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J Gen Philos Sci (2012) 43:105-111


DOI 10.1007/s10838-012-9183-3

ARTÍCULO

Un alegato en favor de una epistemología histórica de la


investigación

Hans-Jo¨rg Rheinberger

Publicado en línea: 19 febrero 2012


© Springer Science+Business Media B.V. 2012

Resumen El artículo aborda el tema de lo que podría significar hoy una filosofía general
de la ciencia desde la perspectiva de una epistemología histórica. En consecuencia, en un
primer paso, se examina la noción de generalidad en las ciencias y su evolución a lo largo
del tiempo, sobre
el ejemplo de las ciencias de la vida. En la segunda parte, la urgencia de una filosofía
general de la ciencia se sitúa en la historia de la filosofía de la ciencia. Se destacan
especialmente dos intentos de principios del siglo XX: el de Karl Popper y el de Martin
Heidegger. Ambos se concentran, aunque de forma muy diferente, en el fenómeno de la
investigación como proceso abierto. Esta tendencia es aún más pronunciada en la versión
de Gaston Bachelard de una epistemología histórica, cuya obra se toma como punto de
referencia para una epistemología histórica general de la investigación. El artículo
concluye con un llamamiento a considerar, con Georges Canguilhem, la historia de las
ciencias como un laboratorio de epistemología.

Palabras clave Epistemología histórica - Investigación científica - Generalidad en


perspectiva histórica - Karl Popper y la investigación - Martin Heidegger y la investigación
- Gaston Bachelard y la investigación - Georges Canguilhem - La historia como laboratorio
de epistemología

¿Qué perspectivas hay para una filosofía general de la ciencia? Para empezar, me gustaría
situar provisionalmente la propia pregunta en un contexto cultural e histórico más amplio.
Si nos preguntamos si tenemos o deberíamos tener una filosofía de las actividades
culturales creativas distintas de las ciencias -por ejemplo, una filosofía general de la
literatura, el arte o la música-, la respuesta es negativa o, al menos, matizada. Lo que
observamos, en la tradición europea, es lo que suele denominarse "teorías" (en plural) de
estos ámbitos. En estos casos, el término "teoría" apunta a reflexiones sobre la literatura, el
13
arte y la música que no pertenecen directamente a su elaboración; y estas reflexiones
suelen ser no sólo más o menos sistemáticas, creando así un conjunto de preguntas
teóricas, sino también históricamente contextualizadas, situando así estas preguntas en una
perspectiva histórica. Curiosamente, y

H.-J. Rheinberger ( )
Instituto Max Planck de Historia de la Ciencia, Berlín, Alemania
e-mail: rheinbg@mpiwg-berlin.mpg.de

13
106 H.-J. Rheinberger

En cambio, lo que sí tenemos es una filosofía general de la religión -Religions-


philosophie, como se denomina en alemán.
¿Qué pensar de esta extraña alianza en la ambición a nivel filosófico entre ciencia y
religión, con exclusión de los otros ámbitos de la actividad cultural antes mencionados?
Aquí sólo se puede insinuar que hay algo más que una mera coincidencia afortunada en el
uso del lenguaje. Esta alianza en la ambición bien podría apuntar al hecho secular de que,
como legado de la Ilustración, las ciencias han reclamado -con mayor o menor éxito- el
lugar de la religión como depositarias de lo que debe asumirse y declararse como la
"verdad". Esta toma de poder, esta batalla histórica secular, que comenzó en el siglo XVII
y se prolongó desde finales del XVIII hasta el siglo XIX, ha tenido sus repercusiones en el
siglo XX y hasta nuestros días. Sin embargo, la situación, tal como se plantea hoy, ha
cambiado por completo: ya no es urgente que las ciencias desempeñen el papel de sustituto
de la religión, en el sentido de reclamar el lugar de su autoridad. Las ciencias se han
impuesto como una fuerza motriz de nuestras sociedades, sin la cual éstas ya no podrían
subsistir. Mediante su estrecha alianza con la tecnología, la posición de las ciencias se ha
atrincherado completamente en la totalidad de nuestro mundo-vida hasta el punto de que
hoy en día algunos filósofos de la ciencia incluso se ven tentados a confundir estos
términos y hablar de "tecnociencia" tout court como una característica de nuestro tiempo.1
No es éste el lugar para debatir las distintas posturas al respecto. La cuestión que aquí nos
ocupa es si el hecho de que las ciencias se hayan convertido en parte integrante de nuestra
forma moderna de vivir y de ser no significa también que ya no es urgentemente necesaria
una filosofía general de la ciencia centrada en la cuestión de la demarcación. ¿No
podríamos vivir felices hoy con "teorías" algo menos ambiciosas sobre las ciencias en el
sentido de reflexiones sobre su forma y contenido históricamente cambiantes, como las
que conocemos desde hace tiempo en otros ámbitos de la cultura: la literatura, el arte y la
música?

