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INTRODUCCIÓN
La responsabilidad civil consiste en el deber de responder económicamente frente a otro por el daño que
injustamente se le ha ocasionado.
1. Antijuridicidad
2. Daño
3. Relación de causalidad
4. Factores de atribución
El juez, al fijar la indemnización, puede atenuarla si es equitativo en función del patrimonio del deudor, la situación
personal de la víctima y las circunstancias del hecho. Esta facultad no es aplicable en caso de dolo del
responsable.
Son inválidas las cláusulas que eximen o limitan la obligación de indemnizar cuando afectan derechos
indisponibles, atentan contra la buena fe, las buenas costumbres o leyes imperativas, o son abusivas. Son también
inválidas si liberan anticipadamente, en forma total o parcial, del daño sufrido por dolo del deudor o de las personas
por las cuales debe responder.
ANTIJURIDICIDAD
Toda conducta dañosa que afecte intereses jurídicos y que no posea una causa de justificación, es antijurídica.
El Derecho de Daños de nuestro tiempo no centra su atención en el obrar del responsable, sino en la lesión sufrida
por el damnificado.
Artículo 1717. Cualquier acción u omisión que causa un daño a otro es antijurídica si no está justificada.
Para que pueda originarse el fenómeno de la responsabilidad, se requiere del “hecho del hombre”, que llamamos
acto. El acto en consecuencia es el hecho efectuado por el hombre, y supone autoría, acción.
No quedarían comprendidos dentro del concepto de acción ni los actos en que una persona actúe como un objeto
inerte movida por una fuerza ajena que se torne irresistible, ni los actos reflejos y todos aquellos actos en los cuales
se pueda demostrar que no ha existido participación alguna del psiquismo del sujeto.
La acción causativa de un daño, antijurídica, y adjudicable a un sujeto a base de un criterio legal de imputación
subjetivo u objetivo.
1. Actos ilícitos propiamente dichos: el acto es contrario a la ley y causa un daño a otro, siendo
imputable a su autor en razón de algún factor de atribución subjetivo u objetivo.
2. Actos ilícitos potenciales: si bien no violan la ley directamente, se transforman en ilícitos al conjugarse
con otros factores extrínsecos al acto mismo, lo cual provoca que la ley ordene la reparación del daño
cometido a través de ellos.
3. Actos ilícitos positivos: la ley prohíbe su ejecución de modo expreso, tácito o general también quedan
comprendidos en esta clasificación los actos de comisión por omisión.
4. Actos ilícitos negativos: el omitente se abstiene de realizar una conducta que le es exigible con arreglo
a los principios del ordenamiento.
La antijuridicidad formal está íntimamente ligada al principio de tipicidad de actos ilícitos. Solo será ilícita aquella
conducta que contraríe una norma dictada por el legislador.
La antijuridicidad formal se dará en aquellos casos en los cuales una acción contraríe una prohibición jurídica de
hacer u omitir formalmente dispuesta por la ley. La antijuridicidad material posee un sentido más amplio,
comprendiendo las prohibiciones por implicancia, que son aquellas que se desprenden de los principios
fundamentales que hacen al orden público en sus diferentes manifestaciones y alcances, a la moral y a las buenas
costumbres.
El derecho civil no requiere un catálogo cerrado de prohibiciones tipificadas como el derecho penal; por el contrario,
ha consagrado como principio rector el que prohíbe causar daño a un tercero en su persona, o en sus bienes, que
es un principio genérico y flexible y que basta su violación para que se configure la antijuridicidad.
El ilícito penal está condicionado por la necesidad de tener que hallarse tipificado, puesto que, de no encontrarse
contemplado expresamente por la ley penal, no será antijurídico. Ello no ocurre en materia civil, en donde los jueces
están facultados para resolver una cuestión ante el silencio de la ley recurriendo a leyes análogas y a los principios
generales del derecho.
La admisión de esos tipos genéricos y abiertos es la característica principal de la atipicidad del acto ilícito civil.
Una vez concebida la obligación, el máximo interés del acreedor reside en esperar que el deudor cumpla
espontáneamente con la prestación voluntaria, en el tiempo y forma convenidos. Ante su incumplimiento, el deudor
deberá afrontar las distintas consecuencias que prevé el ordenamiento jurídico, dando lugar a la apertura de las
acciones previstas por la responsabilidad civil ante el incumplimiento contractual.
La responsabilidad civil es un fenómeno resarcitorio unitario que reconoce como núcleo del sistema al daño y que
se manifiesta en dos ámbitos diversos: el contractual y el extracontractual o aquiliano.
Incumplimiento absoluto
Se configura ante la frustración irreversible y definitiva del interés del acreedor provocado por la falta de
cumplimiento de la prestación por parte del deudor.
Incumplimiento relativo
El deudor cumple con la prestación asumida, pero con un defecto en las circunstancias de modo, tiempo o lugar de
cumplimiento pactados.
Cuando las causas de justificación se presenten, ellas pueden actuar como eximentes de responsabilidad y
provocar que el daño ocasionado no deba ser reparado.
1. En ejercicio regular de un derecho: cuando el derecho ha sido ejercido en forma regular por su titular,
aun cuando ocasione con ello un daño a otro, no existirá antijuridicidad en la conducta, sea esta activa u
omisiva.
