You are on page 1of 94
Politica, y« Espiritu Ne 339 DIRECTOR: Jaime Castillo Velasco ADMINISTRADOR: Bartolomé Ramfrex A. DIRECCION Y SUSCRIPCIONES: Alonso Ovalle Ne 766, 4° piso ‘Teléfono 382722 Santiago de Chile ‘Nimero especial dedicado a Em- ‘manuel. Mounier, preparado con la colaboracién especial del Instituto de Estudios Politicos. Impresores: ‘TALLERES GRAFICOS CORPORACION DICIEMBRE 1972 CUADERNOS DE CULTURA POLITICA ECONOMICA Y ‘SOCIAL ANO XXVIII SUSCRIPCION AEREA (12 néimeros) Sur América ++ US$ .17— Centroamérica y El Caribe . US$ 19— U.S.A. y Canadé . US$ 21,— Buropa ‘US$ 24,— ‘Tarapacs, Antofagasta, D. Chafiaral, Chilog, Aysén y ‘Magallanes: E* 280,— CORREO ORDINARIO Chile (anual, 12 ntimeros .. E* 250— Chile (semestral, 6 nimeros) E* 125,— Extranjero, . + US$ 4 — Derechos reservados Registro Nacional de la Propiedad Intelectual 202 PORTE PAGADO Publicaciones Periédieas Tnseripeion Nv 107 Valor de este ejemplar E° 40,— Fi i Ra al Presentacin Manuel Mounier, proyecto y realidad, Jess Ginés Ortega . Aspecto del pensamiento cristiano y de la accién politica de E. Mou- nier, Percival Cowley V. ss. cc. . : ee Mounier y el marxismo, Etienne Borne . La revolucién necesaria, Jorge Kinderman F. . Mounier y el retorno a la subjetividad, Francisco Tokos . ANTOLOGIA DE TEXTOS . 1. Seleccién de textos de “El Personalismo” 2. Personalismo y Cristianismo 3. De la propiedad capitalista a la propiedad humana . El enfrentamiento cristiano . Los escritos de Manuel Mounier . Este ‘ndmero’ monogréfico: de “Politica y Espiritu” ha sido preparado por el Insti- tuto de Estudios Politicos de Santiago de Chile, bajo la direccién de Jesis Ginés Ortega y con la colaboracién especial de Antonio Santoro, Luis Frei, Andrés Eche- verria, Francisco Tokos y José Prat, El disefio.de la portada pertenece a Jaime Casals. PRESENTACION. La revista “Politica y Espiritu” ha querido rendir un homenaje cordial al pensador cristiano y luchador sin tacha que fue Manuel Mounier. Este niimero totalmente dedicado a él es la ofrenda de nuestra admiracién y simpatia. Nuestra revista tiene como criterio hacer de tiempo en tiempo un niimero especial dedicado a acontecimientos o figuras humanas que por ‘su obra constituyen un acontecimiento. Este es a nuestro juicio el valor de Manuel Mounier. Su vida, su obra escrita, su accién apostélica, su tarea politica, su admirable tes6n humano le sefialan como uno de los intelectuales cristianos de mayor prestigio en nuestro siglo XX. Junto a Jacques Maritain —a quien el aio pasado dedicamos un ho- menaje similar (N’ 328), hemos querido presentar a nuestros lectores la figura humana, el pensamiento y la trascendencia de la obra del pro- motor del personalismo. Dividimos nuestro trabajo en dos amplias secciones: En la primera, hacemos una serie de presentaciones del hombre, del fildsofo, del politico, del cristiano que fue Mounier; en la segunda, hemos tratado de reproducir lo que a nuestro juicio caracteriza su obra, una pequefia antologia de su fecunda produccién donde hemos destacado los tépicos que con mayor frecuencia aparecen en sus escritos. En nuestra primera parte destacamos la calidad humana de Manuel Mounier, como buscador insaciable de verdad, como combatiente infati- gable de la justicia y la libertad. Tratamos de dibujar a grandes trazos los grandes derroteros de su pensamiento que gira en torno al persona- lismo, al comunitarismo, a la revolucién necesaria, que es fundamental- mente cristiana. Ademds mostramos cémo su esfuerzo intelectual lo sitda en un retorno al subjetivismo. En la segunda parte hemos tratado de recoger en forma antolégica lo que creemos constituye lo mejor de su obra escrita. Por eso mismo hemos recogido los mas destacados pérrafos de “EI personalismo”, asi como de “El enfrentamiento cristiano”, “De la propiedad capitalista a la propiedad humana” y “Personalismo y cristianismo”. Dentro de los objetivos de POLITICA Y ESPIRITU, un ndmero como el presente viene a subrayar el interés de sus editores por mostrar en la forma ms correcta posible lo mejor de! pensamiento filosdfico y politico de base cristiana. Estamos seguros que al presentar a este hombre sin- gular, profeta de un tiempo de largo combate fisico y espiritual, cum- plimos plenamente con nuestro propésito, al mismo tiempo que satisfa- cemos el anhelo de nuestros lectores. En la seguridad de contar con la benevolencia de todos los espiritus abiertos al didlogo, sean o no partidarios de la filosofia cristiana que aqui se sustenta, ofrecemos con verdadero entusiasmo esta nueva edi- cién de nuestra revista, ansiosa de prestar un servicio auténtico a los hombres que vibran con la politica y que anhelan verla repleta de espiri- tu, Estamos seguros que la figura de Manuel Mounier Ilena por si sola estos legitimos anhelos. “Politica y Espiritu” Diciembre, 1972. Manuel. Mounier, proyecto y realidad “Quiero dar y recibir, es0 es todo”, le escribia Mounier @ su amigo Jean Guitton tratando de des- cribirse desde el interior. Y tal vez sea esta expresién la que mojor descubre la personalidad global de este hombre, proyecto de fildsofo y rea lidad de profeta en el interior de una época con- vulsionada y camblante, Manuel Mounier fue un hombre que vivié inten- samente en completo acuerdo con su proyecto humano de recia rafz cristiana. Un proyecto que bien quedé como tal, no fue por las deficiencias de su espiritu, sino porque su cuerpo no aguanté el ritmo impuesto por su trabajo. A los cuarenta y cinco afios de edad, justamente en la mitad de este siglo, la muerte corté una vida que ya estaba llena de realidades y més atin de seguras esperanzas. RAICES CAMPESINAS. En los antepasados de Mounier no hay princi- 1s, nl hombres de letras, cientificos o politicos. ‘Soy de aquellos que tienen una barrera de cua- tro an6nimos detrés de si", afirma el propio es- critor con el mismo orgullo secreto con que otros enumeran los titulos nobillarios de sus abuelos. En abril de 1905 nacié en Grenoble en una familia de campesinos de la que el escritor sen- tiré profunda satisfaccién. Dentro de su anonima- to, encontré en el seno de su familia toda la 6 Jesds Ginés Ortega hondura y reciedumbre propia de los montafieses, de los hombres que hablan por la tierra y cuya fe es capaz de trasladar los montes. Fue su casa un lugar donde la fo so respiraba como una atmésfera benéfica. Manuel Mounier no tuvo que hacer un gran esfuerzo para encon- trarse de leno envuelto por un espiritu religioso, casi mistico, que no le abandonaria jamés. No fue, como muchos de sus amigos, un converso Porque tuvo desde el principio el espiritu here- dado de sus anénimos antepasados montarieses. El recuerdo de su adolescencia, lejos de ser el de una tormentosa vivencia, fue por el con- trario el de una serena sensacién de equilibrio. En una carta a Paulette Leclercq —su esposa—, Mounier se refiere en estos términos: "“Entonces —a los catorce afios— sentia toda la dulzura del mundo unido a la total ambicién del tiempo; la presencia de Dios en el cielo y sobre la tierra, al filo de las sombras, era una sobreabundancia de amor”. Seria inexplicable la profundided espiritual de Mounier sin estos antecedentes campesinos. So- lamente en el ambiente fresco, incontaminado de la montafia podfa cultivarse un espiritu de la transparencia y al mismo tiempo de la robustez de Mounier. Para él fue siempre este primer pe- rfodo de su vida como un manantial inagotable do roflexién y convergencia. Tal vez, si este sen- timiento de profundo respeto y ain admiracién por el mundo de la Infancia le hublera sido puesto de manifiesto por su gran maestro Peguy, el posta y defensor de los “inocentes”. En su obra "Re: volucién personalista y comunitarla", Mounier vol- verd con fuerza sobre el tema, cuando escribe: “yCudndo aceptarén que la grandeza del hombre consiste precisamente en no romper con su nifiez, con la aventura, la fragilidad, las indignaciones totales, las ingenuidades ye! don incalculable do la Infancia eterna?” EL CAMINO DE LA FILOSOFIA. Ya en el liceo de Grenoble, Mounier manifests claramente su orientacién hacia la filosoffa. El descubridor de esta vocacién fue su primer maes- tro Jacques Chevalier; quien le abrié posterior- mente el camino hacia la Universida Pero los padres de Manuel prefirieron para su hijo un porvenir de mayor brillantez y acepta- clon social. Por indicacién de ellos, Mounier se inscribié en Medicina, donde permanecié todo un afio. Pero esta decisién tomada con timidez fue causante de una profunda angustia en el aprendiz do filésofo. Fue el primer gran sufrimiento de su vida, tal vez el mayor de los que habia de tener. Tenia una “desesperacién hasta desear el suicidio”, confesaré 6! mismo posteriormente al recordar ese perfodo. Al final de un retiro espiritual todo se le vuel- ve luminoso. “Leo en letras de fuego la necesi- dad de bifurcar”, escribe, Su destino esté puesto en el mundo de las letras y més coneretamento en Ia filosofta, Tres afios al lado de Jacques Chevalier son suficientes para que Manuel Mounier adqulera el manejo metodolégico, 1a rigurosidad del andlisis y sobre todo el amor profundo a la objetividad. El propio discfpulo reconoceré ampliamente este aporte de su maestro, al que se sentiré ligado de por vida: “El contacto més intimo que acabo de establecer con usted y su grupo, me ha forta- lecido, si cabe, en la seguridad de que le deberé todos mis. afios futuros, y que el blen que yo Pueda hacer no seré sino una prolongacién dol suyo”. Asf entendié Mounier la filosoffe, a un mismo tiempo, como tarea de comprensin y do donacién, como ejercicio intelectual y también afectivo. EI gusto de Mounier no era tanto por una vordad abstracta. No era un simple contemplativo do la metafisica. Su verdadera preferencia estaba en la verdad viviente que anidaba en el hombre, en la sociedad, en los acontecimientos que pro- ducfan la historia, Bastard recorrer panorémicamente los titulos de sus escritos para advertir que el trabajo filo- séfico de Mounier esté totalmente volcado sobre a vida humana, sobre la persona, sobre la comu- nidad, sobre las realidades politicas, sociales, eco- némicas y religiosas en que el hombre se ve comprometido. Ademés sus escritos son més que una reflexién profunda, un grito apastonado de algulen que quiere que la sociedad salga mojorada detrés de sus palabras. Para Mounier la filosoffa fue algo asf como el pretexto para crear una conciencla de servicio al hombre y a la sociedad. Asi lo entendié y ast lo llevé a la préctica tanto en sus escritos més amplios como en los innumerables: articulos don- de el comin denominador no fueron los problemas te6ricos, sino los acontecimientos practicos de la sociedad. humana, MAESTROS Y AMIGOS. George Barthelemy, Jacques Chevalier, Paulette Leclercq, los padres Guerry y Pouget, Jacques Maritain, George Izard, Peguy 0 Bergson fueron para Mounier en forma distinta amigos o maestros admirados. De todos recibié y a todos hubiera querldo entregar, si hubiera estado en su mano. Con algunos mantuvo una profunda e inquebran- table amistad, con otros tuvo una cordial relacién de carécter intelectual, con todos un entrafiable afecto. Fue Manuel Mounier un hombre de exquisita sensibilidad, que més allé de su preocupacién In- telectual vibré siempre con las peripecias de to- dos los que estaban cerca de él. Asi como supo vibrar con los grandes problemas. sociopoliticos de su tiempo hasta el punto de dedicarles la ma- yor parte de su tiempo, lo que vordaderamento le hizo vibrar hasta la tensién maxima fue la re- lacién personal. El mismo describfa esta situactén Interior en una carta a Paulette Leclercq: "“En- contrar personas, es lo que esperaba de la vida... y sabla muy bien lo que aquello significaba; en- contrar el sufrimiento... s6lo podia imaginar la alearfa @ través de la participacién en el sufrl- miento”. No era de extrafiar, que este temperamento condujera a Mounler a pensar tanto en la roalidad de la persona cuanto en la’ comunidad. En torno @ su existencia, los hombres y los acontecimien- tos tomaron siempre caracteristicas personalizan- ‘tes y comunitarias. Toda la obra escrita de Mounier siraré en torno a la persona y su construcclén de la persona se vertiré totalmente sobre una sociedad de rasgos comunitarios, Para llegar a esta actitud tanto vivencial como filoséfica, Mounier conté con la ayuda de sus maestros: Jacques Chevalier le introdujo a la ac tividad intelectual, le onsefié ante todo el método fllos6fico y lo que es més importante le orienté hacia’ la accién, En esta dltima linea, el P. Guerry le hizo Megar hasta los barrios pobres, donde recibié el impacto de la miserla, de la que desde el primer momento se hizo portavoz y testigo sincero. Con el P. Pouget aprendié a fondo la teo- logia. De este hombre, Mounier conservé un fer- viente recuerdo: "Cuando me encuentro en su presencia, me parece estar frente a la verdad". Con é! estuvo hasta su muerte en 1933, cuando ya Mounier habfa hecho realidad su acariciada revista “Esprit”. Pero fue George Barthélemy “el tinico testiao interior” de Mounier, ef amigo que puso lag raices més profundas en el alma universal del fundador de “Esprit”, el Gnico a quien seatin con- fesi6n del propio Mounier, habfa, ablerto. “‘ciertos santuarios”. Por esto mismo su muerte deié una huella Imborrable en el espiritu de. Mounier, un verdadero drama interlor que le sianificé un pro- vechoso eiercicio de penetracién sobre el sentl- do del sufrimiento, su razén. de ser, su validez. Esto ocurria en 1928. El mismo afio de su encuen- tro interior con Peauy, quien lo salv6 literalmente, de la muerte de Barthelemy. “Pequy. —escribia Mounier— cristalizaba toda la parte extrauniver- sitaria de mi vida y daba ademas su impulso a In universitarla”. Este encuentro intelectual, con