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CUERPO PAULINO

12/11/2021
Licenciatura en Teología
P. Mauricio Murillo

“TEOLOGÍA PAULINA DE LA CRUZ”

Integrantes

Magdaleno Bordones Santos


Kevin Jeovany Enamorado Enamorado
I. Introducción
El presente trabajo tiene como finalidad desarrollar un análisis del pensamiento paulino
cuyo tema central es LA TEOLOGIA DE LA CRUZ, en el que de una manera
dilucidaremos que significó la Cruz para el Apóstol Pablo. Ciertamente, sobre este tema se
han hecho muchos estudios desde diferentes horizontes exegéticos, sin embargo vale la
pena remarcar que por ser la Cruz de Jesús signo de salvación y redención no deja de ser un
campo de estudio e investigación para nuestra era contemporánea. Con ello, no buscamos
desarrollar un pensamiento noético de Pablo para defender en qué consiste la cruz, sino
desde la praxis de la realidad entender lo novedoso que significo y sigue significando la
Cruz, puesto que servirá para cimentar nuestra fe y confianza en ella.
Para tales efecto, iremos mencionando algunos autores que respecto a nuestro tema han
aportado en la reflexión desde el ejercicio exegético. Sus posturas serán muy
enriquecedoras ya que nos serán de gran ayuda en el marco de la interpretación bíblica.
Con la finalidad de llevar un orden en nuestra ponencia, el desarrollo lo hemos dividido
en tres puntos del cual iremos desarrollando a lo largo de nuestra exposición: En la primera
parte, el Marco teórico. Destacamos un análisis bibliográfico de la vida y la experiencia del
Apóstol Pablo y su misión en las comunidades. Para él, la expansión del evangelio no es
algo que le surge de su voluntad propia sino que es una misión dado por Jesús en el
momento de su conversión. La segunda parte, la cruz y el crucificado en I de Corintios,
desarrollaremos lo central de la teología paulina puesto que fundamentará aquello que en
principio para los griegos la cruz era escándalo, pero que para los convertidos al
cristianismo es signo de salvación. En último punto, la experiencia de la Cruz en San
Pablo, delimitaremos su experiencia de su conversión personal frente a un Jesús que le hizo
cambiar todo. Finalmente terminaremos con una conclusión y bibliografía.
II. Marco Teórico
Pablo no es el iniciador de un cristianismo abierto a los gentiles, sino que se incorpora a
un movimiento que habían comenzado los judeocristianos helenistas, como hemos visto en
clases. Pero sí fue el que lo impulsó más coherentemente, el que lo llevó hasta sus últimas
consecuencias y, además, el que lo justificó teológicamente en sus Cartas.
Trabajaba siempre en equipo, por ello contó con su número de colaboradores; incluso
algunos de ellos aparecen como co – remitentes de sus cartas; la primera a los Corintios
empieza así; “Pablo, llamado a ser apóstol de Cristo Jesús por voluntad de Dios, y
Sóstenes, el hermano, a la Iglesia de Dios que está en Corinto”. 1 Conocemos también el
nombre de muchísimos otros, Priscila, Aquila, Timoteo, Tito, Apolo… entre otros. Pablo
va fundando una serie de comunidades locales con una organización, elemental pero
indudable; en sus Cartas se ve claramente que tienen también unos ciertos ministerios. Hay
que subrayar esto porque a veces, de una forma en nuestra opinión insostenible, se ha dicho
que las comunidades paulinas eran puramente carismáticas y que no tenían ninguna
organización. Ahora bien, son comunidades profundamente vinculadas al apóstol, al que
reconocen una autoridad muy especial. Esta vinculación se expresa con las visitas de Pablo,
con los mensajeros que envía, a los que reciben las cartas le escribe y les exhorta a que se
lean evidentemente en público, en voz alta, como se hacía siempre la lectura de aquel
tiempo. También, para que circulen de una comunidad a otra.
Por otra parte, trabaja siempre con sus manos; no quiere ser mantenido por sus
comunidades, aunque tenga derecho a ello. En su primera carta a Tesalonicenses (2,9) dice:
“Seguros que Recordáis, hermanos, nuestros trabajos y fatigas: trabajando día y noche
para no ser gravosos a ninguno de vosotros, proclamamos el evangelio de Dios”. Y en el
capitulo 9 de la primera cata a los Corintios: “¿Es que no tenemos también nosotros
derecho a vivir de la comunidad como los otros apóstoles, como los hermanos del Señor?
Pero yo nunca quiero hacer uso de este derecho para no poner obstáculos al evangelio. Yo
quiero entregar gratis lo que he recibido gratis”.
Vincula íntimamente el trabajo profesional a su forma de entender el ser apóstol; en
primer lugar, porque quiere dejar bien claro, como hemos dicho antes, su desinterés y
libertad; y en segundo, porque otros en su tiempo cobraban lo que enseñaban y vivían de
ello. Para la mentalidad griega, el trabajo manual era propio de gente sin honor, de baja
extracción social, de esclavos… Pablo subraya que, en efecto, su apariencia externa no es la
de un retórico brillante o la de un personaje de alto linaje, sino que es débil, llegando a
decir en primera de Corintios, 9, 19, que se “se ha hecho esclavo de todos”. Esto lo ve
coherente con lo que el anuncia, “a Jesucristo crucificado, escándalo para los judíos y
locura para los gentiles”. Es decir, la condición sociológica de Pablo, su trabajo servil,
responde al Mesías que anuncia, que “renunció a la gloria divina y asumió la condición