2. En legítima defensa propia o de terceros, por un medio racionalmente proporcionado, frente a una
agresión actual o inminente, ilícita y no provocada; el tercero que no fue agresor ilegítimo y sufre daños
como consecuencia de un hecho realizado en legítima defensa tiene derecho a obtener una reparación
plena;
3. Para evitar un mal, actual o inminente, de otro modo inevitable, que amenaza al agente o a un tercero, si
el peligro no se origina en un hecho suyo; el hecho se halla justificado únicamente si el mal que se evita
es mayor que el que se causa. En este caso, el damnificado tiene derecho a ser indemnizado en la
medida en que el juez lo considere equitativo.
Cuando el damnificado presta su consentimiento sabe con anterioridad que los actos de terceros pueden resultarles
perjudiciales, y sin embargo, acepta las consecuencias del posible daño, constituyéndose su conformidad, de tal
modo, en una causa de justificación que borra cualquier presunta antijuridicidad o ilicitud en la conducta del
dañador. La conformidad de exponerse a un daño eventual no implica para el damnificado aceptar las potenciales
consecuencias dañosas que se puedan derivar del riesgo aceptado.
DAÑO
El menoscabo, la perdida y/o el deterioro adquieren relevancia jurídica cuando son considerados por el derecho, el
que aplicara frente a ellos consecuencias jurídicas. El concepto de daño resarcible es la lesión a un interés ajeno
patrimonial o extrapatrimonial, jurídicamente protegido, que provoca consecuencias patrimoniales o
extrapatrimoniales, respectivamente.
El daño es la lesión a unos intereses jurídicos patrimoniales y extrapatrimoniales. El daño será patrimonial o moral.
Debe entenderse por interés extrapatrimonial a aquel que está conectado con el espíritu de la persona, de modo tal
que su violación le provoca un modo de estar diferente al que se encontraba con anterioridad al hecho lesivo,
afectándole sus capacidades de entender, de querer y de sentir.
Por interés jurídico entendemos que es la posibilidad de que una o varias personas puedan ver satisfechas sus
necesidades mediante un bien o bienes determinados. El derecho no protege los bienes en abstracto, sino las
situaciones particulares de los sujetos y en la medida en que esos bienes satisfagan o no intereses.
Artículo 1737. Hay daño cuando se lesiona un derecho o un interés no reprobado por el ordenamiento jurídico,
que tenga por objeto la persona, el patrimonio, o un derecho de incidencia colectiva.
Para que el daño sea resarcible debe ser cierto, personal y subsistente.
Artículo 1739. Para la procedencia de la indemnización debe existir un perjuicio directo o indirecto, actual o futuro,
cierto y subsistente. La pérdida de chance es indemnizable en la medida en que su contingencia sea razonable y
guarde una adecuada relación de causalidad con el hecho generador.
El daño podrá ser actual o futuro, sin que por ello deje de ser cierto.
Aun cuando el perjuicio sea leve, si el mismo reviste el carácter de “injusto” para la víctima, debe ser reparado por
el responsable.
Este requisito exige que la lesión recaiga sobre un interés propio; es decir, solamente podrá reclamar la reparación
la persona que ha sufrido el perjuicio. Sin embargo, el daño puede ser a su vez directo o indirecto. Es directo
cuando el titular del interés afectado es la víctima del ilícito; y es indirecto cuando el perjuicio propio invocado por el
demandante deriva de una lesión a bienes patrimoniales o extrapatrimoniales de un tercero.
El requisito de que el daño sea personal no excluye la posibilidad que el interés pueda ser compartido con otros.
Está legitimado para reclamar la indemnización de las consecuencias no patrimoniales el damnificado directo. Si
del hecho resulta su muerte o sufre gran discapacidad también tienen legitimación a título personal, según las
circunstancias, los ascendientes, los descendientes, el cónyuge y quienes convivían con aquél recibiendo trato
familiar ostensible.
La acción sólo se transmite a los sucesores universales del legitimado si es interpuesta por éste.
El monto de la indemnización debe fijarse ponderando las satisfacciones sustitutivas y compensatorias que pueden
procurar las sumas reconocidas.
Este requisito exige que el daño debe subsistir al tiempo del resarcimiento; es decir, cuando se habla de
subsistencia del daño se hace referencia a que el mismo no debe haber sido aún resarcido, por lo cual todavía
permanece jurídicamente en la victima del perjuicio.
1. No puede prescindirse del requisito de la antijuridicidad, puesto que es un requisito ontológico del
Derecho de Daños.
2. El Derecho de Daños moderno se preocupa por la injusticia del daño y no de la licitud o ilicitud de la
conducta del agente que lo ocasiona.
3. La injusticia del daño presupone seleccionar los intereses merecedores de tutela, mediante la valoración
que a veces es factible antes de que se produzca el perjuicio, y que puede distinguirse de la
antijuridicidad de la conducta, ya que el daño injusto no se reduce al daño injustamente producido.
4. A fin de que pueda conformarse el requisito de la injusticia del daño, se requiere de una amalgama
compuesta por el contra ius (constituido por el acto dañoso que afecte un interés jurídico ajeno, y por el
sine iure, es decir, por la ausencia de causas de justificación de dicho perjuicio.
Básicamente hay cuatro daños resarcibles, dentro de estas clases se encuentran muchos otros rubros:
1. Daño patrimonial
2. Daño extrapatrimonial
3. Daño Punitivo: ley consumidor
4. Daño lucrativo: sobre convenios de confidencialidad
La indemnización comprende la pérdida o disminución del patrimonio de la víctima, el lucro cesante en el beneficio
económico esperado de acuerdo a la probabilidad objetiva de su obtención y la pérdida de chances. Incluye
especialmente las consecuencias de la violación de los derechos personalísimos de la víctima, de su integridad
personal, su salud psicofísica, sus afecciones espirituales legítimas y las que resultan de la interferencia en su
proyecto de vida.
