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Diez, Manuel M., Derecho Administrativo TII, Buenos Aires, ed. Bibliográfica Omeba, 1965, pp. 289 y sgtes., citado
por el Dr. Tomás Hutchinson en “Breves Reflexiones acerca de la presunción de legitimidad del acto administrativo”
correspondiente a su ponencia en la Jornada sobre Acto Administrativo y Reglamento, organizada por la
Universidad de Austral, con. Libro de la Jornada año 2001, Ediciones RAP, pág. 149/165.
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Cassagne, Juan Carlos, El acto Administrativo, Buenos Aires, Abeledo-Perrot, 1974, p. 323.
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Tomás Hutchinson, “Breves Reflexiones acerca de la presunción de legitimidad del acto administrativo”
correspondiente a su ponencia en la Jornada sobre Acto Administrativo y Reglamento, organizada por la
Universidad de Austral, con. Libro de la Jornada año 2001, Ediciones RAP, pág. 152.
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Tomás Hutchinson, en Breves Reflexiones…” ob cit, p. 152
necesidad de acudir a la intervención de la justicia, empleando para ello, de ser
necesario, procedimientos de ejecución coactiva5.
El artículo 12 de la ley Nacional de Procedimiento Administrativo, establece la
fuerza ejecutoria de todo acto administrativo, que proviene sin lugar a dudas de la
presunción de legitimidad del mismo, salvo que la ley o la naturaleza del acto exija
la intervención judicial. Además, señala la norma que, la interposición de los
recursos administrativos, por parte del particular, no puede suspender
precisamente estos efectos ejecutorios, salvo que una ley establezca lo contrario.
No obstante la segunda parte del artículo 12 señala que, la administración
(entiéndase todo órgano que ejerce función administrativa) podrá de oficio o a
pedido de parte, suspender la ejecución del acto, por razones de interés público,
para evitar perjuicios graves al interesado o cuando se alegare fundadamente una
causa de nulidad.
La potestad ejecutoria se justifica por la finalidad de la Administración. La
necesidad de ejecutar las decisiones de la Administración proviene de los múltiples
cometidos públicos que tiene encomendado y la consiguiente necesidad de actuar
rápidamente para lograr la eficacia de tal intervención 6.
La ley se refiere a la ejecutoriedad del acto disponiendo que, su fuerza
ejecutoria faculta a la administración para ponerlo en práctica por sus propios
medios, plasmando así, la correcta doctrina en la materia, que no ve a la coacción
como único medio de poner en práctica el acto.
La ejecutoriedad o fuerza ejecutoria del acto implica, pues, para la ley, la
potestad administrativa de ejecutarlo por sí mismo, mediante la realización sin
coacción, o bien por medio del uso de esta.
El principal límite que pone coto a la facultad de coacción en ejercicio de
función administrativa de ejecutar el acto, surge del principio por el cual toda
ejecución coactiva del acto que recaiga sobre la persona o los bienes del
administrado debe estar dispuesta por los jueces, pues es sabido que la función de
disponer las medidas de coacción sobre personas o bienes integra en nuestro
régimen jurídico, el contenido de la función judicial.
Así, la ejecutoriedad del acto administrativo podrá cumplirse, a menos que
deba utilizarse la coacción contra la persona o bienes de los administrados, en cuyo
caso será exigible la intervención judicial. Sólo podrá la Administración (o el órgano
público que ejerce función administrativa) utilizar la fuerza contra la persona o
bienes del administrado, sin intervención judicial, cuando deba protegerse el
dominio público, desalojarse o demolerse edificios que amenacen ruina, o tengan
que incautarse bienes muebles peligrosos para la seguridad, salubridad o moralidad
de la población, o intervenirse en la higienización de inmuebles.
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Marienhoff, Miguel S., Tratado de Derecho Administrativo, T. II, pág. 755 y sigs. Ver también Barraza, Javier I. –
Schafrik, Fabiana H. “Los actos de gobierno y los actos institucionales”, en RAP N° 237, sec. Doctrina, pág. 20 y
sigs., Buenos Aires, 1998.
gobierno, el dictado de los pertinentes actos, al propio tiempo que los sujeta, en un
principio, a un sistema de control político y no judicial.
Característica típica del acto institucional es la circunstancia de que constituye
un acto que no produce efectos jurídicos directos en la esfera jurídica de los
particulares o administrados, operando consecuencias respecto de órganos del
Estado (ej. Apertura de sesiones del Congreso) o entidades estatales (ej. Intervención
federal a las provincias).
Como consecuencia de ello, los particulares o administrados carecen de acción
para demandar ante la justicia la anulación de tales actos que vinculan
esencialmente órganos o entidades estatales, cuya supervivencia definitiva será
determinada por otros órganos constitucionales a través del procedimiento que la
misma Constitución establece.
Los actos institucionales, por mucho que algunos autores se esfuercen por
demostrar su asimilación con los actos administrativos, es evidente que no gozan
del mismo régimen jurídico de éstos, no pudiendo explicar la doctrina contraria a su
admisión cuál es la razón por la cual los jueces no han declarado nunca en nuestro
país de un acto institucional.
Como nota peculiar del acto institucional la doctrina señala que su emisión es
un principio discrecional, pudiéndolo dictar tanto el órgano ejecutivo como el
Congreso.
La teoría del acto institucional halla su fundamento en la propia Constitución y
en las vigencias que actúan en su contorno. En nuestro ordenamiento, la
transferencia a los órganos judiciales de facultades relativas a la extinción o
mantenimiento de actos dictados por los órganos legislativos y ejecutivo, que versen
sobre relaciones que atañen a la organización y subsistencia del Estado
(insusceptibles de originar consecuencias jurídicas directas sobre los derechos de
los administrados), implica romper el equilibrio del sistema constitucional a favor de
los jueces. Como es sabido, nuestra Constitución se nutre en la doctrina de la
separación de poderes, cuyo principio fundamental radica en la estructuración de
un sistema de equilibrio de frenos y contrapesos, de modo que un poder no quede a
merced del otro.