1 Historizar la generalidad

Plantear la cuestión de este modo significa historizarla. En este sentido, también podemos
preguntarnos, en aras de otro marco de comparación, cómo las propias ciencias utilizan y
pergeñan la etiqueta "general". Como ejemplo histórico, recurro a las ciencias de la vida.
A finales del siglo XX, el término "biología general" apareció en varios títulos de libros.
Hasta entonces no había tenido un uso tan destacado. ¿Qué había ocurrido? Por supuesto,
el siglo XIX había sido un siglo de especialización disciplinar, sobre todo en las ciencias
de la vida. A finales del siglo XVIII, el término "biología" -la ciencia de la vida- empezó a
utilizarse para designar un ámbito de investigación que iba a instalarse como ciencia sui
generis junto a la física y la química y a la par de ellas. Este campo de investigación se
dividió en especialidades, entre las que destacó la fisiología. No se trataba sólo de la
creciente necesidad de reunir todas estas especialidades bajo un mismo techo, de
agruparlas bajo la forma de lo que el protozoólogo Max Hartmann denominó "inducción
generalizadora" en su obra Allgemeine Biologie.2 en su Allgemeine Biologie de 1927 (una
inducción que consideraba característica de los procedimientos de la historia natural).
También era la sensación de que el campo había alcanzado un estado en el que las
características más básicas, más generales, de la vida ya no debían deducirse de una
generalización de observaciones en todo el campo, sino que podían abordarse por sí
mismas mediante experimentos - "inducción exacta" en la terminología del

1 Latour (1987), Ihde (2009). Véanse también los números especiales (2 y 3) de Perspectives on Science 13

13
Un alegato en favor de una epistemología histórica 107
de la investigación
(2005).
2 Hartmann (1927, 5-11).

13
108 H.-J. Rheinberger

Hartmann de nuevo. Hartmann vio cómo se producía esta transición en su propio campo
de especialización: la protozoología. Históricamente, ha adquirido un estatus dominante en
el campo de la experimentación de los fenómenos hereditarios. Por ello, no es casualidad
que William Bateson, quizá el genetista más prometedor de los primeros tiempos en Gran
Bretaña, ocupara una cátedra con la simple denominación de "Biología" en Cambridge, y
que la investigación genética en Alemania a principios del siglo XX se concentrara en un
Instituto Kaiser Wilhelm que también llevaba el simple nombre de "Biología". Aquí,
"biología" se utilizaba claramente como abreviatura de algo así como "biología general
experimental". Hacia mediados del siglo XX, la "biología molecular" vendría a sustituirla
en esta posición.
Este ejemplo no pretende prestarse a una comparación directa con el problema de una
filosofía general de la ciencia. No obstante, aporta dos lecciones que conviene tomar en
serio. En primer lugar, la situación histórica en la que se encuentra un campo del
conocimiento en un momento determinado puede ser decisiva para la urgencia de la
demanda de algo como una "biología general" -o una "filosofía general de la ciencia", para
el caso-. En segundo lugar, lo que significa ser "general" está sujeto a la historia y al
contexto. El cambio que se observa en el ejemplo de las ciencias de la vida -desde el
sentido de la necesidad de demarcación, pasando por la necesidad de sinopsis tras la
diferenciación, hasta la apertura de un ámbito de investigación propio que se ocuparía de
las propiedades más básicas de los objetos en cuestión- también podría ser relevante en lo
que respecta a la filosofía de la ciencia.

