciones diarias saca a relucir numerosas citas bíblicas, que
piensa de un modo muy personal. «Suele tener ideas propias, no de
otras personas».
Por ejemplo. nunca se decidió a asistir a una votación, por
motivos religiosos, y se considera más piadoso que sus hermanos
porque éstos viven más las cosas del mundo. Sus hermanos le sue-
len decir: «Tienes un delirio religioso», Pero nunca se ha creído
profeta, su religión es de anacoreta, reservada. Sus conceptos éti-
cos son estrictos, su vida. intachable. Jamás ha tenido tratos con
mujeres. excepto por lo que respecta a su única historia amorosa.
No va jamás a la bodega si no lo obligan.
Ya en tiempos de paz tenía unos conceptos personales acerca de
la guerra y de los militares. Afirntaba no querer presentarse al ser-
vicio, y al hablar con su hermano solía usar la siguiente frase:
"Aunque seas cabo». Sólo leía la Biblia, y la política no le intere-
saba en absoluto. «Si todos fueran como deberían ser, sobrarían las
guerras y los m ilit ar es », decía mucho antes de estallar la contien-
da. No reconocía la obligación de servir para proteger a l a patria:
«Por
dren m i pa rt e, pueden . . [los enemigos. entonces .todos ten-
. . venir 4 ø

menos, todos v i virar igual, y a mi no me irá mejor. Ahora.


nos v iv e n bien y otros mal. unos acumulan riquezas, y otros tie-
que sufrir. Todos lo dicen. y uno mismo se da cuenta. Mc
habría gustado casarme, pues a los solteros los castigan, dejando
eN SUS casas a los que tienen muchos hijos. Soy desgraciado por no

313
haberme csasado». No sabe mucho de los demás países ni ha Í€Íd(
nunca el periódico. En Alemania se está mejor que en Franc
la, no
conoce otros países. En Alemania todo C s más ordenado
Y SC tru-
baja mejor. La construcción no vale nada en Francia, por lo que él
mismo ha podido ver. Pero en Francia no se observa tanta vanidad,
tanto orgullo, viven en chozas. Cavilantlo, ha llegado a la conclu-
sión de que la política es una falsedad. «No soy político, no puedo.
En cl fondo, tanta razón tienen unos como los otros. Si todos actua-
ran bien...››. En cierta ocasión, sus hermanos lo obligaron violen-
tamente a volar en los comicios. porque un primo dc ellos era can-
didato. Kerle votó por todos los candidatos, para que su voto no
fuera válido. Aun ahora sonríe irónicamente al contarlo. Pensó:
<<éste, ése o aquél pueden tener razón: hasta el alcalde es buena
persona». Pero a la vez. le hubiera gustado haber fastidiado un
poquito al alcalde con las papeletas de los votos. pensando: «ése
tampoco me ayudará».
Mucho tiempo antes había tenido una discusión con cl alcalde,
pues durante sus paseos solitarios por el bosque comunal había
cortado ramitas de los pinos jóvenes para que la gente no pudiera
robarlos en Navidad. Por esta acción en favor de la comunidad, a
su parecer, el alcalde lo había castigado injustamente. Colérico, le
dijo: «Los solteros y los viudos viejos esto se refería al alcal-
de no deberían ser alcaldes». Los solteros no se interesan sufi-
cientemente. mientras que los casados tienen que cuidar de sus
hijos. Desde entonces no reconoce la autoridad del alcalde y con-
serva su opinión. ø

Su historia amorosa es la siguiente: A los 25 años e n c o f r o eN


el baile, que en aquella época frecuentaba de vez en cuando. una
muchacha del pueblo vecino que le pareció ser la que le conversa.
Seguramente le habría convenido, aun hoy no la ha olvidado. Ella
apenas le contestó. porque e él era, según cree, un « to n to ›› . En la
I 1 -
proxtmu OCEISIOH. al querer bznlur pon ella, LE much.1(.h.1
.*' 1 ¬, ' * ' se lI'lc O'
I' r
. •

, , . , 4 .
modo, y Kcrle noto que no le gustaba estar LOÍI el, ¢1dr,m.1s. el b
-' ; .11- . 3;

no v01-
¡iba mal. Desde entonces se fue retirando paulatinamente.
. , , . . . 5p
Sllb Lola]pdlìLÍ'o$. Poco de
. , U ÉHH
S
~.,

vid al baile y no se trato mas con


. Q
› . . 1 ic ¬Qn U
1
no
dc haber conocido u dicha ¡muchacha IL, escribo una c.1r1'1 L
2 I

..
petición formal, y ella le contesto por escrito. Sobre Lr * te FU'
jamás ha conseguido teme: uIc.1> cldrns. No ha entcndudt la
Cilflíl

qucr tzt.
1

fambten
.,
r

pudra e n tu u le rs c` * «-así.
..› 1 1

en c l sentido de que cllu no

314
I l I I l

Puede ser que ella no lo haya querido, pero no termina de creerse-


lo. Frecuentemente la ha visto después en la aldea, pero jamás ha
vuelto u dirigirle le palabra. Habría podido seguirla, pero no hubie-
Fil estado bien. No dejaba de pensar en ella. «ha tenido que sopor-
tarlo solo», y no hablo de ello más que con su madre. No ha com-
prendido cómo debía hacerse (cl casarse). Quizá tenga él la culpa.
Poco tiempo después. la muchacha se casó con otro. Fueron
tiempos duros para él. No podía quitársela de la cabeza: se decía
que ya no se casaría. Sin embargo, al recibir la noticia dudó de que
lo de la boda fuera verdad. Ni siquiera se creyó del todo el com-
promiso. Todavía se acuerda de cuando estaba sentado en la igle-
sia y se efectuaron las proclamas matrimoniales de la pareja, pues
se sintió muy avergonzado. En la primera proclama se asusto. Des-
I
I pués pensó: al final no scrú verdad. Este pensamiento lo ha asalta-
do una y otra vez. Desde entonces, y aun hoy, cree que la boda
Í podría estar «l`alsiñcada››. A l ser interrogado sobre este punto. no
I

puede indicar los motivos: podría ser un engaño tramado por los
parientes de la muchacha. y tal vez ella quería someterlo a prueba
de este modo. Esto es sólo una vaga suposición. pues no tiene bien
determinadas sus ideas acerca de este punto. Al ver a la pareja
arrodillada ante el altar, pensó que tenía que ser cierto. «Ése fue el
origen dc que yo me haya sumergido en un espíritu más profundo.
Cuando vienen tiempos difíciles. hay que FBZHT». El hermano dice
que por aquel entonces Kerle estuvo muy caviloso y melancólico.
Después de recibir la negativa de la muchacha, comenzó a
observar que las gentes hablaban de él y se volvían si mirarlo.
Cuando los mozos de labranza hacían restallar el látigo en el patio.
CRI para burlarse de él. «En todas partes», en la familia. en los pue-
blos lejanos. todos conocían su desgraciada petición amorosa. Él
TIO sabía lo que querían decir con sus habladurías. pero «él lo ha
percibido así». Durante los diecisiete años que han transcurrido
desde entonces no ha terminado aún el asunto. Así. ahora. en el
hflfipilal militar, entre compañeros desconocidos. le V ¡ene la idea
de que todos conocen su historia. Ya de niño «no estaba seguro de
l
sus as un to s» , y muchas veces creía que se hablaba de el. Desde el
casamiento de la jov en , en la iglesia es donde especialmente lo
dflolestan los demás. Nota como «llama la atención». Está seguro
E que todo el pueblo ha murmurado del asunto. El pastor lo sabe
Muy bien, y siempre predica refiriendose a él. en parte para con-

XI
Q
¬
-.'_

salarlo, en parte para echárselo en cara. Desde en to nc es , K e rl e ha


dejado de asistir a su parroquia, por lo que cada domingo asista al
servicio religioso en una iglesia dc la ciudad vecina.
Habían pasado muchos años cuando dc repente, en 191 l , Kerle,
siempre tan ordenado y trabajador, despertó la atención de todos
abandonando repentinamente el trabajo y tomando muy temprano
por la mañana el tren para pasar varias horas en Stuttgart y regre-
sar al atardecer. Esto se repitió durante un año, en verano y BH
invierno, con lluvia y con nieve, todos los días. Resultó que en
Kerle, a los treinta y seis años, había prendido una inclinación
hacia una joven doncella de servicio del caserío, sin que él supie-
ra claramente qué le sucedía. No tenía con respecto a ella ninguna
intención determinada, ni quería en realidad casarse con ella. A su
hermano le manifestó que quería casarse con su primer amor, la
criadita, que le interesaba, tendría que ir a servirlos a ellos (a la
supuesta pareja, todo ello sin ninguna mala intención y de un modo
inocente por completo). En caso necesario, se casaría con la don-
c e l l a si la labradora no lo quería ya. Pero, al cabo de poco tiempo.
la criada se trasladó a Stuttgart, y entonces fue cuando Kerle ini-
ció sus viajes, por sentir un intenso anhelo de verla. La muchacha
trabajaba en un bar automático, y allí iba él a visitarla. Al cabo de
un par de días. la muchacha le dijo que no volviera, que las demás
chicas se burlaban de ella por su causa. No quería sabor nada de él.
Desde entonces no volvió a pisar el mencionado bar. Pero diaria-
mente emprendía su largo viaje para, al menos una vez, pasar
delante de l a casa. pues pensaba: «Esto nadie puede evitarlo». Llo-
raba mucho porque ella ya no le hablaba. Después de cada viaje SC
sentía aliviado, mucho más que si no hubiera podido ve r la casa de
la muchacha.
Esto duró un año, con gran disgusto y sentimiento de sus paren
tes y vecinos. Kerle no se apartó de SU propósito, a pesar de todas las
reconvenciones, y no obstante las violentas disputas que tuvoqu¢
sostener. Finalmente, su madre, que era la que mejor comprcndia
sU

vida afectiva, le indicó a su primera enamorada --mientras tanto.


le
labradora ya marchita y madre de cinco niños creciditos-- que
no
escribiera una carta. Efectivamente. así lo hizo, rogándole que
esta-
gastara inútilmente su dinero en sus absurdos viajes, que ella
ha casada hacía ya mucho tiempo y que nunca podría ser. Des
de el
luz
día en que Kerle recibió esta carta, dejó de viajar. tuvo «Llflü

:Sm
l
entonces, vuelve a trabajar con ahínco. No le satis-
mcjoI*›- Desde
face nada su bonita fortuna. Con gusto la daría para «conseguir lo
que: desea», para llegar ¿I ser un hombre que nada tiene que ganar
ni que perder. Dice sencillamente: «No me ha correspondido una
rnujc2r>>-
Pero, con ello, su historia amorosa sólo ha terminado exterior-
mente. Todo está relacionado entre sí. aun el hecho de su actual neaa-
tiva a ir a la guerra. Si lo piensa todo, es así. «Si uno tiene algo así
dentro de uno mismo, tal y como uno lo siente, desde luego, entre
medio hay horas más alegres», Kerle se pone muy serio cuando habla
de ello. No envidia a nadie, eso no debe ser. Otros encajan mejor en
el mundo que él y lo comprenden todo mejor. Pero a veces le ha deli›
do que no le haya ido tan bien en la vida.
Aun hoy es capaz de decirle a su hermano, al ver a los hijos de
su primera enamorada corretear por la calle: <<¿De quién son, en
realidad, estos niños?›› No son de ella, sino de sus amistades, y
cree que los parientes podrían habérselos prestado a ella para enga-
ñarlo, pues ella es todavía soltera y lo está esperando. A veces lo
cree firmemente. «En su interior está convencido» de que su boda
ha sido una añagaza, «pero si veo todo. tengo que creer lo contra-
rio». «Si no, no habría viajado a Stuttgart. pues me parece que
nada habría sido igual». Podría ser que ella quisiera aún casarse
con él, pero tendría que decírselo ella. «¿.Y por qué no usted a
ella?››. «Bueno. si se ha casado y ha tenido hijos. no estaría bien».
Si el marido de ella cayera en la guerra, no la querría, ésa no es su
intención, «Por tanto, ¿usted guarda todavía una secreta esperan-
Zü?››_ C<SÍ, esperanza», contesta rápidamente y con semblante ale-
gre. Pero si él se lo dijera a ella, lo tendría por un loco. El sigue
lemendo la esperanza, nadie puede evitarlo. Si la ve desde lejos
por. el camino, es completamente feliz. Se consuela y piensa: ya
Mejorará. «Si me v a como deseo, aún me irá bien. No séICI››.

En resumen: a los 25 años, cl labrador Kerlc es rechazado por


Ullll joven en su petición amorosa. Inmediatamente desarrolla una
Paranoia crónica, que casualmente, y a los 42 años. la examina un
fflfïultativo por motivos jurídico-militares, estando dicha paranoia
en SU período de florecimiento máximo. El conjunto no es más que
un desarrollo interior, que en modo alguno d e s t r e la estructura
de la personalidad, sino que ilumina y destaca la originalidad cam-

3 17
pesina dc Kerle: las formaciones delirantes internas sólo SC exte-
riorizan dc vez en cuando LI través de algunas ac cio ne s e x tr a v a -
games en el curso tranquilo. melódico y trabajador de la vida de un
hombre apreciado por todos.
Los mecanismos psicopatológicos que constituyen es ta para-
nota se articulan en dos series de desarrollo separado. U na es UH
delirio .sensitivo de re/erenciu de coloración típica: la petición
amorosa rechazada se elabora en el sentido de la ins ufi cie nc ia ver-
gonzosa. y se transforma en las correspondientes ideas referidas.
La otra ser t e es una p.~:icf›sis desidumriva, un delirio pasional
crónico, con mecanismos catatímicos muy complicados c intere-
santes. sobre todo con u n a capacidad de de.n'iar y lo! ver a desviar
la ocupación c¶lecriva hacia objetos .s'usri'mrivu.~; y con una i(lermfi-
cación parcial de dos personas amadas, en el sentido de Freud, que
aquí destaca mucho más que en el caso Rösler.
Para resumir. la estructura de la psicosis desiderativo-erótica es
la siguiente: Kerle cree que la muchacha a la que amó sin éxito y
que en la actualidad es una labradora ya marchita. casada desde
hace mucho tiempo. volverá a él y se casará con él. Cuando ve
corretear por la calle a los hijos dc ella. dice: <<¿De quién son estos
niños? No de ella, sino de sus parientes». Esta ficción la conserva
con firmeza, pero sólo con el carácter de unajïcczón autista. No se
incluye por completo en la relación de realidad de las cosas reales.
Esto se demuestra claramente al darse en la guerra la posibilidad
real dc casarse de verdad con la amada si ésta enviudara por baja
del marido en el frente. A l mencionar esta posibilidad, Kerle se
bate enérgicamente en retirada. No cabe duda de que le molesta
pensar que se podría casar realmente con la amada. ahora envcjfl-
cida. No la ama a ella misma, sino a su imago. Esto demuestra de
un modo excelente que la formación delirante del paranoico. CON
frecuencia no C s una simple cunsinlcración de realidad en el senti-
do de una sencilla incorporación de la idea al conjunto comuna de
realidades, que es l o que suele e c h a r l e en cara el in di vi du o sano.
En nuestro caso, la idea paranoica pasa rozando sobre lo s objetos
rculcs, S m una separación clara y distinta. Constituí C lo m ás lnme~
disto de la conciencia subjetiva, pero a la vez es de una substan
-
cialidad distinta a la realidad. Mais que realidad. es huida de la
rea-
lidad. En todos estos aspectos, se asemeja muchisimo a la le rel121O>**
del hombre normal.

318
Pero ahora comienzan las d¿›_~;p¡°(¡('ƒ0¡¡¿.'_ç uƒeclivczs. Kerle se ena-
mora más tarde dc una segunda muchacha, su chica de servicio.
Ullål especie dc amada sustituta de le que HO sabe en realidad si su
amor se relìere realmente el ella. La joven se marcha u S t u t t g a r t
COIHO dependienta
de un bar automático. Entonces. y durante
meses. K e rl e estuvo viajando en ferrocarril horas y horas, cada día.
para pasearse a diario por delante del establecimiento. Y todo para
no poder verla, pues ella no le hacía caso y lo rechazaba brusca-
I mente. Pero él se sentía aliviado después de haber efectuado el
viaje. Un día, la primera amada le escribió, por consejo de la
madre de Kerle. una carta para disuadirlo de sus absurdos viajes,
asegurándole que estaba casada desde hacía mucho tiempo y que
debía resignarse. Poco después de recibir esta carta de su verdade-
ra amada. Kerle renunció definitivamente a las visitas que dedica-
ba al segundo amor, al sustituto.
Éste es un bello experimento de cómo intensos afectos pueden
desviarse de su verdadero objeto A a un objeto sustitutivo B. siendo
en el fondo el afecto B (la amada sustituta), en realidad. el viejo
afecto A, influido purA (la primera amada) y suprimido le realmente
purA. Kerle se busca una serie de felicidades sustitutivas de la feli-
cidad amorosa que no consiguió en su juventud: en primer lugar.
el delirio pasional de que A se casaría con é l; en este delirio se
siente feliz, es el motivo principal de su existencia, en segundo
lugar, se forja temporalmente una felicidad sustitutiva en el amor
imaginario por la segunda joven. y al verse rechazado por ésta. una
tercera sustitución de dicha en sus paseos por delante del bttr auto-
m at tc o.
Inmediatamente se observa que el delirio pasional. en este caso,
ES sólo una por muy exuberante que crece en el tronco de una per-
§,3§'*§?¿,* y
cuya [incipul catrzlcterísticu consiste en le elaboración
llantos c untoml d Í 1 u u f z s t ( ¡ - c a ! t u r c a . Por ello, en leerle encon-
rloicag d a c p.1slona? ciertos rasgos de las ideas para-
1.r1.0
.I1§

reüccmn. nasas. tnterpreltluøn secturta de la Biblia, curiosas


. politices. conflictos con el alcalde. negativa al s e r v i c i o
militar, opiniones sobre la guerra y la propiedad, y muchas más
Ideas, p ro p ia s de un tipo campesino original y cazurro. Visible-
Monte, se puede ver que Kerlc lleva en germen. como línea afín el
desarrollo desider tuvo-prirunoico. una disposición al tipo de pm-
fuI(ZS. s€cmrt`o.5 y srll\'udnre.s' del murulo, de Kraepelin.

