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Obras completas Sigmund Freud Ordenamiento, comentarios y notas de James Strachey con la colaboracién de Anna Freud, asistidos por Alix Strachey y Alan Tyson Traducci6n directa del alemdn de José L. Etcheverry Volumen 18 (1920-22) Mas alla del principio de placer Psicologia de las masas y andlisis del yo y otras obras Amorrortu editores Buenos Aires - Madrid Los derechos que a continuacién se consignan corre: obras de Sigmund Freud incluidas en el presente vo. en su idioma original figura al comienzo de la obra resp: © Copyright del ordenamiento, comentarios y notas de ja & James Strachey, 1964 Copyright de las obras de Sigmund Freud, Sigmund Freud C: © Copyright de la edicién castellana, Amorrortu editores S. 1225, 7° piso (1057) Buenos Aires, 1976 www.amorrortueditores.com Amorrortu editores Espafia SL, C/San Andrés, 28 - 28004 Madrid Primera edicién en castellano, 1979; segunda edicién, 1984; primera presién, 1986; segunda reimpresién, 1989; tercera reimpresion, + cuarta reimpresién, 1992; quinta reimpresion, 1993; sexta reimpr 1995; séptima reimpresién, 1997; octava reimpresién, 1999; nov. reimpresién, 2001; décima reimpresi6n, 2004; undécima reimpresién, 2 Traduccién directa del alemdn: José Luis Etcheverry Traduccién de los comentarios y notas de James Strachey: Leandro Wolfsor. Asesoramiento: Santiago Dubcovsky y Jorge Colapinto Correccién de pruebas: Rolando Trozzi y Mario Leff Publicada con autorizacién de Sigmund Freud Copyrights Ltd., The Ho- garth Press Ltd., The Institute of Psychoanalysis (Londres) y Angela Richards, Primera edicién en The Standard Edition of the Compie Psychological Works of Sigmund Freud, 1955; quinta reimpresién, 197 La reproduccién total o parcial de este libro en forma idéntica 0 modi- ficada por cualquier medio mecdnico 0 electrénico, incluyendo fotocopia. grabacién o cualquier sistema de almacenamiento y recuperacién de in- formacién, no autorizada por los editores, viola derechos reservados. Cualquier utilizacién debe ser previamente solicitada. Queda hecho el depésito que previene la ley n° 11.723. Industria argentina. Made in Argentina. ISBN-10; 950-518-575-8 (Obras completas) ISBN-13:; 978-950-518-575-7 (Obras completas) ISBN-10: 950-518-594-4 (Volumen 18) ISBN-13: 978-950-518-594-8 (Volumen 18) Freud, Sigmund Obras completas : Mas allé del principio de placer, Psicologia de las masas y andlisis del yo y otras obras : 1920-1922.- 2" ed. 11° reimp.- Buenos Aires : Amorrortu, 2006. v, 18, 820 p. ; 23x14 cm. Traduccién de: José Luis Etcheverry ISBN 950-518-594-4 1, Psicoandlisis. I. José Luis Etcheverry, trad. II. Titulo CDD 150.1965 Impreso en los Talleres Graficos Color Efe, Paso 192, Avellaneda, pro- vincia de Buenos Aires, en mayo de 2006. Tirada de esta edicién: 4.000 ejemplares. sisea Central II Ya es de antigua data la descripcién de un estado que so- breviene tras conmociones mecdnicas, choques ferroviarios y otros accidentes que aparejaron riesgo de muerte, por lo cual le ha quedado el nombre de «neurosis traumatica». La horro- rosa guerra que acaba de terminar la provocd en gran nime- ro, y al menos puso fin al intento de atribuirla a un deterioro orgdnico del sistema nervioso por accién de una violencia mecanica.’ E} cuadro de la neurosis traumatica se aproxi- ma al de la histeria por presentar en abundancia sintomas motores similares; pero lo sobrepasa, por lo regular, en sus muy acusados indicios de padecimiento subjetivo —que la asemejan a una hipocondria o una melancolia—, asi como en la evidencia de un debilitamiento y una destruccién gene- rales mucho més vastos de las operaciones animicas. Hasta ahora no se ha alcanzado un conocimiento pleno? de las neurosis de guerra ni de las neurosis traumaticas de tiempos de paz. En el caso de las primeras, resulté por un lado escla- recedor, aunque por el otro volvié a confundir las cosas, el hecho de que el mismo cuadro patolégico sobrevenfa en oca- siones sin la cooperacién de una violencia mecdnica cruda; en la neurosis traumatica comin se destacan dos rasgos que podrfan tomarse como punto de partida de la reflexién: que el centro de gravedad de la causacién parece situarse en el factor de la sorpresa, en el terror, y que un simultaneo dafo fisico o herida contrarresta en la mayoria de los casos la produccién de la neurosis. Terror, miedo, angustia, se usan equivocadamente como expresiones sinénimas; se las puede distinguir muy bien en su relacién con el peligro. La angus- tia designa cierto estado como de expectativa frente al pe- ligro y preparacién