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Beatriz Sarlo UNA MODERNIDAD PERIFERICA: BUENOS AIRES 1920 Y 1930 Ediciones Nueva Visién Buenos Aires 809.5 Sarlo, Beatriz SAR Una modemnidad periférica: Buenos Aires 1920-1930 - 1" ed. + 3! reimp. - Buenos Aires: Nueva Vision, 2003. 248 p., 23x15 cm - (Cultura y Sociedad) 1.$.B.N. 950-602-163-5 |. Titulo - 1. Critica literaria En la Tapa: Estacién ferroviaria (En la lejania) Grabado sobre linoleum, 0,16 x 0,16 de Félix Eleazar Rodriguez Toda reproduccién total o parcial de esta obra por cualquier sistema -incluyendo el fotocopiado—_que no haya sido expresamente autorizada por el editor constituye una infraccién a los derechos del autor y sera reprimida con penas de hasta seis afos de prisién (art. 62 de la ley 11.723 y art. 172 del Cédigo Penal). © 1988 por Ediciones Nueva V: Republica Argentina. Queda hec en la Argentina / Printed in Arges: n SAIC, Tucumén 3748, (1189) Buenos Aires, e! depésito que marca la ley 11.723. Impreso NTRODUCCION Todo libro comienza como deseo de otro libro, como impulso de copia, de robo, de contradiccién, como envidia y desmesurada confianza. En mi caso, hubo dos: Fin-de-siécle Vienna, de Carl Schorske y All that is solid melts into air, de Marshall Berman. Se mezclaban, sin duda, con mis obsesiones anteriores mas persisten- tes: Barthes, Williams o Benjamin, cuyos textos recorro al azar, en esos momentos en que un material se resiste a organizarse, las no- tas del dia anterior parecen un conjunto de trivialidades, y todas las ideas exhiben la rancia obviedad de una libreria de viejo. A ellos vuelvo precisamente cuando no sé adénde ir, cuando para decirlo con las palabras con que lo pienso, no se me ocurre nada. Schorske y Berman fueron, primero, libros que lef casi fascinada y sin hacer esfuerzos para romper una relaci6n lisa y homogénea, identificatoria y admirativa. Después, me di cuenta de que me im- presionaron precisamente por aquello que los ubicaba fuera de las modas intelectuales (es posible que hoy ya sean, o hayan sido y es- tén dejando de ser, libros de moda). Ambos postulaban un cierto sentido de unidad, de relacion, incluso de causalidad: frente a la crisis de las perspectivas globales, y sin ninguna inocencia, los dos se proponian la reconstruccién de un mundo de experiencias a tra- vés de los textos de la cultura. En este sentido, tanto Schorske co- mo Berman me indicaban una salida en un momento en que yo, li- teralmente, no sabia para dénde tomar. La insatisfaccion frente a mi actividad como critica, de la que a veces hago responsable a la critica y a veces a mf misma, habfa alcanzado un punto que me imponfa alguna decisi6n. Drasticamente, pensaba: dejo la critica li- teraria para salvar mi relacion con la literatura. Pero, después de esta resolucién, ,qué? Renunciaba a lo que creia saber, porque ese saber no me interesaba; me veia en la situacion de no ser ya una critica literaria, en sentido estricto, pero entonces, ;qué era? Volvi a los libros que mencioné antes. Tanto Schorske como Berman me impresionaban por la forma desprejuiciada con la que entraban y salian de la literatura, interrogandola con perspicacia pero sin demasiada cortesia. Lectores ejemplares, sab{an que en la literatura, como en el arte o en el disefio urbano, podian descubrir- se las huellas, y también los pronésticos de las transformaciones sociales. Sabian también que asf como la literatura habla de todo, textos no propiamente literarios recurren a los procedimientos ar- tisticos para dar una forma a sus figuraciones, a sus historias, a sus juicios sobre el presente o sus proyectos de futuro. Desde esta perspectiva lee Berman el Manifiesto comunista, como proclama de la modernidad literaria y filosofica. También Schorske somete a una lectura critica, en todos los sentidos, la Interpretacion de los suefios de Freud: psicoanalisis en clave sociohistorica. Ambas lec- turas pueden ser objeto de debate y, sin embargo, tan diferentes, las dos tienen en comun el hecho de que asaltan sus textos por donde menos se piensa, buscando Ja estética en Marx, la politica en Freud. Son lecturas irrespetuosas, que no se ajustan a un reper- torio de preguntas ni responden al paradigma de lo que se puede hacer y lo que no se puede hacer con los textos: los amasan, Jos desordenan, como decia Barthes: les cortan la palabra. Practican una especie de libre juego rabelaisiano, distinto de un disciplinado amor critico. El subtitulo del libro de Berman es “La experiencia de la mo- demidad”, Schorske también se propone el registro practico y sim- bdlico de las transformaciones en los hombres y mujeres que las provocan o las padecen. De algtin modo, se produce una restituci6én del sujeto y también del autor (historiador-ensayista) que incluso, como Berman, utiliza una exasperada primera persona: cuenta la historia de-su barrio, el Bronx, tal como la recuerda cuando sus ca- sas comienzan a caer bajo la piqueta modernizadoray las autopistas dejan a su paso desiertos de escombros. Para Berman, ser moderno es ante todo una experiencia, la de la “la vida como un torbellino, la de descubrir que el mundo y uno mismo estén en un proceso de desintegracién perpetua, desorden y angustia, ambigiiedad y con- tradiccion”. La reconstruccién de una experiencia ordena (0 desor- dena) su lectura del arte. En realidad, podria decirse que el presu- puesto de Schorske y Berman es que una historia se cuenta con tramas compuestas de escenarios, sujetos, discursos y practicas. Pe- ro, ademds y fundamentalmente, que hay una historia para ser contada. De allf la heterogeneidad de enfoques que caracteriza a ambos libros, esos saltos que describen elipsis rapidas para detener- se enseguida en un detalle que adivinan significativo. Cambian, desprejuiciadamente, de perspectiva y de foco. 8 Me preguntaba, para volver a esa perplejidad disciplinaria de la que salié este libro, cudles habfan sido las lineas con que habia venido trabajando en los tltimos afios. El conjunto es dificil de justificar punto por punto y, sin embargo, estoy convencida de que tiene una coherencia subterranea que, por cierto, yo no produ- je. Los nombres que anoté al principio y otros: Barthes, Sartre en muchos de los ensayos de Situaciones y en El idiota de la familia, Benjamin, algunas paginas de Lévi-Strauss junto a otras de Halpe- rin Donghi, Antonio Candido, Hoggart, Williams, Thompson, Ginz- burg, Hayden White. Una mezcla, sin duda, tan compuesta como la que, en mi hipdtesis de este libro, caracteriza a la cultura argentina. Allf esta el campo del saqueo 0, como se decfa antes, de las “deu- das intelectuales”. Como sea, se tienen estos u otros libros en la cabeza cuando se empieza a trabajar y, sobre todo, cuando llega el periodo feliz e in- feliz de la escritura. Creo que, fundamentalmente, instigaron la li- bertad de interrogacién frente a discursos diferentes; sobre la cul- tura, la literatura y el arte se puede hablar de muchos-modos, en contra de las disposiciones de una policia epistemolégica que ope- re en nombre de la estética, el erotismo, el poder del lenguaje y cualquier otra aura moderna o postmoderna. Deliberadamente, entonces, escribf un libro de mezcla sobre una cultura (la urbana de Buenos Aires) también de mezcla. No sé aqué género del discurso pertenece este libro: si responde al régimen de la historia cultural, de la intellectual history, de la historia de los in- telectuales o de las ideas. Esto me preocupé poco mientras estaba trabajando; pero, al mismo tiempo, tenfa una certeza: usaba algu- nas de las estrategias de la critica literaria, desentendiéndome de sus regulaciones mds estrictas: habfa aprendido a leer de cierto modo y no podfa, ni querfa olvidarlo, Eso era todo. Quisiera que el libro resultara un conjunto tan poco ortodoxo como mi actitud durante su escritura. Me habia propuesto entender de qué modo los intelectuales argentinos, en los afios veinte y treinta de este siglo, vivieron los procesos de transformaciones urbanas y, en medio de un espacio moderno como el que ya era Buenos Aires, experimentaron un elenco de sentimientos, ideas, deseos muchas veces contradictorios. Me importaba responder las preguntas que, en este sentido, le hacia a los textos y practicas culturales; me im- portaba tanto como comprobar y demostrar, imaginar razones, re- construir aquellas dimensiones de la experiencia frente al cambio cuyas huellas, muchas veces cifradas, enigmaticas 0 contradictorias aparecen como trazos y recuerdos en Jos textos de una cultura. AGRADECIMIENTOS Bajo este titulo convencional, figuran personas e instituciones que en verdad me ayudaron, de maneras muy variadas, desde el co- mienzo de este trabajo: dentro del CISEA, un espacio donde es posi- ble sentirse integrado y diferente, mis compafieros del PEHESA: Leandro Gutiérrez, Juan Carlos Korol, Luis Alberto Romero e Hil- da Sabato. El Woodrow Wilson Center, de Washington, me permi- tid, durante cuatro meses, dedicarme completa y pacificamente a mis borradores, con el beneficio suplementario de un contacto co- tidiano con Richard Morse, secretario del programa latinoamerica- no de ese centro. Como investigadora del CONICET, éste fue mi primer proyecto, cosa que no debe extrafiar ya que recién en 1984 muchos de nosotros pudimos entrar a formar parte de ese organis- mo. Intelectual y afectivamente siguen siendo imprescindibles mis amigos e interlocutores de] Club de Cultura Socialista, Punto de Vista y La ciudad futura, entre quienes estan Carlos Altamirano, que ley6 y criticé algunos capitulos; y Rafael Filippelli, a quien quisiera dedicar, en particular, todo lo que aqui se dice sobre las vanguardias. leaprareT BUENOS AIRES, CIUDAD MODERNA - “Brizada de torres, la ciudad proclama en la altura el vigor de un pueblo. Ya tiene la corona gris de las grandes metropolis, gris de humo “fundido con gris de nubes—, como Londres, como Paris, como las gigantescas urbes del mundo; ese humo que se cierne hasta sobre las barriadas aristocraticas, hoy sacudidas también por el dinamismo caracteristico del pueblo por- tefio.” Caras y Caretas, octubre de 1930 Las s y femeninasysuman elementosigeométricos