3 19
Pero junto a los componentes sensitivos y dc si de ra tiv pm
-¿,_
f o c o s dc Kerle se pueden demostrar en su purumuin c ie r to s
ligerí-
sinos componentes de resemimicmo. Kcrle tiene la impresión de
ser un tipo torpe y simple. en situación de desventaja frente a sus
hermanos y frente a todos los demás. De un modo especial mues-
tra el complejo de «soltero» inferior, hecho que co ns tit uy e Ulllo de
los motores principales de su negativa paranoica a prestar cl sen›¡-
cio de armas, y que se manifiesta ridículamente también en otras
ocasiones. por ejemplo, en sus discursos contra el alcalde.
Al igual que su psicosis, el cuadro de l a perscmalidarl de Kerlc
es más complicado que en las dos jóvenes anteriormente descritas.
No volveremos a referirnos aquí al aspecto sensitivo. Pero, aparte
de esto, Kerle es intensamente autista y, a la vez, cordial y leal. El
fondo algo melancólico de su vida afectiva ofrece un humor algo
barroco y un optimismo ingenuo e infantil, con la sensación de que
alguna vez. todo irá mejor.
La tendencia a satisfacer fantásticamente los deseos incumpli-
dos es una característica humana casi general. Por ello, no se
puede suponer que esta tendencia, dentro de la paranoia, esté liga-
da a un único tipo de personalidad. Esto vale especialmente para el
delirio pasional. Sea como fuere, destacan algunos tipos. Las per-
seguidoras pasionales, incansablemente agresivas y a veces llenas
de odio en verdad, por ejemplo, las que describe Heilbronner.
constituyen un tipo más csténico, relacionado con el carácter que-
rulante. En estos casos, las violentas y apasionadas tensiones afec-
tivas conducen a un cuadro paranoico que a menudo muestra un
movimiento muy dramático.
Desde este tipo se dan casos intermedios hacia tipos de perso-
nztlidud más coqueta. juguetona
g y superficial, con tendencia a re.ac- ..
clones históricas, cuya lábil fantasía puede engendrar tan bien c ie r-
tas formas de delirio pasional. .

En cambio, las formas de delirio pasional que hemos descrito


en nuestros casos tienen una estructura distinta por completo.
Con
los tipos ames mencionados tiene de común la sensible tenden
cia
. . -
al pcnsamlcnto catummco. Mas, por su md ole mas pasiva. b . ci
, ' .
¡anda -
. . .
c mtroverudu, se acercan mas a los scnsmvos,
¬ .
.a u n q u e b-'llì L*om te-
.
dar con ellos. Dos de nuestros tres casos forman snmultnnean 3 11
" E' s

.
1 1 Í

junto al delirio pnsionztl , un delirio sensitivo de referenc.ia. Y- l ` t ' t


. . ' .
IHVCFSH, en nuestros sensmvos hemos observado c o n
¬ ' )
tr e
› I L t

320

I
indicios dc psicosis desiderativa pasional. El fundamento afectivo
común de nuestros casos de delirio pasional podría casi denomi-
narse az41i.s'ta-eufórico. El factor eufórico de una tranquila satisfac-
ción interiorizada destaca bastante sencillamente en las dos jóve-
nes. mientras que en Kerle se observa cierto optimismo infantil y
un peculiar humor, que crecen sobre un fundamento de contraste
I

l
melancólico. Los tres podrían denominarse simplorzes: no en el
sentido de una debilidad intelectivo, sino más bien en el de una
ingenuidad y confianza infantiles, de condición afectiva. En nin-
guno de los casos de nuestro grupo de delirio pasional se encuen-
tran vi ol en ta s tormentas afectivas ni contra tensiones interiores
intensas. excepto la línea secundaria sensitiva. Los tres resuelven
de un modo autista la amargura de la vida exterior, convirtiéndola
en una tranquila suficiencia interna. «Si me va como deseo, aún
me irá bien. No 5é_,,››,

32 l
1

I
I
CAPÍTULO 12

C(›nc1¿p'ro, IllST()I(I.›\
2 Y SITUACIÓN
1:
C I E N FÍFICA
.ll

D E L l)l§.l,IRI() S I 1.1NSI l ` l \ - ( ) mi REFERENCI


r f

7
J\

Wolfgang KRETSC11MI8R

Historia de los términos «scnsit¡vo›› y «delirio de referencia»

Serzszlti'i'us es una palabra neolatina que equivale en francés a


sensible. En el siglo xviii. Gottsched lo adopta en alemán (sensi-
tiv), manteniendo el significado específico de «especial sensibili-
dad anímica». A este significado corresponde también el sentido
de se ns itiv o» , utilizado en tiempos de Goethe en relación con una
especie de mimosa (Mimosa sensifii›u. también harba .sensitiva).
Así mismo, el nombre latino específico empleado para designar la
forma relacionada Mimosa púdica pone de manitìesto la compara-
ción establecida entre la reacción de la planta y la sensibilidad aní-
mica del ser humano. El término «sensitivo›› no desempeña ningún
papel en la literatura médica de la primera mitad del siglo XIX.
*.

Comoquiera que Reichenbach a partir de 1854, entendía por


<<sensitivo›› la reactividad mediante una fuerza universal e inmate-
rial (denominada O(f) en el sentido mesmeriano. se suscitó una
viv a discusión sobre la «sensibilidad›› (Scfrzsítivítät), que decayó
tras algunos años, pero que desacreditó esta denominación en los
círculos académicos. No obstante, el sentido general de «sensiti-
VO» siguió siendo familiar en los círculos cultos, como muestra la
fiïplicación del Diccionario de Mayer de 1889 y ediciones poste-
nores; «e qu iv al e a sensibilidad, especialmente una susceptibilidad
aumentada. Las personas sensitivas están continuamente en un
estado de sobreexcitación relacionado con las impresiones senso-
NI.1l€S›).

* .
Agrmlccexnos cncarccxdamcnlc
. . , . -
asa 1nform:1clon al lnsumto de Histo-
l'I'
4
_ . .
dm la M ed ic
1 .
m u dc Tubinga.
na
Q":

r*.
U

Después de la Primera Guerra Mundial. cuando Kretschme


r
elaboró cl concepto de carácter sensitivo. el término había caído
totalmente en dESUsO en el lenguaje psiquiátrico. En el caso de que
Kretschmer hubiera estado muy familiarizado con la teoría de Rei-
chenbach y su problemático destino. seguramente ello le habría
hecho desistir dc emplear tal término. Más probable que CS3
influencia es el siguiente hecho: Kretschmer necesitaba una pala-
bra para designar un tipo especial de susceptibilidad personal fren-
te a la valoración é t i c a (en los ámbitos erótico y profesional). Pues-
to que del adjetivo <<sensible›› ya se había hecho un uso variado
(neumológico y psicológico), el autor eligió «sensitivo›› (scnsüiv),
término que le podría resultar conocido a partir de la literatura y de
la lengua francesa.
Si bien ya Magnan había considerado la autorreferencia como
el síntoma principal del «delirio crónico», no es casual que el tér-
mino «delirio de referencia» esté ausente de la psiquiatría france-
sa clásica ni que, más adelante, sólo se emplee (por ejemplo. como
delire de r e l a t o r ) siguiendo explícitamente a los autores alema-
nes. Este término estaría seguramente en relación con el método
estático-descriptivo de los franceses. Frente a esta denominación,
considero que el concepto de delirio de referencia ilustra el acento
dinámico que rige en la psiquiatría alemana. Ya para Neisser, la
«autorreferencia patológica» o la «autorrefercncia deficiente»
constituía el síntoma cardinal de la paranoia, concepto que enton-
ces era aún muy amplio. Hitzig que, como racionalista y orga-
nicista, intuía el peligro psicodinámico- discutió enérgicamente
en 1895 el significado fundamental de tal delirio de referencia*.
que compara con procesos psicológicos normales y que, en conse-
cuencia, no puede considerar como patológico. De hecho, cuando
Cramer psicologica todo el proceso patológico, identificará «df-2 U"
modo ¡njustificado el proceso normal con el pa to ló gi co ». En esto
se adelantan Juspers y K. Schneider. En su Compendio de 1900.
Wernicke emplea sin mayor fundamentación la expresión delmø
de referencia». Este es, «al igual que el delirio de persecucion. sólo

* Hilzig es c l primer autor en c l que encontré ci término «delirio de refe-


rencia», sin que pueda garantizar con seguridad su prioridad. <<Autorr¢f¢f¢"'
cin» y «delirio dc referencia» sólo aparecen de forma muy aislada en los ¡cxal
Wx-. ce-.pcciulizudos antes de 1907, lo que muestra su escasa difusión.

324
UD nombre col ect ivo para una gran variedad de representaciones
delirantes que. aquí sin embargo. están vinculadas regularmente al
acto de la percepción y se ponen de manifiesto a la vez que éste.
çonsistc. pues. en un falseamiento de las mismas percepciones».
Con ello se alude a autorreferencias negativas que, de acuerdo con
f
Wernicke. derivan o bien del ámbito psicológico normal, o bien de
ideas sobrevaloradas, como delirio de referencia autopsíquico y cir-
cunscrito y, en ambos casos. por «acentuación de la sensibilidad».
I Tomadas en conjunto. las investigaciones posteriores de Neis-
ser han confirmado este punto de vista. El concepto de «delirio de
rcflercncia›› se impone y alcanza una posición arme en el Tratado
de Kraepelin.
Conviene tener en cuenta. de paso, que el delirio de referencia
constituye un concepto de la máxima amplitud en la doctrina des-
criptiva del delirio. aun cuando habitualmente no se ponga esto de
I
relieve. Y ello porque aquellas situaciones que el enfermo y no
exclusivamente él considera erróneamente como fijas o cam-
biantes, se encuentran inmersas en refererzcias (de mí a ti. de ti a
mí, de ello con ello. etc.). en las que ciertamente domina la auto-
rreferencia. Las referencias son relaciones de sentido y de efecto.
Raras veces, y habitualmente sólo de forma transitoria, dejan los
enfermos intacto todo aquello que en la existencia humana está
sometido a referencias. y la necesidad causal y anal que ello encie-
rra, en ideas delirantes que tienen como contenido situaciones
carentes de referencias autopsíquicas o alopsíquicas. De este
modo. la referencia sería la característica más general del delirio 3
SB pondría de manifiesto con la mayor claridad en la paranoia y en
la esquizofrenia paranoide.
u
Ciertamente, desde el principio, Neisser. \Vernicke y Kraepelin
limitan e l concepto a relaciones, habitualmente dañinas. dirigidas
contra el yo (el término delirio de aurorreferencia recoge mejor
este hecho). Esta concepción delimita aún más las ideas de Krae-
I
pelin y posteriormente las de Lange, en el sentido de que com-
Pffinderían solamente la fase de amenaza e inseguridad que se pre-
senta al comienzo de las psicosis esquizofrénicas. Kleist, debido a
SU
posición conservadora meramente descriptiva. es quien mantie-
ne .durante más tiempo «la cualidad referencial» como un elemen-
IO
importante para el diagnóstico psiquiátrico. Por eso mismo con-
mere il la «psicosis progresiva de relación» un lugar independiente

325
dentro del círculo dc las esquizofrenias. (Desde 19 18 , también
por
ejemplo Nieele). Esta proximidad al grupo de las paralrenias y de
las psicosis paranotdes no deja dc tener im po rt an ci a re sp ec to El
nuestro problema del delirio sensitivo dc referencia. E fe ct iv am en -
tc, l a autorreferencia en los pacientes delirantes es tan ev id en te que
no merece la pena insistir en ella, aplictindose cada v e z más la
denominación de «delirio de referencia» en el sentido kretschme-
riano y, a le vez, al rasgo sensitivo del carácter.
El propio Kretschmer sitúa, dentro de su orientación dinámica,
el concepto de «delirio de referencia» en c l centro de su doctrina
de la paranoia. Desde luego, utiliza en general la palabra «delirio
de referencia» en el sentido clásico de Wernicke, como viv en cia
negativa de autorreferencia. Mantiene sin embargo abierta una
acepción más amplia del mismo término, ya que también las otras
formas de paranoia que se describen en este libro son psicosis de
referencia pero no formas de paranoia con base sensitiva. Esto se
muestra por ejemplo en el delirio erotómano, que no siempre se
elabora a partir de un carácter sensitivo, y en lugar de la autorrefc-
rencia negativa, nos encontramos con el valor positivo del enamo-
ramiento, tratándose incluso en este caso, claramente. de una psi-
cosis de referencia. Por lo tanto, me parece a mí que el concepto
de deliro de referencia de Kretschmer, lo mismo que en Kleist,
mantiene una tendencia a su generalización y ampliación. que está
próxima al sentido originario del término, pero que no es desarro-
llado consecuentemente hasta el final.

La psicogenìa del delirio

La cuestión fundamental del presente trabajo, y por lo que


puede encontrar tanto su aprobación como su rechazo, e s la psico-
genia del delirio, es decir, SU carácter de fenómeno de la «enferme-
dad mental». Por ello entendemos, por una parte. el delirio como
consecuencia de una particular estructura del carácter, que determi-
na una forma especílìca de reacción, y por otra, como consecue
n-
cia del impulso inducido por motivos o contenidos vi ve n ci a le s que
el
ofrece cl desarrollo vital. En psiquiatría, desde siempre, si bien
grado diferente, se ha aceptado que los trastornos psíquicos puedôfl
lid o para IOS
ser referidos a causas psíquicas. Y ello no sólo es vá

326

I
i ï l fi l l n l r la el P
I

del romanticismo sino también para Griesinger, si bien


PSÍCILIÍHÍFUS
éste int en ta sa lva r su materialismo aceptando que las conmociones
p s íq u ic a s producen cambios en el sistema nervioso central. Tum-
bién Kahlbaum habla como algo evidente de acontecimientos gra-
ves que pueden producir una catatonia o una hebefrenia. Sobre
Wernicke y a hemos hablado al comienzo de este capítulo respecto
El SU opinión de cómo a partir de ideas sobrevaloradas puede surgir
una autopsicosis. En todas las ediciones de los textos de Kraepelin.
se mantiene el apartado de «causas psíquicas», si bien en las edi-
ciones más tardías. este concepto se circunscribe cada vez más al
grupo de enfermedades denominadas como <<psicogenéticas››. Es
notable reseñar. por otra parte. que Kraepelin mantuvo que el deli-
rio querulante era de origen psíquico y que deja abierta la cuestión
de si cl grupo de psicosis que más tarde denominó endógenas
podría también ser debido a causas psíquicas.
En la época anterior a la Primera Guen°a Mundial. las discusio-
nes respecto a la psicogénesis de las enfermedades mentales se
mantienen sobre todo en el campo de la paranoia y de las psicosis
reactivas agudas. En 1897, Tiling, en un trabajo especialmente
agudo y bien conocido, examina bajo este punto de vista no sólo las
teorías al uso respecto a la paranoia, sino que también presenta las
bases para una comprensión psicogenética del delirio a partir de los
motivos y del carácter del paciente. Un papel importante lo juega la
relación entre los afectos y el yo. En contra de las creencias racio-
nalistas respecto a la autonomía del pensamiento. que sólo podría
perturbarse por disfunción de las conexiones nerviosas. muestra
I
Tiling cómo los afectos guían al pensamiento. Se apoya para ello en
los esfuerzos de \Vundt, en algunos de sus trabajos. para superar la
psicología puramente asociacionista en favor de una intencionali-
dad y una selectividad (consciente o inconsciente) de las represen-
laciones y de l pensamiento (<<apercepción activa››). Como funda-
mento de ello, se apela entre otros a los afectos. cuya importancia
subrayan especialmente las vivas e inteligentes formulaciones del
L
ffïmcés Go dfe rna ux . «LO único propiamente activo es el afecto» o
bien << la relación entre sentimientos y pensamiento es la misma
I
r

desde el punto de vista fisiológico y patológico; la vida de los afec-


L

tos COn sus diversas oscilaciones constituye el fundamento efectivo


mas profundo de la conexión entre l as ideas». Tiling con±~ider;1 tam-
b~.
lfin ll la tensión entre el autoconcepto del yo (complejo del 3 0 ) 3

327
su base afectiva. al igual que reconoce, anticipando la teoría sobre
la cataumta de Mater, la f o n a primitiva y activa del mismo.
Mediante la reorganización de todos estos elementos, que por otra
parte están ya configurados en la estructura del carácter, se desa-
rrolla el delirio en la correspondiente situación vital. «Los afectos y
el complejo del yo constituyen el punto de partida de todo trastor-
no psíquico». El trabajo de Tiling. que hemos reseñado sólo muy
brevemente, constituye el esfuerzo más importante de psicologiza-
ción del enfermar psíquico antes de Blculer (1906) y Kretschmer
(1917). Todo esto muestra también que, en el momento de las pri-
meras publicaciones <<psicoanalíticas›› de Breuer y Freud (1895), la
psiquiatría clínica y a había preparado el camino con un pensamien-
to psicogenético intensa y totalmente desarrollado. Esta línea es
continuada especialmente por C. G. Jung, Jaspers, Gaupp, Wil-
manns y Birnbaum, de manera que Krctschtner, después de la Pri-
mera Guerra Mundial. ya encontró un sistema completamente ela-
borado de elementos esenciales. que primeramente integró y luego
completó con sus conceptos originales. Con este primer punto anal,
quedó elaborado un sistema psiquiátrico completo acerca de la psi-
cogénesis, que abarca primeramente el carácter, el ámbito vital, la
elaboración de las vivencias y finalmentc, el trasfondo biológico. y
no sólo los aspectos dinámicos profundos que sólo diferencian la
relación entre el ambiente y los motivos dc la conducta.
Los párrafos anteriores deben recordarnos que la investigación
de la psicogenia en las enfermedades mentales no debe conside-
rarse solamente como un estudio particular, producto de la inter-
vención ocasional de algunos estudiosos románticos, sino que
representa una línea esencial que ha acompañado a toda la historia
de la psiquiatría clínica. Ciertamente, el poder de conviccion de
sus argumentos ha oscilado tanto como la amplitud de los cu . adros
patológicos reivindicados por ellos. Este ha sido siempre objeto de
discusión. Sin embargo. constituye una herencia inseparable de la
psiquiatría clínica.

