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CONTRATOS ADMINISTRATIVOS1
Unidad VIII
Teoría general
El contrato administrativo es un medio con que cuenta los órganos públicos para
la gestión del bien común de la comunidad.
Los órganos públicos necesitan obtener los bienes y servicios con las cuales
procurarán satisfacer sus necesidades, a efectos de cumplir con sus cometidos que
se le han conferido en miras del bien común de la comunidad, y para ello necesitan
recurrir a los particulares para que le proporcione las prestaciones que requiere.
Desde este punto de vista se puede caracterizar a los contratos administrativos
como uno de los medios de participación de los particulares en la gestión del bien
común perseguido por el Estado2.
1
Cada uno de los temas y citas al pie de página que componen esta Unidad, fueron extraído del libro “Contrato
Administrativo” Editorial Abeledo Perrot (Lexis Nexis), 1ra. Edición, años 2002, obra colectiva cuyo director es el Dr.
Ismael Farrando (h.), integrado por trabajos realizados por los Doctores Alejandro Pérez Hualde; P atricia Raquel
Martínez; José Luis Correa; Eduardo O. Emili; Daniel Gómez Sanchis; María Gabriela Ábalos; Mónica Buj Montero;
Armando Héctor Martínez; Ernesto N. Bustelo; Carina Cocuelle y Marcelo Hugo Parrino.
2
"Los principios que actualmente informan la contratación administrativa tienen al contratista, no ya como un
adversario -la parte contraria en un conflicto siempre latente-, sino como un colaborador cuyos intereses no son
necesariamente opuestos al interés del Estado, no concordando con tales principios las posiciones de dureza,
rigidez e inflexibilidad" (SCBA, 1º/9/1981, "Fasolo Hnos. SRL v. Provincia de Buenos Aires" JA, 1982-II-141).
3
CSJN, 2/3/1993, "Cinplast IAPSA. v. ENTel" ver JA, 1994-I-315.
4
Cabe destacar que Marienhoff sostiene que existen contratos típicamente administrativos, ya que por su objeto no
son susceptibles de ser celebrados en el ámbito privado. Entre ellos señala a la concesión de servicios públicos, la
relación de empleo público y la concesión de uso del dominio público. En esos casos "la naturaleza administrativa
Dromi, por su parte, señala que "La caracterización del contrato de la
Administración resulta: a) del objeto del contrato, es decir, las obras y servicios
públicos cuya realización y prestación constituyen precisamente los fines de la
Administración; b) de la participación de un órgano estatal o ente no estatal en
ejercicio de la función administrativa; y c) de las prerrogativas especiales de la
Administración en orden a su interpretación, modificación y resolución. "En otras
palabras, el contrato administrativo es toda declaración bilateral o de voluntad
común, productora de efectos jurídicos entre dos personas, de las cuales una está
en ejercicio de la función administrativa"5.
del acto surge nítida de su propio objeto" (MARIENHOFF, Miguel, Tratado de Derecho Administrativo, T. III-A, p. 46).
5
DROMI, Roberto, Derecho Administrativo, p. 211. En sentido similar, la Procuración del Tesoro de la Nación ha
señalado: "El contrato administrativo es un acuerdo de voluntades generadoras de situaciones jurídicas subjetivas,
en el que una de las partes intervinientes es una persona jurídica estatal, cuyo objeto está constituido por un fin
público o propio de la Administración y que contiene, explícita o implícitamente, cláusulas exorbitantes del derecho
privado, que son aquellas no usuales en el derecho privado por adjudicar a las partes derechos u obligaciones
ajenas a las que son susceptibles de ser libremente consentidos en el marco del derecho privado". Dictamen Nro.
40/00, 7/2/2000, expte. nro. 1605/2000, Instituto Nacional de Servicios Sociales para jubilados y pensionados
(Dictámenes, 232-146); Revista de la Procuración del Tesoro de la Nación, enero-febrero 2000, Boletín de
Actualización, La Ley, Buenos Aires, mayo de 2000, ps. 40/41.
6
BER€AITZ, Miguel Á., Teoría de los Contratos Administrativos, cit., ps. 246/247.
7
CASSAGNE, Juan C., El contrato Administrativo, ps. 15 y 30.
8
DROMI, Roberto, Derecho Administrativo, p. 209.
9
Cám. Nac. Cont. Adm. Fed., Sala III, 29/3/1983, ED, 106-96.
En consecuencia, los contratos administrativos son aquellos celebrados por los
órganos públicos con miras a un fin público, circunstancia por la cual pueden conferir
al cocontratante derechos y obligaciones frente a terceros, o que, en su ejecución,
pueden afectar la satisfacción de una necesidad pública colectiva, razón por la cual
están sujetos a reglas de derecho público, exorbitantes del derecho privado, que
colocan al contratante respecto del órgano público en una situación de subordinación
jurídica.
El Dr. Mairal lo que cuestiona es, la posibilidad de construir una teoría general
del contrato administrativo según la cual existirían cláusulas exorbitantes implícitas
en ciertos contratos que celebra el Estado, es decir, de reglas que se imponen a la
voluntad de las partes más allá de las estipulaciones contractuales, y aun en
contradicción con ellas, pese a no estar previstas en texto legal alguno.
Pero en síntesis, lo que el Dr. Mairal propone es una toma de conciencia que
nos devuelva a un más ajustado empleo del principio de legalidad y a un estricto
alcance del poder de policía; con este objetivo se propone el autor que sea sólo la ley
10
MAIRAL, Héctor, "De la peligrosidad o inutilidad de una teoría general del contrato administrativo", ED, 179-675;
y "El aporte de la crítica a la evolución del derecho administrativo", ED, 180-849.