2 Una perspectiva histórica para la filosofía de la ciencia: Primera respuesta

Transpongamos provisionalmente este esquema de la historia de la ciencia a la historia de


la filosofía de la ciencia. Podría decirse que la demarcación de algo parecido a una
filosofía de la ciencia por derecho propio puede situarse a finales del siglo XVIII y en el
siglo XIX. Siguió y acompañó el auge de las ciencias y su usurpación del lugar de
poseedoras de la verdad. La enorme ramificación disciplinar de las ciencias a lo largo del
siglo XIX creó a su vez la necesidad de algo parecido a una filosofía general de la ciencia
en el sentido antes mencionado de sinopsis tras diferenciación. Se puede ver fácilmente
que la tendencia general de los grupos de filósofos de la ciencia de principios del siglo XX
(como el Círculo de Viena y la Escuela de Reichenbach, con su énfasis en la unidad de las
ciencias y, por tanto, del positivismo lógico en general) es obsesionarse con este tipo de
unificación.
¿Qué hay después? Puesto que no hay nada parecido a la "ciencia en general" que
pueda observarse en el mundo, ¿cómo podría ser el objeto de una filosofía general de la
ciencia posterior a la unidad de la ciencia? ¿Podemos identificar, como respuesta al
positivismo lógico, una etapa en la historia de la filosofía de la ciencia en la que practicar
una filosofía general de la ciencia significaría abrir un área de investigación en la que las
propiedades más básicas de las ciencias pasarían a ocupar un lugar central?
Sí que podemos. Si no me equivoco, la respuesta procede de dos tradiciones filosóficas
bastante diferentes.3 Una de ellas vino de "dentro", por así decirlo. En 1934, Karl Popper
publicó su Logik der Forschung (Lógica de la investigación), cuyo título en inglés es The
Logic of Sci- entific Discovery (Lógica de los descubrimientos científicos).4 Popper había
escrito este tratado a cambio y en oposición al Círculo de Viena en particular, y a una
visión inductiva de la producción de conocimiento científico en general. Fue

3 Para un análisis más exhaustivo, véase Rheinberger (2010).

13
Un alegato en favor de una epistemología histórica 109
dePopper
4 la investigación
(1934, 1959).

13
110 H.-J. Rheinberger

el proceso de investigación que él veía como la firma de las ciencias modernas y, en


consecuencia, como la característica básica de las ciencias que debían ser comprendidas
filosóficamente. Reconocía claramente que tal comprensión no podía proceder, como
hacía la tradición clásica de la Erkennt- nistheorie, de un concepto de experiencia
arraigado en las condiciones mentales de un sujeto conocedor, ni podía proceder, como
hacía el positivismo lógico, de sentencias experienciales, o Protokollsa¨tze. En su lugar,
propuso concebir el proceso de investigación como una actividad epistémica cuya
estructura pudiera caracterizarse lógicamente. Lo que Popper sugería así como objeto de
una filosofía general de la ciencia era la caracterización lógica del proceso dinámico
llamado investigación que impulsa a las ciencias permanentemente hacia nuevos ámbitos.
Sin embargo, Popper no renunció por completo al concepto de experiencia, sino que le dio
un giro particular. Podríamos decir que Popper recurrió al significado de la expresión
francesa expe'rience, que básicamente significa "experimento". La famosa frase siguiente
contiene el mensaje en pocas palabras: "Debe ser posible que un sistema científico
empírico sea refutado por la experiencia".5
Sin embargo, Popper pagó un alto precio por dotar a su sistema de un matiz deductivo.
Haber pagado este precio es históricamente comprensible: La de Popper era una posición
en combate con, ante todo, el inductivismo de Hans Reichenbach. El precio fue doble. En
primer lugar, Popper redujo básicamente el papel de la experimentación en el proceso de
investigación a una instancia de comprobación de hipótesis. Esto es lo que tenía que decir
sobre el experimentador: "El teórico plantea ciertas preguntas definidas al experimentador,
y éste, mediante sus experimentos , intenta obtener una respuesta decisiva a estas
preguntas, y a ninguna otra. Todas las demás preguntas se esfuerza por excluirlas".6 En
segundo lugar, Popper consideraba que su lógica del descubrimiento operaba
exclusivamente en lo que Reichenbach había denominado el contexto de la justificación.
Irónicamente, el contexto del descubrimiento era un terreno epistémicamente vedado para
la lógica de ese mismo proceso. El resultado fue una regla atemporal para un proceso cuya
esencia era extenderse y cambiar en el tiempo. Intentaré esbozar cómo ir más allá de estas
restricciones innecesarias cuando, al final de este ensayo, aborde la cuestión de cómo
habría que concebir el objeto de una epistemología histórica.