La psicoterapia del delirio

Sin ningún género de duda. las Ideas expuestas en este


libro
. . . .n • - ps'
xc1ti¿ya Pmil
acorra de la pslcogcma han cstlmLllado y .ininiado la

328

..
de los enfermos paranoides. y también la de los esquizofrénicos.
E vi de nt em en te , los antecedentes se deben a E. Bleuler, C. G. Jung,
Flournüy y especialmente a Freud. Sin embargo, ha sido Kretsch-
mer. co n su gran experiencia clínica, la sobriedad de su caractero-
logia y su psicología tan próxima a la vida. quien desde luego con-
giguió desde su difícil prestigio de profesor universitario una
aceptación de sus puntos de vista de manera más fácil y estable
que Freud, cuya teoria dc la homosexualidad en los paranoicos y
esquizofrénicos siempre chocó con una resistencia.
En enfermos delirantes encontramos mejorías clinicas o curacio-
nes por medio de la psicoterapia incluso con información detallada
de sus técnicas, en Gaupp. Pankow, \Vendt, Rosenberg, Langfeldt.
Häfner, Tolentino y otros, bajo un espectro doctrinal que abarca
desde comprensibles convicciones de la psicología profunda hasta el
análisis existencial. Naturalmente que estas informaciones sobre el
tratamiento de esquizofrénicos agudos tienen su importancia al mos-
trar que los síntomas psicóticos pueden desaparecer bajo tratamien-
tos psicoterápicos, si bien permanece la predisposición a la psicosis
l
dimanante del carácter. Esta disparidad vale también para los proce-
sos paranoicos, cuyos riesgos de recaídas tras la curación ya habían
rcfendo expresamente tanto Kretschmer como sus antecesores.

La doble apreciación de Jaspers

El autor [E. Kretschmer] describe como delirio sensitivo de


referencia un nuevo grupo de en fermedades independientes
dentro de las psicopatías. Sobre la base de varias y magníficas
historias clí nic as , aparece este cuadro de forma tan clara que
apenas puede dudarse de la existencia de esta forma clínica. Pre-
cisamente por tratarse de un cuadro meramente psicológico, que
Ho puede caracterizarse sólo por un par de síntomas. este autor se
impuso la obligación de seguir exactamente y por todas panes los
hilos psicológicos del problema, lo cual consiguió de forma extra-
ordinaria. Kretschmer no sólo describe este tipo de forma global.
sino que lo reconstruye conceptualmente. El resultado es impe-
recedero en la historia de la psiquiatría. Séanos permitida sin
Embargo una pregunta. El autor entiende el cuadro de esta para-
no ta u parar del carácter, cl medio y la vivencia. Como funda-
m en to biológico acepta además la herencia y la fatigabilidad.
¿Se entiende realmente con ello la transformación de las viven-

329
l

cias en una reacción paranoide? ¿El hecho dc la «comprensión››


de los tres citados no se reduce a una comprensión de conteni-
dos. afectos. fantasías, etc." ¿Acaso a partir del mismo com-
previsible carácter, y bajo el mismo medio y vi ve n ci a s, no hubie-
ra sido posible que todo quedara en una mera reacción af ec tiv a
intensa, sin que apareciera la paranoia.*› ¿Quizás aquel mecanis-
mo especial que determina la aparición de la paranoia -así co n@
la histeria y que condiciona otro tipo de transformaciones, HO
tiene algo que ver con ese mismo carácter previo? Hay que tener
también en cuenta que el carácter histérico y los mecanismos his-
téricos no tienen una relación forzosa entre si y frecuentemente el
denominarlos con la misma palabra induce a error. Debemos
aceptar que en el mecanismo de la transformación paranoica exis-
te algo incomprensible psicológicamente. El «comprenden›
resuelve muchos problemas pero tiene sus límites. La fatigabili-
dad sólo puede aceptarse como condición para la acción del ante-
dicho mecanismo, pero no es el mecanismo mismo. Estas pre-
guntas, desde luego, no alteran nada la validez del tipo clínico tan
claramente descrito.
En el núcleo de su libro, el autor ha establecido una discu-
sión psicopatológica general sobre la doctrina caracterológica
psiquiátrica. Se trata de un germen que quizás ha cristalizado
en un esquema un tanto prematuramente, pero un esquema que
no puede rechazarse a la ligera. Es éste efectivamente un prin-
cipio que ha de madurar. Creemos al autor cuando escribe: «el
extenso ámbito de la caracterología psiquiátrica. exceptuando
algún pequeño resplandor, se presenta ante nosotros como un
amanecer lleno de senderos que parece conducir a metas apete-
cibles». Automáticamente adJudicamos a este libro nuestra mas
alta calificación por ser tan v i v o y original. Sin embargo, cuan-
do de hecho aplicamos estas calificaciones máximas, quiza nos
veamos obligados a decir: por su contenido podría ser un texto
clásico, pero no lo es. Para ser clásico, le falta lo completo le
definitivo, lo claro sin andamiaje alguno supletorio. Pero
cuando para el lector que piensa así demuestra ser un libro si n-
gular y de carácter duradero, para el autor puede tratarse úni-
comente de un comienzo.

Jaspers escribió este comentario en el año [919. Adjudica así al


trabajo de habilitación de Krelschmcr no sólo un g ra n valor poco
usual, sino que simultáneamente vislumbra en él una nueva adqui'
sus
sición pcrmancnlc dc la psiquiatría. A la vez, se ob se rva n en
apreciaciones alguna inseguridad y dudas singulares.

330
1,115 objeciones cr ít ic as

_[;1>;PCI'S. el filósofo, no dio cue nta del pro ble ma que con sti-
.SB
mía la comprensión de las manifestaciones delirantes. q
ue é l
o h a b ía des crit o en 19 13, e inte ntó en su crí tica est abl ece r un
mism
los intentos de comprensión psicológica: «el
límite respecto a
mecanismo de la transformación paranoica», incluso como proce-
incomprensible. En este mecanismo veían los
SO es en sí m is m o
psiquiatras clásicos de l a época la expresión de lo propiamente
patológico l o endógeno, como se dijo más tarde . Siguiendo c l
espíritu de la medicina de su época. sólo podían buscarse sus raí-
ces en el campo de lo biológico. Se entendía por <<biolóeico››, l a
esfera corporal analizable por procedimientos físico-químicos u
ópticos. No era posible salvar el abismo que separaba estas hipó-
tesis biológicas de la enfermedad y l a comprensión del delirio a
partir del carácter y las vivencias.
Mientras que Jaspers sólo aportó una crítica prudente y limita-
da. la opinión de los psiquiatras eminentes del momento. pertene-
cientes a la escuela de Kraepelin en Munich, fue totalmente demo-
ledora. En la sesión del Instituto de Investigación Psiquiátrica de
diciembre de 1919, todo este grupo llegó a las siguientes conclu-
siones, expresadas por boca de E. Kahn (que en años posteriores,
hasta su exilio, mantuvo una buena relación personal con Kretsch-
mer. y modificó mas tarde la opinión aquí citada):

t. No existe un origen puro del delirio u partir del carác-


ter, es decir l a producción de una psicosis delirante L1 partir del
carácter según la explicación de Kretschmer no es posible.
2. Tampoco es posible una ciasìficación clínica de estos
cuadros desde el punto de vista caructerológico.
3. Los casos de Kretschmer tampoco permiten el estable-
ctmrento de un grupo independiente de enfermedades. Las for-
m a c to n e s delirantes descritas serían síntomas o complejos sin-
lumáticos, que podrían ser unidades de segundo orden en el
sentido de Hache y podrían aparecer en el curso de diversas
a fe c c io n e s psíquicas.

Kuhn aduce especialmente el reproche de que la caractcmlouía


¿mí comprend
ida se desligaría de su fundamento biológico; «todo
lo blolognco
no tendría ¿mí ninguna signitlicación››. sería preciso

33 l
recordar que «nuestra disciplina es una ciencia n a tu ra l que debe
basarse en hechos comprobados».
En la discusión subsiguiente. Kraepelin se adhiere a la opinión
de que cl delirio sensitivo dc referencia «sólo puede aceptarse
como un complejo sintomático». Agudamente reconoce sin embar-
go aunque resignado-- que toda derivación ps ico ló gi ca entraña
un problema de conocimiento. «La agrupación del delirio sensiti-
vo de referencia es desde luego inaceptable; no se puede rebatir, ni
tampoco demostrar, que este desarrollo psicológico haya tenido
lugar en el sentido descrito. Todo este suceso carece [...] de toda
comprobación a partir de la experiencia. [...] Por ello se aparta de
la ciencia natural. especialmente de la investigación médica. para
caer en el campo de la creación poética»,
Así, pues, Kahn vio en el «diagnóstico multidimensional» el
riesgo de un pluralismo sistemático inflexible e incluso la posibi-
lidad de «un retroceso a la confusión babilónica» de la antigua psi-
quiatría, pero quien asestó un golpe de muerte al delirio sensitivo
de referencia, con su disimulada pero fina ironía, fue Gruhle en
1927, en cuanto que considera a «un gran número de los casos
como esquizofrenias» y oralmente desenmascara la «posición cli-
nica global» de Kretschmer. obsoleta desde hace tiempo y «con
marcada tendencia a la psicosis unitaria».
Naturalmente. no todo quedó reducido a esta mera discusión
negativa, que fue superada después por el propio desarrollo de la
psiquiatría. Algunos detalles pueden ser discutibles. La concepción
básica, sin embargo, demostró ser fructifica y sostenible. Ya K.
Schneider, respecto a la segunda edición, escribe: «En los últimos
veinte o treinta años, existen muy pocas monografías psiquiátricas
que hayan alcanzado una importancia tan fundamental y sigan tan
vigentes como el presente libro de Kretschmer. La moderna doc-
trina de la paranoia ha sido influida de forma d e ci si va por el
mismo, pero también la caracterología ha recibido por ello intere-
santos estímulos... Quizá puede llam ar la ate nci ón el hecho de que
el delirio sensitivo de referencia tenga tan poco que ve r con la
s
ideas del mismo autor en su obra Consrifuciótl y carácter. Ni
siquiera la s cuestiones caracterológicas de ambos li b ro s son COD'
cordantes. Pero solamente una consideración su p e rf ic ia l podría
ve r
en ellos alguna contradicción. La verdad es que ambos libros CON'
sideran la caractcrulogía desde dos vertientes dife ren tes . Por
ell 0

332
r

lO aparecen auténticas contradicciones entre ellos ni tampoco, por


lo tanto, con ot ra s formas de consideración dc la caracterología a lo
largo dc los últimos años».
Schneider, que tanto había luchado con el problema de dife-
renciar el proceso biológico endógeno y el desarrollo psicogenéti-
co. debe considerarse como un crítico especialmente competente.
Por ello es aun más notable que tras la lectura detenida de la recen-
sión cita da se encuentren más coincidencias entre los puntos de
vista de ambos científicos que las que tenían en 1920.
Sin embargo, no puede resolverse la ambigüedad de este tema
debido a la tajante delìnición antinómica del delirio («donde hay
auténtico delirio, cesa la comprensión a partir del carácter y, donde
la comprensión es posible, no hay delirio››). Schneider, que al
principio pensó que la ausencia de una vivencia desencadenante en
un caso de paranoia, le permitía clasiñcarla como proceso endó-
geno, acabó entendiendo que el carácter comprensible de las reac-
ciones de referencia solamente serían «análogas a un delirio», opi-
nando que Kretschmer habría sobrevalorado la solidez de sus
conceptos acerca del posible origen de los delirios auténticos-
Y Jaspers, a su vez, permanece bloqueado en total ambigüedad
pues en su Psicopatología General, afirma lo siguiente respecto a
las formas de paranoia de Kretschmer: «el hecho de apreciar cla-
ramente y de comprender todas las relaciones de sentido, propor-
ciona un conocimiento que tiene su importancia para ordenar y dar
forma a un conjunto de fenómenos aparentemente caóticos››. Sin
embargo, «estos procesos seguramente son sólo tipos especiales de
esquizofrenia paranoide, que permiten apreciar un conjunto desa-
costumbrado de relaciones significativas mientras que permanece
in ta ct a la personalidad previa». Y aún resulta aparentemente más
contradictorio lo siguiente: «parece a veces como si Kretschmcr
hubiera perdido el sentido de la diferencia fundamental que existe
entre personalidad y psicosis procesal».

Las valoraciones favorables

Mientras que, por una parar, el tipo de delirio sensitivo de refe-


t¢uclz1 se describe en todos los textos de psiquiatría, y en muchos
de
psicología. la mayor parte de las veces sin comentario critico

333
alguno, poco el poco van apareciendo en las críticas comentar
ios
favorables. Así G. Schmidt opina: «Kretschmer aborda le cuestión
del origen del delirio y de l a enfermedad delirante desde cl 'Junto
de vista de la caracterología, con más decisión y am pli tud de lo
que nadie ha conseguido». Y Gaupp reconoce en el delirio s e n s it i-
vo de referencia «un hito dentro de la investigación cl ín ic a pro-
funda y libre de todo dogmatismo». V. Baeyer reconoce que
Kretschmer ha permitido y hecho posible la aplicación de la com-
prensicín certera de las psicosis mediante fórmulas prohibitivas. De
una forma especialmente elegante, Mikorey resalta, LE propósito de
la tercera edición. el cambio de la actitud del psiquiatra respecto al
paciente: «El libro ejerce una acción de tipo educativo nada des-
preciable. La dignidad humana del enfermo mental, que lucha por
su existencia espiritual y moral dentro del campo de fuerzas de la
psicosis, es destacada por Kretschmer en el sentido de la más noble
humanidad... El punto de vista particular desarrollado en este libro
proporciona un puente desde la región de lo comprensible y empa- I
I
tizable hasta el punto más profundo de lo psicótico. Con ello, per-
mite comprender el hecho de que ni siquiera el enfermo mental
está separado de los sanos por un abismo ¡insalvable sino que per-
manece siempre como persona, y debe valorarse y respetarse como
tal... A través de la puerta abierta por esta obra, penetra el trabajo
psicoterapia en el campo de las psicosis, que previamente estaba
cerrado a la comprensión empática y a la actitud humana del médi-
co... Solamente Kretschmer sabe moverse con juicio clínico inde-
pendiente en este difícil campo limítrofe entre las psicosis latentes
o iniciales y los desarrollos psicopáticos, en el cual se intc ara de:
forma magistral tanto la prudencia como la audacia».
¡
Las COIì1[)llUl)¦.lCiUI1CS

Tras la aparición de este libro. cuyas tesis fueron comprobadas


n-
con frecuencia y otras veces relntivizaclus, pero esencialmente co
ii'0
firmadals, Kehrcr ohservubu que no siempre el carácter .scn.rír
es una condición previa dc Lllì delirio sr*nszlri\'o de rq ë re n c ia . Sin
para-
embargo, en sus análisis detallados y sutiles de los enfermos
d e l c a rá c te r. el
noicos, reconoció la importancia de le interacción
ambiente y la elaboración de las vivencias.