11
CASSAGNE, Juan C., "Un intento infructuoso: el rechazo de la figura del contrato administrativo", ED, del
23/11/1998; "La delimitación de la categoría del contrato administrativo (réplica a un ensayo crítico)", ED, del
23/3/1999.
12
SARMIENTO GARCÍA, Jorge H., "Primeras reflexiones sobre la tesis de Mairal frente al `Contrato administrativo´ ",
ED, del 22/12/1998, ps. 4 y ss.
13
BARRA, Rodolfo C., "La sustantividad del contrato administrativo", ED, del 23/4/1999, p. 1.
14
BIANCHI, Alberto B., "Algunas...", cit., primera parte, ED, del 28/10/1999, y segunda parte, ED, del 26/11/1999,
nro. 9887, ps. 5/17.
15
BIANCHI, Alberto B., "Algunas...", cit., p. 1.
la que pueda imponer prerrogativas a favor del contratante estatal, como lo hace la
Ley de Obras Públicas o los marcos regulatorios de los servicios concesionados. La
propuesta de Mairal tiene su argumentación en el hecho comprobable, para todos
los que en el ejercicio con el obrar de los órganos públicos, advierten claramente el
accionar del estado y en ese marco, la imprecisión y la imprevisibilidad del alcance
en el empleo de las prerrogativas por parte de los órganos públicos en un contrato
administrativo acarrea un encarecimiento de los términos, sobre todo financieros -y
más aún si es de largo plazo-, que perjudica directamente al propio Estado en sus
contrataciones. Este endurecimiento de los límites de la discrecionalidad
administrativa apunta hacia una mejora evidente en la previsibilidad del
comportamiento del funcionario y, con ello, de la seguridad de los contratos en
vigencia.
Para el autor todas estas prerrogativas están presentes en el texto del contrato
aunque no estén escritas porque se trata de una cuestión de principio y no requiere
de norma que las establezca; es más, el empleo de la prerrogativa está habilitado
para ser ejercido en forma unilateral y extrajudicialmente. Obviamente, el autor deja
claramente sentada la prevalencia que sobre ellas posee la letra y el espíritu de la
Constitución.
1. Sujetos
Respecto a los sujetos, uno de ellos debe ser un sujeto público, entendida en
sentido amplio. El cocontratante puede ser otro ente administrativo, o un particular.
Berçaitz considera que es esencial que haya dos sujetos persiguiendo fines
opuestos. No compartimos tal tesitura, puesto que entendemos que en muchos
casos los fines perseguidos con la contratación pueden ser comunes (v.gr. el
otorgamiento de un permiso de ocupación del dominio público a una entidad
privada de bien público que no persigue fines de lucro), sin que ello impida
aplicarles el régimen jurídico del contrato.
Desde el punto de vista del sujeto "Administración", lo común es que resulte
suficiente la expresión de voluntad de un solo órgano. Sin embargo, existen casos en
los cuales se necesita de la concurrencia de otro órgano, a través del dictado de un
acto que viene a integrar o completar esa expresión de voluntad, ya sea en forma
previa (autorización) o posterior (aprobación), cuya ausencia o irregularidad jurídica
se transmitirá al contrato en cuestión.
Respecto al particular, éste puede ser una persona física o jurídica.
Corresponde aquí hacer la salvedad en cuanto al contrato de función pública,
supuesto en el cual siempre debe tratarse de una persona física.
Para que el contrato sea válido, los dos sujetos deben contar con aptitud legal
para realizar tal acto jurídico, correspondiendo distinguir entre el órgano público -
que debe obrar dentro de su "competencia", y que se rige por el derecho público - y
el particular -que requiere "capacidad", regulada por el derecho privado-, debiendo
destacar además que en el caso de este último la capacidad es la regla, mientras
que en cuanto al órgano público la competencia es la excepción.
En cuanto a las diferencias existentes entre ambos sujetos, además de la ya
señalada de la "competencia" y la "capacidad", podemos mencionar también que en
el caso de la Administración el órgano-funcionario que interviene en la celebración
del contrato siempre debe actuar en procura de un interés de la comunidad,
mientras que el particular lo hace en búsqueda de uno propio.
2. Consentimiento
Entendemos que el consentimiento es un elemento esencial a todo contrato,
pues precisamente ese acuerdo de voluntades es el que permite distinguir al acto
bilateral (contrato) del unilateral (acto administrativo).
Respecto a este elemento, nuevamente corresponde distinguir entre el órgano
público y el particular.
En el caso del órgano administrativo que actúa por la Administración, éste
debe contar con competencia para emitirlo, y ese consentimiento está sometido a
formas especiales de derecho público respecto a formación y exteriorización.
Así, la expresión de ese consentimiento debe ser "documentada", es decir,
preferentemente por escrito. Además, debe ser expresa (carece de valor el
consentimiento "tácito", contrariamente a lo que sucede en el caso del particular
cocontratante), aunque ello no impide que contractualmente se pacte la asignación
de un determinado sentido jurídico (positivo o negativo) al silencio de la
Administración frente a determinados actos o hechos producidos a lo largo de la
ejecución del contrato.
16
CSJN, 29/03/1990, “Dulcamara, S. A. c. ENTel”, Fallos: 313:376; CSJN, 02/03/1993, “Cinplast S.A. c. ENTel”,
Fallos: 316:212; CSJN, 03/03/1992, “YPF”; Fallos: 315:158; CSJN, 17/02/1998, “S.A. Organización Coordinadora
Argentina”, Fallos: 321:174, publicado en ED 177-749 con nuestro comentario.
En cuanto a los vicios del consentimiento, ellos son los fijados en las normas
jurídicas pertinentes, destacando que en el caso de la Nación se encuentran
previstos en el art. 14 de la ley 19549, el cual hace mención al error esencial, el dolo
(en cuanto se tenga por existentes hechos o antecedentes inexistentes o falsos),
cuando se haya ejercido violencia física o moral sobre el agente productor del acto, o
se trate de simulación absoluta.