3 Una perspectiva histórica para la filosofía de la ciencia: Segunda respuesta

Pero antes, permítanme referirme brevemente a la segunda respuesta al positivismo lógico.


Provino de otra dirección -de "fuera", por así decirlo- y encontró su expresión más sucinta
en un ensayo escrito por Martin Heidegger en 1938 y publicado en su colección de
Holzwege en 1950. El ensayo se titula Die Zeit des Weltbildes.7 Sorprendentemente,
Heidegger se centra en el proceso de investigación, al igual que Popper, aunque da a su
caracterización un giro particular. Al principio de su ensayo, Heidegger declara: La
esencia de lo que hoy llamamos ciencia es la investigación".8 Y luego sigue preguntando y
respondiendo: "¿En qué consiste la esencia de la investigación? En el hecho de que el
conocer (das Erkennen) se establece como un procedimiento dentro de algún ámbito de lo
que es, en la naturaleza o en la historia. Procedimiento no significa aquí meramente
método o metodología, pues todo procedimiento requiere ya una esfera abierta en la que se
mueva. Y es precisamente la apertura de

5 Popper (1968, 41).


6 Popper (1968, 107).

13
Un alegato en favor de una epistemología histórica 111
deHeidegger
7 la investigación
(1950).
8 Heidegger (1977, 118).

13
112 H.-J. Rheinberger

tal ámbito que es el acontecimiento fundamental de la investigación".9 Según Heidegger,


en el momento en que el conocimiento de la naturaleza asume el carácter de investigación,
es decir, en los albores de nuestra era moderna -la era de la imagen del mundo-, el
experimento se instala como el modo básico en que se hace posible una apertura
permanente de esferas siempre nuevas, hasta entonces inéditas. Para Heidegger, este
carácter transgresor del experimento constituye el núcleo de las ciencias modernas, su
potencial autocreativo y su peligro. Heidegger lo resume de la siguiente manera: La
metodología a través de la cual se consultan esferas objetuales individuales -el
experimento- no se limita a acumular resultados. Más bien, con la ayuda de sus resultados
se adapta (richtet sich ein) a un nuevo procedimiento. En el complejo de la maquinaria que
la física necesita para llevar a cabo la destrucción del átomo, se esconde toda la física
hasta ahora".10 Lo que Heidegger señala aquí es que las ciencias modernas, aunque
cambian -y a veces radicalmente- sus procedimientos, no dejan de construir cada nueva
etapa sobre una ya existente. Son continuas y discontinuas a la vez, constituyendo así un
tipo peculiar de historicidad.