334
Gaupp y J. Langa. y más tarde también Ahlborn, Pankow y
Rosenberg. se toparon con casos en los que se mezclaba el co m-
po rta m ie nt o .scnsífii'o con c l e.\¡rmnsn*0. Todas estas descripciones
re la ti v iz a n ciertamente cl punto de vista kretschmeriano del desa-
rrollo consecuente de upo sensitivo. No obstante, no es posible
aperar cursos estables y rígidos en una enfermedad con raíces
completas. cuy os elementos psicológicos sólo captamos en parte y
que se encuentran en una relación cambiante entre sí. Todos los
análisis citados. en cuanto que suponen un diagnóstico multidi-
mensional. tienen que tener en cuenta, en último término, las ideas
de Kretschmer.
También J. Lange ve el problema dc una forma parecida. A par-
tir de un abundante material, encuentra en./"ermeclades paranoicas y
paranoides procesales, que no pueden diferenciarse claramente
entre sí pero que tampoco pueden integrarse en ninguno de los dos
grandes círculos psicóticos. Por ello mismo, le parece que la «con-
clusión correcta» es que, dada la enorme variedad de constelacio-
nes internas y de formas de presentación, y de acuerdo con
Kretschmer (que se apoya aquí en Blculer), no debe hablarse de
una paranoia, sino solamente de paranoicos. El hecho de que aquí
no se establezcan límites sintomatológico. sino que se trata de un
PCHSEIITIIEHÍO etiológico, «en ningún otro lugar se muestra de forma
tan clara, o bien puede decirse, de forma tan entusiasta como en
Kretschmer». Y «aunque exista la posibilidad... de que un carácter
no sensitivo pueda en circunstancias adecuadas reaccionar deliran-
temente de forma "sensitiva". habría que aceptar que Kretschmer
descubre con ello determinadas regularidades psicológicas huma-
nas, que sólo en los sensitivos se hacen efectivas con mayor fre-
cuencia que en los demos... Kretschmer con ello nos permite corn-
prender determinadas cuestiones de u n a forma Ana e insuperable.
que desde entonces encontramos por doquier».
Normalmente, habría de establecerse una relación con el círcu-
lo eyquíznfrérzico. K. Schneider describió en l92O una paranoia
que apareció sin vivencia desencadenarte. Langelüddeke observó
lfansiciones desde el delirio sensitivo de referencia u otras f o n a s
Similares de paranoia hacia procesos esquizofrénicos. Ello condu-
JO sin embargo a que algunos, también bajo consideraciones simo-
fflatológicas. consideraran aquellos cuadros simplemente como
e*IQH18.ofrcrzi'a.~; o subtipos de la misma (Bleuler. Mayer-Gross.

335
Gruhle e inicialmente también K. Schneider). Yo que aquí se Irala
meramente de una clasificación nosológica, no se discute la exis
-
tencia de tipos de enfermedad paranoica como tal. Mas tampoco
puede ser negada, puesto que aunque un delirio sensitivo de refe-
rencia desemboque en una esquizofrenia destructiva, ello no habla
a favor ni en contra de que haya existido un desencadenarte FEEIC-
tivo ni impide su comprensión psicológica a partir de la historia
vital del sujeto. Realmente, esta opinión entraña un problema
médico: si la causa es «sólo›› un proceso, entonces no tengo por
qué preocuparme de las interrelaciones psicológicas ni por la psi-
coterapia. Esta implicación no es aplicable a la escuela de Bleuler,
tan enormemente activa psicológicamente.
La primera comprobación desde fuera de Alemania, compren-
sible y a la vez sumamente profunda, vino de la pluma del psicoa~
alista francés Lacan. En su larga y completa tesis doctoral, llega
a la conclusión de que, frente a todas las doctrinas previas de la
paranoia tanto francesas como alemanas Kretschmer había
presentado la más consecuente comprensión psicológica del deli-
rio. Lacan agradece sobre todo la definición dinámica del carácter,
que ciertamente obtiene su orientación reactiva a partir de su subs-
trato biológico-constitucional, pero que se modifica mediante las
interrelaciones biográficas. De acuerdo con la descripción de
Kretschmer, «no considera al carácter como una simple predispo-
sición constitucional o afectiva, sino que abarca la personalidad en
su total complejidad. Desencadenamiento, síntomas y curso estarí- I

an determinados esencialmente por el conjunto de los factores


(historia vital. ambiente) que condicionaron la personalidad. pero
que también en el momento presente determinan esa estructura
concreta». Con una cierta razón, Lacan vislumbra en el libro El
delirio sensitivo de referencia un puente esperanzador entre la psi3
quiatría clínica y la investigación psieoanalítica, en cuanto que
Kretschmer no sólo atribuye a las circunstancias vitales un papel
esencial en la determinación de las motivaciones, sino tan bien C11
la formación del carácter. Desde este punto de vista, el estudlosø
francés se siente aún más apoyado por las opiniones de Kehrer.
a
según las cuales el carácter básico tiene un papel pequeño frente
la gran importancia de las relaciones específicas 3 los confl¡cms
propios de la vida, especialmente los crónicos. Lacan continu
. .
a en
s Un
esta línea. en tanto que los mecanismos de reacción individuale

336
sentido psicoanalitico se deberían totalmente a las situaciones vila-
lcfi ex te rn as . Sobre la base de un caso analizado y tratado según los
principios de Freud, describe un nuevo tipo de «delirio de auto-
castigo». En el lenguaje psiquiátrico ordinario, se trata de una
variante del delirio sensitivo de referencia.
Entre las uzvestigaciones comprobamrias en sentido estricto, se
sitúan en primer lugar los trabajos de Gaupp sobre el asesino para-
noico. Aquí, como en investigadores posteriores, los síndromes y
cursos típicos descritos por Kretschmer son precisados y comple-
tados una y otra vez mediante nuevas observaciones psicológicas
y de situación, o también los relativizamos parcialmente por la
implicación de otros elementos determinantes. Rosenberg presen-
ta casos típicos y sigue diferenciando en ellos, en particular, las
constelaciones del mundo circundante. Tolentino conñrma tam-
bién los principios psicogenéticos básicos. Como contraprueba.
Lewin señala que el delirio sensitivo de referencia no se desarrolla
bajo las relaciones sociales estables de una sociedad musulmana.
Betz describe casos de reacciones delirantes sensitivas tras adulte-
rio de las esposas de soldados. A este círculo de problemas perte-
nece también el delirio celotípico según Wendt. Un caso singular,
de connotaciones político-sociales, está representado por el diag-
nóstico de Ahlborn -estimulado por Kretschmer- de un desa-
rrollo expansivo delirante de contenido homosexual con el fin de
librar al paciente de una esterilización forzosa, para lo cual inten-
tó mostrar la independencia nosológica del delirio sensitivo de
referencia. La línea psicoanalítica fue continuada por Pankow,
Baerwolf, Lorenzer y Kuiper, mientras que Häfner investigó el
delirio sensitivo de culpa desde el punto de vista de l a analítica
eristeneial. El análisis existencial también muestra los elementos
dinámicos del delirio sensitivo dc referencia (debilidad del impul-
SO, ambiente inadecuado y presencia de vivencias clave) en los
efiìuízofrérzicos y en las reacciones desadaptativas de los adule
centes (K is k e r y Strötzel). En estos casos, así como en investiga-
ciones similares (Benedetti, Hìifner, V. Baeyer). Aparece la ten~
ciencia a integrar cad a dimensión individual obtenida en la
analítica existencial en el concepto de <<situación›› como totalidad
humana. Por lo tanto, los principios básicos del delirio sensitivo de
eferencia no se pierden sino que quedan integrados en un nivel
Uperior.

337
Metafísica, duulìsnm lógico e intuición

A pesar dc todo. cì problema dc si los trastornos psíquicos graI

ves -como el delirio- pueden producirse psicogenéticument


y
cómo nos lo podríamos representar, queda por el m om en to sin
resolver. La objeción fundamental dirigida contra este libro, y que
he expuesto anteriormente, nace sobre todo de la afirmación de
que cl delirio. respecto ll un error ordinario o un fnlseainiemo neu-
fólico del pensamiento. es algo completamente zlislinw y no puede
derivarse del carácter o de las motivaciones, porque en Sll base
subyace un «proceSs›› psicológ¡cantante inc'<m:¡›re›¡.vil›!e. Por lo
tanto se deduce que en las enfermedades paranoicas psicogenéti-
cas. descritas por Kretschmer y otros autores. se trataría o bien
sólo de fenómenos <<deliroides›› compren.s'íblcs o bien sólo de pm-
cesos patológicos no comprensibles, pero en los que estaría inclui-
do algún elemento comprensible. Esta opinión, mantenida sobre
todo por Jaspers y K. Schneider. parte de las siguientes premisas
interdependìentes: las condiciones de sano y enfermo son absolu-
tamente distintas, puede reconocerse exactamente qué es lo sano y
qué es lo enfermo. O bien dónde termina la salud y comienza la
enfermedad, entre las manifestaciones sanas y enfermas no hay
*.

transiciones
La determinación de «salud›› o «enfermedad›› descansa sobre
la base de juicios inmilivos sobre configuraciones compicjas. Si de
otra manera intentamos extraer conclusiones a partir de elementos
obtenidos analíticamente. estos elementos aparecen cada vez más
similares y, por lo tanto. se pueden diferenciar cada vez fl1€flos~
Sólo la desestructuración del entramado de sus relaciones internas
y externas, permite la comprobación de si se trata de salud 0 de
enfermedad y ello solamente cuando hay una fuerte predominan-
cia de uno u otro tipo. Estos juicios intuitivos sobre la base de
fenómenos globales tienen a nivel psíquico mucha más importan-
cia que a nivel físico, puesto que lo psíquico sólo puede ser capta_
do subjetivamente y no lo podemos disgregar en p a rt ic u la ri d a d e s

* Pan) dc los conceptos de «sano›› y «cnIlcrmo›› puesrealmente Cs a ellos


dc
n los que se uiude. y además sería necesario comprobar desde otro punto
'
vista si los conceptos dc «dcsarrolln conlprcnsuhlc» y «PÍOCLSO nm`ompr cnsi-
1 ›

b e » pueden dc algún modo mantenerse.

338
objetivas ( y a que en este caso sólo registraríamos movimientos
pero no hechos psíquicos). Por lo tanto, ¿I partir dc síntomas psi-
quicos individuales Cs especialmente dilíctl establecer Sl un pacien-
tc está sano o en fer mo psíquicamente y en qué manera lo está. Por
ello mismo. le sis tcn xrít icu ¡J.w'¢¡zrizirrz'ca. tras le recogida de sínto-
mus. alcanza y se estructura en niveles cada vez mas altos. En el
nivel más bajo del mero reconocimiento de síntomas. salud y
enfermedad se distinguen de forma bastante grosera y arbitraria.
En los niveles más superiores de generalización. las diferencias
desaparecen algo así como en el sentido siguiente: el mundo se
capta adecuadamente (sano) o el mundo se capta peor (enfermo).
Se tra ta meramente de variantes del modo humano de ser. En el
centro se encuentra el plano de l a ps:'qml¢ur1'u cll'mlca, cuya fertili-
dad y vigencia proviene de que integra los síntomas clínicos detec-
tados de forma precisa en el conjunto de la situación. tipiñcando
así la totalidad como cuadro clínico. Por ello. cuando a partir de un
error incorregible, deduzco la existencia le un delirio, en realidad
alarmo mucho más de lo que meramente significa el síntoma.
Simultáneamente. considero la actitud básica del individuo corres-
pondiente. es decir, su situación global. tanto subjetiva como obje-
tiva. La diferenciación entre sano y enfermo se hace más precisa.
pues, de esta manera, si bien solamente se puede afirmar con segu-
ridad en casos típicos.
El juicio acerca de la incomprensibilidad. la falta de tacto, la
extrañeza, etc.. se l o forma el psiquiatra de manera intuitiva y alo-
bal a pa rti r de los efectos subjetivos que le provoca el paciente. El
síntoma que se invoca pana ello es tan solo un motivo para esta-
blecer fundamentalmente dicho juicio. La afirmación de «enfer-
medad» brota, pues, de forma subjetivo-intuitiva. El valor que
haya de tener cada síntoma depende de las interrelaciones de tota-
lidad. que son determinadas por el conjunto del cuadro en que apa-
WCG. Por tanto, no hay ningún reconocimiento objetivo de enfer-
medad psíquica ni criterios objetivos de estado de salud o de
enfermedad mental. La apreciación subjetiva da lugar a una apa-
mencía subjetiva _v la sitúa en relación con las II()¡°/?1(/_ç habituales.
En los casos de disfunciones psíquicas graves o llamativas nos
*-'amos en la necesidad de respetar este juicio y estamos disculpa-
dos porque todo habla a favor del diagnóstico de <<enllermo››. En
loS casos lim ítr of es , como en la paranoia. la presunta alternativa no

339
encuentra ninguna respuesta satisfactoria, como admite c l mismo
Jaspers.
La situación se complica aun más porque precisamente le
incomprensibilidad y la incapacidad dc e m p a t a han de Servir
como criterios diferenciales. pues comprender y empalizar son jui-
cios subjetivo-intuitivos. Si nuestros criterios inapelables han de
basarse en ello, quedaría todo relativizado. El cómo y el cuanto de
lo que puede ser comprendido dependen de las condiciones subje-
tivas del paciente y del médico, pudiendo sólo generalizarse con-
dieionalmente. K. Schneider mismo ha puesto en duda en los últi-
mos años el criterio de la capacidad de empata.
Ha de añadirse. además, que l a incomprensibílídad no es una
caracferísríca exclusiva del fenómeno patológico. También la pcr-
sona sana tiene aspectos comprensibles y otros no comprensibles.
El carácter mismo, por ejemplo, se encuentra preformado y no
puede comprenderse, si bien sí son comprensibles los motivos y
reacciones que produce. Que yo al ser afectado por un motivo
caiga en un estado depresivo, es fácilmente comprensible, pero el
hecho de que sea posible esta reacción debe ser aceptado como tal,
y ello no tiene por qué ser comprensible. Que lo comprensible sea
lo sano y la incomprensible lo patológico es una afirmación gra-
mila. No se trata de esto. Más bien en el ser enfermo se rnodifica
el bienestar interno y la conducta externa, y tanto de forma com-
prensíble como no comprensible respecto a las normas de la vida.
La comprensibilidad o no comprensibilidad están en la misma
relación inseparable que l a forma y el contenido. De poco sirve
intentar reconocer lo patológico solamente a partir de la transfor-
mación de la forma y relacionar el contenido con el pasado normal.
Forma y contenido se condicionan mutuamente. Sobre todo, cons-
tituyen una totalidad en el fenómeno <<persona>›. Desde una pers-
pectiva psicogenélicn, no podemos decidir si un contenido lle va
consigo un cambio de la forma o, a la inversa. si a partir de Ufl
cambio de ésta aparecen determinados contenidos.
..o «paLológìco›› se aleja por tanto cada vez más cu an to s más
L. ,
detalles y precisiones objetivas busquemos. Por ello es tanto.fl\u5
comprensible el intento incansable de la psiquiatría <<somat1clsI11>>
UH
de lijar un deierminrmre de l o enfermeduzl. l o endógeno, como
algo corporal. Si ello fuera posible, habríamos encontrado u
na
. . , . ._ ¬
1
ÍIÚ U un
«C¡.lUSü›› c o m o C H las [JSICUSIS exogcnas. Slgllb LO flb [l[ U )/ C

34 0
gran enigma cómo una persona puede caer en un estado psicórico
interpretarse éste como un estado subjetivo. Por lo
y cómo ha de
demás y ha sta la fecha, no se ha encontrado ninguna «causa endó-
gena». IA partir de esta situación. el mismo K. Schneider (comuni-
çación personal) ha decidido ya desde hace tiempo que la transfor-
mación patológica ha de provenir de cambios psíquicos primarios.
Este giro desde lo somático a lo psíquico es totalmente conse-
cuente y respetable, en cuanto que una vez reconocido el callejón
sin salida al que conduce la explicación material-biológica, se
rechaza así un pensamiento causal primitivo. Ahora bien. el pro-
blema del origen de la enfermedad y su diferencia respecto a la
salud se invierte con ello sin avanzar. por otra parte, hacia su solu-
ción.
Desde un punto de vista ingenuo y humano, todos opinamos
que la enfermedad ha de venir de alguna parte. La investigación de
las causas en los ámbitos fisiológico y psicológico se apoya en esta
opinión elemental y ha logrado una rica cosecha de detalles, aun-
que la cadena causal no llega jamás estrictamente a un en, porque
siempre nos topamos con síntomas pero nunca con la «enferme-
dad» como tal. La mayoría de quienes proceden de tal forma no se
dan cuenta de que bajo la búsqueda de causas particulares de la
enfermedad subyace la cuestión de l a posibilidad del enfermar y
del principio que la produce. El hombre no puede obviar esta cues-
tión aunque se avergüence o se irrite por no poder responder a ella.
Mientras que en el conjunto desordenado de los hechos físicos par-
ticulares siempre puede diferirse la pregunta. en el ámbito de lo
psíquico esta cuestión se presenta de modo inmediato. La enfer-
medad se expresa en la totalidad del estado y de la conducta del
paciente de una forma tal que no podemos sustraernos a su efecto.
Sm embargo, si nos obligamos a ajarnos en rasgos del carácter y
motivaciones particulares o en el mismo yo. apenas encontraremos
lo <<patológico››, ya que siempre podemos topamos tan sólo con
unciones sanas modificadas. Ello equivale casi a decir que el
«<proceso›› causal se encuentra en lo formal e incomprensible o en
el mismo cuerpo.
De hecho. la situación nos obliga a buscar el <<proceso>› en el
trasfondo p a ra elevarlo a cuestión metajiirica, como ha sucedido en
[Oda época en los niveles culturales más elevados. En último tér-
m in o ,
en todo este desarrollo citado de la doctrina psiquiátrica. se