3. Objeto
Este elemento, de por sí relevante en el caso de los contratos de derecho
privado, adquiere capital importancia en la formación del contrato de derecho
público, hasta tal punto que, desde antiguo, la doctrina centró la naturaleza del
contrato administrativo -y su distinción con el contrato de derecho privado- en el
diferente contenido que presenta en uno y otro caso.
El objeto del contrato administrativo es, al igual que en todos los contratos, la
prestación, que puede ser una obligación de dar, de hacer o de no hacer, y debe ser
cierto, física y jurídicamente posible, determinable y lícito.
Siguiendo a la doctrina mayoritaria, podemos señalar como principales
diferencias entre el objeto de un contrato de derecho público y uno de derecho
privado las siguientes:
a) En el contrato de derecho privado el objeto es inmutable, mientras que en el
de derecho público es esencialmente mutable (analizaremos el tema con mayor
detenimiento al tratar los principios del contrato administrativo).
b) En el caso del contrato de derecho público el objeto puede pertenecer a
terceros o producir efectos a su respecto. En el caso del derecho privado, ello no es
factible (art. 1199 CCiv.).
c) El objeto del contrato público se circunscribe a un fin público o a la
satisfacción de una necesidad colectiva. En el caso del contrato privado
habitualmente se persigue un fin particular.
d) Las cosas que no están en el comercio pueden ser objeto de un contrato
administrativo (v.gr., concesión de uso de un bien del dominio público), mientras
que ello no resulta posible desde el punto de vista jurídico (art. 953 Ver Texto del
CCiv.).
e) En materia de derecho público no pueden renunciarse determinadas
atribuciones (v.gr. el ejercicio de las cláusulas exorbitantes, la potestad de dirección
y control del contrato, etc.), mientras que en derecho privado rige el principio de
libertad contractual, en tanto el objeto no sea imposible, ilícito, contrario a las
buenas costumbres o prohibido por las leyes, u opuesto a la libertad de las
acciones, de la conciencia, o que perjudique los derechos de un tercero (art. 953 del
CCiv.).
4. Causa
Si seguimos la teoría civilista denominada "clásica" o "causalista" acerca del
elemento causa, resulta que podemos definir a la causa del contrato administrativo
como la satisfacción, de un modo directo o indirecto, de una necesidad colectiva.
Tal conceptualización encuentra su fundamento en el derecho civil, pero a
diferencia de éste, en el cual la finalidad es mucho más amplia y variable, en el caso
del derecho público restringimos el "contenido" de la causa a la satisfacción de
necesidades públicas y la obtención del bien común, puesto que no puede ser otro el
fin perseguido por el órgano que, en ejercicio de la función administrativa, celebra
ese tipo de acto jurídico.
La causa es la contestación al por qué, y el fin responde al para qué, de
manera tal que para el órgano público la causa es objetiva (el interés público),
mientras que para el particular es subjetiva (dependerá en cada caso particular).
Resulta importante destacar una diferencia de gran importancia entre los
contratos de derecho privado y los de derecho público. En los primeros la causa
resulta fundamental en el momento en que se suscribe el contrato, careciendo de
relevancia si después desaparece, mientras que en el caso del segundo, la causa
debe satisfacer siempre un fin público -tanto al momento de la celebración como
durante la ejecución del contrato-, y si ella muda o desaparece durante el contrato
éste deja de tener sentido y de cumplir la finalidad para la cual se celebró, de
manera que se extingue, por razones de oportunidad o conveniencia. La causa,
entonces, debe estar presente de manera permanente, durante toda la vida del
contrato.
5. La forma
Algunos autores consideran que la alusión al elemento forma ofrece un doble
significado: uno restringido, que es el que hace referencia a la forma de
exteriorización de la voluntad de los sujetos intervinientes en el contrato; y otro
amplio, que refiere a la manera como se cumplen en la Administración las etapas
que dan origen al contrato.
Tal distingo tiene una gran relevancia, puesto que la falta de cumplimiento de
los recaudos que hagan a la "forma" determinará la nulidad del contrato en
cuestión. Si las "formalidades" la integran, su afectación también acarreará esa
invalidez.
Siguiendo la teoría del acto administrativo y su aplicación "supletoria" al
régimen de los contratos, que las "formalidades" quedan comprendidas dentro de los
"procedimientos" previstos en el art. 7º inc. d) de la ley 19549, y que como tales son
diferentes de la "forma" propiamente dicha, reservando este concepto para la
manera de instrumentación y exteriorización de la voluntad administrativa.
Que a semejanza del acto administrativo, la violación de estos "procedimientos"
(su incumplimiento o su cumplimiento defectuoso) determina la invalidez del
contrato en cuestión, dependiendo las consecuencias jurídicas derivadas de la
misma (nulidad o anulabilidad) de la importancia que tal irregularidad presente en
el caso concreto (arts. 14 y 15 de la ley 19549), destacando que estos
procedimientos presentan una particular importancia en lo que hace al proceso de
formación y exteriorización de la voluntad administrativa, al "rodear" a la misma de
una serie de recaudos y exigencias que tienden a garantizar la transparencia, la
concurrencia y la eficacia del obrar administrativo, así como también evitar una
incorrecta administración del bien común, ya sea por errores técnicos o por
motivaciones desviadas de los fines perseguidos por la norma que otorgó la
competencia.
En cuanto al elemento forma en sí, ella varía según el contrato de que se trate
(por ej. en el caso de un empréstito público, se instrumenta mediante bonos o
certificados; en el caso de una obra pública, a través de la "contrata", etc.).