circulos para las cabezas, rectangulos para los cuerpos y las extremidades. Cuatro arriba, tres abajo, flotan en un espacio abs- tracto, donde se distribuyen sin efectos de perspectiva, excepto en lo que concierne a su tamafio. Las siete cabezas tienen un remate distinto: bandas angostas, medias lunas, flechas, 6valos, ondas rigi- das que caen hasta el filo de los hombros, insignias. Los cuerpos también exhiben bandas coloreadas y transparentes que los dife- rencian, por las formas y los tonos. En el espacio donde navegan, sin apoyarse en ningtin plano sélido, en ninguna linea, hay estrellas de David, cruces gamadas, soles partidos por la mitad. Dos de las figuras Hevan banderas irreconocibles. En otro espacio marino o interestelar ondula el drag6én, entre estrellas de cinco puntas. Sobre su lomo hay transatlanticos, faros iluminados, pescados con banderas, figuras vagamente humanas, cuyas cabezas rematan en insignias: la chilena, la peruana, la brasi- lefia, la uruguaya, la argentina. Un isaj rdena sus edificios rectangulares en dos grandes bloques; tres edificios tienen ojos y nariz; de otros cuatro salen banderas no identificables, excepto la que lleva los colores de Espafia. En la parte inferior, un reptil geométrico y metalico, con cuatro pies y cabeza humana, lleva sobre su créneo un hominculo de varias piernas. La cola expele circulos negros hacia un recténgu- lo verde, donde apoya una cabeza de muje1 Sobre un paisajewfracturadolvuelan las Modernas quimeras: hom- 13 bres-aeroplano, con cabezas de pdjaro y chimeneas por cuerpo; brazos y patas embutidos en planos transparentes dan impulso a las mdquinas humanas, cuyos pies se han transformado en ruedas; de los vientres se proyectan escaleras y anclas; en los cuellos se insertan las hélices. El paisaje urbano esté formado por rectangulos superpuestos; algunos tienen un enorme ojo abierto en el angulo superior; de otros salen veredas 0 calles, que arrancan de arcos tradicionales de medio punto. Sobre cilindros, dos hombrecitos sentados y, en primer plano, un icono semihumano muestra su cola de drag6n o de serpiente. Todas las \superficies)iperfectamente definidas, estan atravesadas por Ifneas horizontales. Un rostro, mitad hombre, mi- tad mujer, se recorta contra el espacio transparente donde flotan grafismos; salen cintas de la parte superior de la cabeza y otras cin- tas suben desde la base del cuadro. Hay un en las dos medias sonrisas yuna al mismo tiem- po la pi expone algunos de estosjeuadrosien/BuenosAiresaEn 1924, en el Salon Libre; en 1925, en el Salon de los Independien- tes; en 1926, en Amigos del Arte, junto con Petorutti y Norah Bor- ges; en 1929, en Amigos del Arte, nuevamente, esta vez con Berni. Invent6 el neocriollo, la panlingua, la escritura pictérica; trajo a Buenos Aires, segtin Borges y Pellegrini, el expresionismo aleman y Paul Klee; piensa que la astrologia: puede explicarlayjerarquiajy:el movimiento oculto del mundo. a> Gdenesdovobsesionse modifi- car el juego de ajedrez o el tarot, cambiar el disefio de las notas musicales 0 el de la casa funcional moderna. Como en sus cuadros, Xul sefialanidentificancombinarseometriza;ymezclas Siempre vi estos cuadros de Xul como rompecabezas de Buenos Aires. Mas que su intencién esotérica o su libertad estética, me impresionaron su obsesividad semidtica, su pasion jerérquica y geo- metrizante, la exterioridad de su eihaliagiag Buenos Aires, en los veinte y los treinta, era el anclaje urbano de estas fantasias astrales y en sus calles, desde el ultimo tercio del siglo XIX también se ha- blaba una panlingua, un pidgin cocoliche de puerto inmigratorio. 1 Xul Solar, “Ronda” (1925), “Otro drago” (1927), “Dos mestizos de avion y hombre” (1935), “Pais duro en noche clara” (1923), “Una pareja” (1924), reproducidos en Xul Solar; 1887-1963, Paris, Musée d’Art Moderne de la Vi- lle de Paris, 1977, prologo, “Xul Solar, explorateur d’arcanes”, por Aldo Pellegrini. Jorge Sarquis une a Xul Solar con el espiritu moderno en arquitec- tura que comienza a desplegarse en Buenos Aires en la década del veinte. Véa- se: Jorge Sarquis, “El momento de la modernidad; 1920-1945”, Buenos Ai- res, 1986, mimeo. También es interesante el ensayo de Alfredo Rubione: “Xul Solar: utopia y vanguardia”, Punto de Vista, ne 29, abril de 1987. 14 Xul habia aprendido en Europa, adonde viajé en 1903 y de donde tegresa en 1924, el lenguaje y las experiencias de la vanguardia. Buenos Aires era un espacio donde esas formas de mirar podfan seguir despleg4ndose. Muchas cosas habfan sucedido en esos veinte afios que ocupan el viaje europeo de Xul y averiguar cudles fueron algunas de las respuestas frente al cambio es el propésito de este li- bro. Lo gue Xul mezcla en sus cuadros también se mezela!€n la -platense, aceleracion y y espiritu renova- dor; ogllisme y el gran escenario lati- noamericano de una “Caida entre los grandes edificios cibicos, con panoramas de pollo a ‘lo spiedo’ y salas doradas, y puestos de cocaina y vestibulos de teatros, jqué maravillosamente atorrantaes por la noche la calle Corrientes! jQué linda y qué vaga! (...) la calle vagabunda enciende a las siete de la tarde todos sus letreros luminosos, y enguirnaldada de rectdngulos ver- des, rojos y azules, lanza a las murallas blancas sus reflejos de azul de metileno, sus amarillos de acido picrico, como el glorioso desaffo de un. pirotécnico. Bajo esas luces fantasmagoricas, mujeres estilizadas como las que dibu- ja Sirio, pasan encendiendo un volcan de deseos en los vagos de cuellos duros que se oxidan en las mesas de los cafés saturados de jazz band’. Vigilantes, canillitas, ‘fiocas’, actrices, porteros de teatros, mensajeros, revendedores, secretarios de compafiias, comicos, poetas, ladrones, hombres de negocios innombrables, autores, vagabundos, criticos tea- trales, damas del medio mundo; una humanidad unica cosmopolita y extrafia se da la mano en ese desaguadero de la belleza y la alegria (...) Porque basta entrar a esa calle para sentir que la vida es otra y més fuer- te y mas animada. Todo ofrece placer. (...) ¥ libros, mujeres, bombones y cocaina, y cigarrillos verdosos, y asesinos inc6gnitos, todos confrater- nizan en la estilizacion que modula una luz supereléctrica.” “Algunos purretes que pelotean en el centro de la calle; media docena de vagos en la esquina; una vieja cabrera en una puerta; una menor que soslaya la esquina, donde est la media docena de vagos; tres propieta- rios que gambetean cifras en didlogo estadistico frente al boliche de la esquina; un piano que larga un vals antiguo; un perro que, atacado repentinamente de epilepsia, circula, se extermina a tarascones una co- lonia de pulgas que tiene junto a las vértebras de la cola; una pareja en Ia ventana oscura de una sala: las hermanas en la puerta y el hermano contemplando la media docena de vagos que turrean en la esquina. Eso es todo y nada més, Fuleria poética, encanto misho, el estudio de Bach o de Beethoven junto a un tango de Filiberto o de Mattos Rodriguez.”? 2 Roberto Arlt, “Corrientes por la noche”, en Daniel Scroggins, Las aguafuer- tes portenas de Roberto Arlt, ECA, Buenos Aires, 1981, pp. 147-8. “Silla en 15 Buenos Aires ha crecido de manera espectacular en las dos pri- meras décadas del siglo XX. La ciudad nueva hace posible, litera- tiamente verosimil y culturalmente aceptable al flaneur que arroja la mirada anénima del que no sera reconocido por quienes son observados, la mirada que no supone comunicacién con el otr Observar el espectéculo: un flani@uF es un mirén undid ena es cenajurbana de la que, al mismoltiemipo, formayparte: en abismo, el flaneur es observado por otro flaneur que a su vez es visto por un tercero, y.. Eleiouito del pascante StOHiNG Wlo€s BOs en la gransciudad que, mds que un concepto demografico 0 urbanistico, es una categorialidedlégica y un mundowderwaloreswArit produce su personaje y su perspectiva en las Aguafuertes, constituyéndose él mismo en un flaneur modelo. A diferencia de los costumbristas anteriores, se mezcla en el paisaje urbano como un ojo y un oido que se desplazan al azar. Tiene la atencion flotante del flaneur que pasea por el centro y los barrios, metiéndose en la pobreza nueva de la gran ciudad y en las formas mas evidentes de la marginalidad y el delito. En su itinerario de los barrios al centro, el paseante atraviesa una ciudad cuyo trazado ya ha sido definido, pero que conserva todavia muchas parcelas sin construir,3 baldios y calles sin vereda de enfrente. Sin embargo, los cables del alumbrado eléctrico, ya en 1930, habfan reemplazado los antiguos sistemas de gas y kerosene. Los medios de transporte modernos (sobre todo el tranv{a, en el que viaja permanentemente el paseante arltiano) se habian expan- dido y ramificado; en 1931, en medio de un escandalo denunciado or algunos periddicos, se autoriza el sistema de colectivos. Bajciusy Gath ss v0td mammelovisndesineprecedentiessy estos desplazamien- tos rdpidos no arrojan consecuencias solamente funcionales. La experiencia de la velocidad y la experiencia de la luz modulan un : quien tenia algo mas de veinte afios en 1925 podia recordar la ciudad de la vuelta del siglo y comprobar las diferencias. Sin duda, las cosas habian cambiado menos en Floresta que en el centro, Pero la actividad del fomentis- la vereda”, en Roberto Arlt, Obra completa, Carlos Lohié, Buenos Aires, 1981, tomo 2, p. 90. 3 Véase al respecto la excelente sintesis de las transformaciones urbanas rea- lizada por Leandro Gutiérrez y Luis Alberto Romero, La cultura de los secto- res populares en Buenos Aires, 1929-1945, (trabajo en el que también colabo- raron Juan Suriano y Ricardo Gonzalez), PEHESA-CISEA (mimeo), Buenos Aires, La ciudad extiende sus superficies pavimentadas, duplicandolas entre 1920 y 1938: “Tres temas centrales al crecimiento urbano aparecen en lo an- teriormente afirmado: pavimentacibn, edificacion y crecimiento de centros dispersos”, op. cit., p. 41. 