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LA TRANSVERSALIDAD* La terapia institucional es un nifio endeble, por lo que es conveniente seguir de cerca su desarrollo y vigilar sus relaciones, pues esta rodeada de malas compajiias. La _amenaza mortal que pesa sobre ella no reside en una debilidad_congénita, sino_mas jen en que todo tipo ‘de facciones estat al ‘acecho para arrebatarle especifico. Psicdlogos, psicosocidlogos y hasta_psicoanalistas, caran~algunos jirones que transformardn luego en “su mientras que la rapacidad_ministe al_aguarda_ la oportunidad de der * incorporarla” a los textos oficiales, Desde la ultima postguerra, cuantos vastagos de Ta psiquiatria de vanguardia fueron de ese modo tempranamente desviados de su sendero: la ergoterapia, la socialtera- pia, la psiquiatria de sector, etcétera. Proclamamos en primer lugar que existe un objeto de la terapia éste_tendra que ser. del é-todos._los que arla de | la_problemati 1 social real. Esto implica, a la vez, una toma 1a de conciencia del nivel social en su mas amplio sentido, por ejemplo el de una orientacién de la salud mental en Francia, y ici6n doctrinaria en los niveles mas técnicos de las terapias existentes. En cierto modo, podemos considerar que Ja ca- rencia de una concepcién unitaria en el movimiento psiquidtrico actual es el reflejo de la segregacién que persiste, bajo diferentes formas, entre el mundo de los locos y el resto de la sociedad. Este corte, en los psiquiatras responsables de un establecimiento asistencial, entre sus preocupaciones interiores y los problemas sociales mas generales, tiende a ser transpuesto a diversos modos: desconocimiento sistematico de lo que ocurre mas alla de los muros del hospital, psicologizacién de los problemas sociales, escotomisacién de su campo intencional dentro de la institucién, etc. El problema de la incidencia del significante social sobre e ividuo se plantea en todo momento en todos los nivele y, ja de una terapia institucional no _podemos hacer. otra” cosa “qué “apoyarnés ‘en“é"La relacién “social * Informe presentado al I. Congreso Internacional de Psicodrama, que se desarrollé en Paris en septiembre de 1964, y publicado en el n’ | de la Revue de psychothérapie institutionelle. LA TRANSVERSALIDAD 93 no constituye un_més-allé de-los-problemas individuales_y familiares, por él contrario, podemos reconocerla en todas las instancias psico- patoldgicas y, creemos, su importancia es tanto mas grande por cuanto debemos enfrentarnos con sindromes psicéticos que se presentan bajo los aspectos mas “desocializados” Freud, cuya o obra se desarroll6. esencialmente. en. torno al problema i ef 83 34 3? 8! ny" <, & a e ct mprobar, por “ejemplo, en la siguiente cita de sus Nuevas Confe- rencias: “‘A} estudiar las situaciones peligrosas, comprobamos que a cada periodo de la evolucién corresponde una angustia que le es propia; el peligro del abandono psiquico coincide con el primer despertar del yo; el peligro de perder el objeto (o el amor), con la falta de independencia que caracteriza a la primer infancia; el peligro de la castracién, con la fase falica; y por ultimo el temor del supery6, que ocupa un lugar especial, con el periodo de latencia. Los antiguos motivos de temor deberian desaparecer en el curso de la evolucién, puesto que las situaciones peligrosas correspondientes han perdido su valor gracias al reforzamiento del yo; pero no es asi como ocurren las cosas en la realidad. Muchos individuos no alcanzan nunca a dominar el miedo a perder el amor; sentirse amados es para ellos una necesidad insuperable; persisten por tanto en comportarse, en este aspecto, como nifios. Normalmente, el temor del superyé no cesa nunca, porque el temor de la conciencia se revela indispensable en el mantenimiento de las relaciones sociales. E] individuo, en efecto, depende siempre de una colectividad, salvo raras, excepciones. Muchas de las