En cuanto a los recaudos que debe reunir esa "forma", entendemos que la
voluntad administrativa, para que pueda "nacer" a la vida jurídica y generar
consecuencias legales a través de un contrato administrativo, debe forzosamente
documentarse por escrito.
La voluntad administrativa, entendida como un conjunto de trámites y
presupuestos objetivos y subjetivos que preceden al dictado del acto, requiere de la
intervención de distintas personas físicas (órganos) y del cumplimiento de diversos
recaudos legales tendientes a asegurar la legalidad de ese accionar. Para "unir"
todos estos presupuestos es preciso que ellos sean plasmados por escrito, a fin de
que al "fusionarse" constituyan la voluntad de la Administración. Por lo tanto -y a
diferencia del acto administrativo-, consideramos que siempre se requiere la forma
escrita (en forma simultánea a su perfeccionamiento o, excepcionalmente, con
posterioridad), aun a falta de norma expresa que así lo exija.
Respecto a la forma de instrumentación, entendemos que es suficiente con la
formalización por escrito, con intervención del funcionario administrativo
competente, puesto que la intervención del funcionario público le otorga
autenticidad al acto celebrado.
6. La finalidad
1. Continuidad
En cuanto a la modificación en sí, ella puede incidir sobre diversos aspectos del
contrato: puede afectar el volumen o cantidad de la prestación (v.gr. el aumento de
cantidad en la provisión de un determinado fármaco), o incidir en su duración (v.gr.
rescate), o modificar las condiciones de ejecución (sustituyendo una técnica por otra
nueva).
Ahora bien, más allá de todas estas prerrogativas, es preciso tener en cuenta
que el ejercicio de esta atribución no debe implicar un sacrificio especial para el
contratista, de tal manera que le determine un perjuicio.
Respecto a los derechos que nacen a favor del contratista a consecuencia del
ejercicio de tal atribución modificatoria por parte de la Administración, podemos
citar los siguientes:
1. Formalismo
Vistas así las cosas, el contrato administrativo se caracteriza por ser "formal",
en el sentido de que para su celebración deben cumplirse una serie de requisitos
(formalidades, al decir de Berçaitz) sin los cuales el contrato será inválido, y cuya
omisión, en la mayoría de los casos, no es susceptible de subsanación.
2. Desigualdad
Existe una desigualdad entre las partes, una "subordinación" del cocontratante
a la Administración Pública, que se traduce en tres atribuciones fundamentales de
ésta:
La forma en que este control se ejerce es a través de diversos medios, como las
inspecciones de obra o de fábrica, las auditorías, y algunos autores agregan,
modernamente, a los entes reguladores, que cumplen un permanente control del
cumplimiento de todas las normas técnicas, jurídicas y económicas vinculadas con
la prestación del servicio por parte del particular.
3. "Intuitu personae"
17
PTN, Dictámenes 89:355 y 1.198:178
18
CSJN, Fallos 301:292, 311:2.386
De acuerdo al artículo 25 del Régimen de Contrataciones, los procedimientos
de selección son:
a) Licitación o concurso públicos. La licitación o el concurso serán públicos
cuando el llamado a participar esté dirigido a una cantidad indeterminada de
posibles oferentes con capacidad para obligarse y será aplicable cuando el monto
estimado de la contratación supere el mínimo que a tal efecto determine la
reglamentación, sin perjuicio del cumplimiento de los demás requisitos que exijan
los pliegos.
1. El procedimiento de licitación pública se realizará de acuerdo con el monto
que fije la reglamentación y cuando el criterio de selección del cocontratante recaiga
primordialmente en factores económicos.
2. El procedimiento de concurso público se realizará de acuerdo con el monto
que fije la reglamentación y cuando el criterio de selección del cocontratante recaiga
primordialmente en factores no económicos, tales como la capacidad técnico-
científica, artística u otras, según corresponda.
b) Subasta pública. Este procedimiento podrá ser aplicado en los siguientes
casos:
1. Compras de bienes muebles, inmuebles, semovientes, incluyendo dentro de
los primeros los objetos de arte o interés histórico, tanto en el país como en el
exterior.
Este procedimiento será aplicado preferentemente al de contratación directa,
en los casos en que la subasta fuere viable, en las condiciones que fije la
reglamentación.
2. Venta de bienes de propiedad del Estado Nacional.
c) Licitación privada o concurso abreviados. La licitación o el concurso serán
abreviados cuando el llamado a participar esté dirigido exclusivamente a
proveedores que se hallaren inscritos en la base de datos que diseña e implementa
el Órgano rector, conforme lo determina la reglamentación, y serán aplicables
cuando el monto estimado de la contratación no supere al que aquella fije al efecto.
También serán consideradas las ofertas de quienes no hubiesen sido invitados a
participar.
d) Contratación Directa. La selección por contratación directa se utilizará en
los siguientes casos:
1. Cuando de acuerdo con la reglamentación no fuere posible aplicar otro
procedimiento de selección y el monto presunto del contrato no supere el máximo
que fije la reglamentación.
2. La realización o adquisición de obras científicas, técnicas o artísticas cuya
ejecución deba confiarse a empresas, artistas o especialistas que sean los únicos
que puedan llevarlas a cabo. Se deberá fundar la necesidad de requerir
específicamente los servicios de la persona física o jurídica respectiva.
Estas contrataciones deberán establecer la responsabilidad propia y exclusiva
del cocontratante, quien actuará inexcusablemente sin relación de dependencia con
el Estado.