4 Filosofía de la investigación

Vemos así que las filosofías de la ciencia de Popper y Heidegger se centran ambas en la
investigación como sustrato común y vinculante de las ciencias modernas. Sin embargo, la
forma en que describen y conceptualizan el proceso es característicamente diferente. Para
la primera, el experimento es una instancia de comprobación, y la fuerza motriz del
proceso consiste en la elaboración de hipótesis siempre nuevas sobre las que el
epistemólogo no tiene nada que decir, ya que la parte de la ciencia en la que esto sucede, el
contexto del descubrimiento, queda relegada a la psicología. Para esta última, el
experimento es el motor mismo de la investigación, y no existe distinción entre los
contextos de descubrimiento, por un lado, y de justificación, por otro. Para Heidegger, el
fondo de la justificación, si es que se puede hablar aquí de justificación en este sentido,
reside en la técnica como el terreno sobre el que se construyeron desde su origen y sobre el
que se desarrollaron las ciencias modernas.
A quienes, como filósofos de la ciencia, optaron por centrarse en el proceso de
investigación como esencia de las ciencias, no se les escapaba que se enfrentaban a una
empresa históricamente cambiante. La naturaleza de ese cambio seguiría debatiéndose a lo
largo del siglo XX. Entre los contemporáneos de Popper y Heidegger, fue el filósofo de la
ciencia francés Gaston Bachelard quien más insistió en la historicidad intrínseca del
proceso científico de adquisición de conocimientos. Su posición se conocería bajo la
denominación de "epistemología histórica". En la parte final de su libro Le nouvel esprit
scientifique, publicado en 193411-el mismo año que Logik der Forschung de Popper-,
Bachelard resume: Ahora bien, el espíritu científico es esencialmente una manera de
rectificar el conocimiento, una manera de ampliar el horizonte de lo conocido. Sentado en
juicio, condena su pasado histórico. Su estructura es la conciencia de sus errores
históricos. Para la ciencia, la verdad no es otra cosa que un correctivo histórico de un error
persistente, y la experiencia es un correctivo de las ilusiones comunes y primarias". Y
continúa: La vida intelectual de la ciencia depende dialécticamente de este diferencial de la
experiencia.

9 Heidegger (1977, 118).

13
Un alegato en favor de una epistemología histórica 113
deHeidegger
10la investigación
(1977, 124).
11 Bachelard (1984).

13
114 H.-J. Rheinberger

el conocimiento en la frontera de lo desconocido".12 Bachelard fue uno de los primeros en


insistir en que esa "rectificación histórica" se produce a lo largo de "rupturas
epistemológicas", concepto que desarrolló en otro de sus primeros libros, La formation de
l'esprit scientifique.13 Estas rupturas adoptan generalmente formas imprevisibles. No
pueden describirse en forma de una "lógica" intemporal de transiciones y, sin embargo,
son los productos intrínsecos e inmanentes del proceso de investigación, un proceso de
trascendencia inmanente, por así decirlo. En uno de sus últimos trabajos epistemológicos,
Bachelard concluye así: La historia de las ciencias debe aparecer, pues, como la más
irreversible de todas las historias".14

5 La Historia como laboratorio de epistemología

Si es cierto que la propia estructura del espíritu científico cambia, como decía Bachelard
de forma programática, esto es "otra forma de decir que el conocimiento tiene una
historia".15 y si la historia de los objetos de la ciencia crea trayectorias que son a la vez
recursivas y no pueden deducirse a priori, la historia de la ciencia se convierte, citando a
Georges Canguilhem, quien recurre aquí a su colega holandés Eduard Dijksterhuis, en un
"laboratorio epistemológico ".16 A partir de ahora, la historia de la ciencia y la filosofía de
la ciencia ya no deben considerarse como actividades independientes la una de la otra. No
tienen sentido la una sin la otra. Como dice Canguilhem en la introducción de sus Etudes
d'histoire et de phi- losophie des sciences: Sin referencia a una epistemología, una teoría
del conocimiento sería una meditación sobre el vacío, y sin relación con una historia de las
ciencias una epistemología sería una duplicación completamente superflua de la ciencia de
la que pretende hablar".17
Permítanme traducir esta afirmación adaptándola a la cuestión que aquí nos ocupa: Una
filosofía general de la ciencia depende críticamente de un conocimiento concreto y
detallado de los procedimientos reales de las ciencias, como depende críticamente de una
comprensión histórica concreta y detallada del desarrollo de estos procedimientos. En
resumen: una comprensión del proceso de investigación. Las ciencias cambian
constantemente y, por lo tanto, sus logros anteriores aparecen permanentemente bajo una
nueva luz. Por ejemplo, vemos la genética clásica bajo una luz diferente una vez que la
genética molecular está en su lugar, exactamente porque la toma de la genética molecular
en las cosas hereditarias no podía predecirse desde la genética clásica. Por lo tanto, una
filosofía general de las ciencias, que siguiendo a mis garantes franceses me tomo la
libertad de abordar como epistemología histórica o historia epistemológica según el
enfoque elegido, es en sí misma una tarea permanente e interminable. Una filosofía de la
ciencia, tomada como epistemología histórica, ya no está interesada en identificar las
esencias atemporales en las que se supone que consisten las ciencias. Como epistemología,
se distancia de las pretensiones ontológicas. Tiene un objeto -el proceso de investigación-,
pero uno que siempre ha estado destinado a cambiar de forma imprevisible en el pasado y
que seguirá haciéndolo en el futuro.