situaciones peligrosas se mantienen a veces hasta épocas tardias, aun cuando las causas del temor hubieran sido opor- tunamente modificadas”.' éCual es el obstaculo con el cual tropiezan los “‘antiguos motivos de temor” y qué hace que se nieguen a desaparecer? ¢De dénde proviene esta persistencia, e: este mantenimiento de las angustias neuréticas, puesto que han desaparecido la: que fu porte de su génesis, aun en “ausencia de cualquier situacién peligrosa” ? ?? Algunas paginas més adelante, Freud reafirma la anterioridad de la angustia sobre la represi6n: la angustia es causada por un peligro exterior, ello es real, pero ese peligro exterior mismo es recordado y condicionado por el peligro pulsional interior: “de hecho, el joven teme las exigencias 1 Freud, Nouvelles Conférences sur la Psychanalyse, Gallimard, p. 121-122. [Hay ed. cast.: Nueva conferencia sobre el psicoandlisis, Madrid, 1948, ed Biblioteca Nueva, Tomo n, p. 828.] 2 Ibid. p. 129. [Ed. cast: p. 830] =, 94 PSICOANALISIS ¥ TRANSVERSALIDAD de su libido; en este caso, se asusta del amor que siente por su madre”. De manera que es la amenza interior la que prepara el peligro exterior. E] renunciamiento al objeto amado es correlativo, en el plano de lo real, a la aceptacién de la pérdida del miembro, pero el “complejo de castracién” no podria ser “liquidado” a través de tal renunciamiento. Es porque, en efecto, él implica la puesta en accién de un término suplementario en la triangulacién situacional del complejo de Edipo, de manera que no habremos terminado nunca con esta amenaza de castracién que reactivara permanentemente lo que Freud llama “un sentimiento inconsciente de culpabilidad”.* El engranaje de los significantes sociales se encuentra en contacto de modo irreversible con Ta castracién y la y_la culpabilidad, mientras que hasta” esta etapa sus status seguian siendo precarios en razén del “principio de ambivalencia” que presidia la eleccién de los diversos objetos parciales. A partir de alli, la instancia de esta realidad social fundaré su persistencia en la instauracién de una moralidad irracional donde el castigo encontrara su justificacién sélo en una ley de repeticin ciega en lugar de ser articulable en una legalidad ética. No bastar&# sin embargo buscar el reconocimiento, a través del imposi- ble didlogo entre el yo ideal y el supery6, de este efecto de permanencia de la angustia fuera de las “situaciones peligrosas” actuales, pues él implica la pertenencia de esta Ultimas a una “légica significante” especifica del nivel social considerado, y que conviene analizar con las mismas exigencias mayéuticas que las del psicoandlisis del indi- viduo. La permanencia es la repeticién, es la expresién de una pulsién de muerte. Se encubrira la interrogacién que est4 implicada alli, relacionandola con una nocién de continuidad. Parece normal prolongar la resolucién del complejo de Edipo mediante una “buena” integracién a un nivel social. ; No conviene considerar mas bien que estos “efectos de persistencia” de la angustia tienen que estar articu- lados con esta dependencia, recordada por Freud, del individuo en relacién con la colectividad? Se trata del hecho, irreversible hasta nueva orden, de que el complejo de castracién no encontraré nunca_ una solucién satisfactoria en tanto que la sociedad contempordnea_ persista en confiarle un rol inconsciente de regulacién social. Existe una incompatibilidad cada vez mas pronunciada entre la funcién del__ padre, en tanto que soporte para el sujeto de una posible mediacién de las impasses identificatorias inherentes a la estructura de la familia 5 Ibid., p. 119. [Ed. cast.: pp. 826-827.] 