3. La contratación de bienes o servicios cuya venta fuere exclusiva de quienes
tengan privilegio para ello o que sólo posean una determinada persona física o
jurídica, siempre y cuando no hubieren sustitutos convenientes. Cuando la
contratación se fundamente en esta disposición deberá quedar documentada en las
actuaciones la constancia de tal exclusividad mediante el informe técnico
correspondiente que así lo acredite. Para el caso de bienes, el fabricante exclusivo
deberá presentar la documentación que compruebe el privilegio de la venta del bien
que elabora.
La marca constituye de por sí causal de exclusividad, salvo que técnicamente
se demuestre la inexistencia de sustitutos convenientes.
4. Cuando una licitación haya resultado desierta o fracasada y se efectuare un
nuevo llamado, deberán modificarse los Pliegos de Bases y Condiciones Particulares.
Si esta licitación también resultare desierta o fracasare, podrá realizarse la
contratación directa, utilizando el Pliego de Bases y Condiciones Particulares del
segundo llamado.
5. Cuando probadas razones de urgencia o emergencia que respondan a
circunstancias objetivas impidan la realización de otro procedimiento de selección
en tiempo oportuno, lo cual deberá ser debidamente acreditado en las respectivas
actuaciones, y deberá ser aprobado por la máxima autoridad de cada jurisdicción o
entidad.
6. Cuando el Poder Ejecutivo Nacional haya declarado secreta la operación
contractual por razones de seguridad o defensa nacional facultad ésta excepcional e
indelegable.
7. Cuando se trate de reparaciones de maquinarias, vehículos, equipos o
motores cuyo desarme, traslado o examen previo sea imprescindible para
determinar la reparación necesaria y resultare más oneroso en caso de adoptarse
otros procedimientos de contratación. No podrá utilizarse la contratación directa
para las reparaciones comunes de mantenimiento de tales elementos.
8. Las contrataciones entre reparticiones públicas o en las que tenga
participación mayoritaria el Estado Nacional. En estos casos quedará prohibida la
subcontratación del objeto.
En las contrataciones directas en las que corresponda efectuar invitaciones, de
acuerdo con la reglamentación, también serán consideradas las ofertas de quienes
no hubiesen sido invitados a participar.
Por otra parte, se pone en cabeza de la máxima autoridad de la jurisdicción la
responsabilidad de aprobar contrataciones directas por razones de urgencia o de
emergencia.
Esta última causal, que se incorpora como una novedad en materia de
contratación directa, constituye un instituto propio de estos últimos tiempos, que
responde principalmente a una situación extraordinaria y transitoria, cuando están
en juego los intereses vitales de la comunidad o la supervivencia misma del Estado,
y que permite un ejercicio más fuerte del poder de policía y correlativamente permite
restringir los derechos constitucionales.
Hasta los primeros años del siglo XX (1903-1906) en que la jurisprudencia del
Consejo de Estado Francés sostuvo la separabilidad de dichos actos, ellos se
consideraban un todo indivisible que se incorporaba al contrato una vez
perfeccionado. Adherir a una u otra postura no constituía una mera disquisición
teórica sino, por el contrario, la adopción de una posición de gran trascendencia
práctica por sus consecuencias jurídicas respecto de la impugnabilidad de la
actividad administrativa precontractual, de la legitimación para cuestionarla en sede
administrativa y judicial, y de los remedios procesales de protección jurídica de los
oferentes.
PRINCIPIOS JURÍDICOS
a) Concurrencia
b) Publicidad
Este principio debe ser entendido desde un doble punto de vista, a saber: a)
como hecho de la publicación del acto del llamado a licitación que debe ser
sumamente amplio y b) como la posibilidad de acceso al conocimiento del
procedimiento licitatorio por parte de todo interesado, salvo excepciones
debidamente justificadas.
c) Igualdad
Del mismo modo que hay una igualdad ante la ley reconocida por un texto
constitucional expreso, existe la igualdad ante los órganos públicos, en cuanto es la
principal gestora del bien común que debe imponer cargas y distribuir bienes de
acuerdo al principio de igualdad. En ese marco, los oferentes en un procedimiento
licitatorio deben ser colocados en un pie de igualdad, evitando discriminaciones o
tolerancias que favorezcan a unos en detrimento de otros.
Así, la igualdad abarca todas las etapas del procedimiento licitatorio, desde el
comienzo hasta la adjudicación y firma del contrato y aun durante el desarrollo de
la relación contractual. En ese marco, ella se traduce de distintas formas en las
distintas fases del procedimiento licitatorio. Durante el procedimiento, este principio
tiene plena vigencia en el procedimiento de elaboración de los pliegos y en las
eventuales aclaraciones o modificaciones que pudiera sufrir, conjugándose
perfectamente con el criterio restrictivo de interpretación de los pliegos. Asimismo,
respecto de las ofertas, si tenemos en cuenta que la finalidad es conseguir la mayor
cantidad de oferentes posibles para que la concurrencia sea efectiva, rechazar una
oferta invocando el principio de igualdad es totalmente contrario a los fines de la
licitación.
d) Contradicción
e) Transparencia
Dentro de las etapas o requisitos que deben ser cumplidos por el sujeto
licitante en forma previa al llamado a selección, encontramos, a la confección de los
pliegos de condiciones, cuya aprobación adquiere especial relevancia, puesto que
será la norma fundamental que regirá en forma definitiva -y en principio inalterable-
la preparación, celebración y ejecución del contrato en cuestión.
Naturaleza jurídica de los pliegos: Si bien sobre este punto existen distintas
posturas doctrinarias, a los efectos del aprendizaje de nuestra materia, entendemos
con un sentido general que, los pliegos de contratación, sean éstos generales o
particulares, al ser declaraciones unilaterales, efectuadas en ejercicio de la función
administrativa, que producen efectos jurídicos generales, constituyen reglamentos
administrativos porque regulan no sólo el procedimiento de contratación en sí
mismo, sino que también pueden perdurar en el tiempo, resultando de aplicación al
oferente adjudicatario o ganador, y que -en el caso de los pliegos particulares- se
extingue con el cumplimiento específico del objeto para el cual se contrató.