16 mo, las uniones vecinales y cooperadoras, el crecimiento de cen- tros comerciales en los barrios relativamente alejados como Villa Urquiza o Boedo, trasfadaban hacia fa periferia, atenuados, fos ras- gos del centro. Creo el de estasitransformacionesitiene una dimen=i que se despliega en un arco de tiempo relativamente ‘eve: en efecto, hombres y mujeres pueden recordar una ciudad diferente a aquella en la que estan viviendo. Y ademas esa ciudad diferente fue el escenario de la infancia o la adolescencia: el pasa- do biografico subraya lo que se ha perdido (0 lo que se ha ganado) en el presente de la ciudad moderna. “La Argentina se ubica en el segundo lugar entre las naciones que han recibido mayor inmigracién europea en la centuria que abarca desde aproximadamente mediados del siglo XIX hasta la década del 50 de es- te siglo, Si se toma en cuenta el volumen inmigratorio en relaci6n con el tamafio total de la poblacién que lo recibe, el caso argentino es aun mds sobresaliente, ya que fue el ie tuvo, europeo en el periodo de referencia. Por otra parte, la Argentina es en la actualidad uno de los paises més urbanizados del mundo con aproxi- madamente el 80 por ciento de su poblaci6n residiendo en aglomeracio- nes urbanas y fueron las migraciones internacionales en primer lugar las migraciones internas més tarde, los determinantes del proceso deurbanizacion.” Buenos Aires era unageindadseosmopolite desde olipuinite de vis- Badesunoblecion Lo que escandalizaba o aterraba a muchos de ios nacionalistas del Centenario influye la vision de los intelectua- les en los afios veinte y treinta. En verdad, el proceso habia comen- zado mucho antes, pero su magnitud y profundidad sigue impre- sionando a los portefios en este periodo. El ensayo traduce en términos ideoldgicos y morales las reacciones frente a una poblacion diferenciada segin lenguas y orfgenes nacionales, unida a la expe- riencia de un crecimiento material rapido de la ciudad misma. Ya en 1890 se habia quebrado la imagen de una ciudad homogénea, pero treinta afios son pocos para asimilar, en la dimensi6n subjeti- va, las radicales diferencias introducidas por el crecimiento urbano, Ja inmigracion y los hijos de la inmigracion.5 Una ciudad que du- 4 Alfredo R. Lattes y Ruth Sdutu, Inmigracién, cambio demogrifico y desa- rrollo industrial en la Argentina, Cuadernos del CENEP, ne 5, Buenos Aires, 1978, pp. 2-3. 5 “En efecto, la migracion de no nativos fue el principal componente del cre- cimiento de la poblacion hasta 1935. Esta situacion puede ser peculiar a Bue- nos Aires, haciendo de esta ciudad un caso particular, aun entre las ciudades 17 plica su poblacién en poco menos de un cuarto de siglo® sufre cambios que sus habitantes, viejos y nuevos, debieron procesar. Junto con ello, dos datos mas: todavia en 1936 el porcentaje de extranjeros superaba e1-36,10 y el indice de masculinidad alcanza- ba el 120,90 para los no nativos: la ciudad que Miguel Cané temia en 1890 segufa siendo Buenos Aires en la década del treinta. Los nognativosy por otra parte, se agrupaban en las franjas de (adultos de la piramide poblacional y inmigrantes e hijos de inmigrantes contribuyen de este modo, se- guin estimaciones, al 75 por ciento del crecimiento de Buenos Aires.7 Los extranjerosyaunque ya no se agrupan mayoritariamente en el eat, como suced{a hasta principios del siglo XX, son visibles ién alli. Por otra parte,jgus/hijos forman parte del contingente por ol aymentondesastasadenalfabetizaciomyy escolar janelle? comienzan el trabajoso camino del ascenso a través del capital y las inversiones simbélicas. Ingresan a las universidades © comienzan a disputar lugares en el campo de la cultura y en las profesiones liberales, A mediados de 1930, en Buenos Aires, los analfabetos nativos alcanzan s6lo al 2,39 por ciento sobre un total porcentual del 6,64. Es cierto que, como Io sefialan Gutiérrez y Romero, no necesaria~ mente “Jos considerados letrados estuviesen capacitados para la lectura sosteni- da y comprensiva de textos aun elementales. Pero indica que una mayor cantidad de personas estaban en condiciones de acceder a otro instru- mento de conocimiento que no fuera la mera experiencia”. Se define asi el area social ampliada de un piblico lector potencial, no s6lo de capas medias sino de sectores populares. El crecimiento de la educacién secundaria, también notable en Jos niveles nacio- nal, normal y comercial, en poco mas de una década entre 1920 y 1932, duplica el nimero de alumnos encuadrados dentro del siste- ma. Jatinoamericanas. La literatura relativa al crecimiento de la ciudad sugiere que Jos grandes centros urbanos han crecido a través de la migracién interna.” Zul- ma Recchini de Lattes, La poblacién de Buenos Aires; componentes demogrd- ficos del crecimiento entre 1855 y 1960, Centro de Investigaciones Sociales Torcuato Di Tella, Centro Latinoamericano de Demografia, Editorial del Ins- tituto, Buenos Aires, 1971. ® En 1914 Buenos Aires tiene 1.576.000 habitantes; en 1936, 2.415.000. Véase Recchini de Lattes, op. cit., p. 30. 7 Recchini de Lattes, ibid., p. 134. § Gutiérrez y Romero, op. cit., p. 36. 18 Estas son precondicioneside"osieambids que se (producen en el Petite piblieg » Isjconsalidacionide un percadjeditonaldocal: esl lo el publico de ‘sefiores’, se pasa a un universo de capas medias. Para éstas produce “Claridad”, de Antonio Zamora,® una empresa dindmica y moderna que en poco menos de diez afios, segin afirmaciones de su director en reportaje realizado por Ro- berto Arlt, imprimié un millon de ejemplares, con tiradas que habitualmente estaban en los 10.000, pero que en la década del treinta Zamora Ilevaré hasta los 25.000.1° “‘Claridad”, editorial y revista, Los Pensadores, Los Intelectuales, publican de todo: fic- cién europea, ensayo filosdéfico, estético y politico. Arman la bi- blioteca del aficionado pobre; responden a un nuevo publico que, al mismo tiempo, estan produciendo, proporciondndole una litera- tura responsable desde el punto de vista moral, atil por su valor pedagogico, accesible tanto intelectual como econdmicamente. Es- tas editoriales y revistas consolidan un circuito de lectores que, también por la accién del nuevo periodismo, esta cambiando y expandiéndose: se trata de una cultura que se democratiza desde él polo de la distribucién y el consumo. “Creemos que un diario de este tipo, distinto de los de aspecto tradicio- nal, puede aspirar fuicilmente a una posicién en el periodismo argentino. Queremos hacer un diario dgil, répido, sintético, que permita al lector percibir por la imagen directa de las cosas y por la crénica sucinta y a la vez suficiente de los hechos, todo lo que ocurre o todo lo que, de algtin modo, provoca el interés pablico. En una palabra queremos hacer un diario viviente en su diversidad y en su simultaneidad universal, Pero es- te sentido objetivo de los sucesos, que es un sentido esencialmente pe- riodistico, adaptado al ritmo de celeridad que caracteriza a nuestro tiempo, no alejard de nuestro espiritu el concepto fundamental que de- be ditigir a un érgano que busca el contacto con las masas populares y desea una difusién persistente y amplia.”!1 5 Véase al respecto: Luis Alberto Romero, Libros baratos y cultura de los sectores populares, CISEA, Buenos Aires, 1986; y Graciela Montaldo, “Clari- dad: un nudo cultural” y “Los Pensadores: la literatura como pedagogia, el escritor como modelo”, Buenos Aires, 1987, mimeo. Jorge Rivera ha investi- gado inteligentemente las relaciones entre estos nuevos desarrollos editoriales y el proceso de profesionalizacién del escritor: “La forja del escritor profesio- nal (1900-1930). Los escritores y los nuevos medios masivos”, en Capitulo. Historia de la literatura argentina, Centro Editor, Buenos Aires, 1981, vol. 3. 40 Roberto Arlt, “Hacen falta libros baratos”, en Daniel Scroggins, op. cit., pp. 266-68. 11 £1 Mundo, ne 1, 14 de mayo de 1928, citado por Sylvia Saitta, “El diario £1 Mundo”, Buenos Aires, 1987, mimeo. 19 Todo lo nuevo del periédico puede leerse en esta declaracién de intenciones: E7 Mundo quiere diferenciarse de los diarios de ‘sefio- res’, los Organos escritos y lefdos por la clase politica y los sectores ilustrados. Proporciona un (materiallconfigurado sobre la base de “articulos™breves, que pueden ser CONSUMidos por entero durante los viajes al trabajo, englayplataformaydelytranvia o los vagones de tren y subterrdneo. EI diario, por su formato tabloid, no exige la comodidad de la casa o del bufete. Finalizado un primer mes de pruebas y reformas, en mayo de 1928, E] Mundo entra a competir, a la mafiana, por el pablico del vespertino Crttica, fundado en 1913. que habia modificado de raiz todas las modalidades del pe- tiodismo rioplatense. Ritmo, rapidez, novedades insdlitas, hechos policiales, miscelanea, secciones dedicadas al deporte, el cine, la mujer, la vida cotidiana, los nifios, configuran las pautas y el for- scaennsaliilfaesetincienencementionessedionmmaninnmies , por lo demas, por profesionales: ‘cos: entre ellos, muchos de los intelectuales y escritores mas importantes del perfodo.!? El gformatowtabloids la cantidad de material gréfico obtenido por reporteros del diario e incorporado a la diagramacion desde la primera plana, la variedad de secciones consagradas a franjas diferentes de ptiblico, la incorporacién de na- traciones, articulos de color, notas de costumbres, historietas, car- toons e ilustraciones, le dan muy répidamente a El Mundo un per- fil que conservard durante toda la década del treinta. El crecimiento del primer afio es ciertamente espectacular. En 1928 triplica el promedio de circulacién diaria (de 40.000 a 127.000 ejemplares), pero si este dato proporcionado por su direccion es dificil de co- rroborar, el aumento en centimetraje de publicidad indicarfa con mds objetividad su repercusi6n: en octubre de 1928, son 8.203 centimetros; un afio después, 41,008.13 ‘ElMundo; como lo habia sido y seguia siendo Gritied, se con- vierte e1 deentexdescoupacion para los escritores recién llegados al campo intelectual y también para los de origen patricio como Bor- ges, que dirige, durante un periodo muy breve, el Suplemento Co- lor de Critica, Como se comprueba en las memorias y recuerdos del periodo, practicamente todos los que publicaron en esos aiios pasaron por las redacciones y se constituyeron, en casos como el 12 Una lista bastante completa de quienes circularon por las redacciones de estos diarios puede encontrarse en: Alberto Pinetta, Verde memoria; tres dé- cadas de literatura y periodismo en una autobiografia, Ediciones Antonio Za- mora, Buenos Aires, 1962. 