4 Ibid., p. 149. [Ed. cast.: p.838.] LA TRANSVERSALIDAD 95 conyugal, y las exigencias de las sociedades. industriales para las_ cuales un modelo integrador del tipo padre-rey-dios tiende_a_perder toda funcién efectiva ademas de mistificadora, siendo particularmente claro este hecho en las fases de regresién social, por ejemplo cuando los regimenes fascistas, dictatoriales, de poder personal, presidencial, dan lugar al nacimiento de fenémenos imaginarios de seudofaliciza- cién colectiva que desembocan en una totemizacién plebiscitaria irrisoria de un jefe, el que por otra parte permanece en lo esencial sin asidero real en la maquina significante del aparato econdémico, que no cesa por el contrario de reforzar su poder y la autonomia de su funcionamiento. Los Kennedy y los } Kruschev que intentaron pasar. més all4 de esta ley fueron “sacrificados”, aunque con un ceremonial diferente, uno en aras de los petroleros, de los defensores de la industria pesada el otro. La subjetividad real de los estados_ dernos,_sus verdaderos poderes de decisién, cualesquiera_ sean los suefios anacrénicos de los defensores de la “legitimidad nacional”, no ‘no podri una encarnacién individual, como tampoco con la existencia.de un pequefio estado mayor esclarecido. Hasta ahora, éste permanece inconsciente y ciego, sin esperanzas de que un Edipo moderno pueda guiar sus pasos. Por cierto que la solucién no esta en confiar en una invocacién y una tentativa de rehabilitacién de sus formas ancestrales, precisamente en raz6n de que lq experiencia freudiana nos lleva a plantearnos la cuestién, por una parte, de esta persistencia de la angustia mas alla de las modificaciones situacionales y, por otra, de los limites asignables a tal proceso. ¢El objeto de la terapia institucio- nal no es justamente el de proponerse llegar a la reorganizacién de los datos de “‘aceptacién” del supery6, transmutdndolos en una especie de nueva aprobacién “inicidtica”, vaciando de su sentido la exigencia social ciega de un cierto procedimiento castrador con la exclusién de cualquier otro? Lo su. propondré ahora no tiene 1 ° Ce que un caracter provisorio. Se trata de cierto numero de formulaciones que me han parecido utiles para precisar diferentes etapas de una practica institucional. Considero que conviene establecer una suerte de vias de correspon: ncia entre los fenémenos de. deslizamiento de sentido entre.los. psicticos, particularmente en los Os _esquizofrénicos, y_ los mecanismos de discordancia creciente que se instauran en todas las capas. de Ja~ sociedad “industrial en su realizacién neocapitalista y _ socialista burocra‘ ica, ¢ tal que el individuo tiende a querer :dentificarse con_un ideal “de “maquinas-consumidoras-de- maquinas-productivas”... ¢ El ‘silencio ‘del cataténico no es una interpretacién prefiguradora de este 96 PSICOANALISIS Y TRANSVERSALIDAD ideal? Si el grupo tiende a_estructurarse_al_modo_del_rechazo de Ta_palabra, _¢cémo_respoi ncio? @Cémo modificar un poco esta sociedad de manera tal que se frene, aunque mas no sea un poco, ese proceso de reduccién de la palabra en el lenguaje? A partir de ahi, tomamos el partido de distinguir Ja eee naturaleza de los grupos segdn que se ubiquen en _uno u otro aspecto. fonviene, en efecto, desconfiar absolutamente de las descripciones formales que caracterizan a los grupos independientemente de su proyecto. Los grupos los mos_en la terapia institucional estan ligados por una actividad concreta, ng tienen la que ver con Jos que estan cuestionados generalmente, en las investi- 1ada: le grupo. Vinculados a una institucion, sera Equant de mante! Tie en grupos:sujetos y8TU) aa El grupo sujeto, o que tiene voc d lo, se esfuerza en influir sobre su conducta, intenta elucidar su ob jeto_y, en la ocasién, secreta ‘Tos“médiog de” esta” elucidacién. Schotte* diria de este tipo de grupo. que es. s.0ido y. oyente, y que por este hecho opera el desprendi- miento de una jerarquizacién de las estructuras que le permitird abrirse hacia un més alla de los intereses del grupo. E] grupo sometido no tiene tal _perspectiva; soporta su jerarquizacién en el momento de ‘su a ajuste con los demas grupo: Podriamos decir del gr rupo-sujeto_ que “enuncia algo, mientras que para el grup: lo, “su causa. es ida’ Oida no se sabe dénde ni por quién, en una cadena _serial indefinida,-<— Esta_distincign no es absoluta, no constituye sino una primera aproximacién que nos permite senalar el tipo de grupo con el cual nos enfrentamos en nuestra practica. En realidad sirve como dos polos de. eferencia; cualquier grupo, pero especialmente los grupos- ‘Sujeto, il s do siciones? “Ja “de~“una- jubjeti . hasta perderse de vista en la alterida subjetividad alien: social Esta referencia nos servira de escudo para evitar que caigamos en e formalismo del andlisis de los roles, y nos llevara a plantear la cuestién del sentido. de la participacién del individuo en el grupo en tanto que ser parlante y a cuestionar de este modo el mecanismo habitual de las descripciones psicosociolégicas y estructuralistas. Sin duda, habra igualmente ahi un modo de retomar las teorias de la ® Gitado, p. 46. LA TRANSVERSALIDAD . “97 burocracia, de la autogestién, de los “grupos de formacién’”, etc., que regularmente pierden su objeto por el hecho de un rechazo de caracter cientificista, a implicar alli los contenidos del sentido. Hemos enco) grupos, Tos “contenidos manifiestos” constituidos por lo que es dicho y hecho, por las actitudes de unos y otros, las escisiones, la existencia de lideres, de candidatos a lideres, chivos emisarios, etc., y el “conte- nido latente” que demanda ser descifrado a _partir de una interpreta- cién_de Jas. a Tupti ntido que surgen en el orden. menal. Definimos esta instancia latente como deseo de_ grupo: ys la ‘que tendria que estar articulada con un o orden pulsional de Eros y di especifico. del grupo ‘Freud describia la existencia en las neurosis graves de una desintrincacién de las pulsiones fundamentales, cuyo problema anali- tico consistia en Iegar a una reintrincacién susceptible de hacer desaparecer, por ejemplo, una sintomatologia sadomasoquista. La misma estructura de las instituciones que no tienen otra corporeidad que imaginaria exige, para intentar tal operacién, la instalacién de medios institucionales particulares, pero sin perder de vista que no podrian constituir otra cosa que mediaciones simbélicas que se incli- nan por esencia a deshilvanarse en efectos de sentido. El objeto en juego no es el mismo que el que encontramos en la relacién de transferencia psicoanalitica. Los fenémenos de captura imaginaria no pueden ser comprendidos y articulados a partir de la interpretacién de un analista. El fantasma de grupo es por esencia simbélico, cuales- quiera sean las imaginerias que drena en su sendero. Su inercia no conoce otra regulacién que la remisién, repetida incansablemente, a las mismas impasses probleméticas. Ta prctica de la terapia insti- tucional muestra que la f; 6 ticamente_a_respetar la_especificidad de este nivel simbélico ‘del fantasma de grupo. Busca por el contrario incorporar y hacer suyo los datos imaginarios singulares que vienen a esconderse “natural- mente” en los diferentes roles, potencialmente estructurados por el despliegue de los significantes puestos en circulacién por el colectivo. | Esta ‘‘corporizacién imaginaria’’ de cierto niimero de_articulaciones_ significantes del grupo, bajo pretextos de organizacidn, de eficacia, de prestigio o también de incapacidad, de no calificacién, etc,, hace cris talizar el conjunto de Ja estructura, traba sus capacidades de modifi- bn, le da su aspecto y su “pesadez”, limita por tanto sus poriblidades de de d logo con todo lo que tendiera a cuestionar sus “reglas de j Juego”, , en_una palabra retine las condiciones de su despla- 98 PSICOANALISIS Y TRANSVERSALIDAD El deseo snconsciente Se un aru po, por ejemplo del “grupo _ a. 6 misionero” de un hospital tradi al, coma ex] “pulsion | “mortifera, no_estara probablemente en_condiciones ie ser_evocado “en el orden de la pal: ys hara surgir