CLASES DE PLIEGOS
Son aquellos que se aplican a todos los contratos realizados con un mismo
objeto por un órgano o sujeto público. Estos pliegos son elaborados por el sujeto
estatal y tienen por objeto regular todos los procedimientos de selección que se
realicen en lo futuro, sin atender a un contrato en particular. Generalmente existe
uno para cada categoría de contrato (obra pública, suministros, etc.), por las
particularidades que cada una de ellas presenta.
Estos pliegos son pasibles de ser modificados o dejados sin efecto por otro de la
misma especie, siguiendo el principio general de que los reglamentos perduran en el
tiempo hasta tanto no sean revocados o modificados por uno posterior. También
pueden devenir en ilegítimos, a consecuencia del dictado de una ley o reglamento
que contenga disposiciones contrarias a sus previsiones.
Los pliegos de condiciones particulares son aquellos que fijan las disposiciones
específicas de cada contrato que se celebra, tiene un doble objeto, regulan todos
aquellos aspectos sobre los cuales el pliego general guarda silencio, integrándolo, y
a la vez pueden modificarlo, según las particularidades del caso.
Los pliegos deben estar compuestos por cláusulas que revistan carácter
general, es decir, aplicables a todos aquellos interesados que decidan participar en
el procedimiento de selección y que posteriormente puedan resultar contratistas del
sujeto licitante. Desde este punto de vista, las previsiones del pliego no deben
contemplar situaciones particulares, sino que deben prever las mismas exigencias y
consecuencias jurídicas para todos aquellos que se encuentren en idéntica
situación. Es decir, las previsiones del pliego se aplican en forma idéntica a todos
los interesados, sin admitir excepciones de ningún tipo.
Se convierten en la ley del contrato y los interesados, así como el propio órgano
público, deben sujetarse a ellos tanto en cuanto a los aspectos procedimentales
como en cuanto a las cláusulas que regirán la ejecución del contrato.
Las cláusulas contenidas en los pliegos adquieren fuerza vinculante para las
partes, y no pueden ser modificadas con posterioridad al llamado a selección, salvo
excepciones.
Las notas aclaratorias, son los escritos presentados por los interesados, en los
cuales se solicita al organismo licitante que precise algunos aspectos que no le
resultan claros del pliego. El órgano público competente debe responder dentro de
un plazo máximo fijado en los pliegos (generalmente muy cercano a la fecha tope de
presentación de ofertas -p. ej. 48 horas antes-), y esas aclaraciones adquieren en
muchos casos valor jurídico para las partes, debiendo integrar posteriormente la
documentación en base a la cual se seleccionará la oferta y se ejecutará el contrato.
Por tal motivo, tales aclaraciones deben ser cuidadosamente confeccionadas por el
órgano o sujeto público y en ningún caso pueden implicar modificaciones a las
cláusulas contenidas en los pliegos.
1. Habilitaciones previas
Algunos autores como Dromi incluyen los actos descriptos como la fase
preparatoria dentro de la licitación pública, indicando que esta etapa es puramente
interna de la Administración, sin intervención ni participación de los particulares,
oferentes, licitadores o terceros interesados, todo lo cual constituyen la etapa
preparatoria de todo contrato, sea cual fuese el método utilizado para seleccionar al
contratista particular.
b) Autorización previa
3. El llamado a Licitación:
Cabe aclarar que, la publicidad del llamado dependerá que la licitación sea una
licitación pública o privada.
Las ofertas deben ser presentadas dentro del término que fija el licitante en el
llamado a licitación. Cualquier presentación tardía debe ser rechazada porque pone
en juego al principio de igualdad de los oferentes.
La Oferta variante, es aquella que modificando el pliego ofrece una solución con
una mejora que no sería posible en caso de cumplimiento estricto del pliego. La
oferta variante se presenta además de la oferta básica que cumple estrictamente lo
solicitado por el pliego. El licitante no puede elegir la variante sin transgredir el
principio de igualdad de los oferentes. El licitante sólo podrá comparar la oferta
principal, que cumple el pliego, con las demás que también lo cumplen; si el
oferente que gana la licitación es aquel que ofreció la variante, el licitante puede,
entonces sí, adjudicar la oferta variante. Si el proponente de la variante no logra
triunfar con su oferta principal, el licitante no podrá adjudicar la variante aun
cuando le resultara más conveniente que la triunfante.
5. La Preadjudicación:
6. La Adjudicación:
Plazo para la formalización del contrato: El plazo dentro del cual las partes
deberán suscribir el documento contractual generalmente está fijado por los pliegos
licitatorios. En caso de silencio deberá estarse a lo fijado en las normas que regulan
el procedimiento administrativo, atento a la naturaleza procesal de la cuestión. En
definitiva, la firma del contrato no es sino una etapa del procedimiento contractual
administrativo y de ahí que corresponda la aplicación supletoria de las normas
generales que rigen el procedimiento administrativo.
A este respecto debe tenerse en cuenta que una de las razones (si no la más
importante) que justifican la existencia de esta separación entre el acto de
adjudicación y la firma del contrato es la posibilidad de la existencia de
impugnaciones por parte de los oferentes que no resultaron adjudicatarios. Por lo
tanto, el plazo que media entre la adjudicación y el contrato debe tener una
extensión igual a un día más de la fijada para la interposición del recurso
administrativo que corresponda según la naturaleza de la Administración licitante -
centralizada o descentralizada- y la jerarquía del órgano competente para adjudicar.