para él, aunque se trate de un peligro desconocido; el miedo requieré un objeto determinado, en 1 Cf. la discusién sobre el psicoandlisis de las neurosis de guerra por Ferenczi, Abraham, Simmel y Jones (Ferenczi et al., 1919). [Freud redacté la introduccién de este trabajo (1919). Cf. también su «Informe sobre la electroterapia de los neuréticos de guerra», de edicién péstuma (1955¢).] ? [La palabra «pleno» fue agregada en 1921} 4 presencia del cual uno lo siente; en cambio, se ila: al estado en que se cae cuando se corre un peligro sin esvar preparado: destaca el factor de la sorpresa. No cree ¢ angustia pueda producir una neurosis traumatica; en la gustia hay algo que protege contra el terror y por tant también contra la neurosis de terror. Mas adelante volve- remos sobre esta tesis [ef. pag. 31]. Nos es licito considerar el estudio del suefio como la via mas confiable para explorar los procesos animicos profundos. Ahora bien, la vida onirica de la neurosis traumatica mues- tra este cardcter: reconduce al enfermo, una y otra vez, a la situacién de su accidente, de la cual despierta con renovado terror. Esto no provoca el suficiente asombro: se cree que si la vivencia traumatica lo asedia de continuo mientras duer- me, ello prueba la fuerza de la impresién que le provoco. El enfermo —se sostiene— estd, por asi decir, fijado psi- quicamente al trauma. Tales fijaciones a la vivencia que de- sencadené la enfermedad nos son conocidas desde hace tiem- po en Ja histeria. Breuer y Freud manifestaron en 18934 que «el histérico padece por la mayor parte de reminiscen- cias». También respecto de las neurosis de guerra, observa- dores como Ferenczi y Simmel explicaron muchos sintomas motores por una fijacién al momento del trauma. Sin embargo, no he sabido que los enfermos de neurosis traumatica frecuenten mucho en su vida de vigilia el recuer- do de su accidente. Quiza se esfuercen mas bien por no pen- sar en él. Cuando se admite como cosa obvia que el suefio nocturno los traslada de nuevo a la situacién patégena, se desconoce la naturaleza del suefio. Mas propio de este seria presentar al enfermo imagenes del tiempo en que estaba sano, 0 de su esperada curacién. Suponiendo que los suefios de estos neuréticos traumaticos no nos disuadan de afirmar que la tendencia del suefio es el cumplimiento de un deseo, tal vez nos quede el expediente de sostener que en este esta- do la funcién del suerio, como tantas otras cosas, resulté afec- 4 3 [Freud dista mucho, en verdad, de hacer siempre el distingo que traza aqui. Con suma frecuencia usa la palabra «Angst» {«angustia»} para designar un estado de temor sin referencia alguna al futuro. No es improbable que en este pasaje comenzara a vislumbrar la distin- cién que harfa luego, en Inhibicidn, sintoma y angustia (1926d), entre ja angustia como reaccién frente a una situacién traumatica —algo probablemente equivalente a lo que aqui se denomina «Schreck» {«te- rror»}— y como sefial de advertencia de la proximidad de un suceso tal. Cf, también infra, pag. 31, su empleo de la frase «apronte angus- tiado».} 4 [«Sobre el mecanismo psiquico de fendmenos histéricos: comuni- cacion preliminar» (1893), AE, 2, pag. 33.] 13 tada y desviada de sus propésitos; o bien tendriamos que pensar en las enigmaticas tendencias masoquistas del yo.° Ahora propongo abandonar el oscuro y arido tema de la neurosis traumatica y estudiar el modo de trabajo del aparato animico en una de sus practicas normales més tem- pranas. Me refiero al juego infantil. Hace poco, S. Pfeifer (1919) ha ofrecido un resumen yuna apreciacién psicoanalitica de las diversas teorias sobre el juego infantil; puedo remitirme aqui a su trabajo. Estas teorias se esfuerzan por colegir los motivos que llevan al nifio a jugar, pero no lo hacen dando precedencia al punto de vista econdmico, vale decir, considerando la ganancia de placer. Por mi parte, y sin pretender abarcar la totalidad de estos fenémenos, he aprovechado una oportunidad que se me brindé para esclarecer el primer juego, autocreado, de un varoncito de un afio y medio. Fue mas que una observacién hecha de pasada, pues convivi durante algunas semanas con el nifio y sus padres bajo el mismo techo, y pasé bastante tiempo hasta que esa accion enigmatica y repetida de conti- nuo me revelase su sentido, El desarrollo intelectual del nifio en modo alguno era pre- coz; al afio y medio, pronunciaba apenas unas pocas palabras inteligibles y disponia, ademas, de varios sonidos significa- tivos, comprendidos por quienes lo rodeaban. Pero tenia una buena relacién con sus padres y