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Domingo, 7 de agosto, 22

Título: Bienaventurados los que lloran

Texto: Mateo 5:1-10

Era el tiempo en que me graduaba de la universidad y me preparaba para el seminario. Cuando tenía 18
años, hice un voto en mi corazón de convertirme en un siervo del Señor. Hice un voto de entregarme al
Señor siendo un pastor. Pero con el paso del tiempo, la codicia entró en el rincón de corazón. Al
principio, comenzó con buenos motivos el deseo de dedicarme siendo un pastor, pero comenzó a
infiltrarse la codicia del mundo.

“¡Si quieres ser un pastor, debes convertirte en una persona famosa en el mundo eclesiástico! Entonces,
¿no sería mejor convertirte en profesor de seminario mientras disfrutas de la fama y la libertad
financiera?”

Tuve ese pensamiento cuando estaba en mi tercer año de universidad. Entonces pensé: “Para hacer eso,
sería mejor ir al mejor seminario, obtener un doctorado y ser profesor en un seminario.” “Entonces
ganaré fama y libertad financiera, y podré vivir una vida feliz.”

Con esto en mente, tomé el examen en el Seminario de Graduados de Chongshin, que se dice que es la
mejor de Corea, pero fallé. Pensé que me había preparado bien para el examen por mi cuenta, pero
cuando fallé, me invadió una gran ansiedad: “Oh, no, ¿por qué quedé desaprobado? ¡Pensé que estaba
bien preparado! La persona que se preparó menos que yo tomó el examen y fue aprobado, entonces,
¿por qué fui reprobado?”

Un día, mientras estaba retomado durante un año con tal pensamiento, asistí a una sesión de
entrenamiento de discipulado durante 3 días y 2 noches. El segundo día, fui a evangelizar durante el día
y regresé tarde. Ese día, mientras comía, leí un versículo de la Biblia, y cuando estaba por comer, me
encontré con un versículo que me reveló tan claramente.

Me gustaría compartir esas palabras con Uds.

Es Apocalipsis 3:19.

“Yo reprendo y castigo a todos los que amo; sé, pues, celoso, y arrepiéntete.”

No podía negar que estas palabras eran las palabras de Dios dadas a mí en ese momento. Decía que Dios
reprende y disciplina a los que ama. Entonces, era que la única forma de superar la crisis que enfrentaba
en ese momento era arrepentirme con celo.

Mi dedicación para ir al seminario y convertirme en pastor fue una media dedicación y la otra mitad era
por el honor humano y la comodidad de la vida. Dios conocía el corazón de mi codicia tan exactamente.

En ese momento, trabajé duro en el servicio de la iglesia hasta mi primer, segundo y tercer año de
universidad. Dirigí el coro de una iglesia y me desempeñé como maestro de escuela dominical. Sin
embargo, en cuarto grado, continué en el coro y también maestro para los secundarios, pero renuncié a
muchas cosas.
Me dijeron que fuera el presidente de la asociación de jóvenes, pero dije que no lo haría porque tenía
miedo de que interfiriera con mi preparación para el examen. En cuanto a otras cosas, postergué que lo
haría después de que terminara el examen, lo rechacé mucho y solo me interesaba el examen.

Todo el celo y la pasión que tenía por la obra de Dios antes desaparecieron por todas partes, y solo
estaba buscando diligentemente algo para mi propia gloria y exaltación.

Dios me dio las palabras para revelarme mi situación, que era del Apocalipsis. En Apocalipsis 3:19, que
leímos antes, el contenido anterior es la palabra de Dios que reprende a la iglesia de Laodicea.

Permítanme leer primero los versículos 15 al 17: Yo conozco tus obras, que ni eres frío ni caliente. ¡Ojalá
fueses frío o caliente! 16 Pero por cuanto eres tibio, y no frío ni caliente, te vomitaré de mi boca. 17
Porque tú dices: Yo soy rico, y me he enriquecido, y de ninguna cosa tengo necesidad; y no sabes que tú
eres un desventurado, miserable, pobre, ciego y desnudo.”

Mientras me preparaba para el examen, se había enfriado mi celo por el ministerio de la iglesia. Era una
vida religiosa muy tibia. El Señor, que lo conocía demasiado bien, dijo que estaba tibio y que no era frío
ni caliente. En ese momento, pensé que no me faltaba nada en mí mismo.

Tenía sabiduría, conocimiento, buena salud y la gente me reconocía mucho. Así que pensé que, aunque
no era rico en dinero, era una persona que no carecía de nada. Pero el Señor me conocía muy bien.