Daño patrimonial
El daño patrimonial puede ser reparado en dinero, o bien, mediante la reposición de las cosas a su estado anterior.
La reparación del daño debe ser plena. Consiste en la restitución de la situación del damnificado al estado anterior
al hecho dañoso, sea por el pago en dinero o en especie. La víctima puede optar por el reintegro específico,
excepto que sea parcial o totalmente imposible, excesivamente oneroso o abusivo, en cuyo caso se debe fijar en
dinero. En el caso de daños derivados de la lesión del honor, la intimidad o la identidad personal, el juez puede, a
pedido de parte, ordenar la publicación de la sentencia, o de sus partes pertinentes, a costa del responsable.
En cuanto a la legitimación activa para reclamar el daño patrimonial debemos mencionar que cualquier afectado
está habilitado para efectuar el reclamo, sea este damnificado directo o indirecto.
Daño moral
Debe entenderse por interés moral a aquel que está conectado con el espíritu de la persona, de modo tal que su
violación le provoca un modo de estar diferente al que se encontraba con anterioridad al hecho lesivo, afectándole
sus capacidades de entender, de querer y de sentir.
La indemnización del daño moral posee un carácter eminentemente resarcitorio. La reparación del daño moral es
procedente con independencia de si el perjuicio fue ocasionado con culpa o con dolo por parte del dañador.
Está legitimado para reclamar la indemnización de las consecuencias no patrimoniales el damnificado directo. Si
del hecho resulta su muerte o sufre gran discapacidad también tienen legitimación a título personal, según las
circunstancias, los ascendientes, los descendientes, el cónyuge y quienes convivían con aquél recibiendo trato
familiar ostensible.
La acción sólo se transmite a los sucesores universales del legitimado si es interpuesta por éste.
El monto de la indemnización debe fijarse ponderando las satisfacciones sustitutivas y compensatorias que pueden
procurar las sumas reconocidas.
Será daño contractual el que genera responsabilidad contractual u obligacional y que resulta de la inejecución o
incumplimiento de una obligación preexistente, cualquiera sea su fuente.
Será daño extracontractual aquel que resulte no de un incumplimiento obligacional sino de un hecho ilícito, que
provoca la transgresión del alterum non laedere.
Daño compensatorio
Se llama daño compensatorio a aquel que proviene del incumplimiento total y definitivo de la prestación, por lo cual
la prestación originaria se transforma en la obligación de pagar daños e intereses. La indemnización del daño
compensatorio no puede ni debe acumularse a la ejecución efectiva de la prestación.
Daño moratorio
El daño moratorio es el que se debe con motivo de la mora del deudor en el cumplimiento de una obligación. La
indemnización si es acumulable a la prestación principal.
Llamamos daño común al que sufriría cualquier acreedor con motivo del incumplimiento, conforme al curso norma y
ordinario de las cosas.
El daño propio es el que sufre en concreto un acreedor atendiendo para ello a sus especiales circunstancias.
Daño directo es aquel que sufre la victima inmediata del acto ilícito, ya sea directamente en su patrimonio, o bien
indirectamente en este por el mal hecho a su persona, a sus derechos o facultades.
Daño indirecto, en cambio, es el que experimenta toda persona distinta a la víctima del ilícito, que sufre un perjuicio
propio derivado de aquel.
Se considera daño presente o actual a aquel que ya se ha producido al momento de dictarse sentencia, mientras
que será daño futuro el que se producirá con posterioridad a ella o más allá del litigio.
Daño instantáneo es el que ocurre una sola vez, sea presente o futuro. El daño continuado, en cambio, es aquel
que permanece a lo largo del tiempo.
Llamamos daño consolidado al que no registra modificaciones a través del tiempo. En cambio, un daño será
variable cuando existe una previsibilidad de que el mismo pueda aumentar o disminuir a lo largo del tiempo.
Se consideran daños al interés negativo aquellos que padece el acreedor en razón de haber creído en la eficacia
del negocio, y que no los hubiera sufrido si la obligación no se hubiese generado.
Los daños al interés positivo abarcan todo lo que el acreedor hubiese obtenido si la obligación se hubiera llevado a
cabo normalmente.
DAÑO PUNITIVO
La ley de defensa del consumidor ha consagrado legislativamente por primera vez en el derecho argentino a los
daños punitivos.
Son daños punitivos aquellos que son concedidos para castigar al demandado por una conducta particularmente
grave, con el fin de desalentar la reiteración de ese accionar en el futuro. Poseen la naturaleza de una pena, puesto
que su finalidad no es reparar el daño a la víctima sino castigar a quien ha ocasionado el perjuicio mediante una
grave inconducta.
PRUEBA DE DAÑO
Artículo 1744. Prueba del daño
El daño debe ser acreditado por quien lo invoca, excepto que la ley lo impute o presuma, o que surja notorio de los
propios hechos.
Debiendo ser el daño resarcible cierto, personal y subsistente, tales recaudos deben ser acreditados para que
proceda su reparación; sin embargo, solo es necesaria la prueba de su existencia, puesto que la prueba de su
magnitud, extensión o cuantía puede ser suplida por el prudente criterio judicial.
