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PONTIFICIA UNIVERSIDAD CATÓLICA DE CHILE

Facultad de Teología
Cuestiones de Teología Fundamental. TE02881
Informe de lectura:
Libro: LA HISTORIA PERDIDA Y RECUPERADA DE JESÚS DE NAZARET.
De los sinópticos a Pablo.
Autor: Juan Luis Segundo
Capítulos: 4,5, Epilogo y apéndice de la Primera Parte
Páginas: 269– 367
Presentado por: Will Rivera Gómez
Profesor: Fernando Verdugo Ramírez
Fecha: 06 de octubre 2022

La subida de Jesús a Jerusalén como impulso del anuncio del Reino es, en cuanto
que decisión de Jesús, una elección a ciegas, ya que entra el Maestro galileo en territorio de
la autoridad político-religiosa, haciendo encender contra sí su odio. Esto se ve reflejado en
las parábolas donde Jesús enfatizaba los errores de los líderes religiosos.
Para entender el destino final de Jesús, los evangalistas Marcos, Mateo y Lucas
proponen tres profecías. La primera de ellas es la cruel forma de morir de Jesús. Ésta
menciona que los ancianos, sumos sacerdotes y escribas son los autores principales de la
muerte de Jesús. En segundo lugar, Jesús aparece como aquél que es entregado por los
mismos hombres, es decir, por su mismo pueblo. Por último, una tercera profecía, similar a
las dos anteriores, consiste en sindicar a los miembros del Sanedrín como quienes señalan a
Jesús. En las tres profecías vemos el resultado de la subida a Jerusalén. En esta sección,
Segundo deja claro que Jesús no pensó que sus palabras fueran la sentencia de su propia
muerte. Notorio es también que Jesús no tuvo tiempo para crear argumentos en pro de su
defensa ante el juicio que enfrentaba. Esto da a entender que Jesús nunca se imaginó que tal
situación acaecería, pues su convicción era el anunciar el Reino y los valores del Reino, sin
olvidar su obediencia, centralizada en obediencia hacia el Padre, pero también hacia las
exigencias que este Reino —que enseña y pone de manifiesto con su propia vida—
comportaba. Llama la atención cómo Segundo resalta la perspectiva de Juan, que presenta a
un Jesús exaltado por el pueblo y días después entregado a manos de sus homicidas.
Otro elemento digno de consideración es que Segundo se refiere a la crucifixión
como espacio en que Jesús es abandonado por su Padre: «¡Dios mío, Dios mío, ¿por qué me
has abandonado?!». Trátase de un momento oscuro en la vida de Jesús, pues la presencia de
su Padre se torna lejana. Pero, ante este suceso, Dios se hace nuevamente presente en el
momento de la Resurrección. Momento bastante esperanzador, expresión de victoria, de
alegría y esperanza para el género humano. Esta experiencia será el punto cardinal desde el
cual las primeras comunidades cristianas abordarán el acontecimiento crístico y desde el
que medrará su fe.
La Resurrección se da en la vida e historia de Jesús. Inicia con su bautismo en el
Jordán y culmina en la crucifixión en el Gólgota. Como puntualiza Segundo, para recibir el
bautismo es preciso hacerse parte de la fila de pecadores que van en busca de su
purificación. Bautismo, a fin de proseguir y dar comienzo al programa de anuncio profético
del Reino. Reino en el que todos tienen parte y donde los pobres son la opción preferencial.
Evidentemente, la Resurrección tiene como condición previa pasar por la muerte. Para el
autor, la muerte de Jesús es un ejemplo para la humanidad en el sentido de jugarse la vida
por los valores del Reino, pero sobretodo en el sentido de defender a los excluidos, a
aquellos que la sociedad del momento no tenía como prioridad. Ante este escenario de
injusticias, la Resurección del Mesías y el sepulcro vacío son expresión de esperanza y
victoria.
Encontramos aproxidamente ocho fuentes que hablan de la Resurrección. María
Magdalena es uno de los testigos que da credibilidad al hecho de la Resurrección. Llegada a
la tumba, asómbrase de no hallar el cuerpo de Jesús. Los sudarios están doblados. Y, al
mirar al jardinero, inquiere por el cuerpo perdido. Llámala el jardinero por su nombre, y la
Magdalena reconoce en él a su Maestro, que reacciona, a su vez, enviándola a anunciar para
que lo esperasen en Galilea. Descubrimos, asimismo, otra versión: la de las visitas de las
mujeres que van a preparar el cuerpo, la de la aparición a los discípulos en el Cenáculo y la
de los discípulos de Emaús.