Si se piensa, al propio tiempo, en nuestro sistema de control de
constitucionalidad, no puede aceptarse dentro de la sistemática constitucional que
un juez federal disponga en determinados supuestos (actos que hacen a la
subsistencia del Estado) de mayor poder político que el Ejecutivo y el Congreso, y
pueda decretar, por ejemplo, el cese del estado de sitio o de la intervención federal a
una provincia. Menos aún podría aceptarse el control judicial sobre típicos actos
intra-orgánicos que se configuran en el plano constitucional (apertura de sesiones,
etc.) que vinculan a órganos esenciales para la subsistencia del poder estatal.
Los distintos supuestos que configuran actos institucionales en la Constitución
Nacional, son:
a) Intervención Federal a las Provincias: La intervención federal a las provincias
que prescribe el artículo 6 de la Constitución constituye un típico acto institucional.
La CSJN sostiene que, la intervención de una provincia por órganos
competentes, es un acto político no justiciable, habiéndose decidido reiteradamente
al respecto que todos los casos de intervenciones a las provincias han sido resueltos
y ejecutados por el poder político, esto es, por el Congreso y el Poder Ejecutivo 8.
b) Declaración del estado de sitio: La facultad de decretar y levantar el estado
de sitio, según el artículo 23 de la Constitución Nacional le reconoce al Gobierno
Federal, también corresponde, en principio al Congreso y al Poder Ejecutivo,
durante su receso (artículo 75 inciso 29 CN).
Es otro supuesto de acto institucional no judiciable en cuanto se halla en juego
la subsistencia del Estado vinculado aquí a la necesidad de mantener la forma
republicana de gobierno, que constituye un principio fundamental de la
organización estatal.
La jurisprudencia de la Corte Suprema de Justicia de la Nación ha sostenido
siempre que la declaración de estado de sitio efectuada por el Congreso o el
Ejecutivo no es justiciable, aunque sí lo sean sus actos de ejecución, no
correspondiendo a los jueces apreciar las circunstancias de hecho que tornan la
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CSJN, fallo 252:294: Desde luego que en los diversos casos resueltos por la Corte no hace referencia al acto
institucional sino al acto político a las cuestiones políticas, pero la fundamentación y conclusiones son plenamente
aplicables dentro de la teoría del acto institucional.
adopción de este mecanismo constitucional, instituido y reglado por la Carta Magna
fundamental.
c) Designación de diputados y senadores: Conforme a la letra expresa de la
Constitución Nacional “Cada cámara es juez de las elecciones, derecho y títulos de
sus miembros en cuanto a su validez.
Es opinión del Dr. Cassagne que, el ejercicio de esta facultad constitucional
constituye un caso expreso de acto institucional no judiciable que se fundamenta en
la doctrina de la separación de los poderes y en el equilibrio inherente al sistema de
frenos y contrapesos que conforma la base de la Constitución.
d) Nombramiento de los Jueces de la Corte Suprema de Justicia de la Nación:
El acto por el cual el Poder ejecutivo designa a los magistrados de la Corte
Suprema de Justicia de la Nación, con acuerdo del Senado (art. 99 inc. 4 de la CN)
implica también un acto institucional no judiciable, en tanto la existencia del alto
Tribunal es básica para la subsistencia del Estado que organiza nuestra
Constitución.
Entre otros casos de actos institucionales pueden mencionarse: a) la
declaración de guerra que efectúa el Poder Ejecutivo de conformidad al artículo 99
inc. 15 y todos los actos dictados en ejercicio de los poderes militares del Presidente
que emergen de su carácter de Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas, b) la
concertación de determinados tratados internacionales, c) la autorización que otorga
al Congreso para la entrada de tropas extranjeras y salida de fuerzas nacionales; d)
los actos que vinculan al Poder Ejecutivo con el Congreso: convocatoria y prórroga
de sesiones ordinarias, convocatoria a sesiones extraordinarias, promulgación y veto
de las leyes.
Cabe aclarar que, si bien los jueces no pueden juzgar los actos institucionales
se encuentran habilitados para controlar los actos o medidas de ejecución de un
acto institucional. Por ejemplo, si bien lo jueces no podrán controlar la declaración
de la intervención a una provincia, si podrá juzgar los actos cumplidos o ejecutados
por el Interventor Federal. Si bien no podrá juzgar la declaración de estado de sitio,
si podrá controlar y juzgar los actos dictados o cumplidos durante el estado de sitio.
Una reflexión final me lleva a sostener que, sin dudas que los tribunales no
están para suplir a los poderes políticos y diseñar ellos políticas públicas, puesto
que los desajustes que hacen el Poder Legislativo y el Ejecutivo no los tiene que
arreglar el Poder Judicial, los tiene que arreglar el Legislativo y el Ejecutivo con el
impulso social.
Los jueces están para dirimir conflictos y para decir cuál es la ley a aplicar, no
para suplir en soluciones lo que deben hacer lo poderes llamados políticos, porque
si no tendríamos el problema del ejercicio de un poder no elegido, en posición de
desplazar a aquellos que hemos establecido por medio del voto. Dicho en otras
palabras, la Corte Suprema no puede decir si es mejor la convertibilidad que el plan
austral, el cambio fijo, la flotación sucia o limpia, esas son decisiones que caben a
los poderes políticos, e impulsarlas a nosotros como sociedad. Lo que puede y debe
hacer el Poder Judicial es establecer un equilibrio en la defensa de los derechos.