Asimismo, el damnificado debe agotar todos los medios a su alcance para intentar cuantificarlo con la mayor
aproximación posible.
1. los gastos necesarios para asistencia y posterior funeral de la víctima. El derecho a repetirlos incumbe a
quien los paga, aunque sea en razón de una obligación legal;
2. lo necesario para alimentos del cónyuge, del conviviente, de los hijos menores de veintiún años de edad
con derecho alimentario, de los hijos incapaces o con capacidad restringida, aunque no hayan sido
declarados tales judicialmente; esta indemnización procede aun cuando otra persona deba prestar
alimentos al damnificado indirecto; el juez, para fijar la reparación, debe tener en cuenta el tiempo
probable de vida de la víctima, sus condiciones personales y las de los reclamantes;
3. la pérdida de chance de ayuda futura como consecuencia de la muerte de los hijos; este derecho
también compete a quien tenga la guarda del menor fallecido.
En caso de lesiones o incapacidad permanente, física o psíquica, total o parcial, la indemnización debe ser
evaluada mediante la determinación de un capital, de tal modo que sus rentas cubran la disminución de la aptitud
del damnificado para realizar actividades productivas o económicamente valorables, y que se agote al término del
plazo en que razonablemente pudo continuar realizando tales actividades. Se presumen los gastos médicos,
farmacéuticos y por transporte que resultan razonables en función de la índole de las lesiones o la incapacidad. En
el supuesto de incapacidad permanente se debe indemnizar el daño aunque el damnificado continúe ejerciendo
una tarea remunerada. Esta indemnización procede aun cuando otra persona deba prestar alimentos al
damnificado.
La reparación del daño debe ser plena. Consiste en la restitución de la situación del damnificado al estado anterior
al hecho dañoso, sea por el pago en dinero o en especie. La víctima puede optar por el reintegro específico,
excepto que sea parcial o totalmente imposible, excesivamente oneroso o abusivo, en cuyo caso se debe fijar en
dinero. En el caso de daños derivados de la lesión del honor, la intimidad o la identidad personal, el juez puede, a
pedido de parte, ordenar la publicación de la sentencia, o de sus partes pertinentes, a costa del responsable.
Valuación legal
Surge del texto de ciertas leyes que contienen topes indemnizatorios mínimos y máximos para los supuestos de
daños por ellas contemplados, o bien, pautas para su determinación.
Valuación judicial
Es la que realiza el juez al momento de dictar sentencia, cuando las partes no han pactado la indemnización en
forma previa, o bien cuando la ley no determina tarifación alguna para el daño a reparar.
El juez debe fijar la cuantía del daño al momento del dictado de la sentencia, y a partir de allí fijarse intereses al
obligado en caso de incumplimiento con el pago de la indemnización en el plazo establecido en la resolución
judicial.
Valuación arbitral
Se da cuando una cuestión de reclamo de indemnización de perjuicios sea sometida a la decisión de árbitros o
amigables componedores.
Valuación convencional
Las partes pueden establecer el monto del daño a reparar. Ello puede hacerse una vez iniciado el proceso judicial o
bien en forma anticipada a la ocurrencia del daño mediante la figura de la cláusula penal.
RELACIÓN DE CAUSALIDAD
El daño resulta ser una consecuencia que podría atribuirse a una pluralidad de hechos antecedentes o condiciones
que se encadenan en forma previa a su producción, y no a un único hecho aislado. Cada uno de estos eventos se
erige de tal modo en un eslabón independiente.
La relación de causalidad es el enlace factico o material que debe existir entre un hecho antecedente y otro
consecuente. Es la posibilidad de unir un hecho con un resultado.
Son reparables las consecuencias dañosas que tienen nexo adecuado de causalidad con el hecho productor del
daño. Excepto disposición legal en contrario, se indemnizan las consecuencias inmediatas y las mediatas
previsibles.
Funciones
1. Identifica el autor: A través de su estudio y análisis, podremos determinar cuándo un resultado dañoso
es atribuible a la acción u omisión de un sujeto o de una cosa. Esta autoría del daño comprende tanto el
daño causado personalmente, como el perjuicio ocasionado por un sujeto por el cual se debe responder,
o bien por una cosa de la que se es dueño o guardián.
2. Establece la extensión del resarcimiento: Permite advertir en forma anticipada cual será la extensión o
medida del resarcimiento a obtener por la víctima.
La noción de causalidad es eminentemente científica, puesto que está referida al enlace factico o material que debe
existir entre un hecho antecedente (acción u omisión humana) y otro consecuente (resultado dañoso). De allí cabe
deducir que no existe un concepto jurídico de causalidad, sino que se debe hablar más apropiadamente de
imputación objetiva, para hacer referencia a los distintos criterios valorativos que utilizara el legislador para atribuir
las consecuencias de dicho daño al elegido como responsable.
Todas las condiciones son del mismo valor en la ocurrencia del hecho dañoso, por lo cual son todas equivalentes.
Esta teoría gozo de gran predicamento en el derecho penal alemán, así como también en Bélgica. Sin embargo,
poco a poco fue perdiendo valor al ser objeto de duras críticas, ya que su aplicación en el derecho civil lleva a
soluciones injustas, puesto que amplía la responsabilidad al infinito.
Esta teoría no puede ser considerada suficiente para determinar cuál es la causa del daño, puesto que su
aplicación implica erigir en causa del evento a todos y cada uno de esos hechos antecedentes, lo cual provoca
extender ilimitadamente las consecuencias del perjuicio ocasionado.