toda una gama de sintomé Aunque estos ultimos estén de “algtin” modo “articulados como un lenguaje” y sean descriptibles en una perspectiva estructural, en la medida que tienden a disimular el sujeto de la institucién no conseguiran nunca expresarse de otro modo que en una frase incoherente a partir de la cual. quedar4 por descifrar el objeto (totem y tabi) erigido en el lugar mismo de la imposibilidad del surgimiento de una palabra verdadera en el grupo. La puesta al dia de ese lugar donde el deseo est4 reducido a no mostrar mas que la punta de una falsa nariz no podria dar acceso el deseo mismo que, en tanto que tal, de todos modos, seguird inconsciente y rechazara siempre ani- quilarse por el sesgo de una explicacién exhaustiva, segtin la promesa del neurético. Pero la limpieza de un espacio, la preservacién de una vacuola en la que podria ser descubierto un primer plan de referencia en esta instancia del deseo del grupo, ubicara de entrada el conjunto de la problematica més alld de las contingencias relacionales, aclarara con otra luz las “cuestiones de organizacién” y oscurecerd por tanto las tentativas de descripcién formal y aparentemente racional; de hecho, constituira la experiencia previa de todo intento analitico de grupo. Desde los: primeros pasos por esta via, surgira una distincién_pri- mordial entre la desalienacién de grupo y su_anilisis. En efecto, el Tol de un andlisis de grupo no es idéntico al de una ordenacién del colectivo de i inspiracién mas o menos psicosocioldgico o a la interven- cién de un ingeniero en organizacién. Repitamoslo, el_andlisis_de grupo se situa sitda_mas_acd_y mas alla de Tes problemas “del_ajusta. miento de roles, de transmision de Jas informaciones, etc. Las cuestiones claves se plantean antes de la cristalizacién de las conste- laciones, de las repulsiones y atracciones, en el nivel de una creati- vidad posible del grupo, aunque generalmente éste se ahoga en si mismo en la trama del sin-sentido que se niega a asumir, prefiriendo el grupo consagrarse al balbuceo de sus “consignas”, obturando todo acceso a una palabra verdadera, es decir articulable en las demas cadenas del discurso histérico, cientifico, estético, etcétera. cEn qué especie de:deseo puede vivir, por ejemplo, un grupo politico “condenado por la historia” si no en el de un eterno repliegue sobre si mismo? Tendra que secretar sin cesar mecanismos de defensa, de denegacién, de represién, fantasmas de grupo, mitos, dogmas, etc. Su andlisis no podra llevar sino al descubrimiento de la LA TRANSVERSALIDAD 99 naturaleza del deseo mortifero de grupo del cual son la expresién en su relacién con las pulsiones histéricas enterradas y emasculadas de las masas, de las clases 0 de las nacionalidades sometidas. Este Ultimo aspecto del andlisis en el “nivel mds elevado” no podria ser separado, en mi opinién, de los otros problemas psicoanaliticos de grupo, ni por otra parte de los individuales. En el hospital psiquidtrico tradicional, por ejemplo, existe un grupo dominante constituido por el director, el ecénomo, los médicos, sus mujeres, etc., que forman una estructura opaca que impide el surgimiento de una expresién del deseo de los conjuntos humanos constitutivos de la institucién. gDénde puede refugiarse ese deseo? En un primer momento, la interpretacién deberd dejarse guiar por los sintomas manifestados en el nivel de los diversos subconjuntos, soporte de las taras sociales clasicas, de la sedimentacién de la chochera, de la agitacién, de las segregaciones de todo tipo, pero igualmente por otros signos como, por ejemplo, el alcoholismo, que padece tal grupo de enfermeros, o la tonteria difusa de tal otro grupo, tanto es asi, segin una férmula de Lacan, que .