Peauy. que habia muerto va hacia diez, afios, le condulo directamente a dos hombres que com- partieron intensamente una experiencia similar en lucha ablerta con: la’ Sorbona, Henry Bergson y Jncaues Maritain, Uno y otro, buscadores, empe- dernidos de la verdad, filésofos de fecunda pro- ieclén yen el caso de Maritain, orlontado di- rectamente hacla una correlacién vital entre pen- samiento v accién. ‘Al igual aue Maritain, Mounier se vio apoyado desde el principio. por un amplio arupo de almas ‘cemelas cue supieron crear el ambiente propicto ‘a una nueva presencia de los valores cristianos tanto en el campo de la filosoffa como en el més turbulento de la politica. ‘Con Maritain, Mounier consults sobre su tesis filos6fica. En ambos afloraba reciamente el espf- ritu apostélico de la creacién intelectual. Por eso mismo y a pesar de su gran atractivo por los gran- des misticos, ambos tomaron el. rumbo de la Investigacién proplamente politica. Mientras Ma- ritain maduraba su “Humanismo integral”, Mounier Preparaba su investigacién sobre el “Personalis- mo". Uno y otro Hlegarian a la misma conclusién, 8 ‘aunque por diversos caminos: un nuevo modelo de sociedad basado en los principios cristianos de humanismo y solidaridad. Ambos habian apren- dido la gran lecolén de Peguy, “uno de esos seres, escasos desde el Renacimiento, a los que no mantiene la preocupacién de producir, sino la de servir". Ambos habian asimilado a afirmacién del posta y director’ de “ "ED espfritu cris- tlano es una revolucién continua". Tanto en Ma- ritain como en Mounier, estas palabras de Peguy se hicieron vida y transparencia Cuando Mounier inicia’ su proyecto de "Espri recibira el més célido impulso de Jacques Mari- tain, La amistad de ambos seré un sélido respal- do ala gran empresa que se iniciaba en 1930, EL DIFICIL CAMINO DE LA VERDAD. Sus. adversarios quisieron muy pronto. poner una etiqueta politica a los trabajos intelectuales de “Esprit”. Mounier rehus6 el apelativo de “ca tolicismo de izquierda" que muchos pretendieron para 61 y su equipo. La bisqueda de la verdad en toda su gama de posibilidades fue la Gnica linea que traté de seguir: “Los fundadores catélicos de "Esprit", no han tomado coneiencia de los pro- blemas que preooupan a su generacién movidos por pasiones 0 por intereses politicos”, escri- biré en la misma revist Lo que verdaderamente proocupaba a Mounier era “tomar conciencia de la miseria humana” y hacer que los lectores lo tomaran realmente en serio. y en segundo. lugar poner de manifiesto con muestras contundentes “la decadencia de un sistema de civilizacién”. EI propésito sincero de buscar nuevos caminos en la obsouridad fue lo nico que movié a este hombre y a sus més fle: les. seguidores. Cuando su amigo George Izard pretendi6.arras- trar a “Esprit” hacia la trinchera de la “Troisieme force”, la respuesta de Mounier fue muy clara No acepté el camino. de connivencia politica y doctrinal que esta decisién exigia. Mounier cono- fa demasiado a fondo el cristianismo para hacer una transacclén de ese. tipo, que significaba en la practica el, bautismo del marxismo. Si bien es cierto que Mounier se. manifest6 siempre como tun, implacable contendor del. capitalismo, no. por eso vino a caer en la trampa del socialismo mar- xista como si este fuera el tinico camino posible para un cristiano. Aunque siempre se mantuvo abierto a un didlogo sincero.y constructivo, ja- més. dio un paso para identificarse con lo que Ideol6gica y hasta sentimentalmente era imposi ble. La ruptura con su amigo George Tzard dejaré tuna profunda marca en el cordz6n de este hom- bre, cuya sensibilidad habria de ser tantas ve- ces puesta a prueb Se trataba de un conflicto permanente para el, entre la vida Interior y la acclén politica. En defi- nitiva era esta iltima la que se le sobreponia como una necesidad imperiosa. Mounier no era propiamente un politico, sino un profeta. Era un hombre de conversacién, de didlogo, de diatriba, que por encima de todo buscaba la verdad, la dolorosa verdad. La verdadera revolucién que Mounier queria para su tiempo era la interior. Dentro de cada conciencla debia operarse la transformacién pro- funda que permitiera el descubrimiento de la mi- serla humana y la decadencia del mundo oociden- tal. Con este espiritu exigente, més allé de to- da diplomacia ‘acomodaticia, Manuel Mounier de- nunela fos pactos de los “pacifistas a toda costa”, enfrenta los problemas de la guerra de Etiopia, el frente popular y la guerra de Espafia, Cada denuncia que Mounier sefiala significa tun nuevo desgarramiento en torno suyo. Eran mu- chos més los que hubleran querido una: verdad sin aristas. Pero siempre que otros se marchan, la benevolencia y la caridad del campesino del Garona —Jacqués Maritain— permanece. LA LIBERTAD POR ENCIMA DE TODO. EI dia 15 de enero de 1942 le detionen en’ su domicilio de Lyon y le encarcelan. Su presencia activa, en pleno conflicto europeo era juzgada peligrosa por las fuerzas del “orden establecido’ Un combatiente de la libertad no podia tener ca bida en un pafs en guerra, donde el nacismo ha- bfa impuesto su ley. “Ningdn compromiso con el nazismo", habla escrito por aquellos das. Su preocupacién era més fuerte que los ejércitos alemanes. Siguiendo Ja formula de Blondel, Mounier traté de “organi- zar el armamento espiritual clandestino”. Pero los alemanes y sus servidores -el goblerno de Vichy- no estaban para hacer distinciones filosdficas. Para Mounier, frente al.nazismo no habia. pos bilidad alguna de concesiones. Habfa que hacer tuna guerra sin’ cuartel al espiritw totalitario en tuna busqueda de cualquier ‘accién, incluso introac- tiva, Incluso truncada, que empujara a la derrota el nazismo. El 19 de junio del mismo affo,'inicia junto a Berthe Albrecht una,huelga de hambre que dura- 4 doce dias, obteniendo la libertad perdida. Queda sometido a proceso, pero en octubre del mismo afio queda sobresefdo, Este perfodo de reclusién, de silencio y sue frimiento le sirve a Mounier para cumplir uno de sus proyectos més acariciados, el “Tratado del carécter” Toda la experiencia de la guerra con su ca tetva de calamidades piiblicas’ y personales, con la supresin de "Esprit", con el desaparecimiento de muchos ‘amigos, con la penetracién del espi- ritu nazi, con la debilidad de! Gobierno de Vichy, pués del proceso que siguié a la cércel fue a fue la gran ocasién de la profundizacién do! ospi- rity eminentemente libertario de Mounier. Des- parar a un pueblecito escondido en el departa- mento del Dome, Dieulefit. Alli vuelve @ encon- trar la paz de la montafia, de sus primeros afios de Grenoble. Vuelve a beber en las fuentes del cristianismo. De este silencio saldré despojado, simplificado, mejor armado que nunca. Poro frente a todas estas dificultades, Mounier mantiene la alegrfa profunda de quien sabe que la libertad anida en lo. profundo del corazén hu- mano antes que en cualquiera de las estructuras. S6lo en una visién del personalismo era posible plantear el tema de la libertad en un mundo don- de imperaban los cafiones por encima de cual- quier otra raz6n cultural, religiosa o politica, FELICIDAD Y CORAJE, Si hubiera que definir a Mounier habria que decit de é!, que fue un hombre’ fiel y de gran coraje frente a la adversidad. Su fidelidad al cristianismo fue permanente, Pero no ya a la letra cuanto al espiritu contral del mismo. Su fidelidad al Evangelio fue cierta- mente més visible que la fidelidad a la institucion eclesial, aun cuando supo mantenerse en un equ librio respetuoso de filiacién religiosa, Pero es- to no le impidié hacer uso de esa libertad pro- pia de los verdaderos cristianos. Cuando en mayo de 1936, la autoridad ecle- siéstica francesa se alarmé por algunas posturas manifestadas en “Esprit”, al saber por un amigo) que la condena eclesiéstica sa precipitaria desde Roma, Mounier recurrié una vez mas a Jacques Maritain para redaotar un documento de descar- 90, Invocarido el derecho fundamental de los cris- tianos ‘a disentir en’ materias contingentes y al mismo tiempo promover un auténtico diélogo con, cualquier otro pensamiento 0 ideologia. La con- dena no se_produjo. La mayor muestra de fidelldad y coraje que Mounier pudo dar a sus contempordneos fue du- ante el largo perfodo de la guerra. No dejé de manifestarse ablertamente contra los ocastona- les vencedores —nazis y fascistas— aceptando todo el sufrimiento que habfa de seguir a esta Postura; suspensién de “Esprit”, cércel, huelga de hambre y un prolongado destierro. Cuando la re- vista fue prohibida por las autoridades, Mounier escribfa una circular a los lectores en la que tra- taba de mantener el mismo aliento que a él le sostenia: “Esprit no nos ha parecido nunca. tan fuerte como en estos dias en que la prueba le aporta una saludable consagracién”. Asi, el silen- clo de la revista no aparecerfa como una muerte sino solamente como una somilla en germen bajo la tlerra, Los titulos de sus obras _més_Importantes —Manifiesto del personalismo, Tratado del. caréc- ter, El afrontamiento cristiano, De la propiedad ca- pitalista a la propiedad humana, Fuego a la cris- tiandad. E| miedo det siglo XX, etc— son una muestra de estas preocupaciones fundamentales del escritor; Ia fidelidad y el coraje. Fidelidad a un mensaje que debe ser hecho vida cada dfa y corale para llevarlo a la préctica ain a contrape- lo de Ia historia El resultado de esta doble actitud complemen- tarla hizo de Mounier un hombre que mereclera el titulo de testigo privilegiado de Ia historia de nuestro siglo. De su vida y de su pluma salieron simulténeamente las pruebas contundentes de_un espiritu. cristiano de raro cultivo en los modios Intelectuales y politicos de Francia y de todo el mundo occidental. Esta doble perspectiva de fidelidad y coraje delimitan el pensamiento de Mounier. No es este hombre un filésofo propiamente tal, en el sentido peripatético de la expresién. Su verdad no era un objetivo amorfo, un mundo de ideas o sistemas. Para Mounier el hombre y el mundo no eran obje- tos de museo para contemplar, sino vidas que redimir de una situacién de opresién y abandono. El hombre no era para é! una naturaleza ni siqule- ra ontol6gica, sino historia que se realiza par tiendo de una naturaleza. De aqut surgiré su con- cepto de persona. Y el mundo no era otra cosa que el campo de batalla donde hay que recons- truir desde los despojos de una humanidad con- vulsionada, un hombre nuevo y una sociedad nue- va, La revolucién. mouneriana no seré una tarea filoséfica, sino mas. bien vitalista. Desde el comienzo de “Esprit”, Mounier habfa advertido que la revolucién necesaria serfa_mo- ral 0 simplemente no serfa, En este talante anduvo Manuel Mounier los cortos dias de su existencia. Ya en agosto del afio 1949 se vio fuertemente afectado. por una crisis cardiaca, Seis meses después volverfa a verse afectado por el mismo mal. El 22 de marzo de 1950, a las tres de la madrugada se extingulé sdbitamente por culpa del coraz6n. Tenfa cuaren- ta y cinco. afos. En este perfodo corto de existencia, cuando Ja mayorfa de los escritores empiezan a alcanzar la. madurez, Mounier habia acumulado un largo y profundo caudal de trabajos; dieclocho obras de largo aliento y més de un centenar de artiou- los. SI a estos afiadimos las horas dedicadas a la docencla, las conferencias y todas las jornadas habidas con su grupo de “Esprit". podremos da nos cuenta de la fecundidad de su obra. El espfritu de Mounier permanecié y germiné no s6lo en su obra predilecta —Ia revista— sino so bre todo en un incontable néimero de discipulos en todo el mundo. De su pensamiento se alimen- taron las generaciones de cristianos que hicieron posible tanto en Europa como en América un nue- vo aliento intelectual y politico de fecundas rea Nidades. 10 “Debemos intentar creer, en principio, que la verdad ac- tda por su sola presencia, que la meditacién de un hombre o el sufrimiento de un pueblo pueden conmover a la humanidad mas eficazmente que todo un sistema de reformas. Esta con- viccién sera nuestra fuerza y nuestra paciencia”’. Mounier Aspectos del pensamiento cristiano y de la accién politica de E. Mounier “Los seres fuertemente presenti manera menos preconcebida que pueda imagin. Percival Cowley V. ss. cc. , @ menudo lo estén de la ‘comunican Inmediatamente por el calor de su simpatia 0 de su comprensién”. INTRODUCCION. Hacer presente a Emmanuel Mounier es pro- poner, una vez més, a la consideracién de los cristianos que actiian en el terreno de la politi- a, la figura de un hombre excepcional. SI es clerto que fue un hombre de pensamien- to, lo fue también de accién. Lo importante, sin ‘embargo, es que su pensamiento sigue vigente ¥ Su accién permanece ablerta. Se ha dicho de Mounier que no se le puede reemplazar, pero se ha afirmado también que queda la posibilidad de continuarlo. Y es verdad. No pretendié entregar un pensamiento acabado. Tampoco pensé que pudiera haber un momento siqulera en la historia humana que no exigiera la accién del cristiano sobre ella. No podrfamos reconocer en él a un filésofo: tampoco a un agitador. No nos entrega ni un sistema de ideas ni un conjunto de féciles slo- ‘gans, Es —podrfamos decirlo— un ensayista. No fen el sentido. literario de. un autor que escribe sin pretender profundizar sobre un determinado sujeto. Més bien en el sentido de quien va re- flexionando en medio de la experiencia humar déndole siempre la mano a la realidad; de quien (Tratado del Cardcter p. 1318319). 