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Edad Media
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Santa Sofía de Constantinopla (532-537). El Imperio bizantino fue la única institución política (aparte
del papado) que mantuvo su existencia por la totalidad del periodo medieval.
Mapa TO, con Jerusalén en el centro, y las tres partes simplificadas del mundo recordado, más que
conocido en la Edad Media.
El papa Silvestre I bendice a Constantino, del que recibe con la tiara (símbolo
del pontificado romano clásico, similar a otros tocados político-religiosos, como la doble corona de
los faraones) el poder temporal sobre Roma. Fresco del siglo XIII, capilla de San
Silvestre, monasterio de los Cuatro Santos Coronados.
Encuentro de León Magno con Atila, fresco de Rafael Sanzio en las estancias del Vaticano (1514).
Aunque se han propuesto varias fechas para el inicio de la Edad Media, de las
cuales la más extendida es la del año 476, lo cierto es que no podemos ubicar
el inicio de una manera tan exacta ya que la Edad Media no nace, sino que "se
hace" a consecuencia de todo un largo y lento proceso que se extiende por
espacio de cinco siglos y que provoca cambios enormes a todos los niveles de
una forma muy profunda que incluso repercutirán hasta nuestros días.
Podemos considerar que ese proceso empieza con la crisis del siglo III,
vinculada a los problemas de reproducción inherentes al modo de producción
esclavista, que necesitaba una expansión imperial continua que ya no se
producía tras la fijación del limes romano. Posiblemente también confluyeran
factores climáticos para la sucesión de malas cosechas y epidemias; y de un
modo mucho más evidente las primeras invasiones germánicas y
sublevaciones campesinas (bagaudas), en un periodo en que se suceden
muchos breves y trágicos mandatos imperiales. Desde Caracalla la ciudadanía
romana estaba extendida a todos los hombres libres del Imperio, muestra de
que tal condición, antes tan codiciada, había dejado de ser atractiva. El Bajo
Imperio adquiere un aspecto cada vez más medieval desde principios del
siglo IV con las reformas de Diocleciano: difuminación de las diferencias entre
los esclavos, cada vez más escasos, y los colonos, campesinos libres, pero
sujetos a condiciones cada vez mayores de servidumbre, que pierden la
libertad de cambiar de domicilio, teniendo que trabajar siempre la misma tierra;
herencia obligatoria de cargos públicos —antes disputados en reñidas
elecciones— y oficios artesanales, sometidos a colegiación —precedente de
los gremios—, todo para evitar la evasión fiscal y la despoblación de las
ciudades, cuyo papel de centro de consumo y de comercio y de articulación de
las zonas rurales cada vez es menos importante. Al menos, las reformas
consiguen mantener el edificio institucional romano, aunque no sin intensificar
la ruralización y aristocratización (pasos claros hacia el feudalismo), sobre todo
en Occidente, que queda desvinculado de Oriente con la partición del Imperio.
Otro cambio decisivo fue la implantación del cristianismo como nueva religión
oficial por el Edicto de Tesalónica de Teodosio I el Grande (380) precedido por
el Edicto de Milán (313) con el que Constantino I el Grande recompensó a los
hasta entonces subversivos por su providencialista ayuda en la batalla del
Puente Milvio (312), junto con otras presuntas cesiones más temporales cuya
fraudulenta reclamación (pseudodonación de Constantino) fue una constante
de los Estados Pontificios durante toda la Edad Media, incluso tras la evidencia
de su refutación por el humanista Lorenzo Valla (1440).