12 Bachelard (1984, 172).


13 Bachelard (1938).
14 Bachelard (1951, 27).
15 Bachelard (1984, 171).
16 Canguilhem (1977, 12-13), Dijksterhuis (1962, 163-190).

13
Un alegato en favor de una epistemología histórica 115
deCanguilhem
17la investigación
(2005, 200) [traducción modificada].

13
116 H.-J. Rheinberger

Lo que tengo en mente aquí no es algo que pueda lograr de una vez por todas un erudito
concreto mediante un esfuerzo particular. Es un esfuerzo colectivo y, como hemos visto,
uno que ha estado en marcha a lo largo del siglo XX, si bien de forma puntuada y no como
la corriente filosófica principal en ocasiones. Si sus fuerzas motrices en la primera mitad
del siglo XX vinieron predominantemente de la parte de filósofos de la ciencia interesados
históricamente, en las últimas décadas los nuevos impulsos vinieron más de la parte de
historiadores de la ciencia interesados epistemológicamente. Me abstengo de presentar
aquí su larga lista. Lo esencial por el momento es no dejar que los dos grupos se
distancien, sino unir sus fuerzas en ese esfuerzo continuo de y, por decirlo de nuevo en
palabras de Canguilhem, "indagar y dar a entender a en qué medida las nociones o
actitudes o métodos anticuados tuvieron éxito en su tiempo; y, por consiguiente, en qué
medida el pasado anticuado sigue siendo el pasado de una actividad para la que es
necesario conservar el término ''científico''".18 Cualesquiera que sean otros aspectos de la
ciencia como expresión cultural de la humanidad que puedan ser legítimamente analizados
y comprendidos en su especificidad, es la investigación la que permanecerá en su núcleo.

Referencias

Bachelard, G. (1938). La formation de l'esprit scientifique. París: Librairie philosophique J. Vrin.


Bachelard, G. (1951). L'activite' rationaliste de la physique contemporaine. Paris: Presses Universitaires de
Francia.
Bachelard, G. (1984). El nuevo espíritu científico [1934]. (A. Goldhammer, Trans.). Boston: Beacon Press.
Canguilhem, G. (1977). Roˆle de l'episte'mologie dans l'historiographie scientifique contemporaine. En: G.
Canghuilhem, Ide'ologie et rationalite' dans l'histoire des sciences de la vie (pp. 11-29). París: Librairie
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(Ed.),
Filosofía continental de la ciencia (pp. 198-207). Malden MA: Blackwell.
Dijksterhuis, E. J. (1962). Los orígenes de la mecánica clásica: De Aristóteles a Newton. En M. Clagett (Ed.),
Problemas críticos en la historia de la ciencia. Madison: University of Wisconsin Press.
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Vittorio Klostermann.
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Latour, B. (1987). La ciencia en acción. Cómo seguir a científicos e ingenieros a través de la sociedad.
Cambridge, MA: Harvard University Press.
Perspectivas de la Ciencia 13 (2005). Números especiales 2 y 3.
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Rheinberger, H.-J. (2010). Sobre la historización de la epistemología. An essay. Stanford: Stanford
University Press.

13
Un alegato en favor de una epistemología histórica 117
de la investigación
18 Canguilhem (2005, 201).

13

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