86 acerca a ella en la certeza de no poder apri- sionarla, de no poder envolverla en un esquema que, a la larga, termina por empobrecerla de ma- nera definitiva. El suyo es un ensayo de vivir la fe cristiana y, por lo mismo, el “género literarto’ supera, sus escritos. Se trata, fundamentalmente, de una actitud ante la existencla; de una con- ciencia y de un compromiso. De alli, también, la profunda consonancia entre su experlencla vive da y lo expresado en sus escritos. Es quizé lo recién ido lo que dificulta seguir su pensemiento. Habria que hablar, més bien, de perseguirlo. No esté quicto en parte al- guna. Siempre Interroga y cuestiona. No permite conformarse ni establecerse. Hay que buscarlo. Hay que dejerse buscar por él. Precisamente en este esfuerzo aparece vall- da Ja afirmacién: Mounier no es reomplazable. Queda, sin embargo, la posibilidad de continuarlo. “El lugar de cada uno €s Insustitutble” (1), el lugar ocupado por Mounier también lo es. No bas- ta conformarse con la posibilidad de continuarlo, 8 necesario afirmar la urgencia de hacerlo. (10 Esprit, No 27, Janvier 1695, paige, 102-100 Su presencia sigue vigente en ese sentido. La historia sigue exigiendola accién de los cris- tianos. La accién, y en particular la accion polf- tica de los cristianos, sigue requiriendo —y cada dia con mayor urgencia— la reflexién_iluminado- ra de un ponsamiento que no se refugla, para ejercerse, en el templo abstracto de categorias idealistas. Por el contrario, se requiere un pen: samiento que rastree. sin descanso en el mundo de los hombres, llevado por un “realismo inte- gral, que es el Gnico que Jibera" (2). Podriamos decir de Mounter que, més que de un pensamiento, se trata de un testimonio. Una existencia plona que, exigiendo Ia eficacia, deses- timaba el éxito, pues.."no se ha frustrado una vida cuando ha sido portadora de un gran testi- monio” (3). Mounier fue un hombre que, empu- jado por la impaciencia, “aunque hubiese estado seguro del fracaso, de todas formas habria par- tido, pues el silencio habfa Hlegado a ser intole- rable” (4). ‘Su reaccién, sin embargo, no es producto de tun Infantilismo sin profundidad. Ella nace y so nutre-en la, realidad més honda que impulsa la historia humana: “Es la esperanza una virtud pre- sente, una sonrisa en las légrimas, una brecha fon la angustia. La esperanza es la confianza de la fe, y no la espera morbosa de compensaciones Imaginarias para las decepciones de hoy" (5). Mounier es un hombre de su tiempo; pero también de cualquier tiempo. “Pertenecfa a ese tipo de pensadores combativos que supieron vi- vir contemporéneos del acontecimiento, en quie- nes se descubre, més tarde, que hubo en sus decisiones, en sus actitudes, un elemento tan profundamente pensado que permanece como una eterna leccién para las generaciones futuras” (6). “Era exactamente un cristiano en el tiempo, todo lo contrario de un cristiano que pacta con su tiempo" (7). “Nosotros —dice— s6lo ‘estamos al. principio del camino. Una generacién no bastaré para reco- rretlo. Se nos pide que nos comprometamos, no {@) “Communisme, Anarchie. et 'Personnalis , du Seull, Paris. 1966. {) “Revolution personnaliste et communautalr Complotes (0. C.J, pg. 36. {U) "Revolution personnaliste et communautaire! pie, 152. “) "Revolution personnalists et communautaire” po. 182 (6) J. M. Domenach, PSYCHE, Nv 44, 1950, pig. 500. (0) Témolgnage. chidtlen: €, MOUNIER ET LA” VOCATION DE PRESENCE A SON TEMPS, 31 mara. 1950 lg. Th Oeuvres: Och oct 12 con férmulas sino con Iniclativas que valgan més que la vida misma" (8). Desde esta perspectiva debe ser comprendida toda su obra. Desde ella, toda su accién. Desde clla, también, ef camino que dejé abierto y em pez6 a recorrer con tantos otros en esforzada pe- regrinacién, Mounier fue todo menos un diletante. Aprendié en el dolor el sentido de la Cruz y, en ese mismo dolor, reconocié a su préjimo como hermano: “Encontrar personas, es lo que esperaba de. la vida. Sabla muy bien lo que aquello significa encontrar el sufrimiento. Sélo podia Imaginar la alegria a través de la participacién en el sufri rmiento” (9). Quizé no hay otro parrafo més Intenso en to- da su obra, que exprese mejor el dolor cristiano y, a la vez, nos deje entrever més exactamente el nervio de su honda reflexién, que el de una car- ta dirigida a su. mujer a propésito de la terrible enfermedad. de su hija: “;Qué sentido tendria to- do si nuestra pequefia no fuera més que un cuer- pecito destrozado, un poco de vida accidentada, Y no esta poquefia historia blanca que nos sobre- pasa, una infinidad de misterio y de amor que nos deslumbraria si la viéramos cara a cara?” (10). De este modo, y una vez més, desde su mis- ma experiencia, se construye el personalismo co- munitario que pasa a ser temible adversario del espiritu burgués, que fo persique para denunclar- lo més allé de las puertas del Templo y que se constituye en el gran lamado a la acclén pi transformar la sociedad. Para ello, lo sabe, s¢ “necesita ingenieros y misticos” (14), “politicos y profetas” (12). Sin perder el sentido de lo inmediato, més que un politico, Mounier fue més bien un profeta y un mistico. Se impuso a sf mismo la misién “de velar porque los misticos” no se oonvirtieran en politicos (13). ‘A menudo es en su correspondencia donde puede encontrarse su mas profunda vibracién. Ast, escribe a su hermana: “Es necesario, a toda cos- ta, que hagamos algo de nuestra vida. No lo que los otros ven y admiran, sino ese esfuerzo. que consiste en imprimirle el Infinito” (14). (@) Enprit, Ne 66, mare. 1998, pg. 802 (9) “Lettre a Paulette leclera”, 1 séptembre 1933, 0. ©. 1Y, pig. 415. (0) “Lettre a Paulette Mounier”, (11) Tralté- du Coractere (12) "EL Personaliamo", 4g. 53, Eudeba, 1082 (43) Esprit, No 19, avril 1934, pig. 200. (14) “Lettre @ Madeleine Mounier", 12 Janvier 1928, 0. ©. 1V, iia. 490. 20 Mars. 1840, EL PERSONALISMO. Mounier se acerca a una definicién y dice: “Una persona es un ser espiritual constituido co- mo tal por una manera de subsistencia y de in- dependencia en su ser; conserva esa subsisten- cla por la adhesi6n a una jerarquia de valores libremente aceptados, asimilados y vividos por un compromiso responsable y una constante con- versién; unifica asi toda su actividad en la tiber- tad y desarrolla, ademés, al impulso de actos creadores, su vocacién. personal” (15). Este es, posiblemente, el intento més cerca- no a una definicién que podamos encontrar en ‘sus escritos. Debemos anotar, sin embargo, que para nuestro autor el ser persona esté condicio- nado por la existencia de un compromiso respon sable y una conversién constante, nica manera de descubrir la libertad creadora y la propia vo- cacién. No es diffcil advertir, entonces, que este im tento excluye, de partida, a quienes no cumplan con estas caracteristicas. Es claro, por otra parte, que no se trata de una definicién abstracta, que se ha recurrido a ella para poner en marcha un pensamiento, podriamos decir que para hacer discfpulos. El fracaso en esta tarea no puede ser nunca desalentador. Se propone “tratar a cada hombre como a una persona” (16). Entiende que “‘captar ‘ una persona es un trabajo duro, que no se hace en serie” (17), por ello afirma que “desesperar de alguien, es quitarle la esperanza” (18), Un intento de definicién excluyente; una ac- titud, necesariamente, inclusiva. Su definicién de persona es. exigente. No cualquiera podria dar cuenta “de un compromiso responsable y de una constante conversién”. Sin embargo, al proponer- se “‘tratar a cada hombre como a una persona”, afirma su esperanza, que no tiene Ifmites, en ca- a) "Manifeste au service du personnalisme”, 0. C. 1 ‘323. Ver también: Jean Lacrolx, Esprit, décembre 1850, pa. ‘S41: "Mounier no fue del personalismo a In persona, sino do {a persona al personeliemo, y ot parsonalismo no fue jamés pera 61 un sistema filosético, sino el medio para vincular @ feada uno consige mismo y con los demés. El profeta de 1a re- Woluclén. personalista y comunitaria se fj6 ta misién de Gevolver © cada hombro Ia posibilidad de una vida porsone!: Vida material y corporal, vida interior, vida de oslo, vida “iistica, conversacidn postier con el thundo, didlogo con el préjimo, comunién con ‘Dios, todo lo que Impide ta. miseria ¥ guarda det aburguessmiento” {i6) “Revolution personnaliste et communautaire”, O. C., 1, igs. 942.09, (17) “Revolution personnaliste et communautaire”, 0. C., 4 pg. 111. (18) “Le Personnalisme"” 0, C. Il, pég. 455. da ser humano, en el Wamado que ha recibido a alcanzar 1a plenitud personal. Mounier no puede prescindir de la paradoja, desde el momento que no se permite prescindir de la vida. Para encontrar su pensamiento com- pleto es imprescindible rastrearlo siempre a tra- vés de todas sus obras y descubrirlo, ademas, en la realizacién de lo que él entiende como la mk si6n que esté llamado a’ cumplir. Gabriel Marcel escribia en 1935: “Pienso, por una parte, que la persona no es y no puede ser una esencia; y, por otra, que una metafisica edl- ficada de alguna manera prescindiendo de las esencias corre el riesgo de desvanecerse como un castillo de nalpes”"(19). La persona, en todo caso, es lo “no inventariable”, lo no catalogable. Marcel descubre que ella surge en el enfrenta- miento con el otro, con el acontecimiento, que siempre requieren verdadero coraje, y méxima- mente en el enfrentamiento con el Td absoluto, que se devela en medio de la historia en el Acon- tecimiento Salvador. Alli, por el riesgo que este encuentro trae consigo, dice Marcel, “llego a ser verdaderamente sujeto”, “alli encuentro ta ple- nitud de la vida y de la libertad al mismo tiempo que la certeza de Dios" (20). EI hombre: llega, en esta forma, a ser plenamente persona en la me- dida en que esté dispuesto a afrontar, a expresar- se y develarse: alli corre el riesgo més hondo. Se trata siempre del mismo pensamiento de Mounier: “Cada hombre slo consigue su verdad unido a los otros" (21); “su. experiencia funda- mental... no consiste on la separacién, sino en a comunicacién" (22); “la persona no es el ser; es movimiento del ser hacia él ser y ella no es consistente sino en el ser que vislualiza” (23). Aqui surge todo el valor del cuerpo 'y de la materla, punto del encuentro humano, donde es posible reconocer, una vez més, su parentesco con el pensamiento de Marcel, de Merleau-Ponty y de otros filésofos contemporéneos. Mounier se refiere @ “un extraordinario resu- men de Marx”: “Todo extremo es otro extremo. EI espiritualismo abstracto se corresponde con el materialismos abstracto; el materialismo abstrac- to es el espiritualismo abstracto de la mate- (19) “Essal de philosophle concrete" pig. 174, Gallimard, Paris 1957. (20) A, Dondoyne, FO! CHRETIENNE ET PENSEE CONTEM- PORAINE, pag. $9, Publications Lniversitalres, Louvain, 1901, (21) “EI Personatismo", cit. por C. Molx: EL PENSAMIENTO DE EMMANUEL MOUNIER, pég. 120, Estola, Barcelona, 190 (22) “El Personalismo", pég. 19, Eudeba, 1982, (@3) Cit, por P. Rlcoour, HISTOIRE ET VERITE, pig. 182, Ed, du Soull, Paris, 1984 13 ra" (24). Adhiere a esta afirmacién, que aparece en la “Critica a la filosofia de! Estado de Hegel”, pues se entiende perfectamente interpretado por ella, pero, a la vez, vuelve sobre Marx para cri- tlearlo duramente. Marx “se ha quedado en una Perspectiva subcartesiana: del hombre sélo co- noce al candidato al dominio y posesién de la de la naturaleza, sélo su disponibili- dad a la posesién del hombre” (25), en tanto que la realidad fundamental del hombre “‘consiste en ser una Persona en estado de comprometerse i bremente, responsablemente, y capaz de vivir de tuna vida espiritual” (26). Precisamente aqui aparece el tema de la li bertad. “Pertenece a la condicién del hombre as- pirar indefinidamente a la autonomfa..., la batalla " (27) experten- cla introduce a una comunicacién de los sujetos, didlogo, encuentro auténtico, en el cual no trato al otro como naturaleza, sino como libertad, atin més, donde colaboro con su libertad como é1 co- labora con la mia. Si el otro no es un limite del yo, sino una fuente del yo, el descubrimiento del nosotros es estrictamente contemporéneo a la experiencia personal” (28). En su pensamiento, ta critica al marxismo na- ce, entonces, de su concepcién de la persona. El optimismo marxista es. “un optimismo del hombre colectivo que encubre un pesimismo ra- dical respecto a la persona” (29). La critica de Marx. la objetivacién (29') se anquilosé en un nuevo materialismo més opresor que el que lo precedia. Nace de allf, a la vez, su concepcién del mundo y su idea de la sociedad y de la vida del hombre en elle. Lucha de clases, si. Nadie po- dria negar su realidad; pero, al mismo tiempo, lucha contra ella con el propésito de integrar ta ‘comunidad humana: “Comprometidos por la dure- 2a de la humanidad en una lucha de fuerzas, te- nemos, al mismo tiempo, la vocacién de luchar contra el imperio de la fuerza” (30). Por lo mis- mo, Mounier no puede aceptar la postura de al- unos cristianos que, cayendo, una vez més, en el. viejo dualismo, afirmarian: “Con los comu- 1895, pig. 13 ©. 