Esta teoría busca encontrar una entre todas las posibles condiciones que se han encadenado previamente a la
ocurrencia del daño y seleccionarla como causa del evento. Para ello, resulta suficiente con considerar a la última
condición como causa del daño sin necesidad de remontarse a un grado más lejano.
Esta postura ha sido duramente criticada en nuestro país por una calificada doctrina con acertado criterio, puesto
que no siempre la condición más próxima temporalmente al daño adquiere el carácter de causa.
La teoría de la condición preponderante sostiene que la causa del daño es aquella condición que desequilibra entre
todos los factores favorables y desfavorables que han sido considerados para su producción, influyendo de modo
preponderante en su resultado. Así, bajo un análisis eminentemente cuantitativo, de toda esa cadena causal basta
con rescatar a la condición más activa, es decir, aquella que en mayor medida haya contribuido a la producción del
resultado.
La teoría de la causa eficiente es similar a la anterior, pero considera causa del daño a la condición que posea
mayor poder intrínseco para causarlo. Se arriba a tal conclusión mediante un análisis cualitativo de las condiciones,
considerándose causa aquella que posea mayor eficacia intrínseca en el proceso causal para provocar el resultado
dañoso.
1. No siempre es fácil determinar frente a un caso concreto cuál de las diversas condiciones posee mayor
eficiencia que otra para provocar un resultado
2. Adolece de la imposibilidad de escindir materialmente un resultado de suyo indivisible.
Según esta postura, no existe equivalencia entre todas las condiciones que se suceden encadenadamente en
forma previa a la producción de un daño; por ende, será causa adecuada del daño aquella que según el curso
natural y ordinario de las cosas es idónea para producir el resultado. El resto de las condiciones que no poseen tal
idoneidad solo pueden ser consideradas como factores concurrentes, aunque una de las consecuencias más
importantes que trae aparejada esta teoría es la admisión de existencia de concausas, es decir que posibilitara a
los magistrados determinar frente a un caso en concreto que las causas adecuadas del daño final pueden ser dos o
más.
En nuestro país, el CCCN se ha inclinado por la teoría de la causalidad adecuada, que ha sido aceptada
pacíficamente por la doctrina y la jurisprudencia.
Son reparables las consecuencias dañosas que tienen nexo adecuado de causalidad con el hecho productor del
daño. Excepto disposición legal en contrario, se indemnizan las consecuencias inmediatas y las mediatas
previsibles.
CATEGORÍAS DE CONSECUENCIAS DE LOS HECHOS
Las consecuencias de un hecho que acostumbran a suceder según el curso natural y ordinario de las cosas, se
llaman en este Código “consecuencias inmediatas”. Las consecuencias que resultan solamente de la conexión de
un hecho con un acontecimiento distinto, se llaman “consecuencias mediatas”. Las consecuencias mediatas que no
pueden preverse se llaman “consecuencias casuales”.
PREVISIBILIDAD CONTRACTUAL
En los contratos se responde por las consecuencias que las partes previeron o pudieron haber previsto al momento
de su celebración. Cuando existe dolo del deudor, la responsabilidad se fija tomando en cuenta estas
consecuencias también al momento del incumplimiento.
Esta es una regla que ha de aplicarse únicamente en supuestos de contratos paritarios, es decir, en aquellos en los
cuales las partes se encuentran en una condición igualitaria, donde rige en plenitud la autonomía de la voluntad; por
lo tanto, no será de aplicación en los contratos de consumo, en los de adhesión, ni en aquellos en los cuales no
exista esa cualidad de paridad.
A través de la regla de la previsibilidad contractual, los contratantes pueden prever los riesgos y beneficios de
someterse a esta regla, y fijar anticipadamente las consecuencias a indemnizarse en caso de incumplimiento. A
diferencia de la regla de la causalidad adecuada, la previsibilidad contractual determinara la extensión de la
reparación ante el incumplimiento, de conformidad a lo que las partes previeron anticipadamente para el caso
concreto que las une.
Al momento de celebrar un contrato, las partes suelen evaluar los costos y beneficios de la relación contractual que
asumen; por lo tanto, no tendría buen sentido que el contratante que resulta incumplidor deba responder por
aquellos resultados dañosos que ni contempló como posibles al momento de celebrar el contrato, ni una persona
razonable, al momento de contratar, y contando en su caso, con los especiales conocimientos de aquel, habría
previsto que podrían producirse ante el incumplimiento.
En definitiva, más allá de dejar de lado la regla de la causalidad adecuada y de las consecuencias indemnizables a
partir de ella, la previsibilidad contractual se destaca porque:
Existen situaciones en las cuales el curso causal que se ha establecido entre la acción del agente y el daño final
ocasionado puede verse afectado por factores totalmente extraños a la voluntad de aquel, lo cual provoca que se
suprima o aminore la responsabilidad civil del sujeto a quien se pretende imputar el perjuicio. Así habrá una
supresión total de la responsabilidad civil cuando dicho nexo causal sea interrumpido por una causa ajena al
accionar del sujeto a quien se pretende endilgar las consecuencias del perjuicio; en cambio podrá verse solamente
aminorada o atenuada dicha responsabilidad en aquellos supuestos en los cuales la conducta del presunto autor
del daño coexista con otra causa extraña a su conducta, dando lugar a un supuesto de concausalidad.