También debemos aclarar que, todo particular que interviene en una licitación
pública adquiere derecho, no a la adjudicación sino a concurrir a la competencia.
Jurídicamente el oferente tiene derecho subjetivo de participar en la comparación de
ofertas, pero sólo interés legítimo en la adjudicación. El adjudicatario, por su parte,
tiene derecho subjetivo a contratar. Pero, cuando se llamó a licitación para llevar
adelante un futuro contrato, el Estado conserva el derecho de rechazar todas las
ofertas; pero si acepta una de ellas, no puede después negarse sin causa a suscribir
el respectivo contrato y, en caso contrario, debe pagar daños y perjuicios.
Continuidad
Podemos caracterizar a este principio como la atribución con que cuenta los
órganos y sujetos públicos para exigir el cumplimiento de la prestación debida por el
contratante de manera continuada, sin interrupciones, cualesquiera sean las
circunstancias por las cuales atraviesa el contrato, pudiendo llegar a utilizar las vías
de hecho para mantener la continuidad en el caso de los servicios públicos.
Más allá de esta prerrogativa estatal, es preciso tener en cuenta que el ejercicio
de esta atribución no debe implicar un sacrificio especial para el contratista, de tal
manera que le determine un perjuicio.
Respecto a los derechos que nacen a favor del contratista a consecuencia del
ejercicio de tal atribución modificatoria por parte del órgano estatal, podemos citar
los siguientes:
Uno de los derechos, sino el fundamental, que le asiste a quien contrata con
un ente que actúa en ejercicio de la función administrativa es el de percibir el
precio, esto es, la facultad de recibir la remuneración estipulada en su favor, como
retribución por las prestaciones que se comprometió a ejecutar.
Por lo general, se han denominado a las variaciones en los costos que afectan
al precio convenido en el contrato de obra pública: "mayores costos". Las variaciones
de costos, se traducen, en definitiva, en un reconocimiento del encarecimiento o
abaratamiento de las prestaciones, y que excluyen el error de cálculo de la oferta
inicial por cuanto el error en la preparación de la oferta no puede ser imputable sino
al propio cocontratante, no podría ser ignorada ante situaciones de hecho que
pudieran significar un desequilibrio de la ecuación económica del contrato.
Por lo que no podemos omitir estudiar, las distintas figuras jurídicas que se
utilizan con el objeto de mantener este equilibrio contractual, como un derecho
propio del contratista. Veremos la teoría de la imprevisión aplicada a los contratos
de la Administración, la revisión de precios, los casos de fuerza mayor,
distinguiremos el hecho del príncipe y el hecho de la Administración,
REVISIÓN DE PRECIOS
LA FUERZA MAYOR
La doctrina llama hecho del príncipe a todo acto o hecho emanado de los
propios órganos del Estado, actuando en su carácter y condición de autoridad
pública, que produzca un perjuicio real y cierto al cocontratante particular, que éste
no haya podido prever al tiempo de celebrar el contrato y afecte de manera anormal
o extraordinaria la ecuación económico-financiera del mismo.
HECHO DE LA ADMINISTRACIÓN
Existen opiniones que llevan a algunos autores a considerar que la figura que
acabamos de analizar, el "hecho del príncipe", es distinta de la que se denomina
como "hecho de la Administración". Aun cuando ambas, producidas en las
condiciones y con los requisitos que exigen la doctrina y la jurisprudencia reúnen el
carácter de eximentes de la responsabilidad del cocontratante.
Esencialmente, corresponde a Dromi tal distinción. Este autor define al hecho
del príncipe como un comportamiento estatal indirecto de cualquier autoridad pública,
imputable al Estado pero no al comitente. En tanto que, el hecho de la Administración,
es un comportamiento estatal directo de la entidad contratante (comitente), imputable
a esta misma.
EXTINCIÓN NORMAL
EXTINCIÓN ANORMAL
Cabe decir, en cuanto a la aplicación del régimen del Código Civil a los
contratos administrativos, que el mismo tiene una aplicación analógica,
independientemente de algunas diferencias que puedan tener. Estas diferencias
surgen como resultado de que el Estado goza de ciertas prerrogativas que son
exorbitantes del derecho común, prerrogativas éstas que no poseen los particulares.
El art. 1204 del CCiv., reza en su primera parte: "En los contratos con
prestaciones recíprocas se entiende implícita la facultad de resolver las obligaciones
emergentes de ellos en los casos que uno de los contratantes no cumpliera con su
compromiso...".
Así, los contratos administrativos pueden ser resueltos tanto por el propio
Estado como por el contratista, aunque, como se verá más delante, esta facultad se
ejercerá por uno y por otro de manera diversa.
En cuanto a las facultades del acreedor, según el art. 505 del CCiv., son:
1ª. Darle derecho para emplear los medios legales, a fin de que el deudor le
procure aquello a que se ha obligado.
El art. 506 del CCiv., expresa: "El deudor es responsable al acreedor de los
daños e intereses que a éste resultaren por dolo suyo en el cumplimiento de la
obligación"; y el art. 508 del CCiv., señala: "El deudor es igualmente responsable por
los daños e intereses que su morosidad causare al acreedor en el cumplimiento de
la obligación".
Debe dejarse en claro que cualquiera de las partes puede rescindir el contrato,
pero para ello deberá recurrirse a la Justicia para acreditar los supuestos en caso de
estar los mismos controvertidos, y la parte que incumplió deberá indemnizar sin
hesitación alguna todos los perjuicios que produzca dicho incumplimiento.