6. Ill, pia. 483. Introduction aux existencialiemes”, pda. 129, Ge: 18, 1962. ‘Manifeste au service du personnalisme”, 1. pig. 519. (25) La objetivacién es et proceso por el cual nos: per- demos en la ausencla y 1a Impersonalidad do las cosas Feu la cheotients, 0. C. 11, pig. 588 (0) “Le Porsomnaisme”, 0. C., til, pgs. 472-474, 0c, 14 nistas arreglo los problemas do la tierra; con mi fe, los problemas del cielo”. “Seria, paradojice- mente, volver, con un compromiso comunista, a la concepcién. individualista e idealista dela fe" (31). Expresa, entonces, su deseo radical: “Quiero acoger y dar, eso es todo" (32). La persona “es un estilo reductor de las influencias, pero amplia- mente abierto a ellas, una potencia orientada hacia la espera y la acogida. Es una fuerza né viosa de creacién y de dominio, pero en el no de una comunién humana en donde toda creacién es un resplandor, todo dominio un servicio... S6- lo se encuentra uno mismo, perdiéndose; s6lo se posee lo que se ama; da” (33). Asi, Mounler “piensa y juzga solidariamente. Se siente responsable de las comunidades @ las que pertenece. Si su primera preocupacién es la busqueda objetiva de la verdad, el amor de la verdad no se separa en él del amor de los hom- bres... La altima palabra de Mounier es siempre un movimiento de comunién" (34). Entonces, advierte que “existe una ley cuya violaclén no puede exigir causa alguna, ni siquie- ra en la ilegalidad: ta de la dignidad humana” (35), de tal manera que no parece siquiera posible sofiar con el dominio de “una sociedad mala a través de unos medios de ta misma naturales que los suyos” (36), Esta es toda la fuerza del personalismo ctis- tiano de Mounier: “cuando recordemos las. If eas directrices de nuestra filosofia del hombre, veremos que la persona no es una célula, ni quiera social, sino una cumbre de donde parten todos los caminos del mundo” (37); “la persona es un absoluto al lado de cualquier otra realidad material 0 social” (38). Para él, que ha vivido intensamente 1a expe- rlencia humana, es evidente que la persona tun ser histérico que logra su existencia a través s6lo se posee lo que se (Gi) Lucien Guissard, EMMANUEL MOUNIER, pég. 130, Fontanella, Barcelona, 1968, (G2) Git. en EMMANUEL MOUNIER OU LE COMBAT DU JUSTE, Varios autores, Freres du Monde, Ducroe Editeur, Bordeaux, 1968, pig. 59. (G3) “Révolution personnaliste et communautal 1 pg. 172, (4) J. M. Domenach, Auspracho, Dusseldorf, febr., 1952 . (5) “Les certitudes aificies", ©. C., 1V, pag. £2-92, (0) “Manifeste eu service du personalise", 0. C. 1 pg. 645. (37) “Qu'estes que le persomnalisme?,” 0. C., IM, pig. 181. (Ga) * 1. pg. 823. 0. c. to au service du. personnalisme", O. C. de la transformacién permanente de la naturale- za y de las condiciones sociales que la rodean, pues “la Inmovilidad mata la vida; lo eterno deja de serlo si se le hace mantener para siempre el rostro que lo encarné en una época” (39) historico capaz, al mismo tiempo, de trascender continuamente el dato, es decir, la costumbre, 10 adquirido, lo pasado, 10 acabado" (40). Mounier no se resigna al hombre “acostum- brado”, al que deja de ser, en el olvido de su tarea hist6rica. Urge, entonces, una conclencla despierta. “El acontecimiento seré nuestro maes- ‘tro Interior" (41) y el “reposo, un desorden” (42). Pareclera no cansarse en insistir en el valor de la realidad, en el lenguaje de lo que sucede: “He- ‘mos Insistido una y otra vez en que nuestro mé- todo no consistia en aplicar a la realidad prin- ciplos inméviles, sino en extracr las revelaciones de la historia a la luz de una direccién de pensa- miento que s6lo permanece, constante y vivo a la vez, si se nutre de la leccién de los he- hos” (43). Ningdn dogmatismo habria sido capaz de es- clavizarlo Entendié el cristianismo como lo que realmente es: una suprema libertad, una invita clén —que acepté plenamente— a dar una “res- Puesta responsable” al llamado de una Palabra encarnada y operante en el curso de Ia historia y de los acontecimientos. Para Mounier, la his- toria de la humanidad no puede ser separable de la historia de la salvacién. “E! personalismo cristiano va hasta el limite: todos los valores se agrupan para él en el llamado singular de una Persona suprema’ (44). EL COMUNITARISMO. Ya hemos hablado algo de él, Lo cierto es que “desde que hemos pronunclado la palabra Persona, en lugar de aislarnos, nos encontramos Inmersos en una filosoffa de la naturaleza y de la colectividad” (45). “La fecundidad de ta no- cin de persona, para el filésofo como para el hombre de accién, procede de que ésta es Im- pensable sin su exigencia de comunién” (46), “al (GO) Esprit, No 27, décembre. 1934, pigs. 275.27. (Go) Lucien Gulssard, EMMANUEL MOUNIER, pég. 101, 4. pl. (42) “Revolution personnaliste et communautare™”, 0. C:, 1, pla. 138. (43) sp N> 100, décembre 1944, pag. 2. (44) “EI Personalismo™, pig. 42, Eudeba, 1962, (45) “Ou'est ce que le personnalisme?", 0. C., Ill, pég. 210 (46) Lucien Guissard, EMMANUEL MOUNIER, pg, 108, Ed. Fontane! alone, 1968, punto de que constituye un pleonasmo designar a la clvillzacién que persigue como personalista y comunttaria” (47). “El primer acto de la persona es, put citar con otros una sociedad de personas” (48), Por ello “no es suficiente afirmar que Ia expo- riencla del préjimo es una tarea fundamental de la vida cristiana; es la tarea previa. Y es el prin- cipal dominio de la vida de la Persona el que nos descubre. No es otro el dominio de la Relk ‘9ién” (49). “Este absoluto de la persona no separa al hombre del mundo ni de los otros hombres. La En- carnacién confirma la unidad de Ia tierra y del cielo, de la carne y del espiritu, el valor redentor de la obra humana una vez que ha sido asuml- da por a gracia. ta unidad del género humano por primera vez, plenamente afirmada y por dos veces confirmada: cada persona es a la Ima gen de Dios; cada persona estd llamada a formar un inmenso Cuerpo mistico y carnal en ta carl dad de Cristo” (50). No hay, entonces, persona sin comunidad; no hay, tampoco, comunidad sin auténtica persona. Una vez més, la fuente de su reflexién se delata en una teologia: su manera de comprender y ex- presar la Revelacién. Por lo mismo, la pretensién de seguir el pensamiento como absurda. Es ella la que lo conduce también a la critica aguda: “Muchos, conducidos. por cuatro siglos de Indl- vidualismo, se han desacostumbrado a pensar su vida y sus actos desde el punto de vista de la comunidad. Node una comunidad exterior, artifl- clal y juridica con la. cual intercambiarian relacio- nes abstractas de reciprocidad, sino de una co- munidad capaz de. impregnar su espiritu y su carne, fuera de la que cada uno de nosotros no 8 més que un cadéver viviente; una comunidad cuyos actos son nuestros actos, cuyos pecados son nuestros pecados, cuyo destino es el nues- tro. En esto también han sido los cristlanos los primeros en fallar. Sin embargo, con la teologia del Cuerpo Mistico, tenian a su disposicién el ms alto mensaje comunitario que haya sido dado a la historia. Pero se dejaron penetrar por una especie de moralismo individualista que les ha hecho olvidar précticamente la mistica, la teologia y la moral comunitarias” (51), (47) "El Personalismo”, pég. 21, Eudeba, 1902, (4) “EI Personalismo", pig. 21, Eudeba, 1962. (9) ©. Cy 1, plas. 105. 708, (60) “Le Personnalisme”, 0. C., Il, pig. 434. (GN “Revolution personnaliste et communautaire” 0. C. 1 pg. 302. 15 En el terreno de su cristianismo, su postura es de una franca oposicién al. liberalismo rous- seauniano que queria privatizar la fe en términos absolutos, No puede aceptar que ella no tenga nada que decir en medio de los fendmenos y con flictos de la sociedad humana. Muy por el con- trario, Hoy afirmariamos que ella debe conducir, a través de la mediacién de lo politico y de las, competencias técnicas adecuadas, a pronunciarse sobre estructuras objetivas, sobre las situacio- nes politicas y buscar resultados tangibles y efi- aces (52), de tal manera que todo dualismo que- de definitivamente superado. “Asi, es rigurosa- mente imposible que un cristiano diga, como quien reparte unas ocupaciones: para la Iglesia y para mi vida de fe, el dominio sobrenatural; para tal doctrina 0 tal accién, la organizacién de la tierra. La tierra no puede organizarse fuera de la fe, como la fe no puede desarrollarse sin las, fuerzas de la tierra, Estamos traspasados y 80- mos definidos, individual y colectivamente, por su conflanza” (53). Una pagina de Esprit hace més actuales adn lag, palabras anteriores. de nuestro autor: "El o0- munismo totaliza y hace girar el problema huma- no alrededor de. la historia econémico-politica, como un circulo alrededor de su centro. El rea- lismo cristiano describe 1a historia humana giran- do en torno a dos polos, como una elipse: un polo. material y un’ polo sobrenatural, el primero de los cuales esté subordinado al segundo, si bien el segundo esté estrechamente ligado a la posicién’ del primero. Conviene guardarse de trans- formar esta relacién comploja y dialéctica en una sublimacién idealista: pero si se llega a falsear lo sobrenatural, a aceptar transformarlo en sim- ple superestructura, si se arriesga uno demasiado en el jiego de la inmanencia para evitar la tram- pa del idealismo, entonces ya no hay perspectiva cristiana; ya no queda en nuestro hombre més que un comunista total, nominalmente cristiano... Es, pues, Imposible hacer deliberadamente dos comportamientos estancos del compromiso tem- poral: * Con los comunistas arreglo los. proble- mas de Ia tierra; con mi fe, los problemas del cielo. Seria, paraddjicamente, volver, con un com promiso comunista, a la concepcién individualis: tae idealista de la fe, que ya ha prevalecido desde hace cien afios. Una perspectiva cristiana interviene en todos estos problemas, hasta en (G2) CF. B. J. De Clera, RELIGION, IDEOLOGIE ET PO- LITIQUE, pég. 58, Castorman, Toural,” 1968 (63) “Feu ia chretionté”, ©. C., I, pg. 704 16 los més superficiales, desde el momento que ata- fen al hombre’ (54). En otras palabras, podriamos decir que el tota- litarismo de la fe, siendo de un género obsoluta- mente diverso, no logra avenirse con ningin. to- talitarismo_ politico, Volviendo al comunitarismo que, deciamos, se funda para Mounier en la fe —lo que no signifi a afirmar que sus posturas éticas y politicas no puedan ser compartidas por no-cristianos—, ha- bria que sefialar también que “la evolucién bio- légica y el movimiento de la historia siguen dos direcciones convergentes que sélo se oponen dia- Iécticamente, en una sucesién indefinida de cri si tuna tlende a la formacién de personas au- ténomas, dotadas de un poder de eleccién, reves- tides de la ‘dignidad de ta causalidad’. La vida personal es la més alta flor de la vida, pero ella trasciende ya la vida, y tiene la primacia sobre todas las formas de impulso 0 de suefio vital, més 0 menos despersonalizadas, que la amena- zan_ permanentemente’ “La otra tiende a la universalizaci6n progresi- va de los grupos humanos en comunidades cada vez més amplias, que preparan, en el limite, la comunidad total de los hombres; tiende, al. mis- mo tlempo, hacia el desarrollo progresivo de las personas en un mundo cada vez més dominado, que prepara, en Ja organizacién univer- sal de las cosas” “Estos dos movimientos de expansiGn y de in- terlorizacién son las dos pulsaciones indisocia- bles de la vida personal. Sélo se oponen por la manera en que se refractan en nuestra imagi nacién, hecha para encuadrar la materia més bien que para expresar la persona. Toda exclusion de un movimiento por el otro produce un desequlli- brio fundamental en ta situacién de los individuos y de las colectividades” (55). Fuera de hacer notar el parontesco de esta vi- si6n con la de Teilhard de Chardin, vale la pe- na sefialar la inmensa cantidad de consecuencias que este planteamiento tiene en ol terreno de la educacién, asf como en el de la economia y de Ja politica. Para poder descubrirlas seria nece- sario llegar a establecer “qué forma de comuni- dad integra a la persona y qué formas las. re- chazan”. Se trata, entonces, de una “lucha con- tra el individualismo, es decir, contra el régimen de anonimato, de irresponsabilidad y de disper (GA) Git. por Lucion Guissard, EMMANUEL MOUNIER, pgs. Barcalona, 1968. Personnalisme?", ©. C., 11, pégs. sién, de egoismo y de guerra; lucha contra el Personalismo pagano y sus modalidades anar- quistas 0 fascistas; bésqueda de un estatuto en el que se conjugue la persona y la comunidad” (56). Al afirmar Mounier que “cuando los hombres no suefian ya con catedrales, no saben tampoco hacer buhardillas” (57), conoce perfectamente el lugar de la utopia en la existencia humana. Por ello sabe que este ideal comunitario se cumpliré Plenamente s6lo “més allé de la historia” (58). Entre tanto, esté la lucha. Lucha contra. toda las. alienaciones. Sin. embargo, “para que. fuése- mos liberados de toda ocasién de alienacién, ha- ria falta que la naturaleza fuese completamente Inteligible; la comunién permanente, universal. y perfecta, y total la posesién de nuestros ideales. ‘Aun las alienaciones hist6rieas, las que no du- ran_més que un tiempo, nos dejan. sin tregua; Por cada una que es derrocada, surge una nue- va; toda victoria de la libertad se vuelve contra ella y llama a un nuevo combate: la batalla de la libertad no conoce fin” (59). EI lenguaje de Mounier es aguerrido y, a la vez, realista. “Existir es decir si, es acoptar, es adherirse.... Existir personalmente es también, y con frecuencia, saber decir no, protestar, sepa- rarseviolentamiente” (60). La tarea de la liberaci6n es tremendamente exigente, requlere a méxima lealtad con la ver- dad_y plantea la “condicién de ponerlo todo en cualquier momento sobre el tapete: creencias, opiniones, certezas, f6rmulas, adhesiones, costum- bres, pertenencias” (64). Es siempre la urgencia de la desinstalacién, inica forma posible de vivir a fe de manera hu- mana, es decir, en la historia; recibiendo, por una parte, su impulso permanente y descubriéndola y redescubriéndola, por otra, en el acontecer mis- ‘mo, libro abierto de la realidad en que Dios y el hombre colaboran en la configuracién. de una ima- gen hasta que ésta alcance su plenitud. Ya lo decia San Bernardo: “No hay nada es- table en este mundo... también necesariamente hay que avanzar o retroceder. Permanecer en el estado al que so ha Ilegado es. imposible. Quien no quiere progresar, retrocede. Jesucristo es el premio de la carrera. Si os detenéis mientras 6! avanza a grandes pasos, no solamente no 08 acer- (8) 1, plo. (sn 0) 1. Bho. (39) volution porsonansliste et comunnautalre”, 0. C 183. ‘Le Personnalisme", 0, C., Ill, pg. 488. Monifeste au tervice div personnaism =. nap céis a la