1
Biblia de Jerusalén. Desclée de Brouwer. Bilbao, 1975.
humana, sin privilegio alguno; más aún asumió la condición de un esclavo hasta la muerte,
y una muerte de cruz”, como dice el famoso himno del capitulo 2 de la Carta a los
Filipenses.
Esto es pues, lo más originario y profundo de Pablo: su TEOLOGÍA DE LA CRUZ, en
la cual se revela el amor de Dios, de un Dios que, históricamente, es debilidad y silencio.
En la cruz se revela el carácter paradójico del mesianismo cristiano; en ella se afirma la
relación alternativa, con frecuencia crítica, que el cristianismo mantiene con el mundo,
sobre todo con sus estructuras de poder. Cuando Pablo llega a una ciudad, lo primero que
intenta es establecer la comunidad en una serie de casas: son las famosas “iglesias
domésticas”, como las casas de Aquila y Priscila, de Febe, de Filemón… Las diversas
iglesias de una ciudad, como la de Tesalónica, la de Corinto, forman la iglesia de esa
ciudad; pero están en comunión unas iglesias con otras, forman parte de una red que quiere
llegar hasta los confines de la tierra.
Es pues, la época de la primera generación cristiana y ya se puede hablar de un
cristianismo paulino de fuerte personalidad, que se dirige a los paganos y tiene una acogida
notable entre ellos; sin embargo, en ese mismo momento, el centro del movimiento
cristiano está en Jerusalén, donde están los apóstoles los testigos oculares de Jesús, las
personas más prestigiosas entre los discípulos del Maestro… estas comunidades paulinas se
ven con una cierta desconfianza porque no se sabe muy bien a dónde van a llegar. Otra cosa
será después, en la segunda y tercera generación, cuando el cristianismo paulino, tras el
recorte de algunos perfiles más agudos, se convierta en hegemónico y marque la historia
cristiana posterior. Sin duda, Pablo tuvo una experiencia excepcional de Cristo, y fue un
gran teólogo, pero formuló su teología al hilo de las necesidades de su ministerio. Por eso
se dificulta pretender hacer una teología paulina, entendida, como un cuerpo doctrinal
teórico abstracto, donde encajan todos los elementos.
Pablo tiene un pensamiento coherente, pero hace unos escritos ocacionales, en función
de las necesidades que su mismo ministerio pastoral le va planteando: por eso nos parece
singularmente interesante relacionar el proyecto apostólico de Pablo con su teología, sin
presentar ésta de una forma teórica abstracta.
III. La cruz y el crucificado en 1 de Corintios
La cruz y la resurrección de Cristo son para Pablo el centro del plan de salvación de
Dios. Los tres momentos de pasión – muerte – resurrección hay que mantenerlos en una
unidad en el pensamiento paulino. A Pablo no le interesa como momento destacable el
proceso de la encarnación (de hecho, el Jesús terreno no ocupa un lugar en su predicación),
sino sólo en el contexto pascual. El acontecimiento de Damasco, que marcó de por vida a
Pablo, es el encuentro con el resucitado. Con el Kyrios que se identifica con su Iglesia. Así,
para Pablo, el crucificado es el resucitado.
La cruz es, para cualquier judío, un escándalo (1 Cor 1, 23), pero Pablo no quiere borrar
en nada este escándalo (Gal 3, 13). Cristo se hizo la maldición personalizada. En la cruz
“se resume la acción de Dios”.2 En la cruz y la resurrección descubre Pablo el núcleo de la
revelación de la voluntad salvífica de Dios. El mismo agregado “y muerte de cruz” a un
himno prepaulino muestra que, en el misterio de Cristo, la obediencia hasta la cruz centra el
discurso paulino sobre Cristo y sobre Dios, ya que conocemos lo que Cristo es y lo conoció
el propio Pablo por lo que él hizo y por lo que Dios realizó en él”. 3 Es precisamente esta
ubicación en el plan de salvación de Dios, lo que trasforma la cruz en objeto de la
predicación, es el Evangelio de Pablo. Es el acontecimiento de la salvación ya que es
“muerte – por”. Muerte sacrificial (Is 53).
“La theología cruz y el mensaje de la justificación forman una unidad indisoluble,
dentro de la cual cada elemento se interpreta en función del otro”. 4 Lo cual quiere decir,
que, “la cruz se transforma así, en una palabra”,5 una palabra que tiene en el Espíritu toda
su fuerza y sabiduría. Frente a la autosuficiencia humana que busca una sabiduría o una
confianza (gloriarse) antropocéntricas, Dios propone una palabra que destruye
aparentemente esa confianza, que aniquila esa sabiduría ya que se presenta humanamente
necia y débil. Esta cruz, es además una palabra a la cual toda la vida ha de sujetarse. Así,
debe verse reflejada en la actitud del apóstol, de la comunidad, de cada cristiano.
El Apóstol, debe buscar que su vida sea reflejo de la muerte de Cristo, por eso invita a
imitar a Cristo (Rom 15, 2-3; 2 Cor 8,9; Flp 2,5), y él mismo busca imitarlo (y lo ha hecho:
1 Cor 11, 1; cf. 1Tes 1,6); por eso puede exhortar a los oyentes a que lo imiten (1 Cor 4,
16). “En la cruz se resume todo. Y la cruz es, al mismo tiempo, el signo de la existencia
cristiana”. 6Si la vida toda del apóstol queda marcada con la cruz, es lógico que también lo
sea su predicación. El evangelio de la cruz es el poder de Dios y llama a la fe lo que Dios
hizo, y continúa haciendo, en Jesucristo. Dios, a través del poder del Espíritu Santo, evoca
la fe y da la salvación en el tiempo presente a través de la cruz de Cristo.
El Espíritu fue el que motivó a la fe a lo corintios. En este contexto de la predicación de
la cruz, cruz que debe marcar la vida del apóstol. Pablo va a indicar que la “palabra de la
cruz” fue el modo de su predicación en Corinto, evitando las “palabras sabias de los
hombres” (1 Cor 2, 1-5). Al evitar las palabras sabias, el recurso a la retórica, al dejar obrar
el Espíritu, es el mismo poder de Dios el que mueve a la fe. No se guían por el entusiasmo
que suscita la “palabra sabia”, sino por la misma fuerza de Dios.