13 Datos recogidos por Sylvia Saitta, cit. 20 de los hermanos Tufién o Arit, en periodistas estrella.14 El RUCVO y lafiievalliteratura estan vinculados por miltiples ne- xos y son responsables del afianzamiento de unayarianteymodernay 4 aiaiianiniasiaal U2 fedaccion de un diario, tal como la des criben Tufién, Arlt o Pinetta, es el espacio material de lo nuevo: desde los cables internacionales hasta la velocidad con que se pro- duce y reproduce la noticia evocan el Los medios de comunicacién escritos de caracter masivo se agre- gan a la trama cultural de una ciudad donde también el cine se di- fundi6 a un ritmo comparable con el de los pafses centrales: hacia 1930 existen en todo el pais mds de mil salas y, segin la revista Se- fales, pocos afios después de introducido el sonoro, se abren 600 salas preparadas para esta nueva técnica. “Al ir a pasar un dia al campo la concertola, gram6fono portatil, serd el complemento simpatico y mantendré la alegria de quienes los acompa- fen.” “La gran Enciclopedia Practica de Mecdnica es la verdadera obra de con- sulta y estudio necesaria al encargado de taller-al constructor-al obrero mecénico-a los alumnos de las escuelas de Artes y Oficios y a todos los que, vidos de saber, se sienten atraidos por los progresos, cada dia crecientes, de la industria moderna.” “Ya que usted rechaza lo anticuado... ;Por qué no plancha con electri- cidad? Sefiora, no titubee més, abandone los viejos e ineficaces procedi- mientos; durante ‘EL MES DEL BUEN PLANCHADO’ le ofrecemos la oportunidad de adquirir su plancha eléctrica, de la mejor calidad y de cualquiera de las marcas prestigiosas, en cuotas mensuales, en las casas del ramo y en las Compafifas de Electricidad de todo el pais. Solicite en las mismas el cup6n para el sorteo de $ 20.000 en premios. INSTITUTO DEL HOGAR MODERNO. El mes del buen planchado.” “Maestros célebres qué conquistaron el mundo, Stradivarius se hizo cé- lebre en el mundo por sus famosos violines. Hoy, el TELEFUNKEN su- per ‘Meister’, otro conquistador del mundo, le proporciona el emocio- nante placer de escuchar Europa, Norte- América, etc., de asomarse a la vida y al ambiente de pueblos lejanos, escuchando su miisica y oyendo la palabra de sus hombres. Asf como en ondas cortas, es igualmente ex- celente en Ia recepcién de ondas normales.”” 14 La revista Sefales, ne 2, marzo de 1935, publica un articulo de Juan Pie- drablanca, cuyo titulo es: “Sobre el grito del canillita se alz6 la prensa argen- tina’. Allf se proporcionan algunas cifras, sin mencionar la fuente. Por ejem- plo: el tiraje diario de periédicos y revistas se aproxima a los 2 millones de ejemplares; hay 30.000 personas ocupadas en la distribucién y 15.000 perio- distas, editores y corresponsales. 21 “Sefioras: Roberto Arlt ha escrito la novela corta ‘Una noche terrible’ que publica MUNDO ARGENTINO, No dejen de leerla, pues la origina- lidad de su argumento y su extrafio protagonista son de los que apasio- nan, sobre todo a las lectoras de novelas inspiradas en la vida real.”'5 La publicidad expresa cambios que afectaron las practicas cultu- rales en el sentido mds amplio, incluidas las de las elites. Martin Fierro, 1a revista por excelencia de la vanguardia en los veinte, se mostr6 sensible a los procesos de incorporacion de nuevas tecnolo- gias aplicadas a la vida cotidiana y la disposicién del habitat: fond- grafos, artefactos eléctricos, mobiliario de cocinas y bafios, apara- tos de iluminacion. En las revistas de gran tirada y diferente pablico, como Caras y Caretas, Mundo Argentino o El Hogar, los avisos dan una idea de la penetracién en el imaginario colectivo de estos dis- positivos modernizadores, que, por otra parte, aumentaban singu- larmente el tiempo libre de mujeres de capas medias, lo cual, por lo menos como hipétesis, no deja de influir en la conformacion y la disponibilidad del pablico lector potencial. El cambio en el perfil de la oferta publicitaria es grande si se lo compara con el periodo inmediatamente anterior.!6 Se conserva la oferta de productos de belleza, como una de las Ifneas importantes de publicidad, pero se alteran tanto las modalidades de presenta- cién del producto como el elenco de especfficos ofrecidos. A fines de los afios veinte, se inaugura la era de los jabones oleosos y del cold-cream; pero, ademas, Hollywood comienza a imponer el tipo de las modelos que ilustran los avisos. Estos anticipan 0 acompa- fian cambios en la cultura femenina de las capas medias: sefioras que fuman y se recomiendan unas a otras pastas que eliminan las manchas en los dientes; mujeres jovenes y de aspecto ‘respetable” sentadas a la mesa de una confiterfa que exhibe vasos y enseres adecuados para el copetin; las fajas dejan su lugar a los corpifios e, incluso, algunos productos prometen hacer innecesaria esa prenda. La vida al aire libre y los deportes comienzan a proporcionar sus imagenes a la publicidad: un partido de tenis femenino ilustra el mensaje de la cocoa van Houten’s; Kelito organiza concursos para elegir a los mejores deportistas del afio. Al mismo tiempo, los tra- dicionales avisos de partituras retroceden frente a la oferta de dis- 15 Los avisos transcriptos fueron publicados respectivamente en: Caras y Ca- retas, ne 1361 y 1362, noviembre de 1924; EI Hogar, 10 de mayo y 14 de ju- nio de 1935; £1 Mundo, 26 de agosto de 1931 16 He realizado esta comparacion a través, fundamentalmente, de Caras y Ca- retas, desde 1910 hasta alrededor de 1930, También revisé El Hogar, en dis- tintos momentos de la década del veinte y hasta 1935 22 cos, fondgrafos y radios; junto a los pianos, aparecen los instru- mentos de la jazz-band. Automdviles, cdmaras de cine y fotografia, proyectores completan este repertorio de la realidad y los deseos. La estética de la publicidad también ha cambiado: por un lado los perfumes Myrurgia pero, por el otro, los jabones de lavar ropa Sun- light recurren al disefio actualizado que incluye composiciones casi abstractas en el primer caso, y slogans acompafiados por dibujos que evocan el cartoon en el segundo, Mensajes publicitarios como los de Geniol o Mejoral son lo suficientemente innovadores como para llegar con muy pocos retoques a los afios cincuenta. “Una camaraderia sin cortapisas se traba entre los sexos. Las familias yolvieron a propiciar los paseos. Las instituciones deportivas permitic- ron el acceso de mujeres, hasta entonces interdicto. El automovil fue incitacién de los excursionistas. Las autoridades abrieron caminos, pavi- mentaron algunas salidas al campo y se adscribieron a su mantenimien- to. El delta se poblé de restaurantes. Los cinematégrafos se multiplica- ron por arte de birlibirloque. En un santiamén se abrieron mas de mil salas para exhibir pelfculas. Se levanté la proscripcién del baile —que, como cristiano en catacumba, se pas escondido en algiin cabaret 0 en el vestibulo de algtin club. Ahora se baila en todos lados. Ya ningiin po- lizonte espia los menesteres en que se distraen las parejas que en el fon- do de un auto se hunden en el bosque de Palermo.” “Ella debe creer que los chicos se traen de Paris. O cuando menos, igno- rar dénde se compran. Aunque tenga cuarenta afios, no debe haber amado nunca, Todos los hombres tienen que haberle sido indiferentes. El unico que tiene dere- cho a hacerle perder el seso es él. Debe indignarse profundamente ante toda conversaci6n liberal. Tam- bién es conveniente que proteste o se escandalice frente a esas parejitas que prefieren la oscuridad de las calles a Ja luz eléctrica de las avenidas. No debe tener amigas, y menos que menos amigos. Si tiene amigas, seran chicas muy serias, muy rigurosas en el hablar, en el pensar, y, mas aan en el obrar. No debera demostrar curiosidades de ninguna especie; no leer4, por- que leer pervierte la imaginacién; no pasear4, porque paseando se incu- ban tentaciones. Por lo tanto, manifestard una alegria infinita en que- darse en casa, encerrada entre cuatro paredes, tejiendo un honestisimo caleetin.”17 17 La primera cita pertenece a Rail Scalabrini Ortiz, El hombre que estd solo y espera, Gleizer, Buenos Aires, 1931, 2a. ed., pp. 60-1; la segunda, a Rober- to Arlt; “Lo que deben creer él y ella” (de una serie de Aguafuertes sobre las relaciones entre los sexos antes del matrimonio), publicada en El Mundo, el miércoles 26 de agosto de 1931 23 Scalabrini habia evocado una ciudad seccionada entre plaza pii- blica y gineceo, la ciudad de los hombres solos anterior a 1925, se- gan su cronologia algo imprecisa. De pronto cree ver las transfor- maciones espectaculares mencionadas en la primera cita: Buenos Aires se vuelca al plein air y a los deportes, se modernizan las cos- tumbres sexuales y se liberalizan las relaciones entre hombres y mujeres. Esta celebracion de la modernidad contrasta con las des- cripciones dcidas de Roberto Arlt, que todavia denuncia el noviaz- go y el matrimonio como trampas para hombres solos tendidas por mujeres hipécritas y poco escrupulosas, angustiadas ante la posibi- lidad de una solterfa que representa, ademas de una capitis dimi- nutio social, el seguro estado de la estrechez econdmica. Entre esas dos visiones, la de Scalabrini y la de Arlt, se debate la experiencia del cambio que afectaba a las costumbres privadas y publicas. Las hijas de don Goyo Sarrasqueta, personaje de la tira comica de Ca- ras y Caretas, no dejan de escandalizar a su padre con sus costum- bres entre las que figura la de frecuentar muchachos farristas aficio- nados a los copetines e, increiblemente, a la cocaina. Como sea, modelos de relaciones mds modernas son difundidos por las revis- tas y el cine: las mujeres deportistas, conductoras de automéviles, empleadas en trabajos no tradicionales, se convierten en un lugar transitado del imaginario colectivo, aunque se recorten contra las persistentes imagenes de la muchacha de barrio cuyo horizonte se reduce al casamiento y la crianza. En el campo de Ja cultura esta trama compleja de cambio y persistencia puede leerse en las bio- grafias de escritoras, de Alfonsina a Victoria Ocampo, dos modelos segiin los que se produce la lucha no sélo por ocupar lugares equivalentes a ios de los hombres, sino por lograr que se acepte una moral privada igualitaria, La fundacion y direccién de la revis- ta Sur marca un punto de inflexién en este proceso: Victoria Ocampo es Ja primera mujer que toma una iniciativa cultural-insti- tucional que afecta destinos intelectuales masculinos,!