Al mirarme a mí mismo genuinamente con ojos espirituales, no me arrepentí ni lamenté la pérdida de la


pasión espiritual y el primer amor por el Señor. Sin embargo, solo pensaba en ingresar a una buena
escuela de posgrado y abrir una ventana en el futuro. Entonces, la imagen mía reflejada en los ojos del
Señor que nos ve, era exactamente como aparecía en estas palabras: “No sabes que tú eres un
desventurado, miserable, pobre, ciego y desnudo.”

De hecho, entonces me arrodillé ante el Señor: “Señor, realmente lo es. La disciplina que Tú das es
correcta. ¡Señor! Todo lo que he hecho mal lo confieso delante de Ti. ¡Señor! ¡Perdóname por mis
pecados!”

El arrepentimiento que comenzó así humilló todo mi corazón y me hizo confesar durante unos 7 meses.
En ese momento, me arrepentí y ayuné, por lo que mi estómago todavía no está bien. Y el peso que bajó
en ese momento continúa hasta el día de hoy. Perdí unos 10 kg de peso. Yo estaba en muy buena forma
en ese entonces. No estaba tan flaco como ahora. Entonces, es mejor no ser regañado ni perder la salud
como yo, sino volverse rápidamente al Señor.

Desde entonces, vi mis pecados con un corazón de doliente y comencé a arrepentirme.

Antes de llorar y orar así, pensé que la razón por la que desaprobé el seminario fue porque tuve mala
suerte o porque no me preparé bien para el examen. Sin embargo, después de recibir la Palabra, pude
ver mi propio lado espiritual. Empecé a ver cuánto anhelaba las cosas del mundo y cómo trataba de
servir al Señor por el bien de la popularidad, el honor, la gloria y la comodidad física del mundo. En el
proceso, comencé a darme cuenta de una de las cosas más importantes de la vida.

Me he dado cuenta de que el mayor problema en la vida no es el problema del mundo exterior que me
rodea, sino el problema dentro de mí parado ante Dios. Al darme cuenta de eso, pude llorar,
arrepentirme de mis pecados y clamar ante Dios. El amor del mundo que tenía es la idea y la ambición
de todos, así que podría pensar que no hay nada de malo en eso, pero para mí no lo era. Al darme
cuenta de que nunca podría engañar mi corazón ante Dios, descubrí que no había nadie para resolver
este problema excepto el Señor. Por lo tanto, con un corazón pobre, no tuve más remedio que pedirle al
Señor su misericordia. Fue porque me di cuenta de que esta codicia vana y los deseos mundanos eran lo
que yo era.

Cuando me di cuenta de que no había nada más que pecado en mí, no pude evitar llorar por ese hecho.

Un ministro llamado Jong-Hoon Park en Corea escribió un libro. El título del libro era: “La estrategia de
Satanás para quitar Lo Mejor con Lo Bueno”. Allí, dice, cuando Satanás destruye nuestra fe, con algunas
cosas malas, pero hay puntos de ataque más estratégicos. Es que nos ataca con lo que consideramos
“bueno” en nuestras vidas. Creemos que esto es bueno: “Esto es felicidad. ¡Aquí está la alegría de mi
vida! ¡Esto es el motivo por lo que vivo!” Hace que pongamos toda nuestra vida en eso, toda nuestra
alegría en eso y propósito en esta tierra en eso. En verdad, hace perder todos los mejores valores a los
que tenemos que aferrarnos y vivir la vida.

¿Por qué la gente abandonó a Dios en los días de Noé? El Señor dijo que será igual en los últimos días
cuando venga el Hijo del Hombre, así como la gente en los días de Noé que fueron juzgados por el
diluvio sin darse cuenta hasta ese día mientras comían bien, bebían, celebraban fiestas, se arreglaban
casarse, y construir casas bonitas para vivir.

Estamos atrapados en los valores mundanos y nuestros corazones están embotados, de modo que
nunca lloramos ante Dios, y nunca nos arrepentimos.

El versículo 18, que está justo antes de las palabras de Apocalipsis 3:19 que personalmente había leído
recién, fue la palabra que me iluminó el camino para recuperarme. Leamos juntos el versículo 18.

"Por tanto, yo te aconsejo que de mí compres oro refinado en fuego, para que seas rico, y vestiduras
blancas para vestirte, y que no se descubra la vergüenza de tu desnudez; y unge tus ojos con colirio, para
que veas."