2
G. ElCHHOLZ, “El evangelio de Pablo”. Salamanca 1977, 224; Cf. X. LEON – DUFOUR, Jesús y Pablo
ante la muerte, Madrid 1982, 173-205.
3
R. PENNA, “Puntos clave de la teología de Pablo”, en R Fabris (Ed.), Problemas y perspectivas de las
ciencias bíblicas, Salamanca, 1983, 353.
4
BRNADERBURGER, “Cruz”, en DTNT, I, 364.
5
H. SCHLIER. “La noción Paulina de la palabra de Dios”, Literatura de Teología Paulina. Bruges, 1960.
127-141.
6
Ibidem, El evangelio de Pablo, 296.
Dejando actuar al Espíritu, el apóstol ha cumplido su misión (entendida a la luz de la cruz):
“Dejar el campo libre a la acción de Dios. Conformados por Dios a la cruz, el apóstol y su
predicación han ubicado a los oyentes frente a Dios que los niega y los salva. La
sorprendente y enigmática declaración 1 Cor 1, 17 encuentra así una clara explicación”.
Sin embargo, esta identificación con la cruz, no sólo se da en el Apóstol y su
palabra. La misma comunidad cristiana es signo de que Dios actúa más allá de lo exterior
que mueve a la adhesión. Exteriormente por su debilidad y su necedad, lo mismo ocurre
con la comunidad de corinto. En ellos también se da que “Dios escogió lo que el mundo
tiene por necio para confundir a los sabios. Y ha escogido lo débil del mundo para
confundir lo fuerte” (1 Cor 1, 26-31). El lema de la unidad está en que hay una distancia
entre un Dios que llama (iniciativa divina) y una diferente consideración del mundo. Los
corintios no deberían gloriarse en lo que es valioso para el mundo (1 Cor 1, 29; cf. 1, 5;
3,21) sino de estar en Cristo por el llamado divino (v. 20). El mismo Cristo fue hecho por
Dios (pasivo divino) sabiduría.
Evidentemente, esta sabiduría no se alcanza con el esfuerzo humano; es de Dios
para nosotros, de Dios para nuestra salvación. Esto nos lleva a descubrir lo que Dios ha
hecho por nuestra salvación, ya que este Cristo sabiduría es justicia, santificación y
redención. Justicia porque Cristo es por quien somos justos ante Dios; santificación porque
por Él somos separados para vivir para Dios; redención porque en Él somos rescatados para
vivir en libertad de hijos. La justicia le viene al hombre por la fe (Rom 1, 17) en virtud de la
redención operada por Cristo por su muerte (Rom 3, 24-25) y tiene por meta la santidad.
Esta santificación no es otra cosa que la vida nueva a que está llamada la nueva creatura
que “está en Cristo”,7 (2 Cor 5, 17) desde el momento de su bautismo. De esto
precisamente hay que jactarse, de estar en Cristo, de su llamado. Pablo pues, invita a los
corintios a descubrir la misma fuerza y sabiduría de la cruz actuando en la propia
comunidad, y a despojarse de toda autocomplacencia y autoconfianza que lleve a despreciar
a Cristo.
Falta destacar un elemento central de la cruz: es manifestación perfecta del amor de
Dios. San Pablo de la Cruz, fundador de la Congregación Pasionista, decía; “La obra más
grande del amor de Dios”.
IV. La experiencia de la Cruz en san Pablo
En la experiencia personal de Pablo hay un dato importante, y es que Pablo antes había
sido un perseguidor de los cristianos, desde el momento de su conversión en el camino de
Damasco, se había pasado a la parte de Cristo crucificado, haciendo de él la razón de su
vida y el motivo de su predicación. En el encuentro con Jesús le quedó muy claro el
significado central de la cruz: comprendió que Jesús había muerto y resucitado por todos y

