You are on page 1of 4
: ia %, Ce Re i; y Pe Ks COLA elo = a alaONG j Twist 12 ei ° eS (\\ ue Cuentos para due juntas vi! d | cambiemos el] mundo ~t = SNS > UTC AUD A 3 } Bs G a Cy primer mote que rve fuel Pelos,y me repatcaba, Tov, el heemano gemelo de Claudia, me lo puso un dla en ta piscing jeuando, eras una victoria aplastante alas cartas, me quité la toalla que me tapaba los maslesyempecé ada saltosen cl efsped con los braz0slevantados, ery s parecs una os eempen6 a refs mientras me sefialaba los muslosy as aia, “Aquella cacajada me boreé la sonrisatriunal de a cara, Bajé inmediatamente los bra. me tapé las piernas con la toalla y no volvi a mererme més en la piscina, Ni esa tarde ni en todo el verano. No sé cémo se me habla podido olvidar, porque era algo que me habia tenido muy preocupada desde primavera, desde el in de semana que saqueé las camisetas de irantes ¥ los pantalones corcos para hacer el cambio de armario. Ese dia, ademés de descubrir (que habia crecido casi dies centimetros y que pricticamente nada de la ropa del aio anterior me iba bien, me di cuenta de que la pelusilla rubia que solfa cubrirme las pier- nas habla emperado a oscurecerse y a destacar bastante contra la piel palida de mis piernas. Mientras sacaba jerstis y sudaderas de los cajones para cambiarlos por prendas més ligeras, fui a la habiracién donde mi padre y mi madre sacaban ropa de los arma- rios y les pregunté timidamente si crefan que aquel afio deberfa empezar a depilarme ‘Mi padre se subié las gafas por la nariz y puso cara de detective, como si le estuviera hablando de un vello invisible. Mi madre me dio un beso en la frente y me dijo que hiciera lo que quisiera, pero que ella crefa que todavia no hacfa falta y que el vello se me aclararia en cuanto me diera un poquito el sol en la piscina, Yo quise ercerla, porque intufa cudnto dolia depilarse con cera 0 con esas méquinas infernales que te arrancan cl vello pelito a pelito, pero sus predicciones no se cumplicron. El vello no solo no se me aclaré sino que, a fuerza de taparme brazos y piernas para que nadie viera el peque- flo mechén de pelitos rizados que empezaba a crecerme en las axilas, me quedé mas pilida de lo que ya estaba. La Pelos. Pensaba que el apodo moriria con el verano, pero Ilegé vivito y coleando hasta septiembre y, por supuesto, empezé conmigo el primer curso de instituto. Lo detestaba con todas mis fuerzas pero, si hubiera sabido cudl era el que estaba a punto de sustituit- Jo, no lo habrfa cambiado por nada del mundo. *Culorrojo», escuché que alguien gritaba desde el fondo del aula. Ese dia me €n~ contraba bastante revuelta y acababa de levantarme para ir al bafio aprovechando ¢l ane de clase. Cuando me giré, descubri que el trasero del vaquero estaba manchado sangre. «Cerda.» Me eché a llorar. «Guarra.» Las tisas me persiguieron por el pasillo ‘mientras huia al bafio muerta de vergtienza, Culorrojo. gt = ee chica dl insiato a Ja que le habia venido la rela. En los om onal unas solfan traficar disimuladamente con compress ¥ !!%P0 'iéndolos en papel de aluminio para hacerlos pasar por bocadillos y evitar 4¥° 208, 18 metieran con ellas. Sin embargo, sf era la tinica a la que la menstruacién la habla sor- prendido en clase y sin ropa de recambio. A pesar de que Claudia me trajo una com- presa, intent6 ayudarme a sacar la mancha con el jabén de manos en el bafio y me presté una sudadera para que me la aara ala cintura, aquel mote me persiguié duran- te todo el dia. Y toda la semana. Yel mes entero. Culorrojo. Le tenfa tal pénico a que aquel accidente volviera a repetirse que cada vez que me vyenfa la regla me ponfa enferma de verdad y tenfa que faltar a clase durante los cuatro ‘o cinco dias siguientes. Durante uno de aquellos encierros forzosos, Claudia vino a verme. «Venga, sal de la cama», me dijo. Yo me tapé con la manta hasta la cabeza y me hice una bola. Clau- dia se senté al borde del colchén y me arrancé el edredén de un tirén. «Tener la regla no es estar enferma», me dijo. «Vamos a dar una vuelta, al cine, a hacer algo diverti- dow No era la regla lo que me ponfa enferma, sino la vergiienza, las risas de los demés. Claudia lo sabfa y, mientras rebuscaba en mi armario algo decente que ponerme para sacarme de casa, me dijo: «La gente siempre se reird de ti si ni no aprendes a refrte de ti misma». Esa tarde fuimos al cine y luego a comer helado, y yo repeti dos veces y no me preocupé ni un segundo de que el préximo mote que Javi pudiera ponerme fuera Vacaburra. No pensaba quedarme ni un solo dfa més encerrada en casa. Ni tampoco volver a avergonzarme. Al dia siguiente me presenté en clase con unos vaqueros viejos, que aquella noche habia redecorado con un montén de manchas de colores de tinte resistence al agua, como si alguien los hubiera salpicado de pintura. El efecto era tan chulo que varias personas me preguntaron dénde los habfa comprado. «Muy bonitos los pantalones de payaso, Culorrojo», me dio la bienvenida Javi. Yo me limité a mirarle a los ojos, me giré muy despacio y me desaté el jersey que llevaba anudado a la cintura, dejando a la vista la mancha mas grande y llamativa de todas, una de color rojo, enorme, que me abarcaba las nalgas y estaba decorada con purpurina del mismo color. Cuando volvi a girarme, Javi estaba tan rojo como la man- cha de mis pantalones. «A ver si voy a tener que prestarte el mote», me ref con los ojos fijos en los suyos. Culortojo. La carcajada general que acompafé a la mia fue tan grande que, desde ese dia, ni Javi ni nadie mas han vuelto a meterse conmigo. Saben que, si lo hacen, lo més proba- ble es que me rfa a carcajadas. 'Y que sea yo quien termine poniéndoles la cara roja.

You might also like