Supuestos que pueden darse para que el Estado ejerza su facultad resarcitoria:
No cabe duda de que las partes, cuando contratan, tienen como expectativas
que la parte contraria cumpla con las prestaciones a las que se ha obligado, en
forma fiel y cabal. Pero por diversas razones suele suceder que una de las partes -en
este caso el contratista- no ejecuta sus obligaciones, ya sea éstas de modo parcial o
total, y ante esto el órgano o sujeto estatal tendrá que usar los medios contractuales
necesarios para compeler al particular al cumplimiento de lo pactado, por ejemplo,
la aplicación de multas; pero cuando el incumplimiento es grave y se tiene la certeza
de que aquél no va a cumplir con las prestaciones debidas, el estado puede ejercer
la facultad rescisoria.
Como en todo contrato, en el pliego de condiciones -que es ley para las partes-
se estipula un plazo para la realización de la obra y un plan de trabajo que le
permitirá a la Administración establecer pautas de control y evaluar los porcentajes
de ejecución en los períodos de certificación; esto es, que en los contratos -como el
de obra pública- además del plazo final de conclusión se pueden establecer plazos
parciales intermedios de terminación de la obra -también llamados plazos
secuenciales- que permiten controlar el ritmo de la obra.
c) Vencimiento de plazos
Cuando se produce una demora al iniciar la ejecución de una obra, sin duda,
aunque no se encuentre establecida expresamente, para este tipo de plazo la
aplicación de las multas resultarán necesariamente a raíz de la demora que se
manifiesta en el plan de trabajo.
Pero puede darse el caso de que ante la excesiva demora en el inicio de la obra
el Estado proceda a ejercer su derecho de rescisión, tendría que ser en el supuesto
en que el contratista no justifique razonablemente que la demora en la iniciación se
debe a una causa no imputable a ella y no ofrezca cumplir el contrato, el mismo
será rescindido. Pero no significará que el otorgamiento de una prórroga para iniciar
los trabajos se entenderá como un estiramiento de los plazos contractuales, salvo,
claro está, que así se hubiere resuelto.
f) Caducidad
g) Rescate
Ahora bien, los órganos estatales, dentro de las prerrogativas que tiene y que
son exorbitantes al derecho común, cuenta con la de ius variandi o principio de
mutabilidad, privilegio que el permite introducir modificaciones en el contrato,
debido a que, por un lado, están en juego las necesidades del interés público que
impone modificaciones a los términos del contrato celebrado; y por otro, no siempre
es posible, por ejemplo, en una obra pública de gran magnitud, prever todos los
detalles que insumirán los trabajos. Esta prerrogativa no necesita ser expresamente
introducida en el contrato y el contratista debe aceptarla, aunque debe tenerse en
cuenta que la misma tiene límites.
Si bien las convenciones hechas en los contratos forman parte de una regla a
la cual deben someterse como a la ley misma (art. 1197CCiv.), el ius variandi, como
antes dijimos, tiene como finalidad garantizar y resguardar el interés público frente
a las vicisitudes fácticas que pueden ocurrir, interés que debe ser alegado y probado
por parte del Estado. Debiendo la causa ser objetiva, fundada, cierta y real.
Cuando el Estado ejerza el derecho del ius variandi, de tal manera que
configure una especie de abuso del derecho que exceda los límites de lo razonable y
de lo legal, el contratista se verá en la necesidad de pedir dicha rescisión, solicitando
además la reparación de los daños que se le hubieran causado, ya que el mismo es
ajeno a los motivos que originaron la rescisión. En los contratos administrativos,
cuando es el propio Estado el que incumple gravemente las obligaciones a cargo de
su parte que lleve a que su cocontratante no pueda cumplir con las suyas, el
incumplimiento del contrato por parte del cocontratante debe considerarse como un
derecho de éste.
Cuando el órgano estatal excede ese límite establecido por ley se crea un
derecho a su favor de pedir la rescisión del contrato, siempre y cuando la
modificación ya se haya producido. Esto se debe a que en los pliegos y bases de
condiciones de una licitación no pueden válidamente incorporarse cláusulas que
obliguen al contratista más allá del límite legal.
b) Suspensión de los trabajos
Entonces, cuando media culpa del propio órgano estatal y a raíz de actos o
hechos suyos se den supuestos en que la continuación de la obra se pueda ver
suspendida por más tiempo del legalmente pactado, que la paralización de la obra
se haya excedido del plazo legal o que el ritmo del plan de trabajo haya sido inferior
al 50% de dicho período por culpa del órgano estatal, en el contratista nace el
derecho de rescindir.
Muchas veces el contratista, para iniciar los trabajos o una vez iniciado para
continuarlos, necesita que el órgano estatal le haga entrega de terrenos o materiales
o de permisos para llevar adelante los trabajos. Sin duda que el particular es un
colaborador de la Administración en el cumplimiento del bienestar general, pero a la
vez necesita que aquélla colabore con él procurándole todos los medios necesarios
para que pueda comenzar o continuar de modo normal la ejecución del contrato.
Puede darse que de común acuerdo las partes decidan dejar sin efecto el
contrato administrativo y con tal fin celebren un convenio. Cuando las partes
celebran un contrato no pueden prever todas sus consecuencias, por lo que pueden
negociar muchas cláusulas contractuales, tales como los plazos, formas de pago,
etc.
Otras veces pueden darse casos en los que las partes no lleguen a ningún
acuerdo o que existan causales confusas acerca de quién es el culpable del
impedimento para continuar el contrato, y a tal fin celebren un convenio evitando de
esta manera un conflicto.
Sin duda que al ser las partes las que llegan a este convenio mediante el cual
extinguen el contrato, son éstas las que determinan los efectos de las mismas. Pero
deberá requerirse un control suficiente para evitar hechos de corrupción, en donde
se extingan contratos cuando el único culpable de la imposibilidad de seguir es el
contratista, por lo que los convenios requieren ser homologados por el órgano
competente, responsable de la facultad que se le ha conferido.
4. Por ley