® 18 Los programas de la modernidad conviven, aun en las elites, con la persis- tencia de viejos juicios sobre la sexualidad y la mujer. Una carta anonima que, de todos modos, Girondo consider digna de conservarse, se encuentra en el archivo del biblidfilo Washington Pereyra y puede leerse, parcialmente, en la revista Xul, ne6, citada por Néstor Perlongher. El erotismo de la poesia de Gi- rondo entra en didlogo con una pornograiia prostibularia donde la mujer ob- jeto sexual ocupa el primer plano del 0. En el mismo archivo encontré una carta del escultor Riganelli a Giz nio 24 de 1924) donde se mues- tra uno de los estados de la cuestion homosexual: “Después que usted se fue he salido para confirmar ciertas sospechas respecto al individuo del que hemos estado hablando y me han dicho que es un hermafrodita, jlmaginese la gracia que me hace de que este individuo frecuente mi casa! para que me tomen por el mismo individuo; ruego a usted se legue hasta mi casa para aconsejarme lo que debo hacer, estoy que no veo de rabi 24 “Vamos hacia Ia pureza de Ifnea, al verdadero valor de los volimenes, a la geometria aplicada. La riqueza de la madera es una finalidad pura en la construccién. Se busca la comodidad y por sobre todo un ambiente didfano y claro que nos permita respirar y coordinar nuestras ideas en lugares propicios.” “Queremos ensefiar a amueblar la cocina y tenemos alguna autoridad para ello: cuando construimos la iltima gran vivienda colectiva del Ho- gar Obrero en la esquina de Alvarez Thomas y El Cano, ya hartos de ver entrar en nuestras lindas y claras cocinas el ro{do mobiliario, esas mesas cargadas de afios y desaseo, después de ver entrar en ellas tantos elemen- tos impropios nos dijimos: en la tercera casa colectiva aplicaremos a las cocinas un mobiliario suficientemente adecuado para todas las necesi- dades del hogar; y pusimos en ellas repisas, ganchos metélicos, filtros, mesas de mérmol, en una palabra, una instalacion completa, para que nadie pudiera introducir en ellas muebles de ninguna clase.”19 La casa familiar es indicador no solo del gusto sino también de jas costumbres: ya en 1928, hay signos de que el publico ampliado de las revistas de gran tiraje puede aceptar, aunque solo sea imaginariamente, interiores decorados con cuadros que evocan el cubismo y muebles bajos de lineas geométricas, Estos interiores proponen lugares de trabajo femenino que no incorporan los instrumentos de sus tareas tradicionales, sino pequefios escritorios, lamparas de lectura, bibliotecas suspendidas, una radio y un biom- bo decorado segtin el gusto moderno con motivos abstractos.20 Sin duda, lo que se acepta como dato en los bienes y mensajes sim- bélicos no se incorpora de inmediato al disefio y las modalidades de lo cotidiano. Sin embargo, seria diffcil demostrar que esta ac- tualizacion simbdlica no marca al pablico sobre el que esta operan- do a diario. La voluntad pedag6gica de Nicolas Repetto, cuando describe su * La primera cita es de un articulo no firmado, “La arquitectura y el mue- ble”, Martin Fierro, ne 30-31. Esta revista y los primeros nameros de Sur se caracterizan por la defensa de la modernidad en el disefio, la arquitectura y el urbanismo. Es sabido que para Victoria Ocampo se diseiié y construyé 1a pri- mera casa moderna de Buenos Aires. La segunda cita, que reproduce palabras de Nicolés Repetto, esté incorporada a la conferencia sobre “Arquitectura en Ja Argentina moderna” de Pancho Liernur, publicada en Materiales, ne 2, Bue- nos Aires, La Escuelita, 1982. En ese mismo namero esté el trabajo de Jorge Sarquis, “Arquitectura y vanguardia literaria’’. Tanto Sarquis como Liernur y el equipo de historia de la arquitectura, hoy en la Facultad de Arquitectura y Urbanismo, exponen hipétesis extremadamente sugerentes sobre el lugar y las funciones de la modernidad arquitectnica en la cultura argentina de los afios veinte y treinta 20 Véase, por ejemplo, Caras y Caretas, ne 1568, octubre de 1928. 25 ideal de cocina para los futuros edificios que construira la coopera- tiva de El Hogar Obrero, se alia con las tendencias hacia la vida sana y el higienismo?! que forman parte también del horizonte de lo moderno tal como es presentado en sus dimensiones cotidianas y familiares; de allf emerge por lo demas una estética que, en varios puntos, se toca con la de las vanguardias. La tecnologia y el maqui- nismo reivindicados por los arquitectos Prebisch, Vautier y Wladi- miro Acosta representan, como lo demuestra Sarquis,?? una op- cién global: el estilo de la modernidad. El city-block imaginado por Wladimiro Acosta exacerba la busqueda de luz, sol y racionali- dad en el uso, proyectando un disefio habitacional-urbanistico irrealizable pero al mismo tiempo, necesario para el desarrollo esté- tico y proyectual del estilo moderno. Se trata de una purificacin de la ciudad, pensada como respuesta a los desarrollos cadticos ins- criptos en la historia de la ciudad real. Pero también puede leerse como expresién de la fuerte tension utépica que marca el momen- to de ingreso e imposicién de las vanguardias. Desde este punto de vista, parece significativo el conjunto de proyectos con que los estudiantes del taller del profesor René Karman responden al tema de ‘un diario’: todos eligen el lenguaje del racionalismo. Cuando la libertad de proyectar es, como en este caso, completa, la opcién por el programa moderno marcarfa la existencia de territorios ya ganados, en el nivel de lo simbdlico, aunque estas posiciones no se traduzcan inmediatamente en las construcciones efectivamente erigidas en Buenos Aires, ciudad que, de todos modos, puede exhi- bir en la década del treinta muestras eficaces del nuevo estilo en el cine Gran Rex y el edificio Kavanagh.?3 El nuevo paisaje urbano, la modernizacién de los medios de co- municaci6n, el impacto de estos procesos sobre las costumbres, son el marco y el punto de resistencia respecto del cual se articulan las respuestas producidas por los intelectuales. En el curso de muy pocos afios, éstos deben procesar, incluso en} ropia biografia, cambios que afectan relaciones tradicionales, TOrmas de hacer y 21 Véase, por ejemplo, Hugo Vezzetti, “Viva cien afios: algunas consideracio- nes sobre familia y matrimonio en Argentina”, en Punto de Vista, no 27, agos- to de 1986, 22 Véase “E] momento de la modernidad; 1920-1945”, cit. También el traba- jo de Marcelo Gizzarelli, “La arquitectura racionalista; la obra de Prebisch y Acosta”, Buenos Aires, Facultad de Arquitectura y Urbanismo, 1986. 23 Véase al respecto el trabajo de Sarquis ya citado, donde se incorporan los proyectos de los estudiantes. 26 difundir cultura, estilos de comportamiento, modalidades de con- sagracion, funcionamiento de instituciones. Como era previsible, las revistas son un instrumento privilegiado de intervencion en el nuevo escenario. Grandes lineas de la cultura argentina se presen- tan e imponen en las revistas de los afios veinte y treint: Igunas de ellas vinculadas a las editoriales de ‘libros baratos’, o| como portavoces de las rupturas estéticas 0 como plataformas de consoli- dacién de los programas renovadores. La incidencia de estas publi- caciones en las transformaciones culturales no puede ser medida solo en términos de ejemplares vendidos (aunque los 14.000 que declara Martin Fierro en algan momento, incluso si se redujera la cifra en un cincuenta por ciento, no son despreciables), sino de re- percusiones en el campo intelectual que luego desbordan y se refractan en el espacio del publico y las instituciones, sin duda con una temporalidad e intensidad diferentes. En las revistas se proce- san todos los tépicos y se definen los obstdculos que enfrentan los movimientos de renovacién o democratizacion de la cultura argen- tina. Ellas disefian estrategias y allf se definen las formas de coexis- tencia o conflicto entre diferentes fracciones del campo cultural. En este libro se estudiard una publicacién del espectro renovador y otra de la formacion de la izquierda revolucionaria, pero tanto Proa como Contra deben considerarse en el espacio abierto y gana- do por una veintena de publicaciones de regular permanencia. Al- gunas de las invenciones estéticas del perfodo pasaron por las revis- tas: desde el criollismo urbano de vanguardia, que difunde Martin Fierro, a la fusién de revoluci6n estética y revolucién politica que esgrime Contra. En el medio, Claridad y Los Pensadores proponen un discurso basado en traducciones que tiene como efecto la de- mocratizacion, por la difusion masiva, de la cultura europea pro- gresista en el marco rioplatense. Las polémicas y enfrentamientos estan en las revistas: desde el conflicto, procesado de las maneras més diversas, entre intelectuales de origen tradicional e intelectua- les recién Hegados, de origen inmigratorio, hasta el debate sobre el lugar del arte y la cultura en la sociedad, la relaci6n, afirmativa o negativa, con los gustos del puiblico y la funcionalidad o afunciona- lidad del arte respecto de las ideologias y la politica. Después de la conmoci6n estética de los veinte, Claridad por un lado y Sur por el otro, son las versiones pedagogicas de los procesos iniciados en la década anterior. Conflictos sociales extienden su fantasma sobre los debates culturales y estéticos. La cuestion de la lengua (quiénes hablan y escriben un castellano ‘aceptable’); de las traducciones (quiénes estén autorizados y por cudles motivos a traducir); del cosmopoli- tismo (cudl es el internacionalismo legitimo y cudl una perversion 27 de tendencias