con la tinica muchacha de servicio, y le elogiaban su caracter quicioso». No molestaba a sus padres durante la noche, obedecia escrupulosamente las prohibiciones de tocar determinados objetos y de ira ciertos lugares, y, sobre todo, no lloraba cuando su madre lo abandonaba durante horas; esto ultimo a pesar de que sentia gran ternura por ella, quien no sélo lo habia ama- mantado por si misma, sino que lo habia cuidado y criado sin ayuda ajena. Ahora bien, este buen niiio exhibia el habito, molesto en ocasiones, de arrojar lejos de si, a un rincén o debajo de una cama, etc., todos los pequenios objetos que hallaba a su aleance, de modo que no solia ser tarea facil juntar sus juguetes. Y al hacerlo proferia, con expresion de interés y satisfaccién, un fuerte y prolongado «o-0-0-o», que, segun el juicio coincidente de la madre y de este ob- servador, no era una interjeccién, sino que significaba «fort» 5 (Todo lo que sigue al punto y coma fue agregado en 1921, Para esto, cf. La interpretacién de los suefios (1900a), AE, 5, pags. 543 y sigs.) 14 {se fue}. Al fin cai en la cuenta de que se trataba de un juego y que el nifio no hacia otro uso de sus juguetes que el de jugar a que «se iban». Un dia hice la observacién que corrobor6 mi punto de vista. El nifio tenia un carretel de madera atado con un piolin. No se le ocurri6, por ejemplo, arrastrarlo tras si por el piso para jugar al carrito, sino que con gran destreza arrojaba el carretel, al que sostenia por el piolin, tras la baranda de su cunita con mosquitero; el ca- rretel desaparecia ahi dentro, el nifio pronunciaba su signifi- cativo «0-0-0-0», y después, tirando del piolin, volvia a sa- car el carretel de la cuna, saludando ahora su aparicién con un amistoso «Da» {acd esta}. Ese era, pues, el juego com- pleto, el de desaparecer y volver. Las mas de las veces sdlo se habia podido ver el primer acto, repetido por si solo in- cansablemente en calidad de juego, aunque el mayor placer, sin ninguna duda, correspondia al segundo.® La interpretacién del juego result6 entonces obvia. Se en- tramaba con el gran logro cultural del nifio: su renuncia pulsional (renuncia a la satisfaccién pulsional) de admitir sin protestas la partida de la madre. Se resarcfa, digamos, esce- nificando por si mismo, con los objetos a su alcance, ese desaparecer y regresar. Para la valoracién afectiva de este juego no tiene importancia, desde luego, que el nifio mismo lo inventara o se lo apropiara a raiz de una incitacién [ex- ternal. Nuestro interés se dirigira a otro punto. Es imposible que la partida de la madre le resultara agradable, o aun in- diferente. Entonces, gcémo se concilia con el principio de placer que repitiese en calidad de juego esta vivencia penosa para él? Acaso se responderd que jugaba a la partida por- que era la condicién previa de la gozosa reaparicién, la cual contendria el genuino propésito del juego. Pero lo contradice la observaci6n de que el primer acto, el de la partida, era escenificado por si solo y, en verdad, con frecuencia incom- parablemente mayor que el juego integro Nevado hasta su final placentero. El andlisis de un tinico caso de esta indole no permite zanjar con certeza la cuestién. Silo consideramos sin preven- 6 Esta interpretacién fue certificada plenamente después por otra observacién. Un dia que la madre habia estado ausente muchas ho- ras, fue saludada a su regreso con esta comunicacién: «(Bebé 0-0-0-0!»; primero esto result incomprensible, pero pronto se pudo comprobar que durante esa larga soledad el nifio habia encontrado un medio pa- ra hacerse desaparecer a sf mismo. Descubrié su imagen en el espejo del vestuario, que llegaba casi hasta el suelo, y luego le hurté el cuer- po de manera tal que la imagen del espejo «se fue». [Otra referencia a esta historia se hallara en La interpretacidn de los suefios (1900a), AE, 5, pag. 459, n. 3.) 15 ciones, recibimos la impresién de que el nifio convirtié en juego esa vivencia a raiz de otro motivo. En la vivencia era pasivo, era afectado por ella; ahora se ponia en un papel activo repitiéndola como Juego, a pesar de que fue displacen- tera. Podrfa atribuirse este afan a una pulsién de apodera- miento que actuara con independencia de que el recuerdo en si mismo fuese placentero 0 no. Pero también cabe ensayar otra interpretacidn. El acto de arrojar el objeto para que «se vaya» acaso era la satisfaccién de un impulso, sofocado por el nifio en su conducta, a vengarse de la madre por su parti- da; asi vendria a tener este arrogante significado:

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