7
Serna, E. de la. “Segunda Carta a los Corintios.” En Comentario Bíblico Latinoamericano. Nuevo
Testamento, dirigido por A. Levoratti, 859-894. Navarra: Verbo Divino, 2003.
por él mismo. Ambas cosas eran importantes; la universalidad: Jesús murió realmente por
todos; y la subjetividad: murió también por mí. En la cruz, por tanto, se había manifestado
el amor gratuito y misericordioso de Dios.
Este amor san Pablo lo experimentó ante todo en sí mismo (cf. Gal 2, 20) y de
perseguidor se convirtió en creyente y apóstol. Pablo, pues, experimentaba que la salvación
era gracia, que todo brotaba de la muerte de Cristo y no de sus méritos, que por lo demás no
existían. Así, el evangelio de la gracia se convirtió para él en la única forma de entender la
cruz, no sólo el criterio de su nueva existencia, sino también la respuesta a sus
interlocutores. Entre estos estaban, ante todo, los judíos que ponían su esperanza en las
obras y esperaban de ellas la salvación; y estaban también los griegos, que oponían su
sabiduría humana a la cruz y, por último, estaban los ciertos grupos de herejes, que se había
formado su propia idea del cristianismo según su propio modelo de vida.
Para san Pablo la cruz tiene un primado fundamental en la historia de la humanidad,
representa, como ya hemos dicho antes, el punto central de su teología, porque decir cruz
quiere decir salvación como gracia dada a toda creatura. El tema de la cruz de Cristo se
convierte en un elemento esencial de la predicación del Apóstol: el ejemplo más claro es la
comunidad de Corinto. ¿Pero por qué san Pablo, precisamente de esto, de la palabra de la
cruz, hizo el punto fundamental de su predicación? Pues porque la cruz revela “el poder
de Dios” (1 Cor 1, 24), que es diferente del poder humano, pues, revela su amor: “La
necedad divina es más sabia que la sabiduría de los hombres y la debilidad divina, más
fuerte que la fuerza de los hombres” (1 Cor 1, 25). En este sentido, según Serna, “el
Crucificado es sabiduría porque manifiesta de verdad quién es Dios”, 8 es decir, poder de
amor que llega hasta la cruz para salvar al hombre. Dios se sirve de modos e instrumentos
que a primera vista parecen sólo debilidad.
El Crucificado desvela, por una parte, la debilidad del hombre, y, por otra, el verdadero
poder de Dios, es decir, la gratuidad del amor, precisamente esta gratuidad total del amor es
la verdadera sabiduría.
San Pablo ofreció una admirable síntesis de la teología de la cruz en la segunda Carta a
los Corintios (cf. 2 Cor 5, 14-21), donde todo está contenido en dos afirmaciones
fundamentales: por una parte, Cristo, a quien Dios ha tratado como pecado a nuestro favor
(v. 21), murió por todos (v. 14); por otra, Dios nos ha reconciliado consigo, no
imputándonos nuestras culpas (vv. 18-20). Por este “ministerio de la reconciliación” toda
esclavitud ha sido ya rescatada (cf. 1 Cor 6, 20; 7, 23).