que falsamente se reivindican universales); del crio- llismo (cudles formas responden a la nueva estética y cudles a las desviaciones pintoresquistas 0 folkloricas); de la politica (qué po- sicion del arte frente a las grandes transformaciones, cual es la fun- cién del intelectual, qué significa la responsabilidad pablica de los escritores) son algunos de los tépicos presentes en el debate. Tras ellos, y ya entrada la década del treinta, las inevitables preguntas sobre la Argentina: cOmo se traicionaron las promesas fundadoras, cual es el origen y la naturaleza del mal que nos afecta y, en todo caso, si se trata de un fracaso basado en limites internos o resulta de una operacién planeada mas alla de nuestras fronteras, en los grandes centros imperiales. El mundo y la vida de los intelectuales cambia aceleradamente en los afios veinte y treinta: al proceso de profesionalizacién inicia- do en las dos primeras décadas de este siglo, sigue un curso de especificacion de las practicas y de diferenciacién de fracciones. Los intelectuales ocupan un espacio que ya es propio y donde los conflictos sociales aparecen regulados, refractados, desplazados, fi- gurados. ‘te define un sistema de fundamentos: ‘lo nuevo’ co- mo valor mOnico, o ‘la revolucién’ que se convierte en garantia de futuro y en reordenadora simbdlica de las relaciones presentes. La ciudad misma es objeto del debate ideolégico-estético: se cele- bra y se denuncia la modernizacién, se busca en el pasado un espacio perdido o se encuentra en la dimensién internacional una escena mds espectacular. La presion de las transformaciones urbanas puede también leerse en el elenco de respuestas que estas cuestiones suscitaron. No intento hacer un inventario completo de las reacciones intelec- tuales sino mostrar algunos fragmentos de nuestra modernidad periférica. La densidad semantica del periodo trama elementos contradictorios que no terminan de unificarse en una linea hege- monica. En efecto, una hip6tesis que intentaré demostrar se refiere a la cultura argentina como cultura de mezcla, donde coexisten elementos defensivos y residuales junto a los programas renovado- res; rasgos culturales de la formacién criolla al mismo tiempo que un proceso descomunal de importacion de bienes, discursos y prac- ticas simbélicas. El impulso de la suma caracteriza tanto a Martin Fierro como al proyecto pedagdégico de “Claridad” o la moderniza- cién elegante de Sur. La mezcla es uno de los rasgos menos transi- torios de la cultura argentina: su forma ya ‘clasica’ de respuesta y reacondicionamiento. Lo que un historiador de la arquitectura llama “‘la versatilidad y la permeabilidad”?4 de la cultura portefia, 24 Alberto Sato, Introduccién al debate sobre la modernidad latinoamericana, Facultad de Arquitectura y Urbanismo, UCV, Carac: 984, p. 28. 28 me parece un principio global para definir estrategias ideologicas y estéticas, El sistema de respuestas culturales producido en estos afios sera influyente por lo menos hasta la década del cincuenta. Se trata de un periodo de incertidumbres pero también de seguridades muy fuertes, de relecturas del pasado y de utopias, donde la representa- cién del futuro y la de la historia chocan en los textos y las polé- micas. La cultura de Buenos Aires estaba tensionada por ‘lo nuevo’, aunque también se lamentara el curso irreparable de los cambios. De las imagenes de Xula los ensuefios de la arquitectura moderna, una transformacién se habia puesto en marcha. En la izquierda del campo intelectual los desechos que estos procesos van dejando en- cuentran su voz. La modernidad es un escenario de pérdida pero también de fantasias reparadoras. El futuro era hoy. 29 Capitulo II RESPUESTAS, INVENCIONES Y DESPLAZAMIENTOS Transformaciones urbanas y utopias rurales “El observador autoconsciente: el hombre que no sdlo mira la tierra sino que es consciente de hacerlo, como experiencia en si misma, y que ha preparado modelos sociales y analogias pro- venientes de otros ambitos para apoyar y justifi- car la experiencia. Tal es la figura que necesita- mos: no un tipo de naturaleza sino un tipo de hombre.” Raymond Williams, The Country and the City. Cuando cambios acelerados en la sociedad suscitan sentimientos de incertidumbre, muchas veces no del todo verbalizados o resistentes a integrar discursos explicitos; cuando, por otra parte, esos cam- bios coinciden con la infancia o la adolescencia y afectan no solo a actores y practicas ya constituidos sino a los restos que la memoria conserva; frente a transformaciones que alteran relaciones sociales y econémicas, pero también perfiles urbanos, los planos y las pers- pectivas del paisaje, las topografias naturales, la cultura suele ela- borar estrategias simbdlicas y de representacion que, convertidas en tépico, han merecido el nombre de ‘edad dorada’. Un viejo orden recordado o fantaseado es reconstruido por la memoria co- mo pasado. Contra este horizonte se coloca y se evalta el presente. Esta configuracion ideolégico-cultural emerge de una particular ‘estructura de sentimiento’,! que articula reacciones y experiencias * Raymond Williams, The Country and the City, Oxford University Press, Nueva York, 1973, p. 35. 31 nostalgia, transformacion, recuerdo, lamento, son for- mas y actitudes que una sociedad, o un sector de ella, adopta fren- te a un pasado cuya desaparicion es vivida como irremediable. La idealizacion organiza estas reacciones; se idealiza un orden pasado al que se atribuye los rasgos de una sociedad més integrada, orgdni- ca, justa y solidaria. Las relaciones mediatizadas propias de una sociedad moderna, sea en el mercado de trabajo, en las formas de la produccién, en las nuevas instituciones politicas, en las practicas cotidianas que afec- tan lo publico y lo privado, la vida diaria, la sexualidad y los afectos, colocan a lo desconocido en medio de lo conocido, transforman Ambitos antes familiares y gobernables, descentran sistemas de re- laciones que parecian estabilizados desde y para siempre. La mo- dernidad avanza sobre el escenario urbano, al que modifica espec- tacularmente, pero también deja huellas en el campo. El topico de la ‘edad dorada’ es la configuracion literaria de la estructura ideolégico-afectiva que emerge de las desazones causadas por lo nuevo: restituye en el plano de lo simbélico un orden que se esti- ma mas justo, aunque nunca haya existido objetivamente y sea, mas bien, una respuesta al cambio antes que una memoria del pasa- do. Por eso la ‘edad dorada’ no es una reconstrucci6n realista ni historica, sino una pauta que, ubicada en el pasado, es bésicamente acronica y atopica: de algin modo, una utopia, en cuyo tejido se mezclan deseos, proyectos y, sin duda, también recuerdos colecti- vos. La ‘edad dorada’ campesina es una reconstruccion imaginativa del pasado. Pero puede ser cotejada con la realidad efectiva tanto del presente como del pasado cuya desaparicion se lamenta. Si es cierto que el topico emerge cuando un orden esta en proceso de ser reemplazado por otro, no se limita a evocar el pasado con nos- talgia o proponerlo como espacio mds ordenado, justo y deseable, sino que plantea, implicita o explicitamente, un conflicto con los valores que rigen el orden presente. Desde este punto de vista, una version fantastica o idealizada del pasado es critica respecto del nuevo orden y de los cambios que impuso. Por lo general se lamen- ta de que se reduzcan las relaciones entre los hombres a decisiones respecto del dinero o la carrera del mérito y la eficiencia; se propo- ne frente una economia crecientemente regida por pautas anoni- mas y despersonalizadas una sociedad donde los sujetos, en parti- cular e individualmente, tenfan asignados para siempre sus lugares; frente al atomismo egoista, un sistema jeraérquico y organico. Williams observa que la ‘edad dorada’, aunque desde una perspecti- va regresiva, impugna el capitalismo y las condiciones m4s o menos brutales de su implantaci6on: 32 “Estas celebraciones de un orden feudal o aristocrético (...) han sido muy utilizadas retrospectivamente, como critica del capitalismo. Al subrayar los deberes, la caridad, la actitud de puertas abiertas frente al necesitado, se compara, en una tendencia conocida de radicalismo re- trospectivo, con el impulso capitalista, la reduccién utilitaria de todas Jas relaciones sociales a un orden dinerario.”2 Esta critica apela a formas que son, en lo fundamental, restituti- vas. Se trata de una manifestacion y un sfntoma del malestar fren- te al cambio y no de una propuesta para radicalizarlo, dirigirlo u orientarlo hacia otras direcciones. Como tdpico, la ‘edad dorada’ es especialmente permeable a las operaciones de una ideologia con- servadora, aunque también el pensamiento revolucionario ha dise- fiado utopias situadas en el pasado, anteriores a las relaciones pri- vadas de propiedad. Producto de una estructura afectivo-ideologica contradictoria por sus mismas condiciones de emergencia, el topi- co expresa la nostalgia frente a un orden mas armGnico, sin propo- ner la alternativa de un orden nuevo. Cuando es literariamente exitoso, el topico no se convierte sélo en apologia de un sistema de propiedad 0 de cierto tipo de relacio- nes sociales, sino en una configuracion de nexos morales, afectivos e intelectuales que se presentan como més dignos y humanos. En el interior del topico se produce una peculiar transaccién o un combate de valores pertenecientes a dos grandes espacios mas sim- bolicos que reales: el ‘campo’ y la ‘ciudad’, figurados como oposi- cién a la que corresponden géneros discursivos (la pastoral frente al realismo costumbrista urbano, por ejemplo). La ‘edad dorada’ se ubica en el primer escenario, aun cuando no adopte todas las estrategias textuales de la pastoral. En el caso de Don Segundo Sombra, 1a pastoral barbara recurre también al saber literario de la modernidad simbolista y postsimbolista. Esta pastoral ‘moderna’ se desarrolla en una campafia a la que, en hueco, se le contrapone una ciudad peligrosa y desconocida, que los reseros bordean pero no penetran. En uno de los dos esce- narios estén los valores que el topico organiza en el eje positivo, por lo general sin oposiciones irresolubles. El conflicto, precisa- mente, caracteriza al otro escenario. Una seguridad fundante es propia del primero; una inseguridad constitutiva marca al segundo. En el ‘campo’, las relaciones entre los hombres poseen una trascen- dencia que da raz6n de las decisiones, no regidas por la voluntad de los actores sino por una Jey que es al mismo tiempo perdurable y compartida. En este escenario rural los ritmos del trabajo, el ocio, 2 [bid., p. 35. 