341
ha producido un movimiento hacia la totalidad y, con e ll o , hacia la
metafísica, al caminar desde un trastorno parcial hacia un tr a s to r-
no de la personalidad: «la totalidad C s c l trasfondo» (Jaspers). Lo
potencialmente patológico que se trasluce en cl cuadro psicótico y
que nos desconcierta puede designarse como principio rizetqflfrim
pero. en todo caso. como un principio que afecte ¡amo a lo corpø-
ral como a lo psíquico. En esta amplia concepción. el pu nt o de
vista de K . Schneider aparece con pleno sentido. Aquí, en un sen-
tido propiamente científico-natural, no hay nada que comprobar ni
nada que refutar. Más bien estamos ante una evidencia que trae
consigo lo demonfacu-mm:inoso de la enfermedad, especialmente
de la enfermedad psíquica. Ciertamente aquí acecha el peligro de
que este nuevo «principio de la enfermedad» se hipostasíe y se
describa como una magnitud asequible, como sucede de continuo.
De esta forma se l l e g a necesariamente al absurdo. En efecto, si
introduzco en un sistema cerrado una nueva magnitud adicional. se
rompe la totalidad. Lo que aquí fracasa no es el pensamiento meta-
físico. sino el pensamiento erróneo. El pensamiento metafísica
sólo es posible y fructífero, sin menoscabo para el conocimiento.
si el conjunto trascendente reconocido se respeta como oculto y no
se identifica con lo que está en primer plano (por ejemplo, si se
sitúa al mismo nivel de los factores causales). Solamente así per-
manece el cnnocimiemo en una situación inestable de potencia
creadora.
Investiguemos desde este punto de vista cómo Jaspers pudo
haber llegado al dualismo dc «desarrollo comprensible» y «proce-
so no comprensible», un par de conceptos que han fascinado
durante decenios a muchos psiquiatras, sin haber sido probados eN
profundidad. Nos referimos en primer lugar a l a Psicopafoiogtü
General. Seguramente, Jaspers pudo sentirse afectado ingenua-
mente, tanto como cualquiera. por las diferencias cu al ita tiv as y
cuantitativas entre lo psíquicamente sano y lo psicótico. Tal veztdã
forma también ingenua pudo haber pensado: bajo este estado a
extraño, inaccesible c incontrolable, bajo esta ir pa rab le y fatal
destrucción de la personalidad, debe existir alguna regla propia.
algún principio productor de la enfermedad, alguna fuerza des-
Íl'llclol'2l. Su l`<›rmulación dc «producido por un proceso» así HOS lo
. .. . I.
d1
cx
m o m fl
• 5.
sugiere. Así se ha pensado siempre. tanto sl se trata de
dc dioses, o sencillamente de enfermedad. Jaspers. para no merc-

342
cer el reprocho de pensamiento demonológico, denominó «proce_
so» a es te principio destructivo. Con esta formulación pudo dar la
Impresión a la vez de que no había acabado con la mágica com-
pulsión vivencial de lo patológico-numinoso sino que sólo había
elaborado SN crmsfrurrcíón conccplual a partir de la ObSC'f°\'ClClOIl
de síntcmias claramente rleterminac/os. Sin embargo, si el «proce-
so» sólo fuera una abstracción de observaciones, se podn'a haber
quedado todo meramente en el plano de las manifestaciones que
forman una serie gradual de cambios a partir del estado de nor-
malidad. Aunque objetivamente se constatara la aparición súbita
de un cuadro psicótico, no podría hablarse de la pérdida de conti-
nuidad de la vida individual del paciente, y eso aún silenciando la
relatividad del concepto de <<súbito››. Por lo tanto, a partir mera_
mente de los síntomas, es imposible deducir la existencia del «pro-
ceso» como algo independiente O nuevo. Podría equipararse el
«proceso›› con las degeneraciones nerviosas. .laspers retringió esta
idea exclusivamente a los trastornos mentales que acompañan a las
enfermedades cerebrales, y contrapuso esos «procesos cerebrales»
a los «procesos psíquicos» de carácter no destructivo. La delimita-
ción entre ambos es confusa. pues «un gran número de trastornos
pertenece al grupo de la demencia precoz», que es de origen orgía_
rico-cerebral. Los procesos psíquicos, sin embargo, pertenecen
«en la mayoría de los casos al tipo de la esquizofrenia de Bleuler».
No sabemos en donde comienza o termina el substrato orgánico
patogénico, ni por lo tanto cómo habríamos de graduar y delimitar
los síntomas psíquicos correspondientes. Pero incluso
aunque
pudieran proceder del acontecer <<bioló9nico›› HO sólo las alteracio_
nos orgánico-cerebrales, sino también las puramente psíquicas. el
origen de la teoria del
«proceso›› se encuentra claramente en l a
obseso>ación
de lo psíquico. Por ello esta teoria debe ser probada
CTI es te m is m o pl an o.
En est e momento, la discusión amenaza con vol ver
se con fusa,
pues el «proceso psíquico» debería considerarse como un «suceso
undamentalmente
biológico». Pero, (.' p o r que precisamente ha de
desenvolverse
el proceso en el ámbito biológico? E incluso, si asi
lo 5
ahrmQ. ¿qué quiero decir con <<blológico›› cuando no tengo nin-
aun pu nto de apoyo para ello'* ¿Qué es un «acontecer
biológico1
Iow lw ¿ Qué ha de acontecer allí «en el núcleo de la
e.\istencia›› .
Ciertamente
Jaspers se aterra como tìlósofo frente u estos ncpro-

343

_
_ .n _
ches de hipostasiar principios trascendentes, cuando SC CU
salud diciendo que «es blologlco pero no en el sen tido dc s
IÍ1 en
ingula-
ridades identificables», Pero con ello nos hundimos aún más en
una mayor perplejidad. Pues si lo biológico que se altera no
es
observable, entonces ¿por que hablamos de ello?
Jaspers contesta: porque la diferencia entre desarrollo y proce-
so «es evidente de forma inmediata a la intuición de la totalidad»,
Es decir. desde la disección analítica del cerebro enfermo, hemos
avanzado sobre los síntomas psíquicos hasta topar, salvando una
gran grieta del pensamiento, con la «intuición de la totalidad»

*.
Mas la totalidad es según Iaspers lo inalcanzable, aquello sobre lo
cual sólo podemos entendemos mediante aproximaciones. A ello
pertenecen los términos de «acontecer total», «acontecer funda-
mental» y «núcleo de la existencia». ¡Todos ellos, conceptos mera-
flsicos!
Por lo tanto, la clasificación lógica de Jaspers desemboca final-
mente en ideas generales metafísicas, sustituyendo lo segundo a lo
primero. Pero no puede transformarse la «vivencia ímuíriva del
trasfondo» en el fimdamento de una diferenciación estríctanzenze
cientflica. La identificación del «proceso›› no nos obliga a aceptar
un trasfondo biológico, pero sí la búsqueda de desencadenarte
primitivos a partir de la esfera de lo corporal. Por lo demás, la alìr-
mación de que el proceso afecta «al núcleo de la existencia» me
parece especialmente afortunada pues, ya que es totalmente meta-
física, deja abierto el campo a cualquier otra consideración. Esta
precariedad, derivada del pensamiento de Jaspers, estriba en que
afronta valicnternente el problema metafísico de la enfermedad
mental si bien oscila entre la ambigüedad y la precisión, por lo que
no consigue establecer una relación útil con la observación n t con
el ordenamiento lógico.
Por ello no queda otro remedio que considerar la teoría delprvI
ceso como ¡UIT construcción nzetajïsíca. ¿Qué sentido tiene .un
«mecanismo misterioso especial que condicionaría la produccion
de la paranoia» (Jaspers), sino el de un postulado metafísica? Yo
puedo enmudecer reverentemente ante este principio trascendente.

. , . , . (3
En el mdxcc dc lu I9_v:c¢›pam¡og:a General es mutll buscar la palab
, .
*
ë en
«intuición››. Sin embargo. se encuentra al menos una vez, y prccssaznenl
cslc importante lugar que he citado.

34 4
pero desde el punto de vista psicopatofógico-cientíñco no me sirve
de nada, y menos aun si pretendo constituirla en una pieza lógica,
ónticamente vacía y eso independientemente de lo que hayan que-
rido comprender todos los defensores de la idea de «<proceso›.›,
abarcando todas las formas endógenas. Su función real en el len-
guajc científico corresponde claramente a la de una premisa meta-
física. El proceso no es lo perceptible en la superficie como sínto-
mas psíquicos ni las bien conocidas transformaciones y distorsiones
de la conducta. Más bien debe buscarse en la impresión de lo
extraño, inquietante y nuevo que producen estos cambios y que
evoca en el observador la existencia de algún suceso determinante
oculto tras los síntomas. Esta experiencia básica de una fuerza
productora de la enfermedad no puede surgir del mundo. ni siquie-
ra con la ayuda de términos tan doctos. Tampoco se puede contra-
decir. Esa fuerza, no obstante, tampoco puede diferirse o demos-
trarse ni comprobarse aún con un análisis sintomático tan uno y
complejo. Tan pronto como pretenda demostrar objetivamente la
existencia de ese «mecanismo de la transformación» a partir de los
síntomas, deja de ser metafísico, esto es. deja de existir; no hay
ningún «proceso››, sólo veo síntomas. Si quiero aceptar plenamen-
te, sin embargo, el concepto metafísico de enfermedad. no encon-
tramos signos claros y visibles sino sólo criterios in ruirívos. Desde
el punto de vista científico, el «proceso›› es solamente una hipóte-
sis no condicionada. Este es el motivo por el cual nos desespera-
mos cuando queremos definir la diferencia entre el rango normal
de reacción y la transformación patológica sobre la base de signos
perceptibles, al igual que cuando pretendemos caracterizar dos
sustancias químicas a partir de sus fórmulas correspondientes.
Aquí subyace la necesidad de una fundamentación metafísica tanto
más cuanto menos se sabe y más se discute. Para no aceptar el
hecho de estar argumentando metafísicamente, se oculta el prin-
cipio trascendente bajo lo biológico. bajo la transformación for-
mal y por último, bajo palabras que nada signitìcan. como endó-
geno, procesual, etc. Es bastante frecuente, en la historia de las
ciencias del espíritu, perseguir una posición metafísica mientras
se cree que <<sólo>› se están ordenando fenómenos.
En la experiencia intuitiva se abre la profundidad del ser. Pero
el juicio intuitivo no hace asequible el principio metafisico de esta
Pfüfundidad de forra tal que podamos precisarlo en tablas de sín-

345
tomas o que podamos operar lógicamente con él. Cuando le ima
-
gen de la enfermedad nos deja perplejos y la de salud seguro, na
SBl1lll1108 impresionados por el supremo valor de realidad que puc-
den tener las entidades metalïsicas pero no podemos integrar estas
entidades en un conjunto de observaciones objetivas ni conside-
rarlas exactamente sin chocar con las reglas fundamentales de la
experiencia y del pensamiento. Allí' donde del/inamos munflèsra.
piones psíquicas y sus va ricuucs. el «proceso» debe quedar ítem
de juego. Cuando iimritivamcnte nos hallamos ante ci hombre
enfermo. el prim::lpio patológico denominado « ¡ › m e s ( › » puede
dominar mralmeme nuestro juicio, pero ello no es imprescindible.
Hay dos formas de intuición, decisivas respecto a nuestra rela-
ción con cl enfermo psíquico y su elaboración científica. For una
parte. a través del asombro que nos produce el diferente modo de
ser del hombre enfermo, intuimos el principio metafisico «endó-
geno» y este contenido vivencial se transforma inmediatamente en
un concepto lógico. Esta aproximación típicamente racionalista
tiene la indiscutible ventaja de que mediante la acentuación de la
anMzomia intuitiva y lógica ayuda a la delimitación nítida entre lo
sano y lo enfermo en la escala cuantitativa de los síntomas. Pero
incluso a pesar de esta acentuación de la diferencia, no sólo la
enfermedad sino el mismo enfermo permanecen extraños y al mur-
gen. Por otra parte. la intuición no puede ser rechazada ingenua-
mente desde el polo extremo del ser patológico, sino que descansa
en el centro mismo de la esencia humana. Así la persona no apa-
recerá en primer lugar como representante de la esencia metafísi-
ca destructiva sino meramente como una personalidad limitada y
transformada en su estructura y posibilidades vitales. Esta upmxi-
mación románica corresponde a la experiencia de Iiemzandad --que
ha de entenderse en primer lugar ontológicamente y luego éticamen-
16 que mantiene lo esencial a la vista, y conduce a la comprensión
del Otro. La M m iirlacl del ser es anterior u la separación de SHS
componentes. Es muy difícil alcanzar l a perspectiva romano
porque, al menos en los p a s e s de cultura cristiano-europôïh .
s
tiende más a elaborar metafísicamente las e xp e ri e n ci a s básica
a-
transformzíndolas en conceptos, y a construir y consolidar contr
dicciones que se superponen, antes que ll dejar que madurcfl
rl¿ls
pacientemente aquellas experiencias fundamentales e instala
en su lugar adecuado, aceptando sus múltiples aspectos Y re
laciv-

346
nos. Hemos de situar a Kretschmcr en esta línea de profundización
comprensiva a la vez respetuosa respecto a posibles princi-
pi os bá si co s determinantes, si bien no l l e g ó a caracterizar y elabo-
fill' su posición hasta sus últimas consecuencias.
Estas dos formas de la intuición y de su elaboración científica
posterior podrían parecer, desde el punto de vista racional. exclu-
yentes y contradictorias entre si, sin embargo, se complementan en
la realización efectiva de la vida en que se encuentra situado el
médico. Ambas formas tienen sus ventajas e inconvenientes. No
deben contraponerse polémicamente sino. antes bien. el psiquiatra.
como médico y como científico, debe estar familiarizado con las
dos. Por lo tanto, para la comprensión de los fenómenos psíquicos
patológicos, no se trata de si se procede de forma intuitiva o ana-
lítica diferenciadamente, pues todo trabajo científico comienza
con la intuición y prosigue con su desmembración analítica racio-
nal. Lo que importa más bien es hacia dónde se dirige la intuición
primaria: o bien hacia un princz})i'o exclusítfanzentc mcmfi'sz'co (el
proceso patológico) o hacia el hombre en su tomlídad (sujeto). El
curso posterior del pensamiento es meramente una consecuencia
necesaria de cada una dc estas dos actitudes.
Solamente se llega a un abismo in sal i-'able entre la compren-
sión del estado de salud _v el de enƒcnnetlnd si aceptamos la aludi-
da transformación lógica dentro de la actitud metafísica. A partir
dc la experiencia ingenua de la enfermedad psíquica. surge el
deseo de diferenciar al sano del enfermo mediante la descripción
científica de grupos de síntomas, que han de representar la imagen
de la salud y de la enfermedad. Estas cualidades se individualiza-
ron co m o entidades contrapuestas, es decir, se idealizaron elimi-
nando todas aquellas características que no se adaptaban al mode-
lo y posteriormente se establecieron como absolutas. Así surgieron
tipos ide ale s fmtirlómicos. que pudieron manejarse como concep-
los iniciales para l a realización de operaciones lógicas. El tipo
patológico comprende si lo incomprensible, lo monstruoso. lo
Inadecuado. etc., y el tipo sano lo comprensible, lo pleno de senti-
do, lo adecuado. etc. Nótese que se trata de tipos ideales, pero no
de personas sanas O enfermas.
Como conceptos lógicos que son estos tipos ideales, ante las
grandes variaciones individuales crean un conflicto insoluble pues
SE in cl uy en mutuamente. Cada individuo particular --desde el

34 7
punto de vista lóeìco- sólo puede corresponder el tipo sano O al
patológico. (Tcrtium nm: datar, no existen Iip os intermedios).
Siguiendo, pues, esta exigencia lógica, cada caso in d iv id u a l ha de
ordenarse en uno u otro tipo cualquiera que sea la co ns tr uc ci ón .
Cuanto más nos aproximemos hacia los terrenos limítrofes de las
llamadas psicosis reactivas y las rcaccimzes neuróticas, ta n to más
forzada y artificial será l a clasificación lógica. En efecto, el orde-
namiento vital no conoce ningún «esto o lo otro», sino más bien
«esto y también lo otro» con una acentuación interna al te ra nt e.
Los individuos constituyen series dinámicas de complejos de pro-
piedades mudables. Nadie duda de que existen diferencias consi-
derables entre la situación de enfermo o de sano y que, co n el
aumento de la gravedad, disminuye la comprensión y la empata.
Pero ante las inmensas variaciones de lo psíquico, tampoco puede
decir nadie que en este cuadro clínico, o a partir de este momento,
ha actuado el factor patogénico X «sin el cual no aparecería el deli-
rio», o bien que en aquel otro caso no actuó. En ambos casos, des-
conocemos ese factor.
En vez de subordinar el caso particular a los conceptos lógicos,
debe mentarse adaptar en la medida de lo posible el sistema lógi-
CO a las condiciones vitales. Para ello, hay métodos mejores y peo-
res, como sucede por ejemplo al formular matemáticamente un
proceso físico. Desde el punto de vista de l a estructura polar y de
l a variabilidad de los fenómenos biológicos, los tipos ideales tales
como: enfermo, sano, proceso, desarrollo, etc., no son sino puntos
de vista orientadores que nos invitan a considerar estrictamente
aspectos determinados en cada caso concreto. Ahora bien, có mo
haya de denominarse cada caso y cómo haya de deducirse su on-
gen causal es algo que debe ser desentrañado diolécricamenre a
partir del propio caso. ..
Si quiero relacionar fenómenos concretos con dos ideas legii1id
mas y diferentes, sólo tengo la posibilidad de escoger mediante
comparación selectiva con ambas. Entonces debo preguntarme que
fenómenos pertenecen a un tipo ideal y cuáles a otro, cuales SO.1t
empatizablcs con seguridad y cuáles no, qué síntomas pueden de
n-
varse del carácter 0 de los motivos y cuáles no, etc. De la nuslflfi
nes
forma analítico-estructural, vamos comprobando las cotïelacio
entre los síntomas del caso particular con los del correspon
diente
6'
grupo patológico para no incluirlo forzadamente dentro del €$qU