ésta también es expresibn de una pasién. ;No sera por una especie de respeto por los enigmas que encarnan neurosis y psicosis que nuestros modernos guardianes de tumbas se sienten Ilamados a envilecerse y saludar asi negativamente al mensaje de los que, implicados por toda, la organizacién social, deberian permanecer desconocidos? Todo el mundo no puede darse el lujo, como ciertos psiquiatras, de refu- giarse en formas superiores de esteticismo, significativas por el hecho de que, para ellos, jningun tipo de cuestién esencial podria plantearse en el nivel del hospital! El anilisis de grupo no se ¢_propondrs por objetivo poner al dia detras" de” intomatologi de real ‘las ‘condiciones favorables_e “Ta qu que, al modo que Schotte consideraba las cosas, es idéntica a la transfe éncia, Transferencia e interpretaci6n constituyen un modo de intervencion simbélico, pero —insistimos en este punto— no podrian ser el quehacer de una persona o de un grupo que, para el caso, se hubiera bautizado de “analizador”. La interpretacién, quizds la debilidad del servicio que Ja dara es, si esta en condiciones de reclamar, en un momento dado, justo en ese momento en que tal significante se convierta en operatorio en el nivel del conjunto de la estructura, por ejemplo la organizacién de un juego rayuela. Se debe. ir al encuentro de la interpretacién, Conviene, pues, liberar_ revia- 1 escu todo_ ick ogi ioldgi “Wenté—a_su uc lo_prejuicio aclo “pedagégico oil incluso terapéutico. En tanto que el psiquiatra ° 100 " PSICOANALISIS ¥ TRANSVERSALIDAD enfermero poseen una parcela del poder, deben ser considerados responsables de la limitacién de las posibilidades de expresién de la subjetividad inconsciente de la institucién. La transferencia petrifi- cada, mecdnica insoluble, por ejemplo la que hacen los enfermeros y los enfermos sobre el médico, la transferencia obligatoria, predeter- minada, “territorializada” en un rol, un estereotipo dado es peor que una resistencia al andlisis, es una forma de interiorizacién de la represién burguesa por el surgimiento repetitivo, arcaico y artificial de los fenémenos de casta con su cortejo de fantasmas de grupo, fascinantes y reaccionarios. Cufia provisoria puesta ahi para Paoemar al menos por un tiempo, el objeto de nuestra prdctica, eT Sone “Luna verticalidad como la que encontramos por ejemplo descripciones hechas por el organigrama de una estructura piram (éfes, subjefes, etc.) ; 2. : - ; —una horizontalidad como la que se puede realizar _en_el patio ospital, en el_pabelldn de los furiosos, mejor aun en el de los" os, donde las cosas y la gente se las arreglan como pueden en la situacién en que se encuentran, Péngase en un corral cerrado algunos caballos con anteojeras regulables_y digamos que_ el “coeficiente de transversalidad” sera justamente esa regulacién de las anteojeras. Comprendemos que a ‘partir del momento en que los caballos estén completamente ence- guecidos, un cierto modo de choque traumatico tendra que producirse. A medida que se vayan abriendo las anteojeras podemos imaginar que la circulacién se realizara de una manera més armoniosa. Intentemos representarnos la forma de comportamiento de los hombres unos respecto a los otros desde el punto de vista afectivo. De acuerdo con la célebre parabola de Schopenhauer sobre los puercoespines que sufren el frio, nadie soportaria un acercamiento tan intimo con sus semejantes: “Un dia de un invierno glacial, los puercoespines se apretaron unos contra otros, a fin de protegerse contra el frio dandose calor entre si. Pero, desgraciadamente incomodados por los pinchazos de sus ptias, no tardaron en separarse de nuevo unos de otros. Obligados a juntarse nuevamente, en razén del frio persistente, padecieron otra vez el efecto desagradable de los pinchazos, y estas alternativas de acercamiento y separacién duraron hasta el momento LA TRANSVERSALIDAD 101 en que encontraron una distancia conveniente en la que se sintieron al abrigo de todos los males”.® En un hospital] coeliciente deteensuensatidadl™—ss-

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