33 la produccién y la reproduccién de la vida, la cuntinuidad entre ge- neraciones estan como adheridos a la naturaleza. En un proceso de modernizacion cuya dindmica es urbana, las relaciones tradicionales son afectadas por nuevas regulaciones. La vuelta al campo pareciera garantizar que lo conocido y experimen- tado, cuya base son las costumbres legitimadas en razones mas trascendentes que los intereses individuales enfrentados. recuperan un lugar y una vigencia. No es sorprendente que esta valorizacion del pasado tenga como promotores a intelectuales de origen rural: ms bien seria extrafio que sucediera lo contrario. El origen de es- tos intelectuales suele vincularlos a los instauradores del orden evocado en la pastoral y no, claro est4, a los grupos que fueron su soporte y padecicron sus muy concretas imposiciones, La escena de la pastoral no es una completa invencién, sino mas bien un conjunto de trasposiciones imaginativas. Fue ‘vista’ y es in- ventada por individuos que observan la naturaleza de manera culta y no instrumental: hombres con tiempo para mirar y conscentesde su mirada. Raymond Williams afirma, creo que correctamente, que el paisaje es un producto de la mirada.3 Podrfa asegurarse que el paisaje es una construccién de la experiencia distanciada, que responde a un régimen anti-utilitario. En un sentido, el paisaje es una produccion opuesta al trabajo, que organiza la naturaleza con objetivos distintos de los del trabajo. El paisaje pertenece al mun- do de convenciones de la estética.4 EI paisaje tiene una importancia fundamental en las utopias ru- rales de las primeras décadas del siglo XX, justamente porque pare- ce una alternativa frente a la ciudad surgida de las practicas urba- nisticas, tecnologicas y laborales, que son la anti-naturaleza por excelencia. La oposicién mds aguda es paisaje ‘natural’ y paisaje “tecnologico’, cuya marca es evidente en los textos de Roberto Arlt. La mirada produce al paisaje y a sus habitantes. En la utopia ru- ral no se observa la escisién (caracteristica de la novela moderna) entre hombre y naturaleza, naturaleza y sociedad, hombre y socie- dad. Precisamente uno de los componentes utdpicos concierne al borramiento de esas escisiones dramaticas: ms atin, la utopia se articula en contra de las ideologfas de representacién que ponen a 3 Bid., p.126. 4 “£] aporte original de la actitud estética es hacer aparecer claramente la de- limitacion de campos seménticos, que esta latente en la realidad de la praxis cotidiana, y hacer acceder estos campos seménticos al nivel de la formulacion en tanto universos particulares autosuficientes, y darles la forma terminada de una perfeccion que los convertird en modelos”, escribe Hans Robert Jauss en “La douceur du foyer”, Pour une esthétique de la réception, Gallimard, Paris, 1978, p. 280. 34 esos conflictos en su centro. Por eso, las actividades de ensefianza y aprendizaje, la acumulacion de saberes, son tan exitosas en Don Segundo Sombra: ausentes de la relacion entre actores y de éstos con el marco social o natural, las escisiones desaparecen también de la dimensi6n subjetiva. Exenta de problematicidad, desde este punto de vista la utopia requiere personajes reconciliados. Todo el conflicto estd afuera, en los dmbitos cuyas contradicciones reales ja utopia repara en el nivel simb6lico, proponiendo modelos frente a una sociedad irrespetuosa de viejas relaciones. Por eso, precisa- mente, se escriben utopias: son la prueba y la manifestaci6n, con- trario sensu, de esos conflictos. La nueva sociedad regula y produ- ce la utopia desde afuera de la narracién ut6pica. Si la sociedad presente estd en uno de los extremos de la utopia; si, en verdad, la utopfa inventa su relato para producir la imagen de una contrasociedad pretérita (eventualmente también futura); si, instaldndose en el pasado, la utopta critica, refuta, condena el presente, entonces, para descubrir lo que la utopfa pone en el hue- co de sus ensofiaciones o sus nostalgias, la lectura debe incorporar precisamente aquello que la narracién finge pasar por alto: la so- ciedad presente. ;Cual es, en el caso de Don Segundo Sombra? Para responder a la pregunta, es necesario precisar cuando trans- curre la acci6n de la novela,-con qué mundo referencial (y con qué cronologia) trabaja esta narracién de aprendizaje: son, verosimil- mente, los materiales, recuerdos, experiencias, afectos, fantas{as, deseos de la adolescencia de Giiraldes 0, para decirlo de otro mo- do, se tratarfa de una nueva historia de Raucho. Publicado en 1926, cuando Gitiraldes tiene cuarenta afios, es un relato del fin de la infancia, la adolescencia y el ingreso temprano en la juventud: Fabio tiene catorce afios en el comienzo y poco mas de veinte cuando, en el final, se separa de Sombra y empieza su segunda vida como patron de estancia gaucho. Si el personaje de Fabio tuviera la misma edad que Giiiraldes, la campafia que recorre es la de co- mienzos de siglo. Giliraldes tiene catorce aftos exactamente en 1900. También podria pensarse que se trata de un escritor que inventa una cronologia separada dé su propia biografia y cuenta una histo- tia de aprendizaje como si ésta ocurriera en 1919 6 1926, Final- mente, una tercera hipétesis que me parece tan improbable como la anterior: que la cronologfa ficcional sea un pasado respecto de la cronologia biografica: esto es, que Don Segundo Sombra trans- curriera antes de 1890-1900. Desecho esta hipétesis, porque ha- bria que demostrar que Giiiraldes prefirié, por algan motivo que no parece evidente, remitirse a recuerdos de otros, anteriores en una 0 dos décadas a su primer contacto con la campafia bonaeren- se, que debe ubicarse cuando su familia regresa de Europa, y él tie- 35 ne cinco afios.S Giiraldes, en carta a Guillermo de Torre de junio de 19256 afirma que “‘las andanzas de Raucho significan con bas- tante exactitud las mfas’’. La estancia es la de su familia, donde vi- vid, con interrupciones, hasta los 17 afios. Y trabaja el mismo con- junto de recuerdos en las dos novelas. Esas experiencias de la in- fancia y la adolescencia contrastan con las de la campafia bonae- rense de los afios veinte a la que Gitiraldes vuelve, después de sus viajes a Europa o de sus perfodos portefios. Borges, con la preci- sién que su poca simpatia por el texto le inspira, lo sitta correcta- mente en el tiempo: “La fabula transcurre en el norte de la provincia de Buenos Aires a fines del siglo XIX 0 a principios del XX; ya la chacra y el gringo estaban ahf, pero Gitiraldes los ignora.”? Interesa saber qué recuerda Giliraldes de esta estancia y del es- pacio que la rodeaba; por qué Gitiraldes recuerda lo que recuerda y por qué en este proceso de memoria y escritura realiza operaciones que traducen relaciones econdmicas y topograficas, sociales y cul- turales en la clave de un reordenamiento moral, cuyos valores son la interdependencia y la solidaridad.8 Interesa, también, saber qué es lo que Gitiraldes no vefa y, a partir de este no ver, construfa el escenario de una edad dorada. En la novela se representa un mundo atin no sacudido por los procesos de modernizacién agraria que ya por entonces (suponga- mos, por lo dicho, después de 1900) eran evidentes y profundos. Escribe Jorge Sabato: “Entre la ditima década del siglo XIX y la primera del siglo XX se fue armando en la region pampeana un modelo econémico de produccién que combinaba la agricultura y la ganaderfa, amortiguando riesgos, pero que funcionaba a través de un sistema de empresas y no de una sola (...) Una combinacién bastante original de por lo menos tres elementos: la estancia ganadera, la chacra agricola en arrendamiento y la mano de obra temporaria para la agricultura.”? Nota biografica de Obras completas, Emecé, Buenos Aires, 1985, p. 35. Ricardo Giliraldes, Obras completas, cit., pp. 25-36. Jorge Luis Borges, Sur, n° 235, julio-agosto 1955, pp. 88-9. “La funcién del mito pastoral, clasico o biblico, reside en convertir la eco- nomfa simple del pastor en una moral de ia interdependencia del hombre res- pecto del hombre y del hombre frente a la naturaleza”, afirma Daniel Stem- pel, “The economics of the literary text”, Bucknell Review, vol. XXVIII, ne 2, 1983, p. 115. 2 Jorge Sabato, La pampa prédiga: claves de una frustraci6n, CISEA, Buenos Aires, 1981, p. 71. 36 5 6 1 8 La exportacién de ganado, producido en las tierras mejores por su ubicacién y su rendimiento, exigfa, segiin estandares internacio- nales, la cruza con razas inglesas. Si en 1895, el 50 por ciento de los vacunos de la provincia de Buenos Aires era ganado criollo, en 1908, ese porcentaje desciende vertiginosamente al 8,7, para llegar, en 1914, al 3,5. Esto permite imaginar que en un rodeo (como los representados en Don Segundo Sombra), hacia principios de siglo, sdlo 20 6 30 de cada 100 animales seguian perteneciendo a esa es- pecie alta, guampuda y agresiva que la novela pone permanente- mente en escena. Las alteraciones en la ganaderia (sigo a Sabato en este punto) imponfan el empleo de pasturas artificiales y ello dio lugar a la combinacion de distinto tipo de explotaciones agricolas y ganade- ras, La expansion de tal modalidad combinada, segin sistemas de rotacién en periodos no superiores a cuatro afios produce transfor- maciones aceleradas: las de la campafia bonaerense fueron mis ré- pidas, en este periodo, que las de la norteamericana y canadiense, en lo que se refiere a producci6n conjunta.!0 EI sistema funcionaba mediante el arrendamiento temporario de parcelas de entre 60 y 200 hectareas que, al finalizar el contrato, eran devueltas al terrateniente ganadero sembradas de alfalfa, En- tre 1895 y 1908, se triplica la superficie de la provincia de Buenos Aires dedicada a este sistema, justamente porque resultaba benefi- cioso tanto para ganaderos como para chacareros arrendatarios.!1 La consecuencia de estos cambios puede verse en que la cultura ru- tal relativamente homogénea de las décadas anteriores.comienza a ser no una, sino por lo menos dos, en lo que influye él origen inmi- gratorio de las cuadrillas que entraban y salfan de ese mundo hasta 10 Thid., p. 74. 