meta, sino la meta misma se aleja de vosotros” (62). Conviene insistir en que Mounier, a pesar do su espititu inquleto, de su deseo de accién, do Ja necesidad y la urgencia que le atribuye, no dej por ello, de ser realista. Nota caracteristica en lun espfritu cristiano que, sin olvidar ta Impacien- cla que provoca la injusticia, es capaz de. mirdr la historia del hombre y la de la misma Iglesia sin amarguras. En esta forma, junto con juzgar sus miltiples debilidades, no se sale de la historia hacerlo y le reconoce todo el valor que ha ado su accién en el tiempo. Por lo mismo, confundir el realismo deMounier ; su prudencia, con la cobardfa. Antes de poner término a este acépite, hay que decir que todo su “esfuerzo doctrinal esté encaminado a liberar el sentido de la comunién de los errores colectivistas”. Aqui su oposicién ‘al marxismo es més radical. Se trata, en el fondo, de dos visiones de! hombre irreconciliables. entre si: “El optimismo que profesa el marxismo, sobre el porvenir de! hombre, es un optimisme del hom- bre colectivo que encubre un pesimismo radical respecto a la persona” (63). Ello no obsta a que, una vez més, y guiado por el mismo realismo, Mounier sea capaz de econocer la importancia de lo colectivo. Lo co- lectivo es, precisamente, el otro polo de lo co- munitario. En lo colectivo la persona se enajena ‘como individuo, pero alli también se da la nece- saria soledad requerida por el hombre para ser persona. El movimiento de personalizacién es ca paz de hacer surgit la comunidad desde el seno de la: indiferenclacién. Mounier tiene paginas, a este respecto, que se adelantan al anélisis hecho més recientemente por Harvey Cox (64). EL BURGUES Y EL CRISTIANO. Resulta dificil referirse a la comprensién cris- tlana que Mounier tiene del hombre si se prescinde de su Imagen del burgués. Alli, como en una es- pecie de contrapunto, aparece tan vivamente @x- presada su critica social que, dejarla de lado, im- podirfa entender buena parte de sus afirmaciones. ‘Al mismo tiempo, correriamos el riesgo de olvidar ‘el momento histérico que vivid, sus reacciones ante él y algunas importantes proyecciones de su palabra, que siguen siendo plenamente vilidas en el presente. _ Patrologfa latina, vol 182, péa. 481. janifeste au service du personnalisme”, 0. C., 1 pla. 51 (64) “La cludad secular Ed. Peninsula, Barcelona, 1968, 7 “El burgués se doja definir gustosamente co- mo propietario: sélo desea tener para evitar ser" (65); “poseedor sin aventura ni fervor, po- seedor posefdo por blenes muertos” (68). "Mi auto, dice el burgués. Se equivoca: es el auto el que le posee... A su regreso, todos sus otros proplo- tarlos le esperan: su sillén, su puro, su periddico, su radio, su café, su teléfono y, dentro de sf mismo, ese otro él mismo que, a veces, despre- cla, y que le aburre siempre" (67). “Hombre de salud, hombre de felicidad, hom- bre de bien: un hombre que ha encontrado su ‘equilibrio, un ser desgraciado” (68). Se trata de un hombre, como decla Péguy, que no es apto nl para el pecado, nl para la gracia, ni para el dolor, ni para la alegria. En realidad “la casa burguesa es una casa cerrada y el corazén burgués, un corazén retenido y cauto” (69). Se trata de un hombre que “cree amar, porque no puede vivir sin simpata, Pero amar es decir no aferrarse a nada; amar qulere decir darse uno mismo; amar simplemente, es decir, amar per- fectamente, s6lo se confunde con Dios" (70). “ES la Individualidad replegada sobre sus propiedades, sobre sus tapujos, sobre su inviolabilidad Impura, vida privada hecha de rechazos y no de amor —lo privado, aquello de que se priva a los otros” (71). Al referirse a las causas de la derrota sufrida por Francia, recuerda a los burgueses. Esos hom- bres que “no comprendfan nada, no crefan en nada y, sobre todo, no querfan morir por nada.. que formaban entre ellos la Internacional de! con- fort y del egofsmo personal” (72). Siente, por lo mismo, la necesidad de “‘ecabar con toda aquella podredumbre”. En ellos “sdlo hemos de encon- trar avaricia, dureza de clase, miedo, miedo y més miedo, ademés de una total ininteligencia de la historia” (73). En realidad, su idea de la historia —si es que tuviera alguna— estaria més cerca de los tiempos ciclicos de la antigdedad que del mensaje de la Revelacién. (65) “De Ia propriété capitalite a la proprigté humaine”, 0. C., 1, pba. 424, (66) “De 1a. propriété capitalists a ta. propriété humaine", ©. Ca 1, pg. 430, (6D) “De Ia propriété capitaliste @ ta propriété humaine”, ©. C., 1, pig. 490. {68} “Révolution porsonalisto et communautalre", 0. Cx, 1. pg. 302. (65) “‘Liatrontement chétien”, 0. C., IM, pég. 88. (0) “Aévotution personnaliste et communautaire”, 0. C 1, pag. 291. (71) Expt, No 28, Jonvier 1996, (72) Cahiers protestants, Ne 7, novembre 1940, fg. 428. (72) “Lettre & J. Chevalier”, 24 octubre 1996, 0, C., IV, lg. 508. 18 Aqui surge y para Mounier. D y de la cultura No podrfamos extendernos excesivamente so- bre lo que acabamos de sefialar. Sin embargo, Podrfamos afirmarlo con certeza; aqui se encuen- tra el eje central de su pensamiento, que sigue siendo perfectamente vélido en nuestra actualidad Y que seguiré siéndolo en la medida en que lo- gremos no esconderlo con nuestras consabidas astucias. Para él es claro, aunque no lo exprese en estos términos, que el cristlanismo no es una Ideologia més y que tampoco se juega en una determinada encarnacién cultural. Es mucho més que e80: “Nada se parece menos que el cristis- nismo a un sistema de explicacién destinado @ tapar las brechas de la metafisica y a cubrir las disonancias de la experiencia. El cristianismo es tun principio de vida y si es también un principio de verdad, lo es en la vida que comunica” (74). Por ello “es una grave responsabilidad de los II bros de teologia y de espiritualided destinados al grueso piblico, como también de la predicacién, a de anexar la historia sagrada, la de desconocer ‘su renacimiento en cada uno de nosotros, la de transformar con frecuencia el llamado a la aver tura en la vida de la Iglesia en una lectura de inventario” (75). Su critica a los cristianos y a la misma Igle- sla es, por lo mismo, aguda y hasta violenta, qu z4 porque su fidelidad a ella es absolutamente Indisoutible. Los miltiples lugares en que saca a luz el maridaje de los cristlanos con el mundo burgués nos levarian demasiado lejos. Sin em- bargo, ahf estén y siguen recordéndonos al admi rable peregrino de lo Absoluto. EI orden establecido es para él el supremo desorden. Entre los cristianos que buscan ese orden se encuentran precisamente los que han transformado la fe en una moral, en un conjunto de normas de buen comportamiento, sistema al- canzado y establecido que, por serio, “es enemigo de la fidelidad tanto como de la Imaginacién"' (76). La consecuencia no puede ser otra que la renun- cla, larvada 0 explicita, al Dios de la historia que habl6 a través de su Palabra y sigue haciéndolo en el transcurso del tiempo. Mounier combate al dios de los Instalados y, ‘on su profunda inguietud de verdadero cristiano, perfila la figura del cristiano qut también su idea de la moral (7A) “Lftrontement chrétien”, pégs. 90-40, Ed. du Soul, 1085, (75) “L* affrontement chrétien", pg. 41, Ed. du Seull, Paris, 1968. 60 que le porsonnalisme?", 0. C., Ml, esté dispuesto a denunclar y desmontar cualquier ‘slstema” y cualquler “orden’ Su fe es critica y, en primer lugar, do sf mis- mo. “El movimiento profundo de la existencia humana no esté en asimilarse a la generalidad abstracta de la Naturaleza 0 de las Ideas, sino on cambiar “el coraz6n del coraz6n’ para poder In- troducir en 61 6 Irradiar sobre el mundo un Reino transfigurado. EI secrete del corazén, donde si decide, por la eleccién personal, esta transmute- clén del universo, es un dominio inviolable" (77). “La revolucién exterior no es estrictamente nada para un cristiano sin la revolucién Interior. La métanola de la Escritura” (78). “No merecemos nuestra revolucién si la conversi6n no comlenza ante todo en nosotros mismos" (79). La moralidad puede no ser sino el producto de la propia podredumbre, de 1a de aquellos que han Ingerido “moralina". Se trata de buscar afa- nosamente la verdad dondequlera ella se encuen- tre. Nos habla, por eso, de “una voluntad nueva de una conversién continua de toda la persona solldaria: actos, palabras, gestos y principlos en la unldad stempre més rica de un solo compro- miso. Tal accién esté orientada al testimonio y no al poder o al éxito Individual” (80). Cuando, en los tiempos que corren, aparecen otros sistemas que quisieran aprisionar al hom- bre en nuevas Ideologias, en sedicentes. clentifi- cismos y en conocidos slogans, que pretenden de- terminarlo a un regreso a las actitudes dogmati- zantes, Mounier es un verdadero himno a la I bertad. COMPROMISO Y FIDELIDAD, “El cristianismo, religién de la imitacién_uni- versal de Cristo encarnado, ordena al hombre una presencla activa en todo lo temporal” (81). Aqui se da el drama de toda existencla humana; aqul, también, s0 prueba la validez de aquello que 86 profesa. “La vida de la persona no es una sepa raci6n, una evasi6n, una illenacién; es presencia ¥ compromiso”. “El mal més pernicioso del régi- men capitalist y burgués no es hacer morir a los hombres, sino ahogar en la mayor parte de ellos, © por la. miseria, 0 por el Ideal pequerio- burgués, la posibilidad y atin el gusto de ser per. (7 “Le Personnalisme (78) “"Révolution personnal 1, pla. 885, (79) Esprit, No 27, dBcombre 1894, pég. 281. (Go) “Manifeste au sorvico du personnaltam |, pgs, 613-64, (1) “Feu a chrettont 0. C., Il, pags. 433-404 fe et communsutare", 0. Cx c; 1 0. Cu IM, pg. 698. sona. El primer deber de todo hombre, cuando millones de hombres son asf desplazados de Ia vocacién de hombres, no es salvar ‘su’ person: sino ef comprometerla en toda accién, inmediata © lejana, que permita a estos proscritos el ser de nuevo colocados delante de su vocaclén con un minimo de libertad material” (82). Comenta, entonces, cémo los Padres de la Igle- sia “lanzaban al cristiano, como quien no hace nada, a un camino interminable de pruebas y tra bajos suplementarios” (83). “Sabemos —escribe— que nuestras vidas serén Inciertas y compromet das. Nada tememos; ni la pobreza ni el alslamten- to. Estamos aquf para ser testigos de algo distinto de nuestras propiedades... Hemos elegido los ca- minos del retorno” (84). "No estamos hechos para las. horas féciles, eso es todo, pero es preciso que, entre todos, hagamos hermosas aquéllas que 8@.nos conceden... todo sufrimlento Integrado en Cristo plerde su desesperacién, su misma feal- dad” (85). En otra carta, Insiste: “Hay algo por lo que debemos rogar Juntos, de todo coraz6n. Mis decisiones y los acontecimlentos coinciden en dar- ‘me, en datnos, no la situacién més anhelada o més cémoda, sino aquella que més desearfamos si fuéramos perfectos cristlanos™. Una vez més nos encontramos con su actitud hondamente realista. En este sentido, Mounier es un extremista: “El extremismo cristiano es tam bién un extremismo de la Encarnacién a todo precio, que ellge slempre en lo real y por lo real” (88). EI cristianismo de Mounler pasa, Inevitable- mente, por la Cruz. Ella sella su autenticidad, No rechaza el sufrimlento. Muy por el contrarlo, sabe acogerlo con alegrfa y con una esperanza segura. Conoce Ia eflcacia social del dolor, por lo que ” (87). Se ha podido, incluso, descubrir a sf misma en el sufrimlento: “El hom- bre tiene lugares en su pobre corazén que no existen todavia y donde penetra el dolor a fin de que existan" (88). (62) “Manifeste au service du personralisme", 0. C, 1, pla. 528. (3) “Feu la chretionté”, 0. C., I, pg. 697. (G4) “Révolution personnaliste et communa 1, pgs, 198 y 174, (85) “Lettro 4 Paulette Mounier", 4 séptembre 1900, 0. C., 1¥, po. 693. (5) “Personnalisme et christlanisme”, 0. C., 1, pas. 73:71. 7) “Lettre @ Paulette Mounier", Pascua de 1949, 0. C, 1Y, pho. 715. (22) Citando ® Le6n Bley on * 1M, pl. S84. "0. Cy ralt6 du Caractére", 0, Ce 19 De alli su entereza y Ia validez de su compro- miso, De alli, también, su alegria ante la vida, el desprendimiento frente a todos los bienes, su ur gencia de justicia, su solidaridad real. Quienes le ‘conocieron personalmente, han dado miltiples tes- timonios de su calidad. humana, de su capacidad de amistad. De esta misma actitud nace y renace perma- nentemente en él y se fortaleco esa capacidad de ‘compromiso, que llega hasta la entrega de la pro- pia vida, porque en lo que toca “a la muerte, un hombre no es hombre si no tiene por lo menos luna causa o un ser por él que esté dispuesto @ aceptarla’ (89). De alli, también, Ia conciencia aguda de su propia libertad, que es, precisamente, la que le Permite entregarse con ardor a una tarea, pero sin dejarse nunca enajenar por ella: “Me. siento libre como el aire para recomenzar lo que Dios quiera” (90). Sigue siendo él. mismo en todo 10 que emprende. Vive la suprema libertad de los pobres del Evangelio. No le asusta el mundo con su caracteristica ambigledad. Sabe que siempre, en medio de. la ‘area cotidiana, “sélo nos comprometemos en combates discutibles y en,causas imperfectas” (91), ero no por ello menos necesarlas, y que “el Ab- soluto no es de este mundo y no es conmensurable con 6!" (92). No querer sctuar por temor a en suciarse, no es més que “cubrir con un manto real la impotencia, la pusilantrhidad, es decir, la puerilidad” (93). “Querer actuar y no abandonar ninguno de sus principios o no mancharse las manos es una contradicci6n ‘in termints’ (94). Por ello mismo, “es la conciencia inguleta y @ veces desgarrada que tenemos de las impurezas de nuestra causa lo que nos mantiene lejos del fanatismo, en estado de vigilancia critica” (95): el riesgo que asumimos en la oscuridad parcial do nuestra opcién nos coloca en un estado de desposesién, de inseguridad y de osadia que es el clima de las grandes acciones” (96), Conociendo perfectamente esa \ambigiedad —que nos recuerda la parébola del trigo y la cizaia—, Mounier es capaz de comprometerse y de ser ficl al compromiso adquirido, porque s2- be muy bien que “una persona s6lo llega a su ‘évolution personnaliste et communautaire", 0. C.. 25 févrler 1940, 0. C., IV, 0. Cy A, pg. S04. Pereonnalisme’ (02) tbidom. (63) tbidem. (oay"0u pio. 193. 