En la concausación no hay distintos agentes causales concurriendo a la generación de un solo hecho, sino
pluralidad de hechos, esto es que en el curso causal desencadenado por la acción de aquel a quien se atribuye el
daño se da la interferencia de otro hecho diferente, lo que produce disminución del resarcimiento, no porque el
hecho de la víctima o de un tercero haya tenido repercusión directa en la causación del evento dañoso, sino porque
lo ha sido de modo indirecto en la magnitud de los perjuicios.
Se considera causa ajena a todo acontecimiento extraño al hecho del demandado que provoca la ruptura del nexo
causal. Su acreditación por parte del demandado en un proceso judicial constituirá una eximente a su llamado a
responder por el daño, y, por ende, ante la fractura del ligamen de causalidad, la demanda deberá ser
indefectiblemente rechazada por el juez.
La responsabilidad puede ser excluida o limitada por la incidencia del hecho del damnificado en la producción del
daño, excepto que la ley o el contrato dispongan que debe tratarse de su culpa, de su dolo, o de cualquier otra
circunstancia especial.
La norma aclara que el hecho del damnificado puede servir como eximente total y absoluta de responsabilidad civil,
o bien como factor limitativo de ella cuando ha coexistido con un hecho imputable a la responsabilidad del
demandado en la producción del daño (concausa).
No se trata de ponderar culpas sino autorías materiales, y desde ese ángulo, tanto el hecho culpable de la víctima
como el no culpable pueden ser causa adecuada, exclusiva o concurrente del daño.
La culpa exclusiva de la víctima no solo hace presuponer la ausencia de culpabilidad del agente, sino que se inserta
de tal modo en la relación causal que excluye la imputación objetiva; se trata de una circunstancia que provocara la
ruptura del nexo causal entre la acción del agente a quien se imputa el daño y el resultado dañoso.
Si el daño ha sido causado por la culpa del agente y en parte por el hecho de la víctima, la acción no debe ser
rechazada, sino que la indemnización debe reducirse proporcionalmente a términos justos y equitativos.
1. Cuando el daño se ocasiona exclusivamente por el hecho o la culpa de la víctima: ello resulta
suficiente para excluir la responsabilidad del dueño o guardián de la cosa riesgosa, puesto que dicha
conducta es idónea para fracturar el nexo de causalidad que pretende ligar al perjuicio con el vicio o
riesgo de la cosa. No ha sido el riesgo o vicio de la cosa la causa adecuada del daño sino la culpa
exclusiva de la víctima.
2. Cuando el daño se produce por la concurrencia del hecho o culpa de la víctima con el riesgo
creado u otro factor de imputación objetivo. En este supuesto estaremos en presencia de una
incidencia parcial de la conducta de la víctima, por lo cual debería resolverse de igual modo a como se
efectúa en el caso de la culpa concurrente del demandado y de la víctima.
3. Cuando existen concurrencias de riesgos de las cosas de la víctima y del demandado: el
accionado quedara eximido de responder solamente cuando logre acreditar la causa ajena que le permita
fracturar el nexo de causalidad y, por ende, desvirtuar esa presunción de responsabilidad que recae
sobre el dueño o guardián de la cosa riesgosa o viciosa.
Para eximir de responsabilidad, total o parcialmente, el hecho de un tercero por quien no se debe responder debe
reunir los caracteres del caso fortuito.
El hecho del tercero no se presume, por lo cual pesa sobre el demandado la carga de la prueba sobre su existencia
y sobre su incidencia causal en la comisión del daño. A tal fin, el demandado cuenta con libertad de medios
probatorio.
1. El hecho del tercero debe tener incidencia causal adecuada en la producción del daño que sufra la
víctima. Dicha incidencia puede ser exclusiva o bien concurrente.
2. El hecho del tercero debe reunir los caracteres del caso fortuito. En razón de ello se requerirá que sea
imprevisible, inevitable, actual y extraño al demandado.
3. El hecho del tercero no debe ser imputable al demandado.
Si concurre la culpa del tercero con la culpa del demandado ambos deberán responder solidariamente frente a la
víctima, para luego ejercer entre ellos las acciones de regreso que correspondan.
Si lo que concurre con la culpa del demandado es tan solo el hecho inculpable del tercero, se debe reducir
proporcionalmente el monto indemnizatorio a cargo del accionado.
Concurrencia del hecho del tercero con el riesgo creado por el demandado.
El tercero y el demandado deben responder frente a la victima de manera concurrente o solidaria, según si la
responsabilidad de ambos proviene o no de causas diferentes o de la misma causa.
Se considera caso fortuito o fuerza mayor al hecho que no ha podido ser previsto o que, habiendo sido previsto, no
ha podido ser evitado. El caso fortuito o fuerza mayor exime de responsabilidad, excepto disposición en contrario.
Este Código emplea los términos “caso fortuito” y “fuerza mayor” como sinónimos.
Ambas expresiones son sinónimos con idéntica finalidad práctica: de configurarse cualquiera de ellas, el
demandado queda exonerado de responsabilidad.
Pueden resultar de aplicación las normas del caso fortuito o fuerza mayor en los siguientes casos:
Fenómenos naturales
Acto de autoridad publica
Guerra
Huelga ilegal
Hecho de un tercero
Enfermedad o accidente del deudor
Incendio
Elementos esenciales
1. Requiere antes que nada la concurrencia de un elemento objetivo: el acontecimiento o suceso. Sin
embargo, no existe un catálogo cerrado de sucesos que puedan considerarse fortuitos, por lo cual habrá
que estarse a cada caso en concreto para analizar su configuración o no como tal.