11 Dice Sabato: “El sistema productivo demostr6 que se podia acomodar con rapidez y cierta facilidad a cada cambio de condicién del entorno. Variando la composicin de los cultivos, dando sucesivamente mayor peso a la ganaderia oa la agricultura, era posible regularizar los ingresos anuales frente a las con- tingencias de corto plazo y adaptarse a las modificaciones del mercado en el mediano y largo plazo. La adaptabilidad de la organizacién socio-econémica era otro factor favorable. Ei nimero y extensidn de los arrendamientos podia variar con cierta facilidad, adecudndose a los movimientos de precios relativos entre agricultura y ganaderia. Asimismo, el uso masivo de mano de obra tem- poraria, si bien podia encarecer algunas tareas en un mercado escaso de traba- jo, servia para responder parcialmente a los riesgos de produccion y mercado. ‘Aunque no estaba en el propésito inmediato de los que promovieron su for- maci6n, el modelo subyacente de combinacion productiva demostraba una y otra vez su eficiencia para reducir los riesgos de ingresos y consolidar, implici- tamente, el complicado sistema de organizacién social que sin quererlo habia puesto en practica.” 37 hacia poco tiempo fundamentalmente criollo, Esto por si solo re- presenta una conmoci6n, de la que no se habla en Don Segundo Sombra, pero a la que se responde con la masiva unidad cultural postulada por la novela. Ya en 1895, habia en la provincia de Buenos Aires un 28,3 por ciento de extranjeros sobre el total de habitantes. Este porcentaje, bastante cercano al 34,3 de la ciudad capital, perturbaba la expe- tiencia de los criollos viejos que crefan recordar una campafia mas homogénea desde el punto de vista nacional y lingitfstico. Los ex- tranjeros son una presencia de la que la novela de Giiraldes no quiere ocuparse: alteraron el paisaje de la pampa antes homogénea- mente ganadera y también los sistemas culturales de sus pueblitos, sus almacenes, sus caminos y sus esquinas.!? Estas modificaciones econdmicas afectan el paisaje de manera decisiva. Junto con el aumento del parque de maquinaria agricola moderna,!3 otras decisiones de racionalidad productiva presiden estos cambios. Ese ganado flaco y guampudo que amenaza a los personajes de Don Segundo Sombra y que en una escena!4 hiere al caballo del narrador con las aspas, hacia comienzos de siglo ya era sistematicamente descornado, entre otras razones por la que expo- ne Cércano en 1902: caben mas animales por vagon de ferrocarril.15 Consecuencias miltiples de lo expuesto: la mano de obra criolla de la estancia ganadera se enfrentaba, durante lapsos del afio de labor, con mano de obra agricola, en general de origen inmigratorio. El campo que habia sido vivido como demograficamente homogéneo se iba convirtiendo en un espacio de cruce, donde competian los saberes y se desarrollaban los reflejos de desconfianza: las Hanuras habfan comenzado a albergar una sociedad de cultura mezclada. Y el paisaje también se convierte en doble: extensiones de hasta 200 hectdreas cultivadas, pampa ganadera, chacra temporaria y estancia permanente. Son cambios sociales, econdmicos y topograficos muy acelerados, que modifican la percepcién colectiva del espacio y la productividad estética de esa percepcion. Cambio tecnologico, cambio ecologico, cambios en las formas del trabajo rural, hipotetizables choques culturales contribuyen a 12 Manuel Bejarano, “Inmigracion y estructuras tradicionales”, en Los frag- mentos del poder, Jorge Alvarez, Buenos Aires, 1969. 13 Véase: Silcora Bearzotti de Nocetti, ‘El proceso de mecanizacién agricola en la Argentina. Sus principales etapas”. INTA, Buenos Aires, Documento de Trabajo ne 4. 14 Don Segundo Sombra, en Obras Completas, cit., cap. XVII, p. 433. 18 Citado por Horacio Giberti, Historia econdmica de la ganaderia argentina, Solar-Hachette, Buenos Aires, 1974, 2a. reim., p. 190. 38 una aceleracion traumAtica que influye en todos los sectores de la sociedad, no sélo en los que soportan las consecuencias negativas, sino también en los viejos miembros de la clase rural. Las transfor- maciones son importantes porque implican el pasaje de un mundo de seguridades a un espacio mds moderno, que es econdmicamente exitoso pero que, quiz4s por eso mismo, genera incertidumbres. Sobre todo si un escritor identifica ese mundo clausurado y preté- rito con el tiempo y el espacio de la infancia o la adolescencia, re- presentandolo, en la ficcién narrativa, intocado por las transforma- ciones. “Pero hoy el gaucho, vencido/galopando hacia el olvido,/ se perdid. Su triste anima en pena/se fue una noche serena,/y en la Cruz del Sur, clavado,/como despojo sagrado,/lo he yo.” Estos malos versos de El cencerro de cristal son el epilogo del Santos Ve- ga de Obligado. En la dltima linea, Giiraldes, que fecha el poema en su estancia “La Portefia” en 1915, afirma una relacién de pro- piedad con ese pasado que evocaré con el resero Sombra. La nostalgia tiene dos objetos: una edad perdida desde el punto de vista biografico; un mundo social que desaparecié. Ello define la perspectiva melancOlica pero feliz de Don Segundo Sombra. {Por qué esa combinacién de felicidad y nostalgia? La felicidad tiene que ver con el éxito del cruce narrativo propuesto por la no- vela. En efecto, una de las preguntas del texto, que Giiiraldes re- suelve positivamente, es si se puede ser al mismo tiempo guacho y gaucho, gaucho y estanciero, En el plano estético se plantea una disyuncién (y una sintesis) homéloga a la que se advierte en la bio- grafia intelectual de Giiraldes: si se puede ser criollo y simbolista o impresionista. Felicidad y nostalgia son, en parte, también responsables de la dimension moral de la novela. Noé Jitrik afirmé que lo escrito en Don Segundo Sombra es lo que la sociedad argentina queria escu- char. ,Qué se esperaba de un libro como éste? Trataré de imaginar, nuevamente, el impacto de la modernizacion urbana y rural en las subjetividades. Frente al mundo relativamente integrado de la in- fancia de Gitiraldes, aparece una sociedad llena de engafios y de- cepciones. En la dimensién biografica, esta la soledad del escritor ‘incomprendido’; la imposibilidad de comunicarse con un medio que juzga filisteo; el fracaso de Xamaica y Raucho; el deslumbra- miento europeo junto a la necesidad de volver a la Argentina y traer Europa al Rfo de la Plata. Giiiraldes, antes de Don Segundo Som- bra, no habia escrito sino fracasos. Frente a todo esto, la comuni- catividad transparente e inmediata del mundo rural que recuerda la novela, pertenece a una ‘edad dorada’ donde el crecimiento, el aprendizaje y la comprensién eran posibles. El mundo de Don Se- gundo Sombra es una alternativa imaginaria a su biografia de escri- tor en las dos primeras décadas del siglo XX. 39 Pero Giiiraldes es también un criollo europeizado que, con el paso de los afios tiende a convertirse en un europeo acriollado, En el arco de estas transferencias y desplazamientos de valores y cuali- dades, la conservacién “‘como en un sagrario” del pasado criollo es fundamental para su estética y su identidad de escritor. Esta sensa- cién también dominaba en sectores de la sociedad argentina y del campo intelectual. A poco que se lean las profesiones de criollismo y nacionalismo cultural (que también implican a los yoceros de la vanguardia), se comprueba que la preocupacién sobre la identidad nacional, en una sociedad cambiante, no fue sdlo patrimonio del primer nacionalismo cultural. Para estos sectores, entonces, Don Segundo Sombra representaba una solucién optimista, de matriz nostdlgico-utépica.16 La dimensién ética de la novela puede leerse en esta clave. Las faenas rurales son episodios de competencia leal y colaboracién so- lidaria que transcurren en escenarios propicios para el ennobleci- miento de los hombres por el trabajo y la guapia. Un namero muy alto de destrezas se ensefian, se ostentan, se aprecian y se aprenden en este marco. El medio es diferente del urbano, por dos motivos: la continuidad en la adquisicion, trasmision y ejercicio del saber practico y la comunidad de experiencias y valores. También la se- cuencia armoénica de generaciones esta garantizada por un sistema de iniciacion y padrinazgo que tanto la inmigracién, en lo social, como las rupturas estéticas hacfan imposible en la ciudad, donde los cortes eran vividos como irreparables. En la estructura de sentimiento que se describe, Don Segundo Sombra tiene la ventaja adicional de presentar un personaje que es sintesis estético-ideologica de esa continuidad; la figura de un pa- dre maestro que, como la caracterizé Giiraldes y lo sefiala Jitrik, es gigantesca y misteriosa: “Era el tapao, el misterio, el hombre de pocas palabras que inspira en la pampa una admiracién interrogante.”27 16 Eduardo Romano caracterizé esta vision utdpica: “La invencién de la ar- monia. Este objetivo guia la obra literaria de Giliraldes, Es su manera de resol- ver y desear el mundo la que le impide comprender las contradicciones de Horacio Quiroga y sus desterrados. (...) En Don Segundo Sombra el imperati- yo arménico manda desde el comienzo, cuando nos aproxima al personaje: no hay soluciones de continuidad entre los términos de su ambiente (pueblos- quintas-campos) y el ‘puente viejo” asegura que esos vinculos se hunden en el pasado. Todo se abre a un ‘campo tranquilo’.” En: Andlisis de Don Segundo Sombra, CEAL, Buenos Aires, 1967, p. 31. Véase también: Elida Lois, “La reelaboracion del capitulo XI de Don Segundo Sombra: la mitificacion de la sciedad paternalista”, Filologia, afio XXI, 2, 1986. 17 06, cit., p. 58. 40

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