20 eee ee plena madurez en el momento en que eligo unas fidelidades que valen més que la vida" (97). La fidelidad a los compromisos. permite me- ter dentro de ellos un nervio creador, desata la imaginacién, es capaz de descubrir el camino que esta por delante (98), nos revela quiénes somos y cuél es la misién que nos aguarda, E} mismo afirma, modestamente: “creo que | fidelidad os una de mis dimensiones interiores y, en verdad, lo demostré en mil luchas, que dio solo 0 acompaiiado, y que despertaron a toda ‘una generacién. LA POLITICA. Sin todo lo que llevamos dicho no habria st do posible concluir este articulo con una referen- cla a Mounier como politico. Tenemos en él a un hombre consecuente en quien toda su roflexién es capaz de iluminar su accién. Se ha dicho de 61 que “la parte més débil de su obra'es, sin duda, su pensamiento politico” (99). La afirmacién parece valedera si se visualiza lo politico como una capacidad de estrategia en me- dio de! conjunto de fuerzas que se oponen y so encuentran en el campo de la lucha, No parece tan vélida si se trata de exigirle una capacidad para iluminar a quienes actdan en ese campo de batalla. E! aparente olvido de Mounier, ostensible en el caso de muchos cristianos que actéan en politica, constituye, ciertamente, una verdadera desgracia politica. En todo caso —y valga el de- cirlo una vez més—, nadie podria tampoco encon- trar una “teoria" del Estado o algo que se le p rezca, disefiado en forma sistemética, en alguna de sus obras. Mounier, de ninguna manera, es lo que actualmente se llamarfa un polit6logo. Es tun cristiano, vivamente interesado en la cosa piiblica, capaz de una reflexién muy honda, com- prometido enteramente con su tiempo y su cit- cunstancia. Por eso, su presencia sera siempre iluminadoré La Idea de la participacién no podia ser ale- na a su concepcién del personalismo comunitario. Por lo mismo, su critica a los partidos es dura, realmente una advertencia digna de ser conside- rada: “Hoy dfa un partido politico se establece oo- midnmente sobre la base de la opresién centra- (@5) “Le Porsonnalisme", 0. C., 1M, pg. 506. (25) ibidem, pg. $08. 7) Ibldem pg. 473. 7 (08) Cf. “Introduction eux oxistentialiomes™, 0. ., 1 ig. 18-130. (09) C. Mole, EL PENSAMIENTO DE EMMANUEL MOUNIER, pig. 350, Ed. Estela, Barcelona, 1958, lista de sus miembros; es un Estado totalitario ‘en minlatura”*(100), y continda: “No se preocu- pa de la realizacién de las personas que se en- trogan a él o de la realizacién de las comunida- des integrantes que se le unen. No cuida de la solldaridad, sino de la solidez del conjunto. Le falta y le basta que la masa como masa sea du- ra y sin fallos para el choque, parlamentario o revolucionario: cada uno no cuenta en él sino por su potencial de fuerza. Toda persona que se destaque, es considerada por el conjunto como tun factor de anarquia y, por el equipo dirigente, ‘como un posible competidor. No se busca pre- parar hombres libres, sino adiestrar los meci nismos del poder, nivelados por el mito, por la Palabra de orden, por la disciplina”. El, que se pronunciaba tan ablertamente con- tra el apoliticismo, conocia todos los vicios de la politica y ‘era capaz, sin temor, de sacarlos a luz: “Levantar el bloqueo de! espiritu politico, he ahi la tarea personalista por excelencia” (101). Mounier, conociendo el valor y la importancia de las tareas politicas, no piensa que “todo sea politico” como se afirma, a veces, en forma tan liviana como imprecisa. “EI hombre, esencialmen- te, no pertenece a la colectividad publica, No puede, pues, sin alienarse, entregarse a la co- lectividad sin reservas. Que deba comprometerse enteramente en cada uno de sus actos, y partl- Gularmente en sus actos politicos, no implica el que deba comprometerse todo entero” (102). El cristiano no podria “retirarse de los asuntos del mundo” y aprovecharse “de las victorias de los que luchan en él" (103). Sin embargo, Insiste, “Io politico puede ser urgente, pero siempre subor- dinado” (104), es decir, “nuestra vida religiosa y spiritual debe envolver, dirigir y vivificar, desde el fondo de nuestra alma, nuestras proocupacio- nes temporales y politicas; el fuego mismo de {a religién y del espirity debe Irradiar en activi dad_ politica’ (108). En esta forma aparece claro que fa salvacién do la politica se encuentra fuera de ella. Esta 8, en verdad, la nica manera de plantear una poli- tica realmente inspirada en el personalismo; la nica manera, también, de evitar el empobreci- Mmiento de la politica en el pequefio interés mez- quino 0 en el tacticismo que termina por conver- (00) “Révolution_personnalisto et communautaire”, 0. C+ , Ea. du (102) Esprit, N° 80, mal 1090, pégs. 200261, (40a) “Feu la chretienté", 0. C., Il, pag. 697. (104) Esprit, Ne 1, octobre 1922, pigs. 20-21, (40s) Esprit, mars’ 1894, pag. 27, Se ae a ee ee a. aS tirla en mero oportunismo, “hasta perderse uno en las distracciones del juego” (106). La politica es necesaria, es urgente, pero de- be mantener siempre en la mira “al hombre y s6lo al hombre” (107), 10 cual supone una antro- pologia y una ética. Por eso afirma que “seria preciso, de alguna manera, estar en la politica sin pertenecer jamés a lo politico” (108), porque, desde luego, cosas muy distintas son estar en algo y pertenecer a algo. “'Ninguna accién es sana y viable si desculda Por completo 0, peor ain, si rechaza la preocu: Pacién por la eficacia 0 el aporte de la vida espl- ritual. Es verdad que la Incapacidad do cada hom- bre para realizar plenamente todo el hombre es- pecializa la acclén. El técnico, el politico, el mo- ralista, el profeta, el contemplativo, se irritan a menudo el uno con el otro. No se puede ser todo a la vez, pero la: accién, en el sentido corrlente del término, a accién que tiene gravitacién so- br ela vida pablica, no podria, sin desequilibrar- se, darse una base més estrecha que el campo que va desde el polo politico al polo profética. El hombre de accién cabal es el que lleva en si esta doble polaridad, y navega de un polo al otro, combatiendo alternativamente para asegurar la autonomfa y regular la fuerza de cada uno, y para encontrar comunicaciones entre ellos. Por lo. co: min, el temperamento politico, que vive en el arreglo y en el compromiso, y el temperamento profético, que vive en la meditacién y la audacia, no coexisten ol mismo hombre. Es indispensable a las acciones concertadas producir las dos es- pecies de hombres y articularlos unos con otros. Si no, el profeta aislado cae en la Imprecacién 0 el téctico se hunde en las maniobras” (109). Mounier més que politico fue un profeta; aun- que no cabe duda que conocié a realidad de lo politico. En alguna forma encarné en su vida esa polaridad, sobre todo desde que abandoné el ca- mino de la universidad. De todas maneras, puede seguir siendo un buen compafiero de ruta para un temperamento politico porque, respetando Jas le- yes propias de ese quehacer, tlene mucho que aportar, hoy mismo, en el terreno de Ja accién y de la verdadera eficacia, aquélla que no consis- te sélo en resolver el problema do lo inmediato. Mounler estd vivo en su obra y en su palabra pero, sobre todo, en su testimonio, (OM Esprit, Nv 1, octobre 1032 (106) “Révolution personnaliste et communautaire”, 0, C. 1. a. 345. “Révolution personnaliste et communautalra”, 0, Cu, I lg. 248, 109) “El Personalismo", pags. 52.9, Eudeba, 1962. 21 | | Mounier y el Marxismo “No es la fuerza quien hace las revoluciones, sino la lu Mounier tiene, como Péguy, un concepto ml- litante de la filosoffa. Con gusto tomarfa por su propia cuenta las llustres f6rmulas de aquél para ponerlas al servicio de la comprensién del perso- nalismo: una gran filosoffa no es precisamente la que siempre tiene raz6n, sino aquélla que “un dia se batié en un repliegue de ese bosque”. por razén de tal posicién en la que a ningGn pre- cio hay que ceder ya que se trata de su nudo y su meollo, Bajo el rlesgo de ser disfrazada 0 ne- gada, la persona no es una evidenola primera, eémoda, reconfortante, sino que es una “diffcll certidumbre” que sélo puede ser mantenida en tun constante enfrentamiento con las fuerzas ene- migas. De Igual forma el personalismo seré un pensamiento combativo, slempre alerta a las de- formaciones disfrazadas o a las refutaclones de- liberadss de su afirmacién fundamental. Pero he aqu! que los més vigorosos pensares de este tiempo y los que més parecen fascinar a la Joven filosoffa, tlenden un Interdicto en contra del es- piritu como primer principio, del sujeto como In- terloridad irreductible y de la persona como ab- soluto. Es lo que sucede en las elaboraciones de Marx, Nietzsche o Freud, de todos aquellos a quienes un discfpulo de Mounler, Paul Ricoeur, ha llamado con un nombre que ha tenido suert “maestros de la sospecha”; nombre dotado de clerta discrecién universitarla ya que tales revo- luclonarlos hacen de la persona, en el sentido clésico y metafisico de la palabra, el obstéculo 22 mayor en contra de la revolucién, necesaria para comprender y cambiar al hombre; esta persona en la que Mounier, al revés de aquéllos, trata de encontrar la luz que necesita, para que su propio plan revolucionario no sea interrumpldo ni perver- tido. La confrontacién entre ésto y aquéllo es pues Inevitable y Mounier no ha tratado de eludirla, de modo que del movimiento de su pensamiento, que ‘a menudo existiré s6lo en funcién de esta trama ha hecho un combate y un diélogo con el pensar contrario. Las reflexiones sobre Freud y el psiconanéll- sis no ocupan un lugar importante en la obra de Mounier. Pero cada vez que hace alguna alsién a ello subraya con firmeza, tanto la fellz subver- sign aportada por el pensamiento freudiano a un cierto ndmero de convenciones moralizadoras y ‘su profundo realismo en desenmascarar las ver- dades que el hombre se esconde a si mismo; ‘como también aquella especie de indetermina- cién 0 insuficlencla filoséfica qu cuestiones esenclales sobre el destino del hom- bre, delatan que el freudismo no dispone, para ‘comunicar sus genlales descubrimientos, més que de conceptos pequefios y usados, tomados del materlalismo clentista del siglo pasado, odres en- vejecidos para contener un vino tan nuevo. SI Mounler sélo ha confrontado episodios y fugazmente el personalismo con el pensamiento froudiano, ha sido el primero en sospechar que Ja Inteligencia contemporénea iba a ser Invadida y luego sélidamente ocupada, por todas las for- mas sutiles 0 vulgares, virulentas o insipidas, de marxismo y de nietzcheismo; y en comprender lo que dentro de cualquier moda o tino de conformis- mo, un Marx y un Nietzsche representan de de- Frumbamiento para las mentes conservadoras y de Provocacién hacia una creatividad auténticamente filos6fica, si ambos son aprehendidos en su pre- clso rigor Mounier ha tenido muy pronto el sen- timiento de que su personalismo no sdlo tenia que dar cuenta de si mismo, sino que incluso tenia que descubrirse y profundizarse a través de un contacto, asiduo hasta la obstinacién con el marxismo, Nietzsche, encontrado un poco mas tarde, ha sido para él una brasa y un aguljén. Y ‘aun aparte de la aventura espiritual e intelectual de un hombre llamado Manuel Mounier, esté claro que en la actual coyuntura, seré mediante un enfrentamiento con una cultura y un pensamlen to, una préctica y unas costumbres profundamen- ‘te marcados por influencias y huellas marxistas, nietzschianas_y freudianas, cémo las convicclo- nes personalistas tendrén que dar prueba de su vitalidad y su validez mostrando que son capaces: de resistir a tamafias presiones. UNA FISICA DE NUESTRAS CULPAS. Mounier no ha abordado a Marx como a un historlador o a un erudito. Ni por un instante ha creido Jamas que el marxismo pudiera ser otra cosa que una filosofia, sobre todo por tratarse de una filosofia que por su movimiento més pro- fundo, es algo més y una cosa distinta de una filosofia. Todo lo que Mounier ha escrito sobre marxismo contradice, por lo pronto, la lectura neocientista de la obra de Marx que propone un Althusser. Sin tiempo ni gusto para dedicarse a ‘meticulosas comparaciones de textos, Mounier ha captado muy bien lo que el marxismo conserva de sus origenes hegelianos, tdnica de Niso de la que no se lo podria despojar més que arrancén- dole juntamente con la piel la més eficaz de sus razones seminales. Porque el absoluto Inmante de Hegel no cesa de perseguir al pensamiento de Marx, no sélo en los temas que eran todavia hu- manistas, antes del “corte epistemoldgico” se- fialado por Althusser, sino también en los temas colectivistas de las postreras obras donde se busca la salvacién del individuo en la organiza cién racional de una sociedad de cimlentos re- dentores. Este pensamlento se encuentra por su: Puesto a los antipodas del personalismo, y Mou ner ha sabido y dicho siempre con tanta fuerza como serenidad, quo en el marxismo la negacién do un absoluto personal, tiene el valor de un Principio teérieo y no sélo de un postulado mo- ‘todolégico. Comprobar una incompatibilidad de’ orden filoséfico es sobre todo probldad por de- més Gtil e Instructiva ya que se denunclan de una vez esos eclecticismos complacientes y esos ca- muflajes sin inocencia que siempre han horrorlza- ron a Mounier. Sin embargo el