2. Es menester que el mismo no haya podido ser previsto, o en su defecto, si ha sido previsible, que no
pueda ser evitado.
3. Debe ser inevitable.
4. El acontecimiento debe ser actual.
5. El hecho debe ser extraño o inimputable al deudor.
6. Se requiere que el caso fortuito sea sobrevenido.
Efectos jurídicos
En el ámbito convencional, ante la ocurrencia de un caso fortuito el deudor quedara liberado a no ser que se den
algunas de las situaciones previstas en el art. 1733 del CCCN.
Aunque ocurra el caso fortuito o la imposibilidad de cumplimiento, el deudor es responsable en los siguientes
casos:
Debe asimilarse la solución a lo que acaece cuando concurre el caso fortuito con la culpa del demandado. Así,
quien introdujo el riesgo deberá soportar las consecuencias disvaliosas de la víctima en la medida en que dicho
riesgo por el aportado haya tenido incidencia causal, no debiendo asumir las que han sido ocasionadas por la
incidencia del casus.
IMPOSIBILIDAD DE CUMPLIMIENTO
El deudor de una obligación queda eximido del cumplimiento, y no es responsable, si la obligación se ha extinguido
por imposibilidad de cumplimiento objetiva y absoluta no imputable al obligado. La existencia de esa imposibilidad
debe apreciarse teniendo en cuenta las exigencias de la buena fe y la prohibición del ejercicio abusivo de los
derechos.
FACTORES DE ATRIBUCIÓN
El factor de atribución constituye también uno de los presupuestos esenciales de la responsabilidad civil. A través
de él se adquiere el fundamento que determinara el deber de una determinada persona a resarcir el daño injusto
sufrido por la víctima.
El factor de imputación o atribución de la responsabilidad se convierte de tal modo en un juicio de valor que
determinara en definitiva que persona debe responder frente al damnificado ante la ocurrencia de un daño. Se trata
de una imputación no solo fáctica, sino además valorativa.
Con la revolución industrial, la aparición del maquinismo provoco el acaecimiento de situaciones en las cuales se
ocasionaban daños a las víctimas, los cuales eran atribuibles a hechos que no eran posibles de ser imputados a la
culpa de ningún sujeto. A fin de no dejar a las victimas sin reparación, fueron necesarios valorar a otros factores de
imputación ajenos a la subjetividad del responsable.
Son factores subjetivos de atribución la culpa y el dolo. La culpa consiste en la omisión de la diligencia debida
según la naturaleza de la obligación y las circunstancias de las personas, el tiempo y el lugar. Comprende la
imprudencia, la negligencia y la impericia en el arte o profesión. El dolo se configura por la producción de un daño
de manera intencional o con manifiesta indiferencia por los intereses ajenos.
Los factores de atribución subjetivos se encuentran comprendidos en la genérica denominación de culpabilidad, ya
que a través de ellos se pretende valorar la conducta de la persona que ha cometido el daño injustificadamente. La
noción genérica de culpabilidad puede manifestarse a través del dolo o la culpa del autor del daño.
LA IMPUTABILIDAD
Cuanto mayor sea el deber de obrar con prudencia y pleno conocimiento de las cosas, mayor es la diligencia
exigible al agente y la valoración de la previsibilidad de las consecuencias. Cuando existe una confianza especial,
se debe tener en cuenta la naturaleza del acto y las condiciones particulares de las partes.
Para valorar la conducta no se toma en cuenta la condición especial, o la facultad intelectual de una persona
determinada, a no ser en los contratos que suponen una confianza especial entre las partes. En estos casos, se
estima el grado de responsabilidad, por la condición especial del agente.
No podemos hablar de culpabilidad sin aludir a la imputabilidad. Es imputable aquel sujeto que tiene aptitudes
mentales para gobernar su propia conducta a partir de una comprensión de la licitud e ilicitud de su
comportamiento. Una vez que se ha determinado que el sujeto ha actuado voluntariamente recién cabe analizar si
su conducta es susceptible de reproche a través de la culpa o del dolo.
La minoridad
La privación accidental de la razón
El dolo esencial si es grave
La violencia como vicio de la voluntad
La culpabilidad presupone imputabilidad, por lo cual no puede existir aquella sin esta última. Solo podrá endilgarse
culpa o dolo a quien sea imputable, es decir, a quien haya actuado con discernimiento, intención y libertad.
EL DOLO
Son factores subjetivos de atribución la culpa y el dolo. El dolo se configura por la producción de un daño de
manera intencional o con manifiesta indiferencia por los intereses ajenos.
El dolo comprende:
1. Dolo directo: la intención se evidencia como finalidad inmediata en la conducta del agente.
2. Dolo indirecto: el daño final es el resultado de una conducta que fue ejecutada con una finalidad
diferente, pero voluntariamente afrontada con la acción.
3. Dolo eventual: el agente realiza su conducta con total indiferencia a la producción de las consecuencias
dañosas que puede provocar su proceder. Aquí el posible resultado dañoso no es perseguido por aquel,
pero se lo representa internamente y desdeña las posibles consecuencias perjudiciales de su obrar.
El dolo debe ser probado por quien lo alega, ya que no puede presumirse.
Excepto disposición legal, la carga de la prueba de los factores de atribución y de las circunstancias eximentes
corresponde a quien los alega.