El significado de estas palabras es ir a Jesús y pedir vestiduras de justicia para cubrir nuestra desnudez.
Es ir a Jesús y pedir la misericordia del Señor para que apliquemos colirio a nuestras tinieblas
espirituales, por lo que no vemos nada lo que tenemos que ver. Pero, ¿cómo dice que es una receta
para tal recuperación espiritual?

Fíjense el versículo 19: Sé, pues, celoso, y arrepiéntete. Esta forma es la respuesta. Es arrepentirnos y
sernos celosos por amor a Dios.

La Biblia dice que Dios castigó a los israelitas por su codicia. La codicia es como servir a un dios que no es
Dios, que es el primer mandamiento. También es una violación del segundo mandamiento: No adorar
ídolos. Cualquier codicia que se posesione de nuestro corazón, que amemos más que a Dios, se
convierte en la raíz del pecado.
Hubo un mensaje que les pedí en junio que memorizaran como una forma de terminar con nuestros
problemas.

¿Recuerdan?

Es Isaías 57:15. ¿Lo memorizamos?

“Porque así dijo el Alto y Sublime, el que habita la eternidad, y cuyo nombre es el Santo: Yo habito en la
altura y la santidad, y con el quebrantado y humilde de espíritu, para hacer vivir el espíritu de los
humildes, y para vivificar el corazón de los quebrantados.”

La palabra “con el quebrantado” aquí se refiere a algo que ha sido destruido y convertido en polvo. Se
puede decir que el quebrantamiento de nuestros corazones codiciosos.

Dios está en un lugar alto y santo, y la persona con la que Él quiere estar es con el quebrantado por lo
que amaba algo más que a Dios.

Dios hace una morada en tal espíritu. Lo que más atrae el corazón de Dios es un corazón quebrantado y
contrito. Un corazón quebrantado y contrito es donde Dios desea ser más clemente y misericordioso.

Además, Isaías 57:15 dice que Dios habita con el quebrantado y humilde de corazón. Él desea vivificar el
corazón de los quebrantados, al que es pobre en espíritu.

Es la humildad de considerarse que uno es más bajo que los demás. Es el corazón del siervo inútil que
había hecho solo lo que debía haber hecho. Es el corazón que considera si alguien hubiese hecho mucho
mejor que uno mismo si hubiese tenido el mismo talento. Sin esta humildad, Dios nos rebaja a un lugar
humilde para que nos encontremos con Él ahí.

A tales personas, Dios llena de un espíritu de arrepentimiento, hace Su morada y le renueva para que
posea la gloria, la alegría y la esperanza del cielo por más que viva en esta tierra.

Esta es la manera de poder vivir y disfrutar el gozo del cielo y la comunión y la gracia del Señor, aunque
estemos en esta tierra. Es porque El todopoderoso Señor vive en nosotros por arrepentirnos por la
gracia de Dios.

El Señor viene a un corazón limpio de pecados por medio de arrepentimiento y a un corazón humilde.
Nos convertimos en Su instrumento de avivamiento porque nos da de Su poder para lograr Sus obras.

¡Queridos hermanos!

Arrepintámonos ante Dios de haber amado a los hombres, materiales y honores más que a Dios para
recuperar la presencia del Todopoderoso en nosotros. Dios nos dice claramente: “Yo habito en la altura
y la santidad, y con el quebrantado y humilde de espíritu, para hacer vivir el espíritu de los humildes, y
para vivificar el corazón de los quebrantados.”
Memoricemos para recordarnos esta Palabra y ejercitarnos en verdaderos arrepentimientos para poder
ser usado como instrumento del Señor al recuperar el verdadero amor para con el Señor. Seremos
templo del Señor lleno de Su Espíritu. Eso es la bendición de consolación que recibe el que es pobre en
espíritu. Esa consolación también se refiere al Espíritu Santo.

La gloria de la presencia de Dios en el Espíritu Santo es nuestra mayor felicidad que el mundo no puede
dar. El cielo viene en nuestros corazones y recibimos un gozo que el mundo no puede dar.

Les invito a que cantemos nuevamente la alabanza de la felicidad de los humildes y de contrito de
corazón. Alabemos confesando que la verdadera felicidad se halla en una vida humilde, aunque no sea
llamativa, que es llena de gratitud, aunque tenga poco, y que se da, aunque tenga poco poder.

Espero que se disfruten del gozo que Dios les da en el Espíritu Santo esperando más que nada del
mundo. Les bendigo en el nombre de Jesús para que puedan vivir contrito de corazón y ejercitado en
humildad, amén.

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