8
Serna, E. de la. “El pueblo crucificado.”. Aspectos bíblicos. Proyecto 33, 1999. pp. 115-141.
V. Conclusiones
Todo esto es relevante para nuestra vida. Pues también nosotros debemos entrar en este
ministerio de la reconciliación, que supone siempre la renuncia a la propia superioridad y la
elección de la necedad del amor. San Pablo renunció a su propia vida entregándose
totalmente al ministerio de la reconciliación de la cruz, que es salvación para todos
nosotros. Y también nosotros debemos saber hacer esto: podemos encontrar fuerza
precisamente en la humildad del amor y nuestra sabiduría en la debilidad de renunciar para
entrar así en la fuerza de Dios. Es pues formar nuestra vida según esta verdadera sabiduría:
no vivir para nosotros mismos, sino vivir en la fe en el Dios del que todos podemos decir:
Me amó y se entregó asimismo por mí.

VI. Bibliografía
1. Biblia de Jerusalén. Desclée de Brouwer. Bilbao, 1975.
2. Serna, E. de la. “El pueblo crucificado.”. Aspectos bíblicos.” Proyecto 33, 1999.
pp. 115-141.
3. Serna, E. de la. “Segunda Carta a los Corintios.” En Comentario Bíblico
Latinoamericano. Nuevo Testamento, dirigido por A. Levoratti, 859-894. Navarra:
Verbo Divino, 2003.
4. G. ElCHHOLZ, “El evangelio de Pablo”. Salamanca 1977, 224; Cf. X. LEON –
DUFOUR, Jesús y Pablo ante la muerte, Madrid 1982, 173-205.
5. R. PENNA, “Puntos clave de la teología de Pablo”, en R Fabris (Ed.), Problemas y
perspectivas de las ciencias bíblicas, Salamanca, 1983, 353.
6. BRNADERBURGER, “Cruz”, en DTNT, I, 364.
7. H. SCHLIER. “La noción Paulina de la palabra de Dios”, Literatura de Teología
Paulina. Bruges, 1960. 127-141.

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