Otro aspecto a destacar es que en las apariciones de Jesús nos encontramos con dos
verbos de cierta implicancia en el hecho de la Resurrección. María de Magdala y los
discípulos comienzan por el ver para después concretizar en el creer. Aspectos y
experiencias, los del ver y el creer, que se tornarán fundamento de las comunidades
pospascuales: éstas recordarán la Resurrección como un auténtico acontecimiento acogido
desde la fe y la esperanza en la experiencia de estas nacientes comunidades. Comunidades,
éstas, que se hallaban en espera de la Parusía de Jesús, en cuyo regreso aquel que fue
crucificado vendría a hacer justicia. Debemos tener en mente que en este punto las primeras
comunidades han olvidado el escándalo que significó la Cruz. Aunque queda también claro
el gran respaldo del testimonio de aquellos que creyeron en la Resurrección y que,
creyendo, dieron testimonio, incentivando a las comunidades a conservar con recelo esta
experiencia de fe y a esperar la nueva venida de Cristo.
La discontinuidad de la historia de Jesús ha sido tomada en sentido equivocado,
dándose una confusión sobre el Jesús histórico. Los evangelistas tratarán de interpretar esta
discontinuidad de la figura de Jesús, dentro de cuya historia se da la universalidad de su
mensaje, pero también el propósito de llegar, con su amor, especialmente a aquellas
personas marginadas por el sistema religioso.
En lo tocante al anuncio del Reino, surge la interrogante del momento de la
concepción de la Iglesia. Una de las perspectivas más llamativas es que Vaticano II sostiene
que nació, la Iglesia, del costado atravesado de Cristo. Para Segundo, sin embargo, esta
idea no tiene asidero sólido, como no lo tienen las propuestas teológicas que señalan a la
Última Cena, a la Crucifixión o a Pentecostés. Segundo, por su parte, cree más oportuno y
creíble como leitmotiv para orientar la discusión la relación entre el Jesús histórico y la
concepción de la Iglesia, ya que el anuncio y predicación del Reino por parte de Jesús
habría jalonado la concepción de la Iglesia. La credibilidad de esta propuesta vendrá dada
por su valor histórico.
Es menester referirnos también a la visión del Nuevo Testamento de Jesús como
aquel que se entrega totalmente; que apuesta todo por el Reino y por sus exigencias; entre
éstas, la obediencia de Jesús, como Hijo, hacia su Padre, reflejada en su plena adhesión a la
voluntad del Padre de salvar, con su muerte en Cruz, al género humano. Jesús conocía este
designio amoroso de su Padre y se mantuvo fiel a él. A partir de lo cual el propio Jesús
invita a acoger la exigencia del desprendimiento, relacionado con la pobreza: será uno de
los objetivos el hacer desaparecer de Israel la pobreza y alcanzar una mejor calidad de vida.
Por ello, la centralidad de su discurso radicará en las Bienaventuranzas: el triste encontrará
la alegría y el hambriento saciará su hambre. El mensaje de Jesús no está desligado de la
realidad, sino sino que tiene una preocupación por las situaciones inhumanas en las que
viven los desterrados de la sociedad, los «pecadores» a quienes el Mesías dirige su anuncio,
denunciando, a la vez, con sus parábolas, el daño y dolor causado por las autoridades al
pueblo.
La Resurrección del Padre al Hijo en el Espíritu Santo viene a ratificar el testimonio
dado por el Hijo a lo largo de su vida en torno a la realidad de Dios. En otras palabras, a
través de la Resurrección Dios da la razón a Jesús. Los valores por los que él se jugó la
existencia, el sentido por el que vivió y por el que entregó su vida, en una palabra, el Reino
y su anuncio, han sido, por el acontecimiento pascual, reivindicados por Dios. De este
modo, Jesús Resucitado se aparece ligando su estado actual de exaltación con su vida
histórica, acabada en la Cruz. Pero así como hay continuidad hay diferencia: Jesús ha
trascendido la historia, con sus vaivenes y parámetros, hacia la meta-historia de la
escatología. En su encuentro con el Resucitado, los discípulos, observa Segundo, tuvieron
la experiencia de lo que «al final» fue su Maestro, una vez liberado de los límites de tiempo
y espacio y en una dimensión de historia realizada en su valor permanente. Por lo cual
Jesús, exaltado, es radicalmente otro, pero también el mismo de siempre.

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