34 8
ma del tipo ideal. En el mejor de los casos. podremos suponer cua]
de lo s puntos de vista debe representar cl papel principal y cual el
secundario.
En esta línea se mueve el diagnóstico rlírzl é t i c o y multidimen-
sional de esta obra. Su meta consiste en la síntesis entre el cuadro
patológico particular derivado de sus síntomas y los elementos psi-
cogenéticos. Afirma la diferencia entre lo sano y lo enfermo en
toda su multiplicidad, pero a la vez acepta las transiciones exis-
tentes entre ambos en la vida real. El hecho de que los autores que
se oponen a aceptar niveles intermedios tampoco puedan eludir este
fenómeno se pone de manifiesto en sus vagas formulaciones tales
como: «a menudo», «en ocasiones», «raras veces», etc. Con ello
ponen en cuestión su propio sistema lógico, que exige un rotundo
«siempre o nunca», «sí o no».
Desde un principio, se presenta el temor de que este diagnósti-
co sinréfico condicione una indefìnición e imprecisión de los cua-
dros clínicos que trivialice la estructura lógica de la sistemática
psiquiátrica y amenace incluso con su disolución. Es preciso reco-
nocer así que el diagnóstico multidimensional mantiene una rela-
ción dialéctica directa con la psiquiatría general sistemática y que
por lo tanto la presupone. Por ello, el principio de Kretschmer con-
siste precisamente en que la constelación sintomática individual de
cada caso ha de compararse selectivamente con las diversas uni-
dades sintomáticas para identificarlas o rechazarlas una por una.
Lo que de esta manera pueda perderse en claridad conceptual y
precisión del ordenamiento jurídico, se supera más que de sobra
por la riqueza en distirztos puntos de vista y SLI proximidad (1 la
vi da .
Nuestras reflexiones conducen a los siguientes resultados: El
axioma de la diferencia esencial e infranqueable entre la existen-
cia sana y enferma tiene como presupuesto la experiencia metafí-
stc a de la enfermedad como un suceso de trasfondo inalcanzable,
mientras que lo sano ha de conformar lo superficial y asequible. El
trasfondo (proceso) y el primer plano (vida psíquica comprensible)
Se esclarecen como conceptos de una antinomia lógica en los que
deben encajar los fenómenos naturales. Esta concepción acerca del
lìørnbre sano y del hombre enfermo contiene ya en su origen erro-
TGS de observación y de pensamiento en cuanto que no se diferen-
cian ni los juicios globales e intuitivos y crítico-objetivos ni tam-

349
poco los diversos objetivos de la intuición o no pueden ser situa-
dos donde les corresponde. Todo ello llevaría el fracaso si la praxis
médica que se viera obligada a seguir tal sistema, de ferina que
tendría que declarar el juicio intuitivo como exacto, o bien tendrí-
amos que demostrarlo en el caso de que atribuyéramos cualidades
metafísicas a los fenómenos particulares. En un caso co nc re to de
un enfermo y en el momento de la exploración, sólo puede esta-
blecerse mi juicio intuitivo de <<enfcrmo›› (proceso) de for ma apru-
ximada, y a la delimitación de sus síntomas solamente co mo deri-
vados de «lo sano». No puedo saber a partir de qué factores del
trasfondo se determina el cuadro observado. Ni el juicio int uit ivo
es apropiado para una delimitación según la lógica, ni el fenóme-
no vivo puede identificarse con tipos ideales. Lo psíquico «como
objeto» sólo permite aproximaciones o bien mediante la vivencia
intuitiva o bien mediante la comparación selectiva con conceptos
ideales. No hay que detenerse pues en la sola diferenciación, sino
más bien observar, describir y comparar. El juicio de <<sano›› O
«enfermo›› contiene un riesgo de diversa fiabilidad. Reconocemos
que al aceptar la antinomia «proceso-desarrollo» se ha realizado
una acción de filosofía racionalista mediante la cual el diagnóstico
en psiquiatría ha quedado anclado prematuramente, mientras que
hubiera sido necesario más bien dejar todo a su libre curso. Sólo
muy pocos, como Bleuler y Kretschmer, hicieron esto último. La
cuestión acerca de si los trastornos paranoicos deben considerarse
como «proceso esquizofrénico›› o «desarrollo comprensible» no
puede formularse de esta forma alternativa, y por lo tanto no puede
contestarse con generalizaciones. Solamente proporciona puntos
de vista de importancia relativa.

El problema de la psicngéncsis

Por último. tenemos que adoptar una postura respecto a la obje-


ción, todavía hoy importante, de que los fenómenos psicóticos no
pueden deberse el causas psíquicas. Se esconde tras ello una tesis
en general no con fcsucluz causa aequut el]ì*c!zmz; co n otras pala-
bras: los síntomas reactivos y comprensibles sólo pueden deberse
al vivencias. mientras que solamente un mecanismo incompre
nsi-
ble del trasfondo puede producir los síntomas psic ótic os. Adcnnilfi

350
r

dc todas las objeciones que ya hemos presentado. es altamente


cuestionable si la anterior tesis puede aplicarse a los sucesos psí-
quicos, puesto que ya en el ámbito físico CSPFÉÍCISU restnngtrla en
gran medida. No podemos excluir le posibilidad de que una v i v e n -
cia comprensible desencadene un curso patolóeieo incomprensi-
ble. y estamos siempre bajo la impresión de que los desarrollos
pstconeuróticos o históricos están determinados por reglas propias
inasequibles.
Pero existe todavía otra objeción. K. Schneider se refiere a la
profunda necesidad de situar la enfermedad en el contexto de los
motivos, para poder negar así el origen metafisico del destino. No
puedo por menos de darle vehementemente la razón. El problema
se presenta en toda su amplitud si consideramos también otra
necesidad humana básica, por lo menos tan grande como la ante-
rior: el hecho de que si derivamos los fenómenos metafísicamcn-
te, llegamos a la conclusión de que no existe ninguna posibilidad
de comprenderlos ni de poder ayudar (fatalismo metafísico). La
psicogénesis del delirio es ciertamente sólo una hipótesis, pero se
ha revelado fructífera, tanto desde el punto de vista teórico como
clínico. Este punto de vista puede sustentarse en el hecho negativo
de la falta de causas biológicas conocidas. pues las anormalidades
corporales sólo pueden aducirse, todo lo más. como condiciones
favorecedoras. Por otra parte, la búsqueda de causas biológicas
conduce al vacío, porque se ha demostrado entre tanto que las
bases biológicas, que anteriormente se habían considerado tan fir-
mes y seguras, se tambalean y son ambiguas. De forma positiva.
también nos apoyamos en esta obra en l a continuidad de la estruc-
tu ra del carácter antes _v después de la psicosis, así como en la
estrecha relación temporal entre las profundas experiencias del
paciente y el cambio a un estado anormal. Ambas cosas. sin
embargo, no proporcionan ninguna prueba respecto a la estructura
psicogenética, sino solamente una probabilidad. El carácter y las
vivencias pueden tomarse como desencadenan tes, sin los cuales la
enfermedad quizá no aparecería, pero nunca podremos saber pre-
vianiente. sino siempre tras la enfermedad. si en el marco de este
carácter, esta vivencia produjo probablemente la enfermedad. Ni la
Comprensión ni la curación mediante la psicoterapia demuestran
Hada. Puede entenderse a un psicópata y sin embargo no poderlo
curar. A un enfermo delirante puede quizá comprendérscle parcial-

35 l
mente y, sin embargo, podemos verlo mejorar. En el á m b it o de lo
psíquico todo está en el aire.
Kretschmer no quiso demostrar sin duda que las formaciones
delirantes tuvieran un origen puramente psicogenétìco. Mas bien
mostró las interrelaciones plenas de sentido entre predisposición,
historia vital y enfermedad. Esto sólo puede realizarse en forma dc
una descripción viva y completa y por ello se aproxima a una «Cre-
ación poética» (Kraepelin). Si antes de la Primera Guerra Mundial
pudo merecer ello un reproche, en tiempos posteriores se aprendió
a apreciarlo como especialmente valioso. Mucho más que las des-
cripciones de esta obra, merecen el citado calitìcativo los casos psi-
quiátricos del análisis existencial. Finalmente, las «creaciones poé-
ticas» son mucho más que un seco in forme médico. Deben integrar
la historia vital del paciente en un conjunto pleno de sentido.

Situación del delirio sensitivo dc referencia en la psiquiatría

El presente trabajo pertenece a las obras fundamentales de la


gran época de la psiquiatría en tomo a la Primera Guerra Mundial.
Comenzó con los trabajos de Bleuler y la Psicopatología General
de Jaspers, y llega aproximadamente hasta Binswanger con su
Grundformen uno Erkennfnis menschlic/:en Daseins (Formas flm-
damenfales y conocimiento de la existencia humana). Con ellos
creció una riqueza inagotable de conocimientos biológicos y psi-
cológicos. de los cuales todavia vivimos.
Kretschmer, con el delirio sensitivo de referencia. no solamen-
te ha caracterizado una forma especial de paranoia, que en su tiem-
po fue calificada certeramente por G. Schmidt como «paranoia de
la conciencia» (Geivissenfcparanoia), sino que además proporcio-
nó un esquema descriptivo general para todos los cuadros paranoi-
cos y su evolución. Todo ello se muestra no solamente en la amplia
discusión y trascendencia que abarca el delirio querulantc, el GIO-
tómano, etc., sino también en conocimientos fundamentales, que
subrayan la importancia de esta obra para toda la doctrina de la
paranoia (véase especialmente el capítulo 10) pues además de pro-
porcionar un esquema genético para lo cuadros paranoides, ta m -
bién contribuye a la doctrina de la esquizofrenia. Así el carácter
<<sensitivo›› es el antecedente inmediato de lo que poco despllfi-5

352
7 "

describió Bleuler en sentido más amplio como «carácter esquizoi-


de». que situó en la máxima proximidad del círculo de las esqui-
zofrenias. Por otra parte, este esquema genético ha mostrado su
valor en el análisis de las enfermedades esquizofrénicas (Kisker y
Strötzel entre otros).
De todo ello se ha beneficiado también la docfnìza de las neu-
rosis, pues un rasgo esencial a esta teoría psicogenética es que se
puede aplicar a todos los trastornos psíquicos considerados de ori-
gen reactivo. En este sentido, hemos de citar la concepción origi-
nal sobre el origen formal de las representaciones obsesivas, así
como las alusiones, tanto a la «neurosis de referencia» como forma
especial de u n a psiconeurosis esquízoíde, como a los mecanismos
Izisréricos. Desde luego, no deja de tener importancia para las ideas
de la presente obra el hecho de que Kretschmer, en el momento de
su primera redacción, estaba muy familiarizado con la teoría del
psicoanálisis y sistemas similares de la psicología profunda. El
destierro de la causalidad biológica al extremo más lejano del
campo visual, y la concepción dinámica del carácter como una
estructura variable según las vivencias -es decir, las característi-
cas rechazadas por la escuela de Kraepelin parecen ciertamente
converger hacia la psicología profunda. Sólo faltó un paso para
que Kretschmer pudiera haber dicho: el carácter es el resultado de
las vivencias y puede deducirse de ellas. No sucumbió a esta ten-
tación de fundamentar una teoría psicoanalítica totalmente
ambiental, ni tampoco Kehrer, cuya acentuación de la importancia
de los conflictos de la vida habría dado aún mayor pie a ello. Más
bien mantuvo durante toda su vida que el carácter ciertamente
sería susceptible de variación, pero que. por constituir la base de la
personalidad, determinaría de forma bien estable las probabilida-
des de reacción del individuo. Por ello, desde el inicio de cualquier
estudio psicogenético, se debe considerar en primer plano el carác-
te r y no el motivo. En este equilibrio entre carácter como base y
carácter como consecuencia de la reacción, se basa toda la tradi-
ción clínico-psiquiátrica clásica, aunque de una forma más dife-
renciada. Así se resuelve la contradicción entre psicoaénesis y
constitución, que K. Schneider descubrió agudamente en su tiem-
po, aunque simultáneamente la relativizó. El carácter como pre-
disposición ocupa siempre el mismo puesto pero no tiene siempre
la preponderancia.

353
De hecho, la doctrina del carácter forma la base de las ideas
genéticas de esta obra. El núcleo de los conceptos más complejos de
las formas de reaclnón está consttluldo por elementos simples tales
como: interno y externo, débil y fuerte, sensible o insensible, retener
O liberar. Los determinantes principales abarcan internamente la pre-
disposición constitucional (base biológica), los mecanismos de reac-
ción y el yo, mientras que el espacio vital actúa desde fuera. La
vivencia se produce mediante la interacción entre estos factores.
Este es el trasfondo de la triada: carácter, medio y vivencia.
El concepto de <<fatigabilidad›› se ha entendido incorrectamen-
te y no pocas veces , siguiendo a Janet, sólo como debilidad
fisiológica. Esta fluigabílida(l ha sido definida expresamente como
innata y biológica. Cuando se comprueba, sin embargo, la función
que desempeña este rasgo del carácter en las biografías, se encuen-
tra que el punto de gravedad del concepto está en la propiedad psi-
casténica del carácter, es decir, la disminución de la capacidad de
sobreponerse a las sobrecargas psíquicas. Así hay que entenderlo
psicológicamente. A la fatigabilidad neurasténica puede llegarse a
través del climaterio, la senilidad, los traumatismos craneales, etc..
y también. como señala el mismo Kretschmer, acentuando la pro-
pia del carácter, aunque ello es siempre secundario.
Kretschrner no define expresamente el concepto del yo. El yo
espiritual como entidad metafísica queda fuera de su ámbito de
estudio. mientras que el yo empírico no precisa de ninguna discu-
sión ya que es evidente. El término que abarca la máxima integra-
ción es «personalidad››, por entender con ello una unidad biológi-
co-psicológica dinámica. De forma indirecta, podemos concluir
que presupone un concepto espiritual del yo, o al menos deja abier-
ta esta posibilidad. El núcleo del delirio sensitivo de referencia lo
forma un convicto de la conciencia. Sin embargo, a diferencia de
Freud --que atribuyó precipitadamente, no sólo el complejo de
culpa, sino la misma capacidad para la culpa, a sucesos externos.
y especialmente a una educación rígida- Krctschmer es lo sufi-
cientemente sabio como para aceptar que la sensibilidad para las
discusiones éticas debe ser aceptada sin más, y no derivarla forzo-
samente de cualquier otra cuestión exterior. ¡

o-
Por último, a menudo el concepto de vivencia se entiende err
neamente, confundiéndolo con los propios sucesos. Determina
dos
pr od uc ir d e te rm in adas
acontecimientos, efectivamente, tienden a

354

...
consecuencias internas según reglas generales, sin embargo, en
ú lt im o término, es el carácter lo que determina si un aconteci-
mi en to afe cta a una persona y de qué modo l o hace. Por lo tanto,
bajo e l concepto de vivencia debe entenderse la elaboración de los
acontecimientos específica del carácter.
Lo más interesante y trascendente de la caracterología lo encon-
tramos en su concepción dinámica. El carácter, a pesar de su cons-
tit uc ió n básica debida a la predisposición, no es algo rígido o CCITH-
do en sí mismo, sino que se relativiza desde dos puntos de vista.
Por una parte, se encuentra continuamente en interrelación con el
entorno y sólo puede ser determinado a partir de esta relación, por
otra, puede variar y lo está haciendo continuamente. Detrás de todo
ello está el concepto dinámico del psiquismo: hemos de utilizar
«aquella representación primaria y exclusivamente válida del psi-
quismo como movimiento en el tiempo y como un juego complejo
que continuamente produce nuevas reacciones siempre bajo la
acción de nuevos estímulos externos». El concepto de carácter no
puede concebirse de forma más dinámica y en ningún otro lugar de
la psiquiatría se ha entendido de esta forma tan radical. Es muy de
señalar que Kretschmer, a través de las tres ediciones de su obra,
ha mantenido invariable esta deñnición.
Podríamos apelar también al concepto romántico de Naturaleza.
que Schelling define con total consecuencia. y según el cual todos
los fenómenos se asemejan a torbellinos que continuamente apare-
cen y desaparecen en el seno de una corriente: «la naturaleza como
sujeto es sólo actividad ìnfinita. Las actividades se imbrican, de
forma que un sistema dinámico está incluido en otro sistema». La
naturaleza es «un sistema que nunca se detiene sino que continua-
mente avanza». Por lo tanto, la representación dinámica del psiquis-
mo de Kretschmer es mucho más <<biológica››. bajo una considera-
ción profunda, que las teorías estáticas y orientadas hacia la
anatomía cerebral y la psiquiatría clásica. El hombre se halla siem-
pre entre lo que ha llegado a ser y su devenir. Nadie ha notado. afor-
tunadamente, hasta qué punto es esta idea revolucionaria y con
cuánta carga explosiva se encontrara uno si se tomara en serio el
«enrevesado juego» del psiquis ro. Tan sólo la aguda reacción críti-
Ca dc la escuela de Kraepelin en 19 19. y el miedo que revela ante el
caos que se avecinaba, nos permiten reconocer que algo se había
presentido. Pero Kretschmer no tenía intención de hacer saltar por

355
los aires la psiquiatría clínica, como muchos fanáticos dc la psicolo-
gía profunda, sino que intentó siempre ser justo respecto al equili-
brio dinámico de la naturaleza, al conceder un puesto importante a
sus principios estabilizadores (según Schclling, los «puntos de inhi-
bición» en la corriente). Incluso aunque sólo se mantuviera ante los
ojos el aspecto dinámico, no querría decir que la «fuerza Impulsora»
debiera situarse solamente en los acontecimientos y en los motivos,
en sentido psicoanalítico. Podría originarse también en el organis-
mo, o proceder del yo espiritual o de cualquier otra instancia.
Desde esta visión tan abierta, comprendemos mejor la posición
media y mediadora de esta obra entre la psicología profunda y la
psiquiatría clínica descriptiva. Ello quiere decir que no coincide
totalmente con ninguna de las dos. Con la psicología profunda,
porque Kretschmer no acepta como esquema general el rígido
mecanismo pasional de la misma. Y en lo que se reñere a la psi-
copatología, porque muchas de sus cuestiones apenas tienen algún
papel. Por ello buscaremos en vano respuesta a las preguntas: ¿Qué
es un delirio? ¿Qué es lo esquizofrénico? ¿Cómo puede caer la con-
ciencia normal en la conciencia psicótica?, etc. Por lo tanto, no se
establecen afirmaciones sencillas, unilaterales o causales: el delirio
puede estar causado por cambios metabólicos cerebrales, choques
emocionales u otras cosas parecidas. Más bien se cumple la exi-
gencia que Tiling hizo a la psiquiatría moderna: trasladar su punto
de gravedad desde la sintomatología hacia la génesis. De acuerdo
con ello, Kretschmer describe de forma comprensible la transfor-
mación de la personalidad dentro del marco de las relaciones vita-
les plenas de sentido. De esta manera, los diversos factores contra-
dictorios habituales en la psicopatología, como herencia, pnnctptø
endógeno, minusvalía orgánica, anormalidad constitucional de los
impulsos, CIC., son desde luego aceptados también pero sólo como
determinantes de los límites extremos de la enfermedad y dentro de
los cuales se despliega el gran espacio del juego de la vida .rea
cti-
,
va. Así se confirma la afirmación de Kretschmer de que continua la
línea de Kraepelin en contra de la opinión de este último. Kraepô-
lin, en lo referente a la producción de las enfermedades paranoicas.
partió de la relación entre la predisposición caracterológtca propi-
saltó
cia al delirio y un estímulo vital desencadenarte. Kretschmer
por encima de este concepto sólo en cuanto que dinar izó psicoló-
gicamente la rígida noción de carácter.