mismo Mounier desde un comienzo entendié la protesta e inter- Pelacién marxista como esenciales para una for- mulacién més pura y exigente de un pensar perso- nalista. No s6lo porque un hostigamiento desde afuera es una Invitacién a una continua vigilan- « la, sino sobre todo porque por més que el mar- xlsmo haya dejado de lado la verdad humana fun- damental que acabamos de decir —y Mounier se- 4 tan Intransigente en no hacer ninguna conce- sién en este punto, como le sugeria Maritain— también es cierto que existe una verdad en el marxismo que el personalismo tendré que incor: Porar a su sustancla, so pena de convertirse en una carleatura etérea y vacfa de s{ mismo, Una verdad histérica y doctrinal. EI texto més antiguo en que Mounier evoca el marxismo esté en las “Lineas de partida” en el “Manifeste pour une revolution personnaliste et communautaire”. Allf propone una férmula bre- ve pero densa la cual (aunque traduce la Infl cia do Berdiaeff. amigo de Maritain, compafiero de Meudon y colaborador de “Esprit") revela exac- tamente en dos palabras su pensamiento, tanto en lo que implica de inteligencia comprensiva co- mo de julcio riguroso sobre sf y sobre los de- més, El marxismo, dice, es “una fisica de nues- tras culpas”. En efecto, es clerto que el marxismo se presenta como una fisica, y hoy, como es sabido, existe toda una escuela marxista que no trata de ser més que fisica, es decir una clencia de las leyes de la naturaleza social, para asf ha- ‘er de Marx el Galileo de una historia que é! ha rescatado de les mitologias y de las Ideologlas para entrar por fin en la “cientificidad”. Mounler concedié siempre que Marx ha arrojado viva luz sobre las necesidades de crecimiento, de contra- dicclén y de ocaso que constituyen la verdad fi- sica del mundo capitalista. Pero esta verdad es abstracta, parcial, mutilada, parecida a esas “con- ‘secuencias sin premisas” de las que habla Spl noza y cuya aperente claridad disimula la fuente de su propla luz, El marxismo, en efecto, no co- 23 bra todo su significado més que cuando es si- tuado y comprendido en relacién con el drama de una civilizacién totalmente culpable; esa ci- villzaci6n capitalista, liberal, burguesa, cuyo pe- cado original, cuya perversién moral inscrita den- tro de las estructuras y mecanismos de un sistema soclopolitico, es la de haber usado a la muche- dumbre de pobres previamente deshumanizados,, y reducidos a la condicién de instrumentos ani- mados, para obtener una produccién acelerada de bienes materiales que procurare un enriqueci- miento y un poder ilimitados a una minoria de propietarios. Para comprender del todo esta si- tuacién conviene hacer dos lecturas y hablar dos lenguajes: Una lectura y un lenguaje éticos. 0 més oxactamente espirituales y adn religiosos, y una lectura y un lenguaje naturalistas y cienti- ficos: porque hay una fisica del sistema capita- lista, aquélla que Marx ha puesto en forma y en formulas. Pero esta fisica es Ia fisica de una fel- ta, de una omisién cometida por el espiritu en contra de si mismo. Una comparacién sencilla esclareceré sin duda esta interpretacién personalista. del marxismo. Sea un vicio que se ha puesto hasta arraigarse en la juntura del alma con el cuerpo; desde entonces se ird desarrollando un proceso de degradacién y de destruccién, cuya psicologia objetiva, mor- talmente neutra, constituiré sin problemas la teo- rfa “fisica"; pero semejante determinismo sola mente serfa fatalidad opaca y desatinada y no podrfa recibir el nombre de vicio més que en el supuesto de que fuera la consecuencia y la san- clén de una iniciativa original que al ser agarrada por el vértigo del mal se ha apoderado de una libertad libremente transgresora. La “falta” bajo e! dominio de la “fisica". Es vélido hacer una transposicién analégica de la persona a una ck vilizacién. Los males de una clvilizacién son algo més y algo distinto de unas enfermedades 0 de- fectos que debortan simplemente ser tratados por una terapla moralmente neutra, a veces médica y reformista, o a veces quirirgica y revoluciona- aria, Lo que esos males traducen, sobre todo en el caso del capitalismo, es un mal y un vicio més profundo, una omisién del espiritu en con- tra de sf mismo, cuyas consecuencias —una es- calada de la explotactén, de la revuelta y de su catastréfico resultado— serdn objetivamente de- terminables y cientificamente previsibles. Y es- ta clase de explicacién seré la porcién de la “fi- sica” y del marxismo, ya que incluso el infierno tlene sus leyes aun cuando sus leyes expliquen todo el inflerno excepto el que el infierno sea un 24 inflerno. Y no se puede entender que haya un infierno sino se sabe que hay un espiritu que por cierto puede convertirso en mal espiritu. Aqui aparece el genlo, 0 s! se quiere el “daimon” de Mounier quien, en su hambre de sintesis, apues- ta siempre a favor de las convergencias: no se trata on este caso de escoger entre un espiritua- lismo y un materialismo 0 naturalismo, ni menos ain de fabricar un arreglo, justo medio entre en- tre ambos. En cierto sentido, el materialismo no puede ser refutado por cuanto se puede decir sin concesiones retéricas y con un discurso ti- guroso que es la verdad de una clvilizacién ma- terlalizada y asi que es integralmente verdadero. Para entender plenamente la verdad del marxismo 3 pues preciso, no sélo comprender que es ver- dadero, sino ademas que ha llegado a ser ver- dadero por culpa de esa gran prevaricacién del espiritu quo, Mounier se ha dedicado a denun- clar. Pero esto significa que ol espiritu es la cau- a primera y él lo diré brillantemente. Ya sabe- mos que Mounier rehusa la bandera del espiri- tualismo por ser un disfraz elegante de mucha mercancia adulterada. Al escribir que “el espfri- tu es la causa de todos los drdenes y de todos los desérdenes debido a su iniciativa y sus Inhi- biciones”, reanimaba la més venerable y la més wuinerable de las grandes verdades del espiritua- jsmo, aquella de la cual Sécrates, segdn el de- cir de Platén, después de haberla descubierto en ‘Anaxigoras, habia hecho la palabra fundamental y como fundadora de Ia filosofia. Hay que insistir en este punto elemental y, por lo mismo, capital. El personalismo es una f- losofia del espiritu. “Al proponerse segin una famosa férmula “disociar lo espiritual de lo reac- cionario” esta afirmando que existe una zona de lo espiritual y la-primacia de lo espiritual, Mou- ier mantiene esta honestidad y esta légica en todo su rigor cuando plantea el diélogo con los marxistas esforzindose en juzgar filos6ficamente al marxismo, La proposicién de que el espiritu pueda llegar a ser considerado como una rea lidad segunda y derivada es incoherente ya que ‘este espiritu sdlo puede ser pensado como origi- nal y primero. Este es el ABC de la filosofia. Por esto, sin respetos humanos, Mounier puede tam- bién escribir que “el espiritu conduce el mundo, ya que lo conduce aun a través de sus ausencias”. Y para mostrar claramente que no queda intimi- dado por las negaciones del materialismo, afiade con una intrepidez que tos apocados de este si- glo calificarfan facilmente de triunfalismo: “Y cuando decimos el espfritu, decimos el espiritu y no un reflejo biolégico de justificacién ni una hipotesis de estructura, 0 un “todo sucede co- mo si"; decimos una realidad a la que damos nuestra total adhesin, que nos trasciende, nos penetra, nos compromete por completo, sacéndo- nos fuera de nosotros mismos”. Es claro que es- to son férmulas de juventud en el pleno sentido de la»palabra y suenan como a una diana en el amanecer de la vida. Los mistificadores de ahora Jas calificarén de elevaciones misticas. Pero no son sino frases que hacen despertar la primera ambicién de toda filosofia, segiin la gran trad- cién clésica, y que es do buscar y encontrar lo propio del hombre en virtud de lo cual el hom- bre es hombre. Si nos esté permitido hacer una glosa, diremos que es la medida en que el in- dividuo biolégica, y sociolégicamente humano par- ticipa del espiritu, que se hace hombre y perso- na. Lo paradéjico es —tal como ha sido ilustrado por las obras y la accién de Mounier— que una filosofia del espiritu, integralmente fiel a su ins- piracién, podré practicar respecto al marxismo, no ‘s6lo sucesiva y alternativamente, sino en un solo y Ginico movimiento, la apertura més compronsi- va y la severidad critica més afilada, Mounier pensaba en efecto que el personalis- mo, segin él lo entendia, no como un sistema sino como una bisqueda viva, encontrarfa su so- lidez y su consistencla y resistirfa a las comod- dades Idealizantes y moralizantes, solamente si permitia ser Instrufdo por unas cuantas verdades rudas y peligrosas que el marxismo haba descu- bierto y ahora se las proponia: una filosofia del espiritu y de la persona no tiene que confundir al espiritu con esas espiritualizaciones de evasién nia la persona con esas subjetividades narcisis- tas, que han sido reducidas a ruinas por la salu- dable agresividad marxista; una filosoffa conven- cida de que el espiritu tiene por vocacién el po- ner de pies un mundo que va de cabeza y reno- var revolucionarlamente la faz de la tlerra, tiene que asumir ol rechazo marxista que quiere sepa- rar a la inteligencia del mundo y al conocimien- to de la tierra del proyecto de transformarla y cambiarla: rechazo y proyecto expresados en cl tema de la “praxis”; un humanismo persuadido de que ol hombre es 1a mayor amenaza contra el hombre no tanto por poder quitar la vida sino por ser siempre capaz de sustraerle su humantdad, tuna vez haya sido purificado por el marxismo de “la elocuencia y de’ la indiferencia", aprenderd del marxismo hasta dénde pueden ir los) mecan mos de objetivacién y de deshumanizacién de! hombre en el sistema capitalista. La intencién de! personalismo, por lo menos en un primer Intento de Mounier que como se veré luego fue matizado y revisado, fue también y sobre todo la de pro- vocar a los marxistas para que sobrepasaran el marxismo sin renegar de él, tomando conciencia do las virtualidades humanas que contiene el pen- samiento de Marx y del que Mounier fue el pri mero en sefialar en un momento en que era casi universalmente desconocida la importancia de las obras de Marx joven, aquellas virtualidades Im- plicadas en la teorfa marxista de la alienacin. ‘Nocién tomada de lo més metafisico de la filo- sofia de Hegel, la alienacién expresaba la nece- ‘sidad inmanente y vital en que se encuentra el Espiritu 0 of Absoluto de pasar hasta su contra. rio para cumplirse definitivamente, Lo que en He- gel era un proceso de autorrealizacién divino y al mismo tiempo dramético se convierte en Marx, or trasposicién © inversién del sentido, en aquel movimiento de pérdida de sf en las obras pro- pias, cuyo goce y dominio le son extirpados, mo- vimiento que se encuentra en el modo de pro- duccién capitalista como destino det trabajador, 0 sea del hombre verdaderamente hombre que, 8 jeto a la méquina y a sus propietarios, se siente frustrado de su propia humanidad. La alienacién es entonces un absoluto de injusticla y, por con- siguiente absolutamente intolerable y puesto que ella no es una necesidad natural ni divina, sino solamente la fatalidad de un sistema, es preciso cambiar radicalmente este sistem Mounier ha entendido perfectamente que, por esta teoria de fa alienacién, Marx es a la vez fi- I6sofo y revolucionario. Pero a alienacién, al ser una despersonalizacién, no puede tener en sf mis- ma sentido ni contenido sino es refiriéndola a la Idea de que ol hombre es y debe ser una per- sona, y al suceder que tal vocacién es contradi- cha y casi aplastada por las condiciones en que el hombre se ve sometido por tal régimen eco- némico, social, politico; y entonces solamente se comprenderé por qué el hacer todo lo posible pa- ra restituir al hombre su dignidad y su verdad, viene a ser un imperativo mas categérico, sl es cello posible, que el deber ser kantiano. Pero si el marxismo, por prejuicio materialista, rechaza la nocién de persona y no quiere hacer del hombre més que un resultado 0 un nudo de relaciones naturales y sociales, s¢ veré reducido a una “ff- ssica” Incapaz de fundar efi¢azmente la exigencla revolucionaria. Mounier trata pues de Introducir, por una par- te, en el personalismo, una dosis de marxismo 25 ara Impedirle que se vuelva soso y se confunda eon un honroso espiritualismo; y, al marxismo, una clerta dosis de personalismo para preservario de un endurecimiento dogmético, que seria ine- vitable s1 pretendiera descalificar a cualquier otra forma de pensamiento. Pero Mounier tiene suf- clente lucidez filoséfica como para percibir que un marxismo personalista serfa una contradicclén en los términos y que un progreso personalista del marxismo equivaldria a la liquidacién radical de éste. El auténtico marxismo es el que consi- dera a su “fisica” de las sociedades como una dialéctica del vuelco del por al contra o, més bien, del contra al por, haciendo salir de un en- frentamiento sin cuartel de las clases Ia abolicion de las clases y de la servidumbre extrema una total. liberaoién. Dialectica impersonal que debe ‘ser objetada por el personalismo puesto que hace del hombre un medio en el gran juego de la his- tori, Mounier nos hace comprender muy bien que lo que clerra el camino del marxismo hacia luna apertura personalista es que, como. hegella: rismo Invertido, se constituye y se desarrolla a la sombra de Hegel y que su dialéctica, que rom- pe con la metafisica sin poder llegar a ser clen- cla, es s6lo un avatar de ese destino todopode- oso y justo que segiin Hegel, hace la verdad de la historia y al cual se puede reconocer en el providencialismo ateo del marxismo. Es asi que se explica, para usar una de las formulas de Mou- niler, que el marxismo sea optimista