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Texto Ferrol
Texto Ferrol
A solo 400 metros de la plaza del Ayuntamiento de Ferrol (A Coruña), la basura, los
desconchones y la maleza mandan en lo que durante más de un siglo fue un centro
de poderío militar. Las ruinas del cuartel Sánchez Aguilera lucen en pleno centro, en
una parcela amurallada de 95.000 metros cuadrados, pegada al protegido barrio
histórico de A Magdalena. Ya hace muchos años que no se ve por allí más infantería
que la tropa de conductores que dejan su coche en el aparcamiento público que se
ha abierto en sus descampados. El recinto es el símbolo de las numerosas
propiedades abandonadas que el Ministerio de Defensa acumula en esta ciudad. En
un millón de metros cuadrados languidecen, por ejemplo, un polvorín donde hasta
hace poco se custodiaban misiles antiaéreos, un campo de tiro, un gigantesco
campamento, una estación torpedista o un observatorio meteorológico. Tras 30 años
de negociaciones y trámites fallidos, Defensa y el gobierno local acaban de llegar a
un acuerdo para levantar en ese suelo viviendas, comercios, zonas verdes,
infraestructuras públicas y un área industrial.
En Ferrol, enclave estratégico para la Armada desde el siglo XVIII, el uso civil de
instalaciones militares desafectadas empezó a negociarse en los años noventa, al
calor de la burbuja inmobiliaria. Desde entonces han pasado por la casa consistorial
siete gobiernos distintos, ya que en esta ciudad naval castigada por el paro y la
despoblación no hay alcalde que consiga revalidar mandato desde 1983. El actual, el
socialista Ángel Mato, lleva buena parte de su vida política con este asunto entre
manos. Fue concejal de Urbanismo entre 2007 y 2011, cuando la actual
vicepresidenta del Gobierno, Yolanda Díaz, era teniente de alcalde. Sentado en el
despacho de la alcaldía, cuenta que con ella pactó sobre plano la urbanización de la
parcela del cuartel Sánchez Aguilera que ahora pretende poner en marcha. “En Ferrol
los problemas duran décadas”, advierte.
Mato reconoce que las ruinas del cuartel Sánchez Aguilera son un “tapón” que ha
frenado el desarrollo urbanístico de Ferrol y ha alejado el centro del Ensanche y de
los 14 kilómetros de playas que atesora la ciudad. Atribuye la demora en solucionar
el problema a la “falta de continuidad” de los gobiernos locales y a las dificultades
para “encontrar un equilibrio entre lo que entrega Defensa y lo que recuperará en
edificabilidad”. Cada nuevo alcalde que empuñaba el bastón de mando, explica,
decidía incluir en la negociación del convenio con el ministerio otras instalaciones que
la Armada iba abandonando. El último acuerdo data de 2015, con el PP en el
gobierno, pero al socialista le vale: “Cuando llegué yo [en 2019], tomé la decisión de
cerrar ese convenio sin darle más vueltas. Va pasando el tiempo y van quedando más
instalaciones en desuso, pero no las voy a incorporar”.
A la izquierda del PSOE, el acuerdo no gusta. Jorge Suárez, que fue alcalde entre
2015 y 2019 por la marea Ferrol en Común, ahora tercera fuerza, lo reprueba por ser
una “operación de especulación inmobiliaria” en una parcela, la del cuartel Sánchez
Aguilera, que “debería convertirse en el gran núcleo verde de la ciudad”. Suárez
rechaza que Defensa haga negocio con esos terrenos construyendo viviendas y un
centro comercial y que el Ayuntamiento tenga que abonarle además 420.000 euros
por las dos últimas instalaciones que se incluyeron en el convenio. “Esos terrenos
están pagados y amortizados con el abandono de todos estos años, ya que el
Ayuntamiento ha estado financiando su mantenimiento”, aduce el exalcalde, que cifra
en 50.000 euros anuales lo que se ha gastado el consistorio en estas labores.
El 22% del suelo urbano en Ferrol es titularidad del Ministerio de Defensa. Esta
circunstancia supone un agujero para las arcas del Ayuntamiento porque se trata de
un propietario al que la legislación exime de pagar el IBI. Según dictaminaron los
tribunales tras la batalla legal emprendida hace años por el Consistorio, ni siquiera
abona este impuesto vital para las finanzas municipales la empresa pública Navantia,
que ocupa parte de estos terrenos. El abandono paulatino de instalaciones por parte
de la Armada comenzó en los noventa, fue acelerado por la supresión del servicio
militar obligatorio y todavía no ha cesado. Aunque este último acuerdo con el
ministerio se convierta en el empujón definitivo para dar uso a un millón de metros
cuadrados desafectados, el problema seguirá ahí. “Con las propiedades de Defensa
que se están quedando vacías ahora habría contenido para otro convenio”, admite el
alcalde.