35 6
r -

E l r›rd¢mami¢*nt(› no.s'o:'ág:lc.'0 del delirio sensitivo de referencia y


las formas paranoicas similares ha motivado muchas discusiones.
pero realmente es una cuestión de importancia secundaria. En efec-
in, aquí planean los criterios utilizados para la clasificación de los
cuadros patológicos psíquicos (reactivo, psicóaeno, endógeno. exó-
geno, recuperable, no recuperable. defectual, etc). Si se acepta el
concepto de esquizofrenia de forma tan amplia como en la escuela
de Bleuler, y debido a la similitud de los rasgos del carácter, los
cuadros paranoides pueden clasificarse tranquilamente como subti-
pos de este grupo de enfermedades. Pero ello no es obligado. por-
que en el campo de lo psíquico no existe ninguna clasificación
obligatoria. No podemos decir aquí que los rasgos que estadística-
mente se combinan con mayor frecuencia forman un tipo patológi-
co. Igualmente hemos de considerar qué importancia damos a los
síntomas individuales y qué relaciones de sentido establecemos
entre los distintos síntomas. Un síntoma poco frecuente. por ejem-
plo. puede ser típico en algunos casos. A partir del método de
Kretschmer, y según su propia concepción, los cuadros paranoicos
son súzc/romes que pueden caracrerizarsc bien ¡ a l t o transversal
como Iongirudinalmenze. Nada cambia esta estructura típica del
carácter y de las relaciones vitales comprensibles, incluso si l a para-
noia cursa en fases agudas o termina en un proceso destructivo.
Hasta hoy se ha mantenido la amplitud y neutralidad del esque-
m a genético. Puede ser considerado como punto de partida en ope-
raciones psicológicas profundas. antropológicas o analítico-exis-
tenciales, sin que tenga que ser invalidado. Dado que su principio
yace en las múltiples relaciones causales y de sentido - y también
en su flexibilidad dinámica no sufre daño alguno. aun cuando
ha ya que sustituir o añadir algún elemento.
Cuando Jaspers, en 1919. afirmó. aunque sin total convicción.
que éste no era un libro clásico, sesiuramente no se dio cuenta de
hasta qué punto tenía razón, pues es más bien un libro romántico.
Allí donde se adivina la unidad plural del ser y, con ello. de lo sano
y de lo enfermo, donde no se acepta ningún momento de reposo
para el dinamismo del acontecer psíquico, y donde se considera al
hombre como un devenir siempre inacabado, es imposible que
prospere todo cuanto de «rotundo y claro» entraña lo clásico. Y sin
embargo. esta es la razón de que esta obra «influya como un libro
exc epc ion al y de permanente vigencia».

357
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- _
Í N D I C E .«\LFABÉ'll[CO

Adler. A.: 14. 43, 293 _ de perder la razón: 203


adlerianosz 296 - explosión de: 198
afecto: 48-49. 59. 76-77, 168, 224, sensitiva: 259
3 19. 327 apatía: 161
- amoroso: 95. 107 asiria: l l . 62-63, 72, 84-85. 87. 156.
- erótico-religioso: 308 180.223.230.241-242,257,285
- csténico: 223 - turgencia psíquica dc lui 63
- eufórico: 212 mutismo: 272, 305. 321
- fundamental: 21-1 uutoacusución: 180, 245
agitación: 183 autocrítica: 54. 242, ¬46
agorafobia: 163-164 aulodcsprccio: 243
agotamiento: 38, 62, 105, 113, 136, autoestima: 14, 63. 285
140, 181. 192, 230, 245, 249 - cslénica: 244
- afectivo: 1 16 aulocxposición: 29
- nervioso: 182, 233. 246 auloliberacxón: 29, 43. 242
- por cl trabajo y por la emoción: uutopsicosis circunscrita: 47-49
24 I aumrrcfcrcncia: 54, 97. 98. I00-101.
Ahlborn: 335, 337 113. 136. 145. 156. 16-1. 219-284.
altruismo: 62 247, 324, 326
alucinación: 79 falsa: 261
alusión: 160 - habitual: 229
amargura: 303 _ patológico 262
ambición: 223, '742 uutorrcprochc: l l
ambiente: 35. 63, 135, 241, 244, 834, autosohrcvaloraciónz 29
337 autotortuna moral 110
- carácter, vivencia y: 165
amnesia' 2 1 1. 214, 248 B;1cI¬.~.'oll`: 337
l.1l11(.l›l' Bacyer: 334. 337
_ desgraciado: 44
- lejano: 227 Benedetti: 337
Bctz: *12. 337
an¿ì1i>i1~; existencial: 337, 352 Binsxx anger: 35'7
angustia: 77 196, 199-200, '11 1, 2 13- .
biológico: 87. 105. 1-11, 83 l 343. 345
214, 222. 245 bxolono psíquico: 4 1

367

L
Birnbaum: 33. 35. 52, 67, 258, 328
Bjcrre: 225-227. 251. 286. 292
_- _ reactivo: 65

blandura de ánimo: 162


Bleulcr, E.: 33, 38. 56. 249, 251. 273.
_ qucrulanlcz 54
sensitivo: 31, 63, 72, 84, 143
145-1-16. IS2 . 195. 223, 241-245€
279-280,285.291,323-329.335- 256-257, 279. 284. 324, 334, 352
336, 343. 350, 352-353, 357 - - cxpzmsivo y primMvn: 258
Bolsche: 147
Bonhocffen 52
Breucr: 328
_
_- disposición al: 254
vivcncuar y 161. 243
cuructcrologínt 9. 51. 58. 331 , 333-
Buda: 277 334, 355
Bum kc, O.: 33. 39. -H caso
Adolf Krumm: 43. 169, 171, 296
cansancio: 117, 158, 247 Alors Urbano: 195. 217, 220-221,
- neurasténico: 51, 245 244, 250, 254
capacidad Anna Fcldwegz 37, 42. 121, 132-
- de agotamiento: 6 1 133.165,210,229,250,264,300
- de conducción: 41, 59-61. 71, 75 Anna Röslcr: 305, 307
- de empata: 340 Anton Küfcr: 157. 159-160, 165.
_
_ dc impresión: 41, 59
de retención: 59, 61-63, 70
250,296
Arnold: 40
carácter: 37. 40. 42, 45, 48, 50-5 l . 55- barón Münch: 35, 74
88, 132, 143, 146, 222-223. 241, Bernhard Brenner: 152. 156-157.
244-245. 257, 279, 328-329, 33 l . 165, 250-251, 296-297
333-334, 336, 338. 340, 351. 353- comerciante A. J.: 275, 277. 280.
355 283
- ambicioso: S l corncrciame H.: 271-272
_ ambiente y vivencia: 165 Elle Bass: 40
- asténico: 61, 86. 103 Eugen Heyberg: 238-239
- como predisposición: 353 Eugen W.: 266, 272-273
- concepto dc: 355 Franz Xaver Bachmayer; 230.
_ - dinámico d i : 353 232
- doctrina dci: 354 Friedmann 3: 293
esquizoidc: 353 Friedrich L.: 187
- esténicof 61, 72 Gierlich 1: 183, 293
_ estructura del: 62, 35 l G6)111ieb Hold: 195, 215. 220-
_ expansivo: 12, 72, 241, 258, 292 221, 232, 250, 254, 260
-- _ componentes d i : 25 1 Gretc Huldz 31, 40, 175
_ formación d i : 336 Heleno Renner: 42, 82. 89, 132-
_ hábitos del: 62, 67, 70 133, 140, 146. 156, 160, 166, 181.
_ histórico: 40. 70 192-193, 213. 229, 233. 247-248.
_ intrigante: 258, 262 250,253,257
_ neurótico-obsesivo: 54 Johann Kerle: 281, 283, 308.
- parannieo: 53 31 1-312, 314-321
_ pedante y muy cserupuloso: 84 Johannes Belzz 171
_ premórbido: 279 Joseph Pernsberger: 161, 166.
- primitivo: 70, 87 , 292 250, 297
_ proceso y: 279 Ka rl Klugcz 32, 42. 68. 195-196-
2m, 207-210, 213-2 14, 220. 229.
- psicasténico: 54
_ p~¬ic<›pútico: 160, 210 243, 247-248, 250. 252-253. 259

368

I
- Karolinc .laigcrz 303 - interno: 43
- Lina V1/aldburg: 176 _ matrimonial: 175. 221
- Marie Ehrhard: 32. 40. 175 _ moral: 171
- Michucl Kohlhaas: 73. 223 - profesional: 179-193. 221. 293
- Röslcr: 318 _ psicógcno: 300
Schrcbcr: 83 - vivencia: 84
- Sophlc Schlccht: 37, 172. 300 constitución: 67. 85. 105. 132. 289,
- Theodor Knccht: 232-233. 238, 353
266 asténica: 85. 87. 102
- Ulrich Bremer: 167, 296. 300 _ biológica: 279
Wugncr: 22. 29, 36, 43, 63, 195.
222-225. 227. 243-244, 251-252.
257, 260, 286. 297
__
- depresiva: 133
intelectual: 50
maníaco-depresiva: 134
Wilhclm Bruhn: 145, 147. 156- _ psicopática: 56, 241, 252
157.166.296 sexual: 38. 241. 294. 298. 300
cmamncsìs: 32, 36, 42 Cnn.s'rimción y carácter: [7-18, 25-
catalímicoz 280. 284 27. 332
calalonía: 192. 327 contención: 242
causalidad biológica: 353 corporalidad: 340-341, 344
celos: 215. 217 Cramer: 324
cclotipìa patológica: 232 culpabilidad: 13-14, 157, 222
ciclotimìaz 12. 131 curación: 36. 171. 225-227. 249
chmatcrio: 140-141 de la neurosis de referencia: I ó l
colérico 70 de las psicosis sensitivas: -P
complejo: 33, 60. 280 relativa: 253
_ de culpa: 45
- sintomático: 331-332
tendencia a la: 253

comprensibilidad 330. 340, 348, 35 l debilidad: 115, ISS. 242. "›46


_ empalica: 334 _
- asociativa: UN
- psicológica del delirio: 333. 336 de impulsos: 305
concentración del pensamiento: 160
- incapacidad de: 247 - mental: 65
conciencia: 69 -
nerviosa: 161
_ dc enfermedad: 98, l l . 185. 201- defecto
203, 237. 245-246, 250, 268-269 dc amortiguación: 74
- enturbiamiento de la: 212 - de conducción: 75-76. 24'1
conflicto: 24. 31-32. 36, 49, 73, SO. dc retención: 74
IOÓ. 146, 172. 191. 222. 246. 336, degenerado: 35. 67. 74. 260
353 _ explosivo: 6 1
_ amoroso: 171
_ amoroso dc las solteronas: 147
delirio: 80, 333. 338
- amoroso: 177
_ de conciencia: 354 bases biológicas del; 35 l
_ dc conciencia de los masturbacio- ceìotfpico; 52. 71. 183. 17 i_ 837
res: 243 crónico: 324
_
__ de deberes: 191
ético: 40. 210
ético-sexual: 29. 38. 42, 81 . 209,
de atención: 182
de autocastigo: 337
de aulorrcfcrencia: 3 * 5

_ 2.43. 293
instintivo: 294
do grandeza: 96. 277
de influencia: 49. 73. IS"

369

L
delirio
- dc los muslurbudores: 40, l4S-l67
__ _ hiperestésico: 278
comprensible: 33 8, 342, 350

-
de observación' 49, 275-276
de perjuicio: 41
__ delirante earacterógeno: 28 9
crónico: 28 2
_ de persecución: I I . 29, 71. 157. -
160,247,324
de profeta: l l
__ _ desiderznivo-parzinoìeo: 31 9
exp an siv a: 71 , 75 , 80
y sen siti vo: 80
- del mnsturbador: 145-166 727 _ paranoico: 294. 299
- desiderativo hisléricwseudológi- _ parannide: 301

-
co:259
disocimivo agudo: 248
_
_ psicogenético: 333
psic orre acti vo: 299

-
- erótico: 40, 175-176. 213. 288
- de referencia de las soltero-
_ reactivo: 256, 281, 283. 287
- sensitivo: 80
nas: 89-1-45. 172
- erotomaníaco y de embarazo en _ y proceso: 279, 344, 350
descarga afectiva: 44, 84, 252
el climaterio 25
- erotómano: 14. 326. 352
desconfianza: 41. 58, 149. 151, IS3.
155- 156. 184, 192, 201, 205, 207,
_ expansivo-sensitivo: 260 21 1-212, 214, 232, 237, 270
_ finalidad del: 14 desencadenarte: 344
_ origen del: 331, 334 desengaño: 225
psicógeno del: 24 destino: 62, 78, 223
_ paranoide: 49 desviación: 69, 71, 212
_ pasional: 35. 156. 304. 307-308. diagnóstico
318-320 _ dialéctico y multidimensional: 349
_ persecutorio: 225 _ multidimensional: 23, 33, 299.
_ _ del neurótico combativo: 157
_ profético: 225
332. 335
sintético: 349
- querulamc: I I , 34-35. 39. 50. 52, disociación: 112, 160
64, 71. 74-175. 247, 255. 258, displacer: 62

__ _ 262, 277, 284-288. 300, 327. 352


reactivo: 258
de referencia: 40
disposición
_ afectiva: 68
- al delirio pasional: 305
- sensitivo agudo: 247 - caraclcrológica: 53. 160. 254
_ sensitivo dc culpa: 337 - depresivo-paranoica: 54
_ signilìcado y finalidad del: 14 -
-
esquizoidc o cicloide: 143
maníaco-dcpresiva: 140
demencia precoz: l 12. 263
depresión: 26. 62. 86. 98, 107. 253. _ neurótica: 165
257 - paranoica: 53
- ansiosa: 134 _ sensitivo: 24, 157, 249
- constitucional: 86-87 distimia: 213
- reactiva: 85 - constitucional: 62. 230
desarrollo: 36, 50. 80. 159-1óO, 252. duuli§mo lógico: 338
256, 272. 278. 287, 308, 3 17
- autóctono: 256, 282, 287 egofsinoz 62. 72, 210, 223
- - catatímlco: 284 - falla dc: 242
- - delirante: 282 cmpznía: 348
-- - parunolco: 283 - incapacidad de: 340
- autógeno; 287 ena mor ami ent o: 30
- caracterológicoz 225 - tardío de las snlterunas: 243