al pensar en Ja humanidad, y pesimista al penser en el hom bre. Un maleficio hegeliano heredado de los afios do aprendizaje ha dado por fin cuenta, en Marx, de un humanismo de intenclén del cual procede tuna fatalidad totalitaria. Mounier lo sefialé en el marxismo antes de las confirmaciones deslum- brantes del acontecimiento y por ello ya habia entendido que es literalmente el sepulero de la revolucion. Esté claro, pués, que las fuerzas.revoluciona- las més capaces de aniqullar las resistencis Conservadoras serén condenadss a un fracaso de dimensiones histéricas, si en sus formulaciones Ideolégicas —de las cuales queda asi probado ue no son simple reflejo de una situacién de fuerza— carecen de luz sobre la verdad del hom- bre. De la misma manera, que el error individua- lista ha viclado la hermosa dinémica revoluciona- ria de 1789, interrumpida por el cesarismo y dan- do a luz por fin a la sociedad capltalista y bur- guesa, asi la gran revolucién comunitaria del sk ‘glo XX, de la cual Mounier no ha cesado de de- ir que era una reaccién saludable contra la des- 26 ‘composicién de una civilizacién individualista, al ser hija legitima o ilegitima de Hegel, rechaza por abstractos y vacfos al sujeto Individual y a la conclencla personal, haciendo de la ciudad el es- piritu del espiritu; esta revolucién, potencia a su vez privada de luz, Ciclope de ojos mutilados, esté destinada a ser un aborto y no podrd, salvo tun vigoroso encauzamiento personalista, sino sub- tituir una servidumbre por otra. Es pues en vir- tud de una exigencia que quiere ser Integramente revolucionarla, por lo que Mounier, en sus prime- ros escritos toma la posicién de debate y de com- bate respecto al marxismo, tal como la acabamos de describir. Se compronderé asi que la Idea de una “tercera fuerza” cualquiera que haya sido la mediocridad de su destino en la politica ulterior, fuera propuesta en los circulos de “Esprit”. Queda en pie que la conclusién de Mounier tiene el va- lor de una decisién. La gran empresa de pensa- miento y de accién tendré que ser doble: es pre- iso, clertamente, “disoclar lo espiritual de lo reaccionario", pero también es indispensable des- Nigar “del marxismo la revolucién que es nece- sarla”. INTEGRAR AL SOCIALISMO LIBERTARIO. Las anteriores eran las posiclones que Mou- nler tenfa en un comlenzo y jamés las ha rene- gado. Pero con la experiencia se ha ido mostran- do més sensible a la importancla histérica, y més atin a eso que se podria llamar, para usar su mis- mo lenguaje, el espesor existenclal, a densidad humana del hecho comunista. Sobre todo, des- pués de Ia actitud tomada por los partidos comu- nistas y Rusia en la derrota de los nazis, Mou- nler no aguantaba que se pusiera juntos, bajo la misma sumarla acusacién de totalitarismo —so- bre todo cuando usaba para este fin sus pro- los textos de los comlenzos de Esprit— a los fascistas y al comunismo. De poderse pintar una curva de evolucién, seguirfa esta trayectoria: Mou- nler se ha ido dando cada vez mas cuenta de que sentia més Interés por el marxlsmo que por Marx, més Interés por e! comunismo que por el mar- xismo y més interés atin por los comunistas que por el comunismo, con la creciente certeza, muy de acuerdo al espfritu del personallsmo, de que hay més contenido en el movimiento obrero que ‘en las Ideologias que lo traducen traicionéndolo. Ya desde un comienzo se habia guardado Mounier de conceder al marxismo el privilegio exclusivo que hiclera de él, tal como se ha podido decir, “la filosofia natural de! proletariado”. Exis- te un humanismo esponténeo del movimiento obrero del que el marxismo ha cantado una par- tte, pero que se expres6 antes del marxismo, a su lado y en contra de él, especialmente en Prou- dhon y en lo que se llama el anarquismo, Nada ha escrito Mounier tan firme ni decidido como su estudio titulado “Anarqula y personalismo", pu- blicado en Esprit poco antes de la tiltima guerra. Tal vez sea su texto més inmediatamente actual. Se lo slente escrito con una pluma fellz y égil co- mo si al abordar a los autores anarqulstas y al federalismo de Proudhon entrara en un clima de complicidad preestablecida y encontrara en esas orillas tormentosas algo de su tierra natal. Lo que le emociona en Ia literatura anarquista de! siglo pasado es en el fondo eso de lo que Marx y el marxismo carecen: la pasién y una pasién amiga de su pasién. Bajo el “shock” de tal descu- brimiento se streve a pronunciar palabras sacri- egas que ni al ser lefdas hoy dejan de dar en el blanco: “En comparacién (de la literatura anar- quista), la literatura marxista media golpea por su carécter implacable, un poco pesadamente clen- tifico, hurafio al atacer, desabrido on la defensa, més fandtico que fervoroso”. Mounier sabe que Proudhon tiene razén en contra de Marx cuando, presentando la fatalidad antipersonalista de todo Estado en cuanto tal, descubre la ruinosa contra- dicclén de una cierta forma de comunismo cen tralizador que constitufa una tentacién para Marx y cuya teorla se resume en esta fill contradic- clén: “Atar al individuo para liberar a la mi Mounler comenta: “Es indiscutible que Proudhon, ‘como Péguy, fo ha dicho todo”, Grito del corazén. Mounier jamés hablaré de Marx ni del marxismo en este tono. Ello atin déndose cuenta de las de- ficiencias de la concepcién anarquista del hombre y de la politica, de ese célido romantictsmo que ‘sique profundemente individualista pero con un Iindividualismo que hace del Individuo una re- presentacién herolca y vigorosamente antiburque- ‘sa, que rechaza, en fin, toda forma de organiza- clén y de disciplina colectiva convirtiendo asf a la revolucién enarquista contra la opresién en una Ilusién Ifrica, como decia Malraux por el mismo tempo, Impldiéndole ast convertirse en una ver- dadera revolucién. Explicando todo esto la efici cldad de la critica marxista al anarquismo y al proudhonismo. Con lo cual concuerda Mounier. Pe- ro teniendo lugar todo esto, es la inevitable con- secuencia de una tal lectura de Marx y de Proudhon, como si el proudhonismo y el marxismo nos pro- pusieran, cada uno del otro, una irrefutable refu- tacién. Y por clerto que esta dialéctica de nega- clones entrecruzadas no es un abstracto Juego de conceptos, sino una antinomla proplamente doc- trinal a partir de la cual se esclarecen las gran- des esperanzas y las vastas aflicciones de este siglo. Para Mounler tal enfrentamiento no era en ningin modo nihilista ni anunciaba la destrucclén reciproca de los antagonistas, sino que Imaginaba més bien que un comunismo verdaderamente po- pular Ilegarfa a Integrarse algo y aun mucho de Jas Intuiciones anarquistas tan vivas y siempre resurgentes. Trata de ser slempre el profeta de las sintesis futuras, cuya extrema dificultad no toleraba en ningiin modo que se la confundiera con una Imposibilidad. Después pasé el tiempo. Mounier no crefa en la IV* Repdblica y la trataba tan mal y con el mismo estilo polémico que el General de Gaulle, colocando en el pantano de la mediocridad a sus partidos y a su personal politico y dejando sentado, una vez por todas, que nada era més despreciable, entre estas tur- bias aguas tiblas que el centrodzqulerdismo, la tercera fuerza o la democracia cristlana, En se- mejante contexto de disolucién y decadencia. s6- lo quedaba de aceptable, politica y humanamen- te, el partido comunista. Duros en medio de la molicie comin y a los que muchas veces Mou- nler se dirigfa en forma dura. Pero la dureza, cuando combate a los duros, tiene un estilo y usa unas armas muy distintas que cuando se dirige a los blandos. De caballero a caballero y no per- diendo altura al combatir una triste mediocridad. Mounier reconocfa al comunlsmo una poderosa existencia histérlca y era sobre este comunismo donde cristalizaban su esperanza y su ansledad. Todo anticomunismo le era sospechoso y no po- dia explicarlo sino por razones injustificables: de- fensa burguesa, miedo al pueblo, odio al futuro. Ademés el comuntsmo se le presentaba como un arlete capaz de derrumbar tas murallas de la clu- dad capitalista alrededor de las que se satisfacen dando wueltas otras formas de soclallsmos par- lamentarios, democréticos, tocando las trompetas humanistas. zC6mo hacer la revoluclén sl no es por medio de la parte més consciente y més diné- mica de la clase obrera, la que desplerta de su confianza en el Partido comunista? Partido cuya Ideologia en los tiempos en que se Identificaban comunismo y stalinismo se allmentaba tan s6lo del més dogmético de los marxismos. Y de este marxismo Mounler conocfa muy blen la finalidad totalitarla, por més que le molestara que otros lo dijeran con él, porque sospechaba que clerte- mente no lo decian como 61. De donde se produ- ‘cfa algo trdgico en ta accién y en el pensar. 27 LO IMPOSIBLE Y LO NECESARIO. Es en efecto Mounier quien propuso y multi- plicé las férmulas que se hicieron clésicas, famo- a8 y luego triviales como “ni sin él ni con él", © por ejemplo: “Es dificil no ser comunista, pero ain es més diffcll serlo”. ¢C6mo no ser comu- nista? En otras partes fuera del comunismo Mou- nier sélo encuentra recaidas 0, como se diria hoy, recuperaciones de su pensamlento. Estaba per- suadido de que las buenas voluntades paliduchas de la democracia cristiana o del socialismo hu- imanista no propondrian nunca mas que caricatu- ras descoloridas de la “revolucién personalista ¥ comunitaria” (1). El no dard nunca su confianza f quienes buscaron y no dejaron de encontrar en la doctrina de Esprit las més fuertes y sustancia- les razones para defender la democracia contra el comunismo agresivo y virulento de los dias ‘que significaron a Ja Liberacién, como tampoco a los esfuerzos de superacién del marxismo que bajo el pretexto de poner el socialismo a “escala humana” iban a desarmar su vigor revoluciona- lo y hacerlo abortar en reformismo. Es de hielo ante la formula de la “revolucién por la ley” slo- gan risible y contradictorio puesto que consiste tn privarse do todo proyecto revolucionario al en- cadenarse con devoto respeto a una legalidad burguesa cuya religién jamés ha profesado Mou- hier. Después de tan implacable depuracién de Jas ideologias politicas de la época, gqué que- daba de aceptable fuera del comunismo? {Como semejante coyuntura no iba a invitar a revalorizar las virtudes que Mounier siempre habia recono- cido en el marxismo, fo pertinente de su andlisis socioeconémico, fa segura y sana desmitificacién de las caretas espiritualistas y humanistas usa- das para defender un mundo que sobrevivié es- candalosamente a una apocalipsis y que ya no merecta vivir mas? Si, es dificil no ser comunista pero atin es més diffcll serlo. ZCOmo cubrir la bandera de la revolucién la secuencia de episodios siniestros, de la horca de Petrov, o del golpe de Praga? y 80 que Mounier s6lo pudo conocer los primeros peldafios de la escalada que harfa imposible que las embestidas del viento del Este pudioran ser confundidas con el soplo primaveral de la libe- racién. Ya los textos més importantes de los ma- nifiestos de Esprit permitian, con la anticipacién de un decenio, remontarse de los efectos a las (D Las elticas. do Mounier so refleren al Soclalismo Co- munista y a la Demooracta Cristiana francesa de aqvella époce, 28 causas; Mounier hab(a explicado cien veces que un error sobre el hombre leva al horror inhuma- nto y que ello es una consecuencia fatal en la historia de las civilizaciones. De donde se sigue que el marxismo no puede desentenderse de | responsabilidades en la perversién totalitaria del comunismo, al haber mutilado irreparablemente ‘a. Ihombre en. su materialismo original. Mou- ler no aceptard jamés que so pretexto de no “exasperar a Billancourt”, en palabras de Sartre al desenmadejar el mismo problema, uno vaya a concederse el derecho de callarse 0. de camuflar © acomodarse la verdad. Todo parece suceder en- tonces como si habiendo sido bloqueado el pen- samiento y paralizada la accién, s6lo existieran tunos posibles inmposibles: ni en contra de los comunistas —son portadores de la esperanza sa- grada de los pobres y oprimidos—, ni con el co- munismo —que implica “la peste totalitaria y la rusificacién” por lo menos en lo que se ve ahora de la historia—, ni siquiera por encima del zafa- rrancho, ya que es’ preciso estar presente en ol mundo. EI impase parece total. Sin embargo no es asf. Mounier piensa que una verdad parcializada, corriendo el riesgo de ser utilizada, es una verdad traicionada; si nada es posible es que todo es necesario: la puesta en ‘cuestién que hace el marxismo del establecimien- to capitalista y burgués y la puesta en cuestién del marxismo mismo dentro de un intento de li- beracién integral de todos los hombres y de to do el hombre. Nunca se insistiré suficientemente fen el proyecto de esperanza que se encuentra en Mounier junto @ un intento de sintesis. Por més que dentro de la coyuntura, en la que han sido es- critos sus dltimos textos, la revolucién persona- lista y comunitaria parezca ut6pica, no es menos cierto que ella es una necesidad; y en ol fondo Mounier esperaba —porque “estar a la espera es esperar”, tomando un dicho de Gabriel Mar- ‘cel— un “comunismo con rostro humano”, en la forma en que poco después de su muerte hicieron aparicién algunos avances del mismo, en: Europa central, aunque pronto fueron desvirtuados. De Igual. forma, Mounier ha sostenido siem- pre que ante los problemas del mundo de hoy. nadie podia olvidar a Marx, pero tampoco al ad- versario de Marx que Mounier reconoce en Kier- kegaard, pues, si por un lado, Marx, liquidando los subjetivismos, ha suprimido 1a subjetividad, Kierkegaard ha hecho de esta subjetividad un ab- soluto, despreciando a su vez la objetividad do lo verdadero. Las tareas politica y filosdfica os-

You might also like