Son inválidas las cláusulas que eximen o limitan la obligación de indemnizar cuando afectan derechos
indisponibles, atentan contra la buena fe, las buenas costumbres o leyes imperativas, o son abusivas. Son también
inválidas si liberan anticipadamente, en forma total o parcial, del daño sufrido por dolo del deudor o de las personas
por las cuales debe responder.
La prohibición de dispensa anticipada del dolo comprende tanto la dispensa del dolo propio como también la de los
representantes, administradores y dependientes del deudor. Toda cláusula que establezca la dispensa anticipada
del dolo será nula.
Nada impide renunciar a los efectos del dolo ya producido, ya que se admite que el acreedor puede renunciar a los
derechos resarcitorios que le corresponden ante el incumplimiento doloso del deudor.
LA CULPA
Son factores subjetivos de atribución la culpa y el dolo. La culpa consiste en la omisión de la diligencia debida
según la naturaleza de la obligación y las circunstancias de las personas, el tiempo y el lugar. Comprende la
imprudencia, la negligencia y la impericia en el arte o profesión
1. Negligencia: consiste en no haber adoptado la debida diligencia para evitar la producción del daño. Se
trata de una conducta omisiva del sujeto, puesto que de haber realizado la actividad exigida el daño se
habría evitado. Se incurre en negligencia cuando se hace menos de lo debido.
2. Imprudencia: se da cuando el sujeto actúa en forma precipitada e irreflexiva y sin prever las
consecuencias que podría ocasionar con su conducta. Hay imprudencia cuando se hace más de lo que
se debe.
3. Impericia: se da ante la incapacidad de quien por su trabajo o profesión se supone capacitado para
adoptar recaudos técnicos que impidan la producción de un daño. Existe una falta de conocimientos por
parte del profesional, ya sea por ausencia de sabiduría práctica, experiencia o habilidad.
Elementos de la culpa
La culpa es un defecto de conducta del comportamiento del deudor respecto de la conducta normativamente
impuesta.
Culpa civil y culpa penal
La culpa es un concepto unitario, idéntico tanto en el derecho civil como en el penal. La culpa es una sola, y son
también comunes las formas en que ella se manifiesta: imprudencia, negligencia e impericia.
Apreciación de la culpa
El sistema de apreciación de la culpa es mixto, ya que es a la vez abstracto y concreto. El magistrado debe
examinar el caso concreto y luego compararlo con la diligencia esperable en un hombre prudente. Ello sin
desestimar las circunstancias de personas, de tiempo y de lugar que informa la norma, puesto que ellas serán
determinadas a la hora de juzgar si una conducta ha sido culposa o no.
Dispensa de la culpa
Se entiende por dispensa de la culpa a todo acuerdo tendiente a eximir al deudor de responsabilidad por su
incumplimiento culposo, ya sea en forma total o parcial.
Prueba de la culpa
1. En el ámbito aquiliano, cuando el deber de responder surge de la violación del alterum non laedere, la
víctima del hecho ilícito debe probar todos los presupuestos de la responsabilidad civil, lo cual da cuenta
de que el damnificado debe acreditar la culpabilidad del autor del hecho.
2. En cuanto al ámbito de la responsabilidad contractual, cuando la obligación es de medios, incumbe al
actor la prueba de la culpa; si la obligación es de resultado se presume la responsabilidad del deudor a
partir de la falta de obtención de la finalidad prometida por el deudor.
A la par de los clásicos factores de atribución subjetivos de la responsabilidad civil (culpa y dolo), también el
Derecho de Daños admite otros factores de imputación que, prescindiendo de toda idea de culpabilidad, son
idóneos para atribuir responsabilidad, tanto en el ámbito contractual como en el aquiliano.
La responsabilidad objetiva es definida en forma negativa, ya que se la concibe como aquella que nace sin que
medie culpa de aquel a quien se imputa el daño.
Estos factores objetivos de atribución permiten que pueda ser dejado de lado el dogma que rezaba que no existe
responsabilidad sin culpa, para que la responsabilidad civil comience a ser definida como la reacción frente al daño
injusto, focalizando su atención en la victima. El fundamento de la responsabilidad civil es el daño de quien lo
soporta.
Los factores de atribución objetivos constituyen un catálogo abierto que admite nuevas incorporaciones en la
medida en que así lo requieran las necesidades sociales.
El factor de atribución es objetivo cuando la culpa del agente es irrelevante a los efectos de atribuir responsabilidad.
En tales casos, el responsable se libera demostrando la causa ajena, excepto disposición legal en contrario.
Los factores de atribución objetivos prescinden de cualquier reproche subjetivo de conducta del responsable y son
atributivos de responsabilidad hacia este debido a diferentes fundamentos. Puede atribuirse responsabilidad
objetiva a una persona debido a los siguientes factores de atribución:
Garantía;
Riesgo creado;
Equidad;
Abuso del derecho;
Exceso a la normal tolerancia entre vecinos;
Igualdad ante las cargas públicas;
Solidaridad.
Cuando la responsabilidad es objetiva, será irrelevante que el demandado pretenda eximirse acreditando su
ausencia de culpabilidad, ya que el reproche legal hacia él no es subjetivo ni está en discusión su conducta. La
prueba de la no culpa no lo liberara. Solo podrá eximirse acreditando la causa ajena que fractura el nexo causal,
esto es: hecho de la víctima, hecho de un tercero por quien no deba responder y caso fortuito o fuerza mayor.