370

l
endógeno:33.37,50.300.333.340, Freud: 24, 37-38. 81-84, 97, 171.
345 318, 328-329. 337, 354
- y p<icógeno: 175 Friedmann: 39-40, 44. 49, 50-51. 53,
energía psíquica: 60 55-56. 66, 136. 139, 141, 145,
enfermedad y salud: 338, 347-350 179. 182, 187, 213, 249-251.1. me.
Enke:l7 264-266. 272, 287, 296
ensimnsxnnmiento autista: 277 fuerza
enturbiamiento de la conciencia: 212 dc voluntad: 63
escrupulosidad: 77, 268 psíquica; 60, 61
¢§p0llIna[01†¢a¦ 158
esqui¿ollren¡a: 24, 33, 37. 174, 193, Gaupp: 22. 29-30. 33. 36. 53-56, 65.
249. 272. 301, 326, 332. 335, 34 3, 222,251-252.264,266.271-280,
352 328-329, 334-335. 337
-- círculo de la: 335 G¡erllch: 39, S l . 140. [79-183. "SB
- concepto dc: 357 Godfernaux: 327
- incipiente: 249 Gottschcd: 323
- leve: 273 Gricsingcr: 327
- paranoidc: 325. 333 Gmhlc: 332, 336
esquizoide: 32, 38. 117. 208 Crundƒonnen uno Erkcnnmis mensclz-
- sensible: 12 lichen Daseìns (Forras fimda-
estado crepuscular 69 mentales y conocimiento de la
_ histórico: 212 ¢>.u'su*rzcia humana): 352
esténico: I I . 61-63, 71. 84, 104-105. Gutsch. W.: 289
22 3. 230. 248, 255, 285
estímulo vivencial: 69 Hìifncr: 329, 337
estrato hipobúlico-hiponoieo: 295 Hcbbcl: 116
ética: 62, 103-104 hebcfrcniu: 327
Ewald: 41-42 Hcilbronncrf 41. 50. 52. 159,
excttubulidadr 59. 72, 192 hipersensibilidad: 72. 249, '›85
cxógcno: 50 hipocondría: 149, 156. 159. 165. 167.
expansivo: I I , 13, 84, 87, 103, 108, 224. 230-23 I. 245-246. 267. 271,
195,225,227,285,335 274. 284
explosivo: 61. 67, 70 hipomania: 134
extrañeza: 160 histeria: 52. 60. 64, 67. 69. 71. 30.
eyaculación precoz: 158 21 1, 242. 258, 330
ataque de: 210
fantasías: 198. 205. 282. 305 - herencia de la: 214
- sobreexcitadas: 202 - primitiva: 265
_ dcsidcmtìvas: 176, 213, 285 historia vital: 35"'
- dcsidcralivas eróticas: 4 l Hitzigt 324
Fases neuróticas y psicólicas: 191 Hache: 33 l
fatigabihdadr 354 Hoffmann: 37. 38
- ncumsténicar 354 Hölderlìn: 63. 278
Flournoy: 329 homosexualidad: "6S. "7 l
fondo endógeno: 299 honra: '11 l . 1 1 3
fracaso: I O -- profesional: [ 7 9
- erótico: I I humillación: 14
frecuencia del delirio scnsilivo de - profcflional. l I
rcfercncnaz 39, 254

371
¡

ideal: [ 7 9 - I S O Jung: 328-329


ideas
delirantes: 155. I S I . 185 Kuhlbuumz 327
hipocondríacas: 200 Kuhn: 14, 33, 331-332
- mcgalomaníacas: 2 I 3 Krchrcrï 30-32, 38-4U. 44, 175-176,
- patógenas: l IO 334, 336, 353
- sobrevaloradas: 47-48, SO, 55. Kìskc-r: 337, 353
113. 133. 136 Klcist: 141, 278, 325~326
- suicidas: 163 Krucpclin: IU, 21, 23, 49-50, 52-53
identificación: 308, 318 66, 156, 225. 251, 258, 265, 273,
impresionabilidad: 59, q62 ¬79, 284-292, 325, 327, 33 I -332,
incomprensibilidad: 339-340, 35 I 352-353, 355-356
inconsciente: 60. 69. 80, 83 Krctschmcr, E.: 9-19, 324, 326. 328-
inestable: 67 33S. 347, 349-350, 352-357
infantilismo: 230 KrUger: 5 l
inferioridad: 65. 142, 149. 22 l Kuipcr: 337
- moral: 169, 247
inhibiciones instintivas: 294 Iabllidadz 35, 98, 233. 249. 299
inmadurez: 38 - afectiva: 101
inseguridad: 143, 161. 226, 262 - constitucional: 244
- moral: 191 _ del estado de ánimo: 247
- temerosa: 237 nerviosa congénita: 25 l
_ vergonzosa: 245 - reactiva: 24 l
instintos Lacan, J.: 22. 336
eróticos: l()7 Lange, J.: 31. 36. 38. 41. 45, 325.
- agresivos: 225 335
insulìciencia: 132, 143. 146. 156. 161. Langclüddeke: 33, 335
177, 204. 247 Langfeldt: 329
- grave: 214 Lcwin: 337
- moral: 171 Lipps: 60
vergonzante: 140. 182. 191. 209. Lorcnzcr: 337
221-222, 226, 230. 233. 257-258. Lutero: 260-26 l
28 l
inteligencia: 60-61 Magnan: 324
interés: 59 Maicr. H. \V.: 52-53. 225. 263. 280.
intrigante: 71-72, 263, 265 284. 328
intuición: 338, 344-347. 350 maníaco-depresivo: 49
- primaria: 347 Margulicsz 243
inversión: 12. 77. 79-80, 84, 108. 181. masturbación; 145- 166. 249-250, 252.
242 266
irresistencia asociativa: 114. 193 - lucha contra la: 162. 164
- rcmordimicnlos dc conciencia: 157
Juncl: 54, 354 Mayer: 323
Jurasen: 25 Mayer-Gross: 335
Jaspcrst 50-52. 324, 328-331, 333. mec anis mos
338. 340. 342-344, 352, 357 -- históricos: 353
juicnu - obsesivos: 160
8
- de realidad: l l megalonumía: 43. 195. 210, 2 14. 24
- mluilivoz 345. 350 - Iilcrariat 225

372
melancolía: 25, 48, 86 Pankow: 329, 335, 337
metafísica: 338. 344-345 parafrcnia; 33. 36-37, 52, 209. 246,
Mlkorcy: 334 273, 278, 283, 290. 326
mirada: 109. 181 _ sistemática: 279
- allcctivalncntc falseada: 181 y paranoia: 284
- sensual: 108-109, 119. 181 parálisis general progresiva: 48, 136
misantropïu: 164 paranoia: 33, 36-38. 40, 43, 49-53, 79.
moral: 29 83-84. 136, 140. 156. 209, 225,
247-248, 251, 259, 265. 273, 277,
Ncisscr: 324-325 279-290, 299, 324-327, 330. 332-
neurastenia: 61, 113, 140, 157, 180. 333, 335, 339, 344, 350, 352
182, 234 -- abortiva: 54-56, 252. 264. 266
- de agotamiento: 232. 245 _- dc Kraepclìnr 227
- formas paranoidcs de la' 5 1 - concepción psicoanalítica de la: 83
- sexual: 145, 160 crónica: l l .25 1. 3 17
_ - simple: 157 _- simple: 80
neuropatía sexual: 159 _ dcsideraliva: 289
neurosis: 12, 74, 353 - expansiva: 35. 289
combativa: l l , 223. 254
- y expansiva: 224
_
-
hipótesis clásica de la: 213
involutiva: 141
dc referencia: I I , 39. 81, 1 18, 120, - . leve: 50-51, 53, 55-56. 263-265
145, 159, 161, 165, 182.230, 239, _- de Friedmann: 55
247, 249, 255-256, 290, 353 _- psicógena: 287
habitual: 229-241, 256 - periódica: 51
-
reactiva: 249 _ sensitiva: '790. 297-298
-
secundaria: 233. 249-251. - simple: 133
254, 256, 265 - verdadera: 287
habitual difusa: 229 paranoide: 38, 156. 160. 280. 29 l
histórica: 41 _ influencia: 44
obsesiva: 37, 61. 77, 81, 83, 192. patografía: 261
229, 239, 247, 249, 254-256, 298 pensamiento: 327
paranoidc de los masturbadores: - catalímico: 320
36 _ obsesivo: 76, 230
primitiva: 68 personalidad: 9. 31-32. 38. 40, 60,
reivindicativa: 73, 103 76.112,235.172.288.297.320,
scnsiliva: 146, 160, 191, 224, 233. 333, 336, 353-354
254,274 - conservación de la: 253
- sexual: 165
_ -- expansiva: 84
Nieclc: 326 - extravagante: 36
Nzetzschc, F.: 63 -- neurólico-obsesiva: 53. 109
_ neurótico-referente: 109, 24*1*
obsesión: SO _ previa: 333
- analógica: 114 - psicopálica: 36. 107
_
-~
asociativa: 193
escrupulosa: 77
_ scnsilivaz 107, 139. 213. 745.
262
obsünación: 242 placer: 62
ocurrencias delirantes: 249 Plalcnz 176
_ dc los degenerados: 258-259 Popper: 33
odio: 224 poriomanía: 174

373
predisposición: 31-33, 36. 40, 293. dc solteronas: 4 1
352 _ dcliranlc
_ a la desconfianza: 237 _- - pzzrufrcínica: 273
- a la paranoia: 182
- a la psicosis y neurosis: 39
__ posibilidades psicotcrapéuli-
cas de la: 24
- biológica: 39 dcsideraüvn: 35. 156, 176, 227,
- constitucional: 354 282-284, 287-290, 292, 318
- ética vivencia: 244 - _ erótica: 174
histórica: 246 - _ paranoica: 281-282
primitivismo: 67, 74, 195, 210, 220. _ pasional: 321
254,292
principio de la enfermedad: 342
__ erótica: 286
histórica: 246
proceso: 3 1 . 33, 44-45, 50, 272, 278, latente o inicial: 334
283, 33 1, 336, 344-346 - muníaco-dcprcsiva: 50. 85, 133,
- causal: 34 l 263
_ cerebral: 343 _ obsesiva: 77
- endógeno: 290. 333 _ paranoica reactiva: 37
- esquizofrénico: 300. 335. 350
- incomprensible: 338. 342
_ pnranoide: 145, 175. 195, 208,
225.326
-
_
psíquico: 343 _ grave: 157
y desarrollo: 279, 344, 350 - primitiva: 68. 214, 260
profesión: 243, 246, 289 _ procesual: 333
proyección: 43 _ reactiva: 278. 348
psicastenia: 25, 38, 54, 102 - aguda: 327
psicoanálisis: 13-14, 24, 53. 81, 83, _ rcivindicativa: 73-74
243, 280, 353 - sensitiva: 156, 227, 290
_ concepción dc la paranoia: 83 _ aguda de agotamiento; 113,
psicogénesis: 174, 289, 350-353 117
del delirio: 326-328
psicología
__ __ de las solteronas: 262
grave: 250
individual: 14
_
_ y combativo: 287
_ profunda: 353, 356 unitaria: 332.
psicológico: 36, 87, 141 psicoterapia: 23-25, 35-36, 38, 171.
psiconeurosis esquizoide: 353 225, 269, 328-329, 336, 3 5 1
psicopatía: 50, 63-65, 70, 35 l _ dc las esquizofrenias: 25
_ csténica irritable: 74 - de las psicosis: 334
_
_ reactiva: 66 sedante: 237
_ sensitiva: 41 psiquiatría clínica: 356
Psicopatología General: 333. 342. pudor: 38
344. 352
psicorreactivo: 34, 36-37, 44 Raccke: 34-35. 74
psicosis: 12, 69. 155-156, 277 rasgos
_ aguda de agotamiento: 160, 248 _ caracterológicos primitivas: 262
_ carcelaria:
-
asténicas: 67
5 1 , 284
-- históricos: 250
- primitivos: 214
_ celotípica: 183 - psicológicos: 42
_ combativa: 224, 257-258, 262, reacción: 31, 33. 35. 37. 62, 66. 69-
72.256.301
282, 284, 286, 290
_ de agotamiento: 117, 133 - a vivencias: 65

374
- .al insulto: 191 resistencia: 35
-- anormal: 73 Retau: 267
asténica pura: 85 retención: 59-60. 67. 69. 71. 75-77,
__
-_-

delirante: 220 79. 83-85, 87, J07. 118. 181. 222.


esténica y asténica: 61 230
- expansiva: 74 - afectiva: 132
- concepto de: 41
- histórica: 70. 294
- neurótica: 348 - dc la vivencia: 140
-- paranoide: 183 - patológica: 244-245
_
-
patológica: 58. 257
primitiva: 66. 68-69
-
-
simple: 60
vivencia: 245
-- - psicopática: 66 - _ del paranoico expansiva: 247
_ psicológica a una vivencia: 106 rigidez obsesiva: 161
Rosenberg: 329. 335. 337
- psicopática: 61, 70. 73. 106, 192.
210. 220. 249. 279 Rüdin: 52
-- psíquica: 30-32, 45. 253
- sensitiva: 75 Sacristán' 17
- - dc referencia: 172 sádico-masoquista: 38
_ vivencia: 252. 265 salud y enfermedad: 338. 347-350
- - circunscrita: 229 Schelling: 355-356
- _ paranoica: 36 Schillert 147
- - paranoide: 35 Schmidt: 334, 352
- psicológica: 277 Schneider, K.: 30. 34, 41. 324, 387-
_ _ psicóticaz 254 333. 335-336. 338. 340-342, 351.
reflejo cortical: 66 353
Rcichardt: 41 Schnitzcr: 51
Reichcnbach: 323. 324 Schopenhauer: 63, 198
relaciones: seguridad instìnliva: 32
_ causales y de sentido: 357
de sentido: 333
sensibilidad: 59. 323-324
sentimientos
- _ y de efecto: 325 _ de culpa: 44, 272
representación: 59, 77. 81, 181 _ de extrañeza: 248
- catatonoide: 248 - de inferioridad: 14. 40
- delirante: 80. 119. 152. 159. 181. - de insuficiencia: 98. 244
187. 246 - de referencia: 239. 249. q56
hipocondríaca: 160 seudologfa patológica: 67
_ obsesiva: 109 seudoquerulantes: 35
invertida: 79 Sicfert: 52
obsesiva: 75. 77-78. S0-84, 119, síntomas: 245. 343
229, 231. 238. 246. 353 _ psicóticos: 350
invertida: 79, 256 _ psíquicos: 339
patológica: 156 - reactivos y comprensibles: 3*O
sobrcvaloradzr IO7 sobrecompensación: 14
represión: 14, 69, 83. 142 sobrecxcilación penccpuva: l 15
vivencial: 243 sollcría: 31. 39, 41. 44, 09-143. 165.
resentimiento: 14. 30, 4344, 171. 244. 252. 286. 288. 294, 303
320 Stcm. William: 14
_ erótico: 41
_ simple: 4 1
Suohmayer: 37
Slröuel: 337. 353

375
sublimación: 308 - juvenil: 95
- religiosa: 42. 102. 208 - lesiva: 51
sugcstibilidad; 59 - neurótico-combativa: 224
suicidio: 134, 171. 276 - palógcna: 78, 81. 83. 113, 192.
- intento de: 146-147. 151-152 222.233.245.289
- tendencia al: 272 - - primaria: 80
susceptibilidad: 209. 246. 262 - primaria: 79, 180
- radical: ¬44
tara hereditaria: 24 l - secundaria: 80. 180
- degenerativa: 248 - - invertida: 80
Tellenbachz 25 - scnsilivo-neuróticac 224
temores: 245 - simbólica secundaria: 108
- hipocondríacos: 199 - sobrevalorada: 118
temperamento: 41-42. 58 - valor afectivo dc la: 66
_ muy susceptible: 5 1 - vcrgonzanle: 247
-- cicloide: 26 - vergonzosa: 182
tenacidad: 35 -- y proceso: 280
Tiling: 53. 58. 279, 327-328. 356 voluntad: 58
tímida inseguridad: 245 -- fuerza de: 63
timidez: 31-32. 40. 60, 85-86. 146. Von Eco romo: 38
148,153.167,226,247.262 vulnerabilidad: 25, 242
- inseguridad de la: 245 Wegmann: 296
Tolentino: 329. 337 Wendl: 329. 337
trastornos sexuales: 158 Wernicke: 47-50, 55. 110. 136. 243.
trauma psíquico: 307 286, 324-327
Wetzelz 34-35, 37
valor afectivo: 83, 180. 233. 259 Wilmanns: 52. 54, 290, 328
- de la vivencia: 66 Wundtz 327
vergüenza: 161. 181. 252, 262
vivencia: I I , 30-3 l , 48, 50. 53-55, 58- yo: 327
60, 62, 64-66, 75-76. 79, 82, 140, concepto de: 354
143. 179-181, 209. 229, 241, 244- exaltación del: 44
245. 256, 272, 288-289. 329, 331 I y mundo exterior: 261
334, 350-354
- carácter y: 161 Zichcn: 51. 142. 351
- carácter, ambiente y: 165
- clave: 257, 337
- comprensible: 35 l
_ concepto dc: 354
- de la insuficicncia: 135. 179-180
- _ vergonzante: 242
- delirante; 248. 272
- desencadenarte: 333, 335
_ elaboración de la: 108. 132. 180,
190-191, 210, 319
__ especial: 187
infantil: 82
- intuitiva: 350
del trasfondo: 344

376
EDITORIAL TRIA CAS TELA
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www lrI.u usIcl.1,u›I11

LJUROS DF LA
Fundación Archivos. de Neurobiología

. SERIE: HISTORIA Y TEORÍA DE L A PSIQL UTRL\


La e.s'qui:ofrcnia incipiente. C(wR.w. 1097 .

. Psicopatología clínica. SL Hm Im-11. 1097. r


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El delirio sensitivo de referencia. KRETS('H\1ER. 1 000 . I

. SERIE: PSIQUIATRÍA GENERAL


F l trastorno esqu izoƒninico de la acción humana. Co1.unRu\. W95.
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Bioética para clíniu›.s'. C`0l C1l~2IR0 (cd.). |'¿J9'~)-
• El consientiniicnfo informado. Snuìx. 2000

Colección « Psicopatología ››
• (Tuca cm¡f¢'rcncia.s' sobre la ¢*sqm' ¢›frenia. L`0l,nl1RU\:. lK?K)m).

1Ii.sluriogrgufi¿¡ de la psique iatrüfx ¢*spañ¢›Ia. I. V \Ro x ln.ms< \ . Wu(x).
. 1"1'ulu¢:i(¡n ce reb ral _\' p.vic(›paMlugú1. S u.u n. lcd.ì. "Uuu

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